Dio unos toques de varita a la mesa para que todo se alineara. Las patatas asadas, las patatas con queso y beicon, que le gustaban a su Fergus, las ensaladas de diversos tipos, el pan… Ah sí, estaba todo. Volvió para dentro a comprobar que todas las bebidas estaban en el frigorífico y sonrió, mirando por la ventana, esperando ver a cualquiera de sus niños aparecer por ahí. Pero aguantó dos segundos quieta mirando. — ¡FRANKIE! — Gritó desde donde estaba. — ¡ESPERO QUE HAYAS ENCENDIDO YA LA BARBACOA Y LA CARNE ESTÉ LISTA! — Abrió la nevera y sí, ahí estaba toda la carne, y las cosas vegetarianas… Había que ver las cosas que hacían los jóvenes, ella cansada de comer acelgas, zanahorias y patatas durante la guerra y ahora ellos lo hacían voluntariamente… En fin, pero ella se lo ponía, no tenía problema, ella le daba a todos sus niños lo que quería. Escudriñó el cielo y sonrió. Cuarenta años en América y nunca se acostumbraría a no otear el cielo buscando signos de tormenta o de una próxima buena ducha de agua. Era de lo mejor que tenía Nueva York, que ya en junio hacía buen tiempo, y ella podía empezar a organizar barbacoas y fiestas para celebrar que sus niños estaban de vuelta.

— ¡FRANCIS LACEY SI NO BAJAS Y ENCIENDES LA BARBACOA AHORA MI…! — Pero justo aparecieron Jason y Betty con Frankie junior. — ¡AAAAY MI NIÑO! ¡MI JUNIOR! — Y salió corriendo a achuchar a su nieto mayor, acariciándole las mejillas. — ¡Mírale! Si es que se la ha puesto cara de vendedor. ¡Frankie! ¡Ven a ver a Junior, que está bien guapo! — Oteó las espaldas de los padres y frunció el ceño. — ¿Y mis niños chicos? ¿No habéis ido a por ellos a Ilvermony? —

Ay, esta mujer, ni ir al baño le dejaba. Había subido a la planta de arriba porque sabía que, si se quedaba en la de abajo, era capaz de abrirle la puerta con la emoción que traía. Suspiró y contestó a su llamada mientras arrastraba los pies por el pasillo. — Yaaa, yaaaa. Está lista, está en la nevera. — Pero lo cierto es que lo había dicho en un tono en el que se enteraba él y, como mucho, la persona que estuviera al lado, que en su caso no era nadie. Shannon siempre les decía que se reforzaban mutuamente las discusiones absurdas: su mujer a él por no dejarle ni tiempo de reacción entre tanta llamada, y él a ella por contestar para sus adentros, favoreciendo que se pusiera más y más nerviosa y siguiera preguntando. Pero él solo quería estar tranquilito y organizar una reunión sin tanto aspaviento... Ah, a quién quería engañar. En el fondo le encantaba, solo estaba hecho un gruñón, como le decía su Shannon.

Bajó y justo estaba descendiendo los peldaños hacia la mitad cuando su mujer fue a enarbolar una amenaza que no llegó a finalizar, porque ya apareció su Jason por ahí, con su Frankie Jr. y su Betty. Su nuera era un ángel caído del cielo, porque para lidiar con su hijo toooooodos los días... Míralo, ahí llegaba gritando, otro como la madre. Siguió arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos pero una sonrisa de abuelo y padre orgulloso, acercándose a ellos. — Bien guapo, sí. Igual de bien guapo que la última vez que le vimos. — Rio un poco y le revolvió el pelo a su nieto. — Hola, muchacho. Hola, hijo. — Saludó también a su primogénito. Luego se giró hacia Betty, se acercó a ella para darle un afectuoso beso de saludo en la mejilla y, al acercarse, le susurró cómico. — Si necesitas que te rescate, di "socorro". —

Estaba manteniendo la sonrisa, pero no paraba de mirar a los lados para ver si llegaban sus niños. Estaba muy a favor de darle manga ancha a sus hijos para explorar y probarse, crecer, darles su espacio, y Sophia conocía la casa de sus abuelos mejor que la suya casi, pero… Ah, seguía habiendo algo en su cerebro que presentaba todos los escenarios posibles: ¿y si no tenía suficiente fuerza para aparecer a los dos? ¿Y si su Fergus, Dios le bendiga, se ponía en MODO FERGUS? ¿Y si en Ilvermony pensaban que eran unos padres negligentes? Suspiró mirando al frente y sintió la mirada de su marido sobre ella. — Ni una palabra. No he dicho nada. — Pero vamos, que Jason le veía en la cara la preocupación, que no eran nuevos ninguno. Su hijo se giró y puso una sonrisa de medio lado. — ¿De qué te ríes tú, truhán? — Salvado por la campana. Más bien por la sirena estruendosa que podía ser Maeve saliendo al encuentro de sus nietos.

Le dio la risa al oír todo lo que tenía que decir de Frankie jr y rodó los ojos. — Uy sí, él es lo más guapo que hay en toda la tienda de escobas, por eso vende tanto, se las lleva de calle. — Ya había empezado a tragarse la píldora de que su hijo se hubiera hecho vendedor. Al menos no le había dado por meterse a la obra como su padre y su abuelo, y ella esperaba que quizá, después de un tiempecito asentando esa cabeza loca (¿de quién la habría heredado?) se planteara hacer algo… más.

Se acercó a Maeve y le dio un beso y una sonrisa tranquilizadora. — Vienen solos, Maeve, tu nieta ya puede aparecerse y se puso muy pesadita en querer aparecerse y traer al hermano. Yo creo que no lo pensó muy bien, porque no la va a dejar tranquila. Pero bueno, como en casa no puede aparecerse… — Sonrió a su suegro y le rodeó con un brazo cuando le dio un beso, sonriéndole y susurró de vuelta. — No, hombre, ¿si no quién le iba a curar a tu hija el dolor de cabeza cuando toda su caterva esté gritando y corriendo y los míos no hagan más que empeorarlo? — Y hablando de Shannon, ahí apareció, con Dan y la mencionada caterva que, por supuesto, corrieron en su dirección. — ¡Dios santo! ¡Una estampida! ¡Llamen a los magizoólogos! ¡Un montón de erumpents me arrollan! — Dijo exagerando un poco y cogiendo a Saoirse en brazos y agitándola. Cuando la dejó en el suelo entre risas, miró a su cuñada y esperó que, como su buena amiga que era, entendiera que le estaba preguntando silenciosamente si había visto a Sophia en la salida Ilvermony cuando iban a por Maeve e iba todo bien. Con un asentimiento le valdría.

Ya estaba su Betty agobiada. Luego tenía él fama de papá pato, pero aquí la señora gallina preocupada por sus polluelos no dejaba de mirar para los lados. Se encogió exageradamente de hombros con su permanente sonrisilla burlona en la cara. — Yo tampoco. — Respondió a eso de que no le había dicho nada. Hizo un gesto con la mano. — Relááááááájate, mujer. — Dijo con una voz muy aguda. — Si nuestra Sophi es listísima, más que tú y yo juntos, y Fergui lo es lo suficiente como para saber que es mejor no molestar a su hermana. — Soltó una carcajada única y añadió. — Con ella se porta. — Y hasta él sabía que ese comentario no tenía base alguna, pero su positivismo quería creer que sí.

— MAMIIIII. — Bramó en gaélico (o en lo que él creía que era gaélico), abrazando a la mujer cuando llegó hasta ella. Aunque claro, su madre ya no tenía ojos ni para él ni para su hermana estando los retoños delante, y Frankie Jr. se llevó todas las atenciones. Aunque Jason no era nada celoso, al revés. Hablando de sus hijos, se venía aún más arriba. — ¡Claro que sí! — Bramó, dándole una fuerte palmada a su hijo que le movió como una patada a un arbolillo de tronco fino. — ¡El mejor vendedor de escobas de todo Nueva York! ¡Cuenta, hijo, cuenta! — Azuzó, mirándole y casi ni dejándole abrir la boca mientras seguía diciendo. — ¡Venga, hijo, cuéntaselo al abuelo! ¡Cuenta el pedido que te hicieron el otro día! ¡A él expresamente le iban buscando! ¡Cuenta, hijo, cuenta, eh, eh, cuenta! — Se excedía en el orgullo, mucho "cuenta cuenta" pero no dejaba ni hablar.

Pero ya llegaron su hermana y su cuñado con las niñas y Jason abrió mucho los brazos, los ojos y la boca, automáticamente convertido en el tío oso de la familia. — ¡Pero cuántas niñaaaaaas! — Agarró sin miramiento alguno a Ada, que era la que quedaba libre, y empezó a darle vueltas en el aire mientras emitía ruidos extraños. — Esta niña vuelaaaaaa esta niña esta volandooooo sin necesitar escobas de su primooooo que las vende superbieeeeeen. — Tonteó, y tras dejar a la niña en el suelo, se fue hacia su cuñado y le dio otra fuerte palmada en el hombro. — ¡Daaaaaan! — Pero no era ese su objetivo, sino el bebé que se enganchaba a su padre y le miraba con ojos de no saber si le hacía gracia o le daba miedo. — Peeeeero quién es este machote fuertote irlandés tan guapo y tan fuerte de su tío que me lo voy a comer entero empezando por el pie OMNOMNOMNOM. — Tenía que aprovechar ahora que no estaban sus hijos adolescentes delante para hacer juntas todas las tonterías.    

Nada. Si es que daba igual que les dijera a las niñas antes de salir de casa “tranquilitas por favor que vamos a ser mucha gente”. No solo no le hacían caso, sino que encima estaban sobre excitadas por ver a su hermana mayor, a sus abuelos, a sus primos y a todo. Por eso le había colocado al niño a Dan, para intentar poner ella orden en el gallinero. No había funcionado, básicamente porque su madre y su hermano solo las estimulaban más.

En cuanto se acercó al grupo, detectó la mirada de su cuñada e hizo un gesto con la mano. — He visto a la princesa con el leprechaun. — Dijo con una risita. E imitando el gesto y el tono de su sobrina dijo. — ¡No me habléis! ¡No me miréis! No quiero consejos, nos vemos en casa. — Se llevó las manos al pecho. — Y yo como buena tía enrollada y Dan como su correspondiente tío favorito, hemos seguido nuestro camino como si no la hubiéramos visto. — Le gustaba decir lo de Dan, aunque sabía que Sophie les quería a los dos, porque como se enrollaran en la conversación no habría quien les sacara y se apartaban del resto. Se enganchó del brazo de su cuñada y la estrechó. — Lo estás llevando con mucha dignidad, cuando le toque a aquella no sé qué haré yo. Espiar detrás de un arbusto y sentirme mal después, supongo.— Admitió, señalando a su pequeña Maeve, que llevaba ya dos años en Hogwarts y es que, de verdad, no le salían las cuentas. Luego miró a su marido y reprimió una risa. — Estoy segura de que mi marido no tiene palabras para agradecerte que un buen día le metieráis en los Lacey. —

Ya se giró a su padre y le dio un beso, y, pasando por al lado de su madre dijo. — Mami, voy a ver si está todo listo. — A ver si detrás de ella se llevaba a dos o tres miembros y le daba un poco de espacio a Sophie para que nadie presenciara su llegada. — ¡Junior! Usa esos brazos de Hércules para ayudar a tu tía. — Aunque en realidad no necesitara nada, ya lo pondría a hacer algo, así no estaría dándole la lata también a la hermana. En el fondo, no había nada que le alegrara más un día que llegar a casa de sus padres, su casa, comprobar que todo estaba bien, poner detallitos en la mesa y que todo el mundo estuviera contento.

— Sophie. — Dijo por encima del hombro de su hermana, con una sonrisilla. Iban de camino al punto en el que se tenían que aparecer, y sabía que intentaba concentrarse... por eso era tan divertido desconcentrarla. — Sophie. — Insistió. Ni le contestaba, y eso solo le hacía sonreír más. ¿Por qué? Porque le daba vía libre para seguir. — Soooooooooooooooophie. — Soltó una fingida pedorreta al aire. — ¡Ya podríamos aparecernos también al punto de aparición! ¿De verdad hay que irse tan lejos? ¿Por qué no nos hemos ido con la tía Shannon? Vaaaaaaaa Sophie, estoy harto de andar. — Era consciente de que estaba molestando por molestar. No estaba tan harto, y sabía que eso era necesario. Es solo que le encantaba estirar la cuerda de su hermana.

— Tú sigue haciendo méritos. — Dijo cruzado de brazos y con una sonrisilla, rodando los ojos a ella con malicia. — La abuela va a seguir sirviéndome el postre a mí el primero. — Rio entre dientes. Dio un pequeño trote y, mientras caminaban, saltó para ponerse delante de ella y empezar a caminar de espaldas, mirándola. — ¡Eh, Sophie! No irás a despartirme ¿verdad? Mamá no te lo perdonaría. ¿Y si nos despartimos? ¿Qué pasa? ¿Me vas a curar tú? Oh, por Merlín, ya sé lo que pretendes. ¡Vas a despartirme para hacer prácticas conmigo! ¿Estoy a tiempo de gritar pidiendo socorro? ¿Me oirá la tía Shannon? ¿Se habrán ido ya? — Puede que su hermana le matara por ser tan pesado... pero habría merecido la pena.

Visualizar el sitio, tirón de varita, firmeza en el agarre y concentración, sobre todo, concentración… Nada, su hermano a lo suyo. Soltó el aire por la nariz y le miró malamente, apretando la mandíbula, y se apartó el pelo de los hombros con un gesto un tanto airado. — Te recomiendo que te calles. Necesito silencio. — Eso y que no quería a sus tíos dando consejos, que eso solo le iba a poner más nerviosa. Bastante tenía con Fergus, pero es que si llega a aceptar que sus padres se lo llevaran no la iban a  dejar tranquila. Con su hermano, más o menos, había aprendido a poner una pantalla para no escuchar sus gansadas.

Se alejaron a un lugar más apartado, pegado a los terrenos, donde había más tranquilidad. — No, ya no puede oírte. — Dijo, cortante. — Casi que prefiero despartirte si así no vuelvo a oírte hablar más. — Dijo agarrando su brazo y pegándolo a sí. — Ahora, si quieres volver a probar los postres de la abuela deja de tocarme las narices, y no te muevas, como un palo te quiero. — Lo agarró más fuerte, casi sintiendo que le clavaba las uñas en la carne, y respiró profundamente, cerrando los ojos y visualizando la casa en la que probablemente había pasado más horas en su vida.

Se desestabilizó un poco, pero agarró más fuerte a Fergus y lograron aparecerse de pie. Tal y como esperaba, media familia estaba pendiente de su llegada, pero estaba lo suficientemente orgullosa como para saltar de alegría. — ¡TOMA! ¡Lo he conseguido! Me ha salido perfecto, clavado, ¡toma! — Se volvió hacia Fergus y ahí sí frunció el ceño. — ¡Yo a ti te mato, niñato! ¡Tenía que haber dejado que te despartieras y me dejaras vivir mi vida! ¡No puedo esperar a perderte de vista nueve meses al año te lo juro! — Estaba dejando salir todo el enfado que había reprimido para no desesteabilizarse, pero ahora, ni su queridísima abuela la iba a parar.

Su padre y su madre siendo... bueno, siendo su padre y su madre. Betty se empeñaba en demostrar que no estaba NADA PERO NADA preocupada porque Sophia asesinara a sangre fría a Fergus y, encima, nadie pudiera condenarla porque habría sido más que merecido, mientras su padre hacía lo posible por seguir demostrando que era un leprechaun con gusto particular por las hamburguesas. Como encima si decía algo iba a acabar cobrando él, pero aprovechando la coyuntura de no tener dos padres especialmente agresivos con sus hijos, fue todo el camino sin tratar de tragarse la risa pero escondiéndosela (mal), hasta que su madre le pilló. Se encogió de hombros con sonrisita encantadora y dijo. — ¿Yo? No me rio. Me embarga la felicidad de ir a ver a mis abuelos. — Un poquito socarrón sí que era cuando quería.

Su abuela ya fue a hacerle carantoñas rauda y veloz y él se dejó querer. Total, para algo había sido el primer nieto en llegar, en todos los sentidos. — Bah, abuela, no es para tanto. Solo hago mi trabajo. — Dijo con una modestia que sonó tan falsa que él mismo, poniendo su mejor (y artificial) cara de vendedor, amplió la broma. — Aunque hay que reconocer que las Nimbus 2001 se venden solas. Como dirían los nomajs, sirven hasta para limpiar la casa. ¡A saber si antes de que acabe el día no me pides una! — Pero claro, mala cosa había hecho dando alas a eso. Porque ya estaban sus padres promocionándole como si fuera el nuevo Merlín.

Rio incómodamente. — Va, mamá, qué exagerada... — Guapo, sí, tss. Ni una. No había ligado con NI UNA bruja desde que entró en la tienda. ¡Eso era lo que querría él! Pero solo veía madres con niños a punto de entrar en Ilvermorny y jugadores de quidditch con muchas exigencias. ¡Por Merlín, qué antipáticos podían llegar a ser! Aunque Gordon le había dicho una vez que se le había escapado una en las narices... No era consciente, la verdad. A lo mejor empezaba a mejorarle la cosa cuando su padre le lisiara en una de esos golpetazos que le daba, vaya tela. Casi lo tira al suelo. Fue a abrir la boca para contar, pero su padre no paraba de decir, precisamente, que contase, sin darle margen para contar. Tuvo que aprovechar cuando llegaron sus primas para contarle a su abuelo, que era el que se había quedado más rezagado, mientras todos los demás se lanzaban en masa a por los familiares recién llegados. — He instaurado una norma nueva: el truco está en la limpieza de la escoba. — Arqueó las cejas y se dio con un índice en la sien. — Sí, abuelo, ¡la limpieza! La gente hecha un simple hechizo de plumero para quitar el polvo y, ¡ea, ya está! Pero mira, tú me vas a entender en esto. — Alzó las palmas para exponer concienzudamente, como si estuviera hablando en un simposium sobre limpieza de escobas, pero sin perder la sonrisilla ladina. — Un trapito de tela, y unos productos que tienen los nomajs en sus tiendas que dan brillo a las maderas. Echas un poquito, se lo pasas al mango... ¡Como nueva! Cómo brilla eso en el escaparate, abuelo. La gente se queda pegada viéndolas. — Ni que hubiera descubierto la pólvora, pero bueno, puestos a hablar de sus dotes de vendedor...  

— ¿Por qué no nos llevamos a los primos, mamáááá? — Pero sus padres no escuchaban. Saoirse quería saberlo TODO siempre. Y si no le contestaban, pues ya se montaba ella sus propias respuestas. La prima Sophia claramente pretendía huir, y se llevaba a Fergus para tener un criado que le hiciera las tareas mientras ella se convertía en la médico más famosa y borde del mundo. Hale, explicado, ahora a comer. Dio un saltito en su posición y dijo. — ¡Pues venga! ¡QUIERO IRME! ¡QUIERO LLEGAR A CASA DE LOS ABUELOS! ¡Ada te echo una carrera a…! — Pero su madre la agarró de los hombros y la sujetó. ah, es verdad, que se tenían que aparecer, con el entusiasmo se le había olvidado.

En cuanto aterrizaron, salió corriendo hacia la casa, no hacia nada en concreto, más bien a ver qué se encontraba, pero fue interceptada por alguien. Bueno, solía molestarle, pero en ese caso, le hizo mucha gracia porque ya estaba tía Betty diciendo sus cosas rebuscadas, pero muy graciosas. — ¡NO SOY UN PERUMPE DE ESOS! Soy una Saoirse, y corro mucho, voy más rápido que las escobas del primo. — Sacudió los pies entre risas y logró bajarse, justo cuando los primos aparecían en la puerta. — ¡Bien! ¡La prima no ha huido! ¡Ya estamos todos! ¡Ya podemos correr y comer! — A veces era difícil seguirle el ritmo a sus fantasías y su mente traviesa. — ¡VAMOS ADA QUE CORRO MÁS QUE TÚ! ¡YO ME COMO TODOS LOS PERRITOS! — Y entró corriendo a la casa. — ABUELOOOOO DAME UN PERRITO, DAME UN PERRITO QUE TENGO HAMBRE. — Pero demasiado lento su abuelo para su gusto, así que corrió hacia Frankie y se enganchó de su brazo. — ¡LLÉVAME A CABALLITO PRIMO FRANKIE! ¡VAMOS A GANAR A ADA! Tú eres ave de trueno, tú siempre ganas. —

- Mami. - Comentó, abrazándose al brazo de su madre y aún mirando de reojo hacia atrás, hacia sus dos primos que discutían a gritos en mitad de la calle, mientras ellos se dirigían al punto donde debían aparecerse. - Cuando tenga la edad de la prima Sophie, ¿también me vas a dejar aparecerme en casa de los abuelos? - Arqueó las cejas y puso una sonrisita dulce. - Si supiera, ya podría. Podría aparecerme en cada rincón de esa casa, y de esta estación. Me las sé de memoria. - Eran su gran fuerte, los espacios. El día de mañana se le iba a dar un montón de bien la aparición. Pero primero tendría que pedirle permiso a su madre, claro... y no tener que cargar ella con Fergus, a ser posible. Esperaba que de aquí a entonces supiera aparecerse solo.

Cuando llegaron a casa de los abuelos, sonrió ampliamente y fue a saludar, pero sus dos hermanas casi la arrollan. Frunció el ceño y chistó. - ¿¿Siempre tienen que ser tan ruidosas?? - Puso un mohín. De verdad, qué molestas eran a veces. Ella las quería mucho, ¿pero tenían que llamar TANTO la atención? Pf, la ponían en vergüenza. Rodó los ojos y decidió pasar e irse hacia la persona que más ganas tenía de ver.

- ¡¡Hola, abuela!! - Se fue dando saltitos hacia la mujer y se abrazó a ella como si fuera un peluche. Últimamente le decían siempre que estaba un poquito irascible y más tímida de la cuenta. "La adolescencia", puf, cómo odiaba cuando se lo decían. Pero seguía siendo eminentemente cariñosa, y con su abuela Maeve, de la cual había heredado el nombre, más aún. Separó solo la cabeza de su pecho, pero siguió rodeándola con los brazos, y la miró. - ¿Has preparado alitas? Me encantan las alitas. -