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¿Jugamos? CON Marcus EN Sala Común de Ravenclaw A LAS 21:45 el 26 de Septiembre |
Adaptarse a un lugar nuevo era difícil pero no imposible, sobretodo si ese lugar era un internado en el que pasabas las veiticuatro horas con las mismas personas y haciendo las mismas actividades, rápidamente comenzabas con una rutina en la que poder sentir comodidad y familiaridad. De esta manera poco a poco Candance fue acomodándose a su nueva vida, no terminaba de convencerle Hogwarts pero al menos había empezado a hacer amigas. Obviamente sus compañeras de cuarto primero, luego algunas de su curso y así. Era una chica agradable y siempre trataba de llevarse bien con los demás así que tampoco era una misión muy complicada, bueno excepto con quién le cayó por el mal lado desde el primer día.
Habían pasado todo ese tiempo sin cruzar palabra, miradas afiladas en la mesa y en los pasillos que cada vez iban a menos, ya que como todos los adolescentes ambos tenían mejores cosas que hacer que prestar atención a alguien que no les interesaba, así que fue cuestión de días que dejara de importarle el Prefecto, aunque sus insultos le hubieran molestado enormemente, por más que decidiera ignorarlos como su madre hacía con todas las opiniones que no le gustaban: así se cansan antes. Eso solía decir. Como fuera, estar en la misma casa significaba que quisieras o no en algún momento te cruzabas con la gente, no podías evitar eternamente a otro Ravenclaw o a veces coincidir en un mismo grupo por una conversación o cualquier cosa y sentirte incómodo por las tiranteces y eso no era algo que Candance llevara muy bien, sabía que en algún momento tendría que ponerle remedio. Nadie decía que tuvieran que llevarse o caerse bien pero al menos superar ese momento hostil inicial y no sentirse incómoda, esos eran sus planes.
Esa noche parecía ser la oportuna. Llevaba ya un rato jugando con varios compañeros. En una de las mesas de la Sala Común había puesto uno de los regalos de su madre, consistía en una flor que flotaba en medio de la susodicha y un manojo de cartas así que ocupaba poco. Todo el mundo que iba parecía fascinado y quería participar, así que se había creado algo de expectación. Sin embargo poco a poco se fueron marchando a sus propios quehaceres. La última fue su compañera de cuarto, que se despidió de ella con una palmadita en la espalda. Candance le dedicó una sonrisa y prometió que no tardaría en subir. Por casualidades -o no- observó que Marcus también estaba en la Sala Común y se había quedado sin su propio séquito, así que armándose de fuerza, ganas y paciencia, agarró dos de las alargadas cartas tan similares a las del tarot y se acercó a él.
— Prefecto O'Donnell...— sus labios formaron una leve sonrisa y estiró ambas manos con las palmas hacia arriba, sobre cada una flotaba una carta que giraba sobre si misma haciendo tirabuzones — Las golosinas más deliciosas que existen. Eso es lo que tengo ahí. — señaló con un gesto de cabeza hacia la flor cerrada que seguía flotando en la mesa — ¿Jugamos?
Habían pasado todo ese tiempo sin cruzar palabra, miradas afiladas en la mesa y en los pasillos que cada vez iban a menos, ya que como todos los adolescentes ambos tenían mejores cosas que hacer que prestar atención a alguien que no les interesaba, así que fue cuestión de días que dejara de importarle el Prefecto, aunque sus insultos le hubieran molestado enormemente, por más que decidiera ignorarlos como su madre hacía con todas las opiniones que no le gustaban: así se cansan antes. Eso solía decir. Como fuera, estar en la misma casa significaba que quisieras o no en algún momento te cruzabas con la gente, no podías evitar eternamente a otro Ravenclaw o a veces coincidir en un mismo grupo por una conversación o cualquier cosa y sentirte incómodo por las tiranteces y eso no era algo que Candance llevara muy bien, sabía que en algún momento tendría que ponerle remedio. Nadie decía que tuvieran que llevarse o caerse bien pero al menos superar ese momento hostil inicial y no sentirse incómoda, esos eran sus planes.
Esa noche parecía ser la oportuna. Llevaba ya un rato jugando con varios compañeros. En una de las mesas de la Sala Común había puesto uno de los regalos de su madre, consistía en una flor que flotaba en medio de la susodicha y un manojo de cartas así que ocupaba poco. Todo el mundo que iba parecía fascinado y quería participar, así que se había creado algo de expectación. Sin embargo poco a poco se fueron marchando a sus propios quehaceres. La última fue su compañera de cuarto, que se despidió de ella con una palmadita en la espalda. Candance le dedicó una sonrisa y prometió que no tardaría en subir. Por casualidades -o no- observó que Marcus también estaba en la Sala Común y se había quedado sin su propio séquito, así que armándose de fuerza, ganas y paciencia, agarró dos de las alargadas cartas tan similares a las del tarot y se acercó a él.
— Prefecto O'Donnell...— sus labios formaron una leve sonrisa y estiró ambas manos con las palmas hacia arriba, sobre cada una flotaba una carta que giraba sobre si misma haciendo tirabuzones — Las golosinas más deliciosas que existen. Eso es lo que tengo ahí. — señaló con un gesto de cabeza hacia la flor cerrada que seguía flotando en la mesa — ¿Jugamos?
Merci Prouvaire!
Freyja
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¿Jugamos? CON Candance EN Sala Común de Ravenclaw A LAS 21:45H El 26 de septiembre |
La vio desde el primer momento, rodeada de sus nuevas amiguitas, jugando con unas florecillas y unas cartas de a saber dónde. Puso los ojos en blanco y siguió a lo suyo. Se había separado un poco del grupo para releerse uno de los manuscritos que su padre le había dado antes de venir, sobre Alquimia, para no variar. Estaba dejado de caer en uno de los cómodos sillones, junto a la chimenea. No podía estar más a gusto... Bueno, sí podía. Si las niñas de las risitas decidían callarse.
En otras circunstancias se habría ido a la biblioteca, pero era tarde y también estaba medio charlando con sus amigos entre ojeada y ojeada al manuscrito. Le apetecía estar recostado sobre el sillón y participando de la conversación, a esas horas del día ya no se sentía tan lúcido como para estar en la biblioteca. Al fin y al cabo, esas lecturas para él no eran estudio, sino un pasatiempo.
Progresivamente todos se fueron yendo a las habitaciones, tanto el grupito de amiguitos que jugaban a las cartas como sus propios amigos. Él se quedó en el sillón, leyendo a la luz de la chimenea, con las piernas por encima del brazo del pequeño sofá azul. De vez en cuando miraba de reojo a esa insufrible. Desde que le ofreció comer con ella no se habían vuelto a dirigir la palabra... Ni falta que me hace, ¡tsé!
Se centró en su manuscrito pero por el rabillo del ojo la vio moverse. Seguramente se iría ya a los dormitorios. Su educación le decía que, como mínimo, debería de darle las buenas noches... Pero casi que prefería hacerse el tonto y fingir que estaba concentrado leyendo antes de que esa diva pensara que él iba a dar el primer paso.
Pero no se fue. Se dirigió a él. Marcus alzó la cabeza de su pergamino con las cejas levemente arqueadas y sonrió con los labios cerrados al apelativo de "Prefecto O'Donnell". ¿Sí, Señorita Cooper? Ya se había enterado de cual era su apellido. Había pocas cosas en Hogwarts de las que Marcus no se enterara tarde o temprano.
Cuando comenzó a explicarle "lo que quería" frunció levemente el ceño con curiosidad y se sentó correctamente en el sillón, con los pies apoyados en el suelo y los antebrazos reposando sobre sus rodillas, entrelazando las manos. Miró de reojo a la flor que señalaba. Golosinas... Las más deliciosas del mundo... No podía negar que eso le provocó mucha curiosidad, y hambre. Pero, ¿en serio pensaba comprarle con golosinas? ¿Qué se creía que era? ¿Un crup?
La miró con una mueca pensativa en los labios y los ojos entrecerrados al tiempo que ladeaba la cabeza. Ssss. Siseó. Ya, essssque... No sé si seré lo suficientemente digno para semejante manjar, ya sabes. Se mojó los labios, volviendo a mirar de reojo a la flor, y... ¡Maldita fuera su curiosidad! Venga, juguemos. Decidió irguiéndose un poco, al tiempo que daba una palmada. ¿Qué tengo que hacer? ¿Escoger una carta? Las miró y, dando por hecho que eso era lo que tenía que hacer, señaló con el dedo índice la izquierda y volvió a esbozarle a la chica la misma sonrisilla de labios fruncidos y ojos entrecerrados, en esa expresión que Marcus ponía cuando alguien no le caía nada bien.
En otras circunstancias se habría ido a la biblioteca, pero era tarde y también estaba medio charlando con sus amigos entre ojeada y ojeada al manuscrito. Le apetecía estar recostado sobre el sillón y participando de la conversación, a esas horas del día ya no se sentía tan lúcido como para estar en la biblioteca. Al fin y al cabo, esas lecturas para él no eran estudio, sino un pasatiempo.
Progresivamente todos se fueron yendo a las habitaciones, tanto el grupito de amiguitos que jugaban a las cartas como sus propios amigos. Él se quedó en el sillón, leyendo a la luz de la chimenea, con las piernas por encima del brazo del pequeño sofá azul. De vez en cuando miraba de reojo a esa insufrible. Desde que le ofreció comer con ella no se habían vuelto a dirigir la palabra... Ni falta que me hace, ¡tsé!
Se centró en su manuscrito pero por el rabillo del ojo la vio moverse. Seguramente se iría ya a los dormitorios. Su educación le decía que, como mínimo, debería de darle las buenas noches... Pero casi que prefería hacerse el tonto y fingir que estaba concentrado leyendo antes de que esa diva pensara que él iba a dar el primer paso.
Pero no se fue. Se dirigió a él. Marcus alzó la cabeza de su pergamino con las cejas levemente arqueadas y sonrió con los labios cerrados al apelativo de "Prefecto O'Donnell". ¿Sí, Señorita Cooper? Ya se había enterado de cual era su apellido. Había pocas cosas en Hogwarts de las que Marcus no se enterara tarde o temprano.
Cuando comenzó a explicarle "lo que quería" frunció levemente el ceño con curiosidad y se sentó correctamente en el sillón, con los pies apoyados en el suelo y los antebrazos reposando sobre sus rodillas, entrelazando las manos. Miró de reojo a la flor que señalaba. Golosinas... Las más deliciosas del mundo... No podía negar que eso le provocó mucha curiosidad, y hambre. Pero, ¿en serio pensaba comprarle con golosinas? ¿Qué se creía que era? ¿Un crup?
La miró con una mueca pensativa en los labios y los ojos entrecerrados al tiempo que ladeaba la cabeza. Ssss. Siseó. Ya, essssque... No sé si seré lo suficientemente digno para semejante manjar, ya sabes. Se mojó los labios, volviendo a mirar de reojo a la flor, y... ¡Maldita fuera su curiosidad! Venga, juguemos. Decidió irguiéndose un poco, al tiempo que daba una palmada. ¿Qué tengo que hacer? ¿Escoger una carta? Las miró y, dando por hecho que eso era lo que tenía que hacer, señaló con el dedo índice la izquierda y volvió a esbozarle a la chica la misma sonrisilla de labios fruncidos y ojos entrecerrados, en esa expresión que Marcus ponía cuando alguien no le caía nada bien.
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Ya estaba rodando los ojos y a punto de darse la vuelta para ir a recoger las cosas porque tampoco pensaba insistirle, ella había hecho su parte, se había intentado acercar, si él se creía la gran cosa pues...pero al parecer la idea de la golosina fue suficiente para tentarle. Era como un crío pequeño. Negó despacio con la cabeza y observó la carta que señalaba, era una forma de empezar.
— Es más complicado que eso. — se sentó en la mesa y le puso la carta que había cogido frente a él, estaba blanca por un lado y por la parte trasera era de color negro — Has escogido el negro, me toca el rojo a mi. — enseñó su propia carta, poniéndola también boca abajo y apartando el resto a un lado ya que solo iban a ser ellos dos — Te explicaré en qué consiste con un ejemplo. Esta flor es, obviamente, mágica. Es la que se encarga de darle al vencedor su premio. Y las cartas son para iniciar el turno. — puso la palma de su mano sobre la carta, cubriéndola — Por ejemplo, comenzamos el primer turno, alzamos ambas manos y las cartas giran. Cuando se posan digamos que tú tienes dos flores y yo tengo seis, así que te toca contar una historia por haber sacado un número más bajo. — las flores aparecerían en el lado que ahora estaba en blanco, era la parte aleatoria del juego — Tiene que ser una historias obre ti, puede ser algo rocambolesco y absurdo como...yo que sé; que te atacó en tu segundo año un troll en los baños o que un día viste aun profesor quitarse un turbante y tenía una cabeza en la coronilla. — rodó los ojos, alzándose de hombros — O algo sencillo como que ayer comiste bistec. Lo que sea. Luego yo tendré que decir si tu historia es verdadera o falsa. Como podrás ver lo divertido de esto es que seas original con tu historia, seguro que puedes. — sonrió de medio lado, tamborileando con los dedos sobre la carta — Si he acertado la flor se pondrá roja y se abrirá para que pueda coger mi golosina, si he fallado se volverá negra y la golosina será tuya. Eso sí, no intentes cogerla si no te corresponde o en lugar de la más deliciosa será lo peor que te hayas llevado jamás a la boca.
Lo miró atentamente por si tenía alguna duda, aunque como todos los juegos siempre era más fácil pillarlo después de jugar la primera ronda. Su madre le había regalado aquel set porque decía que le sería mucho más fácil conocer mejor a otras personas o intimar y de lo que se había dado cuenta es de que realmente era así. Habían personas que lo usaban para demostrar su lado divertido con historias estúpidas, otras eran muy creativas y te costaba mucho discernir la verdad, pero también había conocido a alguna compañera que tenía evidentes ganas de contar cosas sobre ella, ganas de desahogarse de cosas profundas. Al final le había cogido bastante cariño a la flor.
— ¿Qué me dices, Prefecto O'Donnell? ¿Listo para poner a prueba tu suerte y tu capacidad de discernir entre la verdad y la mentira? — su sonrisa fue algo más ligera, con menos...sarcasmo, la verdad es que le gustaban las cosas que le hacían pensar, aunque solo fuera un poco. Y aunque aquello podía acabar muy bien o muy mal, al menos tenía la esperanza de que se le pasaran las ganas de lanzarle una maldición cada vez que abría la boca.
— Es más complicado que eso. — se sentó en la mesa y le puso la carta que había cogido frente a él, estaba blanca por un lado y por la parte trasera era de color negro — Has escogido el negro, me toca el rojo a mi. — enseñó su propia carta, poniéndola también boca abajo y apartando el resto a un lado ya que solo iban a ser ellos dos — Te explicaré en qué consiste con un ejemplo. Esta flor es, obviamente, mágica. Es la que se encarga de darle al vencedor su premio. Y las cartas son para iniciar el turno. — puso la palma de su mano sobre la carta, cubriéndola — Por ejemplo, comenzamos el primer turno, alzamos ambas manos y las cartas giran. Cuando se posan digamos que tú tienes dos flores y yo tengo seis, así que te toca contar una historia por haber sacado un número más bajo. — las flores aparecerían en el lado que ahora estaba en blanco, era la parte aleatoria del juego — Tiene que ser una historias obre ti, puede ser algo rocambolesco y absurdo como...yo que sé; que te atacó en tu segundo año un troll en los baños o que un día viste aun profesor quitarse un turbante y tenía una cabeza en la coronilla. — rodó los ojos, alzándose de hombros — O algo sencillo como que ayer comiste bistec. Lo que sea. Luego yo tendré que decir si tu historia es verdadera o falsa. Como podrás ver lo divertido de esto es que seas original con tu historia, seguro que puedes. — sonrió de medio lado, tamborileando con los dedos sobre la carta — Si he acertado la flor se pondrá roja y se abrirá para que pueda coger mi golosina, si he fallado se volverá negra y la golosina será tuya. Eso sí, no intentes cogerla si no te corresponde o en lugar de la más deliciosa será lo peor que te hayas llevado jamás a la boca.
Lo miró atentamente por si tenía alguna duda, aunque como todos los juegos siempre era más fácil pillarlo después de jugar la primera ronda. Su madre le había regalado aquel set porque decía que le sería mucho más fácil conocer mejor a otras personas o intimar y de lo que se había dado cuenta es de que realmente era así. Habían personas que lo usaban para demostrar su lado divertido con historias estúpidas, otras eran muy creativas y te costaba mucho discernir la verdad, pero también había conocido a alguna compañera que tenía evidentes ganas de contar cosas sobre ella, ganas de desahogarse de cosas profundas. Al final le había cogido bastante cariño a la flor.
— ¿Qué me dices, Prefecto O'Donnell? ¿Listo para poner a prueba tu suerte y tu capacidad de discernir entre la verdad y la mentira? — su sonrisa fue algo más ligera, con menos...sarcasmo, la verdad es que le gustaban las cosas que le hacían pensar, aunque solo fuera un poco. Y aunque aquello podía acabar muy bien o muy mal, al menos tenía la esperanza de que se le pasaran las ganas de lanzarle una maldición cada vez que abría la boca.
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Freyja
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Pues sí, era algo más complejo que simplemente elegir carta, aunque seguía teniendo una mecánica bastante simple. Marcus la miraba con una ceja arqueada mientras explicaba las normas. Original forma de querer saber de él, seguro que nunca lo reconocería... Aunque, bien visto, así podía enterarse él también de cosas sobre esa chica.
Lo pillo. Corroboró para que supiera que había captado la mecánica. Ante la preguntita con sorna, volvió a ladearle la cabeza y mirarla con los ojos entrecerrados. Yo siempre sé discernir entre la verdad y la mentira, Señorita Cooper. Dijo con un tono extrañamente seductor, porque a Marcus le encantaba usar ese tonito cuando hablaba de sus habilidades. Se recompuso en el sillón, frotándose las manos y preparándose. Estiró los músculos como si fuera a echar una carrera y colocó su mano sobre la carta que había elegido, viendo como giraba. Mientras esperaba a que salieran los números, volvió a pavonearse. Además, tengo ascendencia irlandesa, la suerte va conmigo. ¿No has oído hablar de la suerte del ir...? ¡Oh, venga ya! ¿En serio? Malditas cartas, tenían que dejarle en evidencia.
Tuvo la tentación de preguntarle si estaban trucadas, pero dado que no tenía nada que ocultar, esbozó una expresión digna y se aclaró la garganta. Vale, empiezo yo... Déjame que piense... ¿Y ahora qué iba a contar? Eso no lo tenía para nada preparado...
Tras unos instantes meditando, se animó. Vale, lo tengo. A mi hermano siempre se le ha dado muy bien montar en escoba, pero yo lo odio. Una vez, de pequeños, para hacerme rabiar, me quitó un juguete y se subió en una escoba pequeña que mis padres le habían comprado para que practicara y se puso a voletear por el jardín. Por más que yo le perseguía por el suelo no podía alcanzarle, porque yo iba corriendo y él volando. Me enfadé, agarré la varita de mi madre e intenté prenderle fuego a la cola de la escoba. Se encogió de hombros. Pero era la primera vez que trataba de usar una varita y solo tenía siete años, así que lo único que me llevé fue un castigo. Ladeó la cabeza hacia los lados. Bueno, y extrañamente las ventanas de la casa se hicieron añicos, de lo cual mis padres me culparon, pero aún no hay pruebas de que tuviera nada que ver. Sonrió de medio lado y la miró. ¿Verdad o mentira?
Lo pillo. Corroboró para que supiera que había captado la mecánica. Ante la preguntita con sorna, volvió a ladearle la cabeza y mirarla con los ojos entrecerrados. Yo siempre sé discernir entre la verdad y la mentira, Señorita Cooper. Dijo con un tono extrañamente seductor, porque a Marcus le encantaba usar ese tonito cuando hablaba de sus habilidades. Se recompuso en el sillón, frotándose las manos y preparándose. Estiró los músculos como si fuera a echar una carrera y colocó su mano sobre la carta que había elegido, viendo como giraba. Mientras esperaba a que salieran los números, volvió a pavonearse. Además, tengo ascendencia irlandesa, la suerte va conmigo. ¿No has oído hablar de la suerte del ir...? ¡Oh, venga ya! ¿En serio? Malditas cartas, tenían que dejarle en evidencia.
Tuvo la tentación de preguntarle si estaban trucadas, pero dado que no tenía nada que ocultar, esbozó una expresión digna y se aclaró la garganta. Vale, empiezo yo... Déjame que piense... ¿Y ahora qué iba a contar? Eso no lo tenía para nada preparado...
Tras unos instantes meditando, se animó. Vale, lo tengo. A mi hermano siempre se le ha dado muy bien montar en escoba, pero yo lo odio. Una vez, de pequeños, para hacerme rabiar, me quitó un juguete y se subió en una escoba pequeña que mis padres le habían comprado para que practicara y se puso a voletear por el jardín. Por más que yo le perseguía por el suelo no podía alcanzarle, porque yo iba corriendo y él volando. Me enfadé, agarré la varita de mi madre e intenté prenderle fuego a la cola de la escoba. Se encogió de hombros. Pero era la primera vez que trataba de usar una varita y solo tenía siete años, así que lo único que me llevé fue un castigo. Ladeó la cabeza hacia los lados. Bueno, y extrañamente las ventanas de la casa se hicieron añicos, de lo cual mis padres me culparon, pero aún no hay pruebas de que tuviera nada que ver. Sonrió de medio lado y la miró. ¿Verdad o mentira?
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Había alzado su mano también y dejado que la carta girase bajo esta mientras escuchaba sus cosas sobre su ascendencia, no pudiendo evitar alzar una ceja. Cuando las cartas cayeron no pudo evitar sonreír de medio lado, con cierta diversión.
— Ascendencia irlandesa cuatro. Orígenes franceses ocho. — no pudo evitar cierto tono de diversión en su voz, mientras mirana las flores en las cartas, pero se echó un poco hacia atrás para escuchar con atención su historia, cruzando los brazos sobre el pecho. Ciertamente era bastante difícil decir si era verdad o no. Conocía a su hermano, compartía clases con él y al escuchar su apellido no había tardado en tratar de averigüar si había algún parentesco, así que no sonaba descabellado. Tampoco era extraño imaginarse a un pequeño mocoso irritante de pelos rizados encabritado porque no conseguía lo que quería. No pudo evitar una pequeña risita ante la imagen que se había formado en su cabeza — Tu historia es verdad.
Al dar su respuesta la flor comenzó a girar despacio sobre si misma y su color comenzó a cambiar a rojo, abriendo despacio sus pétalos hasta dejar entrever una gominola con el temaño de una perla. La chica sonrió con satisfacción y extendió la mano para tomarla, acercándosela despacio a los labios y mirnado fijamente al mayor.
— Va por Irlanda. — y dicho esto la deslizó despacio entre sus labios y dejó escapar un suspiro de placer, cerrando los ojos para degustarla, sin ser capaz de disimular el gusto. A fin de cuentas estaba hecha para amoldarse a los gustos de quién la consumía así que era todo un regalo para el paladar. Después de sufrir un escalofrío volvió a mirarle — Alexander, ¿no? Está en algunas de mis clases, ahora no podré dejar de imaginármelo como un mini-matón. — bromeó, negando con la cabeza y acercando la mano a la carta, que se puso boca abajo, así que la dejó caer del todo — Sois muy diferentes, pero debe ser divertido tener hermanos. — señaló con la cabeza la carta contraria a medida que la flor volvía a cerrar — ¿Quieres volver a intentarlo?
— Ascendencia irlandesa cuatro. Orígenes franceses ocho. — no pudo evitar cierto tono de diversión en su voz, mientras mirana las flores en las cartas, pero se echó un poco hacia atrás para escuchar con atención su historia, cruzando los brazos sobre el pecho. Ciertamente era bastante difícil decir si era verdad o no. Conocía a su hermano, compartía clases con él y al escuchar su apellido no había tardado en tratar de averigüar si había algún parentesco, así que no sonaba descabellado. Tampoco era extraño imaginarse a un pequeño mocoso irritante de pelos rizados encabritado porque no conseguía lo que quería. No pudo evitar una pequeña risita ante la imagen que se había formado en su cabeza — Tu historia es verdad.
Al dar su respuesta la flor comenzó a girar despacio sobre si misma y su color comenzó a cambiar a rojo, abriendo despacio sus pétalos hasta dejar entrever una gominola con el temaño de una perla. La chica sonrió con satisfacción y extendió la mano para tomarla, acercándosela despacio a los labios y mirnado fijamente al mayor.
— Va por Irlanda. — y dicho esto la deslizó despacio entre sus labios y dejó escapar un suspiro de placer, cerrando los ojos para degustarla, sin ser capaz de disimular el gusto. A fin de cuentas estaba hecha para amoldarse a los gustos de quién la consumía así que era todo un regalo para el paladar. Después de sufrir un escalofrío volvió a mirarle — Alexander, ¿no? Está en algunas de mis clases, ahora no podré dejar de imaginármelo como un mini-matón. — bromeó, negando con la cabeza y acercando la mano a la carta, que se puso boca abajo, así que la dejó caer del todo — Sois muy diferentes, pero debe ser divertido tener hermanos. — señaló con la cabeza la carta contraria a medida que la flor volvía a cerrar — ¿Quieres volver a intentarlo?
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Se había quedado mirándola con ojos entrecerrados en actitud entre desafiante y chulesca, tratando de mantenerse así, sin mostrar ninguna otra expresión, cuando la chica lanzó su veredicto. Pero por dentro maldijo, porque había acertado.
Giró la vista a la flor nada más la notó reaccionar. Esta hizo una elegante pirueta y abrió sus pétalos, dejando entrever una hermosa perla. ¿Eso era una gominola? Pues se veía bastante apetecible... ¡Maldita sea! Vio como la chica la reconducía de la flor a sus labios y siguió con la mirada su recorrido como si fuera un niño al que... Bueno, un niño al que le han robado una gominola, ciertamente. Esa te la he puesto fácil. Comentó como si no le hubiera fastidiado un poquito, alzando una ceja con una sonrisa. Para que veas que soy todo un caballero. Y por eso le cedía la primera gominola a ella. Ya, claro. Aquello acababa de convertirse en una competición y, si bien se moría de curiosidad por probar la gominola, lo que quería sobre todo era ganar.
Al verla disfrutar así del caramelo sintió un cosquilleo por dentro y la expresión de su rostro fue diluyéndose poco a poco, dando paso a una algo más boba... No tardó ni medio segundo en aclararse la garganta, sacudiendo la cabeza. Ah, esa tonta le había puesto los dientes largos con la gominola... Sí, era eso, ¿qué iba a ser?
Vaya, qué perspicaz. Hay gente que lleva años aquí y no sabe que somos hermanos. Parece que te intereso más de lo que quieres reconocer. Su ego acababa de crecer un poquito. Al siguiente comentario soltó una carcajada sarcástica con los labios cerrados. De mini no tiene nada. Acercó la mano a la carta y la colocó sobre esta mientras la escuchaba hablar. Uy sí, súper divertido. Sobre todo cuando tu hermano solo sabe gruñir y aislarse del mundo. Con decir que disfrutaba más con esa rata alargada que con él, ya lo decía todo. Pero no tenía por qué darle tantos detalles.
Claro. Por supuesto que quería volver a intentarlo. No iba a irse de allí sin probar esa golosina. Esto era solo un calentamiento.
Giró la vista a la flor nada más la notó reaccionar. Esta hizo una elegante pirueta y abrió sus pétalos, dejando entrever una hermosa perla. ¿Eso era una gominola? Pues se veía bastante apetecible... ¡Maldita sea! Vio como la chica la reconducía de la flor a sus labios y siguió con la mirada su recorrido como si fuera un niño al que... Bueno, un niño al que le han robado una gominola, ciertamente. Esa te la he puesto fácil. Comentó como si no le hubiera fastidiado un poquito, alzando una ceja con una sonrisa. Para que veas que soy todo un caballero. Y por eso le cedía la primera gominola a ella. Ya, claro. Aquello acababa de convertirse en una competición y, si bien se moría de curiosidad por probar la gominola, lo que quería sobre todo era ganar.
Al verla disfrutar así del caramelo sintió un cosquilleo por dentro y la expresión de su rostro fue diluyéndose poco a poco, dando paso a una algo más boba... No tardó ni medio segundo en aclararse la garganta, sacudiendo la cabeza. Ah, esa tonta le había puesto los dientes largos con la gominola... Sí, era eso, ¿qué iba a ser?
Vaya, qué perspicaz. Hay gente que lleva años aquí y no sabe que somos hermanos. Parece que te intereso más de lo que quieres reconocer. Su ego acababa de crecer un poquito. Al siguiente comentario soltó una carcajada sarcástica con los labios cerrados. De mini no tiene nada. Acercó la mano a la carta y la colocó sobre esta mientras la escuchaba hablar. Uy sí, súper divertido. Sobre todo cuando tu hermano solo sabe gruñir y aislarse del mundo. Con decir que disfrutaba más con esa rata alargada que con él, ya lo decía todo. Pero no tenía por qué darle tantos detalles.
Claro. Por supuesto que quería volver a intentarlo. No iba a irse de allí sin probar esa golosina. Esto era solo un calentamiento.
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No pudo evitar alzar una ceja y alzarse de hombros por sus palabras, tampoco era tan difícil deducir que eran hermanos, a fin de cuentas llevaban el mismo apellido y ella se pasaba el día escuchando los dos, uno porque era su prefecto compartían casa y el otro porque estaban en varias clases juntos, así que no era tan raro.
— Hay gente que vive muy ensimismada. Pero tampoco puedes culparles, no es que físicamente os parezcáis. Es evidente que uno destaca más...— sus labios formaron una sonrisilla extraña, pero solo se pasó un mechón de pelo tras la oreja, carraspeó y se concentró en las cartas, volviendo a ponerse seria. En qué andaba pensando exactamente se lo guardó para si misma, pero era cierto que eran bastante diferentes el uno del otro — Adelante entonces.
Alzó la mano para dejar que la carta girase antes de retirarla, observando ambas posarse sobre la mesa y las flores formarse en ambas. Volvió a sonreír, alzando la mirada hacia él. Al parecer el azar de momento estaba de su parte, ahora tocaría ver si también lo estaba la habilidad. De nuevo se echó hacia atrás en el asiento, dispuesta a escuchar una nueva historia de labios de su prefecto, ese chico que, pese a que no se habían caído en gracia en absoluto, había decidido comenzar el juego con una historia real sobre su infancia. Puede que pareciera una tontería pero era un detalle que a Candance no se le había pasado por alto.
— Bien, Marcus Prefecto O'Donnell, cuéntame tu segunda mejor historia, que soy toda oídos. — apoyó los codos en los reposabrazos y entrelazó los dedos sobre su vientre, cruzando una pierna sobre la otra. La verdad es que sentía curiosidad por saber si le contaría algo más sobre su vida o esta vez optaría por intentar colarle una mentira bien elaborada. No podía mentir, ese juego le gustaba. ¡La compañía no tanto! Por supuesto, no es que le estuviera gustando jugar con él, le gustaba el juego, las cosas claras.
— Hay gente que vive muy ensimismada. Pero tampoco puedes culparles, no es que físicamente os parezcáis. Es evidente que uno destaca más...— sus labios formaron una sonrisilla extraña, pero solo se pasó un mechón de pelo tras la oreja, carraspeó y se concentró en las cartas, volviendo a ponerse seria. En qué andaba pensando exactamente se lo guardó para si misma, pero era cierto que eran bastante diferentes el uno del otro — Adelante entonces.
Alzó la mano para dejar que la carta girase antes de retirarla, observando ambas posarse sobre la mesa y las flores formarse en ambas. Volvió a sonreír, alzando la mirada hacia él. Al parecer el azar de momento estaba de su parte, ahora tocaría ver si también lo estaba la habilidad. De nuevo se echó hacia atrás en el asiento, dispuesta a escuchar una nueva historia de labios de su prefecto, ese chico que, pese a que no se habían caído en gracia en absoluto, había decidido comenzar el juego con una historia real sobre su infancia. Puede que pareciera una tontería pero era un detalle que a Candance no se le había pasado por alto.
— Bien, Marcus Prefecto O'Donnell, cuéntame tu segunda mejor historia, que soy toda oídos. — apoyó los codos en los reposabrazos y entrelazó los dedos sobre su vientre, cruzando una pierna sobre la otra. La verdad es que sentía curiosidad por saber si le contaría algo más sobre su vida o esta vez optaría por intentar colarle una mentira bien elaborada. No podía mentir, ese juego le gustaba. ¡La compañía no tanto! Por supuesto, no es que le estuviera gustando jugar con él, le gustaba el juego, las cosas claras.
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Sí, es verdad, no se parecían en prácticamente nada. Ni físicamente ni en su personalidad, lo que hacía que la gente los identificara como hermanos era el apellido. Adel...Eh, un momento... ¿Qué había sido eso? Había dicho algo que había tardado en llegar al cerebro de Marcus porque lo había comentado como sin más y había pasado de largo. Pero, ¿había dicho...? ¿Cómo que uno...? Pero ya tenía la mano sobre la carta y el movimiento de estas interrumpió la pregunta.
Y los números mostrados, también. ¿Qué? Preguntó con una vocecilla aguda de indignación, mirando atentamente la cantidad tan dispar de flores y alzando la vista a la chica, señalando las cartas. Eh, ¿cómo me toca a mí otra vez? No vale trucarlas. Aquello olía a trampas por todas partes. Pero, ¿quería jugar? Pues muy bien. Todo fuera por la golosina. Vale. Asumió con dignidad su destino y se tiró un poco de la túnica, recomponiéndose en el sillón en una pose segura.
Me gusta hablar con los cuadros, siempre me ha gustado. Son retratos de personas que han vivido en otras épocas y tienen muchos datos interesantes que aportar. Comenzó. Lo llevo haciendo desde mi primer día en Hogwarts. Una vez, en segundo, mi amigo Sean... "Amigo". ...decidió hacerme una broma el 1 de abril y se compinchó con varios cuadros para hacerme creer que había habido un crimen en el castillo. Arqueó una ceja. Así que uno de esos cuadros, nada más verme por la mañana, me dijo que tenía que contarme algo muy importante. Me tuvieron todo el día entretenido y asustado, yendo de un lado para otro. Por supuesto "no podía contárselo a nadie". Negó con la cabeza, suspirando. Estaba tan asustado y confuso que eran las dos de la mañana y seguía buscando pistas por el castillo, hasta que uno de los profesores me pilló, se lo conté aterrado, y me quitó 15 puntos para Ravenclaw. Sus palabras textuales fueron "10 menos por saltarte las normas, y 5 menos por tonto". Se encogió de hombros. ¿Verdad o mentira?
Y los números mostrados, también. ¿Qué? Preguntó con una vocecilla aguda de indignación, mirando atentamente la cantidad tan dispar de flores y alzando la vista a la chica, señalando las cartas. Eh, ¿cómo me toca a mí otra vez? No vale trucarlas. Aquello olía a trampas por todas partes. Pero, ¿quería jugar? Pues muy bien. Todo fuera por la golosina. Vale. Asumió con dignidad su destino y se tiró un poco de la túnica, recomponiéndose en el sillón en una pose segura.
Me gusta hablar con los cuadros, siempre me ha gustado. Son retratos de personas que han vivido en otras épocas y tienen muchos datos interesantes que aportar. Comenzó. Lo llevo haciendo desde mi primer día en Hogwarts. Una vez, en segundo, mi amigo Sean... "Amigo". ...decidió hacerme una broma el 1 de abril y se compinchó con varios cuadros para hacerme creer que había habido un crimen en el castillo. Arqueó una ceja. Así que uno de esos cuadros, nada más verme por la mañana, me dijo que tenía que contarme algo muy importante. Me tuvieron todo el día entretenido y asustado, yendo de un lado para otro. Por supuesto "no podía contárselo a nadie". Negó con la cabeza, suspirando. Estaba tan asustado y confuso que eran las dos de la mañana y seguía buscando pistas por el castillo, hasta que uno de los profesores me pilló, se lo conté aterrado, y me quitó 15 puntos para Ravenclaw. Sus palabras textuales fueron "10 menos por saltarte las normas, y 5 menos por tonto". Se encogió de hombros. ¿Verdad o mentira?
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Vale, sin duda no se esperaba una historia como aquella y no pudo contener la expresión de sorpresa a medida que le iba escuchando y cuando terminó se echó a reír, sin segundas intenciones, solo una risa sincera de quién se ha imaginado la situación del pobre Marcus pasando por semejante experiencia, por muy mal que le pudiera caer no se merecía eso, pero la parte de ella que encontraba cierto encanto en las pequeñas bromas pues pensaba que era una jugada maestra, al verdad. A fin de cuentas, si caías en algo así...era más tu culpa que la del que te la intentaba gastar. Tal vez eso fue lo que hizo que recapacitara.
Se llevó una mano a los labios, tratando de volver a un estado más serio y negando con la cabeza, suspirando. Vale, la hsitoria de los cuadros se la podía creer, la de la jugarreta también, pero que alguien que se las daba de tan listo hubiera picado en algo así por horas era lo que se complicaba en su mente. Ella no habría tardado tanto en enterarse que era una tomadura de pelo, incluso con doce años.
— Vaya, de repente Sean me parece de lo más interesante. — sonrió ligeramente — Me plantearía hasta pedirle quedar para tomar una cerveza de mantequilla un día de estos...— se dio unos golpecitos en la barbilla con el dedo índice, ladeando un poco la cabeza —...si no fuera porque no me lo creo. Es mentira.
La flor al recibir una respuesta comenzó de nuevo a girar sobre si misma y cambiar de color, abriéndose toda roja una vez más para darle a Candance la golosina que le pertenecía. Su sonrisa se amplió al comprobar que había tenido razón. Podría haber errado, había una pequeña posibilidad de que así fuera, pero ese era el encanto del juego. Agarró su perla con índice y pulgar, apoyando el codo en la rodilla y antes de llevársela a la boca se detuvo, mirándole.
— ¿Tienes curiosidad? — se la llevó a los labios pero solo la succionó brevemente, relamiéndose — ¿Alguna vez cuando eras pequeño te imaginabas que las cosas pudieran tener sabores? Porque si era así seguramente esto sería como lamer el cuerno de un unicornio mientras te abraza una veela acompañado por el canto de cuatro ninfas. — sonrió de medio lado antes de agarrarla con los dientes y empujarla dentro de su boca con el índice, guiñándole un ojo. Sí, quería picarle para que siguiera jugando, la verdad. De nuevo disfrutó de su golosina con un suspiro y un escalofrío, sacudiendo la cabeza.
Se llevó una mano a los labios, tratando de volver a un estado más serio y negando con la cabeza, suspirando. Vale, la hsitoria de los cuadros se la podía creer, la de la jugarreta también, pero que alguien que se las daba de tan listo hubiera picado en algo así por horas era lo que se complicaba en su mente. Ella no habría tardado tanto en enterarse que era una tomadura de pelo, incluso con doce años.
— Vaya, de repente Sean me parece de lo más interesante. — sonrió ligeramente — Me plantearía hasta pedirle quedar para tomar una cerveza de mantequilla un día de estos...— se dio unos golpecitos en la barbilla con el dedo índice, ladeando un poco la cabeza —...si no fuera porque no me lo creo. Es mentira.
La flor al recibir una respuesta comenzó de nuevo a girar sobre si misma y cambiar de color, abriéndose toda roja una vez más para darle a Candance la golosina que le pertenecía. Su sonrisa se amplió al comprobar que había tenido razón. Podría haber errado, había una pequeña posibilidad de que así fuera, pero ese era el encanto del juego. Agarró su perla con índice y pulgar, apoyando el codo en la rodilla y antes de llevársela a la boca se detuvo, mirándole.
— ¿Tienes curiosidad? — se la llevó a los labios pero solo la succionó brevemente, relamiéndose — ¿Alguna vez cuando eras pequeño te imaginabas que las cosas pudieran tener sabores? Porque si era así seguramente esto sería como lamer el cuerno de un unicornio mientras te abraza una veela acompañado por el canto de cuatro ninfas. — sonrió de medio lado antes de agarrarla con los dientes y empujarla dentro de su boca con el índice, guiñándole un ojo. Sí, quería picarle para que siguiera jugando, la verdad. De nuevo disfrutó de su golosina con un suspiro y un escalofrío, sacudiendo la cabeza.
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¿Osea que Sean le parecía interesante por gastarle semejante broma a Marcus, no? Pues eso... A quien le parecía interesante era a él. Se reclinó en el sofá con los brazos cruzados y una sonrisilla, arqueando una ceja. Acertó, era mentira. Se quedaba sin golosina otra vez... Pero había algo que le parecía más interesante que la golosina en ese momento.
Puess... En ese caso vas a tener que tomarte la cerveza de mantequilla conmigo. Ladeó un poco la sonrisa. Obviamente no iba a ser tan tonto para picar en algo así... Pero Sean, sí. Arqueó ambas cejas. Toda la historia es verídica, solo que no fue él quien me lo hizo a mí, sino yo a él. Si le había resultado ingenioso en el otro, también debería resultárselo en él, ¿no? ¿Y qué te importa lo que piense, Marcus? Bueno, a él le gustaba quedar bien delante de todo el mundo, al fin y al cabo...
La chica se inclinó para tomar la perla y dejarla ante ambos, con su codo en su rodilla. Eso hizo que el también se inclinara hacia delante. ¿Le estaba retando? Mejor que no fuera por ahí... Marcos se tomaba los retos muy en serio... Pero esa tal Candance, con su forma de expresarse, de retarle... Las palabras que usaba... Como jugaba con la gominola y...
Le estaba descentrando. Eso es lo que quería, descentrarle. No lo iba a permitir. Yo siempre tengo curiosidad. Y me acabo enterando de todo. Volvió a arquear una ceja, disimulando el hecho de que casi se había relamido él mismo sus propios labios al ver cómo la chica se comía la gominola mientras le miraba. Colocó su mano de nuevo sobre las cartas y...
Bufó hacia un lado con una carcajada desdeñosa. Vale. Puedes trucar esto todas las veces que quieras, puedo contarte mil historias. En alguna fallarás. Se mojó los labios, mordiéndose el inferior y pensando. Tenía que ser algo que no acertara tan fácilmente... Quería que viera como él se comía la gominola también.
De pequeño estuve con mis padres y mi hermano en un pueblo muggle, la única vez que he estado en uno. Éramos muy pequeños, más o menos como en la historia del jardín, o incluso más. Entramos en una tienda cualquiera y vimos unas escobas feísimas. Mi hermano se empeñó en que quería una escoba muggle de recuerdo y yo le dije que eso no le serviría para nada, que no volaban. Como no me hacía caso, fui a un señor que había por allí, debía ser el dependiente, y le dije "disculpe, señor, ¿a que estas escobas no sirven para volar?", para demostrarle a mi hermano que no tenía razón. Mi madre nos sacó corriendo de allí antes de que el hombre pudiera contestar, pero le hizo mucha gracia nuestra pregunta, porque lo escuchábamos reírse a lo lejos. Se encogió de hombros. ¿Qué me dices de esta?
Puess... En ese caso vas a tener que tomarte la cerveza de mantequilla conmigo. Ladeó un poco la sonrisa. Obviamente no iba a ser tan tonto para picar en algo así... Pero Sean, sí. Arqueó ambas cejas. Toda la historia es verídica, solo que no fue él quien me lo hizo a mí, sino yo a él. Si le había resultado ingenioso en el otro, también debería resultárselo en él, ¿no? ¿Y qué te importa lo que piense, Marcus? Bueno, a él le gustaba quedar bien delante de todo el mundo, al fin y al cabo...
La chica se inclinó para tomar la perla y dejarla ante ambos, con su codo en su rodilla. Eso hizo que el también se inclinara hacia delante. ¿Le estaba retando? Mejor que no fuera por ahí... Marcos se tomaba los retos muy en serio... Pero esa tal Candance, con su forma de expresarse, de retarle... Las palabras que usaba... Como jugaba con la gominola y...
Le estaba descentrando. Eso es lo que quería, descentrarle. No lo iba a permitir. Yo siempre tengo curiosidad. Y me acabo enterando de todo. Volvió a arquear una ceja, disimulando el hecho de que casi se había relamido él mismo sus propios labios al ver cómo la chica se comía la gominola mientras le miraba. Colocó su mano de nuevo sobre las cartas y...
Bufó hacia un lado con una carcajada desdeñosa. Vale. Puedes trucar esto todas las veces que quieras, puedo contarte mil historias. En alguna fallarás. Se mojó los labios, mordiéndose el inferior y pensando. Tenía que ser algo que no acertara tan fácilmente... Quería que viera como él se comía la gominola también.
De pequeño estuve con mis padres y mi hermano en un pueblo muggle, la única vez que he estado en uno. Éramos muy pequeños, más o menos como en la historia del jardín, o incluso más. Entramos en una tienda cualquiera y vimos unas escobas feísimas. Mi hermano se empeñó en que quería una escoba muggle de recuerdo y yo le dije que eso no le serviría para nada, que no volaban. Como no me hacía caso, fui a un señor que había por allí, debía ser el dependiente, y le dije "disculpe, señor, ¿a que estas escobas no sirven para volar?", para demostrarle a mi hermano que no tenía razón. Mi madre nos sacó corriendo de allí antes de que el hombre pudiera contestar, pero le hizo mucha gracia nuestra pregunta, porque lo escuchábamos reírse a lo lejos. Se encogió de hombros. ¿Qué me dices de esta?
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Puede y solo puede que se hubiera sonrojado ligeramente al descubrir que había sido cosa de Marcus toda esa historia de los cuadros, pero solo porque le había dado motivos para hinchar su ya bastante engordado ego. No quiso darle más balas a ese arma así que prefirió dejarlo estar, no la dejaba en buen lugar, definitivamente.
Además, de nuevo le tocaba tener que adivinar, ¿acaso no era divertido? Realmente el azar estaba de su lado y eso conseguía que se entusiasmase. Estaba aún chupándose la yema del dedo índice con los restos de la gominola mientras escuchaba al mayor contar su historia y pensando que esa sí que era complicada. Cuanto más jóvenes más difícil era de saber porque los niños eran capaces casi de cualquier cosa. Podía ser perfectamente verdad pero el apellido de su familia se solía asociar con ideas más puristas, solo por eso pensó en que tal vez no irían a un sitio muggle de paseo, ni una sola vez. Era lo único de lo que podía tirar, así que jugaría con eso. Dejó escapar un suspiro y tamborileó con los dedos sobre su rodilla.
— Me lo pones difícil, O'Donnell. — reconoció, mordiéndose el labio inferior antes de decidirse — Es mentira. — sentenció finalmente, mirando ahora la flor con algo más de dudas pero aún confiada en seguir con la misma suerte que había tenido hasta el momento. Por desgracia para ella, los pétalos se tiñeron de negro a medida que la flor giraba y se abrió para ofrecerse al chico. Arrugó la nariz con cierto fastidio, cruzando los brazos sobre el pecho — Supongo que a la tercera va la vencida. — cambió la expresión por una pequeña sonrisa forzada, aunque a decir verdad si nunca llegaba a probar aquella delicia difícilmente seguiría con ganas de jugar, mientras que si al menos lograba probarla una vez tal vez quisiera jugar un poco más...¿y a ella qué más le daba que quisiera pasar un rato más allí, de todas formas? — Disfruta de tu premio.
Además, de nuevo le tocaba tener que adivinar, ¿acaso no era divertido? Realmente el azar estaba de su lado y eso conseguía que se entusiasmase. Estaba aún chupándose la yema del dedo índice con los restos de la gominola mientras escuchaba al mayor contar su historia y pensando que esa sí que era complicada. Cuanto más jóvenes más difícil era de saber porque los niños eran capaces casi de cualquier cosa. Podía ser perfectamente verdad pero el apellido de su familia se solía asociar con ideas más puristas, solo por eso pensó en que tal vez no irían a un sitio muggle de paseo, ni una sola vez. Era lo único de lo que podía tirar, así que jugaría con eso. Dejó escapar un suspiro y tamborileó con los dedos sobre su rodilla.
— Me lo pones difícil, O'Donnell. — reconoció, mordiéndose el labio inferior antes de decidirse — Es mentira. — sentenció finalmente, mirando ahora la flor con algo más de dudas pero aún confiada en seguir con la misma suerte que había tenido hasta el momento. Por desgracia para ella, los pétalos se tiñeron de negro a medida que la flor giraba y se abrió para ofrecerse al chico. Arrugó la nariz con cierto fastidio, cruzando los brazos sobre el pecho — Supongo que a la tercera va la vencida. — cambió la expresión por una pequeña sonrisa forzada, aunque a decir verdad si nunca llegaba a probar aquella delicia difícilmente seguiría con ganas de jugar, mientras que si al menos lograba probarla una vez tal vez quisiera jugar un poco más...¿y a ella qué más le daba que quisiera pasar un rato más allí, de todas formas? — Disfruta de tu premio.
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Arqueó las cejas y dejó que el color de la flor hablara por sí solo. Y, cuando se puso negra, la miró con una hiriente expresión de pena fingida. Ooooh. Agarró la perla entre los dedos y se quedó mirándola unos instantes, girándola. Estaba deseando llevársela a la boca, pero dudaba que, por muy buena que estuviera, fuera más dulce que el momento de regodeo que estaba viviendo. Mmm... Me pregunto a qué sabrá... Levantó la vista hacia ella y arqueó las cejas, sonriente. Por supuesto que pienso disfrutar de mi premio.
No se molestó en hacer tanta parafernalia como la otra, directamente se metió la perla entera en la boca. Y estaba... Deliciosa. No recordaba haber probado nada tan delicioso en su vida. Ya iba a soltar un gemidito placentero de todas formas solo para hacerla rabiar, teatralizando, pero al final le había salido solo y de teatrero no tenía nada. Era bastante sincero. Ahora sí que quiero seguir jugando. Dijo con la espalda dejada de caer en el sillón y los ojos cerrados, disfrutando de la mejor gominola que había probado en su vida. ¿Las venderían? Quizás tuvieran en Honeyducks.
Cuando se bajó de la nube en la que estaba metido volvió a abrir los ojos, esbozó una expresión triunfal y se chupó los restos de gominola de los dedos. Bien, sigamos. Ya ni preguntaba, había dado por hecho que iban a continuar. Esto no podía quedar en un dos a uno, y además, Candance aún no había contado ninguna historia.
Ni la iba a contar por el momento, al parecer. Cuando vio los números de las flores hizo una mueca con los labios, moviéndolos léntamente una y otra vez como si eso le permitiera procesar mejor lo que estaba ocurriendo, mientras se pasaba la lengua por los dientes y daba un chasquido. Esta claro que de los franceses no te puedes fiar... Ladeó la cabeza y entrecerró un poco los ojos. Como truco para conocerme es un poco retorcido, ¿no cree, Señorita Cooper?
Vale, le tocaba otra historia. Ah, sí, tengo una muy buena. Se aclaró la garganta. Resulta que cuando llegué a Hogwarts no estaba nada asustado. De hecho, venía tan seguro de mí mismo y de que iba a ser el mejor de los mejores alumnos que Ravenclaw hubiera tenido jamás que no me molestaba en hablar con nadie que no viniera a hablar conmigo primero. Ya sabes, el caché. Hizo un gestito de superioridad con la cara. Hasta que un día, el prefecto de mi casa se acercó amablemente hasta mí, porque habían pasado ya cinco días desde que llegamos y se sentía mal de que no hubiéramos podido charlar, y me ofreció sentarse a comer conmigo. Pero yo lo interpreté como una ofensa personal y le di la comida, porque a pesar de que había sido él quien había venido a verme a mí como yo quería, no lo hizo en el momento en el que mi cabeza había decidido que era correcto hacerlo y eso me molestó. Ladeó la cabeza hasta casi pegar la oreja a su hombro, con los ojos entrecerrados y una sonrisilla. Se lo había puesto en bandeja pero... Le daba igual. Ya estaba harto de contar "sus" historias.
No se molestó en hacer tanta parafernalia como la otra, directamente se metió la perla entera en la boca. Y estaba... Deliciosa. No recordaba haber probado nada tan delicioso en su vida. Ya iba a soltar un gemidito placentero de todas formas solo para hacerla rabiar, teatralizando, pero al final le había salido solo y de teatrero no tenía nada. Era bastante sincero. Ahora sí que quiero seguir jugando. Dijo con la espalda dejada de caer en el sillón y los ojos cerrados, disfrutando de la mejor gominola que había probado en su vida. ¿Las venderían? Quizás tuvieran en Honeyducks.
Cuando se bajó de la nube en la que estaba metido volvió a abrir los ojos, esbozó una expresión triunfal y se chupó los restos de gominola de los dedos. Bien, sigamos. Ya ni preguntaba, había dado por hecho que iban a continuar. Esto no podía quedar en un dos a uno, y además, Candance aún no había contado ninguna historia.
Ni la iba a contar por el momento, al parecer. Cuando vio los números de las flores hizo una mueca con los labios, moviéndolos léntamente una y otra vez como si eso le permitiera procesar mejor lo que estaba ocurriendo, mientras se pasaba la lengua por los dientes y daba un chasquido. Esta claro que de los franceses no te puedes fiar... Ladeó la cabeza y entrecerró un poco los ojos. Como truco para conocerme es un poco retorcido, ¿no cree, Señorita Cooper?
Vale, le tocaba otra historia. Ah, sí, tengo una muy buena. Se aclaró la garganta. Resulta que cuando llegué a Hogwarts no estaba nada asustado. De hecho, venía tan seguro de mí mismo y de que iba a ser el mejor de los mejores alumnos que Ravenclaw hubiera tenido jamás que no me molestaba en hablar con nadie que no viniera a hablar conmigo primero. Ya sabes, el caché. Hizo un gestito de superioridad con la cara. Hasta que un día, el prefecto de mi casa se acercó amablemente hasta mí, porque habían pasado ya cinco días desde que llegamos y se sentía mal de que no hubiéramos podido charlar, y me ofreció sentarse a comer conmigo. Pero yo lo interpreté como una ofensa personal y le di la comida, porque a pesar de que había sido él quien había venido a verme a mí como yo quería, no lo hizo en el momento en el que mi cabeza había decidido que era correcto hacerlo y eso me molestó. Ladeó la cabeza hasta casi pegar la oreja a su hombro, con los ojos entrecerrados y una sonrisilla. Se lo había puesto en bandeja pero... Le daba igual. Ya estaba harto de contar "sus" historias.
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¿Jugamos? CON Marcus EN Sala Común de Ravenclaw A LAS 21:45 el 26 de Septiembre |
Era tan...tan...¡agh! Pero bueno, por supuesto que iba a aprovechar a restregarle su victoria en cuanto la tuviera, con esa expresión suya tan engreída y socarrona. Entrecerró los ojos, mirándole comer la golosina y escuchándole hacer ese ruido tan poco elegante -como si ella no hubiera pasado por lo mismo- y sintió un cosquilleo en el estómago, cosa de la envidia, por supuesto. Soltó un pequeño suspiro cuando volvieron a tirar las cartas, sonriendo de medio lado, al menos podía tener esa pequeña victoria.
— Qué mala es la envidia, señor Prefecto, mira que juzgar a todos los franceses por la evidente fortuna de una de ellas. — comentó, preparándose para escuchar su siguiente historia, preparada para alguna mucho más difícil, tal vez de cuando era un niño más pequeño aún, pero cuando comenzó a hablar con esa expresión ya se veía venir que eso no le iba a gustar en absoluto. Ya, mucho estaba tardando en sacar los trapos sucios a refrescarse. Se echó hacia atrás en el asiento y simplemente le observó con cara neutra mientras terminaba de hablar, cuando lo hizo dejó escapar un suspiro pesado — Vaya...no sé qué pensar. Sería más lógico imaginar que después de pasar toda tu vida en un colegio y con tu familia tal vez habrías estado acostumbrado a estar bien arropado con ellos y al llegar aquí, aunque fueras un resuelto Ravenclaw que quisiera encajar y adaptarse a las circunstancias que conllevan crecer y que otros decidan por ti, echarías de menos tu hogar, te sentirías abandonado por las personas que siempre has querido y además completamente solo y perdido. No sé, a veces eso puede hacer que alguien se vuelva un poco más sensible a cualquier cosa, puede...que incluso con el tiempo te dieras cuenta de que no tenías del todo la razón pero resulta que tu prefecto era un alumno con un resentimiento tan evidente y tan metido en sus propios asuntos que resultaba difícil acercarse a él. — parpadeó con cierta lentitud, frunciendo los labios — Tu historia es verdad.
La flor comenzó a girar hasta tornarse negra y abrirse con la perla esperando a ser tomada por Marcus, a pesar de la evidente forma en la que se habían regalado esa victoria el uno al otro, el juego seguía sin percatarse de nada. Extendió una mano hacia la flor, sonriendo con suavidad, tratando de no mostrar que tal vez, solo tal vez, estaba un poco afectada.
— Sigamos, como mínimo deberíamos desempatar, ¿no? — ella colocó su mano sobre la carta, desviando la vista hacia un lado, tal vez su ánimo se dejaría entrever esta vez y su suerte también se vería afectada, después de todo.
— Qué mala es la envidia, señor Prefecto, mira que juzgar a todos los franceses por la evidente fortuna de una de ellas. — comentó, preparándose para escuchar su siguiente historia, preparada para alguna mucho más difícil, tal vez de cuando era un niño más pequeño aún, pero cuando comenzó a hablar con esa expresión ya se veía venir que eso no le iba a gustar en absoluto. Ya, mucho estaba tardando en sacar los trapos sucios a refrescarse. Se echó hacia atrás en el asiento y simplemente le observó con cara neutra mientras terminaba de hablar, cuando lo hizo dejó escapar un suspiro pesado — Vaya...no sé qué pensar. Sería más lógico imaginar que después de pasar toda tu vida en un colegio y con tu familia tal vez habrías estado acostumbrado a estar bien arropado con ellos y al llegar aquí, aunque fueras un resuelto Ravenclaw que quisiera encajar y adaptarse a las circunstancias que conllevan crecer y que otros decidan por ti, echarías de menos tu hogar, te sentirías abandonado por las personas que siempre has querido y además completamente solo y perdido. No sé, a veces eso puede hacer que alguien se vuelva un poco más sensible a cualquier cosa, puede...que incluso con el tiempo te dieras cuenta de que no tenías del todo la razón pero resulta que tu prefecto era un alumno con un resentimiento tan evidente y tan metido en sus propios asuntos que resultaba difícil acercarse a él. — parpadeó con cierta lentitud, frunciendo los labios — Tu historia es verdad.
La flor comenzó a girar hasta tornarse negra y abrirse con la perla esperando a ser tomada por Marcus, a pesar de la evidente forma en la que se habían regalado esa victoria el uno al otro, el juego seguía sin percatarse de nada. Extendió una mano hacia la flor, sonriendo con suavidad, tratando de no mostrar que tal vez, solo tal vez, estaba un poco afectada.
— Sigamos, como mínimo deberíamos desempatar, ¿no? — ella colocó su mano sobre la carta, desviando la vista hacia un lado, tal vez su ánimo se dejaría entrever esta vez y su suerte también se vería afectada, después de todo.
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Dejó escapar una carcajada muda con los labios cerrados que casi sonó más como un bufido despectivo. ¿Resentimiento? ¡Él no estaba resentido! Solo estaba ocupado...
Pensó que la chica acertaría, pues era obvio que era una historia falsa diseñada solo para hacerla rabiar. En cambio, se equivocó, y la flor no tardó en mostrarlo. La miró con una ceja arqueada. ¿Le había regalado la victoria ella a él? ¿O era tan orgullosa que no era capaz de aceptar que él le hubiese servido una en bandeja? En vez de una gominola parecían estar disputándose quien de los dos era más Ravenclaw. La miró analítico de arriba a abajo y, con expresión solemne, tomó la perla entre los dedos. Estoy de acuerdo. No me gustan los empates. Arqueó una ceja. No hay dos cosas iguales, como ninguna persona es igual que otra, por mucho que digan. Siempre hay alguna que hace sombra a la otra. Y, obviamente, el que quedaría por encima sería él. Se llevó con una sonrisa la golosina a la boca y tuvo que contenerse mucho para no soltar otro gemidito de gusto. Si él ya solía hacer esas cosas con comidas normales, con una golosina diseñada expresamente para su paladar...
Mientras terminaba de comérsela colocó la mano sobre la carta y, esta vez y por fin, tuvo suerte. Ahaam. Soltó triunfal. Se reclinó sobre el asiento y colocó una pierna sobre la otra, agarrándose la rodilla flexionada con las manos entrelazadas. Soy todo oídos.
Pensó que la chica acertaría, pues era obvio que era una historia falsa diseñada solo para hacerla rabiar. En cambio, se equivocó, y la flor no tardó en mostrarlo. La miró con una ceja arqueada. ¿Le había regalado la victoria ella a él? ¿O era tan orgullosa que no era capaz de aceptar que él le hubiese servido una en bandeja? En vez de una gominola parecían estar disputándose quien de los dos era más Ravenclaw. La miró analítico de arriba a abajo y, con expresión solemne, tomó la perla entre los dedos. Estoy de acuerdo. No me gustan los empates. Arqueó una ceja. No hay dos cosas iguales, como ninguna persona es igual que otra, por mucho que digan. Siempre hay alguna que hace sombra a la otra. Y, obviamente, el que quedaría por encima sería él. Se llevó con una sonrisa la golosina a la boca y tuvo que contenerse mucho para no soltar otro gemidito de gusto. Si él ya solía hacer esas cosas con comidas normales, con una golosina diseñada expresamente para su paladar...
Mientras terminaba de comérsela colocó la mano sobre la carta y, esta vez y por fin, tuvo suerte. Ahaam. Soltó triunfal. Se reclinó sobre el asiento y colocó una pierna sobre la otra, agarrándose la rodilla flexionada con las manos entrelazadas. Soy todo oídos.
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¿Jugamos? CON Marcus EN Sala Común de Ravenclaw A LAS 21:45 el 26 de Septiembre |
Esperaba que haberle regalado aquella victoria tan descaradamente le bajara los humos pero no, había sido un turno totalmente nulo y que las cartas se pusieran en esa ocasión de su parte tampoco pareció ayudar mucho. Dejó escapar un suspiro, pasándose las manos por el pelo porun momento antes de volver a cruzar los brazos bajo el pecho, apretando los labios, pensando qué contarle.
— Bien...a ver...— finalmente se pasó la lengua por los labios — Hemos venido a jugar, supongo. — alzó el rostro y lo miró, como si estuviera dudando de su siguiente paso, aún así habló — Cuando comencé mi quinto año un chico se me declaró. Yo no le di importancia porque nunca me han interesado los temas de chicos especialmente, pero mis amigas me convencieron para que le diera una oportunidad. Total, era majo, guapo, popular...¿por qué no? — entrecerró un poco los ojos, haciendo un gesto con la mano como si todo eso no fuera importante — Comenzamos a salir y la verdad es que encajamos muy bien a pesar de mis reticencias en un principio. Era muy agradable conmigo y divertido, me hacía reír. Fuimos juntos al baile de primavera, es un evento importante en mi esc...mi antigua escuela. — se corrigió — Yo llevaba un precioso vestido azul, con corpiño y encaje...— se quedó por un segundo mirando a la nada, ensimismada, pero trató de volver a la realidad — Y él se vistió a juego, fue...maravilloso. Nos dimos nuestro primer beso. Mi primer beso. — se llevó un par de dedos a los labios, sonriendo con suavidad y encogiéndose un poco — A finales del curso mi madre me dijo que no estaría en Beauxbatons el siguiente año así que bueno...imaginas el resto. No fue agradable, pero nos prometimos que cuando termine mi séptimo año volveré para poder estar con él, así que me esfuerzo por sacar muy buenas notas y así lograr un trabajo que me ayude a mantenerme sola en cuanto salga de este castillo.
Tomó aire y lo soltó en un lento suspiro, alzándose de hombros y volviendo a cruzar los brazos sobre el pecho, apretando los labios y haciendo un gesto con la cabeza para que diera su respuesta. Acababa de abrirle su corazón, o no.
— ¿Verdad o mentira?
— Bien...a ver...— finalmente se pasó la lengua por los labios — Hemos venido a jugar, supongo. — alzó el rostro y lo miró, como si estuviera dudando de su siguiente paso, aún así habló — Cuando comencé mi quinto año un chico se me declaró. Yo no le di importancia porque nunca me han interesado los temas de chicos especialmente, pero mis amigas me convencieron para que le diera una oportunidad. Total, era majo, guapo, popular...¿por qué no? — entrecerró un poco los ojos, haciendo un gesto con la mano como si todo eso no fuera importante — Comenzamos a salir y la verdad es que encajamos muy bien a pesar de mis reticencias en un principio. Era muy agradable conmigo y divertido, me hacía reír. Fuimos juntos al baile de primavera, es un evento importante en mi esc...mi antigua escuela. — se corrigió — Yo llevaba un precioso vestido azul, con corpiño y encaje...— se quedó por un segundo mirando a la nada, ensimismada, pero trató de volver a la realidad — Y él se vistió a juego, fue...maravilloso. Nos dimos nuestro primer beso. Mi primer beso. — se llevó un par de dedos a los labios, sonriendo con suavidad y encogiéndose un poco — A finales del curso mi madre me dijo que no estaría en Beauxbatons el siguiente año así que bueno...imaginas el resto. No fue agradable, pero nos prometimos que cuando termine mi séptimo año volveré para poder estar con él, así que me esfuerzo por sacar muy buenas notas y así lograr un trabajo que me ayude a mantenerme sola en cuanto salga de este castillo.
Tomó aire y lo soltó en un lento suspiro, alzándose de hombros y volviendo a cruzar los brazos sobre el pecho, apretando los labios y haciendo un gesto con la cabeza para que diera su respuesta. Acababa de abrirle su corazón, o no.
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Freyja
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¿Jugamos? CON Candance EN Sala Común de Ravenclaw A LAS 21:45H El 26 de septiembre |
Seguía en su postura de espalda apoyada en el sillón y piernas cruzadas, agarrándose una rodilla con las manos entrelazadas, con expresión superior. Fuera cual fuese la historia que la chica tenía que contarle estaba seguro de que iba a acertar.
Su expresión se fue desdibujando poco a poco y haciéndose algo más seria, incluso triste, conforme la chica avanzaba. La pose de superioridad empezaba a desaparecer y ahora se sentía algo... Incómodo. ¿Sentía pena por ella? Visto así, como lo estaba contando, se le agarró un pellizco en el pecho de verse él en su lugar... Y entendió un poco a qué se debía su hostilidad. Amaba tanto Hogwarts que no podía imaginarse lo que sería que le trasladasen de colegio sin siquiera contar con su opinión, o pensar que... Bueno, no eran novios ni nada por el estilo como ese chico que le gustaba a Candance... Pero, igualmente, le entristecía hasta lo doloroso pensar en no tener la posibilidad de cruzarse con Poppy por los pasillos... Quizás no era el momento, pero... Igualmente el año que viene... Quizás debería aprovechar este y...
Volvió a centrarse en el juego. La chica acababa de finalizar su historia y Marcus se mantuvo unos instantes en silencio, pensando. Y también procesando lo que le había hecho sentir, incluido ese pinchazo en el estómago cuando escuchó ese "se me declaró". O ese "primer beso". Bueno... Supuso que era por la intensidad de la historia, nada más.
Historia que, de hecho, tenía bastante pinta de ser verdad... Mucha pinta. Y eso le hacía sentirse mal, por ella y... Porque, ciertamente, podía haber estado más atento, pensar que la chica podría no haberlo pasado bien al llegar, o al irse de su anterior escuela. Una historia así no podía ser mentira, ¿no? Quería pensar que no, no podría ser tan ruin de mentir con una cosa así... Si decía que era verdad se llevaría su preciada golosina... ¿Se tomaría a mal que quisiera regalársela a ella, aunque fuera a modo de... disculpa? Y por otro lado... Si la historia realmente era mentira, prefería decirlo y acertar en lugar de hacerle creer que se la había tragado y quedar como un tonto. No... No podía ser mentira. Pero bueno. Le regalaría la gominola.
Mmm... Volvió a mirarla con los ojos entrecerrados. Pues voy a decir... Que eso no es cierto. Y, para su sorpresa, la flor se tornó roja y abrió sus pétalos para darle la golosina a él. La miró con una ceja arqueada y negó con la cabeza. Tss... Pues sí, sí que era capaz de mentir con algo así. Menos mal que no había picado... O al menos no lo había parecido.
Tenía una sensación agridulce, pues le defraudó que la historia no fuera cierta, aunque se alegró de ello. Y no porque... No existiera ese hipotético chico ni nada de eso... Sino por otras cuestiones. Casi habías hecho que sintiera compasión por ti. Agarró la perla entre los dedos y la miró. Casi. Se la llevó a la boca. No sabría si querría seguir jugando o no, él por su parte ya iba ganando... Y desde luego que tenía más información sobre ella por una historia de la que ella pudiera tener sobre él.
Su expresión se fue desdibujando poco a poco y haciéndose algo más seria, incluso triste, conforme la chica avanzaba. La pose de superioridad empezaba a desaparecer y ahora se sentía algo... Incómodo. ¿Sentía pena por ella? Visto así, como lo estaba contando, se le agarró un pellizco en el pecho de verse él en su lugar... Y entendió un poco a qué se debía su hostilidad. Amaba tanto Hogwarts que no podía imaginarse lo que sería que le trasladasen de colegio sin siquiera contar con su opinión, o pensar que... Bueno, no eran novios ni nada por el estilo como ese chico que le gustaba a Candance... Pero, igualmente, le entristecía hasta lo doloroso pensar en no tener la posibilidad de cruzarse con Poppy por los pasillos... Quizás no era el momento, pero... Igualmente el año que viene... Quizás debería aprovechar este y...
Volvió a centrarse en el juego. La chica acababa de finalizar su historia y Marcus se mantuvo unos instantes en silencio, pensando. Y también procesando lo que le había hecho sentir, incluido ese pinchazo en el estómago cuando escuchó ese "se me declaró". O ese "primer beso". Bueno... Supuso que era por la intensidad de la historia, nada más.
Historia que, de hecho, tenía bastante pinta de ser verdad... Mucha pinta. Y eso le hacía sentirse mal, por ella y... Porque, ciertamente, podía haber estado más atento, pensar que la chica podría no haberlo pasado bien al llegar, o al irse de su anterior escuela. Una historia así no podía ser mentira, ¿no? Quería pensar que no, no podría ser tan ruin de mentir con una cosa así... Si decía que era verdad se llevaría su preciada golosina... ¿Se tomaría a mal que quisiera regalársela a ella, aunque fuera a modo de... disculpa? Y por otro lado... Si la historia realmente era mentira, prefería decirlo y acertar en lugar de hacerle creer que se la había tragado y quedar como un tonto. No... No podía ser mentira. Pero bueno. Le regalaría la gominola.
Mmm... Volvió a mirarla con los ojos entrecerrados. Pues voy a decir... Que eso no es cierto. Y, para su sorpresa, la flor se tornó roja y abrió sus pétalos para darle la golosina a él. La miró con una ceja arqueada y negó con la cabeza. Tss... Pues sí, sí que era capaz de mentir con algo así. Menos mal que no había picado... O al menos no lo había parecido.
Tenía una sensación agridulce, pues le defraudó que la historia no fuera cierta, aunque se alegró de ello. Y no porque... No existiera ese hipotético chico ni nada de eso... Sino por otras cuestiones. Casi habías hecho que sintiera compasión por ti. Agarró la perla entre los dedos y la miró. Casi. Se la llevó a la boca. No sabría si querría seguir jugando o no, él por su parte ya iba ganando... Y desde luego que tenía más información sobre ella por una historia de la que ella pudiera tener sobre él.
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