La poción curativa que les habían entregado estaba siendo útil, el hombre apenas había tenido unos cuantos raguños que se habían curado rápidamente. El problema había sido la cantidad de humo inhalado, jugar sus cartas había requerido de meterse en lo más arduo de la batalla, pero tenía lecciones que demostrar a un niño que debería haber puesto en el camino incluso antes de que su madre muriese.

El golpe que se estaba preparando era ahora, no podía dejar que su apellido se quedase fuera. Sus hijos pequeños eran demasiado pequeños para poder tener una repercusión y por generaciones los Simmons habían estado al pie del cañón. No permitiría que Nicholas lo estropeara, como padre, nunca fue lo suficientemente duro y le había pasado factura. Ahora no tenía más remedio que jugar sus cartas de manera drástica y dejarle claro a ese hijo sin muchas palabras que no tenía opciones.

Sentado en su silla se sirvió un buen vaso de whisky, los movimientos del partido empezarían pronto, estaba seguro de que aquellos encargándose de cubrirlos estaban haciendo un buen trabajo, Michael nunca dejaría nada al azár, pero lo más importante fue la llegada de su retoño al hogar. Mandó a uno de los elfos domésticos a traerlo, como un padre preocupado de lo que le hubiese podido pasar.

Ambos sabían que había muchas más capas en ese encuentro.

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Debería haberse presentado en la casa de su padre la noche anterior y Nicholas era consciente de ello. Le había dicho que se llevaría sus cosas de allí, pero tras los eventos ocurridos en el callejón no había tenido la oportunidad de hablar con ninguno de sus amigos para ver si podía pasar el resto de las vacaciones en su casa... Y ahora mismo sería incapaz de mirar a la mitad de ellos a los ojos.

Era demasiado consciente de que se había aferrado a esa mirada de orgullo en Gideon cuando le dijo que se enfrentaría a su padre y cancelaría al compromiso, ¿cómo lo miraría si le decía que se había acostado con Carrie cuando lo que tendría que haber hecho era decirle que su compromiso no iba a funcionar? No quería volver a esa guerra gélida, y sabía que debía enfrentarse a la rubia, pero la situación se había llevado lejos toda la lógica.

Pasó la noche en casa de Cynthia y Maddock. No había hablado demasiado con ellos, pero a pesar de todo, le hicieron sentir bienvenido cuando bajaron las escaleras de la pequeña habitación donde más tarde había dormido con Carrie. Casi parecía fácil vivir esa vida, como si pudiera acostumbrarse a ella... Pero, tampoco estaba seguro de querer ser complaciente.

Había tomado una decisión, y aunque se hubiera equivocado, era lo correcto.

Por eso regresó a casa al día siguiente. Entró en su habitación y empezó a sacar sus cosas, estaba convencido de que al menos una noche podría quedarse en casa de Eros, o incluso de Gideon aunque tuviera que enfrentarse a no saber mentirle cuando todo estaba tan fresco.

Se aseguró de enviar un par de cartas a sus amigos, para asegurarse de que se encontraban bien tras el ataque, y cuando mandó a su lechuza por la ventana uno de los elfos domésticos tocó su puerta.

—Gracias, puedes decirle que voy en un momento— afirmó, con una pequeña sonrisa mientras cerraba su baúl. Cruzó el pasillo hasta el despacho de su padre, tocando la puerta para que el hombre le dejara entrar.

—Me has mandado a llamar— anunció, sin acercarse a las sillas porque tampoco estaba seguro de querer tener esa conversación.

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Cuando la puerta se cerró tras su hijo, Richard, terminó de beberse el contenido que había en su vaso. El alcohol quemó su garganta, pero también le dio ese flash para enfocarse en su hijo y no en la sensación de adrenalina que recorría su cuerpo. Pensar que podría haber matado a un par de sucios traidores le recorría las venas, pero había tenido que detenerse para conseguir su objetivo. No volvería a pasar. Aquella era la última advertencia que su precioso hijo iba a tener si no quería ver su mundo arder a sus pies.

— No me hables así — fue lo primero que dijo, haciéndole un gesto para que se acercara —. Cualquiera estaría preocupado al enterarse de que su hijo estuvo en el ataque de ayer — ese tono preocupado de padre latía de alguna forma, su hijo era una herramienta en ese punto, pero no quitaba que cuando nació hubiese tenido muchas esperanzas puestas en él. Si su madre no hubiese sido tan débil, las cosas habrían sido diferentes —. ¿Tienes alguna herida grave? Voy a suponer que de ser así estarías en San Mungo, pero eres lo suficientemente inconsciente como para mentirles a los aurores — se levantó de su asiento, caminando hacia su hijo para ponerle una mano en la mejilla.

Sus miradas cruzadas, unos ojos que había sacado sin duda alguna de él, no había duda de que era su linaje directo. Mantuvo la mano en su mejilla, un contacto necesario y sutil para que lo viese, que se diese cuenta quien lo había vigilado en aquel ataque.

— ¿Tus amigos se encuentran bien? — Preguntó, dándole ese énfasis a la palabra clave.

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Frunció el ceño ante su respuesta, repasando en su cabeza lo que había dicho exactamente que le había parecido mal. Literalmente, le había mandado a llamar. Nicholas no estaba acostumbrado a que su padre quisiera hablar con él, y cuando era el caso, nunca tenía buenos resultados.

—Cualquier padre estaría preocupado, concuerdo contigo— dijo, pero él ni lo consideraba su padre, ni pensaba que su padre lo viera a él como su hijo. No era más que una responsabilidad de la que le gustaría deshacerse y poner en su lugar a alguien más parecido a él.

Intentó no poner los ojos en blanco ante su respuesta, ambos sabían que aquel tema era sensible para Nick, quizá mucho más de lo que en cualquier momento lo fue para Richard. A veces se lo preguntaba, ¿la muerte de su madre le había dolido de alguna manera?

—No habrían dejado salir a nadie herido de allí— afirmó, porque el trabajo de los aurores era lo suficientemente cuidadoso como para que se aseguraran de que todo el que permitían marcharse fuera registrado —. Padre... No hace falta que finjamos que mis amigos importan— dijo, ya bastante cansado. Tenía sus cosas preparadas para marcharse, lo único que quería era darse la vuelta y salir por la puerta.

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El tono de Nick era suficiente para que Richard quisiera sacar su varita y enseñarle modales, puede que fuese lo que hubiese tenido que hacer desde hacía mucho tiempo. El miedo siempre era una buena forma de conseguir que un niño volviese al camino correspondiente.

— Vigila tu tono Nicholas — dio el aviso despacio, esperando que el joven entendiese la advertencia en su voz. Estaba claro que su hijo estaba tan ciego frente a él que no creía que su padre pudiese cumplir amenazas, pero no dudaría en hacerlo. Ya no tenía nada que perder con él, si no trabajaba al ritmo que debía lo único que quedaba era jugar con un imperius, todos habían aprendido a jugar con ello.

Un par de pasos hacia atrás fueron suficientes, el rastro en su piel de que había mantenido un agarre demasiado fuerte sobre su rostro y el chico no le había quejado.

— En efecto, tus amigos no me importan en absoluto, pero sería una desgracia que alguno de ellos hubiese muerto en el ataque de hoy, ¿no? — Dejó la idea en el aire, queriendo ver su expresión, sus pequeños ojos sabiendo que era lo que estaba ocurriendo detrás de ese fingido afable rostro.  

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¿Qué vigilara su tono? Estaba demasiado estresado y preocupado como para asegurarse de estar utilizando la voz correcta para dirigirse a ese hombre que nunca le había preguntado en su vida si se encontraba bien, ni siquiera cuando su madre murió teniendo en cuenta la relación que tenían.

Frunció el ceño ante sus palabras, que sonaron demasiado específicas a sus oídos. ¿Qué quería decir con eso? Nicholas estaba seguro de que ninguno había muerto, pero sobre todo, sabía que su padre no sentiría ninguna pena si hubiera sido el caso.

—Afortunadamente supimos defendernos— susurró, observando a su padre de arriba a abajo. Algo allí se encontraba mal, no conseguía encajar exactamente el qué, pero las palabras de su padre lo ponían nervioso —. ¿Qué está ocurriendo?— preguntó, haciéndose con una valentía poco característica de él —. Preferiría que te mantuvieras ajeno a todas mis amistades— dijo, porque ahora que ya había tomado decisiones al respecto, no quería que su padre siguiera dominando toda su vida.

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Los ojos de Richard estaban puestos en su hijo, en la forma en la que la valentía parecía gobernar su cuerpo por un segundo. Parecía estar ciego ante las advertencias que su padre le estaba marcando, creía que sería suficiente para que comprendiese la importancia de lo que estaba sucediendo, pero no parecía serlo.

— A veces me pregunto si eres tan listo como dices ser, hijo — respondió, sacando su varita para cerrar la puerta de un simple movimiento. El hechizo que silenciaría el despacho para que su mujer no los escuchase fue el siguiente en envolverlos en una burbuja de la que Nicholas no podría salir —. ¿No entiendes lo que es una amenaza bien traída? — Preguntó, teniendo que dejar escapar un suspiro.

Su varita se alzó hacia él, mandando un hechizo para empujarlo contra la puerta como una primera advertencia.

— ¿Sigues pensando que puedes negar tu compromiso? — Preguntó hacia él, con el tono más sombrío que jamás hubiese utilizado para hablar a su hijo.

Sin duda, aquel método habría solucionado muchos problemas si no hubiese tenido a una pareja débil que creía que el amor podía con todo.  

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—Tal vez simplemente me gustaría pensar que tengo un padre con algo de humanidad como para amenazar a su hijo tan abiertamente después de lo que ha pasado hoy— dijo, pero sus palabras eran tan específicas que todas sus alarmas estaban saltando. ¿Había tenido algo que ver con lo ocurrido en el callejón? ¿por qué tenía tantas preguntas acerca de sus amigos? La última vez que hablaron de aquello Nicholas acabó saliendo desesperado de su casa pensando que su padre iba a matar a Erica, y no le gustaba la forma en la que esa conversación se estaba desenvolviendo.

El golpe de la puerta hizo que se sobresaltara, pero el impacto de su propio cuerpo contra la pared le arrancó el aire de los pulmones, no supo si por la sorpresa o por el movimiento repentino. Tragó saliva de forma pesada, observando a su padre al otro lado de la habitación, su varita apuntada a él sin ningún tipo de piedad.

—¿Por qué piensas que te pertenezco como para decidir con quién voy a pasar el resto de mi vida?— preguntó, sin llegar a responder lo que su padre había preguntado. Todavía no había sido capaz de decirle la verdad a Carrie, pero eso no significaba que no hubiera tomado una decisión —. Cuando mamá murió, perdiste todo lo bueno que quedaba de ti, ¿verdad?— agregó, consciente de que aquello no ayudaría a su situación. Si Nicholas tenía algo claro era que su madre siempre había sido el lado humano de su padre, el lado bueno, el que le recordaba a tener mesura y un mínimo de compasión. Nick sabía que él la quería, y al perderla se había perdido también lo poco bueno que quedaba de él.

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— ¿Crees que esto viene de hoy Nicholas? — Preguntó, una voz implacable en su tono, una mirada dirigida a un hijo que parecía no comprender lo que estaba sucediendo ante él—. Sin duda lo que te dio tu madre no fueron más que debilidades para ver la realidad a tu alrededor, el mundo no es un lugar lleno de oportunidades hijo — no si uno rechazaba las puertas que ya estaban abiertas para uno, pero Nicholas no podía entenderlo.

El sentimentalismo de su hijo hizo que una sonrisa macabra se posara en los labios de Richard, dando otro paso hacia delante para no permitir que su hijo pudiese moverse de donde se encontraba.

— Nos debemos a una causa mayor que la simple idea de la libertad o el cariño, hijo — eso era lo que conllevaba ser una familia de sangre pura, las obligaciones que venían atadas a un apellido no se podían olvidar —. No puedes olvidar quien eres, ni mucho menos lo que hemos vivido, pero sobre todo no puedes dejar que el recuerdo empañado que tienes de tu madre te guíe por toda la vida, eras demasiado joven para entender lo que sucedía cuando ella murió — se había aferrado a aquello que su madre le había enseñado, a palabras bonitas que intentaban aliviar sus deberes, Richard lo había dejado, pero no hasta ahora.

Levantó la varita una vez más, pronunciando aquel hechizo imperdonable que no debía ser usado, pero que en ese instante no le importaba. El crucio se sintió como una explosión de energía en su mano, una justificación clara a un comportamiento que su hijo había tenido y no debía.

— Te casaras, a no ser que realmente desees que todo lo que aprecias perezca ante tus ojos — habló de manera clara, dándole espacio a respirar para que lo observara antes de dejar que el dolor lo gobernase una vez más.

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Nicholas no podía permitirse pensar de la misma manera, ¿cómo negarse a ver todo lo que el mundo tenía para ofrecer como si no existiera? Rechazaba por completo el pensamiento de su padre, la idea que tenía de que las oportunidades tan solo se debían al hecho de tener un apellido que le llevara a diferentes sitios. Nick sabía bien que no necesitaba la misma vida que él tenía.

Ver su sonrisa burlona al mencionar a su madre le dolió en el pecho. ¿Cómo apelar al corazón de alguien que no tenía uno? En ocasiones no podía evitar preguntárselo, ¿cómo era que su madre había acabado con alguien como él? ¿No lo había visto antes? ¿No se había dado cuenta de la clase de persona que era mientras se enamoraba de él? No se daba cuenta de que él estaba cayendo en una trampa parecida.

—¿Y qué sucedía?— preguntó, esperando una explicación, con la esperanza de que su padre le explicara realmente lo que había detrás de esa causa por la que él luchaba tan ciegamente, esa causa por la que estaba dispuesto a vender incluso a su familia.

Tal vez debería haberlo visto venir al verse aprisionado contra la puerta, pero cuando lanzó aquel hechizo no estaba preparado para recibirlo. Ni siquiera tenía su varita para poder defenderse, lo único que pudo hacer fue encogerse de dolor y dejar que un grito que le quemó la garganta se escapara de sus labios mientras sentía su sangre arder.

Se dejó caer en el suelo en el momento en el que el hechizo se detuvo, ni siquiera fue capaz de mirarlo, como si no tuviera claro qué tenía que hacer con su cuerpo. Cerró los ojos, sintiendo el ardor residual. ¿Realmente era capaz de resistirse a ello?

Cuando abrió los ojos la verdad fue tan evidente como que el sol salía cada mañana. Sus mangas recogidas con su varita en esa misma posición, la marca en su brazo le llevó a hace un par de horas, mientras intentaba correr en dirección a Erica al ver que un enmascarado la atacaba. Aquella aceptación vino con una amenaza demasiado clara.

—¿Has sido tú?— preguntó, su voz entrecortada, pero lo suficientemente alta como para que su padre pudiera escucharlo.

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— Ninguno en este mundo es libre — finalizó, con un tono tan frío que podría haber helado toda la habitación con el mismo. Richard había sido débil, dejo que el amor que había ostentado hacia la madre de Nick cegase la realidad en la que vivía. El amor no llevaba a ninguna parte, ni el chico pudo entender el sufrimiento por el que pasaron cuando su madre enfermó, los años doloroso ocultos de los ojos de un niño que tan solo vio los últimos resquicios de lo que había sucedido.

Él había sido débil por una mujer, pero no permitiría que volviese a suceder, no dejaría que lo dejasen atrás en un mundo que no dejaba de moverse hacia delante, sin importar lo que tuviese que hacer para conseguirlo.  

— No volveré a repetirte tus deberes, te casaras como se te ha pedido y alzaras el apellido o perderás aquello que has querido alguna vez — no confirmó ni desmintió las palabras de su hijo, tan solo permitió que el miedo lo gobernase. Una verdad que calaba sus huesos, una que no necesitaba ser dicho porque la amenaza rodeaba su cuello como una serpiente dispuesta a asfixiarlo. — ¿Lo has entendido? — Preguntó, fijando la vista en el hijo que debía soportar la carga sobre sus hombros.

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Nicholas encontraba su afirmación decepcionante y triste, pero Richard parecía tan convencido de ello que sabía que no había manera de instalar aunque fuese un poco de esperanza. Su padre estaba perdido, y lo veía en su mirada cruel mientras extendía su varita en su dirección. Si su madre lo viera ¿lo reconocería?

El Ravenclaw sabía la respuesta, pero fue incapaz de elaborarla mientras sentía que la sangre en sus venas ardía como si hubiera sido transformada en ácido de un momento para otro. Sus nervios estaban a punto de estallar, e incluso cuando se detuvo, su sistema se sentía tan alterado que apenas era consciente de sus alrededores.

Lo miró desde su posición al escuchar su pregunta, ¿lo había entendido? La amenaza era evidente, y Nick no necesitaba que su padre fuera más explícito. Había utilizado una maldición prohíbida en contra de su propio hijo, Nick reconoció la marca en su brazo y la imagen lo perseguiría para siempre. Él había estado frente a Erica en aquel callejón, y la Gryffindor estaba en ese momento en San Mungo por su culpa. No era tan tonto como para no poder juntar aquello en su cabeza.

Erica estaba en San Mungo por su culpa, porque su padre necesitaba probarle un punto y recordarle quién tenía realmente el control.

—Lo haré, me casaré— respondió, con la voz rota y esperando poder arrastrarse hacia la puerta para salir de allí.

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Las palabras de su hijo fueron suficientes para dejarlo satisfecho. Había apreciado como la verdad se asentaba en su mirada, comprendiendo así la falta de control que tenía. Era imposible ir contra lo que uno era, los deberes que cargaba por la importancia de su apellido. Todos tenían sus propias metas y Richard era consciente del desvío que había hecho frente a lo que debería haber realizado. Algún día Nicholas lo entendería, comprendería que el mundo no está hecho para los idealistas.

Deshizo la cúpula que los había mantenido ocultos del resto y chasqueó los dedos para que uno de los elfos domésticos apareciese en la estancia. Sus orejas se encontraban gachas frente a su amo y era así como debían continuar.

— Lleva a Nick a la habitación, asegúrate de darle la poción correspondiente y que nadie entre ni salga hasta que este recuperado — ordenó, haciendo que el elfo se acercase a su hijo.

Vio como desaparecían y simplemente suspiró, había mantenido sus promesas de alguna forma. No podía permitir que se desviase más de lo que ya lo había hecho, por un buen mundo, por un hijo que no se reuniese con su madre antes de tiempo. Richard era cruel, pero de alguna forma y en su extrañeza estaba pensando en lo mejor para Nicholas.  

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