El contenido de su estómago terminó en uno de los inodoros de la casa Simmons. Había salido de la estancia mareado, buscando un poco de aire que no podía respirar en aquella sala llena de encantamientos. Una noche mágica para algunas de las parejas—suponía—, pero para él era muy diferente. Esperaba estar prometido, lo sabía desde que le entregaron la carta, enfrentarse a ello era muy diferente. Sobre todo con Zephyr allí, en el mismo lugar que él, alejándose cada vez más.

¿Cómo estaban los dos prometidos? Debía ser una broma de mal gusto, conocía su destino, lo había hecho siempre, pero para el Zephyr había sido intocable. No importaba que viniese de una familia tan pura como la suya, su personalidad indomable era lo que le diferencia de él. Leo temía lo que pudiese pasar, Zephyr no. Por mucho que lo pensará, no cambiaba nada, si antes era un sueño imposible, ahora era una fantasía inalcanzable.

Abrió el grifo, lavándose las manos y dejando sus manas colocadas en un pequeño cuenco para poder mojarse la cara y despejarse del mal estar que lo estaba gobernando. Debía volver a aquella sala con la misma cara triunfante con la que se había ido, la máscara que siempre lo protegía cuando su padre lo veía orgulloso. El hijo que merecía, según las palabras de este.

No esperaba que al abrir la puerta chocase con alguien más, mucho menos que cuando sus ojos—aún llorosos por el esfuerzo de comitar— se encontrasen con los de Zephyr.

¿Cómo explicar sus reacciones irracionales cuando vio que estaban allí solos? Puede que fuesen los nervios o tal vez todo lo que llevaba acumulado en esos últimos meses. Saber que empezó a salir con alguien, verlo besar a aquella chica como si no le importase, la indiferencia ante el ataque del callejón, verlo aquella noche y sobre todo saber que era inalcanzable. No podía más, no cuando estaban allí y sin pensarlo dio un paso hacia delante, sin saber si el chico le había hablado, tan solo sujetando su traje por las solapas y acercándolo a él para besar sus labios con una pasión desbordante.

Si aquella era su última fantasía, quería recordar a que sabía Zephyr.

01.01.2020 + Pasillo

Sintió que necesitaba un momento a solas para respirar, no obstante no había sabido a dónde ir. La residencia Simmons era enorme y no tenía claro qué áreas estaban prohibidas a los huéspedes y cuáles no, lo último que quería era colare dónde no debía y protagonizar alguna escenita. Lo más racional fue acudir al baño donde podría encerrarse, echarse algo de agua a la cara para espabilarse y, tal vez recomponerse.

La puerta estaba cerrada, pero no le dio tiempo a picar para cerciorarse si estaba o no ocupado cuando la puerta se abrió de repente y chocaron contra él. Reconoció su melena rizada al segundo así como su aroma varonil y especiado. Lo sujetó por los hombros, en parte para estabilizarse él mismo ante el golpe, en parte por costumbre pura de tocarlo. Le gustaba tocarlo y todas aquellas semanas alejado habían sido duras, su instinto su necesida le hicieron actuar.

— Lo siento, no sabía que el baño estaba ocupado. —farfulló. Lo miró a la cara, buscando su mirada, y no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño al ver sus ojos obnubilados.— Leo, ¿estás bien? —preguntó, la preocupación palpable en cada palabra.

No recibió respuesta verbal, pero sí un beso que lo tomó totalmente por sorpresa. No había nada de tierno en la acción, solo pura necesidad. Leo lo agarraba con firmeza de las solapas del traje y lo atraía hacia él con una fuerza que Zephyr no sabía que tenía.

Lo correcto habría sido separarse, era obvio que allí sucedía algo, pero una cosa era lo que sabía que debía hacer y otra distinta lo que quería hacer. Zephyr no quería separarse, no quería soltarlo, quería asirlo todavía más contra sí, pegarlo a su cuerpo hasta que ni el aire cupiese entre ellos. Quería besarlo hasta quedarse sin aliento, probar sus labios y acariciar su cuerpo, verlo sonrojarse por el placer y gemir deseando más y más… y eso fue lo que hizo. Tomó impulso y lo hizo retroceder, volviendo a entrar al baño y cerró la puerta tras ellos de un puntapié.

 

01.01.2020 + PASILLO/BAÑO

Perderse en los labios del Slytherin parecía lo correcto. Zephyr siempre se había sentido especial, desde la primera vez que sus labios se rozaron, Leo, notó esa ligera electricidad que conseguía provocar una sensación volátil en su cuerpo. La necesidad por el joven era muy diferente a cualquier otra, porque iba más allá de sentir las manos ajenas sobre su cuerpo, las caricias firmes sobre su piel, el roce de unos labios contra sus puntos sensibles. Iba mucho más allá, parecía que sus emociones explotaban cuando estaba cerca, su corazón se aceleraba y adoraba ver todo de Zephyr.

Desde su sonrisa pícara cuando hacía una broma o insinuación hasta la forma en la que su rostro quedaba sin ninguna marca visible por estar tranquilo mientras dormía. Adoraba la forma en la que los brazos del joven lo rodeaban después de estar juntos, apretándolo contra su pecho como si temiese que se fuese, susurros de palabras que significaban tanto, aunque no se dijese mucho. Zephyr era como una droga para Leo, una que temía haber perdido para siempre.

Por eso quería volver a sentirlo, notar la forma precisa en la que lo besaba, en la que su cuerpo parecía aceptarlo mientras sus manos se perdían en el cuerpo del otro para alargar el momento. Olvidó todo, ni siquiera le importaba que aquella fuese una fiesta de compromiso, porque si su corazón tenía que latir por alguien, era por Zephyr. Por eso se dejó empujar de nuevo a aquel baño, manteniendo sus labios pegados a los del Slytherin, buscando por un aire que empezaba a escasear mientras seguía besándolo con fuerza, como si fuese el único sustento que necesitase en la vida.

— Te quiero… — casi gimió aquellas palabras, dejando un segundo en el que podría improvisarse muchos sentimientos que quedaban ocultos en lo profundo —. Quiero que me tomes, Zephyr — aseguró, moviendo sus manos sin ningún tipo de reparo.

Retiró la capa del joven, dejando que esta cayese al suelo y moviendo sus manos con rapidez para tirar de la camisa que seguía prisionera en sus pantalones. Lo suficiente para poder explorar con la yema de sus dedos la piel que quedaba al descubierto, cerrando los ojos ante aquel tacto tan conocido. Conocía el cuerpo del contrario, casi tan bien, como el suyo. Subió una mirada vidriosa hacia aquellos orbes que le devolvían la mirada y tan solo volvió a besarlo, dejando que el beso se convirtiese en un juego de control entre lengua y dientes.

Lo necesitaba y no quería pensar en que Zephyr podría volver a dejarlo.  

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Una pequeña parte de él se rompió al escuchar a Zephyr. Leo debería haber entendido que no era el lugar para pedirle al joven que huyeran a una burbuja por unas horas. Tenía una prometida que lo odiaba y que seguramente estaría esperando en algún lugar de la sala por ellos. No sabía bien que debería decir, si debía gritar, él mismo había declinado su petición en otras ocasiones con el corazón hecho añicos. Estar al otro lado no mejoraba la situación.

Apretó los labios, cerrando los ojos, y asintiendo a las palabras contrarias. Su estómago se había revuelto, pero no dejo que eso lo venciese ni mucho menos. Era mejor continuar como Zephyr lo decía, dejarlo marchar para que sus emociones terminasen de organizarse y volver a ese punto en el que sabía que no podía estar con él. Ambos estaban prometidos y ese pequeño sueño de alargarlo todo solo los llevaría a seguir aferrándose a aquellos que no podían.

—Ve, te alcanzo ahora, no sería seguro que saliésemos los dos a la vez — respondió, su voz siendo un hilo seguro. Se acercó al lavamanos para poder abrir el grifo en el agua más fría que había y llenarse las palmas ahuecadas, tenía que despertar, darse cuenta que el sueño no podía seguir donde él lo quería por mucho que Zephyr fuese la persona adecuada para su corazón.

Cuando Zephyr lo dejo solo pudo derrumbarse sobre aquel lavabo, las lágrimas volvieron y solo pudo abrir el grifo a una potencia mayor para que el sonido del agua contra la superficie lisa ahogara sus llantos. Se lo merecía, él nunca había sido la prioridad del otro chico, al final él tampoco había podido demostrar que mereciese ese trato, por mucho que sus pensamientos siempre acabasen en él. El corazón de Zephyr era mejor que el suyo y tendría que aprender a dejarlo ir.

Terminó por vestirse y al salir, en lugar de ir hacia la fiesta, caminó hacia el otro extremo preparado para desaparecer de aquella fiesta de una vez por todas.

01.01.2020 + Pasillo