Simon lo había sorprendido al ofrecerse de voluntario. Lo que había dicho de él había sido muy genérico, pero Wilhelm tampoco deseaba contar más de sus intimidades frente a toda una clase de desconocidos. Cuando escuchó a la profesora confirmar sus sospechas, que sí harían el trabajo juntos, no supo si estaba alegrándose o si la vida estaba jugando con él otra vez.

—Simon también viene de Suecia, estudiamos en el mismo colegio, pero es verdad que no nos pusimos de acuerdo para tomar esta clase. Simon se crio en Suecia, así que está tomando esta clase para reaprender algunas cosas de la literatura latinoamericana.

Wilhelm no estaba seguro si lo que había dicho estaba bien, pero la profesora parecía muy complacida. Volvió a insistir en que serían unos magníficos compañeros de trabajo y luego pasó a la próxima pareja para que se presentara.

Le tomó un instante girarse hacia Simon, sin sentirse culpable ni por un instante por no prestar atención a lo que su pareja de compañeras estaba diciendo. Creyó escuchar que una se llamaba Rosie, pero en este momento lo más importante era mirar a Simon a la cara.

—No sé si dije algo fuera de lugar, lo siento.

No quería tocar el tema del trabajo que ahora tenían que hacer juntos. Temía que, si decía algo, podía ser malinterpretado. Wilhelm odiaba sentirse así. Como conteniendo la respiración. Se había acostumbrado a hacerlo en su vida diaria, pero el problema era sentirse así con Simon. Era terrible.

La profesora continuó escuchando las presentaciones de otros compañeros. Simon miró a Wilhelm de reojo. Tenía ligeramente sonrojadas las mejillas, como si le hubiera avergonzado hablar en público. Un futuro rey, que debía estar acostumbrado a dar discursos... Su realidad era tan ajena que a veces le costaba conciliarla con la del joven que había conocido.

Con el hombre que tenía a su lado.

Simon tenía que aceptar definitivamente que Wilhelm había regresado a su vida y no se trataba solamente de un encuentro casual. No podían seguir en este baile de tirante cordialidad donde se reconocían mutamente pero intentaban ignorar su pasado. Dolía tanto o más como haberlo perdido.

Tenían que hacer algo al respecto.

—¿Quieres que quedemos un día—le preguntó en voz baja cuando la profesora se dirigió a buscar al escritorio algo que iba a repartirles.—Si vamos a trabajar juntos... No sé, tal vez sería bueno que hablemos en serio.

Su relación había terminado abruptamente en su momento, sin diálogo de por medio. Wilhelm lo había negado ante todo el país, luego había regresado brevemente al colegio y después, había desaparecido de su vida. A veces Simon se preguntaba si habría sido diferente si le hubiera contestado que también lo amaba aquella navidad.

Luego no tuvo oportunidad de decírselo nunca.

Pero quizá por eso dolía tanto y era tan difícil ahora. Su relación había quedado como una herida abierta, una historia inconclusa que ya no sangraba, pero no sanaba tampoco. Tal vez necesitaban hablar, dejar en claro dónde estaban ahora y seguir de ahí en adelante.

Wilhelm no estaba seguro si apenas entró a esta clase acabó en una dimensión desconocida, pues estaban sucediendo cosas impredecibles, una tras otra. Primero, Simon estaba en la misma clase que él, para colmo, sentado a su lado. En segundo lugar, la profesora acababa de asignarlos como compañeros para un trabajo. Y, por último, Simon estaba invitándolo a salir.

No estaba seguro si esto era un sueño, si le estaba cambiando la suerte, o si esto en cualquier momento se desvanecería. Apretó los labios y miró a Simon, como si quisiera asegurarse de que no lo estaba diciendo por compromiso, ni por quedar bien. ¿Por qué lo hacía? Wilhelm quería preguntárselo directamente, si tenía segundas intenciones. Pero no podía, si pronunciaba esas palabras estaba perdido y esta tregua tácita entre los dos se rompería.

Además, Wilhelm no sería quien destruyera esa fantasía.

—Podemos, si tú quieres. Vivo muy cerca del campus, pero… quizás quieras que nos veamos para comer. A dos cuadras de mi apartamento hay una calle con un montón de restaurantes, de todo tipo, podemos escoger el que más te guste e ir una tarde por allí si te apetece —aunque sugirió su apartamento, decidió que la mejor opción era hablar en un terreno neutral. Además, el apartamento de Wilhelm era un espacio que apenas estaba habitable.

Como no invitaba a nadie, sólo tenía en el apartamento un sofá, pues comía en el desayunador todos los días. El único espacio que tenía propiamente amueblado era su habitación, donde pasaba la mayoría del tiempo que estaba allí. Al principio del semestre, cuando sus compañeros de curso se enteraron que tenía un apartamento para él solo, intentando convencerlo de que éste se volviera el nuevo punto de reunión para fiestas, pero Wilhelm siempre dio tantas largas hasta que, por fin, se ganó fama de amargado y nadie más volvió a tocar ese tema.

Pero ahora, con la propuesta de Simon, se preguntaba si realmente estaría bien que alguien lo visitara.

La propuesta inicial de Wilhelm de su apartamento lo hizo tensarse, al punto de retirar momentáneamente la mirada. La sola sugerencia hizo aparecer en su imaginación y sus sentidos recuerdos que no quería revivir. Eran dolorosos y venían con la esperanza de que se pudieran repetir. Y ese no era el escenario que Simon quería, ¿cierto?

Ya había sufrido demasiado la primera vez.

Además, dudaba de que la Corona no se enterara de que Simon Eriksson había estado en el apartamento del heredero. No se sentía capaz de confirar en que realmente la reina estaría bien con eso.

—Un restaurante está bien—replicó, aunque estaba por ver que tuviera apetito y no tuviera el estómago hecho un nudo de estar a solas con Wilhelm de nuevo.—¿Te sirve mañana en la noche?

Lo mejor era no darle largas al asunto o perdería el valor. Habría propuesto esa misma noche pero se temía que era demasiado pronto y tampoco quería parecer desesperado.

También esperaba que Wilhelm no malinterpretara sus intenciones. Aquello no era una cita. Al contrario. La idea era encontrar un punto en que pudieran ser ahora amigos y compañeros.

Simon esperaba poder vivir con eso.

Mañana.

Wilhelm apenas estaba procesando lo que acababa de escuchar. Estaba seguro de que la profesora estaba dando más indicaciones y de que ambos se estaban perdiendo de parte importante de la clase, pero él no podía hacer más que mirar a Simon a los ojos.

Hacía tan sólo unas semanas, Wilhelm sólo vivía de los recuerdos amargos que tenía de Simon. De todas sus malas decisiones y de la desesperación que sentía al tener claro que no lo volvería a ver nunca más. Pero ahora estaban ahí, juntos, dando la misma clase, como si todavía estuvieran en Hillerska y pudieran tomarse de las manos debajo de los pupitres.

Wilhelm no tenía la más mínima idea de qué había hecho para que le cambiara la suerte, pero está dispuesto a aceptarlo a manos llenas.

La sonrisa que le regaló a Simon era tan genuina que Wilhelm temió estar dejándose en evidencia en ese momento. Que su corazón seguía latiendo por él con fuerza. Que, de hecho, nunca había dejado de hacerlo.

Simon era, sin lugar a dudas, el amor de su vida. Sin importar si podían estar juntos o no, a Wilhelm no le quedaban dudas.

—Mañana suena bien, termino clases después de las cinco de la tarde, cualquier hora después de eso, me viene bien. Escríbeme cuando te venga mejor y allí nos encontramos, te dejaré la dirección cuando acabe la clase.

Wilhelm se hundió un poco más en el asiento, fingiendo que, por una vez, estaba prestando algo de atención a la clase.

Cuando propuso este encuentro el día anterior había parecido una buena idea. No podían seguir tratándose con frecuencia sin hablar de su pasado. Sin embargo, ahora tenía la sensación de que aquello era una cita y no sabía cómo sentirse al respecto.

Volver a salir con Simon sería un sueño, pero ya sabía de primera mano cómo meterse con la Casa Real podía convertirse en una pesadilla.

Eso no había impedido que pasara más tiempo de la cuenta escogiendo su vestimenta, y se hubiera fijado en su peinado en el vidrio de la puerta anes de entrar. Ahora le sudaban las manos mientras buscaba a Wilhelm entre las mesas. Se había atrasado innecesariamente, aunque ahora se cuestionaba si eso era mejor a haber estado esperando allí.

Cuando lo encontró, se acercó y se sentó frente a él tras saludar con la mano, algo incómodo, demasiado consciente de sí mismo.

—Hey—saludó, notando que Wilhelm se veía muy bien.—¿Llegaste hace mucho?

Se preguntó si Wilhelm también había puesto especial interés en prepararse para esa cita. Aunque no fuera una cita. La idea era quitar de por medio toda la incomodidad de su relación pasada, todo lo que quedó a medias, con heridas mal cerradas.

Lo que no sabía era qué tipo de relación podían tener ahora. ¿Podía ser amigo de Wilhelm nada más? ¿Podía ofrecerle eso sinceramente? Quizá debió tener eso claro antes de estar ahí.

Wilhelm había llegado con casi media hora de anticipación.

Eso había sido una pésima idea, pero como se arregló con anticipación, quedarse dando vueltas en su apartamento le parecía una tortura. Pero esperar en la cafetería no había sido tan sencillo, tan sólo había toqueteado su teléfono para ver la hora constantemente y no consiguió distraerse.

Le pareció que Simon iba a demorar una eternidad y, por un instante, temió que simplemente no apareciera. Wilhelm sabía que no podía culparlo si eso sucedía, pero la perspectiva de verlo en clase y saber que decidió no venir era más de lo que podría manejar por el resto del semestre.

Por suerte para Wilhelm, desechó esos escenarios horribles cuando finalmente vio a Simon entrar en el restaurante. Lo primero que pensó al verlo, fue que lucía guapo. Muy guapo. Wilhelm se preguntó si eso era acaso una señal de que no estaba haciéndose historias en su cabeza. De pronto todas las ideas catastróficas parecían transformarse en escenarios esperanzadores que tenía que espantar a trompicones antes de que siguiera ilusionándose inútilmente.

—Llegué hace sólo unos minutos, no te preocupes —mintió por vergüenza, pues no quería aceptar que llevaba allí esperando por él bastante tiempo. Que, de hecho, habría sido capaz de esperarlo toda la noche—. Pero estuve revisando el menú, así que digamos que aproveché el tiempo.

Al menos, eso era parcialmente verdad. Sí que había ojeado el menú, pero ahora tenía el estómago hecho trizas por el nerviosismo que no creía que podría comer.

Cuando había conocido a Wilhelm en el colegio le había caído muy bien. Era un chico agradable, que aunque parecía callado cuando se le trataba era muy fácil hablar con él. Todavía ahora, mientras Simon sentía que se le atragantaban las palabras en la gargante, Wilhelm parecía saber qué decir.

Tal vez era tan simple como seguirle la corriente.

—¿Y encontraste algo bueno para pedir?—preguntó mientras empezaba a revisar el menú, tamborileando los dedos contra ambas tapas.

La parte de él que había pensado que lograría controlarse y calmarse una vez que estuviera frente a Wilhelm le estaba fallando estrepitosamente. Seguía sintiendo las manos sudadas y la mente en blanco. Intentó enfocarse en el menú pero terminó pidiendo algo tan genérico como una hamburguesa y una malteada.

La camarera que se acercó a pedir su orden les sonrió a ambos de manera coqueta, pero no le pasó desapercibido que se iba algo decepcionada de que ninguno le pusiera demasiada atención.

Simon no sabía cómo empezar esta conversación. ¿Cómo le dices a la única persona de la que has estado enamorado que tienen que encontrar la forma de ser amigos o al menos compañeros sin que su pasado los afecte? En especial cuando todavía sentía un cosquilleo en su interior cuando sus miradas se encontraban.

No era algo que pudieras solo decir sobre una hamburguesa y una malteada.

Así que fue cobarde y empezó hablando de otra cosa. Tal vez el tema surgiría, más adelante. Tal vez solo hablando y tratándose más se darían cuentas que el pasado había quedado atrás. Aunque no se sentía así.

—¿Cómo te está tratando la ciudad?—preguntó en su lugar. —¿Te estás amoldando a la universidad? A mí me tomó un tiempo, dentro de todo es bastante diferente a casa.

Ser casual, hablar de lo que tenían en común. Eso les ayudaría a entrar en confianza, podría calmarse y hablar las cosas.

Wilhelm se preguntaba si a Simon la conversación le estaba saliendo natural o si sólo estaba fingiendo. Quizás era mejor fingiendo que él. Volvió la vista hacia el menú, la realidad era que estaba tan nervioso que no tenía apetito, pero tenía que aparentar normalidad así que iba a pedir algo.

—Todavía no me acostumbro del todo a la comida… —confesó, aunque eso no tuviera nada que ver con su falta de apetito—. ¿No te pasa? Pero creo que pediré el sándwich de pollo, con un batido. Ahora mi estómago tiene más costumbre, pero los primeros días fueron una pesadilla.

Wilhelm había estado genuinamente feliz cuando se bajó de ese avión y pudo respirar algo de normalidad. El problema era que Nueva York, aunque le parecía una ciudad muy bonita, estaba demasiado lejos de casa. El precio al anonimato y que nadie lo conociera era bastante alto cuando quería sabores que le recordaran a casa, a Erik.

Sopesó por un instante la pregunta de Simon, pues no podía responderle lo primero que se le cruzó por la cabeza.

“Ninguna ciudad es buena si no te tiene a ti” quiso decirle, pero eso habría sonado muy terrible. Aunque se estaba muriendo por decírselo, Wilhelm aún valoraba su conservación y tenía temor de exponerse.

—Me costó al principio. El idioma. Todo el mundo me dice “Will” y suena francamente horrible —exclamó con el mejor acento americano que tenía. Wilhelm soltó una carcajada porque de verdad que le había costado acostumbrarse. Odiaba cómo sonaba el diminutivo de su nombre en inglés, pero suponía que eso era mucho mejor a que la gente intentara pronunciar Wilhelm y que sonara aún peor—. Pero está bien. Tengo permiso de tomar las clases que quiera y no está comprometida la seguridad nacional ni nada de esas… tonterías. Hasta ahora no he regresado para ningunas vacaciones, tampoco creo que lo haga.

Pero sí que había pensado, mientras hablaba con Felice, en hacer algún viaje fuera de Nueva York. Todavía no había decidido donde, pero al menos esa perspectiva lo motivaba, más o menos. Todo parecía diferente ahora que tenía a Simon frente a él.

—¿Y tú? ¿Cómo está tu familia? —no era una pregunta al azar, Wilhelm profesó afecto sincero por la familia de Simon, a pesar de cómo había terminado todo.

Era bueno escuchar hablar a Wilhelm con alguna normalidad. Parecía estarse soltando. El sandwich y un batido no sonaba mal, no se sentía en capaz de gastar recursos mentales en elegir un menú, así que pediría lo mismo. ¿Por qué no?

Le hizo un poco de gracia escuchar que la comida se le había dificultado. No le extrañaba, Wilhelm siempre habría tenido una dieta muy preparada en el palacio, y la comida del colegio también era de alta calidad. Simon seguro estaba más acostumbrado a comer cualquier cosa, porque no recordaba que esa hubiera sido una gran dificultad para él.

—Creo que tengo un estómago a prueba de todo, no recuerdo que me costara, aunque ya tengo un par de años acá—replicó. —Lo que sí me ha costado es acostumbrarme a que me digan "Simon", suena muy diferente, al inicio no me daba cuenta de que me hablaban a mí.

Eso había sido un choque más grande. Aunque la verdad, había sido liberador llegar a un lugar donde nadie, absolutamente nadie, lo relacionaba con un video sexual con el príncipe heredero.

Quizá debía recordar más lo genial que se había sentido eso para tomarse con más cuidado este nuevo acercamiento con Wilhelm, aunque a juzgar por sus palabras, se encontraba ahora más alejado de todo el drama de la corona. Pero Simon sabía que era una sombra de la que no saldría nunca, sin importar cuánto se alejara.

La mesera volvió a acercarse para recoger su orden, lo que le dio tiempo de pensar en cómo responder a la pregunta de su familia. Wilhelm no tenía por qué saber sobre todo su drama con Sara, pero tampoco quería mentirle descaradamente.

—Mi madre está bien, aunque no logra acostumbrarse a la distancia. Me manda mensajes casi todos los días, le suelo hacer videollamadas una vez por semana. Está muy orgullosa de que esté acá pero me temo que se siente algo sola—. A veces le remordía la conciencia por su madre, pero ella le había insistido en que se fuera a aprovechar esa oportunidad por la que tanto habían trabajado los dos. —Sara está estudiando también, sigue en Suecia, pero no tengo contacto con ella realmente.

Esperaba que no le pidiera detalles al respecto. Igual siempre podría argumentar que su hermana siempre había intentado volar lejos de casa. No era ninguna mentira. Solo había sido muy doloroso descubrir de qué manera estaba dispuesta a hacerlo.

Le parecía que cada cosa que Simon decía, sonaba con más tranquilidad. A tal punto, que Wilhelm empezó a convencerse de que podían lograrlo. Quizás podían mantener una relación más allá de la cordialidad. Que tal vez no estaba todo perdido.

—“Simon” no suena tan terrible, pero sí es cierto que el acento americano hace todo más impersonal. A mí me costó mucho acostumbrarme… —además, Wilhelm estaba convencido de que su voz en inglés sonaba mucho más acartonada, como si no fuera él mismo. Era muy agradable, un completo soplo de aire fresco, poder hablar en su idioma natal con alguien. Que ese alguien fuera Simon hacía todo aún mejor.

Después de que la mesera los interrumpiera, Wilhelm se sorprendió al escuchar la repuesta de Simon sobre su familia. Frunció el ceño cuando Simon le dijo que no hablaba con su hermana. Había algo en el tono de Simon que no invitaba a hacer preguntas. Por supuesto, Wilhelm sintió curiosidad, sabía perfectamente que Simon era muy cercano a su hermana, a quien quería muchísimo.

—No me imagino lo mucho que debes echar de menos a tu madre… —al final, decidió morderse la lengua y su curiosidad. Wilhelm sabía que no tenía derecho a hacer preguntas incómodas, por más que quisiera saber todo sobre Simon. Habían pasado separados mucho tiempo, era lógico que él no supiera todo sobre la vida de Simon—. Yo no sé si puedo decir lo mismo. Mis padres son demasiado tradicionales, hasta para la tecnología, así que no nos llamamos mucho. Con Felice sí mantengo mucha comunicación, ella está estudiando en Oxford. Le está yendo muy bien.

Aunque sí era cierto que hablaba con Felice con frecuencia, todavía no le había dicho sobre su reencuentro con Simon. En primer lugar, porque no estaba seguro si quería responder todas las interrogantes de su amiga. En segundo lugar, porque quería conservar esto para sí mismo. Como un secreto. Algo íntimo, que solamente fuera suyo, al menos de momento.

Cuando regresó la mesera, Wilhelm revolvió el batido con la pajita, antes de dar un sorbo para probarlo. Le regaló a Simon una sonrisa, le parecía que no había dejado de sonreír desde que lo vio llegar.

—¿Sabes? Encontré en una librería cerca de aquí que tiene varios de los libros de nuestra clase en común. Los encargué por internet —confesó, antes de tomar otro sorbo de su batido—. Puedo prestarte alguno, si todavía no los has conseguido. Pensé en conseguirlos electrónicos, pero para mí no es lo mismo.

Lo de que Simon no sonara tan mal le parecería a él. Se venía acostumbrando pero la verdad desde que se había reencontrado con él escucharlo decir su nombre como era, con el acento apropiado, era maravilloso. Claro, que también influía el hecho de que era Wilhelm diciendo su nombre, cuando no había pensado volver a escucharlo.

Agradeció profundamente que no le preguntara por Sara. No podría contarle la verdad, no quería volver a hablar con él del tema, aunque seguro habría facilitado el por qué se habían reunido ese día. Pero justo ahora la conversación iba tan bien no quería sacar temas incómodos de su pasado.

Pensó en preguntarle por Felice, pero no sabía si quería saber mucho de gente de su pasado. En especial porque Felice también le recordaba a Sara. En quién se había convertido su hermana. Así que cuando habló de los libros distrajo su atención de inmediato.

—Me gustaría conseguir algunos, tal vez podemos ir después—respondió. Al menos les daría un rumbo cuando terminaran de comer. Sospechaba que solo levantarse e irse no iba a ser fácil. —Tengo más tiempo que tú por acá, he conocido bastantes lugares. Te puedo mostrar.

¿Dónde estaba su sentido de autoconservación? Tal vez si iba a hacer esto sí era necesario poner algunas cosas en claro.

—Digo. Si no hay problema para ti—añadió, tomando valor. —Sé que tenemos historia, pero este encuentro puede ser una nueva oportunidad, ¿no crees? Tal vez podamos intentar solo... Siempre nos llevamos bien, sin que sea incómodo.

Había tenido intención de decir "ser amigos", pero no podía mentirse tantísimo. No cuando estar ahí sentado con Wilhelm le tenía el corazón acelerado. No podían ser pareja, eso había quedado más que claro en su momento pero... Era mentira que iban a podar guardar distancia el uno del otro. La vida seguía haciendo que se encontraran y ninguno de los dos parecía capaz o interesado en evitarlo.

Sintió las manos sudorosas mientras esperaba una respuesta de Wilhelm. Para eso le había pedido verse, ¿cierto?

A medida que avanzaba la conversación, Wilhelm no podía empezar a creer en su suerte. De pronto, la tensión entre él y Simon estaba diluyéndose, aflorando la relación que habían tenido entre los dos. Antes de que todo se arruinara, antes de que la vida le arrancara a Wilhelm la posibilidad de ser feliz.

Pronunció la sonrisa cuando Simon aceptó acompañarlo a la librería. Estaba tan emocionado que no estaba seguro cómo iba a terminar de comer. Tan sólo se llevó una de las papas fritas a la boca, degustándola, sintiendo la sal hacerle cosquillas en el paladar. Estaba seguro de que estaba delicioso, pero no sabía apreciarlo a cabalidad.

—Eso suena bien, yo… la verdad es que no he tenido oportunidad para conocer tanto la ciudad —aunque estaba siendo sincero, Wilhelm se dio cuenta de que estaba sonando bastante patético. Pero desde que había llegado a la ciudad, seguía con un ánimo taciturno, sin ganas de socializar o de experimentar New York por su cuenta. Sin embargo, salir con Simon, incluso si era sólo como amigos, era más de lo que aspiraba.

Wilhelm sintió la boca seca, una comezón incómoda en la garganta. Después de las palabras de Simon, no quería empezar a ilusionarse. Pero, ¿cómo no hacerlo? Wilhelm llevaba demasiado tiempo solo, con el alma astillada, buscando un sitio dónde pertenecer. Ese sitio, para él, nunca fue un lugar, sino una persona.

Siempre fue Simon.

—Yo tampoco quiero que sea incómodo, de verdad. Además, siempre fuiste… quiero decir, siempre fue fácil hablar contigo. Nada me gustaría más que recuperáramos eso… —Wilhelm no se atrevió a añadir nada más, por temor a decir algo que fuera malinterpretado. Pero él sí que tenía claro lo que quería. Él, en el fondo de su alma, quería recuperar a Simon.

El problema era que no sabía si fuera posible. Tal vez tenía que trazar un plan mucho más pensado esta vez. Tenía que encontrar la manera de que ahora sí funcionara.

Cuando Wilhelm dijo que no había podido conocer demasiado de la ciudad, el primer instinto de Simon fue decirle que él podía enseñársela. Por un instante realmente lo visualizó. Ambos juntos, tomar su tiempo libre para llevar a Wilhelm a todos los lugares que había descubierto de aquella ciudad. Podía pensar perfectamente en cuáles le gustarían más y lo que podrían hacer.

Pero algo de instinto de conservación tenía, y se mordió la lengua, antes de decidir mejor centrarse en su comida. Se arrepintió de inmediato cuando Wilhelm siguió hablando, porque sintió que se atragantaba al escucharlo.

Recuperar eso.

Si Simon pensara en todo lo que quería recuperar de su relación con Wilhelm no podría parar. Lo querría todo de vuelta. Aboslutamente todo. Pero no era posible, y eso lo hacía más doloroso.

En especial porque Wil parecía muy sincero. Simon no pudo evitar sonreírle, aunque fuera una sonrisa nerviosa, por un momento sin palabras. Tenía que hacer precisamente lo que había dicho: que esto no fuera incómodo.

—Tenemos todo un cuatrimestre para trabajar juntos, ¿no? Eso nos ayudará a empezar de nuevo—replicó. —Además, tenemos amigos en común que creo nos harán pasar tiempo juntos.

Enfocarse en el presente. Era la única manera de sobrevivir esto.

La única.

—Podemos empezar por ir a esa librería ahora—añadió. —Apuesto que vas a salir de ahí con más de un libro.

Él tendría que ver con la beca si le daban los números pero sí que debería leer más para su curso de literatura.

Para Wilhelm era una lástima que la comida estuviera deliciosa, pero que él no pudiera apreciarla de verdad. Estaba demasiado nervioso, esta conversación era como un coctel demasiado cargado para su estómago. Simon parecía dispuesto a intentar una relación casual, a que sus encuentros no fueran incómodos siempre.

Wilhelm estaba dispuesto a darle cualquier cosa que él quisiera. El problema era que tenía que controlar los latidos de su corazón, que parecía dispuesto a explotar en cualquier momento. Seguía amando a Simon, eso lo tenía claro, ese era precisamente su mayor problema. ¿Cómo se suponía que iba a lidiar con esto? Quizás sí tendría que hablar con Felice, después de todo.

Su amiga seguro sabría qué decirle, al menos, para no avivar demasiado la esperanza en su corazón. Necesitaba que Felice lo anclara más a tierra y a las posibilidades reales que tenía con Simon. De la suerte que tenía de que él todavía quisiera dirigirle la palabra.

—Estoy de acuerdo, además, no estoy dispuesto a fracasar en la clase de literatura. Prometo ponerle todo mi empeño… —comentó con una media sonrisa, mientras daba cuenta a la última ración de papas fritas que todavía quedaba en su plato. Frunció la nariz cuando mencionó a Jake y Lisa. Hasta ahora Jake no le había hecho demasiadas preguntas, quizás acostumbrado a que Wilhelm hablara muy poco de su vida personal. Lo agradecía profundamente, no quería más preguntas y cuestionamientos innecesarios—. Aunque yo creo que Jake y Lisa están más interesados en pasar tiempo juntos por su cuenta.

Jake no había dejado de tontear con Lisa las últimas semanas, esperaba que la chica estuviera de verdad interesada en él. Lisa parecía buena persona y, por lo que había visto, había sido buena amiga para Simon.

La expresión de Wilhelm se iluminó de nuevo cuando Simon hablaba en serio sobre ir a la librería. No creía que se mereciera tanto, pero iba a aceptarlo a manos llenas. ¿Qué más podía hacer?

—Sí claro, podemos ir ahora mismo si tú quieres. Es un lugar bastante… pintoresco. Por lo que entiendo, es un negocio familiar. Es muy acogedor —comentó, tratando de disimular la emoción que llevaba encima.

Simon sospechaba que Wilhelm estaba subestimando el espíritu gregario de Lisa. Seguro que estaría encantada de organizar salidas de amigos con todos, aunque después los dejara a solas para irse con Jake. No sabía bien cómo sentirse al respecto. ¿Wilhelm y él podrían tener tantocontacto siendo solo amigos?

Bueno, tendrían que superar esta salida que era demasiado parecida a una cita ahora mismo. Esperaba que la visita a la librería hiciera de esto algo más de compañeros de universidad que de novios. Porque realmente no se habían portado nunca como exnovios.

Su relación no había crecido lo suficiente para eso.

En fin. Podrían ir ahora mismo, era cierto. Solo tenían que acabar aquella comida.

—Claro, vamos de una vez.—declaró, apartando el plato de sí, no sabía cómo había terminado con todo tan rápido, seguro le caería mal. —Aunque siempre me quiero comprar más libros de los que puedo cuando voy a una librería.

De hecho suponía que iba a tener que recurrir a las bibliotecas de la facultad para cubrir todo lo que tendrían que leer en el curso. Wilhelm no tendría ese problema por supuesto, no sabía por qué lo había mencionado, tampoco quería que lo malinterpretara y pensara que se hacía la víctima.

No sabía si iba a aguantar estar pensando una y otra vez las cosas que decía y las que no.

Miró a su alrededor. Se preguntaba dónde estaban los guardaespaldas de Wilhelm. En el colegio nunca lo dejaban, y era un espacio mucho más controlado que una ciudad extranjera. Era extraño. No sabía si fiarse de que realmente nadie los estaba vigilando.

Hubo una época en que Simon siempre pensaba que había gente observándolo. Al inicio era cierto. Se preguntaban si de verdad se había cogido al príncipe heredero. Otros seguro pensaban en el video sexual que habían visto con él. Y, en el fondo, por mucho tiempo pensó que la corona lo vigilaba.

La paranoia no lo dejó del todo hasta que salió del país, y ahora no estaba seguro si había sido buena idea dejarla. Pero por ahora en ese café nadie parecía saber quiénes eran ellos dos. Debía disfrutar eso, no dejarse llevar por sus pensamientos, en especial cuando Wilhelm no parecía estar pensando en nada tan sombrío como él. Solo quería ir a ver libros.

—Podemos ir cuando tú digas—afirmó, dedicándole una sonrisa que le costó más que las anteriores.

La mente de Wilhelm ya estaba en la librería, a tal punto que ni siquiera lo pensó al pedir la cuenta y pagar. Simon no le dijo nada, tampoco se quejó, pero luego se dio cuenta de que quizás no debió hacerlo.

Wilhelm tenía que reaprender a relacionarse con él, cuando se puso de pie, tratando de sacudirse un poco el nerviosismo. Esperaba que Simon no le espetara de nuevo el asunto de haber pagado la cuenta. Eso no tenía por qué significar nada, Wilhelm ni siquiera lo había pensado. ¿Qué caso tenía?

—Vamos entonces… en realidad no queda muy lejos —comentó con una media sonrisa. Esta zona quedaba cerca de su apartamento, así que Wilhelm podía moverse con relativa soltura. Lo suficiente para no estar presa del nerviosismo y para olvidarse, por un instante, que seguía a solas con Simon. Quería creer que estaba en control de la situación, que podía hacer esto y parecer una persona desprendida, que no buscaba arrinconar a Simon para obligarlo a hacer nada.

Por más que él mismo estuviera deseoso de besarlo. Era difícil alejarse de esos pensamientos mientras estaban solos.

Aunque no se sabía de memoria el horario de la librería, sí que sabía que los días de semana cerraban un poco más tarde. Efectivamente, estaba abierto cuando llegaron, faltaba más de una hora para que fuera el momento de cerrar. Cuando Wilhelm apoyó la mano en la puerta de entrada, se giró hacia Simon y le regaló una tenue sonrisa, cargada de nerviosismo y expectativa. En verdad esperaba que el lugar le gustara tanto como a él.

—Prometo que te encantará, puedes pedirme un reembolso si no es así —comentó, en un tono jocoso que no reflejaba en absoluto cómo se sentía en el interior.

Se apresuró a seguir a Wilhelm fuera del local. Parecía llevar prisa, como si realmente tuviera muchos deseos de llegar a la librería. Se sintió más nervioso que antes saliendo con él así. No pudo evitar recordar en las ocasiones que se habían escabullido así juntos de algún sitio para ir a besarse donde nadie los viera.

De solo pensarlo podía sentir el cosquilleo en los labios. Volvía a sentir la fuerza con la que Wilhelm lo besaba entonces, como si quisiera todo de él. Recordaba la forma en que se entregaba en esos momentos, como si perderse en Wil fuera todo lo que deseaba.

Pero no debería pensar en ello cuando estaban por quedarse a solas otra vez, intentando descifrar esto de ser amigos. Tal vez debía centrarse en otras cosas. Como que los amigos solían dividir las cuentas, y Wilhelm acababa de pagar por él, como si fuera una cita. Iba a reclamarle, pero no quería hacer las cosas incómodas.

Tendría que recordar pagar él la próxima vez.

Dudaba, sin embargo, sobre el tema de estar solos. Había esperado dos escoltas apareciendo en cualquier momento, pero no parecía ser el caso. Wilhelm parecía moverse con mucha libertad ahí fuera.

Le gustaba verlo así. Tuvo que contener su sonrisa cuando pensó eso, porque justo llegaron a la librería y Wil hizo aquella broma sobre el reembolso.

Quisiera estar igual de relajado que él. Así que decidió salir al menos de una duda que era posible.

—¿No tienes escoltas aquí o son tan buenos que no los he visto?—preguntó. Había sonado más serio de lo que pretendía en un inicio, no quería incomodar a Wilhelm tampoco —Es solo que me extraña, antes no te dejaban nunca.

Si no los tenía, ¿significaba eso que estaban realmente solos? ¿Nadie iba a enterarse de lo que pasara entre ellos?

Nuevos recuerdos de sus breves días juntos volvieron a él de solo pensarlo.

Aunque la pregunta de Simon tenía todo el sentido del mundo, Wilhelm se sintió pillado el falta. Se quedó contemplándolo un instante, porque sí que tenía una respuesta para él, pero no estaba seguro de cuántos detalles podía decirle. De cuánto debería contarle. Se sintió aprisionado de nuevo y no pudo evitar tronarse los dedos con fuerza, desesperado porque odiaba esta sensación. No quería tener que mentirle a Simon, así había empezado todo.

Pero concluyo que no podía decirle a Simon que consiguió negociar tan abiertamente con su madre porque escogió irse de Hillerska y no volver a tener contacto con él, a cambio de que nadie se le ocurriera tocar su matrícula o estudios.

Si le confesaba eso, abriría un tema de conversación que no sabía cómo podría terminar.

—Mamá aceptó tan sólo porque estoy estudiando. No tengo seguridad personalizada, pero acepté tener siempre el GPS encendido del teléfono. Acepté alejarme de un montón de cosas, cualquier cosa que implicara una gran multitud, por seguridad. Generalmente también implicaba no asistir a eventos a menos que fueran aprobados previamente, pero tampoco ha importado mucho porque apenas hago vida social.

Wilhelm se sintió un poco avergonzado al confesar eso. Sí que era un poco patético, pero ya no tenía caso negarlo. Le regaló a Simon una media sonrisa, como para cortar el momento incómodo, y empezó a caminar por las estanterías de la librería. Por suerte, había mucho allí con lo que podían distraerse.

Al inicio le pareció que Wilhelm dudaba en contestar y temió que no le iba a gustar lo que iba a escuchar. Pero luego supuso que era en cierta forma una violación de seguridad admitir que no tenía guardaespaldas con él ahí. Agradeció la confianza de que se lo dijera, pero sobre todo, se sintió de repente aliviado.

Si no había gente vigilando a Wilhelm específicamente eso quería decir que nadie los estaba viendo. Nadie estaba llamando a la reina en ese momento para decirle que su hijo estaba pasando la tarde con una amenaza para la Corona como él.

Nadie iba a llevarse a Wil de golpe mañana.

Sonrió para sí y lo siguió al interior de la librería. Wilhelm tenía razón, el lugar era increíble. Intentó sumergirse en el ambiente de la librería, dejarse llevar por el olor de los libros y empezar a tomar decisiones inteligentes sobre qué podrían llevarse.

Sin embargo, no podía dejar de pensar en que nadie los estaba vigilando, y de repente sentirse tan libre le hacía sentir un ligero mareo. Porque podrían hacer lo que quisieran. Nadie iba a enterarse.

Ni Wil ni él significaban nada para ninguna de las personas que tenían a su alrededor. A nadie le importaba lo que hicieran.

A nadie.

—Podemos mejorar lo de tu vida social—comentó.—Vale la pena aprovechar esa libertad y esta ciudad tiene mucho que ofrecerte.

Simon nunca había sido el alma de la fiesta pero era una persona sociable, había ido con sus amigos a más de un concierto, a más de un karaoke, se lo pasaba muy bien con ellos. Dentro de todo era un ambiente más seguro que el de Hillerska con sus sórdidos secretos de clase alta.

—Es probable que mañana vayamos al karaoke, puedes ir, si quieres.

La invitación salió de sus labios antes de pensarlo. Se mordió el labio inferior, dándole la espalda a Wilhelm como si quisiera concentrarse en la librería detrás de él. Quizá no era sabio precipitar las cosas tampoco. Estaban intentando ser amigos ahora.

Levantó la mirada y vio un hermoso volumen de poesía latinoamericana. Parecía justamente lo que quería para el curso. Estiró la mano hacia él pero no pudo alcanzarlo, mientras disimulaba que no le latía rápidamente el corazón esperando una respuesta de Wil.

Wilhelm apenas podía creer que estuvieran teniendo una conversación normal. Y no sólo eso, sino que Simon se veía cada vez más cómodo. Incluso estaba hablando sobre la libertad que él ahora tenía y que podía conocer mejor la ciudad. Le hizo darse cuenta, con una sola frase, lo solo que había estado hasta ahora.

Wilhelm sopesó las palabras de Simon, quien acababa de invitarlo al karaoke. Mañana. No lo había imaginado. Aunque su primer instinto fue aceptar a manos llenas, se le atoraron las palabras en la garganta. Por supuesto que quería ir, Wilhelm hasta ahora había hecho un esfuerzo consciente por disfrutar de su libertad, al mismo tiempo que procuraba no hacer amigos.

Pero ahora Simon estaba allí, mostrándole un nuevo camino. Sería loco si decidía ignorarlo.

—¿De verdad…? —preguntó, mitad sorprendido, mitad emocionado. Wilhelm sonrió, incapaz de contener el sonrojo que había en sus mejillas. ¿Cuándo había sido la última vez que se emocionó así? Desde su época en Hillerska, sin duda—. Eso me gustaría, tan sólo espero que a nadie se le ocurra hacerme cantar, porque entonces no van a querer invitarme de nuevo.

Además, la perspectiva de escuchar a Simon cantar era más de lo que podía aspirar. Siempre le gustó su voz, recordaba con claridad cuándo había sido la primera vez que lo escuchó cantar en el coro del colegio.

Wilhelm revisó con curiosidad el libro que Simon quería alcanzar, sólo le tomó un par de segundos decidirse hasta extender la mano y alcanzárselo. Le sonrió, pues siempre había sido unos centímetros más alto.

—Sólo te lo alcancé porque nos sirve para la clase.

Simon se rió con el comentario de Wilhelm sobre cantar. Hacía mucho no lo oía bromear, no podían comunicarse con tanta tranquilidad o fluidez, tan relajados. Hacía mucho no lo veía sonreír así, ligeramente sonrojado. Era adorable. Se quedó mirándolo un poco más de la cuenta mientras reía.

Tenía que controlarse.

Justo pensaba en eso cuando Wil se estiró para alcanzarle el libro, y lo dejó sin aliento. De repente lo sentía muy cerca, entre él y la estantería. Wil se había estirado bastante después de irse del colegio, pero hasta en ese momento tomaba conciencia de lo alto que era con respecto a él ahora mismo.

Desvió la mirada y sonrió ligeramente al recibir el libro.

—Gracias. Me pensaré lo de dejártelo—comentó.

Miró a Wil a los ojos y le sonrió ligeramente antes de alejarse entre las estanterías. Necesitaba poner distancia entre los dos si quería mantener la cabeza fría. Una cosa era que Wil no tuviera escolta y otra era que pudiera ponerse de nuevo en esa posición vulnerable en la que en cualquier momento Wil tendría que irse y él se quedaría de nuevo con los pedazos rotos.

Así que debía andar con pies de plomo, y para eso, no debía dejar que Wil lo arrinconara en los pasillos de una librería, por más escenario perfecto que ese fuera.

—Puedo ayudare a buscar uno para ti—añadió, porque tampoco quería que creyera que lo estaba dejando atrás o estaba huyendo de él.—Seguro que encontramos acá algo que te guste.

Se giró hacia él, inspirando profundo para asegurarse de tener sus reacciones bajo control.

Luego de alcanzarle el libro, Wilhelm se dio cuenta de que esta cercanía habría sido exactamente igual en Hillerska: Simon era un par de centímetros más bajo y él habría estado encantado de alcanzarle cualquier cosa que tuviera a mano. Después, se habría inclinado hacia él para darle un beso.

Wilhelm se preguntó si podrían volver a ese punto. Estaba a punto de explotar al considerar que estaban tan cerca y que tan sólo habían acordado ser amigos.

¿Cómo podías ser amigo de la persona de la que estabas perdidamente enamorado? Wilhelm no conocía esa respuesta, ni tampoco estaba seguro de que quisiera saberla.

—Podemos negociar los intercambios de libro cuando estemos más adelante en el semestre —comentó con una media sonrisa, mientras volvía la vista a todos los estantes de libros que los rodeaban.

Wilhelm se sentía abrazado por aquel ambiente que parecía tan íntimo. La cercanía y complicidad de Simon le hacía muchísimo bien. Casi había olvidado lo bien que se sentía. Era como si, por primera vez luego de tantos meses, estuviera en casa.

—¿Tienes recomendaciones para mí? —preguntó Wilhelm interesado, alzando ambas cejas—. La verdad es que pensaba si alguna compilación de cuentos, para empezar, antes de buscar alguna novela. Creo que siempre es más sencillo empezar por cuentos.

Últimamente Wilhelm no podía considerarse a sí mismo como un acérrimo lector, pero también tenía que considerar que su humor no había sido el mejor estos meses. Ahora, en compañía de Simon, todo parecía un poco mejor.

Suponía que la idea de empezar por cuentos era buena. Podía ayudarlo a buscar cuentos. Tenía que concentrarse en el aquí y el ahora, no en las ensoñaciones donde Wilhelm lo arrinconaba contra una estantería a besarlo hasta dejarle los labios inflamados y el aliento cortado.

Ni en lo que podía pasar al día siguiente en el karaoke.

—Me parece que vi cuentos en los estantes anteriores—comentó, señalándole la dirección para que fuera con él.

Sin embargo, sus ojos se posaron en otra estantería. Dudó un momento, pero después decidió ofrecérselo, ¿por qué no?

—¿Y qué dices de la poesía? Es todavía más fácil que un cuento, y si es de la clásica tiene una rima muy bonita—le sugirió, entrando en ese pasillo.

Por supuesto, sus ojos se encontraron con mil y un títulos románticos, por lo que empezaba a pensar que no era buena idea. De repente estaba ahí, ofreciéndole a Wilhelm 20 poemas de amor y una canción desesperada. Esto no podía terminar bien para ninguno de los dos. No olvidaba que, aunque él había llevado la peor parte de la exposición mediática, Wilhelm tampoco lo había tenido su fácil. Era su vida la que controlaban los demás.

Necesitaba quitarle el tinte romántico a todo esto.

—De niño mi madre nos leía rimas infantiles. En su acento sonaba increíble.

La nostalgia por su familia, y aquella época de su vida en la que vivía feliz con su mamá y su hermana, tiñeron su voz. Cómo las extrañaba. Pero era amargo pensar en Sara.

Poesía. La palabra resonó en Wilhelm por un instante, pues no había esperado la sugerencia. Lo cierto era que no creía que fuera un buen conocedor de poesía, mucho menos estaba familiarizado con la de otros países diferentes al suyo. Pero Simon parecía interesado en un libro de Pablo Neruda, así que Wilhelm lo tomó por él.

El libro era menudito, parecía que tenía como mucho cien páginas, así que cumplía con la función de ser una lectura ligera. Wilhelm no se consideraba muy buen en literatura, pero estaba dispuesto a esforzarse. Desde que se enroló en la universidad era probablemente la primera materia que estaba motivado para sacar una nota sobresaliente. Simon y él tenían que hacer un trabajo juntos, ¿había mejor motivación que esa?

—Me quedaré con este y también llevaré el de cuentos, ¿qué te parece? —comentó, sopesando el libro entre las manos, sin dejar de mirar a Simon. Wilhelm le parecía que llevaba sonriendo desde que salieron del restaurante.

En algún lugar había escuchado la frase que no existía la felicidad, tan sólo los momentos felices. Si eso era cierto, Wilhelm llevaba acumulando momentos felices desde que se topó a Simon en ese karaoke. Ahora, escucharlo hablar de su familia, tan cargado de nostalgia, le resultaba contagioso.

—Tu madre siempre fue increíble… —dijo con un poco de envidia. Durante una época de su vida, Wilhelm se convenció a sí mismo de que su madre de verdad lo quería, pero ahora estaba convencido de que lo veía más como un heredero que como su hijo—. A Erik también le gustaba la poesía, pero nunca le dio tiempo de contagiarme el gusto por ella. Así que digamos que también le estoy haciendo caso a él.

Wilhelm sintió un nudo en la garganta cuando mencionó a Erik, era la primera vez en más de un año que lo mencionaba en voz alta. Lo echaba de menos todo el tiempo, pero no quería compartir su recuerdo con nadie. Con Simon era diferente.