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    Dornish Sun
    Timelady
    Dornish Sun
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    Lun Ene 03, 2022 7:13 pm
    Sólo tu encanto

    Ay oruguitas, no se aguanten más Hay que crecer a parte y volver
    Hacia adelante seguirás Vienen milagros, vienen crisálidas
    Hay que partir y construir su propio futuro
    Mirabel no consiguió un don especial como el resto de su familia, sin embargo, su gran corazón pareció convertirla en la futura protectora del Encanto que durante tanto tiempo había admirado.
    La abuela, que ha aprendido a valorar más que la perfección, ha seguido mientras tanto cuidando de la familia, acogiendo nuevamente a Bruno y ayudando a que la comunidad siguiera creciendo con ayuda de la increíble familia Madrigal.

    Hace ya un par de años que los Vargas llegaron al lugar, siendo acogidos por calidez por todos, se han integrado poco a poco. Si bien hay que admitir que desde que descubrieron los dones de los Madrigal parecen especialmente atentos con la familia.
    Sin embargo, si alguien ha sospechado alguna vez algo malo sobre esto, se lo ha tenido bien callado, pues ni Dolores ha escuchado rumores maliciosos algunos.

    Además, todo ha dejado de tener importancia alguna desde que la abuela enfermó y las responsabilidades empezaron a pesar cada vez más sobre la espalda de Mirabel a pesar del apoyo que tiene de la familia.
    ¿Qué pasará el día en que falte la abuela Madrigal?

    Rodrigo Vargas
    Pretendiente — Justin Baldoni — Myshella
    Mirabel Madrigal
    Guardiana del Encanto — Gina Rodriguez — Timelady
    INSPIRED — PELÍCULAS — ENCANTO — ONE ON ONE




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    The sleeping sorceress
    Myshella
    The sleeping sorceress
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    Lun Ene 03, 2022 10:01 pm
    Esa lucecilla inquieta
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    Llegaron hace ya un año.

    Un año, ¡quien lo diría! En algunos momentos, sienten que llevan toda la vida aquí. En otros, que esa vida está por llegar.

    Los Vargas son gente ambiciosa. E inteligente. Bien capaz de mimetizarse con un nuevo entorno.

    Sobre todo, si ese entorno resulta tan...interesante.

    Pronto aprendieron dos cosas: para ser alguien aquí, había que acercarse a los Madrigal.

    Para brillar, había que fusionarse con ellos. Y, quien sabe...¿reconducirlos un poquitín?

    Eran todos ellos una família extraordinaria, quien lo dudaría. Pero, al mismo tiempo, tan...simple.

    ¡Ay! Que mal aprovechado estaba todo ese encanto.

    Claro, que la solución saltaba a la vista, ¿verdad?

    Los Vargas tenían dos hijos; Rodrigo y Carolina. Un muchacho galante y una jovencita adorable.

    Sólo había que observar bien, y mover ficha. En la dirección correcta.

    La otra cosa que aprendieron rápido los Vargas fue a guardarse, precisamente, de la Madrigal que les quedaba fuera de la ecuación.

    Dolores.

    No sólo porque esa ya estuviera casada- recién casada, para ser más exactos- sino porque poseía un oído...peligrosísimo.

    Asi que, fuera lo que fuera sobre lo que quisieran conversar don Andrés  y doña Valentina, lo hacían por escrito.
    Notita va, notita viene.
    Que el papel quema de maravilla, prendido en un candil, o en el fuego del hogar.
    Y...asunto zanjado.

    No había nada, absolutamente nada, que se les pudiera  reprochar.

    Ni miradita significativa que se dirigieran el uno al otro que pudiera ser interpretada correctamente, cuando observaban a los candidatos.

    Pronto la elección estuvo clara. Y el peón a mover, más.

    Rodrigo.

    Sólo quedaba pendiente una cosa: esperar, pacientemente, el momento adecuado.

    Y ese momento llegó, cuando la cabeza de família, doña Alma Madrigal, cerró los ojos para siempre.

    Hacía ya un tiempo que venía sintiéndose débil. La edad, que no perdona.

    Se había llevado a Mirabel a su habitación, a hacerle compañía. Y había puesto la vela encantada bajo su cuidado. ¿Quien más indicado, para cuidar del legado, y de Casita?

    Ese había sido el instante en que los Vargas supieron a quien casarían, sí o sí, con su primogénito.

    Y el funeral, el momento preciso en que el joven iba a acercarse a ella.

    Así que allí estaba.

    Casita de luto, oscurecidas sus piedras, apagadas sus flores.

    Y él, galante, llamando a la puerta.

    Para presentar- ramo de gladiolos en mano- antes que nadie, su más sentido pésame.

    Toc toc.

    Rodrigo— Casita — Mirabel





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    Dornish Sun
    Timelady
    Dornish Sun
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    Mar Ene 04, 2022 9:00 pm
    Esa lucecilla inquieta

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    Si fuera por Mirabel, se quedaría en su cuarto y trataría de hacer que nada de aquello había ocurrido. Habían sido meses muy duros, pero desearía poder olvidarlos y seguir como hasta antes de que la enfermedad sacudiera la vida de los Madrigal.
    Pero no podía hacer eso.

    Se miraba al espejo, con aquel vestido negro y la tristeza pintada en los ojos algo hinchados de haber llorado durante la noche. No era capaz de reconocerse a sí misma en la imagen proyectada.
    Su madre había pasado a dejar algo de comer para ella, como estaba haciendo con todos, pero no la había probado. Dudaba que hubiera algo en el don que su madre poseía que pudiera curar las heridas que notaba en su corazón abrirse, pero aún así, prefería el dolor, porque significaba que la abuela importaba.

    - Vas a tener que ayudarme, casita. -Murmuró, hablando para el espacio que la rodeaba. Un par de cajones sonaron dándole la respuesta.

    Salió al pasillo, Tío Félix, Luisa, Camilo y Mariano se estaban encargando de preparar todo con ayuda de los muebles para la llegada de la gente. Su madre había preparado comida de más con ayuda de su padre y Dolores. Isabella iba a decorar todo con las flores preferidas de su abuela, y la tía Pepa estaba con Antonio, consolándole. Bruno estaba abajo frente a las escaleras, como si la esperase y le dedicó una triste sonrisa cuando llegó a su lado. Él también iba a ayudarla.

    La puerta sonó y lo primero que pudo pensar Mirabel es que no era tan pronto como pensaba. De haber podido no habría acudido ella, pero todos los demás estaban ocupados. Simplemente esperó frente a la puerta y casita se encargó de abrirla para que pasaran quienes quisieran dar su último adiós a la abuela.
    Si bien, para su sorpresa, solo había una persona de momento.

    - Rodrigo. -Saludó, algo confusa por un instante, esperando que se acercase, apretando sus manos una contra la otra.- Gracias por venir, es muy considerado de tu parte. -Añadió, alzando los ojos para mirar al alto hijo de los Vargas y tratando de mostrarse entera, esforzándose por dibujar una sonrisa que no terminaba de salir.

    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    The sleeping sorceress
    Myshella
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    Jue Ene 06, 2022 11:52 pm
    Esa lucecilla inquieta
    en tu ventana
    -Mirabel- pronunció, letra a letra, todas sentidas, de tal modo que parecía que hubiera de escapársele el alma al nombrarla.

    Y es que, en ocasiones, cuando las cosas han de ser inevitablemente de un modo ya vislumbrado, ya remarcado por el destino- tanto si es un poquito forzado como si no- pues van encauzándose solas, así, con esa naturalidad.

    Fijémonos bien, sino.

    ¿Quién había ido a abrirle la puertaaaaa?
    ¿De todos los Madrigal posibleeeeees? Maribel, por supuesto. El destino. Y ya.

    Tomó la mano que le tendía la joven. Pero, en lugar de estrecharla, estiró de ella hacia sí. Hasta tenerla a rozar la nariz.

    -¡Cómo no iba a venir!-la mirada de Rodrigo se fue, un momentito de nada, asi, con disimulo, tras ella. ¿Era el primero en llegar? Sí, eso parecía. Bien. Perfecto.

    Media sonrisa triste, convenientemente desdibujada, afloró y enmarcó su expresión.
    Le acompañaba la voz, entonces en ese tono confidencial tan preciso para crear un aura de confianza endulzada entre el que habla y el que escucha, sabiendo esta última que las palabras se pronunciaban para ella, y sólo para ella.

    -Siento muchísimo vuestra pérdida. Querría que me creyeras.

    ¿Si la abrazaba, se pasaba de la raya?

    Puede que sí, un poquito.
    Mejor se estaba quietecito, allí, pegado a ella, que total ya había acortado distancia todo lo que tocaba y parte de lo que no.

    -Le he traído flores- indicó, por si aún no las ha visto- pero sobre todo, y ante todo, quería ofrecerte mi ayuda. Se que eso no es mucho, pero quería que supieras que estoy aqui, para lo que consideres oportuno. Que no estás sola, ni debes cargar con más de lo preciso

    Lo cierto era que, olvidando momentáneamente a mamá y sus...aspiraciones, Rodrigo sabía perfectamente que Mirabel constituía un pilar fundamental para el pueblo, justo porque era de esas personas que siempre, siempre, ayudaban a los demás antes de detenerse a pensar el coste que esa ayuda podía suponerles a ellas.

    Era muy capaz de cargar con el dolor ella sola, hasta que tuviera medianamente tranquilos a los demás Madrigal.

    Así que, ciertamente, alguien dispuesto a ayudarla no le vendría nada mal, ¿verdad?

    Le fue soltando ya la mano, pero para llevarla entonces a su cintura, al tiempo en que la guiaba en esa media vuelta que les iba a encarar a los dos a Casita.

    Uf. Y lo que imponía esa casa, vista de cerca...

    -Aunque sólo sea un poco de apoyo. Si ahora mismo no te soy de utilidad, me conformo con quedarme cerca. Por si acaso.

    Le dijo aún, al tiempo en que echaba a andar. Al otro lado del umbral.

    Rodrigo— Casita — Mirabel





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    Dornish Sun
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    Vie Ene 07, 2022 3:10 pm
    Esa lucecilla inquieta

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    No había esperado aquel tirón de su mano. La obligó a dar un paso más y quedar prácticamente rozando el cuerpo ajeno. A una distancia donde la voz de Rodrigo solo se dirigía a ella.
    Apenas podía despegar la vista de sus ojos, esos dos ojos castaños tan profundos que la miraban fijamente al tiempo que sus palabras dejaban entrever que compartía en cierta manera la pérdida que todos habían sufrido. Como todos los que habitaban el Encanto. Todos los que ahora dependían de ella.

    - Te creo, por supuesto. -Asintió, porque era consciente de ello, de cómo lo lamentaba, no dudaba de su sinceridad.- La abuela era muy apreciada. -Y en cierto modo, era un consuelo, saber que todos la querían y la recordarían, quería pensar que eso era lo verdaderamente importante.

    Bajó la vista hacia las flores, gladiolos puros. Abrió la boca para decir que no debían haberse molestado y agradecer el gesto, pero Rodrigo continuó hablando. Se ofrecía para estar a su lado y ayudarla. una propuesta tan gentil que casi logró derribar sus barreras, humedeciendo sus ojos.- Gracias. -Fue lo único que consiguió murmurar, débilmente.

    Quizá fue el separarse un poco al girarla él, que pudo recuperar la compostura hasta cierto punto y respirar hondo para calmarse y no seguir siendo débil. Entraron de nuevo en la casita para reunirse con los demás.

    - Has venido hasta aquí y es muy amable lo que dices, pero no puedo pedirte que hagas más. -Respondió Mirabel, no queriendo aprovecharse de la generosidad de los demás.- De todos modos, podemos ir a poner en algún jarrón las flores y después, si quieres quizá el tío Félix pueda necesitar un poco de ayuda. -No había querido decir en alto que seguramente agradecían otro par de brazos fuertes para no evidenciar que se había fijado... ya lo había hecho antes y no era el momento.

    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    The sleeping sorceress
    Myshella
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    Sáb Ene 08, 2022 5:41 pm
    Esa lucecilla inquieta
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    Flores recogidas, ojos humedecidos- la había visto...cómo no iba a ver el brillo de las lágrimas contenidas, en esos grandes ojazos castaños- y la casi forzada invitación a entrar, confirmada.

    Bien...íbamos bien.

    Tampoco se había apartado mucho de él, que digamos. Eso también contaba como buena señal, ¿cierto?

    Perfecto.

    Parecía que mamá había sabido escoger muy sabiamente el momento propicio.

    -Desde luego- respondió, en referencia al jarrón...y antes de tomar conciencia de cómo había seguido esa frase. Que se fuera a ayudar al tío Félix-oh-añadió, torciendo un poco el gesto en una mueca así, como de...¿desencanto?-bueno- aceptó, cual niño al que castigan a hacerse a un lado.

    Aunque, al tiempo en que ya se encontraban dentro de la casa, cuando se fijó en la escalera, en la baranda del piso superior y en la parte alta de esas curiosas puertas que se distribuían a un lado y otro, por encima de sus cabezas, se dio cuenta de que la tarea encomendada también era casi, casi, una pequeña bendición.

    Dijo que venía a ayudar, ¿no es así? Y eso le pedía Mirabel. A decir verdad, ese hombre, Félix, siempre le había parecido, justamente, lo que su nombre indicaba. Dicharachero, optimista. Una compañía agradable. Y...no debía ser muy complicado ganarse su amistad, ¿cierto?

    Un aliado en la casa. Alguien quien, llegado el momento, aplaudiera entusiasmado su propuesta de matrimonio a la para entonces ya pilar de la familia Madrigal.

    No podía haberle encomendado a nadie mejor, en el peculiar clan.

    -Por supuestísimo, lo que TÚ  necesites- remarcó- ¿dónde le encontraré? Y, lo más importante, dónde te encuentro después a tí? No voy a dejarte sola, en un día tan tremendamente triste como hoy. Se bien que, incluso los ángeles necesitan llorar en ocasiones.

    Por ángel se refería a ella, claro.
    ¿Lo habría entendido? ¿Especificaba?
    Uhm. Lo mismo había sonado raro.
    No, no estaba muy seguro de haber acertado ahí...

    ¡Ay! Pero aquella casa parecía tener un sexto sentido, uno afín a él y a sus propósitos. Porque el tío en cuestión apareció justamente, justamente, en ese preciso instante.

    Y Rodrigo soltó del brazo entonces a Mirabel, se acercó a estrechar la mano del señor Félix, le dio el pésame, y le dijo que venía  a ayudar, y que le estaba buscando.

    Cuando se iba, tras él, a hacer nosequé a lo que no había prestado atención ninguna, se volvió aún a mirarla a ella, y le dedicó una suave sonrisa cargada de dulzura.

    En buena parte real, hay que indicar.

    Rodrigo— Casita — Mirabel





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    Dornish Sun
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    Dornish Sun
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    Dom Ene 09, 2022 9:19 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Por un momento, pensó que había dicho algo malo. Que había empezado a equivocarse desde muy temprano, y aunque no fuera una novedad, no quería que nada saliera mal aquel día.
    Pero Rodrigo había sonado tan decepcionado al escucharla que por un momento temió haber hecho mal al aceptar su ofrecimiento. Quizá solo hubiera sido por cortesía y ella lo había entendido de mala manera.

    Solo que cambió el tono de nuevo y consiguió aliviarla más de lo que seguramente podría imaginar.
    Mirabel, a punto de señalar la dirección en la que estaba su tío, se asombró por un instante al escucharle decir que quería verla de nuevo después y puntualizar que quería estar a su lado, concretamente.
    Era una inesperada novedad.
    Y más inesperado aún la mención a los ángeles, que la hizo parpadear un par de veces.
    ¿Se refería a ella? ¿La consideraba un ángel?

    Por un momento se preguntó si no se estaría confundiendo de hermana y aquellas palabras no estarían mejor siendo dedicadas a Isabella, como era costumbre. Pero la llegada del tío Félix rompió aquel momento.
    Les dejó ir juntos, con las flores en los brazos y notando sus mejillas volverse más cálidas al verle girarse para dedicarle aquella sonrisa.

    Casita movió un par de baldosas para sacarla del ensimismamiento momentáneo y pasó a buscar un jarrón para llevar las flores junto al altar que habían preparado, colocándolas en un lugar de honor.
    Isabella las vio y preguntó por ellas, a la explicación tan solo asintió con pesar, aunque miraba a su hermana como si hubiera algo más que quisiera comentar, pero no lo hizo. Al menos no en aquel momento.

    Poco a poco fueron llegando más vecinos.
    Mirabel los recibió junto a su madre y Bruno, viendo cómo su hogar se iba llenando de todos aquellos que sentían afecto y admiración por su abuela.
    Por más que lo intentaba no podía evitar sentirse empequeñecer entre todos ellos y pensar que jamás estaría a la altura, que ella no podría mantener a la comunidad unida. No estaba preparada, era demasiado pronto.

    Con todos reunidos al fin, el párroco inició la ceremonia y llegado el punto, todos indicaron que era su momento para hablar ante los demás.
    Sentía cómo el aire no quería llegar del todo a sus pulmones, pero aún así, se levantó para ponerse frente a todos, mirando a su familia y sabiendo que la apoyarían, pero al mismo tiempo no queriendo decepcionarles. Quizá por eso, su mirada buscó la de Rodrigo, por haberle ofrecido su apoyo sin esperar nada más y consiguió, de algún modo, calmarse y hablar, tal como había preparado.

    - Sé que es un día triste, pues estamos aquí para despedir a Alma Madrigal... nuestra abuela. -Miró de nuevo a su familia y sintió el gesto de su madre, animándola a continuar.- Aunque si no os importa, quisiera pensar que es más bello decir que la honramos hoy. Que nos reunimos para agradecer todo lo que hizo por nosotros. Es por ella que tenemos nuestro milagro, esta comunidad. -Volvió a mirar a Rodrigo.- Sé que ella se sentiría muy querida... Perdón, se siente muy querida desde el lugar donde está viéndonos, y orgullosa de todos nosotros. -O eso quería que todos pensaran Mirabel.- Solo quisiera que desde ahora sigamos trabajando para que continúe sintiéndose orgullosa de todos y podamos ver crecer aún más nuestro Encanto.

    Se retiró de allí y dejaron espacio para que cualquier otro pudiera decir lo que deseara sobre ella. Mirabel apreció cada palabra de los vecinos, porque sabía que todos ellos eran sinceros en el afecto que mostraban por la abuela Madrigal y en el apoyo que ofrecían para la familia.
    Después pasarían a comer y beber para seguir hablando entre todos.
    Sin embargo, Mirabel sentía que aún no había cumplido del todo con su abuela, aunque hasta bien entrada la noche no podría hacer lo que planeaba. Y ese tiempo hasta que el silencio lo consumiera todo se le haría eterno solo deseando salir de aquel espacio para estar sola.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Myshella
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    Lun Ene 10, 2022 3:51 pm
    Esa lucecilla inquieta
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    El tío Félix tenía encomendada, por lo visto, la tarea de preparar las mesas que habían distribuido en el patio. O algo por el estilo. Es decir, lo que uno hubiera esperado en aquella casa es que estuviera colocándolas Luisa. Pero tanto Félix como Agustín habían insistido en que, en esa ocasión, ninguno de los hijos o los nietos se viera cargando con algo excesivamente pesado. Habían aprendido la lección no hacía tanto, aquel era un momento delicado, y bien tenía derecho Luisa a llorar como los demás.

    Por eso andaban los dos de aquí para allá arrastrando mesas y sillas. Y por eso les venía estupendamente la ayuda de un inesperado voluntario.

    -Que bien que hayas venido- le dijo Félix- y qué sorpresa…todos los demás del pueblo vendrán a la ceremonia, pero a ningún otro se le ha ocurrido que pudiéramos necesitar ayuda.

    Félix, de hecho, le estaba dando un codazo a Agustín, a espaldas de un Rodrigo que alineaba las últimas sillas.

    Agustín miró a su cuñado. Frunció el ceño. Dudó. Y apretó el ceño un poco más.

    -¿Cómo fue que se te ocurrió?-preguntó el padre de Mirabel, con la mosca tras la oreja.

    -¡Y cómo no!-respondió el Vargas, haciendo equilibrios por esquivar posibles rechazos.

    Pronto casita empezó a llenarse de gente.

    Rodrigo se las apañó para escabullirse hacia primera fila, colocándose justo justo tras los Madrigal. Y sus padres y su hermana, al tiempo, supieron encontrar el modo de llegar también hasta él. Muy cerquita de los dueños de la casa.

    Cuando Mirabel empezó a hablar la señora Vargas esbozó una media sonrisa satisfecha- estaba en lo cierto…ella era la sucesora- que enseguida disimuló convenientemente. En cuanto se dio cuenta de que la vecina de delante, Rosa, la estaba mirando de reojo.

    Rodrigo ni se enteró. Él permanecía pendiente de Mirabel. De una Mirabel que, además, de vez en cuando le buscaba con la mirada. Y a la que él respondía, desde su posición, con una tenue sonrisa y un asentir despacio.

    Lo estás haciendo muy bien

    Cuando hubo acabado su discurso de despedida, y cedió el lugar a quienes quisieron dedicar a doña Alma unas palabras de despedida, acabó por desenvolverse, todo soltura y confianza él, hasta llegar al lado de ella.

    De un modo más sutil que discreto, fue siguiéndola aquí y allá. Pendiente de quienes hablaban con Mirabel, no intervino en momento alguno. Pero tampoco se alejó. Ni un solo paso.

    Tu hija tiene una nueva sombra, le había dicho Félix a Agustín, codazo de por medio
    -Déjala en paz-contestó Dolores, antes de que el otro fuera a estirar del intruso fuera del alcance de su niña.

    Finalmente, el desfile de aldeanos de vuelta a sus hogares fue vaciando a casita de intrusos.

    Todos, claro, menos uno.

    Rodrigo.

    Mirabel permanecía sentada en el patio.

    Y él aprovechó la ocasión para sentarse en el banco, justo a su lado. Manos apoyadas sobre la mesa, se volvió a mirarla.

    -No queda nadie- le confirmó. Como si él entrara tranquilamente en ese nadie. Como si él no fuera tan externo a la familia como cualquier otro.

    -Lo has hecho muy bien- sonrisa suave, voz deliberadamente baja- ¿cómo te sientes?
    Rodrigo— Casita — Mirabel





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    Dornish Sun
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    Vie Ene 14, 2022 3:20 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Fueron varias horas, pero el cansancio de su cuerpo casi indicaba que había estado semanas, en aquella especie de trance. Como una danza en la que debía moverse entre los presentes, ofreciendo sonrisas tenues y recibiendo o dando palabras de ánimo.
    Casi debería dar gracias de que nadie hubiera hecho las preguntas que tanto temía.
    ¿Qué pasaría ahora? ¿Seguiría todo como antes?
    ¿La magia se mantendría a pesar de la ausencia de la abuela?
    Al menos la llama de la vela no se había visto afectada por lo que parecía, se mantenía brillante y fuerte, cálida como siempre había sido.

    Agotada, cuando empezaron a marcharse, se quedó en el patio.
    Sería solo un momento, después tendría que ayudar a ordenar todo.
    Volvió a quedarse absorta en ese limbo en el que permanecía días, pensando, extrañando, dudando... hasta que Rodrigo apareció a su lado como salido de la nada. Asintió más por respuesta automática que por haberle escuchado realmente.

    Lo que sí oyó fue lo siguiente. Su comentario de que lo había hecho bien, no sabía por qué escucharlo de él resultaba más reconfortarte que oír a sus padres decirlo. Quizá porque él no tenía por qué querer hacerla sentir bien, porque al ser de fuera podía ser sincero con ella.

    - Estoy un poco cansada. -Reconoció para responder a su pregunta. Se podía permitir decir eso, que Dolores la escuchara decir eso, guardándose para sí el miedo a ese futuro incierto en el que ella tendría que tomar una posición frente a los demás.

    Y Rodrigo tampoco tenía por qué soportar sus inseguridades. Estiró la mano para coger una de las suyas y mirarle.- Gracias por estar aquí hoy, de verdad, nos has ayudado mucho y... también a mi. -Le dedicó una sonrisa algo amarga, pues no lograba que fuera de otra forma, y volvió a hablar.- Creo que también deberías ir a descansar, te lo mereces. -Le gustaría decir que le vería pronto, pero lo cierto es que no estaba segura de cuándo se sentiría lo bastante fuerte como para salir fuera de casita y enfrentar a todos los demás.

    Cuando despidió a Rodrigo en la puerta y todos se fueron a sus respectivas habitaciones, Mirabel ascendió hasta la torre y se acercó a la vela, encendió con su llama una más pequeña y la puso a salvo en una lámpara.

    Su bolsa llevaba algunas cosas más e iluminada por aquella luz titilante salió de su hogar para dirigirse al río, creyendo que nadie sería testigo de su pequeña escapada.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Sáb Ene 22, 2022 3:11 pm
    Esa lucecilla inquieta
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    Cuando Mirabel le despachó, así, reconociendo un cansancio que sin duda debía sentir, e indicando que por fuerza debía estarlo también, Rodrigo entornó los ojos y abrió la boca, más que dispuesto a soltar alguna de las lisonjas ensayadas para, si no ganarse su corazón, despertar algo más de interés en su persona.

    Pero...antes de decir nada, se fijó un poco más detenidamente en el rostro de la joven. Y supo enseguida que no era el momento. Que tenía razón, y que además si su madrecita debía aguantar un poco más por forjar ese vínculo con la família entorno a la que giraba la vida del pueblo, pues que se armara de paciencia. Que las cosas bien hechas requieren tiempo y, a fin de cuentas, aquí el artífice de sus proyectos era él, y bien debía poder decidir el modo y el cuando.

    Así que se limitó a esbozar una sonrisa comprensiva, a tomar la mano de Mirabel, depositar un beso en el dorso y desearle buenas noches.
    Antes de dar media vuelta e irse a casa él.

    Lo que ocurrió después fue que, al llegar hasta su casa, se detuvo bajo la ventana. Y vio a sus padres, el uno junto al otro, lapiz en mano, papelito va, papelito viene.

    Uf.

    No estaba de humor, decidió.

    Volteó de nuevo sobre sus pasos y, manos en los bolsillos, se dedicó a deambular un rato, a espera de que la noche cerrara un poquito más y sus progenitores se fueran a dormir. Si luego les decia que se había entretenido tomando un vasito de anís con Gonzalo, su amigo...tampoco se iban a extrañar. Y santas pascuas.

    Caminando, caminando, se encontró de regreso al caminito de flores de los Madrigal. Hubo entonces de poner esmero y centrar la atención algo más, porque todo el mundo sabía que desde que Isabel Madrigal había desarrollado su poder esas flores preciosas encerraban más de una sorpresa y era preciso andar entre ellas con los ojos bien abiertos.

    Y seguramente fue a causa de ese esmero en fijarse bien en el camino por lo que se dio cuenta de que una figura abandonaba la casa...

    Cuidadoso como nunca, la siguió.

    Tardó un poco en acortar distancia lo suficiente como para distinguir de quien se trataba: Mirabel, justamente.

    Entonces fue tras ella, sigilo y silencio, más sorprendido que otra cosa. ¿Qué estaba ocurriendo allí?

    La vio alcanzar el río, y detenerse en la orilla. Llevaba consigo una bolsa, y en las manos una velita.

    No tenía intención de marcharse, pero seguir espiándola se le antojó un tanto macabro. Así que la única opción que le quedaba era hacerse notar.

    -Mirabel- la llamó, apareciendo tras ella.
    Rodrigo— el río— Mirabel





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    Dornish Sun
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    Sáb Ene 22, 2022 7:33 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Se sintió cada vez más sobrecogida por las emociones a medida que se aproximaba al río, pero no podía detenerse ya que estaba allí, solo podía hacer lo que había decidido. Apenas un homenaje para ambos, y quizá una despedida que pudiera servirle a ella para avanzar un poco más segura.

    Se agachó en la orilla, recordando el momento en que su abuela le había contado la historia en aquel mismo lugar, donde se habían reencontrado de algún modo y visto de otra forma. Se podía decir que era donde todo había empezado para ambas, aún más que en casita. De su bolsa sacó un cuenco, algunas flores de los gladiolos que había llevado Rodrigo y un par de mariposas de madera que habían estado adornando el altar.

    Lo estaba colocando todo, tratando de ver cómo hacer para que saliera bien, cuando una voz la llamó a su espalda haciendo que se girase de un salto tremendamente asustada.
    Fue entonces cuando, con la mano en el pecho y algo temblorosa, reconoció al hombre.- Rodrigo, ¿qué haces aquí? -Preguntó, aunque la respuesta le parecía más que evidente. Sus hombros volvieron a bajarse cuando dejó ir un suspiro.- No quería que nadie me viera. -Murmuró, más para sí que para él. No había tenido suficiente cuidado al parecer.

    Se giró un poco y lo vio todo en el suelo, después miró al joven que seguro que se preguntaba qué era todo aquello y decidió que no podía echarle, solo explicarle de qué se trataba.- Quería despedirme de la abuela a mi propia manera. -Le contó. Aunque incapaz de mirarle sin llorar mientras lo contaba, se agachó para seguir con lo que estaba haciendo. llenando el cuenco con un poco de agua.- Quería reunirla con el abuelo Pedro de alguna forma. -Colocó en el centro la vela, bien sujeta para que no se cayera y fue dejando las flores alrededor.- Nadie sabe que fue aquí donde le perdimos. Solo Bruno y yo hemos venido además de ella. -Explicó, notando que su voz se iba afectando.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    The sleeping sorceress
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    Lun Ene 31, 2022 8:13 pm
    Esa lucecilla inquieta
    en tu ventana
    Él habría pensado que aquel lugar era importante para Mirabel. Quizá un rinconcito al que se hubiera acostumbrado a ir, cuando se sentia sola, o cuando la tristeza -sí, como en aquel instante- la embriagaba.

    Porque aunque ellos llevaran poco tiempo en el pueblo, habían oído ya hablar de un tiempo en que la señora Alma no tenía en gran aprecio, al menos aparentemente, a la ùnica de sus nietos que carecía de don.

    Rodrigo se había preguntado en alguna que otra ocasión, al sentir el relato, cómo era posible que a nadie se le hubiera ocurrido antes que la señora Alma tampoco, Vamos, que el custodio de la vela no necesitaba don concreto. Más que nada, porque eso hubiera sido un agravio comparativo para el resto de la casa, ¿no? Una excepcionalidad por miembro de la família.

    Puesta esa duda sobre papel, su padre había contestado con un escueto a veces es uno más tonto de lo que cree, escrito a lápiz.

    Y el papelito, por supuesto, habia ido a parar a la chimenea.

    Pero la cuestión fue que, al ver los objetos dispersos por el suelo, se dio cuenta de que era algo distinto. No estaban allí por lo que significara ese lugar para Mirabel, sino por lo que significaba para sus abuelos.

    Justo lo que ella acababa de decirle.

    Y, de pronto, se sintió mal. Muy mal.

    Asintió despacio, sin decir nada.

    Y...dudó acerca de cómo actuar.
    Se sentó al lado de Mirabel, en silencio.

    -Lo entiendo- le dijo- parece una tarea difícil. Despedirla tú sola, aquí. ¿Quieres algo de compañía? Prometo estarme callado. Sólo...simplemente estaré aquí- propuso.

    Y no, eso no entraba en plan alguno, en previsión alguna, en conjetura posible. Sólo creyó, viendo ese dolor reflejado en su mirada, que necesitaba un punto de apoyo. Y que, quizá, pudiera prestárselo él.
    Rodrigo— el río— Mirabel





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    Dornish Sun
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    Mar Feb 08, 2022 9:16 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Mirabel sentía cómo el nudo en su garganta apenas le dejaba hablar. Ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo, por qué le contaba todo a Rodrigo. Quizá fuera porque confiaba en él, quizá porque necesitaba que alguien más lo supiera.
    El caso es que lo había hecho, en cierto modo con pena por la forma en que debía juzgarla.
    Aún así, confiaba en que pudiera guardar aquel secreto. Una de esas pocas cosas que la unían de forma única con su abuela.

    Desvió la mirada del cuenco cuando él se sentó a su lado.
    Sorbió un poco para aguantar el llanto y solo asintió.
    Le parecía bien que se quedara. Que estuviera allí con ella.
    Después de todo era lo que había hecho todo el día, apoyarla.

    Volvió a lo que estaba haciendo. Las flores flotaban en aquel círculo de agua. Añadió con cuidado las dos mariposas de madera y con las manos en los bordes, rezó una oración.
    Después colocó el cuenco suavemente sobre el agua del río y tuvo que dejar que la corriente lo alejara de ella.

    Ya estaba.
    Ahora sí que se habían ido los dos para siempre.
    Y el llanto comenzó a brotar sin que hubiera barreras que pudieran frenarlo sacudiendo levemente el cuerpo de Mirabel.

    - Lo siento. -Murmuró entre lágrimas para Rodrigo que iba a tener que aguantar aquel espectáculo.- Es solo que... es demasiado pronto... ella y yo apenas... no hemos tenido tiempo. -Su voz se entrecortaba, como sus palabras.
    Era demasiado pronto para perder a su abuela.
    Y no solo porque no se sintiera preparada para tomar su posición.
    Es que apenas habían tenido tiempo para reencontrarse.
    Realmente no había tenido ocasión de disfrutar de lo que era tener a su abuela junto a ella, de su parte, no más de dos años.
    No era suficiente.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Jue Feb 10, 2022 6:28 pm
    Esa lucecilla inquieta
    en tu ventana
    Permaneció quieto, atento a lo que ella iba disponiendo en aquella curiosa despedida.

    Observó las flores, y se dijo que podía suponerles uno u otro sentido. Las preferidas de ella, la abuela fallecida, o quizá incluso las que llevara en el ramo de novia cuando se desposara con ese hombre que, al parecer, había supuesto el terrible sacrificio demandado para concederles un milagro.

    Pensó por un instante que siempre resultaba injusto y feo ese detalle. Para convertirse en héroe, había que sufrir. Y lo que era aún peor; hacer sufrir a los que se ama.

    Pero las mariposas talladas en madera...eso no lo entendía.

    Arrugó el entrecejo.

    Creía recordar, pensándolo entonces, que doña Alma llevaba siempre una prendida en el cinto. Como hebilla del fajín, o algo así. Y, fijándose nuevamente en ella, en Mirabel, se percató de que era un símbolo constante en sus ropas. En el cuello de sus vestidos, en la solapa, o sobre el hombro derecho.

    Fue entonces consciente de cuanto de aquella família no sabía. De que, en realidad, sólo les conocían en superfície.

    Calló y atendió a la oración.

    Mas entonces ella empezó a llorar. Y algo en el corazón de Rodrigo se resquebrajó.

    Acortó la distancia entre ambos, y la arropó en sus brazos.

    Llevó primero las manos sobre sus hombros, encarándola a él. Se tomó el momento preciso para quitarle las gafas y dejarlas en el suelo, no se fueran a romper, y la abrazó.

    La diestra enredada en los negros rizos, llevó el rostro de Mirabel a apoyarse en su pecho, y la siniestra sobre su columna. Al tiempo, él apoyó el mentón sobre aquellos bucles oscuros, y cerró los ojos.

    Permaneció así, quieto y ajeno al mundo, hasta que los sollozos fueron remitiendo.

    -Ya está-musitó-están ya juntos. ¿No se lo merecen?-le preguntó al oído- reunirse de nuevo.

    Curiosamente, se sentía impregnado por la tristeza de ella. Curiosamente, se daba cuenta de que si las emociones de Mirabel inspiraban en él ese ímpetu por proteger, más allá de las indicaciones de mamá, pudiera ser que de verdad le importara.
    Rodrigo— el río— Mirabel





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    Jue Feb 17, 2022 9:02 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Sabía que tenía que parar.
    Sentía que tenía que hacerlo.
    Pero el dolor era demasiado intenso.
    Le dolía la garganta y los ojos y el pecho.
    Jamás había llorado de aquel modo, ni siquiera cuando era más niña. Salvo quizá... quizá aquella noche. Aquella noche en que se rindió al sueño acunada en los brazos de su padre.

    Y no esperaba que Rodrigo decidiera hacer algo parecido.
    Aún encogida en llanto, permitió que él la girase, dejó que le quitara las gafas y después se vio atraída a aquel abrazo. Pronto sintió el calor que provenía del pecho de Rodrigo, la forma en que sus manos la confortaban en cierto modo.
    No le estaba pidiendo que parase, solo la contenía, la acompañaba.
    Las manos de Mirabel acudieron entonces a su espalda, se agarraron a su camisa, aferrándose a él de algún modo, como si temiera que la soltase a pesar de que él era quien la había atraído en primer lugar.

    Y poco a poco, todo se fue pausando.
    Su corazón se calmó, al ritmo del que escuchaba en el pecho ajeno.
    Las lágrimas dejaron de brotar sin control y fueron menguando, aunque no habían desaparecido del todo.
    Sus manos dejaron de aferrar la camisa para apoyarse planas en su espalda.
    Conseguía respirar hondo por fin.

    Mirabel se apartó de su pecho, no rompiendo del todo el abrazo, para poder mirar el rostro de aquel hombre que se había preocupado por ella durante todo el día.- Gracias, Rodrigo. -Pronunció, aún lagrimeando pero más tranquila.- Creo que me has dado todo lo que necesitaba hoy. No sé cómo te lo puedo agradecer. -La luz era escasa en aquel momento, pero al pasar una de sus manos de su cintura a su pecho, se dio cuenta de que le había dejado empapada la camisa.- Quizá prometiendo no volver a estropearte una camisa. -Ofreció, queriendo bromear un poco para relajarse.

    Volvió a suspirar y notó que se relajaba un poco.- Gracias. -Repitió, porque necesitaba decírselo, porque no había forma de expresar lo mucho que había significado que estuviera a su lado todo el día.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Dom Feb 27, 2022 8:13 pm
    Esa lucecilla inquieta
    en tu ventana
    Paciente, el abrazo se estrechó un tanto más, a expensas de ese agarre de Mirabel a la tela de su camisa y el crescendo de los sollozos que la joven Madrigal necesitaba dejar escapar de su alma.

    La diestra enredada en los bucles oscuros, fueron los dedos de Rodrigo desenredando, cuidadosamente, cabello a cabello, en una carícia ténue y sentida.

    Sin siquiera proponérselo, o tomar conciencia de ello, acabó por cerrar los ojos.

    Los abrió poco después, al notar como el agarre se suavizaba, y como ella alzaba el rostro, apartándose de su pecho.

    Hubiera asegurado entonces que el hueco que dejaba ese contacto le producía frio.

    La escuchó. No había sido consciente, tampoco, de que sus lágrimas habían mojado su camisa.

    Y sonrió.

    Una sonrisa endulzada, lejos de cuantas encantadoras surgian, cuidadosamente ensayadas, a lo largo de sus días.

    -No te preocupes por eso- le dijo, negando un tanto con la cabeza.

    Y, al observarla, así, tan cercana, un fugaz pensamiento cruzó su mente y llegó a sus labios, del mismo modo en que sus ojos se habían cerrado antes. Sin premeditación alguna.

    No se cómo te lo puedo agradecer.

    -Yo sí- le dijo, tomándola del mentón, y alzando su rostro un tanto.

    Se inclinó despacio. De hecho, suficientemente despacio como para que Mirabel pudiera entender qué se proponía, e incluso voltear el rostro, si quería.

    Alcanzó sus labios, en una trémula carícia con los propios. Y la besó. Suave, superficialmente.

    Entonces fue él quien se apartó un poco, aunque no acabó de soltarla.

    -De nada-por el gracias- y discúlpame-por el beso robado.
    Rodrigo— el río— Mirabel





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    Vie Mar 18, 2022 8:35 pm
    Esa lucecilla inquieta

    en tu ventana
    Su vista no era la más nítida en aquel momento.
    Alterada por las lágrimas y la ausencia de gafas.
    Pero eso no evitó que se perdiera un momento en el rostro de Rodrigo.

    Y se perdió hasta el punto de que apenas fue capaz de comprender que aquella caricia en su rostro y la cercanía que provocaba solo anticipaban una cosa. Algo que ella nunca había experimentado. Y, si bien, pudo haberse apartado, algo en ella hizo que se quedase quieta, no necesariamente paralizada. Solo expectante.

    Sintió el roce de sus labios y la calidez que se despertó en su pecho y se extendió a toda ella hasta concentrarse en sus mejillas.
    No fue un beso muy largo, pero logró arrebatarle el aliento y la capacidad de respuesta.
    Solo podía mirarle en aquel instante, sin saber qué decir o hacer.
    Apenas boqueando en lo que las palabras decidían salir.

    - Creo... Creo que deberíamos regresar. -Fue lo primero que dijo.
    Quizá porque había pensado en decirlo antes, tras agradecerle.
    Quizá porque no se atrevía a decir nada sobre lo que había pasado.

    Se giró para recoger lo que quedaba allí en su bolso y tomar la linterna.
    Iban a volver juntos, los dos.
    Y ella seguía sin ser capaz de hablar.
    Así que fue un camino muy silencioso que se detuvo cuando estuvieron cerca de casita.

    - Gracias de nuevo por acompañarme. -Dijo Mirabel al detenerse y encararle, si bien lo hacía a cierta distancia.- Supongo que... nos veremos pronto, en el pueblo. -Añadió al final a modo de despedida. Claro que se verían, porque ahora ella acompañaría a su familia en sus tareas y tenía que velar porque todos estuvieran bien allí.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Dom Abr 24, 2022 8:07 pm
    Esa lucecilla inquieta
    en tu ventana
    Que aflorara una sonrisa en los labios de Rodrigo no restaba dulzura a la sensación en su pecho. Más bien al contrario, la afianzaba el evidente rubor, el hecho de que, de un modo u otro, ella no se había apartado, ni enfadado, sino que le había permitido continuar ese beso.

    Sonrió, y fue soltándola lentamente entonces.

    -Por supuesto, tienes razón. Se hace tarde- contestó, a ese deberíamos regresar.

    Intentó echarle una mano-lo que ella le permitió, sin molestarla de más- en recoger, y ambos se pusieron en camino.

    Rodrigo se mantuvo en silencio, a su lado. Ora miraba el camino, ora la observaba a ella, sin disimulo alguno. Pero respetó el silencio impuesto, porque si Mirabel no quería hablar, o se le hacía difícil saber qué decirle...mejor sería no forzar.

    Cuando se detuvieron, casita a sus espaldas, él asintió despacio a esa despedida dubitativa.

    -Nos veremos mañana, cuando venga a buscarte- declamó- para ir al pueblo a merendar. ¿Sí? No es bueno quedarse encerrada, dejando que la melancolía te invada. A tu abuela no le gustaría. Así que me adjudico la tarea de distraerte.

    Sonrió un poco más, sereno y confiado.

    -A las cinco estaré aquí.

    Se acercó a ella, se inclinó, y dejó un beso sobre su mejilla derecha.

    Luego volvió atrás ese par de pasos que les distanciaban, y cruzó las manos ante sí.

    -Espero a que cruces la puerta. No se deja a las señoritas solas en la oscuridad.

    Y eso haría. Aguardar a ver cómo la puerta de casita se cerraba a sus espaldas.

    ***

    Mientras, en casa de los Vargas, una impaciente y algo engreída Carolina removía bordados sentada frente a su madre.
    Soltó la aguja y resopló.

    -¿Se puede saber donde está Rodrigo? Este es incapaz de engatusar a una Madrigal. A mi me habría sobrado con media hora.

    En su butaca, don Andrés apartó la pipa de su boca y tuvo reflejos justos para evitar que el libro que leía fuera a parar al suelo.

    La madre, doña Valentina, le soltó un manotón a su hija, justo antes de llevarse un dedo a los labios y chistar.

    Acto seguido se levantó de su silla y se acercó a la ventana, a mirar tras las cortinas.

    Don Andrés ya escribía en un papel, que entregaba a su hija.

    ¿Tú eres tonta? ¿Quieres que Dolores te oiga?
    Rodrigo— el río— Mirabel





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    Dornish Sun
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    Jue Jun 30, 2022 6:29 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Mirabel había pasado las últimas noches sin dormir por causa de la pena.
    Pensó que aquella sería igual, pero lo cierto es que lo que la mantuvo despierta no fue la tristeza sino un cúmulo de emociones difícil de contener y de asimilar.
    Se había quedado mirando el techo, con los dedos acariciando sus labios.
    No sabía qué pensar. No sabía qué hacer.

    Pero sí se notaba que tenía fuerzas renovadas y una pizca de ilusión por hacer las cosas.
    Salió de su habitación aquella mañana, cosa que apenas había hecho los días anteriores, y se unió a la familia en el desayuno. Estar allí la hacía más consciente de que algo había cambiado en ella. Y también de que quería guardárselo. No sabía lo que era, pero quería que fuera solo suyo por ahora.
    Pero cuando su mirada se encontró con la de Dolores, la apartó rápidamente. ¿Habría ella escuchado algo de lo que había pasado? Quizá no del río, pero sí que estaban lo bastante cerca cuando regresaron para que escuchase su despedida.
    Por suerte, su prima decidió no decir nada y todo siguió su curso.

    Estuvo ayudando durante el día, pero no podía evitar sentir cierta emoción, anticipación quizá, al notar que las horas iban pasando. Que se iba acercando aquella que Rodrigo había mencionado. Lo fue disponiendo todo a la vez que se preguntaba si debería esperarle allí o quizá salir al camino para que no le vieran los demás.
    Era todo tan confuso de repente. Tan nuevo.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Myshella
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    Jue Jul 21, 2022 1:52 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Qué familia tan pesada tiene uno.

    Atravesar la puerta de puntillas, zapatos en mano, la noche antes, no le había servido de nada.

    Madre y padre aguardaban, sentados en sus butacas, en el salón.

    Y tan pronto como hubo alcanzado él la barandilla de la escalera, con intención de escabullirse hacia su habitación, ya le estaban pisando los talones, con esas notitas suyas en mano que fue recibiendo aunque no contestando.

    Aquella noche, portazo en las narices de sus progenitores, Rodrigo había apagado la luz de su cuarto y se había dejado caer sobre una cama en la que no logró conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada.

    ¿Qué había pasado allí?

    Junto al riachuelo, la tarea encomendada- una a la que no le había hecho ascos, todo hay que decirlo, porque la verdad es que la muchacha de por sí no estaba nada mal- se había vuelto, repentinamente, otra cosa. Un algo muy distinto, apretujándole el corazón.

    Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, intentando ver más allá, en dirección a la casa de los Madrigal.

    Y la cosa fue que su madre, al entrar en la mañana, decidió dejarle dormir.

    Tanto que un poco más y llega tarde.

    Porque había despertado aprisa, de golpe, alertado por un sexto sentido, a eso de las cuatro de la tarde.

    Tiempo de ducharse, adecentarse, y salir corriendo para llegar a la puerta de Casita justo justo cuando había dicho, la noche antes a Mirabel, que estaría allí.

    A las cinco en punto.

    Por el camino recogió al tropel un par de las flores de Isabel.

    Seguro que no lo notarían, eran sólo un par...y maña en recolocarlas y atarlas con un cordel- tomado prestado de las alforjas de un burrito, al paso también- sí que tenía.

    Así, llamó a la puerta.

    Y....

    Y antes de que apareciese Mirabel, abrió Dolores.

    Ni que le hubiera oído llegar, pensó, irónico él.

    La otra Madrigal alzó las cejas, brazos cruzados ante él, y le miró de arriba abajo, con un deje que se le antojó extraño.

    -Esto...-empezó- vengo a ver a tu prima. Le dije que la recogería a las cinco. Debe estar esperándome...creo.

    Aun siendo un tipo alto, la verdad es que le estaba siendo difícil conseguir ver tras Dolores. La muchacha se movía ligeramente, a un lado y a otro, cada vez que él intentaba asomar la cabeza.


    Mirabel— a las puertas de Casita — Rodrigo





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    Vie Ago 19, 2022 8:18 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Se había detenido frente a un espejo.
    Sus ropas, por el luto, eran oscuras. Se daba cuenta ahora de que no vestía sus alegres colores y bordados. Un chal descansaba sobre sus hombros, parecido al de su abuela, pero este sí que estaba bordado por su mano, no en colores llamativos, pero sí con un fino hilo ocre que dejaba volar un par de mariposas en la parte que quedaba sobre su hombro cuando se cubría con él.
    ¿Era lo adecuado para aquella salida? ¿Cómo saberlo?
    Ni siquiera estaba segura de que la salida de por sí fuera adecuada. Pero sí de que quería ir con Rodrigo.

    Su corazón latió con fuerza al pensar en él.
    Y como si fuera una invocación las losas del suelo comenzaron a tamborilear.- ¿Ya está aquí? -Preguntó, recibiendo un repiqueteo como respuesta.

    Abrió los ojos al bajar las escaleras y encontrarse a Dolores en la puerta.
    - ¿Dolores? ¿Ocurre algo? -Preguntó, sin alzar mucho la voz y casi con timidez, a pesar de haberse apresurado a llegar hasta ella.

    - Ummm... No, nada. Pero pensé que no querrías que todos preguntaran. -Dijo su prima, haciéndose a un lado para que pudiera pasar.- Cuidate, Mirabel. -Le dijo a modo de despedida, pero por algún motivo parecía que lo decía con algún otro tipo de intención.

    Mirabel quedó pues, frente a Rodrigo, manos sujetas ante ella, mordiéndose el labio y alzando la vista a lo alto que él era.- ¿Deberíamos ir ya? -Preguntó, en buena parte porque Dolores tenía razón, no quería que los demás supieran o empezaran a hacerse ideas. En parte porque sí que quería empezar aquel paseo cuanto antes.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    Mar Sep 13, 2022 7:00 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Lejos de mitigarse, la sensación de incomodidad en presencia de Dolores fue aumentando. Más allá de lo que él podía entender...

    De hecho, y si no fuera porque sus padres tenían por costumbre escribirse esas estúpidas notitas, casi estaría por jurar que la Madrigal del oído extraordinario había sentido algunas de las cosas que esos progenitores suyos eran capaces de soltar. Y que, de la noche anterior a ese momento, se le iban volviendo más ruines que acertadas.

    Decidió no prestarle mayor atención en el instante en que Mirabel le preguntó si se iban ya.

    -Desde luego- contestó, ofreciéndole el brazo para echar a andar.

    Se había fijado en el luto de sus ropas, y en la mariposa que en ellas siempre estaba presente. El mismo símbolo que la fallecida Alma. Y eso era bueno...pensó al tiempo en que dedicaba una última mirada, a su espalda, en dirección a Dolores.

    Y malo al mismo tiempo. Porque, aunque entendía que vestía de negro por lo reciente de la muerte, resulta que era de todos sabidos que la señora Alma se había puesto el luto por su marido, y ya no se lo quitó nunca. Esperaba, con mucho, que Mirabel no quisiera seguir esos pasos. Por lo que de severidad y distancia respecto a todo suponía.

    Que sí, la cabeza del clan había redimido su porte estirado después de que hubiera que rehacer la casa. Pero aun asi, siempre dio un poco de miedo.

    -No se como cuanto importa si nos miran, o preguntan-empezó- porque la verdad es que mi intención es ir a merendar al café de doña María- de hecho, tampoco es que hubiera más cantinas en el pueblo- y no pensé que hubiera de esconderme, si iba contigo. ¿Hay algún motivo para que Dolores crea que no deben verte a mi lado?-le preguntó a ella-o...¿te da vergüenza que te vean acompañada?

    No, no estaba en sus planes lo de pasar desapercibidos. Y nada tenía ello que ver con su propia família. Simplemente, Rodrigo no era hombre modesto, precisamente.

    Suspiró un poco, dispuesto a ceder si tan importante resultaba.

    -Si vas a estar incómoda, nos llevamos la merienda a algún lado. ¿Al río?-propuso.
    Mirabel— a las puertas de Casita — Rodrigo





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    Dornish Sun
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    Dornish Sun
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    Mar Dic 20, 2022 8:03 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Le dedicó una sonrisa leve a Rodrigo, no creía que pudiera ofrecer una tan brillante como las que él le regalaba. Tomó su brazo con cuidado y empezaron a caminar, colina abajo, hacia el pueblo.
    Estaban en silencio y Mirabel no dejaba de intentar encontrar un tema adecuado. No estaba segura de si debía agradecerle de nuevo la compañía la noche anterior, o quizá aquella tarde. La invitación. Pero no sabía si quería que él supiera hasta qué punto aquello la había alterado.

    De cualquier modo, fue él quien habló primero.

    - Oh... -Pronunció al escuchar sus planes y sus preguntas.- No-no es que sea algo malo, ¿verdad? -Respondió, dudando todavía.- No hay ningún problema en pasear y merendar con alguien, no es nada del otro mundo. -Por mucho que su corazón se empeñase en hacerle creer que sí. Después de lo sucedido en el río...- En realidad... Dolores lo decía por la familia, creo. Ya sabes, son... protectores. -Consiguió encontrar la palabra- Los he preocupado mucho. -Sabía que lo había hecho, que la tristeza que la había consumido aquellos días previos no la había dejado ver la que compartía con todos ellos.

    Mirabel había sido ajena a las miradas que su padre había dedicado a Rodrigo mientras la acompañaba el día anterior, pero sí sabía que Isabella desconfiaría. Se parecía mucho a la abuela en eso. Verse con alguien, aunque solo fuera un paseo, era algo que Mirabel no había hecho antes y sabía que aquella novedad podría causar algún revuelo en la familia.

    - Además, es que yo... yo no suelo recibir invitaciones para merendar. -Consiguió pronunciar, notando que se ponía roja al reconocer que no tenía ninguna experiencia con nada que se le pareciera a aquello.- Entonces, no sé si es adecuado o bueno o prudente... Pero si tú crees que no tiene nada de malo, confiaré en ti. -Cedió con facilidad.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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    The sleeping sorceress
    Myshella
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    Mar Feb 14, 2023 6:24 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    -¡Por supuesto que no!
    Cómo iba a ser malo, a ver.

    Rodrigo arqueó las cejas, tentado a preguntarle si es que en su familia habían esperado que ella permaneciera sola eternamente.

    Y, tal como lo pensó, frenó el paso de golpe y se volvió a mirarla, de arriba abajo.

    Es decir...

    Les había costado Diosa sabe cuánto, a esa familia suya, darse cuenta de que Mirabel era la heredera de la señora Alma. La Madrigal destinada a sucederla en la custodia de la llama.

    Y la señora Alma había recibido la llama al quedarse víuda de forma traumática.
    Es decir, sola.

    ¿Estaba realmente Mirabel destinada a permanecer sola, como vigilante de la llama mágica?

    La correlación de ideas le llevó a tragar saliva y a abrir mucho los ojos.

    Nah, ni hablar.

    ¿Qué clase de Milagro implicaría un sacrificio así?

    Se forzó a sonreír de nuevo, y volvió a tenderle el brazo.

    -Vamos a donde doña María.


    A él, además de apetecerle realmente pasar la tarde con la menor de las hijas de doña Julieta, le resultaba muy atractiva la idea de dejarse ver juntos...
    ¿Cuánto tardarían en el pueblo en empezar a cuchichear?

    Y no es que estuviera pensando en los planes de su madre. No, ya había llegado a la conclusión que ese asunto le incomodaba mucho más de lo que pudiera haber imaginado. Pero aún así. Causarian sensación juntos, estaba convencido. Y no podía negarse que siempre había tenido él ese puntito de orgullo.
    Ejem.

    Se plantaron en el café antes de que respondiera a ninguna de las otras cuestiones planteadas por Mirabel.

    Escogió mesa, y apartó la silla, galante, para que tomara asiento.

    A la señora María, por supuesto, le faltó tiempo para apartar a su hija e ir ella misma a preguntarles que querían tomar...ojo avizor y oreja afilada.

    Dispuesta a que no se le escapara una, pensó Rodrigo. Antes de caer en la cuenta de que la que sí debía estar bien pendiente de cuanto se dijera...era otra mujer, más joven y mucho más preocupante para él: Dolores.

    ¿Qué bicho le habría picado a la prima, para haberle recibido así?¿Qué...habría oído?

    Esperó a que Mirabel decidiera qué le apetecía merendar, pidió lo mismo, y se aclaró la voz, antes de retomar la conversación.
    Midiendo bien sus palabras, por si las moscas.

    -Entiendo que tu familia esté preocupada por tí, pero no tienen el porqué, si estás conmigo. Porque de eso me voy a ocupar, precisamente: de que no se apodere de tí la tristeza, de  nuevo. Y me parece muy mal que no hayas recibido antes invitaciones para merendar. Culpa mía. Debí habértelo propuesto antes, mucho antes. Pero, claro...entiéndeme. En ocasiones, tu familia con sus dones, impone un poco. ¿Perdonarás mi desconsideración, al haber tardado tanto?

    No sabía si Dolores andaba a la escucha...pero la dueña de la cafetería no disimulaba ni un poquito.
    Mirabel— en la cafetería — Rodrigo





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    Dornish Sun
    Timelady
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    Dom Abr 09, 2023 12:40 pm
    Hacia un nuevo sol

    por caminos nuevos

    Era fácil confiar en Rodrigo, en su seguridad y seguirle. Le facilitaba mucho las cosas ahora que no estaba en el mejor momento para tomar decisiones.
    Así que si él creía que no había nada de malo, cosa que a ella también le parecía así, sería verdad.
    Y no habría nada de malo en visitar el lugar de Doña María para merendar juntos aquella tarde.

    El camino ya no era mucho y llegaron pronto. Había varias mesas libres, así que pudieron escoger. Mirabel agradeció el detalle de que le apartase la silla, solo casita lo había hecho para ella antes.

    Pidió un café y unos dulces que eran sus favoritos cuando apareció la señora, todo cumplidos y alegrándose de poder volver a verla. Sabía que parte de su responsabilidad ahora era también con el pueblo. También ellos la necesitaban y tenía que estar a la altura de esa prueba.
    Quizá también a ellos les había preocupado al sumirse en un mundo tan triste y oscuro desde la muerte de su abuela.

    Pero era cierto lo que decía Rodrigo, él la estaba ayudando a salir.
    Quería ocuparse de eso y no sabía muy bien cómo debía sentirse al respecto. Pero en aquel momento, ella creía que se sentía muy bien escuchar a alguien decir que quería lo mejor para ti.
    Sin embargo, la sonrisilla, un poco boba, que estaba apareciendo en su rostro, se transformó en una expresión de sorpresa.

    - ¿Tú...? ¿Tú querías...? -Aún no salía de su asombro y no conseguía expresar la pregunta adecuada.- ¿Querías invitarme a merendar, antes? -Logró finalmente hacer la pregunta. Con el "antes" bien incluído, porque era lo que más sorpresa le causaba. Que él, que Rodrigo, estuviera interesado en ella antes. Le gustaría saber en qué momento estaba ese "antes", pero no se atrevía a cuestionarlo tanto.
    - Yo... Yo... Sí, claro que te perdono. -Añadió al final, respondiendo a la pregunta que le habían hecho antes de pararse a pensar en si algo habría cambiado en todo lo sucedido si hubiera sabido que alguien la miraba de ese modo.- Disculpame tú, nunca pensé que... bueno... -Le costaba encontrar las palabras.- Siempre pensé que nadie me veía... -Reconoció con la mirada baja. Ella no había brillado nunca como la constelación que era su familia, se había sentido eclipsada por ellos durante mucho tiempo, aunque siempre había intentado ayudar y dar lo mejor de sí misma, rara vez le salía bien.
    Rodrigo— Casita — Mirabel




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