Wilhelm ni siquiera recordaba cómo la conversación con sus compañeros de clase había derivado en él aceptando ir hasta ese bar karaoke. Quizás porque el día de ayer había hablado con Felice por primera vez en varios meses y su querida amiga le preguntó entusiasmada cómo era la vida en New York. Wilhelm se sintió culpable porque tuvo que mentir. No tuvo corazón para decirle a Felice que apenas hacía vida social y que no vivía en los dormitorios de la universidad. La negociación con su madre fue terrible, así que tuvo que ceder a sus exigencias si quería deshacerse de la sombra del servicio militar unos años más. La Reina Kristina no quería al único heredero que le quedaba compartiendo dormitorio con nadie.

En el fondo, a Wilhelm le daba igual. Ninguno de sus compañeros había visitado su apartamento, así que no tenía que obligarse a mantenerlo ordenado, era una ventaja para él. Pero Felice parecía tan contenta por los inventos de Wilhelm, en el que había amigos y vida social, que se obligó a aceptar aquella apresurada invitación que le hicieron sus compañeros. Ya había pasado la novedad fastidiosa cuando algunas chicas habían dado con su identidad, así que Wilhelm se le daba bien mezclarse con el resto del grupo. Había descubierto que con una distante cortesía y las palabras adecuadas, podía mantener a la gente a distancia sin parecer un desgraciado.

La realidad era que Wilhelm toleraba a sus compañeros, a pesar de que hablaban un inglés muy rápido, informal e insistían en llamarle “Will” con un desgarbado acento que le ponía de los nervios.

—¿No quieres más cerveza, Will?—Jake, un rubio que constantemente estaba haciendo el tonto en clase, le acercó a Wilhelm un vaso hasta el tope de cerveza que él tomó por pura cortesía—. Las chicas están haciendo fila para el karaoke, ¿te unes o no?

Wilhelm agradeció que Jake, a pesar de parecer despreocupado siempre, se dio cuenta con un simple gesto de que eso era una causa perdida. Ni siquiera con cinco vasos más de cerveza, conseguirían que Wilhelm subiera al estrado a cantar. Otra de las cosas que había acordado con su madre, a cambio de una falsa libertad, fue mantenerse lejos del ojo público. Nada de escándalos. Eso no era negociable. Así que Wilhelm se acomodó en una de las sillas cerca de la barra, repasando el contorno del vaso de cerveza con el dedo índice. Había probado mejores cervezas, pero tampoco estaba tan mal.

La noche habría podido trascurrir de esa manera, con Wilhelm acabándose el vaso de cerveza hasta la última gota, mezclándose con la multitud. Así fue hasta que, de pronto, las luces empezaron a vibrar y se escuchó una canción suave, pausada, que enmudeció de pronto a los presentes. Wilhelm no estaba seguro de conocer la letra, pero sí que conocía es voz. Habían pasado más de tres años, pero Wilhelm podría reconocer ese timbre de voz, esa forma de cantar, así hubiera pasado un siglo de vida.

Miró de nuevo el vaso de cerveza, pero ni siquiera llevaba la mitad, esto no era producto de una alucinación. Ladeó el rostro, buscando entre la multitud, guiándose por la voz de la misma manera que un marinero hacia la guarida de una sirena.

Simon nunca se sentía tan buen como cuando cantaba. Aunque toda su vida había tenido que correr y luchar, siempre que tenía la oportunidad de cantar sentía que el mundo se volvía un poco menos pesado en sus hombros. Este último año, lejos de casa, dedicado por completo a la música, sentía que al fin empezaba a respirar de nuevo con un poco más de libertad.

Era más fácil vivir con un corazón roto sin que sus compañeros conocieran su triste historia. Nadie ahí lo relacionaba con un video sexual divulgado, ni con un príncipe que había desaparecido de golpe de su vida después de enamorarlo y traicionarlo en un mismo curso. Todavía dolía pensar en Wilhelm, pero en Cornell no había noticias diarias que le hicieran pensar en la familia real. En el amor que había perdido y todo lo que había sufrido.

Aquí solo era un talento sueco. Un chico becado que cantaba bien y tenía cierto talento para la música. Una ventaja de un corazón roto era que se volvía una fuente de inspiración inagotable. Sin embargo, en ocasiones la mejor forma de distraerse y disfrutar era tomar las palabras y las notas de alguien más.

Sus compañeros de carrera le caían muy bien. No había hecho amistad estrecha con nadie. Su carrera no era precisamente de trabajo en equipo, pero sabían pasar el rato juntos y como gente de música, una de sus entretenciones favoritas era el karaoke. Ahí Simon solía elegir las canciones de letra más descorazonada posible y se permitía cantar con todo el dolor con el que había aprendido a vivir, sin que nadie lo mirara con lástima porque en el fondo sabían que lo habían dejado de lado.

A veces quisiera ser menos patético, pero en Cornell al menos se sentía menos expuesto.

Estaba cantando con todo sentimiento I can't breathe, breathe, breathe, breathe, baby, on my own cuando de repente tuvo la impresión de haber visto a Wilhelm. Pensó que su mente le jugaba una mala pasada, pero eso no impidió que su mirada se dirigiera en la dirección que le había parecido verlo entre la gente.

No era fácil ahí ver hasta las mesas, pero de repente la gente pareció correrse a su voluntad y lo vio mejor. No lo había alucinado. No era su mente jugando con su sentimientos una vez más. ¿Pero qué rayos podía estar haciendo Wilhelm en Nueva York?

Parpadeó y la gente se corrió de nuevo. El corazón le latía a mil por hora y perdió uno de los tonos que debía dar. Miró de reojo a sus compañeros, pero estos estaban tomando y charlando como siempre, algunos cantando a la vez, sin darse cuenta de que su mundo estaba colapsando en ese momento.

Tal vez ni siquiera Cornell sería nunca un lugar seguro.

Ahora, mientras la canción llegaba a su fin, se preguntaba qué debería hacer, pero no estaba dispuesto a acercarse a alguien que se había marchado de su vida sin siquiera despedirse, a pesar de todo lo que había pasado.

Simon hizo contacto visual con él.

Wilhelm estaba seguro de que así había ocurrido porque pudo darse cuenta, a pesar de la distancia, de que Simon torció el gesto. Recordaba que la última vez que se habían visto, ni siquiera pudo despedirse de él. Wilhelm fue a su habitación sin esperarse que iban a llevárselo de Hillerska sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Sin importar todo lo que luchó, que intentó llamar a su madre desesperadamente, no hubo nada que pudiera hacer.

No fue sino hasta semanas después que su madre le permitió comunicarse con Felice, y eso porque Wilhelm estaba al borde de una crisis y la situación se volvió insostenible. Fue así que supo que a los estudiantes no les dieron mayores explicaciones de su ausencia. Wilhelm estaba muriéndose por tratar de contactar con Simon, pero después se lo pensó mejor. Él estaba saliendo con alguien más, estaba intentando cerrar ese capítulo de su vida y Wilhelm sólo podía ofrecerle más problemas.

—Ese es Simon, ¿sabes que también es sueco como tú? —la pregunta de Jake fue un golpe para sus pensamientos. Wilhelm balbuceó algo incomprensible cuando se giró hacia su compañero de clases—. Va a la misma facultad que Lisa, pero no tenía idea que cantara tan bien. ¡Ella es Lisa! Ven, te la presento…

Lisa era una chica pecosa y pelirroja a la que Jake llevaba idealizando por semanas. Wilhelm estaba seguro de que llevaba escuchando ese nombre más de lo que Jake respiraba por minuto. Quiso pedirle a Jake que se detuviera porque no tenía la más mínima idea de qué estaba a punto de hacer. En cuestión de segundos, luego de no saber de él durante tres años, Wilhelm tenía a Simon frente a frente.

Estaba seguro que Lisa y Jake estaban charlando animadamente, cerca de ellos, pero Wilhelm sentía todo el cuerpo frío y cómo las manos le sudaban. Simon estaba allí a centímetros de él y no podía evitar sentirse mareado.

—Hola… —sin pensarlo, el saludo salió en su idioma natal. Hacía mucho que no utilizaba el sueco, tan sólo hablaba con Felice esporádicamente y cada vez que su madre intentaba ponerse al tanto con él. Se sentía agradable, usar su idioma natal con la persona a quien probablemente más había querido en la vida.

—Espera, ¿ustedes se conocen?—una voz femenina, seguramente de Lisa, fue el segundo golpe en la noche. Conocerse era quedarse corto.

Lisa era una buena amiga.

Simon se había temido que en Estados Unidos echaría muchísimo de menos a sus amigos y se quedaría solo. Nunca se le había dado bien hacer muchas amistades. Suponía que ir a un colegio donde todas las personas se consideraban superiores a él marcaba una distancia demasiado grande, al punto de que no había aprendido nunca a tratar con ellas. No era como Sarah que poco a poco había mutado hasta convertirse en una de ellos, tan lejana a la hermanita que él recordaba de antes de Hillerska.

Sin embargo, Lisa había empezado a hablarle en su segunda semana de clases y antes de que se diera cuenta, estaban haciendo trabajos juntos, quedando para estudiar y convirtiéndose en amigos, o algo así. Era agradable tener una persona con la que contar tan lejos de casa.

Lo que nunca se imaginó fue que fuera precisamente por ella que volvería a encontarse con Wlhelm, ahí, de entre todos los lugares posibles. No podía creer que el sonido de su voz no fuera un producto de su imaginación cuando escuchó saludar en sueco. No atinó a responder a Lisa de inmediato tampoco.

Estaba comiéndose a Wihelm con la mirada antes de siquiera pensar en controlarse.

—Hola—respondió, su tono más neutro de lo que sentía, y su cara negándose a reaccionar con una sonrisa o la sorpresa que sentía. Podía escuchar los latidos de su corazón zumbando en sus oídos. Tardó un momento en recordar que Lisa le había hehco una pregunta. Se giró hacia ella, obligándose a romper el contacto visual—. Sí... Coincidimos un año en el colegio.

Miró de reojo a Wilhelm, preguntándose si a él le había sonado tan mal como a él lo que acababa de decir. Reducir su relación a haber coincidido en el colegio se sentía como una mentira que se volvía ceniza en su boca. Wilhelm había sido tanto para él... Toda su vida seguía marcada por aquel tiempo que pasaron juntos.

¿Pero qué se suponía que dijera para no faltar a la verdad? ¿Es mi ex? No podía exponer a Wilhelm de esa forma, no cuando él mismo se había ocupado de negarlo a toda la nación. ¿Es mi amigo? No habían tenido contacto en años.

No había una forma de definir su relación.

—¿Qué haces aquí?—preguntó finalmente hacia Wilhelm. No le importó ser grosero y permitirse esto también decirlo en su idioma natal.

Necesitaba saber. Tenía que haber una explicación que no fuera que aquella era una alucinación.

"Coincidimos un año en el colegio."

La frase de Simon, aunque era absolutamente cierta, no dejaba de ser dolorosa. Sin embargo, no tenía nada que reclamar, porque Wilhelm no sabía qué hubiera dicho. Quizás habría dicho algo peor, pues las últimas veces que se vieron, había tenido la terrible cualidad de actuar por puro instinto y miedo. Si Simon lo negaba ahora, eran sólo las consecuencias de las terribles decisiones que había tomado.

Le pareció que Lisa dio un aplauso alusivo a ellos, encantada de que fueran conocidos. Estaba seguro de escuchar algo parecido a la frase de que las coincidencias eran increíbles, pero Wilhelm sólo estaba escuchando la frase que Simon recitó en perfecto sueco para él. De nuevo, era como un canto de sirena, como estar en casa.

—Estoy estudiando… —respondió con simpleza, como si de verdad fueran a tener una conversación casual. Wilhelm no llevaba ni diez minutos aquí y ya se sentía angustiado, superado por completo por las circunstancias—. Después de recibirme tengo que hacer el servicio militar, pero ya tengo un semestre en América. ¿También estás en la universidad?

Wilhelm sabía que era una pregunta retórica, porque Simon tenía grandes planes para sí. Siempre tuvo ambiciones, estaba seguro de que sus conexiones en Hillerska le habían abierto muchas puertas. En algún momento, tanto su madre como la corona estuvieron a punto de arrebatarle aquello, por eso fue que Wilhelm cedió tan rápido a sus exigencias. Jamás hubiera podido permitir que le arrebataran la beca y la matrícula a Simon, no hubiera podido vivir con esa culpa.

La vida de Wilhelm estaba totalmente planificada desde siempre. Un paso tras otro, debidamente programado, un plan sin fisuras, siempre de acuerdo a las necesidades de la corona. Ahora que miraba hacia atrás, Simon podía darse cuenta de que había sido un adolescente iluso al pensar que podía colarse entre alguna grieta de aquel plan perfecto para seguir siendo parte de su vida .

Era una broma cruel del destino estar ahora en el mismo lugar que Wilhelm una vez más, siendo tan consciente de eso.

—Sí, vine con una beca—respondió. Estaba orgulloso de eso. Se había ganado aquella beca con su esfuerzo en un colegio que se aseguró de recordarle cada día que no pertenía a la misma clase social que los otros—. Si lo hago bien, podré sacar mi carrera aquí.

A veces pensaba que no volvería a casa. Extrañaba a su madre, pero después de todo lo sucedido en su familia, estar lejos de Sarah y de su padre no era tan malo. Si pudiera establecerse de este lado del mundo y traerse a su madre lo haría.

Pero un becado como él no tenía ventaja en ningún lugar.

No quería ser maleducado y seguir la conversación en sueco, dejando a sus amigos por fuera.

—No sabía que te gustaba el karaoke, espero que te oigamos cantar—comentó, intentando regresar la conversación a un plano no personal y un encuentro más grupal.

Quizá esto era una mera coincidencia, no tenían por qué seguirse viendo después de esto. Aunque no estaba seguro de ser capaz de ignorar el hecho de que estaba en la misma ciudad que Wilhelm de nuevo.

¿Por qué el destino seguía haciéndole estas cosas?

Wilhem tenía la extraña sensación de que acabaría desmayándose de un momento a otro. No sólo era que el ambiente de pronto le parecía asfixiante, sino que cada palabra que decía Simon, quien parecía estoico en su presencia, era como si alguien lo estuviera apuñalando en el estómago.

Sintió una oleada de alivio cuando lo escuchó confirmar que estaba allí estudiando gracias a una beca. Wilhelm sonrió, sin poder contenerse. Lo que más deseaba para Simon era que pudiera hacer realidad todos sus sueños. Incluso si para eso tenían que mantenerse separados, algo con lo que Wilhelm creía que ya estaba en paz.

“Por supuesto que lo harás bien”, quiso decirle, pero Simon volvió a hablar en inglés y para Wilhelm fue como si lo hubieran abofeteado de pronto.

Fue como si Simon estuviera poniendo otra vez un muro entre los dos. Wilhelm se dio cuenta en ese momento que no tenía las fuerzas para seguir pretendiendo. Ni siquiera le importaba parecer maleducado, por eso interrumpió a Lisa cuando estaba hablando. Lo hizo con un tono de voz neutro, tratando de no parecer especialmente grosero a pesar de que no le interesaba ni un poco lo que ella y Jake estaban hablando.

—¿Les importa si Simon y yo hablamos un momento? —le dijo a Jake, cuya expresión le hacía saber que estaba despertando su curiosidad. Pero eso tampoco le importaba—. Sólo será un momento, luego prometo que volveremos al karaoke, aunque no estoy seguro que nadie quiera escucharme cantar.

Intentó bromear al final, para aligerar la situación, pero no le había quitado la vista de encima a Simon. De verdad quería hablar con él a solas, sólo unos cuantos minutos. Algo que le quitara la sequía a la que llevaba sometiéndose por tanto tiempo.

Cuánto lo había echado de menos.

Hacía mucho tiempo que Simon había dejado de imaginarse escenarios donde volvía a encontarse con Wilhelm. En el colegio lo hacía casi a diario. Pensaba cómo sería si regresaba a las aulas, si fuera su compañero de nuevo algún día. A veces, cuando sonaba su teléfono con algún número desconocido, fantaseaba que era él quien llamaba. Incluso en su vida cotidiana soñaba con cosas ilógicas como encontrarlo en la calle. Como si un príncipe pudiera estar en cualquier lugar.

Finalmente logró controlarse y dejar de imaginar. Lo que más le ayudó fue que en todos esos escenarios ficticios terminaba por imponerse una realidad: aunque Simon quisiera verlo de nuevo, Wilhelm ya lo había dejado atrás. Lo había negado desde el primer día, y se había marchado para no regresar.

Así que este giro de acontecimientos se escapaba de lo que su mente era capaz de procesar. Si lo hubieran puesto a adivinar, habría creído que Wilhelm querría mantener una fachada de indiferencia, de conocidos casuales. Pero ahora quería llevarlo a hablar aparte y, aunque el primer impulso de Simon era negarse, la verdad era que no podía.

No deseaba nada más que hablar con él.

Se disculpó con sus amigos y tomó la iniciativa de guiar él a Wilhelm. Conocía bien ese lugar, era su pasatiempo favorito. Suponía que no querría que nadie los escuchara, así que lo guió hacia el pasillo de atrás que llevaba a la máquina para pagar el parqueo. Era temprano, no creía que nadie pasara por allí pronto para marcharse.

Cuando estuvieron ahí, se giró a encararlo, y todavía por precaución retomó el sueco.

—Creo que aquí podemos hablar—dijo finalmente—. Pero sería bueno no tardar mucho, no sé los tuyos pero mis amigos son muy curiosos, no querrás que hagan muchas preguntas.

No podía creer que esto de verdad estaba pasando. Una vez más tenía a Wilhelm frente a él, quien lo estaba viendo y quería hablar con él.

Quizá debería preguntarse si no había tomado demasiado o le habían echado algo a su bebida, porque tenía que estar alucinando.

Wilhelm estaba conteniendo la respiración, deseando un desenlace favorable, que apenas pudo reaccionar cuando Simon sí aceptó hablar con él. Se quedó pasmado un instante porque, ahora que por fin había obtenido lo que quería, no estaba seguro de qué hacer.

Simon conocía el lugar bastante bien, porque se movió con maestría hasta un pasillo que, por lo que pudo darse cuenta llevaba al estacionamiento. No parecía que fuera un sitio concurrido y le estaba dando espacio para que pudieran conversar en privado. Wilhelm no sabía de dónde había sacado tanta suerte esta noche, así que no podía desperdiciarla. El problema era que quería decirle tantas cosas a Simon que ni siquiera estaba tan seguro de por dónde empezar.

—No me dejaban comunicarme. Con nadie. —Dijo de pronto, pues quería que tuviera eso claro, antes que cualquier cosa—. Mamá estaba… estaba muy enfadada. Lamento mucho… de verdad lamento mucho que no haya siquiera podido despedirme de ti. Fue casi un milagro que me dejaran ver a Felice. Sé que ha pasado mucho tiempo y que tal vez… —Wilhelm se humedeció los labios y no fue capaz de terminar la frase. No pudo decir en voz alta que tal vez ahora ya no importaba, porque era mentira. Por supuesto que importaba. A él seguía pesándole todavía. Bajo la piel, su corazón retumbaba más fuerte que nunca—. Fue muy difícil contener el enfado de mamá, no dejó que volviera a tocar mis redes sociales. Me costó mucho que aceptara dejarme venir al extranjero para estudiar. Yo sólo… sólo quería que lo supieras.

Tenía la sensación de que había hablado demasiado, sentía la boca seca y una comezón espantosa en la garganta. Pero hizo un esfuerzo por mirar a Simon a la cara. Wilhelm se sentía tan nervioso, con las manos empapadas de sudor, que lo único que pudo hacer por contenerse fue meter las manos en los bolsillos de la chaqueta.

Se balanceó con los pies, temiendo perder el equilibrio de un segundo a otro.

Aunque había supuesto que Wilhelm quería hablar de algo relacionado con su pasado, nada lo había preparado para aquel bombardeo de información. Wilhelm parecía nervioso, pero ansioso de tirarle toda la información posible para que entendiera por qué no se había comunicado con él.

La verdad, Simon no necesitaba aquellas explicaciones. Había entendido muy bien el mensaje en su momento: cualquier lugar que hubiera tenido en su vida, ya no existía ni existiría en el futuro. Aunque Wilhelm no había terminado la frase, tenía razón: había pasado mucho tiempo. Una parte de él en aquel entonces creía que un príncipe podría hacer lo que quisiera, y si no se había comunicado con él era porque no quería.

Pero en el fondo había conocido bien a Wilhelm, lo suficiente para saber que su silencio en efecto era impuesto por la corona, pero no era algo contra lo que Wilhelm pudiera luchar ni contra lo que el propio Simon pudiera hacer nada.

Lo que no sabía era qué decir al respecto.

—Lo sé, lo entiendo—dijo finalmente, tras un momento de duda—. Supongo que en perspectiva es lógico.

¿Qué se suponía que le dijera? ¿Que lo había extrañado? ¿Que había pasado horas y días esperando que lo llamara o le escribiera? ¿Que por semanas no se separó de su teléfono para no perder la oportunidad si se daba? Había pasado mucho tiempo y estaba seguro de que la situación no había cambiado, ni cambiaría nunca.

Wilhelm es el futuro rey de Suecia y él solo es... Simon.

—Gracias por decírmelo —añadió tras una incómoda pausa, porque parecía importante para Wilhelm.

Quisiera tener tan claro como él qué quería decirle, pero lo que le habría dicho el Simon adolescente ya no tenía sentido.

La conversación no había terminado de manera tan desastrosa, tal y como Wilhelm se había convencido. De hecho, Simon incluso le había dado las gracias. Era mucho más de lo que él habría esperado, pero de todas formas seguía sintiendo ese nudo en la garganta. Quizás era porque no había dicho todo lo que quería decir. Había tenido que enmascarar con buenas palabras y un tono tranquilo todo lo que estaba rugiendo dentro de él.

“Lo siento tanto, Simon. Todo esto es mi culpa. Nunca debí dejarte ir. No he hecho otra cosa más que pensar en ti en todo este tiempo. Eres la única cosa buena y sincera, además de Erik, que me ha pasado. No he podido sacarte de mi corazón…”

Wilhelm ya había perdido la cuenta de todas las veces que había querido romper a llorar desde que vio a Simon otra vez. Pero tenía que hacer un último esfuerzo, no podía hacer una escena, tenía que controlarse. Inspiró hondo y se cruzó de brazos, en una postura no necesariamente relajada, pero por lo menos lo bastante contenida para no parecer que iba a desfallecer de un minuto a otro.

—Me alegro mucho que hayas tenido la oportunidad de esta beca, no tengo ninguna duda de que lo harás increíble, de verdad… —dijo de pronto, sintiéndose un poquito más ligero que antes. Cuando volvió a ver a Simon a la cara, encontró fuerzas para sonreírle—. Yo también estoy estudiando en Cornell, pero no estoy viviendo en los dormitorios estudiantiles. Paso poco tiempo en el campus, es la primera vez que alguien me convence de hacer algo no relacionado con las clases. ¿Qué estás estudiando? Apenas puedo creer que, además de que estés aquí, Jake y Lisa se conozcan.

Le parecían demasiadas coincidencias para ser ciertas. Era como si de pronto su vida estuviera siendo guionizada, pero de una manera en que le estaban saliendo bien las cosas. Volver a ver a Simon, sin importar las circunstancias, era un triunfo. Dudaba muchísimo que su madre o la corona le hubiera seguido el rastro, tal y como él había temido por tantos meses. Porque de haber sabido siquiera que estarían en la misma ciudad, jamás habrían permitido que se matriculara en Cornell.

Aunque muchas veces en su vida se había planteado el escenario en el cual volvía a encontrarse con Wilhelm siempre había sido en términos hipotéticos extraordinarios. Encuentros esporádicos y casuales que no se volverían a repetir nunca. Una breve ventana qu ese abría en el tiempo para cerrar algo del pasado.

No un escenario normal como este, en el cual ambos volvían a estar en el mismo contexto, con la posibilidad de hacer conversación como dos personas normales con una vida normal.

Era doloroso porque sabía bien que no había nada normal en la vida de Wilhelm. No sabía si podría hacer esto.

Inspiró profundo, y se debatió en su lugar, cambiando su peso de pie un par de veces antes de contestar. Podía hacerlo esta vez. Esta noche. Tal vez no iban a encontrarse de nuevo nunca más.

—Sociología—respondió abruptamente. Se dio cuenta que había sonado mal, así que se obligó a mirarlo a los ojos y controlarse. Tenía que hacer esto—. Estoy estudiando sociología. Supongo que no estaban tan perdidos en el colegio cuando me decían comunista.

Todavía había personas que se preguntaban por qué estaba invirtiendo su beca en estudiar una carrera como aquella en Estados Unidos, pero la verdad no había becas musicales disponibles para él que le llevaran fuera del país, y Simon había necesito salir de allí, a toda costa. Todavía tenía esperanzas de poder hacer algo en la música más que ir al karaoke, pero de todas formas no tenía más garantía de poder ganarse la vida cantando que con la sociología.

—Espero que te vaya bien en tus clases —añadió, suponiendo que Wilhelm esperaba algo más de su parte después de haberle compartido lo que estaba haciendo allí. Sin embargo, no podía ser muy entusiasta al respecto. Seguro que no había sido siquiera elección suya la carrera. —Tal vez nos veamos más por acá, dado que nuestros amigos se conocen.

No sabía si realmente quería que eso sucediera o no. Era increíble ver a Wilhelm de nuevo. Un sueño. Pero sabía bien que podía volverse una pesadila.

Sabía que Simon estaba siendo más amable con él de lo que se merecía. Wilhelm lo había herido demasiado, había negado su relación para el todo el pueblo sueco. También había dejado que Simon cargara con la vergüenza de un video en el que él también era partícipe, pero todos escogieron hacer de la vista gorda porque era conveniente. Wilhelm seguía ahogándose en esa culpa todos los días, fue por eso que acabó cediendo a las exigencias de la corona, sólo a cambio de que Simon mantuviera su beca y recibiera todas las oportunidades que merecía tener.

Wilhelm no había sido más que un tropiezo en su camino, se había convencido de eso por completo, pero ahora que lo tenía frente a sí era muy difícil contenerse. Estaba siendo egoísta, una vez más, pero si no permanecía cerca de Simon, así fuera por estos meses universitarios, no lo resistiría. No podía mantenerse alejado, era más fuerte que él. ¿Cómo podía rechazar su cercanía? Reencontrarse con él era como poder beber agua fresca luego de una larga travesía por el desierto.

—Nos veremos seguro muy seguido, porque Jake está embobado por Lisa. No ha hecho más que hablar de ella los últimos días… —comentó con una media sonrisa, pues tal vez hablando de sus amigos se iba a aligerar un poco la situación—. Así que espero que Lisa también esté interesada, sino creo que Jake va a estar muy triste.

Wilhelm hizo una pausa y volvió a mirarlo a los ojos. Apenas podía contener las ganas de acercarse un poco más y darle un abrazo. Ni siquiera estaba fantaseando con besarlo, a pesar de que se moría por hacerlo. Sólo quería un abrazo, un roce, deseaba su cercanía con tanto ahínco que la negación le dolía en un plano físico.

—Simon, ¿te importa si te pregunto si podríamos…? —Wilhelm sentía la boca seca, consciente de que era el momento en que Simon se hartaba de él y lo mandaba, con razón, a la mierda. Pero no pudo contenerse, así que continuó—. ¿Mantener el contacto? No te estoy pidiendo que seamos los mejores amigos, o que hablemos todos los días, ni vernos tampoco. Pero no supimos nada del otro en tanto tiempo… si estamos aquí, juntos, no quisiera perder el contacto de nuevo.

Se mordió los labios, con fuerza, estaba seguro de que acababa de hacerse daño en el labio inferior, pero no le importó. A veces, el dolor físico le recordaba que todo esto era su culpa. Que, en el fondo, se merecía estar solo.

Simon suspiró al escuchar a Wilhelm hablar de que a Jake le gustaba Lisa. Su amiga no paraba de hablar de él, así que sabía bien hacia dónde iba a ir esto. Tampoco podría evitar a Wil aunque quisiera. No quería, por supuesto, aunque suponía que sería lo más listo. Si tan solo tuviera instinto de conservación...

No lo había tenido la primera vez, e incluso tras la difusión del video, Simon se hubiera quedado a su lado. Si Wilhelm no se hubiera ido. Bueno, si no se lo hubieran llevado.

Creía que debería haber sentido más consuelo en tener explicaciones sobre lo que había sucedido, pero seguía sentándole igual de mal.

La propuesta de Wilhelm parecía sincera, y lo conmovio profundamente. Claro que quería tener contacto con él. No sabía hasta qué punto podría ser su amigo realmente. Así que mantener contacto era algo a lo que se podía comprometer. No a mucho más.

Sin embargo, la idea no dejaba de causarle cierta inquietud.

—¿Estás seguro de que te van a dejar mantener contacto conmigo?—preguntó con duda genuina—. Voy a estar acá, al menos no planeo ir a otro lado.

"Ni siquiera planeo regresar a Suecia" quiso añadir, pero supuso que no era una buena idea. Wilhelm no necesitaba su información personal. Frunció el ceño. Debía ser más comprensivo con él, ¿o no? No terminaba de saber hasta qué punto estaba molesto y hasta cuál esto era lo más maravilloso que le había podido suceder.

Suspiró una vez más y tendió una mano hacia él.

—Dame tu teléfono, te anotaré mi número —ofreció sin esperar una respuesta a su pregunta anterior—Si realmente no crees que haya problema, mándame un mensaje y guardaré el tuyo. Así nos mantendremos en contacto. Aunque creo que Lisa y Jake se encargarán de ello por nosotros de todos modos.

Esperó que Wilhelm le diera su teléfono, no creyó que se negara puesto que él lo había propuesto. ¿Cierto?

Wilhelm casi se atragantó cuando escuchó a Simon preguntarle si iban a permitirle seguir contacto con él. Volvió a morderse el labio inferior, sintiendo cómo se ahogaba de repente porque la pregunta de Simon tenía todo el sentido del mundo, pero le recordaba en qué había quedado su relación. Que ahora lo único que les quedaba era desconfianza y angustias, todo por culpa de él mismo.

No estaba seguro cómo conseguía mantenerse de pie, ni tampoco cómo no estaba gritando en este momento. Por un instante, Simon se veía borroso frente a él.

Quiso decirle que no le importara lo que la Casa Real pensara, pero decidió no abrir ese compás. Si lo hacía, quién sabe hasta dónde llegaría la conversación. Además, Wilhelm estaba seguro de que nadie se iba a enterar. Había aprendido de su tragedia: no tenía redes sociales, no se tomaba fotografías en la universidad y procuraba que nadie lo hiciera, se mantenía al margen de los eventos sociales lo más que podía. Nadie tenía que enterarse de que estaba volviendo a ver a Simon.

Nadie se iba a enterar, si de él dependía.

Así que extendió la mano y le dejó el teléfono a Simon, para que éste guardara su número. Cuando tuvo el teléfono de vuelta en sus manos, apenas podía creer lo que acababa de suceder. Luego de tanto tiempo, volvía a tener el contacto de Simon en su teléfono. La sonrisa que le regaló a cambio fue genuina.

—No habrá problema alguno, de verdad… —dijo a media voz, mientras abría el chat lo más rápido que podía para mandarle un mensaje a Simon. Meditó un instante qué tipo de mensaje enviar, pero optó por varios emojis que estaban sonriendo. Wilhelm volvió a encontrar sus miradas, pensando que no estaba seguro por qué la suerte parecía estar de su parte ahora mismo—. Gracias, Simon. De verdad… de verdad me da muchísimo gusto verte. Ahora tan sólo espero que Lisa y Jake no se tomen muy en serio eso de hacerme cantar. A menos que quieran que todos se vayan corriendo del karaoke.

Cuando Simon salió de su apartamento esa tarde jamás imaginó que regresaría con el número de Wilhelm en su teléfono de nuevo. No sabía ni cómo sentirse. Una parte de él quería explotar de alegría, otra seguía con miedo e incertidumbre, y una nada despreciable se sentía dolida todavía.

No sabía cómo iban a manejar esto, y aunque una parte de él estaba lanzando señales de alerta de que era imposible que no hubiera problema alguno, optó por hacerle caso a la parte suya que quería ignorar conscientemente que siempre en los problemas con la corona, él iba a llevar las de perder. A él nadie lo iba a proteger. Wilhelm podía volver a desaparecer.

Se prometió a sí mismo tener cuidado.

—Tal vez sí es mejor regresar, no sea que nos hagan demasiadas preguntas—acordó. Suponía que Wilhelm no querría que su pasado saliera a la luz. Él definitivamente no quería. Desde que había venido a Estados Unidos al fin parecía que su día a día no estaba lleno de personas que habían visto un video sexual suyo—. Y no te precupes: casi nadie aquí sabe cantar.

Agradeció mentalmente tener suficiente sentido de conservación para no ofrecerse a cantar con él, aunque había sido su primer impulso. ¿Qué ganaría con eso? ¿Torturarlos a ambos? ¿Hacerse ilusiones?

Se dirigió de regreso al salón principal. Estar con más personas sería más seguro. Sin embargo, cuando se acercaron a su mesa y vieron la forma en que Lisa y Jake se estaban viendo, intercambió una mirada con Wlhelm.

Pronto iba a ser igual que si hubieran ido solos.

Al principio, Wilhelm se inscribió en esa clase casi como una broma. Le salió en una lista de las materias optativas para empezar el próximo semestre y se anotó sin pensarlo demasiado. Sólo cuando le llegó el correo para formalizar la inscripción se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Se estaba matriculando en un curso avanzado de literatura latinoamericana. Wilhelm llenó todos sus datos, emocionado al pensar qué diría su madre si supiera lo que estaba haciendo. Fue un acto de anónima rebeldía, así que se presentó a su clase a primera hora.

La profesora ya estaba presente cuando Wilhelm llegó, con la mayoría de los asientos desocupados, pero él no se atrevió a sentarse en primera fila. Desde su época escolar nunca le gustó estar sentado tan al frente, porque no quería llamar la atención y la manía se le pegó.

Así que tomó asiento en la penúltima fila y esperó a que el salón empezara llenarse. La profesora les dio la bienvenida con un acento bastante marcado y Wilhelm sacó el cuaderno que usaba solamente para las materias optativas. Lo tenía bastante desordenado, pues había tomado materias de lo más heterogéneas entre sí. Miró a su alrededor y la mayoría de sus compañeros tenían un portátil en su asiento, pero él sólo lo llevaba a las clases de la carrera. En el fondo, le gustaba el caos que había en su cuaderno. Abrió la primera página en blanco que tenía y tomó los datos de la profesora con trazo rápido.

La clase ya había empezado cuando la puerta se abrió de nuevo, Wilhelm escuchó pasos apresurados y sintió el espacio a su lado ocuparse, pues el asiento había seguido vacío hasta hacía un instante.

Wilhelm no levantó la vista del cuaderno hasta que, sin querer, se le resbaló el bolígrafo de las manos y entonces fue que reparó en quién estaba sentado a su lado. Se quedó pasmado, por un instante, al ver el rostro aterrado de Simon, quien tampoco parecía asimilar lo que estaba sucediendo.

Estaban en una clase. Juntos. Sentados uno frente a otro. Wilhelm no estaba seguro si quería reír o llorar. O gritar.

Aunque Simon estaba en la universidad intentando sacar su carrera formal, en el fondo seguía siendo un artista. Había hecho varias audiciones para coros universitarios, así que esperaba entrar eventualmente en alguno. Además, por eso había elegido siempre entre sus optativas opciones relacionadas con algún arte.

Ese periodo en particular se había sentido particularmente atraído por el curso de literatura latinoamericana. Una parte de él se negaba a olvidar sus raíces, y sentía que leer en español le ayudaría a sentirse más cerca de su madre y la infancia que tanto extrañaba. Era extraño estar tan solo después de haber sido un chico de familia toda la vida.

Lo que jamás esperó fue encontrarse con Wilhelm ahí, en la clase de literatura latinoamericana, a la par del único asiento vacío.

El destino estaba jugando con él y era condenadamente cruel. Ya era lo suficientemente difícil saber que estaba en la misma ciudad y la misma universidad que Wilhelm, tener su número en el teléfono y poder retomar contacto cuando quisiera, para que ahora además estuviera en su clase optativa, Acababa de cambiarle todo el sentido a su clase optativa.

¿Qué se suponía que hiciera? Tampoco podía reclamarle por meter su curso. No podía haber sabido que él iba a estar ahí. ¿Cierto?

Pero dudaba que la corona tuviera interés en que llevara cursos de algo latinoamericano, No tenía ningún sentido. En un susurro preguntó con apremio.

—¿Qué haces aquí?

Se arrepintió de inmediato. No tenía derecho alguno de cuestionarlo. Pero el corazón se le iba a salir del pecho y tan solo había tomado asiento a su lado. Qué se suponía que iba a hacer todo el curso.

No podía estar pasando. O mejor dicho, esto no podía estar pasándole precisamente a él.

Wilhelm tenía la impresión de que Simon cada vez estaba más pálido y eso le estrujaba el corazón. Sabía que no tenía cómo explicar su presencia allí más que una pura coincidencia. Él y Simon no habían hablado de nada que tuviera que ver con sus clases. Wilhelm incluso había contenido todas las ganas que tenía de averiguar por medio de Jake más cosas, pero estaba respetando la privacidad de Simon.

Creía que eso era lo mínimo que podía hacer por él.

Pero incluso si sabía que no había hecho nada malo, no pudo evitar encogerse un poco en el asiento cuando Simon le preguntó abiertamente qué hacía allí. Wilhelm se sentía pillado en falta, a pesar de que era inocente. Sería capaz de utilizar un detector de mentiras con tal de mantener contento a Simon, pero no serviría de nada alegar la verdad.

—Matriculé la clase, era una optativa y necesitaba créditos… —aunque no estaba diciendo más que la verdad, no pudo evitar sentirse como un miserable. Tenía la sensación de que estaba ocupando un espacio que no era suyo y que Simon en cualquier momento se enfadaría con él.

Wilhelm se hundió más en el asiento e intentó hacer caso a lo que estaba diciendo la profesora, a las imágenes que se proyectaban en la pantalla que había en frente de la clase. Pero no podía. ¿Cuáles eran las opciones? Si salía huyendo, iba a exponerse todavía más.

—No tenía… no tenía idea. Lo siento —dijo, porque no necesitaba seguir viéndolo a la cara para saber que Simon no lo quería allí. Wilhelm podía matricular otra clase, estaba seguro de que todavía había tiempo para darse de baja e inscribirse en cualquier otra materia. Daba igual, podía hacerlo, si eso significaba que Simon estaría tranquilo—. No pretendía… puedo darme de baja, si te molesta.

La reacción de Wilhelm hizo que se le fuera el alma a los pies. Por supuesto que lo había hecho sentirse mal, y no tenía derecho a hacer eso. Wilhelm podía llevar todos los cursos que quisiera, Simon no tenía porqué opinar al respecto. ¿Qué creía? ¿Que estaba ahí por él?

Tal vez sí que era solo una enorme coincidencia. Al destino le gustaba reírse así de él. Era posible que lo hubiera puesto dos veces en la vida en clases con Wilhelm. Cerca de lo que quería pero nunca podría tener.

Se mordió el labio inferior, inquieto de qué hacer. Lanzó una mirada a la profesora que seguía dando indicaciones.

—No, no es eso—susurró, mirándolo apenas de reojo. —Lo siento. Me sorprendiste. Claro que no tienes que retirarlo.

Aunque fuera incómodo tenerlo de compañero, se sentiría todavía peor si retirara el curso. Ya era suficientemente difícil saber que estaban en la misma universidad, tener su contacto en el teléfono, como para además sentirse culpable todas las semanas en clase porque ya no estaba ahí por su culpa.

Guardó silencio unos momentos más mientras la profesora terminaba la explicación de la dinámica del curso. Sin embargo, cuando les pidió un momento para abrir el archivo con la actividad que tenía para la clase, le susurró de nuevo.

—No imaginé que te interesara la literatura latinoamericana.

Mucho menos que la corona lo dejara "perder tiempo" con ello. Tal vez le interesaba la historia de cómo había llegado a este curso.

Por supuesto que le interesaba. Seguía queriendo saber todo sobre Wilhelm. No tenía salvación.

La voz de la profesora lo sacó de sus prensamientos:

—Ahora vamos a trabajar en parejas. Se van a presentar el uno con el otro y después van a presentar a su compañero. Tienen cinco minutos

Wilhelm memorizó la reacción de Simon, quien le dijo, casi al instante, como si fuera un acto reflejo, que no tenía por qué retirar el curso. Estuvo tentado a preguntarle si lo estaba diciendo de verdad, pero no se atrevió. Tenía a Simon demasiado cerca y era más consciente que nunca de que estaba caminando sobre un lago congelado, que cada vez era más inestable.

El hielo estaba a punto de romperse en cualquier momento y Wilhelm caería en el fondo del lago, no le cabía la menor duda.

Se prometió para sí mismo que no tendrían que sentarse juntos todos los días, haría un esfuerzo consciente de darle a Simon su espacio. Wilhelm creía que, si se convencía a sí mismo lo suficiente, podría aceptar esta distancia extraña entre los dos. A pesar de que estaba muriéndose por tomarlo de la mano, por darle un abrazo y decirle cuánto lo quería. Que no había dejado de pensar en él durante todo este tiempo.

—Me llamó la atención cuando vi la lista de materias optativas, pensé que podría gustarme… —Wilhelm, por supuesto, sólo estaba contándole una parte de la verdad. Claro que lo había matriculado porque pensó en él, pero cuando se inscribió no tenía idea de que Simon estaba también en Nueva York, mucho menos en la misma universidad que él. Por un momento, la voz de la profesora se elevó por encima de las demás y dio las indicaciones, las cuales no estaba seguro si eran una bendición o una manera de la vida de reírse de él una vez más—. Bueno, supongo que no necesitamos cinco minutos para hacer la presentación. ¿Cuál es tu libro o autor latinoamericano favorito? Seguro que si decimos eso en clase, vas a tener puntos extra con la profesora.

Por un instante, Wilhelm se contagió con el ambiente alegre que había dentro del salón de clases. Se sentó un poco más cómodo en su asiento, fue como si el aire se volviera un poco menos denso. Quizás, si le ponía empeño, de verdad podía lograrlo.

Una parte de Simon se sentía cada vez más culpable. Wilhelm parecía tan genuinamente feliz de verlo que se preguntaba por qué él no podía sentirse igual. Por qué seguía cargando con el dolor de que lo hubiera dejado de lado, expuesto y solo después de la publicación de su video. Había pasado mucho tiempo, lo había superado.

¿Por qué no podía dejar el pasado de lado y disfrutar del regalo que era volver a estar al lado de Wilhelm? Seguro que si la corona hubiera sabido que él iba a estar ahí no hubieran aceptado este destino para su heredero.

O peor.

En el colegio se había temido más de una vez que se deshicieran de él y su beca.

Debía recordarse que Wilhelm no era culpable de lo que les había pasado. Había sido una víctima también. Tal vez si se lo decía lo suficiente terminaría por creerlo, o más bien, aceptarlo. Por ahora debía hacer un esfuerzo por tratar con él con la mayor normalidad posible.

Arqueó una ceja ante lo de que no necesitaban los 5 minutos para presentarse.

—Creo que necesito saber qué puedo decir de ti y qué no—comentó. Sus palabras podrían haber sido filosas, pero la verdad no tenía mala intención. Sonrió, en realidad. Sabía más de él de lo que debería.—Ahora sé que te gusta la literatura latinoamericana, y eso no lo sabía.

Miró a su alrededor. Todos sus compañeros parecían estarse tomando en serio su asignación, así que debían hacer un esfuerzo. Sin embargo, la pregunta de Wilhelm no era tan fácil de responder.

—Lo de autor latinoamericano favorito no es tan simple. Me crié en Suecia, ¿sabes? No es como que haya leído demasiados—Se avergonzaba un poco de eso, pero con la presión del colegio no había podido leer demasiado fuera de sus asignaturas.—Supongo que es algo de cajón decir que Gabriel García Márquez.

Se encogió de hombros. Había leído un par de libros suyos y le habían gustado mucho. Pero la idea de entrar a este curso era precisamente poder conectar un poco con sus raíces latinas que por tanto tiempo había tenido descuidadas.

La voz de la profesora los interrumpió.

—Pongan esmero en conocer a sus compañeros. Tendremos trabajo grupal en este curso y pueden estar al frente de su próximo compañero de trabajo.

En cuanto Simon le dijo que no estaba seguro qué podría decir de él, fue como si se acabara la puesta en escena. Wilhelm se quedó con el gesto congelado y todas las esperanzas que tenía puestas en que pudieran hacer borrón y cuenta nueva se acabó allí. Separó los labios, pero fue incapaz de decir nada por un instante.

Ahora estaba seguro, tenía la absoluta certeza, de que no importaba cuánto tiempo pudiera pedirle perdón a Simon, nunca sería suficiente. Toda esta situación, este baile que era a ratos amistoso, a ratos tenso, era su maldita culpa. Wilhelm jamás debió ceder a la presión de su madre, ni de la corona. Debió haberse aferrado a lo único real que tuvo, perder a Erik debió haberlo hecho madurar y tomar mejores decisiones.

—Con decir que vengo de Suecia es suficiente… En realidad, el único miembro de la familia que querría hablar habría sido Erik, así que supongo que no importa —susurró con voz queda, mientras le regaló a Simon el último resquicio de sonrisa que le quedaba—. Y que tomé este curso de literatura porque siempre me gustaron las letras y quería una materia que se alejara un poco de la carrera que escogí.  

La carrera que la corona decidió por él. Wilhelm no se le daban mal las materias, porque siempre fue un estudiante aplicado. Llevaba meses convenciéndose qué más le daba, si de todas formas había aceptado vivir al servicio de la corona. De hacer todo cuanto se esperaba de él, sin rechistar. Esos planes no iban a cambiar sólo porque Simon se hubiera cruzado de nuevo en su camino.

—Van a tener que hacer un análisis literario de una de las obras que están listadas en el currículum de la clase. Será en parejas, así que asegúrense de conocerse bien a partir de hoy. Así, que… ¿algún voluntario para empezar?

Wilhelm no estaba prestando total atención a lo que estaba diciendo la profesora, pero no le agradaba lo que ella acababa de insinuar. Miró a Simon, quien también tenía expresión de confusión, pero Wilhelm hizo un esfuerzo por disimular que tal vez no estaban condenándolos a trabajar juntos todo un semestre.

—No somos los que se presentan de voluntarios, ¿cierto? —tanteó el terreno, a Wilhelm le daba igual o no hablar en clase, pero no estaba seguro si estaba listo para ser el primero en presentar a Simon en frente de toda una clase. Wilhelm ni siquiera estaba seguro de que pudiera respirar correctamente en este preciso instante. Se mordió de nuevo el labio inferior, una y otra vez, como un intento desesperado por mantener algo en control.

La verdad Simon no era de las personas qeu se ofreciera a hablar. En Hillerska tomar iniciativa y exponerse frente a sus compañeros a hablar solía valerle burlas y señalamientos de comunista. Así que no, por lo general no se ofrecía voluntario. Sin embargo, sabía bien que quedarse de último no era una buena idea, porque era difícil decir algo mejor o diferente a quienes participaro antes.

No podía explicarle todo eso a Wilhelm, quien tenía la impresión de que no tenía que ser voluntario nunca porque siempre lo ponían a hacer las cosas de primero por su posición, o, dependiendo de la tarea que fuera, lo eximían de esta. Se suponía que ser de la realiza deberían ser solo privilegios, pero suponía que era un poco el concepto de la jaula de cristal.

En lugar de explicarle todo lo miró a los ojos en parte para pedirle permiso y en parte para avisarle, antes de levantar la mano después de la segunda pareja. Un tercer lugar le parecía de lo más apropiado.

Además, estaba ansioso de tener que presentar a Wilhelm y quería salir de eso cuanto antes.

—Mi compañero de este ejercicio es Wilhelm Erlhing. Viene de Suecia como yo—comenzó. Sentía que le ardían las mejillas y esperaba que no se notara demasiado. No se atrevió a mirar a Wilhelm a a la cara mientras lo presentaba.—Nos conocíamos, pero no nos pusimos de acuerdo para llevar esta materia. Sin embargo a ambos nos interesaba llevar literatura latinoamericana y alejarnos un poco de los temas de nuestras carreras. Supongo que la afinidad es algo que no se puede planificar.

Quería decir más cosas. Quería decir que era inteligente, gracioso, sensible... Pero no podía. No podía manifestar con tanta claridad que se conocían bien de antes, ni tampoco podía estar seguro de seguirlo conociendo, aunque tuviera la sensación al hablar con él de que el tiempo no había seguido marchando desde que se separaron.

—Tanta afinidad puede ser de gran provecho apra su trabajo final, ¡no lo desperdicien.—comentó la profesora, y Simon supo con certeza que no podría escapar.

Pero no sabía si quería escapar realmente. Era la excusa perfecta para tratar a Wilhelm sin que fuera personal. Tal vez... Tal vez no era mala idea.

O tal vez no había aprendido la lección.