El elfo había dejado que la joven atendiera su herida, pues de lo contrario podía infectarse y tener problemas. La inmortalidad de los elfos no implicaba que no pudiera morir, si algo malo ocurría podía terminar muriendo. Ahora, el tiempo, eso sí, no los podía matar. Por tanto, era mejor no tentar su suerte siendo terco y negándose. Además, que aquello haría sentir a Browyn más tranquila, en especial luego de ver como se mareaba después de esforzarse con el abuelo.

Para Arondir no era problema alguno conseguirle las yerbas que necesitaba. Los pasos de los elfos solían ser muy ligeros y sigilosos, por lo que si se mantenía en silencio y tenía cuidado, ni siquiera se tenían porque enterar de su presencia en el bosque. De todos modos, no es como si no tuviera que adentrarse allí de todas maneras. Pues luego de esto iba a ordenar una inspeción de rabo a cabo de aquel bosque en busca de más grupos de orcos que estuvieran merodeando las cercanías del pueblo y se escondieran en el bosque. No le gustaba que los hubiera encontrado tan cerca. ¿Qué le garantizaba que se quedarían solo en el bosque? Nada, así que no se iba a arriesgar. — Lo comprendo muy bien, si es cierto que en un comienzo le cuestione, pero una vez conociendo su situación es totalmente comprensible. — le aseguro el moreno.

— Para mí eso no es pesar, y créame de todos modos siempre tendré que ir allí. No quiero que unos pocos orcos luego se sigan multiplicando. Es peligroso estando tan cerca del pueblo. Pero si le tranquiliza, no lo pienso hacer solo. — afirmo, pues para eso tenía a sus compañeros, así que no iba a ser insensato. Allí se quedó sentando mientras la veía cocinar, no sabía por qué había esa conexión con la campesina, pero no debía, no podía ponerse a imaginar más allá de quizás una amistad. Sí, era lo más apropiado porque tampoco podría ya alejarse. Jugaba con fuego y bien su amigo se lo había dicho, pero era más complicado cuando se estaba en su posición que decirlo desde la perspectiva del espectador.

— Siendo así, creo que no volveré a pisar esa taberna. No creo que nadie en su sano juicio lo preferiría en vez de una comida caliente hecha con cariño. — afirmo el elfo, era la diferencia de lo hogareño que aquí se sentía versus a una taberna fría con un dueño codicioso que solo le interesaba sus ganancias.

La cara de Arondir por lo general solía tener una expresión sería, pero con Browyn se le hacía imposible mantenerla así. Más cuando su expresión de emoción al conocer la noticia de que su abuelito pronto se levantaría de aquella cama. — Espero esas lágrimas sean de felicidad. — murmuro. — Va a estar bien. Lo aseguro, no podría mentirle menos con algo como eso. — el chico sonrió de manera amable. — Bueno, cuando lo haga a quien primero verá será a usted, podrá abrazarlo, hablar con él, cocinarle, incluso podrán salir a caminar. Tendrá a su abuelo por un buen tiempo. — aseguro el elfo. Claro, el hombre seguía siendo mortal, pero ahora estaría sano cuando terminara con el tratamiento, así que le quedarían sus buenos años de vida que podría aprovechar junto a su nieta. — Eso huele bien. ¿Qué está preparando? — cuestiono el moreno al oler la fragancia que emitía la comida que ella preparaba.

— Descuide, puede quedarse tranquila. Ya que conozco del asunto lo plantearé con el resto de la guardia para así encargarnos de esa peste. — afirmo el elfo, quien no era de dejarse llevar por impulso, usaba más la mente. Aunque como todo ser vivo, podía tener sus momentos de flaquezas cuando la mente se nubla por ver alguien que le importe en inminente peligro. Más Arondir intentaba de darse incluso en esos momentos unos segundos para canalizar sus emociones y así reaccionar de la manera más conveniente.

Soltó un suspiro ante sus palabras, era cierto que tarde o temprano se darían cuenta. — Es algo que yo tampoco logro comprender aún después de tantos años. Al comienzo, tal vez, puedo comprender que pudieran culparnos de todo lo que ha pasado. Pero luego de tantos años, cuando solo nos hemos encargado de proteger estas tierras… pero lamentablemente mi señora, no todos ven las cosas buenas como usted. Algunos solo se quedan aferrados a lo malo del pasado. No miran hacia delante. — comento el moreno. — Pero no dude en dejarme saber si la molestan. — murmuro casi en un gruñido, no le gustaban las injusticias y si debía intervenir lo haría.

— Me alegra verla feliz, y sobre todo poder haber sido de ayuda. Sé que es una gran impresión, pero afortunadamente es una impresión buena. Ya van varias formas en que me ha agradecido, la comida, curar la herida, su amistad. Con eso me basta, de veras. — le dijo con honestidad. —Si claro que podrá. Obviamente, no debe de abusar de ellos, poco a poco podrá hacer paseos más largos. Pero definitivamente podrá hacerlo. —  

Arondir agradeció la comida, para él la calidez y el amor con el que la preparaba era lo que la hacía especial. — Pues debo de admitirle que es muy poca la carne que consumo. Mayormente, podrá escuchar que nos alimentamos de legumbres, frutos, vegetales. Sin embargo, al menos los elfos silvanos, que es mi raza si consumimos carne. Aunque en mi caso, en menor medida, debido a que un elfo que vive en su puesto de guardia no suele tener mucho tiempo o lugar para ponerse a cocinar. — termino por admitir. — Así que, para mí, aunque usted crea que es algo sencillo, realmente es de esos días en los que siento que consumo un banquete. — aseguro el elfo. — Por lo que para mí la carne es bienvenida, quizás alguna sopa para un día lluvioso. No estaría mal. — comentaba el elfo mientras comía.

— Usted tiene algún platillo favorito… Fruta, por ejemplo. Siempre es bueno, algo dulce. — comento, es que sabía que las frutas eran un poco más complicadas de encontrar, y, sin embargo, era lo más dulce y rico. Así que quien sabe, quizás podría conseguirle.

La riña que había hacía los elfos había llegado a ser algo exagerado. Porque bien podrían tener sus diferencias, pero no dejaban de ser quienes vigilaban sus tierras, quienes evitaban desgracias. Pues eran ellos los que se pasaban día y noche pendientes de cualquier amenaza. Cosa que no hacían los humanos que estaban tan confiamos en su mayoría que eran capaces de decir que no los necesitaban porque realmente no había ningún peligro. Menos mal que había personas con los ojos bien abiertos y razonables como lo era Bronwyn.

— Igual agradezco la confianza. Ojalá hubiera más que pensaran como usted. Y también más elfos que no opinaran tan cerradamente. El mundo sería mucho mejor. — y seguro hubieran sido más unidos, al mal le convenía que las razas se pelearan entre ellas. Pues era real el hecho de que en la unión estaba la fuerza. — También cuenta con mi amistad. — Le aseguró.

Notar la alegría en sus ojos de solo darse cuenta de que podía volver dar paseos con su abuelo nuevamente le provocaba alegría, ternura y también satisfacción. No siempre las buenas obras tenían que ser por medio del filo de una espada, como lo ocurrido en el bosque cuando la salvo de los horribles orcos. También podía ser el dar cuidados a otros como lo fue con el abuelo. Eso lo llenaba de igual manera.

Arondir se conmovió de que intentara incluso no afectar su dieta. — Se lo agradezco, aunque no era necesario mi señora… con tan solo el amable gesto de ofrecerme comida era más que suficiente. — respondió el moreno, aún sorprendido por tanto detalle para con él. — Eso me parece perfecto. El caldo de la carne siempre proporciona un sabor extra muy bueno. Y claro, todo se aprende con el tiempo. — aseguró, pues no es que no lo comiera del todo o que no comiera derribados. Por supuesto, sería genial sentir algo del sabor de la carne.

Imagino que al estar pendiente más de complacer el paladar del elfo, pasó por alto su pregunta sobre qué fruta era su favorita. No la culpaba, cuando se estaba en la cocina había que estar pendiente de mil cosas a la vez. Así que esta vez más que hacer la pregunta como algo casual, prefirió ser más directo y dejarle saber la intención tras aquella pregunta. — Sé que en esta área los frutos dulces son muy escasos. Pero le preguntaba cuál era su favorito, porque tal vez de ver alguno de ellos en mis viajes podría quizás igual traerle. — ahora más luego de que la joven hasta había cambiado su menú por él.

Por algún lado debían comenzar los cambios. No era necesario estar con tantas riñas y peleas cuando había cosas con verdadera maldad por las cuales era mejor estar unidos. Pero los humanos no parecían notar esos peligros, no al menos la mayoría, y muchos elfos parecían estar negados aceptar que los había con tal de asegurar que el mundo de la Tierra Media seguía estando en paz. Así que por ende la atención se desviaba a conflictos como estos. — Así es, alguien debe comenzar hacer cambios por muy pequeños que parezcan. — afirmó el elfo, quien a diferencia de otros sí estaba en contra de ello.

Una muestra más de la calidez humana era ese deseo de retribuir lo que había hecho aun cuando a su parecer no era necesario. No la hubiera dejado a su suerte en el bosque, y tampoco le hacía menos el ayudarle al abuelo a sentirse mejor. Al contrario, era gratificante. Pero era su forma de agradecer y eso le parecía encantador. — Por supuesto que sí, no tiene por qué resistirse por mi causa. Y en definitiva estoy seguro de que disfrutaré de su comida. El solo olor me asegura que así será. — afirmó el moreno, y no solo era por el buen olor, también era por la dedicación y amor que le ponía a lo que hacía.

Arondir parecía tener esa expresión amable, pero neutral en el rostro, pero en el fondo le había agradado que no quisiera que se marchara. — A veces no queda de otra. Es por mandatos. Pero al final siempre término de vuelta aquí. — afirmó, pues era donde lo tenían asentado. El elfo se quedó pensativo. Había muchos esparcidos por toda la Tierra Media. No todos eran tan simples de conseguir y otros eran de lejos. Pero sí pensó en uno que podía gustarle y que era común entre su pueblo. — ¿Has probado las uvas? — Le preguntó. Porque podía conseguirle algunas.

Al mencionar el prometido se dijo a sus adentros algo como… Qué tonto, claro que tendría uno. — Oh… solo espero que mi presencia aquí no le traiga líos con él. En cuanto a los viajes. ¿Ha escuchado de Eregion? Es un lugar muy hermoso.  — de verdad no quería ser un lío para ella. Se suponía que no debía albergar ninguna idea en su mente, ella era mortal, él no lo era. Si su amigo llegaba a saber esto seguro, le diría que era una señal de que no debía. ¿Pero podría realmente hacerle caso?

Venían de culturas distintas era cierto. Pero eso no los hacía enemigos, el elfo creía que ellos estaban en aquel lugar por hacer el bien. Para proteger a los más indefensos de las fuerzas obscuras aun cuando muchos negaran que cosas malas estuvieran ocurriendo. Algo le decía que los incidentes con los orcos y trasgos no estaban siendo casos aislados y aleatorios. Había algo más y quizás ahora era muy prematuro para descubrirlo y comenzar a ver los efectos. Pero estaría atento a lo que comenzaba a acechar de entre los lugares más sombríos de la Tierra Media. — Así es, no deberían juzgar algo que es el resultado de solo buenas intenciones. ¿Por qué ser enemigos cuando se puede ser amigos? — y era algo que muchos no podrían comprender, pero él no se iba a rebajar a comentarios ignorantes tampoco. Lo único que no deseaba era que estuviera en problemas por su causa.

Browyn estaba siendo muy atenta, hacía mucho que nadie lo era con él. Pues Arondir era solo un soldado, un elfo que había nacido para servir, para proteger, no para ser adulado o consentido, como podrían ser los elfos de altos rangos. Quizás por eso también se le hacía más sencillo comprender las cosas por las que la joven había pasado. Porque su vida no había sido un camino de rosas como el de otros. Aunque tampoco se quejaba por ello. El moreno estaba más que a gusto con lo que hacía, se sentía satisfecho de poder ser de ayuda. Pero igual no podía evitar que el gesto de la chica le hiciera sentir una sensación de calidez dentro de su pecho. — Está bien, como usted diga. No pondré más peros. — le aseguro con una sonrisa que muy pocos lograban sacarle. — No abusaré de ello, pero prometo tomarlo en consideración. —

Lo de las uvas podía ser un buen regalo, era un fruto que no se daba en todas partes. Pero que era muy codiciado entre los elfos, en especial los que fabricaban vinos, los cuales eran de la mejor calidad. Así que sabía que sería algo que le gustaría. — Lo son, ya lo comprobará cuando las pruebe. — aseguro el elfo.

Por un momento sintió algo de incomodidad, aunque no lo demostrara, pero rápido se decía a sí mismo que no tenía por qué. Escucho sus palabras, tal parecía que ella y ese hombre no eran tan cercanos como deberían. — Pues solo espero que no lo tome a mal, sería una lástima si se opusiera a que fuéramos amigos. Aunque no comprendo mucho. ¿Acaso no se aman? — cuestiono, para los elfos no existía el matrimonio sin amor. En eso también eran muy diferentes.

Arondir asintió, claro, que ellos se casaban, pero no por compromiso. — Sí, los elfos también contraemos matrimonios. Solo que no es fácil encontrar a esa persona especial, un elfo solo se casa y se entrega a la persona a la cual pertenece su corazón. — le contó. — No es eso, no es que no pueda. Es solo que para mí no ha llegado esa persona… — o al menos no han formado ese vínculo aún.