Si quería irse de viaje con sus amigas iba a tener que ahorrar bastante, sus padres le habían cortado el grifo y solo iban a pagarle el pasaje, así que todos los demás gastos tenían que correr por su cuenta. Y lo cierto es que nunca se le había dado demasiado bien eso de guardar para mañana lo que puedes gastar hoy.
Había estado un mes con trabajos de lo más variopintos por el barrio, horas de niñera, jardinera y limpiando casas ajenas... al menos había tenido suerte y la gente no era tan sucia como para necesitar un servicio de limpieza de verdad. Bueno, todos excepto Dawson, el inventor de la esquina. Un chiflado que apenas hablaba con nadie.
Pero oye, pagaba el doble porque tenía el doble de trabajo para ella.

El caso es que llevaba una semana intentando limpiar y ordenar la pocilga que tenía por casa cuando escuchó un estruendo en el garaje, lugar en el que no había intentado entrar porque no estaba segura de querer saber lo que ese tipo entendía por "inventos". Fue para saber si tenía que llamar a una ambulancia y lo que se encontró era una máquina de lo más rara que echaba muchísimo humo.

Después de muchísima explicación de la que no comprendió más que un par de palabras, lo resumió todo en que había conseguido inventar una máquina del tiempo. Y viendo que había salido de ahí con vida, Cassandra vio la oportunidad de negocio, ¿por qué no la usaba a ella como viajera a cambio de una módica cantidad? Estaba claro que el invento no funcionaba, solo iba a ser como un paseo en noria, que acabaría con chispas, estruendos y humos. Nada podía salir mal.

Excepto que cuando entró en la máquina y escuchó el estruendo, vio las chispas y el humo... al abrir los ojos ya no estaba en el garaje de su vecino loco. Estaba sentada, encogida en la misma posición que en la máquina, en mitad de un bosque.

No lo dudó y sacó su móvil del bolsillo, intentando llamar. Pero ni señal, ni cobertura, ni datos, ni nada en absoluto. Lo habría tirado de no ser porque tenía esperanza de que al menos pudieran rastrearla y encontrarla en algún momento.- Vale, Cass, no entres en pánico. Muy pronto habrá un helicóptero sobre tu cabeza y te sacarán de aquí... ¿Cómo lo vas a explicar? Ni idea, pero Dawson se va a comer una demanda bastante interesante... y después ya hablaremos de cómo vender el chisme ese de teletrasporte.

Mientras hablaba consigo misma, trataba de recordar las lecciones de supervivencia mal aprendidas en el campamento. Sin demasiado éxito. Solo echó a andar en la primera dirección que le pareció segura.

Suponía que era importante caminar en línea recta hasta encontrar una señal de civilización, o un río, la gente construía cosas cerca de los ríos, casas de campo, muelles, zonas de pesca... y si no siempre quedaba en la playa, no había ni una sola playa desierta en el país, todas estaban rodeadas de enormes hoteles. Así que era la forma más segura de encontrar a alguien. A ver si tenía suerte.

Caminaba ella con paso decidido hasta que escuchó un golpe a su espalda. El sonido parecía haber sido amortiguado por la hierba que crecía en aquella zona. Pero cuando se giró vio que en el suelo había una piedra... y las piedras no caían del cielo, que ella supiera. Así que buscó al graciosito que se la había tirado.
Frunció el ceño cuando vio a un tipo haciéndole señas.
A ver, que sí, que encontrar a alguien era su primer objetivo y lo había conseguido en tiempo récord, pero qué mala pinta tenía el tío ese.

Se quedó en el sitio, pero le saludó agitando la mano.- ¡Holaaaa! -Gritó, sonriendo, tratando de parecer amigable, pero sin acercarse, porque no se terminaba de fiar.- ¿Qué tal? ¿Cómo se llama? ¿Sabe dónde estamos? -Cada pregunta fue pronunciada a voces, sin tener ninguna idea de lo que eso podía implicar.- ¡Creo que me he...! ¿perdido? -La última palabra la dijo en un tono más bajo, porque de nuevo escuchaba algo a su espalda y esta vez no parecía una piedra.

Se giró, calladita y escuchando con atención, era una especie de ronroneo, pero mucho más fuerte.
- Vale, Cassie, creo que mejor te vas con el tipo raro... -Se dijo a sí misma, alejándose despacio de los árboles de los que provenía el sonido y acercándose al de la piedra.

No le había gustado nada el sonido que salía de los árboles. Que había visto hace poco una peli de unos perdidos en una selva y no tenía muchas ganas de que le apareciera un tigre o lo que fuera por detrás. Así que había terminado acercándose al tipo extraño... a ver si él podía sacarla de allí, por lo menos.

Alzó el pulgar cuando llegó y le pidió silencio, a modo de señal de que lo captaba.- ¿Algo como qué? -No pudo evitarlo, tenía ganas de saber qué era esa cosa y por qué la seguía, a ver, por saber cómo de rápido había que correr.
Pero ni siquiera le dio tiempo de hacer más preguntas, y eso que tenía para rato, porque los árboles se movieron y apareció algo que no había visto en su vida, un león gigante, pero en vez de melena tenía unas enormes y espantosas púas.

Se le quedó mirando con los ojos como platos. Y ya le gustaría haber soltado un comentario propio de heroína como "Pensaba quedarme a tomar una birra con el gatito" o cualquier cosa así. Pero nada que ver... Lo que hizo fue salir corriendo y chillando en la misma dirección que aquel hombre.
Al final iba a tener que dar gracias a la tortura de haber estado haciendo atletismo en educación física, porque cualquiera de aquellas raíces podría haberla matado fácilmente si hubiera tropezado. Pero al final se terminó cayendo claro, quedando casi atrapada entre las enormes raíces de un árbol gigantesco.- ¡Ayuda! -Pidió al desconocido, sin darse cuenta de que quizá bajo aquellas raíces pudieran tener algo parecido a una cueva para que el león monstruoso no les encontrase.

Tuvo que levantarse para seguir, porque aquel bicho se le estaba poniendo encima. Siguió corriendo y al ver que el tipo grandote se metía por un agujero, ella hizo lo mismo.
De acuerdo, el espacio no era mucho y tampoco es que tuviera la comodidad de una mansión de Hollywood, pero al menos esa cosa no podía entrar ahí, ¿verdad?
Se llevó la mano a la boca y trató de mirar, viendo al león olisqueando. Dios, esperaba que no se hubiera quedado con el olor de su champú.

- ¿Cosas como qué? ¿Tener un ataque de pánico porque me seguía un león que no es un león gigante? ¿Cosas como esas? -Preguntó, ojos más abiertos de la cuenta y una sensación cada vez mayor de no estar entendiendo nada. ¿Dónde se supone que había terminado?
Se movió, quejándose cuando rozó el brazo con la roca de la cueva. Joder, se había hecho muchas heridas pequeñas. Era como pasar por espino o algo así, aunque ella nunca lo había hecho.

- Espera, espera, espera... -Dijo, alzando la mano cuando vio aquel bote dudoso.- Tengo muchas preguntas. -Y esperaba que él la respondiera.- ¿Dónde demonios estoy? ¿Qué se supone que era eso? ¿Y quién ha testado esa cosa? -Porque se negaba a ponerse nada que no hubiera pasado por un laboratorio higienizado. Y no parecía que fuera el caso.

Pues iba apañada si no podía hacer ese tipo de cosas estando en un lugar desconocido con criaturas que no había visto fuera de los libros infantiles... libros infantiles de miedo, porque ese león o lo que fuera era terrorífico.
- ¿Y qué se supone que tengo que hacer? Aparte de salir corriendo. -Que era lo que habían hecho y parecía la forma en que respondía mínimo el instinto de supervivencia que tenía.

Alzó una ceja cuando le respondió que estaba en un bosque.- A ver, capitán de lo obvio, a eso llegaba. -Por mucho que nunca le hubiera gustado ir de acampada, sabía lo que era un puñetero bosque.- ¿En qué parte del mundo se supone que eso es un león? -Quiso saber, aceptando lo que estaba claro, que no estaba en casa... la máquina del científico loco funcionaba.

Arrugó la nariz cuando le dijo que esa cosa estaba testada por él mismo. No parecía muy saludable, pero él sí. Al menos lo que decía, estaba entero a pesar de vivir en un sitio con bestias salvajes de muchos metros de alto.
Pero en cuanto dijo que si no quería ayuda se largaría, se apresuró a ponerle una mano en el brazo. Era todo músculo, había que decirlo.- No, espera. Lo siento. -No le gustaba nada disculparse, pero supuso que era por donde tenía que esperar.- Te agradeceré que me ayudes y si pudieras llevarme a un lugar seguro. -Añadió, pero se daba cuenta de que no sabía cómo iba a poder volver.- Estoy... muy lejos de casa, creo. -Reconoció con un mohín.