Apenas se dio cuenta de lo que pasaba a su alrededor, en algún punto tuvo que soltar a su hermano para que pudiese hablar con la joven que los había ayudado, sin embargo, no pudo soltar a Eleanor. Temía que si soltaba a su pequeña hermana esta se fuese a evaporar en sus brazos. Creía que estaban seguros en casa, pero se había equivocado. Vio pasar a algunos de sus amigos, saludando a la distancia y agradeciendo ver caras conocidas, a pesar de estar más o menos magullados. Las noticias de las muertas que surgieron en el callejón golpearían a todos de mayor o menor medida.

Estaba esperando por Mikaela, pero era consciente de que debía llevarse a sus hermanos y por primera vez en mucho tiempo su corazón se dividió. Sus hermanos siempre fueron una prioridad en su cabeza, Gideon sabía a la perfección que dejaría todo por salvarlos, pero saber que Mikaela estaba rodeada de aurores y no podía llegar a ella alzaba una alerta en su cabeza, una que lo hacía temblar. No fue hasta que la vio con un hombre que parecía ser su padre que se quedó más tranquilo, fue un susurro entre ellos, una promesa de que le escribiría para que pudiesen verse, pero fue la primera vez que se dio cuenta que parte de su corazón se iba con ella.

—Mark, deberíamos ir yendo— llamó a su hermano menor, viendo a la joven que estaba con él —. Si quieres podemos acompañarla a casa para que te quedes tranquilo— ofreció, sabiendo que era momento de que todos se movieran.

21.12.19 + Residencia Blythe

Se alejó de su familia para hablar con Hope durante unos minutos. Sabía que estaba bien porque no la había perdido de vista cuando todo estalló, pero eso no significaba que estuviera por dejarla allí. Quizá por eso cuando escuchó la voz de Gideon asintió.

—Te dejaremos en casa, podemos esperar hasta que avisen a tus padres— dijo, aunque no fue necesaria la espera, era evidente que el mundo mágico ya se había enterado de lo ocurrido allí.

Ni siquiera tuvo corazón para atender a la pregunta de Eleanor, simplemente tomó a Hope de la mano y se pusieron en fila para que los aurores pudieran asegurarse de que todo estaba en orden antes de permitirles salir del callejón.

—¿Crees que papá lo sepa?— preguntó a Gideon mientras caminaban. Su padre les había informado que estaría fuera del país durante unos días cuando regresaran, así que era seguro asumir que tal vez la noticia no había llegado aun a sus oídos.

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Gideon sonrió en dirección de la joven, sabiendo que su hermano se quedaría un poco más tranquilo si cogían ese camino. Para ser completamente honesto él también lo prefería, teniendo en cuenta la situación y lo que acababa de pasar era mejor que todas las personas volviesen acompañadas a sus hogares. El ataque podría repetirse y lo mejor sería que a nadie lo pillase solo, los aurores estaban haciendo su mejor esfuerzo para mantener a todo el mundo a raya y controlar quien entraba y salía del callejón, así que tener paciencia era lo que les quedaba.

— Me gustaría decirte que no, pero… — Era imposible mentir en una situación así, él mismo había visto la masacre y hasta a Mikaela como Nundu aplastar a un par de encapuchados que trataban de hacerle daño. Aquel ataque se había llevado más de una baja y si Eleanor no había visto ningún cuerpo eso que se llevaban, pero Gideon estaba convencido de que aquella pregunta venía más de la mano del shock a haber procesado lo sucedido en el callejón.

Mantuvo a su hermana cerca y cuando Mark hizo la pregunta los ojos azules de Gideon se cargaron de pesar. Pensar en su padre en una situación semejante no era lo primero que saltase a su cabeza.

— Aunque lo supiese no se habría movido de donde estuviese — respondió con cierta amargura, si se paraba a pensarlo lo más seguro es que se arrepintiese de que él no hubiese recibido algún hechizo a traición y poder llorar la muerte de su hijo sin necesidad de mancharse las manos. Claro que Gideon no podía estar más alejado de la realidad, en ese caso hubiese sido su propio padre quien se hubiese manchado las manos.

Cuando les dieron permiso para marcharse de donde estaba tomó las indicaciones de Hope para aparecerse allí. A la salida del callejón los aurores habían dejado claro que los menores de edad no podían hacer magia, eran las reglas del colegio y del ministerio y aunque fuesen a hacer la vista gorda con el ataque no sería así al salir.

— ¿Tienes frío? — Preguntó en dirección de Eleanor, esperando porque Mark se despidiese de Hope antes de irse a casa.

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Las palabras de Gideon lo golpearon con mas fuerza de la que esperaba. Aunque le gustaba fingir lo contrario, Marcus no dejaba de ser un niño que acababa de vivir una experiencia traumática y que deseaba que sus padres lo protegieran. En su lugar, su hermano mayor estaba caminando a su lado y tomando un papel que no debería pertenecerle, pero que a Gideon se le daba mejor de lo que Mark le gustaría admitir. Se sentía protegido a su lado, aunque no se lo diría en voz alta.

Las direcciones para aparecer en la casa de Hope eran sencillas, Mark sabía cómo hacerlo pero dejó que fuese Gideon quien llevara el mando de la situación, ya bastante había utilizado su magia teniendo en cuenta todo. Cuando estuvieron frente a su puerta, Mark se acercó a la morena y acarició su mejilla.

—Escríbeme cuando pueda venir a verte— pidió, antes de verla marchar hacia su puerta. Su familia estaba esperando por ella, y eso era suficiente para que Mark se sintiera tranquilo al dejarla ir. Se giró de nuevo hacia sus hermanos, forzando una sonrisa.

—Sus padres no la dejarán sola— dijo, intentando que esa pizca de resentimiento no se notara en su tono de voz, aunque estuviera siendo más transparente de lo que deseaba.

—¿Queréis volver a casa?— preguntó, porque Mark sabía bien lo que se encontrarían: una madre que no se había enterado de lo ocurrido, y un padre completamente ausente. Solo se tenían entre ellos... Quizá era momento de que empezara a admitirlo.

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Cuando veía a Eleanor a su lado parecía olvidar que ya no era la niña de cinco años que se aferraba a su mano para no quedarse sola. Todos habían crecido lo suficiente para ser conscientes del mundo que les rodeaba, pero Gideon era incapaz de no ver a sus hermanos como los niños que había tenido que proteger. Seguía siendo así a pesar de todo lo ocurrido, Eleanor siempre sería su pequeña niña por mucho que creciese, por mucho que en ese momento ya fuese una mujer más que capacitada.

— Quédate con mi abrigo — respondió, quitándose la prenda oscura y poniéndola sobre los hombros de su hermana —. Deja que tu hermano te cuide — añadió, antes de poder escuchar cualquier replica. Tocó la punta de su nariz, enrojecida y fría por la punta de su índice y en efecto había hecho el mejor movimiento con la pequeña.

No necesitaba ser fuerte por ellos, pero Eleanor se mantenía tan estoica como cualquiera de ellos dos cuando se trataba de fingir que no se encontraba mal. Agradecía esa preocupación, pero Gideon estaba ahí para cuidarlos a ambos.

— Será lo mejor, teniendo en cuenta lo sucedido no creo que sea seguro estar fuera — porque los aurores no se detendrían teniendo en cuenta lo sucedido, lo mejor era volver a casa cuando antes. Extendió la mano hacia Mark para que pudiese sujetarse y acercó a Eleanor hacia su cuerpo para concentrarse en el hechizo de aparición y que se moviesen de casa de Hope hasta la verja de la mansión Blythe.

Estaba tal y como la había dejado antes de marcharse al callejón. Gideon abrió la verja, permitiendo que sus hermanos pasaran primero para llegar hasta la puerta y entrar en el interior. La música sonaba suave en el fondo, pero no pareció haber movimiento, al menos no hasta que su madre apareció en el borde de las escaleras. Rostro apagado, labios rojos y mirada perdida, miró a sus tres hijos magullados como si viese a través de ellos. Como un acto reflejo Gideon se puso delante de ambos, como si eso pudiese protegerlos de la indiferencia que su madre cargaba hacia todos ellos.

—Bienvenidos a casa — fueron sus únicas palabras, tras otra mirada silenciosa, como si tratase de ver a través de un velo demasiado denso. Fingió sonreír y simplemente caminó por el pasillo, casi como si ellos no existieran.

El corazón de Gideon martilleaba con fuerza, la rabia volvía a saltar como pocas cosas en la vida, pero tuvo que morderse la lengua. Porque no era el momento, había cosas más importantes en las cuales pensar que en sus padres.

— Lo mejor será que nos demos un baño caliente — se volvió hacia sus hermanos —, sé de una que se estaba congelando fuera — acarició la cabeza de Eleanor con cariño —. Voy a preparar algo caliente de beber, si necesitáis algo más avisadme, me encargaré de ello — si no había nadie más que lo hiciese Gideon lo haría, como había hecho siempre.  

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Tomó la mano de su hermano, sin cuestionarse sus decisiones, y para cuando volvió a parpadear se encontraba en su casa. Ver a su madre era lo que menos quería en ese momento, y pudo ver el paso hacia atrás que Eleanor dio para esconderse detrás de su hermano mayor. Mark se aclaró la garganta, disimuladamente poniéndose de pie al lado de Gideon mientras veía a la pequeña subir por las escaleras.

—No me tardo— dijo, esperando que su hermano lo escuchara antes de subir detrás de Ellie hacia su habitación. Los elfos domésticos llenaron la bañera para él y le dejaron solo. Mark se miró delante de un espejo, además de un par de magulladuras no estaba demasiado herido... Simplemente su ropa estaba destrozada y su rostro sucio.

Se metió en el agua caliente, intentando relajarse todo lo que pudo y retirar la suciedad que lo cubría. La calidez del baño lo reconfortó, pero no fue suficiente... Por eso, salió antes de que el agua se enfriara y se secó, poniéndose algo de ropa más abrigada antes de bajar a la cocina. Gideon ya estaba terminando de hacer bebidas calientes, muy a pesar de los elfos.

—Podríamos hacer algo para merendar— dijo, pero antes de poder ponerse en ello, sus ayudantes ya estaban dejando algo de tarta de calabaza en la encimera. Era la favorita de su madre, y siempre había en casa. Mark lo agradeció, sentándose.

—Ve a darte un baño también, Gideon... Si Eleanor baja la esperaré aquí— pidió, porque él también sentía esa necesidad de protegerlos, aunque nunca se le hubiera dado bien.

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El cansancio golpeó en el instante que vio a sus hermanos desaparecer escaleras arriba, la mansión Blythe tenía más espacio del que podrían desear, pero al menos también daba espacio para que su madre desaparecida pudiese salir de sus pensamientos. Su padre no se encontraba en casa y casi lo prefería, no podría ver su gesto de fingida preocupación para poner delante de la prensa y hablar de lo mal que se encontraba porque sus hijos hubiesen sido atacados por la falta de inteligencia del ministerio. No sabía cómo, pero su padre encontraría la manera de culpar a los que le convenía de aquel suceso.  

Entró en la cocina, buscando el caco en uno de los armarios, uno de sus elfos domésticos se acercó para ayudarlo y con amabilidad Gideon pidió que calentase la leche para poder terminar de organizarse. Le gustaba tener autonomía, pero sabía que aquellos pobre seres se sentía mal si no les dejabas hacer su trabajo.

Se sentó en una de las sillas, sirviendo la leche en los tres diferentes vasos y revolviendo el cacao, había dejado el azúcar en mitad de la mesa para ver si querían endulzarlo y esperaba poder animar el rostro al ver a sus hermanos aparecer, pero todos los sucesos de las últimas horas lo tenían todavía temblando. El ataque, sus amigos, Ella, sus hermanos y para finalizar su madre. Todo era como un batido en sus pensamientos y estaba seguro que terminaría por tener jaqueca.

Estaba masajeándose el puente de la nariz cuando escuchó a Mark, alzó la mirada, sonriendo levemente y asintiendo suavemente.

—Si, debo cambiarme de ropa — admitió, moviéndose de donde estaba para apretar el hombro de su hermano. Esperaba que su presencia en ese instante fuese suficiente, no podía dejar de esforzarse por alcanzar lo que sus padres no les daban, pero sabía que se quedaba a mitad de camino.

Subió las escaleras y vio a su hermana bajar, una sonrisa suave se posó en sus labios, ese gesto que intentaba decir que estaba bien.

— Mark está abajo, voy a darme una ducha rápida y cambiarme de ropa — le dio un toquecito en la barbilla —. No demasiada azúcar en el chocolate, ¿de acuerdo? — Deseaba que Eleanor pudiese dormir aquella noche, bastante había con las pesadillas.

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La cabeza le dolía pero sabía bien que no se trataba de algún golpe que se hubiera dado, simplemente la situación empezaba a pesarle. Ya no se encontraba siendo víctima de la terrible adrenalina que había sentido recorrer su cuerpo entero ante la idea de que si no sabía defenderse moriría, y no solo él corría peligro, sino también Hope y Eleanor. Tenía suerte de haber estado con las dos en el mismo espacio, de lo contrario su situación había sido mucho peor, víctima de la preocupación por su hermana menor y su mejor amiga... De una u otra forma, sabía que Gideon era mas fuerte que ellos, que podría defenderse solo, aunque agradeciera saber que estaba bien.

Sentirse de esa manera también lo confundía. Llevaba meses intentando mantener a su hermano mayor apartado de él, porque sus ideales no se alineaban con lo que Mark sabía que tenía que creer para poder hacerse con un espacio en el mundo mágico, uno en el que pudiera convertirse en alguien respetable. Aun así, cuando le vio después del ataque no pudo hacer más que abrazarse a él como cuando era un niño y se hacía daño en las rodillas al caerse. Se llamaría patético a sí mismo si no se hubiera dado cuenta de que necesitaba sentirse protegido, para variar.

La voz de Eleanor interrumpió sus pensamientos y se giró para mirarla, extendiendo su mano e invitándola a sentarse a su lado. Le extendió el chocolate que Gideon había preparado y señaló la tarta de calabaza que los elfos dejaron para ellos.

—No, creo que todavía no se ha enterado de lo que pasó— respondió, incapaz de mentirle. Tal vez la simple idea de que su madre se preocupara por ellos la consolaría, pero Mark no dejaba de procurar mantenerse realista en lo que a su hermana respectaba.  

—¿Te ha sentado bien el baño? ¿Quieres algo más?— preguntó, porque él mismo tenía el estómago cerrado, pero estaba intentando darle pequeños sorbos al chocolate para ver si de esa forma se sentía un poco mejor.

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El agua caliente fue una bendición que no creyó necesitar. Al retirarse la ropa manchada de tierra, hollín y sangre pudo darse cuenta de los peligros que habían corrido. Pensar en que habían ido a disfrutar de una festividad y todos habían acabado en esa tesitura era terrible. La seguridad de sus hermanos también lo hizo temblar. No tenía idea de que ambos habían salido de casa, si hubiese sabido que estaban allí dudaba haber podido mantener la calma que mantuvo, pero esa situación le hacía reafirmarse en los deseos de continuar un camino. Ser auror siempre había estado en su futuro, pero ahora estaba seguro de que era lo que debía perseguir, más que nunca proteger a los que amaba.

Al salir de la ducha, los elfos domésticos, habían dejado sus mudas limpias sobre la cama. Gideon apenas tardó unos minutos en terminar de secarse y vestirse. Todavía tenía unas cuantas magulladuras, pero era consciente de que terminarían de curarse en los próximos días.

Cerró la puerta de su cuarto, echando un vistazo a la puerta cerrada de su madre y asegurándose de que sus hermanos se encontraban abajo caminó hasta ella para abrirla. La mujer se encontraba tumbada en la cama, como un fantasma que no parecía tener más motivación que vivir en su propia burbuja.

— Ha habido un ataque en la salida que hemos tenido, los pequeños no han salido heridos, pero han visto cosas que no deberían. Necesitan de ti. — informó, tras cerrar la puerta y caminar despacio para quedarse en el borde de su cama. Elisa giró para mirarlo con aquellos ojos que Gideon había heredado, vidriosos y confusos por las palabras de su hijo —. No voy a pedirte que me consueles, madre, pero tienes dos hijos que necesitan que estés por una vez — una sola vez sería suficiente, que recordase que sus hijos la necesitaban.

— N-no p-pu-puedo — fue la única respuesta que recibió, viendo como volvía a darse la vuelta para olvidarse de la presencia de su hijo, tarareando una canción para calmar una ansiedad que Gideon no comprendía.

— Nunca puedes — fue lo único que respondió, con los puños tan firmemente apretados que sintió que iba a hacerse daño en las palmas. A pesar de ello se movió nuevamente, hacer aquel intentó fue tonto, pero siempre albergaba la esperanza. Ver a la mujer que él conoció, que lo sacaba de su hogar para poder hablar con sus allegados, para no perder el contacto con los que quería.

Se le revolvía el estómago al ver a ese fantasma de la madre que una vez recordó. Salió de la habitación de su madre, tomando una respiración profunda, calmándose antes de bajar a donde estaba su hermano y sonriendo en dirección de ambos.

— ¿Estaba bueno? — Preguntó, fingiendo que la tensión acumulada en sus hombros no era visible.

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Las palabras de su hermana le ardieronen lo más profundo del pecho, pero Mark era consciente de que no podía hacer nada al respecto. Contarle a su madre lo ocurrido sería como hablar con una pared, porque ninguno de ellos se imaginaba la verdadera influencia que su padre había tenido en ella. No era más que una marioneta delante de sus ojos, incapaz de mover un dedo por sus hijos, pero ¿cómo contarle aquello a Eleanor sin destrozarla?

La tensión en los hombros de Gideon era visible aunque su voz fuera dulce al preguntar, pero Mark agradeció no tener que dar las respuestas en esa ocasión... Al menos no todas, tenía el apoyo de su hermano en ese instante, y si algo era cierto eso era que a Gideon se le daban mucho mejor las palabras que a Mark.

—Estoy seguro de que papá está bien, además sabría defenderse si alguien intentara hacerle daño— afirmó, de eso no cabía duda —. Me imagino que mamá estará muy preocupada, tal vez está intentando localizarlo— agregó, queriendo dar algo de luz a la situación, sentir un mínimo de esperanza aunque dudaba infinitamente que su madre fuera a decirles algo que no se imaginaran ya.

—En todo caso, estamos en casa y estamos seguros aquí... Estoy convencido de que los aurores lo investigarán y encontrarán a los culpables.— No podía creer alguna otra cosa, la alternativa era que el mundo mágico ya no era seguro para nadie, y aquello no podía ser.

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Los ojos iluminados de Eleanor lo hacían dudar, sin saber si lo mejor sería mentir para darle un poco de paz o simplemente aplacar con la terrible verdad. Desde siempre intentaban proteger a la pequeña de todo lo que sucedía en aquellas paredes, pero había llegado un punto en el que era demasiado difícil. Apretó los labios, formando una perfecta línea, sentándose en la silla que había ocupado antes de que Mark hubiese llegado a la cocina.

— Si padre hubiese sido atacado lo sabríamos — acompañó las palabras de Mark, aunque la realidad fuese una mucho más complicada de lo que cualquiera de los dos imaginaría —. Honestamente, mamá no se encuentra bien Ellie, fuera de todo lo que está sucediendo ella no percibe la realidad como todos los demás — y era difícil decirlo, pero no podían mentirle por siempre.

¿Su madre se preocupaba? Gideon había dejado de tener esperanzas en ello, la mujer de ojos hundidos y rostro prieto no parecía ver más allá de sus propios zapatos. Como si estuviese en una especie de jaula de la que no pudiese salir, no dudaba que aquella mansión con el señor Blythe podría parecerla, pero iba mucho más allá. Las ganas de vivir que tuvo en una ocasión, el amor hacia sus hijos, todo había quedado relegado a un segundo plano. Eleanor nunca había podido vivir una versión de su madre que no estuviese consumida o al menos no llegaba a recordarla.

— Y teniendo en cuenta el día que hemos tenido, una señorita debería subir a descansar — dijo, dándole un toque en la nariz a su hermana. Después de todo lo pasado, lo mejor que podían hacer era intentar olvidar un poco aquella tarde, por difícil que fuese.

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Asintió con la cabeza ante las palabras de Gideon, tal vez mostrar ese frente unido haría que Eleanor tuviera menos dudas respecto a lo que estaba ocurriendo. Solo quería hacerla sentir segura, aunque él nunca se hubiera sentido tan inseguro como en ese momento. Nunca había temido por su vida, y los nervios todavía los sentía en el pecho.

Le habría gustado que Gideon no ahondara demasiado en el tema de su madre, pero tampoco podía ocultarle la verdad a su hermana. Su pregunta hizo que apartara la mirada por un segundo, inseguro de cómo explicar aquello. ¿Se pondría bien? Mark ni siquiera sabía a qué se debía su indiferencia.

—Descansa, Ellie— dijo, apretándola entre sus brazos por un momento y levantando la mirada en cuanto la chica desapareció de la cocina para mirar a su hermano por un instante —. ¿Has hablado con mamá?— preguntó, esperando que su hermana no se hubiera quedado a escuchar detrás de la puerta, aunque normalmente siempre hacía lo que se le pedía.

—¿Qué le pasa, Gid? ¿Por qué parece que nada le importa?— preguntó, aventurándose a mostrarse como ese niño indefenso que llevaba siendo toda la tarde. Estaba agotado, pero no estaba seguro de poder cerrar los ojos tranquilo para descansar.

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No pudo responder, al menos no mientras Eleanor estuvo en la mesa. Vio a su hermana marchar, mostrando lo que podía parecer una sonrisa confiada, Gideon intentaba darle un poco de seguridad, una que nadie más en aquella casa podía ofrecerle. Tan solo cuando la pequeña había cruzado el umbral fue capaz de apoyar la cabeza entre sus manos.

—Tan solo si sale de aquí — respondió, con una amargura que no fue capaz de concebir en si mismo. La mujer que él tenía en sus primeros recuerdos no era más que un ser perdido, la sombra que yacía en la parte de arriba no podría compararse de ninguna manera—. He ido a verla, no es más que el eco de la persona que era — respondió, sabiendo que su hermano podría tener un poco más de idea que su hermana más pequeña, sin embargo, ninguno podía hacer nada —. Si tan solo…— Dejó las palabras en el aire, dejando escapar un suspiro «Si tan solo su padre no estuviese» completó su cabeza.

Las preguntas de Mark tan solo hicieron que el peso en sus hombros aumentase, no quería pensar lo peor de aquella mujer. No quería, pero era difícil no hacerlo cuando no parecía existir nada diferente a su padre en su vida. Como una muñeca que existe para complacer a su dueño.

— No lo sé, Mark — admitió con un nudo en la garganta —. Me gustaría poder hacer algo, pero siento que no hay nada a nuestro alcance, él ha hecho esto — aseguró, porque no había ni una sola duda en su cabeza, nada que pudiese quitarle esa sensación del pecho. Fue su padre quien convirtió a su madre en una sombra de lo que una vez fue.

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A Mark le costaba entender qué había ocurrido aquel día que había cambiado su manera de ver a Gideon, pero en ese instante se sentía incluso reconfortado por su presencia. Sus acciones en los meses pasados no eran precisamente aquellas de un hermano preocupado, aunque todas tuvieran esa motivación por detrás. Quería proteger a Gideon, y consideraba que sus intenciones eran una causa perdida, y odiaba que sus esfuerzos se basaran en algo que acabaría por matarlo.

Aquella complicidad era nueva para él, pero notaba el idioma en el que hablaban, se daba cuenta de que al menos en lo que a su madre refería se encontraban en la misma página. Ambos tenían la misma preocupación, veían la misma imagen de su progenitoda que parecía haberse consumido en su propia mente.

—¿Crees que le ha hecho daño y por eso no habla con nosotros?— preguntó, pensando de esa manera, sin ser capaz de encajar del todo las piezas de lo evidente: su madre había dejado de ser su madre porque estaba encerrada en su cabeza, su padre la metió allí y tiró la llave.

—Eleanor sigue esperando algo de su parte, estoy cansado de ver la decepción en sus ojos cada vez que algo sale al revés. Hoy necesitaba que la protegieran y...— Y los que estaban ahí para ella eran sus hermanos y no sus padres, y llevaba un buen tiempo siendo así.

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El nudo en su garganta fue mucho más evidente al escuchar las palabras de su hermano, apretando los labios sin darse cuenta por lo que acababa de decir. Era obvio que estaban en esa situación y sería difícil cambiarla. Su madre estaba lejos de ser salvada, menos por ellos que no comprendían la complejidad de lo que su padre había hecho. Era doloroso, una sensación que amargaba cada parte de su ser, sobre todo al saber que sus hermanos eran los más afectados por ello.

— Lo creo — terminó por responder, alzando sus orbes azules hacia su hermano. Esa confianza que depositaba en él, sin tratarlo como el niño que había sido por años. No dejaba de querer protegerlo, pero hasta Gideon debía entender que Mark ya no era el mismo niño de once años que confiaba plenamente en todo lo que ocurría a su alrededor —. No sé si han sido las circunstancias, la manera en la que ha tenido que vivir a su lado o algo mucho peor, pero sin importar lo que haya sido, sin duda ha sido su culpa — aseguró.

El hombre que parecía mover todos los hilos bajo la mesa, ese que tenía una reputación que mantener y que hacía que Gideon quisiera desaparecer en ocasiones. Su apellido era una carga pesada, porque no podía dejar de vincularse a la cara que el purismo extremo estaba tomando.

— Tú estabas ahí para hacerlo — aseguró, poniendo una mano en su hombro. Mark había sido quien se ocupo de su hermana cuando ni siquiera él sabía que estaban allí —. Sé que es difícil, para ella más que para nadie, pero no está sola y lo vera en algún momento como todos lo hemos llegado a ver. Ella tiene a dos hermanos que no dudaran en protegerla y eso es un camino mucho más despejado de lo que nosotros hemos vivido — aseguró, sabiendo lo que significaba tener que mirar hacia delante y no saber en que momento todo iba a caerse a pedazos.

Gideon había visto el camino delante de él, sabiendo que haría cualquier cosa para tirar de sus hermanos, Mark no dudaría en hacer lo mismo por Eleanor. Ella sería fuerte, pero lo importante es que tendría a quien aferrarse.

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Las palabras de Gideon eran contundentes y Mark se sintió muy pequeño de repente. No sabía a qué se debía tanta inseguridad, llevaba meses convenciéndose a sí mismo de que estaba caminando por el camino correcto... Pero, también era consciente de que su padre era capaz de casi cualquier cosa con tal de mantener su poder, ¿hasta qué punto habría podido llegar con su madre siento ese el caso?

—Me gustaría poder ayudarla.— Pero, para hacer algo así deberían entender el origen del problema y estaban bastante lejos de siquiera llegar a imaginarse lo que ocurría tras bambalinas en la relación de sus progenitores. Mark tenía teorías, varias teorías, el tiempo le enseñaría que era peor de lo que se imaginaba.

Forzó una sonrisa ante las palabras de su hermano, sabía que había estado ahí para proteger a Eleanor, pero podría no haber estado... Tampoco sentía que hubiera hecho suficiente, el miedo seguramente seguiría instalado en ella durante semanas. Le gustaría entender por qué había ocurrido todo aquello, pero tampoco encontraría pronta explicación.

—Eres un buen hermano, Gideon— afirmó Mark, bajando por completo esas barreras en las que había trabajado durante meses —. Yo también intento serlo, aunque no siempre sé cómo— agregó, tragando saliva de forma pesada. Sabía que había dado ciertos pasos en falso por intentar mantener a su hermano alejado de una situación peligrosa en el colegio, que tal vez sus métodos no habían sido los mejores, pero sus intenciones siempre eran en favor de su familia.

—Creo que voy a intentar descansar, tu deberías hacer lo mismo— comentó, dejando el recipiente del chocolate caliente vacío en la encimera para que los elfos se encargaran de limpiarlo antes de empezar el trayecto hacia su habitación.

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