Un año ya había pasado desde los pasados juegos. Aun las heridas se encontraban abiertas. Siempre era lo mismo, claro, pero esta vez había dolido más. Pues uno de sus tributos, la niña había sido una de las más jóvenes de la camada de esa edición y también una niña muy querida en el distrito. Tan sonriente, tan llena de vida. Tan inocente. Por cosas como estas es que a pesar de ser una pareja joven no habían querido tener hijos. ¿Cómo? ¿Para vivir con el miedo de que al cumplir los doce años su nombre saliera en la cosecha? Tener que estar con esa angustia hasta que cumplieran los dieciocho para ver si corrían la suerte de llegar a esa edad sin ser enviados a matarse con otros niños. No podían, era cruel. Lo peor es que ni siquiera podían ofrecerse ellos mismos en su lugar, pues, eran muy mayores para los juegos.

Desde la muerte de Rue, y claro que igual no se podía olvidar a Trech quien había velado valientemente por ella lo más que pudo, el distrito once había quedado marcados con una herida que nunca antes había sido tan profunda. Luego de que Katniss, tributo del doce y una de las ganadoras de los juegos, le mostrara bondad y estima a la niña, se dieron cuenta de que ellos se mataban entre ellos porque no quedaba otro remedio. Los distritos entre sí no se odiaban, no tenían por qué hacerlo. Así quera momento de que todo cambiara, y comenzaron los murmullos, las conspiraciones. Una rebelión estaba en puerta. El problema era que el Capitolio parecía estar consciente de aquello y estaba por darle una puñalada en la espalda a los vencedores que tanto decían eran consentidos del Capitolio. Eso era para que vieran que Snow no quería a nadie y que solo vivías mientras le fueras útil.

Hoy harían el anuncio del Vasallaje de los 75 Juegos del Hambre. Fletch se preguntaba con qué otra atrocidad se les ocurrirá salir. Si los Juegos como tal eran un horror, los Vasallajes eran aún peor. Él era solo un pequeño cuando ocurrió el anterior, por lo que no lo llego a ver. Pero si recuerda que sus padres le contaron que el anterior, habían duplicado el número de tributos. En vez de dos, fueron cuatro y quien lo había ganado era el único otro vencedor que quedaba con vida del Distrito 12, Haymitch.

Sentado a la mesa junto a su esposa con una pequeña pantalla de televisión que tenía que pegarle varias veces antes de lograr que se viera una imagen clara, Fletch esperaba escuchar el anuncio mientras tomaban su humilde cena. — ¿Con que otra atrocidad saldrán? — suspiro frustrado. — Si tan solo fuera posible hacer algo antes de que más inocentes mueran. — comentaba a su esposa.

Había algo nuevo en todos los ciudadanos desde los Juegos número 74. Había cierta esperanza al seguir aquella chica que era un símbolo para la gran parte de los distritos, y luego como se comportó con Rue, era inevitable que mucha gente si podían unirse, ya con el hecho de enviar ese saludo simbólico con la mano significaba tanto que ella se sentía muy valiente. Pero es que había pasado mucho desde la muerte de Rue y Tresh, recordaba ese fatal día, la gente se revolucionó. Ni siquiera supo como detuvo a su esposo para que se controlase cuando vio a los agentes de la paz llegar disparando como dementes, y la verdad, cuando Everdeen y Mellark habían venido al Distrito sus palabras habían sido tan sinceras y llenas de valentía que fue parte de hacer aquel símbolo. Pero el que había iniciado, un anciano que eran considerados como los sabios y que sabía mucho, fue visto en mira y a quien terminaron disparando a la cabeza para no volver hacerlo. La escena había sido horripilante, Kelly no quería que muriera más gente.

Y fue como paso el tiempo, ella trataba de visitar a ambas familias de los dos caídos y muy pronto ya se haría el nuevo anuncio de los Nuevos Juegos, y mucha de la gente que estaba consciente de que cada 25 años se celebraba el Vasallaje no sabían con que iban a salir ahora. Ella había preparado una rica cena pero no dejaba de ser bastante escasa para los dos, su marido era un hombre grande y asumía que no quedaría satisfecho con esa sopa de verduras que había preparado con tanto esmero, pues su Fletch merecía lo mejor, por ser un hombre tan esforzado y tan trabajólico. Pero era lo que tenían y él jamás se quejaba, ella trataba de no hacerlo y así mismo trataban de ser felices por la vida que les toco vivir, al menos se amaban. No importaba la diferencia de edad, no importaba nada. Solo trataban de mantener su matrimonio en la vida de mierda que tenían que aguantar.

Más encima, tocaba el anuncio del vasallaje, ella puso en plato en la mesa y al rato se sentó a su lado. Tocó su mano y se encogió de hombros. —Del Capitolio se puede esperar cualquier cosa y para peor con todo lo que ha sucedido, creo que podrían hacer algo peor. No quiero ni ver esto, es lamentable que todo sea de manera obligada. — Soltó un suspiro y la verdad es que comió rápido porque no quería que se le quitará el apetito si el anuncio llegaba a ser tan maldito y cruel. — Come, amor... tiene más condimento y por ende, mucho más sabor.— Acarició su mano mientras tomaba un poco de vino que solo había sacado por ser un día "especial".

Todo estaba siendo tan intolerable, ya no era solo el tener que enviar a niños cada año a matarse entre ellos cada año. También era esa crueldad hacia las mismas personas de los distritos, solo por expresar su frustración y dolor por la muerte de inocentes. Ya cualquier cosa, cualquier gesto, podía ser considerado como rebeldía y el Capitolio parecía particularmente desesperado por frenar cualquier indicio que pudiera llevar a una. Como si realmente temieran que si se revelaban pudieran acabar con su régimen, su estilo de vida. Eso le hacía pensar a Fletch que había posibilidades reales de derrotar al gobierno de Snow. De lo contrario, no estuvieran tan desesperados por imponer “orden”.

El mismo estaba harto de tanta crueldad. No podía tolerar más injusticias. Cuando se armaron los alborotos en su distrito le había costado un mundo, no involucrarse más de la cuenta. Ardía en rabia, y si no hizo alguna estupidez fue por Kelly. No quería dejarla sola o peor aún que en vez de castigarlo a él de manera directa lo hicieran usando a su esposa. Así de crueles podían llegar a ser. Pero todo cambiaría si pudieran llegar a darle forma a un grupo, uno que se pudiera proteger la espalda entre ellos. Necesitaban ser libres de toda esta opresión antes de que ya fuera demasiado tarde. En especial porque ya se venía el Vasallaje.

Hablando de eso, ahí estaban los dos a la espera del anuncio de esta edición. Fletch sentía que podía esperar cualquier cosa de ese anuncio. Por lo que sí, de por sí, cada año le ponía tenso la cosecha. Ahora la tensión era aún mayor. No sabía que era peor, ser obligados a verlo y conocer en el momento de que trataba todo, o tener la oportunidad de no escucharlo y luego enterarse de manera inesperada en la calle con los murmullos de la gente.

Kelly podía sentir su tensión. Cuando tomó su mano relajo un poco los músculos y la miró. — Es justo lo que me temo. Tengo una sensación de que ninguno estamos a salvo. Lamentablemente, es obligado, aunque quizás sea peor, no saber y que nos tome por sorpresa. — ¿Y si se les ocurría cambiar por esta vez lo de la edad? ¿Así darles un escarmiento a los “revoltosos”? Esperaba que no. No podría cambiar nada si salía su nombre, pero sí podía hacer algo si salía el de ella. Pues aunque no pudiera ofrecerse por ella por ser hombre. Podía ofrecerse por el tributo masculino del distrito y así buscar la forma de ayudarle a ganar aun cuando implicaba que él tuviera que morir. Por supuesto que no planteo esa idea en voz alta.

— Tienes razón. — Le dijo esta vez al fin soltando una sonrisa para ella. — No podría desperdiciar un platillo tuyo, ni por todas las amarguras del mundo, amor. — añadió acariciando su mejilla. Pero tenía razón si quería al menos comerlo con gusto. Era mejor hacerlo ahora pues ya comenzaban a salir las primeras imágenes con el logo del Capitolio, lo que quería decir que pronto comenzarían.

Tenía exactamente 25 años por lo que era solo un bebé cuando fue el anterior vasallaje, por las repeticiones podía entender que hacían algo nuevo y para ellos más interesantes, solo que no dejaba de ser cruel y despiadado porque las ideas que se le ocurrían no dejaban de ser tenebrosas. Temía que pudieran a tomar a cualquiera o aumentar el número de los niños, quería dejar de pensar porque cada idea era terrible, ahí estaban con la curiosidad y con el suspenso todo el día aún cuando la transmisión estaba por empezar.

Soltó un suspiro. Al menos había calmado a su marido por ese apretón de manos que le dio. Sabía que estaba tenso, porque su amado pensaba exactamente igual que ella, la verdad es que hace unos años estaba rendida y sin esperanzas, y fue él quién hizo que se volviera más valiente, la había salvado de la completa pobreza y aunque el amor no había llegado enseguida, fue fácil enamorarse de él dentro del matrimonio que ciertamente había sido por necesidad, su familia no podía alimentar tantas bocas, ella tenía que salir de ahí y ahora eran solo los dos, claro que querían tener un hijo pero por los Juegos no se lo permitían porque no querían estar con ese miedo que se lo quitaran por esos malditos Juegos.

Sintió un escalofrío por toda su columna vertebral con lo que mencionó. — Tampoco puedo quitar esa mala sensación, era solo un bebé cuando fueron los anteriores, jamás pensé llegar a los 25 años y ahora que tengamos que presenciar uno con todo lo que esta pasando, si me suena a un gran castigo. — El Distrito 11 estaba con toda la garra luego de lo sucedido, habían sufrido mucho porque Rue era solo una niña y el chico si que era un aporte en el Distrito, su muerte igual no había dejado de ser la más cruel al ser devorado por ese muto. Todo era muy triste y no sabía como y cuando acabaría todo esto.

Sus palabras habían sido muy bonitas, él nunca despreciaba un plato de comida de ella y eso la hacía muy feliz.  — Eres el esposo más maravilloso del mundo, me gustaría que la comida fuera abundante.. adelgazaste mucho este año. — ¿Y cómo no? Vivía trabajando, entre la caricia que le había dado si notaba sus manos ásperas y llena de cicatrices.

Era mejor que comieran rápido y ella tomaba un trago de vino cuando se vio que el presidente Snow, ese viejo horrible aparecía en el escenario. Todos lo celebraban como si fuera un héroe, y ella puso los ojos en blanco. Como siempre empezaron las primeras palabras y lo importante que era el vasallaje, todos se quedaron callados y también ellos, Kelly tragó saliva porque muy pronto anunciaban que pasaría esta vez.

Por cosas como estas y por todo lo demás es que no podían seguir las cosas así. ¡Basta ya! Eran ya 75 años de crueldad, y tampoco es que antes hubieran estado mejor las cosas, pero nunca se podía intentar ganar a costa del sufrimiento ajeno. Alguien tenía que detener aquel círculo vicioso. Si tan solo hubiera la posibilidad de que todo se uniera, podía ser posible que los derrocaran. Ellos eran solo uno, mientras que los distritos eran doce, doce regiones que de igual manera eran las que sostenía su estilo de vida. Sin los distritos no podía haber Capitolio. Pero sin el Capitolio, si podía haber distritos, eso era lo que ellos temían que vieran.

— Yo tampoco recuerdo nada, era muy pequeño. Pero sí sé que esa vez, en vez de enviar dos tributos, enviaron cuatro, dos parejas de cada distrito. Como si no fuera suficiente con ver morir a 23 niños. — negaba frustrado. — Y cada vez quieren ‘superarse’ con el espectáculo. Tienes razón, amor, incluso el solo hecho de tener que presenciarlo es un castigo, una tortura. Más aún cuando tenemos fresca la herida de los pasados juegos. — Soltó un largo suspiro y se enfocó mejor en la sopa que Kelly le había preparado.

— Y tu la esposa perfecta. No sé qué haría sin ti. Eres la única razón por la que vale la pena estar de sol a sol en el campo. Es grato volver a casa y saber que me esperas con esa linda sonrisa. — aunque esa sonrisa con todo lo que pasaba cada día era menos las veces que aparecía en su rostro. Por suerte para él eran más frecuentes. — Lo sé, pero no ha quedado de otra. Si no hago esas horas extras aunque me desgaste, quizás apenas tendríamos una comida para el día. Sería peor. Así que ni te preocupes, aún no estoy tan mal. — Añadió depositando un suave beso en sus labios.

Fletch aprovecho de comer bien antes de que apareciera al fin la imagen de Snow en la pantalla. — Estaba muy deliciosa. — aseguro a Kelly antes de que fuera interrumpido por la voz en la pantalla del presidente de Panem.

“Y ahora llegamos a nuestro tercer Vasallaje de los Veinticinco. En el setenta y cinco aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros más fuertes son rivales para el poder del Capitolio, los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores. " Se escuchaba la voz de Snow hacer aquel anuncio como si fuera la cosa más justa del mundo. Maldito, anciano, ya ni siquiera dejaba tener paz a los que habían prometido tenerla.

El hombre se quedó atónito. — No, ¡no… esto ya es el colmo! ¿Ni siquiera esas personas pueden tener paz aquí? ¿Acaso se cree que solo ellos, los del capitolio, tienen derecho a ser feliz? — se podría sentir la rabia y la frustración en su voz. — No podemos seguir de brazos cruzados, Kelly. — Añadió ahora viendo a su esposa a los ojos. — Merecemos una vida mejor. — se había cohibido de tanto por culpa de todo esto que no era justo.

La chica no comprendía tanta crueldad, eran 75 años de martirio y sufrimiento para la gran mayoría de los distritos, que el maldito capitolio tenía lujos y se aprovechaban de todos sus recursos para una mejor vida, mientras que ellos se morían de hambre, todo era muy injusto. Escuchó a su esposo sintiendo el peso en sus hombros, había sido una verdadera fortuna no haber sido elegidos, recordaba el terror y el miedo que sentía cuando apenas era una niña y la tranquilidad que tuvo cuando cumplió los 19 años al fin. ¿Cómo se salvo? La verdad es que no tenía idea, imaginaba que por las teselas de muchos aunque siempre podía estar la posibilidad.

Soltó un nuevo suspiro mientras ponía todo con calma en la mesa y luego se sentaba frente a él sin dejar de sujetar sus manos para que se expresara y a la vez, en espera de ese maldito nuevo vasallaje que lamentablemente iban a tener que contemplar. — Sí, una situación terrible en todo sentido, fue el doble y aún nadie se explica porque no hablo de su estrategia que el hombre del distrito 12 gano. Siempre me contaron solo que no me gusta ver las repeticiones. — Murmuró la chica con suavidad sintiendo lástima, la verdad es que no veía a los vencedores de los distritos más pobres de manera feliz, que gozarán de la victoria y eso que era solo espectadora, capaz que historias habían detrás, para ella todo lo que hacía el Capitolio era malo. — Es una herida que no se podrá cerrar y por suerte ya nos estamos dando cuenta, Everdeen nos dio un poco de esperanza. — Murmuró, no estaba confiada del todo porque sabía que el Capitolio y su presidente se saldría con la suya. Era mejor comer para no quedar sin apetito luego.

Se sonrojó ante sus palabras, realmente estaba enamorada a pesar que había sido solo un matrimonio por necesidad. La había tratado bien desde siempre y ahora se sentía afortunada de tenerlo a su lado. — También hago lo posible para contemplar tu sonrisa, me esmero de tenerte una rica comida aunque no sea mucha, encontrar frutos frescos para que lleves en tus cansinos días de trabajo. El mío como recolectora ni se compara con el tuyo. — Ella estaba siempre pendiente de sus heridas porque lamentablemente en los cultivos habían muchas Rastrevíspulas, por lo que Kelly siempre estaba pendiente de hacer hierbas medicinales para que las picaduras no fueran muy potentes, había ocurrido varias veces.

A Kelly le preocupaba que su marido había perdido unos cuantos kilos por no comer bien y el exceso de trabajo. Muchas veces trabajaba horas extras para estar cómodos y así seguir vivos. La mirada de la chica se anegó en lágrimas solo con sus palabras quería hacer más por él, ya no era el hombre de 20 años que había conocido. — Pero por favor, no te desgastes más si ya no puedes, puedo ponerme a trabajar más... ¿De acuerdo? No sé que haría sin ti si te enfermas. — Correspondió a su beso y acarició su cabeza, por ella se habría quedado abrazandolo con fuerza pero no podían ya que era mejor comer antes que ese anciano diera el anuncio.

— Gracias.. tengo otra porción para ti si la quieres — Masculló. Era una ocasión especial, ya vería como se las arreglaría para el almuerzo siempre lo hacía. Solo que no creía que lo iba aceptar porque justo el presidente empezó hablar y la noticia que dio fue catastrofica. ¡COMO ERA POSIBLE! La chica quedó estática, pensó en todos los pocos vencedores que tenían, pensó en todos pero sobre todo en Seeder y Chaff. Era cercana a ellos y que trataban de hacer lo posible como mentores para que los niños pudieran sobrevivir. ¡No era justo!

Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas y no era por dramática, verdaderamente lo sentía por ellos. —Shhh despacio.... que podría haber un agente de la paz cerca. ¡Ay, amor! Es todo tan injusto — Dijo con angustia, es que de verdad hablaban con ellos para que le pasara algo así, se suponía que estarían tranquilos por el resto de los días, y claro... pobre Katniss. Era lógico que lo hacían por ella porque era la única vencedora del distrito 12. Por Dios todo estaba de mal en peor. —Fletch todo esta muy mal.... ya se les fue de las manos, son demasiado crueles — decía sollozando.

La vida cada día se estaba volviendo más retante en los distritos. En especial en los más rezagados. Pues al menos en los primeros había más recursos, aunque jamás se podrían comparar con el Capitolio, ellos siempre se lo llevaban todo. Lo mejor siempre sería para ellos. Con las cosas como se encontraban ahora mismo no había manera de esperar que fueran a mejorar solas. Menos con el Vasallaje respirándoles en la nuca.

Fletch en cierto modo se había sentido afortunado de haber podido llegar a la vida adulta sin tener que haber sido enviado a los juegos. Pero si había perdido a muchos amigos de su niñez y era triste, año tras año era uno nuevo. Ahora que era adulto no había tanta diferencia, pues eran los hijos de sus vecinos, sus primos. Gente querida. Incluso la muerte de un total desconocido dolía, pues nadie merecía morir de una forma tan brutal, mucho menos siendo tan joven.

— Posiblemente, porque no les conviene que lo recuerden. Aunque suelen decir que uso el escudo a su favor. Igual a mí no me gusta, suficiente tengo con ver por obligación la edición anual. — y eso porque era casi un mandato, al menos mientras sus tributos siguieran con vida. — Sí, nunca es tiempo suficiente para recuperarse. Pero ella dejó encendida una llama en muchos de nosotros, eso tampoco se va tan fácilmente. — mientras más personas pensaran igual, más difícil se les haría controlar una rebelión.

Por otro lado, no solo lo deseaba por su distrito, también por su esposa. No quería tener que hacer que viviera casi en la miseria. Y sí, no lo hacía, era porque hacían miles de malabares para lograr tener una vida decente. Pero eso le estaba costando a él su propia salud. La amaba y era capaz de hacer cualquier cosa por ella. Se sentía afortunado de que hubiera podido tener un amor así. Estaba consciente que su familia al comienzo la habían casado con él para que tuviera una mejor oportunidad de vida, y eso era lo que le intentaba dar. Lo bueno es que, a pesar de todo, la recompensa que recibía era el amor que ella le brindaba. — Sé que lo haces, lo he visto, lo he sentido. Sin tus cuidados todo sería más difícil. — le afirmo, sabía cuantas veces esas manos habían atendido sus heridas.


— Tu amor vale mucho más que todo sacrificio. Pero intentaré cuidarme mejor y no excederme cuando no sea necesario, no me gustaría dejarte sola… más tampoco tengo el corazón para pedirte que te esfuerces aún más. Dices que no es tanto, pero igual no solo trabajas recolectando, también aquí en la casa. — tomo sus manos y las beso. — Pero tampoco te lo podría prohibir, somos un equipo. — Le ocasionaba mucha rabia que ellos tuvieran que tener estas carencias mientras allá vivían entre lujos y abundancia. — Solo si la dividimos para ambos. — no le importaba que terminara siendo solo un par de cucharadas extras. Las recibiría feliz.

Ese momento tan tierno y cálido termino opacado por el mensaje del presidente. Había dejado a todos fríos, atónitos. Con una expresión de incredulidad. Aunque Fletch no pudo evitar abrir su boca a expresarse. Sentía tanta rabia e impotencia. Que incluso su tono de voz había sido más elevado del debido, por lo que tuvo que ser Kelly quien le recordara que podían pasar agentes de la paz y escucharlo. — Es que es tan frustrante. Con esto están dejando saber que no hay nadie a salvo. ¿Que nos garantiza que para el siguiente año lo estemos? Y luego están Seeder, están muy mayor para esto. Chaff no tanto, pero no importa. ¿Y si les toca? — Se llevó la mano a la cara frustrado.

— Lo sé, lo sé. Ven aquí. — dijo atrayéndola hacia él para abrazarla. — Esto no puede quedarse así. Algo se tiene que hacer. — Murmuraba mientras acariciaba su cabello.

La verdad eran pocos momentos felices de su vida. Uno de esos había sido un cumpleaños especial que prepararon sus padres cuando cumplió los 19 años y que se había salvado de los Juegos del Hambre, y el día de su boda porque a pesar que no estaba enamorada, comprendía que Fletch era un hombre bueno que iba a ser atento con ella y sí, los mejores momentos lo había pasado con él, a pesar de todas esas perdidas de seres queridos y amigos a lo largo de su niñez y adolescencia, ya no quería encariñarse con los niños que eran tan inocentes y trabajadores que era imposible, Kelly ya no quería seguir perdiéndolos y que ellos estuvieran muertos de miedo cada día que llegaba el vasallaje y el día de la cosecha.

— Es que es eso lo peor, que nos obligan a verlo como si fuera un show y no lo es. Para mi es una tortura y para mucha gente — Dijo soltando la chica mientras comía con lentitud para saborear cada bocado y llenarse con poco, era la manera para no sentir tanta hambre siempre. — Nos ha dado esperanza y ese chico que tanto la quiere, espero que siga su relación que con tanta revolución pueden terminar separados — Comentó la chica con suavidad, decían que no todas las parejas eran de verdad y mucho menos una de tributos imaginaba que eso hacía que llamaran la atención del capitolio y la misma gente de los Distritos. Pero algo había pasado después de que ocurrió aquello en el Distrito 11 siguieron con los discursos que eran dictados por el propio Capitolio.

Amaba tanto a su esposo, que realmente prefería ser ella quién muriera primero porque él era un gran aporte para el Distrito, sentía que se había ganado el cielo con el mero hecho de conocerlo y ahora ya con años de matrimonio podía decir que estaba enamorada. — Trato de hacer lo posible para que estés bien, los años pasan y el trabajo pesa, son largas jornadas tienes que saber cuando parar y sí yo puedo trabajar. — Insistía la chica que también quería ser un aporte en su vida y la verdad es que aunque no ganara como él  si quería ayudarlo en lo posible si caía enfermo o necesitaba descansar.

— Toda la razón, nuestro amor vale todo el sacrificio. — Agradeció que aceptara trabajaran ambos y así no irse a horas extras. Estaba preocupada por la salud de su marido y tenía que decírselo. — De acuerdo, compartiremos — Murmuró casi olvidando que en nada empezaría la transmisión que llegó antes que se levantara de la silla y el presidente con esa seriedad fingida - a veces ella creía que en el fondo disfrutaba esos anuncios - empezaba a decir que ni siquiera los vencedores eran capaz de sobrevivir por tanto tiempo, y que dos de ellos de cada distrito tenían que enfrentarse en estos nuevos Juegos.

Ella era amiga de los vencedores del distrito es que entre todos solían ser muy unidos y siempre trataban de ayudarse en lo posible. ¡Era tan injusto!  Tanto que ella comenzó a llorar y así mismo trataba de tranquilizar a Fletch que había perdido la paciencia, si la habían perdido ellos se imaginaba como debían estar todos los vencedores, lo malo es que ni podían salir porque estaban en toque de queda. — Es que eso es lo peor, ni siquiera ellos están a salvo,  cualquiera podría salir más que son tan pocos en este distrito que si que pueden salir... y es tan injusto, amor... es demasiada la crueldad, cuantas ganas tengo que ir a verlos y para nuestra desgracia tendrá que ser en la mañana. — Pensó en Katniss de manera inmediata la verdad que esto no podía ser casualidad.

— Fue por Katniss — dijo la chica — Es la única vencedora del Distrito 12 y si o si tiene que ir. Siento que ese....—Se contuvo del insulto —, esta tratando de hacerla desaparecer para apagar la llama que esta generando. ¿Y si termina muerta, Fletch? ¡Que vamos hacer! — Exclamó tratando de calmarse pero nadie le sacaba de la cabeza y estaba muy segura que muchos de su distritos y otros estaban igual de escandalizados. Claro... no creía que hasta se ofrecieran de voluntarios los profesionales.

Se dejo arrullar y poco a poco se iba calmando y dejaba de llorar. — Ay amor... hasta he perdido el apetito... espero que en verdad la gente se de cuenta... somos muchos más distritos que fácilmente pueden vencer al Capitolio —Decía entre susurros entre sus brazos. Aún seguía resonando el anuncio en sus oídos.

Cada vez el futuro se veía más desalentador. Ellos luchaban como podía para así poder llevar a casa comida. Fletch estaba harto de pasar necesidades, pero lo que más le dolía eran las muertes. Detestaba ver sus jóvenes vida apagarse. Era muy triste, y sentía que ya no podía quedarse más de brazos cruzados. Él deseaba darle la vida que su esposa merecía, eran felices, sí, pero solo por el amor que había nacido en ellos a pesar de haber sido un matrimonio arreglado; sin embargo, ella merecía más que solo su amor.

— Lo comprendo, solo que a veces se me hace difícil, pues no quiero que nos quedemos nunca sin comer. No me lo perdonaría. — le indicaba. Incluso alguna que otra vez en desesperación había sido azotado por tomar más de lo que debía. — Está bien, intentaré ser un tanto más cuidadoso conmigo mismo. — le aseguro. — Sé que lo harías bien. — Añadió en un tono comprensivo. Sonrió al escucharla asegurar que el amor valía todo sacrificio. Era ella la que lograba sacarle sonrisas en un mundo tan desdichado como él en que vivían. — Todo lo mío es tuyo. — le murmuro con cariño antes de que fuera a repartir la porción que quedaba.

Quizás de no ser porque había que ver obligado aquella trasmisión del Capitolio, hubieran tenido una velada amena y tranquila entre ellos. Que bastante que lo necesitaban. Pero no, ahí estaban para ver de qué nueva forma los traumatizarían a todos este año. Sus peores temores se volvieron realidad y el Vasallaje había resultado en la peor atrocidad que se les podía haber ocurrido. No les había sido suficiente con atormentar a los Vencedores una vez en la arena para que ahora que creían que sus vidas al fin tendrían paz, que estaban a salvo, eso se desvanecía.

— Lo sé, y es que independiente de quién salga. Todas estas personas ya han pasado por la crueldad de los juegos. ¡Mucha sangre les costó lograr mantenerse con vida, y ahora se lo arrebatan! Esto es el acto más canalla, cruel e incluso hasta se podría decir que de engaño. Sí, eso es un engaño, porque los engañaron con la promesa de que ya estarían a salvo el resto de sus vidas. Ahora resulta que no. — estaba furioso y de no ser por Kelly no hubiera bajado la voz al hablar. Era evidente que solo querían demostrar que la vida de todos le pertenecía.

— Es la manera fácil de lavarse las manos para que no digan que la querían ejecutar. — Añadió soltando un suspiro respecto a Katniss. El descaro de ellos era grande. Con Katniss muerta, moria las ilusiones y esperanzas de los que deseaban rebelarse. — Eso no puede pasar, no debe pasar. Si tan solo hubiera forma de… boicotear esos juegos. — murmuro cerca de ella para asegurarse de que solo ella lo escuchara. No tenía idea de como, pero luego de esto estaba seguro de que no sería el único con ese pensamiento.

Solo que verla en ese estado hizo que dejara todo aquello a un lado por un momento, la comenzó arrullar acariciando su cabello. — Yo también lo perdí, esto deja un mal sabor de boca. Pero tienes razón, somos más. Quizás sea momento de demostrárselos. — le decía para ahora tomar entre sus manos su rostro, acariciar su mejilla. — Vamos a cercarte esa carita. — dijo sacando un pañuelo. — Esta vez no se saldrán con la suya. Lo siento, todo esto no puede ser por nada. — afirmo el moreno mientras secaba sus lágrimas.

La vida del Distrito 11 era lamentable. Es que podían estar llenos de comida gracias a la agricultura pero ni siquiera podían recoger lo que ellos mismos habían cultivado o recolectado, además que el alcalde no era del todo justo y muy estricto, lo que hacía que se estuvieran muriendo de hambre. La muerte de la pequeña Rue como que había marcado un antes y un después, y fue la propia Katniss quién les dio esperanza, aportaron para llevarle ese pan en forma de agradecimiento como patrocinadores. Todo señalaba que todo mejoraría porque se había avivado el fuego que estaba escondido hasta ahora que ese maldito viejo dictaba que ni siquiera los vencedores eran libres, eso quería decir que ellos mismos estaban en peligro si se les ocurría la espantosa idea de utilizar tributos más grandes, cada día era más temerario, el Capitolio siempre querría el poder máximo y ellos siempre serían en cierta forma sus esclavos. Ahora más que nunca seguiría trabajando horas extras, que el peor trabajo siempre se lo llevaban los hombres pero eso no quería decir que las mujeres no lo hicieran, no quería que su esposo terminará agotado cuando ella podía.

Esto le afectaba. Los vencedores eran cercanos a ellos y era demasiado injusto lo que estaban pasando.— ¿Crees que lo acepten así de fácil? Me imagino que ni siquiera los distritos más ricos estén de acuerdo… ya… se ha visto que algunos han postulado dos veces pero ahora la situación es muy distinta, es una obligación. — Muchos Distritos no tenían tantos ganadores y se preguntaba como habían recibido la noticia, la más cruel de todas porque su marido tenía demasiada razón, ni siquiera se podían sentir seguros ya.

— Es la manera más fácil… de verdad no entiendo que pasa por la cabeza en el Capitolio, imagino que se dan cuenta que su sistema depende de nosotros porque si dejáramos de cultivar estarían muy perdidos. — Murmuró la chica que la verdad ya estaba hasta de ese sistema y era hace tanto tiempo que hasta sus propios abuelos habían tenido que vivir todo aquello, todo era muy cruel.

Aquel abrazo fue muy reconfortante, ella se dejó arrullar y soltó un suspiro, dejo que secara sus lágrimas. — ¿Pero que se puede hacer? Sé que tendré que apoyarte en todo lo que quieras hacer, solo te pediré que tengas cuidado, que me muero si te pierdo.— Finalizó Kelly que sabía perfectamente que Fletch no se iba a quedar tranquilo después de esto.

Fletch no podía evitar que la sangre le hirviera de solo recordarlo. Si creían que con esto controlarían todo, estaban equivocados. Por el contrario, había sido una mismísima declaración de guerra.

— Por supuesto que no, yo dudo que incluso esos Vencedores que fueron los favoritos del capitolio, estén contento. Al contrario, seguro han de ser los más enojados. — ¿Quién no? Se suponía que podías vivir el resto de tus días dándote la buena vida y sin peligros, y de repente ya no. — Sí, es diferente. En otras ocasiones han ido porque han querido… pero ahora se los están imponiendo nuevamente. Eso es un atentado contra su libertad. — es como si fueran los esclavos de los capitolinos.

— Sin nosotros no sobrevivirían ni un mes por su cuenta. Temen perder todas esas comodidades y abundancias. Más, sin embargo, intentan conservar todos sus lujos de la forma más estúpida y egoísta posible. — el moreno estaba harto de la injusticia. Ellos cultivaban, y casi no veían nada. Si tan solo hubieran sido justos con eso, muchas cosas serían diferentes. Pero como siempre, el egoísmo y la soberbia era la que siempre prevalecía. — Nunca comprendieron que mantenernos felices les beneficiaría más que llenarnos de miedo. — a veces creía que simplemente disfrutaban de verlos sufrir.

El tener a su esposa en sus brazos era reconfortante, aun cuando lo había hecho para él confortarla a ella, que se había puesto muy nerviosa con todo el asunto. — No te preocupes amor, todo será con cautela. Para cuando se dé cuenta ya será muy tarde. — le aseguro mientras acaricia su cabello. — Lo primero sería reclutar gente de confianza, que piense igual que nosotros y estén dispuestos a dar la lucha. Necesitaríamos un lugar para reunirnos donde no levante sospecha. ¿Alguna idea? — preguntaba a su esposa.  

— Quizás cuando estén en plenos juegos y todos estén pendientes de ellos, podemos comenzar a saquear los almacenes. Que poco a poco les llegue menos suministro. Nosotros los cultivamos… tenemos derecho a él. — tomo un momento la barbilla de la chica. — No me pasará nada, ni a ti tampoco. Necesitamos esto. — le dio una pequeña sonrisa. — Te amo. — Añadió acariciando su mejilla.

Es que no podía creer lo que estaba sucediendo. Todo era tan injusto que de verdad sentía mucha rabia y pena por los vencedores de cada Distrito y también por la pareja de amantes trágicos que todo lo avanzado se había ido al carajo. Katniss y Peeta habían avivado el fuego que todos los ciudadanos tenían, que ya estaban cansados de tanta crueldad y pobreza. ¡Ni siquiera podían comer del alimento que cosechaban! Y era un distrito tan grande que era imposible tolerar tanta injusticia. Ahora quienes se habían salvado y ahora tenían literal una mejor vida al ganar los Juegos entraban de nuevo en esto. ¿Quienes serían? Sentía lástima por todos.

— Pues espero en verdad que no estén contentos y que hagan algo dentro de esos espantosos juegos, no se puede quedar así, es una burla para todos los distritos, se ríen de nosotros y solo ejercen presión de que son los más fuertes y que nadie los podrá vencer — Exclamó con enojo, y bueno era algo que esperaban porque al menos el distrito luego de la muerte de Rue y también de Thresh. Katniss había mostrado un gran respeto por ellos al hablar de ellos en la gira y Peeta también al ceder la comida a la familias.

— Sí, pero para eso tenemos que unirnos todo y será muy difícil convencer a los distritos más ricos, siento que debe formarse más el caos porque lamentablemente ahora no podemos — Decía entre lágrimas y lo cierto es que sí sentía miedo pero si su esposo se unía a los rebeldes ella también lo haría, simplemente no podía quedarse con los brazos cruzados. — Ni siquiera sus lujos son de ellos mismos viene todo del distrito 1 — Bufó. La transmisión había terminado y seguro ahora mismo los muy malditos ya estaban celebrando cuando la realidad era injusto. ¿Es qué acaso habrían ciudadanos de allí que se daban cuenta que no era lo más correcto y moral?

—Se creen superiores y tristemente hasta ahora lo son. — Al final había cedido a su abrazo y era el mejor remedio para que se le pasara la pena. — Mmmm… siento que tenemos que alejarnos del centro donde todo siempre esta más vigilado e irnos a sectores que no son tan vistos y separarnos porque entre grupos grandes llamaríamos mucho la atención. Como hombres siempre han sido más astutos tienen que hablar al respecto, quizás si pueda convencer a las mujeres que yo veo capaces de afrontar esto. — Dio su sugerencia aunque no estaba segura si era la más acertada, si igual se estaba haciendo la valiente.

— Sí… hay que buscar los momentos que estén distraídos para hacerlo — Aceptó el plan que dictaba su marido que sabía que de todas formas se iba arriesgar. — De verdad no quiero perderte — Exclamó contagiándose con su sonrisa — Yo también te amo. — Finalizó mientras depositaba otro beso en sus labios y luego se levantaba para lavar los platos. — Quiero distraerme… es mejor que nos vayamos a la cama temprano.— Sugirió, aunque aún le quedaba por hacer y también envolver la comida que llevarían el trabajo, era lógico que mañana mismo iba a pedir más horas para empezar a trabajar más porque Thresh necesitaba recuperar fuerzas con todo lo que imaginaba que vendría.

Como si de por sí los Juegos del Hambre no fueran lo suficientemente crueles y despiadados como para ahora también quitarles lo único esperanzador que tenía para los tributos. El saber que ganar podían vivir e intentar tener una mejor vida de ahí en adelante. Cosa que igual no era del todo cierta, pero al menos estaban vivos, pero ahora con todo esto le habían robado esa vida. Porque las reglas seguían siendo las mismas en cuanto a ganadores. Solo podría haber un ganador. Era como si hicieran una masacre con los vencedores sin ensuciarse directamente las manos. Como si de todos modos quisieran borrar la existencia de todos. — Pues el vencedor que no lo esté es muy estúpido de verdad, si no ve como los intentan exterminar de manera sutil. — no pudo evitar comentar. Su descontento era evidente y su frustración también.

— Ya una vez vieron de lo que son capaces los distritos, hace muchos años. Esto más que un acto de intimidación, es un acto de cobardía, del terror que tienen de que vuelvan esos días. — por esos días fue que surgieron los juegos. El Capitolio por su cuenta no funcionaba y era lo que no estaban dispuestos admitir. Si tan solo se dieran cuenta de que había mejores formas de hacer a una sociedad funcionar, que no fuera el maltrato y el miedo. Se darían cuenta de que podrían a llegar a ser incluso más prósperos. Pero eran de mente cerrada y aun después de tantos años muchos aún seguían viendo como inferiores a los de los distritos.

— Lo sé, necesitamos convencerlos. Pero solo es necesario una chispa de fuego para encender un bosque entero amor… y esa chispa ya comenzó a arder. — Le decía a su esposa, todo era horrible, pero necesitaban creer que había esperanza. No podían quitarles eso también. El moreno secaba las lágrimas de Kelly, no le gustaba verla triste. Soñaba con el día en que pudieran llevar una vida tranquila. Que se sintiera feliz y aunque sabía que en cierto modo lo eran, igual no podía ser una felicidad plena por culpa de los miedos y la vida con necesidades que llevaban.

Escucho sus sugerencias y tenía toda la razón. Sonrió porque sabía que tenía una esposa astuta e inteligente. — Tienes toda la razón. Lo menos que necesitamos es llamar la atención. Ya habrá tiempo para que las miradas se pongan sobre nosotros y para cuando eso ocurra ya debería de ser tarde para detenernos. — afirmó. — Sí, todos tenemos derecho a luchar. Estoy seguro de que habrá muchas que querrán hacerlo. En especial las madres que han perdido a sus hijos en los juegos. — que no creía que hubiera un dolor más fuerte que el perder un hijo, en especial cuando eran tan jóvenes e incluso algunos hasta niños aún.

Siempre habría riesgos, pero era ahora o nunca. Aun así, procuraba tener cuidado porque no se perdonaría jamás dejarla a su suerte si algo le ocurría a él. Con ese te amó, le aseguro que todo esto lo hacía por ese amor que había entre ellos. Merecían una vida mejor. Recibió con gusto el nuevo beso mientras acariciaba su mejilla. — Tienes razón. En ese caso, te ayudaré para que podamos terminar rápido. — Finalizó antes de llenarle la cara con pequeños besos. Eran esos pequeños momentos los que lo hacían tener algo de paz y felicidad.

Todos esos años de vencedores habían valido mierda. Tal como decía ese patético viejo era como un recordatorio que ni siquiera el más fuerte podía con el Capitolio. Podía notar que disfrutaban del espectáculo. ¿Pero toda la gente era feliz por aquello? ¿Habría ignorancia? Se volvió acomodar en su asiento, notando que las lágrimas habían desaparecido, no quedaba de otra que asumir que esto podría cambiar ya que Katniss dejó muy claro que se podía ir contra el Capitolio y los del 11, después de tanto sufrimiento e injusticias donde real se estaban muriendo de hambre no creía que se aguantara más. — ¿Sabes qué? —  preguntó a su esposo meditando sobre la situación y susurrando porque seguro más de alguno ya se quejaba de lo que estaban haciendo—, Siento que en esta oportunidad es posible, ya todo se masificó demasiado. Los vencedores llevan años y como dices hasta el más creyente de los Juegos creerá que esto ya va en contra de todos nosotros, quieren ser solo ellos   — Aseguró la morena y soltó un suspiro —. Pero estás consciente que no será nada fácil, ellos no dudaran en eliminarlos aunque si creo que se distraen más cuando son los Juegos — La vigilancia estaba siendo estricta desde el momento que vino la revolución con la muerte de Prim y ver como se había aliado Katniss  con la pequeña sin importar el que, ese era el verdadero ejemplo que entre distritos no eran enemigos. Su marido ya lo sabía también muchas veces mencionó la teoría.

— Toda la razón, amor — Afirmó con la cabeza —. Todo calza que nos tienen miedo, ya no queda remedio que organizarnos y luchar pero definitivamente tiene que ser en un punto táctico y no ahora porque ellos tienen ventaja.— Su mirada delató lo siguiente: Por el momento, solo por el momento.

Escuchaba a su hombre con mucha atención, sabía bien que perfectamente podría organizar un grupo y guiarlos como un excelente líder — Y con esto te aseguro que se avivo mucho más el fuego pero no es suficiente, no es un trabajo solo de un distrito, pero por algo se comienza. ¿Verdad? — Exclamó más animada aunque era inevitable el miedo porque podían morir, pero la idea era no temer e ir por todas.  Ya se había levantado a limpiar todo y aprovecho de dejar la porción de comida que se tendría que llevar Fletch a la mañana siguiente.

— Yo me atrevo a luchar — Dijo muy segura de sus palabras aunque igual tenía que demostrarlo, porque claro que una mujer no era para batallas pero si para convencer, de todos modos si todo se intensificaba era capaz de tomar un arma o ayudar en todo lo posible.

Muy pronto, se dio cuenta que ya no valía la pena seguir hablando estaba agotada y seguro que para poder hablar con las demás mujeres tendría que empezar a trabajar pronto a tiempo completo. El comentario de el vasallaje número 75 se repetiría en los cultivos y terrenos. Sonrió ante los besos de su esposo y limpio los platos que estaban listos.

Solo quedaba descansar sentía que desde ese momento los días serían muy largos.

Había sido un arduo día de trabajo y ahora la muchacha iba al mercado para comprar con lo poco que logro juntar algunas verduras para la cena. Sabía que pronto venía el Vasallaje de los Juegos y que pronto seguramente tendrían noticias del mismo. De lo que le habían contado, pues ella nunca había presenciado uno, era muy joven, siempre solían ser eventos especiales. Tener algo diferente a los juegos regulares. Todo un evento. Cosa que le removía el estómago, pues vaya que aquello le parecía de por sí bárbaro, con cosas extras era aún peor. Además de que lo celebraban como si fuera algo emocionante. Por supuesto, emocionante para el que no se tenía que joder matándose en aquella arena. Para los ciudadanos del Capitolio que vivían en la comodidad y abundancia.

Brooke había logrado sobrevivir a todas las cosechas. Debería de tener cierto alivio de saber que ya no tendría que tener esa preocupación más, sin embargo, no se encontraba del todo segura por culpa de justamente el Vasallaje. ¿Y sí la idea de este año era escoger solo tributos mayores de edad? La verdad no tendría idea de cómo actuaria. Por lo que ahí estaba un tanto ansiosa esperando el anuncio, hubiera preferido verlo en su casa, en la pantalla destartalada que tenía, pero necesitaba primero hacer aquellas compras o no habría cena. Así que ahí no le quedaría otro remedio que verlo en las pantallas colocadas alrededor de las plazas. Con agentes de la paz rondando por ahí. Eso no le hacía el mínimo de gracia, pues vaya que estaba casi segura de que su reacción no sería la más agradable.

La joven, mientras caminaba de un puesto a otro intentando encontrar un precio razonable, las verduras se topó con un rostro familiar. Así que para al menos relajar un poco esa tensión y ansiedad que tenía se acercó a su amigo. Le alegraba tanto que al igual que ella nunca había corrido aquella mala suerte. Sin embargo, aún lloraba a Thresh y a la pequeña Rue. — Ash! ¡Hola! — saludo la muchacha ondeando la mano para llamar su atención. — ¿Buscando la cena? — pregunto cuando estuvieron cerca.

Ash aún no se podía sacar de la cabeza todo lo que había pasado ese año, un evento tras otro y sí, notaba esa diferencia. Era como si de a poco se hubiera encendido una hoguera y cada uno del distrito 11 tenía ese chispeza nueva al ver que podían contra el Capitolio, pero él aún sentía temor. Todo estaba siendo tan rotundo pero ahora la gente peleaba y no se dejaba intimidar.

Aún sufría por los dos tributos, la pequeña merecía vivir más le encantaba escucharla cantar desde la copa de los árboles cuando pasaba cargando toda la maleza luego se acabar con las plagas. Y  con eso se limitaba solo a escucharla porque cada uno tenía que seguir con lo suyo. También le había dolido la muerte de Tresh un gran aporte para el Distrito cuando salió escogido pensó que ganaría y más con su estrategia de sumergirse en el sector que nunca le faltó comida,  le temieron pero quienes se hacían llamar vigilantes optaron por crear esos seres llamados mutos y termino muriendo no fue capaz de mirar más esa escena. Esas imágenes aún no las podía olvidar y mucho más cuando los tenían tan vigilados, era todo extremadamente estricto desde lo sucedido y no había que incumplir, aún así todos deseaban revelarse.

Y era el día que mencionaría que se haría en el vasallaje que era el peor, todos estaban asustados que fueran los adultos que tendrían que enfrentarse a la muerte y si, ellos habían logrado sobrevivir a todas las cosechas para sentir otra vez ese miedo, todos habían puesto una gran cantidad de teselas. No quería verlo pues presentía que se esmerarían para hacer el castigo como todo un espectáculo.

Estaba distraído comprando algunas verduras cuando vio a su  mejor amiga,  compañera del colegio desde un crio y la chica más tierna que había conocido en su vida, cuando tenía tiempo le gustaba pasarlo con ella pero ahora que tenía 19 años el trabajo se había puesto más rudo y no se veían con frecuencia — Hola bonita. Si mis padres me mandaron a comprar verduras— No se morían de hambre porque tenían un negocio aunque tampoco eran de los más afortunados como el alcalde—, pero claro siempre esta lo peor de lo que conseguimos — Dijo poniendo cara de asco y luego negaba con la cabeza— ¿Preocupada?— preguntó en un susurro, el Vasallaje 75 era la preocupación de todos por la rebelión que poco a poco se estaba formando.