Yelena tenía demasiado en qué pensar, creía que le iba a explotar la cabeza de un momento a otro. Lo que más le preocupaba, de separarse de Kate, era no poder saber que iba a estar bien sin su ayuda. No era una cuestión de lógica, pues ella sabía muy bien que Kate era autosuficiente. Pero Yelena se preocupaba por ella porque le importaba.

Era inútil negar que quería a Kate. Era un cariño genuino, le había caído bien desde el momento en que la había conocido. Era sólo que, hasta ahora, no se había puesto a pensar hasta qué punto. Quizás todo este juego de pretender ser prometidas era lo que necesitaba para dejar de mentirse a sí misma.

Yelena, en el fondo, sólo quería que alguien la quisiese de la misma forma cruda en que ella podía querer a alguien.

—Madripoor no tiene ley alguna, pero tampoco depende de sí misma. Es una isla, a fin de cuentas, no todos sus trabajadores viven aquí, hay espacio reducido. A veces la mano de obra viaja desde Singapur. Si podemos asaltar uno de los barcos y subir a las chicas, podríamos estar de regreso en Singapur en cuestión de horas.

No iba a ser fácil, por supuesto, pero era mejor separarse para llegar al puerto. Cuando se acercó hacia Kate, Yelena la tomó de la barbilla.

—Podemos encontrarnos en el puerto, pero es mejor ir en grupos separados, para que sea más difícil que puedan rastrearnos. Puedo dejarte las coordenadas del puerto, eres buena, podrás hacerlo. ¿Qué dices?

Yelena esperaba que aceptara, pues le parecía que era la salida más práctica. Sabía que no estaba exenta de peligros, pues al separarse también perdían una compañera que podía hacer lo que fuera con tal de que la otra estuviera a salvo. Pero si querían sacar a las chicas, quizás era la única manera de tener éxito. No podían enfrentarse a toda una mafia de trata, tenían recursos limitados, era mejor pasar desapercibidos para que la huida funcionara a la perfección.

Kate podía seguir el razonamiento de Yelena. Tenía sentido, aunque ella no conocía tan bien Madripoor. Por suerte se había tomado en serio estudiarse los planos de aquella ciudad perdida y maldita.

Aquellas chicas dependían de ellas, así que harían lo que fuera necesario.

Aunque le preocupara separarse de Yelena. Todo ese rato que no había sabido de ella había sido angustiante.

—¿Habrá alguna forma de que podamos comunicarnos mientras estemos separadas? —preguntó, intentando recordar si habían traído ese tipo de equipo—. No me gusta nada no saber qué está pasando contigo.

No sería difícil separar a las chicas en dos grupos, esperaba que confiaran en ellas después de haberlas sacado de aquel lugar. Estaban asustadas, sabían que vendrían a por ellas. Tenían que salvarlas.

—Sería más estratégico que podamos estar comunicadas —añadió—. Por si pasara algo.

Tampoco era como que pudiera ir a ayudarla si le pasaba algo o viceversa. Confiaba en la capacidad de ambas, estaba siendo ridícula, suponía.

Se acercó a Yelena, acortando la distancia entre ellas como se había acostumbrado a hacer esos días. La miró a los ojos, buscando alguna reacción.

—Promete que te cuidarás —le susurró.

Luego, llevó una mano a su cintura y se acercó a buscar sus labios en un suave beso. Tal vez como compañeras no deberían hacer eso. Pero... qué más daba. Ya hablarían de ello de regreso en Nueva York.

Yelena no dijo nada al principio, tan sólo escuchó a Kate. Le conmovió mucho que estuviera preocupada de que pudieran separarse, además, ella sentía exactamente lo mismo. Era peligroso que se separaran, por supuesto, pues las chicas no sabían cómo defenderse y entonces ellas no tendrían una compañera que la ayudara.

Pero mantener comunicación también era un riesgo, era obvio que darían la voz de alarma, ni siquiera podían confirmar que ya las estaban buscando. Si cortaban o interferían en la comunicación, sería muy peligroso para ambas. Esperaba que Kate lo comprendiese.

—Aunque fuera yo quien propuso esta idea, no creas que a mí me hace gracia que nos separemos. Pero no te lo estaría sugiriendo si no creyera que es lo mejor. El problema de comunicarnos es qué pasaría si interfieren con la línea, podrían localizar dónde estamos.

Yelena se acercó despacio a Kate y entrelazó sus manos. Cuando la miró a los ojos, pudo darse cuenta de todo el nerviosismo que su compañera llevaba encima.

—Aunque parezca que todo me lo tomo a broma o que soy una temeraria, yo también estoy algo asustada. Pero realmente creo que esta es la mejor opción que tenemos. Sin embargo, si tú piensas lo contrario y se te ocurre otra cosa, lo valoraremos.

Yelena no pensaba discutir, ella también estaba en la misma situación de tensión que Kate y era lógico que pasara algunas cosas por alto. Si Kate podía pensar en otra solución, ella estaría encantada de escucharla, tan sólo no podían perder más el tiempo si ninguna pensaba en algo diferente.

Estaban actuando a contrarreloj.

Kate asintió. Tenían que ponerse manos a la obra.

—No tengo una idea mejor que ofrecer —confesó—. Así que deberíamos ponernos en acción antes de que sea tarde.

Tenía ganas de volver a besarla, pero no era momento para eso. Ya habría tiempo en Nueva York. O quizá no, y todo quedaría ahí en Madripoor, como parte de su misión.

Debían concentrarse en la seguridad de las chicas ahora.

—Dame las cordenadas del puerto —añadió—. Te prometo que nos veremos ahí. Si quieres, vamos a buscar a las chicas. Entre menos tiempo estén solas mejor.

Miró a su alrededor pensando si había algo que debían llevarse de aquella habitación sí o sí. No pudo pensar en nada, así que le hizo señas para que salieran de ahí. Podrían bajar por las escaleras de emergencia por si las estaban vigilando, y salir por la puerta de atrás de las cocinas.

De ahí a unas cuadras llegarían hasta las bodegas donde estaba el grupo de chicas escondido. Lo dividirían en dos y se separarían.

Kate tenía confianza en el plan de Yelena. Saldrían así de Madripoor.

Yelena se resignó a que Kate no iba a ofrecer una mejor alternativa, así que tendrían que usar su plan, pensando que sería la única salida que tendrían para semejante encrucijada. Asintió a las palabras de Kate, extendiendo una mano hasta tomar la suya. Le regaló una tenue sonrisa, que esperaba transmitirle algo de confianza.

Ella sí creía que eran capaces de hacerlo, pero eso no quitaba que fuera una misión peligrosa. Sería mucho más sencillo si no tuvieran que separarse.

—Te dejaré las coordenadas de camino, vamos primero con las chicas para poder dividirnos bien —Yelena ladeó el rostro mientras rebuscaba en la habitación las armas adicionales que había traído. Era mejor tener un equipaje ligero y moverse con lo justo, pero dadas las circunstancias lo mejor era que tuvieran armamento adicional—. Tengo conmigo dos cuchillos y una pistola, ¿qué se te da mejor? Podríamos repartir los cuchillos entre algunas de las chicas, las más avispadas, en caso de que tengan que defenderse.

Yelena le hizo un gesto a Kate, acercándose a la ventana. Lo mejor era si dejaban la puerta cerrada, porque desde allí querrían acceder a la habitación. Era más fácil si se escapaban por la ventana, les daría algo de ventaja que las cámaras de la entrada del hotel no las filmaran saliendo de allí.

—Estaremos bien, Bishop —le aseguró Yelena, mientras apoyaba una mano en el marco de la ventana—. Te lo prometo.

Se sentía mal de pensar que no había podido proponer nada útil para el escape. Pero confiaba en que Yelena tenía más experiencia que ella en ese terreno, y al menos se esforzaría por ser una compañera competente en su plan.

Asintió ante las instrucciones y torció el gesto ante la pregunta.

—Se me da mejor el arco —contestó—. pero en general soy buena con todo lo que requiera puntería.

Seguro que las chicas se las ingeniarían con los cuchillos bien, había notado que, si bien no todas eran fuertes, todas eran valientes y se aferraban a la idea de verse libres de nuevo.

Sonrió ante la promesa de Yelena de que estarían bien. Le creía. Ellas dos juntas podían lograrlo, estaba segura de eso.

—De acuerdo —replicó—. Nos vemos en el barco.

Saldrían bien de esta. No habían ido tan lejos para nada.

Yelena llevaba como veinte minutos tratando de ignorar el dolor en el costado. Hasta ahora no estaba funcionando, pero dio un último salto en dirección al barco, justo después de subir a la última de las chicas que habían conseguido rescatar. Su operación había sido, excepto por unas cuantas heridas, todo un éxito.  

Tenía la sensación de que el barco se estaba tambaleando más de la cuenta. Inspiró hondo y buscó con la mirada al grupo de chicas, había rostros que no conocía, así que asumió que se trataba del grupo que también había salvado Kate. Recorrió con la mirada para encontrarla, pues necesitaba saber que ella también estaba bien.

Se sintió aliviada cuando reconoció a Kate, quien estaba de espaldas, tratando de manejar el barco. De seguro debería de estar resultándole bastante complicado, porque no parecía haberse dado cuenta de su presencia, o del resto del grupo de chicas. Una de ellas se le acercó, susurrándole algo al oído que Yelena no escuchó, pero que hizo que Kate se girara al instante.

Cuando sus miradas se encontraron, notó que Kate estaba pálida, como si Yelena fuera un fantasma.

A simple vista, Kate parecía que no estaba lastimada siquiera. Eso fue un completo alivio.

—¿Necesitas ayuda para arrancar nuestro vehículo? —comentó Yelena, tratando de no reírse porque le dolían las costillas—. Puedo echarte una mano. Intentaron seguirnos, los neutralicé, pero es mejor que nos vayamos de aquí cuando antes.

Yelena escuchó susurros apenas dijo aquello, era obvio que las chicas estaban inquietas. No era la intención de Yelena alarmar a nadie, pero de todas formas era mejor que entendieran en qué situación estaban. Además, no pensaba ocultarle secretos a Kate.

Kate nunca había manejado un barco, así que estaba teniendo dificultades con esto. Sintió un gran alivio cuando Yelena llegó, pero se preocupó al ver que tenía sangre en el costado. Menos mal.

Llegar hasta el barco no había sido fácil. Habían tenido que pelear con uñas y dientes, Kate estaba segura de haber herido a algunos contrincantes, pero también una de las chicas había resultado herida. Se las habían tenido que ingeniar para llevarla hasta el barco, y ahora Kate estaba fracasando en encenderlo.

Se giró hacia ella y le lanzó los brazos al cuello, abrazándola rápidamente.

—¡Sí, necesito ayuda!—replicó con más entusiasmo del que debería—. ¡Me alegra tanto que estés aquí!

Kate quería ser una compañera competente, pero la verdad hasta que la vio aparecer sintió que iban a poder salir adelante. Se había sentido sobrepasada con un barco que no encendía y que una de las chicas estaba herida. Las otras estaban haciendo presión en su herida para evitar que sangrara mucho, pero iba a necesitar puntos.

Kate tal vez podía encargarse de una de las dos cosas, pero no de dos a la vez cuando no sabía bien cómo hacer al menos una de ellas ni era experta en la otra. Y además, había estado preocupada por Yelena.

Ahora estaba ahí. Iban a poder huir juntas. Eso sí le daba esperanza.

El abrazo de Kate fue a su vez una alegría y también un suplicio. Alegría porque le hacía saber que Kate la había echado de menos tanto como Yelena, pero fue un suplicio porque, en medio de la euforia, le dolió mucho el costado.

Yelena trató de ser fuerte, pero no pudo evitar estremecerse porque le molestaba mucho el costado. Se había curado como había podido, pero era evidente que no fue suficiente. Le bastó tan sólo la mirada espantada de Kate para hacer un gesto rápido, esperando que le quitara importancia al asunto. Ahora mismo tenían que salir de allí cuanto antes, nada tenía más prioridad, Yelena se curaría bien después. No era una herida de muerte, sobreviviría.

—No te preocupes, es sólo una herida, no es tan grave como parece —dijo, encogiéndose de hombros, esperando que esa respuesta fuera suficiente para calmar a Kate de manera momentánea, mientras se acercaba hacia el timón del barco. Parecía que la mayoría de los controles eran manuales, lo cual era un problema porque demoraría más en encender, pero, al mismo tiempo, eran menos propensos a fallar.

Yelena movió algunos cables, con cuidado, tratando de que arrancara por fin el motor. Podía sentir la mirada ansiosa de Kate sobre ella, al igual que el del resto de las chicas. Apretó los labios, fastidiada, pues eso le ponía más presión encima.

Miró a Kate por encima del hombro, tratando de pensar en qué ocuparla.

—Busca si hay algo con lo que podamos armarlas, al menos a algunas. Nunca se sabe —dijo Yelena, con toda la tranquilidad que no tenía. Se giró despacio, mientras veía los controles de nuevo. Empezó con el que sería el botón de arranque y luego se fijó en las direccionales, tiró con fuerza del timón hasta que, por fin, éste pareció ceder bajo sus manos. Soltó un respingo triunfal cuando escuchó el ruido del motor. Miró a Kate con una sonrisa radiante—: ¡Agárrense bien!

Kate estaba más que dispuesta a hacer lo que Yelena dijera, en especial después de fallar en aportar al plan de escape más. Le dio a las chicas cuchillos y desatornilladores, cosas que había en la caja de herramientas del barco.

Todas celebraron cuando el barco arrancó, incluida Kate que no se lanzó a abarazar a Yelena porque sabía que estaba herida. Además, tal vez era demasiado pronto para cantar victoria.

Hubo un estremecimiento generalizado cuando se escucharon los primeros disparos.

—¡Vienen tras nosotros!—gritó mientras corría a asomarse sobre la borda—. ¡Yelena, sácanos de aquí!

Daría cualquier cosa por tener su arco a mano, pero sí que había rifles de larga distancia a bordo del barco, de los que habían quitado a los hombres que lo custodiaban cuando lo tomaron. Así que...

No por nada tenía la mejor puntería de los vengadores.

—¡Yo nos voy a cubrir!—le informó mientras se hacía con uno de los rifles e intentaba decidir por cuál de sus enemigos empezar. No podía dejar que subieran al barco.

Tenían que salir de allí.

A Yelena todavía le dolía todo el cuerpo y estaba empezando a entender la maquinaria que tenía al frente, cuando los disparos dejaron todo el segundo plano. Gruñó de fastidio, con ganas de tener ella misma una pistola de largo alcance para poner orden. Pero Yelena no podía hacerlo todo, parte de trabajar en equipo se trataba también de confiar en tus compañeros, así que decidió dejar que Kate se encargara.

Hizo un enorme esfuerzo por no seguir a Kate con la mirada, porque tenía que ponerse malos a la obra. Yelena echó a andar el barco, pero el motor no era lo mejor del mundo, así que avanzó con lentitud, cuidándose de no chocar contra los otros que estaban cerca de allí, en el puerto. Sobre todo, porque si hacía un choque antes de que pudieran salir a mar abierto, las consecuencias podrían ser terribles.

Yelena soltó un respingo cuando una bala zumbó demasiado cerca, se agachó por instinto, para cubrirse. La bala parecía haberle dado a la cubierta del barco, pero de manera superficial. Yelena tiró con todas sus fuerzas de la palanca de velocidad, para que el barco avanzara todavía más a prisa.

Era arriesgarse a perder el motor, a un choque, o a que las molieran a tiros en esa emboscada.

—¡Kate! —exclamó, sin perder su posición—. ¡Si le das a alguno, sería fantástico! ¡Cúbranse como puedan! —gritó también al resto de las chicas, que parecían estar temblando como animalitos asustados. Yelena no podía culparlas.

En el fondo, ella también estaba un poco asustada.

Este era su momento de brillar. Lo tenía claro. Debía dar lo mejor de sí para deshacerse de sus perseguidores. Yelena y sobre todo las chicas contaban con ella.

Su fuerte era el arco, pero tenía una puntería envidiable. Por algo era un Ojo de Halcón.

Tras un par de disparos de prueba que le permitieron medir mejor el desvío del arma y uno igual al menos logré dar con la máquina de uno de los barcos perseguidores.

—¡Voy a darles, pero necesito que encuentren las municiones, no sé qué tan cargadas están!—gritó para hacerse oír sobre el sonido del motor y de los disparos contra ellas, así como los gritos de las chicas, quienes estaban realmente aterradas—. ¡Los obligaré a mantener la distancia!

Acertó a disparar en la cabeza a uno de los perseguidores que cayó de la lancha en la que los seguía. El que manejaba el motor seguía vivo, pero el que disparaba desde esa lancha había caído. Intentó centrarse en el de la segunda y logró hacerlo caer también. Otra más y se deshizo del de la tercera.

Oía que se acercaban más. No podía saber cuántos eran. Tenía muy buena visión, pero entre más se adentraban en el mar más oscuro resultaba todo a esas horas de la noche.

—¿De casualidad no tendrán una granada a bordo, verdad?—preguntó sin esperanza.

Si pudieran lanzarla a sus persiguidores que estaban bien lejos tal vez les permitiría deshacerse de unos antes de que se acercaran a ellas.

Si estuvieran en otras circunstancias, Yelena hubiera aplaudido ante la buena puntería de Kate. Había sido una decisión excelente que ella se quedara en el timón, mientras que Kate se encargaba de disparar. Yelena era buena, pero hasta ella misma reconocía que no tenía tan buena puntería como Kate, nadie mejor que ella para encargarse.

Era maravillosa.

El problema era que necesitaban ser más efectivas, sobre todo porque las flechas de Kate no eran infinitas. Por más increíble que fuera, no podía fabricar una flecha desde cero. Necesitaban ser certeras.

Yelena había ganado terreno navegando a la mayor velocidad que les permitía el motor, pero la lancha que las estaba persiguiendo era más pequeña y, en consecuencia, más ágil.

Miró a su alrededor, tratando de buscar una salida rápida a sus problemas. Chasqueó la lengua con emoción cuando dio con la solución.

—Kate… —la llamó, mientras veía cómo las chicas se acomodaban detrás de uno de los alerones del barco. Parecía que al menos ya no les estaban disparando, quizás ellos mismos se habían quedado sin municiones. Eso ayudaba, pero necesitaban ser más contundentes—. Los barriles extra de gasolina, úsalos. ¡Debe haber algún trozo de tela útil! Amárralos a las fechas y dispara, si toca el motor será su fin.

Yelena no estaba segura si era la más brillante de las ideas, pero creía que era una salida al dilema que tenía Kate. No tenían una granada, pero la gasolina podía ser igual de efectiva si la combinaban con la buena puntería de Kate.

Si la gasolina ardiendo tocaba el motor de la lancha, iban a tener un precioso espectáculo de fuegos artificiales que Yelena pensaba observar en primera fila.  

La idea de Yelena era fantástica. Claro que podía hacer eso.

Sin embargo, no podía dejar de disparar para buscar tela, así que animó a las chicas a buscar algo que fuera útil. Se le hizo un nudo en la garganta cuando se dio cuenta de que algunas le estaban alcanzando jirones de su propia ropa. Estaban dispuestas a usar lo necesario para escapar de aquella mafia.

Yelena y Kate no podían fallarles.

Así que se puso manos a la obra. Otra de las chicas tenía un encendedor, lo que resultó muy útil.

—¡Aquí vamos!—anunció, mientras apuntaba a los barriles. Fue en el segundo disparo que acertó uno—. ¡Ahí está!

Apenas tuvo tiempo de celebrarlo cuando tuvieron que agacharse todas, aunque fuera solo por el susto que les causó la explosión. Pero tenían que utilizar el factor sorpresa. Pronto lanzó una segunda, y dos de sus perseguidores estaban totalmente fuera de acción. El tercero estaba teniendo problemas para atravesar los restos de las otras dos naves.

Se giró hacia Yelena y le gritó complacida.

—¡Listo! ¡Tenemos el campo libre para escapar!—anunció, más orgullosa de lo que debería.

Pero la verdad era que tenía muy buena puntería, podía estar orgullosa de eso. Pero lo más importante era que Yelena y ella estaban sacando a las chicas de ahí sanas y salvas.

Tal vez, después de todo, aquella sería una misión exitosa.

Yelena no podía concentrarse en lo que estaba haciendo Kate, y tratando de enfilar una buena dirección para salir del puerta. Así que decidió confiar a ciegas y se concentró en mover el timón con fuerza, porque el motor estaba viejo y si lo movía con demasiada fuerza, era posible que lo rompiera. Así que tenía que ser cuidadosa, porque esta era la única opción que tenían para salir de Madripoor.

Apretó el acelerador, empujando algunas de las lanchas que estaban en el puerto. Yelena soltó un respingo cuando escuchó el sonido del arco de Kate, y después de unos instantes escuchó vítores de las chicas, que parecían emocionadas por lo que habían visto. Yelena suspiró aliviada al ver que estaban entrando a mar abierto. Si salían de las fronteras marítimas, iba a ser más difícil que pudieran localizarlas. Ahora tan sólo necesitaría alcanzar una velocidad estable y calcular cuántas horas les faltarían para tocar tierra firme. Lo más probable era que pasaran navegando durante toda la noche.

Pero, mientras estuvieran a salvo, nada más importaba.

Cuando se giró hacia Kate, le regaló una sonrisa, pero no soltó el timón ni por un instante. No quería perder el rumbo, lo habían hecho demasiado bien hasta el momento.

—Eres la mejor, Kate… —dijo, con voz exhausta, pues sí que había sido una larga noche, que todavía no terminaba—. Nos queda navegar hasta el amanecer, como mínimo. Es mejor guardar energías, porque no creo que tengamos nada para comer y beber en este bote, pero pueden buscar a ver si encuentran algo. Yo veré de mantener esto a flote hasta que lleguemos a tierra firme.

Se escuchaba muy esperanzador, tratando de infundir ánimos a todas las presentes. Yelena creía que ya lo peor había pasado, pero lo mejor era no confiarse. En realidad no sabían con qué recursos contaban los tipos que habían dejados atrás. Lo mejor era no llegar a ningún puerto, era mejor buscar un terreno lejos de cualquier camino o civilización, para evitar que pudieran encontrarlas tan fácilmente. Trazaría una mejor ruta cuando se acercaran más a tierra.

Kate apenas podía creer lo qeu acababa de suceder. Realmente habían escapado de Madripoor, y al parecer habían acabado con sus perseguidores. No podía narrar de forma lineal qué había ocurrido en el último rato, pero lo importante era que en ese momento ya no había nadie disparando contra ellos.

En efecto dudaba que hubiera alimento en aquel barco, pero podrían sobrevivir.

Se acercó a Yelena y por un momento dudó si abrazarla para celebrar o guardar más distancia. Después de todo lo que habían fingido era difícil precisar a veces dónde estaba su cercanía o lejanía real. Pero antes de que se decidiera vio la sangre en el costado de Yelena.

—Estás herida, tenemos que curarte—señaló—. Eso no se me da tan mal.

Lo único era que no tenían allí abordo necesariamente las herrramientas e implementos que podía necesitar. Se giró hacia las chicas, que las rodeaban y parecían esperar instrucciones.

—¡Tenemos que revisar el barco! Necesitamos alimentos y necesitamos un botiquín de primeros auxilios—dijo en voz alta.—La que los encuentre los trae aquí.

Luego puso una mano en el timón.

—Yo puedo sostener esto, tú descansa—le señaló a Yelena.

Le dedicó una sonrisa. Tal vez las cosas ya iban a salir bien.

Yelena pronunció la sonrisa cuando escuchó a Kate decir que ella podía curarla. Si estuvieran en otras circunstancias, de seguro que se habría metido con ella. Sin embargo, estaba exhausta, era como si la adrenalina se hubiera evaporado por fin de su cuerpo cuando pasó el peligro. Así que asintió y se acomodó mejor para que Kate pudiera curarle las heridas.

Mientras Kate hacía su trabajo, Yelena miró a su alrededor. Las chicas estaban asustadas todavía, pero no había ninguna herida de gravedad. Al menos, así lo parecía a simple vista. ¿Podía considerarse esto una misión completamente exitosa? Yelena podría celebrar si no estuviera tan cansada. Ahora que había pasado el peligro, tendrían que ver cuál sería el siguiente paso. Lo ideal sería ayudar a las chicas a reunirse con sus familias, pero eso sería complicadísimo. Ni siquiera todas tenían la misma nacionalidad, ninguna debía tener papeles.

Y de seguro intentarían rastrearlas en cuanto ella y Kate intentaran legalizarlas de algún modo. No conocían todos los alcances de la organización.

—Tenemos que pensar en qué vamos a hacer cuando lleguemos a un puerto seguro —le dijo a Kate con voz seria. Soltó un respingo cuando Kate empezó a desinfectarle la herida—: Hay que reunirlas con sus familias, pero eso no será tarea fácil. ¿Con qué recursos contamos para hacer eso? Lo que más me preocupa es que intenten rastrearnos en el proceso de reinsertarlas con sus familias.

Yelena suspiró, arqueando el cuello hacia arriba, fijándose en el cielo estrellado. Se veía tan calmado, que por momentos creyó que podían terminar con esta misión sin más contratiempos.

—Lo siento, supongo que debo alegrarme de que lo logramos. ¿Cierto? ¿No es eso lo que dicen? Sobre mantener la mente positiva y esas cosas —comentó con una media sonrisa, fijándose en Kate—: Gracias, eres una buena enfermera.

Kate trabajó con rapidez y eficacia en curar a Yelena. Cuando había empezado a trabajar con Clint se había hecho buena en esto. Una ventaja de trabajar con pareja era que se podían curar el uno al otro sin depender de alguien más. Y noe ra raro que Clint resultara con alguna herida.

Sabía que sus dedos eran rápidos y apenas se sentían, pero Yelena igual pegó un respingo. La herida era profunda, pero no le parecía que fuera preocupante.

Puso atención a las palabras de Yelena mientras tanto, porque no podía centrarse solo en ser curada. Sonrió cuando escuchó cuál era su preocupación.

—Con respecto a conseguir un lugar para alojarlas, no te preocupes—la miró y le guiñó un ojo—. Para eso tu pareja tiene una buena billetera.

La fortuna de los Bishop ya no era lo que había sido gracias a los crímenes de su madre, pero Kate no estaba precisamente en la pobreza. Podría encargarse de eso.

—En cuanto a reubicarlas, siempre puedo recurrir a los contactos de los Vengadores—añadió, un poco menos convencida.—Aunque últimamente no es fácil saber cómo estarán las cosas con ellos.

No se sentía muy convencida de esa última parte. Si no, ya verían ellas cómo organizar todo. Estaba confiada de esa parte.

—Lo resolveremos. Estoy segura. Hacemos un magnífico equipo—añadió.

Puso una venda final sobre su herida y le sonrió. Contuvo las ganas de besarla. Hasta esa noche había sido todo parte de su misión, pero realmente que le gustaría besarla ahora solo porque quería.

¿Por qué no?

Yelena casi había olvidado lo grandioso que era un baño caliente, un desayuno delicioso y poder despertarse cuando ya el sol había salido por la mañana. El regreso a New York fue tropezado, hasta ahora habían conseguido que las chicas estuvieran en un refugio seguro, pero el trabajo no había terminado. Yelena estaba segura de que había borrado todos sus rastros, pero nunca era suficiente. Temía que vinieran por ellas, tarde o temprano.

Por suerte, el dinero de Kate había solucionado algunas cosas. Yelena nunca dejaría de impresionarse lo fácil que se arreglaban las cosas si tenías el dinero suficiente. Para su fortuna, Kate era el tipo de persona que usaba su dinero para el bien. Si el mundo tuviera un par de millonarios igual que ella, de seguro que se habrían ahorrado demasiados problemas.

Por ahora, ella llevaba viviendo unos días en casa de Kate. Ambas habían acordado que así sería mucho más sencillo. Que era práctico, para terminar el trabajo juntas. Sin embargo, los días pasaban y Yelena estaba empezando a acostumbrarse a tanta comodidad.

Se temía que salir de la residencia Bishop iba a representar mucho más que fuerza de voluntad o disciplina.

—¿De verdad que estos son los pancakes de ese sitio tan fastuoso que vi en tiktok? —preguntó Yelena, muy curiosa, mientras examinaba el desayuno. Kate le había dicho que había pedido precisamente de ese restaurante porque anoche Yelena estuvo diciendo, por casi una hora, que la gente hacía fila por horas para poder comerlos recién hechos—. ¿Cuánto dinero pagaste, Bishop? No puedes tenerme tan consentida, luego me voy a malacostumbrar. ¡Y será totalmente tu culpa!

Sin embargo, Yelena dejó de meterse con ella en cuanto probó los pancakes. Estaban sencillamente deliciosos. ¡Con razón la gente hacía fila por ellos! Estaba totalmente justificado, concluyó Yelena.

Era muy reconfortante estar de regreso en casa. Kate sabía que era posible que el grupo al que habían despojado de las chicas podrían venir a vengarse, pero ahora estaban en su terreno. Además, todavía había que desmantelar la red que había llevado a aquellas chicas hasta Madripor. Sabía que el trabajo no estaba terminado, pero se habían anotado un triunfo.

Eso la tenía muy satisfecha, así como haber podido usar sus medios económicos para tener las chicas a salvo. Además, tenía a Yelena viviendo con ella y eso la tenía muy feliz también.

Tenía la impresión de que no duraría demasiado, así que tenía que aprovechar el tiempo que tenían juntas.

Así que por supuesto que la estaba consintiendo.

—Claro que son esos pancakes, no iba a mentirte —respondió, levantando ligeramente la barbilla, como si la duda la ofendiera—. Tal vez pretendo que te mal acostumbres, ¿no lo has pensado?

Le sonrió y dio un bocado a sus pancakes. Estaban deliciosos. Habían valido cada dólar de los que había pagado, y realmente no habían sido pocos para un desayuno, pero tampoco iba a presumir de eso.

—Hemos trabajado mucho estos días —añadió—.Nos merecemos algunos gustos.

Había usado ese argumento varias veces y estaba dispuesta a seguir utilizándola.

Al menos por el tiempo que les quedara juntas. No se había atrevido a preguntarle a Yelena cuáles eran sus planes, aunque suponía que no podía seguir evadiendo el tema.

Yelena se quedó contemplando a Kate trabajar en el desayuno. Por supuesto que podría acostumbrarse a esto. Yelena era autosuficiente, era lo que pasaba al hacer tantas misiones en solitario, tenía que aprender a valerse por sí misma, sin otra posibilidad. Así que era diferente recibir atenciones y que le sirvieran el desayuno, sin que ella tuviera que poner un dedo.

Era simplemente maravilloso. El hecho de que fuera Kate quien estaba preparando el desayuno, hacía todo aún mejor.

—¿O sea que todo esto del desayuno es para manipularme y para pedirme que me quede a vivir aquí contigo? —dijo Yelena, estirando un poco su atrevimiento. No le dio ni pizca de culpa, sobre todo porque era la misma Kate quien empezó con esta extraña danza de segundas intenciones—: Porque lo estás consiguiendo, y eso que nada más estoy olfateando el desayuno. No quiero ni imaginarme cuando pruebe tu desayuno.

Yelena bajó la mirada, acomodándose un poco mejor sobre el asiento. No estaba exagerando, olía delicioso.

—Es cierto lo que dices, ha sido demasiado trabajo. Me siento especialmente cansada. Creo que si sólo hubiéramos sido nosotras dos, lo habría sobrellevado mucho mejor. Pero teníamos que encargarnos de las chicas… —resopló, como si el cansancio de aquel escape en Madripoor la alcanzara otra vez—: Todavía tenemos algo de papeleo que hacer con ese asunto. Con las chicas me siento más tranquila, porque sé que ellas van a estar bien si mantenemos su anonimato y le entregamos otra identidad. Lo que me preocupa es que vengan a por nosotras. Quizás sea buena idea si nos vamos fuera de New York un tiempo.

Yelena ya lo había pensado desde anoche, pero ahora quería compartírselo a Kate. No estaba segura ella qué pensaría de eso. Para Yelena era normal estarse moviendo de un sitio a otro, mientras que el hogar de Kate estaba en New York.

Kate sonrió para sí cuando escuchó a Yelena hablar de quedarse con ella. Claro que quería que se quedara. Claro que quería que viviera con ella. Pero en cierta forma sentía que seguían explorando dónde estaban ahora que la farse de ser novias había terminado. Realmente era una pena no poder pasarle el brazo por la cintura y besarla cuando pareciera el momento apropiado.

—Esperaría que quisieras vivir conmigo sin necesidad de sobornos —respondió, adoptando una vez más su pose más digna—. Pero hago un desayuno excelente, puedes tenerlo presente.

Tomó un plato de los que tenía esperando en la encimera para ir sacando el desayuno para Yelena. Sirvió rápidamente en el plato y se acercó para ponerlo frente a ella, quien seguía disfrutando los pancakes.

—Su desayuno —dijo en tono de broma, como si fuera una mesera más, mientras le dedicaba otra sonrisa.

Realmente iba a extrañarla mucho si se marchaba. Por ahora tenían todavía trabajo juntas, pero se temía que eso proto terminaría y Yelena tendría deberes muy lejos de allí. Y Kate. Si Kate continuaba trabajando con los Vengadores también tendría trabajo que hacer.

Movida por la melancolía que le provocaba pensar en ello, puso una mano en el hombro de Yelena, mientras la miraba a los ojos, procesando al fin lo que acababa de proponerle mientras ella pensaba en que se iba a marchar.

—¿Quieres que viajemos fuera de Nueva York juntas? —preguntó, con incredulidad en su voz.

La idea por si sola era maravillosa. Sonrió de nuevo y estrechó su hombro con fuerza. Los ojos le brillaron de solo pensarlo en serio y tuvo que contener las ganas de tomarla de la mano y salir corriendo de allí.

—¡Muero por saber qué tienes en mente! —exclamó, sin ver la necesidad de detenerse a decir que sí. Sabía que la respuesta estaba escrita en toda su cara.

Yelena no estaba acostumbrada a este tipo de escenas cotidianas. Llevaba mucho tiempo viviendo por su cuenta, así que se maravillaba con algo tan sencillo como el olor de un delicioso desayuno. Aquel escenario le recordaba a la época en que ella y Natasha estaban infiltradas en una misión, fingiendo que eran una familia. Tenía la sensación de que en ese entonces ella se lo había creído demasiado. Ahora podía verlo con un poco más de objetividad, además que se llenaba de demasiada nostalgia al pensar en Natasha.

Aunque hubiera sido mentira, una puesta en escena, Natasha sí que había sido su familia. Eso nadie se lo podía quitar. A Yelena le tomó algo de tiempo entender que la familia eran las personas que habíamos escogido en el camino.

—Se ve delicioso, Kate… —dijo Yelena, completamente feliz, mientras daba un bocado a su desayuno. Tal cual lo había dicho, estaba delicioso. No tenía nada que ver con los desayunos que te hacían en algún restaurante o, como era habitual, los que buscaba ella en cualquier kiosco callejero o un restaurante de comida rápida—: ¡Está increíble!

Yelena disfrutó de los sabores de su desayuno mientras sopesaba la pregunta. Si fuera por ella, se la llevaría ahora mismo, pero sabía que las cosas no podían ser tan sencillas. Todavía había algunas cosas que tenían que hacer en New York. Luego de todo lo que habían hecho y deshecho en Madripoor, todavía tenían que ayudar a todas las chicas y, además, asegurarse de que no iban a rastrearlas. Para Yelena eso era lo más importante, de nada valía haberlas salvado si luego volverían a estar en peligro.

—Te llevaría hasta el fin del mundo si tú quieras, Kate Bishop —dijo Yelena con voz muy seria, mirándola a los ojos—. Sobre todo porque necesitaríamos tu tarjeta de crédito para poder lograr todo lo que nos proponemos. Pero, en especial, para ver tu cara por el mundo Kate. Eres una buena compañera, en el próximo caso que tenga problemas me encantaría llevarte conmigo. ¿No crees que somos una dupla increíble?

Yelena estaba hablando totalmente en serio. Aunque, conociendo a Kate, de seguro pensaba que estaba tomándole el pelo.

A estas alturas, Kate sabía que Yelena era una aduladora cuando quería, pero le era más difícil distinguir cuándo decía las cosas en serio. No quería entusiasmarse con su comentario de que quería ver su rostro por todo el mundo, pero era difícil no hacerlo, en especial porque era muy fácil imaginárse lo que podría ser viajar con ella.

Trabajar con ella alrededor del mundo.

Claro que estaría más que dispuesta a poner su chequera para ello. Pero Kate no quería hacerse ilusiones. No cuando no estaba hablando en serio todavía.

Se acercó a ella para contestar su pregunta, invadiendo un poco su espacio personal.

—Hacemos una dupla realmente increíble —respondió, y le sonrió ampliamente—.Así que eso debería ser razón suficiente para que me lleves contigo cuando dejes Nueva York.

No sabía bien cómo sería para ella dejar aquella ciudad que había sido todo para ella. Pero si la forma de estar con Yelena implicaba viajar juntas por el mundo, debía intentarlo.

Lo que había sentido las últimas semanas trabajando con ella había sido increíble, algo que nunca había experimentado y que se temía que no volvería a vivir algo así.

—Además, hacemos muy buena pareja —añadió, en tono de recordatorio.

Habían fingido ser novias por unos pocos días y eso también quería experimentarlo de nuevo. Se moría de ganas por besar a Yelena al menos una vez sin estar fingiendo para alguien más. Ya si Yelena quería llevarla con ella después sería un plus. Pero aquel beso era algo que se merecía. Se lo merecían las dos.

—Eso también puedes tomarlo en cuenta —terminó, retrocediendo apra devolverle a Yelena su espacio personal.

Yelena nunca se quedaba mucho tiempo en el mismo sitio. Esa era su ley de vida cuando ya no tenía a la KGB que la protegiese, para no buscarse problemas, borraba su rastro y no echaba raíces en ningún sitio. Pero ya no podía aplicar las mismas reglas de vida luego de que Kate se cruzara en su camino. Era como si su vida estuviera deconstruyéndose desde los cimientos y ahora empezara a aplicar nuevas reglas porque Kate era una incógnita que tenía que darle un nombre pronto.

Pronunció la sonrisa cuando vio que ésta parecía bastante contenta de salir de Nueva York juntas. De nuevo.

Mientras más lo pensaba, Yelena era mucho más feliz que antes. Y ella no experimentaba la felicidad tan seguido, por eso atesoraba estos momentos así, donde podía disfrutarla a manos llenas.

—Tienes razón, la verdad es que no necesito más razones para llevarte conmigo, Kate Bishop —dijo con una sonrisa, aunque luego adoptó una postura de mayor seriedad—. Pero todavía nos queda un rato en tu querida ciudad. Quiero que nos cercioremos que todas esas chicas quedaron bien protegidas y con nuevas identidades. Tengo quién puede ayudarnos con ese trabajo, es un contacto infalible, pero tomará algo de tiempo porque no son precisamente dos personas. Además, vamos a necesitar de tu cuenta bancaria, porque te imaginarás que esos trabajos no son gratis.

Aunque Yelena se sentía un poco culpable de abusar así de Kate, se imaginaba que su compañera sabía bien que eran gajes del oficio. Por eso las organizaciones, como SHIELD, tenían un presupuesto que amparaba a sus agentes para estos asuntos. Ellas, en cambio, eran una entidad independiente y dependían de los recursos que tenía Kate, porque la cuenta bancaria de Yelena estaba llena de centavos y telañaras.

Lo que no había esperado a continuación era la afirmación de Kate de lo buenas compañeras de que eran, además de su creciente cercanía corporal. Yelena se quedó sin aliento un instante y por eso estiró el brazo para evitar que Kate se alejara demasiado.

—Bishop… —dijo con voz queda, mientras sentía un nudo en la garganta—. ¿Es esta tu forma de seducirme…?

Yelena dejó que la respuesta quedara en el aire, aunque la verdad era que estaba muy tentada a terminar lo que quería decir.

“Porque lo estás consiguiendo”.