No era el genio de las pociones pero era bastante bueno, muy bueno a decir verdad, básicamente porque era una de las cosas en las que solía matar el tiempo durante el verano así que no se le daba tan mal. Ese día sin embargo le había tocado compartir la clase con una leona que no lo llevaba muy allá. Se salvaba de su veneno porque era una de sus amigas así que le tuvo paciencia, aunque se hubieran quedado los malditos últimos en el aula, ¡los últimos! Lo pero de todo es que al llegar la hora de terminar estaba tan aburrido y muerto del asco que sin saber cómo llegaron a ello jugaron a hacer apuestas, entre unas cosas y otras...aceptó probar la poción con la que estaban probando ese día.

Consejo del día, no lo hagáis. Antes de darse cuenta Nissim tenía tetas y un aspecto muy raro. La profesora se apuró en hacer todo lo posible para solventar la situación pero incluso con algo para contrarrestar el efecto de la poción avisó de que tardaría unas horas en volver a su estado normal. Genial, pasearse por todo Hogwarts con esas pintas sería maravilloso. Por suerte o por desgracia su amiga tenía esa chispa que la llevaba a querer divertirse y además el buen juicio de tener un uniforme de repuesto siempre a mano – porque era un poco torpe en pociones y no sería la primera vez que acababa toda pringada – y se lo cedió para que al menos no la mirasen de más por ser una rarita con un uniforme de chico. Pero rarito se sintió al tener que llevar falda. Era incómodo y raro. Encima ella insistió en que ya que estaban echaran un rato juntos.

Un rato para una chica cuyo uno de sus amigos acababa de conseguir tetas significaba enseñarle las maravillas de ser mujer así que se gozó una visita a los baños, acabar maquillado, escuchar unos cuantos chismes y en fin...parecer tres años mayor de lo que era, como algunas compañeras de su clase. Con lo feliz que era él consigo mismo. Pero bueno al final después de cenar – en una mesa que no era la suya bajo la mirada extrañada de compañeros a los que no le sonaba de nada – se fue por los pasillos a su Sala Común, que ya daría explicaciones pero bueno era su casa a fin de cuentas, sabía cómo entrar. Pero entonces...entonces encontró algo que no podía rechazar. Era Cohen, allí en medio mirando un pergamino de a saber qué. Se pasó la lengua por los labios, haciendo una mueca por el sabor del labial que le había puesto su amiga que aunque era de cereza...¿qué mierdas les pasaba? Sacudió la cabeza y se acercó a él.

— Esto no tiene pinta de ser el pasillo que da hacia mi Sala Común. — miró a su alrededor, como si estuviera perdidísimo el pobre, la pobre, lo que fuera. Obviamente estando camino a las mazmorras estaba muy lejos de donde le correspondía, por ahí solo iban los Hufflepuff y Slytherin, pero bueno...a ver por dónde le salía el juego.

Los pasillos de Hogwarts podían resultar complejos durante el primer curso, pero después de recorrerlos por un año entero lo cierto es que lo difícil era perderse. Pero al parecer había gente a la que le pasaba. Como esa chica que acababa de acercársele, con expresión de no saber cómo demonios había terminado dónde había terminado ni cómo ir a dónde quería ir. Caleb la observó un segundo, dedicándole una pequeña sonrisa. Una Gryffindor, y parecía mayor que él. Puede que fuera de sexto o incluso de último curso ya. Su cara le sonaba pero no lograba ubicarla, aunque tampoco le puso demasiado empeño. Después de todo no es como que conociera a cada alumno dentro de esos muros.

- Lo cierto es que te has desviado un poco - reconoció sin ánimo de mofarse ni mucho menos - Para ir a la sala común de Gryffindor normalmente tienes que subir, no bajar - su sonrisa se amplió ligeramente e hizo un gesto con la cabeza hacia el principio del pasillo - No eres nueva, ¿no? Creo que te he visto antes - podía equivocarse, pero también podía ser que a la pobre le hubieran gastado una broma y le hubieran lanzado algún hechizo o dado de beber alguna poción que descontrolara su sentido de la orientación. Esas cosas pasaban. Es lo que tenía de malo -o bueno, según se mire- de que tus amigos fueran adolescentes con habilidades mágicas y acceso a objetos que podían traerte más de un rompedero de cabeza - ¿Estás bien? Si no te ves capaz de llegar por ti misma puedo acompañarte hasta el retrato de la Dama Gorda. - ofreció guardándose el pergamino. Tampoco le corría tanta prisa repasarse la lista de pociones que solían caer en el examen que tenía dentro de dos días.

Mira tú, pues iba a ser verdad eso de que sí era amable con el resto de personas y la hostilidad se la guardaba para gente como él. Por un momento Nissim sintió verdaderas ganas de ser un borde, de soltarle algo venenoso o dejarle en vergüenza de alguna manera, era lo lógico, lo que se merecía por ser tan agradable con una Gryffindor cualquiera mientras que con él había sido un antipático desde el minuto cero.

— Ups...— soltó una pequeña risita y se dio un golpe en la cabeza con los nudillos — No sé qué me pasa hoy, estoy teniendo un día de lo más raro, ¿no te ha pasado nunca? Como que arriba es abajo, lo blanco es negro, no sabes ni dónde estás...y nada es lo que parece. — se mordió el labio inferior, alzándose de hombros con fingida inocencia, como si realmente estuviera en algún tipo de estado confuso — Estamos aquí todo el año no sería raro que nos hubiéramos visto antes. — echó un vistazo por encima de su hombro antes de volver a mirarlo a él, sin profundizar mucho más en ese tema y prefiriendo ahondar en sus siguientes palabras. Entrelazó las manos tras su espalda. Aún se le hacía raro notar la falda, tenía frío — ¿No te importa? No querría molestarte pero...sería una ayuda, no estoy muy segura de intentar llegar y acabar en el campo de Quidditch. No creo que pueda jugar a esta hora aunque a lo mejor si me consigo una escoba pueda entrar volando a mi cuarto por la ventana...— se llevó el índice a la barbilla, como si se lo estuviera pensando realmente aunque luego volvió a sonreír — Me llamo Savannah, Savannah Clarke.

Ah, qué bien le iba a venir la exiliada de su hermana en un momento como ese, mira tú por dónde. Ladeó un poco la cabeza pero no hizo ningún tipo de gesto de saludo como estirar la mano hacia él ni nada parecido, no tenía ganas de que le tocaran, mucho menos con ese cuerpo que no era suyo y se sentía tan raro. Pero en realidad la gran pregunta era...¿qué cuernos estaba haciendo?

Definitivamente alguien le había hecho una pequeña jugarreta a la muchacha. No parecía demasiado grave -ni ella demasiado afectada en realidad- pero podía ser un verdadero coñazo querer ir a un sitio y terminar dando vueltas sin saber cómo llegar. Fuera lo que fuera esperaba que los efectos se redujeran al sentido de la orientación, y que se le pasaran pronto.

- Caleb Cohen - se presentó cuando la chica hizo lo propio, haciendo un gesto con la mano para que tomara la dirección opuesta a la que llevaba hasta el momento, comenzando él mismo a caminar en ese sentido - Y no me importa, tranquila. De hecho creo que me quedo más tranquilo si voy contigo - reconoció encogiéndose ligeramente de hombros - Decía lo de haberte visto antes porque me sorprendía un poco que no supieras llegar a la torre Gryffindor, a menos que fueras nueva. Pero pareces de los últimos cursos - explicó mirándola con una ceja ligeramente alzada, aunque luego hizo una pequeña mueca porque... si simplemente carecía del sentido de la orientación se sentiría un poco culpable por lo que acababa de decir la verdad - Que a ver, puedes haberte perdido aunque lleves aquí un año entero. No serías la primera a la que le pasa. Pero lo primero que se me pasó por la cabeza es que tal vez te hubieran gastado una broma pesada o algo parecido, y te hubieran hechizado para que perdieras el sentido de la orientación o yo qué sé - no, desde luego decirle que parecía confusa no parecía una buena opción así que simplemente le sonrió de nuevo, con cierta culpabilidad - Igual he pensado demasiado.

Echó a caminar en la dirección que le indicaba, señalando primero como si quisiera asegurarse de que era pro ahí y luego dirigiendo sus pasos hacia la salida de las mazmorras, comenzando a escuchar toda su sarta de palabrería. No recordaba haberle escuchado hablar tanto y de aquella manera, ¿pero qué le pasaba? ¿Es que se volvía tonto con las chicas? Ay, por todos los sapos, igual era de esos. Tuvo que contenerse de fruncir el ceño, pero vamos era bueno disimulando expresiones así que solo lo miró, sonriendo ligeramente.

— Ahm...hoy tuve clases de Defensa contra las Artes Oscuras y usamos unos hechizos para confundir a tu oponente, creo que no he vuelto a ser la misma desde entonces. — míralo, si es que él solito le estaba poniendo todas las excusas que necesitaba, ni siquiera estaba requiriendo tirar de intelecto para inventarse alguna chorrada que fuera lo suficientemente creíble, solo tenía que rellenar algunos huecos — Caleb, Caleb, Caleb...— comenzó a canturrear un poco su nombre. Se sentía curioso poder hacer cualquier cosa que quisiera con la excusa de que nadie sabría que era él, era como el mejor disfraz de la historia que le permitiría jugar. Iba a tener que probar a hacer la mulltijugos en casa para torturar a sus abuelos algún verano — Qué nombre tan bonito tienes, ¿te importa si te llamo así? Lo de los apellidos es tan...— hizo una pequeña mueca, también un gesto de la mano, mirando alrededor y bajando la voz a un susurro — Como que le gusta mucho a los que fardan de su linaje, no sé si me entiendes. — otra forma de decir puristas pero de forma disimulada — Uy espero que tú no seas...no quiero ofenderte.

Hizo una mueca, como si realmente temiera haber tocado un tema sensible en caso de que él fuera uno de esos, pero sinceramente incluso aunque se diera la casualidad de que no supiera que era un mestizo en Hufflepuff no solían entrar ese tipo de personas así que uno podía despreocuparse con esos comentarios. Que habrían casos, por supuesto, pero vaya...los de menos.

¡Así que se trataba de eso! No es que se alegrara ni mucho menos, pero lo cierto es que saber de dónde venía ese extraño comportamiento y que se debiera a un duelo de clase era un alivio, la verdad.

- Si mañana no se te pasa creo que deberías consultárselo a algún profesor o incluso pasarte por la enfermería - sugirió encogiéndose inmediatamente de hombros por el tema del nombre. Él solía usar el apellido simplemente porque la mayor parte de la gente lo hacía así, sólo los que eran amigos o tenían cierta relación de confianza usaban el nombre de pila, pero si la chica prefería llamarle Caleb tampoco tenía ningún inconveniente al respecto - Si prefieres usar mi nombre está bien - aseguró, riendo levemente por su referencia a lo presuntuosos que eran algunos con su linaje. Sí, bueno, se conocía a unos cuantos así - En realidad mi sangre es mestiza. Y Cohen es el apellido de mi madre, que es muggle así que... orgulloso de mi linaje, pero del no mágico en este caso - reconoció dejando escapar un bufido divertido. No tenía nada en contra de su padre, pero todo lo que su apellido arrastraba era una gran bola de la que no se sentía precisamente orgulloso. El propio Dominic había adoptado el apellido de su esposa por los mismos motivos por los que Caleb rechazaba ahora todo contacto con su familia paterna, sólo que el mayor lo había vivido de primera mano.- ¿Tu padre es muggle? Clarke parece más un apellido de ese estilo.

Y se preocupaba hasta por el día siguiente y todo, pero de verdad qué majete, si es que...qué asco le estaba dando. No asco de verdad porque olía muy bien y era muy guapo pero vaya, a ver qué le había hecho él para que le tratara tan mal mientras que a una desconocida la trataban tan amablemente.

— Eres muy considerado, Caleb. Te prometo que si mañana no me encuentro bien aún iré a que me echen un vistazo. — se hizo un signo de cruzarse sobre el corazón a modo de promesa, mientras seguían avanzando por el castillo. Sus zapatos resonaban demasiado para su gusto o tal vez era solo la sensación que tenía. Entonces le dijo aquello de que era mestizo, de su apellido y le recordó un poco a la situación de su hermana o más bien a cómo debían ser los hijos de ella, sería algo similar. Se mordió el labio inferior por unos instantes — Hmm...pero no te avergüenzas de ser mago ni nada de eso, ¿no? — porque puede que el Slytherin tuviera ese tufillo purista en cuanto a orgullo de ser mago se refería y eso de orgullo sobre el linaje muggle le apestaba un poco, aunque sabía que había familias que se las traían, pero aún así.

Al recibir la pregunta sobre su sangre se quedó un segundo pensando, aunque trató de hacerlo rápido para que no fuera sospechoso. Decir que era Sangre Pura no parecía una buena opción visto lo visto, empezaba a olerse por qué le despreciaba tanto en su forma original. Decir que era un sangre sucia quedaba descartado, no tenía tanto control sobre el mundo muggle como empezara a decir cosas quedaría en ridículo.

— Mi padrastro. — terminó por decir, alzándose de hombros — Cuando mi padre murió mi madre se casó con un muggle y él me adoptó así que tomé su apellido, es un tipo muy agradable así que me gusta poder llevarlo. — bueno, así tenía una excusa para conocer solo ciertas cosas de los muggles, las cosas que sabía gracias a su hermana — Y tú...¿vives entonces con tu madre o tu padre también? A veces las relaciones entre magos y muggles son un poco complicadas. — comenzó a jugar un poco con su pelo, no es que estuviera nervioso ni nada de eso es que...se sentía raro, tal vez estaba sintiendo interés genuino por el Hufflepuff y él solía ser bastante desinteresado — Igual si tienes más hermanos es sencillo...

La miró con las cejas alzadas ante su comentario de si se avergonzaba de ser mago, volviendo a reír levemente mientras negaba con la cabeza. No sabía en qué momento había dado esa impresión pero era una completamente equivocada.

- No, claro que no. Estoy muy orgulloso de mi parte mágica, claro - aseguró haciendo un vago gesto con la mano para señalarse a sí mismo - Mis padres lo tuvieron un poco complicado cuando decidieron casarse porque mis abuelos eran extremadamente puristas así que es más una cuestión de ideales que de genética - explicó sin querer entrar demasiado en el tema. No al menos en los detalles más escabrosos del asunto pero estaba seguro de que mencionando el carácter purista de sus abuelos, Savannah entendería. Escuchó entonces la breve explicación sobre la procedencia de su apellido y la miró con cierta sorpresa - Vaya, creo que nunca había conocido a nadie que hubiera sido adoptado por un muggle siendo mago - no quiso preguntar a qué edad había sucedido eso porque quizás era meterse ya demasiado en temas más privados pero se quedó con la curiosidad de saber si ese hombre había tenido que vivir la magia durante la adolescencia de Savannah o si le había llegado incluso antes.- Vivo con mis padres. Y tengo dos hermanas mayores, Athena y Leith. Me sacan unos cuántos años así que mis padres habían olvidado casi lo que era tener un hijo adolescente cuando me tocó a mí - bromeó sonriendo con diversión - ¿Tú tienes hermanos?

Sonrió, no pudo evitarlo, saber que pese a todo se sentía orgulloso de su parte mágico le gustó, al final no era tan anti-magos como podía pensar, porque a veces algunos hijos de muggles o mestizos se volvían un poquito especiales con esas cosas, pero no parecía ser el caso. Además llegó la explicación de sus abuelos y por un momento no pudo evitar pensar en los suyos, en los cuatro, pero especialmente en los que le habían criado desde hacía casi ocho años. Se pasó la lengua por los labios, de nuevo ese sabor a cereza le hizo arrugar un poco el gesto por un segundo pero suspiró.

— Los ideales son complicados. Hay mucha gente que se ve arrastrada por toda esa locura del purismo, la sangre y demás y en realidad lo único que quiere es vivir a su aire, pero al final no les queda más remedio que guardar las apariencias para poder tener una vida más o menos decente hasta que pueden ser libres. Eso o tienen que pasar por lo que pasaron tus padres. — se alzó de hombros. No tenía ni idea pero suponía que sería algo parecido a lo de su hermana. Caleb era como sus sobrinos, a fin de cuentas. Eso era raro, no quería pensar en ello, así que simplemente miró al frente, entrecerrando un poco los ojos — Yo tengo tres hermanos, todos mayores que yo también, soy ese pequeño desastre de última hora que no sabemos muy bien a qué vino pero al final le terminan cogiendo cariño porque es difícil de ignorar. — sonrió de medio lado, tal vez siendo un poco más él al hablar, pero le era difícil no dejarse llevar en una conversación ta...¿relajada? Qué mal asunto ese — Dos Hufflepufs y una Gryffindor yo fui el...— se quedó en silencio un instante, mirando hacia abajo y luego a él, volviendo a sonreír — ...el último intento de mi madre para aspirar a tener una Ravenclaw pero ni con esas. — menos mal que pensaba más o menos rápido — ¿Te puedo hacer una pregunta un poco rara? — y no es como que fuera a esperar permiso, la verdad — ¿A ti te caen mal los magos que vienen de familias puras? Después de haber escuchado lo de tus abuelos...sé que es algo un poco personal pero, no sé...tengo curiosidad.

Era eso, tenía que ser eso, no podía ser que fuera él en particular, tenía que ser porque pertenecía a algo más grande porque si era solo él en específico poco podía hacer por solucionar el problema...¡que no es que quisiera solucionar nada! Pero a ver, le gustaba tener opciones, detestaba tener los caminos cerrados.

Se sintió un poco identificado con "ese desastre de última hora" así que no pudo evitar sonreírle con complicidad, asintiendo como si entendiera perfectamente a lo que se refería. Aunque él había sido deseado, o eso le habían contado. Pero igualmente había llegado de forma inesperada, lo que no implicaba que no lo quisieran, pero eso. Que ya no contaban con un pequeño Caleb en sus vidas cuando él apareció.

- Mis hermanas son gemelas pero una es una es una Gryffindor de manual y la otra terminó en Ravenclaw. Es gracioso lo opuestas que son - reconoció recordando con cariño lo que era estar con ellas en casa - Creo que nadie esperaba para mí que terminara en ninguna casa en particular así que entrar en Hufflepuff no supuso el mayor drama - alzó ligeramente los hombros, comenzando a subir las escaleras hacia la torre de Gryffindor. Suponía que desde ahí Savannah no tendría pérdida pero aun así ya que la había acompañado hasta allí podía seguir hasta el retrato de la entrada de su sala común, y al menos se habría asegurado de que llegaba a dónde debía.

La miró entonces con curiosidad cuando mencionó el hacerle una pregunta personal, y lo cierto es que al escuchar qué era lo que le rondaba por la cabeza se sorprendió un poco de que a alguien que no había hablado con él nunca de pronto se le ocurriera una pregunta que resultaba tan importante e incluso puede que íntima.

- No sé si caer mal es el término que yo utilizaría - reconoció torciendo los labios hacia un lado, mirando hacia el techo de manera pensativa - Pero no me gusta que se tomen confianzas - no estaba muy conforme con su respuesta porque era... incompleta, y probablemente difícil de comprender aunque lo estaba haciendo lo mejor que podía para poner en palabras de forma breve un pensamiento que se había forjado en su cabeza a lo largo de sus quince años de vida, pero que llevaba en su familia desde mucho antes - Siento como que tengo que estar en constante alerta con ellos. Así que no es que me caigan mal o que desee que desaparezcan del mundo o algo así. Sólo... si tienen que hacerse amigos de alguien prefiero que no sea de mí. Luego te llevas un palo cuando sus ideales pesan más que el sentido común y te alejan de su vida cuando ya te has encariñado - trató de que su voz sonara a broma pero si se basaba en la historia de sus padres no le quedaban muchas ganas de hacer chistes al respecto la verdad - Haces unas preguntas muy inusuales. Me caes bien - reconoció ampliando un poco más su sonrisa.

Su paso se fue haciendo más lento a medida que le escuchaba hablar, hasta que finalmente se detuvo. Tal y como pensaba, no se fiaba de los sangre pura, no se fiaba de que al final el estatus de sangre fuera más importante que cualquier tipo de relación que pudieran tener con alguien “de fuera”, lo peor de todo es que si lo intentaba pensar de forma fría, lejos de su mosqueo adolescente por sentirse rechazado solo por lo que era de nacimiento, no sabía si podía quitarle razón. A fin de cuentas él mantenía contacto con su hermana pero a escondidas, si se viera en la obligación de elegir entre un mestizo o un muggle o su mismísima hermana y su sangre...no estaba seguro de lo que haría, no iba a mentirse a si mismo.

Se había quedado algo metido en sus propios pensamientos cuando esas tres estúpidas palabras hicieron que sintiera un hormigueo extraño en su vientre. No es que le importara si le caía mejor o peor a ese chico, a fin de cuentas se conocían de aquella manera pero le hacía sentir cosas encontradas, ahora obviamente iba a achacarlo al hecho de que era un prejuicioso y le tenía manía por su cuna. Así de simple era el cerebro adolescente en ocasiones. Pese a todo sus labios formaron una sonrisa suave y se giró para ponerse frente a él.

— Supongo que a veces pienso demasiado y no siempre encuentro con quién hablar de todo lo que se me pasa por la cabeza. — se alzó un poco de hombros, con fingida inocencia — Pero lo cierto es que...con respecto a lo que has dicho, piensa que tal vez lo que estás haciendo no se diferencia mucho de lo que ellos hacen. Ya sabes...intentar apartar un poco a los que son diferentes, aunque tú tengas otras razones probablemente más justificadas por tus vivencias. Ellos muchas veces simplemente han nacido donde han nacido y no han conocido otra cosa, ¿sabes? Que no les defiendo pero...no sé, solo pienso en voz alta. — volvió a jugar un poco con su pelo, tenerlo largo era curioso, eso no le había desagradado. Tomó aire profundamente, no es que se estuviera justificando frente a nadie, él estaba muy bien con su situación, simplemente conversaba, ¡solo eso! — Tú también me caes bien, pero así sois los Hufflepuff, tenéis esa amabilidad innata, ¿eh?

Había una cosa que le había quedado en claro y es que Caleb venía de una familia como la de su hermana, que había sido exiliada por los puristas, probablemente nunca aceptaría a la gente como él así que intentar ser su...su amigo o simplemente tener una relación agradable siendo él mismo quedaba bastante descartado, iba a tener que aprender a vivir con esa tirantez con la que llevaban el último año y probablemente nunca escucharía tan directamente ese “me caes bien” de nuevo. Al final para algo había servido todo aquello. A su parecer, para ahorrarse perder tiempo. Y tal vez para despedirse.

El año anterior había sido parecido, simplemente se había acercado sin previo aviso, sin más contacto que el de sus labios con su compañero. Esta vez al menos cerró los ojos, porque llevaba la intención que llevaba. No sabía si le causaría el mismo rechazo porque era una chica Gryffindor con un evidente problema de confusión mental causado por un hechizo pero qué más daba, él se lo dio. Lo curioso es que de haber sabido que Darren Millestone, por puñeteras casualidades de la vida y tras un aesquina había presenciado aquel  beso no tenía claro si lo hubiera evitado o lo habría hecho con más ganas. De cualquier forma lo hecho pues ya estaba y cuando se apartó le volvió a sonreír.

— Gracias por tu ayuda, Caleb. Se te da bien indicar el camino a seguir. — y de qué manera.

Lo bueno de estar en un colegio con gente tan diferente, de procedencias y opiniones tan dispares es que si sabías escuchar, y si querían escucharte, podías tener charlas realmente enriquecedoras. Caleb podía no estar de acuerdo en absoluto con que los mestizos tenían la misma actitud hacia los sangre pura que los sangre pura tenían hacia los hijos de muggles, pero siempre era interesante intentar ver la situación desde otra perspectiva.

- Creo que, nazcas dónde nazcas, siempre puedes encontrar la oportunidad para tomar tus propias decisiones. No digo que sea fácil, pero supongo que es más cómodo quedarse con lo que te han enseñado que tratar de buscar tu propio lugar en el mundo, y eso no es culpa de tu entorno si no tuya - se encogió de hombros levemente, riendo un poco por lo de la amabilidad innata y negando - No, que va. Eso es un mito. Vivo rodeado de ellos y te aseguro que a primera hora de la mañana podemos ser tan desagradables como un troll.

Lo que vino a continuación no lo vio venir, sólo supo que de pronto esa chica de Gryffindor tenía los labios pegados a los suyos. No fue un gesto brusco pero sí uno que lo pilló totalmente desprevenido. Vaya, sí que era agradecida la muchacha. De una forma muy particular.

Las mejillas de Caleb se encendieron ligeramente y apretó inconsciente los labios cuando la presión sobre ellos desapareció, esbozando una sonrisa incómoda, avergonzada.

- De nada. La dirección tampoco era tan difícil. - vaya, qué gran respuesta. El caso es que suponía que se separarían ahí y de alguna manera casi lo agradecía, no es como que supiera muy bien qué hacer o qué decir a continuación, así que despedirse era una opción tan buena como otra cualquiera - Ha estado bien. La charla. Recuerda hablar mañana con algún profesor si sigues sintiéndote desorientada - sonrió de nuevo, haciendo un gesto de despedida con la mano antes de darse media vuelta y retomar el camino hacia su sala común.

La de estragos que podían hacer los hechizos de confusión en la gente, ¿eh?