Stark advirtió una y otra vez que el partido de quidditch era una mala idea. Debían dejar de poner parches en la vida de aquellos alumnos cuando había situaciones más importantes de las que ocuparse. El trauma pasado en navidad era suficiente, de igual manera que tener en consideración que las personas que estaban causando disturbios en el colegio eran parte de los alumnos. Si tan solo el director dejase que los profesores se ocupasen, pero ahí estaban una vez más, con excusas que Stark no estaba aceptando.

— ¡¿Y qué espera que hagamos señor director?! Si cree que los alumnos no hablaran con sus familias se equivoca, no dejan de suceder cosas bajo sus ojos y no se está ocupando de la seguridad de los muchachos. Decir que ha mandado un reporte al ministerio y que el pago del material será reembolsado no quita la afrenta de odio que ha sucedido bajo su mando — dejó claro, pero pareció que le hablaba a una pared. Aquel hombre temeroso de que pensaran que no sabía ocuparse del lugar.

¡Claro que no sabía! Estaba metiendo todo bajo la alfombra y la ministra estaba haciendo lo mismo. Ocultando los problemas más grandes para que la situación pareciese más bonita de lo que es. Las bromas de los alumnos pasaban muy de lejos lo que sucedía, pero algunos magos parecían reírse. Era solo una broma, al igual que alguien que se rompía un brazo en mitad de un partido con una Blludger. Parecía que la excusa de que con magia y galeones se solucionaba todo era suficiente.

— El baile los calmara, solo necesitan un poco de camarería — dictó el director y ni siquiera las protestas conjuntas de aquello pareció desviar la atención —. Simplemente tranquilizar a los alumnos en las aulas, diciendo que ya se ha puesto en manos de profesionales, fin — y sin más los despachó a todos.

La cara de Stark debía ser un poema en ese momento, cansado como estaba de la situación y de ver que los esfuerzos seguían cayendo en saco roto. Aquel colegio no tenía ningún tipo de control y ellos mismos estaban impotentes ante ello. Apretó los puños, apoyado contra una de las columnas, sabiendo que debía contar hasta diez antes de moverse.

20.01 + Después de la reunión de profes

Durante la reunión con el director Cassie no expuso demasiado. Se quedó en la retaguardia, observó y escuchó. Era la nueva y todavía no había aprendido del todo cómo funcionaban las cosas o, para el caso, como funcionaba la mente de sus compañeros de trabajo. El director estaba resultando ser tan inútil como John le había auspiciado que era y Cassiopeia no pudo evitar preguntarse cómo o hacían los hombres sin talento alguno para el mando conseguir puestos tan elevados.

— ¿Intentas calmarte contando hasta diez? —salió la última del despacho pero, a diferencia del resto de profesores, ella no evitó a la bomba a punto de explotar.— Porque viéndote bien, creo que como mínimo vas a necesitar contar hasta cincuenta. —se paró frente a él con las manos metidas en los bolsillos de su túnica.

Stark siempre le había causado respeto y fascinación a partes iguales. Cuando solo era una becaria en el departamento de aurores apenas sabía cómo hablar con él sin parecer una estúpida. Lo cuál era un gran problema ya que él ejercía como su superior directo. Con el paso del tiempo había aprendido a estar más cómoda con él y con el paso de más tiempo todavía había conseguido sentirse más como una compañera que una aprendiza. Lo había conocido más como persona, había aprendido cosas sobre él y había ganado una confianza que, aunque el propio Stark podía aborrecer a veces, ya no tenía marcha atrás.

— Tenías razón con lo que me contaste sobre… —no acabó la frase, por si alguien los escuchaba, pero hizo un gesto sutil hacia la puerta del despacho ya cerrada.— Creo que te vendría bien una copa. Esta noche no estás de guardia, ¿verdad? —en privado podrían hablar más cómodamente de todo lo que había pasado, lo que pasaría y lo que iban a hacer.

Notó el par de palmadas de Alexander en uno de sus hombros, como quien le dice que tiene que aguantar un poco más. En algún momento iba a pasar una catástrofe mayor y ninguno iba a ser como reaccionar. No se merecían que los llamasen guardianes del colegio porque los muchachos estaban completamente libres. No le extrañaría que ellos mismos empezasen alguna especie de guerra en el colegio y sería completamente justificable. Los adultos no abogaban por ellos, tenían que defenderse de alguna manera y esa era la única.

— ¿Solo cincuenta? — Alzó una ceja mirándola, aún con esa cara de pocos amigos que estaba intentando disimular —. Me das demasiado crédito, la verdad — porque en ese momento le daban ganas de renunciar. Si no fuese porque aún necesitaba ese trabajo, la cobertura necesaria para seguir trabajando desde las sombras. Dudaba que sus compañeros lo tuviesen fácil, si el colegio estaba así no se imaginaba los agujeros que tendrían que estar tapando en el ministerio.

¿Se esperaba la oferta de Cass? En lo más mínimo, estaba cansado y una parte de él creía que lo mejor sería irse a su despacho y no hablar con nadie. No dejaría de darle vueltas a lo que pasaba en el colegio, pero el director no entraría en razón, si lo forzaban puede que prefiriese no contar con él.

— No, no tengo guardia, Bulstrode tiene el turno — además de los prefectos, aunque ya no sabía si servía de algo que un profesor estuviese dando vueltas. Tal vez lo mejor sería llenar los pasillos de hechizos de aviso —. Una copa no me vendría mal, la verdad — exclamó, suspirando nuevamente —. Si, o dos, vamos — indicó, haciendo un gesto.

Salir de aquellos pasillos también les daría un poco de privacidad, quería saber cual era el punto de vista de Cassiopeia sin tantos ojos puestos en ellos. Caminaron hasta la salida, aún a medio camino del pueblo, Star aguardó hasta tener una buena distancia con el castillo.

— ¿Qué opinas? — Terminó por preguntar, cansado de que solo un par tuviesen cabeza suficiente.

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Podría haber dado un salto de alegría cuando el hombre aceptó su oferta. Ciertamente pese a haberlo ofrecido con tanta simpleza y confianza no tenía todas consigo de que Stark fuese a aceptar. Conociéndolo le pegaba casi más encerrarse a solas en su estudio para enfadarse un poco más con el mundo.

El camino hasta Hogsmeade era corto, pero más frío de lo que había esperado. Cassie se caló mejor la túnica, buscando calor, mientras apretaba el paso sin darse cuenta. Estaba deseando llegar a la taberna para refugiarse en su calor con una buena copa entre las manos.

— ¿Además de que el director del colegio parece uno de los tipos más incompetentes que he conocido en mi vida? —se encogió de hombros.— Pues que a parte de incompetente parece que tiene algún tipo de agenda secreta. —habló con libertad, sabedora de que en mitad de aquel camino oscuro y desierto no había nadie más escuchando que su compañero.— Es obvio que está pasando algo y actuando cómo si no pasara nada lo único que se logrará es hacer la situación peor. Podría comprar que, por orgullo, no quiera admitir que hay un problema. Pero estamos hablando de críos, ¿cómo puede quedarse cruzado de brazos sin hacer nada? —dejó ir un pequeño gruñido, disconforme. Las luces del pueblo empezaron a entreverse en el horizonte. Apretó el paso.

— Puede que esto suene muy conspiranoico pero casi parece que está poniéndolo más fácil para que suceda algo. —el qué no podía saberlo, pero estaba segura de que no podía ser nada bueno.

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Stark torció el gesto, hablar del director le ponía malo, aquel hombre parecía vivir por las apariencias y cubrir con tierra aquello que no se veían bien para ellos. Le gustaría decir que había alguna solución para ellos, pero no encontraba ninguna en realidad. Era un desastre, uno grande en el que no se podía confiar, pero que tenía más poder que todos ellos juntos. Claro que Stark podría ver de removerlo, pero sería algo que utilizaría el partido purista para seguir metiendo sus ideas, no había forma de ganar y eso le molestaba.

— Parece ser que es uno de los mejores amigos de la ministra de magia actual, durante mucho tiempo se han ido haciendo favores y se cubren las espaldas entre ellos. No quieren que cunda el pánico así que deciden esconder la mierda debajo de la alfombra como si esta no fuese a escapar en algún momento — y era algo horrible que decir, pero también la mayor realidad de todas, se cubrían las espaldas y ellos se quedaban la peor parte.

» Está pasando más que algo, no sé quien está ayudando a estos jóvenes que se han salido de control. La profesora de pociones anterior hizo un grupo selecto de puros que debían ser los mejores, a pesar de su claridad ante que los mejores eran todos de sangre de los apellidos importantes. Creo que de ese grupo empezó todo, pero ahora es mucho peor.

Y no tenía pruebas directas para señalar. Los alumnos eran difíciles de rastrear en aquel colegio, nadie parecía estar esperando que se descontrolaran así, como si los cuadros y los fantasmas fuesen los que tenían que vigilar que no saliesen. No tenía nada de sentido, pero ahí estaban, cuanto más pasara más padres desconfiarían de ellos.

— No lo hace conscientemente, cree que así su nombre no se mancha, piensa como la ministra que no va a pasar nada peor, que todo esta controlado hasta que algo mucho peor pase — si es que no estaba pasando ya.

Entraron en uno de los bares, Stark hizo un gesto a la camarera para que los subiera a la parte de arriba, una de las mesas más apartadas para poder hablar con algo de privacidad.

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Siguió a Stark y la camarera hasta la mesa asignada en el piso superior mucho más tranquilo que el inferior donde parecía haber una ronda de apuestas sobre algo relacionado con las coles masticadoras chinas. La camarera les tomó pedido con rapidez y se excusó asegurando que volvería enseguida con todo ello.

— Creo que nunca había estado en esta parte de la taberna, supongo que no es para los alumnos, ¿no? —hacía años que no visitaba Hogsmeade, no desde sus tiempos en el colegio, y los sitios que frecuentaba como alumna eran otros.

— He de admitir que cuando me pediste que me uniera al equipo una parte de mí pensó que las cosas no serían tan complicadas. —quizás porque Hogwarts trataba con niños o porque estaba muy alejado del Ministerio de Magia, Cassie había cometido el error de pensar que las cosas serían más fáciles. O tal vez había sido simplemente su deseo de poder arreglar algo de una vez.

— Bueno, está claro que no podemos contar con ese mendrugo igual que no podemos contar con el Ministerio. —se encogió de hombros, ya nada sorprendida.— Así que tendremos que ir por nuestro lado. La cosa es, ¿por dónde debemos tirar? —en el departamento de Aurores Cassie lo había intentado todo y no había hecho más que dar con un pared, pero ahora ya no estaba sola.

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