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Ivanka
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Boys like you don't belong with girls like me CON Marcus EN Sala de los Menesteres A LAS 18:00h, 2 de junio 2001 |
La Condesa Olenska había llegado corriendo al poyete donde Gal estaba sentada, apoyada sobre uno de los arcos góticos, con Marcus a su lado. De entrada, se preocupó. La Condesa Olenska nunca corría a no ser que fuera por una urgencia muy urgente. Era como si no quisiera que su blanco y suave pelaje se alborotara solo por llevarle cartas a su simple humana, de ahí el nombre que le había puesto.
Era la última noche de curso y todo el mundo se volvía un poco loco. Ella planeaba hacerlo, pero antes fue a hacerle un poco de compañía a su amigo porque tenía que vigilar que los chavales no se despendolaran demasiado. Cogió a Olenska del suelo y la puso en su regazo, acariciándola un poco. Reconoció el sello, aunque no dejó traslucir su reacción. El sello de los Van Der Luyden, la familia de su madre. Como quien no quería la cosa, abrió la carta y la leyó. Algo, como una anilla, se apoderó de su estómago. Tragó saliva y sonrió débilmente, aunque no se dio cuenta de que al levantarse tan abruptamente había tirado a Olenska, que en honor a su rango lo corrigió cayendo grácilmente. Aun así, mantuvo el tipo.
-Tengo que contestar ya mismo a mi padre. Son detalles del viaje de mañana, y ya sabes que a veces se despista- dijo extendiendo la mano para posarla sobre el antebrazo de su amigo, como un gesto casual- Nos vemos en cuanto baje a la fiesta- y salió corriendo con una sonrisa. No hubiera aguantdo ni un segundo más sonriendo, mintiendo a Marcus o rodeada de gente. Corrió por los pasillos como si la vida le fuera en ello, buscando desesperada la sala de los menesteres. La necesitaba como el aire, el aire que no sentía ahora mismo. Cuando llegó, dio los tres pasos apresuradamente, tenia lo que necesitaba muy claro en la cabeza.
El salón de su casa. Pero no como estaría ahora, con el fuego apagado y la fina capa de polvo. Como estaba cuando vivía su madre. Los mullidos cojines, el fuego anaranjado, la calidez de un hogar. Allí releyó la carta.
Estimada Alice
Como tus abuelos, pedimos que consideres esta carta como una advertencia amigable. Tu hermano Dylan necesita un hogar estable. No un padre trastornado y una hermana irresponsable. Sabemos que a pesar de tu actitud, quieres a Dylan con todo tu corazón, y el chico no vendrá con nosotros ni asistirá a Ilvermony si tú no se lo pides. Preferiríamos no hacer esto por la vía legal si no llegar a un acuerdo. También preferiríamos no tener que airear la cantidad accidentes y mal funcionamnientos de los hechizos de tu padre para convencerte.
Att. Peter y Lucy Van Der Luyden.
Se dejó caer de rodillas junto a uno de los sofás, donde solía sentarse su madre y se inclinó sobre el asiento vacío, como cuando le ponía la cabeza en el regazo. ¿Qué iba a hacer? No tenía un plan ni una respuesta para todo aquello. Había ayudado a su padre y a su hermano como buenamente había podido, pero no tenía ni idea de por donde le venían los golpes esta vez. Había vivido tanto en el presente, en el día a día, que había olvidado que su familia podía golpear así. Cuando oyó un ruido en la sala se asustó. ¿Quien…? ¿Marcus? ¿Qué hacía ahí? Para haber podido entrar tendría que haber necesitado… encontrarla a ella. ¿Por qué? De nuevo una sensación en su estómago, pero eso no era angustiosa, ni mucho menos. Seguramente era por su papel de prefecto. Todo necesitaba arreglarlo.
-Vete, por favor. No necesito al prefecto O’Donell… no podría arreglar esto y no sé que voy a...- dijo estrujando la carta y dejándola caer en manos de Marcus. Por fin, las lágrimas brotaron de sus ojos y apretó los dientes. No quería que él la viera así. Quería huir y estar sola, pero ya ni en la sala de los menesteres podía estar tranquila.
Era la última noche de curso y todo el mundo se volvía un poco loco. Ella planeaba hacerlo, pero antes fue a hacerle un poco de compañía a su amigo porque tenía que vigilar que los chavales no se despendolaran demasiado. Cogió a Olenska del suelo y la puso en su regazo, acariciándola un poco. Reconoció el sello, aunque no dejó traslucir su reacción. El sello de los Van Der Luyden, la familia de su madre. Como quien no quería la cosa, abrió la carta y la leyó. Algo, como una anilla, se apoderó de su estómago. Tragó saliva y sonrió débilmente, aunque no se dio cuenta de que al levantarse tan abruptamente había tirado a Olenska, que en honor a su rango lo corrigió cayendo grácilmente. Aun así, mantuvo el tipo.
-Tengo que contestar ya mismo a mi padre. Son detalles del viaje de mañana, y ya sabes que a veces se despista- dijo extendiendo la mano para posarla sobre el antebrazo de su amigo, como un gesto casual- Nos vemos en cuanto baje a la fiesta- y salió corriendo con una sonrisa. No hubiera aguantdo ni un segundo más sonriendo, mintiendo a Marcus o rodeada de gente. Corrió por los pasillos como si la vida le fuera en ello, buscando desesperada la sala de los menesteres. La necesitaba como el aire, el aire que no sentía ahora mismo. Cuando llegó, dio los tres pasos apresuradamente, tenia lo que necesitaba muy claro en la cabeza.
El salón de su casa. Pero no como estaría ahora, con el fuego apagado y la fina capa de polvo. Como estaba cuando vivía su madre. Los mullidos cojines, el fuego anaranjado, la calidez de un hogar. Allí releyó la carta.
Estimada Alice
Como tus abuelos, pedimos que consideres esta carta como una advertencia amigable. Tu hermano Dylan necesita un hogar estable. No un padre trastornado y una hermana irresponsable. Sabemos que a pesar de tu actitud, quieres a Dylan con todo tu corazón, y el chico no vendrá con nosotros ni asistirá a Ilvermony si tú no se lo pides. Preferiríamos no hacer esto por la vía legal si no llegar a un acuerdo. También preferiríamos no tener que airear la cantidad accidentes y mal funcionamnientos de los hechizos de tu padre para convencerte.
Att. Peter y Lucy Van Der Luyden.
Se dejó caer de rodillas junto a uno de los sofás, donde solía sentarse su madre y se inclinó sobre el asiento vacío, como cuando le ponía la cabeza en el regazo. ¿Qué iba a hacer? No tenía un plan ni una respuesta para todo aquello. Había ayudado a su padre y a su hermano como buenamente había podido, pero no tenía ni idea de por donde le venían los golpes esta vez. Había vivido tanto en el presente, en el día a día, que había olvidado que su familia podía golpear así. Cuando oyó un ruido en la sala se asustó. ¿Quien…? ¿Marcus? ¿Qué hacía ahí? Para haber podido entrar tendría que haber necesitado… encontrarla a ella. ¿Por qué? De nuevo una sensación en su estómago, pero eso no era angustiosa, ni mucho menos. Seguramente era por su papel de prefecto. Todo necesitaba arreglarlo.
-Vete, por favor. No necesito al prefecto O’Donell… no podría arreglar esto y no sé que voy a...- dijo estrujando la carta y dejándola caer en manos de Marcus. Por fin, las lágrimas brotaron de sus ojos y apretó los dientes. No quería que él la viera así. Quería huir y estar sola, pero ya ni en la sala de los menesteres podía estar tranquila.
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Boys like you don't belong with girls like me CON Alice EN Sala de los Menesteres A LAS 18:00h, 2 de junio 2001 |
Tenía que recuperar ese aliento atropellado y entrecortado cada vez que terminaba un beso, porque mientras acariciaba su lengua y su boca era incapaz de respirar, era como si se le olvidara o no lo necesitara, o como si el beso pudiera darle toda la vida que le hacía falta. Y al separar sus labios, Alice acarició su pelo y besó su frente, y Marcus la miró. Esa chica traviesa, lanzada y peligrosa podía ser muy tierna cuando se lo proponía, por eso la adoraba. Aunque nunca antes hubieran estado en esas circunstancias ni... Bueno, puede que alguna vez lo hubiera imaginado. Pero como algo hipotético, no como algo tan real como lo que estaba viviendo en esos momentos.
Vio como arqueaba su espalda y se llevaba las manos a esta, desabrochando su sujetador. Tragó saliva y respiró. Tenía ganas, muchas, pero también una tensión absurda que le provocaba una inseguridad nunca vista en él antes. Con las ganas que tenía de lanzarse, ¿pero y si metía la pata? ¿Y si hacía el ridículo, o si la incomodaba? Alice ya había dicho que confiaba plenamente en él... Y, uff, su mente no estaba para pensar mucho, que la chica tenía el sujetador casi quitado, parecía esperar a que él terminara el trabajo...
Se mojó los labios y, mordiéndoselos, bajó con delicadeza los tirantes del sujetador, descendiendo por sus hombros y descubriendo sus pechos. Y apenas terminó de hacerlo cuando notó como Alice había bajado la mano hacia su entrepierna para acariciarla. Eso le arrancó un suave gemido instantáneo, le produjo un escalofrío que le recorrió toda la espina dorsal y le provocó una tensión apenas fugaz por un segundo. Iba a notar que estaba... Bastante más animado de lo que hubiera estado nunca antes. Y por un lado le daba vergüenza... Y por otro, de nuevo, deseaba que lo notara. Que supiera como había reaccionado su cuerpo ante ella, ante sus susurros, ante sus besos, ante el roce de su piel y ante su simple imagen casi desnuda.
Volvió a inclinarse sobre ella y besó de nuevo sus labios, pero subió una de sus manos por su cintura hasta acariciar sus pechos, sin pensarlo demasiado, dejando que ella también le tocase. "Puedes tocarme donde quieras", le había dicho. Él quería hacerlo, quería tocarla y lo estaba haciendo, estaba acariciando su pecho y reprimiendo un suspiro en sus labios ante el tacto, no solo el de su mano contra la piel de ella, sino por el roce de sus caderas y la propia mano de Alice. No le salían las palabras para decírselo, pero esperaba que sus gestos hablasen solos y dijeran que ella también podía tocarle donde quisiera.
Vio como arqueaba su espalda y se llevaba las manos a esta, desabrochando su sujetador. Tragó saliva y respiró. Tenía ganas, muchas, pero también una tensión absurda que le provocaba una inseguridad nunca vista en él antes. Con las ganas que tenía de lanzarse, ¿pero y si metía la pata? ¿Y si hacía el ridículo, o si la incomodaba? Alice ya había dicho que confiaba plenamente en él... Y, uff, su mente no estaba para pensar mucho, que la chica tenía el sujetador casi quitado, parecía esperar a que él terminara el trabajo...
Se mojó los labios y, mordiéndoselos, bajó con delicadeza los tirantes del sujetador, descendiendo por sus hombros y descubriendo sus pechos. Y apenas terminó de hacerlo cuando notó como Alice había bajado la mano hacia su entrepierna para acariciarla. Eso le arrancó un suave gemido instantáneo, le produjo un escalofrío que le recorrió toda la espina dorsal y le provocó una tensión apenas fugaz por un segundo. Iba a notar que estaba... Bastante más animado de lo que hubiera estado nunca antes. Y por un lado le daba vergüenza... Y por otro, de nuevo, deseaba que lo notara. Que supiera como había reaccionado su cuerpo ante ella, ante sus susurros, ante sus besos, ante el roce de su piel y ante su simple imagen casi desnuda.
Volvió a inclinarse sobre ella y besó de nuevo sus labios, pero subió una de sus manos por su cintura hasta acariciar sus pechos, sin pensarlo demasiado, dejando que ella también le tocase. "Puedes tocarme donde quieras", le había dicho. Él quería hacerlo, quería tocarla y lo estaba haciendo, estaba acariciando su pecho y reprimiendo un suspiro en sus labios ante el tacto, no solo el de su mano contra la piel de ella, sino por el roce de sus caderas y la propia mano de Alice. No le salían las palabras para decírselo, pero esperaba que sus gestos hablasen solos y dijeran que ella también podía tocarle donde quisiera.
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Siempre le había encantado cómo se lamía Marcus los labios. Era un gesto que le cautivaba. Pero verle hacerlo mientras le quitaba el sujetador era una experiencia nueva. Era otro nivel de sensibilidad. Volvió a besarle, porque podría pasarse toda la noche haciéndolo, pero aquella mano le hizo tensarse en anticipación. Estaba tan sensitiva, tan ardiente, que cuando los dedos de Marcus, aquellos dedos que a ella tanto le gustaban, acariciaron sus pechos y la zona más sensible de ellos, se arqueó de nuevo, pero esta vez sin controlarlo, rompiendo el beso.
-Marcus...- salió desde lo profundo de su garganta. No conocía aquella sensación, no haba sido así antes, tan intenso que hasta esas caricias le arrancaban esas reacciones, le nublaban la vista y volvían a su cuerpo para sacarle más al chico, un beso animal, enredando los dedos en su pelo y pegándole a sí. Su mano viajera se volvió más intensa sobre su dureza. Quería acelerarle, quería sacarle un arrebato de placer como el que había tenido ella y sus dedos le envolvían, empezando a trabajar rítmicamente, aunque sin quitarle la ropa interior aún. Sabía que una vez se quedaran completamente desnudos las cosas escalarían muy rápido y quería disfrutar de aquella visión y aquel momento.
Se paró de nuevo a observarlo, le miró apasionada, le hubiera mirado toda la noche así, colorado y acelerado, con esa mirada fiera que no había visto hasta ahora. No retiraba la otra mano de su nuca, y echaba la cabeza para atrás para darle pequeños besos cargados de picardía, en los que enredaba su lengua unos segundo solo para retirarse y volver, mordiendo suavemente su labio inferior, o bajando de nuevo por su cuello.
-Marcus...- salió desde lo profundo de su garganta. No conocía aquella sensación, no haba sido así antes, tan intenso que hasta esas caricias le arrancaban esas reacciones, le nublaban la vista y volvían a su cuerpo para sacarle más al chico, un beso animal, enredando los dedos en su pelo y pegándole a sí. Su mano viajera se volvió más intensa sobre su dureza. Quería acelerarle, quería sacarle un arrebato de placer como el que había tenido ella y sus dedos le envolvían, empezando a trabajar rítmicamente, aunque sin quitarle la ropa interior aún. Sabía que una vez se quedaran completamente desnudos las cosas escalarían muy rápido y quería disfrutar de aquella visión y aquel momento.
Se paró de nuevo a observarlo, le miró apasionada, le hubiera mirado toda la noche así, colorado y acelerado, con esa mirada fiera que no había visto hasta ahora. No retiraba la otra mano de su nuca, y echaba la cabeza para atrás para darle pequeños besos cargados de picardía, en los que enredaba su lengua unos segundo solo para retirarse y volver, mordiendo suavemente su labio inferior, o bajando de nuevo por su cuello.
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Solo escuchar su nombre de esa forma, como Alice le llamaba, como reaccionaba ante sus caricias, le hizo soltar un gemido instantáneo, más audible que los anteriores. Se estaba desbocando. Se estaba lanzando en picado sin ningún tipo de frenos. Y le daba igual.
Recibió ese beso apasionado y salvaje respondiendo a él con la misma intensidad, aferrándose a la cintura de la chica con su mano libre, juntando aún más sus cuerpos y danzando con ellos, como si pudiera quedar la más mínima distancia a recortar. Una mano de Alice se enredó en su pelo, le encantaba cuando hacía eso. Pero no era comparable con lo que la otra mano le estaba provocando. Le estaba haciendo encenderse más y más, convertir su respiración en un jadeo y volverla más ruidosa, ahogando el sonido en sus labios.
Estaba descubriendo una versión de ambos, de la chica y de sí mismo, que por muchos besos furtivos que se hubieran dado no conocía en absoluto. La miró con deseo cuando se separó de él, notando como su pecho subía y bajaba, sintiendo el tacto de su lengua contra la de él y como su mano seguía estimulándole. Como besaba su cuello y mordía sus labios. Empezaba a ser más de lo que pensaba que se podía sentir jamás, más intenso, más... Descontrolado.
Descendió por el cuello de la chica sin querer que las manos de esta abandonasen ninguna de sus posiciones, pero bajando sus labios hasta sus pechos. Necesitaba besarlos, necesitaba acariciar la zona con su lengua, conocerla y saber cómo sabía. Una mano acariciaba uno de sus pechos mientras sus labios besaban el otro y su cuerpo se movía al ritmo que la chica le marcaba, notando como el calor empezaba a hacer todos los posibles efectos en él. Y como la poca ropa que les quedaba empezaba a sobrar.
Recibió ese beso apasionado y salvaje respondiendo a él con la misma intensidad, aferrándose a la cintura de la chica con su mano libre, juntando aún más sus cuerpos y danzando con ellos, como si pudiera quedar la más mínima distancia a recortar. Una mano de Alice se enredó en su pelo, le encantaba cuando hacía eso. Pero no era comparable con lo que la otra mano le estaba provocando. Le estaba haciendo encenderse más y más, convertir su respiración en un jadeo y volverla más ruidosa, ahogando el sonido en sus labios.
Estaba descubriendo una versión de ambos, de la chica y de sí mismo, que por muchos besos furtivos que se hubieran dado no conocía en absoluto. La miró con deseo cuando se separó de él, notando como su pecho subía y bajaba, sintiendo el tacto de su lengua contra la de él y como su mano seguía estimulándole. Como besaba su cuello y mordía sus labios. Empezaba a ser más de lo que pensaba que se podía sentir jamás, más intenso, más... Descontrolado.
Descendió por el cuello de la chica sin querer que las manos de esta abandonasen ninguna de sus posiciones, pero bajando sus labios hasta sus pechos. Necesitaba besarlos, necesitaba acariciar la zona con su lengua, conocerla y saber cómo sabía. Una mano acariciaba uno de sus pechos mientras sus labios besaban el otro y su cuerpo se movía al ritmo que la chica le marcaba, notando como el calor empezaba a hacer todos los posibles efectos en él. Y como la poca ropa que les quedaba empezaba a sobrar.
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Estaba a gusto así. Le gustaba llevar a Marcus al abismo, tenerle literalmente en la palma de la mano, saber que era ella la que le estaba provocando aquello. Por eso seguía, incansable pero suave, no quería ponerle muy al borde del abismo. Su mente estaba nublada, se sentía mareada, como si estuviera borracha de Marcus, a medio camino entre urgirle en llevarse eso a un paso más y disfrutar de ese estado indefinidamente.
Y entonces, él tomó la iniciativa de nuevo, probablemente impulsado por su reacción a sus caricias, y abrió los ojos para verle descender a sus pechos. Su abdomen se apretó en anticipación y, casi involuntariamente, sus piernas le apretaron, como un acto reflejo, como para impedir que se fuera nunca. Su lengua sobre sus pechos fue demasiado, y encima ahora lo combinaba con la mano en el otro pecho ¿Quién, en el mundo, le había contado a Marcus O'Donell que aquello le gustaba tanto? ¡Si ni ella misma lo sabía! ¿Tenía que ser bueno naturalmente hasta en eso?. No pudo evitar. que esta vez le saliera un gemido de verdad, uno que salía de lo profundo de sí, casi animal, curvando sus caderas y pegándolas a donde aún estaba su mano. Todo aquel roce la estaba volviendo loca, intoxicada de pasión y ganas de Marcus. Jadeó con su pecho subiendo y bajando frenéticamente al buscar el aire. Con la mano que tenía en el pelo, levantó suavemente la barbilla de Marcus, y se incorporó en el tronco superior para tener los rostros a la misma altura. Volvió a juntar las frentes como antes, creando aquella intimidad tan especial.
-¿Quieres seguir?- Luego le besó intensamente para que viera que ella sí quería. Pero entendía que si se quitaban la ropa que les faltaba aquello se acercaba mucho a la última base, y quería estar segura de que eso era lo que Marcus quería.
Y entonces, él tomó la iniciativa de nuevo, probablemente impulsado por su reacción a sus caricias, y abrió los ojos para verle descender a sus pechos. Su abdomen se apretó en anticipación y, casi involuntariamente, sus piernas le apretaron, como un acto reflejo, como para impedir que se fuera nunca. Su lengua sobre sus pechos fue demasiado, y encima ahora lo combinaba con la mano en el otro pecho ¿Quién, en el mundo, le había contado a Marcus O'Donell que aquello le gustaba tanto? ¡Si ni ella misma lo sabía! ¿Tenía que ser bueno naturalmente hasta en eso?. No pudo evitar. que esta vez le saliera un gemido de verdad, uno que salía de lo profundo de sí, casi animal, curvando sus caderas y pegándolas a donde aún estaba su mano. Todo aquel roce la estaba volviendo loca, intoxicada de pasión y ganas de Marcus. Jadeó con su pecho subiendo y bajando frenéticamente al buscar el aire. Con la mano que tenía en el pelo, levantó suavemente la barbilla de Marcus, y se incorporó en el tronco superior para tener los rostros a la misma altura. Volvió a juntar las frentes como antes, creando aquella intimidad tan especial.
-¿Quieres seguir?- Luego le besó intensamente para que viera que ella sí quería. Pero entendía que si se quitaban la ropa que les faltaba aquello se acercaba mucho a la última base, y quería estar segura de que eso era lo que Marcus quería.
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No dejó de besarla ni acariciarla, con su lengua y con sus manos, de dejar que su respiración se volviese ruidosa sin contenerla. Solo el movimiento del cuerpo de la chica bajo el suyo, oír sus jadeos y ese gemido que le arrancó otro a él, era más que placentero. Pero por si esto fuera poco, Alice seguía acariciándose, y él deleitándose en el tacto de su piel. ¿Podía aquello ir a mejor?
Podía. Se mordió el labio mirándola con fiereza cuando Alice levantó su rostro y se inclinó hacia él, no quería detenerse ni un segundo, quería más y más de ella. El tiempo se detuvo sin embargo unos instantes, haciéndole tomar tierra aunque fuera solo ligeramente, notando como su respiración había cogido un ritmo totalmente desenfrenado. Pero la chica había apoyado su frente en la de él y sus miradas volvieron a cruzarse... Y le lanzó la pregunta clave. El momento, su mirada. Su frente contra la suya. La pregunta. Todo eso había hecho que la fiera que se había apoderado de Marcus se quedara por unos segundos en silencio y destapara de nuevo al chico novato de aún-no-diecisiete años que había detrás.
Tragó saliva y se mojó los labios, mirando inconscientemente los de ella. Viendo como se acercaban y le besaban con pasión, queriendo decirle a esa fiera "no te vayas ahora, que llega la mejor parte". Se enredó en ese beso y, apenas acabó, contestó. Sí. Susurró, asintiendo, apenas audible, sonando más como a un suspiro ahogado que a una palabra real. Sí. Repitió más claro por si no le había escuchado.
Y ahora, ¿qué? Solo le quedaba una prenda a cada uno por quitarse, y si bien no le había costado desprenderse ni desprenderla de las demás, aquello eran palabras mayores. Se sentía un cobarde dejando a Alice tomar la iniciativa, por no hablar de cómo le quemaban las ganas en su interior... Pero no sabía ni por donde empezar. Volvió a besarla y se dejó caer sobre ella en el sofá una vez más, dándose unos instantes perdido en sus labios. No podía pensar con claridad ni quería hacerlo, solo estaba disfrutando de aquel momento... Pero la inseguridad comenzaba a picar en su pecho. Por suerte, no eran los dos igual de nuevos en aquello. Guíame tú. Susurró en sus labios. Al menos los primeros pasos, quería garantizarse de que todo era perfecto. Aunque, por el momento, absolutamente todo rozaba bastante la perfección.
Podía. Se mordió el labio mirándola con fiereza cuando Alice levantó su rostro y se inclinó hacia él, no quería detenerse ni un segundo, quería más y más de ella. El tiempo se detuvo sin embargo unos instantes, haciéndole tomar tierra aunque fuera solo ligeramente, notando como su respiración había cogido un ritmo totalmente desenfrenado. Pero la chica había apoyado su frente en la de él y sus miradas volvieron a cruzarse... Y le lanzó la pregunta clave. El momento, su mirada. Su frente contra la suya. La pregunta. Todo eso había hecho que la fiera que se había apoderado de Marcus se quedara por unos segundos en silencio y destapara de nuevo al chico novato de aún-no-diecisiete años que había detrás.
Tragó saliva y se mojó los labios, mirando inconscientemente los de ella. Viendo como se acercaban y le besaban con pasión, queriendo decirle a esa fiera "no te vayas ahora, que llega la mejor parte". Se enredó en ese beso y, apenas acabó, contestó. Sí. Susurró, asintiendo, apenas audible, sonando más como a un suspiro ahogado que a una palabra real. Sí. Repitió más claro por si no le había escuchado.
Y ahora, ¿qué? Solo le quedaba una prenda a cada uno por quitarse, y si bien no le había costado desprenderse ni desprenderla de las demás, aquello eran palabras mayores. Se sentía un cobarde dejando a Alice tomar la iniciativa, por no hablar de cómo le quemaban las ganas en su interior... Pero no sabía ni por donde empezar. Volvió a besarla y se dejó caer sobre ella en el sofá una vez más, dándose unos instantes perdido en sus labios. No podía pensar con claridad ni quería hacerlo, solo estaba disfrutando de aquel momento... Pero la inseguridad comenzaba a picar en su pecho. Por suerte, no eran los dos igual de nuevos en aquello. Guíame tú. Susurró en sus labios. Al menos los primeros pasos, quería garantizarse de que todo era perfecto. Aunque, por el momento, absolutamente todo rozaba bastante la perfección.
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Aquella mirada no le dejaba pensar con claridad. ¿Habría deseado algo más en toda su vida que dejarse de delicadezas y que Marcus se echara encima de ella en ese preciso momento? Sabía que tenía que esperar, esperar a su afirmación, y llevarle por el camino de la mano, pero estaba demasiado acelerada, su interior ardía y necesitaba apagarlo. Y cuando por fin aquellos dos "sí" salieron de Marcus y se volvió a inclinar sobre ella, de nuevo le invadió aquella sesanqción tan placentera, aquellas olas de pasión que subían desde su abdomen. Se dejó besar, porque la sensación del peso de Marcus sobre sí y la de sus besos estaba segura de que era su nueva sensación favorita, acompañada de aquel susurro tan cerca de sus labios. No pudo evitar sonreír complaciente y mirarle llena pura lujuria, quizá más descontrolada de lo que había estado hasta ahora. Le hubiera guiado al infierno mismo.
Volviendo a besarle, deslizó las manos por su tronco hasta enganchar su ropa interior con los dedos y bajarla. Luego hizo lo propio con la suya, mientras dejaba que Marcus terminara de quitarse la suya. La absurda vergüenza (pero absurda, vaya) de estar desnuda por completo delante de él, le atacó. Pero luego le admiró a él y se le olvidó. Esperaba que a él le pasara lo mismo, porque Gal estaba deslumbrada por él. Le cogió de las muñecas y le volvió a colocar entre sus piernas, donde ahora todo estaba muy expuesto y se mordió el labio inferior. Marcus había confiado en ella para hacerlo todo bien, para descubrirlo todo de su mano, y eso iba a hacer. Solo esperaba hacerlo bien.
Temblando, no sabía bien si de nervios o de pura pasión, cogió la mano de Marcus y la deslizó desde su propio muslo hasta su entrepierna, para que no dudara en tomar ese camino que podía darle un poco más de vergüenza. Solo de sentirle ahí soltó un jadeo que le hizo cerrar los ojos. Soltó su mano y se dirigió a la ahora también descubierta entrepierna de Marcus le rodeó con los cinco dedos, ahora con propiedad y volvió a acariciarle, lo cual le aceleró más aún que las caricias que le hacía él a ella, volviendo a gemir y mordiéndose el labio más fuerte con pasión contenida. Necesitaba enfocar aquella mirada de Marcus otra vez, aquella mirada fiera y pasional que había encendido hasta el último de sus interruptores.
Volviendo a besarle, deslizó las manos por su tronco hasta enganchar su ropa interior con los dedos y bajarla. Luego hizo lo propio con la suya, mientras dejaba que Marcus terminara de quitarse la suya. La absurda vergüenza (pero absurda, vaya) de estar desnuda por completo delante de él, le atacó. Pero luego le admiró a él y se le olvidó. Esperaba que a él le pasara lo mismo, porque Gal estaba deslumbrada por él. Le cogió de las muñecas y le volvió a colocar entre sus piernas, donde ahora todo estaba muy expuesto y se mordió el labio inferior. Marcus había confiado en ella para hacerlo todo bien, para descubrirlo todo de su mano, y eso iba a hacer. Solo esperaba hacerlo bien.
Temblando, no sabía bien si de nervios o de pura pasión, cogió la mano de Marcus y la deslizó desde su propio muslo hasta su entrepierna, para que no dudara en tomar ese camino que podía darle un poco más de vergüenza. Solo de sentirle ahí soltó un jadeo que le hizo cerrar los ojos. Soltó su mano y se dirigió a la ahora también descubierta entrepierna de Marcus le rodeó con los cinco dedos, ahora con propiedad y volvió a acariciarle, lo cual le aceleró más aún que las caricias que le hacía él a ella, volviendo a gemir y mordiéndose el labio más fuerte con pasión contenida. Necesitaba enfocar aquella mirada de Marcus otra vez, aquella mirada fiera y pasional que había encendido hasta el último de sus interruptores.
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Alice tenía ese punto de obediencia selectiva por el que hacía lo que le daba la gana pero, cuando se trataba de algo prohibido, travieso o... Como aquello, que no tenía palabras para definirlo, no tardaba ni dos segundos en hacer lo que se le pedía. Marcus había dejado en sus manos la guía de todo aquello y el beso aún no había terminado cuando la chica había empezado a andar ese camino.
Le quemaba la piel por dentro y por fuera con un fuego ardiente y helado al mismo tiempo que le producía escalofríos y le hacía temblar. En apenas un movimiento de los dedos de la chica ya estaba prácticamente desnudo, y si bien estaba deseando quitarse lo que le faltaba, no se podía ir de sus labios, aunque no los estuviera besando, aunque solo estuviera respirando agitadamente sobre ellos. Sentía que todo aquello se rompería si lo hacía. Estaba seguro de no haber visto en su vida una magia como esa, tan delicada y perfecta.
Y otra sacudida en su pecho, porque la chica se estaba quitando su propia ropa. Segundos les separaban de que no quedara absolutamente nada entre ellos. Tragó saliva y terminó de quitarse su propia ropa interior, intentando no verse muy torpe o apresurado, y de no pensar en su propia vergüenza sino solo mirarla a ella. Aún estaba procesando todo aquello, su propia desnudez y la imagen de la chica bajo él, cuando Alice tiró de sus muñecas y le hizo caer sobre ella y que soltara un gemido, de la propia impresión, de la contención, de las ganas o de los nervios. O de todo.
Si tembló cuando Alice empezó a bajarle la ropa, ahora directamente sentía que las piernas no le sostendrían si se pusiera de pie. Cerró los ojos y su respiración comenzó a volverse más atropellada y ruidosa al ritmo que la chica le acariciaba, notando como, efectivamente y tal y como le pidió, iba guiándole en lo que tenía que hacer. Abrió los ojos y la miró, notando como esa impaciencia que a él le nublaba la mente estaba produciendo el mismo efecto en ella. Descendió su cuerpo y besó sus labios de nuevo, acariciándolos con su lengua con necesidad aunque lentamente, y de nuevo bajó una de sus manos hasta el muslo de la chica, buscando la forma de encajar con ella perfectamente. No quería que dejara de tocarle, pero... Necesitaba que dejara de hacerlo para dar un paso más.
Tomó aire y al hacerlo notó esos nervios vibrando en su pecho. La mano libre se colocó sobre la que la chica usaba para acariciarle y, lentamente, la retiró de allí. Volvió a mirarla y a echar un poco de aire. No estaba nada seguro y, a la vez, no había nada en el mundo de lo que estuviera más seguro que de eso. No había tenido una sensación así en la vida, tan extraña y necesitada. Quería empezar y sabía que tenía todos los permisos, ella se los había dado, y aun así era como si necesitara una última confirmación, ¿pero cómo se preguntaba eso? Fue a abrir la boca para hablar pero no dijo nada, porque no sabía lo que decir y porque la voz no le salía. Simplemente la miró unos instantes a los ojos y dejó que estos hablasen.
Llevó su mano a la entrepierna de la chica con una caricia tímida y después a la suya propia, apenas había ya espacio de diferencia entre ellos. Fue poco a poco, muy lentamente, presionando con sus caderas. Solo el primer contacto ya le arrancó un gemido y que los brazos le temblaran. Cerró los ojos. Estaba entrando en ella lentamente y a cada instante que transcurría notaba como se quedaba sin respiración. Aquello era lo más placentero que había sentido nunca... Pero volvió a atacarle el miedo de no saber si estaba haciendo las cosas como las tenía que hacer. ¿...Bien? Susurró con un hilo de voz, cuando apenas había andado la mitad del camino. Que la chica no era tan nueva en aquello como él pero tampoco es que tuviera demasiada experiencia. De verdad que no quería fastidiarlo todo ahora, aunque su mente le estuviera pidiendo a gritos que se dejase de estupideces y siguiera ya. ¿...Te... Hago daño...?
Le quemaba la piel por dentro y por fuera con un fuego ardiente y helado al mismo tiempo que le producía escalofríos y le hacía temblar. En apenas un movimiento de los dedos de la chica ya estaba prácticamente desnudo, y si bien estaba deseando quitarse lo que le faltaba, no se podía ir de sus labios, aunque no los estuviera besando, aunque solo estuviera respirando agitadamente sobre ellos. Sentía que todo aquello se rompería si lo hacía. Estaba seguro de no haber visto en su vida una magia como esa, tan delicada y perfecta.
Y otra sacudida en su pecho, porque la chica se estaba quitando su propia ropa. Segundos les separaban de que no quedara absolutamente nada entre ellos. Tragó saliva y terminó de quitarse su propia ropa interior, intentando no verse muy torpe o apresurado, y de no pensar en su propia vergüenza sino solo mirarla a ella. Aún estaba procesando todo aquello, su propia desnudez y la imagen de la chica bajo él, cuando Alice tiró de sus muñecas y le hizo caer sobre ella y que soltara un gemido, de la propia impresión, de la contención, de las ganas o de los nervios. O de todo.
Si tembló cuando Alice empezó a bajarle la ropa, ahora directamente sentía que las piernas no le sostendrían si se pusiera de pie. Cerró los ojos y su respiración comenzó a volverse más atropellada y ruidosa al ritmo que la chica le acariciaba, notando como, efectivamente y tal y como le pidió, iba guiándole en lo que tenía que hacer. Abrió los ojos y la miró, notando como esa impaciencia que a él le nublaba la mente estaba produciendo el mismo efecto en ella. Descendió su cuerpo y besó sus labios de nuevo, acariciándolos con su lengua con necesidad aunque lentamente, y de nuevo bajó una de sus manos hasta el muslo de la chica, buscando la forma de encajar con ella perfectamente. No quería que dejara de tocarle, pero... Necesitaba que dejara de hacerlo para dar un paso más.
Tomó aire y al hacerlo notó esos nervios vibrando en su pecho. La mano libre se colocó sobre la que la chica usaba para acariciarle y, lentamente, la retiró de allí. Volvió a mirarla y a echar un poco de aire. No estaba nada seguro y, a la vez, no había nada en el mundo de lo que estuviera más seguro que de eso. No había tenido una sensación así en la vida, tan extraña y necesitada. Quería empezar y sabía que tenía todos los permisos, ella se los había dado, y aun así era como si necesitara una última confirmación, ¿pero cómo se preguntaba eso? Fue a abrir la boca para hablar pero no dijo nada, porque no sabía lo que decir y porque la voz no le salía. Simplemente la miró unos instantes a los ojos y dejó que estos hablasen.
Llevó su mano a la entrepierna de la chica con una caricia tímida y después a la suya propia, apenas había ya espacio de diferencia entre ellos. Fue poco a poco, muy lentamente, presionando con sus caderas. Solo el primer contacto ya le arrancó un gemido y que los brazos le temblaran. Cerró los ojos. Estaba entrando en ella lentamente y a cada instante que transcurría notaba como se quedaba sin respiración. Aquello era lo más placentero que había sentido nunca... Pero volvió a atacarle el miedo de no saber si estaba haciendo las cosas como las tenía que hacer. ¿...Bien? Susurró con un hilo de voz, cuando apenas había andado la mitad del camino. Que la chica no era tan nueva en aquello como él pero tampoco es que tuviera demasiada experiencia. De verdad que no quería fastidiarlo todo ahora, aunque su mente le estuviera pidiendo a gritos que se dejase de estupideces y siguiera ya. ¿...Te... Hago daño...?
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Boys like you don't belong with girls like me CON Marcus EN Sala de los Menesteres A LAS 18:00h, 2 de junio 2001 |
Perderse en los labios de Marcus y en el roce de sus cuerpos desnudos era demasiado fácil y demasiado placentero. Todos los nervios de su cuerpo estaban activados, dejándose llevar por aquellas mil sensaciones.
Cuando Marcus le apartó la mano, un repentino miedo la atacó. ¿La estaba parando? ¿Se estaría arrepintiendo ahora? Pero no. Estaba tomando la iniciativa. Eso era tan Marcus. Cruzaron sus miradas y ella simplemente sonrió y le miró con los ojos encendidos de pasión, asintiendo a una pregunta no formulada. Cuando lo sintió dentro de ella, su cuerpo entero se contrajo, como si así pudiera sentirle más, guiarle más profundo. Su jadeo llevaba acompasado un pequeño gemido, y no se sentía capaz de abrir los ojos. Pero Marcus no parecía moverse, y cuando abrió los ojos lo vio en una situación parecida a la suya. Tembloroso de placer, ansioso, y eso solo le hizo desear más. Desearlo todo. Así que tiró de los brazos de Marcus contra ella para obligarle a entrar del todo.
-No... Si... Sigue- balbuceó, porque realmente no podía controlar su mente. Tomó aire con los labios separados y anhelantes- No te controles ahora- acertó a decir, mientras encajaba sus caderas contra las de él, invitándole a llegar hasta lo más profundo de sí. Ya no tenía control de sus gemidos ni de su respiración, se ahogaba en su propio placer, y por egoísta que sonara, casi le había perdido la pista al chico. Así que abrió los ojos para visualizarle encima de ella, clavando sus ojos sobre los de él. Sus piernas se aferraron más a él y sus brazos se enredaron entre su cuello y su pelo
-Oh, Marcus...- salió de lo profundo de su alma. Oh, Marcus, no me sueltes nunca. Oh, Marcus, nunca había sentido algo así, quería decir y moría en sus labios, ahogado por el placer de ambos.
Cuando Marcus le apartó la mano, un repentino miedo la atacó. ¿La estaba parando? ¿Se estaría arrepintiendo ahora? Pero no. Estaba tomando la iniciativa. Eso era tan Marcus. Cruzaron sus miradas y ella simplemente sonrió y le miró con los ojos encendidos de pasión, asintiendo a una pregunta no formulada. Cuando lo sintió dentro de ella, su cuerpo entero se contrajo, como si así pudiera sentirle más, guiarle más profundo. Su jadeo llevaba acompasado un pequeño gemido, y no se sentía capaz de abrir los ojos. Pero Marcus no parecía moverse, y cuando abrió los ojos lo vio en una situación parecida a la suya. Tembloroso de placer, ansioso, y eso solo le hizo desear más. Desearlo todo. Así que tiró de los brazos de Marcus contra ella para obligarle a entrar del todo.
-No... Si... Sigue- balbuceó, porque realmente no podía controlar su mente. Tomó aire con los labios separados y anhelantes- No te controles ahora- acertó a decir, mientras encajaba sus caderas contra las de él, invitándole a llegar hasta lo más profundo de sí. Ya no tenía control de sus gemidos ni de su respiración, se ahogaba en su propio placer, y por egoísta que sonara, casi le había perdido la pista al chico. Así que abrió los ojos para visualizarle encima de ella, clavando sus ojos sobre los de él. Sus piernas se aferraron más a él y sus brazos se enredaron entre su cuello y su pelo
-Oh, Marcus...- salió de lo profundo de su alma. Oh, Marcus, no me sueltes nunca. Oh, Marcus, nunca había sentido algo así, quería decir y moría en sus labios, ahogado por el placer de ambos.
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Boys like you don't belong with girls like me CON Alice EN Sala de los Menesteres A LAS 18:00h, 2 de junio 2001 |
Se había detenido por temor a hacerle daño y porque sentía que el placer le desbordaba tanto que no imaginaba qué más podía pasar, aunque sabía que tenía que continuar y quería hacerlo como nada en el mundo. Y era extraño que detenerse se sintiera mucho más complicado que seguir avanzando. Como si lo natural fuera buscar a Alice todo lo posible y con todas sus fuerzas y no quedarse ahí.
Por eso cedió al instante que notó los brazos de la chica contra él, haciéndole entrar del todo y sacando un gemido de lo más profundo de su pecho. Cerró los ojos y se mordió los labios, volviendo a abrirlos para mirarla cuando le dijo de esa forma tan directa que siguiera, que lo quería todo de él... Que no se controlara. No, no había cabida para el control ahí. Estaba dispuesto a descontrolarse del todo y como nunca hubiera hecho con nada.
Llevó sus manos a los muslos de la chica y movió sus caderas, notando el roce de su cuerpo, perdiendo la capacidad de decidir sobre su propia respiración, sobre sus suspiros y sus gemidos. Ella le aferraba con sus piernas y sus brazos, enlazaba los dedos en su pelo y susurraba su nombre. Y se movía, movía sus caderas al ritmo de él, debajo de él. Aferró sus manos a su piel con más fuerza y echó a un lado el miedo y la vergüenza. Ya no servían para nada.
Besó su cuello más por enterrar sus labios contra algo, aunque fuera contra la piel de la chica, porque los movimientos se estaban volviendo más intensos, sus músculos se tensaban y su cuerpo entero ardía, y necesitaba contener de alguna forma las ganas de gemir más fuerte y más alto. Era un tanto inútil de todas formas, pero su mente estaba en un estado de desconexión total, de solo entender de su cuerpo contra el de la chica y nada más. Ah, Alice... Suspiró, buscando sus labios acto seguido y abrazándose aún más a ella. Aquello había subido en intensidad demasiado rápido, y si bien hubiera pagado porque durara para siempre, algo le decía que no aguantaría mucho más.
Por eso cedió al instante que notó los brazos de la chica contra él, haciéndole entrar del todo y sacando un gemido de lo más profundo de su pecho. Cerró los ojos y se mordió los labios, volviendo a abrirlos para mirarla cuando le dijo de esa forma tan directa que siguiera, que lo quería todo de él... Que no se controlara. No, no había cabida para el control ahí. Estaba dispuesto a descontrolarse del todo y como nunca hubiera hecho con nada.
Llevó sus manos a los muslos de la chica y movió sus caderas, notando el roce de su cuerpo, perdiendo la capacidad de decidir sobre su propia respiración, sobre sus suspiros y sus gemidos. Ella le aferraba con sus piernas y sus brazos, enlazaba los dedos en su pelo y susurraba su nombre. Y se movía, movía sus caderas al ritmo de él, debajo de él. Aferró sus manos a su piel con más fuerza y echó a un lado el miedo y la vergüenza. Ya no servían para nada.
Besó su cuello más por enterrar sus labios contra algo, aunque fuera contra la piel de la chica, porque los movimientos se estaban volviendo más intensos, sus músculos se tensaban y su cuerpo entero ardía, y necesitaba contener de alguna forma las ganas de gemir más fuerte y más alto. Era un tanto inútil de todas formas, pero su mente estaba en un estado de desconexión total, de solo entender de su cuerpo contra el de la chica y nada más. Ah, Alice... Suspiró, buscando sus labios acto seguido y abrazándose aún más a ella. Aquello había subido en intensidad demasiado rápido, y si bien hubiera pagado porque durara para siempre, algo le decía que no aguantaría mucho más.
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Y por fin el Marcus completamente liberado tomó el control el de él y el de ella, porque solo pudo dejarse llevar por aquel ritmo frenético, aquel placer intenso, que con cada movimiento de Marcus se extendía por su cuerpo y se encontraba con las manos de él en sus caderas, las de ella en su pelo, aquellos labios en su cuello y su mente... Ah, su mente solo podía concentrarse en el cuerpo de Marcus, en la sensación de notarle moverse dentro de ella, en sus gemidos de placer que acompañaban a los que Gal llevaba sacando ya un buen rato.
Pero cuando ya llevaban un poco en ese ritmo, se dio cuenta de que Marcus estaba ya en la línea. Y no es que ella estuviera muy lejos, pero quería darle un poco de fantasía y exploración (para sí misma también) antes de terminar. Empujó levemente a Marcus hasta que lo sentó, sin llegar a dejarle salir de ella, colocándose con una pierna a cada lado de las suyas, sentada en su regazo. Así podía moverse en libertad sobre él, y mantenerle cerca, rostro con rostro, sus pechos rozándose y él llegando aún más dentro de lo que había llegado antes. Ella mantenía los brazos por detrás de su nuca. y no dejaba de mirarle, quería que fuera su mirada la que encontrara cuando alcanzara el clímax del placer. Quería mirarle como diciendo "Sí, yo te he dado esto" y sería un momento único de ambos, su secreto más pasional, el fuego que les surgía ambos.
Las olas de su placer la sacudieron y por fin llegó, temblando las piernas y aferrándose al pelo de Marcus una vez más. Inconscientemente echó la cabeza para atrás con un gemido profundo, pero no dejó de moverse, queriendo llevar al chico al mismo punto en el que estaba ella.
Pero cuando ya llevaban un poco en ese ritmo, se dio cuenta de que Marcus estaba ya en la línea. Y no es que ella estuviera muy lejos, pero quería darle un poco de fantasía y exploración (para sí misma también) antes de terminar. Empujó levemente a Marcus hasta que lo sentó, sin llegar a dejarle salir de ella, colocándose con una pierna a cada lado de las suyas, sentada en su regazo. Así podía moverse en libertad sobre él, y mantenerle cerca, rostro con rostro, sus pechos rozándose y él llegando aún más dentro de lo que había llegado antes. Ella mantenía los brazos por detrás de su nuca. y no dejaba de mirarle, quería que fuera su mirada la que encontrara cuando alcanzara el clímax del placer. Quería mirarle como diciendo "Sí, yo te he dado esto" y sería un momento único de ambos, su secreto más pasional, el fuego que les surgía ambos.
Las olas de su placer la sacudieron y por fin llegó, temblando las piernas y aferrándose al pelo de Marcus una vez más. Inconscientemente echó la cabeza para atrás con un gemido profundo, pero no dejó de moverse, queriendo llevar al chico al mismo punto en el que estaba ella.
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Si quería que aquello durase un poco más, quizás debería parar. No le dio tiempo a pensarlo siquiera, porque sin esperarlo, Alice le empujó y le sentó en el sofá. No supo ni siquiera como lo hizo, porque no sintió ni haber salido de ella. Pero cuando se quiso dar cuenta, la chica estaba sobre él. Y era la visión más increíble que jamás hubiera tenido ante sus ojos.
Acercó su rostro al de ella por inercia, con la mirada perdida en sus labios, deseando besarlos como si estuviera hipnotizado. Arqueó la espalda con un gemido cuando notó como estaba aún más dentro de ella, no sabía ni que esto fuera posible. Aunque cerrara los ojos sentía como si no pudiera dejar de verla, porque las sensaciones eran más fuertes que cualquier imagen.
Se agarró a su espalda, logrando abrir los ojos y sintiendo una fuerte sacudida en todo su cuerpo que hizo que temiera que aquello acabase ya. Ah, Alice... Espera... No quería parar bajo ningún concepto, ojalá la chica no le escuchara y no se detuviera. Había sido una súplica inconsciente y apenas audible, dejándose llevar por el placer que sentía y por lo que desearía que no acabara jamás. Pero si iba a estallar de placer, quería que ella también lo hiciese. Que lo hiciesen juntos. No él solo.
Pero cuando estaba a punto de perder la conciencia hasta de su nombre, por más que intentaba contenerse, lo sintió. Sintió como la chica temblaba, como sus gemidos se volvían más altos y su movimiento más intenso. Como se agarraba a su pelo con tanta fuerza que le hizo apretar los dientes, y no porque le doliera, sino porque solo estaba consiguiendo volverle más loco todavía. Se aferró a su piel con los dedos y empezó a sentir una oleada de placer tan intensa que su cabeza se echó hacia atrás, sus ojos se cerraron y su voz sonó más fuerte. Sintió como si el mundo entero se hubiera dado la vuelta, como si esa sensación de arder hubiera acabado por hacerle estallar en llamas, perdiendo la noción de todo.
Soltó el aire en una bocanada ruidosa y de repente todo pareció quedarse en un extraño silencio, como si hubieran estado haciendo un ruido ensordecedor del que no había sido consciente hasta ahora. Abrió los ojos y cruzó su mirada con la de la chica. No tenía fuerzas ni para moverse, ¿cómo lo había hecho hasta ese momento? Relajó las manos que agarraban su espalda y con ellas todo su cuerpo, pero hizo un último esfuerzo por sonreír, aunque fuera como un bobo. Y por besar sus labios otra vez, en una caricia cansada y dulce.
Acercó su rostro al de ella por inercia, con la mirada perdida en sus labios, deseando besarlos como si estuviera hipnotizado. Arqueó la espalda con un gemido cuando notó como estaba aún más dentro de ella, no sabía ni que esto fuera posible. Aunque cerrara los ojos sentía como si no pudiera dejar de verla, porque las sensaciones eran más fuertes que cualquier imagen.
Se agarró a su espalda, logrando abrir los ojos y sintiendo una fuerte sacudida en todo su cuerpo que hizo que temiera que aquello acabase ya. Ah, Alice... Espera... No quería parar bajo ningún concepto, ojalá la chica no le escuchara y no se detuviera. Había sido una súplica inconsciente y apenas audible, dejándose llevar por el placer que sentía y por lo que desearía que no acabara jamás. Pero si iba a estallar de placer, quería que ella también lo hiciese. Que lo hiciesen juntos. No él solo.
Pero cuando estaba a punto de perder la conciencia hasta de su nombre, por más que intentaba contenerse, lo sintió. Sintió como la chica temblaba, como sus gemidos se volvían más altos y su movimiento más intenso. Como se agarraba a su pelo con tanta fuerza que le hizo apretar los dientes, y no porque le doliera, sino porque solo estaba consiguiendo volverle más loco todavía. Se aferró a su piel con los dedos y empezó a sentir una oleada de placer tan intensa que su cabeza se echó hacia atrás, sus ojos se cerraron y su voz sonó más fuerte. Sintió como si el mundo entero se hubiera dado la vuelta, como si esa sensación de arder hubiera acabado por hacerle estallar en llamas, perdiendo la noción de todo.
Soltó el aire en una bocanada ruidosa y de repente todo pareció quedarse en un extraño silencio, como si hubieran estado haciendo un ruido ensordecedor del que no había sido consciente hasta ahora. Abrió los ojos y cruzó su mirada con la de la chica. No tenía fuerzas ni para moverse, ¿cómo lo había hecho hasta ese momento? Relajó las manos que agarraban su espalda y con ellas todo su cuerpo, pero hizo un último esfuerzo por sonreír, aunque fuera como un bobo. Y por besar sus labios otra vez, en una caricia cansada y dulce.
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Sentir a Marcus llegar a lo más alto, tan juntos como estaban, era la experiencia más alucinante que había tenido en su vida. Comparar eso con su primera vez era cruel, porque dejaba lo otro a la altura del betún. Quizá tenia que haber escuchado a los que decían que la primera vez tenía que ser especial, porque aquella primera vez con Marcus lo haba sido. Se iba a quedar grabado a fuego en su mente y solo Merlín sabía cuántas veces lo evocaría al cerrar los ojos por la noche.
Pero por lo pronto, su Marcus de carne y hueso estaba allí, agotado, pero sonriendo y besándola. Su pelo revuelto caía sobre su frente, y ella se lo apartó con los dedos, mirándole embelesada, sonriendo y respondiendo suavemente a sus dulces besos. Tiró de ambos para volver a caer sobre el sofá dejando que él se acomodara entre su pecho y el cojín de la esquina del sofá, desde donde podía verle respirar y acariciar su cabello. Jugueteando con sus mechones, se fue quedando dormida, casi sin darse cuenta.
Cuando se despertó, lo hizo en un sobresalto. Estaba extrañamente cómoda para estar en el sofá durmiendo con Marcus. De hecho aquel sofá era más grande que el de su casa, y tampoco sabía bien de dónde había salido la manta con la que se habían tapado... hm, vaya con la Sala de los Menesteres... si lo hubiera sabido antes... Se incorporó dejando caer suavemente a Marcus sobre los cojines, y se levantó, buscando su relojito de pulsera roto, que siempre llevaba en el bolsillo de la falda. La una y veinte de la madrugada ¿A dónde había ido la noche? Entonces oyó a Marcus removerse y empezar a despertarse. Sin pensar exactamente bien en lo que estaba haciendo, se puso la ropa interior que antes tanto le había gustado y se fue derecha al sofá.
Trepó sobre un adorable Marcus medio dormido, teniendo una pierna a cada lado de su cuerpo larguirucho y le dio un beso en la mejilla- Marcus... ya es tres de junio... Felicidades- susurró en su oído. Luego le miró con la cara de las travesuras. Esa cara- Bienvenido a la mayoría de edad mágica- Luego besó sus labios brevemente, bajando a su mandíbula- Y antes de que salgamos ahí y tú vuelvas a regañarme por las horas que son... Antes de que nos vayamos a casa tres meses...- "Antes de que volvamos a ser amigos que se pican y no amantes fogosos" quería decir, pero, de nuevo, tradujo a un lenguaje que no asustara a Marcus y le hiciera salir corriendo- Quiero darte un regalo, acorde a tu recién adquirido rango de mayor de edad- dijo con una risa mientras lamía su cuello y seguía bajando lentamente por su torso. A él no le había dado tiempo a ponerse nada, así que le valió con apartar la manta para tenerlo a su merced, sin dejar de mirarle. No pensaba dejar marchar al chico sin haber probado todo lo que quería probar- Confía en mí, creo que te va a gustar.
Pero por lo pronto, su Marcus de carne y hueso estaba allí, agotado, pero sonriendo y besándola. Su pelo revuelto caía sobre su frente, y ella se lo apartó con los dedos, mirándole embelesada, sonriendo y respondiendo suavemente a sus dulces besos. Tiró de ambos para volver a caer sobre el sofá dejando que él se acomodara entre su pecho y el cojín de la esquina del sofá, desde donde podía verle respirar y acariciar su cabello. Jugueteando con sus mechones, se fue quedando dormida, casi sin darse cuenta.
Cuando se despertó, lo hizo en un sobresalto. Estaba extrañamente cómoda para estar en el sofá durmiendo con Marcus. De hecho aquel sofá era más grande que el de su casa, y tampoco sabía bien de dónde había salido la manta con la que se habían tapado... hm, vaya con la Sala de los Menesteres... si lo hubiera sabido antes... Se incorporó dejando caer suavemente a Marcus sobre los cojines, y se levantó, buscando su relojito de pulsera roto, que siempre llevaba en el bolsillo de la falda. La una y veinte de la madrugada ¿A dónde había ido la noche? Entonces oyó a Marcus removerse y empezar a despertarse. Sin pensar exactamente bien en lo que estaba haciendo, se puso la ropa interior que antes tanto le había gustado y se fue derecha al sofá.
Trepó sobre un adorable Marcus medio dormido, teniendo una pierna a cada lado de su cuerpo larguirucho y le dio un beso en la mejilla- Marcus... ya es tres de junio... Felicidades- susurró en su oído. Luego le miró con la cara de las travesuras. Esa cara- Bienvenido a la mayoría de edad mágica- Luego besó sus labios brevemente, bajando a su mandíbula- Y antes de que salgamos ahí y tú vuelvas a regañarme por las horas que son... Antes de que nos vayamos a casa tres meses...- "Antes de que volvamos a ser amigos que se pican y no amantes fogosos" quería decir, pero, de nuevo, tradujo a un lenguaje que no asustara a Marcus y le hiciera salir corriendo- Quiero darte un regalo, acorde a tu recién adquirido rango de mayor de edad- dijo con una risa mientras lamía su cuello y seguía bajando lentamente por su torso. A él no le había dado tiempo a ponerse nada, así que le valió con apartar la manta para tenerlo a su merced, sin dejar de mirarle. No pensaba dejar marchar al chico sin haber probado todo lo que quería probar- Confía en mí, creo que te va a gustar.
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Cayó en el sofá de nuevo sin darse cuenta, parecía que Alice tenía el poder de dirigir su cuerpo aquella noche... Probablemente lo llevaba teniendo mucho tiempo, pero allí acababa de hacerse más que evidente. Así nos... Vamos a... "Quedar dormidos". No le dio tiempo a terminar la frase siquiera, apenas le salía la voz del cuerpo y las caricias de la chica en su pelo, su piel suave y calentita, ese sofá tan cómodo... eran cosas demasiado relajantes.
Solo tuvo la sensación de que en un momento determinado había dejado de notar el cuerpo de la chica y estar solo sobre los cojines. Abrió los ojos y... Espera, ¿se había quedado dormido? Uff, se notaba la cabeza muy embotada. ¿Y de dónde había salido esa manta? Ya, claro, la Sala de los Menesteres... Se removió un poco y se puso boca arriba, dejando caer con pesadez la cabeza sobre los cojines de nuevo y cerrando los ojos mientras echaba una bocanada de aire cansada. Le resultaba bastante factible seguir durmiendo... Pero, antes, quería ver dónde estaba Alice.
Abrió los ojos y vio como se acercaba. Llevaba la ropa interior puesta y... Vaya, él no, quizás debería ponérsela, ¿estaría muy lejos? Pero el pensamiento se esfumó tan pronto vio que se subía de nuevo sobre él. Parpadeó y esbozó una sonrisa. Es verdad, era su cumpleaños. Gracias. Qué ilusión le hacía su cumpleaños, seguía siendo un niño pequeño para eso, se le notaba en la voz cada vez que agradecía una felicitación. Y desde luego nunca le habían dado una felicitación como esa, osea que doblemente contento.
Arqueó la cejas entre chulito y emocionado ante lo de "mayoría de edad mágica". Mm, que bien suena es... Pero el beso le interrumpió. El de sus labios, el de su barbilla... Alice bajando por su piel y anunciándole algo que pasaría antes de irse de allí. No tenía ni idea de lo que hablaba pero podía percibir el tono, y seguía desnudo, y ella casi también. Y después de lo que acababan de hacer... Aunque estaba muy cansado, debía haber perdido la cabeza porque se notaba bullir de nuevo.
Ahá. Dijo entre confuso y ligeramente nervioso, porque de verdad que no tenía ni idea de qué regalo estaba hablando... O no la quería tener, porque empezaba a intuir por donde iban las insinuaciones. La lengua de la chica en su piel y la forma de bajar por su torso le estaba haciendo tensarse y temblar de nuevo, sin poder quitar la mirada de ella, como si realmente se estuviera preguntando qué iba a hacer o hacia dónde iba. Se mojó los labios y tragó saliva, asintiendo. "Confía en mí, creo que te va a gustar". Uy, como sonaba eso.
Solo tuvo la sensación de que en un momento determinado había dejado de notar el cuerpo de la chica y estar solo sobre los cojines. Abrió los ojos y... Espera, ¿se había quedado dormido? Uff, se notaba la cabeza muy embotada. ¿Y de dónde había salido esa manta? Ya, claro, la Sala de los Menesteres... Se removió un poco y se puso boca arriba, dejando caer con pesadez la cabeza sobre los cojines de nuevo y cerrando los ojos mientras echaba una bocanada de aire cansada. Le resultaba bastante factible seguir durmiendo... Pero, antes, quería ver dónde estaba Alice.
Abrió los ojos y vio como se acercaba. Llevaba la ropa interior puesta y... Vaya, él no, quizás debería ponérsela, ¿estaría muy lejos? Pero el pensamiento se esfumó tan pronto vio que se subía de nuevo sobre él. Parpadeó y esbozó una sonrisa. Es verdad, era su cumpleaños. Gracias. Qué ilusión le hacía su cumpleaños, seguía siendo un niño pequeño para eso, se le notaba en la voz cada vez que agradecía una felicitación. Y desde luego nunca le habían dado una felicitación como esa, osea que doblemente contento.
Arqueó la cejas entre chulito y emocionado ante lo de "mayoría de edad mágica". Mm, que bien suena es... Pero el beso le interrumpió. El de sus labios, el de su barbilla... Alice bajando por su piel y anunciándole algo que pasaría antes de irse de allí. No tenía ni idea de lo que hablaba pero podía percibir el tono, y seguía desnudo, y ella casi también. Y después de lo que acababan de hacer... Aunque estaba muy cansado, debía haber perdido la cabeza porque se notaba bullir de nuevo.
Ahá. Dijo entre confuso y ligeramente nervioso, porque de verdad que no tenía ni idea de qué regalo estaba hablando... O no la quería tener, porque empezaba a intuir por donde iban las insinuaciones. La lengua de la chica en su piel y la forma de bajar por su torso le estaba haciendo tensarse y temblar de nuevo, sin poder quitar la mirada de ella, como si realmente se estuviera preguntando qué iba a hacer o hacia dónde iba. Se mojó los labios y tragó saliva, asintiendo. "Confía en mí, creo que te va a gustar". Uy, como sonaba eso.
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Esperaba que su risilla traviesa ocultase que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Pero había lago en ella que la poseía, el ansia de sacar hasta la última gota de placer que quedara entre Marcus y ella, antes de que todo volviera a ser como antes. Solo quería ser la primera en aquel escenario, recordarlo todo como el fuego que les alumbraba. Paseando su lengua, bajó por el estómago plano de Marcus, pasando de su ombligo.
Ya contra su pecho sintió que Marcus empezaba a animarse otra vez, y no se oponía a nada de lo que estaba haciendo, así que eso le dio confianza renovada. Desde allí tenía plena visión del chico, así que podría observar si lo que iba haciendo le iba gustando y por dónde continuar. Lentamente, comenzó a pasear la lengua por toda su longitud, y cogió las manos de Marcus y las atrajo hacia sí, entrelazándolas por un momento y dejándolas sobre sus hombros. Quería que se agarrara a ella como había hecho antes, quería sentirle sentir el placer. Lo cual le estaba encendiendo a ella, de paso. Poco a poco fue descendiendo su boca por todo su miembro, lento al principio, tentando el terreno, paseando la lengua por su tensa piel y acelerándose más cuanto más observaba a Marcus y lo que estaba provocando en él. Sí eso era lo que quería, eso la instaba a aumentar la velocidad y parar de repente, dejándole respirar, jugando con él, como siempre habían hecho, aunque ahora en un campo más placentero.
Los movimientos del cuerpo del chico, bajo la influencia de su lengua y su ritmo le hacían jadear a ella también, y en algún punto tuvo que agarrarse a la manta y a uno de los antebrazos de Marcus de lo excitada que se estaba poniendo, guardando los sabores, la imagen de Marcus a su merced ante sus ojos.
Ya contra su pecho sintió que Marcus empezaba a animarse otra vez, y no se oponía a nada de lo que estaba haciendo, así que eso le dio confianza renovada. Desde allí tenía plena visión del chico, así que podría observar si lo que iba haciendo le iba gustando y por dónde continuar. Lentamente, comenzó a pasear la lengua por toda su longitud, y cogió las manos de Marcus y las atrajo hacia sí, entrelazándolas por un momento y dejándolas sobre sus hombros. Quería que se agarrara a ella como había hecho antes, quería sentirle sentir el placer. Lo cual le estaba encendiendo a ella, de paso. Poco a poco fue descendiendo su boca por todo su miembro, lento al principio, tentando el terreno, paseando la lengua por su tensa piel y acelerándose más cuanto más observaba a Marcus y lo que estaba provocando en él. Sí eso era lo que quería, eso la instaba a aumentar la velocidad y parar de repente, dejándole respirar, jugando con él, como siempre habían hecho, aunque ahora en un campo más placentero.
Los movimientos del cuerpo del chico, bajo la influencia de su lengua y su ritmo le hacían jadear a ella también, y en algún punto tuvo que agarrarse a la manta y a uno de los antebrazos de Marcus de lo excitada que se estaba poniendo, guardando los sabores, la imagen de Marcus a su merced ante sus ojos.
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No podía dejar de mirarla con esa expectación de quien sabe que está a punto de presenciar algo maravilloso, apoyando un poco los codos en el sofá para poder alzar el cuello y no perderla de vista. El contacto de la chica descendiendo poco a poco, pasando su lengua por su torso y bajando cada vez más, le hizo temblar y separar los labios para que el aire entrara por inercia en su cuerpo, porque había perdido de nuevo la capacidad de respirar voluntariamente. Solo con aquello estaba empezando a jadear.
La estuvo mirando hasta que la visión de su lengua acariciando su miembro y las sensaciones que le provocó le hicieron cerrar los ojos y que todo su cuerpo se relajara, echando la cabeza hacia atrás, aunque no dejara de notar todos sus nervios a flor de piel. Dejó que entrelazara sus manos como si hubiera perdido la voluntad absoluta y solo pudiera rendirse a aquello que le estaba generando tanto placer.
Y ese placer iba creciendo más y más y sacudiéndole por dentro. Al principio dejó los dedos con suavidad sobre los hombros de la chica, donde ella los había dejado, pero poco a poco comenzó a aferrarse a ella, notando como sus músculos se tensaban. Si cerraba los ojos sus sensaciones se multiplicaban. Si los abría y la miraba, se multiplicaban aún más. Aquello era lo que más debía parecerse a perder la cabeza.
Alice... Gimió con un hilo de voz, notando como la chica se aferraba a su brazo. El jadeo se había vuelto a convertir en una sucesión de suspiros y gemidos y sus dedos volvían a aferrarse a la piel de la chica. Llevó una de sus manos a su pelo y se enredó en él, mordiéndose los labios. Iba a explotar... Literalmente, iba a explotar. Ah, para, para. Se retiró un poco, dejando de tener los labios de la chica rodeándole. Pero no quería... Incomodarla. Que se estaba viendo venir lo que iba a pasar. Tragó saliva y se mojó los labios, intentando modular la respiración para poder hablar, y esbozando una sonrisa nerviosa. Por algún extraño motivo le costaba mirarla a los ojos, como si le hubiera atacado una punzada de vergüenza repentina. Per... Perdona, es que... Me... Gusta demasiado...
La estuvo mirando hasta que la visión de su lengua acariciando su miembro y las sensaciones que le provocó le hicieron cerrar los ojos y que todo su cuerpo se relajara, echando la cabeza hacia atrás, aunque no dejara de notar todos sus nervios a flor de piel. Dejó que entrelazara sus manos como si hubiera perdido la voluntad absoluta y solo pudiera rendirse a aquello que le estaba generando tanto placer.
Y ese placer iba creciendo más y más y sacudiéndole por dentro. Al principio dejó los dedos con suavidad sobre los hombros de la chica, donde ella los había dejado, pero poco a poco comenzó a aferrarse a ella, notando como sus músculos se tensaban. Si cerraba los ojos sus sensaciones se multiplicaban. Si los abría y la miraba, se multiplicaban aún más. Aquello era lo que más debía parecerse a perder la cabeza.
Alice... Gimió con un hilo de voz, notando como la chica se aferraba a su brazo. El jadeo se había vuelto a convertir en una sucesión de suspiros y gemidos y sus dedos volvían a aferrarse a la piel de la chica. Llevó una de sus manos a su pelo y se enredó en él, mordiéndose los labios. Iba a explotar... Literalmente, iba a explotar. Ah, para, para. Se retiró un poco, dejando de tener los labios de la chica rodeándole. Pero no quería... Incomodarla. Que se estaba viendo venir lo que iba a pasar. Tragó saliva y se mojó los labios, intentando modular la respiración para poder hablar, y esbozando una sonrisa nerviosa. Por algún extraño motivo le costaba mirarla a los ojos, como si le hubiera atacado una punzada de vergüenza repentina. Per... Perdona, es que... Me... Gusta demasiado...
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Mentiría si no dijera que había cortocircuitado un poco cuando Marcus la retiró de sí, porque la sensación general era, sin duda, que estaba disfrutando de lo lindo. Al poco lo entendió, quizá si fuera ella la que estuviera en esa situación tampoco se sentiría tan segura como para dejarle continuar. Pero no iban a quedarse así. Se levantó lentamente y le dijo, con aquella voz aterciopelada y sensual que había descubierto esa misma noche y dijo
-Mírame- mientras volvía a desabrocharse el sujetador y se baja las bragas lentamente- ¿Y yo? ¿También te gusto demasiado?- se acercó al borde del sofá y tiró de su mano para que se sentara y ella se puso de rodillas en el sofá, quedando sus rostros a la misma altura. Le besó apasionada, enredándose en él como había hecho hacía un rato- Cogió sus manos y las volvió a bajar por sus pechos, poniéndosele la carne de gallina al notar su tacto- Porque a mi me encantan tus dedos- le volvió a besar, chocando sus lenguas- Y tu lengua- Se echó de espaldas sobre el sofá y tiró de él, situándole de nuevo entre sus piernas- Me encantas tú.
-Mírame- mientras volvía a desabrocharse el sujetador y se baja las bragas lentamente- ¿Y yo? ¿También te gusto demasiado?- se acercó al borde del sofá y tiró de su mano para que se sentara y ella se puso de rodillas en el sofá, quedando sus rostros a la misma altura. Le besó apasionada, enredándose en él como había hecho hacía un rato- Cogió sus manos y las volvió a bajar por sus pechos, poniéndosele la carne de gallina al notar su tacto- Porque a mi me encantan tus dedos- le volvió a besar, chocando sus lenguas- Y tu lengua- Se echó de espaldas sobre el sofá y tiró de él, situándole de nuevo entre sus piernas- Me encantas tú.
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Aún estaba intentando autorregularse y parar ese torbellino que sentía, no por nada, sino porque aún no estaba totalmente seguro de poderlo controlar. Tragó saliva con los ojos cerrados, respirando, pero los abrió súbitamente cuando escuchó esa orden directa de la chica. Le había vuelto a dar una sacudida en el pecho. Vale, a la Alice retadora la conocía de sobra, pero a "esa" Alice retadora... No. Y le estaba gustando bastante. Le estaba excitando bastante, para ser más exactos.
De nuevo comenzó a quitarse la ropa interior y él solo atinaba a mirarla. En tantos años nunca le había dejado tan fuera de juego, Marcus siempre tenía un comentario, una respuesta o un gesto. Siempre tenía que dar la última palabra, su fanfarronada particular. En eso se basaba toda la mecánica de su relación de amistad: en ver quién podía más. Esa partida la estaba ganando Alice de calle. Aunque él se estaba llevando, desde luego, bastantes premios en el proceso.
Y esas preguntas. Esa forma de agarrar su mano y hacerle incorporarse, solo para quedar cara a cara con ella, para besar sus labios con tanta intensidad que la hubiera seguido hasta caerse al abismo sin pensárselo. Demasiado. Susurró como ido, aún con los ojos cerrados, tan pronto terminó aquel beso. No le estaba dando tiempo a procesar todo aquello, era muy intenso, pero ya empezaba a aclimatarse. Abrió lentamente los ojos y se mordió los labios tan pronto notó como sus manos tocaban los pechos de la chica, guiadas por ella.
Solo sus palabras, seguidas de sus besos, arrancaban un gemido en él. Sí, estaba hipnotizado, pero también... Empezaba a entender cómo funcionaba ese juego y lo que Alice pretendía: picarle. Lo que hacía siempre. ¿De verdad? Preguntó con voz melosa, esbozando esa sonrisita tan suya, medio de lado, con la mirada caída. Volvió a morderse el labio mientras se echaba sobre ella tal y como le pedía. Besó sus labios y después su mejilla, paseando por su piel hasta llegar a su oído. ¿Es esto... Otro reto de los tuyos? Susurró junto a este, acariciando su oreja con su lengua con suavidad. Volvió a mirarla a los ojos. ¿Es que... Quieres que los use...? Dejó una de las manos en su pecho y con la otra comenzó a descender con suavidad por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Contuvo un suspiro al acariciarla, cerrando por un instante los ojos y volviendo a abrirlos para enfocar su mirada de nuevo. Sí, le estaba encantando esa Alice que dominaba la situación y que le había dejado como un bobo toda la noche, porque le estaba haciendo sentir un placer incalculable. Pero Marcus seguía siendo Marcus. Y en algún momento tenía que salir esa necesidad suya de quedar por encima, aunque fuera en un pacto no escrito entre ellos que ambos con gusto aceptaban.
Volvió a usar su lengua esta vez para acariciar sus labios con una sonrisilla, como si quisiera provocar el próximo movimiento de la chica aunque ella no necesitara que la provocaran para actuar. Y mientras seguía utilizando sus dedos para acariciar su entrepierna con una mano y su pecho con la otra. A mí también me encantas tú.
De nuevo comenzó a quitarse la ropa interior y él solo atinaba a mirarla. En tantos años nunca le había dejado tan fuera de juego, Marcus siempre tenía un comentario, una respuesta o un gesto. Siempre tenía que dar la última palabra, su fanfarronada particular. En eso se basaba toda la mecánica de su relación de amistad: en ver quién podía más. Esa partida la estaba ganando Alice de calle. Aunque él se estaba llevando, desde luego, bastantes premios en el proceso.
Y esas preguntas. Esa forma de agarrar su mano y hacerle incorporarse, solo para quedar cara a cara con ella, para besar sus labios con tanta intensidad que la hubiera seguido hasta caerse al abismo sin pensárselo. Demasiado. Susurró como ido, aún con los ojos cerrados, tan pronto terminó aquel beso. No le estaba dando tiempo a procesar todo aquello, era muy intenso, pero ya empezaba a aclimatarse. Abrió lentamente los ojos y se mordió los labios tan pronto notó como sus manos tocaban los pechos de la chica, guiadas por ella.
Solo sus palabras, seguidas de sus besos, arrancaban un gemido en él. Sí, estaba hipnotizado, pero también... Empezaba a entender cómo funcionaba ese juego y lo que Alice pretendía: picarle. Lo que hacía siempre. ¿De verdad? Preguntó con voz melosa, esbozando esa sonrisita tan suya, medio de lado, con la mirada caída. Volvió a morderse el labio mientras se echaba sobre ella tal y como le pedía. Besó sus labios y después su mejilla, paseando por su piel hasta llegar a su oído. ¿Es esto... Otro reto de los tuyos? Susurró junto a este, acariciando su oreja con su lengua con suavidad. Volvió a mirarla a los ojos. ¿Es que... Quieres que los use...? Dejó una de las manos en su pecho y con la otra comenzó a descender con suavidad por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Contuvo un suspiro al acariciarla, cerrando por un instante los ojos y volviendo a abrirlos para enfocar su mirada de nuevo. Sí, le estaba encantando esa Alice que dominaba la situación y que le había dejado como un bobo toda la noche, porque le estaba haciendo sentir un placer incalculable. Pero Marcus seguía siendo Marcus. Y en algún momento tenía que salir esa necesidad suya de quedar por encima, aunque fuera en un pacto no escrito entre ellos que ambos con gusto aceptaban.
Volvió a usar su lengua esta vez para acariciar sus labios con una sonrisilla, como si quisiera provocar el próximo movimiento de la chica aunque ella no necesitara que la provocaran para actuar. Y mientras seguía utilizando sus dedos para acariciar su entrepierna con una mano y su pecho con la otra. A mí también me encantas tú.
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Solo con el tono de voz chulesco, Marcus habría ganado todas las plazas de terreno que necesitara con ella, pero encima el Marcus de la iniciativa, el atrevido, llegó también y Gal se perdió en el sonido de su voz y en su cercanía. Su lucha de poder, de bromitas, de ver quién tenía la última palabra, trasladada al escenario más placentero posible.
Los susurros de Marcus, sus labios en su oreja, le pusieron todos los pelos del cuerpo de punta y se rio brevemente a lo del reto como toda respuesta. La risa se convirtió en un jadeo ante la oferta de usar sus dedos, y el camino que estos llevaban hizo que su respiración se volviera frenética y de sus labios entreabiertos y brillantes surgiera un- Sí...- Como toda respuesta. Cuando por fin sus dedos llegaron a donde los quería se arqueó con un suspiro. Se perdió en sus palabras, porque nunca había sentido una reciprocidad así por parte de Marcus. Se unían en su deseo mutuo, en una fuente de pasión que acababa en unirse de nuevo. Los gemidos salían de su garganta sin saber si venían de lo que hacía en su pecho, más abajo o todo junto.
Aprovechando el beso tiró de él una vez más, preparada para recibirle, entre jadeos y guiándole hacia su interior. Su nueva sensación favorita, acababa de decidir, era esa. Cuando Marcus entraba por completo en ella, cuando la hacía arquearse en sus brazos en busca de aire, en busca de más de él. Chocó su frente con la de él y le miró a los ojos, arrebatada, tentadora, demandante
-Pues hazme tuya, Marcus- y le besó entre jadeos, moviendo sus caderas bajo él para tentarle.
Los susurros de Marcus, sus labios en su oreja, le pusieron todos los pelos del cuerpo de punta y se rio brevemente a lo del reto como toda respuesta. La risa se convirtió en un jadeo ante la oferta de usar sus dedos, y el camino que estos llevaban hizo que su respiración se volviera frenética y de sus labios entreabiertos y brillantes surgiera un- Sí...- Como toda respuesta. Cuando por fin sus dedos llegaron a donde los quería se arqueó con un suspiro. Se perdió en sus palabras, porque nunca había sentido una reciprocidad así por parte de Marcus. Se unían en su deseo mutuo, en una fuente de pasión que acababa en unirse de nuevo. Los gemidos salían de su garganta sin saber si venían de lo que hacía en su pecho, más abajo o todo junto.
Aprovechando el beso tiró de él una vez más, preparada para recibirle, entre jadeos y guiándole hacia su interior. Su nueva sensación favorita, acababa de decidir, era esa. Cuando Marcus entraba por completo en ella, cuando la hacía arquearse en sus brazos en busca de aire, en busca de más de él. Chocó su frente con la de él y le miró a los ojos, arrebatada, tentadora, demandante
-Pues hazme tuya, Marcus- y le besó entre jadeos, moviendo sus caderas bajo él para tentarle.
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No sabía si le gustaba más esa risita de Alice, que nunca pensó escuchar en un contexto como ese; ese "sí" susurrado al límite, porque él se había visto en esa situación hacía apenas segundos y le encantaba saber que la estaba provocando en ella; o esa forma de jadear, de respirar entrecortadamente, que se contagiaba en él y no hacía más que invitarle a explorar más su cuerpo con sus dedos, esos que acababa de decirle que le encantaban.
Se perdió en un beso más y notó como la chica le estaba invitando a entrar de nuevo, que aunque siguiera siendo nuevo en aquello las señales eran claras y apenas hacía... ¿Cuánto tiempo hacía? Que habían hecho exactamente lo mismo. Esta vez se sentía algo más seguro, aunque... ¿Estaría listo? Es decir, seguía notándose cansado. Ni siquiera sabía cuantos minutos habían pasado. Esperaba haberse recuperado. Desde luego, se notaba más que recuperado. Se notaba con unas ganas locas de volver a probar esa sensación tan nueva y de la que ahora le resultaba impensable prescindir.
Volvió a agarrar sus caderas para facilitarse el camino, un camino que ya sí se conocía, y soltó un jadeo intenso cuando se notó dentro de ella una vez más. Alice chocó su frente a la de él, haciéndole abrir los ojos, encontrarse con esa mirada fiera y con esas palabras, esa nueva orden con tono de súplica. Ese beso desenfrenado. En él ahogó varios suspiros cuando notó sus caderas moverse. Ah, las órdenes... Los permisos...
No sabes lo que dices, Alice... Susurró en un jadeo, al tiempo que intensificaba el movimiento de sus caderas. Ese juego que se traían: iba a cumplir con su orden, con su reto, sí. Pero porque él quería. Una de sus manos se aferró a los cojines que había bajo ellos, porque necesitaba volcar toda esa pasión que se le desbordaba, y la otra se colocó en el rostro de la chica para volver a mirarla a los ojos, mordiéndose los labios para contener los gemidos, antes de fundirse en otro beso. Me estás retando... Demasiado...
Se perdió en un beso más y notó como la chica le estaba invitando a entrar de nuevo, que aunque siguiera siendo nuevo en aquello las señales eran claras y apenas hacía... ¿Cuánto tiempo hacía? Que habían hecho exactamente lo mismo. Esta vez se sentía algo más seguro, aunque... ¿Estaría listo? Es decir, seguía notándose cansado. Ni siquiera sabía cuantos minutos habían pasado. Esperaba haberse recuperado. Desde luego, se notaba más que recuperado. Se notaba con unas ganas locas de volver a probar esa sensación tan nueva y de la que ahora le resultaba impensable prescindir.
Volvió a agarrar sus caderas para facilitarse el camino, un camino que ya sí se conocía, y soltó un jadeo intenso cuando se notó dentro de ella una vez más. Alice chocó su frente a la de él, haciéndole abrir los ojos, encontrarse con esa mirada fiera y con esas palabras, esa nueva orden con tono de súplica. Ese beso desenfrenado. En él ahogó varios suspiros cuando notó sus caderas moverse. Ah, las órdenes... Los permisos...
No sabes lo que dices, Alice... Susurró en un jadeo, al tiempo que intensificaba el movimiento de sus caderas. Ese juego que se traían: iba a cumplir con su orden, con su reto, sí. Pero porque él quería. Una de sus manos se aferró a los cojines que había bajo ellos, porque necesitaba volcar toda esa pasión que se le desbordaba, y la otra se colocó en el rostro de la chica para volver a mirarla a los ojos, mordiéndose los labios para contener los gemidos, antes de fundirse en otro beso. Me estás retando... Demasiado...
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En ese momento se debatía terriblemente entre perderse entre aquellas olas de placer, en la piel de Marcus rozándose con la suya y en sentirle dentro de ella o seguir tentándole y jugueteando. Era difícil pensar con un Marcus encendido entre sus piernas, agarrando sus caderas, más seguro de lo que había. Hacía rato que no era consciente de si gemía o de si su respiración no hallaba descanso, solo de la intensidad con la que sentía a Marcus, hundiendo los dedos en la piel de sus hombros mientras se miraban.
-¡Sí!- Quería ser una contestación su "no sabes lo que dices, Alice" pero se convirtió en un gemido de placer desesperado, que venía a decirle "sé que te quiero a ti, descontrolado, como te he visto antes". Pero todo aquello se mezclaba en su cabeza, y solo podía dividir su atención entre concentrarse en el punto donde su dos cuerpos se unían y en admirarle mientras se mordía aquellos por los que ella tenía la necesidad de hacer lo mismo, en sentir ese punto de ternura con la mano en su mejilla. Se inclinó hacia su oído, deslizando la mano a su pelo como había hecho antes y susurró
-¿Y aceptas mi reto?- dijo moviendo bruscamente las caderas contra él, mordiéndose ella misma el labio inferior pero con la sonrisilla de travesura de nuevo implantada en su cara, disfrutando de la nula distancia entre sus cuerpos y de la excitación que ahora sabía que provocaban sus palabras en Marcus.
-¡Sí!- Quería ser una contestación su "no sabes lo que dices, Alice" pero se convirtió en un gemido de placer desesperado, que venía a decirle "sé que te quiero a ti, descontrolado, como te he visto antes". Pero todo aquello se mezclaba en su cabeza, y solo podía dividir su atención entre concentrarse en el punto donde su dos cuerpos se unían y en admirarle mientras se mordía aquellos por los que ella tenía la necesidad de hacer lo mismo, en sentir ese punto de ternura con la mano en su mejilla. Se inclinó hacia su oído, deslizando la mano a su pelo como había hecho antes y susurró
-¿Y aceptas mi reto?- dijo moviendo bruscamente las caderas contra él, mordiéndose ella misma el labio inferior pero con la sonrisilla de travesura de nuevo implantada en su cara, disfrutando de la nula distancia entre sus cuerpos y de la excitación que ahora sabía que provocaban sus palabras en Marcus.
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Respuesta clara y tajante, y cargada de un tono de excitación que le hacía pensar que ese "sí" no era simplemente un "sé lo que estoy haciendo, sé que estoy jugando contigo". Era mucho más. Y eso le encendía más que aquella hoguera que tenían junto a ellos.
Buscar su lengua con la propia era una buena aunque no del todo eficaz forma de acallar el ruido que estaban haciendo, pero Alice se separó para ir a susurrar en su oído. Y, como hubiera hecho ella antes, la respuesta se escapó con un tono más intenso del que quizás pretendía. ¡Sí! Porque había empezado a moverse más rápido, la chica volvía a tomar el control de la escena y eso estaba provocando que gimiera más alto, que cerrara los ojos con fuerza, que sus brazos temblasen más y que sus músculos se tensaran. Y podía decir que eran sus movimientos los que estaban provocando esas sensaciones en él, y obviamente lo eran. Pero también eran sus palabras y esos malditos retitos y jueguecitos que se traían. Lo increíble es que le hubieran durado tanto tiempo antes de llegar a aquello, ahora que lo pensaba.
Volvió a besarla y dejó un suave mordisco en sus labios, bajando la mano que tenía en su mejilla hacia su muslo, subiendo la pierna de la chica como si aquello le ayudara a llegar más lejos, mientras su otra mano seguía aferrando el cojín. Dilo. Soltó en un jadeo, sin dejar de moverse y de sentir los fuertes movimientos de ella. Dilo... ¿Cuál es el reto?
Buscar su lengua con la propia era una buena aunque no del todo eficaz forma de acallar el ruido que estaban haciendo, pero Alice se separó para ir a susurrar en su oído. Y, como hubiera hecho ella antes, la respuesta se escapó con un tono más intenso del que quizás pretendía. ¡Sí! Porque había empezado a moverse más rápido, la chica volvía a tomar el control de la escena y eso estaba provocando que gimiera más alto, que cerrara los ojos con fuerza, que sus brazos temblasen más y que sus músculos se tensaran. Y podía decir que eran sus movimientos los que estaban provocando esas sensaciones en él, y obviamente lo eran. Pero también eran sus palabras y esos malditos retitos y jueguecitos que se traían. Lo increíble es que le hubieran durado tanto tiempo antes de llegar a aquello, ahora que lo pensaba.
Volvió a besarla y dejó un suave mordisco en sus labios, bajando la mano que tenía en su mejilla hacia su muslo, subiendo la pierna de la chica como si aquello le ayudara a llegar más lejos, mientras su otra mano seguía aferrando el cojín. Dilo. Soltó en un jadeo, sin dejar de moverse y de sentir los fuertes movimientos de ella. Dilo... ¿Cuál es el reto?
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Era difícil, muy difícil, continuar el juego y no dejarse llevar simplemente como había hecho antes, disfrutar del placer mutuo de ambos y ya está. Pero eran ellos. Tendrían que arrastrarlo hasta que literalmente no pudieran más, como habían hecho con todo en la vida. Y menos cuando ella iba ganando, que le encantaba.
Ganando pero no mucho, porque cuando Marcus se lanzó a morder su labio, perdió un poco su posición de poder, rindiendo su cuerpo a él, porque le estaba provocando demasiado placer. Instintivamente, subió la pierna al toque de la mano de Marcus, haciendo todo más intenso y cayendo por unos momentos en esa sensación, porque no había más que sus cuerpos balanceándose. Pero entonces lo dijo. Su voz era, sin duda, el afrodisíaco, más potente del mundo. Y si era para sacar de nuevo al Marcus chulito, más aún. Fue entonces cuando recuperó conciencia del jueguecito y, empujando ligeramente al chico de los hombros, se escabulló bajo su cuerpo y se dirigió a la alfombra junto al fuego. Sabía lo ordenadito y pulcro que era Marcus, quería probar hasta que punto ardía por ella.
-¿Me deseas? Pues ven a por mí- dijo tendiéndose en el suelo, arqueando la espalda y subiendo los brazos a ambos lados de su cabeza, para mostrarle su cuerpo entero sin interrupciones. Y pensar que apenas unas horas antes había sentido vergüenza de que la viera desnuda. Y ahora nunca podría borrar la imagen de sus dos cuerpos unidos- Ven y termina lo que yo he empezado- terminó poniendo de nuevo la voz sensual y que le invitaba a lo que quisiera hacer con ella.
Ganando pero no mucho, porque cuando Marcus se lanzó a morder su labio, perdió un poco su posición de poder, rindiendo su cuerpo a él, porque le estaba provocando demasiado placer. Instintivamente, subió la pierna al toque de la mano de Marcus, haciendo todo más intenso y cayendo por unos momentos en esa sensación, porque no había más que sus cuerpos balanceándose. Pero entonces lo dijo. Su voz era, sin duda, el afrodisíaco, más potente del mundo. Y si era para sacar de nuevo al Marcus chulito, más aún. Fue entonces cuando recuperó conciencia del jueguecito y, empujando ligeramente al chico de los hombros, se escabulló bajo su cuerpo y se dirigió a la alfombra junto al fuego. Sabía lo ordenadito y pulcro que era Marcus, quería probar hasta que punto ardía por ella.
-¿Me deseas? Pues ven a por mí- dijo tendiéndose en el suelo, arqueando la espalda y subiendo los brazos a ambos lados de su cabeza, para mostrarle su cuerpo entero sin interrupciones. Y pensar que apenas unas horas antes había sentido vergüenza de que la viera desnuda. Y ahora nunca podría borrar la imagen de sus dos cuerpos unidos- Ven y termina lo que yo he empezado- terminó poniendo de nuevo la voz sensual y que le invitaba a lo que quisiera hacer con ella.
Merci Prouvaire!
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Cause' Alice does belong with Marcus
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Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Boys like you don't belong with girls like me CON Alice EN Sala de los Menesteres A LAS 18:00h, 2 de junio 2001 |
Cuando Alice subió la pierna siguiendo su mano aquello se volvió más frenético, sintiendo que llegaba más adentro, lo cual parecía imposible. Pero entonces se apartó, dejándole con una sensación de abandono. No quería que se fuera, ahora no. Aunque, ciertamente, le había venido bien. Porque un segundo más y hubiera explotado.
Se quedó de rodillas en el sofá, mirándola sin comprender qué hacía. Para qué le habría dicho nada de los retos, parecía que no la conocía. ¿Qué pensaba hacer? Él y su manía de tener que quedar siempre por encima de todo el mundo, y más de alguien como Alice, que no tenía límites. Pero era precisamente eso, el no tener límites, aquello que le había llevado a pasar algún que otro mal rato inmerso en sus travesuras, lo que de hecho más le excitaba de ella. Estaba siendo consciente en ese momento, hasta entonces simplemente se había dejado llevar sin saber muy bien por qué, alegándolo a una cuestión de orgullo... Sí. Orgullo y excitación. Ahora lo veía muy claro.
Ahí estaba el reto. Si la deseaba, si realmente quería, que fuera a por ella. Y se tumbó en el suelo, en la alfombra, junto al fuego. Marcus dejó escapar una risa entre nerviosa, excitada e incrédula. ¿De verdad? ¿En el suelo? ¿Teniendo un sofá? Miró a los lados mojándose los labios. Pero esa chica no le daba tregua ni para pensar. "Ven y termina lo que yo he pensado". Madre mía... Un reto en toda regla. Le estaba volviendo loco.
Se levantó y se dirigió hacia ella. Esa postura que tenía en el suelo, tan expuesta... Mejor no lo pensaba o la pausa que habían hecho no habría servido para nada, porque se estaba encendiendo todavía más. ¿Este es tu reto? Preguntó con un punto de chulería mientras se arrodillaba entre sus piernas. Aquello prometía ser bastante más incómodo que lo del sofá, pero no estaba para ponerse exquisito. Y tenía que hacer creer a la chica que su reto no le había parecido para tanto porque... En fin, así era Marcus. Pero estaba ardiendo por dentro. Creo que es bastante asequible. Añadió mientras se tumbaba lentamente sobre ella. Sonrió y besó sus labios, acercando sus caderas tanto que comenzó a entrar de nuevo, poco a poco. Eso hizo que sus palabras siguientes no salieran tan nítidas, por más que se empeñara en mantener ese tonito, sino susurradas en un hilo de voz. ¿Continúo?
Se quedó de rodillas en el sofá, mirándola sin comprender qué hacía. Para qué le habría dicho nada de los retos, parecía que no la conocía. ¿Qué pensaba hacer? Él y su manía de tener que quedar siempre por encima de todo el mundo, y más de alguien como Alice, que no tenía límites. Pero era precisamente eso, el no tener límites, aquello que le había llevado a pasar algún que otro mal rato inmerso en sus travesuras, lo que de hecho más le excitaba de ella. Estaba siendo consciente en ese momento, hasta entonces simplemente se había dejado llevar sin saber muy bien por qué, alegándolo a una cuestión de orgullo... Sí. Orgullo y excitación. Ahora lo veía muy claro.
Ahí estaba el reto. Si la deseaba, si realmente quería, que fuera a por ella. Y se tumbó en el suelo, en la alfombra, junto al fuego. Marcus dejó escapar una risa entre nerviosa, excitada e incrédula. ¿De verdad? ¿En el suelo? ¿Teniendo un sofá? Miró a los lados mojándose los labios. Pero esa chica no le daba tregua ni para pensar. "Ven y termina lo que yo he pensado". Madre mía... Un reto en toda regla. Le estaba volviendo loco.
Se levantó y se dirigió hacia ella. Esa postura que tenía en el suelo, tan expuesta... Mejor no lo pensaba o la pausa que habían hecho no habría servido para nada, porque se estaba encendiendo todavía más. ¿Este es tu reto? Preguntó con un punto de chulería mientras se arrodillaba entre sus piernas. Aquello prometía ser bastante más incómodo que lo del sofá, pero no estaba para ponerse exquisito. Y tenía que hacer creer a la chica que su reto no le había parecido para tanto porque... En fin, así era Marcus. Pero estaba ardiendo por dentro. Creo que es bastante asequible. Añadió mientras se tumbaba lentamente sobre ella. Sonrió y besó sus labios, acercando sus caderas tanto que comenzó a entrar de nuevo, poco a poco. Eso hizo que sus palabras siguientes no salieran tan nítidas, por más que se empeñara en mantener ese tonito, sino susurradas en un hilo de voz. ¿Continúo?
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Y así, sin más, había conseguido que Marcus O'Donell se tirara en el suelo. Eso era bastante victoria para ella. Aunque él aprovechara y vacilara con ella, haciéndose el poderoso o torturándola con ese juego de caderas sin llegar a entrar en ella. Cuando por fin lo hizo, Gal supo que estaba cerca, muy cerca de terminar. Y por primera vez, temió que aquello terminara. Por primera vez deseó que la puerta de la sala nunca se abriera, que aquel momento durara para siempre. Pero no podía ser, y su cuerpo le pedía más desesperadamente. Así que se aferró a Marcus y le miró suplicante.
-Sigue- dijo desesperada, anhelante -Haz lo que has hecho antes con mi pierna- y la deslizó contra su mano. Oh sí. Menudo invento para no haberlo hecho nunca. Aquella postura la llevó rápidamente al clímax, ese que había retrasado a conciencia para hacer que aquella noche durara una eternidad, pero que ya no podía alargar más. Con un gemido final, volvió a sentir las oleadas de su placer golpearla con fuerza y rendirse bajo el cuerpo de Marcus gritando su nombre. Volvió a hacer como antes y le apartó el pelo de la frente para ver su cara cuando llegara el también, apenas unos instantes después que ella. No quería olvidar aquel rostro por nada del mundo. Y si llegaba el día en su vida en el que fuera tan vieja que no era capaz de evocarlo, sería un buen momento para olvidarse a sí misma también. Tomó aire a bocanadas y se incorporó para besar tiernamente los labios de Marcus antes de volver al sofá, tirando de su mano.
Esta vez se colocó sobre el pecho de él. Quería rozar su piel con la mejilla, oír su corazón, sentirle a su lado, mientras pudiera. Pasó su brazo por encima del torso para abrazarle y cerró los ojos. No necesitaba nada más.
-Sigue- dijo desesperada, anhelante -Haz lo que has hecho antes con mi pierna- y la deslizó contra su mano. Oh sí. Menudo invento para no haberlo hecho nunca. Aquella postura la llevó rápidamente al clímax, ese que había retrasado a conciencia para hacer que aquella noche durara una eternidad, pero que ya no podía alargar más. Con un gemido final, volvió a sentir las oleadas de su placer golpearla con fuerza y rendirse bajo el cuerpo de Marcus gritando su nombre. Volvió a hacer como antes y le apartó el pelo de la frente para ver su cara cuando llegara el también, apenas unos instantes después que ella. No quería olvidar aquel rostro por nada del mundo. Y si llegaba el día en su vida en el que fuera tan vieja que no era capaz de evocarlo, sería un buen momento para olvidarse a sí misma también. Tomó aire a bocanadas y se incorporó para besar tiernamente los labios de Marcus antes de volver al sofá, tirando de su mano.
Esta vez se colocó sobre el pecho de él. Quería rozar su piel con la mejilla, oír su corazón, sentirle a su lado, mientras pudiera. Pasó su brazo por encima del torso para abrazarle y cerró los ojos. No necesitaba nada más.
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Al final, los retos los ganaban siempre los dos, daba igual como se pusieran. Cada uno obtenía sus beneficios de ellos, si no, no accederían a hacerlos. Esa era toda la dinámica entre ellos, lo que siempre había sido su amistad: una forma idiota de decirle al otro "yo puedo más que tú", cuando la realidad era "sin ti esta tontería no tiene sentido", y más real aún era "si es juntos, ganamos los dos".
Una orden, y otra más. No hacía falta que se las diera porque Marcus pensaba hacerlo igual: quería seguir, y quería volver a agarrar su pierna y levantarla, que le ayudara a llegar más lejos. No tardó en notar como la chica se tensaba, como gemía... Como gritaba su nombre. Se dejó caer sobre ella e intensificó el ritmo de sus caderas, dando todo lo que quedaba de él, todo lo que sus fuerzas podían ofrecer. Alice... Gimió junto a su cuello, aferrando de nuevo sus dedos a la piel de la chica y notando como el placer golpeaba su pecho y subía y bajaba por todo su cuerpo. Dejándole totalmente rendido y sobre ella. Ni era consciente de estar en el suelo. Donde sí estaba era en el mejor lugar del universo en esos momentos.
La miró cuando acarició su pelo y lo retiró de su frente, haciéndole soltar una breve risa. Uff... Dejó escapar con una risilla antes de notar el beso de la chica, la guinda final de todo aquello. Vaya regalo de cumpleaños. Eso sí que era empezar bien una edad.
Le llevó hasta el sofá. Levantarse le había resultado, después de tanto ejercicio, un acto de voluntad enorme, porque estaba agotado por segunda vez en aquella noche. Cerró los ojos tras caer en el sofá, soltando el aire de su pecho como si fuera todo lo que quedaba ya en su cuerpo. Rodeó los hombros de la chica cuando se abrazó a él. Ni siquiera podía mover ya los párpados, pero sí decir algo más. Esto... Es la mejor travesura que hemos hecho... Bromeó. No sabía ni lo que decía ya, tenía el cerebro vuelto del revés. Si tuviera en esos momentos un examen lo suspendería, pero estaba en tal nube placentera que ni le importaría... Al menos no en ese momento, después quizás sí. Por inercia y distraidamente acarició su espalda y se fue relajando poco a poco... Perdiendo la conciencia de nuevo sin darse cuenta.
Una orden, y otra más. No hacía falta que se las diera porque Marcus pensaba hacerlo igual: quería seguir, y quería volver a agarrar su pierna y levantarla, que le ayudara a llegar más lejos. No tardó en notar como la chica se tensaba, como gemía... Como gritaba su nombre. Se dejó caer sobre ella e intensificó el ritmo de sus caderas, dando todo lo que quedaba de él, todo lo que sus fuerzas podían ofrecer. Alice... Gimió junto a su cuello, aferrando de nuevo sus dedos a la piel de la chica y notando como el placer golpeaba su pecho y subía y bajaba por todo su cuerpo. Dejándole totalmente rendido y sobre ella. Ni era consciente de estar en el suelo. Donde sí estaba era en el mejor lugar del universo en esos momentos.
La miró cuando acarició su pelo y lo retiró de su frente, haciéndole soltar una breve risa. Uff... Dejó escapar con una risilla antes de notar el beso de la chica, la guinda final de todo aquello. Vaya regalo de cumpleaños. Eso sí que era empezar bien una edad.
Le llevó hasta el sofá. Levantarse le había resultado, después de tanto ejercicio, un acto de voluntad enorme, porque estaba agotado por segunda vez en aquella noche. Cerró los ojos tras caer en el sofá, soltando el aire de su pecho como si fuera todo lo que quedaba ya en su cuerpo. Rodeó los hombros de la chica cuando se abrazó a él. Ni siquiera podía mover ya los párpados, pero sí decir algo más. Esto... Es la mejor travesura que hemos hecho... Bromeó. No sabía ni lo que decía ya, tenía el cerebro vuelto del revés. Si tuviera en esos momentos un examen lo suspendería, pero estaba en tal nube placentera que ni le importaría... Al menos no en ese momento, después quizás sí. Por inercia y distraidamente acarició su espalda y se fue relajando poco a poco... Perdiendo la conciencia de nuevo sin darse cuenta.
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