esgraciadamente, su primer intento de lanzar la maldición había fracasado.
Rumple tendría que darle muchas explicaciones, pero aún no tenía el modo de llegar hasta los calabozos de Blanca y su estúpido príncipe sin quedar ella misma atrapada allí.

Había releído el pergamino con el conjuro y los ingredientes necesarios ya demasiadas veces, lo tenía grabado a fuego en su memoria. Soñaba con el día en que pudiera por fin completarlo y librarse de todos aquellos que intentaban acabar con ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el mayordomo, que con una reverencia anunció una visita del todo inesperada.- Hazle pasar, Henry. -Ordenó con una sonrisa que le había contagiado el hombre, no le había pasado desapercibido que ciertos invitados la ponían de mejor humor que otros. Complicidad que solo mostraban cuando estaban a solas.

Apenas un poco de magia consiguió cambiar su vestido y aspecto por uno más regio y apropiado para el pirata que venía a verla. Le esperó sentada en su diván frente a la chimenea hasta que él entró, como de costumbre haciendo caso omiso a los protocolos y fijándose en esa colección que adornaba el espacio.

- Pueden venir a intentarlo, y morir por tratar de robar a una reina. -Respondió a sus palabras sobre el valor que le darían algunos hombres a esa maravillosa perla que él le había obsequiado.
Se levantó para ofrecerle la mano y recibir el beso en sus nudillos.- Capitán. -Le saludó ahora, como solía.- Aún no entiendo el apego que sentís por ese garfio, mi magia podría ayudaros. -Se lo había ofrecido en otro tiempo, cuando hizo el trabajo más importante para ella, aún así él rechazaba esa posibilidad. Un recuerdo quizá de la venganza que deseaba. Podía entenderlo.

Volvió a tomar asiento y le hizo un gesto para que se uniera si era su deseo, al tiempo que una discreta doncella servía sendas copas de vino.- Y, ¿a qué debo el honor de la visita? Pensaba que estaríais visitando esa isla de críos que tanto os gusta.

na sonrisa de suficiencia se dibujó en el rostro de la reina al escucharle hablar de sus presentes.- Es una cuestión de status. No puedo permitir que nadie crea que puede robarme algo, ¿no te parece? -Si bien era cierto que los que el pirata traía de sus viajes eran más valiosos por lo raro y difíciles de conseguir en el Bosque Encantado, además de las historias apasionantes con las que se veían acompañados. No obstante, no iba a admitir delante de quien se los proporcionaba, hasta qué punto los apreciaba.

Una vez realizados los saludos, pudieron acomodarse con tranquilidad, el capitán a su lado, olvidando hasta cierto punto los protocolos por los que se medían los demás a su alrededor. Y en cierto modo era otra de esas cosas que hacía que las visitas de aquel hombre fueran más bienvenidas, alguien que pese a mantener el respeto necesario, le permitía la cercanía que hacía años solo una persona le proporcionaba.

Tomó la copa de vino y apenas bastó una mirada para que la doncella entendiera que debía retirarse.- ¿Sorpresas? -Inquirió, girándose ligeramente para afrontar con el torso, intrigada por aquellas palabras. Hasta donde ella sabía nada nuevo había sucedido en los últimos tiempos, y ella solía estar informada de toda cuestión que debiera interesarle.

Sin embargo, cuando mencionó el cambio en el ambiente y que alguien estaba haciendo magia oscura, se le escapó una risa, casi jovial y llamativa que no fue capaz de controlar.- Oh, mi querido capitán... Solo existe una persona capaz de hacer magia oscura en mi territorio sin que yo lo sepa, y está pudriéndose en una oscura celda. -A la que ella deseaba llegar para poder terminar lo que había empezado.- Me temo que la alarma la estoy creando yo, no sin motivo, aunque esperaba que mis intentos no llamasen la atención, dado que han sido fallidos hasta el momento. -Terminó confesando, con cierta diversión.- De cualquier modo, he de advertirte, deberías volver a tu isla de niños hasta que termine, o podrías quedar atrapado.

abía una complicidad fácilmente detectable entre ambos. Reconocían el poder y las fortalezas del otro lo suficiente como para respetarse mutuamente y comprender las razones que les impulsaban y motivaban a seguir adelante con sus planes sin tener demasiado en cuenta a cualquiera que fuera ajeno a ellos.

Y puede que Regina hubiera dado por hecho que él era tan ajeno a sus intentos de lanzar la maldición oscura como para que no pudiera afectarle. Le imaginaba en algún mundo perdido saqueando, o en esa isla misteriosa de la que solo había escuchado historias. Un lugar insufrible, seguramente, lleno de niños sin educación.
Pero ahora estaba claro que no se encontraba viajando y trataba de indagar más sobre sus planes.

De haber sido cualquier otro, seguramente Regina habría ignorado su curiosidad, pero no tenía nada que perder al contarle sus planes.- Me dispongo a cobrar mi venganza al fin. -Resumió, en pocas palabras eso era todo lo que importaba después de todo.- No sé si alguna vez habéis llegado a escuchar hablar de la "Maldición Oscura", pero me he hecho con ella, y no ha sido fácil. -No pensaba privarse en ese momento de presumir un poco de sus propias hazañas y esfuerzos.- La maldición enviará mi reino a un mundo sin magia que yo controlaré, en el que podré hacer padecer a Blancanieves con la pérdida de su amor verdadero.

o le sorprendió demasiado que Hook se mostrase ignorante en cuanto a la maldición. Al contrario, agradeció silenciosamente que reconociera que no lo sabía, dado que era magia demasiado poderosa como para que alguien sin esa capacidad pudiera conocerla.
Ella misma podía recordar, cada vez con más dificultad y dolor, un tiempo en el que ella no poseía el don, en el que era una simple víctima de todo lo que la rodeaba.
Estaba más que dispuesta a no volver a sufrir como entonces.

- Sin magia y sin finales felices. A excepción del mío, claro. -Afirmó, casi notando cómo el pirata empezaba a pensar en las posibilidades y significados que tenían sus palabras.
Ahogó una risa ante su pregunta.- Tu cocodrilo está ahora mismo pudriéndose en la prisión de Blancanieves, no puede escapar a la Maldición. -Era algo evidente, digno de saborear. Su maestro estaba perdido.- Pero he de reconocer que por la deuda que nos une, he pensado en darle una posición privilegiada en ese otro mundo. -Después de todo, se lo debía. De no ser por él no sería la reina en quien se había convertido.- Claro que no tendrá magia, ni recuerdos. -Afirmó, pensando en que quizá podría acompañarse del pirata y dejarle disfrutar de parte de su merecido premio.

Sin embargo, la forma en que todo comenzó a temblar, desde el suelo hasta las paredes les alertó. Regina se levantó y usó su magia para evitar que parte de los objetos de su colección se estrellaran contra el suelo.
- ¡Regina! -El rostro aterrorizado de su padre la alertó aún más.

Se acercó al balcón y fue capaz de ver cómo una densa nube de humo de un rojizo intenso se aproximaba.- No puede ser... -Era magia, y reconocía aquel color. Lo reconocería en cualquier parte. Era quizá el único capaz de hacerla temer realmente.- Es la maldición. Alguien la ha lanzado. -Y temía pronunciar el nombre de quien creía que lo había hecho.

ara alguien como Regina, aquellas reuniones eran habituales. Y cuando no era una reunión, se presentarían uno a uno en su despacho para hacerle saber sus quejas y ser amablemente enviado a plantearlas en las reuniones. Pero por mucho que formaran parte de su normalidad, eso no quería decir que le gustasen lo más mínimo.
En realidad, detestaba tener que escuchar tantas quejas absurdas. Al menos desde el punto de vista de que no había nada legal que ella pudiera hacer para solucionar el asunto.

La mayoría de los problemas venían por esa creciente inseguridad en el barrio, motivo por el que en esta ocasión había invitado a los representantes de la comisaría para que atendieran de primera mano esos asuntos. Ella tenía que estar presente, claro, pero no tenía necesidad de ocuparse de responderlas.
Después de dar por finalizada la sesión sin llegar a ningún resultado, porque las nuevas vigilancias prometidas dependían de que se asignaran más efectivos a la comisaría y eso parecía casi imposible, la gente se fue marchando.

Esperaba, como de costumbre, algún acercamiento a su persona mientras estaba allí recogiendo los documentos que siempre terminaban esparcidos por la mesa.
Para su sorpresa, fue el detective Jones quien se presentó allí delante.- Señorita, si no le importa. -Le recordó con una sutil sonrisa antes de escuchar aquella pregunta. Vaya, era interesante.- Lo cierto es que no me vendría mal un café, podría acompañarme si gusta. -Ofreció. Cualquiera que la viera podría pensar que estaba coqueteando y quizá fuera cierto, pero no había nada de malo en ello.

- ¿Se trata de un asunto oficial que requiera del despacho? -Preguntó, tentada de invitarle a la cafetería de la esquina, así el café podría ser algo más cargado.

abía preguntado sobre la causa de aquella petición a pesar de sospechar que no era una mera cortesía o muestra de interés en su persona. El cargo era solitario y siempre lo había sido. Por supuesto, contaba con admiradores, pero ninguno que mereciera la pena o que no quisiera sacar algún provecho.

Así que algo digno de tratar en privado se relacionaba con algo oficial, pero la propuesta del paseo a la cafetería le resultó intrigante.- Suena bastante bien. -Aceptó con una de sus sonrisas enigmáticas.

Se preocupó de recoger los documentos que le pertenecían de la mesa, de los demás ya se encargarían otros, y dejándolos a buen recaudo en su carísimo bolso, hizo una señal al detective para empezar a caminar hacia la salida.- Supongo que, hasta que mientras disfrutamos del paseo, deberíamos hablar de las quejas de nuestros vecinos. -Fingir que le interesaban era un arte ya aprendido y servía para llenar el silencio antes de llegar a algún tema más interesante- ¿Alguna opinión al respecto, detective?