Giro los ojos intentando no sonreír, porque la situación no era para reírse, pero definitivamente los comentarios ajenos hacían que de alguna manera la situación le causara por lo menos un poco de gracia. Aquel sería un trabajo difícil, pero estimaba que por algo Dios se lo había encomendado especialmente a él. – Te aseguro que los Ángeles justamente intentan que sus alas crezcan al interactuar con humanos que sienten que son un caso perdido. Los ayudan a ser salvados. – Explico vagamente, aunque dudaba que él en su estado pudiera entender la profundidad y sinceridad de sus palabras en líneas generales.

Sonrió divertido y supo que era momento de irse, aunque no le gustaba para nada. – Cuando he dicho que te iba a pagar para conversar contigo, no era mentira. – Rebusco en sus bolsillos, extendiéndole el dinero que le había dicho que le daría. – Esto es aparte de lo que me ha pedido tu jefe, para que veas que ante todo soy un hombre de palabra.

Al parecer la interacción con el hombre rubio de la noche pasada había dejado algo extraño en la mente de Adriel, le había dado dinero suficiente para poder comer una semana entera. Y sin embargo el moreno se había descubierto comprando al dealer local lo mejor de su mercancía. No podía contra eso, algo en su cabeza le decía que comer no era tan importante.

Él caminó a casa mientras esnifaba y zigzageaba por la carretera. Sabía que tenía que llegar a algún lado, su pequeña casa estaba pasando el bosque, aunque solo la había tomado "prestada" allí nadie llegaría sin avisar.

Tarareaba Harry Styles mientras tomaba dirección al bosque, riendo como un cosaco por cualquier insensates que recordara. En ese estado el demonio no podía dominarlo. Su pecho dio una sacudida y terminó por vomitar frente a un árbol, abrazándose al mismo.

Las cosas como se habían dado con aquel joven lo habían dejado inquieto, si Dios lo había mandado a aquello era porque era una misión realmente complicada, lo sabía, pero hasta el momento en que no había notado hasta donde el demonio estaba en el alma de aquel muchacho había conservado la esperanza de que las cosas cambiaran. Tendría mucho trabajo por delante, eso era claro, pero esperaba encontrar la manera de llegar a él poco a poco. No había vuelto a aparecer en un primer momento a sabiendas que no era lo mejor, pero no podía darle mucho tiempo más.

Esa tarde se dedico a seguirlo desde las sombras hasta que lo vio vomitar, creyendo que era un buen momento para intervenir. No podía creer como era que le gustaba estar de esa manera, que era lo que había vivido como para que fuera de aquella manera. – ¿Te encuentras bien? – Pregunto una vez que estuvo detrás suyo, poniendo una mano en su espalda.

Hacia unos días que no había vuelto a trabajar, su jefe se había enojado pues no podía tapar las cámaras de la habitación cuando quería y le había dicho que si volvía a hacer algo de ese estilo le dejaría en la calle sin trabajo para mantenerse. Y Adriel se le había reído en la cara porque estaba muy ebrio en ese momento.

Al final desde que ese muchacho había aparecido en su vida todo se había desdibujado, era su culpa todo eso.

Las arcadas seguían y Adriel escupió antes de levantar la enrojecida mirada hacia el otro. Que hacía en su casa? Ahora era un espía? El pelilargo le ignoró y caminó con paso errante hasta la puerta de la casa.

- Vete de aquí.. - murmuró sentandose en una vieja mecedora en la galería de la cabaña, todo le daba vueltas y no quería sentirse de esa manera ya ni dejarse controlar por el demonio.

Su mirada se fijó en el rubio desde allí, atento a que no se le acercara. - Ya te dije que te vayas.. - no quería terminar en una pelea pues no era lo suyo, solo quería tener fuerzas para enfrentar lo que le estaba pasando en el cuerpo pero se le hacía muy difícil.

Aquel chico era patético, inclusive cuando bien sabía que no debía pensar eso pero era tal el nivel de mierda que tenía dentro que realmente necesitaría que Dios lo iluminara para poder cambiar algo en él y salvarlo. Era claro que no quería ser salvado, le parecía por demás obvio, pero no podía dejarlo a su liberalidad cuando estaba corroído por aquel demonio que nublaba su razón. – Parece que necesitas ayuda. – Dijo, pero se alejó un poco no queriendo que se sintiera invadido porque no era una buena manera de llegar a él realmente.

Se acerco hasta la galería y se termino sentando en los escalones, mirando el lugar, no parecía un sitio especialmente habitable, pero al parecer no tenia nada mejor, dudaba siquiera que tuviera algo de comida ahí dentro, especialmente cuando parecía que se había drogado a limites que el propio Matteo desconocía. – ¿Tienes algo de comida o algo de beber? Creo que necesitas algo solido en el estómago, sino dentro de poco terminaras vomitando tus propios sesos. – Porque, por el color del vomito que había hecho antes, estaba casi seguro que ese estomago no tenía absolutamente nada dentro y podía ser contraproducente. Quizás llevarlo al hospital sería lo ideal, pero sería para peor, solo lograría que desconfiara aún más de él.

Aquel hombre que le ofrecía su ayuda había sido responsable de que terminara sin trabajo, en el único lugar donde podía conseguir uno con lo que sabía por lo que no se confiaba de él.

Sabía que la adicción no era un paso pero no podía hacer más, era lo único que lo alegraba un momento, que lo hacía sentir vivo, más conciente de si mismo y sin intromisión del demonio.

- Quien eres? Y porque estás siguiéndome? - preguntó haciendo un esfuerzo por ir donde la cocina y prender la pava en el fuego para hacerse un té. Era lo que tenía en ese momento en la cabaña.

-No tengo comida por lo que al menos que seas Santa Claus... no me sirves.. - murmuró, sentándose en la alacena. Tenía el cabello bastante largo, pantalones bastante más rotos y grandes que su talle y una camiseta blanca sin mangas algo manchada. No necesitaba que ese tipo lo mirara de esa manera.

Era un buen punto, para él no podía ser muy difícil adivinar que estaba siguiéndolo por lo menos un poco aunque no era del todo mentira, en realidad lo seguía pero él no tenía porque saberlo. – Solo te encontré en el camino y quise ayudarte, no te veías nada bien realmente. – Se encogió de hombros, realmente no se veía nada bien anteriormente y suponía que hubiera hecho eso por cualquier persona, inclusive si no fuera él, quien le había sido asignado para cambiar su vida y sacar el demonio de su interior.

Se acerco, siguiéndolo con el ceño levemente fruncido, ese chico tenía aún más problemas de lo que había pensado anteriormente, quizás necesitaría esforzarse un poco más. – Puedo ir a comprar algo para comer si es lo que quieres, pero pensé que luego de lo que había pagado por ti el otro día aún tendrías algo de dinero. – Se encogió de hombros, apoyándose en la pared mientras lo miraba atentamente porque parecía que no le había quedado un solo dólar de todo aquello.

El rubio no tenía ni remota idea de lo que había pasado en su vida para acabar así, no sabía lo que era estar solo con todo eso. Seguramente tendría una familia con dinero, y sospechaba que era mucho por lo que había hecho el día anterior en su trabajo. Ese hombre estaba forrado.

- Matteo, ese era tu nombre no? lo recuerdo.. - le dijo, sentado en la silla mientras servía el té en dos vasos pequeños. - No me ha quedado nada de dinero, esto es así.. un día lo tienes, otro desaparece.. - todo lo decía haciendo señales con las manos, estar drogado era mucho mejor que estar sobrio.

- Déjame decir una cosa, no quieres verme sobrio, es.. es mucho peor.. - así podía dominarse, así hablaba de manera errante pero al menos era él mismo. Sorvió el té caliente, le dolía la cabeza y necesitaba un poco de lo que había comprado por lo que dejó su encendedor en la mesa, una bolsa de heroína y unas cuantas jeringas. - Deberías marcharte.. - le dijo quitándose la camisa, Adriel estaba demasiado perdido y necesitaba eso como a respirar. - Necesito.. esto.. antes de que él me domine.. -murmuró, calentando el metal, temblando de impaciencia. Eso mismo era el infierno, no lo que los demás decían de después de la muerte. Él lo vivía constantemente.

Se quedo mirando como servía el té, no entendía como un jovencito así podía estar tan perdido en medio de las drogas y la prostitución, no cuando Dios siempre intentaba interceder por ellos, pero había muchas veces que, simplemente, las cosas no funcionaban y terminaban dejándose guiar por las pasiones más bajas. Era mucho más fácil hacer las cosas mal que hacer las cosas bien, era claro, pero Dios siempre les daba más oportunidades inclusive cuando muchas veces no se las merecían. – Bueno, si necesitas algo para comer sin problema puedo ir a comprar al supermercado y traerte. – Ofreció de nuevo, porque realmente lo creía que quizás era mejor que darle dinero que luego iba a gastar en droga.

Agarro la taza de té y bebió un poco, haciendo una mueca porque estaba horrible pero tampoco era de buena educación despreciar lo que te habían ofrecido, lo sabía inclusive él. – ¿Por qué sería peor verte sobrio? – Quiso saber, lo decía de una manera que dejaba entrever como si fuera algo terrible.

Arqueo ambas cejas cuando vio todo aquello, definitivamente el dinero se le había ido ahí y era…terrible, siquiera entendía como podía existir algo así en el mundo. – No lo necesitas. – Dejo en claro, acercándose y poniendo una mano donde tenía el encendedor, deteniéndolo sin saber bien como saldría aquello. – No te puede dominar si no lo dejas, no necesitas esto.

Nadie podía entender lo que realmente le pasaba estando sobrio, porque nadie estaba en su piel ni podía escuchar al demonio dentro suyo haciendole hacer cosas realmente malas, no quería hacerlo muchas veces y su desobediencia siempre terminaba mal, por eso había encontrado en la droga la manera de evitarlo, porque así no tenía conciencia de que este estaba allí, al acecho.

Adriel gruñó cuando este le tapó el encendedor, porque no quería que este le dijera lo que tenía que hacer, pero a diferencia de volver a intentarlo, tiró la cuchara al piso y se avalanzó sobre el rubio hasta que ambos cayeran al suelo, este sobre su acompañante.

- No lo entiendes, nunca vas a entender lo que se siente.. él vive en mi.. y no puedo controlarlo.. - le dio con los ojos fijos en los celestes de ese hombre, era precioso, como un ángel caído, peor ni siquiera un milagro podía con su condición. Adriel se quitó el largo cabello de la frente, sintiendose otra vez enfermo y con deseos de dejarse controlar por eso. Apretó los ojos y se apartó de encima del chico.

- Ya vez lo que haces, no deberías estar.. aquí, él quiere.. hacerme hacer cosas muy malas.. - tenía deseos que no era suyos, el moreno gruñó conteniéndose y mirando hacia todos lados, necesitaba un escape, evitar que el demonio le tomara por completo.

Definitivamente él no estaba en sus cabales, no tenía idea lo que debía ser tener esa maldad dentro que hacía que hiciera tantas cosas terribles, pero, definitivamente, no dudaba tampoco que el diablo estaba metiendo su cola de manera demasiado intensa constantemente. De repente se le tiro encima y Mateo solo atino a parpadear varias veces, poniendo por inercia sus manos en el pecho ajeno para que no lo golpeara, porque en un primer momento realmente había pensado que lo que haría era golpearlo. – Podrías controlarlo si te aferraras al señor ¿Hace cuanto no vas a la iglesia? Él es el único que puede salvarte. – Le repitió aquello que sabía a la perfección que era así, Dios podía salvarlo, pero el jovencito no había tenido en ningún momento la voluntad de acercarse a él.

Se sentó en el suelo cuando pudo levantarse ya que él había salido de encima suyo, mirándolo con el ceño levemente fruncido. – No me voy a ir de aquí y tampoco voy a dejar que te haga hacer nada malo. – Estiro su mano, tomando el brazo ajeno con cierta firmeza para que supiera que estaba ahí y que no pensaba irse. No tenia idea como iba a salvarlo, pero tendría que encontrar la manera de hacerlo. – ¿Qué es lo que quiere que hagas?