Se dejó llevar por Yelena. Su plan tenía sentido. Parecían una pareja de enamoradas disfrutando su día en el casino. Suponía que así se verían dos personas sin conciencia y muy enamoradas que no pensaran que hubiera nada de malo en ir a otra ciudad para traficar con personas.

Aprovechó el trayecto hasta el bar para tranquilizarse todo lo posible. Había sido un beso parte de su actuación, no tenía que significar nada. No era nada. Eran un par de profesionales.

El comentario de Yelena era al respecto, así que le sonrió. Pidió al bartender un par de cocteles y se giró hacia Yelena.

—¿Te sorprende lo buena que soy? —preguntó ambiguamente, porque no sabía si alguien las estaba escuchando, aunque con la música ambiente lo dudaba. —Ya no deberías sorprenderte, sabes lo que escogiste conmigo.

Le guiñó un ojo, empoderada en su rol, y la verdad bastante satisfecha con el comentario de Yelena, sabía que trabajaba a un máximo nivel así que si la había sorprendido era porque estaba a su altura.

¿Acaso lo había dudado?

—Tenemos todavía el día de hoy bastante libre, ¿qué más quieres hacer hoy?

Lanzó la pregunta de forma casual, como dos novias escogiendo qué hacer en sus vacaciones, pero sabía que Yelena entendería que se refería a cosas más importantes.

El ambiente del bar era mucho más amigable, para se respiraba la misma tensión que había en el resto del casino. Yelena todavía escuchaba la pregunta de Kate y tuvo que reprimir una carcajada sincera, pues no quería ofenderla y si se reía como le nacía en este momento, de seguro que su coartada iba a tambalearse. Hasta ahora habían conseguido que su puesta en escena fuera magnífica, Yelena no haría nada que comprometiera la operación.

—En realidad no me sorprende, tú te tomas todo siempre muy en serio, mi querida Kate… —Yelena pronunció la sonrisa, sintiéndose más relajada, incluso si ya los zapatos que llevaba puestos empezaban a molestarla de verdad.

Yelena hizo una seña al camarero y con soltura pidió dos martinis, mientras daba un vistazo a su alrededor. De nuevo, todo parecía en orden. Yelena sabía que no podía bajar la guardia, pero ya era una buena señal que el tipo que las estaba siguiendo no estuviera por allí. Tampoco había nadie que pareciera sospechoso.

—Podemos ir de compras, ¿eso te gusta, querida? —preguntó, batiendo las pestañas de manera coqueta—. Prometo que no voy a dejarte exhausta, eso lo dejaremos para cuando estemos solas en la habitación.

Ella le regaló un guiño descarado, mientras tomaba los dos martinis, entregándole el suyo a Kate. Había sido una primera noche, a pesar del desliz que sufrieron en el baño. Cuando chocó su martini contra el de Kate, le regaló un gesto en señal de éxito. De momento, el plan iba bien, Yelena se aseguraría de que continuara así.

Las negociaciones iban bien, pero eran lentas para el gusto de ambas. Kate se sintió muy satisfecha de saber que también Yelena quería pasar a la acción, así que habían acordado con cierta facilidad que la visita de ese día al lugar de negocios donde iban a negociar los términos como socias también les serviría para recabar información de las instalaciones.

Esas chicas no iban a librarse tan fácilmente.

Sus nuevos socios parecían haberse tragado completa su historia de prometidas con ganas de invertir en el negocio, al menos se sentían cada vez menos vigiladas. Por supuesto que seguían manteniendo la fachada lo mejor que podían, aunque no habían tenido que dar otro espectáculo de besos, por lo que no quería pensar que estaba particularmente decepcionada.

Yelena había logrado convencerlos de que querían hacer una visita al negocio como tal, que tenían que verlo en acción. Así habían terminado esa noche en un lugar de lujo de Madripoor donde la crema y nata de la ciudad iba a probar la mejor mercancía que tenían.

Era difícil simular que la estaban pasando bien mientras veían el trato que recibían las chicas. Todas habían sido robadas o engañadas para llegar hasta ahí y eran muy jóvenes. Kate había estado todavía en clases de arquería cuando tenía la edad de algunas. Apenas eran unas niñas. Quería matar a todos aquellos tipos...

En su lugar, tenía que simular estar tranquila con un trago en la mano mientras se sentaba en un cómodo sofá con Yelena al lado. Habría preferido ir de traje de nuevo, pero había optado por un vestido más acorde con la ocasión.

—El ambiente está muy bien —comentó con la sonrisa tirante, cuando el hombre que las había escoltado hasta allí las dejó. —Me gustaría dar una vuelta para echar un vistazo. ¿No te parece buena idea?

Mientras hablaba jugaba con un mechón de cabello de Yelena, quien estaba segura ya había escaneado con la mirada todo el lugar. Kate tenía identificadas las entradas y salidas, y a varios hombres que no estaban en el local para consumo, sino para trabajo. Eran de los que más debían cuidarse.

Pero si querían reconocer el terreno necesitaban conocer todo, y aquel local era bastante grande. Estaban en la parte del bar que parecía más espacio común. Había bailarinas, sofás con mesitas, pista de baile, música y luces, además de una barra con una selecta oferta de licores. Pero les habían dicho que habían privados en la parte posterior, y habitaciones en las partes superiores.

Como estaban ahí por negocio, también les habían dejado entrever que había acceso ahí mismo al "alojamiento" de las chicas, pero no les habían dicho dónde. Igual con un edificio de varios pisos no parecía imposible que fuera ahí mismo.

Aunque había discutido con Kate sobre todo los detalles del siguiente paso de la operación, era difícil concentrarse del todo cuando Kate llevaba acariciándole un mechón de pelo. Yelena se limitó a sonreír todo el tiempo y pretender que estaba segura de lo que estaban haciendo.

Estaba tratando de estar más consciente de sus alrededores. Las chicas que tenían atrapadas estaban allí, a sólo unos metros, sin posibilidad alguna de escapar sin ayuda. Era muy frustrante si lo pensaba de esa forma.

Cuando se giró hacia Kate, quien dio un paso al frente en la conversación, le tomó la mano con una media sonrisa. Yelena sabía que no podía tener mejor compañera que ella. Esta operación iba a ser un éxito gracias a que Kate era magnífica.

—Me encantaría dar un vistazo, hay que proteger nuestra futura inversión, ¿o no? —comentó Yelena, entrelazando las manos con las de Kate—. Confío en que me guíes tú, cariño.

Yelena sabía bien que estaban siendo escudriñadas, que la gente de Petrov hasta ahora no había podido encontrar una sola fisura en su cubierta y por eso habían llegado tan lejos. Sin embargo, no podían confiarse, no iban a bajar la guardia. Además, allí realmente había mucha vigilancia, acabar con tantos guardias al mismo tiempo entre las dos sería muy complicado, aunque no imposible. Su mejor opción era seguir con la cubierta y regresar de manera sigilosa.

Por instinto, tomó de la mano a Kate, mientras empezaban a caminar por el pasillo.

—Hay mucho espacio para clientes… —dijo en voz baja, aunque no estaba diciendo nada especialmente sospechoso—. Imagina la cantidad de dinero que se maneja por aquí, cariño. Creo que hay bastantes garantías para recuperar la inversión relativamente rápido.

Todo el ambiente de aquel lugar la tenía asqueada y horrorizada. Todas aquellas chicas prisioneras en aquel lugar, esclavas de los deseos de las personas que pudieran pagar por ellas... y había muchas personas que podían pagar. Era evidente que era un negocio bogante. Si realmente fueran a invertir se harían millonarias.

Pero lo único que hacían ahí era buscar información para liberarlas. Tenían que lograrlo.

Tomó con firmeza la mano de Yelena mientras caminaban por el lugar. Debían hacerse una buena idea de la distribución interna del lugar, y de las proporciones. Estaba segura de que ya era tan claro para Yelena como para ella en aquel momento que el salón era pequeño para el tamaño del edificio: tenía que haber habitaciones que no estaban viendo desde ese salón.

—Me parece que debe haber una puerta que no estamos viendo —comentó en un susurro en el oído de Yelena, alejándose después para acomodarle un mechón de cabello. —¿Crees que podamos encontrar un rincón discreto por acá?

Suponía que podían usar la excusa de ser un par de novias buscando intimidad para acercarse a los rincones oscuros. Podían husmear un poco, pero tampoco podían exagerar demasiado. No les haría nada de gracia encontrarlas metiéndose en algo que no hubieran tenido intención de enseñarles.

Tenía ganas de regresar ahí a oscuras, cuando estuviera vacío, y poder inspeccionar a placer. Pero era más arriesgado todavía.

A medida que caminaban, Yelena estaba tratando de identificar puntos débiles. Parecía una especie de hangar abandonado que evidentemente habían acomodado bastante bien y que ahora podía tener una segunda vida gracias a pervertidos que estaban dispuestos a pagar para tener a estas pobres chicas. La seguridad del lugar era más bien rudimentaria, al menos para lo que Yelena estaba acostumbrada. Seguro que las chicas que estaban secuestradas allí no podían saltarse las ventanas de barrotes y quizás tenían rastreadores en alguna parte de su cuerpo. Pero para alguien como Yelena, no sería difícil salir de allí.

El problema era que ella y Kate no podían solas sacar a todas esas chicas de allí. Era un trabajo que necesitaba más logística y equipo del que tenían. A menos que bombardearan el hangar, pero ahí no sólo podía haber bajas de parte de los rufianes. Era complicado.

—Podemos pedir que nos sirvan un vino, para estar a solas… —sugirió con una media sonrisa, mientras seguía mirando a su alrededor. A simple vista, había cinco tipos, todos armados. Aunque Yelena y Kate tenían desventaja, pero estaba segura de que podrían con ellos si se las apañaban bien. Sin embargo, el meollo de la cuestión era que no sabían bien el mapa del sitio—. Necesitamos establecer un punto de salida. Ya sabes. Para el futuro.

Yelena tomó de la barbilla a Kate, como si estuviera susurrándole cosas morbosas al oído. Hasta el momento, no le parecía que nadie les estuviera prestando más atención de la necesaria. Eso era bueno, pero no dudaría para siempre.

—¿Estás pensando si…? —Yelena bajó la mirada, acariciando a Kate por la cintura muy despacio, subiendo poco a poco hacia su espalda—. Originalmente íbamos a recabar información. ¿Quieres hacer una extracción? Podemos reconsiderar nuestros planes, amor mío.

Cada vez era más fácil seguirle el juego a Yelena. Sonrió al sentir la mano en su cintura. Estaba segura de que para quien las viera pensaría que eran una pareja. Se les daba bien el papel.

Se acercó a hablarle al oído, simulando que iba a besarle el lóbulo de la oreja.

—Me muero por hacer una extracción pero no tenemos los datos exactos de cuántas son... —rozó con la punta de la nariz su oreja antes de pasarse a la otra. —¿Una indagación profunda?

Su propuesta era posiblemente la más sensata. Si podían entrar a la partes ocultas del lugar y encontrar a las mujeres podrían hacerse una idea del calibre de la operación que necesitaban poner en marcha. Tal vez necesitarían refuerzos. ¿Sería que tenía que contactar a los Vengadores?

Se separó de Yelena un poco, aunque seguía sujetándola de la cintura. Miró a su alrededor e hizo lo que le había indicado: llamó a una camarera para tomar dos copas de las que llevaba con ella. Le dio una Yelena antes de volver a llevar su atención a la pared.

—¿Si pedimos una habitación? —propuso. —Quizá así podemos movernos con más privacidad y podamos ir más adentro de la estructura.

Claro, podría ser que hubiera un problema.

—Aunque puede que solo alquilen habitaciones con una chica al menos... Aunque podría ser una buena fuente de información.

Recién se le ocurrió la idea, y miró a Yelena a los ojos con emoción. Si ella también lo veía viable podrían tener un camino de acción.

Yelena sopesó lo que Kate acababa de decirle. Hasta este momento, lo que más le gustaba era que Kate estaba siendo capaz de seguirle la corriente en todos los aspectos de esta misión. De verdad parecía dispuesta a todo.

Aquello le provocaba una sensación maravillosa en la boca del estómago y que recorría todo su cuerpo. Sin embargo, Yelena no podía perder la perspectiva. Tenían que ser bastante cuidadosas, no podían dar ningún paso en falso porque eso podría significar la vida o la muerte.

Aunque fuera factible hacer una extracción, salvar a una sola chica podría significar el colapso de la operación.

—Creo que una indagación profunda suena a más factible en este momento. Quizás es lo mejor, considerando las opciones que tenemos… —dijo con una media sonrisa. Se giró en dirección a Kate y la tomó de la mano, para después besarle el dorso. Cuando le regaló un guiño, esperó que fuera gesto suficiente para que ella comprendiera lo que pretendía hacer.

En cuanto soltó la mano de Kate, Yelena caminó en dirección a uno de los guardias del lugar. Habló en ruso, con voz directa, sin darles oportunidad a negarse. Aunque los hombres intercambiaron miradas por más segundos de los que a ella le gustaría, cuando abrieron una puerta que daba acceso a un largo pasillo, Yelena supo que obtuvo lo que quería.

Extendió la mano hacia Kate, regalándole una sonrisa coqueta. Tiró de ella, acercándola hacia el pasillo.

—Mi amor, vamos a divertirnos un rato, ya que se ve que demorarán en atendernos —dijo con coquetería, enfrascada en su papel. Yelena deseaba que esa cubierta fuera suficiente, que les permitiera hacer una ronda de investigación, aunque temía por la chica que les mandaran a la habitación.

Y, sobre todo, también temía por la seguridad de Kate.

Kate sintió la emoción de la adrenalina correr por sus venas, y tal vez tomó la mano de Yelena con más entusiasmo de la cuenta ante la expectativa de hacer finalmente algo. Tiró de ella aunque técnicamente era ella quien se estaba dejando llevar, mientras sentía que el corazón le latía con fuerza. Iban a estar pronto más cerca de salvar a esas chicas que antes.

El pasillo que se abría ante ellas era algo estrambótico, con fuertes luces rojas y texturas brillantes en las paredes. Le resultaba muy desagradable pensar que había gente que encontraba aquellos espacios excitantes, en especial considerando que era muy consciente que detrás de aquellas decoradas paredes (o debajo, o encima, era lo que necesitaban averiguar) había mujeres sufriendo, prisioneras, cuya libertad había sido arrebatada para convertirlas en esclavas sexuales.

Miró a su alrededor como si solo estuviera embargada por la curiosidad y la emoción, pero intentaba identificar las cámaras. Suponía que los clientes de estos espacios querrían privacidad, pero no se fiaba de que no hubiera cámaras ocultas: había demasiado dinero en juego para que aquellos hombres no cuidaran su inversión.

Sin embargo, dudaba que hubiera micrófonos, lo que la animó a hablar, aunque lo hiciera entre susurros, acercándose más de la cuenta a Yelena, como si fuera a robarle un beso o morderle el lóbulo de la oreja.

—Creo que este recorrido nos dará algunos datos de las dimensiones del edificio —dijo con entusiasmo. —Pero la chica que nos manden puede ser la mayor fuente de información con la que podríamos contar, ¿no crees?

Sabía que no dejaba de ser un riesgo. Si la chica no confiaba en ellas o tenía demasiado miedo de sus captores podría terminar delatándolas. ¿Pero iban a renunciar a una posibilidad tan buena de información sin intenterlo? Nadie mejor les podría decir cómo y dónde las tenían aprisionadas, quiénes las vigilaban y todo lo posible sobre su día a día.

Un hombre al final del pasillo se arrimó a ellas y les indicó con una seña una puerta que esperaba abierta por ellas.

No sabía lo que esperaba encontrar allí pero se lanzó de primera, tirando de Yelena tras ella, como una novia entusiasta que no puede esperar para estar en privado con su prometida.

Casi en privado, porque esa noche iban a utilizar a una tercera chica en la ecuación. La sola idea de explotar así a otra persona le revolvía el estómago, pero tenía que jugar su papel.

—Tal vez podamos conversar un poco con ella, me gustaría que la conozcamos un poco antes de actuar—agregó con una sonrisa, mientras tiraba de Yelena para besarla, como una manera de disimular mientras el hombre cerraba la puerta tras ellas.

Suponía que ya tocarían a la puerta cuando llegara la chica que habían solicitado.

Yelena estaba segura que podría acostumbrarse a los besos de Kate. Sabía que esto era exclusivamente por la misión en la que estaban metidas, pero la cercanía de Kate empezaba a nublarle los sentidos. Yelena se había sorprendido a sí misma recordándose que no podía perder el norte de esta misión y que lo mejor que podía hacer era mantenerse concentrada.

Pero era difícil. Era la primera vez en mucho tiempo que una misión empezaba a tornarse peligrosamente personal.

Tiró de Kate para hacerla pasar al cuarto que habían asignado para ellas. Lo hizo muy rápido, pero se excusó con varias risas nerviosas, como si fuera una novia que estaba completamente desesperada por estar a solas con su pareja. Miró a Kate a los ojos cuando la puerta se cerró y ambas pudieron inspeccionar con calma el cuarto que les habían dejado. Era una decoración más bien estrambótica, no le había duda que un hombre, y de pésimo gusto, había decorado aquello pensando que lo haría excitante.

—Tienes toda la razón, amor mío… —comentó con una sonrisa maliciosa, sin separarse demasiado de Kate. Era importante que la cubierta siguiera intacta cuando abrieran la puerta para dejarles pasar a la chica que habían rentado. Rentado. Como si fuera un objeto. Era denigrante toda esta situación—. Quizás podamos obtener información de su parte, no necesariamente de cómo escapar, sino de cómo funcionan las cosas en este lugar. Ojalá tengamos suerte, si es una chica que acaban de secuestrar, puede que no sepa demasiado y… —Yelena se dio cuenta de lo acababa de decir y chasqueó la lengua—. Lo siento, debí sonar como una completa insensible. Trabajaremos con lo que tengamos a mano.

Yelena le regaló una sonrisa más tensa a Kate, justo cuando se abrió la puerta. De allí surgió una chica muy rubia, pero que tenía rasgos que parecían asiáticos. Era de muy baja estatura y el maquillaje que llevaba era muy cargado, casi grotesco, seguro para esconder que era demasiado joven. Quizás una menor de edad.

Esto era una pesadilla.

Besar a Yelena era adictivo, y cuando esta misión terminara lo iba a extrañar. No pensaba decírselo, por supuesto, podía imaginar cómo se lo tomaría. Pero estaba disfrutando esa parte de la misión.

Sin embargo, cuando trajeron a la chica se le olvidó del todo que acababa de pasar algo disfrutable. La chica era una evidente víctima. La puerta se cerró tras ella y Kate se separó de Yelena para ver a la chica con atención.

Se acercó a ella y la tomó de las manos, llevándola junto a ellas para que se sentara.

—¿Estás bien? —le preguntó con el tono más preocupado que pudo. —¿Hablas inglés? ¿Sabes si nos están viendo por alguna cámara?

La chica asintió a la segunda pregunta y negó a la tercera. La primera no la dignificó con una respuesta, pues era evidente que no estaba bien.

Kate lanzó una mirada interrogante a Yelena. ¿Qué harían con ella?

—Queremos ayudar—dijo con sinceridad.—¿Nos puedes contar cómo es el lugar donde las tienen?

La chica las miró a ambas con curiosidad. Frunció el ceño y después asintió.

—Es varios pisos más abajo, hay varias jaulas... Nos traen del aeropuerto directo aquí. Habemos 20 chicas en este momento... Solos los guardas tienen las llaves para meternos o sacarnos de allí. No hay forma de ayudarnos.

La chica se levantó y giró la cabeza hacia Yelena y luego hacia ella.

—Si quieren ayudar digan que hice un buen trabajo aquí...

Mientras escuchaba a la chica hablar, Yelena se mordió el labio inferior. Le dio asco escuchar lo que estaba diciendo y tuvo ganas de abrir esa maldita puerta y matar a todos los involucrados en la trata a tiros.

Pero si lo hacía, no ganaría nada. Lo que había que hacer era destruir este lugar hasta sus cimientos.

Yelena tomó a Kate de la mano y, con mucha suavidad, la atrajo hacia ella para besarle despacio el cuello. Si era verdad que había cámaras por todos lados, no podía darse el lujo de que pareciera que estaban simplemente charlando. Eso no era buena idea, así que había que disimular.

—Se supone que estamos divirtiéndonos, pero vamos a hablar un poco más. Sonríe —Yelena le regaló un gesto tenso, porque sabía cómo sonaba aquello—. Sólo para la cámara, es seguro que no tenga la capacidad ni detalle suficiente para que puedan leer los labios y saber de qué estamos hablando.

La chica ladeó el rostro, parecía lista, porque le regaló una sonrisa enseguida y se acercó a ellas de una manera que parecía insinuante. Lo bastante para que lo captara la cámara.

—Es difícil lo que plantean, nadie entra ni nadie sale a menos que ellos lo digan. Tienen el control absoluto. Yo sólo puedo salir cuando tengo trabajo —aunque hablaba con tranquilidad, a Yelena se le puso los nervios de punta escucharla hablar de “trabajo” cuando lo que hacían era venderla a disposición de cualquier pervertido.

Kate no estaba lista para ese giro de acontecimientos. No esperaba encontrarse con Yelena besándole el cuello, con la perspectiva de que pudieran estar viéndolas por una cámara.

En otras circunstancias habría sido placentero recibir sus caricias, pero ahora estaba algo asustada y preocupada, en especial por la chica que estaba hablando con ellas. Una víctima de esa horrible red de trata.

—¿Cuántas entradas y salidas hay? —preguntó, segura de que Yelena tenía razón: no era fácil que alguien les pudiera leer los labios por una cámara de vigilancia. Clint decía que no era tan simple—¿Cómo se llega hasta aquí?

Si querían liberarlas tenían que poder llegar hasta las entradas y salidas existentes.

Se giró a besar a Yelena en los labios, mientras la tomaba del cuello con suavidad. Esto estaba muy bien.

Se asustó cuando sintió la mano de la chica en su rodilla, mientras se agachaba entre ellas, pero solo siguió hablando. Parecía muy tranquila con su espectáculo.

—Hay una puerta falsa al final del pasillo, solo los de seguridad tienen tarjeta para abrirla. De ahí se bajan tres pisos de escaleras y se pasa un portón que tiene una clave electrónica. He intentado aprenderla pero la cambian todas las semanas. Y luego cada una tiene su celda, compartida con dos más de nosotras.

Kate se giró a mirarla y le sonrió.

—Eres muy observadora—dijo con apreciación.

Habían tenido suerte con la chica que les habían mandado. Sabía mucho. Podría ser una buena fuente de información. Se giró a mirar a Yelena. ¿Qué iban a hacer?

No pensaba admitirlo en voz alta, pero los besos de Kate estaban colocándola al borde del abismo. Yelena, que siempre se jactaba de ser una completa profesional en su trabajo, se estaba distrayendo por la cercanía de Kate. Estaba a un paso de enfadarse consigo misma y, de paso, fastidiar la operación. Tuvo que concentrarse en lo que la chica acababa de decir. Al parecer, la seguridad no era nada del otro mundo. Por supuesto que un grupo de chicas asustadas y sin ningún tipo de entrenamiento previo no iban a poder salir sin ayuda, pero no parecía que alguien como ella o Kate fueran a encontrar mayor dificultad.

Yelena frunció el ceño por un instante, mientras hacía cálculos en su cabeza. Si destruían la tapadera ahora, salvarías a las chicas existentes, pero quizás no podrían desmantelar a toda la operación de trata.

—Eres muy lista —dijo, mirando a la chica, mientras jugaba con uno de los pliegues de su camisa, pareciendo que estaba coqueteando con ella—. ¿Cómo te llamas?

—Me llamo Pearl —dijo, con el cuerpo tenso, sin saber si tenía que seguir su juego. Tenía rasgos delicados, a pesar de todo.

—No —replicó Yelena, mirándola directamente a los ojos—. Cómo te llamas realmente.

El silencio a continuación le heló tanto la garganta, que cuando Yelena se apoyó un poco en Kate, en realidad no estaba fingiendo.

—Me llamo Gina —dijo la chica, con un gesto apagado, mirando la cámara de reojo. Aquel gesto triste y contenido fue más que suficiente para que Yelena tomara una decisión. Tomó a Kate sobre la cintura y se acercó a ella para besar su cuello, estaba lo bastante cerca para susurrar en su oído sin que pudieran leerle los labios, aunque seguía confiando en que esas cámaras baratas no tuvieran tanta resolución.

—Podemos sacarlas, nadie aquí tiene nuestra preparación, pero eso significa destapar la cubierta, mi amada Kate —dijo, mientras le hacía caricias en la cintura—. Eso es alertarlos y no poder desmantelar la organización por completo. Te dejaré decidir, apoyaré lo que tú quieras.

La verdad era que Yelena no se sentía capacitada para tomar una decisión, así que pensaba fiarse del criterio de Kate. Después de todo, eran compañeras. Confiaría en ella hasta el final.

No podía evitar preguntarse si Yelena se sentía tan afectada por sus besos como ella. La estaba volviendo loca intercambiar esos besos y caricias, y odiaba la idea de que otras personas las estuvieran viendo.

Pero tenía una decisión que tomar en ese momento que no tenía nada que ver con los labios de Yelena, aunque todavía podía sentir su aliento haciéndole cosquillas en el oído.

Era consciente de que lo más prudente sería esperar para no poner en riesgo su operación... Pero no podía ver a Gina a los ojos y decirle que siguiera ahí, que esperara a que regresaran por ella.

—No creo poder irme y dejarlas aquí... —admitió, siendo ahora ella quien buscaba el oído de Yelena—Podemos pensar después cómo nos encargamos del resto de la operación.

Sabía que en el fondo era imprudente, y no había seguridad de que pudieran hacer algo después. Pero era superior a ella darle la espalda a lguien que la necesitaba.

Se giró a ver a Gina y extendió una mano hacia ella, acariciando su mejilla.

—Le dije que queremos ayudar, no podemos quitarnos ahora—susurró, de forma que Gina también la escuchara.

Cómo iban a hacerlo era otra cosa...

Cuando Yelena escuchó a Kate, esta dijo exactamente lo que esperaba que dijera. A pesar de que tenían todo en contra y de que no tenían el armamento suficiente para hacer de esta misión un éxito rotundo, Kate escogía desechar el éxito para priorizar la seguridad de las chicas. Yelena pronunció la sonrisa y se inclinó para darle un suave beso en la mejilla. No era un gesto ensayado, ni tenía nada que ver con la pantomima que estaban representando. Era un gesto real, porque de verdad estaba de acuerdo con ella.

Las palabras de Kate tan sólo eran la confirmación de que tomó la mejor decisión al escogerla como su compañera en esta misión. Yelena, por supuesto, le frustraba destapar su coartada en este momento, pero sí era cierto que le importaba más que las chicas estuvieran bien. Prefería salvarlas a todas en este momento y luego dar otra estacada, para impedir que pudieran hacer pasar a más esta pesadilla.

—Bien, entonces vamos a hacer lo que mi querida prometida tanto quiere —dijo, regalándole un guiño a Kate y luego se dirigió a Gina. Extendió el brazo hasta acercarla hacia ella, era bastante menudita y pudo darse cuenta por la tensión que había en su lenguaje corporal, que estaba muy asustada. Se inclinó hacia ella para susurrarle al oído—: Quédate siempre detrás de nosotras, ¿está bien? Vamos a cubrirte, pero a ti te va a tocar decirnos dónde están tus amigas.

Gina se tomó un instante que le pareció eterno, pero asintió con los labios apretados. Yelena sonrió entonces, un poco más confiada, llevándose una mano hacia la cabeza y quitándose el gancho que le ataba el pelo. Las requisaron al entrar, en búsqueda de armas, pero ningún hombre se le ocurriría pedirle a una chica que se quitara el gancho que le ataba su hermoso pelo.

Cuando lanzó la diminuta cuchilla hacia la cámara, ésta se quebró al instante.

—Bien, vámonos. Gina, ¿cuál es el pasillo? —Yelena abrió la puerta con soltura, mientras miraba a Kate por encima del hombro—. Ella nos guía, tú la cubres y yo nos abro el paso.

Por un momento, Kate tiene el impulso de darle un beso de verdad a Yelena: no uno para la cámara ni su actuación. Solo por estar de acuerdo, por saber y celebrar que estaban en la misma sintonía. Pero no era ni el momento ni el lugar.

Gina contaba con ellas y tenían que moverse de prisa.

Cubrirlas mientras Yelena abría el paso. Podría hacerlo a la perfección, aunque le habría gustado tener su arco para ello. Sin embargo, estaba preparada.

En principio nadie les puso resistencia. No parecían esperar que algo así sucediera, y Yelena descartó rápidamente a los guardias que vinieron a detenerlas. Gina todavía parecía asustada, pero siguió señalándoles el camino. Kate tuvo que encargarse de los hombres que vinieron en su búsqueda al escuchar el avance de ambas.

Era increíble ver a Yelena encargarse de todos los que intentaban impedirles el paso. La velocidad, fuerza y precisión de sus movimientos eran hipnotizantes. Así que tenía que obligarse a no fijar toda su atención en ella, si no en cubrirlas.

Pronto encontraron el portón del que Gina había hablado. Después de pasarlo había más seguridad, pero ninguna cerradura se les resistía.

Soltó una exclamación cuando llegaron a la altura de las habitaciones cuyas puertas se habían cambiado por portones, donde se mantenía encerradas a las chicas. Iba a ser más difícil salvar a las que seguían arriba.

—¡Yo abro las de la derecha —indicó en voz alta—Debemos liberarlas lo más rápido posible.

Y después buscar la forma de salir de ahí...

Todo estaba sucediendo demasiado rápido y eso, debía decir, le encantaba. Yelena le fascinaba la adrenalina que daba este tipo de situaciones. Había nacido para ello, todo el entrenamiento que había recibido ahora lo estaba enfocando en algo positivo. No era una espía despiadada y sin alma, Yelena era ahora su propia persona y podía decidir en qué utilizar sus habilidades.

Tenía que reconocer el esfuerzo de Gina, quien estaba jadeando por seguirles el ritmo. También Kate lo estaba haciendo muy bien. Si fueran otras las circunstancias, ya le habría dado un beso.

—Hay que buscar una salida, Kate… —susurró Yelena, mientras forzaba la primera de las puertas de la izquierda. Yelena contó cabezas con rapidez, había allí cuatro chicas, con Gina hacían cinco y cuando se giró hacia la derecha, notó que Kate tenía a otras cuatro con ella. Le parecía que eran demasiadas para que todas salieran ilesas. Tenían pocas opciones, así que iban a tener que fiarse de lo que Gina dijera—. Kate, que Gina te ayude a encontrar la salida más próxima. Una de las dos tiene que causar una distracción y voy a tener que ser yo. Seguro que tú vas a poder calmar a las chicas mejor que yo.

Le dedicó una sonrisa, seguro de lo que le estaba diciendo. Yelena lamentó que estuvieran contra las cuerdas y que no pudiera despedirse de ella propiamente con un beso. Le hizo un gesto para que le hiciera caso, mientras se adelantaba para impedir que un tipo que medía como dos metros se les acercara.

Lo bueno de los tipos que medían como dos metros era que pensaban que su altura o fuerza era suficiente para acabar con ella. Yelena era más diestra, más rápida, y nunca le tomaba más que unos segundos para hacerlos perder el equilibro y someterlos con su agilidad.

Kate sentía la adrenalina en sus venas, y cada cara nueva que veía, cada nueva chica rescatada, le motivaba más a seguir peleando para sacarlas de ahí. Confiaba plenamente en Yelena, así que asintió al recibir sus instrucciones.

Tuvo el impulso de separarse de ella con un abrazo o un beso, pero no era el momento. Apenas extendió la mano y rozó su brazo con la punta de sus dedos. Luego miró a Gina a los ojos y asintió. Ella también había oído que tenían que buscar la salida.

—¡Todas síganme, no dejaré que les pase nada malo! —les prometió, alzando la voz para asegurarse de que la oyeran—¡Vamos a salir todas de aquí!

Siguió a Gina y cuando esta le señaló un ducto de ventilación como posible salida, Kate se metió en este para inspeccionarlo. Parecía una buena opción, pero tendría que quedarse atrás cuidando la retaguardia, no fuera que empezaran a dispararles dentro del ducto y terminaran con ellas.

Pero Yelena se encargaría de ello. Se giró para darles instrucciones de seguirla y empezó ella a hacer el camino. No sabía dónde iba a salir el ducto, pero ella sería la primera en llegar al otro lado y asegurarse de que fuera seguro para todas. Para ello, llevaba un cuchillo en la mano.

Igual no podía dejar de pensar en cómo extrañaba su arco y sus flechas, no había esperado verse en una misión de rescate así sin ellos.

Cuando salió al otro lado tuvo que pelear con tres funcionarios de seguridad, pero para su deleite encontró una puerta que daba a un pasillo que, finalmente, parecía llevar fuera del edificio si no estaba muy desubicada.

Apresuró a las jóvenes a salir mientras miraba hacia atrás de ellas con impaciencia. Más le valía a Yelena aparecer pronto por ahí o tendría que regresar por ella.

En cualquier otra circunstancia, Yelena hubiera salido de Madripoor apenas salió de esa maldito burdel. Sin embargo, esta no era una misión que estaba haciendo por su cuenta, así que no podía desentenderse y salvarse a sí misma. Había perdido a Kate, con quien no se había puesto de acuerdo para reagruparse más tarde. Yelena había dejado todo un rastro de hombres muertos o heridos a su paso, era sólo cuestión de tiempo para que le dieran caza.

Fue por eso que no regresó al hotel donde se habían hospedado por la recepción principal, por temor a que alguien ya hubiera dando la alarma. ¿Cuántas horas habían pasado desde el incidente? Calculaba que unas dos, eso quería decir que llevaba al menos una hora incomunicada con Kate. Yelena subió hasta el tercer piso, donde estaba la habitación que había reservado con Kate.

Yelena no estaba particularmente diestra, porque le dolía la espalda y estaba segura de que tenía una herida superficial en el costado y otra un tanto más profunda en el brazo izquierdo. Se había improvisado una gaza con una tela vieja para apretar la herida, pero tendría que revisársela con cuidado.

Forzó la puerta, empujándola despacio y se encontró con completa oscuridad. Cuando encendió la luz, tuvo que moverse rápidamente porque alguien se abalanzó sobre ella. Por instinto, Yelena golpeó con fuerza para protegerse, pero disminuyó la fuerza cuando reconoció que quien estaba en la habitación era Kate.

—¿Kate? —Yelena suspiró aliviada, incluso cuando la había hecho tropezar, ambas habían quedado en el suelo—. ¡Kate! ¿Por qué estabas a oscuras? ¿Dónde dejaste a las chicas?

Yelena tenía demasiadas preguntas pero sonrió satisfecha al ver que Kate estaba intacta. Mientras las dos estuvieran bien y juntas, podrían resolver esto, no le quedaba la menor duda.

Yelena y ella no habían acordado qué hacer en caso de separarse, lo cual se daba cuenta ahora que había sido un gran error. Regresó al apartamento porque supuso que sería el lugar natural para reencontrarse dado que sus cosas seguían ahí. Pero no estaba segura de si ahora que habían volado su cubierta no habían mandado a alguien a vigilar su apartamento o buscarlas ahí, así que por eso se quedó con la luz apagada.

No había podido llevar al grupo de chicas con ella. Las había dejado escondidas en un depósito que había alquilado a buen precio bajo un nombre falso, pero tenían que sacarlas de ahí lo antes posible.

Pero no había forma de saber si Yelena estaba bien ni si vendría a su cuentro en la habitación de hotel. Se volvía loca de ansiedad de solo pensarlo, caminando de un lado a otro mientras intentaba evitar las ventanas, no fuera a ser que la delataran.

Cuando alguien entró al apartamento, sin embargo, se puso en guardia. No podía esperar a ver si era Yelena, podía ser uno de sus enemigos... así que tenía que atacar.

No esperó encontrarse de repente deslumbrada por la luz y tropezando con una silueta que le era familiar.

—¡Yelena! —exclamó con alivio cuando confirmó que era ella—. ¿Estás bien? ¿No te hirieron?

Estiró los brazos hacia ella para examinarla, confiando más en sus sentidos para saber si estaba en una pieza que en su palabra. Seguro que Yelena era capaz de dcir que estaba bien aunque estuviera sangrando.

—Pensé que podían estar vigilando el apartamento, por eso me quedé a oscuras —respondió, incorporándose ligeramente tras confirmar que parecía estar bien—. Las chicas están escondidas esperando que las saquemos de acá, creo que podemos alquilar un barco o algo así.

No lo tenía del todo claro, estaba muriendo por hablar con Yelena para decidir sus siguientes pasos y por suerte al fin estaba ahí. Le sonrió con sincera alegría de verla de nuevo mientras que algo no identificado cosquilleaba en su interior solo por tenerla cerca otra vez.

Yelena se quedó muy quieta cuando Kate se acercó hacia ella para examinarla. No pudo evitar preguntarse cuándo había sido la última vez que alguien la revisaba después de una misión. Hacía demasiado tiempo que Yelena iba a misiones sola, sin la ayuda de nadie, y si algo salía mal era ella misma quien terminaba curándose las heridas a las prisas, porque tenía que continuar. Así que era agradable este cambio, de Kate revisándola con detenimiento.

No pudo evitar una sonrisa sincera, incluso cuando Kate no la estaba mirando.

—Estoy un tanto golpeada, pero no creo que tengo ningún hueso roto, tampoco alcanzaron a herirme de verdad. Tengo varios raspones, eso sí, pero sobreviviré. Un par de cicatrices nuevas, pero ya estoy acostumbrada —se encogió de hombros, como quitándole importancia, pues en realidad estaba bastante entera. Ella misma echó un vistazo a Kate, pero era evidente por su porte y movimientos, que no le había pasado nada—. Por lo que veo, tú también estás bien. Eso nos sirve, porque lo vamos a necesitar para salir de aquí. Ya no vamos a poder usar nuestras cubiertas y mucho menos cargando con las chicas.

Eso era lo que más le preocupaba. Yelena no dudaba de sus capacidades, ni tampoco las de Kate para escapar de allí. El problema era que las chicas contaban con ellas, así era más complicado.

—¿Dónde las tienes escondidas? —quiso saber, mientras recorría con la vista la habitación. Todo parecía en demasiada calma, pero no se podía estar segura en Madripoor—. Creo que deberíamos trazar un plan primero, antes de ir hasta donde están. No quiero que parezca frente a ellas que estamos improvisando. Deben estar muy nerviosas y necesitamos que estén lo más tranquilas posibles. ¿Cuántas son, exactamente?

Yelena estaba segura de que las había contando en algún momento, pero con todo lo que había sucedido, era incapaz de recordarlo con exactitud.

Si hubieran estado en casa habría tenido con qué curar las raspaduras de Yelena, pero no se suponía que anduvieran en ese tipo de misión. Ahora estaban enfrentado las complicaciones que sabían que vendrían con su decisión de liberar a las chicas.

—Al salir conté a diez —declaró—. Las llevé al puerto donde alquilé una bodega bajo un nombre falso, pero no tardarán en encontrarlas si no vamos por ellas. Les prometí que haríamos lo posible para sacarlas de aquí.

Pero no tenían un plan concreto para ello. Tenía fe en lo que Yelena y ella podían hacer juntas pero no tenían nada todavía.

—Tenemos todo el dinero que trajimos de respaldo —dijo, recordando que solía caer en la trampa de la gente con dinero que creía que podía comprar todas las soluciones—. Tal vez podemos alquilar un barco o un avión para sacarlas de aquí. El problema es que seguramente nos estén buscando.

Se habían metido a la guarida del león y le habían robado a sus presas. No iban a perdonarlas. Las buscarían hasta debajo de las piedras de Madripoor para detenerlas.

Así que esperaba que sus ideas junto a las de Yelena pudieran dar con una solución. No tenían mucho tiempo para encontrarla.

"Diez".

Normalmente, Yelena no consideraría que era un número demasiado problemático. Diez chicas cabían en un bus pequeño, pero estaban en Madripoor. Era una ciudad sin ley, en la que sólo existía la ley del más fuerte. Eso complicaba todo las cosas, Yelena se imaginaba que había una salida, que haría la situación un poco más tolerable, pero estaba segura de que a Kate no le iba a gustar nada. Tenían muchas cosas en contra, pero Yelena tenía que ser fría al pensar en una buena solución.

La miró un instante, sopesando cómo podía decirlo sin que sonara a una completa locura. No podía imaginarse lo que Kate iba a pensar, pero, si lo sopesaba con detenimiento, era la mejor opción que tenían. Mejor dicho, era la única opción.

—Sí podemos —dijo Yelena, con mucha convicción—. Hay una manera de sacarlas, pero quizás no te va a gustar. Creo que… deberíamos partir el grupo a la mitad y cada una de nosotras encargarnos de cinco chicas. Sería mucho más sencillo, porque un grupo de doce personas de seguro que va a ser notado. Una docena, cada una por separado, va a ser más fácil.

Yelena se quedó callada, no quería seguir dando una lista de todas las razones que tenía, porque quería primero escuchar la reacción de Kate.

Esperaba que no le tomara demasiado tiempo convencerla de que ella llevaba la razón. También esperaba que Kate no se enfadara, no había tiempo para discusiones, porque cada segundo contaba.

Kate escuchó a Yelena con atención, y parpadeó dos veces seguidas al escuchar su propuesta. No le había gustado nada separarse de ella esa noche y ahora le estaba proponiendo separarse de nuevo.

Lo peor era que tenía sentido.

Si lo pensaba bien, era una buena idea. Solucionaba el problema de huir con un grupo tan grande. Aunque no los medios. Entrecerró los ojos, mirando a Yelena evaluativamente, como si pudiera terminar de entender su plan escrito en su cara.

—De acuerdo, suena sensato, pero no termino de entender qué tienes en mente —declaró—. Una cosa es dividirlas en dos grupos, y otra marcharnos. ¿Cómo piensas que saquemos dos grupos de aquí?

No pasaba por alto que Yelena sí había estado antes en Madripoor, fijo sabía y conocía más cosas que ella.

Por supuesto que no iba a decirle que no le hacía gracia separarse de ella, pero al menos esta vez sería planificado.

—Y si vamos a separarnos otra vez, vamos a hacerlo bien esta vez —añadió—. Necesitamos un plan para encontrarnos de nuevo o avisarnos si algo va mal.

No quería morir de nuevo de preocupación de cómo estaría Yelena o dónde encontrarla. Además, las chicas deberían reencontrarse de nuevo.