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Jue Jul 22, 2021 5:47 pm por Freyja
Be kind, be clever
Who needs bravery or ambition?
Las personalidades más diferentes pueden llegar a hacer el mejor de los equipos. Ahí reside la verdadera magia.
Rowena y Helga son amigas del vecindario desde la infancia. A pesar de su diferencia de edad y de haber tomado caminos distintos, siempre tuvieron buena relación: a Rowena le encantaba hablar, conocer y aprender, narrando todo lo que descubría nuevo, contando historias sin parar. Helga, por su parte, escuchaba y escuchaba, y siempre era esa persona buena y amable que recogía a Rowena cuando otros no la entendían y la tachaban de empollona. Rowena ayudaba a Helga con sus estudios y la guiaba, porque siempre iba varios cursos por delante; Helga, por su parte, siempre tenía un hueco para ella, un hombro en el que poder llorar y la mayor de las alegrías y las ideas para divertirse. El tándem perfecto.
Han tomado caminos profesionales diferentes, pero siguen siendo inseparables. Ambas se han aconsejado y acompañado en sus fracasos amorosos, que han sido varios, hasta que han determinado que están mejor solas... Y más que lo van a pensar cuando se cruce por su camino la persona más antagónica con la que podían toparse. ¿O no?
Rowena y Helga son amigas del vecindario desde la infancia. A pesar de su diferencia de edad y de haber tomado caminos distintos, siempre tuvieron buena relación: a Rowena le encantaba hablar, conocer y aprender, narrando todo lo que descubría nuevo, contando historias sin parar. Helga, por su parte, escuchaba y escuchaba, y siempre era esa persona buena y amable que recogía a Rowena cuando otros no la entendían y la tachaban de empollona. Rowena ayudaba a Helga con sus estudios y la guiaba, porque siempre iba varios cursos por delante; Helga, por su parte, siempre tenía un hueco para ella, un hombro en el que poder llorar y la mayor de las alegrías y las ideas para divertirse. El tándem perfecto.
Han tomado caminos profesionales diferentes, pero siguen siendo inseparables. Ambas se han aconsejado y acompañado en sus fracasos amorosos, que han sido varios, hasta que han determinado que están mejor solas... Y más que lo van a pensar cuando se cruce por su camino la persona más antagónica con la que podían toparse. ¿O no?
PERSONAJES
Rowena Ravenclaw 29 años - Doctora en Historia - Katie McGrath - Freyja |
Helga Hufflepuff 26 años - Profesora infantil de repostería - Holliday Grainger - Timelady |
Godric Gryffindor 27 años - Waterpolista - Armie Hammer - Timelady |
Salazar Slytherin 30 años - Empresario - Matthew Goode - Freyja |
CAPITULOS
Capítulo 1
...
...
1x1 - Inspired - Books - Hogwarts Founders AU
XIII
- Post de rol:
- Código:
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<div class="rsx2txt">Tu texto por aquí...</div>
</div><div class="rsx2datsq"><div class="rsx2dat">¿Quién? - ¿Dónde? - ¿Con quién?</div></div>
<br>[url=https://treeoflife.foroactivo.com/u967]<div class="creditosxiii">XIII</div>[/url]
</center>
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Sáb Jul 24, 2021 12:24 pm por Timelady
A gift of flour
Capítulo 1
Helga estaba especialmente emocionada. Había pasado un mes preparando aquel día especial. La asociación de madres del colegio había conseguido la plaza para organizar una feria benéfica, algo pequeño donde vender las artesanías y comida que podían hacer por ellas mismas y habían pedido a la señorita Hufflepuff que ofreciera algunas clases de cocina a los niños.
Por supuesto, habían ofrecido pagarle algo, pero Helga solo había requerido el coste de los materiales, todo lo demás prefería que fuera donado. Igual que lo que pudiera sacarse de las galletas y otros pasteles que había llevado para vender.
No le importaba no sacar un beneficio por aquello. Y no era solo por generosidad.
Ese pequeño puesto donde se movía entre niños y madres voluntarias le estaba dando una publicidad que difícilmente conseguiría de otro modo.
Sin embargo, encontrarse en un espacio abierto como aquel implicaba que hubiera más que personas... también algunos animales curiosos se acercaban ante los apetitosos olores.
Una de las niñas chilló al ver a aquel perro enorme y negro en la parte de atrás, cogiendo un paquete de harina que estaba por la mitad y marchándose corriendo. En seguida, los niños mayores, más valientes, se lanzaron a perseguirlo para recuperar el preciado botín. Y Helga salió tras ellos después de meterse unas galletitas en el bolsillo del delantal.
- ¡Vamos chicos! Dejadlo tranquilo. -Insistió a los niños temiendo que acorralándolo hubiera un accidente mayor.- Dejadme a mí.
Los niños, curiosamente obedecieron. El perro ya estaba contra una pared, así que era mejor actuar de otro modo. Helga se movió con pasos lentos y tranquilos, sacó una galleta de su bolsillo y la partió, tirando un trocito cerca del animal, que tras olisquearla un poco se la comió.- ¿Quieres más? -Ofreció, pero esta vez sostuvo el pedacito entre sus dedos, dejando que el perro se acercase y lo cogiera, cosa que hizo con cuidado de apenas rozarla y ella le correspondió acariciándole la cabeza.- ¿Veis chicos? No pasa nada, es un amigo. -Comentó a los niños.- Aunque no está bien dar galletas a los perros, es mejor que sean especiales para ellos. -Porque nunca estaba de más advertirles.
Le dejó otra más partida a trocitos y se levantó.
Dylan ya había cogido el paquete de harina y estaban volviendo. Entre las bromas de los críos no se dio cuenta y el niño tropezó. El paquete de harina se le escurrió entre las manos y salió volando dejando escapar parte de su contenido hasta que impactó contra alguien a quien Helga en principio apenas podía distinguir tras la nube blanca.- Oh, cielos. Lo sentimos muchísimo. -Se apresuró a disculparse después de dirigirle una mirada al niño y ver que se encontraba bien, ni siquiera había llegado al suelo.
Aquel traje, en cambio, no estaba tan bien.
Por supuesto, habían ofrecido pagarle algo, pero Helga solo había requerido el coste de los materiales, todo lo demás prefería que fuera donado. Igual que lo que pudiera sacarse de las galletas y otros pasteles que había llevado para vender.
No le importaba no sacar un beneficio por aquello. Y no era solo por generosidad.
Ese pequeño puesto donde se movía entre niños y madres voluntarias le estaba dando una publicidad que difícilmente conseguiría de otro modo.
Sin embargo, encontrarse en un espacio abierto como aquel implicaba que hubiera más que personas... también algunos animales curiosos se acercaban ante los apetitosos olores.
Una de las niñas chilló al ver a aquel perro enorme y negro en la parte de atrás, cogiendo un paquete de harina que estaba por la mitad y marchándose corriendo. En seguida, los niños mayores, más valientes, se lanzaron a perseguirlo para recuperar el preciado botín. Y Helga salió tras ellos después de meterse unas galletitas en el bolsillo del delantal.
- ¡Vamos chicos! Dejadlo tranquilo. -Insistió a los niños temiendo que acorralándolo hubiera un accidente mayor.- Dejadme a mí.
Los niños, curiosamente obedecieron. El perro ya estaba contra una pared, así que era mejor actuar de otro modo. Helga se movió con pasos lentos y tranquilos, sacó una galleta de su bolsillo y la partió, tirando un trocito cerca del animal, que tras olisquearla un poco se la comió.- ¿Quieres más? -Ofreció, pero esta vez sostuvo el pedacito entre sus dedos, dejando que el perro se acercase y lo cogiera, cosa que hizo con cuidado de apenas rozarla y ella le correspondió acariciándole la cabeza.- ¿Veis chicos? No pasa nada, es un amigo. -Comentó a los niños.- Aunque no está bien dar galletas a los perros, es mejor que sean especiales para ellos. -Porque nunca estaba de más advertirles.
Le dejó otra más partida a trocitos y se levantó.
Dylan ya había cogido el paquete de harina y estaban volviendo. Entre las bromas de los críos no se dio cuenta y el niño tropezó. El paquete de harina se le escurrió entre las manos y salió volando dejando escapar parte de su contenido hasta que impactó contra alguien a quien Helga en principio apenas podía distinguir tras la nube blanca.- Oh, cielos. Lo sentimos muchísimo. -Se apresuró a disculparse después de dirigirle una mirada al niño y ver que se encontraba bien, ni siquiera había llegado al suelo.
Aquel traje, en cambio, no estaba tan bien.
Helga - Plaza junto al Parque - con Salazar
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Miér Ago 04, 2021 5:31 pm por Freyja
A gift of flour
Capítulo 1
- Tsk, por Dios. - Se quejó, viendo como tenía que detenerse en seco OTRA VEZ porque había una tropa de críos corriendo por allí. Miró su reloj. Había quedado con ese maldito notario hacía ya quince minutos, y no aparecía. Miró su móvil corporativo, el móvil de asuntos internos y su móvil personal, así como su reloj inteligente. Nada, ni rastro. - Su puta madre... - Murmuró. Nadie le daba plantón. Si es que ese hombre era un informal. Se iba a comer sus patrocinios, porque él no pensaba firmar nada con una empresa cuyo enclave le dejaba plantado de esa forma.
Se dio media vuelta y tuvo que frenarse en seco otra vez, pero esta vez pasaron un perro, otro grupo de niños y una señorita lanzando galletas. Rodó los ojos y negó con la cabeza. ¿Quién coño se citaba en un puto parque? Y un parque en el que había gente haciendo pasteles o a saber qué demonios era eso. Sacó el móvil de asuntos internos. Estaba llamando pero ya a Michael para decirle que se olvidara de firmar nada con esa notaría.
- ¿Michael? ¿Me oyes? - Encima eso, el ruido. - Ese tal Goldstein no se ha p... Que Goldstein no se ha... ¿¿Me oyes?? - Se retiró el móvil de la cara, pero tenía cobertura de sobra. Chistó y volvió a ponérselo en la oreja. - ¿Me oyes o no? Digo que... No, no se ha presentado. No... No... Pues cancelamos el contrato. - Ahora sermón. Lo que le faltaba. Nadie le hablaba así, le iba a poner a ese tipo los puntos sobre las íes.
Rodó los ojos de nuevo y se giró para marcharse. - No, no, escúchame tú. Goldstein me ha citado en un parque... UN PARQUE, DIGO. ¿¿ME OYES, O NO?? - Respiró hondo y siguió andando. - No se ha presentado. No pienso firmar un contrato comercial con una notaría cuyo representante me cita en un parque y no se presenta... ¿Cómo que le espere? ¿Me ves cara de querer perder el tiempo? - Se detuvo en seco. ¿Y ahora le decía que fuera a otro sitio? Giró sobre sus talones, sin dejar de hablar. - Voy a llegarme ahora mismo a... - E iba tan rápido que no le dio tiempo a esquivarlo. De repente, una nube de polvo cayó sobre él. No, no era polvo. Era harina.
Contó hasta mil quinientos, porque de verdad que iba a matar a alguien. Cerró pesadamente los párpados, echó aire por la nariz y, con tono monocorde, dijo. - Michael, ahora te llamo. - Colgó y se guardó el móvil en el bolsillo. Como le había puesto el traje, por Dios. Se sacudió de apenas una palmada con ambas manos en la tela cuando, al alzar la cabeza, vio a la mujer de las galletas acercarse para disculparse. Arqueó una ceja y ladeó una sonrisa tensa y artificial. - Yo también lo siento. - Contestó, dándose otra palmada en el traje para sacarse más harina, aunque sin quitar la mirada de encima de la mujer. - Es un Saint Laurent, y ojalá el que puedan haberse estropeado unos seiscientos euros de traje fueran el mayor de mis problemas en estos instantes. - Miró a su alrededor. ¿Qué era eso? ¿Una feria? - Sería recomendable que no dejase a sus críos correr con paquetes de harina en las manos. -
Se dio media vuelta y tuvo que frenarse en seco otra vez, pero esta vez pasaron un perro, otro grupo de niños y una señorita lanzando galletas. Rodó los ojos y negó con la cabeza. ¿Quién coño se citaba en un puto parque? Y un parque en el que había gente haciendo pasteles o a saber qué demonios era eso. Sacó el móvil de asuntos internos. Estaba llamando pero ya a Michael para decirle que se olvidara de firmar nada con esa notaría.
- ¿Michael? ¿Me oyes? - Encima eso, el ruido. - Ese tal Goldstein no se ha p... Que Goldstein no se ha... ¿¿Me oyes?? - Se retiró el móvil de la cara, pero tenía cobertura de sobra. Chistó y volvió a ponérselo en la oreja. - ¿Me oyes o no? Digo que... No, no se ha presentado. No... No... Pues cancelamos el contrato. - Ahora sermón. Lo que le faltaba. Nadie le hablaba así, le iba a poner a ese tipo los puntos sobre las íes.
Rodó los ojos de nuevo y se giró para marcharse. - No, no, escúchame tú. Goldstein me ha citado en un parque... UN PARQUE, DIGO. ¿¿ME OYES, O NO?? - Respiró hondo y siguió andando. - No se ha presentado. No pienso firmar un contrato comercial con una notaría cuyo representante me cita en un parque y no se presenta... ¿Cómo que le espere? ¿Me ves cara de querer perder el tiempo? - Se detuvo en seco. ¿Y ahora le decía que fuera a otro sitio? Giró sobre sus talones, sin dejar de hablar. - Voy a llegarme ahora mismo a... - E iba tan rápido que no le dio tiempo a esquivarlo. De repente, una nube de polvo cayó sobre él. No, no era polvo. Era harina.
Contó hasta mil quinientos, porque de verdad que iba a matar a alguien. Cerró pesadamente los párpados, echó aire por la nariz y, con tono monocorde, dijo. - Michael, ahora te llamo. - Colgó y se guardó el móvil en el bolsillo. Como le había puesto el traje, por Dios. Se sacudió de apenas una palmada con ambas manos en la tela cuando, al alzar la cabeza, vio a la mujer de las galletas acercarse para disculparse. Arqueó una ceja y ladeó una sonrisa tensa y artificial. - Yo también lo siento. - Contestó, dándose otra palmada en el traje para sacarse más harina, aunque sin quitar la mirada de encima de la mujer. - Es un Saint Laurent, y ojalá el que puedan haberse estropeado unos seiscientos euros de traje fueran el mayor de mis problemas en estos instantes. - Miró a su alrededor. ¿Qué era eso? ¿Una feria? - Sería recomendable que no dejase a sus críos correr con paquetes de harina en las manos. -
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Mar Ago 31, 2021 3:06 pm por Timelady
A gift of flour
Capítulo 1
La verdad es que el señor del traje, desentonaba un poco en aquel espacio, así que era muy extraño que no hubieran notado su presencia hasta que fue demasiado tarde.
Helga se había interpuesto entre él y los niños, porque lo usual ante un accidente así era dar unos gritos (porque sí, alguna vez le había pasado algo ligeramente similar) y no quería que los chicos fueran las víctimas de eso.
Sin embargo, el hombre parecía de lo más calmado y primero colgó su móvil.
Y ella por su parte solo podía disculparse y buscar un pañuelo en uno de sus bolsillos.
- Oh, vaya. -Comentó al escuchar lo del traje y el precio del mismo, algo impresionada de que gastara tanto en ropa.- Pero no se preocupe, yo creo que un programa corto en la lavadora será suficiente para dejarlo como nuevo. -Solo era harina, no era como si le hubiese echado huevos batidos o leche.
Miró a los niños cuando los mencionó.- Es cierto, desde luego, pero no es algo habitual. -Comentó, como si eso fuera lo que le preocupase.- Chicos, volved al puesto, voy en seguida. -Recomendó a los niños.
- Deje que le ayude. -Había encontrado ya su pañuelo, así que se tomó la libertad de dirigirlo directamente a su cara, para limpiarle también, porque estaba un poco blanco y no era de un susto.- Estamos haciendo un taller de galletas en aquella zona, ¿le apetece probarlas? A modo de disculpa. -Ofreció.- Podría acompañarlas con un café, o quizá chocolate... ¿prefiere el té? -Preguntaba, mientras seguía eliminando restos de harina y preparándose para sacudirle un poco y quizá así mejorar su aspecto.- ¿Ha desayunado?
Helga se había interpuesto entre él y los niños, porque lo usual ante un accidente así era dar unos gritos (porque sí, alguna vez le había pasado algo ligeramente similar) y no quería que los chicos fueran las víctimas de eso.
Sin embargo, el hombre parecía de lo más calmado y primero colgó su móvil.
Y ella por su parte solo podía disculparse y buscar un pañuelo en uno de sus bolsillos.
- Oh, vaya. -Comentó al escuchar lo del traje y el precio del mismo, algo impresionada de que gastara tanto en ropa.- Pero no se preocupe, yo creo que un programa corto en la lavadora será suficiente para dejarlo como nuevo. -Solo era harina, no era como si le hubiese echado huevos batidos o leche.
Miró a los niños cuando los mencionó.- Es cierto, desde luego, pero no es algo habitual. -Comentó, como si eso fuera lo que le preocupase.- Chicos, volved al puesto, voy en seguida. -Recomendó a los niños.
- Deje que le ayude. -Había encontrado ya su pañuelo, así que se tomó la libertad de dirigirlo directamente a su cara, para limpiarle también, porque estaba un poco blanco y no era de un susto.- Estamos haciendo un taller de galletas en aquella zona, ¿le apetece probarlas? A modo de disculpa. -Ofreció.- Podría acompañarlas con un café, o quizá chocolate... ¿prefiere el té? -Preguntaba, mientras seguía eliminando restos de harina y preparándose para sacudirle un poco y quizá así mejorar su aspecto.- ¿Ha desayunado?
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Sáb Oct 23, 2021 11:44 am por Freyja
A gift of flour
Capítulo 1
Arqueó una ceja. ¿Un programa corto de la lavadora? ¿En serio? ¿De dónde había salido esa mujer? Seguramente del mismo universo absurdo que el puto Goldstein, que no había tenido otra idea que citarle en un parque para no aparecer siquiera. - Lo llevaré al tinte. - Concluyó, tratando de sonar sereno pero con tono helado. Programa corto de la lavadora... Tenía él cara de poner muchas lavadoras...
Rodó los ojos para seguir con la mirada a los niños, a quienes si pudiera matar solo con los ojos desde luego que no quedaría ya ni uno en pie. Y en lo que fantaseaba, se encontró con la mujer acercándosele pañuelo en mano directamente a su cara, lo cual casi le hace dar un paso atrás, desconcertado. ¿Pero qué? ¿Aquello era una broma, una cámara oculta, o qué diablos estaba pasando?
No solo no había dado un paso atrás, sino que se había quedado petrificado del propio desconcierto, mirándola como si realmente esperara que en algún momento alguien le confirmase que aquello solo había sido una broma de mal gusto. Para aumentar su desconcierto más aún si era posible, la mujer le ofreció galletas y un bombardeo de preguntas. ¿Que si había desayunado? Para eso estaba él, para ponerse a desayunar, con la de cosas que tenía que hacer. Cuando el descuadre en el que estaba le permitió articular palabra, negó rápidamente. - No, no. - Se separó un poco, terminando de sacudirse él. Por Dios, ¿¿qué puñetas era todo aquello??
- No quiero nada. Hubiera querido que no me manchara el traje, pero eso ya no va a poder ser. - ¡Tome, señor! - Una vocecilla infantil había interrumpido su antipático discurso. Miró hacia abajo y había una niña que parecía sacada de un cuento infantil, con dos coletas con enormes lazos amarillos, diminuta, estirando hacia él una galleta rosa con forma de flor sujeta entre sus manitas. - La he hecho yo. Se la regalo. Así se pone contento. - Echó aire por la nariz. No tenía el día para una fantasía anderseniana, sinceramente. Miró a su alrededor, pero dado que el tipo con el que había quedado no parecía estar por allí, cogió la galleta un tanto a regañadientes. - ¿Y un notario no me puedes conseguir? - Dijo mientras, al quitar la galleta de las manos de la niña, aparecía tras esta una carita de felicidad que le miraba sin entender lo que acababa de decir, por lo que simplemente soltó una risita y se fue de allí. Lo siento, no sé hablar con niños. Suerte que se molestaba en hablar con adultos.
Miró la galleta entre sus manos. Él con una florecita de glaseado rosa... Había que joderse. Suspiró. - Supongo que no me vendría mal un poco de café. - Le dijo a la mujer. No tenía ningunas ganas de meterse en una feria de galletitas, ¿pero acaso no le habían pedido que esperara a ese idiota de Goldstein? Podía esperar tomando café.
Rodó los ojos para seguir con la mirada a los niños, a quienes si pudiera matar solo con los ojos desde luego que no quedaría ya ni uno en pie. Y en lo que fantaseaba, se encontró con la mujer acercándosele pañuelo en mano directamente a su cara, lo cual casi le hace dar un paso atrás, desconcertado. ¿Pero qué? ¿Aquello era una broma, una cámara oculta, o qué diablos estaba pasando?
No solo no había dado un paso atrás, sino que se había quedado petrificado del propio desconcierto, mirándola como si realmente esperara que en algún momento alguien le confirmase que aquello solo había sido una broma de mal gusto. Para aumentar su desconcierto más aún si era posible, la mujer le ofreció galletas y un bombardeo de preguntas. ¿Que si había desayunado? Para eso estaba él, para ponerse a desayunar, con la de cosas que tenía que hacer. Cuando el descuadre en el que estaba le permitió articular palabra, negó rápidamente. - No, no. - Se separó un poco, terminando de sacudirse él. Por Dios, ¿¿qué puñetas era todo aquello??
- No quiero nada. Hubiera querido que no me manchara el traje, pero eso ya no va a poder ser. - ¡Tome, señor! - Una vocecilla infantil había interrumpido su antipático discurso. Miró hacia abajo y había una niña que parecía sacada de un cuento infantil, con dos coletas con enormes lazos amarillos, diminuta, estirando hacia él una galleta rosa con forma de flor sujeta entre sus manitas. - La he hecho yo. Se la regalo. Así se pone contento. - Echó aire por la nariz. No tenía el día para una fantasía anderseniana, sinceramente. Miró a su alrededor, pero dado que el tipo con el que había quedado no parecía estar por allí, cogió la galleta un tanto a regañadientes. - ¿Y un notario no me puedes conseguir? - Dijo mientras, al quitar la galleta de las manos de la niña, aparecía tras esta una carita de felicidad que le miraba sin entender lo que acababa de decir, por lo que simplemente soltó una risita y se fue de allí. Lo siento, no sé hablar con niños. Suerte que se molestaba en hablar con adultos.
Miró la galleta entre sus manos. Él con una florecita de glaseado rosa... Había que joderse. Suspiró. - Supongo que no me vendría mal un poco de café. - Le dijo a la mujer. No tenía ningunas ganas de meterse en una feria de galletitas, ¿pero acaso no le habían pedido que esperara a ese idiota de Goldstein? Podía esperar tomando café.
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Dom Nov 21, 2021 5:20 pm por Timelady
A gift of flour
Capítulo 1
El tinte era otra opción, claro. Aunque le parecía un poco caro para un daño tan pequeño como el de la harina. Aunque no quería meterse donde no la llamaban y causarle más problemas al hombre.
De todos modos, ya estaba un poco más presentable ahora que le había quitado la harina de la cara. Se distinguían mejor sus facciones marcadas y su atractivo, aunque seguía pareciendo un hombre muy serio.
Claro que eso tenía explicación, porque no había desayunado. Uno no puede amanecer bien sin un buen desayuno, ya lo decía su abuela. Aunque antes de que pudiera mencionarlo y guiarle, estaba rechazando su invitación y haciendo referencia al traje.
Pero justo en ese momento apareció una de las niñas del curso, ofreciéndole una galleta.- Eso es muy amable, Agnes. Gracias. -Sonrió Helga a la niña a la que conocía bien, era pura bondad y sabía que era sincera con su intención de verle contento.
Le vio aceptar la galleta y se rio un poco ante su pregunta del notario. Esperaba que probase la galleta, pero se iluminó su rostro con una sonrisa al escuchar que aceptaba el café.- Claro, sígame por aquí. -Indicó, guiándole en la marcha.- Me llamo Helga, por cierto. -Se presentó alegremente.
Al llegar a la caseta donde estaba teniendo lugar el taller antes del incidente, saludó a los niños que se quedaron un poco extrañados ante la presencia que venía con ella, pero las otras tutoras siguieron explicando y se llevaron su atención con los toppins y otras cosas.
Buscó un taburete de los que habían traído y que, como todos, estaba ocupado por algún trasto, en este caso la caja de los muchísimos cortadores de galletas que había llevado. Cogió la caja y la puso encima de otras tantas antes de ofrecerle el asiento.- Puede quedarse aquí, estará a salvo de harina y masa. -Se atrevió a bromear.- ¿Cómo le gusta el café?
De todos modos, ya estaba un poco más presentable ahora que le había quitado la harina de la cara. Se distinguían mejor sus facciones marcadas y su atractivo, aunque seguía pareciendo un hombre muy serio.
Claro que eso tenía explicación, porque no había desayunado. Uno no puede amanecer bien sin un buen desayuno, ya lo decía su abuela. Aunque antes de que pudiera mencionarlo y guiarle, estaba rechazando su invitación y haciendo referencia al traje.
Pero justo en ese momento apareció una de las niñas del curso, ofreciéndole una galleta.- Eso es muy amable, Agnes. Gracias. -Sonrió Helga a la niña a la que conocía bien, era pura bondad y sabía que era sincera con su intención de verle contento.
Le vio aceptar la galleta y se rio un poco ante su pregunta del notario. Esperaba que probase la galleta, pero se iluminó su rostro con una sonrisa al escuchar que aceptaba el café.- Claro, sígame por aquí. -Indicó, guiándole en la marcha.- Me llamo Helga, por cierto. -Se presentó alegremente.
Al llegar a la caseta donde estaba teniendo lugar el taller antes del incidente, saludó a los niños que se quedaron un poco extrañados ante la presencia que venía con ella, pero las otras tutoras siguieron explicando y se llevaron su atención con los toppins y otras cosas.
Buscó un taburete de los que habían traído y que, como todos, estaba ocupado por algún trasto, en este caso la caja de los muchísimos cortadores de galletas que había llevado. Cogió la caja y la puso encima de otras tantas antes de ofrecerle el asiento.- Puede quedarse aquí, estará a salvo de harina y masa. -Se atrevió a bromear.- ¿Cómo le gusta el café?
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Jue Mar 10, 2022 6:25 pm por Freyja
A gift of flour
Capítulo 1
Se guardó un suspiro. Por supuesto, pensó. Claro, ¿qué tenía él mejor que hacer que seguir a una desconocida que se dedicaba a hacer tartas en el parque y le había puesto perdido de harina? En lo que pensaba eso, la mujer se presentó. Esbozó una sonrisa forzada y simple. - Salazar. - Contestó. Poca gente le llamaba así, en realidad, casi todos le llamaban Slytherin directamente. Es lo que tenía el trato impersonal, que te hablabas por el apellido.
Ah, por supuesto no le había llevado a un Starbucks precisamente, le había metido en una casetilla plagada de niños. Miró a su alrededor y trató de respirar hondo para sus adentros. Niños... No le gustaban los niños, eran ruidosos, sucios, excesivamente alegres y descuidados, y pasaban de una cosa a otra en un segundo, metidos en el caos. No sabía hablar con niños ni tenerles cerca. En serio, ¿qué narices estaba haciendo allí? Aquello era más surrealista a cada segundo que pasaba.
Al menos no parecía que les fueran a molestar porque estaban pendiente de una clase sobre... Claro, toppings de pasteles. Quizás de un momento a otro se despertara, aunque dudaba tener tanta imaginación como para confeccionar un sueño tan bizarro. La siguió con la mirada, viendo como movía cajas de cachivaches de cocina y se desenvolvía por allí, alzando la mirada con su expresión enigmática habitual, de sonrisa ladeada. De hombre de negocios. - Solo. - Respondió. Sí, el café le gustaba solo, negro, amargo, puro. También le gustaba tomarlo solo, pero tendría que hacer hoy una excepción.
A pesar de que la mujer le hubiera asegurado lo contrario, antes de sentarse comprobó que no iba a mancharse con nada, aunque tampoco es como que el traje pudiera quedar peor. Esperó a que llegara y dijo. - ¿Es habitual esto? - Tomó el vaso. - Gracias, por cierto. Aunque lo tomaré como una... compensación. - Añadió, mirándose a sí mismo y su traje negro moteado de blanco. - ¿Suele estar usted aquí todos los días? ¿Es... su trabajo? - Preguntó, antes de dar el primer sorbo al café. Esperando no haber sonado demasiado sardónico al categorizar aquello de "trabajo".
Ah, por supuesto no le había llevado a un Starbucks precisamente, le había metido en una casetilla plagada de niños. Miró a su alrededor y trató de respirar hondo para sus adentros. Niños... No le gustaban los niños, eran ruidosos, sucios, excesivamente alegres y descuidados, y pasaban de una cosa a otra en un segundo, metidos en el caos. No sabía hablar con niños ni tenerles cerca. En serio, ¿qué narices estaba haciendo allí? Aquello era más surrealista a cada segundo que pasaba.
Al menos no parecía que les fueran a molestar porque estaban pendiente de una clase sobre... Claro, toppings de pasteles. Quizás de un momento a otro se despertara, aunque dudaba tener tanta imaginación como para confeccionar un sueño tan bizarro. La siguió con la mirada, viendo como movía cajas de cachivaches de cocina y se desenvolvía por allí, alzando la mirada con su expresión enigmática habitual, de sonrisa ladeada. De hombre de negocios. - Solo. - Respondió. Sí, el café le gustaba solo, negro, amargo, puro. También le gustaba tomarlo solo, pero tendría que hacer hoy una excepción.
A pesar de que la mujer le hubiera asegurado lo contrario, antes de sentarse comprobó que no iba a mancharse con nada, aunque tampoco es como que el traje pudiera quedar peor. Esperó a que llegara y dijo. - ¿Es habitual esto? - Tomó el vaso. - Gracias, por cierto. Aunque lo tomaré como una... compensación. - Añadió, mirándose a sí mismo y su traje negro moteado de blanco. - ¿Suele estar usted aquí todos los días? ¿Es... su trabajo? - Preguntó, antes de dar el primer sorbo al café. Esperando no haber sonado demasiado sardónico al categorizar aquello de "trabajo".
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Jue Abr 21, 2022 9:22 am por Timelady
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Capítulo 1
Salazar...
Guardó el nombre en su cabeza. Era un nombre curioso y a ella le gustaban las cosas curiosas. Aunque no le gustaba especialmente ese hombre, o quizá sí. A ver, era atractivo, claro que sí. Pero demasiado serio, aunque quizá eso cambiara con el café... y unas galletas. ¿Muchas galletas?
Ya estando en la caseta trató de acomodarle lo mejor que pudo para que no hubiera más accidentes y pudiera tomarse el descanso para desayunar que claramente necesitaba. Asintió cuando pidió su café solo y se acercó a la cafetera que tenían para prepararle un vaso, junto al que colocó un par de sobrecillos de azúcar y un platito de galletas.
- No, la feria solo se organiza una vez al año. -Explicó con sencillez, dejando todo a su alcance y haciendo un gesto de la mano cuando se lo agradeció.- No es nada. Si quiere más galletas o alguna otra cosa. Creo que podemos encontrar algo. -Era normal que lo tomara como una compensación, en el fondo lo era un poco.- Un buen desayuno seguro que mejorará su día. -Comentó convencida de que así sería.
Miró alrededor cuando le preguntó aquello y se rio un poco apenas.- En cierto modo. Aunque no aquí. -Explicó.- Tengo una pastelería y organizamos cursos de repostería para niños. ¡Le daré una tarjeta! -Se acercó al pequeño mostrador donde había muestras y folletos y le trajo uno de ellos y una tarjeta en color amarillo.- Así podrá venir cuando necesite algún dulce o si quiere enviarme la factura de la tintorería. -Ofreció alegremente.- Claro que estaremos aquí toda la semana. -En el folleto también venía incluida alguna información sobre la feria, por qué se organizaba y los horarios.
Guardó el nombre en su cabeza. Era un nombre curioso y a ella le gustaban las cosas curiosas. Aunque no le gustaba especialmente ese hombre, o quizá sí. A ver, era atractivo, claro que sí. Pero demasiado serio, aunque quizá eso cambiara con el café... y unas galletas. ¿Muchas galletas?
Ya estando en la caseta trató de acomodarle lo mejor que pudo para que no hubiera más accidentes y pudiera tomarse el descanso para desayunar que claramente necesitaba. Asintió cuando pidió su café solo y se acercó a la cafetera que tenían para prepararle un vaso, junto al que colocó un par de sobrecillos de azúcar y un platito de galletas.
- No, la feria solo se organiza una vez al año. -Explicó con sencillez, dejando todo a su alcance y haciendo un gesto de la mano cuando se lo agradeció.- No es nada. Si quiere más galletas o alguna otra cosa. Creo que podemos encontrar algo. -Era normal que lo tomara como una compensación, en el fondo lo era un poco.- Un buen desayuno seguro que mejorará su día. -Comentó convencida de que así sería.
Miró alrededor cuando le preguntó aquello y se rio un poco apenas.- En cierto modo. Aunque no aquí. -Explicó.- Tengo una pastelería y organizamos cursos de repostería para niños. ¡Le daré una tarjeta! -Se acercó al pequeño mostrador donde había muestras y folletos y le trajo uno de ellos y una tarjeta en color amarillo.- Así podrá venir cuando necesite algún dulce o si quiere enviarme la factura de la tintorería. -Ofreció alegremente.- Claro que estaremos aquí toda la semana. -En el folleto también venía incluida alguna información sobre la feria, por qué se organizaba y los horarios.
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Sáb Ago 20, 2022 5:43 pm por Freyja
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Capítulo 1
Esbozó una sonrisa que debió resultar muy falsa, con el café cerca de los labios. Sí, un buen desayuno compensaría su día, claro. ¿De donde había salido esa mujer? ¿Del país de las piruletas? Probablemente un buen desayuno arreglara su malogrado traje estropeado y sus estresantes e infructíferos negocios, que le tenían al borde del colapso. Pero en vistas de que su "socio" no pensaba acudir a su cita y de que, igualmente, ya estaba perdiendo el tiempo... al menos, comía. Era cierto que tenía bastante hambre.
- Qué suerte la mía de haber venido justo el día en que se celebra. - Comentó, de nuevo con la sonrisa tensa, no disimulando nada el sarcasmo... bueno, quizás lo había disimulado un poco. Esa mujer estaba siendo tan amable que hasta le daba pena lanzarle hiel, a pesar de que fuera parte culpable de que estuviera con el día más empeorado de lo que ya de por sí estaba.
Asintió con comprensión superficial. Así que pastelera y cuidadora de niños. Lo dicho, persona que vivía en el país de las piruletas. Siendo puramente prácticos, no era como que pudiera decir que sus trabajos no sirvieran para nada: en todos los cumpleaños era bien recibida una tarta, que alguien tenía que hacer, y algún día tendría hijos que alguien tenía que cuidar. Sus trabajadores, sin ir más lejos, tenían hijos que, de no existir gente que los cuidara, no podrían ir a trabajar. O sea que, útil en el sentido estricto de la palabra, podía considerarse que era su trabajo. Pero desde su altísimo enfoque empresarial, le sonaba a mundo de fantasía labrarse un sueldo mensual haciendo pasteles y cantando canciones infantiles. Qué bien vivían algunas personas... Aunque, siendo sinceros, no querría él esos trabajos ni regalados.
No le dio tiempo a reaccionar más que con un parpadeo incrédulo cuando le dio una tarjeta. Carraspeó levemente, cogiéndola. - Gracias. - Por decir algo. - No tengo hijos que dejar a su cargo, pero prometo tenerla en cuenta para mi próximo cumpleaños. Por si necesito un pastel, quiero decir. - Si es que de aquí a lo que faltaba para su cumpleaños no se le había olvidado aquel encuentro, o tirado la tarjeta a la basura. O si es que fuera a celebrar su cumpleaños, cosa que no hacía desde los... ¿Doce años? En fin, algunos tenían vida de personas adultas y esas cosas. Junto con la tarjeta le había dado un folleto que Salazar ojeó. - Debe ser... un trabajo gratificante, imagino. - La miró, de nuevo con la sonrisa artificial en sus labios cerrados. - Los niños la quieren y a todo el mundo le gustan los dulces. Vivirá usted muy poco estresada. - Rio entre dientes. - Debo reconocer que la envidio. - Para nada, pensó. Tss, niños y dulces... Lo dicho. Algunas personas no asumían que, en algún momento, había que empezar a ser un adulto.
- Qué suerte la mía de haber venido justo el día en que se celebra. - Comentó, de nuevo con la sonrisa tensa, no disimulando nada el sarcasmo... bueno, quizás lo había disimulado un poco. Esa mujer estaba siendo tan amable que hasta le daba pena lanzarle hiel, a pesar de que fuera parte culpable de que estuviera con el día más empeorado de lo que ya de por sí estaba.
Asintió con comprensión superficial. Así que pastelera y cuidadora de niños. Lo dicho, persona que vivía en el país de las piruletas. Siendo puramente prácticos, no era como que pudiera decir que sus trabajos no sirvieran para nada: en todos los cumpleaños era bien recibida una tarta, que alguien tenía que hacer, y algún día tendría hijos que alguien tenía que cuidar. Sus trabajadores, sin ir más lejos, tenían hijos que, de no existir gente que los cuidara, no podrían ir a trabajar. O sea que, útil en el sentido estricto de la palabra, podía considerarse que era su trabajo. Pero desde su altísimo enfoque empresarial, le sonaba a mundo de fantasía labrarse un sueldo mensual haciendo pasteles y cantando canciones infantiles. Qué bien vivían algunas personas... Aunque, siendo sinceros, no querría él esos trabajos ni regalados.
No le dio tiempo a reaccionar más que con un parpadeo incrédulo cuando le dio una tarjeta. Carraspeó levemente, cogiéndola. - Gracias. - Por decir algo. - No tengo hijos que dejar a su cargo, pero prometo tenerla en cuenta para mi próximo cumpleaños. Por si necesito un pastel, quiero decir. - Si es que de aquí a lo que faltaba para su cumpleaños no se le había olvidado aquel encuentro, o tirado la tarjeta a la basura. O si es que fuera a celebrar su cumpleaños, cosa que no hacía desde los... ¿Doce años? En fin, algunos tenían vida de personas adultas y esas cosas. Junto con la tarjeta le había dado un folleto que Salazar ojeó. - Debe ser... un trabajo gratificante, imagino. - La miró, de nuevo con la sonrisa artificial en sus labios cerrados. - Los niños la quieren y a todo el mundo le gustan los dulces. Vivirá usted muy poco estresada. - Rio entre dientes. - Debo reconocer que la envidio. - Para nada, pensó. Tss, niños y dulces... Lo dicho. Algunas personas no asumían que, en algún momento, había que empezar a ser un adulto.
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Sáb Sep 03, 2022 1:24 pm por Timelady
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Capítulo 1
Vaya... Helga seguía añadiendo cantidades ingentes de galletas a la fórmula que estaba tratando de hacer mentalmente sobre cuántas necesitaría aquel buen hombre para relajarse un poco. Más que suficientes para hacer que alguien entrase en coma diabético, desgraciadamente.
Pero eso no significaba que ella fuera a dejar de mostrar su cara amable, porque se la había enseñado a tratar de igual modo a todo el mundo y estaba segura de que aunque Salazar hubiese olvidado a su niño interior, todavía estaba por allí dentro deseando escapar y divertirse, como pasaría con cualquiera.
- Oh, no, no se preocupe -Negó con la cabeza cuando habló de no tener hijos.- No quisiera que se sintiera obligado a contar con nosotros. -Aseguró, manos en alto para intentar trasmitir que esperaba no haberle hecho presionado.- Pero solo, si necesitase algo, espero que nos recuerde. -Y seguramente sería difícil de olvidar, por el incidente de la harina.- Aunque me encantaría hacer el pastel para su cumpleaños, de su color preferido y con los sabores que elija, claro. -Comentó con cierto entusiasmo, tratando de imaginarse su trabajo y cómo sería ese pastel en concreto. Sobrio, seguramente. Por algún motivo lo imaginaba oscuro, ¿de chocolate tal vez? Y con hojas de menta como adorno, muy verdes, llamativas, pero no demasiado.
Salió de aquella pequeña ensoñación cuando él continuó hablando.- ¡Sí que lo es! -Asintió alegre.- Une dos de las cosas que más me gustan, la cocina y la repostería y el ayudar a que los niños aprendan. -Creaba un entorno seguro donde aprendían a colaborar y compartir, disfrutar unidos. Y de paso repasaban las matemáticas a base de tener que medir ingredientes. Le encantaba cuando venían diciendo que habían utilizado algo aprendido allí con ella.
- No permito que me estresen, no. -Respondió a su suposición. En realidad, si quisiera, podría vivir muy preocupada. Teniendo que llevar las cuentas del local y las ventas, calculando beneficios y gastos y revisando estrategias de venta. Pero todo se hacía más fácilmente con una taza de chocolate caliente y una charla con Rowena si se le iba de las manos.- Y no creo que me envidie. -Añadió con resolución.- Porque estoy segura de que su trabajo le gusta y se le da bien. O no debería dedicarse a él. -Sonrió como conclusión final.
Pero eso no significaba que ella fuera a dejar de mostrar su cara amable, porque se la había enseñado a tratar de igual modo a todo el mundo y estaba segura de que aunque Salazar hubiese olvidado a su niño interior, todavía estaba por allí dentro deseando escapar y divertirse, como pasaría con cualquiera.
- Oh, no, no se preocupe -Negó con la cabeza cuando habló de no tener hijos.- No quisiera que se sintiera obligado a contar con nosotros. -Aseguró, manos en alto para intentar trasmitir que esperaba no haberle hecho presionado.- Pero solo, si necesitase algo, espero que nos recuerde. -Y seguramente sería difícil de olvidar, por el incidente de la harina.- Aunque me encantaría hacer el pastel para su cumpleaños, de su color preferido y con los sabores que elija, claro. -Comentó con cierto entusiasmo, tratando de imaginarse su trabajo y cómo sería ese pastel en concreto. Sobrio, seguramente. Por algún motivo lo imaginaba oscuro, ¿de chocolate tal vez? Y con hojas de menta como adorno, muy verdes, llamativas, pero no demasiado.
Salió de aquella pequeña ensoñación cuando él continuó hablando.- ¡Sí que lo es! -Asintió alegre.- Une dos de las cosas que más me gustan, la cocina y la repostería y el ayudar a que los niños aprendan. -Creaba un entorno seguro donde aprendían a colaborar y compartir, disfrutar unidos. Y de paso repasaban las matemáticas a base de tener que medir ingredientes. Le encantaba cuando venían diciendo que habían utilizado algo aprendido allí con ella.
- No permito que me estresen, no. -Respondió a su suposición. En realidad, si quisiera, podría vivir muy preocupada. Teniendo que llevar las cuentas del local y las ventas, calculando beneficios y gastos y revisando estrategias de venta. Pero todo se hacía más fácilmente con una taza de chocolate caliente y una charla con Rowena si se le iba de las manos.- Y no creo que me envidie. -Añadió con resolución.- Porque estoy segura de que su trabajo le gusta y se le da bien. O no debería dedicarse a él. -Sonrió como conclusión final.
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Dom Sep 18, 2022 12:47 pm por Freyja
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Capítulo 1
Y tanto que les iba a recordar. Algo le decía que aquel encuentro no se le iba a olvidar con tanta facilidad, pues su vida se reducía a prisas, estrés, llamadas, contactos, papeles y dinero. Y estaba tirado en un parque, aún lleno de harina, tomando café con galletas. Surrealista y ridículo, cualquiera que le viera... Por no hablar de que tendrían que torturarle para que reconociera que, en el fondo, aquello estaba bien, porque atravesaba de cabo a rabo todo lo que tuviera que ver con su personalidad, no podía ser más equidistante. Pero, lo dicho, olvidarlo... no lo iba a olvidar.
Lo del pastel de cumpleaños sí que le hizo reír, aunque no despegó los labios. Era una de esas risas sutiles y que sonaban a hombre con superioridad que dejaba escapar siempre... aunque más sincera de las que solía dedicar. - Me gusta el verde. No sé si hay algún sabor que pueda pegarle... no creo que una tarta de mente esté muy comestible. Demasiado intenso para mi gusto. - Respondió, todo lo distendido que Salazar podía estar. Pero es que ni su madre le había ofrecido nunca "hacerle una tarta del sabor que más le guste y su color favorito". No es que se hubiera criado en el entorno más amoroso, ni de niño, ni de joven, ni mucho menos ahora de adulto, así que esa sugerencia le chirriaba cuanto menos. Pero podía seguirle el rollo a la loca de las galletas. Total, ya que estaba allí igualmente...
Así que dos de las cosas (o sea, había más) que más le gustaban eran la repostería y que los niños aprendan. ¿Y cuál es la otra? ¿Los unicornios? Pensó en un tono burlón que rozaba lo ofensivo, pero lo cierto era que... ahora que lo pensaba... ¿Qué le gustaba a él? No es como que hubiera... cosas que despertaran su entusiasmo especialmente... ¡Ah, lo que le faltaba! ¿Qué llevaba esa harina? ¿Droga? Porque le estaban haciendo pensar demasiado y muchas tonterías, dicho fuera de paso.
Ladeó la cabeza, con una sonrisa ladina y los ojos entrecerrados, como si tuviera... curiosidad real por aquello. Quizás la tuviese en parte. - ¿Y cómo se hace eso? Permitir que no la estresen, quiero decir. - Volvió a emitir una leve y casi inaudible risa con los labios cerrados. - Me considero un hombre bastante... no sabría como llamarlo. ¿Poderoso? Bueno, influyente. O con contactos. Y, sin embargo, creo que si ordenara que no me estresaran, nadie me haría el mejor caso. - Abrió los brazos en cruz. - ¡Aquí me veo, de hecho! En un parque, tomando café y dulces con una desconocida porque un socio con el que tenía un importante negocio que hacer me ha dejado plantado. - Y sentía taquicardia cada vez que pensaba en las repercusiones que iba a tener eso, hasta un leve mareo. Buf, como empezara a pensarlo... - Pues sí que... voy a tener que envidiarla, la verdad. - Dijo con un suspiro resignado y extrañamente sincero viniendo de él, cambiando la mirada a otra parte y dando un sorbo al café. Cuando tragó, añadió, sin mirarla, como pensativo. - Trabajo de lo que da de comer. Para eso está el trabajo al fin y al cabo. - La miró y puso una sonrisa irónica. - En cuanto a dárseme bien... Se me daría mejor si la gente fuera un poco más colaboradora. - Y, con respecto a lo de gustarle, mejor no contestaba.
Lo del pastel de cumpleaños sí que le hizo reír, aunque no despegó los labios. Era una de esas risas sutiles y que sonaban a hombre con superioridad que dejaba escapar siempre... aunque más sincera de las que solía dedicar. - Me gusta el verde. No sé si hay algún sabor que pueda pegarle... no creo que una tarta de mente esté muy comestible. Demasiado intenso para mi gusto. - Respondió, todo lo distendido que Salazar podía estar. Pero es que ni su madre le había ofrecido nunca "hacerle una tarta del sabor que más le guste y su color favorito". No es que se hubiera criado en el entorno más amoroso, ni de niño, ni de joven, ni mucho menos ahora de adulto, así que esa sugerencia le chirriaba cuanto menos. Pero podía seguirle el rollo a la loca de las galletas. Total, ya que estaba allí igualmente...
Así que dos de las cosas (o sea, había más) que más le gustaban eran la repostería y que los niños aprendan. ¿Y cuál es la otra? ¿Los unicornios? Pensó en un tono burlón que rozaba lo ofensivo, pero lo cierto era que... ahora que lo pensaba... ¿Qué le gustaba a él? No es como que hubiera... cosas que despertaran su entusiasmo especialmente... ¡Ah, lo que le faltaba! ¿Qué llevaba esa harina? ¿Droga? Porque le estaban haciendo pensar demasiado y muchas tonterías, dicho fuera de paso.
Ladeó la cabeza, con una sonrisa ladina y los ojos entrecerrados, como si tuviera... curiosidad real por aquello. Quizás la tuviese en parte. - ¿Y cómo se hace eso? Permitir que no la estresen, quiero decir. - Volvió a emitir una leve y casi inaudible risa con los labios cerrados. - Me considero un hombre bastante... no sabría como llamarlo. ¿Poderoso? Bueno, influyente. O con contactos. Y, sin embargo, creo que si ordenara que no me estresaran, nadie me haría el mejor caso. - Abrió los brazos en cruz. - ¡Aquí me veo, de hecho! En un parque, tomando café y dulces con una desconocida porque un socio con el que tenía un importante negocio que hacer me ha dejado plantado. - Y sentía taquicardia cada vez que pensaba en las repercusiones que iba a tener eso, hasta un leve mareo. Buf, como empezara a pensarlo... - Pues sí que... voy a tener que envidiarla, la verdad. - Dijo con un suspiro resignado y extrañamente sincero viniendo de él, cambiando la mirada a otra parte y dando un sorbo al café. Cuando tragó, añadió, sin mirarla, como pensativo. - Trabajo de lo que da de comer. Para eso está el trabajo al fin y al cabo. - La miró y puso una sonrisa irónica. - En cuanto a dárseme bien... Se me daría mejor si la gente fuera un poco más colaboradora. - Y, con respecto a lo de gustarle, mejor no contestaba.
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Mar Sep 20, 2022 3:36 pm por Timelady
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Capítulo 1
Qué curioso, no se había equivocado al pensar que el verde sería un buen color para él. Tenía cierta habilidad para adivinar lo que las personas necesitaban en la pastelería, pero se sorprendía cuando acertaba ante alguien que a todas luces era un poco más hermético que el resto.- Sí, de menta solamente sería demasiado intenso. Pero quizá con chocolate. Si no lo ha probado nunca se lo recomiendo. -Añadió alegre.- Aunque si prefiere algo con menos intensidad diría que el chocolate con pistacho. Es uno de mis helados preferidos, no se lo negaré. -Claro que a ella los helados le gustaban de casi cualquier sabor. Y más aún si incluían chocolate.
La pregunta sobre cómo conseguía que no la estresaran la hizo reír suavemente.- Siempre que me enfrento a algo que puede estresarme intento hacerlo en un ambiente agradable. Las facturas se revisan mucho mejor con una taza de chocolate caliente. -Comentó con una amplia sonrisa.- Y otra forma de hacerlo, aunque no es mi preferida pero sí más sencilla, es pensar que no es lo peor que podría pasar. -Resolvió pensando en cómo podría ejemplificarlo. Pero él le puso aquella situación como muestra.- Por ejemplo, está estresado porque su socio no ha acudido a la cita y ha terminado aquí con su traje sucio. Pero podría ser que hubiera habido un accidente que impidiese venir a su amigo. O lo que manchara su traje fuera algo que no se fuera con un simple lavado. -Formuló sin más.- ¿No le parece que, después de todo, un café y unas galletas no es el peor de los escenarios? -Le mostró una sonrisa, esperando de corazón que asintiera.
Entendía ahora, por lo que le estaba contando, que era un hombre ocupado, demasiado ocupado como para desayunar en condiciones al parecer, y que se consideraba poderoso. Entonces entendió que la envidiara. Era sabido que las personas como él que solo trabajan por el dinero no eran las más felices. Casi podría sentir pena.
- ¿Y no hay una forma de hacer que la gente sea más colaborativa con usted? A veces se nos olvida que para mejorar algo tenemos que impulsar el cambio. -Le recordó, con su ánimo y dulzura habitual. Sin pensar ni por un momento si se estaba excediendo o no.- Todos son más colaborativos ante la amabilidad, o ante los dulces. -Bromeó un poco.- La verdad es que nunca he trabajado en una oficina ni nada parecido. Pero la amabilidad nunca me ha fallado ante las personas más difíciles.
La pregunta sobre cómo conseguía que no la estresaran la hizo reír suavemente.- Siempre que me enfrento a algo que puede estresarme intento hacerlo en un ambiente agradable. Las facturas se revisan mucho mejor con una taza de chocolate caliente. -Comentó con una amplia sonrisa.- Y otra forma de hacerlo, aunque no es mi preferida pero sí más sencilla, es pensar que no es lo peor que podría pasar. -Resolvió pensando en cómo podría ejemplificarlo. Pero él le puso aquella situación como muestra.- Por ejemplo, está estresado porque su socio no ha acudido a la cita y ha terminado aquí con su traje sucio. Pero podría ser que hubiera habido un accidente que impidiese venir a su amigo. O lo que manchara su traje fuera algo que no se fuera con un simple lavado. -Formuló sin más.- ¿No le parece que, después de todo, un café y unas galletas no es el peor de los escenarios? -Le mostró una sonrisa, esperando de corazón que asintiera.
Entendía ahora, por lo que le estaba contando, que era un hombre ocupado, demasiado ocupado como para desayunar en condiciones al parecer, y que se consideraba poderoso. Entonces entendió que la envidiara. Era sabido que las personas como él que solo trabajan por el dinero no eran las más felices. Casi podría sentir pena.
- ¿Y no hay una forma de hacer que la gente sea más colaborativa con usted? A veces se nos olvida que para mejorar algo tenemos que impulsar el cambio. -Le recordó, con su ánimo y dulzura habitual. Sin pensar ni por un momento si se estaba excediendo o no.- Todos son más colaborativos ante la amabilidad, o ante los dulces. -Bromeó un poco.- La verdad es que nunca he trabajado en una oficina ni nada parecido. Pero la amabilidad nunca me ha fallado ante las personas más difíciles.
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Jue Dic 22, 2022 2:49 pm por Freyja
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Capítulo 1
Hizo una mueca sutilmente impresionada, que le daba su aspecto no poco arrogante habitual, y movió la cabeza. - No soy especialmente fan del chocolate, solo me gusta el puro, soy más de sabores amargos... Aunque no descarto probar el chocolate negro con pistachos. - ¿Pero se podía saber qué narices hacía hablando con una desconocida sobre dulces? No, no una desconocida. Una hippie a todas luces que le había llenado de harina un traje carísimo. Estaba perdiendo la cabeza, definitivamente...
Sonrió levemente. Que las facturas se revisaban mejor con chocolate... lo dudaba profundamente. El trabajo era trabajo. Aunque de nuevo se sorprendió pensando que no perdía nada por intentarlo... Esa mujer irradiaba demasiada luz a un ser eminentemente oscuro como era él. Y cuando escuchó su conclusión, no pudo sino reír con los labios cerrados. ¡Oh, por supuesto que sí! Podrían estar todos muertos y sería peor. Así también sabía ser positivo él... Aunque... - Supongo que tiene razón. - No lo estaba diciendo en serio. Es decir, esa mujer no estaba bien de la cabeza, claramente... aunque le resultaba dulce. Empalagosa, más bien... No, era agradable. Era agradable... hablar de vez en cuando con alguien que no fuera un tiburón financiero a punto de devorarte. Era un mar en el que no estaba acostumbrado a nadar, y no podía evitar pensar qué escondería aquella chica, no se podía ser tan feliz en la vida.
Lo siguiente que dijo hizo que la mirara con genuina confusión, tanto que perdió un poco su fachada fría habitual por culpa del interés en sus palabras. - ¿Cambio? - Soltó una muda carcajada con los labios cerrados. - Ya he lanzado todas las amenazas posibles para pedir formalidad. - Claramente no estaban hablando el mismo idioma. Quedó evidenciado cuando habló de amabilidad y dulces. Sí, probablemente en un mundo de dibujos animados eso funcione, pensó. Rio levemente, con una sonrisa ladeada. - Tendré que probarlo, entonces. - Y ya empezaba a sentirse (aún más) ridículo en ese escenario, por no hablar del tiempo que estaba perdiendo. Se acabó la charla distendida.
Apuró su café y se levantó. - Gracias por el desayuno. - Ladeó la cabeza y la sonrisa. - Siento no poder ser mucho más efusivo en mi agradecimiento... Será porque sigo manchado de harina. - Lo cierto era que... puede que la mujer tuviera algo de razón. Había sido tan amable con él que, en vez de increparla y largarse de allí echando serpientes por la boca, habían acabado hasta desayunando juntos, y ni siquiera la odiaba... ¿O había sido todo una argucia para librarse de pagarle la tintorería? Sea como fuere, estaba un poco menos enfadado. Aunque el tedio por enfrentarse a los tiburones de nuevo no se le había pasado. Suspiró y la miró. - La tendré en cuenta para... celebraciones futuras. - Miró a su alrededor y dijo. - Suerte con... - Se limitó a señalar a los niños, los pasteles, la multitud y todo ese ambiente que no iba para nada con él, en vez de decir nada. Tras lo cual, con su estudiada sonrisa de hombre de negocios, hizo un cortés gesto con la cabeza y se marchó. Aunque quizás... había sido menos forzada y más natural esa sonrisa. Más de lo que estaría dispuesto a reconocer, por supuesto.
Sonrió levemente. Que las facturas se revisaban mejor con chocolate... lo dudaba profundamente. El trabajo era trabajo. Aunque de nuevo se sorprendió pensando que no perdía nada por intentarlo... Esa mujer irradiaba demasiada luz a un ser eminentemente oscuro como era él. Y cuando escuchó su conclusión, no pudo sino reír con los labios cerrados. ¡Oh, por supuesto que sí! Podrían estar todos muertos y sería peor. Así también sabía ser positivo él... Aunque... - Supongo que tiene razón. - No lo estaba diciendo en serio. Es decir, esa mujer no estaba bien de la cabeza, claramente... aunque le resultaba dulce. Empalagosa, más bien... No, era agradable. Era agradable... hablar de vez en cuando con alguien que no fuera un tiburón financiero a punto de devorarte. Era un mar en el que no estaba acostumbrado a nadar, y no podía evitar pensar qué escondería aquella chica, no se podía ser tan feliz en la vida.
Lo siguiente que dijo hizo que la mirara con genuina confusión, tanto que perdió un poco su fachada fría habitual por culpa del interés en sus palabras. - ¿Cambio? - Soltó una muda carcajada con los labios cerrados. - Ya he lanzado todas las amenazas posibles para pedir formalidad. - Claramente no estaban hablando el mismo idioma. Quedó evidenciado cuando habló de amabilidad y dulces. Sí, probablemente en un mundo de dibujos animados eso funcione, pensó. Rio levemente, con una sonrisa ladeada. - Tendré que probarlo, entonces. - Y ya empezaba a sentirse (aún más) ridículo en ese escenario, por no hablar del tiempo que estaba perdiendo. Se acabó la charla distendida.
Apuró su café y se levantó. - Gracias por el desayuno. - Ladeó la cabeza y la sonrisa. - Siento no poder ser mucho más efusivo en mi agradecimiento... Será porque sigo manchado de harina. - Lo cierto era que... puede que la mujer tuviera algo de razón. Había sido tan amable con él que, en vez de increparla y largarse de allí echando serpientes por la boca, habían acabado hasta desayunando juntos, y ni siquiera la odiaba... ¿O había sido todo una argucia para librarse de pagarle la tintorería? Sea como fuere, estaba un poco menos enfadado. Aunque el tedio por enfrentarse a los tiburones de nuevo no se le había pasado. Suspiró y la miró. - La tendré en cuenta para... celebraciones futuras. - Miró a su alrededor y dijo. - Suerte con... - Se limitó a señalar a los niños, los pasteles, la multitud y todo ese ambiente que no iba para nada con él, en vez de decir nada. Tras lo cual, con su estudiada sonrisa de hombre de negocios, hizo un cortés gesto con la cabeza y se marchó. Aunque quizás... había sido menos forzada y más natural esa sonrisa. Más de lo que estaría dispuesto a reconocer, por supuesto.
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Mar Feb 14, 2023 10:50 am por Timelady
You can't cancel waterpolo
Capítulo 2
El hotel donde estaban convocados era impresionante. Les habían dado las mejores habitaciones y ¿aquella piscina? Era igual o incluso mejor que la que el equipo contrario se había ofrecido a cederles. Así que habían terminado entrenando allí.
Eran días de preparación antes del gran partido y todo parecía ir a salir de boca. Iban a ganar y nadie dudaba de eso.
Godric tenía además que enfrentarse a una rueda de prensa más tarde. Las detestaba, porque siempre parecía que su ímpetu le hacía meter la pata y esos periodistas se aprovechaban de cualquier pequeño cabo suelto para hacerle quedar mal. Pero se lo tomaba con humor y sabía que quienes le conocían no tenían esa imagen de él.
Por suerte había podido retrasarla porque el hotel también tenía algún tipo de concentración de empresarios o algo así, no es que hubiera prestado mucha atención a los detalles. No le interesaban.
Lo que le interesaba era el partido que estaban jugando en aquel momento, sin importar que hubiera personas alrededor, mirándoles, algunos esperando que firmaran autógrafos después o cualquier cosa. Los hombres eran ajenos a todo eso, incluyendo el grupo entrajetado que empezó a caminar por uno de los filos. O lo fueron, hasta que la pelota se escapó e impactó directamente contra una de las mujeres.
Una pelota que Godric tenía que haber atrapado, por eso fue el primero en salir del agua y acercarse a la accidentada.
- Vaya, no sabe cómo lo siento. ¿Se encuentra bien? -Preguntó al encontrarse con los ojos azules más grandes y bonitos que había visto nunca.
Eran días de preparación antes del gran partido y todo parecía ir a salir de boca. Iban a ganar y nadie dudaba de eso.
Godric tenía además que enfrentarse a una rueda de prensa más tarde. Las detestaba, porque siempre parecía que su ímpetu le hacía meter la pata y esos periodistas se aprovechaban de cualquier pequeño cabo suelto para hacerle quedar mal. Pero se lo tomaba con humor y sabía que quienes le conocían no tenían esa imagen de él.
Por suerte había podido retrasarla porque el hotel también tenía algún tipo de concentración de empresarios o algo así, no es que hubiera prestado mucha atención a los detalles. No le interesaban.
Lo que le interesaba era el partido que estaban jugando en aquel momento, sin importar que hubiera personas alrededor, mirándoles, algunos esperando que firmaran autógrafos después o cualquier cosa. Los hombres eran ajenos a todo eso, incluyendo el grupo entrajetado que empezó a caminar por uno de los filos. O lo fueron, hasta que la pelota se escapó e impactó directamente contra una de las mujeres.
Una pelota que Godric tenía que haber atrapado, por eso fue el primero en salir del agua y acercarse a la accidentada.
- Vaya, no sabe cómo lo siento. ¿Se encuentra bien? -Preguntó al encontrarse con los ojos azules más grandes y bonitos que había visto nunca.
Godric - Piscina del hotel - con Rowena
XIII


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Sáb Abr 15, 2023 12:27 pm por Freyja
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Capítulo 2
Había ido muy ilusionada a esa convención y se iba desilusionando a cada minuto que pasaba. Había rodado los ojos para sus adentros (no por fuera, aunque en la cara se le solía reflejar bastante cuando no estaba en sintonía con algo) unas mil veces. En su cabeza estaba relatándole a Helga absolutamente todo lo que estaba mal en aquella reunión de dinosaurios de la universidad. De verdad, Rowena, si es que eres tonta, solo a ti se te ocurre pensar que esto no era lo que era.
¿Qué pensaba Rowena que era? Una convención de los mejores historiadores, entendidos en arte, arqueólogos y antropólogos del país en la que se conocerían, compartirían sus conocimientos y avances en investigaciones, tendrían charlas interesantes y conocería gente nueva de su mundo, con las mismas inquietudes que ella, para nutrirse de más aprendizajes y aportar algo a los demás. ¿Qué había resultado ser? Uno de tantos actos institucionales de gente que había estudiado lo que había estudiado como podía haber estudiado cualquier otra cosa, porque lo que realmente querían era un cargo en las juntas de gobierno de la universidad, y hacerse muchas fotos todos juntos para figurar en las redes más importantes del mundillo y que siguieran sabiendo que estaban vivos. Vosotros estaréis vivos, pero la historia se muere como sigamos así. Estaba bastante ceniza.
Encima, llevaban casi cuarenta y cinco minutos paseándose por el hotel. Resultaba que, para congraciar al anfitrión, el director de aquel enorme y terriblemente feo edificio, había que escuchar toda su perorata de cómo el hotel era maravilloso, contaba con la mejor tecnología y tenía a unos felices y muy cualificados cientos de empleados a cargo. Muchas loas por parte de sus acompañantes, sonrisas mínimamente corteses por parte de ella. De verdad, estaba deseando salir corriendo de allí, vaya pérdida de tiempo.
Y para colmo, la piscina. Sería preciosa pero no le estaba aportando nada de nada, y con los tacones por el suelo semiencharcado no le parecía muy inteligente pasar (por no hablar de que le dolían los pies). Por supuesto, porque hoy el día estaba de no salirle nada bien, en uno de los momentos en los que seguía dándole vueltas al pensamiento obsesivo de "podría estar en cualquier otro lugar del mundo mejor que aquí", un impacto inesperado y directo a su espalda le cortó el aliento. Sus compañeros, al ver que no la habían matado en el acto, casi parecían más (protocolariamente) sorprendidos por el hecho de que coexistieran con una pelota que preocupados por su estado. - Estoy bien. - Dijo a los presentes, de cara a la galería para tranquilizar acerca de algo que a nadie parecía interesarle. Por dentro, con el tono pasivo agresivo de quien piensa ya sé que a nadie le importa, pero quiero resaltar vuestra mala educación por ni siquiera preguntarme.
Quien sí pareció interesarse fue el autor del crimen. Se giró hacia él con una nada disimulada mala cara. Al menos estaba teniendo la decencia de preguntar, lo cual no hacían ninguno de sus distinguidos y cultísimos acompañantes, pero ya había que tener la cabeza hueca para estar jugando a la pelota en una piscina con gente pasando. Hasta los niños de siete años cesan la actividad cuando hay gente pasando. - Estoy bien. - Repitió. Miró levemente por encima de su hombro y luego le miró a él. - ¿Convención deportiva? - Preguntó con una sonrisa fruncida tan sutil como artificial y los ojos entrecerrados. En otras palabras: cuidadito con la pelota. Bah, dudaba que tuviera los suficientes dedos de frente como para pillarlo.
¿Qué pensaba Rowena que era? Una convención de los mejores historiadores, entendidos en arte, arqueólogos y antropólogos del país en la que se conocerían, compartirían sus conocimientos y avances en investigaciones, tendrían charlas interesantes y conocería gente nueva de su mundo, con las mismas inquietudes que ella, para nutrirse de más aprendizajes y aportar algo a los demás. ¿Qué había resultado ser? Uno de tantos actos institucionales de gente que había estudiado lo que había estudiado como podía haber estudiado cualquier otra cosa, porque lo que realmente querían era un cargo en las juntas de gobierno de la universidad, y hacerse muchas fotos todos juntos para figurar en las redes más importantes del mundillo y que siguieran sabiendo que estaban vivos. Vosotros estaréis vivos, pero la historia se muere como sigamos así. Estaba bastante ceniza.
Encima, llevaban casi cuarenta y cinco minutos paseándose por el hotel. Resultaba que, para congraciar al anfitrión, el director de aquel enorme y terriblemente feo edificio, había que escuchar toda su perorata de cómo el hotel era maravilloso, contaba con la mejor tecnología y tenía a unos felices y muy cualificados cientos de empleados a cargo. Muchas loas por parte de sus acompañantes, sonrisas mínimamente corteses por parte de ella. De verdad, estaba deseando salir corriendo de allí, vaya pérdida de tiempo.
Y para colmo, la piscina. Sería preciosa pero no le estaba aportando nada de nada, y con los tacones por el suelo semiencharcado no le parecía muy inteligente pasar (por no hablar de que le dolían los pies). Por supuesto, porque hoy el día estaba de no salirle nada bien, en uno de los momentos en los que seguía dándole vueltas al pensamiento obsesivo de "podría estar en cualquier otro lugar del mundo mejor que aquí", un impacto inesperado y directo a su espalda le cortó el aliento. Sus compañeros, al ver que no la habían matado en el acto, casi parecían más (protocolariamente) sorprendidos por el hecho de que coexistieran con una pelota que preocupados por su estado. - Estoy bien. - Dijo a los presentes, de cara a la galería para tranquilizar acerca de algo que a nadie parecía interesarle. Por dentro, con el tono pasivo agresivo de quien piensa ya sé que a nadie le importa, pero quiero resaltar vuestra mala educación por ni siquiera preguntarme.
Quien sí pareció interesarse fue el autor del crimen. Se giró hacia él con una nada disimulada mala cara. Al menos estaba teniendo la decencia de preguntar, lo cual no hacían ninguno de sus distinguidos y cultísimos acompañantes, pero ya había que tener la cabeza hueca para estar jugando a la pelota en una piscina con gente pasando. Hasta los niños de siete años cesan la actividad cuando hay gente pasando. - Estoy bien. - Repitió. Miró levemente por encima de su hombro y luego le miró a él. - ¿Convención deportiva? - Preguntó con una sonrisa fruncida tan sutil como artificial y los ojos entrecerrados. En otras palabras: cuidadito con la pelota. Bah, dudaba que tuviera los suficientes dedos de frente como para pillarlo.
Rowena - Piscina del hotel - con Godric
XIII

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Miér Mayo 31, 2023 7:14 am por Timelady
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Capítulo 2
La mujer, preciosa por cierto, aseguró que estaba bien. Eso le hizo sentir un alivio inmediato, pero también buscar la forma en que podía disculparse con ella. Porque era lo apropiado después de haberla interrumpido y, posiblemente, manchar aquel traje que parecía de los caros.
- Me alegro de que se encuentre bien, lo lamento mucho. -Se disculpó de nuevo con esa sonrisa culpable que nunca podía ocultar.
Asintió a su pregunta con entusiasmo.- Así es. Entrenamos para un partido contra el equipo local. -Le explicó, porque seguramente fuera información importante para cualquiera. Al menos explicaba por qué jugaban allí.- Nos han cedido unas instalaciones, pero la piscina del hotel es mucho mejor y nos dijeron que no importaba que estuvieramos aquí en este horario. No sabíamos que iban a pasar ustedes... -La miró a ella y a los demás señores entrajetados sin saber muy bien de qué podía ser la reunión o qué hacían en la piscina, desentonaban un poco.
Se le ocurrió entonces un modo en que podía compensarla por el mal rato.- ¿Sabe? Hay mucha expectación por el partido, pero estoy seguro de que vamos a ganar. -Empezó a hablar para intentar hilar sus pensamientos.- Puedo dejarle unas entradas en la recepción para que venga a vernos. Lo pasará bien, seguro. -¿Cómo no iba a pasarlo bien en un partido de waterpolo? Seguro que era mucho más entretenido que lo que fuera que esos señores pudieran contarle. Parecían un poco aburridos.
Godric - Piscina del hotel - con Rowena
XIII


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