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Juno
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» I know what boxed Mac and Cheese tastes like
I know its… it’s delicious.
"You kill me? Again- Kate Bishop, you are so funny! That’s hilarious. That one is the funniest..."
Seis meses después de Navidad, Kate Bishop está siguiendo la pista de lo que para ser una intrincada red de prostitución. Lleva semanas enfrascada en una investigación que parece estarla guiando en círculos a un mismo punto. Kate tiene el presentimiento de que la red no es más que la punta de un iceberg, pero no ha llegado con ninguno de los peces gordos para darle un golpe significativo.
Yelena está de regreso en New York desde hace unos cuantos días, siguiendo los rumores de una pobre célula de HYDRA que se niega a morir del todo. Sólo la sospecha es suficiente para que Yelena decida hacer algo al respecto, no sólo para otro trabajo resuelto, sino también para mantener viva la memoria de su hermana.
Las investigaciones se entrecruzan y Yelena decide que la mejor opción es trabajar juntas para llegar hasta el fondo de este asunto. Lo más fácil es hacer una misión encubierta, para adentrarse en la organización y desestabilizarla desde dentro. Yelena está convencida de que no puede salir mal, después de todo, lo primero que aprende a hacer una espía es fingir. Sin embargo, Kate no está tan segura de que todo vaya a estar bajo control.
Seis meses después de Navidad, Kate Bishop está siguiendo la pista de lo que para ser una intrincada red de prostitución. Lleva semanas enfrascada en una investigación que parece estarla guiando en círculos a un mismo punto. Kate tiene el presentimiento de que la red no es más que la punta de un iceberg, pero no ha llegado con ninguno de los peces gordos para darle un golpe significativo.
Yelena está de regreso en New York desde hace unos cuantos días, siguiendo los rumores de una pobre célula de HYDRA que se niega a morir del todo. Sólo la sospecha es suficiente para que Yelena decida hacer algo al respecto, no sólo para otro trabajo resuelto, sino también para mantener viva la memoria de su hermana.
Las investigaciones se entrecruzan y Yelena decide que la mejor opción es trabajar juntas para llegar hasta el fondo de este asunto. Lo más fácil es hacer una misión encubierta, para adentrarse en la organización y desestabilizarla desde dentro. Yelena está convencida de que no puede salir mal, después de todo, lo primero que aprende a hacer una espía es fingir. Sin embargo, Kate no está tan segura de que todo vaya a estar bajo control.
× × × × × × × × × × ×
Índice
I. Something borrowed. "Coming here makes me look desperate".
II. Bright Colors. "Together we are bulletproof".
III. New City. "Make me love you down in this dangerous city"
IV. Risky Steps
V. Midnight Encounters
VI. Blank Space
VII. New Spaces
I. Something borrowed. "Coming here makes me look desperate".
II. Bright Colors. "Together we are bulletproof".
III. New City. "Make me love you down in this dangerous city"
IV. Risky Steps
V. Midnight Encounters
VI. Blank Space
VII. New Spaces
Humana — Hawkeye — Hailee Steinfeld — Minerva | Kate Bishop |
Yelena Belova | Humana — Black Widow — Florence Pugh — Juno |
Hawkeye Inspired - 1x1 - Minerva & Juno
XIII
- Post de Rol:
- Código:
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2. Bright Colors
Together we are bulletproof
Yelena se sentía un poquito culpable, porque claramente no le dio tanto crédito a Kate. No se imaginó que aquel tono con desdén y superioridad con que se dirigió al ruso, le saldría tan natural. Agradeció toda su fuerza de voluntad, porque si fuera más inexperta, de seguro que se le habría notado la sorpresa en la cara.
El ruso soltó un respingo luego de la respuesta de Kate, y Yelena buscó la mano de su compañera por instinto. No la miró a los ojos, tan sólo entrelazó sus dedos con un gesto de seguridad, como para recordarle que ella estaba allí y que juntas conseguirían llegar hasta el fondo de esta situación.
—Creo que vamos a ignorar el hecho de que nos esté discriminando por ser mujeres, ¿cierto? Estoy segura que lo que a usted más le interesa es una buena inversión. Sé que necesita más capital para expandir sus negocios más allá de Nueva York, a menos que mis informantes no hayan estado tan enterados —se dio cuenta de que había dado justo en el blanco, porque la expresión del hombre cambió por completo. Yelena, fingiendo no haberse enterado, continuó—: Pero nos gustaría entender un poco mejor cómo funciona el negocio.
Petrov las miró con dureza, pero no parecía que fuera a echarlas de allí y mucho menos parecía que estuviera sospechando de ambas. Yelena le mantuvo la mirada, al igual que Kate, lista para lo que diría a continuación aquel desgraciado.
—Generalmente, nuestros clientes pagan un alto precio por la mercancía, que es tratada con más comodidades de las que merecen. Pero es así como recuperamos la inversión. Es una mercancía de lujo, y se cotiza cara. El problema es que, como dije, cuesta mantenerla en buenas condiciones —Petrov hablaba de las chicas como si estas fueran peor que ganado y Yelena sintió acidez en el estómago. Quiso preguntarle cómo era que las escogían, cómo tenían una red prácticamente perfecta, que la policía no había conseguido encerrar a ningún sospechoso por los secuestros.
Pero todavía no era tiempo, no quería levantar ningún tipo de sospecha.
El ruso soltó un respingo luego de la respuesta de Kate, y Yelena buscó la mano de su compañera por instinto. No la miró a los ojos, tan sólo entrelazó sus dedos con un gesto de seguridad, como para recordarle que ella estaba allí y que juntas conseguirían llegar hasta el fondo de esta situación.
—Creo que vamos a ignorar el hecho de que nos esté discriminando por ser mujeres, ¿cierto? Estoy segura que lo que a usted más le interesa es una buena inversión. Sé que necesita más capital para expandir sus negocios más allá de Nueva York, a menos que mis informantes no hayan estado tan enterados —se dio cuenta de que había dado justo en el blanco, porque la expresión del hombre cambió por completo. Yelena, fingiendo no haberse enterado, continuó—: Pero nos gustaría entender un poco mejor cómo funciona el negocio.
Petrov las miró con dureza, pero no parecía que fuera a echarlas de allí y mucho menos parecía que estuviera sospechando de ambas. Yelena le mantuvo la mirada, al igual que Kate, lista para lo que diría a continuación aquel desgraciado.
—Generalmente, nuestros clientes pagan un alto precio por la mercancía, que es tratada con más comodidades de las que merecen. Pero es así como recuperamos la inversión. Es una mercancía de lujo, y se cotiza cara. El problema es que, como dije, cuesta mantenerla en buenas condiciones —Petrov hablaba de las chicas como si estas fueran peor que ganado y Yelena sintió acidez en el estómago. Quiso preguntarle cómo era que las escogían, cómo tenían una red prácticamente perfecta, que la policía no había conseguido encerrar a ningún sospechoso por los secuestros.
Pero todavía no era tiempo, no quería levantar ningún tipo de sospecha.
New York - 21.35hrs - Con Kate
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2. Bright Colors
Together we are bulletproof
Se sorprendió genuinamente cuando Yelena la tomó de la mano. No había esperado el movimiento, ni tampoco que se sintiera tan bien y natural la forma en que sus dedos se entrelazaban. No pudo evitar dirigirle una mirada, pero para disimular le sonrió, como si estuviera orgullosa de lo que decía.
En realidad, lo estaba. Le encantaba el aplomo con el que Yelena se estaba dirigiendo al ruso, a quien captó observando sus manos entrelazadas.
—Mi empresa está en crecimiento —aceptó el hombre. —Y puede ser que necesite capital, pero no cualquier capital. ¿Qué garantías pueden ofrecer?
Kate estaba preparada para esa pregunta y había repasado con Yelena previamente lo que podían mostrar de su juego y lo que no. La otra parte debía venderlo su ropa, su carro y su actitud.
Le pasó al hombre una tableta con los datos desplegados. Lo miró examinarlos por encima, arqueando una ceja.
—Si quiere puede verificar que todo está en orden. La pregunta es si usted es la persona a quien le confiaremos esta inversión. —le planteó. —¿Qué garantías nos ofrecen ustedes de que nuestro dinero estaría seguro?
Involucrarse con un negocio ilegal siempre era un riesgo. Que se lo preguntaran a su madre.
Lanzó una mirada a Yelena. Estaba segura de que sería ella quien metiera más presión al hombre.
New York - 21.35hrs - Con Yelena
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2. Bright Colors
Together we are bulletproof
Yelena enarcó las cejas cuando escuchó a Petrov reírse después de las palabras de Kate. Tuvo que aguantar las ganas que tenía de sacarse uno de los zapatos que llevaba puestos y hacerlo sangrar con el tacón.
—Me parece que son unas señoritas con muchos huevos, creo que me agradan… —exclamó el hombre ruso y Yelena supo que no podía quedarse callada.
Cuando tomó la mano de Kate otra vez, entrelazó sus dedos son suavidad, un gesto dulce que enmascaraba el enfado que tenía encima.
—Me encantaría, señor Petrov, que no utilizara ese tono morboso para dirigirse a mi prometida… —comentó con una sonrisa amenazante. Estaba segura de que eso, fuera del guión, haría a Kate enfadarse, pero en este momento no le importaba demasiado—. Como verá, cuidamos mucho nuestras inversiones porque allí está nuestro futuro. Como les dijimos, nos gustaría saber garantías y también si hay posibilidad de expansión, más allá de Nueva York.
El silencio a continuación la hizo quedarse muy alerta. Estaba examinando todas las vías de escape que tenían en caso de que la situación se descontrolara. Pero entonces Petrov volvió a sonreír y Yelena se sintió más confiada, quizás estaban más en control de lo que creían.
—Nuestra base principal está en Madripoor —les dijo el hombre, sin dejar de mirarlas fijamente—. No estoy seguro de que sea un buen lugar para ir de Luna de Miel. Llevamos trabajando en esto desde hace más de diez años, pero el negocio en Nueva York está empezando a ser muy rentable últimamente.
Madripoor quedaba en Asia y solía significar problemas. Era una nación con sus propias leyes y era la pista que necesitaba Yelena para confirmar que esto era más que una simple red de prostitución.
—Me parece que son unas señoritas con muchos huevos, creo que me agradan… —exclamó el hombre ruso y Yelena supo que no podía quedarse callada.
Cuando tomó la mano de Kate otra vez, entrelazó sus dedos son suavidad, un gesto dulce que enmascaraba el enfado que tenía encima.
—Me encantaría, señor Petrov, que no utilizara ese tono morboso para dirigirse a mi prometida… —comentó con una sonrisa amenazante. Estaba segura de que eso, fuera del guión, haría a Kate enfadarse, pero en este momento no le importaba demasiado—. Como verá, cuidamos mucho nuestras inversiones porque allí está nuestro futuro. Como les dijimos, nos gustaría saber garantías y también si hay posibilidad de expansión, más allá de Nueva York.
El silencio a continuación la hizo quedarse muy alerta. Estaba examinando todas las vías de escape que tenían en caso de que la situación se descontrolara. Pero entonces Petrov volvió a sonreír y Yelena se sintió más confiada, quizás estaban más en control de lo que creían.
—Nuestra base principal está en Madripoor —les dijo el hombre, sin dejar de mirarlas fijamente—. No estoy seguro de que sea un buen lugar para ir de Luna de Miel. Llevamos trabajando en esto desde hace más de diez años, pero el negocio en Nueva York está empezando a ser muy rentable últimamente.
Madripoor quedaba en Asia y solía significar problemas. Era una nación con sus propias leyes y era la pista que necesitaba Yelena para confirmar que esto era más que una simple red de prostitución.
New York - 21.35hrs - Con Kate
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2. Bright Colors
Together we are bulletproof
No debería ser tan fácil acostumbrarse a la mano de Yelena entre la suya, pero la verdad era un peso reconfortante, en especial era un punto al cual aferrarse en lugar de levantarse a partirle la cara a aquel tipo asqueroso que debía estarse haciendo una película porno con ellas dos en la cabeza en ese momento.
Lo odiaba.
Sin embargo, cuando Yelena dijo que era su prometida tuvo otra razón para agradecer tenerla de la mano, porque se sobresaltó y apenas pudo disimularlo apretando su mano. Prometidas. Ya quisiera Yelena tener una prometida como ella.
Pero no debía pensar al respecto, debía centrarse en la misión y las palabras de Petrov.
—Si el negocio está en Madripoor, es donde debemos ir —replicó, obligándose a esbozar una sonrisa que acompañara su resolución. —No buscamos hacer turismo, pero siempre quiero conocer dónde voy a poner mi dinero. No pretenderá que invirtamos a ciegas, ¿cierto?
Luego, recordando que debía seguir el juego, se giró hacia Yelena mientras tiraba suavemente de su mano.
—¿Qué dices, cariño? ¿Te apetece un viaje?
A ella sí que le fue más fácil dedicarle su mejor sonrisa.
New York - 21.35hrs - Con Yelena
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2. Bright Colors
Together we are bulletproof
Kate llevaba sorprendiéndola desde que habían entrado a la misma habitación de Petrov. Nunca dudó que sería una buena compañera, pero estaba reventando todas las expectativas que Yelena tenía de ella. Era maravilloso y estaba considerando seriamente continuar con su coartada y darle un sonoro beso en la mejilla para expresar su gratitud y lo maravillada que estaba. Pero temía que eso fuera demasiado exagerado y que mandara a la basura toda la seguridad de Kate.
Lo que decidió fue poner toda esa energía en las manos que tenían entrelazadas y besó el dorso de la mano de Kate. Fue un beso inocente, pero cargado de emoción. Le regaló un guiño a su compañera, asintiendo a sus palabras. Ir a Madripoor juntas era la mejor opción, así Petrov no tendría duda alguna de sus intenciones.
Habría que hacer una larga investigación para poder hacer ese viaje, porque sabía que en Madripoor imperaba la anarquía. Tendrían que estar en constante comunicación si llegaban a separarse.
—Veo que ustedes sí que hablan en serio… —comentó Petrov con una sonrisa, mientras que Yelena contenía sus ganas de darle una bofetada. Hasta ahora, habían conseguido su objetivo—. Les advierto que Madripoor no es exactamente un buen lugar para una luna de miel.
Yelena soltó una risita despreocupada, pasando la mirada de Petrov hacia Kate. Volvió a regalarle un guiño cómplice, como si quisiera recordarle que todo estaba bajo control.
—Lo que más nos gusta a las dos, son los retos —sentenció Yelena con una sonrisa retadora—. ¿Tenemos que empacar la ropa de invierno o la de verano? No tengo la más mínima idea de cómo está el clima en Madripoor.
Por la carcajada perpleja de Petrov, Yelena supo que había caído justo donde ellas querían.
Lo que decidió fue poner toda esa energía en las manos que tenían entrelazadas y besó el dorso de la mano de Kate. Fue un beso inocente, pero cargado de emoción. Le regaló un guiño a su compañera, asintiendo a sus palabras. Ir a Madripoor juntas era la mejor opción, así Petrov no tendría duda alguna de sus intenciones.
Habría que hacer una larga investigación para poder hacer ese viaje, porque sabía que en Madripoor imperaba la anarquía. Tendrían que estar en constante comunicación si llegaban a separarse.
—Veo que ustedes sí que hablan en serio… —comentó Petrov con una sonrisa, mientras que Yelena contenía sus ganas de darle una bofetada. Hasta ahora, habían conseguido su objetivo—. Les advierto que Madripoor no es exactamente un buen lugar para una luna de miel.
Yelena soltó una risita despreocupada, pasando la mirada de Petrov hacia Kate. Volvió a regalarle un guiño cómplice, como si quisiera recordarle que todo estaba bajo control.
—Lo que más nos gusta a las dos, son los retos —sentenció Yelena con una sonrisa retadora—. ¿Tenemos que empacar la ropa de invierno o la de verano? No tengo la más mínima idea de cómo está el clima en Madripoor.
Por la carcajada perpleja de Petrov, Yelena supo que había caído justo donde ellas querían.
New York - 21.35hrs - Con Kate
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3. New City
Make me love you down
In this dangerous city
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Kate nunca había estado en Madripoor. Yelena parecía más familiarizada que ella sobre la ciudad. Tampoco era que hubiera tenido mucho tiempo de investigar y de buenas a primeras no aparecía fácil información sobre aquel lugar.
Parecía el tipo de ciudad perfecta para evadir la justicia y hacer el mal.
Yelena parecía bastante mejor informada que ella al respecto, lo que la fastidiaba un poco, pero al menos le daba confianza de que al menos una de las dos sabía lo que estaban haciendo. Sin embargo, Kate quisiera tener una mejor idea de la ciudad donde se estaban moviendo. Por ahora, estaban en un hotel que no se veía nada mal, pero suponía que era porque estaban viajando como dos posibles financiadoras de un negocio tan lucrativo como la trata de personas.
Todo era enfermizo.
—¿Vamos a ir a conocer la ciudad? —preguntó mientras terminaba de desempacar sus cosas. —Quisiera tener un escenario lo más completo posible en mi cabeza
Iba a compartir una suite juntas, con una gran cama que compartir. No podían poner en riesgo su cubierta como prometidas. Habían viajado en primera clase, y, como aparentemente en un lugar como aquel había ojos en todas partes, no debían dejar de fingir. Al menos parecía que la habitación estaba libre de micrófonos, pero nunca se sabía.
Le dirigió una sonrisa forzada a Yelena, por si alguien las estaba observando de alguna manera.
—Dijimos que era un viaje de negocios, pero nada nos impide hacer un poco de turismo, ¿no crees?
Por supuesto que su intención no era pasear, sino conocer mejor el terreno en el que se movían.
Madripoor - 18.00hrs - Con Yelena
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3. New City
Make me love you down
In this dangerous city
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Habían pasado casi dos años desde la última vez que había estado en Madripoor. Para ese entonces no estuvo más que un par de días, pues había venido sólo a verificar una información y no se mezcló tanto con los lugareños. Ahora estaba agradecida de no haberlo hecho, pues había realmente pocas posibilidades de que alguien la reconociera como algo más que una hermosa mujer negociante que iba allí a disfrutar de una estadía de lujo con su prometida.
Kate, por supuesto, se veía más nerviosa que ella, pero pensó que era lo normal porque desconocía el territorio. Yelena estaba dispuesta a ofrecerse de guía, pero conocía a su compañera bastante bien para saber que querría desenvolverse sola y sin mayores problemas. La suite en la que estaban hospedadas era magnífica, de hecho, toda esta zona de la ciudad lo era. Pero Yelena sabía que era sólo una fachada: la podredumbre de Madripoor era fácil de descubrir si se rascaba lo suficiente en la superficie.
—Conozcamos la ciudad, aunque te advierto que tenemos que movernos primero en la zona buena. Tendremos que esperar que llegue Petrov para ver lo que nos interesa. Se verá extraño que nos adentremos sin nuestros futuros socios cuando se supone que somos turistas, así que estoy de acuerdo, vayamos a gastar dinero en souvenirs —Yelena acabó de colocarse un poco de rubor en los labios y se giró hacia Kate, regalándole una sonrisa coqueta—. Pero será bueno para que vayas familiarizándote con Madripoor.
Yelena estaba usando un vestido floreado, con toda la intención de llamar la atención, parecer una turista excéntrica. Estaba segura de que esa fachada funcionaría, la gente casi siempre subestimaba a las mujeres que se arreglaban con pomposidad, como si eso automáticamente significara que no tenían inteligencia o que eran incapaz de valerse por sí mismas.
—¿Me cierras el vestido, Kate? —preguntó, sin segundas intenciones. Normalmente, Yelena no usaba cierres en sus vestidos, pero ese le había gustado tanto que se permitió un pequeño capricho al recordar que en esta misión iría acompañada.
Kate, por supuesto, se veía más nerviosa que ella, pero pensó que era lo normal porque desconocía el territorio. Yelena estaba dispuesta a ofrecerse de guía, pero conocía a su compañera bastante bien para saber que querría desenvolverse sola y sin mayores problemas. La suite en la que estaban hospedadas era magnífica, de hecho, toda esta zona de la ciudad lo era. Pero Yelena sabía que era sólo una fachada: la podredumbre de Madripoor era fácil de descubrir si se rascaba lo suficiente en la superficie.
—Conozcamos la ciudad, aunque te advierto que tenemos que movernos primero en la zona buena. Tendremos que esperar que llegue Petrov para ver lo que nos interesa. Se verá extraño que nos adentremos sin nuestros futuros socios cuando se supone que somos turistas, así que estoy de acuerdo, vayamos a gastar dinero en souvenirs —Yelena acabó de colocarse un poco de rubor en los labios y se giró hacia Kate, regalándole una sonrisa coqueta—. Pero será bueno para que vayas familiarizándote con Madripoor.
Yelena estaba usando un vestido floreado, con toda la intención de llamar la atención, parecer una turista excéntrica. Estaba segura de que esa fachada funcionaría, la gente casi siempre subestimaba a las mujeres que se arreglaban con pomposidad, como si eso automáticamente significara que no tenían inteligencia o que eran incapaz de valerse por sí mismas.
—¿Me cierras el vestido, Kate? —preguntó, sin segundas intenciones. Normalmente, Yelena no usaba cierres en sus vestidos, pero ese le había gustado tanto que se permitió un pequeño capricho al recordar que en esta misión iría acompañada.
Madripoor - 18.00hrs - Con Kate
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3. New City
Make me love you down
In this dangerous city
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Kate iba a reclamar que no era una novata cuando la petición de Yelena de subirle el cierre del vestido. Parpadeó dos veces mientras procesaba la visión de la espalda de Yelena, tersa y atlética frente a ella. Carraspeó, llamándose la atención a sí misma de que debía concentrarse en su trabajo, y cerró rápidamente el vestido.
La ciudad. Estaban hablando de conocer la ciudad.
—Por supuesto que no vamos a exponernos por ir a conocer la ciudad, sé hacer de turista adinerada —replicó tras un momento de duda. De hecho lo había sido más de una vez, pero no iba a presumir de ello.—Puede que no sea el lugar ideal para una Luna de miel, pero algo debe ofrecer para una pareja de novias, ¿no?
Se suponía que debían aparentar ser una pareja muy enamorada son conciencia moral, que quería hacerse de mucho dinero. Así que ir a pasear por la parte lujosa de Madripor y gastar dinero a manos llenas parecía exactamente lo que deberían hacer para mantener su cubierta.
—Pero dado que te gusta presumir de que conoces la ciudad mejor que yo, estoy dispuesta a dejarte decidir nuestro itinerario.
Trabajar con Yelena se suponía que tenía que hacer esto más fácil, sumando lo que ambas sabían y podían hacer. Lanzó otra mirada al vestido de Yelena. Tal vez ella debió esforzarse más con su ropa también.
Madripoor - 18.00hrs - Con Yelena
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3. New City
Make me love you down
In this dangerous city
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Yelena tenía el presentimiento de que Kate se había puesto nerviosa cuando le habló del cierre. Era muy buena observadora y ya conocía a Kate lo suficiente para saber cuando algo la incomodaba. Pudo sentirlo en la forma en que subió el cierre del vestido, era como si tuviera las manos más sudorosas de la cuenta.
Quiso decir algo al respecto, pero decidió que no valía la pena. Después de todo, no podían salir peleadas del hotel. Se suponía que habían venido aquí a divertirse y a pasarlo bien, como una pareja de enamoradas.
—No te preocupes, querida Kate, sé que eres una experta… —dijo haciéndole un guiño. Yelena descolgó la cartera del perchero. Era lo bastante pequeña para que pasara un poco desapercibida, incluso con ese tono dorado, pero tenía el tamaño suficiente para tener un puñal muy afilado dentro, sólo por si acaso—. Creo que deberíamos ir al casino. Queda al otro lado de la calle, no sé si lo viste al llegar. Son bastante populares en Madripoor y estoy segura que la mayoría son para lavado de dinero, quizás si vamos a apostar algo, podamos conseguir algo de información.
Yelena sabía que era una salida de reconocimiento, pero bien podían aprovechar un poco. Dudaba que en el casino no se llevaran conversaciones importantes y ellas necesitaban cualquier cosa que pudiera ayudarlas.
Cuando se acercó a la puerta, tomó a Kate de la mano. No lo pensó mucho, era parte de la coartada que tenían. Era sólo una fachada, pero ahora sí que comprobó que las manos de Kate sudaban más de la cuenta.
—No te preocupes, Kate, nos tenemos una a la otra. Todo saldrá bien —le aseguró mientras se dirigían hacia el ascensor, de camino a la planta baja. Sólo tenían que cruzar la calle, el casino lo había visto nada más llegar. Era uno de tantos, con enormes letras neón que alumbraban la entrada.
Quiso decir algo al respecto, pero decidió que no valía la pena. Después de todo, no podían salir peleadas del hotel. Se suponía que habían venido aquí a divertirse y a pasarlo bien, como una pareja de enamoradas.
—No te preocupes, querida Kate, sé que eres una experta… —dijo haciéndole un guiño. Yelena descolgó la cartera del perchero. Era lo bastante pequeña para que pasara un poco desapercibida, incluso con ese tono dorado, pero tenía el tamaño suficiente para tener un puñal muy afilado dentro, sólo por si acaso—. Creo que deberíamos ir al casino. Queda al otro lado de la calle, no sé si lo viste al llegar. Son bastante populares en Madripoor y estoy segura que la mayoría son para lavado de dinero, quizás si vamos a apostar algo, podamos conseguir algo de información.
Yelena sabía que era una salida de reconocimiento, pero bien podían aprovechar un poco. Dudaba que en el casino no se llevaran conversaciones importantes y ellas necesitaban cualquier cosa que pudiera ayudarlas.
Cuando se acercó a la puerta, tomó a Kate de la mano. No lo pensó mucho, era parte de la coartada que tenían. Era sólo una fachada, pero ahora sí que comprobó que las manos de Kate sudaban más de la cuenta.
—No te preocupes, Kate, nos tenemos una a la otra. Todo saldrá bien —le aseguró mientras se dirigían hacia el ascensor, de camino a la planta baja. Sólo tenían que cruzar la calle, el casino lo había visto nada más llegar. Era uno de tantos, con enormes letras neón que alumbraban la entrada.
Madripoor - 18.00hrs - Con Kate
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3. New City
Make me love you down
In this dangerous city
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Un casino era una gran idea, en especial si querían presumir de tener dinero. Habían presupuestado algunos gastos extravagantes para eso. Además, seguro se harían una reputación en la ciudad. Ojalá la suerte estuviera de su parte.
La tomó por sorpresa que Yelena la tomara de la mano, pero por supuesto que iba con su cubierta. Debía recomponerse y centrarse en lo que iban a hacer. Así que entrelazó sus dedos con los de Yelena y se dirigió con ella al casino. Podía notar las miradas de la gente sobre ellas cuando entraron. Sospechaba que en Madripoor sabían distinguir a las personas extranjeras.
Bien, tenían que ser las novias de plata. Sacó su billetera para acercarse a comprar las fichas y dejó que Yelena escogiera cuántas quería para empezar.
—¿Te parece si empezamos en la ruleta? —le propuso a Yelena, tirando suavemente de su mano.—Me gustaría probar nuestra suerte.
Suponía que después podían probar habilidad con otros juegos, ero se sentía con ganas de dejar algo totalmente a la suerte. Notó que de las mesas las miraban, esperando por dónde empezarían. Tenían que seguir trabajando su cubierta.
Así que pasó una mano por la cintura de Yelena.
—Te dejo escoger el primer número y color, lo prometo.
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Yelena no había perdido de vista que acapararon un par de miradas. La verdad era que podía imaginarse por qué sin muchos problemas: debían de llamar la atención. En ese casino había allí mayoría masculina y, además, las mujeres que estaban allí casi todas fungían como acompañantes. En cambio, ellas estaban allí con el mismo propósito que el resto de los asistentes: gastar dinero. Pretender que eran dos mujeres con gran poder no tenía que ser muy difícil.
La cercanía de Kate le transmitía muchas cosas, pero, en especial, se daba cuenta de lo nerviosa que estaba su compañera. A pesar de que estaba haciendo un esfuerzo por disimularlo, así que Yelena pensaba facilitarle el trabajo. Le acarició el dorso de la mano con ternura, como haría una novia completamente enamorada.
—La ruleta suena fantástico, cariño. Verás que yo te traeré toda la suerte que necesitas.
Yelena esperaba poder cumplir sus palabras porque la idea no era perder todo su presupuesto para esta misión en una noche en el casino.
Ignoró por completo las miradas que le estaban dedicando el resto de los presentes cuando se acercaron a la ruleta. Estaba segura que, si juntaba la edad de todos los hombres que estaban allí alrededor de la ruleta, sumaría un par de cientos de años. “Qué horror”.
—Escoge el número cuarenta y uno, cariño. Es de la suerte —susurró al oído de Kate, animándola con su mejor sonrisa.
La cercanía de Kate le transmitía muchas cosas, pero, en especial, se daba cuenta de lo nerviosa que estaba su compañera. A pesar de que estaba haciendo un esfuerzo por disimularlo, así que Yelena pensaba facilitarle el trabajo. Le acarició el dorso de la mano con ternura, como haría una novia completamente enamorada.
—La ruleta suena fantástico, cariño. Verás que yo te traeré toda la suerte que necesitas.
Yelena esperaba poder cumplir sus palabras porque la idea no era perder todo su presupuesto para esta misión en una noche en el casino.
Ignoró por completo las miradas que le estaban dedicando el resto de los presentes cuando se acercaron a la ruleta. Estaba segura que, si juntaba la edad de todos los hombres que estaban allí alrededor de la ruleta, sumaría un par de cientos de años. “Qué horror”.
—Escoge el número cuarenta y uno, cariño. Es de la suerte —susurró al oído de Kate, animándola con su mejor sonrisa.
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Esto era... emocionante.
Si dejaba los nervios de lado, todo en esta situación era muy estimulante. El ambiente del casino era increíble: la música, las luces, los colores, incluso la gente y sus miradas curiosas. Pero en especial, Yelena hablándole al oído con esa confianza que exudaba siempre. Así que puso tres fichas en el 41 y se giró a mirarla.
Envalentonada, le guiñó un ojo.
Nunca antes había estado en un casino como aquel, así que estaba entusiasmada. En especial cuando la ruleta giró y cayó justamente en su número. Levantó los brazos eufórica para celebrar y se giró hacia Yelena para plantarle un beso en la mejilla.
Quizá debió ser en los labios, pensó después. Era su prometida, o eso se suponía. Pero tampoco tenían que excederse en el espectáculo.
—¡Eres un amuleto! —exclamó mientras volvía a pasarle la mano por la cintura.—¿Quieres elegir otro?.
No iba a poner demasiadas fichas a la vez, no podían quedarse sin fondos para la operación, pero sí querían parecer dos inversionistas adineradas no podían tampoco escatimar demasiado. Además, ella nunca había sido especialmente ahorrativa. No había sabido antes en qué se sostenía la fortuna de su familia.
—Luego puedes escoger la siguiente mesa. —añadió, aprovechando el comentario para girar la cabeza y examinar su alrededor.
Había varias personas mirándolas, pero llamó su atención en especial un hombre de gris que se sentaba en la barra con una bebida y no parecía interesado en jugar, pero tampoco parecía personal del casino. ¿Las estaba vigilando?
Tal vez era paranoia, pero no estaba de más prestarle atención.
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Yelena tenía que confesar que no estaba preparada para ver a Kate tan entusiasta en el casino. Su compañera estaba muy metida en su papel, o quizás estaba verdaderamente eufórica porque le había tocado el número de la suerte. Se sorprendió cuando ésta la llamó “amuleto” y además se atrevió a darle un beso en la mejilla.
No lo estaba esperando. Yelena parpadeó varias veces y le tomó un par de segundos reaccionar para regalarle una sonrisa. Kate se veía realmente genuina así y Yelena lamentó que esto fuera sólo una cubierta. Tenía ganas de decirle que era increíble y que ya no quería tener otra compañera nunca más.
—Te dije que te traería suerte, pero no me creías —comentó con un toque malicioso, mientras se inclinaba un poco más hacia ella, repasando los números que tenían disponibles. No se le había pasado que ya habían atraído unas cuantas miradas. Y eso que, hasta ahora, no se habían permitido caricias subidas de tono en público. Yelena pensaba que así estaba bien—. El setenta y uno. ¿Qué opinas, cielo?
Yelena aprovechó para tomar a Kate de la cintura, fingiendo que se balanceaba contra ella, para mirar con detenimiento a su alrededor. Los hombres que estaban cerca, sólo parecían molestos porque una pareja de chicas, mucho más jóvenes, acababan de ganarles la partida en la ruleta. Sin embargo, un par de metros más allá, había alguien que parecía más sospechoso.
—Creo que nos vigilan, querida… —Yelena se inclinó más hacia Kate, susurrándole al oído, de manera que parecía que estaba diciéndole algo más morboso de la cuenta—. Hacia tu izquierda, un tipo con bigote, francamente horrible. Estoy de acuerdo, es mejor movernos de mesa apenas acabe esta ronda.
No lo estaba esperando. Yelena parpadeó varias veces y le tomó un par de segundos reaccionar para regalarle una sonrisa. Kate se veía realmente genuina así y Yelena lamentó que esto fuera sólo una cubierta. Tenía ganas de decirle que era increíble y que ya no quería tener otra compañera nunca más.
—Te dije que te traería suerte, pero no me creías —comentó con un toque malicioso, mientras se inclinaba un poco más hacia ella, repasando los números que tenían disponibles. No se le había pasado que ya habían atraído unas cuantas miradas. Y eso que, hasta ahora, no se habían permitido caricias subidas de tono en público. Yelena pensaba que así estaba bien—. El setenta y uno. ¿Qué opinas, cielo?
Yelena aprovechó para tomar a Kate de la cintura, fingiendo que se balanceaba contra ella, para mirar con detenimiento a su alrededor. Los hombres que estaban cerca, sólo parecían molestos porque una pareja de chicas, mucho más jóvenes, acababan de ganarles la partida en la ruleta. Sin embargo, un par de metros más allá, había alguien que parecía más sospechoso.
—Creo que nos vigilan, querida… —Yelena se inclinó más hacia Kate, susurrándole al oído, de manera que parecía que estaba diciéndole algo más morboso de la cuenta—. Hacia tu izquierda, un tipo con bigote, francamente horrible. Estoy de acuerdo, es mejor movernos de mesa apenas acabe esta ronda.
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Kate no había perdido de vista que estaban actuando, pero esto estaba realmente emocionante. Quizá debería ir después de esta misión al casino a probar su suerte de verdad. O quizá no, tal vez era de la gente que se hacía adicta a estas cosas. Por suerte, sus sospechas sobre el hombre que las miraba y que Yelena lo hubiera notado también la mantenían centrada.
—El que digas —replicó, dedicándole una sonrisa y luego una mueca frunciendo cariñosamente la nariz.
En efecto, puso unas fichas en el 71, pero, como era de esperar, en esta ocasión no tuvieron la misma suerte. Se encogió de hombros algo decepcionada genuinamente. Seguro que Yelena sabía cómo hacer para que las cosas salieran siempre a su favor, pero no le faltaba razón, quizá era mejor moverse.
—Creo que deberíamos llevar la suerte a otra parte —comentó, como si perder unas fichas no fuera nada para ellas.
La verdad era que había tenido el cuidado de poner solo lo que habían ganado, así que seguían manteniendo su capital. Estaba bien que tenían dinero pero no podían despilfarrarlo tampoco. Solo lo necesario para mantener su cubierta.
—¿Quieres ir al 21? Puedo decir que se me da bien —añadió, mientras giraba sobre sí misma buscando la mesa correspondiente, justo para ubicarla al fondo del salón en el que se encontraban. Sin embargo, notó también que había puertas que llevaban hacia otros salones anexos.
Aquel era un lugar enorme, diseñado para atraer el dinero.
Deslizó la mano de la cintura de Yelena hacia su brazo, para finalmente entrelazar los dedos de sus manos y llevarla en esa dirección. Si el hombre realmente las seguía, iba a desplazarse pronto en su misma dirección, porque la mesa estaba lo suficientemente lejos para no poder verlas desde su posición actual.
Había elegido 21 porque también podrían retirarse rápidamente de ser necesario. Pero podía ir a la mesa de póker. Cuando había jugado con sus compañeros de estudios siempre se le había dado bien. Le encantaría probar su suerte en este medio también.
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Yelena tenía un cuchillo escondido bajo el vestido, era una daga diminuta pero letal. Estaba preparada para cualquier eventualidad, pero el ambiente festivo del casino la tenía neutralizada por el momento. Las estaban vigilando, pero Yelena no pensaba dar el primer paso, quería mantener la fachada hasta el último momento.
Además, Kate se estaba esforzando demasiado en este juego de apariencias, que Yelena haría lo imposible por mantener esta puesta en escena. Prolongarla hasta las últimas consecuencias. Sabía que no debería estar disfrutándolo tanto, pero Yelena no podía negarlo. Kate Bishop la tenía completamente encandilada.
—Vayamos donde tú quieras… —Yelena pronunció la sonrisa, inclinándose hasta darle un suave beso en la mano a Kate, mientras miraba de reojo a quien las estaba vigilando. A simple vista, parecía vestido como el resto de los hombres de seguridad del casino. No podía saber si era así o si estaba encubierto, así como ellas.
Mientras sentía la mano de Kate sobre su cintura, Yelena hizo un recuento de todas las posibles salidas que tenían, si la situación se torcía. Le sonrió a Kate cuando llegaron a la siguiente mesa, que también estaba rodeada de hombres que les triplicaban la edad. Yelena podía imaginarse a esos rostros traficando con chicas jóvenes y eso le revolvía el estómago.
—Prueba nuestra suerte, cariño. Seguiré siendo tu amuleto de la buena suerte —comentó con una sonrisa, mirando a los presentes con desdén. Yelena sintió un escalofrío y se puso en guardia cuando se dio cuenta que, efectivamente, aquel desconocido las estaba siguiendo y ni siquiera se esforzaba en disimular. ¿Trabajaría directamente para alguno de los tipos que estaban allí sentados?
Además, Kate se estaba esforzando demasiado en este juego de apariencias, que Yelena haría lo imposible por mantener esta puesta en escena. Prolongarla hasta las últimas consecuencias. Sabía que no debería estar disfrutándolo tanto, pero Yelena no podía negarlo. Kate Bishop la tenía completamente encandilada.
—Vayamos donde tú quieras… —Yelena pronunció la sonrisa, inclinándose hasta darle un suave beso en la mano a Kate, mientras miraba de reojo a quien las estaba vigilando. A simple vista, parecía vestido como el resto de los hombres de seguridad del casino. No podía saber si era así o si estaba encubierto, así como ellas.
Mientras sentía la mano de Kate sobre su cintura, Yelena hizo un recuento de todas las posibles salidas que tenían, si la situación se torcía. Le sonrió a Kate cuando llegaron a la siguiente mesa, que también estaba rodeada de hombres que les triplicaban la edad. Yelena podía imaginarse a esos rostros traficando con chicas jóvenes y eso le revolvía el estómago.
—Prueba nuestra suerte, cariño. Seguiré siendo tu amuleto de la buena suerte —comentó con una sonrisa, mirando a los presentes con desdén. Yelena sintió un escalofrío y se puso en guardia cuando se dio cuenta que, efectivamente, aquel desconocido las estaba siguiendo y ni siquiera se esforzaba en disimular. ¿Trabajaría directamente para alguno de los tipos que estaban allí sentados?
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Para evitar exponerse más de la cuenta confió en que Yelena vigilaría al tipo que los seguía, así que se dedicó a hacer el papel de mujer de plata divertiéndose en el casino en manos de su hermosa prometida.
Una parte de ella no pudo evitar preguntarse si Yelena sería de verdad así de cursi con una pareja real. Suponía que estaba exagerando todo para su actuación, para vender su relación sin lugar a dudas a simple vista. Pero se preguntó cómo sería de verdad. Aunque no pudo recrearse en la idea.
El repartidor estaba esperando que ella viera sus cartas.
Tal vez no había sido buena idea ir a la mesa de 21 después de todo, porque no era su fuerte. Hizo un par de apuestas, perdió una y ganó otra. Luego inclinó la cabeza para enterrarla en el cuello de Yelena y poder hablarle al oído sin que le leyeran los labios.
—¿Cómo lo ves? ¿Nos sigue? ¿Nos quedamos aquí? —su voz real sonaba mucho más ansiosa que la actuada.
Se suponía que estaban haciendo esto para probar el terreno y asegurar su cubierta, pero no habían hablado específicamente de qué harían si algo sucedía en esa salida. No había esperado que alguien los siguiera tan descaradamente.
—Señorita, ¿va a jugar más? —preguntó el repartidor.
Kate se obligó a mirarlo y responder con una sonrisa.
—Claro, disculpe. Es mi prometida. Me da suerte pero es un gran distractor también —comentó con descaro. Luego miró a Yelena, no sin antes dirigirle una mirada de desagrado a otro hombre en la mesa que las estaba viendo de forma lasciva. —Una más al menos, cariño, luego dices si nos movemos.
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No había dejado de repetirse que ella podía con esta misión sin mayores problemas, pero cuando Kate se inclinó hacia ella, Yelena sintió flaquear las rodillas. Entrecerró los ojos, entregándose por un instante al cosquilleo que ella le provocaba en la piel. La cercanía de Kate era cálida y le recordaba que, a pesar de la misión, Yelena sí que disfrutaba profundamente de su compañía.
Si le daba un beso ahora mismo, nadie sospecharía, por supuesto. Sin embargo, Yelena frenó sus impulsos, dándose cuenta de que esta puesta en escena prendía de un delicado balance.
Además, no podía perder de vista al tipo que los estaba siguiendo. Así que sonrió a los presentes cuando Kate dijo en voz alta que era su prometida y, en consecuencia, su amuleto de la buena suerte. Yelena deslizó una mano hasta tocar la de Kate, evitando que volviera la atención al tablero de nuevo.
—Me gusta darte suerte, pero creo que me encantaría invitarte una copa. Ya sabes lo mucho que me gusta consentirte… —Yelena dejó una buena propina para el chico que estaba manejando la mesa y, con sumo cuidado, siguiendo la estela de su coartada, guio con cariño a Kate por el pasillo del casino—. Nuestro amigo sigue detrás de nosotras. Es bueno. Alguien menos precavido que nosotras, no lo habría notado. ¿Te atreves a ir al baño? Si se atreve a abordarnos en un sitio acorralado, sabremos que estamos en peligro de verdad. Si nos deja ir, quizás sólo estamos siendo vigiladas por precaución.
Yelena sabía que era una buena sugerencia y que, en estas circunstancias, era la mejor opción que tenían, pero quería que Kate tuviera la última palabra.
Después de todo, eran compañeras.
Si le daba un beso ahora mismo, nadie sospecharía, por supuesto. Sin embargo, Yelena frenó sus impulsos, dándose cuenta de que esta puesta en escena prendía de un delicado balance.
Además, no podía perder de vista al tipo que los estaba siguiendo. Así que sonrió a los presentes cuando Kate dijo en voz alta que era su prometida y, en consecuencia, su amuleto de la buena suerte. Yelena deslizó una mano hasta tocar la de Kate, evitando que volviera la atención al tablero de nuevo.
—Me gusta darte suerte, pero creo que me encantaría invitarte una copa. Ya sabes lo mucho que me gusta consentirte… —Yelena dejó una buena propina para el chico que estaba manejando la mesa y, con sumo cuidado, siguiendo la estela de su coartada, guio con cariño a Kate por el pasillo del casino—. Nuestro amigo sigue detrás de nosotras. Es bueno. Alguien menos precavido que nosotras, no lo habría notado. ¿Te atreves a ir al baño? Si se atreve a abordarnos en un sitio acorralado, sabremos que estamos en peligro de verdad. Si nos deja ir, quizás sólo estamos siendo vigiladas por precaución.
Yelena sabía que era una buena sugerencia y que, en estas circunstancias, era la mejor opción que tenían, pero quería que Kate tuviera la última palabra.
Después de todo, eran compañeras.
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Kate sabía que no era buena dejándose llevar. Sin embargo, en esta ocasión se sintió natural dejar que Yelena la tomara de la mano y la llevara con ella. Era parte de su cubierta, por supuesto, pero debía admitir que estaba disfrutando este acto de novias enamoradas. No era algo que hubiera vivido como tal, así que no sabía si debía sentirse así.
Alejó esos pensamientos de su mente mientras ponía atención a lo que Yelena comentaba. Así que sí las estaban siguiendo y podían comprobarlo. Yelena parecía tener un plan, aunque la propuesta la hizo arquear una ceja.
—¿Me estás haciendo una propuesta indecente? —preguntó, en parte por bromear y en parte con un nerviosismo inesperado.
Sin embargo, sonrió ampliamente y se adelantó un poco, tirando de ella hacia el baño, como si esa fuera toda la respuesta que necesitaba. Rió, como si estuvieran haciendo una travesura, mientras miraba a su alrededor y comprobaba que su sombra no las había abandonado.
La posibilidad de que el hombre las arrinconara en el baño era interesante. Seguro que no esperaría que las dos pudieran encargarse de él con la facilidad que estaba segura que podrían.
Cuando entraron al baño no estaba vacío. Una chica que se estaba peinando las miró a través del espejo, así que no podían salirse solamente del papel. Rió de nuevo, algo nerviosa, y se dirigió al espejo, buscando la mirada de Yelena en el reflejo.
La chica pareció sentir que estaba interrumpiendo algo y salió de ahí rápidamente. En ese momento Kate se agachó para comprobar que el resto de los cubículos estaban vacíos y luego suspiró. Miró a Yelena abriendo mucho los ojos.
—¿Crees que entre tras nosotros? —preguntó, entre ansiosa y emocionada, dispuesta a pelear. —¿Lo atacamos de una vez o esperamos a ver qué quiere?
Se inclinaba por lo primero, pero tal vez fuera más importante lo segundo. Pero en ese caso, ¿deberían seguir en su papel?
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Yelena se lamentó de la situación tan tensa en la que se encontraban, porque en otro contexto de seguro que habría bromeado con ella. Le habría acomodado el pelo tras la oreja y dicho que la había llevado allí tan sólo para hacer cosas indecentes.
Pero ahora había un tipo persiguiéndolas y ese tipo de comentarios no venían al caso en este momento. Yelena conocía sus límites y en ese baño lo que tenían que hacer era planear una estrategia. La chica que estaba allí se había ido y después de eso no parecía que nadie fuera a forzar la puerta para abrirla.
Parecían a salvo. Por el momento.
—Lamento que no sea la propuesta indecente que querías, Kate Bishop —comentó Yelena con una media sonrisa, mientras se giraba hacia el espejo. Se apoyó en el lavamanos, mientras verificaba que su comunicador y la daga diminuta que llevaba atada a la cintura estuvieran en su lugar. Todo parecía en orden, y el baño continuaba en silencio. Se fijó en la parte inferior de la puerta, la luz que les llegaba del pasillo era prolija y no parecía haber rastro de nadie apoyado allí.
Analizó con cuidado las propuestas de Kate. Cualquiera tenía sus ventajas y desventajas, Yelena no estaba segura si destapar la cubierta justo en este momento sería buena idea.
—Creo que es mejor mantener la cubierta, ¿sabes? Sólo si nos atacan, hasta ahora parece que sólo quieren tenernos en observación. No sabemos si son mis compatriotas, o quizás alguien más. Tal vez sólo están vigilando en caso de que seamos una amenaza, si continuamos con la cubierta, quizás se relajen y bajen la guardia… —Yelena sonrió al girarse hacia Kate y, sin pensarlo mucho, le reacomodó la corbata—. Me gusta el perfume que escogiste hoy. Lo estás haciendo increíble, sigamos fingiendo unos minutos más.
Pero ahora había un tipo persiguiéndolas y ese tipo de comentarios no venían al caso en este momento. Yelena conocía sus límites y en ese baño lo que tenían que hacer era planear una estrategia. La chica que estaba allí se había ido y después de eso no parecía que nadie fuera a forzar la puerta para abrirla.
Parecían a salvo. Por el momento.
—Lamento que no sea la propuesta indecente que querías, Kate Bishop —comentó Yelena con una media sonrisa, mientras se giraba hacia el espejo. Se apoyó en el lavamanos, mientras verificaba que su comunicador y la daga diminuta que llevaba atada a la cintura estuvieran en su lugar. Todo parecía en orden, y el baño continuaba en silencio. Se fijó en la parte inferior de la puerta, la luz que les llegaba del pasillo era prolija y no parecía haber rastro de nadie apoyado allí.
Analizó con cuidado las propuestas de Kate. Cualquiera tenía sus ventajas y desventajas, Yelena no estaba segura si destapar la cubierta justo en este momento sería buena idea.
—Creo que es mejor mantener la cubierta, ¿sabes? Sólo si nos atacan, hasta ahora parece que sólo quieren tenernos en observación. No sabemos si son mis compatriotas, o quizás alguien más. Tal vez sólo están vigilando en caso de que seamos una amenaza, si continuamos con la cubierta, quizás se relajen y bajen la guardia… —Yelena sonrió al girarse hacia Kate y, sin pensarlo mucho, le reacomodó la corbata—. Me gusta el perfume que escogiste hoy. Lo estás haciendo increíble, sigamos fingiendo unos minutos más.
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Que Yelena en principio estuviera más centrada en evaluar la situación y su equipamiento le ayudó a bajar la tensión, incluso con su broma de que no era una propuesta indecente. Sin embargo, cuando se le acercó y le agarró la corbata diciéndole que mantuvieran la cubierta volvió a sentirse nerviosa.
Esto nunca le había pasado antes, pero claro, nunca había tenido de compañera a Yelena hasta ahora.
Soltó una risita nerviosa y tomó con la punta de los dedos la falda de su vestido.
—Tu también hueles muy bien —replicó, aunque de inmediato sintió que era un comentario tonto. Carraspeó y frunció ligeramente el ceño. —Y me gusta mucho tu vestido, ¿te lo dije ya? Estás muy bonita.
A nadie iba a engañar, no sabía realmente tener ese tipo de conversaciones, seguro que Yelena se iba a meter con ella por lo que estaba diciendo y haciendo ahora mismo. Desvió la mirada hacia la puerta un momento, pero no la había abierto nadie todavía.
—¿Las prometidas son tan cursis? Técnicamente ya sabes que me gustas, me voy a casar contigo —continuó. Buscó su mirada y nuevamente pensó que Yelena se burlaría de ella por esto —A casar contigo y a hacernos más ricas juntas. El futuro perfecto.
De acuerdo, estaba divagando, pero la verdad era que probablemente también divagaría con una novia de verdad. Se le daba muy bien, era su marca personal. Pero Yelena estaba muy cerca, su perfume le hacía cosquillas en la nariz, y a esa distancia podía ver los matices de colores en sus ojos, lo lisa que era la piel de su cara y lo perfecta que era su sonrisa.
Yelena era preciosa, divertida y letal. Suponía que era normal que su cercanía le alterara los sentidos.
Iba a hacer otro comentario cuando escuchó el sonido de la puerta. Sin pensarlo, tomó a Yelena de la cintura y la acercó a ella, pero dudó si besarla. Suponía que era lo que debía hacer para mantener su cubierta, pero no lo habían hablado explícitamente, ¿cierto? Buscó su mirada, dejándolo a su elección.
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Yelena soltó una carcajada cuando escuchó a Kate decir que se veía bonita. Acababa de halagarla y estaba segura de que eso le había costado a Kate. No porque no creyera que se veía bonita, sino porque la conocía lo suficiente para saber que eso la ponía en una situación vulnerable.
—Gracias por el cumplido, porque escogí este vestido pensando que te iba a gustar. Así que cumplió su cometido.
Yelena utilizó su tono convincente, dejando al azar si estaba diciéndolo en serio o si estaba exagerando para su coartada. No hubo tiempo para más comentarios, sobre Lunas de Miel que no llegarían nunca a término, porque Kate la sostuvo con rapidez de la cintura justo después de que escucharan la puerta abrirse.
Quiso decirle a Kate que estaba actuando rápido y que eso la hacía sentir orgullosa. Pero Yelena no tenía tiempo para esas minucias. Aunque la chica que entró al baño no parecía sospechosa, la sombra de una silueta se asomó al final del pasillo. Así que Yelena, sin romper la coartada, siguió la puesta en escena y se giró en dirección a Kate para darle un beso.
No fue un beso casto, por supuesto, sino uno profundo, uno que hizo estremecer a Kate, pues era un beso que le estaría dando una chica al amor de su vida. Cuando se separaron, lo primero que vio Yelena fue la expresión escandalizada de la chica que estaba en el baño junto a ellas.
—Lo siento… —se disculpó Yelena con la recién llegada—. Así es el amor.
—Gracias por el cumplido, porque escogí este vestido pensando que te iba a gustar. Así que cumplió su cometido.
Yelena utilizó su tono convincente, dejando al azar si estaba diciéndolo en serio o si estaba exagerando para su coartada. No hubo tiempo para más comentarios, sobre Lunas de Miel que no llegarían nunca a término, porque Kate la sostuvo con rapidez de la cintura justo después de que escucharan la puerta abrirse.
Quiso decirle a Kate que estaba actuando rápido y que eso la hacía sentir orgullosa. Pero Yelena no tenía tiempo para esas minucias. Aunque la chica que entró al baño no parecía sospechosa, la sombra de una silueta se asomó al final del pasillo. Así que Yelena, sin romper la coartada, siguió la puesta en escena y se giró en dirección a Kate para darle un beso.
No fue un beso casto, por supuesto, sino uno profundo, uno que hizo estremecer a Kate, pues era un beso que le estaría dando una chica al amor de su vida. Cuando se separaron, lo primero que vio Yelena fue la expresión escandalizada de la chica que estaba en el baño junto a ellas.
—Lo siento… —se disculpó Yelena con la recién llegada—. Así es el amor.
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Yelena la estaba besando.
Kate tenía una mano en su cintura, y llevó la otra a su cuello mientras la seguía en el beso. Hacía mucho tiempo que no besaba a nadie, demasiado ocupada en el tema de ser una heroína y salvar el mundo, pero estaba segura de que pocas veces la habían besado con tanta intensidad. Parecía que Yelena no sabía hacer nada a medias.
Sentía la cabeza ligera cuando Yelena dejó de besarla. Tardó un momento en estabilizar su respiración y recordarse en la situación que estaban. Sin embargo, no dejó de sostener a su falsa prometida por la cintura, en parte por mantener la coartada y en parte apara mantener el equilibrio.
Esta era probablemente la misión más emocionante que había tenido, definitivamente tenía beneficios inesperados.
Centró su atención en la chica que había entrado, quien parecía un poco sorprendida de encontrar una pareja besándose en el baño de chicas. De acuerdo, no era el lugar más cómodo o elegante, pero no le había parecido tan mal. El comentario de Yelena le arrancó una risa nerviosa, lo cual de hecho no parecía fuera de lugar en aquella situación.
Para disimular, le acomodó un mechón a Yelena detrás de la oreja, siguiendo su actuación.
La chica se lavó las manos y salió rápidamente de allí, como si quisiera estar el menor tiempo posible en el mismo lugar que ellas. Cuando la puerta se cerró tras ella, Kate soltó la cintura de Yelena.
Claro, una cosa era besarla por fingir y otra quedarse a solas.
—Bueno, eso salió bien, ¿no crees? —preguntó, para después carraspear porque había sentido su voz algo extraña. —Muy creíble. ¿Crees que nos vieron? Habría sido una pena desperdiciar nuestra actuación.
Se obligó a sonreírle, aunque lanzó una mirada nerviosa hacia la puerta, aunque no venía nadie más.
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Yelena podía sentir a Kate temblar entre sus manos y eso le provocaba una oleada de emociones intensas que apenas podía superar. Desde la primera vez que se habían visto, Kate había provocado en ella una impresión que no podía expresar con palabras. No estaba segura si era lo que la gente denominaba atracción, o algo por el estilo, pero se había enganchado desde la primera vez que Kate intentó hacerle frente, a pesar de que Yelena era perfectamente capaz de dejarla fuera de combate.
Siguió pensando en ello cuando le limpió, con el dedo índice, un poco del labial que le había quedado a Kate luego del beso. Yelena le regaló una sonrisa cuando se quedaron nuevamente solas. El sonido de la puerta del baño cerrándose le produjo una sensación de tranquilidad que le hacía falta en este momento.
—Por supuesto que salió bien, Kate Bishop. Agradezco tu devoción a esta misión, no sabes cuánto —Yelena volvió a mirarse al espejo, reacomodándose las pestañas con la punta de los dedos—. Estoy segura de que nuestra coartada sigue intacta, pero vi a nuestra sombra apostado cerca de la puerta del baño, seguro para comprobar qué estábamos haciendo. Creo que cuando salgamos, podemos ir directamente al bar. En teoría, mañana nos van a contactar otra vez.
Le parecía que todo lo tenían bajo control, pero Yelena sabía por experiencia que eso era peligroso. No podían bajar la guardia y confiarse, quizás eso era justo lo que estaban esperando.
—Estoy segura que es un hombre de Petrov. Dudo que hayan encontrado nada en los perfiles que les dejamos, pero seguro que sospecha de dos jóvenes llenas de dinero que quieren apostar en este negocio. Así que nuestra coartada sigue siendo la mejor arma que tenemos.
Siguió pensando en ello cuando le limpió, con el dedo índice, un poco del labial que le había quedado a Kate luego del beso. Yelena le regaló una sonrisa cuando se quedaron nuevamente solas. El sonido de la puerta del baño cerrándose le produjo una sensación de tranquilidad que le hacía falta en este momento.
—Por supuesto que salió bien, Kate Bishop. Agradezco tu devoción a esta misión, no sabes cuánto —Yelena volvió a mirarse al espejo, reacomodándose las pestañas con la punta de los dedos—. Estoy segura de que nuestra coartada sigue intacta, pero vi a nuestra sombra apostado cerca de la puerta del baño, seguro para comprobar qué estábamos haciendo. Creo que cuando salgamos, podemos ir directamente al bar. En teoría, mañana nos van a contactar otra vez.
Le parecía que todo lo tenían bajo control, pero Yelena sabía por experiencia que eso era peligroso. No podían bajar la guardia y confiarse, quizás eso era justo lo que estaban esperando.
—Estoy segura que es un hombre de Petrov. Dudo que hayan encontrado nada en los perfiles que les dejamos, pero seguro que sospecha de dos jóvenes llenas de dinero que quieren apostar en este negocio. Así que nuestra coartada sigue siendo la mejor arma que tenemos.
Madripoor - 18.00hrs - Con Kate
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3. New City
Make me love you down
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Kate sentía la cabeza ligera como si hubiera tomado un trago de licor repentinamente, y el corazón le latía más rápido de lo habitual. Pero era una profesional y tenía que enfocarse en su misión. Como Yelena, por supuesto, que no parecía para nada afectada por el beso que acababa de darle.
Así que trató de concentrarse en lo que le decía y asintió. Al menos ella había confirmado que su sombra los vigilaba. Tenía que aprender eso, Cómo seguir pendiente de su alrededor incluso cuando había distractores tan fuertes como... un beso.
—Pues mientras esté nuestra cubierta segura, todo bien —comentó, asintiendo, muy segura de sí misma. —Supongo que volver al bar suena bien, ser cariñosas un rato, apostar un poco más y regresar al hotel. Suena a todo un plan.
Al otro día debían contactarlas y deberían conocer un poco más sobre el negocio de trata en Madripoor. Para eso estaban ahí. Kate no había podido dejar de pensar desde que llegaron a la ciudad en que, en algún lugar, había cientos de chicas siendo explotadas y preparadas para distribuir en diferentes lugares del mundo.
Para eso estaban allí, se recordó. Para salvar a esas chicas.
La idea le dio renovados ánimos y sonrió. No dejaría que un momento como aquel la alterara más de la cuenta.
—Tenemos mucho trabajo por delante, así que seguiré muy comprometida con nuestra coartada, te lo aseguro.
Le tendió una mano. Debían volver al salón como la parejita que se había retirado de él. Tan solo debía centrarse en la misión.
Madripoor - 18.00hrs - Con Yelena
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3. New City
Make me love you down
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Kate se veía tan decidida, que Yelena no contuvo el impulso de inclinarse hacia ella y rozar sus narices. Fue un gesto íntimo que iba acorde con su coartada. Si estaban prometidas, era lógico que no quisieran separarse una de la otra.
Yelena sabía que se había aprovechado de su posición, pero no le importó. La verdad era que no estaba exagerando cuando decía que Kate la tenía impresionada. Se estaba tomando esa misión muy en serio y además no había dudado en comportarse como cualquier chica enamorada lo haría.
—Vamos entonces al bar… —comentó Yelena, mientras entrelazaba su mano con la de Kate, dispuesta a conducirla por todo el casino. Aunque no quería llamar demasiado la atención, llevar de la mano a Kate no parecía exagerado. Se acomodó un poco el escote del vestido y luego le lanzó una sonrisa coqueta en dirección a Kate. A su querida prometida—. Mientras hablemos en clave, podremos terminar de ultimar algunos detalles.
Además, si iban al bar y empezaban a susurrarse cosas en modo cariñoso, nadie sospecharía. Como mucho pensarían que eran unas exageradas y melosas, pero sería un comportamiento completamente normal. Yelena estaba dispuesta a seguir apegada a esta cubierta que tanto le estaba gustando.
—Debo decir, querida Kate… —comentó, mientras ambas caminaban de nuevo alrededor del casino. Había allí tantas luces que Yelena se preguntó si no podría funcionar también como una discoteca. Tan sólo le faltaba la música estridente—. Que estoy de lo más impresionada contigo.
Cuando llegaron al bar, Yelena acomodó a Kate frente a la barra y llamó a un mesero para pedirles dos copas de martini, una para cada una.
Yelena sabía que se había aprovechado de su posición, pero no le importó. La verdad era que no estaba exagerando cuando decía que Kate la tenía impresionada. Se estaba tomando esa misión muy en serio y además no había dudado en comportarse como cualquier chica enamorada lo haría.
—Vamos entonces al bar… —comentó Yelena, mientras entrelazaba su mano con la de Kate, dispuesta a conducirla por todo el casino. Aunque no quería llamar demasiado la atención, llevar de la mano a Kate no parecía exagerado. Se acomodó un poco el escote del vestido y luego le lanzó una sonrisa coqueta en dirección a Kate. A su querida prometida—. Mientras hablemos en clave, podremos terminar de ultimar algunos detalles.
Además, si iban al bar y empezaban a susurrarse cosas en modo cariñoso, nadie sospecharía. Como mucho pensarían que eran unas exageradas y melosas, pero sería un comportamiento completamente normal. Yelena estaba dispuesta a seguir apegada a esta cubierta que tanto le estaba gustando.
—Debo decir, querida Kate… —comentó, mientras ambas caminaban de nuevo alrededor del casino. Había allí tantas luces que Yelena se preguntó si no podría funcionar también como una discoteca. Tan sólo le faltaba la música estridente—. Que estoy de lo más impresionada contigo.
Cuando llegaron al bar, Yelena acomodó a Kate frente a la barra y llamó a un mesero para pedirles dos copas de martini, una para cada una.
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