Con el paso de los años, Yelena se dio cuenta de que la paciencia no es precisamente una de sus cualidades. De hecho, podía perder la paciencia con relativa facilidad, en especial si se trata de trabajo. La sola mención de HYDRA es suficiente para lanzarla al campo de batalla sin pensárselo dos veces.

La información que tenía la lleva a New York, en esa enorme selva de concreto que es abrumadora y fantástica al mismo tiempo. Abrumadora porque las pistas se diluyen a cada paso que da, y fantástica porque le permite resguardarse en el anonimato. En New York, cuando camina por la calle, Yelena pretende por un instante que puede ser una persona normal, como las decenas que recorren la calle junto a ella.

Es una sensación increíble, pero lleva ya tres días en la ciudad y no tiene ningún avance significativo. La paciencia se le agota, quiere llegar al fondo del asunto, quiere encontrar la célula de HYDRA para después quemarla hasta sus cimientos.

Es la desesperación que siente, que la lleva a tomar un atajo en el camino. Después de todo, escabullirse en el apartamento de Kate Bishop no es problema alguno. Tampoco es la primera vez que lo hace, pero ahora está allí en son de paz. Es por eso que lleva consigo un paquete lleno de muffins de chocolate que compró en una cafetería que estaba a dos cuadras de aquí. La gente está obsesionada con el chocolate y cree que es ofrenda suficiente para que Kate reconozca sus buenas intenciones.

—¡Kate Bishop! ¡Llevo esperándote un buen rato! —Yelena sonríe al verla aparecer por la puerta. Es un gesto más ceremonioso y ensayado, pero quiere dejar en claro que no está allí para pelear—. Sigues teniendo un sitio bastante desordenado, está terrible.

Qué día de mierda.

Kate ama su ciudad. Realmente la ama. La había visto caer bajo el ataque de los chituri y después se había reconstruido mientras ella se convertía en la mujer que era el día de hoy. New York y ella tienen toda una historia juntas, y por eso, aunque aspira a convertirse en una Vengadora en toda regla trabajando con Clint, la mayoría de sus esfuerzos se centran en su lastimada ciudad.

Pero la verdad es que la mayor parte del tiempo, New York no parece tener salvación. Y la red de trata que está persiguiendo los últimos días parece que se extiende en las entrañas de la ciudad cada vez más profundo, es seguir un hilo que no tiene fin. Lleva semanas rescatando a mujeres, sí, pero al final siempre hay más, y todas han pasado por momentos terribles.

Tiene que haber algo más grande, una organización que conecta a todas las escorias que ha pasado destapando esos días. Pero no logra dar con el hilo correcto desde el cuál tirar y la cosa empieza a sacarla de quicio.

Su plan esa noche es llegar a su apartamento, hacerse un plato de Mac and Cheese y darse una buena ducha caliente para quitarse toda la suciedad que llega encima de la última ratonera en la que estuvo metida. Tiene  que encontrar su próxima ruta a seguir. Va a resolver esto. Tiene que hacerlo.

Sin embargo, sus planes se ven cortados de pronto cuando al llegar a su apartamento se da cuenta de que no está sola.

Debería sentirse más sorprendida de lo que está. Yelena está ahí, en su mesa, con un paquete de panecillos y cara de estar supervisando todo a su alrededor con reprobación. Cómo le gusta meterse con ella.

—No esperaba visitas —comenta frunciendo el ceño, mientras se lleva las manos a las caderas, el arco colgando de su hombro todavía—. ¿Qué estás haciendo aquí? Estaba trabajando.

Por un momento se preocupa por qué puede ver Yelena en su apartamento, pero supone que es estúpido tratar de esconderle algo a una espía como ella. A fin de cuentos, tampoco es que Kate esté llena de secretos. Pero su presencia ahí no puede significar nada bueno. Algo está pasando.

Kate se tomó unos minutos para responder a su saludo. Yelena no se ofendió en lo absoluto al verla tan sorprendida por su presencial. Yelena tenía muy claro que pudo haberse anunciado, una simple llamada telefónica habría resuelto este encuentro tan inesperado. Pero eso no habría tenido nada de divertido.

—¡Qué casualidad, Kate Bishop…! —comentó con una sonrisa, pronunciando su nombre completo. Por alguna razón, a Yelena le gustaba llamarla así. Sobre todo por la manera en que Kate arrugaba la mirada cada vez que la escuchaba—. ¡Yo también estoy trabajando! Por eso pensé que podía pasar a verte.

Yelena dio un paso al frente y, sin perder más el tiempo, le entregó el paquete que había comprado. Esperaba que eso fuera suficiente para que Kate bajara la guardia y, además, le prestara finalmente atención.

—Estoy en medio de una investigación, todas las pistas me llevaban a New York, así que pensé que tal vez tú podrías haber escuchado algo. O tal vez podrías echarme una mano, para eso traje los muffins. ¡Son muy ricos, ya probé uno! —anunció Yelena, esperando que Kate aceptara de buena gana los muffins. También esperaba que el sabor fuera suficiente para que la dejara quedarse y contarle sobre la investigación que estaba llevando a cabo.

Kate era algo complicada, Yelena no acababa de entenderla del todo, pero creía que una mención a HYDRA sería suficiente para mantenerla interesada. Después de todo, Kate estaba obsesionada con la idea de hacer justicia. La típica persona que creía que podía hacer del mundo un lugar mejor. Una soñadora. Yelena no creía que el mundo fuera mejor nunca, pero estaba dispuesta a acabar con unos cuantos criminales sólo por el placer de hacerlo.

Yelena es impredecible. Tiene gran facilidad para actuar como si fuera normal aparecer dentro de la casa de alguien hablado de compartir muffins y su trabajo de espías. Kate no quiere actuar como si fuera normal, porque no lo es. Aunque empieza a sospechar que tendría que acostumbrarse a que apareciera en su apartamento cuando quisiera.

Mira los muffins con seriedad, mientras intenta decidir qué hacer al respecto. Yelena parece tan relajada siempre, pero Kate tiene que estar pendiente de muchas cosas a la vez, todo el tiempo, si quiere triunfar en su misión como heroína.

Pero la verdad, ahora no tiene algo mejor que hacer. Tal vez Yelena pueda ayudarla a ella también en su investigación, dado que parece que no hace más que darse contra callejones sin salida. Tuerce el gesto y saca un muffin de la bolsa. Tiene hambre y no parece que fuera a tener oportunidad de ponerse a cocinar. Seguro que Yelena respiraría sobre su hombro todo el rato si se pone en ello.

Cierra los ojos cuando el sabor del muffin inunda su boca al morderlo. Yelena tiene razón.

—De acuerdo, punto a tu favor, están buenos —comenta, al tiempo que toma asiento a la mesa—. Tienes hasta que me acabe este muffin para contarme en qué estás trabajando, si después me dices si has escuchado algo de lo que estoy trabajando yo.

Da un segundo mordisco a su muffin, dejando la bolsa sobre la mesa. Seguro que Yelena querrá más. Por un momento se siente en dominio de la situación. Es una sensación agradable pero que no sabe si va a durar. Yelena siempre gira las cosas a su favor.

La mira con atención, esperando escuchar en qué puede estar trabajando que le resulta tan complicado.

Se anotó un punto cuando Kate aceptó que los muffins sabían bien. Kate Bishop era dura de roer. Yelena trataba de no tomarse demasiado personal sus desplantes, porque a veces le divertía, pero cuando estaba intentando que le diera atención de verdad y sólo se daba de bruces contra la pared, era un poco frustrante.

Así que pronunció la sonrisa después del comentario de los muffins y supo que había retomado el control de esta conversación. Luego tuvo que centrarse en lo que la había traído ahí en primer lugar.

—Estoy investigando lo que parece ser una célula de HYDRA… —Yelena sabía que la sola mención de ese nombre le haría ver a Kate que no estaba allí para bromear. Aunque a Yelena le gustaba tontear y haber bromas porque ver el rostro enfadado de Kate le causaba gracia, no tomaría a la ligera algo tan serio como esto.

Yelena quería acabar hasta la última pieza de HYDRA que quedaba. Estaba segura de que de momento no era una preocupación de escala mundial, pero era mejor que no quedaran ni las cenizas de la organización.

—Estuve rastreando sus movimientos, con la poca información que obtuve, pero estoy en un punto muerto. Por lo que entiendo hay una fachada de narcotráfico y otra sobre prostitución, pero no consigo dar con los datos exactos. Llevo tres días en New York y ya la pizza no es suficiente para hacerme feliz, así que pensé en pedirte ayuda.

HYDRA.

Kate siente cómo contiene el aliento cuando lo menciona. Hasta ahora no ha tenido oportunidad de trabajar en algo tan cercano a los Vengadores. Trata de mantener la expresión neutra, sin embargo. Yelena es demasiado perceptiva y no duda en tomar ventaja de lo que Kate le deja saber sobre ella. Tampoco quiere que use su entusiasmo contra ella.

Sin embargo, cuando menciona lo de narcotráfico y prostitución se siente más en su elemento. Es el mundo que ha estado persiguiendo las últimas semanas, pero, ¿podría ser que una conexión con HYDRA es lo que le está impidiendo lograr desarticular aquella red de trata de personas?

Come despacio un muffin, mientras piensa en las posibilidades. Tal vez puedan ayudarse mutuamente. Incluso, aunque no fuera la que ella está investigando, sería una oportunidad para limpiar más la ciudad.

—Háblame de esas fachadas —pide mientras busca otro muffin de la bolsa—. Tal vez pueda ayudarte.

A último minuto evita decir "podamos ayudarnos mutuamente" porque no quiere deberle nada a Yelena. No es que tenga un problema con ella en sí. Incluso le cae muy bien. Sin embargo, ambas tienen estilos muy diferentes y Yelena siempre parece estar en control. No es fácil para Kate ceder la iniciativa.

Sin embargo, si va a trabajar con ella tendrá que compartir información. Frunce el ceño, intentando sonar muy ejecutiva.

—He estado trabajando contra las redes de trata, tal vez tengamos algún punto en común desde el cual tirar.

Según Clint, el trabajo en equipo es importante. Tal vez es hora de probarlo.

Yelena prestó mucha atención cuando escuchó a Kate decir que estaba investigando una red de prostitución radicada en New York. No tenía la más mínima duda de que en una ciudad como esa debía de haber un montón de células del crimen organizado. Pero hablar de HYDRA eran palabras mayores. Si lograban cruzar su información y veían puntos en común, podía significar que tenían entre manos el mismo objetivo.

Yelena sacó un papel donde había anotado la dirección en donde, supuestamente, se reunía la red de tráfico de personas un par de veces a la semana. Hasta ahora no se había lanzado a investigar por su cuenta de manera activa, porque temía que si los alertaba desde ahora, tan sólo conseguiría que se fueran sin dejar rastro.

Precisamente lo que estaba buscando Yelena era hacer que se equivocaran, que dieran un paso en falso para que ella pudiera acabar con todos de una buena vez.

—Esta es la dirección que conseguí, aunque todavía no he ido personalmente. Tenía miedo de que si hacía una intervención, sólo conseguiría alertar a los que están ahora mismo en New York. Mi objetivo es acabar con todos, no un simple grupo que está apenas organizándose. Tal vez tu red de prostitución es sólo una fachada, o parte de una fachada.

Yelena se encogió de hombros, inclinándose un poco más hacia Kate. La verdad era que no estaba buscando una compañera, porque Yelena sabía que podía hacer perfectamente el trabajo sola. Pero trabajar con Kate tenía que ser divertido, si la había buscado era por elección. Por el simple placer de hacerlo.

—¿Cómo les estabas siguiendo la pista? ¿Estabas espiando o trabajo encubierto? Tal vez podríamos intercambiar ideas, Kate Bishop. ¿No ves que dos cabezas piensan mejor que una? —le preguntó, regalándole un guiño.

Si algo odia Kate es que usen sus propios argumentos contra ella. Yelena no tiene manera de saberlo, pero ha usado ese mismo argumento de que dos cabezas piensan mejor que una para convencer a Clint de trabajar con ella en otras ocasiones. Lo peor es que cree en el argumento, así que tiene que tomarlo en consideración.

Tal vez sí que puedan compartir información y ayudarse mutuamente. ¿Acaso es una locura trabajar con ella?

La dirección en el papel sí que parece relacionada con la red que está investigando. Hasta allí la habían llevado sus pasos esa noche sin mayores resultados. Tampoco había podido arriesgarse a entrar ahí y hacer un movimiento precipitado.

—Los estoy vigilando de largo —contesta pensativa—. Tengo monitoreados sus movimientos y sus clientes de alto perfil.

Si algo sobra en Nueva York son clientes para escorts de lujo.

Tal vez un trabajo encubierto les daría más datos, pero estaba segura de que esa gente tenía bien monitoreadas a sus chicas. ¿Habría alguna forma de hacer funcionar esa idea?

Pensar que lo que está trabajando se encuentra ligado a HYDRA la emociona particularmente. Puede ser un trabajo mucho mayor de lo que esperaba.

—¿Qué tienes en mente? —pregunta finalmente, con resolución.

Antes de aceptar trabajar con ella tiene que saber qué está pensando.

Yelena no estaba sorprendida en lo absoluto.

Cuando Kate le dijo que los tenía vigilados y también a sus clientes frecuentes, no pudo más que pronunciar la sonrisa. La verdad era que no había esperado menos de ella, pero estaba segura de que si se lo decía, conseguiría hacerla enojar. Lo que pasaba con ella y Kate, era que esta última parecía creer que estaba bromeando cuando Yelena intentaba hacerle genuinamente un complido. Y cuando Yelena sí que estaba bromeando, Kate se lo tomaba muy en serio.

Visto desde fuera era una situación de lo más graciosa, pero a Yelena la frustraba muchísimo.

—Si ya tienes toda esa información, será mucho más sencillo lo que voy a pedirte. Tenemos un objetivo en común, así que no creo que pienses que es descabellado trabajar juntas. —Yelena pronunció la sonrisa—. No me pongas mala cara, Kate Bishop, primero escúchame. He pensado que podríamos trabajar en una cubierta, para infiltrarnos en la organización y así cada una podría obtener lo que quiere, ¿sabes? Una misión encubierta y nos cuidaríamos las espaldas mutuamente. ¿Qué dices? No suena mal. Y créeme que prefieres tenerme como compañera que en el bando contrario, es una oportunidad única.

Yelena no estaba segura que estaba vendiendo esto de buena manera, pero Kate la había escuchado al final sin interrupciones. Eso seguramente tenía que valer para algo. Pero quedarse a la expectativa de lo que Kate le iba a responder le provocaba un cosquilleo nervioso en el estómago. Yelena quería que aceptara, pero tampoco se le daban muy bien las súplicas y ya había dicho todo lo que tenía que decir. Esperaba que la suerte estuviera de su lado.

Tal vez estaba exhausta de tanto trabajar o la estaba volviendo loca la falta de resultados, pero realmente estaba considerando la propuesta de Yelena. ¿Qué tan factible era que trabajaran juntas? ¿No acabaría Yelena por sacarla de quicio? Además, no era cualquier trabajo lo que proponía, era una misión encubierta. Era un trabajo delicado. ¿Tendría el autocontrol junto a ella para no ponerse al descubierto?

—¿Qué tipo de trabajo encubierto estás pensando? —preguntó lentamente, sin comprometerse a aceptar ni rechazarlo directamente.

Estaba en un callejón sin salida con esta investigación, nada perdía con valorar la propuesta. Además, aunque Yelena podía ser exasperante y necia, era altamente competente. Kate sabía que no estaba ni de lejos cerca del entrenamiento que había recibido Yelena a lo largo de su vida. Lo cual podía ser una suerte, pero definitivamente la hacía una potencial aliada valiosa en un trabajo como aquel.

Además, tenía más información. Se podían ayudar mutuamente. La pregunta era si realmente podrían trabajar juntas. Torció el gesto mientras pensaba en ello y tomaba un muffin más, porque estaban tristemente cerca de terminarse.

—Quiero decir, ¿encubiertas dónde? ¿Haciendo qué?

Yelena pronunció la sonrisa en cuanto escuchó a Kate valorar su proposición. La verdad era que, aunque no estaba dispuesta a admitirlo frente a ella, desde que la conoció le había causado una buena impresión. Era evidente que Kate no había recibido el mismo entrenamiento que ella, a Yelena le sobraba destreza y Kate era una novata en ese aspecto. Sin embargo, lo que le faltaba en experiencia, le sobraba en voluntad. No había conocido a una persona que fuera tan terca y obstinada cuando se trataba un objetivo. Eso le gustaba mucho de Kate Bishop.  

Era por eso que estaba convencida de que podrían ser un buen equipo.

—Originalmente había pensado que podríamos infiltrarnos como víctimas de la organización. Pero no estoy segura si estés preparada para hacer algo como eso… —Yelena ladeó el rostro, imaginándose que a Kate le ofenderían sus palabras. Alzó ambas manos en señal de rendición, antes de que ella la interrumpiera—. No lo digo como algo malo, pero se requiere de mucho temple. Tal vez esa parte podría hacerla yo y tú comunicarte conmigo a través de un micrófono. Para mí sería genial tener tu voz en mi oído todo el tiempo, Kate Bishop.

Yelena soltó una risita, dándose cuenta de que había dado en el blanco y Kate ponía cara avergonzada. Sonrió mientras dio un par de pasos alrededor del apartamento. Le parecía que era un espacio muy grande para una sola persona, Yelena vivía en un espacio realmente diminuto. Pero para ella era práctico, no necesitaba mucho espacio entre misiones.

—Mi objetivo es conocer la fuente. Es obvio que New York es sólo una de sus “sucursales” —comentó haciendo un gesto con los dedos, imitando las comillas escritas—. Quisiera llegar hasta la cabeza, localizar en dónde está y así deshacerme de ella.

Las palabras de Yelena la sobresaltaron. ¿De verdad quería ponerse en el rol de una víctima? Le sonaba innecesariamente peligroso, y solo pensar en que estaría en el lugar de las chicas que había visto estos días, usadas y rotas, le revolvía el estómago.

Tal vez había otra forma.

Se distrajo momentáneamente de esa línea de pensamiento cuando la escuchó descartar que ella pudiera hacer el trabajo. No era ninguna pieza delicada que cuidar. Si Yelena podía hacerlo, ella también.

—¿Quieres poner a prueba mi temple? —preguntó con desdén a sus palabras. —Puedo hacer más que ser una voz en tu oído... peor tal vez haya una mejor opción

Kate dudaba que las víctimas de la red supieran demasiado de cómo funcionaba. No eran más que la materia prima de la que se nutrían como sanguijuelas, hasta que ya no les servían más y las desechaban.

En su experiencia, los que tenían información eran los que estaban en el poder, no al revés. Y el poder necesitaba dinero.

—Qué tal si en lugar de víctimas entramos como... inversoras. —Le asqueaba la idea igual, pero si terminaban por desarmar la red, estaría muy bien. —A quien pone dinero se le abren las puertas.

Tal vez no tenía el mismo entrenamiento de Yelena, pero se había criado en un mundo de dinero. Al menos de eso sabía.

Una parte de Yelena estaba más concentrada en las caras que ponía Kate, que en lo que estaba diciendo. Se sentía un poquito culpable, porque de seguro que Kate se estaba tomando esto muy en serio, pero a Yelena le parecía hipnótico la manera en que Kate arrugaba las cejas. Se preguntaba si Kate sabría que tenía una especie de tic nervioso, en que su ceja izquierda se levantaba un poco más de la cuenta cada vez que estaba hablando muy rápido. Y Kate Bishop casi siempre hablaba rápido, en especial cuando se emocionaba con algo o, como en este momento, cuando estaba enojada.

Sin embargo, Yelena se quedó a cuadros cuando escuchó a Kate decir que tenía una mejor oferta. Ninguna de las opciones que había manejado, se acercaba a lo que Kate le acababa de decir. Yelena abrió mucho los ojos, procesando la propuesta de Kate. Cuando se dio cuenta de que no lo había imaginado, Yelena soltó una carcajada. Fue una risa sincera, sin ningún toque de burla, era tan sólo que no podía creer su suerte.

Si ella hubiera planeado esto así, de seguro que no habría quedado igual de brillante. Por supuesto que la propuesta de Kate le interesaba, nada le iba a gustar más que trabajar codo a codo con ella. Pero ni en un millón de años se hubiera esperado que la propuesta viniera de parte de Kate. Eso la hacía sentir más feliz y emocionada de lo que estaba dispuesta a admitir.

—¡Nunca vas a dejar de sorprenderme, Kate Bishop! —exclamó, controlando las ganas que tenía de seguir riendo. Yelena, a pesar de todo, seguía siendo una chica con suerte—. Me encanta cómo piensas, ¿cómo voy a poder rechazar semejante propuesta? Además, tienes toda la razón, si vamos directamente repartiendo dinero de seguro que nos van a hacer caso. Tu familia tenía una empresa, ¿no es así? Quizás podamos usar eso a nuestro favor, si maquillamos nuestra coartada con una pizca de verdad, puede salir aún mejor.

Para Yelena siempre era fácil mentir, se le hacía sencillo aparentar que era otra persona. Había tenido tantas fachadas como misiones, así que esa parte del trabajo sería pan comido. Pero no estaba segura que aparentar y fingir fuera tan sencillo para Kate, así que una parte de ella tenía mucha curiosidad. Después de todo, lo que más le gustaba de Kate Bishop, era precisamente eso: era transparente, como un cristal recién pulido.

Ahora que oía su plan en la voz de Yelena se preguntó si tal vez debió pensarlo mejor. Sin embargo, no va a echarse atrás. La verdad es que sí es mejor opción. Menos riesgosa además que exponerse a ser víctima de la red. Ciertamente su familia no tiene tanto dinero como antes, pero algo podrán hacer.

Kate rehuyó por años le mundo de negocios de su madre, pero no es ignorante de cómo se manejan las cosas desde el dinero.

—No es solo repartir dinero —la corrigió. —Es hacerlos creer que les vamos a dar más si nos dejan entrar. Tienen que creer que hay mucho de donde venimos... y que estamos realmente interesadas.

No había hecho mucho trabajo encubierto hasta ahora. Cosas puntuales, como hacerse pasar por una camarera para entrar a una recepción. No un engaño sostenido para el que iban a necesitar identificaciones falsas, cuentas falsas y una historia lo suficientemente completa para no quedar fácilmente expuestas.

—Si de verdad vamos a hacer esto, tenemos que planearlo muy minuciosamente —La miró fijamente, esperando tener una impresión que hiciera que la tomara muy en serio. —Si vamos a hacer esto, vamos a estar una en las manos de la otra. No podemos dejar nada al azar. ¿De acuerdo?

Tenía que estar loca por considerar esto siquiera, pero realmente quería atrapar a esta gente. Más si era algo mucho más grande que involucraba a HYDRA. Creía que HYDRA era cosa del pasado y había llegado demasiado tarde para eso. Quizá no.

Yelena estaba convencida de que jamás, ni en sus sueños más locos, hubiera imaginado algo como esto. La verdad era que la idea de Kate, ella ya lo había pensado con anticipación, pero no quiso ponerlo sobre la mesa porque estaba convencida de que se negaría. Pero ahora Kate estaba trayendo la sugerencia a la mesa y Yelena no estaba segura si estaba teniendo un sueño o si de verdad estaba sucediendo.

Pero Kate se veía tan segura de sí misma, que Yelena supo que no iba a tener mejor compañera para esta misión. Sintió un enorme arrebato de nostalgia porque de pronto quiso tomar el teléfono y hablarle a Natasha, para decirle que había encontrado una compañera perfecta, solamente para hacerla enfadar. Pensar en Natasha le provocó un cosquilleo incómodo en el estómago y, para olvidarse de ello, decidió seguir con la conversación.

—Si lo que estás diciendo es que me tengo que creer bien mi papel, por eso no te preocupes. Mis misiones favoritas, son las misiones encubiertas. No tienes la más mínima idea de lo bien que se siente cuando te quitas la cubierta y los tipos se dan cuenta de que has jugado con ellos todo este tiempo… —Yelena pronunció la sonrisa. La verdad era que, por un tiempo, le tenía mala fe a las misiones encubiertas. Eso de fingir ser otra persona le había salido caro porque así creyó, por un tiempo, que tenía una familia de verdad. Pero ahora había conseguido encontrarle el gusto otra vez, sacarle provecho a la gente sin necesidad de mover un pelo era increíble—. Soy una actriz increíble, Kate Bishop, yo me encargaré de la cubierta.

Pronunció la sonrisa cuando la escuchó decir que tenían que confiar la una en la otra. ¡Por supuesto que así sería! Yelena no pensaba dejar ningún cabo sin atar, en especial nada que pudiera comprometer a Kate.

—Crear una buena coartada nos puede tomar unos días, ¿y si nos reunimos el viernes de nuevo? —Yelena alzó ambas cejas, incapaz de contener su emoción—. Necesitamos acceso al dinero de tu familia, no demasiado, pero el suficiente para que nuestra fachada tenga sentido. ¿Puedes encargarte de eso?

Kate sintió un cosquilleo de emoción recorrerla. Sabía que trabajar con Yelena eran ligas mayores. Estaba entrenada para este tipo de trabajos de una forma que Kate no podía ni terminar de imaginar. Estaba más que deseosa de probar que podía estar a la altura, aunue había muchísimo que trabajar y preparar.

Lo del dinero, en efecto, era algo de lo que se podía encargar en esos días.

—Voy a transferir fondos a una cuenta para esto. Puedo tener los trámites listos en unos tres días si no quiero dar muchas explicaciones —respondió. —Pero no es lo único que tenemos que hacer. Hay que preparar una buena historia para que crean que nuestro interés es real.

Una parte de ella se estaba preguntando precisamente por la actuación de Yelena. Podía creerle que era buena actriz, pero sería la primera vez que tendrían que trabajar juntas. ¿Se entenderían realmente? ¿Tendría que preocuparse de que intentara sacarla de quicio todo el tiempo?

Sentía que esta seria una misión cargada de adrenalina. No podía esperar para empezarla.

—¿Quieres quedarte para planearlo a fondo? —preguntó de repente. Si lo pensaba mucho, se arrepentiría —Puedo pedir algo más de comer.

O tal vez podría empezar a arrepentirse de una vez solo de haberlo sugerido, pero si iban a trabajar juntas, tenían que acostumbrarse la una a la otra.

Una cena de planeamiento en casa no tenía que ser demasiado problema.

El plan estaba hecho.

Habían gastado un par de noches con pizza a domicilio y trasnochando para tener todo bajo control. Tal vez Yelena había demostrado que tenía poca paciencia y una obsesión por tener el control de la situación. Pero a pesar de todo, ella y Kate habían conseguido trazar ese plan en poco tiempo y sin tener que matarse mutuamente.

La tapadera era, por supuesto, que querían invertir en aquel negocio tan terrible. Yelena había conseguido milagros con el dinero que Kate le había dado. Había extractos bancarios suficientes para tentar a los contactos que tenían. Era así como había conseguido una cita en una dirección de un barrio de Manhattan por lo demás bastante pomposo. Yelena había sentido un poco de asco porque, por supuesto, había gente lucrando con esto y viviendo en apartamentos de lujo mientras seguro que las chicas que prostituían estaban arrinconadas en una bodega.

Yelena siguió pensando en ello cuando terminó de arreglarse. Había comprado un vestido blanco para la ocasión. Le había dicho a Kate mil veces que no sólo había que ser, sino también aparentar. Le sonrió a Kate mientras le mostraba las llaves del carro de lujo que también habían alquilado para la misión.

—Ya estoy lista… —anunció con un gesto casi infantil—. Yo manejo, por supuesto. Llegaremos en menos de diez minutos. ¿Tú estás lista?

Le parecía que Kate estaba igual de lista que ella, pero lucía nerviosa. O tal vez era que Yelena estaba proyectando su propia ansiedad en su compañera. Pero desechó esa idea casi enseguida. Yelena había hecho misiones encubiertas desde que era una niña. ¿Qué iba a salir mal en esto? No había posibilidad de que algo saliera mal.

Kate había repasado una y otra vez el plan que habían trabajado Yelena y ella los últimos días. Cuando estaban juntas se había asegurado de no dejar fuera un solo detalle repitiéndolo cada vez. Cuando estaba sola, lo repetía para sí misma, caminando en círculos en su apartamento. Apenas había podido dormir, aunque se había obligado a hacerlo, y por supuesto que no le había dicho a Yelena lo nerviosa que estaba.

Se había vestido para la ocasión. Según Yelena debía parecer que tenían dinero, pero no estaba dispuesta a ponerse un vestido hermoso para la ocasión. Había sacado su traje negro del armario, junto a su camisa y corbata negra. Nada decía dinero como aquellas marcas y aquellas telas, aunque su madre siempre hubiera preferido verla en vestidos y joyas.

Este traje le daba seguridad, e iba a necesitar mucho en esta cita.

—¿No me veo lista? —preguntó, alzando ambas cejas—. Creo que estoy vestida justo para la ocasión.

Se sentía desnuda sin su arco, e iba a echar de menos sus flechas para sentirse segura. Además, estaba violando su principio de que era mala idea meterse con el crimen organizado. Pero esto era necesario.

—Creo que no llevas zapatos para manejar—señaló. Un vestido así no se podía usar con zapatos bajos. —Conozco mejor estas calles, dame las llaves.

Sabía que tenía razón. Otra cosa era que Yelena quisiera aceptarlo y no podían empezar esa misión con una discusión inútil.

Yelena estaba segura de que era la primera vez que veía a Kate arreglada de esa manera. Normalmente la veía con ropa holgada y estaba vestida como si fuera a comprar pan a la tienda de la cuadra. Pero ahora parecía una persona totalmente diferente. A Yelena le agradaba, así que no tuvo ninguna duda de cómo iba a responder a su pregunta, a pesar de que sabía que Kate se lo tomaría mal.

—Estás más que lista —dijo tajante, pronunciando la sonrisa y haciendo tintinear los aretes de perlas que llevaba puestos para la ocasión—. Pareces un príncipe, Kate Bishop.

Aunque podía imaginar la expresión que pondría Kate al escucharla, no estaba mintiendo. Yelena estaba siendo completamente sincera cuando lo decía. Kate tenía un aura magnética, Yelena estaba segura de que el plan saldría perfecto. Soltó una carcajada mientras extendía una mano hacia ella, dejándole las llaves del carro. La verdad era que podía manejar perfectamente en tacones, no era la primera misión en que tenía que hacerlo, pero no perdería la oportunidad de que Kate se luciera. Parecía muy segura en su papel, así que no iba a discutir.  

—Está bien, está bien, tú manejas —dijo en señal de rendición, caminando en dirección a la entrada del apartamento. Cuando movió la perilla de la puerta, le lanzó una mirada a Kate por encima del hombro—. Recuerda que tienes un rastreador y también un micrófono en el reloj que llevas, por su nos separamos. Pero espero que eso no sea necesario, la verdad es que me gusta la idea de que estemos juntas siempre.

Ella también llevaba un micrófono en uno de los aretes, por precaución. Pero Yelena hablaba en serio cuando decía que prefería no tener que separarse. Si eso pasaba, sería por una emergencia y esperaba que en este primer acercamiento todo saliera a la perfección. Ya habría tiempo para emergencias.

Era difícil distinguir cuándo Yelena se estaba burlando con ella y cuándo era sincera. En cierta forma, Kate sentía que hacía ambas cosas a la vez. El comentario de que se veía como un príncipe la hizo sentir un poco incómoda, pero se acomodó la corbata y decidió pasarlo por alto. Le recordó a su madre insistiendo en que se pusiera un vestido y la decepción en su rostro cuando la veía con traje.

Debía admitir que con su madre siempre tenía la intención de alterarla, pero no había sido su intención con Yelena. Tan solo quería estar cómoda y en papel para la misión.

Tomó las llaves para encender el auto. Esperó a que Yelena se acomodara. Estaba muy guapa en su vestido. Su aspecto resultaba engañoso, no creía que alguien al mirarla se le ocurriera que era capaz de matar a alguien a sangre fría, pero Kate sabía la clase de persona que tenía de compañera. Una viuda negra.

—No es mi primera vez con un micrófono y un rastreador —le recordó.

Ya los había usado varias veces con Clint. No iba a darle a Yelena los pormenores, pero no quería que la tratara como una principiante. Ya le había logrado que Clint la viera como su compañera, lograría lo mismo con ella. Se preguntaba qué diría Clint de este trabajo conjunto, pero no había querido contactarlo al respecto. No iba a correr a él con cada trabajo difícil que tuviera.

—Igual creo que la mejor opción es mantenernos juntas, pero si hay una oportunidad de averiguar algo más por separado no podemos dejarla pasar—Ella era así, aunque tuviera un plan podía ser flexible. —No nos va a pasar nada, volvemos a encontrarnos.

Al menos a ella no le iba a pasar nada. Dudaba que a Yelena pudiera pasarle algo malo. Tenía fe en lo que podían lograr. Dudaba más en qeu realmente lograran entenderse en el campo, pero no iba a ser porque no pusiera de su parte.

Yelena chasqueó la lengua cuando Kate le recordó, en un tono menos amable de la cuenta, que no era su primera vez con un rastreador. Sabía que Kate tenía experiencia, quizás no tanto como ella misma, pero tenía la sensación de que su compañera se ofendía con facilidad incluso en ocasiones en que Yelena no estaba metiéndose con ella de verdad. Quizás era que Kate era demasiado quisquillosa o que estaba preparada para ponerse siempre a la defensiva. Decidió no hacer ninguna réplica al respecto y llevar la situación en paz.

Además, Kate acababa de darle la razón. Permanecer juntas era lo más adecuado en este momento. Así que se acomodó con soltura en el asiento del copiloto, cuidando de que el cinturón de seguridad no dañara de más los pliegues de su vestido. Aunque era una fachada, ese vestido realmente le gustaba, así que preferiría que quedara intacto después de la misión.

—Estoy de acuerdo, si tuviéramos que separarnos porque es más ventajoso, lo haremos. De todas formas, la reunión es un apartamento, tampoco creo que si nos separemos, estemos alejadas por mucho tiempo… —carraspeó, mientras revisaba en su teléfono los detalles de su fachada—. Nuestro contacto es el señor Petrov. No tenía acento cuando hablamos por teléfono, así que me pregunto si simplemente finge ser ruso porque así inflige más miedo. Lo cual me parece ridículo, ¿no somos los rusos gente completamente adorable? —preguntó en voz alta, parpadeando varias veces en dirección a Kate.

Había poco tráfico esa noche, así que sí llegaron sin mucho problema a la dirección que les habían indicado. Yelena no se sentía especialmente nerviosa, pero nunca lo mismo ir a una misión encubierta por tu cuenta, que saber que estás haciendo esto con alguien. No es sólo tu vida la que está en juego, sino también la de tu compañera. Yelena no iba a dejar que nada malo le pasara a Kate. Destruiría la fachada y marcaría con sangre a cualquiera que pudiera hacerle daño.

No iba a perder a más personas que quería, mucho menos si ella podía evitarlo.

—De todas formas, si veo que Petrov puede ser mi compatriota, usaré el mío. Si de verdad es ruso, le encantará. —Sentenció Yelena, haciéndole un guiño justo antes de bajarse del carro al mismo tiempo que Kate. Había tres tipos grandulones en la entrada, que probablemente intimidarían a cualquiera, pero Yelena tan sólo les dirigió una sonrisa encantadora y, tomando a Kate del brazo, les mostró la invitación que les habían hecho llegar.

Adorable no sería el primer adjetivo que utilizaría para describir a Yelena, aunque la verdad era que sí tenía un encanto arrollador que no era posible ignorar. No dudaba que lograría meterse en el bolsillo al hombre del que hablaba, fuera ruso o no.

Kate, en cambio, sabía que no tenía ese tipo de encanto. Su madre siempre tenía que pedirle que se comportara en los eventos sociales. Sin embargo, aunque fuera a regañadientes por eso mismo tenía experiencia en hacerlo. Además, tal vez solo necesitaban que una de las dos actuara como una persona encantadora.

Aunque Kate tenía encanto. Que le preguntaran a Clint que tan recio había estado a trabajar con ella en un inicio.

—Estoy segura de que pronto lo tendrás comiendo de tu mano —declaró con sinceridad.

Habían hecho el recorrido con rapidez. Kate no había podido manejar un auto como aquel antes y lo había disfrutado mucho. Punto a su favor que Yelena no le hubiera discutido el volante. Una vez adentro del apartamento no podían disentir dentro de su plan, así que esperaba que esto resultara igual.

Estacionó el auto cuando llegaron a su destino y miró a Yelena a los ojos.

—Vamos a disfrutar esto—le aseguró, intentando sacar a flor de piel toda la confianza que solía tener en sus misiones. —Cuando los hagamos caer, no van a entender qué fue lo que los golpeó..

Era momento de dejar de lado cualquier recelo y susceptibilidad. A partir de ese momento tenían que ser un dúo perfecto.

“Cuando los hagamos caer, no van a entender qué fue lo que los golpeó…”

Yelena tuvo que contenerse de darle un toquecito cariñoso en la nariz, porque la puerta se abrió y la recepción que obtuvo fue un par de miradas duras. Pero hacía falta más que un par de tipos musculosos y con cara de pocos amigos para hacer que Yelena se sintiera intimidada.

—Tenemos una cita con Petrov. Y nos gusta que sean puntuales —dijo Yelena con un marcado acento ruso. Kate estaba a su lado, igual de impasible, como si tampoco estuviera intimidada en absoluto. Yelena no estaba segura si fingía o si era verdad que no le preocupaba la presencia de esos tipos. Cuando caminaron despacio por el apartamento, los tacones de Yelena resonaron con fuerza en el piso.

Petrov estaba sentado en un sofá que parecía de cuero, el típico mueble pomposo que la gente necesitaba para hacerse sentir importante. Yelena le regaló una sonrisa y, sin pedir permiso, tomó a Kate de la mano con suavidad para acercarla hasta el otro sofá que quedaba frente al ruso. Se dio cuenta de que el hombre no parecía contento con que se hubieran sentado sin pedir permiso, pero Yelena quería dejar por sentado que, si iban a negociar, no sería sencillo.

—No creo haberles dicho que se sentaran —dijo con dureza, mientras que Yelena se acomodó mejor en el sofá.

—Vinimos a hacer negocios —aclaró, con una sonrisa de desdén—. Y como mujeres de negocios, no nos gusta perder el tiempo. Estoy seguro que usted tampoco quiere perder su valioso tiempo, ¿para qué esperar? Dijo que necesitaba inversionistas para su negocio, así que nos gustaría saber si todavía les hace falta. Si es lucrativo, nos gustaría invertir, como hablamos por teléfono.

Kate creía que podía ser buena actriz. Sabía que lo era. Muchas veces había mentido en la universidad. Muchas más a su madre. Aunque bueno, su madre era la mejor mentirosa de todas, seguro había aprendido de ella aunque en su momento no lo supiera.

Sin embargo, el nivel de Yelena la tenía con la boca abierta. O lo habría hecho, de no ser porque se recordaba constantemente que debía disimular. Toda su actitud era dominante, una mujer que estaba ahí para negociar, no para tonterías. Desde la forma en que sonaban sus tacones sobre el piso impecable hasta el ligero desdén en el mohín de sus labios cuando hablaba con ruso. Era impresionante. Realmente muy buena.

Tenía suerte de poder trabajar con ella, tenía que estar a la altura.

Se obligó a dejar de ver a Yelena y fijarse en Petrov. Ya había valorado al entrar los puntos débiles de seguridad de la habitación y las amenazas para ellas si las cosas salían mal. Había dos hombres cuidando cada puerta. Había una cámara también en el salón donde estaban. Pero ahora su concentración debía estar en el hombre, quien las estaba mirando valorativamente a ambas.

Kate le sonrió con descaro, dispuesta a apoyar a las palabras de Yelena por completo.

—Claro, como mujeres de negocios... —repitió el hombre con una risita. Kate tuvo ganas inmediatas de rajarle la cara. —Este no es un negocio usual para mujeres. ¿Qué pretenden ganar con esta inversión?

A Kate le llamó la atención el comentario, y arqueó una ceja sin poder evitarlo.

—Dinero, ¿qué más?—replicó, como si la pregunta fuera una tontería la pregunta. —Hay mucho dinero en este negocio, y se dice por ahí que nadie lo hace mejor que usted. Solo invertimos en los mejores.

Levantó la barbilla con dignidad, al tiempo que apoyaba una mano en el brazo de Yelena. Tenían que verlas juntas y compenetradas, que supieran que debían verlas como una unidad.