No llegaba tarde, pues James Sirius Potter no llega nunca tarde, son los demás los que llegan siempre antes o, por lo menos, esa es su versión de la historia por mucho que su hermana pequeña le grite después que las cosas no funcionan así ni de broma. Tampoco es que tuviera demasiadas ganas de acudir a esa reunión, una porque era por temas académicos y dos porque la chica que era su compañera y él no se llevaban demasiado bien, probablemente eso había hecho que se perdiera algo más de tiempo con sus amigos antes de dirigirse a la biblioteca.

Antes de entrar saludó a un par de compañeros, a penas fijándose en la estancia de dos pisos llena de estanterías de oscura caoba hasta donde alcanzaba la vista, pisos de madera y libros de cubiertas perfectamente limpias de cualquier mota de polvo. Las mesas de distintos tamaños estaban repartidas en el centro de la sala con perfecto orden, todas eran exactamente iguales y probablemente la magia tenía algo que ver con ello. James sondeó la estancia desde su posición frente a la puerta buscando la melena pelirroja que le era bien conocida ya. Sarah Hodges, por supuesto, debía estar ya allí, James a veces tenía la sospecha de que debía vivir allí y ese era probablemente uno de los motivos por el que su profesora lo había emparejado con ella.

Sarah era la alumna más avanzada del curso, se sabía cualquier cosa que preguntaran, todas las leyes, hechizos y contrahechizos, pociones y protocolos de actuación. Cuando estaba con ella en clase sentía que ya comprendía lo que su padre y su tío Ron habían sentido al compartir clase con su tía Hermione. Que Sarah fuera la mejor del curso no significaba que él fuera el peor, si no que la teoría no era su fuerte, James también se sabía los hechizos, por ejemplo, pero se le daría mejor y los recordaría más con una varita en la mano y un objetivo a derribar delante en vez de tener que, simplemente, memorizarlos. Cuando algo le aburría dejaba de prestar atención y eso solo hacía todavía más difícil que consiguiera aprobar, la teórica era tan importante como la práctica, recitaba siempre su profesora, y estaría perdido sin una de las dos.

- ¿Dónde se ha metido? -refunfuñó, ganándose casi al instante una mala mirada del bibliotecario tras el mostrador. James se disculpó con una sonrisa que no fue devuelta y tras poner los ojos en blanco se internó más en la biblioteca para seguir buscando.

Se había cansado de esperar. En realidad, Sarah no entendía como había personas con el ego lo suficientemente alto como para dejar a alguien esperando en lugar de simplemente separar sus horas para llegar a tiempo a los sitios. Sin embargo, ella no brillaba por su paciencia, y en el momento en el que vio que el chico no llegaa decidió moverse a una de las zonas de la biblioteca para poder repasar el material para el siguiente examen por su cuenta.

Se encontraba demasiado abstraída como para darse cuenta de sus alrededores, y había varios libros levitando a su lado, todo lo que ella consideraba que necesitaba para realizar las anotaciones en sus pulcros pergaminos para realizar el estudio adecuado para la clase de Defensa.

A pesar de lo distraída que se encontraba, escuchó la voz de James Potter, intentando llamarla de manera poco sutil entre los pasillos hasta dar con ella. La pelirroja tan solo se giró, haciendo un gesto con su mano para que el chico cerrara la boca antes de que decidieran echarlos a ambos de la biblioteca.

—¿Qué está mal contigo? ¿Por qué estabas hablando tan fuerte estando en la biblioteca?— Preguntó, señalando uno de los símbolos que indicaba que se mantuvieran en silencio porque otros alumnos estaban intentando estudiar. —Me habrías encontrado en el sitio que acordamos, si tan solo te hubieras molestado en llegar temprano.— Afirmó, asumiendo la respuesta del chico antes de girarse para llevarse sus libros con ella y dejarlos sobre la mesa que había escogido para ellos.

Dio con ella a causa del regaño, un susurro bajo pero claro, lleno de reproche. James dirigió la mirada en su dirección, logrando entre ver la melena pelirroja entre un montón de volúmenes flotantes de lo que, suponía, serían libros relacionados con la asignatura. ¿De verdad sería necesario que se leyesen todo eso?

- Me he entretenido un poco, tampoco es para tanto.-refunfuñó él en respuesta mientras la seguía a la mesa. Con un pequeño hechizo acompañado de un movimiento de varita sus útiles tomaron el tamaño adecuado: tinta, pluma, pergaminos en blanco y el libro de la asignatura con el que, antes de verla rodeada de libros, pensó que tendrían suficiente.- ¿Y cómo te iba a encontrar si no te llamaba? Era imposible verte entre toda esa muralla de papel que habías creado. -según su madre tenía la mala costumbre de querer tener siempre la última palabra y, visto lo visto, Ginny Potter no se equivocaba.

- Pero ya da igual, ahora estoy aquí, vamos a ponernos a trabajar. Contra antes comencemos antes acabaremos. -”y podremos irnos cada uno por nuestro lado” añadió internamente al final.- ¿Qué parte de leyes mágicas nos había tocado tratar? -como futuros aurores trabajarían en el departamento de seguridad mágica y, por alguna razón, eso conllevaba que debían aprenderse todas las leyes mágicas habidas y por haber o, al menos, eso pensaba su profesora.

Sarah había escogido un buen sitio para sentarse, entre los pasillos llenos de estanterías y a rebosar de libros la mesa se encontraba en un pequeño rincón donde no parecía que fueran a ser molestados en ningún momento y donde, además, tampoco deberían sufrir las constantes miradas del bibliotecario ante el mínimo ruido producido.

Sarah se consideraba a sí misma como una persona bastante tolerante, siempre y cuando se respetaran los parámetros mínimos de la educación. Uno de esos parámetros era el hecho de respetar el tiempo de la contraparte, y llegar a tiempo a las citas. Claramente James Potter no había sido educado para respetar esos puntos básicos de la educación, lo que estaba generando el tono irritado con el que la pelirroja estaba respondiendo.

—¿No es para tanto?— Preguntó, enarcando una ceja. —Eso significa que realmente no valoras el tiempo de la persona con la que estás quedando, ¿te das cuenta?— Lo estaba reprochando, mientras mantenía un tono dulce en su voz que tan solo la hacía sonar más como una madre. Sarah siempre había sido de esa forma, porque había aprendido a defenderse por su cuenta al llegar a Inglaterra, y eso significaba que tenía un sentido de la responsabilidad demasiado alto.

—Me habrías encontrado porque estuve veinte minutos sentada en la mesa en la que acordamos que nos veríamos. Luego me aburrí, y vine a crear lo que tu llamas una muralla de papel.— Afirmó, porque no dejaría que aquel chico se quedara con la última palabra, no cuando debería estarse disculpando por no haber llegado a tiempo.

Parecía que James no tenía la menor intención de aceptar su equivocación, y Sarah no quería perder demasiado tiempo. Así que se sentó en cuanto escuchó la voz del chico preguntando acerca del tema que tenían que tratar, y llevó consigo los libros que tenía levitando a su lado para apoyarlos sobre la mesa. Escogió uno de ellos, que contenía la definición general de lo que iban a tratar.

—Debemos exponer acerca de la Tercera Ley de Golgapalott, para la creación de antídotos.— Comentó, y buscó rapidamente la frase que necesitaba para explicar aquello con mucha más facilidad. —Esta ley, de forma resumida, indica que un verdadero antídoto para un veneno mezclado, es la suma de sus partes.— Aseguró, y le entregó el libro al chico para que este pudiera leerlo también.

James no respondió ante las nuevas regañinas, si no que solo puso los ojos en blanco, otra técnica desarrollada y mejorada a base de las regañinas sufridas por parte de su familia durante años. A veces no valía la pena responder, eso solo alargaba la conversación y no se llegaba a ninguna parte. James quería acabar con aquella cita de estudios cuanto antes y dedicar su tiempo a cosas más productivas y divertidas, como poder llegar a tiempo al bar en el que había quedado con sus amigos. La situación, no obstante, sola hacía que empeorar.

— ¿Pociones? ¿Nos ha tocado una ley sobre pociones? — pese a no dársele demasiado mal, no era una de sus asignaturas favoritas, la encontraba aburrida.

Había tenido que hincar los codos como no lo había hecho en su día para, no solo aprobar la asignatura en Hogwarts, si no hacerlo con la nota requerida para poder entrar en el programa de entrenamiento de Aurores. Había pensado que logró dejar atrás todo ese rollo en cuanto empezó con los estudios de Auror pero obviamente se había equivocado y, por descontado, tal tortura debía sufrirla junto a Sarah Hodges.

— Me suena levemente, ¿puede que me la explicaran en sexto o quinto curso? — había aprendido mucho durante sus apresuradas y últimas horas de estudio de pociones, pero una vez había vertido todos los conocimientos aprendidos en el examen los había borrado casi en su totalidad de la memoria. — Esto debería ser algo que estudien los Hacedores de pociones, no futuros Aurores. — refunfuñó mientras abría uno de los libros seleccionados por Sarah y empezaba a leer en busca de las explicaciones sobre Golpalott.

Media hora después seguía por la misma página y no había tomado ni un solo apunte. Además, le dolía la cabeza horrores.

— Si solo debemos exponer sobre la tercera ley, ¿por qué tengo que leerme todo este texto infinito sobre la primera y la segunda? — la paciencia no era una cualidad en James Potter, él quería las cosas rápidas y bien hechas, sobre todo si tenían que ver con aburridos trabajos. — ¡Además, me muero de hambre! — se quejó, alzando la voz más de lo necesario y recibiendo una sonora reprimenda del bibliotecario.

¿Con qué clase de niño pequeño le habían puesto a trabajar? Esa era la única pregunta que rondaba en la cabeza de Sarah en ese momento. Por chicos como él detestaba trabajar en grupo, y siempre había sentido que era capaz de moverse con mucha más facilidad cuando se encontraba sola. La paciencia tampoco era su más grande fortaleza, y por eso, al escuchar las respuestas del chico no podía disimular el disgusto que enmarcaba su rostro.

—Como aurores debemos tener un conocimiento integral. ¿Qué harías si uno de tus compañeros es envenenado y debes actuar en el momento? ¿Decirle que los aurores no deberían saber nada acerca de pociones?— Preguntó, casi ofendida mientras le ponía el libro delante y le pedía que leyera todo el contenido que se encontraba en las primeras páginas, para que pudiera familiarizarse con las leyes previas antes de explicarle la tercera.

Sin embargo, todo lo que recibió a cambio fueron todavía más quejas de las que necesitaba escuchar. En serio, ¿cómo era que aquel chico seguía estando en la Academia de Aurores? Ella había ido allí porque se suponía que la escuela de Inglaterra era una de las más exigentes, pero allí estaba, trabajando con un chico que se quejaba de tener hambre en medio de una biblioteca.

—Pero hemos quedado después de la hora de comer, ¿cómo puedes tener hambre?— ¿Qué quería? ¿Qué le diera permiso para ir a prepararse un bocadillo? Ella no podía trabajar de esa manera, mucho menos cuando el muchacho frente a ella ni siquiera se había molestado en llegar a tiempo. —¿Dónde preferirías estudiar? Porque no vas a comer nada en la biblioteca, está prohibido.— Fue todo lo que dijo, porque no permitiría ni que el chico sugiriera algo como eso.

Ante su pregunta James solo atinó a encogerse de hombros. Era cierto que habían quedado después de comer y que él había comido más que suficiente, pero como decía su hermana pequeña su estómago era un agujero sin fondo y en seguida volvía a tener ganas de comer, especialmente si era algo dulce.

Fue Sarah quien le sirvió la oportunidad perfecta para salir de aquel lugar lúgubre y con olor a viejo, James solo tomó la oportunidad al vuelo. — Pues, ahora que lo dieces...

Quince minutos después estaban en las afueras de la academia, sentados bajo su árbol favorito con todos los libros tomados en préstamo extendidos al rededor. James, apoyado sobre el grueso y viejo tronco del árbol, jugaba a “canastar” grajeas de colores en su propia boca mientras hacía escasos esfuerzos por leerse el texto sobre las leyes de Golpalott.

— Oye, Hodges, hay algo que llevo tiempo preguntándome. — soltó de pronto, mientras acababa de masticar la última grajea encestada, era sabor piña. — ¿Por qué decidiste venir a estudiar aquí? En Estados Unidos también tenéis una buena academia de Aurores y toda tu familia y amigos deben de estar allí. ¿Es que eres una fugitiva o algo? ¿O simplemente no te llevas bien con tus padres? — Ciertamente a veces James había deseado alejarse lo más posible de su familia, su enorme y ruidosa familia. Pero había sido solo durante los ratos en que había estado enfadado por cualquier tontería. Si lo pensaba bien y fríamente no sabría que hacer viviendo tan alejado de su familia.

Sarah realmente no podía creer que estuviera cediendo a los caprichos de James Potter. El mejor lugar para estudiar era la biblioteca, y hacer uso de otros lugares de esparcimiento para esa labor hacía que ella dejara de verles de manera entretenida. Le gustaba dividir sus espacios, porque de esa manera, su mente también se centraba en sus acciones. Sin embargo, allí se encontraba, debajo de un árbol al lado de un chico que parecía estar soñando con la cena.

No estaba esperando que, en medio de sus estudios y sus intentos de concentrarse, James decidiera hacerle una pregunta tan personal. Apenas se giró para mirarla, y ladeó la cabeza como si estuviera intentando descifrar alguna intención oculta detrás de sus palabras. Sin embargo, su mirada se encontraba teñida de la más pura curiosidad.

—Si respondo a tus preguntas, ¿prometes dedicarte al menos por media hora a hacer los deberes?— Si esa era la forma en la que conseguía manipularlo un poco, lo haría. Ella en su cabeza le llamaría estimulación, porque no le importaba compartir algunos detalles superficiales de su vida para poder salir de aquello. Que le hubiesen puesto a cargo de James Potter no había sido la mejor oferta de su vida, pero ella también le necesitaba a él.

Sabía bien que ser auror no era una tarea fácil. No lo pensaba así cuando se propuso la idea de convertirse en una. Sin embargo, había ciertas labores que le resultaban más difíciles, en especial al haber estado tan desconectada de la magia por una buena temporada de su vida.

—Mis padres nacieron aquí... Huyeron durante la Guerra Mágica y se ocultaron en Estados Unidos durante años. He venido aquí para intentar conectar un poco con lo que se supone son mis raíces.— Aunque no se sentía parte de ese lugar, tampoco se sentía del todo incómoda. Suponía que todo se trataba de realizar un proceso individual de descubrimiento.

Asintió, enérgico, ante la propuesta de Sarah, escuchando en silencio y atentamente las siguientes palabras de la chica, aunque tampoco había mucho que interrumpir. De todos modos, debía ser, probablemente, la primera vez que ella lo veía tan concentrado. Aunque seguramente Sarah no era la típica chica que vivía al pendiente de lo que James Potter hacía.

— Pues espero que estés disfrutando de la vuelta a tus raíces. — respondió tras la explicación de ella. Tiñó a sus palabras de un fuerte y exagerado acento a la vez que les confería un toque que pretendía ser estirado y petulante, una mala broma para hacerla reír. — ¿Sabes? Me recuerdas mucho a mi prima Rose. Me asusta, pero estoy seguro de que os caeríais bien. — Si por él fuera no las presentaría nunca, juntas serían una pesadilla obligándolo a estudiar, ser responsable y demás. Es que hasta podía imaginárselas.

No hizo comentario más antes de volver a la lectura, o más bien empezar con ella. Las grajeas continuaban siendo devoradas, pero esta vez con más lentitud, más como un premio cada vez que acababa con un párrafo. No obstante, volvió a aburrirse pronto de la lectura y volvió a hacer un inciso.

— Oye, Hodges, estaba pensando, ¿piensas quedarte aquí a trabajar en el departamento de aurores? ¿O volverás para trabajar en el ministerio norteamericano? — No apartó los ojos del libro, pero ya era la tercera vez que leía la misma frase. — Me han dicho que allí es más fácil entrar en el departamento. — No era de extrañar, considerando que el país era mucho más grande y, por tanto, necesitaban más agentes.

No pudo evitar poner los ojos en blanco ante el acento que el chico había decidido forzar al escucharla. No podía evitar tomarlo como que se estaba burlando de ella por sus decisiones, pero, lo dejó pasar porque había cumplido con su parte del trato. Ahora le quedaba a él hacer lo mismo, y ponerse un poco más serio con sus deberes. No estaba esperando más preguntas del tipo personal, a fin de cuentas, no entendía por qué Potter quería saber cualquier cosa acerca de ella.

—¿A qué se debe el interrogatorio?— A duras penas habían hablado antes, y ella no era mucho de compartir con otras personas como para dedicarse a hablar de sus sueños y ambiciones. ¿Acaso por cada pregunta que le hiciera había un equivalente de cinco minutos de concentración? Porque, de ser así, no llegarían a ninguna parte.

—No lo he decidido todavía, ya que quieres saberlo... Primero, quiero conseguir graduarme de la academia, después el futuro lo dirá.— Le gustaría quedarse en Inglaterra, pero, todo dependía de su familia y de las oportunidades que salieran de terminar allí la academia. A fin de cuentas, esta era considerada como una de las más exigentes, por lo que seguramente se le abrirían muchas puertas.

Asintió ante la escueta explicación y, aunque no pareció estar del todo convencido no hizo más preguntas volviendo a su lectura. No obstante, no pasó mucho tiempo antes de volver a la carga.

— Yo escogería Norteamerica. —soltó de repente, de nuevo no apartó la lista de las páginas del libro mientras hablaba, aunque parecía difícil que estuviera entendiendo algo de lo que en ellas ponía. — Tienes suerte de que tu familia te dé tanta libertad. —Parecía no ser del todo consciente de lo que decía mientras sus ojos paseaban sobre las letras impresas. — No quiero ni pensar en cómo reaccionaría mi familia si les dijera que quiero mudarme a otro país para estudiar o trabajar.

James se había imaginado el escenario alguna vez, sabía que su familia no le impediría cumplir sus deseos, pero no estarían contentos y, al final, lo harían sentir culpable de sus decisiones aunque no quisieran hacerlo. Era lo malo de las familias grandes como la suya, familias que pasaban tanto tiempo juntas. A James le habría encantado poder alejarse de la sombra de su padre y crear una vida por sí mismo, pero sabía que era cuanto menos poco posible.

— ¿Crees que deberíamos hacer alguna prueba sobre esto? —cambió de tema de pronto, señalando uno de los dibujos del libro.—Es más fácil aprender mediante la práctica. — al menos para él así era.

Había muchas cosas de su familia que la pelirroja no comentaba, principalmente porque no quería fingir que era la víctima de una familia que había huido debido a la guerra, y que había sentido nostalgia por conocer el lugar en el que sus abuelos se criaron para poder entender más de cerca sus orígenes. Sarah procuraba mantenerse con la imagen de una mujer fuerte, porque sabía que la fuerza física no era su mayor cualidad, y para ser auror debía desarrollar esa aura intimidante que había visto que muchos tenían.

—Está bien que tus padres te dejen tomar tus propias decisiones, a fin de cuentas, vives por ti mismo y no por ellos.— Pero, a sus padres también les había costado lo suyo permitir que Sarah regresara a Inglaterra por su cuenta, por miedo al odio residual que quedaba entre la comunidad mágica en aquel lugar del mundo.

—¿Por qué elegirías norteamerica?— Teniendo en cuenta que ella se estaba sometiendo a las preguntas de Potter, tal vez él debería ser juzgado con las mismas normas, por lo que Sarah decidió no morderse la lengua y preguntar.

Sabía que tenían que llevar parte de la lectura a la práctica, pero a ella siempre se le había dado mucho mejor la teoría. Aunque, suponía que por eso estaban ahí. Debía salir de su zona de confort para poder mejorar, y Potter estaba para ayudarle en ese aspecto.

—Si, tal vez deberíamos...— Comentó, con cierto pesar porque en realidad prefería estar enterrada entre libros.

La pregunta de Sarah pareció quedarse colgada durante unos segundos hasta que James apartó la vista del libro y buscó su rostro otra vez. Había una sonrisa de pillería curvando sus labios y cualquiera que lo conociera sabría que esa no era una muy buena señal.

— ¿Interesada en mí, Rhodes? —la broma con todo jocoso también sonó con algo de narcisismo. No era algo premeditado realmente, pero James estaba acostumbrado a que la gente, en especial las chicas, se interesasen por él. Era guapo e hijo del gran Harry Potter, ¿por qué alguien no se interesaría por él?

Sin embargo, Sarah siempre había resultado algo diferente. Intentó ligar con ella la primera vez que la vio, el primer día de clases, pero la chica lo había ignorado olímpicamente, tan olímpicamente que el hecho había generado bromas entre sus amigos durante algunas semanas. No, por supuesto que Sarah no preguntaba aquello por alguna clase de interés amoroso, pero James no podía desaprovechar el momento para hacer una pequeña broma.

— Simplemente por hacer algo por mí mismo. En Norteamérica solo me tendría a mí y pienso que sería un reto hacerme mi propio hueco allí. —se encogió de hombros para restar importancia a una declaración que había sonado demasiado seria.— Aunque luego me doy cuenta que no podría comer el pastel especial de mi abuela cada domingo y entonces se me pasan las ganas.

Decidido a dejar el tema se incorporó y acercó el libro que había estado leyendo, o tratando de leer, hacia Sarah. —Aquí explica en detalle un ejercicio, ¿lo probamos?

—Has sido tú el que ha empezado, solo estoy siendo educada fingiendo que me intereso por tu vida.— Sabía que tenía la tendencia a ofenderse con suma facilidad, pero, no le parecía justo entablar una conversación amigable y que aquello le subiera el ego a la cabeza a aquel chico. ¿Quién se creía que era? ¿Algún tipo de celebridad?

Ella no estaba ahí para ayudarle al autoestima de nadie, Sarah estaba ahí para ayudarle tanto como el chico estaba para ayudarle a ella. Ambos se complementaban, se les daban bien dos puntos completamente aparte pero que eran necesarios para que ambos pudieran funcionar como aurores así que no tuvo más remedio que aceptar que necesitaban practicar, no solo remitirse a los libros.

—Haces magia, si quisieras, podrías comer el pastel de tu abuela cada domingo y cumplir tus sueños al mismo tiempo.— Sarah sabía que no había límites para personas como ellos, los límites los implantaban los gobiernos, pero aparecer y desaparecer no era complicado si no habías hecho nada para que te vetaran de salir de tu país.

Se incorporó mientras le veía levantarse, y al ver lo que hacía tomó el libro y lo cerró: —No podemos practicar esto en la biblioteca, molestaremos a los demás.— Dijo, mientras iba guardando las cosas rápidamente antes de que el chico se quejara, incluido el libro con el hechizo que debían practicar. —Vamos a practicar fuera de aquí.— Añadió, mientras se encaminaba a la salida. Al llegar al pasillo, el ruido les rodeó de nuevo, y ella siguió haciendo su camino hacia una de las aulas establecidas para las prácticas.

James se encogió de hombros ante la idea de Sarah. Sí la chica tenía razón, eran magos y cuando tiene magia puedes hacer casi cualquier cosa, pero precisamente eso era lo que hacía que, a veces, las cosas fueran más aburridas. Su abuelo Arthur lo sabía bien, por algo estaba tan encantado con cualquier cachivache muggle.

— No sería lo mismo. — se defendió sin poner demasiado ahínco, pues el tema rápidamente cambió y lo de haber un experimento mágico era, sin duda, más interesante que el hecho de leer y leer sin más.

Siguió a Sarah fuera de la biblioteca, aunque no se dio tanta prisa como ella. James recogió con calma, lanzando una de sus sonrisas a una chica, que ya había visto alguna vez por los pasillos, la muchacha correspondió con una sonrisa algo tímida antes de volver a su lectura.

No le extrañó que Sarah supiera exactamente a qué aula debían ir. Parecía esa clase de persona, la siempre correcta y atenta alumna. El aula de pociones B estaba completamente vacía cuando ellos entraron. Todo en perfecto orden y limpieza, tanto que a ames casi le dio lástima estropearlo.

— Bien, para probar esto supongo que primero deberíamos crear un veneno ¿no? Sino no tendremos nada con lo que hacer la prueba. — comentó mientras curioseaba por los estantes llenos de ingredientes. No había nada demasiado peligroso allí, James no estaba seguro de qué venenos podrían crear con aquellas cosas, pero supuso que Sarah tendría alguna idea. Era bastante cómodo saber que tenía una compañera que podría resolver cualquier problema académico, sin duda iba a sacar buena nota en aquella ocasión.

Agradecía haber salido de la biblioteca, James hacía demasiado ruido para estar en un lugar como aquel. Intentó fingir que no había notado aquel intercambio de sonrisas entre una de las chicas con las que tenían las prácticas de vuelo, y sencillamente tomó sus cosas para retirarse del lugar y caminar hacia el aula de pociones.

Una vez allí, acomodó nuevamente sus libros y buscó la guía donde se encontraba el antídoto en el que tenían que trabajar. Se giró hacia el chico, y asintió con la cabeza antes de decir: —Se supone que el veneno cambia de color al contacto con el antídoto, así sabremos si ha funcionado sin tener que envenenarnos entre nosotros. — Sería la manera más efectiva, y siempre podían hacer algo tópico que se manifestara en la piel en caso de que tuvieran que correr a la enfermería. Pero, mejor intentarlo sin convertirse en experimentos.

Buscó en su libro algún veneno sencillo que poder crear y se levantó para buscar los ingredientes, dejando que James revisara las instrucciones mientras reunía todo lo que necesitaban. Acomodó el caldero delante de ellos, dejando que el chico hiciera los honores mientras ella leía en voz alta las instrucciones para él, para asegurarse de que no se saltaban nada.

A Sarah siempre se le había dado bien la teoría, pero, no se le daba muy bien la práctica. En especial no en pociones o en otro tipo de situaciones mas físicas. Quería mejorar, y por eso estaba ahí, con James. Muy a su pesar, tenía que admitir que a él se le daban bien cosas que a ella no, y se necesitaban mutuamente.

Mezclar los ingredientes fue fácil, solo tuvo que seguir las instrucciones de Sarah, aunque James tenía que admitir que le pareció cuanto menos extraño que la pelirroja no quisiera hacer la poción ella misma y se fiase lo suficiente de él. No era lo que le había parecido durante el rato que habían estado hablando.

— Vale, con esto lo tenemos todo. —visto desde fuera hacer una poción podía parecer fácil, solo hacía falta seguir la receta y nada más. Pero habían muchos factores que jugaban en contra y a favor como el orden de los ingredientes, la cantidad exacta o la velocidad a la hora de mezclar. A James se le daba bastante bien pociones, extraño teniendo en cuenta lo mal que se le daba a su padre en su día.

— Tres minutos más y tendría que cambiar a un color más púrpura entonces sí que debería de estar perfecta para poder probar el antídoto. —juzgó mirando la mezcla rosácea que, poco a poco, se iba oscureciendo.

— Mientras esperamos, otra pregunta. —exclamó con una sonrisa.— ¿Has dejado algún novio allí en Norteamerica? —una sonrisa llena de picardía se formó en sus labios mientras miraba a la chica esperando por una respuesta.

Aceptar que necesitaba a James para ese tipo de cosas le molestaba, sin embargo, el chico tenía una manera bastante singular de moverse y parecía que no se daba cuenta de lo bien que se le daban algunas cosas. Sarah sí que lo había visto, por eso no le importaba guiarle mientras él se encargaba de los movimientos precisos que requería el caldero para hacer aquel veneno.

Pensaba quedarse en silencio, revisando los libros a su alrededor hasta que la poción estuviera completamente lista. Sin embargo, James parecía querer seguir metiendo las narices en donde nadie lo había llamado. No le había mucha gracia aquel interrogatorio, pero, tampoco quería ser completamente rancia con alguien que la estaba ayudando.

—Corté con él antes de venir aquí. — Dijo, encogiéndose de hombros. —Quería explorar este mundo sin ataduras. — Y tampoco sabía si iba a regresar, y no le pediría a su antiguo amor de instituto que cambiara toda su vida solamente porque ella quería ver el lugar en el que se habían criado sus abuelos. —¿Y tú? ¿Rompes muchos corazones en tu día a día? — La pregunta era diferente, porque si el chico tuviera novia habría escuchado a más de una de sus compañeras quejarse.

James prestó atención a su compañera, pero sus ojos se quedaron en la poción, asegurándose que iba adquiriendo ese color púrpura necesario. James podía parecer un cabeza loca, y probablemente lo era en gran parte, pero también podía ponerse serio y concentrarse cuando la situación lo acreditaba y, no morir envenenado por gases tóxicos o por una explosión, sin duda, lo hacía.

— Vaya, seguro que el pobre se quedó destrozado. —comentó sin darle más importancia a la par que daba un par de vueltas más a la mezcla. No se detuvo tampoco demasiado en pensar en aquel chico sin nombre ni rostro, no era él quien le interesaba.

— Oh bueno, no tantos como te crees, eso seguro. —dejó ir con humor y una risa. Era verdad que alguna chicas se le habían declarado a lo largo de los años, pero estaba seguro que, ni de lejos, eran tantas como todo el mundo se creía. Llevar el apellido Potter parecía hacerte especial en cada aspecto pero, lo cierto, es que James se sentía tan normal como el resto.

— Ey, creo que esto ya está. —cortó cualquier réplica señalando la mezcla que se había vuelto púrpura.— ¿Preparada? ¿Quieres hacer el honor de echar el antídoto? —le cedió la oportunidad con teatral y exagerada caballerosidad.

No podía hablar por su ex pareja, con la que había perdido todo el contacto ya que no se tomó particularmente bien el hecho de que Sarah pidiera libertad, y ella no se arrepentía de haberlo hecho. No era que no lo quisiera, sencillamente, quería abrir puertas nuevas y no concentrarse de forma constante en todo lo que había dejado atrás. Sabía que si seguía con él, llegaría un punto en el que su mente estaría más en Estados Unidos que en Inglaterra, y no era lo que quería para su vida.

Agradeció, sin embargo, que James cambiara de tema y que no profundizara demasiado en el amor. Tampoco quería saber demasiado acerca de sus conquistas, porque sabía lo que otras chicas en el instituto pensaban de él y ella... Bueno, ella no lo entendía, no comprendía el imán que parecía atraer a todo el mundo al chico.

Una sonrisa suave se dibujó en su rostro ante sus palabras, y asintió con la cabeza para buscar el antídoto y esperar un poco a que el chico se alejara, por si salía algo mal. Derramó el contenido del pequeño bote en el caldero, y después de una humarada, este empezó a cambiar de color hasta volverse transparente como el agua. El efecto deseado.

Se giró hacia él, satisfecha, y levantó su mano para que le chocara los cinco... Con una camaradería que no compartían. —Creo que solo necesitamos registrar lo ocurrido y dejar evidencia para que vean que no nos hemos matado en el proceso. — Ni por la poción, ni entre ellos.

Dando un paso hacia atrás, James dejó espacio para que Sarah pudiera probar la poción. Observando el proceso sobre el hombro de la chica sonrió cuando la poción hizo su efecto, triunfo absoluto.

De buen humor chocó los cinco con Sarah, el chasquido de ambas manos reverberó por el aula marcando una alegría que se sintió extraña entre dos personas que eran poco más que conocidos. James se había fijado en Sarah el primer día de clase, no era difícil hacerlo, la chica resaltaba. Pero cuando había quedado claro que no estaba interesada en él lo había dejado estar. Ahora, por algún motivo, se preguntó qué habría pasado de insistir un poco más.

— ¿Quieres que vayamos a celebrarlo como equipo? —soltó, de pronto, no muy seguro de dónde provino ese impulso. Había quedado con unos amigos para cenar juntos y, como solía suceder, acabar haciendo un poco el tonto. Salir con Sarah significaría llegar tarde, parecería mal amigo, pero lo cierto es que a James no le importaba.

Sabía que eventualmente saldría, porque confiaba en el talento del joven Potter. Se podían ayudar mutuamente, Sarah solo tenía que aprender a aplicar toda la teoría a la práctica y entonces dejaría de tener problemas, y no necesitaría de ese tipo de acuerdos para ayudar a estudiar a alguien a quien no se le daba del todo bien tener un libro en la mano por más de unos minutos contados.

—Siento tener que rechazarte, tengo cosas que hacer aun— dijo, porque tenía algunas lecturas pendientes . —Pero, para que no pienses que soy una desagradable... Podemos ir a tomar un café este fin de semana. No nos vendría mal salir de la academia por un rato— sugirió, a la espera de que a su acompañante no le viniera mal su idea.

Sabía que tenía que incorporarse a la situación, al mundo mágico británico que desconocía. Cualquiera diría que no, pero, las diferencias entre la sociedad británica y la estadounidense eran claras cuando podías probar algo de los dos mundos.

No iba a mentir, sintió algo muy parecido a la decepción ante la negativa de Sarah. Pero como ya estaba acostumbrado a hacer, fingió que no importaba. No debía mostrar debilidad, era el hijo de dos héroes de guerra, del gran Harry Potter. La debilidad no estaba hecha para James, tampoco la mezquindad, él era el chico de oro. Así que compuso una sonrisa y asintió.

— Claro, dejémoslo para otro día. —concedió.— ¿Te ocupas tú de redactar los resultados? —pero no le dio espacio para aceptar o negar.—¡Vale, gracias! Quedará mucho mejor si lo redactas tú, mi letra es lo peor. —y con su sonrisa desvergonzada salió del aula primero.

— ¡Nos vemos el fin de semana para tomar ese café! —se despidió sin mirar atrás.

Teniendo en cuenta la popularidad del joven Potter, Sarah era consciente de que quedar con él era casi un privilegio. Conocía a más de una persona en su clase a la que le gustaría tener la posibilidad de charlar con él, y ella seguía sin entender del todo lo que lo convertía a él en una leyenda.

Aun así había prometido un café, por lo que pasados unos días le dejó una nota para que se encontraran en una cafetería en el Londres Muggle, que había descubierto por accidente pero que le daba bastante paz a la hora de estudiar. No podía hacer todo lo que necesitaba allí, pero si leer y tomar apuntes.

Llegó un poco antes para coger una de las mesas alejadas de las demás que le gustaba cuando quería estar sola, pensando que serviría para tener una conversación tranquila sin interrupciones. Pidió una galleta de chocolate y un café, y se sentó con su libro a esperar a que James apareciera.