Desde lo sucedido en Halloween el clima en el colegio había cambiado. Cuchicheos y murmullos se levantaban aquí y allá. Todo el mundo decía saber lo que había pasado pero cada versión era tan distinta de la anterior que solo hacían que todo fuera más confuso.

Mikaela había intentado mantenerse al margen de los cotilleos, no era algo que fuera con ella. Pero había sido inevitable escuchar más de uno y de dos… y algunos más. Muchos le habían parecido desagradables e injustos. El pobre chico estaba en el hospital, por Merlín, se merecía tranquilidad y no que todo el mundo hablara a sus espaldas. Si por norma general intentaba alejarse de la gente, aquella semana redobló sus esfuerzos.

No obstante se encontró con la única persona que podía lograr que quebrantara su autovoto de soledad: Gideon.

— ¡Gideon! —lo llamó poniéndose en pie y dejando por un momento sus libros y apuntes sobre el banco de piedra. El muchacho no pareció escucharla y siguió con su camino, concentrado en lo que fuera que estuviera haciendo. Generalmente lo habría dejado estar, pero quería que la viera.— ¡Gideon! —volvió a llamarlo, apretando el paso y agarrándolo por la túnica para hacerlo reaccionar.

CON GIDEON - POR EL CASTILLO - A LAS 17:07

Los días del chico estaban siendo más alocados de lo que parecía a primera vista, desde su encuentro con Orion hasta las noticias de Nick. Parecía que el universo estaba intentando mandarles un mensaje de que todo empezaba a ir cuesta abajo, la peor parte era la de Dante. Había hablado en un par de ocasiones con el señor Stark y estaba claro que el chico no se iba a quedar al margen, sobre todo cuando parecía que habían descartado investigar de manera más profunda quién había atacado al chico. Claro que su jefe de casa le había pedido que se quedará al margen, pero la forma en la que el profesor de astronomía no tenía pinta de ser alguien que fuese a dejar el tema pasar con facilidad.

Por esa misma razón, Gideon se había pasado los anteriores tres días hablando con diferentes estudiantes, todos habían estado aquel día en la casa y cualquier detalle podía ser importante. A veces los pequeños detalles eran los que conseguían terminar el esquema, una figura que alguien hubiese visto, una persona que tal vez no debería estar ahí, pero lo estaba. Algún comentario o voz, todo era importante, puede que la gente creyese que no, pero eso hacía un mapa y era lo que necesitaba el Ravenclaw. Descubrir que había ocurrido con Dante y sobre todo asegurarse de que no fuera a pasar nuevamente.

Estaba revisando las notas de la última charla que había tenido y honestamente no estaba mirando a su alrededor. Si se concentraba en algo era difícil sacarlo de ahí, pero estaba claro que había formas. Notó el tirón en su túnica, girándose para ver a Mikaela mirándolo directamente, parecía haber corrido detrás de él y no pudo evitar sentirse algo culpable.

—Perdona, ando un poco absorto. — Se disculpó, dándose la vuelta para poder mirarla de frente y que soltase su túnica. — Hola, ¿necesitas algo?— Preguntó, sonriendo suavemente, pero se notaba que a diferencia de otras veces estaba cansado, apenas habría dormido cuatro horas en las últimas dos noches y por mucho que se esforzase en ser el chico animado de siempre su mente estaba en otro espacio.  

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Una vez obtuvo la atención del chico, Mikaela se dio cuenta de que no sabía que quería de él. Después de perseguirlo por medio pasillo y detenerlo de un tirón habría quedado completamente ridículo decir que no quería nada en especial más allá de saludar. Sintió que las mejillas se le calentaban ante el ridículo. Pero él continuaba allí esperando por una respuesta y ella se sentía más tonta a cada momento.

— Amm… yo… —balbuceó, su mente corriendo a toda prisa buscando algo inteligente que decir. Nunca le había pasado algo como aquello.

— Es solo… ya sabes… —continuó con su balbuceo y se odiaba por ello. Pero entonces notó, por fin, los pergaminos en las manos de Gideon, llenos de nota y tachones aquí y allá, desde luego no parecía un trabajo para clase. Le pareció leer algo como una hora.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó de manera abrupta a la par que señalaba los papeles.— No es que sea una cotilla. —se apresuró a aclarar de repente.— Pero hace ya unos días que no hablábamos, siempre que te veo pareces nervioso y cansado… —probablemente acababa de admitir que estaba siendo un poco acosadora, pero ya no había manera de retirarlo.— Me preocupas, ¿estás bien?

Gideon había sido de las primeras personas en acercarse a ella y había sido muy amable. Probablemente estaba siendo una egoísta, pero lo echaba de menos.

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Gideon ladeó la cabeza levemente, esperando la respuesta de la chica y sonriéndole con cierta suavidad. Todas las veces que se veían sus intercambios siempre eran curiosos, el chico se había visto a sí mismo queriendo que la morena sonriera y despistara con otras actividades. Tener la cabeza tan metida entre libros no siempre era sano y lo decía alguien que siempre que tenía un momento libre tenía alguno en la mano.

No quería ser presuntuoso, pero por la forma en la que le estaba hablando parecía que estaba preocupada por él. Una calidez subió por su pecho, y no pudo evitar tener ese pensamiento fugaz en el que agradecía demasiado aquellos gestos. No todo el mundo se preocupaba por él, claro que sus amigos lo hacían, pero normalmente siempre solía ser el padre de ellos.

Movió el brazo suavemente para hacer que soltase su túnica y recorrer con su mano el brazo de la chica para tomarle la mano con delicadeza, entrelazando sus dedos por unos segundos antes de sonreírle nuevamente. Uno podía ver que estaba claramente cansado, pero eso no significaba que no pudiese atender a las personas que se preocupaban.

—No estoy durmiendo demasiado. — Admitió por primera vez en días, sabía que estaba forzándose más de la cuenta, pero debía seguir presionando si quería encontrar respuestas. — ¿Has escuchado lo del chico del ataque?— Estaba siendo respetuoso, dudaba mucho que a esas alturas hubiese alguien en ese castillo que no supiese que sucedió con Dante. — Es uno de mis mejores amigos. — Apretó ligeramente la mano de la chica, sintiendo que estaba aferrándose a toda su cordura. — Así que estoy recopilando información de la gente que había cerca para ver si puedo descubrir algo extraño. — Y eso consumía más tiempo del requerido, pero era algo que tenía que hacer.

Gideon no creía ni por un segundo que aquello hubiese sido ningún accidente, pero sin pruebas no podía hacer nada.

—Siento haberte preocupado, no era mi intención. — Simplemente había estado centrado en el trabajo que en el mundo de su alrededor.
 

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Lo ojos de Mikaela siguieron el recorrido de la mano de Gideon. Un pequeño escalofrío le recorrió la piel siguiendo el camino de la mano del chico hasta que entrelazó sus dedos con los propios. Un extraño calor estalló en su estómago trepando rápidamente hacia su pecho e instalándose allí, haciéndole difícil el respirar.

Al escuchar su explicación, se sintió inmediatamente mal por él. Todo el mundo parecía preocuparse mucho por aquel chico, tenía suerte de tener tan buenos amigos. Había pensado lo mismo en su encuentro con con Erika, a quien prometió ayudar de necesitarlo.

— Lo he escuchado, sí. —no dijo, no obstante, nada sobre Erika, pues no sabía si al final tomaría en cuenta su consejo o si, de hacerlo, querría que otros estuviesen enterados.— ¡Pero no te disculpes! —alzó la voz más de lo pretendido y un par de alumnos que pasaban por su lado se les quedaron mirando.— Quiero decir, que es normal que estés preocupado por tu amigo y si intentas averiguar algo… —se encogió de hombros, no sabiendo qué decir en palabras pero comprendiéndolo bien. Ella había pasado por lo mismo, a veces todavía le pasaba cuando creía que estaba cerca de descubrir algo más.

—Puedo… —empezó, dubitativa.— ¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó al fin.— Cuatro ojos ven más que dos. —argumentó para obtener el sí.— Sé que no conocía a ese chico, pero lo que le ha sucedido es terrible y os veo a todos tan preocupados que siento que necesito ayudar, aunque solo sea tomando notas. —se ofreció, al final. Se le daba bastante bien tomar notas, había practicado de sobras mientras intentaba acabar la investigación de su madre.

— Además, creo que necesitas a alguien que te despiertes si acabas quedándose dormido de pie. —bromeó entonces intentando restar rigidez al asunto.

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Más que preocupado, estaba encabronado.

Claro que en un primer instante lo único que había habido era preocupación, quería que le dijesen que Dante estaba bien, además de permitirle estar con él antes de llevárselo a San Mungo. Lamentablemente los profesores no lo habían permitido, así que tuvieron que quedarse mirando desde lejos lo que ocurría y dejando que se llevasen una bolsa con sus pertenencias que al menos le harían la vida un poco más entretenida cuando despertará en el hospital.

Todo lo que había pasado desde allí fueron largas, preguntas que nadie quería responder y un caso cerrado con tanta velocidad que daba rabia. Gideon odiaba esa sensación de impotencia y no había podido quedarse quieto, aunque todo el mundo se lo hubiese pedido. Sabía que había más historia detrás, que alguien tuvo que ver algo aquella noche, a pesar de no creer que lo hubiesen visto.

Los ojos azules del Ravenclaw se quedaron sobre los de la chica por un par de segundos, escuchándola hablar y esbozando una sonrisa tranquila, la primera en día. No esperaba que quisiera ayudarle, la mayoría de personas que se había cruzado le habían dicho que estaba perdiendo el tiempo, que no había nada que encontrar, lo que en la cabeza de Gideon tan solo era una razón más para hacerlo. Sobre todo cuando su hermano había acudido a decirle exactamente eso.

—No tengo problema en que me ayudes, la verdad es que estaría bien no andar corriendo solo de un lado a otro. — Rascó la parte trasera de su cabeza en un gesto involuntario. Estaba cansado, y cualquiera podía decirlo de verlo, pero al menos alguien había querido dar un paso y ayudarle en lugar de dejarle seguir con su locura solo.

La broma hizo que pusiera los ojos en blanco, pero tampoco sería raro que se quedara dormido teniendo en cuenta las horas de sueño de su última semana.

—Parece que mi acompañante me ha salido graciosilla. —Se quejó, dándose cuenta que todavía no había soltado la mano de la Gryffindor. Se sentía cálida contra su propia mano y reconfortante de alguna manera. —¿Te parece si vamos a algún aula a sentarnos?— Preguntó, tirando suavemente de ella para que empezaran a caminar.

Lo bueno de aquel castillo es que uno podía encontrar más aulas de las que estaban en uso, así que siempre era fácil hacerse con una vacía para poder trabajar sin que nadie molestara. Al menos si otro alumno no había ido a ocuparla primero. Abrió una de las puertas, dejando que Mikaela pasará primero y dejando que eligiese el lugar en el que se sentarían antes de hacerlo a su lado.

—Este es el cuaderno donde he ido apuntando todos los testimonios, he redondeado en rojo puntos importantes y subrayado cosas en común que no están en todas las historias. — No importaba como se mirase, siempre había un punto en común.

 

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Sonrió, satisfecha, cuando Gideon aceptó su ayuda y se dejó llevar hasta una de las aulas vacías para repasar las notas que el chico había tomado hasta el momento, no sin antes recoger sus propias pertenencias olvidadas en el banco de piedra al salir a la carrera tras Gideon.

En el interior del aula Mikaela no perdió demasiado tiempo buscando un sitio dónde sentarse. Tomó sitio en uno de los pupitres más cercanos a las ventanas, en la última fila, también alejados de la puerta. No es que fuera un asunto completamente secreto, pero tal vez mejor si nadie los escuchaba a escondidas, ¿no?

— Déjame ver. —pidió para, a continuación, agarrar el cuaderno y ojear con rapidez las páginas. Gideon había hecho, por lo que podía ver, una muy buena recopilación de información. Sin embargo, era un poco difícil ponerlo todo en común teniendo que ir de una página a otra. Mikaela, no obstante, tenía la solución para eso.

— Pongámoslo todo en común y en orden. —se puso entonces en pie y avanzó hasta la pizarra donde agarró una de las tizas blancas y empezó a dibujar una tabla que partió en tres grandes secciones.— Empecemos por los que dicen que vieron algo raro antes del ataque. —le tendió entonces el cuaderno a Gideon esperando que le fuera dictando lo que debía escribir.

— ¿Se sabe si fue más de una persona la causante del ataque? —preguntó cayendo en ello de repente. No era lo mismo buscar un factor que dos o tres… o más.

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Tenía muchas cosas en la cabeza, no solo por las personas con las que había hablado o que Dante estuviese bien, también por como su hermano había actuado. El cambio en su forma de hablarle le había dejado claro que algo estaba mal, que puede que no hubiese sabido nada, pero que en ese instante lo sabía. Claro que no iba a decirle nada al respecto y su única preocupación parecía ser llamarle idiota por estar hablando con todo el mundo.

—Gracias por la ayuda, teniendo en cuenta todo, creo que eres de las pocas que no me ha dicho que lo deje. — El problema era si su jefe de casa terminaba dándose cuenta que Gideon no lo había dejado pasar. Todos estaban hablando de lo importante que era seguir las normas y les habían pedido que le dejasen el tema a los adultos, pero honestamente no veía a nadie buscando nada, y los periódicos ya habían marcado el caso como algo externo y cerrado. Nadie parecía querer saber más, pero por mucho Gideon no podía dejar que algo así se quedase quieto.

Asintió suavemente, dejando que la chica marcase la pizarra y saco su varita para mover otra de las tizas desde su posición e ir añadiendo algún que otro detalle a lo que ella escribía, mientras iba revisando las páginas.

—Hay varias notas de diferentes personas sospechosas, estoy seguro que pudo ser más de uno, porque nunca coinciden el lugar por el que los vieron entrar o salir, pero hay que tener en cuenta que estos detalles son pequeñas cosas que nosotros vemos como importantes, pero los alumnos no. — Muchos de ellos, ni siquiera estaban seguro de si lo habían hecho o no y eso era lo que le preocupaba.

Tal vez estaba dando vueltas en una rotando sin salida.

Se mordió el labio inferior durante un momento, aquello le frustraba más de lo que dejaba que se viera, siempre intentaba mostrarse seguro a casa paso que daba, por mucho que estuviese aterrado, pero sentía que seguía corriendo a pesar de no tener fuerzas.  

 

CON Mikaela - POR EL CASTILLO - A LAS 17:07

Asintió ante las palabras de Gideon y fue rellenando la pizarra conforme él le fue dictando, a la par que la ayudaba apuntando con ayuda de su varita. Una vez finalizado Mikaela dejó la riza y se alejó de la pizarra para intentar verlo en perspectiva.

— Hay mucha información. —dejó ir, más hablando consigo misma que con ella.—Y tienes razón, algunas se contradicen. —si aquella clase de embrollos eran los que vivían los Aurores a diario, no quería imaginárselo.

— Yo también creo que tuvo que ser más de una persona. —lo mejor era poner las cosa de manera ordenada.— Si el chico acabó tan mal como para tener que ser trasladado a San Mugo, con el poco tiempo que hubo desde que se quedó solo hasta que volvió su compañera. Tuvo que haber más de una persona. —de otra manera, para ella no cuadraba. Tendría que haber sido mínimo un trol para causar tanto daño solo uno, tuvo que haber un grupo y tal vez eso explicase el porqué había versiones tan dispares.

— Quizás entraron y salieron por puntos distintos para no levantar sospechas. —dejó caer la idea.— Puede que lo tuvieran planeado, puede que no fuera al azar. Tú eres amigo del chico al que atacaron, ¿verdad? ¿Tenía problemas con alguien? —aunque suponía que Gideon ya debía de haber atajado aquel camino, preguntó para tener ella también toda la información posible.

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Era lo malo de esa situación, al final estaban buscando un poco entre toda la gente que había estado. Gideon había descartado un par de historias que sonaban completamente a que querían hacer de la historia algo mucho más exagerada. Sin embargo, había personas que estaban muy seguras de lo que habían visto, el problema era que en una situación de estrés era bastante complicado saber si lo que veías era real o el miedo que generaba tu propia imaginación.

Escuchó a Mikaela, asintiendo suavemente con la cabeza, porque era imposible que lo hubiese hecho una sola persona, la pregunta fue lo que hizo que Gideon sonriera con cierta tristeza.

—Dante es un poco, como decirlo…— Se quedó pensativo para encontrar la palabra que mejor definiese al chico. —Bocas, si, vamos a llamarlo bocas. — Por decirlo de la manera más suave posible. — No suele tener mucho filtro con lo que dice y le importa poco que las personas  le miren mal, pero eso también le genera más problemas de los necesarios. — Resopló sin darse cuenta, porque no es que fuese mentira lo que decían algunos, Dante sin querer había hecho que bastante gente lo mirase mal.

Gideon ladeó la cabeza, quedándose metido durante unos segundos en sus pensamientos hasta suspirar.

—Pero por muy bocas que sea, nunca ha hecho daño a nadie, el único problema grave que puede haber con él, es que siendo hijo de muggles no tiene ningún temor a dejarle las cosas claras a los hijos de puros. — Y eso ya era una diana del tamaño del lago de Hogwarts.
 

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Durante unos minutos pensó seriamente en lo expuesto por Gideon. Empezaba a hacerse una idea de quién era aquel chico, Dante, y los problemas que habían podido rodearlo. Mikaela nunca había conocido a nadie a quien no le importase lo que los demás pensaran. todo el mundo era más o menos sincero, pero siempre había una línea que se procuraba no traspasar. Ella misma nunca le había dicho a nadie su verdadera naturaleza porque temía lo que pudieran pensar, lo que pudieran hacerle. Mikaela sabía de maledictus que servían como atracción de circo.

— Sé que es tu amigo, pero me temo que lo de que sea tan bocazas no ayudará a eliminar posibles enemigos. —suspiró, frustrada, ante la falta de avance. Había prometido que lo ayudaría a avanzar, pero no parecía estar haciendo si no liarlo todavía más.

— Aunque… —se aventuró, poco a poco.— Si es verdad que el ataque fue tan brutal, debió ser alguien que le tenía mucho odio. No se me ocurren más razones que la sangre para que alguien se sienta tan enardecido. —al fin y al cabo Dante era un chico normal, se suponía, un estudiante más que vivía su vida estudiando y estando con sus amigos, no podía haber hecho algo tan terrible para ser odiado hasta ese punto… excepto haber nacido en la familia equivocada. Como mestiza Mikaela había tenido su propia ración de insultos por su sangre no mágica.

— Allí, en norteamérica, también puede llegar a ser muy duros con los que provienen de familias no-maj. —no había tanta pureza de sangre como en el viejo continente, ciertamente, pero había la suficiente como para que se creyesen mejor que el resto.

— Tal vez tendríamos que intentar hablar con los de familias puras, puede que sepan algo. —si era como en Ilvermorny, tenían que ser tanto o más elitistas y las élites siempre guardaban sus secretos.— A veces he visto cómo tratan a aquellos no puros y… —bien podrían escalar a las cuotas de violencia del ataque.

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Lo sabía, mejor de lo que Mikaela pudiese pensar. Llevaba años lidiando con esa parte de Dante, intentando frenarlo cuando veía que la situación se iba a salir de control, pero no siempre era posible. Lo entendía, no era fácil dejar que dijesen cosas negativas sin querer pegar dos berridos, lamentablemente discutir con cerebros de mosquito que solo creían en sus ideales no era muy productivo. Era como gritarle a un muro, no importaba cuan fuerte lo hicieses, nunca obtendrías respuesta alguna.

—Las familias puras creen que tienen un poder sobre los demás simplemente por tener más generaciones de magia. — Su tono era bastante sobrio en ese momento. — Mi propio padre clama ser mejor que nadie, eso no significa que debas actuar como si los demás fuesen insectos. — Odiaba hablar de su familia y de todo lo que estaba mal en el mundo mágico, le preocupaba la repercusión de aquellas acciones, que no solo fuesen un caso aislado, sino que viniesen más.

Muchos no estaban atentos a lo que ocurría fuera, los pequeños cambios de la sociedad, esas noticias encubiertas en las que la gente desaparecía. Veía a su padre, sus intenciones, como caminaba hacia el ministerio queriendo apuntar más arriba que nadie y temía el resultado. Era capaz de controlar a las masas, sonreír como si fuese el más encantador y no tendría ningún problema en pisar a todos aquellos no puros por su propio beneficio.

—¿Te parece si nos tomamos un descanso?— Preguntó, porque estaban en un punto muerto, tenían información, sabían dirigirla, pero por mucho que buscasen lo único que encontrarían serían sospechosos y no pruebas en su contra.

Aquel juego sería largo y puede que tuviesen que optar una segunda estrategia. Si había personas queriendo repetir el episodio de Dante, solo podría haber personas que quisieran evitarlo ¿No?
 

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