Cuando Cepheus se acercó a ella, Rosie no pudo hacer algo distinto a dudar sobre sus intenciones. Sin embargo, volver a casa fue como un baño de agua fría. Quedó con su hermana al regresar, y la conversación que tuvieron fue desalentadora, todo sobre responsabilidades que la pelirroja deseaba ignorar... Rosie no estaba segura, pero acabó por escribirle una carta a Cepheus para acordar un punto de encuentro en el Callejón.

Quedó primero con Anelise y Orion, para contarles lo ocurrido, y ambos la acompañaron al encuentro del Slytherin que estaba esperando por ella justo delante de la tienda de helados de Florean. Rosie al menos se sentía más segura por el hecho de que sus amigos estuvieran pendientes de ella, aunque esperaba que no se pasaran toda la tarde preocupados. Era lo bueno de quedar con el chico en un sitio público, ella no era la única que debía cuidar su imagen.

—Me apetece un helado— dijo, según los dejaron solos, y abrió la puerta de la tienda para pedir algo y esperar a que Cepheus hiciera lo mismo si así deseaba.
 

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La carta de Rosie fue toda una sorpresa para él, tuvo que leerla varias veces para entender lo que en ella decía y eso que era algo conciso. Tras ponerse y quitarse ropa como un maniático decidió que lo mejor era vestirse como si fuera un día cualquiera, aunque los nervios se cerniesen sobre él era consciente de que tenía que quitárselos de encima como fuera, al fin y al cabo solo era ir al festival con su prometida, ¿no?

Bajó a tropel por las escaleras del hogar Shelby evadiendo la que sonaba de más si la pisaba, entró como un huracán a la cocina y se miró los rizos por última vez en un espejo. No se dio cuenta que había alguien más hasta que le escuchó tras él.

— Hay que ver lo mongolo que eres a veces. Invita a la joven Holloway a comer antes del baile de Yule, dile que he sido yo quien la ha invitado. Y córtate ya ese maldito pelo, vas a parecer tu madre de un momento a otro.

El chico, recto como una estaca, asintió acompañándolo de un escueto ”sí, señor”. Cuando su padre salió de la cocina se dirigió hasta la chimenea y tomando polvos flu se desapareció del lugar.

No tardó mucho en llegar al sitio acordado, tampoco le dio tiempo a terminarse su cigarrillo mágico para cuando Rosie llegó, lo que no estaba previsto es que apareciera con aquellos dos. La mirada que le dedicó a Orion y a Lise fue casi inexistente, agradeció mentalmente que la joven se adentrara a la heladería como agua de Mayo y la siguió tirando el tabaco a un lado.

— ¿No había cata de helados? — preguntó acercándose a la slytherin girando el anillo en su dedo. Seguía nervioso.
 

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Lo miró de reojo, pero regresó la mirada a la vitrina al ver que estaba jugando con aquel anillo cuya pareja ella llevaba en el bolsillo en contra de su voluntad. Tal vez debería aceptarlo con dignidad y ponérselo, no era un accesorio feo, sencillamente detestaba lo que representaba.

—Si, es a la tarde— dijo, girándose para sonreír al elfo que la atendía del otro lado del cristal —. ¿Vas a querer algo?— preguntó, y esperó a que Cepheus decidiera antes de sacar su monedero y pagar, para luego coger su helado y moverse hacia una de las mesas que se encontraban en el interior de la tienda.

—Tengo que ir a The Swift Broom a buscar una snitch que he encargado para el regalo de Yule de mi hermano... Es una de estas ediciones especiales que sacan todos los años, de color rubí— dijo, porque se negaba a estar en absoluto silencio, por más tensa que estuviera. Ya que estaban en el festival, aprovecharía para coger sus regalos, aunque no tuviera la compañía que esperaba tener.
 

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Dejando espacio suficiente entre él y la chica se posicionó a su lado para clavar casi la cara contra el cristal viendo los diferentes sabores de helado, no es que le apeteciera demasiado uno pero tampoco iba a decir que no a una bola de tarta de melaza, su sabor favorito.

— Una bola de tarta de melaza con estrellitas de fresa saltarinas por encima — dijo con un tono que bien podría haber sido el de un niño de once años muggle viendo por primera vez el mundo mágico.

— Gracias Honky — dijo cuando el cucurucho apareció en su mano.

Caminó tras la chica dando un par de lametones antes de asentir — Sí, vale, yo pedí una en esmeralda... ya sabes, slytherin, seguro que le gusta — comentó — además creo que hay una saeta de fuego edición limitada que... que bueno, estaría genial verla porque si es tan rápida o más como el mismo modelo pues... pues podría jugar mucho mejor aunque no sé, al final lo que te diferencia es que seas bueno, no una escoba y... perdón — dijo callándose al momento, el quidditch era su pasión y siempre se le iluminaba la mirada cuando el tema de conversación era aquel.
 

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Rosie estaba analizando cada parte del chico y le frustraba darse cuenta de que, durante semanas, se había convencido de que lo único que quedaba de él era lo que su padre sembró. Conocía al señor Shelby de pasada, pero lo había visto suficientes veces como para que se le helara la sangre. No quería quedar con él para ver lo que Lise y Orion veían hace tan solo cuestión de días, al chico con el que hacían bromas y se lo pasaban bien, como niños... Porque ya no eran nada de eso.

—No hace falta que te interrumpas— aseguró la chica, sin estar segura de por qué, de todas las cosas por las que tenía que disculparse, le estaba pidiendo perdón por hablar de Quidditch —. No comparto la afición por el deporte, pero te entiendo... Mi hermano es un jugador frustrado, que se ha dedicado a la política por la familia. Por eso le hago este tipo de regalos, colecciona objetos de edición limitada que seguramente te morirías por ver...— dijo, intentando mantenerse formal. No estaba ahí para discutir con él, le había prometido a su hermana que lo intentaría.

Si la vida seguía por el curso que estaba tomando, eventualmente lo llevaría a casa de su hermano. Podía ver su colección, y podían intercambiar opiniones. No quería pensar en Cepheus cerca de su familia, pero con su compromiso era inevitable. Estaba mirando a los ojos a la persona con la que estaba pactado que pasaría el resto de su vida.

—¿Sabes qué... no te entiendo?— preguntó, tomándose una pausa para meter la cuchara en el vaso de helado, capturando algunas de las bolitas de chocolate que intentaban saltar fuera de este —. ¿Por qué parece que tienes distintas personalidades?— agregó, meditando seriamente entre darle ejemplos prácticos y decirle que a veces era un completo gilipollas, y otras veces resultaba hasta enternecedor. Podía ver ese brillo en sus ojos al hablar, sabía desde hace años que el Quidditch le apasionaba, pero no podía disfrutar de tener una conversación tranquila con él porque sentía que a la mínima iba a decir algo incorrecto para hacerlo saltar.

A veces era divertido, no negaba que le gustaba irritarlo... Cuando sus bromas eran piques, y las resolvía provocándolo con un beso. Había dejado de ser divertido desde que anunciaron su compromiso, le daba la impresión de que llevaba un collar al cuello que la marcaba como su propiedad y lo odiaba.
 

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El muchacho alzó la vista hasta ella, estaba tan acostumbrado a tener que callarse cuando hablaba de quidditch que sintió un pequeño pinchazo en el estómago. Dio un par de lametones más antes de ver cómo una fresa se suicidaba desde el helado hasta el suelo. Siguió el recorrido con la mirada evitando así el contacto directo con ella.

— Es la costumbre, mi padre no quiere que hable de quidditch... me distrae de mi verdadera meta — confesó viendo la fruta troceada en forma de estrella evaporarse como por arte de magia. — Seguro que puedo aportar algo a esa colección, en casa tengo una habitación llena de cosas de quidditch — sonrió, sabía que era cuestión de tiempo que su padre la prendiera fuego así que ¿por qué no regalarle algo a su futuro cuñado?

Carraspeó imaginándose a Carrie haciéndole señales de que ese era el momento que necesitaba para empezar con su plan — Yo... bueno, no es que tenga dos personalidades... o varias... — recordó las miles de contestaciones que ensayó con la ravenclaw y aspiró reteniendo unos segundos el aire antes de expulsarlo sonoramente — Rosie... soy consciente de que no me merezco estar aquí ahora mismo, a tu lado... que he sido un completo capullo y que es normal que no quieras ni hablar conmigo — dejó el helado olvidado un momento para mirarla de frente, intentando esa vez sí tener contacto directo con los ojos ajenos.

— No me quiero justificar, al principio pensé que querías y luego se me fue de las manos y... joder tengo tantas cosas en la mente ahora mismo, mi padre me está metiendo muchísima presión, que Ulysses se acostara contigo fue... fue para mi una traición Rosie, después de todas las noches que hemos estado hablando de ti no me esperaba que fuera tan hijo de puta y tú no tienes nada que ver ahí, no fue justo para contigo que te golpeara — se acercó un poco a ella quedándose cerca pero tampoco demasiado como para invadir su espacio personal.

Alzó una mano para atrapar un rojizo mechón entre sus dedos y lo acarició con mucha lentitud, como si se fuera a romper en cualquier momento.

— No tienes por qué quedarte toda la tarde conmigo, tampoco tienes por qué creer mis palabras... te lo voy a demostrar, quiero cambiar, quiero... quiero que salga todo bien, por eso te di el anillo — dejó ir el cabello — mi... mi anillo también vuelve a mi, es gemelo del tuyo, lleva siglos en mi familia... es un hechizo rastreador, son capaces de rastrearse mutuamente, cuando alguno de los dos está en peligro el anillo vibra y se convierte en un traslador — dejó que lo procesara antes de continuar hablando — no te quiero controlar, ni saber dónde estás... tampoco puedo a menos que estés en peligro — mintió — y si puedo no es algo que sepa hacer, hasta que te lo he dado lo llevaba mi madre... — se alejó un poco de ella — perdona Rosie, perdóname por todo lo que te he hecho.
 

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Sonrió y asintió con la cabeza al escucharlo, a su hermano seguramente le haría ilusión. Parte de ella no quería que sus familias se llevaran bien, quería imponer tanta discordia como fuera posible para que tal vez alguno de sus hermanos instalara algo de sentido en la cabeza de su madre. Sin embargo, la conversación del día interior con su hermana le rebajó las esperanzas. Sabía que tenía una responsabilidad, lo que no tenía era ganas de cumplirla.

—A mi no me importa, y a mi hermano seguro que tampoco. Ya os conoceréis... Con todo lo que está pasando, seguro que no pasamos las navidades juntos porque mis padres están fuera del país— dijo, y ese año lo agradecía aunque echaba de menos a su padre, le daba la excusa perfecta para poder invitar a Orion a su casa por su cumpleaños y sacarlo de la desgracia que era su propia casa. La pelirroja, ahora consciente de lo que ocurrió entre ellos, sabía que seguramente él habría esperado la compañía de Cepheus hasta hace poco. Ahora era su deber distraerlo.

Lo observó en silencio, se daba cuenta de que estaba pensando sus palabras y Rosie en parte lo agradecía, porque si aquella conversación se transformaba en algo que no quería escuchar, se levantaría y saldría por la misma puerta por donde entró para reunirse con Orion y Lise.

Sin embargo, las palabras de Cepheus distaban de la discusión que estaba esperando tener. Casi daba la impresión de que se estaba haciendo responsable de sus decisiones de mierda, y la pelirroja no pudo evitar entrecerrar los ojos como si estuviera intentando leer entre líneas.

Ni siquiera esperaba tener que recordar aquella noche. A Rosie no le importaba ese suave balance entre el placer y el dolor, nunca le había molestado. El sexo con Cepheus no era del color de las rosas, y ella lo disfrutaba. No disfrutaba que la movieran con violencia de un momento para otro mientras se la follaban sin preguntar contra un armario, pero sobre todo no había disfrutado las palabras que acompañaron sus acciones. Tampoco esperaba que la versión del chico de empezar desde cero iniciara con un golpe en su cara, por eso en ese momento agradecía estar en un lugar público.

—Lo de Ulysses fue un error, pero agradezco que veas que no fue solo una equivocación por mi parte— dijo, era lo suficientemente grandecita como para aceptar que follarse al mejor amigo de su prometido tal vez no hacía parte de sus momentos más brillantes. Pero, en ese momento solo pensó en sacarle información y de paso joderle un poco la vida.

La explicación del anillo tampoco la dejó mucho más tranquila. ¿Quería que la relajara la idea de que aquello fuera un gesto romántico para ser el caballero de armadura en caso de que estuviera en peligro? Aquello no se lo creía. Dudaba mucho que el interés principal de Cepheus al darle aquello fuera protegerla, de ser así, se lo habría explicado cuando se lo dio.

—¿Tu anillo también regresa a ti cada vez que te lo quitas?— preguntó, sacando el suyo del bolsillo del abrigo que estaba colgado detrás de su silla, y tendiendo su mano a la espera de que el Slytherin le diera el suyo. Quería observarlos juntos, como si tuviera suficiente conocimiento para entender el estúpido encantamiento que la estaba volviendo loca. —¿Por qué no me lo explicaste cuando me lo diste?— agregó al interrogatorio.

Puso los ojos en blanco y se llevó otra cucharada de helado a la boca, mordiendo la galleta que lo acompañaba y aplastando una de las bolitas saltarinas que pretendía acompañar a la fresa suicida de Cepheus que ahora estaba en el suelo.

—No esperes que te perdone de un momento para otro solo porque me lo pidas, ambos sabemos que las palabras se las lleva el viento— dijo, porque todavía le faltaban muchas explicaciones, y mucho tiempo, para volver a fiarse de él.
 

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— Prefiero no seguir hablando de Ulysses... la culpa no la tienes tú, no me debías nada, él en cambio... es algo que aún tengo pendiente — y tan pendiente, pensaba arrancarle la piel a tiras.

Cepheus se quitó el anillo dejándolo en la palma de su mano. Eran una bonita pareja de joyas, estaban elaborados por duendes y se notaba que eran reliquias.

— Lo sé, tendría que habértelo dicho. El mío vuelve siempre también, puedes quedártelo si quieres y cuando me aleje de ti volverá a mi — la ese del sello relució en un tono verde atípico, eran luces que se veían de vez en cuando y que demostraban que los anillos tenían magia.

— No espero que me perdones ahora, solo espero que me des una oportunidad, la última y te doy mi palabra que si algo sale mal seré yo quien ponga fin al compromiso — volvió a pegarle un par de lametones al helado — mi padre quiere que te invite a comer el día del baile de Yule, se que mi padre no es la mejor compañía del mundo pero también estará mi madre y ella seguro que te cae genial — la mujer Shelby era un amor, la única capaz de mantener a Corvus a raya, al menos en ciertos aspectos. Ella había sido la encargada de mimar tanto a Cepheus, sino otro gallo cantaría.

— Si no quieres no pasa nada, puedo poner cualquier excusa
 

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Asintió con la cabeza porque tampoco quería hablar de Ulysses, no entendía bien al chico pero no podía decir que se fiara de él. No comprendía sus motivaciones, y sabía aceptar cuando ella misma cometía un error.

Si la situación no le diera tanto asco, los anillos le resultarían hasta bonitos. Brillaban con un verde particular, pero la ese marcada en ellos tan solo la hacía pensar en que tendría que perder su apellido por casarse con él.

—¿Será demasiado obvio que no me fío de ti si me lo llevo?— preguntó, dándole la vuelta a los anillos, observando el ligero brillo que aparecía dependiendo de cómo le diera la luz. Guardó el suyo, porque aún no estaba dispuesta a ponérselo, por más que ya tuviera en claro que no se separaría de ella. Al menos no lo perdería.

—Bien, es un trato— dijo, terminándose el helado y dejando la tarrina a un lado para tirarla al salir —. No tengo problema en ir a comer a tu casa, a mi madre también le haría ilusión que empiece a comportarme como es debido— afirmó, intentando hacerse la valiente. No confiaba en él, no estaba del todo convencida de que estar en su casa fuese a cambiar nada. Sin embargo, tenía que intentarlo porque la alternativa era una conspiración en su contra para que algo saliera mal, y tampoco confiaba en que realmente fuese capaz de romper el compromiso.

Se levantó en cuanto el chico terminó su helado, y tiró lo que correspondía en una de las papeleras que, al cerrarse, empezó a masticar la basura para deshacerse de ella. Rosie salió de la tienda, esperando a que Cepheus caminara a su lado.

—Entonces... ¿A la tienda de Quidditch?— preguntó, poniéndose en marcha porque era su primer destino. Mientras caminaban, Rosie volvió a mirarlo, su conversación no había acabado y todavía tenía mucho en la cabeza —. ¿Por qué pareces enfadado con Lise y Orion?— No iba a desvelar lo que sabía, lo que le habían contado recientemente, ni mucho menos las verdades que ella les había dicho respecto a él. Sin embargo, sentía que con Cepheus siempre se perdía la mitad de la historia.
 

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— Llévatelo, no tengo problema — el muchacho no mentía, el anillo volvería a su bolsillo como mucho una hora después de que se alejara de ella, siempre lo hacía.

Se levantó tras ella y asintió, al menos no se lo estaban pasando tan mal como el Shelby se había imaginado. Era todo un milagro que no estuvieran matándose, al fin y al cabo así había sido en los últimos encuentros que habían tenido.

— A la tienda de quidditch — observó la basura mientras masticaba y se quedó un poco de piedra al escucharla — no estoy... bueno, no sé... no me tomé bien el compromiso de ellos y no estaba teniendo un buen momento tampoco, me pasé con Lise y luego Orion... a decir verdad desde que me junto más a Carrie por lo del grupo de las eminencias... no tenemos puntos de vista similares, no me habla demasiado, está enfadado por algo — se rascó la cabeza caminando hacia la tienda.

— Después de vacaciones a ver qué pasa — porque ni él sabía qué pasaba, Orion siempre había sido Orion y Lise siempre había sido Lise.
 

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—¿Por qué no te tomaste bien el compromiso? Pensaba que eran tus amigos— dijo, haciendo uso de sus dotes actorales para fingir que no se enteraba de la media. Seguramente hace un par de semanas habría hecho la misma pregunta, ¿cuál era el propósito de que le sentara mal el compromiso de dos personas que había visto crecer? Sabía que se llevaban bien, ¿no querría para Lise
y Orion al menos una relación basada en el cariño que de base se tenían a lo que estaba ocurriendo con ellos?

—Hace un par de semanas le conté lo que pasó contigo, me encontró justo después de que me dieras el anillo. Entre eso y lo que le gritaras a Anelise como un idiota... Me parece que tiene motivos de sobra para estar molesto— dijo, siendo tan directa como la situación se lo permitía. Se guardaba las cartas que veía necesarias, pero no le parecía mal que el chico se diera cuenta de sus errores, no solo con ella.

—Tal vez no soy la única a la que le debes una disculpa— agregó mientras entraban a la tienda. Se acercó directamente al mostrador, sonriendo al hombre que estaba detrás de este. Un montón de personas de todas las edades llenaban la tienda, pero ella tenía reserva así que el hombre le tendió su caja con la snitch y ella dejó la mitad restante del dinero.

—Miraremos un par de cosas más, se ve que tiene trabajo— dijo, de forma educada. Aquel festival era una locura, pero seguro que se llenaban bien los bolsillos con todas las ventas.

Reconoció a un par de personas en el establecimiento, mientras se abría paso para mirar lo que habían traído, el Quidditch no le llamaba la atención pero tenía ojo para las cosas bonitas y eso su hermano lo apreciaba.

—¿Algo que te guste?— preguntó, observando las novedades en el equipamiento. Parecía haber un cofre entero que subastarían después de la exhibición de los equipos profesionales... Y le picaba el bolsillo, porque sabía que se ganaría el cariño eterno de su hermano si lo conseguía.
 

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Pensó ligeramente la respuesta, no podía contar realmente por qué le había molestado porque no podía decir nada acerca de Orion, no quería tampoco y no debía. Debía seguir permaneciendo en secreto, al menos por su parte.

— Tenía celos de que los comprometieran — soltó sin tapujos, al menos en aquello no mentía, los celos estaban, tampoco hacía falta decir por quién.

— Oh... — soltó, podrían ir los tiros por ahí, que realmente Orion estuviera enfadado por aquello y por cómo había tratado a Lise era entendible, de ahí a que fuera cien por ciento real... quizá había algo más. — Sí, hay gente que se merece una disculpa mía, soy consciente de ello. — Porque Lise no se merecía aquella reacción pero no se esperaba que Orion le hubiera contado lo que tenían entre ellos y no supo reaccionar de otra manera.

Al entrar a la tienda observó el cofre y paseó la vista por las escobas. Ahí estaba, la saeta de fuego edición limitada. No lo pudo evitar, se acercó rápido a ella y contuvo la respiración.

— Señor, ¿cuánto cuesta? — el precio podría haberle dolido a cualquiera pero a él ni le hizo pestañear — la quiero con una c y una s en la empuñadura — le comentó que debía esperar diez minutos, se giró hacia Rosie y sonrió — ¿Te importa esperarme?
 

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—Comprendo— fue todo lo que dijo, agradeciendo de alguna manera la honestidad. Ninguno de los dos había sido claro, pero Rosie podía llenar los vacíos sin que Cepheus supiera por qué. De alguna manera todavía le costaba imaginarse a Cepheus y a Orion juntos, pero tampoco le hacía falta.

Asintió con la cabeza ante sus palabras, sin decir nada más. No era su madre para decirle lo que tenía o no que hacer, o cómo recuperar a sus amigos. Ella misma era consciente de todo lo que habían hablado de él, de lo decepcionados que estaban. Aquella conversación no cambiaba demasiado. ¿Quería darle una oportunidad? La parte bondadosa en su interior decía que sí, pero eso no significaba que fuera a dejar de hacer sus planes... Solo por si acaso. Rosie se negaba en rotundo a que fuese Cepheus quien le cortase las alas.

—No, no me importa esperarte— aseguró, viendo que el hombre le entregaba la escoba a uno de sus asistentes para que la llevara a la trastienda. Se alejó un poco, viendo todavía la indumentaria. Parecía que habían traído un montón de cosas a juego. Se acercó a uno de los baúles, con un bate y una bludger a juego, de un color plateado con una cinta de color esmeralda a su alrededor.

Estuvo a punto de arrebatárselo a alguien de las manos, pero al ver la etiqueta del precio la persona lo dejó en su sitio y Rosie sonrió, cogiendo el baúl y llevándolo al mostrador para pagarlo también mientras Cepheus esperaba.

No sabía si la había visto, parecía estar demasiado concentrado dando vueltas por la tienda con los ojos grandes y brillantes. Ya habría tiempo para entregarle aquel detalle, cuando fuera a comer con sus padres.

Los minutos pasaron y cuando le entregaron la caja con la saeta, y una de esas bolsas infinitas para no cargar con ella, Rosie se dirigió hacia la puerta.

—¿Quieres que vayamos a comer algo? La degustación de helados es a las tres, y luego a las cinco es la demostración de Quidditch de los profesionales... Supongo que querrás verla— dijo, observando el pergamino que le habían entregado por ahí con el cronograma del festival —. Me apetece ir al concierto, ¿te vas a quedar?— preguntó.
 

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Sonrió y comenzó a tamborilear los dedos en el mostrador, no tardó demasiado en irse de allí para perderse entre los productos que permanecían en las estanterías. Cepheus tenía muchísimas cosas y la gran mayoría ni las usaba pero el quidditch era su pasión y cada vez que podía se dejaba un buen dinero en ello. Bien podía ser en asistir a partidos en buenas gradas o en equipación nueva.

El muchacho giró la cabeza cuando el tendero le llamó. Sacó la cartera que llevaba en uno de los bolsillos y pagó casi que sin contar los galeones que se desperdigaban bruscamente por encima del cristal. Se giró con la bolsa y no demoró en encontrarse con Rosie, ajeno a que en la bolsa de la slytherin había un regalo para él.

— Oh, pensaba que la degustación era por la mañana — asintió — vale pues, a comer algo y luego a todo eso... sí, o sea, a la demostración iba a ir sí o sí, al concierto tampoco tenía pensado ir... ¿Con quién vas? — preguntó, tampoco quería acoplarse a Orion y a Lise, no se sentía cómodo con ello.
 

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Le entregó el pergamino para que observara las horas de las actividades, y así poder dividirse bien el día. No estaba segura del punto en el que se encontraban, o siquiera si sería buena idea que invirtiera toda su tarde en pasar tiempo con Cepheus. Lo cierto era que tenía sus dudas, parte de ella pensaba que simplemente estaba actuando y quería ver hasta qué punto iba a estirarlo, otra parte quería pensar que estaba viendo nuevamente al chico con el que solía bromear hace un par de años. No quería dudar del todo de sus intenciones, pero, tenía motivos.

—Pues, no tengo planes... Si no quieres ir al concierto, ya buscaré a alguien— dijo, porque seguramente podría encontrar a Orion y Lise no muy lejos de ahí, o a cualquier otra persona que fuera de su agrado, no podía ser tan complicado ¿no?

Y mientras pensaba en ello, vio de refilón el cabello rubio de Cynthia, que caminaba junto a Carrie, con un grupo de chicos que le resultaban familiares justo detrás. Tomó la mano de Cepheus para meterle algo de prisa mientras caminaba, y poder acercarse a ellos.
 

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