Pensamiento tras otro, su cabeza se había convertido en un nudo difícil de desatar. Apenas había cruzado palabra con Cepheus, y desde que Orion y Lise se enteraron de lo ocurrido apenas pasaba tiempo sola. Agradecía sus cuidados, y a la vez se sentía tonta por no contar con ellos antes.

Aquel era el último día de clases, para la tarde del día siguiente estaría en su casa, sola. Sus padres ya habían dado aviso de que no estarían durante parte de sus vacaciones, regresarían a tiempo para el baile de fin de año porque convenía. Sin embargo, tenía ganas de ver a su hermana. La última vez que la vio le estaba contando acerca de su embarazo, antes de que su vida empezara a caerse a pedazos.

Estaba caminando en dirección a su sala común para terminar de hacer las maletas cuando lo vio, cruzando el pasillo y caminando directamente hacia ella en cuando la reconoció entre la gente. Rosie sonrió, y antes de que pudiera alcanzarla, abrió la puerta de la sala de fiestas que en ese momento se encontraba vacía.

Las mesas se encontraban cubiertas, preparadas para las festividades que celebrarían en el castillo los alumnos que no regresaban a casa. Sebastian entró detrás de ella a los pocos segundos, y la pelirroja, que ya se había asegurado de que no tenían compañía, se acercó a él para atrapar sus labios en un beso.

18.12.19 - Salón de fiestas

18.12.19 + sala de fiestas

18.12.19 - Salón de fiestas

Ni siquiera supo en qué momento se dio cuenta de que tendría que haberse callado la boca en vez de confesar aquello, pero antes de que Rosie se apartara ya estaba viendo venir el desastre.

La primera vez que admitió que no podían estar juntos dolió como si le hubiese clavado un cuchillo, pero que lo repitiera se sintió como si, además, se lo retorciera con saña. Lo peor es que, en cierta forma, no le sorprendía en lo absoluto. Siempre había sabido que Rosie no le veía de la misma forma que él la veía a ella pero aquellos últimos encuentros le habían hecho creer otra cosa.

Bash imitó su gesto de comenzar a vestirse y se habría quedado en silencio, admitiendo como todo le estallaba en la cara nuevamente por algo que no comprendía, pero lo que no iba a soportar era que le mintiese a la cara.

Con la ropa ya colocada, se acercó a ella con los ojos entrecerrados. — No te creo. — sentenció. — Sé que sientes algo por mí pero te da demasiado miedo enfrentarte a todos ellos. — lo último que quería era hacerle daño pero no sabía como hacerle ver que estaba equivocándose. — ¿Te crees que van a estar ahí cuando te caigas como he estado yo? — le recriminó. — Estuve ahí para ti después de lo de Cepheus, ¿habrías dejado a alguien por el que no sientes nada acercarse tanto a ti? — Bash sabía que no, pero ahora ya no estaba tan seguro.

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Se mantuvo en silencio, mientras abrochaba los botones de su camisa y se ponía después la falda para estar tan presentable como fuese posible. Intentó peinarse el cabello, aunque era un completo desastre. No quería darle la razón, pero sus palabras hicieron que levantara la mirada para observarlo.

—Bash, claro que me da miedo, ¿sabes lo que significa todo esto para mi?— preguntó, poniéndose la corbata alrededor del cuello y empezando a atar el nudo —. Si empiezo a salir contigo, mi familia me va a dejar de lado. No tengo una sola moneda a mi nombre, ¿tu tienes alguna herencia secreta de la que podamos vivir? Mi familia me echaría, perdería mi apellido y toda la vida como la conozco... ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?— Tenía una lista gigante de preguntas para él, porque no le parecía que estuviera siendo realista.

—No permitirían que mi hermana volviera a hablarme, jamás llegaría a conocer a mi sobrino. ¿Dejarías tú a toda tu familia por mi?— agregó, sintiendo como la voz se le quebraba. Entendía sus palabras, sabía bien que él había estado ahí para recoger los pedazos, que siempre estaba ahí para ella. Quizá no sería tan malo, pero no estaba dispuesta a hacer ese sacrificio.

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Bash era consciente de que le estaba pidiendo muchísimo, pero no lo haría si no sintiese que era algo mutuo. A la Rosie de antes nunca se lo habría pedido porque las cosas eran de otra manera, pero ahora se negaba a dejarla marchar sin pelear.

— No, no tengo una fortuna como la pueden tener todos ellos pero mis padres no te dejarían en la calle. — afirmó, porque era algo que alguna vez se había comentado. Nadie mejor que Bash sabía lo que podían hacer las familias puristas cuando repudiaban a alguien.

Bash sacudió la cabeza y se obligó a acercarse a ella, acariciando su mejilla casi con miedo a que lo apartara de un golpe. — ¿Qué clase de familia hace eso, Rosie? — le preguntó mientras meneaba la cabeza. — ¿Ves normal la presión a la que te someten? No te dejan respirar y vas a terminar asfixiándote. — y eso era lo que le daba miedo. No poder salvarla de aquello cuando se había prometido que la ayudaría todo lo que pudiese. — La familia está para apoyarse y ayudarte a conseguir tus metas, no para obligarte a hacer cosas en contra de tu voluntad y a reprimir partes de ti que no les gustan. — dejó escapar un suspiro. — Se puede sobrevivir alejándote de ese mundo. Mi padre lo hizo y tú me tienes a mí. No voy a dejar que te caigas.

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Rosie se daba cuenta de lo cómoda que estaba en su situación. Nunca se preocupó por el dinero, todo lo que pedía lo tenía al alcance de su mano y se daba cuenta de que pensar en perder esa comodidad era uno de los motivos por los que se negaba a no cumplir su responsabilidad.

—No quiero depender de tus padres, Bash. Mis sueños son mucho más grandes que convertirme en alguien a quien los padres de alguien más tienen que recoger como un perro de la calle— dijo, cerrando su falda por la espalda, buscando sus zapatillas para ponérselas también. No había dejado de moverse por el lugar.

—Mi familia me ayuda a cumplir mis metas, me dan todo lo que necesito. Tengo una responsabilidad, pero eso no significa que vaya a ser miserable...— afirmó, girándose para enfrentarse a él, ahora que tenía toda la ropa puesta.

De alguna manera sabía que aquel era el fin de un capítulo, en parte no quería perder la seguridad que le daba Bash, pero sabía que no podía mantener la ilusión de que eventualmente correrían juntos hacia el atardecer.

—Bash, eres importante para mi... Me gustaría conservar nuestra relación como es. Me haces sentir bien, pero... No estoy enamorada de ti, no como para arriesgar mi vida entera y dejar a mi familia de lado para marcharme contigo. Sé que no me dejarías sola, pero... No estoy sola— afirmó, su mente viajando hacia Lise y Orion, sabía que pasara lo que pasara ellos no la abandonarían, aunque la situación con Cepheus no funcionara.

—Te dejo decidir, con todas las cartas sobre la mesa... Pero, entenderé si solamente quieres estar conmigo bajo tus condiciones— dijo, siento completamente honesta. No estaba dispuesta a cambiar su vida por él, necesitaba que lo tuviera claro.

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Aquella mención a sus padres le molestó porque en ningún momento la tratarían de tal. — Tu metas pueden cumplirse perfectamente aunque tengan que ayudarte. — replicó con la voz algo más seca de la cuenta. Entendía sus miedos pero era incapaz de entender por qué se resistía tanto a dejar a unas personas que no la trataban bien.

Intentó contenerse porque sabía que era meter en la herida, de verdad que sí. — Hacen que te cases con alguien que te violó, Rosie. — sus ojos se entrecerraron mientras dejaba el puño apoyado sobre una de las mesas. — ¿Me estás diciendo que una vida con él no te va a hacer miserable? — y aunque le dijera que no, no la creería en lo absoluto.

En ese momento Bash deseó haberse callado para poder mantenerse en aquella burbuja idílica donde podía planear un futuro con ella, pero también agradecía poder poner las cartas sobre la mesa solo para poder darse cuenta de algo que ya sabía.

No soy suficiente.

No lo fue para Tessa y ahora no lo era para Rosie. No sabía qué era lo que había mal en él para que nadie se molestara en pelear por un futuro. Quizás estuviese idealizando la situación demasiado pero era incapaz de verlo de otro modo. Y dolía como nunca nada había dolido.

Bash se obligó a tragar saliva y a apartar la mirada, porque sabía que ponerse a llorar iba a ser mil veces peor que nada. Dio un par de toques sobre la mesa con el puño y meneó la cabeza con una sonrisa triste mientras se frotaba los ojos de una pasada. — Nunca han sido mis condiciones, Rosie. — dijo con tristeza mientras la miraba. — Te quería mía, sí, pero sobre todo te quería libre. — porque en eso siempre se había basado todo, en pelear porque ella pudiese tomar sus decisiones y que él fuera el método para poder dárselo. — Te quiero, pero no puedo quedarme a tu lado viendo como te destruyes. — sentenció mientras se acercaba hacia la puerta. — Entiendo que pienses que soy egoísta o que no valoro tu situación y no te haces una idea de cuánto me voy a arrepentir de esto, pero creo que es lo mejor para ambos. — quería tocarla una última vez pero sabía que, de hacerlo, no la dejaría marchar. — Ya nos veremos. — y salió por la puerta sin mirar hacia atrás.

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Su expresión se cayó al escucharlo, estaba intentando ser tan buena como era posible, porque sabía que Sebastian no se merecía algo diferente. Siempre fue bueno con ella, la trataba como la mujer independiente que ella se sentía y por eso se permitió caer con él aunque fuera una excepción a su regla. Bash podía arruinarle la vida, si alguien se enteraba de lo de ellos, su vida se caería a pedazos.

—No hace falta que uses esto en mi contra— dijo, tragando saliva mientras negaba con la cabeza. Había ido hacia él en un momento de vulnerabilidad, y en ese momento no podía evitar pensar que tal vez no debería haberlo hecho. Sabía bien que sus palabras venían desde la preocupación, pero aquel tema era una carta que prefería dejar fuera de la mesa.

Sus ojos se llenaron de lágrimas ante sus palabras. Sabía perfectamente que Sebastian tenía la razón, con seguridad él era una de las personas que mejor sería capaz de quererla, pero ella no podía evitar pensar de otra manera, pensar en alguien más al escucharlo. Y se sintió egoísta.

—Siento no poder darte lo que me estás pidiendo— dijo, mientras le veía marcharse hacia la puerta. La abrió y la cerró tras él, y la pelirroja se quedó mirando la puerta fijamente durante varios segundos. Recogió el mantel que habían tirado en el suelo, intentando no pensar en lo fácil que había sido todo minutos atrás.

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