Cómo consiguió Eros arrastrar a una culebra furiosa hasta el exterior del castillo, podría considerarse un misterio. El espectáculo que había presenciado en medio del pasillo todavía resonaba una y otra vez dentro de su cabeza. Las palabras venenosas de Cynthia, los gritos poco elegantes de Marianne, las respiraciones entrecortadas por culpa de la pelea. Era una situación tensa, definitivamente, aunque a él le había parecido bastante excitante.

Aun así, la pequeña fierecilla con garras afiladas no se podía ir de rositas. Más le valía echarle una buena bronca, ahora que parecía que había suficiente confianza entre ellos. Sabía que la gente hablaría, ¿qué pintaba Eros salvando a la princesa Slytherin? ¿Dónde estaba su novio de verdad? ¿Por qué se habían marchado juntos? Tan solo esperaba que no hubiera demasiados ojos en los jardines. Aunque, para evitarse problemas, no dudó en conducirla hasta una masa arbórea, donde el cotilleo fuera de difícil acceso.

— Vamos a ver —. Comenzó, soltando por fin el brazo del que la había estado estirando, aunque sin mucha fuerza. Luego la colocó justo enfrente de él —. Voy a preguntarlo de forma clara y directa —. Dijo, con voz aparentemente tranquila —. ¿Te has vuelto loca?

05/12 - cynthia + eros

Seguramente si se hubiese tratado de otra persona, Cynthia le habría arrancado la mano solo por atreverse a tocarla, pero, sorprendentemente, Eros estaba consiguiendo causar un efecto tranquilizador en ella.

Había seguido matando con la mirada a la sangre sucia y al traidor hasta que el león consiguió tirar de ella hasta que los perdieron de vista. Sabía que había actuado mal, que se había rebajado a su nivel, pero nunca había sentido tanta furia como cuando le había puesto la mano encima.

No comentó nada hasta que estuvieron lejos de ojos y oídos indiscretos y, ante su pregunta, Cynthia arrugó la nariz y se cruzó de brazos. — ¿Yo? ¡Fue ella la que me pegó primero! — replicó ofendida. Por mucho que Eros pudiese gustarle, si se atrevía a defender a la otra, le dejaría sin partes nobles.

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Al verla tan ofendida, prensó los labios y luego se acercó a ella. Colocó una de sus manos en su cintura y la otra bajo su barbilla, para que le mirara. Aprovechando el contacto, ya que estaba, acarició con el dedo pulgar su mandíbula —. Cynthia, cálmate —. Le pidió, con voz neutra, mientras la miraba a los ojos —. Cuéntame qué es lo que ha pasado, por favor —. Rogó el final, con un tono más suave.

Ver que Cynthia tenía aquellas garras tan afiladas le gustó. Sabía que no estaba bien que una chica como ella se tirase de los pelos con una nacida de muggles por el pasillo, pero al final eran todos adolescentes. Tenían las hormonas por los aires y cometían errores estúpidos de personas no suficientemente desarrolladas todavía. Él el primero. Así que, ver aquella muestra de humanidad por parte de una princesa que hasta entonces había sido casi una diosa, le resultaba atractivo.

— Sabes perfectamente que no puedes permitirte el lujo de hacer esas cosas, si tus padres se enteran podrías meterte en problemas. Además, no creo que sea de tu interés llamar sangresucia tan abiertamente a nadie, mucho menos delante de tanta gente —. No era una regañina, simplemente se lo recordaba. Marianne era su compañera de equipo y hasta ese momento no había tenido nada en contra de ella. Aunque sabía de primera mano que era una bruta cuando se lo proponía. Lo que le extrañó fue la facilidad con la que había arrastrado a Cynthia con ella, y por eso quería pensar que la rubia había tenido un motivo de peso para ello.

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Quizás pudiera parecer que la cercanía y confianza que había crecido entre ambos era algo precipitada, pero a Cynthia le gustaba. Se sentía bien pudiendo tener a alguien más que no fuera Maddox.

Tenerle tan cerca no ayudaba precisamente a que se calmase, pero, intentando centrarse, la rubia respiró hondo y ladeó ligeramente la cabeza hacia la mano contraria. — Chocamos, me tiró el libro, le dije que lo recogiera y me dio un puñetazo. — resumió, obviando la parte donde ella la había llamado sangre sucia. Aún no sabía si podía confiar en Eros para confesarle acerca de sus pensamientos puristas, por mucho que estuviese orgullosa de ellos. — Quizás mis formas no fueron las ideales pero solo me estaba defendiendo. — murmuró con la voz algo sollozante. Le dolía la cara y lo último que quería era que le echasen la bronca.

Cynthia asintió ante sus palabras antes de suspirar. Ya no solo había quedado muy mal ante los alumnos que habían visto la pelea si no que se sentía avergonzaba por haber reaccionado así. Ella no solía ser tan impulsiva. — Lo sé, lo sé… Me descontrolé más de la cuenta. — admitió antes de mirarle a los ojos con una pequeña sonrisa, acariciando después su mejilla. — Siento que tuvieras que meterte en el follón, pero me alegra saber que sales a defenderme si lo necesito. — sonrió ligeramente antes de acercar un poco más su rostro al ajeno, dándole tiempo a apartarse, antes de besar la comisura de sus labios.

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Eros seguía manteniendo a Cynthia cogida por la cintura, mientras escuchaba su historia. Suponía que se había dejado muchos detalles por el camino, detalles que explicarían un poco mejor por qué las cosas se habían calentado tanto. Sin embargo, no iba a dudar de su versión. Sabía que Marianne era una auténtica bestia cuando se lo proponía, no por nada era su propia compañera de equipo.

— Me preocupa que estés bien —. Respondió simplemente, en un susurro un poco más íntimo. No temía que nadie fuera a escucharlos en aquel rincón, pero quería un momento que solo fuera de ellos. Por norma general, Eros se portaba bien con las chicas que se llevaba a la cama. Las respetaba y las hacía sentir de ese modo. Sin embargo, nunca antes había tonteado con la idea de sobrepasar la fina línea de los sentimientos. Con Cynthia, comenzaba a caer en esa tentación. Y, aunque pensaba que aquella sería una experiencia mucho más traumática, a la hora de la verdad lo había aceptado e incluso se podía decir que disfrutaba con ello.

— No quiero que los profesores ni los alumnos se lleven una mala imagen de ti, ya sabes que eres la princesa de por aquí —. Bromeó al final, con una sonrisa que se podría calificar como dulce. Cuando besó la comisura de sus labios, no se apartó, sino que levantó una de sus manos y retiró unos mechones de su frente para poder verle bien la cara. Una rojez amenazaba con empezar a emerger de su mejilla. Con sumo cuidado, paso las yemas de sus dedos por encima de aquella zona —. ¿Te duele? Tal vez deberías ir a la enfermería a que te lo curasen.

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Enamorarse de Maddox había sido tan fácil y tan natural como quedarse dormida, pero con Eros podía ver lo que podría ocurrir si no lo frenaba a tiempo. Una relación sin compromiso estaba bien pero los sentimientos podrían acarrear problemas innecesarios. Aún así, Cynthia no estaba segura de si quería frenarlo a pesar de que nunca fuese a dejar a su pareja.

— Ahora lo estoy. — murmuró con una pequeña sonrisa, meneando ligeramente la cabeza. — Las princesas tienen que pelear de vez en cuando. — replicó de forma divertida. Bien era cierto que no era demasiado fan de rebajarse a pelearse con nadie pero siempre tenía que haber alguna excepción.

Cynthia sentía palpitar su mejilla por lo que fue incapaz de no hacer una mueca ante la ligera caricia, por suave que fuese. No le faltaban ganas de volver para rematar a la desgraciada y tirar su cadáver al lago. — Debería, sí. — murmuró algo enfurruñada por tener que ir. — ¿Me acompañas? — preguntó mordiéndose ligeramente el labio, insegura. No es que no supiera llegar o no fuese autosuficiente pero no quería quedarse sola y Eros la calmaba.

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Eros no quería que aquel momento acabara, pero la poca responsabilidad que poseía le decía que tenía que acompañar a Cynthia a la enfermería. Estar allí a solas con ella, ante el frío del invierno, tenía un toque romántico que le seducía más de la cuenta. La habría besado, habría continuado con las caricias. Pero alguno de los dos tenía que decir basta, y en cierto modo agradecía que hubiera sido ella. Aun así, no tenía la más mínima intención de dejarla sola.

— Has peleado bastante bien —. Añadió al final, con una pequeña sonrisa. Antes jamás hubiera creído que Cynthia tuviera aquella rabia metida en el cuerpo, y de hecho no habría apostado por ella en una pelea cara a cara con la bruta de Marianne. Pero le había sorprendido gratamente, y ahora no creía que pudiera quitarse aquella idea de la cabeza.

Colocó una mano en su barbilla para alzarla y darle un beso en condiciones, ella ya había dado el primer paso, de modo que se tomó aquello como una especie de permiso. No duró mucho, sin embargo, pues sabía que si se entretenía más de la cuenta se le iría de las manos —. Anda, vamos a la enfermería, a ver qué pueden darte para ese golpe —. Se separó de ella, cogió su mano y entrelazó sus dedos. Luego le dio un beso en el dorso y tiró de ella hasta fuera de aquellos árboles que les protegían. Lamentablemente, y aunque no hubiera querido hacerlo, no le quedó más remedio que soltarle la mano. La Slytherin ya había dado suficiente que hablar, solo faltaba que la pillaran de la mano con alguien que no era su novio.

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