Yelena tenía demasiado en qué pensar, creía que le iba a explotar la cabeza de un momento a otro. Lo que más le preocupaba, de separarse de Kate, era no poder saber que iba a estar bien sin su ayuda. No era una cuestión de lógica, pues ella sabía muy bien que Kate era autosuficiente. Pero Yelena se preocupaba por ella porque le importaba.

Era inútil negar que quería a Kate. Era un cariño genuino, le había caído bien desde el momento en que la había conocido. Era sólo que, hasta ahora, no se había puesto a pensar hasta qué punto. Quizás todo este juego de pretender ser prometidas era lo que necesitaba para dejar de mentirse a sí misma.

Yelena, en el fondo, sólo quería que alguien la quisiese de la misma forma cruda en que ella podía querer a alguien.

—Madripoor no tiene ley alguna, pero tampoco depende de sí misma. Es una isla, a fin de cuentas, no todos sus trabajadores viven aquí, hay espacio reducido. A veces la mano de obra viaja desde Singapur. Si podemos asaltar uno de los barcos y subir a las chicas, podríamos estar de regreso en Singapur en cuestión de horas.

No iba a ser fácil, por supuesto, pero era mejor separarse para llegar al puerto. Cuando se acercó hacia Kate, Yelena la tomó de la barbilla.

—Podemos encontrarnos en el puerto, pero es mejor ir en grupos separados, para que sea más difícil que puedan rastrearnos. Puedo dejarte las coordenadas del puerto, eres buena, podrás hacerlo. ¿Qué dices?

Yelena esperaba que aceptara, pues le parecía que era la salida más práctica. Sabía que no estaba exenta de peligros, pues al separarse también perdían una compañera que podía hacer lo que fuera con tal de que la otra estuviera a salvo. Pero si querían sacar a las chicas, quizás era la única manera de tener éxito. No podían enfrentarse a toda una mafia de trata, tenían recursos limitados, era mejor pasar desapercibidos para que la huida funcionara a la perfección.

Yelena no dijo nada al principio, tan sólo escuchó a Kate. Le conmovió mucho que estuviera preocupada de que pudieran separarse, además, ella sentía exactamente lo mismo. Era peligroso que se separaran, por supuesto, pues las chicas no sabían cómo defenderse y entonces ellas no tendrían una compañera que la ayudara.

Pero mantener comunicación también era un riesgo, era obvio que darían la voz de alarma, ni siquiera podían confirmar que ya las estaban buscando. Si cortaban o interferían en la comunicación, sería muy peligroso para ambas. Esperaba que Kate lo comprendiese.

—Aunque fuera yo quien propuso esta idea, no creas que a mí me hace gracia que nos separemos. Pero no te lo estaría sugiriendo si no creyera que es lo mejor. El problema de comunicarnos es qué pasaría si interfieren con la línea, podrían localizar dónde estamos.

Yelena se acercó despacio a Kate y entrelazó sus manos. Cuando la miró a los ojos, pudo darse cuenta de todo el nerviosismo que su compañera llevaba encima.

—Aunque parezca que todo me lo tomo a broma o que soy una temeraria, yo también estoy algo asustada. Pero realmente creo que esta es la mejor opción que tenemos. Sin embargo, si tú piensas lo contrario y se te ocurre otra cosa, lo valoraremos.

Yelena no pensaba discutir, ella también estaba en la misma situación de tensión que Kate y era lógico que pasara algunas cosas por alto. Si Kate podía pensar en otra solución, ella estaría encantada de escucharla, tan sólo no podían perder más el tiempo si ninguna pensaba en algo diferente.

Estaban actuando a contrarreloj.

Yelena se resignó a que Kate no iba a ofrecer una mejor alternativa, así que tendrían que usar su plan, pensando que sería la única salida que tendrían para semejante encrucijada. Asintió a las palabras de Kate, extendiendo una mano hasta tomar la suya. Le regaló una tenue sonrisa, que esperaba transmitirle algo de confianza.

Ella sí creía que eran capaces de hacerlo, pero eso no quitaba que fuera una misión peligrosa. Sería mucho más sencillo si no tuvieran que separarse.

—Te dejaré las coordenadas de camino, vamos primero con las chicas para poder dividirnos bien —Yelena ladeó el rostro mientras rebuscaba en la habitación las armas adicionales que había traído. Era mejor tener un equipaje ligero y moverse con lo justo, pero dadas las circunstancias lo mejor era que tuvieran armamento adicional—. Tengo conmigo dos cuchillos y una pistola, ¿qué se te da mejor? Podríamos repartir los cuchillos entre algunas de las chicas, las más avispadas, en caso de que tengan que defenderse.

Yelena le hizo un gesto a Kate, acercándose a la ventana. Lo mejor era si dejaban la puerta cerrada, porque desde allí querrían acceder a la habitación. Era más fácil si se escapaban por la ventana, les daría algo de ventaja que las cámaras de la entrada del hotel no las filmaran saliendo de allí.

—Estaremos bien, Bishop —le aseguró Yelena, mientras apoyaba una mano en el marco de la ventana—. Te lo prometo.

Yelena llevaba como veinte minutos tratando de ignorar el dolor en el costado. Hasta ahora no estaba funcionando, pero dio un último salto en dirección al barco, justo después de subir a la última de las chicas que habían conseguido rescatar. Su operación había sido, excepto por unas cuantas heridas, todo un éxito.  

Tenía la sensación de que el barco se estaba tambaleando más de la cuenta. Inspiró hondo y buscó con la mirada al grupo de chicas, había rostros que no conocía, así que asumió que se trataba del grupo que también había salvado Kate. Recorrió con la mirada para encontrarla, pues necesitaba saber que ella también estaba bien.

Se sintió aliviada cuando reconoció a Kate, quien estaba de espaldas, tratando de manejar el barco. De seguro debería de estar resultándole bastante complicado, porque no parecía haberse dado cuenta de su presencia, o del resto del grupo de chicas. Una de ellas se le acercó, susurrándole algo al oído que Yelena no escuchó, pero que hizo que Kate se girara al instante.

Cuando sus miradas se encontraron, notó que Kate estaba pálida, como si Yelena fuera un fantasma.

A simple vista, Kate parecía que no estaba lastimada siquiera. Eso fue un completo alivio.

—¿Necesitas ayuda para arrancar nuestro vehículo? —comentó Yelena, tratando de no reírse porque le dolían las costillas—. Puedo echarte una mano. Intentaron seguirnos, los neutralicé, pero es mejor que nos vayamos de aquí cuando antes.

Yelena escuchó susurros apenas dijo aquello, era obvio que las chicas estaban inquietas. No era la intención de Yelena alarmar a nadie, pero de todas formas era mejor que entendieran en qué situación estaban. Además, no pensaba ocultarle secretos a Kate.

El abrazo de Kate fue a su vez una alegría y también un suplicio. Alegría porque le hacía saber que Kate la había echado de menos tanto como Yelena, pero fue un suplicio porque, en medio de la euforia, le dolió mucho el costado.

Yelena trató de ser fuerte, pero no pudo evitar estremecerse porque le molestaba mucho el costado. Se había curado como había podido, pero era evidente que no fue suficiente. Le bastó tan sólo la mirada espantada de Kate para hacer un gesto rápido, esperando que le quitara importancia al asunto. Ahora mismo tenían que salir de allí cuanto antes, nada tenía más prioridad, Yelena se curaría bien después. No era una herida de muerte, sobreviviría.

—No te preocupes, es sólo una herida, no es tan grave como parece —dijo, encogiéndose de hombros, esperando que esa respuesta fuera suficiente para calmar a Kate de manera momentánea, mientras se acercaba hacia el timón del barco. Parecía que la mayoría de los controles eran manuales, lo cual era un problema porque demoraría más en encender, pero, al mismo tiempo, eran menos propensos a fallar.

Yelena movió algunos cables, con cuidado, tratando de que arrancara por fin el motor. Podía sentir la mirada ansiosa de Kate sobre ella, al igual que el del resto de las chicas. Apretó los labios, fastidiada, pues eso le ponía más presión encima.

Miró a Kate por encima del hombro, tratando de pensar en qué ocuparla.

—Busca si hay algo con lo que podamos armarlas, al menos a algunas. Nunca se sabe —dijo Yelena, con toda la tranquilidad que no tenía. Se giró despacio, mientras veía los controles de nuevo. Empezó con el que sería el botón de arranque y luego se fijó en las direccionales, tiró con fuerza del timón hasta que, por fin, éste pareció ceder bajo sus manos. Soltó un respingo triunfal cuando escuchó el ruido del motor. Miró a Kate con una sonrisa radiante—: ¡Agárrense bien!

A Yelena todavía le dolía todo el cuerpo y estaba empezando a entender la maquinaria que tenía al frente, cuando los disparos dejaron todo el segundo plano. Gruñó de fastidio, con ganas de tener ella misma una pistola de largo alcance para poner orden. Pero Yelena no podía hacerlo todo, parte de trabajar en equipo se trataba también de confiar en tus compañeros, así que decidió dejar que Kate se encargara.

Hizo un enorme esfuerzo por no seguir a Kate con la mirada, porque tenía que ponerse malos a la obra. Yelena echó a andar el barco, pero el motor no era lo mejor del mundo, así que avanzó con lentitud, cuidándose de no chocar contra los otros que estaban cerca de allí, en el puerto. Sobre todo, porque si hacía un choque antes de que pudieran salir a mar abierto, las consecuencias podrían ser terribles.

Yelena soltó un respingo cuando una bala zumbó demasiado cerca, se agachó por instinto, para cubrirse. La bala parecía haberle dado a la cubierta del barco, pero de manera superficial. Yelena tiró con todas sus fuerzas de la palanca de velocidad, para que el barco avanzara todavía más a prisa.

Era arriesgarse a perder el motor, a un choque, o a que las molieran a tiros en esa emboscada.

—¡Kate! —exclamó, sin perder su posición—. ¡Si le das a alguno, sería fantástico! ¡Cúbranse como puedan! —gritó también al resto de las chicas, que parecían estar temblando como animalitos asustados. Yelena no podía culparlas.

En el fondo, ella también estaba un poco asustada.

Si estuvieran en otras circunstancias, Yelena hubiera aplaudido ante la buena puntería de Kate. Había sido una decisión excelente que ella se quedara en el timón, mientras que Kate se encargaba de disparar. Yelena era buena, pero hasta ella misma reconocía que no tenía tan buena puntería como Kate, nadie mejor que ella para encargarse.

Era maravillosa.

El problema era que necesitaban ser más efectivas, sobre todo porque las flechas de Kate no eran infinitas. Por más increíble que fuera, no podía fabricar una flecha desde cero. Necesitaban ser certeras.

Yelena había ganado terreno navegando a la mayor velocidad que les permitía el motor, pero la lancha que las estaba persiguiendo era más pequeña y, en consecuencia, más ágil.

Miró a su alrededor, tratando de buscar una salida rápida a sus problemas. Chasqueó la lengua con emoción cuando dio con la solución.

—Kate… —la llamó, mientras veía cómo las chicas se acomodaban detrás de uno de los alerones del barco. Parecía que al menos ya no les estaban disparando, quizás ellos mismos se habían quedado sin municiones. Eso ayudaba, pero necesitaban ser más contundentes—. Los barriles extra de gasolina, úsalos. ¡Debe haber algún trozo de tela útil! Amárralos a las fechas y dispara, si toca el motor será su fin.

Yelena no estaba segura si era la más brillante de las ideas, pero creía que era una salida al dilema que tenía Kate. No tenían una granada, pero la gasolina podía ser igual de efectiva si la combinaban con la buena puntería de Kate.

Si la gasolina ardiendo tocaba el motor de la lancha, iban a tener un precioso espectáculo de fuegos artificiales que Yelena pensaba observar en primera fila.  

Yelena no podía concentrarse en lo que estaba haciendo Kate, y tratando de enfilar una buena dirección para salir del puerta. Así que decidió confiar a ciegas y se concentró en mover el timón con fuerza, porque el motor estaba viejo y si lo movía con demasiada fuerza, era posible que lo rompiera. Así que tenía que ser cuidadosa, porque esta era la única opción que tenían para salir de Madripoor.

Apretó el acelerador, empujando algunas de las lanchas que estaban en el puerto. Yelena soltó un respingo cuando escuchó el sonido del arco de Kate, y después de unos instantes escuchó vítores de las chicas, que parecían emocionadas por lo que habían visto. Yelena suspiró aliviada al ver que estaban entrando a mar abierto. Si salían de las fronteras marítimas, iba a ser más difícil que pudieran localizarlas. Ahora tan sólo necesitaría alcanzar una velocidad estable y calcular cuántas horas les faltarían para tocar tierra firme. Lo más probable era que pasaran navegando durante toda la noche.

Pero, mientras estuvieran a salvo, nada más importaba.

Cuando se giró hacia Kate, le regaló una sonrisa, pero no soltó el timón ni por un instante. No quería perder el rumbo, lo habían hecho demasiado bien hasta el momento.

—Eres la mejor, Kate… —dijo, con voz exhausta, pues sí que había sido una larga noche, que todavía no terminaba—. Nos queda navegar hasta el amanecer, como mínimo. Es mejor guardar energías, porque no creo que tengamos nada para comer y beber en este bote, pero pueden buscar a ver si encuentran algo. Yo veré de mantener esto a flote hasta que lleguemos a tierra firme.

Se escuchaba muy esperanzador, tratando de infundir ánimos a todas las presentes. Yelena creía que ya lo peor había pasado, pero lo mejor era no confiarse. En realidad no sabían con qué recursos contaban los tipos que habían dejados atrás. Lo mejor era no llegar a ningún puerto, era mejor buscar un terreno lejos de cualquier camino o civilización, para evitar que pudieran encontrarlas tan fácilmente. Trazaría una mejor ruta cuando se acercaran más a tierra.