Se dejó caer sobre la cama de Zephyr según se retiraron de la mesa donde habían comido minutos atrás. Sus padres habían insistido en tener esa comida, y Samantha no lo encontró particularmente extraño, puesto que no era la primera vez. Les pidieron retirarse, ya que deseaban tener una conversación de adultos que la joven Slytherin achacó a los ataques dados a lugar en el callejón días atrás. Su familia estaba tensa, ella ignoraba que era por los motivos incorrectos.

—Creo que me he pasado comiendo el postre, voy a reventar— dijo, apoyando la cabeza en una de las almohadas del chico y dejando escapar un suspiro. Los últimos días habían sido complicados, entre visitar a su hermana y esperar que todo saliera bien.

—Pero, ahora que estamos solos. ¿Tus padres también te han estado volviendo loco desde el ataque?— preguntó, cogiendo uno de los cojines que estaban sobre la cama para abrazarse a él —. Pandora acabó en San Mungo, y me gustaría pensar que tendrían que estar pendientes exclusivamente de ella, pero tampoco me han dejado respirar a mi.— Aunque suponía que el hecho de que sus hijas salieran heridas les había afectado, aunque lo suyo hubiera sido mínimo.

27.12.2019 + Residencia Hollow

Mientras que Sam se adueñó de su cama, el chico tomó asiento en la silla frente al escritorio. Estaba dura y era incómoda, dado el poco uso que había recibido. No obstante, se acomodó lo mejor que pudo.

— Ni que lo jures. —respondió poniéndo los ojos en blanco solo de recordar a sus padres los últimos días. No habían estado tan encima de él como en esos días pasados en toda su vida y el chico no sabía cómo manejarlo. Era demasiado raro.

— ¿Y esta idea de la comida? No te ofendas, siempre es un gusto verte, pero es rarísimo. No habían hecho nada parecido desde que… —murió Adhara, iba a decir, pero todavía era doloroso pronunciar esas palabras, así que simplemente se calló y se encogió de hombros.— Ya sabes. —acabó por decir, no queriendo prolongar ese silencio incómodo.— Si los conozco bien, y lo hago, están tramando algo, pero no sé que tienen que ver tus padres en esto.

Dejó ir un suspiro, agotado, a la par que agarraba la pequeña bola del mundo que descansaba sobre el escritorio como elemento decorativo y empezaba a pasársela de una mano a otra.

— ¿Cómo está tu hermana?

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Tal vez sus palabras deberían haber sido una pista de que algo extraño estaba ocurriendo entre sus familias, pero no tardarían mucho en darse cuenta de lo que estaba pasando porque las noticias les serían anunciadas dentro de poco y ninguno de los dos tendría más remedio que aceptarlas.

—Lo sé— respondió, dejando claro que no hacía falta que lo dijera en voz alta, demasiado consciente de lo difícil que era para él hablar del tema —. Están rarísimos, pero espero que lo que sea que les está volviendo locos lo resuelvan pronto— dijo, no quería pasarse el resto de sus vacaciones bajo la estricta vigilancia de sus padres.

Samantha dejó escapar un suspiro, acomodando la cabeza en las almohadas y apoyando su mano derecha sobre su abdomen, como si quisiera pedirle a su estómago que se relajara un poco.

—Se dio un golpe fuerte en la cabeza y la han dejado en San Mungo por miedo a que tenga algún tipo de contusión— explicó —. Por suerte los medimagos son muy eficientes, así que no debería tener secuelas— explicó. Apenas la habían dejado ver a su hermana en los últimos días, así que no podía contarle mucho más.

—¿Tu qué tal estás?— preguntó, girándose un poco para mirarlo. Llevaba semanas comportándose de forma un poco extraña, y además le habían llegado los rumores de que tenía novia.

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Torció el gesto al recibir las noticias de su hermana, pero acabó asintiendo. Los medimagos sabían lo que se hacían, su madre misma era medimaga en San Mugo y sabía que no había nadie tan eficiente como ella, ni tampoco permitiría que los medimagos bajo sus órdenes no lo fueran.

— Seguro que pronto la dejarán volver a casa. —aseguró de aquella manera que todo el mundo lo hacía al hablar con alguien de un familiar enfermo, buenos deseos en forma de conjeturas que solo buscaban hacer sentir mejor a la otra parte.

— Bien, la verdad es que tuve suerte en el sentido de que no sufrí daños graves, solo algún hechizo de aturdimiento. —se encogió de hombros, algo avergonzado de su actuación durante el ataque, no había sido en absoluto útil.— Aunque me gustaría haber servido de más ayuda. Me separé de Morgana y cuando la volví a ver… —se encogió de hombros.— En fin, debería haberla protegido ya que íbamos juntos. —No es que tuviera completo de caballero de brillante armadura, pero habían estado juntos y al separarse sintió que fue un poco como abandonarla, aunque no lo hizo apropósito.

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—Espero que si, no me gusta estar en el hospital, y mi madre parece cada vez más ansiosa— respondió, dejando entrever esa vulnerabilidad que solo enseñaba ante una cantidad reducida de personas. Samantha adoraba a su hermana, aunque a veces no la comprendiera eso no hacía que la quisiera menos.

Asintió al escucharlo, atenta a sus palabras y agradecida porque no hubiera sufrido mayor daño. Su expresión no se vio perturbada ante la mención de Morgana, tan solo le recordó que tenía preguntas que hacerle al respecto.

—He escuchado que estás saliendo con ella, ¿es cierto?— preguntó, intentando no dejar que sus prejuicios se llevaran lo mejor de ella, no quería juzgar a Zephyr por sus elecciones bajo ninguna circunstancia, por más que no estuviera completamente de acuerdo con ellas.

No esperaba que sus padres fueran a interrumpir su conversación tan rápido, indicándoles que los esperaban en el salón para tomar el té. Samantha sentía que si se metía algo más en el estómago iba a reventar, pero aun así se movió para poder seguirles. Todos estaban allí sentados, y la expresión de circunstancia que llevaba su padre hizo que el corazón se le acelerara.

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Ante la pregunta de la chica, Zephyr alzó el rostro y la miró fijamente. Contempló muchas posibilidades de respuesta, desde decirle la verdad a simplemente encogerse de hombros y evitar el tema. Pero la llegada de sus padres le salvó de tener que tomar una decisión. De hecho, se olvidó completamente del tema en cuanto observó bien las caras de circunstancia de los adultos.

— ¿Qué pasa? —preguntó en cuanto llegaron al salón. Los elfos habían preparado el té en la mejor vajilla de la casa. Había ya una taza preparada para cada comensal, pero Zephyr no tocó la suya, de repente notaba el estómago revuelto, algo sucedía.

— Hemos estado hablando. —empezó su padre, con voz solemne.— Hemos mantenido conversaciones con los Dankworth desde hace un tiempo y hoy hemos ultimado los detalles. —Zephyr sentía que debería entender lo que quería decir su padre, pero lo cierto es que no tenía ni la más mínima idea. — Hemos decidido que las dos familias se unirán mediante vuestro compromiso. Lo anunciaremos durante el baile de Yule. —y así, con aquella ligereza como quien estaba hablando del tiempo su padre soltó la bomba.

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Habría preferido que no los interrumpieran en ese momento, porque sentía que estaba a punto de recibir una respuesta respecto a algo que le producía mucha curiosidad. Durante cierto tiempo en su vida se había alejado de Zephyr al darse cuenta de la forma en la que su perspectiva de la vida estaba girando, acercándose a otro tipo de personas... Morgana era la prueba de ello. Sin embargo, Sam había decidido que no podía juzgarlo, no a él... No cuando él jamás la rechazaría sin importar lo que pasara.

Se movió detrás de Zephyr e intentó que la seriedad en la expresión de sus padres no la preocupara demasiado. Su mente fue directamente a que algo había ocurrido con Pandora, y se aseguró de sentarse antes de que le dijeran algo realmente grave... Lo siguiente se salió por completo de lo que esperaba, y Sam se quedó allí sentada, con los labios ligeramente entreabiertos como si el riego a su cerebro se hubiera detenido por un momento.

—¿El qué?— preguntó, mirando a sus padres directamente cuando su cerebro procesó la noticia —. Pero... La fiesta es en tres días— dijo, notando como su corazón se aceleraba en su pecho mientras levantaba la cabeza, intentando encontrar la mirada de Zephyr que era un eco de la confusión de la propia.

—Somos conscientes de ello, pero pensamos que es un buen momento. Vuestros compañeros estarán anunciando también sus compromisos, es un movimiento inteligente para ambas familias— respondió su padre, y Samantha le miró en silencio. Un movimiento importante... Siempre lo había sabido, de hecho ella misma había buscado entre sus opciones, pero aquel año debería ser el turno de su hermana. Su hermana que estaba más ocupada peleándose con Joe como para hacer caso a sus responsabilidades.

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Sintió sobre él la mirada de Sam, pero no se atrevió a devolvérsela. No sabía qué hacer, no sabía qué decir. Sus padres simplemente lo contemplaban en silencio, su madre dando sorbos ocasionales a su taza de té, todo saber estar y elegancia.

Zephyr no había pensado que un día así llegaría, sus padres nunca le habían dado ninguna pista, ellos ni siquiera se casaron por un compromiso previo, se enamoraron decían. Aunque, mirándolos ahora, le era muy difícil de creer.

Su hermana nunca habría aceptado algo como aquello, se habría cuadrado de hombros y se habría negado a hacerlo y su explicación habría sido tan buena que sus padres hubieran aceptado su punto de vista. Pero Zephyr no era su hermana y él, siempre anhelante de cualquier migaja de aceptación de sus padres no hizo otra cosa si no asentir y a la par que agarraba la mano de la chica.

— Son excelentes noticias y ambos cumpliremos con nuestro deber. —tampoco tenían otra opción, así que era mejor hacerlo fácil.— ¿Sam? —llamó su nombre, esperando sacarla de aquel instante de estupefacción que parecía haberla congelado.— Tú también te alegras, ¿verdad?

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Su corazón latía frenético, y por un instante fue como si el mundo a su alrededor se congelara. Iba a casarse. Había pasado de estar sentada en la cama de su mejor amigo hablando acerca de trivialidades y ahora estaba ahí, recibiendo una noticia que partía su vida en dos. No fue hasta que sintió la mano de Zephyr alrededor de la suya que se atrevió a mirarlo, parpadeando un par de veces al darse cuenta de lo que el chico le decía, lo que intentaba hacer.

Como si hubiera presionado un botón en su nuca, Samantha sonrió. La felicidad no alcanzó sus ojos, pero era suficiente para mantener la ilusión de que se encontraba de acuerdo con la situación.

—Si, claro que si. Me ha tomado un poco por sorpresa, solo eso— respondió, entrelazando sus dedos con los de Zephyr para mirarlo fijamente a los ojos. El chico en el que tanto confiaba se convertiría en su marido, y todavía no terminaba de encajar las palabras en su cabeza como para saber cómo se sentía al respecto.

—Es una idea excelente, en realidad— dijo, acariciando el dorso de la mano del contrario con su pulgar, en un intento de recordarse que se trataba de él y no de un desconocido, debía ver lo positivo en alguna parte —. Ahora solo tendré que ir de compras para encontrar un vestido mas apropiado— comentó, intentando restarle importancia. Su reacción fue suficiente para que sus familias se quedaran tranquilas antes de servir el té.

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Sam se recuperó justo a tiempo, a juzgar por el ceño fruncido de su padre, este estaba a punto de perder la paciencia. Zephyr sonrió a su ahora prometida e intentó seguir la superflua conversación que surgió después. No soltó la mano de Sam en ningún momento, necesitaba sentirla allí, junto a él, algo real y tangible.

Su madre empezó una conversación con la señora Dankworth que parecía implicar algo sobre telas. Al joven le pareció totalmente surrealista que su madre, siempre práctica y más bien callada, se sumergiera en una conversación así. Su padre no tardó en trasladarse a su despacho junto al señor Dankworth, probablemente a fumar. Él también quería marcharse, pero sabía que no podía.

Dio un sorbo a su taza de té e incluso alcanzó una de las delicadas pastas que se tragó de un solo bocado. No le supo a nada, estaba como aturdido, todo lo que podía sentir era la mano de Sam bajo la propia y, por el momento, tendría que ser suficiente.

No se permitió pensar en Leo, no podía hacerlo. Tenía que pensar en Sam y en su familia, eso debía de ser todo. Un pinchazo en su corazón, no obstante, le advirtió que no se lo pondría tan fácil.

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