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Freyja
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Malos días
Que con suerte me conformo con haberte conocido
El arte se lleva en la sangre, y la lealtad se escribe con ella.
Dos clanes: los Monjes y los Portugueses. Dos familias enfrentadas desde hace tanto tiempo que ya hay más de habladuría que de realidad en los motivos que llevaron a la ruptura, a la guerra abierta. Pero lo que sí es sabido por todos es que la sangre ha corrido más de una vez por los enfrentamientos entre ellos. De ahí que cualquier Monje sea persona non-grata en casa de los Portugueses, así como los Portugueses no deberían poner un pie en el territorio de los Monjes.
Pero no sería la primera vez que estas leyes no escritas se rompen, al fin y al cabo por algo se afilaron las navajas en tiempos anteriores, aunque todos prefieran no precisar el porqué. El Zurdo pasa su vida cantando y tocando la guitarra con la izquierda, para deleite de todos los Monjes, en mitad de las calles que son su territorio. A pesar de su compromiso con el Navajita, a la Chispa le gusta salir, como buena polvorilla que es, trayendo a su padre de cabeza, quien asegura que ni a la puerta de la calle sale sola, aunque ya más de uno habla entre los Portugueses de que esto no es verdad. A un alma que ama tanto bailar como a la de Candela le atraen las buenas voces y los sonidos de guitarra... Y puede que estas le lleven, siguiendo su ritmo y su sonido, hacia el barrio equivocado.
¿Qué puede ocurrir si un Monje y una Portuguesa se encuentran? ¿Volverá a correr la sangre, o se hará por fin una tregua?
Dos clanes: los Monjes y los Portugueses. Dos familias enfrentadas desde hace tanto tiempo que ya hay más de habladuría que de realidad en los motivos que llevaron a la ruptura, a la guerra abierta. Pero lo que sí es sabido por todos es que la sangre ha corrido más de una vez por los enfrentamientos entre ellos. De ahí que cualquier Monje sea persona non-grata en casa de los Portugueses, así como los Portugueses no deberían poner un pie en el territorio de los Monjes.
Pero no sería la primera vez que estas leyes no escritas se rompen, al fin y al cabo por algo se afilaron las navajas en tiempos anteriores, aunque todos prefieran no precisar el porqué. El Zurdo pasa su vida cantando y tocando la guitarra con la izquierda, para deleite de todos los Monjes, en mitad de las calles que son su territorio. A pesar de su compromiso con el Navajita, a la Chispa le gusta salir, como buena polvorilla que es, trayendo a su padre de cabeza, quien asegura que ni a la puerta de la calle sale sola, aunque ya más de uno habla entre los Portugueses de que esto no es verdad. A un alma que ama tanto bailar como a la de Candela le atraen las buenas voces y los sonidos de guitarra... Y puede que estas le lleven, siguiendo su ritmo y su sonido, hacia el barrio equivocado.
¿Qué puede ocurrir si un Monje y una Portuguesa se encuentran? ¿Volverá a correr la sangre, o se hará por fin una tregua?
Amador Monje "El Zurdo"
21 años — Israel Fernández — Freyja
Candela Montoya "La Chispa"
17 años — Zaira Romero — Ivanka
ONE ON ONE — ORIGINAL — REALISTA
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<div id="vtm1"><div class="vtmtitu1">1. TITULO DEL CAPÍTULO</div><div class="vtmsubt1">SUBTITULO O LO QUE QUIERAS</div><div class="vtmtxt"><img src="IMAGEN CUADRADA AQUÍ"> TU POST AQUÍ</div><div class="vtmdatos1">¿QUIÉN? — ¿CUÁNDO? — ¿DÓNDE?</div>
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1. Días extraños
Sé que esto me hará más fuerte
Se quitó la bata que llevaba siempre en el salón de uñas, porque a su abuela no le gustaba el olor de la acetona y los esmaltes que traía pegado a la ropa cuando salía, y en su casa se hacía lo que decía la abuela, lo sabían todos. Pero a Candela le gustaba, lo pasaba bien con las uñas, y sobre todo, podía expresar, cuando las clientas le dejaban, esos dibujos que se le pasaban por la cabeza, esas formas, con mucho dorado y brillos, y se sentía… Completa.
Pero… Cuando salía de trabajar, volvía a sentirse solo… La Chispa. Y ser la Chispa estaba bien, llevaba siendo la chispita de su papa toda la vida, de sus abuelos… Y ahora era la Chispa del Navajita… Y también estaba bien. Pero a veces, también sentía que ella era algo más que esa chispita de toda su barriada. Que querría ser… Candela, una chica que imaginaba cosas, que observaba y se hacía preguntas… Que quería decidir aunque fuera solo una cosa en su vida, que realmente saliera de ella y no de lo que creía que pegaba más con ella.
"Tía, ¿dónde estás?" Mensaje de la Saray. Su mejor amiga andaba loca por buscarse un novio que la pidiera, porque desde que el Navajita le había dicho a la Chispa que la quería pedir, Saray se había empezado a rayar como una loca con que ella tenía dieciocho y ni novio tenía, así que llevaba semanas volviéndola loca con ir de un lado a otro por todo el territorio de los portugueses, paseándose delante de todos los grupos de niños que iban viendo. Y a Candela no le podía apetecer menos, pero era su mejor amiga… Y no quería que se quedara solterona, menudo drama "Saliendo del curro, pero tengo que ir a casa que mi mama ya esta mirando el reloj" "Tus papas están donde los Moyano, que ha tenido ya el niño la Vane y han ido a verla" Se quedaba sin excusa. Le tocaría ser buena amiga otra vez.
Pero, para variar, los niños de su barrio ni las miraban, las tenían muy vistas de hecho. Es más, pasaron por delante del Navajita, que ya le miró con su sonrisita. — Me tienes ardiendo, Chispita. — Ella le tiró un beso y dijo. — Pues no te me quemes hasta el pedido, Navajita. — Y todos se reían. La verdad es que hacían buena pareja, si ella nunca había negado eso, y casi que por eso mismo le había dicho que sí. Total, que la Saray no estaba recogiendo ganancias de sus rutas por tercera o cuarta semana, y, en aquel cansancio y pensamientos raros que venía trayendo, agarró a su amiga del brazo y dijo. — ¿Tú has pensado que vayamos a otro lado que no sea la barriada a buscar niños? — Su amiga la miró abriendo mucho los ojos. — ¿Donde los payos? ¿Tú quieres arruinarme? — Que no, niña… Vamos a Puerta del Carmen… Ahí hay gitanos por todas partes… — Saray apretó los labios. — Ahí están los Monjes… — Ella se encogió de hombros. — No solo hay Monjes, tonta, y seguro que no nos reconocen. Allí lo que hay es gitanos que no te han visto en tu vida y que te van a valorar mucho más. Vamos anda… — Y cómo de desesperada estaba su amiga, que dijo que sí.
Y dos horas después, ahí estaba, sentada en un murete, demostrando que había sido buena idea no, lo siguiente. La Saray estaba bailando como una loca, no paraba, rodeada de niños, tocándole las palmas y cantando, pasándoselo como en su vida. Y ella, aunque estuviera sola, sentada, estaba disfrutando por el mero hecho de estar en otro lugar, haciendo algo que no se esperaba de ella, y casi seguro, sin consecuencias, porque se aseguraría de estar en Las Platerías de vuelta a tiempo. Ya solo con eso, habría sido una buena idea. Pero había allí un chaval, un chaval con una guitarra, que parecía apartado de los demás. Era muy guapo, y miraba y acariciaba su guitarra como si fuera lo más preciado de su vida. Si hubiera sido ella otra persona... O si no hubiera estado en un territorio lleno de Monjes... Se habría acercado a él, le preguntaría si le gustaba cantar, porque a ella le gustaba mucho dar las palmas y bailar... Pero... Bueno, era la Chispa, y no debería estar haciendo esas cosas, ella solo había ido a acompañar a la Saray a buscarse novio... Ella ya estaba servida. Se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta yd envió la mirada... Pero entonces empezó a oír una voz... Una voz que le golpeó en el pecho según empezó a cantar.
Pero… Cuando salía de trabajar, volvía a sentirse solo… La Chispa. Y ser la Chispa estaba bien, llevaba siendo la chispita de su papa toda la vida, de sus abuelos… Y ahora era la Chispa del Navajita… Y también estaba bien. Pero a veces, también sentía que ella era algo más que esa chispita de toda su barriada. Que querría ser… Candela, una chica que imaginaba cosas, que observaba y se hacía preguntas… Que quería decidir aunque fuera solo una cosa en su vida, que realmente saliera de ella y no de lo que creía que pegaba más con ella.
"Tía, ¿dónde estás?" Mensaje de la Saray. Su mejor amiga andaba loca por buscarse un novio que la pidiera, porque desde que el Navajita le había dicho a la Chispa que la quería pedir, Saray se había empezado a rayar como una loca con que ella tenía dieciocho y ni novio tenía, así que llevaba semanas volviéndola loca con ir de un lado a otro por todo el territorio de los portugueses, paseándose delante de todos los grupos de niños que iban viendo. Y a Candela no le podía apetecer menos, pero era su mejor amiga… Y no quería que se quedara solterona, menudo drama "Saliendo del curro, pero tengo que ir a casa que mi mama ya esta mirando el reloj" "Tus papas están donde los Moyano, que ha tenido ya el niño la Vane y han ido a verla" Se quedaba sin excusa. Le tocaría ser buena amiga otra vez.
Pero, para variar, los niños de su barrio ni las miraban, las tenían muy vistas de hecho. Es más, pasaron por delante del Navajita, que ya le miró con su sonrisita. — Me tienes ardiendo, Chispita. — Ella le tiró un beso y dijo. — Pues no te me quemes hasta el pedido, Navajita. — Y todos se reían. La verdad es que hacían buena pareja, si ella nunca había negado eso, y casi que por eso mismo le había dicho que sí. Total, que la Saray no estaba recogiendo ganancias de sus rutas por tercera o cuarta semana, y, en aquel cansancio y pensamientos raros que venía trayendo, agarró a su amiga del brazo y dijo. — ¿Tú has pensado que vayamos a otro lado que no sea la barriada a buscar niños? — Su amiga la miró abriendo mucho los ojos. — ¿Donde los payos? ¿Tú quieres arruinarme? — Que no, niña… Vamos a Puerta del Carmen… Ahí hay gitanos por todas partes… — Saray apretó los labios. — Ahí están los Monjes… — Ella se encogió de hombros. — No solo hay Monjes, tonta, y seguro que no nos reconocen. Allí lo que hay es gitanos que no te han visto en tu vida y que te van a valorar mucho más. Vamos anda… — Y cómo de desesperada estaba su amiga, que dijo que sí.
Y dos horas después, ahí estaba, sentada en un murete, demostrando que había sido buena idea no, lo siguiente. La Saray estaba bailando como una loca, no paraba, rodeada de niños, tocándole las palmas y cantando, pasándoselo como en su vida. Y ella, aunque estuviera sola, sentada, estaba disfrutando por el mero hecho de estar en otro lugar, haciendo algo que no se esperaba de ella, y casi seguro, sin consecuencias, porque se aseguraría de estar en Las Platerías de vuelta a tiempo. Ya solo con eso, habría sido una buena idea. Pero había allí un chaval, un chaval con una guitarra, que parecía apartado de los demás. Era muy guapo, y miraba y acariciaba su guitarra como si fuera lo más preciado de su vida. Si hubiera sido ella otra persona... O si no hubiera estado en un territorio lleno de Monjes... Se habría acercado a él, le preguntaría si le gustaba cantar, porque a ella le gustaba mucho dar las palmas y bailar... Pero... Bueno, era la Chispa, y no debería estar haciendo esas cosas, ella solo había ido a acompañar a la Saray a buscarse novio... Ella ya estaba servida. Se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta yd envió la mirada... Pero entonces empezó a oír una voz... Una voz que le golpeó en el pecho según empezó a cantar.
La Chispa — Viernes noche — Puerta del Carmen
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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1. DÍAS EXTRAÑOS
Sé que esto me hará más fuerte
- ¡¡Niñoooo!! - Ya venía El Percha pegando gritos. Lo estaba viendo acercarse por la calle, alzando el brazo. - ¡Niñoo! ¿Qué haces ahí solo? - ¡Que solo ni que ná! Estoy aquí con mi guitarra, más bien acompañao. - Y más callao que una tumba. - ¡Anda, anda! ¡Cállate, Percha, que estás colgao! - Se persignó. - Tumba ni tumba, esas cosas ni las mentes. - Qué supersticioso ere, illo. ¡Anda, vente con el grupo, niño! Que estamos ahí más bien que to' las cosas. - Sí, si ya los había visto. Suspiró, agarró su guitarra y se acercó a los demás. En el grupito andaban riendo como siempre, algunos fumando y otros bebiendo.
- ¡Mira, mira a quien traigo! - ¡¡Hombre, Zurdo!! ¿Te vas a casar con la guitarra o qué? No la suelta el tío pa' ná. - Saludó el Zorro. Todos le corearon con risas, pero el Percha volvió a darle en el hombro. - Anda, cántate algo ¿no? ¿O qué? - Que va, illo, no me apetece. - Eso recibió un montón de abucheos. - Primo, no me ha dicho mi omare que te han visto con una paya. - A ti qué te va a decir eso tu omare. No inventes, Zorro, que yo no estoy con niña ninguna. - Pos tienes tú una mala cara que si no es por una niña, a ver por qué va a ser. - Insistió el Percha, pero el Zorro volvió a hablar. - ¿Tú que estás llamando a mi omá mentirosa o qué? - ¡Que no me veo yo con ninguna paya, hombre! A ver de dónde se ha enterao tu omare de eso. - Porque se lo ha dicho la Paca. - ¡Ya está la Paca! ¡Tú parece que no conoces a la Paca! - Yo te digo lo que me ha dicho mi omare. Y que tienes una cara de revenío que no puedes con ella. - Percha volvió a insistir. - ¡Venga ya, cántate algo, primo! Que aburrimiento, suprimo. - Que vale, que vale, ¡pero tocarme las palmas o algo! ¿No? ¿O qué? - Eso animó al grupo, que rápidamente empezó a palmear y a calentarle con olés. Caracol estaba sentado en la caja que siempre llevaba consigo, como Amador su guitarra, y rápidamente se puso a marcarle el ritmo.
Conforme empezó a cantar se incrementaron las palmas, los ritmos de la caja y los compases a base de patadas en el suelo, de gritos y de olés, que le hicieron sonreír y cantar más alto, más sentido, más metido en la música, rasgando más la guitarra.
Así pasaron un buen rato, metidos en esa canción, improvisando, riendo y palmeando. Así fue hasta que algunos se desviaron de la canción, perdiendo la atención y murmurando entre ellos hasta salirse del grupo y dirigirse a otra parte. Ah, habían venido unas niñas, pues ya estaba. A un gitano joven solo había una cosa que le motivaba más que la música: las gitanas. Rio para sí, rasgando la guitarra espontáneamente, como le pedía el corazón. Así fue hasta que se le acercó el Percha otra vez. - Míralas, tío, míralas. Si es que lo sabía. - ¿Qué dices ahora? - El Zorro, que se ha traído a unas Portuguesas. Vamos, primo. - Ah, no no no. Qué dices, primo. - Se levantó, guitarra en la mano. El otro le miró sorprendido. - ¡Payo! ¡No me seas cobarde, primo! - ¡Que no, que no! Que no quiero yo problemas, hombre, qué dices tú. - ¡Suprimo! ¡Eres más aburrío que un puchero sin sal! - Que no me junto yo con Portuguesas, que eso trae la ruina. - ¡Ya está el primo con la ruina! ¡Anda, vete, tusmuerto, con la guitarra! ¡Zurdo, me cago en tó tu estampa! - ¡Que me deje ya! - Y se fue, efectivamente, con su guitarra, a otra parte. No tenía él nada que hacer con nadie del clan de los Portugueses. Amador era un buen gitano, no quería problemas con nadie.
Ya se habían ido todos como moscones a por la gitana, si es que no tenían dos dedos de frente. Miró de reojo. Bien que le tocaban las palmas para que la niña bailaba. Sí que era un saborío, ahí estaba solo perdío, pero es que de verdad que no quería problemas. Que su madre se lo había advertido, a los Portugueses, ni mijita. Pero es que esos primos suyos eran medio tontos, se les iban los ojos detrás de la primera gitana que pasaba. Al final iban a tener problemas. Esa no era su noche, estaba claro, pero no tenía ganas de volverse a casa todavía. Se acompañaría de su música, que era su alma entera al fin y al cabo. Se concentró en sentirla, en acariciar las cuerdas de la guitarra con los ojos cerrados e ir improvisando. A ver qué se le habían perdido a las Portuguesas por ahí, que ese era territorio suyo. ¡Ay, Cristo! Esas sí que se iban a buscar la ruina, que eran niñas y estaban en su territorio. Qué peligro más grande. Con eso bullendo por la cabeza aunque intentara simplemente lanzar sus letras y su música, acabó cantando.
Estaba improvisando una letra que ni siquiera tenía compuesta, con lo que puramente salía de su alma. Y si el ritmo de su guitarra cambiaba, si eso era lo que sus dedos le pedían, él cambiaba con ella.
- ¡Mira, mira a quien traigo! - ¡¡Hombre, Zurdo!! ¿Te vas a casar con la guitarra o qué? No la suelta el tío pa' ná. - Saludó el Zorro. Todos le corearon con risas, pero el Percha volvió a darle en el hombro. - Anda, cántate algo ¿no? ¿O qué? - Que va, illo, no me apetece. - Eso recibió un montón de abucheos. - Primo, no me ha dicho mi omare que te han visto con una paya. - A ti qué te va a decir eso tu omare. No inventes, Zorro, que yo no estoy con niña ninguna. - Pos tienes tú una mala cara que si no es por una niña, a ver por qué va a ser. - Insistió el Percha, pero el Zorro volvió a hablar. - ¿Tú que estás llamando a mi omá mentirosa o qué? - ¡Que no me veo yo con ninguna paya, hombre! A ver de dónde se ha enterao tu omare de eso. - Porque se lo ha dicho la Paca. - ¡Ya está la Paca! ¡Tú parece que no conoces a la Paca! - Yo te digo lo que me ha dicho mi omare. Y que tienes una cara de revenío que no puedes con ella. - Percha volvió a insistir. - ¡Venga ya, cántate algo, primo! Que aburrimiento, suprimo. - Que vale, que vale, ¡pero tocarme las palmas o algo! ¿No? ¿O qué? - Eso animó al grupo, que rápidamente empezó a palmear y a calentarle con olés. Caracol estaba sentado en la caja que siempre llevaba consigo, como Amador su guitarra, y rápidamente se puso a marcarle el ritmo.
Que se escuchen los rumores
los chismes por las esquinas
que salgan los goleores
que salgan afuera a buscarme la ruina
los chismes por las esquinas
que salgan los goleores
que salgan afuera a buscarme la ruina
Conforme empezó a cantar se incrementaron las palmas, los ritmos de la caja y los compases a base de patadas en el suelo, de gritos y de olés, que le hicieron sonreír y cantar más alto, más sentido, más metido en la música, rasgando más la guitarra.
A mí me gusta que ladren
a mí me gusta que digan
sepan que las bocas anchas
yo las voy cerrando con palabras finas.
Lerelele lelele lelé.
a mí me gusta que digan
sepan que las bocas anchas
yo las voy cerrando con palabras finas.
Lerelele lelele lelé.
Así pasaron un buen rato, metidos en esa canción, improvisando, riendo y palmeando. Así fue hasta que algunos se desviaron de la canción, perdiendo la atención y murmurando entre ellos hasta salirse del grupo y dirigirse a otra parte. Ah, habían venido unas niñas, pues ya estaba. A un gitano joven solo había una cosa que le motivaba más que la música: las gitanas. Rio para sí, rasgando la guitarra espontáneamente, como le pedía el corazón. Así fue hasta que se le acercó el Percha otra vez. - Míralas, tío, míralas. Si es que lo sabía. - ¿Qué dices ahora? - El Zorro, que se ha traído a unas Portuguesas. Vamos, primo. - Ah, no no no. Qué dices, primo. - Se levantó, guitarra en la mano. El otro le miró sorprendido. - ¡Payo! ¡No me seas cobarde, primo! - ¡Que no, que no! Que no quiero yo problemas, hombre, qué dices tú. - ¡Suprimo! ¡Eres más aburrío que un puchero sin sal! - Que no me junto yo con Portuguesas, que eso trae la ruina. - ¡Ya está el primo con la ruina! ¡Anda, vete, tusmuerto, con la guitarra! ¡Zurdo, me cago en tó tu estampa! - ¡Que me deje ya! - Y se fue, efectivamente, con su guitarra, a otra parte. No tenía él nada que hacer con nadie del clan de los Portugueses. Amador era un buen gitano, no quería problemas con nadie.
Ya se habían ido todos como moscones a por la gitana, si es que no tenían dos dedos de frente. Miró de reojo. Bien que le tocaban las palmas para que la niña bailaba. Sí que era un saborío, ahí estaba solo perdío, pero es que de verdad que no quería problemas. Que su madre se lo había advertido, a los Portugueses, ni mijita. Pero es que esos primos suyos eran medio tontos, se les iban los ojos detrás de la primera gitana que pasaba. Al final iban a tener problemas. Esa no era su noche, estaba claro, pero no tenía ganas de volverse a casa todavía. Se acompañaría de su música, que era su alma entera al fin y al cabo. Se concentró en sentirla, en acariciar las cuerdas de la guitarra con los ojos cerrados e ir improvisando. A ver qué se le habían perdido a las Portuguesas por ahí, que ese era territorio suyo. ¡Ay, Cristo! Esas sí que se iban a buscar la ruina, que eran niñas y estaban en su territorio. Qué peligro más grande. Con eso bullendo por la cabeza aunque intentara simplemente lanzar sus letras y su música, acabó cantando.
Que no deba yo saber
que camino recorrer.
Ya no paso por tu puerta
pa' no echar más leña al fuego.
Que lástima de esa gitana
Qué lástima de esa gitana
Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara.
que camino recorrer.
Ya no paso por tu puerta
pa' no echar más leña al fuego.
Que lástima de esa gitana
Qué lástima de esa gitana
Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara.
Estaba improvisando una letra que ni siquiera tenía compuesta, con lo que puramente salía de su alma. Y si el ritmo de su guitarra cambiaba, si eso era lo que sus dedos le pedían, él cambiaba con ella.
Te voy a hacer un encargo,
Por si esta noche me muero,
Que a mí me amarren las manos,
Con las trenzas de tu pelo.
Por si esta noche me muero,
Que a mí me amarren las manos,
Con las trenzas de tu pelo.
El Zurdo — Viernes noche — Puerta del Carmen
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1. Días extraños
Sé que esto me hará más fuerte
Aquel niño tocaba tan bien que enseguida se le unieron otros, Monjes también, deducía, con el cajón y la guitarra, y de verdad que le estaba quemando el asiento de no salir y echarse a bailar con unas buenas palmas… Pero, si de verdad quería que aquella excursión quedara sin consecuencias, más le valía quedarse en su sitio… Pero es que ahora se puso a cantar… Y Candela tuvo que cerrar los ojos para disfrutar al completo de aquella letra. Porque al principio hablaba de los rumores y la ruina, el día a día de toda niña gitana, pero luego… a medida que se animaban más los otros, y él seguía haciendo llorar a la guitarra de aquella forma…
Y entonces, el niño debió darse cuenta de que la Saray y ella estaban allí, porque empezó a mirar de reojo. Ojalá y no se fuera a bailarle el agua a la Saray como todos… Aunque, bueno, a ella le daba igual, ¿no? Si ella solo estaba allí para controlar que a su amiga no se le fuera la chola con tanto gitano pendiente de ella. Aspiró el aire frío de la noche y metió las manos en los bolsillos, antes de comprobar otra vez el móvil para ver que sus papas no la habían llamado de repente o su hermano se había percatado de que no andaba por ningún lugar de Las Platerías.
Empezaba a aburrirse de estar allí, hasta que oyó, inconfundiblemente, aquella guitarra otra vez. Tuvo que contenerse mucho de no girarse inmediatamente y enfocar de forma directa a aquel niño. Ahora la letra era más… No sabría cómo describirlo pero… Que llegaba más a su corazón. “Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara” y un escalofrío recorrió toda su espalda. Y entonces aquella imagen, aquellas manos amarradas con sus trenzas… — ¡Niña! ¿Qué te pasa ahora? — La Saray la hizo rebotar del susto que le había metido. — ¡Niña, illa, qué susto! ¿Tú no estabas bailando? Qué malaje tiene la jodía… — Pero su amiga se reía, apoyándose a su lado. — Tú, que habías perdido el sentío, Chispa. — Eso ha sio el Zurdo. — Dijo un gitano con cara de muy pillo que se puso al lado de Saray. — Toca bien, ¿eh? Ese niño es de lo más mejorcito que tenemos en Puerta del Carmen, nos va a sacá a tos de pobres con los discos de oro, ¿es o no, Caracol? — Ella alzó las cejas y se encogió de hombros, sin sacar las manos de los bolsillos. El mencionado Caracol se acercó también y la miró directamente. — ¿No baila tu amiga, niña? ¿Pa que ha venío entonces? — Saray se rio y se apoyó un poco en el otro. — Ha venío pa ver que los Monjes no me hacen nah. — El otro la rodeó un poco con los brazos. — Oy, sí. No vea to lo que te están haciendo los Monjes malvados, eh… — Y su amiga se reía. — Igual si le toca el Zurdo sí que baila… — El Caracol ese la había calado pero bien, pero ella seguía en su papel de no decir más de la cuenta. — Te ha gustao lo que estaba improvisando, ¿eh? — Miró al dicho Zurdo y le hizo un gesto con la barbilla. — En qué estaría pensando pa cantar esa letra… — Eso se estaba preguntando ella precisamente cuando la estaba escuchando, pero… no podía acercarse a ese niño sin más, ¿no? Pero la Saray se iba a volver a bailar al lado de la candela en breves y ella iba a volver a quedarse… Sola… Cerca del tal Zurdo, y solo sabía que quería que tocara más, que siguiera cantando esas cosas que parecía que viajaban de corazón a corazón. — ¡Zurdo! Aquí tienes una fan, eh, yo no digo ná, primo... — Maldito Caracol, no podría haberse quedado roneando a la Saray.
Y entonces, el niño debió darse cuenta de que la Saray y ella estaban allí, porque empezó a mirar de reojo. Ojalá y no se fuera a bailarle el agua a la Saray como todos… Aunque, bueno, a ella le daba igual, ¿no? Si ella solo estaba allí para controlar que a su amiga no se le fuera la chola con tanto gitano pendiente de ella. Aspiró el aire frío de la noche y metió las manos en los bolsillos, antes de comprobar otra vez el móvil para ver que sus papas no la habían llamado de repente o su hermano se había percatado de que no andaba por ningún lugar de Las Platerías.
Empezaba a aburrirse de estar allí, hasta que oyó, inconfundiblemente, aquella guitarra otra vez. Tuvo que contenerse mucho de no girarse inmediatamente y enfocar de forma directa a aquel niño. Ahora la letra era más… No sabría cómo describirlo pero… Que llegaba más a su corazón. “Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara” y un escalofrío recorrió toda su espalda. Y entonces aquella imagen, aquellas manos amarradas con sus trenzas… — ¡Niña! ¿Qué te pasa ahora? — La Saray la hizo rebotar del susto que le había metido. — ¡Niña, illa, qué susto! ¿Tú no estabas bailando? Qué malaje tiene la jodía… — Pero su amiga se reía, apoyándose a su lado. — Tú, que habías perdido el sentío, Chispa. — Eso ha sio el Zurdo. — Dijo un gitano con cara de muy pillo que se puso al lado de Saray. — Toca bien, ¿eh? Ese niño es de lo más mejorcito que tenemos en Puerta del Carmen, nos va a sacá a tos de pobres con los discos de oro, ¿es o no, Caracol? — Ella alzó las cejas y se encogió de hombros, sin sacar las manos de los bolsillos. El mencionado Caracol se acercó también y la miró directamente. — ¿No baila tu amiga, niña? ¿Pa que ha venío entonces? — Saray se rio y se apoyó un poco en el otro. — Ha venío pa ver que los Monjes no me hacen nah. — El otro la rodeó un poco con los brazos. — Oy, sí. No vea to lo que te están haciendo los Monjes malvados, eh… — Y su amiga se reía. — Igual si le toca el Zurdo sí que baila… — El Caracol ese la había calado pero bien, pero ella seguía en su papel de no decir más de la cuenta. — Te ha gustao lo que estaba improvisando, ¿eh? — Miró al dicho Zurdo y le hizo un gesto con la barbilla. — En qué estaría pensando pa cantar esa letra… — Eso se estaba preguntando ella precisamente cuando la estaba escuchando, pero… no podía acercarse a ese niño sin más, ¿no? Pero la Saray se iba a volver a bailar al lado de la candela en breves y ella iba a volver a quedarse… Sola… Cerca del tal Zurdo, y solo sabía que quería que tocara más, que siguiera cantando esas cosas que parecía que viajaban de corazón a corazón. — ¡Zurdo! Aquí tienes una fan, eh, yo no digo ná, primo... — Maldito Caracol, no podría haberse quedado roneando a la Saray.
La Chispa — Viernes noche — Puerta del Carmen
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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1. DÍAS EXTRAÑOS
Sé que esto me hará más fuerte
Siguió acariciando la guitarra, sin muchas pretensiones, apenas repitiendo sus letras y algún lerele. Cuando tocaba, se iba del mundo, viajaba a otra parte en la que solo estaban su música y él. Su música, él, y alguna fantasía no muy bien conformada, en la que tenía a una gitana a la que dedicarle esas letras de verdad. Porque en realidad... no iban para nadie. Él cantaba lo que sentía aunque no es como que sintiera eso por nadie, simplemente le salía así. Pero sería bonito que tuviera un nombre y apellido la inspiración de sus letras... Creía él, vaya.
Por lo pronto, el apellido portugués no podía ser, porque la iba a liar bien grande como así fuera. Pocas cosas que tuviera él más claras que el que con una portuguesa no se pensaba enredar, que se veía escapándose y los siete males le entraban por el cuerpo, vamos. No no, él era gitano bueno, trabajador y de su familia. Ya le llegaría alguna niña buena y se casaría y tendría su vida tranquilita y punto. Pero es que de verdad, sus primos eran medio tontos, y las niñas pasaban de él... O él de las niñas, eso decían sus primos, que solo sabía estar con la guitarra. Pos ná. Pos me casaré con la guitarra, pensó, enfurruñado, para sí mismo. Mientras seguía tocando.
Y un grito le sacó tanto de su trance que casi se le salta una cuerda del bote que pegó. - ¡NIÑO! ¡Qué malahe tiene! - Contestó de inmediato, pero luego recabó en las palabras que había dicho. ¿Fan? ¿Qué decía ahora el tonto ese? - Fan dice, el tío. Fans pa' Los "Bitel" esos como se llamen... - Pero puso la mirada donde el otro señalaba y, efectivamente, había una niña que le miraba directamente. No la conocía, aunque tampoco es como que se conociera a todas las niñas del barrio. Como fuera una portuguesa de esas... ya se la iban a liar, es que al final cogía la guitarra y se iba a su casa, lo estaba viendo.
Bajó la cabeza y siguió tocando, pero ya tuvo que aparecer el Caracol por ahí a zarandear. - ¡Niño! - El Zurdo chistó, pero el otro siguió. - Venga, suprimo, no seas malahe. Que está ahí la niña mirando. - Que no quiero saber yo ná de las portuguesas, te he dicho. - Que no, que no, que esta es de aquí, de la Puerta del Carmen. - Le miró con sospecha. Lo dicho, él no se conocía a todas las niñas del barrio... pero no le sonaba de nada, y la otra era portuguesa y seguro que había venido por la otra. - ¡Que me dejes tranquilo! - Se zafó, y de nuevo guitarra en mano se movió a otra parte para poder tocar solo, bajo las burlas y dardos del otro, pero mira, es que le daba igual. Ahora tenía curiosidad con la niña esa... pero vamos, que él no pensaba acercarse a una niña sola ni muerto, y encima portuguesa. Para meterse en un lío, vaya, una ruina.
Se sentó en un escalón apartado de todos los demás, pero un poco más cerca de donde estaba la niña, y empezó a rasgar la guitarra. De nuevo tocó los versos de antes. Qué lástima de esa gitana... Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara. Miró de soslayo hacia arriba. Sí que le estaba mirando. Era la primera vez que una niña, en vez de irse al roneo de sus primos, se le quedaba mirando tocar. Puso una sonrisa de lado y volvió a la guitarra... Pero cuando apenas llevaba unos segundos rasgándola de nuevo, dijo. - Te puedes acercar ¿eh? Que no muerdo ni ná. - Pero sin mirarla. Lo dicho, él no iba a ir, eso era ruina segura. Pero si la otra se le acercaba...
Por lo pronto, el apellido portugués no podía ser, porque la iba a liar bien grande como así fuera. Pocas cosas que tuviera él más claras que el que con una portuguesa no se pensaba enredar, que se veía escapándose y los siete males le entraban por el cuerpo, vamos. No no, él era gitano bueno, trabajador y de su familia. Ya le llegaría alguna niña buena y se casaría y tendría su vida tranquilita y punto. Pero es que de verdad, sus primos eran medio tontos, y las niñas pasaban de él... O él de las niñas, eso decían sus primos, que solo sabía estar con la guitarra. Pos ná. Pos me casaré con la guitarra, pensó, enfurruñado, para sí mismo. Mientras seguía tocando.
Y un grito le sacó tanto de su trance que casi se le salta una cuerda del bote que pegó. - ¡NIÑO! ¡Qué malahe tiene! - Contestó de inmediato, pero luego recabó en las palabras que había dicho. ¿Fan? ¿Qué decía ahora el tonto ese? - Fan dice, el tío. Fans pa' Los "Bitel" esos como se llamen... - Pero puso la mirada donde el otro señalaba y, efectivamente, había una niña que le miraba directamente. No la conocía, aunque tampoco es como que se conociera a todas las niñas del barrio. Como fuera una portuguesa de esas... ya se la iban a liar, es que al final cogía la guitarra y se iba a su casa, lo estaba viendo.
Bajó la cabeza y siguió tocando, pero ya tuvo que aparecer el Caracol por ahí a zarandear. - ¡Niño! - El Zurdo chistó, pero el otro siguió. - Venga, suprimo, no seas malahe. Que está ahí la niña mirando. - Que no quiero saber yo ná de las portuguesas, te he dicho. - Que no, que no, que esta es de aquí, de la Puerta del Carmen. - Le miró con sospecha. Lo dicho, él no se conocía a todas las niñas del barrio... pero no le sonaba de nada, y la otra era portuguesa y seguro que había venido por la otra. - ¡Que me dejes tranquilo! - Se zafó, y de nuevo guitarra en mano se movió a otra parte para poder tocar solo, bajo las burlas y dardos del otro, pero mira, es que le daba igual. Ahora tenía curiosidad con la niña esa... pero vamos, que él no pensaba acercarse a una niña sola ni muerto, y encima portuguesa. Para meterse en un lío, vaya, una ruina.
Se sentó en un escalón apartado de todos los demás, pero un poco más cerca de donde estaba la niña, y empezó a rasgar la guitarra. De nuevo tocó los versos de antes. Qué lástima de esa gitana... Tan mala de corazón, ay, tan bonita de cara. Miró de soslayo hacia arriba. Sí que le estaba mirando. Era la primera vez que una niña, en vez de irse al roneo de sus primos, se le quedaba mirando tocar. Puso una sonrisa de lado y volvió a la guitarra... Pero cuando apenas llevaba unos segundos rasgándola de nuevo, dijo. - Te puedes acercar ¿eh? Que no muerdo ni ná. - Pero sin mirarla. Lo dicho, él no iba a ir, eso era ruina segura. Pero si la otra se le acercaba...
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1. Días extraños
Sé que esto me hará más fuerte
Ojú, el Caracol no paraba de liarla, menuo, como pa ser discreta a su lao. Po sí que te va a ir bien, Saray, hija, este lo va a canta to al segundo día, pensó, resentida. A ver si se callaba un ratito, si ella solo quería escuchar al chiquillo tocar un poquito más… Y luego se iban a casa, cuanto antes además. Pero ahora le estaban mirando… Bueno, pues ella miraría pal frente, como buena gitana que no le importa lo que dos niños de otro clan tengan que decir de ella.
Pero terminada la conversación entre los dos, el Zurdo se levantó y se puso un poco más cerca de ella, y otra vez tocó esa música y esa letra… Tan bonita de cara… Como si no pudiera parar de oírlo. ¿Dónde estarían Saray y el Caracol? Es que no podía dejar de escucharle…
Y entonces paró y le habló. Chispa levantó la cabeza y le miró, quedándose callada un momento. Se envaró un poco y se hizo la que no le importa. — No, desde aquí se te oye bien… — Hubo unos segundos de silencio y se maldijo a sí misma. ¿Por qué tenía esa necesidad de…? — ¿De quién es ese cante? Me gusta. Mucho. —
Pero terminada la conversación entre los dos, el Zurdo se levantó y se puso un poco más cerca de ella, y otra vez tocó esa música y esa letra… Tan bonita de cara… Como si no pudiera parar de oírlo. ¿Dónde estarían Saray y el Caracol? Es que no podía dejar de escucharle…
Y entonces paró y le habló. Chispa levantó la cabeza y le miró, quedándose callada un momento. Se envaró un poco y se hizo la que no le importa. — No, desde aquí se te oye bien… — Hubo unos segundos de silencio y se maldijo a sí misma. ¿Por qué tenía esa necesidad de…? — ¿De quién es ese cante? Me gusta. Mucho. —
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1. DÍAS EXTRAÑOS
Sé que esto me hará más fuerte
Ah, pos sí que estaba pendiente de él. Como que le había contestao y to. Y oye, le gustó la respuesta, porque con eso de que se le oía bien desde allí, se rio por lo bajo. - Yo que me alegro, ea. - Dijo, mirando a la guitarra y rasgándola levemente, por lo que probablemente no le escuchase. Y le había hecho gracia, bastante. Vamos, que se seguía riendo.
Pero no solo le había dicho eso. Le preguntaba de quien era el cante. Sin retirar la mirada de la guitarra ni dejar de tocarla (que en verdá no estaba ya tocando na, solo estaba haciendo plin plin), dijo un poco más alto, vaya que el cante se le oyera pero el hablar no. - ¿Te gusta? - Esa no era la respuesta chulita que hubiera dado un primo suyo (o quizás sí, pero vamos, que no era su intención), es que le hacía ilusión que le gustara. No por na, a ver qué tenía él que ver con una portuguesa, sino porque estaban to el día "Zurdo esto, Zurdo lo otro con la guitarra", hombre, pues estaría bien que a alguien le gustara. - Pos mío es. De quién va a se. - Contestó, aún sin mirar y con una sonrisilla, más tímido que otra cosa.
- Bueno lo de las trenzas y eso es del Camarón, pero vaya, eso ya lo sabrás tú. - Rasgó un poco más la guitarra. - Lo demás es mío. Vamos, que he cogío la frase esa y ya está. Así que na... Si tú quieres, yo sigo cantando e inventándome cosas. Te veo mu interesá. -
Pero no solo le había dicho eso. Le preguntaba de quien era el cante. Sin retirar la mirada de la guitarra ni dejar de tocarla (que en verdá no estaba ya tocando na, solo estaba haciendo plin plin), dijo un poco más alto, vaya que el cante se le oyera pero el hablar no. - ¿Te gusta? - Esa no era la respuesta chulita que hubiera dado un primo suyo (o quizás sí, pero vamos, que no era su intención), es que le hacía ilusión que le gustara. No por na, a ver qué tenía él que ver con una portuguesa, sino porque estaban to el día "Zurdo esto, Zurdo lo otro con la guitarra", hombre, pues estaría bien que a alguien le gustara. - Pos mío es. De quién va a se. - Contestó, aún sin mirar y con una sonrisilla, más tímido que otra cosa.
- Bueno lo de las trenzas y eso es del Camarón, pero vaya, eso ya lo sabrás tú. - Rasgó un poco más la guitarra. - Lo demás es mío. Vamos, que he cogío la frase esa y ya está. Así que na... Si tú quieres, yo sigo cantando e inventándome cosas. Te veo mu interesá. -
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1. Días extraños
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Tuvo que sacar una sonrisa, porque er Zurdo tenía una risa bonita. Pero ninguna gracia con lo de que tocara más bajito. Ahora no le oía. Bueno pues na, se acabó el cante por lo visto. Pero le hizo una pregunta, y el instinto la traicionó y se giró a mirarle. — Sí. Es mu sentío y bonito. Debe estar mu enamorao el que lo ha escrito. — Y casi un segundo después, se arrepintió de haberlo dicho, porque resulta que era suyo. Si e que te ties que callar, que hablas mucho Candela Montoya, siempre ta iguá, ya se lo decía su mare.
Cuando dijo lo de las trenzas, si que recordó, efectivamente, que había oído esa frase antes, así que asintió. — Ah, claro… Camarón estaba enamorao también. — Dijo con una risilla, intentando llevárselo a su terreno. Vaya si la tenía pillá, buena la había hecho. — Me gusta más oír cantes bonitos que bailar. No como a tu amigo Caracol, por lo visto. — Se acercó un poco, no demasiado. — Pero vamos, que si cantas así de enamorao igual tiene tú una gitana que te quiera escuchá más de cerca... Que no quiero yo enfardarme con ninguna niña aquí. — Lo que le faltaba. Un escándalo y encima en Puerta del Carmen. Eso era guerra segura.
Cuando dijo lo de las trenzas, si que recordó, efectivamente, que había oído esa frase antes, así que asintió. — Ah, claro… Camarón estaba enamorao también. — Dijo con una risilla, intentando llevárselo a su terreno. Vaya si la tenía pillá, buena la había hecho. — Me gusta más oír cantes bonitos que bailar. No como a tu amigo Caracol, por lo visto. — Se acercó un poco, no demasiado. — Pero vamos, que si cantas así de enamorao igual tiene tú una gitana que te quiera escuchá más de cerca... Que no quiero yo enfardarme con ninguna niña aquí. — Lo que le faltaba. Un escándalo y encima en Puerta del Carmen. Eso era guerra segura.
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1. DÍAS EXTRAÑOS
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Se le escapó una risilla entre tímida e infantil, encogiéndose de hombros y sin dejar de tocar la guitarra. - Po yo enamorao... no que yo sepa, vamo. - Hablaba tan bajito que la niña no le debía estar ni escuchando desde su sitio, pero es que a ve si se iba a buscá una ruina al finá. Si es que por eso no se quería el juntá con las portuguesas, que ya lo decía su mama, que no eran de fiá. Aunque la chavala se veía simpática. Al menos le gustaba su cante, que ya era más que lo que le decían los siesos de sus primo.
- Digo. - Afirmó a lo de que er Camarón estaba enamorao, pero eso sí, la cabeza no la levantaba. Soltó una pedorreta. - ¿Ese? Ese no baila ni ná. La ropa tendía de mi mare en el cordé baila mejó que ese. - Se burló, y ya se estaba tomando muchas confianzas, que lo sabía él, aunque solo tuviera ojos pa la guitarra. Porque miedo le daba mirar a la niña y que le pareciera guapa encima. Vamos, ruina sería.
- Qué va, qué va... - Dijo bajando más el tono, debía de está colorao y to por debajo de la barba y los pelos. Rasgó un poco más la guitarra. - Niña ninguna... Si na más que estoy aquí tocando, ninguna se me acerca. - Rasgó otra vez. - Bueno, tú... Que te gusta mucho el cante. - Lanzó de excusita, porque eso había dicho ella, que estaba ahí porque le gustaba el cante. Se mojó los labios. - Mira, pa que veas que no canto cosas de enamorao namás. - Sí, mejor cantaba, porque hablar se le estaba dando regular na más y no paraba de ponerse más y más nervioso. Tocó primero unas notas, concentrándose, sintiendo la música que le invadía. Se concentró, tragó saliva y comenzó de nuevo:
Tras el quejío final, fue atenuando el sonido de la música. No había levantado la vista en ningún momento y así seguía. - Bueno un poco de enamorao en verdá sí e. - Soltó una risita. - Pero esa me la enseñó uno de Graná. Me dijo que me pegaba. - Sacó un poco el labio inferior. - No sé yo de qué me pegaba ni ná si yo no cogío una pistola en mi vida. - Por fin, se animó a levantar la mirada, aunque solo los ojos, con prudencia. - ¿Tú cómo te llama? -
- Digo. - Afirmó a lo de que er Camarón estaba enamorao, pero eso sí, la cabeza no la levantaba. Soltó una pedorreta. - ¿Ese? Ese no baila ni ná. La ropa tendía de mi mare en el cordé baila mejó que ese. - Se burló, y ya se estaba tomando muchas confianzas, que lo sabía él, aunque solo tuviera ojos pa la guitarra. Porque miedo le daba mirar a la niña y que le pareciera guapa encima. Vamos, ruina sería.
- Qué va, qué va... - Dijo bajando más el tono, debía de está colorao y to por debajo de la barba y los pelos. Rasgó un poco más la guitarra. - Niña ninguna... Si na más que estoy aquí tocando, ninguna se me acerca. - Rasgó otra vez. - Bueno, tú... Que te gusta mucho el cante. - Lanzó de excusita, porque eso había dicho ella, que estaba ahí porque le gustaba el cante. Se mojó los labios. - Mira, pa que veas que no canto cosas de enamorao namás. - Sí, mejor cantaba, porque hablar se le estaba dando regular na más y no paraba de ponerse más y más nervioso. Tocó primero unas notas, concentrándose, sintiendo la música que le invadía. Se concentró, tragó saliva y comenzó de nuevo:
Abanicos y soplaores
pistolas de gran calibre.
La vida me quitaría
por sacarte los colores.
La reina de las fatigas
la princesa de los dolores,
flores pa que te bendigan
pañuelos pa que me lloren.
pistolas de gran calibre.
La vida me quitaría
por sacarte los colores.
La reina de las fatigas
la princesa de los dolores,
flores pa que te bendigan
pañuelos pa que me lloren.
Tras el quejío final, fue atenuando el sonido de la música. No había levantado la vista en ningún momento y así seguía. - Bueno un poco de enamorao en verdá sí e. - Soltó una risita. - Pero esa me la enseñó uno de Graná. Me dijo que me pegaba. - Sacó un poco el labio inferior. - No sé yo de qué me pegaba ni ná si yo no cogío una pistola en mi vida. - Por fin, se animó a levantar la mirada, aunque solo los ojos, con prudencia. - ¿Tú cómo te llama? -
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