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En cuanto escuchó a su hija se le salieron los ojos de las órbitas, ¿es que se había vuelto loca? ¿de verdad pensaba que la iba a dejar salir sola del garaje para adentrarse en la casa y que ese loco o cualquier otra cosa de las que habían aparecido la matasen? es que no sabía en qué momento se le había podido ocurrir que aquello era buena idea.
Negó con la cabeza repetidas veces —eso no va a ocurrir— zanjó. Miró al resto y luego a las dos puertas, la que daba al garaje y la que los podía adentrar en la casa, todo parecía estar en calma ahora mismo, quizás la policía había llegado y lo había solucionado todo o ese loco se había dado por vencido, el caso era que si querían permanecer allí hasta que todo estuviese en orden no les vendría mal un poco de agua y comida y algún teléfono para poder comunicarse con el exterior.
—Muy bien— dijo levantándose del suelo —Lizz y yo iremos a explorar la casa, cogeremos el móvil, miraremos si todo está en orden y luego volveremos a por vosotros, cerrad la puerta, no hagáis ningún ruido, no salgáis de aquí y si necesitáis cualquier cosa— se giró y empezó a rebuscar entre las cajas de las estanterías hasta que dio con lo que buscaba —si ocurre algo nos comunicaremos por aquí— dijo ofreciéndole a Jazz uno de los walkie talkies que tenían desde que era pequeña, eran de juguete, pero valían para los escasos metros que se iban a separar.
No le gustaba la idea de dejarlos solos, pero creía que estaban más seguros si se quedaban allí que si volvían a la casa. Abrazó a su hija con fuerza e hizo lo mismo con Scott, no pudo evitarlo —vamos— agarró la mano de Lizz y retiraron la estantería de la puerta para volver a la casa, cerrándola una vez salieron.
Hizo un gesto de silencio para que no hiciese ruido y avanzó despacio pegado a la pared, mirando a todas partes para asegurarse de que ninguna otra cosa aparecía de repente en su ya destrozada casa.
Negó con la cabeza repetidas veces —eso no va a ocurrir— zanjó. Miró al resto y luego a las dos puertas, la que daba al garaje y la que los podía adentrar en la casa, todo parecía estar en calma ahora mismo, quizás la policía había llegado y lo había solucionado todo o ese loco se había dado por vencido, el caso era que si querían permanecer allí hasta que todo estuviese en orden no les vendría mal un poco de agua y comida y algún teléfono para poder comunicarse con el exterior.
—Muy bien— dijo levantándose del suelo —Lizz y yo iremos a explorar la casa, cogeremos el móvil, miraremos si todo está en orden y luego volveremos a por vosotros, cerrad la puerta, no hagáis ningún ruido, no salgáis de aquí y si necesitáis cualquier cosa— se giró y empezó a rebuscar entre las cajas de las estanterías hasta que dio con lo que buscaba —si ocurre algo nos comunicaremos por aquí— dijo ofreciéndole a Jazz uno de los walkie talkies que tenían desde que era pequeña, eran de juguete, pero valían para los escasos metros que se iban a separar.
No le gustaba la idea de dejarlos solos, pero creía que estaban más seguros si se quedaban allí que si volvían a la casa. Abrazó a su hija con fuerza e hizo lo mismo con Scott, no pudo evitarlo —vamos— agarró la mano de Lizz y retiraron la estantería de la puerta para volver a la casa, cerrándola una vez salieron.
Hizo un gesto de silencio para que no hiciese ruido y avanzó despacio pegado a la pared, mirando a todas partes para asegurarse de que ninguna otra cosa aparecía de repente en su ya destrozada casa.
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No sabía en qué momento los adolescentes se habían vuelto una especie de suicidas pero de verdad que el peor plan que se le podía ocurrir era dejar que saliera alguno de ellos mientras ellos se quedaban ahí mirándose los zapatos. No, definitivamente no. Aunque por lo visto el plan de Jay era algo parecido solo que al revés, salir ellos y dejar a los chicos en el garaje. A ver, bien pensado alguien tendría que salir porque no podían quedarse encerrados hasta Dios sabe cuándo y que alguien saliera solo no era muy sensato, lo habría pasado fatal si hubiera tenido por ejemplo que esperar a que Jay volviera, como cuando lo del maldito mono. La opción de salir con uno de los niños como que no...vaya en realidad era la más lógica pero aún así seguía sin sentirse cómoda. Nada parecía bien.
Cuando la decisión de que se iban a marchar estaba tomada suspiró y mientras Jay le daba a su hija el walkie ella se acercó al suyo y le agarró por las mejillas, mirándolo con seriedad y apretando los labios en un gesto que indicaba que se portara bien pero que estaba preocupada hasta el tuétano.
— Por favor...deja de abrir cosas. — le pidió, abriendo mucho los ojos y luego supirando — Y cuida de Jazz, ¿vale? Cuidamos los dos. No hagas nada que yo no haría, Scott. — le dió un beso en la frente a su hijo antes de dejarse llevar por la mano de su pareja, saliendo del garaje con una última mirada de preocupación y el corazón en un puño, aquello no le gustaba nada. Cuando vió el gesto que le hacía Jay asintió despacio y le imitó, como si con eso pudiera solucionar algo, bastante estúpido todo. Pero cuando habló lo hizo cerca de él en un susurro muy bajo — Deberíamos evitar las flores. — apoyó la mano libre en su brazo — ¿Qué camino sería mejor hacia la cocina? — aquella casa enorme no era suya y aún le costaba un poco apañarse, de haberlo sabido habría esperado cinco meses para abrir ese maldito juego.
Cuando la decisión de que se iban a marchar estaba tomada suspiró y mientras Jay le daba a su hija el walkie ella se acercó al suyo y le agarró por las mejillas, mirándolo con seriedad y apretando los labios en un gesto que indicaba que se portara bien pero que estaba preocupada hasta el tuétano.
— Por favor...deja de abrir cosas. — le pidió, abriendo mucho los ojos y luego supirando — Y cuida de Jazz, ¿vale? Cuidamos los dos. No hagas nada que yo no haría, Scott. — le dió un beso en la frente a su hijo antes de dejarse llevar por la mano de su pareja, saliendo del garaje con una última mirada de preocupación y el corazón en un puño, aquello no le gustaba nada. Cuando vió el gesto que le hacía Jay asintió despacio y le imitó, como si con eso pudiera solucionar algo, bastante estúpido todo. Pero cuando habló lo hizo cerca de él en un susurro muy bajo — Deberíamos evitar las flores. — apoyó la mano libre en su brazo — ¿Qué camino sería mejor hacia la cocina? — aquella casa enorme no era suya y aún le costaba un poco apañarse, de haberlo sabido habría esperado cinco meses para abrir ese maldito juego.
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Sí, no le parecía buena idea pasar por el salón repleto de flores, aunque la última vez que las había visto se veían como aletargadas, no se fiaba de que en algún momento intentasen comerse a su familia otra vez, aún no entendía las reglas del juego, porqué las cosas aparecían casi por arte de magia e intentaban acabar con ellos.
Suspiró y señaló hacia la derecha, tendrían que rodear básicamente toda la casa para salir al jardín y así poder entrar a la cocina desde la puerta trasera, pero así estarían más seguros —sígueme— susurró dándole un fuerte apretón en la mano para darle ánimo —tranquila, los niños están a salvo— sabía a ciencia cierta que quería tanto a su hijo como él quería a la suya, los había visto juntos, la había escuchado hablar de él durante horas, era una de las cosas que le habían enamorado de ella.
Avanzó sigilosamente, no se escuchaba ni un solo ruido en la casa, ni en la planta de arriba ni fuera, ¿se habría acabado todo de verdad? ¿habrían desaparecido el gorila y el loco? ¿o en cualquier momento podrían aparecer a la vuelta de la esquina para volver a atormentarlos.
Llegaron al jardín después de unos minutos, vacío, la tumba de la serpiente aún recordándole todo lo que ocurría allí. Quitó la silla que antes usó para bloquear la puerta y entró apretando los dientes cuando se escuchó un fuerte chirrido —cogeré algo de comer— se acercó a la nevera y agarró un par de cosas, agua sobre todo —dime que alguno de los móviles está aquí— el suyo estaba seguro de que se lo había dejado en la habitación, no le gustaba tenerlo cerca cuando comían en familia, para que no lo molestasen.
—Ei— dijo acercándose a ella al ver su nerviosismo —¿estás bien?— medio sonrió —sí, sé que es una tontería que lo pregunte, pero no quiero verte así— posó una mano en su mejilla y le dio un suave y casto beso en los labios —siento que la bienvenida no haya sido como esperábamos— todo había salido mal.
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Al final tocaba salir para poder entrar, era la forma más segura así que asintió para dejarse guiar por él. Al menos poder sentir el calor de su mano le daba mucha más seguridad, aunque no podía evitar mirar hacia atrás preocupada por los niños, notaba esa incomodida en su estómago, esa sensación de que apartarse era una mala idea, necesitaba estar pendiente de todo y el no poder hacerlo era agobiante. Aún así no podía dejar a Jay cargar con todo solo.
Cuando finalmente entraron a la cocina dejó escapar un suspiro y miró alrededor. Ahí era donde le había dado Scott el teléfono así que debía estar por ahí, seguramente lo había soltado en algún momento cuando todo lo del grito por lo del gorila, no debía andar lejos y todo era cuestión de buscar con lo que se puso a echar un vistazo alrededor.
— Sí, creo que debe estar por aquí. — comentó, mirando debajo de los muebles y cerca de las esquinas. Al final dio con él cerca de uno de los rincones más alejados, seguramente en algún momento le habrían dado una patada...ellos o quién fuera, o lo que fuera, ya prefería no tener que pensar mucho porque cada vez parecía todo más absurdo y descabellado. Estaba con el teléofono en las manos y pudo sentir que le temblaban los dedos así que los apretó más alrededor del aparato. Fue entonces cuando sintió la cercanía de Jay, sus gestos y su preocupación. Sonrió ligeramente aunque no podía evitar que su rostro expresara todo lo que ella no había dicho — Tengo miedo, Jay. Por los niños, por ti...por todo. — reconoció, mordiéndose los labios y agachando la mirada — Se supone que tenemos que ser los responsables pero no tenemos ni idea de lo que está pasando, ¿cómo vamos a hacer frente a todo esto? — y ni siquiera podían hacer frente a tener una familia unida, Jazz obviamente no la soportaba y su hijo aún no parecía tener muy claros sus sentimientos hacia el nuevo hombre de la familia, no podía culparle después del padre que había tenido. Parpadeó varias veces cuando sintió que sus ojos se humedecían, estaba a punto de romperse un poco, tal vez ahora que no estaban los niños se venía un poco abajo pero tampoco quería cargar al hombre con todo así que se obligó a si misma a aguantarse y respiró profundo — Lo-lo siento, solo un momento. ¿Tú estás bien?— ahora eran solo ellos dos, dos adultos, si necesitaba hablar...bueno, no había una mejor oportunidad.
Cuando finalmente entraron a la cocina dejó escapar un suspiro y miró alrededor. Ahí era donde le había dado Scott el teléfono así que debía estar por ahí, seguramente lo había soltado en algún momento cuando todo lo del grito por lo del gorila, no debía andar lejos y todo era cuestión de buscar con lo que se puso a echar un vistazo alrededor.
— Sí, creo que debe estar por aquí. — comentó, mirando debajo de los muebles y cerca de las esquinas. Al final dio con él cerca de uno de los rincones más alejados, seguramente en algún momento le habrían dado una patada...ellos o quién fuera, o lo que fuera, ya prefería no tener que pensar mucho porque cada vez parecía todo más absurdo y descabellado. Estaba con el teléofono en las manos y pudo sentir que le temblaban los dedos así que los apretó más alrededor del aparato. Fue entonces cuando sintió la cercanía de Jay, sus gestos y su preocupación. Sonrió ligeramente aunque no podía evitar que su rostro expresara todo lo que ella no había dicho — Tengo miedo, Jay. Por los niños, por ti...por todo. — reconoció, mordiéndose los labios y agachando la mirada — Se supone que tenemos que ser los responsables pero no tenemos ni idea de lo que está pasando, ¿cómo vamos a hacer frente a todo esto? — y ni siquiera podían hacer frente a tener una familia unida, Jazz obviamente no la soportaba y su hijo aún no parecía tener muy claros sus sentimientos hacia el nuevo hombre de la familia, no podía culparle después del padre que había tenido. Parpadeó varias veces cuando sintió que sus ojos se humedecían, estaba a punto de romperse un poco, tal vez ahora que no estaban los niños se venía un poco abajo pero tampoco quería cargar al hombre con todo así que se obligó a si misma a aguantarse y respiró profundo — Lo-lo siento, solo un momento. ¿Tú estás bien?— ahora eran solo ellos dos, dos adultos, si necesitaba hablar...bueno, no había una mejor oportunidad.
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Estaban siendo tan cuidadosos y silenciosos que cualquiera persona de fuera podía pensar que nadie se encontraba en la cocina, Jay apenas se había movido lo necesario, aunque se había puesto alerta al ver como Lizz buscaba el móvil, no sabían en qué momento podría salirle otra maldita serpiente, porque si había una segunda, nadie les aseguraba que no pudiese haber una tercera y Jay no creía en las casualidades, al principio había pensado que era una auténtica locura que todas las cosas extrañas que estaban ocurriendo tuviesen que ver con un juego de mesa, pero ahora mismo, ¿qué otra cosa podía ser? ¿un sueño colectivo? ¿magia? ¿extraterrestres? es que todo sonaba tan absurdo que prefería ni pensarlo, desde luego después de aquel día su vida no iba a volver a ser la misma tal y como la conocía.
Asintió con la cabeza, porque él también estaba aterrado y entendía que tenían que ser fuertes por los niños, porque si ellos se dejaban llevar por el pánico sus hijos se contagiarían, tenían que mantenerse enteros, pero ahora mismo estaban solos, tenían unos escasos minutos para dejarse llevar, así que pasó sus brazos por su cintura y la estrechó en un fuerte abrazo, intentando darle toda la seguridad que necesitaba en estos momentos —tranquila cariño, vamos a poder con esto, juntos— sonrió y le dio un beso en la cabeza —sé que es difícil, que los niños aún no nos tienen la confianza suficiente, pero tenemos que mantenernos lo más unidos posible, es la única manera de que todo salga bien— estar de acuerdo en las decisiones, dar una imagen de unidad y no dejar ninguna brecha entre ellos.
Se separó y agarró el hacha que habían dejado atrás, tendiéndole a ella un cuchillo de cocina de los grandes, no le gustaba tener que estar armado delante de los niños, no quería que tuviesen que ver nada de aquello, pero si se iban sin nada que los protegiese podían resultar heridos —no quiero que ellos tengan que verse en la situación de herir a nada, ni nadie, tendremos que usarlos si se da el caso, espero que no sea así— porque por mucho que antes le hubiesen dado ganas de matar a ese loco que perseguía a su hija, él no era un asesino, nunca le había hecho daño ni a una mosca, no quería empezar aquel día.
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Sus brazos rodearon los hombros del contrario en cuanto sintió aquel abrazo y cerró los ojos, podría haberse quedado allí una eternidad porque el peso parecía muchísimo menos, pero sabía que sus hijos les esperaban y esa vocecita no podía acallarse, aún así se escondió con fuerza en él por un momento, solo un instante que quería regalarse y que él seguramente también debía necesitar, seguía siendo humano después de todo. No pudo más que asentir a sus palabras.
— Es que no dejo de pensar que si no hubiera encontrado ese estúpido juego tal vez nada de esto habría pasado. Y apenas acabamos de llegar y...— suspiró, pasándose una mano por la cabeza y negando. Echarse las culpas tampoco iba a servir de nada a esas alturas así que mejor simplemente se mordía la lengua, lo hecho pues hecho estaba. Cuando le tendió el cuchillo lo agarró y le echó un vistazo, guardándose el teléfono en el bolsillo del pantalón para poder usar ambas manos con más comodidad, una para el cuchillo la otra para lo que necesitara, a veces eso era simplemente agarrarse a su pareja — Si te soy sincera la idea de que estén totalmente desprotegidos tampoco me termina de entusiasmar.
La verdad es que tenía sentimientos encontrados. Al igual que Jay no le gustaba que unos niños tuvieran que verse en la necesidad de hacer daño, ella sobretodo siempre había sido la primera en ponerse por delante para que su hijo no se viera en esas, pero al mismo tiempo sabía que a veces la vida te ponía en esas circunstancias y si no estabas preparado te iba a golpear igual. Tal vez también la diferencia residía en que ella era una mujer criando a un hombre y él un hombre criando a una mujer, por muy buen hombre que fuera, su instinto era proteger a su niña a toda costa y tal vez no se daba cuenta de que una niña era tan fuerte comoun niño...claro que eso no lo quería compartir con él, ¿se enfadaría? Porque podía tomárselo a mal, no quería...entrar en una dinámica como aquella, en absoluto.
— Tal vez podríamos buscar algo que darles. No digo...— alzó el cuchillo y señaló el hacha — Algo más romo para que al menos puedan defenderse. — por la cabeza se le pasaban todas las películas absurdas y en ella siempre habían bates de baseball, tuberías, llaves inglesas, en fin, todas esas cosas — Me gustaría que si se les va a lanzar una serpiente encima tengan algo que poner por medio si no estamos cerca, algo que no sea su brazo. Creo que Scott traía su bate entre las cosas de la mudanza, pero tal vez está arriba...
— Es que no dejo de pensar que si no hubiera encontrado ese estúpido juego tal vez nada de esto habría pasado. Y apenas acabamos de llegar y...— suspiró, pasándose una mano por la cabeza y negando. Echarse las culpas tampoco iba a servir de nada a esas alturas así que mejor simplemente se mordía la lengua, lo hecho pues hecho estaba. Cuando le tendió el cuchillo lo agarró y le echó un vistazo, guardándose el teléfono en el bolsillo del pantalón para poder usar ambas manos con más comodidad, una para el cuchillo la otra para lo que necesitara, a veces eso era simplemente agarrarse a su pareja — Si te soy sincera la idea de que estén totalmente desprotegidos tampoco me termina de entusiasmar.
La verdad es que tenía sentimientos encontrados. Al igual que Jay no le gustaba que unos niños tuvieran que verse en la necesidad de hacer daño, ella sobretodo siempre había sido la primera en ponerse por delante para que su hijo no se viera en esas, pero al mismo tiempo sabía que a veces la vida te ponía en esas circunstancias y si no estabas preparado te iba a golpear igual. Tal vez también la diferencia residía en que ella era una mujer criando a un hombre y él un hombre criando a una mujer, por muy buen hombre que fuera, su instinto era proteger a su niña a toda costa y tal vez no se daba cuenta de que una niña era tan fuerte comoun niño...claro que eso no lo quería compartir con él, ¿se enfadaría? Porque podía tomárselo a mal, no quería...entrar en una dinámica como aquella, en absoluto.
— Tal vez podríamos buscar algo que darles. No digo...— alzó el cuchillo y señaló el hacha — Algo más romo para que al menos puedan defenderse. — por la cabeza se le pasaban todas las películas absurdas y en ella siempre habían bates de baseball, tuberías, llaves inglesas, en fin, todas esas cosas — Me gustaría que si se les va a lanzar una serpiente encima tengan algo que poner por medio si no estamos cerca, algo que no sea su brazo. Creo que Scott traía su bate entre las cosas de la mudanza, pero tal vez está arriba...
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Al escucharla negó repetidas veces con la cabeza —Lizz, esto no es culpa tuya, si de verdad ese maldito juego está haciendo todo esto— suspiró, porque dicho en voz alta sonaba aún más absurdo que en su cabeza —solo es culpa del juego, cualquiera lo podríamos haber encontrado y traído a casa y además, fue idea mía jugar como una familia feliz— no pudo evitar medio sonreír, a pesar de todo —podrían sacar una película de todo esto— bromeó, porque necesitaban desahogarse de alguna forma y echarse culpas no era la mejor idea, había ocurrido así, ahora lo único que podían hacer era solucionarlo. No se podía dar marcha atrás y volver al pasado, él lo sabía bien, así que no merecía la pena machacarse en como podrían haber sido las cosas si se hubiesen hecho de otra manera, era una pérdida de tiempo.
Pensó en su sugerencia, en su hija armada con algún objeto y sintió un escalofrío, era una niña, pero en el fondo sabía que ella tenía razón, si salían más serpientes o si otra planta crecía de repente dentro del garaje —dios no lo quisiese— no era buena idea que no tuviesen nada con lo que protegerse, solo por si acaso ellos no podían hacer frente a todos los obstáculos.
—Está bien, sí, es cierto que es mejor que tengan algo, solo si es estrictamente necesario que intervengan— por un momento pensó en adelantarse e ir él solo a la planta de arriba para coger el bate, pero ya había pasado por esa experiencia una vez y no le había salido bien en absoluto, era mejor que se mantuviesen juntos —vamos— susurró, pero al pasar por la encimera miró la sartén y no pudo evitar cogerla, Scott tenía su bate, pero no podían dejar a Jazz sin nada —creo que esto le servirá a mi hija— abrió la puerta despacio, sin hacer un solo ruido y después de mirar en ambas direcciones salió y la sujetó para que Lizz pasase también.
Caminó despacio, se sentía desprotegido en el gran recibidor, sin ningún hueco en el que esconderse, pero por suerte llegaron pronto a las escaleras, aún le seguía impresionando verlas totalmente cubiertas por enredaderas —ten cuidado— susurró subiendo, intentando tocarlas lo menos posible.
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Sus palabras eran bastante confortantes, sabía que no podía dedicarse a echarse la culpa, eso no ayudaba en nada, pero era algo que no podía evitar, se le pasaba por la cabeza en los momentos que no tenía que preocuparse por las serpientes, las flores asesinas, los gorilas o los hombres armadios...cielos, es que era absurdo. No pudo más que soltar una risa un poco amarga.
— No creo que esa película pudiera llegar muy lejos. — básicamente porque era bastante absurda, pero era una forma de responder a su broma y quitarse un poco los nervios. Finalmente había llegado la hora de ponerse en marcha de nuevo así que observó lo que tomaba en la mano y asintió, podía parecer una tontería pero con un buen sartenazo una podía protegerse perfectamente, que no dijeran que no, así que le pareció una opción de lo más útil, además no tenía por qué ser para Jazz, Scott también podría usarla, nadie había adjudicado nada, lo que sí estaba adjudicado en ese momento era el cuchillo porque lo tenía aferrado como si la vida le fuera en ello — Cielos, esto parece una maldita selva.
Cuando pasaron por las escaleras no podía evitar la cara de espanto, subiendo con él y tratando por todos los medios de no tocar nada que no fuera hecho por el hombre, lo cual era complicado viendo el estado en el que estaba la casa. Lo que más le preocupaba de todo aquello era llegar arriba y encontrarse con que aquel bicho gigante seguía vivo, así que en cuanto subieron la escalera miró a un lado y a otro. No estaba segura de si aquel bulto oscuro al fondo del pasillo podía haber sido el gorila pero ella por si acaso corrio con Jay hacia la habitación que correspondía a Scott y cerró la puerta, con mucho cuidado cuando ya iba a tocar para no hacer ruido y suspirando, al menos habían llegado vivos.
— Vale, el bate. Tiene que estar por algún lado. — ya con la puerta cerrada se puso a rebuscar, principalmente fue a mirar en el armario, eso sí abrió despacio y echó un vistazo desde lejos, moviendo la ropa para asegurarse de que no hubiera nada por ahí que le fuera a saltar a la cara. Cuando encontró el bate lo agarró y lo sacudio en el aire con satisfacción — ¡Lo tengo! Creo que ya estamos armados, tenemos comida...¿Qué más?
— No creo que esa película pudiera llegar muy lejos. — básicamente porque era bastante absurda, pero era una forma de responder a su broma y quitarse un poco los nervios. Finalmente había llegado la hora de ponerse en marcha de nuevo así que observó lo que tomaba en la mano y asintió, podía parecer una tontería pero con un buen sartenazo una podía protegerse perfectamente, que no dijeran que no, así que le pareció una opción de lo más útil, además no tenía por qué ser para Jazz, Scott también podría usarla, nadie había adjudicado nada, lo que sí estaba adjudicado en ese momento era el cuchillo porque lo tenía aferrado como si la vida le fuera en ello — Cielos, esto parece una maldita selva.
Cuando pasaron por las escaleras no podía evitar la cara de espanto, subiendo con él y tratando por todos los medios de no tocar nada que no fuera hecho por el hombre, lo cual era complicado viendo el estado en el que estaba la casa. Lo que más le preocupaba de todo aquello era llegar arriba y encontrarse con que aquel bicho gigante seguía vivo, así que en cuanto subieron la escalera miró a un lado y a otro. No estaba segura de si aquel bulto oscuro al fondo del pasillo podía haber sido el gorila pero ella por si acaso corrio con Jay hacia la habitación que correspondía a Scott y cerró la puerta, con mucho cuidado cuando ya iba a tocar para no hacer ruido y suspirando, al menos habían llegado vivos.
— Vale, el bate. Tiene que estar por algún lado. — ya con la puerta cerrada se puso a rebuscar, principalmente fue a mirar en el armario, eso sí abrió despacio y echó un vistazo desde lejos, moviendo la ropa para asegurarse de que no hubiera nada por ahí que le fuera a saltar a la cara. Cuando encontró el bate lo agarró y lo sacudio en el aire con satisfacción — ¡Lo tengo! Creo que ya estamos armados, tenemos comida...¿Qué más?
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Al escuchar ese ruido extraño se giró, hasta que se dio cuenta de que era Lizz riéndose, aunque no como a él solía gustarle que lo hiciera, de forma desinhibida y alegre, más bien era un sonido frustrado debido a todo por lo que estaban pasando, a pesar de todo medio sonrió, sintiéndose más tranquilo al ver que había dejado de echarse la culpa de todo y hacía bromas de ello —¿segura? ¿un juego que convierte tu casa en una selva? yo creo que sería un taquillazo— posiblemente no iría nadie a verla, la verdad es que sonaba bastante absurdo.
Al llegar arriba suspiró, no sabía si el gorila seguía vivo o si ese loco lo habría matado, pero la verdad es que tampoco quería descubrirlo, así que corrió junto a Lizz y se quedó vigilando la puerta, armado con el hacha, mientras ella rebuscaba.
—Ten cuidado con las serpientes— porque sí, algo le decía que habría más, que ese macabro juego no iba a dejar de esparcirlas por su casa y que nunca pararía, aunque consiguiesen matarlas a todas.
—Bien, creo que tenemos todo lo necesario— tenía cosas de valor en la casa, no económico, pues eso era lo de menos, pero sí sentimental, fotos, recuerdos, pero no creía que tuviesen suficiente tiempo como para perderlo con aquello, no quería tardar y que los niños empezasen a preocuparse por ellos, tendrían que estar muy asustados solos en el garaje, lo mejor era que volviesen ya —será mejor que volvamos, llamaré a los niños para avisarles de que vamos para allá— apretó el botón y dijo sus nombres, en un pequeño susurro, pero al ver que no contestaban lo dijo un poco más alto, hasta que se dio cuenta de que ni siquiera estaba emitiendo una señal —está... está apagado...— murmuró sintiendo como se le helaba la sangre ¿y si les había pasado algo? ¿y si ese loco los había encontrado? ¿y si? no quería ni pensar en como acabar.
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Se había quedado mirando a Jay mientras intentaba contactar a los niños, aunque de cuando en cuando no podía evitar mirar alrededor, desconfiada de lo que pudiera intentar aparecer en cualquier momento, la verdad que estaba más tensa de lo que pudiera imaginar. Y la cosa no mejoró con sus palabras. En seguida le miró con los ojos como platos.
— ¿Qué? ¿Cómo que apagado? — agarró ambas armas con una mano y le quitó el walkie, toqueteándolo ella como si eso fuera a arreglar algo de alguna manera estúpida — ¡Scott! La madre que te trajo. — estaba nerviosa y casi siseaba, mirando a su pareja con el ceño fruncido — ¿Está esto roto o voy a tener que matarle? — lo que esperaba por favor es que no les hubiera pasado nada porque ya sentía que se estaba mareando. Pero por suerte aquella cosa de repente emitió un ruido y se quedaron tiesos en el sitio, escuchando aquel mensaje. Miró el cacharro, a Jay, al cacharro y de nuevo a Jay — Tenemos que bajar. Ya.
Le puso el Walkie de nuevo contra el pecho para que lo cogiera y ella agarrar tanto el bate como el cuchillo, pasándose el dorso de la mano por la frente. Sus niños estaban en peligro porque si habían escuchado algo es que debía estar muy cerca y con lo que habían visto a saber qué mierda podría ser lo que estaba rondando el garaje. Pero fuera lo que fuera ahora iban armados. Tenían bate, cuchillo, hacha y sartén, no iban a dejar que se acercaran a ellos, eran dos padres de los nervios. Se paró un segundo y tomó aire.
— Te...te quiero, aunque tu casa esté intentando matarnos. — apretó los labios y le miró de reojo. Igual era un poco raro pero le parecía conveniente recordárselo porque bueno, había un hombre con una escopeta de caza -entre otras cosas- pululando ahí fuera.
— ¿Qué? ¿Cómo que apagado? — agarró ambas armas con una mano y le quitó el walkie, toqueteándolo ella como si eso fuera a arreglar algo de alguna manera estúpida — ¡Scott! La madre que te trajo. — estaba nerviosa y casi siseaba, mirando a su pareja con el ceño fruncido — ¿Está esto roto o voy a tener que matarle? — lo que esperaba por favor es que no les hubiera pasado nada porque ya sentía que se estaba mareando. Pero por suerte aquella cosa de repente emitió un ruido y se quedaron tiesos en el sitio, escuchando aquel mensaje. Miró el cacharro, a Jay, al cacharro y de nuevo a Jay — Tenemos que bajar. Ya.
Le puso el Walkie de nuevo contra el pecho para que lo cogiera y ella agarrar tanto el bate como el cuchillo, pasándose el dorso de la mano por la frente. Sus niños estaban en peligro porque si habían escuchado algo es que debía estar muy cerca y con lo que habían visto a saber qué mierda podría ser lo que estaba rondando el garaje. Pero fuera lo que fuera ahora iban armados. Tenían bate, cuchillo, hacha y sartén, no iban a dejar que se acercaran a ellos, eran dos padres de los nervios. Se paró un segundo y tomó aire.
— Te...te quiero, aunque tu casa esté intentando matarnos. — apretó los labios y le miró de reojo. Igual era un poco raro pero le parecía conveniente recordárselo porque bueno, había un hombre con una escopeta de caza -entre otras cosas- pululando ahí fuera.
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No fue capaz de tranquilizar a Lizz porque él se sentía tan ansioso como ella, de hecho no se había dado cuenta de que había dejado de respirar hasta que no escucharon el walkie encenderse y su cuerpo se permitió tomar aire de nuevo, vale, había que estar calmados o al menos intentarlo, porque no era muy alentador lo que los niños tenían para decirles, pero de momento estaban a salvo y eso era lo único que importaba.
—Niños— susurró agarrando el walkie —tranquilos ya vamos para allá, solamente no salgáis del garaje y todo saldrá— se calló al ver que el cacharro no estaba emitiendo ningún tipo de señal —malditas pilas— se quejó y abrió la puerta de un tirón haciéndole un gesto con la cabeza a Lizz para que lo siguiese.
—No dejaré que nos pase nada, cuando todo esto acabe vais a tener la bienvenida que os merecéis— sus labios rozaron su frente, sintiendo un poco de alivio de que al menos estuviese allí con él y luego bajaron hacia el garaje.
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