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Juno
Phoenix
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Recuerdo del primer mensaje :
La universidad de Oxford es conocida por ser la segunda universidad más antigua del mundo y alberga los sueños de innumerables estudiantes, que aspiran abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo. Para algunos, Oxford puede ser una oportunidad de reinventarse a sí mismos y para otros es el trampolín perfecto para alcanzar sus ambiciones.
Para Charlotte, Oxford fue la salida perfecta para alejarse de su natal Alemania y desprenderse un poco de la presión familiar, sobre todo de la intensidad de su hermano, completamente empeñado en dictar los hilos de su vida. Se enroló en la facultad de Ciencias Políticas ayudada por su abuela materna y está abriéndose camino por cuenta propia, completamente orgullosa de la independencia que tiene ahora. Además, lleva excelentes calificaciones y todos sus profesores le aseguran que tiene un brillante futuro.
En contraste, George, su compañero de facultad, hace un esfuerzo por permanecer en el anonimato, a pesar de que buena parte de la gente reconoce el adinerado apellido de su familia. Algunos piensan que la única razón por la que tiene notas decentes o destaca de alguna manera es porque su familia tiene contactos en todos lados. Aunque no es la mejor reputación, George no se preocupa en desmentirlos porque oculta un secreto que le consume la calma todo el tiempo.
Por su parte, Reynolds tiene muy claro que la generosa beca que le permitió enrolarse en la carrera de sus sueños fue gracias a la fiel amistad que mantiene con George. Enfocado completamente en sus calificaciones, en aplicar para futuras pasantías y cuidar de su mejor amigo. Reynolds sabe ser agradecido y no piensa desaprovechar la oportunidad que le dio la familia de George, mucho menos si lo mínimo que puede hacer es mantener a George vigilado, ayudándolo como ha hecho desde que se conocen.
Y por último, Brimsley se esfuerza todos los días para mantener su beca de estudios y con su trabajo de medio tiempo en una cafetería que queda a media cuadra del campus universitario. Sabe que es el orgullo de la familia por haber sido aceptado en una universidad tan prestigiosa y no tiene tiempo para desviarse en minucias. Sin embargo, algunos días sueña despierto más de la cuenta.
En una fiesta de facultad, la vida de los cuatro colapsa de manera irremediable y con consecuencias completamente impredecibles.
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Queen Charlotte
Universidad de Oxford
Inglaterra, Reino Unido
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La universidad de Oxford es conocida por ser la segunda universidad más antigua del mundo y alberga los sueños de innumerables estudiantes, que aspiran abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo. Para algunos, Oxford puede ser una oportunidad de reinventarse a sí mismos y para otros es el trampolín perfecto para alcanzar sus ambiciones.
Para Charlotte, Oxford fue la salida perfecta para alejarse de su natal Alemania y desprenderse un poco de la presión familiar, sobre todo de la intensidad de su hermano, completamente empeñado en dictar los hilos de su vida. Se enroló en la facultad de Ciencias Políticas ayudada por su abuela materna y está abriéndose camino por cuenta propia, completamente orgullosa de la independencia que tiene ahora. Además, lleva excelentes calificaciones y todos sus profesores le aseguran que tiene un brillante futuro.
En contraste, George, su compañero de facultad, hace un esfuerzo por permanecer en el anonimato, a pesar de que buena parte de la gente reconoce el adinerado apellido de su familia. Algunos piensan que la única razón por la que tiene notas decentes o destaca de alguna manera es porque su familia tiene contactos en todos lados. Aunque no es la mejor reputación, George no se preocupa en desmentirlos porque oculta un secreto que le consume la calma todo el tiempo.
Por su parte, Reynolds tiene muy claro que la generosa beca que le permitió enrolarse en la carrera de sus sueños fue gracias a la fiel amistad que mantiene con George. Enfocado completamente en sus calificaciones, en aplicar para futuras pasantías y cuidar de su mejor amigo. Reynolds sabe ser agradecido y no piensa desaprovechar la oportunidad que le dio la familia de George, mucho menos si lo mínimo que puede hacer es mantener a George vigilado, ayudándolo como ha hecho desde que se conocen.
Y por último, Brimsley se esfuerza todos los días para mantener su beca de estudios y con su trabajo de medio tiempo en una cafetería que queda a media cuadra del campus universitario. Sabe que es el orgullo de la familia por haber sido aceptado en una universidad tan prestigiosa y no tiene tiempo para desviarse en minucias. Sin embargo, algunos días sueña despierto más de la cuenta.
En una fiesta de facultad, la vida de los cuatro colapsa de manera irremediable y con consecuencias completamente impredecibles.
× × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×
Charlotte
Ciencias Políticas — India Amarteifio — Minerva
George
Ciencias Políticas — Corey Mylchreest — Juno
Reynolds
Relaciones Internacionales — Freddie Dennis — Minerva
Brimsley
Sociología — Sam Clemmett — Juno
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Brimsley hizo un gran esfuerzo por escuchar hasta el final y no interrumpir a Reynolds ni una sola vez. Fue difícil, porque cuando Reynolds le dijo que era increíble, no pudo evitar sonrojarse. Quiso decirle que no creía que fuera ni increíble ni especial, pero fue maravilloso oírlo de boca de Reynolds. La verdad era que a Brimsley le había gustado Reynolds desde la primera vez que lo vio, aunque supuso que era bastante inalcanzable.
Pero ahora que estaban allí, hablando sobre lo sucedido en la fiesta, veía una luz en el camino. Quizás toda su relación con George no era más que una muy buena amistad y él había malinterpretado todo. Tal vez vivían juntos porque se conocían desde hacía muchos años y no porque fueran novios.
Frunció el ceño cuando escuchó sus explicaciones. Aunque no estaba siendo del todo claro con él, Brimsley reconocía que sonaba sincero al decirle que lamentaba haberlo dejado allí en la estacada. Al parecer, un amigo había tenido un problema. ¿Estaba hablando de George? No parecía que George hubiera tenido ningún tipo de inconveniente o problema, pues acababa de verlo hacía unos minutos y parecía estar bastante bien.
—¿Fue George quien tuvo esa emergencia? —se atrevió a preguntar, aunque desvió la mirada de Reynolds, pues tal vez estaba siendo demasiado entrometido—. Es que… ustedes dos siempre están juntos. ¿No viven juntos? Pensé que… bueno, pensé que te estabas burlando de mí. Que sólo me besaste porque te apetecía, pero que sólo fue algo del momento. Creí que tú y George eran novios.
Luego de decir eso en voz alta se sintió más avergonzado. Se frotó el rostro con una mano, dejando en evidencia las tonterías que había pensado todo este tiempo. Seguro que Reynolds pensaba que había sido un paranoico y que además estaba desconectado de la realidad. ¡Pero su relación con George se veía desde fuera de una manera muy diferente!
Se frotó las rodillas por un instante, hasta que reunió valor para verlo otra vez.
—Supongo que no importa. Elijo creer que si estás aquí es porque te importo lo suficiente para que te perdone —comentó con una media sonrisa, un poco más seguro de sí mismo—. Gracias por venir a hablar conmigo, lo siento si fui grosero contigo al principio.
Pero ahora que estaban allí, hablando sobre lo sucedido en la fiesta, veía una luz en el camino. Quizás toda su relación con George no era más que una muy buena amistad y él había malinterpretado todo. Tal vez vivían juntos porque se conocían desde hacía muchos años y no porque fueran novios.
Frunció el ceño cuando escuchó sus explicaciones. Aunque no estaba siendo del todo claro con él, Brimsley reconocía que sonaba sincero al decirle que lamentaba haberlo dejado allí en la estacada. Al parecer, un amigo había tenido un problema. ¿Estaba hablando de George? No parecía que George hubiera tenido ningún tipo de inconveniente o problema, pues acababa de verlo hacía unos minutos y parecía estar bastante bien.
—¿Fue George quien tuvo esa emergencia? —se atrevió a preguntar, aunque desvió la mirada de Reynolds, pues tal vez estaba siendo demasiado entrometido—. Es que… ustedes dos siempre están juntos. ¿No viven juntos? Pensé que… bueno, pensé que te estabas burlando de mí. Que sólo me besaste porque te apetecía, pero que sólo fue algo del momento. Creí que tú y George eran novios.
Luego de decir eso en voz alta se sintió más avergonzado. Se frotó el rostro con una mano, dejando en evidencia las tonterías que había pensado todo este tiempo. Seguro que Reynolds pensaba que había sido un paranoico y que además estaba desconectado de la realidad. ¡Pero su relación con George se veía desde fuera de una manera muy diferente!
Se frotó las rodillas por un instante, hasta que reunió valor para verlo otra vez.
—Supongo que no importa. Elijo creer que si estás aquí es porque te importo lo suficiente para que te perdone —comentó con una media sonrisa, un poco más seguro de sí mismo—. Gracias por venir a hablar conmigo, lo siento si fui grosero contigo al principio.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Brimsley estaba siendo receptivo a sus palabras, pero lo que no esperaba fue la pregunta que le formuló. No podía decirle abiertamente que había ido a ayudar a George sin que hubiera más preguntas sobre con qué. Y no era su secreto para revelar, menos al mejor amigo de la chica qeu estaba pretendiendo George.
Apretó los labios conteniendo la risa ante el comentario de que creía que eran novios.
—George y yo nos conocemos desde pequeños, vinimos juntos a la universidad, compartimos apartamento, por eso nos sueles ver juntos —replicó, ignorando la pregunta directa. —Pero solo somos amigos. Nunca ha habido algo más. George no sería mi tipo de todas formas. Te besé porque me apetecía, claro, pero te aseguro que soy una persona fiel: no besaría a otra persona teniendo pareja, igual que no dejo de ir a ayudar a un amigo que me necesita aunque yo esté en algo importante para mí.
La disculpa de Brimsley le arrancó una sonrisa. No sabía decir si había sido grosero o no, seguro que se lo merecía, más si había creído eso sobre él.
—Ahora que sé lo que pensaste entiendo perfectamente como actuaste —añadió. —¿Así qué, qué dices? ¿Quieres que tengamos una cita en condiciones?
Era lo único a lo que no le había respondido todavía y era lo más importante de todo.
Lo miró expectante, satisfecho de pensar que la poca expresividad de su rostro tal vez lo salvaba en ese mometo de ponerse en evidencia de la necesidad que tenía de escuchar una respuesta positiva de su parte en ese momento.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Mientras Reynolds le hablaba, Brimsley se quedó muy callado y lo escuchó con atención. Así que él y George eran amigos desde hacía muchísimo tiempo, suponía que eso explicaba el por qué vivían juntos. Brimsley también guardaba un gran cariño a sus amigos de infancia, incluso con algunos de ellos todavía se hablaba, pero no había coincidido con ninguno en la universidad. Tal vez porque conseguir una beca aquí no era tan sencillo y la mayoría de sus amigos de la escuela se habían quedado cerca de casa.
Pero si George y Reynolds se conocían de toda la vida, si compartían el mismo estatus y círculo social, suponía que no era difícil de creer lo que le estaba diciendo.
Brimsley no tenía por qué poner en duda nada de lo que Reynolds le estaba diciendo. Si de verdad tenía una relación con George, a quien había traído precisamente a esta cafetería, sería absurdo negarlo. No tenía sentido.
Además, si de verdad George y Brimsley sólo eran buenos amigos que compartían piso, eso era favorable para Charlotte. Desde aquella fiesta tan desastrosa, Brimsley también estaba preocupado de que su mejor amiga continuara tan empeñada en acercarse a George. Pero si éste era soltero, eso también era bueno para Charlotte. De hecho, imaginaba que ella le iba a contar todo lo que hablara con George ahora que se fueron juntos.
—Está bien… —asintió, sintiéndose aliviado luego de escucharlo—. Te creo, Reynolds. Lamento… lamento mucho el malentendido. ¡Pero espero que entiendas cómo me sentí en ese momento! Estaba… estaba muy feliz, pero de pronto te habías ido y por la forma en que estabas agarrando a George, pues pensé otras cosas. Espero que ya esté mejor, en ese caso. ¿Estaba enfermo?
No sería la primera vez que alguien se ponía mal en una fiesta, si alguien se emborrachaba de más o acababa consumiendo drogas. ¡Esperaba que George no fuera de estos últimos! Su amiga Charlotte no merecía salir con un tipo que consumía drogas.
Estuvo a punto de preguntárselo, o más bien de advertírselo, pero entonces la pregunta de Reynolds lo dejó paralizado. Parpadeó varias veces, mirándolo de hito en hito.
—¿Una cita? —comentó, inclinándose hacia él ligeramente—. Pero esta vez los dos solos, nada de fiestas. ¿Te parece?
Pero si George y Reynolds se conocían de toda la vida, si compartían el mismo estatus y círculo social, suponía que no era difícil de creer lo que le estaba diciendo.
Brimsley no tenía por qué poner en duda nada de lo que Reynolds le estaba diciendo. Si de verdad tenía una relación con George, a quien había traído precisamente a esta cafetería, sería absurdo negarlo. No tenía sentido.
Además, si de verdad George y Brimsley sólo eran buenos amigos que compartían piso, eso era favorable para Charlotte. Desde aquella fiesta tan desastrosa, Brimsley también estaba preocupado de que su mejor amiga continuara tan empeñada en acercarse a George. Pero si éste era soltero, eso también era bueno para Charlotte. De hecho, imaginaba que ella le iba a contar todo lo que hablara con George ahora que se fueron juntos.
—Está bien… —asintió, sintiéndose aliviado luego de escucharlo—. Te creo, Reynolds. Lamento… lamento mucho el malentendido. ¡Pero espero que entiendas cómo me sentí en ese momento! Estaba… estaba muy feliz, pero de pronto te habías ido y por la forma en que estabas agarrando a George, pues pensé otras cosas. Espero que ya esté mejor, en ese caso. ¿Estaba enfermo?
No sería la primera vez que alguien se ponía mal en una fiesta, si alguien se emborrachaba de más o acababa consumiendo drogas. ¡Esperaba que George no fuera de estos últimos! Su amiga Charlotte no merecía salir con un tipo que consumía drogas.
Estuvo a punto de preguntárselo, o más bien de advertírselo, pero entonces la pregunta de Reynolds lo dejó paralizado. Parpadeó varias veces, mirándolo de hito en hito.
—¿Una cita? —comentó, inclinándose hacia él ligeramente—. Pero esta vez los dos solos, nada de fiestas. ¿Te parece?
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Reynolds suspiró aliviado cuando Brimsley le dijo que lamentaba el mal entendido. Por un momento había temido que no iba a creerle. Pero ahí estaba. Al fin le creía, aunque todavía no podía procesar que hubiera pensado que George y él eran pareja. Hubiera deseado que dejara de preguntarle al respecto, pero algo tenía que decirle.
—George no se sentía bien anoche —añadió. —Así que lo llevé a casa, no podía dejarlo por su cuenta.
Ahora, con respecto a la cita Brimsley tardó un poco más, pero cuando finalmente habló casi pega un saltito de alegría. No lo hizo, por supuesto, siempre había sido muy contenido en sus reacciones. Pero le parecía perfecto.
—Nada de fiestas, solo nosotros, me parece perfecto —replicó. —Podemos hacer lo que tú quieras. Tengo que compensarte por el mal rato.
De verdad que estaba dispuesto a dejarlo elegir y someterse a su elección, incluso cuando fuera algo que él en principio no habría escogido. La verdad no tenía idea todavía de qué tanto tendrían en común. Solo sabía que Brimsley le gustaba muchísimo y que hubiera aceptado salir con él era lo mejor qu ele había pasado en semanas.
No podía esperar para contarle a George, seguro que se lo anotaría como un punto a su favor y reclamaría el crédito de haberlo convencido de ir al café.
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
George
George tenía una esquina favorita de la biblioteca. No estaba seguro si eso era algo común, si había otros estudiantes que también tenían una esquina favorita de la biblioteca, o si eso también lo hacía especial. Le gustaba ese espacio en particular porque daba a una ventana, estaba alejado de las mesas más concurridas y a esas horas estaba bastante desocupado.
Era su lugar favorito en la universidad, porque se sentía protegido. George, por supuesto, sólo compartía su lugar especial con Reynolds, ocasionalmente, pero ese día quien estaba allí a su lado, revisando una tarea en su computadora, era Charlotte. Ella se le había prendido del brazo al salir de clase y George ni siquiera se dio cuenta en qué momento de la conversación hablaron de ir a la biblioteca.
Ella ahora estaba allí. Charlotte. Con su perfume de rosas y su labial brillante que le hacía ver los labios todavía más bonitos. George en realidad debería estar cotejando sus apuntes con la lectura que dio hoy en el profesor en clase, pero era difícil hacerlo mientras Charlotte estaba allí. Sus manos estaban muy cerca, tanto, que George podría estirar una para tomar la mano izquierda de Charlotte. Pero George sabía que, si hacía eso, Charlotte iba a considerarlo un acosador o un pervertido.
George, sintiéndose nervioso, pensó en qué podía decirle para que Charlotte levantara la vista hacia él. Cuando ella estaba cerca, peor aún, cuando estaban a solas, George siempre tenía la sensación de que Charlotte se levantaría en cualquier momento y le diría que ya era mejor que no fueran amigos. George siempre se cuidaba cuando estaba rodeado de gente, en especial si esa gente no era Reynolds, pero cuando Charlotte estaba cerca era aún peor. Si hacía o decía algo que delatara su verdadera naturaleza, sería terrible.
—¿Sabes que Reynolds va a salir con tu amigo? —dijo de pronto, sintiéndose increíblemente torpe y también un traidor. Reynolds se lo había contado, por supuesto, aunque tampoco le dijo explícitamente que no podía hablar de ello. Parecía una advertencia hasta ridícula porque, ¿con quién iba a hablar George? Lo que él mismo no sabía, era que pasaría esa tarde en la biblioteca con Charlotte—. ¿Brimsley? ¿El que trabaja en la cafetería?
“Tu amigo tenía la extraña impresión de que Reynolds y yo estábamos saliendo. ¡Qué imaginación tiene!” quiso decirle, pero se contuvo. Quizás no era buena idea que Charlotte lo imaginara saliendo con cualquier otra persona. No había una fila de gente esperando para salir con George, pero era mejor que Charlotte no tuviera esa imagen mental. Por precaución.
Era su lugar favorito en la universidad, porque se sentía protegido. George, por supuesto, sólo compartía su lugar especial con Reynolds, ocasionalmente, pero ese día quien estaba allí a su lado, revisando una tarea en su computadora, era Charlotte. Ella se le había prendido del brazo al salir de clase y George ni siquiera se dio cuenta en qué momento de la conversación hablaron de ir a la biblioteca.
Ella ahora estaba allí. Charlotte. Con su perfume de rosas y su labial brillante que le hacía ver los labios todavía más bonitos. George en realidad debería estar cotejando sus apuntes con la lectura que dio hoy en el profesor en clase, pero era difícil hacerlo mientras Charlotte estaba allí. Sus manos estaban muy cerca, tanto, que George podría estirar una para tomar la mano izquierda de Charlotte. Pero George sabía que, si hacía eso, Charlotte iba a considerarlo un acosador o un pervertido.
George, sintiéndose nervioso, pensó en qué podía decirle para que Charlotte levantara la vista hacia él. Cuando ella estaba cerca, peor aún, cuando estaban a solas, George siempre tenía la sensación de que Charlotte se levantaría en cualquier momento y le diría que ya era mejor que no fueran amigos. George siempre se cuidaba cuando estaba rodeado de gente, en especial si esa gente no era Reynolds, pero cuando Charlotte estaba cerca era aún peor. Si hacía o decía algo que delatara su verdadera naturaleza, sería terrible.
—¿Sabes que Reynolds va a salir con tu amigo? —dijo de pronto, sintiéndose increíblemente torpe y también un traidor. Reynolds se lo había contado, por supuesto, aunque tampoco le dijo explícitamente que no podía hablar de ello. Parecía una advertencia hasta ridícula porque, ¿con quién iba a hablar George? Lo que él mismo no sabía, era que pasaría esa tarde en la biblioteca con Charlotte—. ¿Brimsley? ¿El que trabaja en la cafetería?
“Tu amigo tenía la extraña impresión de que Reynolds y yo estábamos saliendo. ¡Qué imaginación tiene!” quiso decirle, pero se contuvo. Quizás no era buena idea que Charlotte lo imaginara saliendo con cualquier otra persona. No había una fila de gente esperando para salir con George, pero era mejor que Charlotte no tuviera esa imagen mental. Por precaución.
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
Charlotte
Charlotte se sentía muy satisfecha por como había evolucionado su relación con George en los últimos días, después del tiempo compartido en la fiesta. Se había quedado perpleja cuando ese día George se había marchado de repente, pero al día siguiente que se vieron en el café todo había estado bien.
Desde entonces se hablaban cada vez con más frecuencia, y ese día que coinicidieron en la universidad terminaron yendo juntos a la biblioteca. Charlotte no era muy dada a pasar tiempo allí, pero parecía que George sí, se movía con mucah seguridad y tenía un espacio que al parecer solía utilizar.
Habían hablado de ir a adelantar trabajo allí pero al parecer George se lo estaba tomando muy en serio al inicio, dado que ni siqueira le estaba hablando. Sus manos estaban muy cerca, y Charlotte no podía evitar pensar que podrían darse la mano al menos... Pero entonces George habló de Reynolds y Brimsley, lo que la hizo sonreír.
—Sí, claro que me enteré —replicó conteniendo una sonrisa—. Brimsley es uno de mis amigos más cercanos. No sé si sabes que compartimos apartamento, lo que es una suerte, porque se le da super bien la cocina y otras cosas domésticas que yo no he hecho en la vida.
Sabía que no era frecuente que un chico y una chica compartieran apartamento, pero elllos eran amigos, se llevaban muy bien y evidentemente no había el menor interés sexual entre ellos. Se llevaban bien y se habían acomodado a vivir juntos, aunque era cierto que Brimsley asumía muchas labores domésticas, lo cual era parte de su trato: Charlotte asumía la mayoría de la mensualidad a cambio de que Brimsley le ayudara con ciertas tareas.
—¿Tu Reynolds va en serio? —preguntó con aire protector. La verdad era que percibía que Brimsley tenía dudas sobre él, lo que le preocupaba un poco, no quería que saliera herido—. Brimsley es un buen chico y se compromete de verdad con las personas. Espero que no piense jugar con él.
No podía perdonar que alguien le hiciera daño, ni siquiera por el mejor amigo de George.
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
George
George prestó mucha atención a todo lo que decía Charlotte. A decir verdad sí sabía que eran muy buenos amigos, pero no tenía idea de que vivían juntos. Se preguntó si ellos se conocerían desde hacía mucho tiempo, como Reynolds y él. Porque eso de compartir piso, a menos que fuera una necesidad imperiosa, no era sencillo si era con desconocidos. Y, que George supiera, la familia de Charlotte también era bastante acomodada, así que tenía la impresión de que la chica escogió a Brimsley.
A él, aunque no lo conocía en absoluto, le parecía buen chico. De hecho, estaba convencido de que le haría mucho bien a Reynolds porque no había una sola ocasión en que no hubiera visto a Brimsley risueño. ¡Y George sabía bien que a Reynolds le vendría bien una sonrisa de vez en cuando!
—No tenía idea de que fueran tan cercanos, ¿hace cuánto se conocen? Porque Reynolds y yo nos conocemos desde que éramos niños. Sabe prácticamente todo de mí —comentó con soltura, aunque luego se arrepintió. Esperaba que Charlotte, si quisiera saber algo de él, se lo preguntara directamente. Reynolds, de hecho, era la única persona que lo conocía realmente. Nunca se atrevería a contarle a nadie su padecimiento, porque entonces no sería visto de la misma forma. Sin embargo, cuando Charlotte estaba a su lado, se preguntaba si ella lo rechazaría—. Nada como vivir con un buen amigo, te comprendo perfectamente. Reynolds y yo también nos dividimos las tareas.
Aunque a veces era cierto que Reynolds se comportaba como si George no pudiera mover un dedo. Por suerte no era todo el tiempo, era sobre todo en los días en que la medicación tardaba en hacer efecto o se ponía más ansioso de la cuenta.
—¿Cómo? —George parpadeó perplejo cuando escuchó la advertencia de Charlotte. Ella parecía ir muy en serio cuando decía que más le valía a Reynolds ir en serio. Desde que se conocieron, George nunca le había llevado la contraria a Charlotte, pero por instinto se negó a dejar a Reynolds mal parado—. ¡Por supuesto que es en serio! Sé que no lo conoces, es normal que tengas dudas, pero Reynolds no es el tipo de persona que va por ahí rompiendo corazones ni jugando con la gente, te lo aseguro. De hecho, se pensó mucho antes de siquiera acercarse a Brimsley, no es de relacionarse con cualquier persona. Si decidió tener una cita con Brimsley, te aseguro que va muy en serio.
A él, aunque no lo conocía en absoluto, le parecía buen chico. De hecho, estaba convencido de que le haría mucho bien a Reynolds porque no había una sola ocasión en que no hubiera visto a Brimsley risueño. ¡Y George sabía bien que a Reynolds le vendría bien una sonrisa de vez en cuando!
—No tenía idea de que fueran tan cercanos, ¿hace cuánto se conocen? Porque Reynolds y yo nos conocemos desde que éramos niños. Sabe prácticamente todo de mí —comentó con soltura, aunque luego se arrepintió. Esperaba que Charlotte, si quisiera saber algo de él, se lo preguntara directamente. Reynolds, de hecho, era la única persona que lo conocía realmente. Nunca se atrevería a contarle a nadie su padecimiento, porque entonces no sería visto de la misma forma. Sin embargo, cuando Charlotte estaba a su lado, se preguntaba si ella lo rechazaría—. Nada como vivir con un buen amigo, te comprendo perfectamente. Reynolds y yo también nos dividimos las tareas.
Aunque a veces era cierto que Reynolds se comportaba como si George no pudiera mover un dedo. Por suerte no era todo el tiempo, era sobre todo en los días en que la medicación tardaba en hacer efecto o se ponía más ansioso de la cuenta.
—¿Cómo? —George parpadeó perplejo cuando escuchó la advertencia de Charlotte. Ella parecía ir muy en serio cuando decía que más le valía a Reynolds ir en serio. Desde que se conocieron, George nunca le había llevado la contraria a Charlotte, pero por instinto se negó a dejar a Reynolds mal parado—. ¡Por supuesto que es en serio! Sé que no lo conoces, es normal que tengas dudas, pero Reynolds no es el tipo de persona que va por ahí rompiendo corazones ni jugando con la gente, te lo aseguro. De hecho, se pensó mucho antes de siquiera acercarse a Brimsley, no es de relacionarse con cualquier persona. Si decidió tener una cita con Brimsley, te aseguro que va muy en serio.
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Universidad
4.45PM
Charlotte
Algo que le gustaba mucho de George era la manera en que le poía atención, como si todo lo que ella dijera fuera importante. Además, ahora le hacía más preguntas sobre sus respuestas.
—Nos conocimos en la universidad, casi que el primer día de clases —declaró—. Ahora siento que debo hablar más con Reynolds, necesito conocer historias de George niño.
Sonrió, segura de que serían un montón de anécdotas adorables. Se podía imaginar a George como un niño pequeño, con las mejillas roja y las rodillas raspadas, corriendo y hablando sin parar, jugando a resolverlo todo.
Debía interrogar a Reynolds al respecto.
Le llamó la atención la forma en que se lanzó en defensa de su mejor amigo. Le gustaba. Era alguien fiel a los suyos al parecer, eso era, en su opinión, una excelente cualidad.
—Pues me alegra mucho saber eso, tendré que creerte —dijo con una sonrisa—. Porque creo que Brimsley tiene sus dudas... ojalá se lo deje muy claro en esa cita.
Realmente esperaba que las cosas funcionaran para Brimsley. Se lo merecía. Era un chico muy fiel, muy paciente, y muy lleno de amor para los demás, pero que no había tenido mucha suerte con las citas. Tampoco era como que ella pudiera ayudarle demasiado.
Aunque tal vez con esto pudiera ayudar un poco. Confiaba en que George sabía lo que decía, así que intentaría darle un empujón con Reynolds.
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III. Sunny Sky
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4.45PM
George
George se sonrojó hasta las orejas cuando Charlotte insinuó que le preguntaría a Reynolds sobre historias de su infancia. Eso era francamente terrorífico.
Reynolds no sólo sabía historias graciosas, sino todo lo demás. Era quien había estado allí a su lado, cuando George empezó a darse cuenta de que no era un niño normal, cuando su familia empezó a desesperarse porque no encontraban explicaciones a varios de sus comportamientos. Sabía que Reynolds no le contaría nada de eso a Charlotte, pero no pudo evitar pensar en ello mientras ella le estaba sonriendo de manera despreocupada.
—¡Reynolds es leal! —exclamó, tratando de que sonara como una broma, pero George estaba seguro de que sonaba aterrorizado.
George carraspeó, pues se había olvidado por un instante de dónde estaban. Al menos no parecían haber importunado a nadie, así que él pudo fijarse en Charlotte una vez más. Ella parecía encantada y muy divertida con esta conversación. George se preguntó si de verdad una chica tan increíble como ella querría salir con alguien como él. Se le revolvió el estómago de sólo pensarlo.
—¿Brimsley tiene dudas? —preguntó curioso, Charlotte parecía decirlo en serio y no porque quisiera sonsacarle información. George sopesó por un momento lo que iba a decir. Si bien era cierto que Reynolds era poco comunicativo y difícil de leer para quien no lo conociera, su amigo de verdad tenía buenas intenciones—. ¿Por qué? Quiero decir, no me tienes que contar las intimidades de Brimsley, pero espero que les vaya bien en la cita. Reynolds es… la verdad es que creo que me puede matar si te cuento esto, pero yo no lo había visto así de interesado por alguien. Él es muy reservado para esas cosas y se piensa mucho antes de dar un paso en falso.
George estaba a medio camino de querer justificar a su querido amigo y, al mismo tiempo, de no desvelar cualquier cosa que lo comprometiera. Era una situación de lo más compleja y no pudo evitar hundirse un poco más en el asiento en el que estaba.
Reynolds no sólo sabía historias graciosas, sino todo lo demás. Era quien había estado allí a su lado, cuando George empezó a darse cuenta de que no era un niño normal, cuando su familia empezó a desesperarse porque no encontraban explicaciones a varios de sus comportamientos. Sabía que Reynolds no le contaría nada de eso a Charlotte, pero no pudo evitar pensar en ello mientras ella le estaba sonriendo de manera despreocupada.
—¡Reynolds es leal! —exclamó, tratando de que sonara como una broma, pero George estaba seguro de que sonaba aterrorizado.
George carraspeó, pues se había olvidado por un instante de dónde estaban. Al menos no parecían haber importunado a nadie, así que él pudo fijarse en Charlotte una vez más. Ella parecía encantada y muy divertida con esta conversación. George se preguntó si de verdad una chica tan increíble como ella querría salir con alguien como él. Se le revolvió el estómago de sólo pensarlo.
—¿Brimsley tiene dudas? —preguntó curioso, Charlotte parecía decirlo en serio y no porque quisiera sonsacarle información. George sopesó por un momento lo que iba a decir. Si bien era cierto que Reynolds era poco comunicativo y difícil de leer para quien no lo conociera, su amigo de verdad tenía buenas intenciones—. ¿Por qué? Quiero decir, no me tienes que contar las intimidades de Brimsley, pero espero que les vaya bien en la cita. Reynolds es… la verdad es que creo que me puede matar si te cuento esto, pero yo no lo había visto así de interesado por alguien. Él es muy reservado para esas cosas y se piensa mucho antes de dar un paso en falso.
George estaba a medio camino de querer justificar a su querido amigo y, al mismo tiempo, de no desvelar cualquier cosa que lo comprometiera. Era una situación de lo más compleja y no pudo evitar hundirse un poco más en el asiento en el que estaba.
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Charlotte
Charlotte sonrió al escucharlo. Podía entender las sospechas de Brimsley. Ella tenía bastante claro, por la forma en que George la miraba y lo que había hablado con él, que ella era la que le gustaba, y Reynolds era su mejor amigo. Pero era cierto que estaba muy dispuesto a defender a su amigo de cualquier forma.
Le parecía tierno que fuera un amigo tan fiel.
—Te creo, no te preocupes —replicó—. Así que más te vale que mi amigo no la pase mal con él. Es un bueno chico, pero tiene poca experiencia.
Brimsley era una gran persona y un amigo muy fiel. Pero era tímido, y no tenía mucha experiencia con las citas. Charlotte no le había conocido ninguna pareja, y eso que compartían apartamento.
—Tu amigo lo invitó a una cita, así que espero que tenga un buen plan en mente para su cita —le guiñó un ojo—. Espero que como su mejor amigo tengas buenas ideas para darle. ¿Se te dan mejor las citas que a él?
Una parte de ella esperaba que George tampoco fuera el más experimentado, pero tuviera interés en poner sus habilidades en citas en juego con ella.
Había sido muy clara, o eso creía. No entendía por qué no se animaba a pedirle una cita. Seguro que la podían pasar mejor en otro lugar aparte de la biblioteca. Pero si George no tomaba la iniciativa, iba a tener que hacerlo ella.
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George
George estuvo a punto de decirle a Charlotte que, en realidad, Reynolds tampoco tenía experiencia alguna en el terreno de las citas. Pero dejó que el comentario muriese allí, pues sabía bien que su amigo iba a matarlo si sabía que iba diciendo por ahí detalles sobre su vida amorosa. Su inexistente vida amorosa.
Tan sólo le quedaba rogar que Charlotte confiara en su palabra. Y, por supuesto, rogar que Reynolds tuviera una buena cita. Esperaba que tanto él como Brimsley acabaran sonriendo y dándose besitos o similares, porque no podría soportar que Reynolds arruinara, por relación, su amistad con Charlotte.
Eso sería francamente terrible.
Sin embargo, todo cambió cuando Charlotte redirigió la conversación hacia él. George abrió mucho los ojos y sintió la garganta seca cuando pensó en qué demonios podría responder él. Por supuesto que George no sabía nada de citas. Todo lo que conocía del romanticismo lo sabía en teoría, pero no tenía nada que ver con la práctica. Él nunca había tenido oportunidad de acercarse a ninguna chica, era imposible. Pero la pregunta de Charlotte parecía sincera, así que no podía negarse a responder.
Estaba atrapado.
—La verdad es que te mentiría si dijera que soy un experto en citas. De hecho, creo que más bien lo contrario —confesó de pronto, pensando que era lo mejor ser sincero que fanfarronear sobre cosas que nunca había hecho—. Nunca he sido bueno con las relaciones amorosas. Cuando estaba en la escuela era un desastre para hablar con las chicas. No era precisamente la persona más popular.
Ahora que lo había dicho, George se sentía empequeñecido y expuesto. Tenía la sensación de que la mesa le quedaba demasiado pequeña y que la distancia entre él y Charlotte era mínima. Se humedeció los labios, recordándose que, hasta el momento, había sido sincero con Charlotte. Quería seguir siéndolo, al menos hasta donde pudiera permitírselo. Porque Charlotte jamás querría tener algo con él si le contaba la verdad. ¿Quién querría, en realidad?
Tan sólo le quedaba rogar que Charlotte confiara en su palabra. Y, por supuesto, rogar que Reynolds tuviera una buena cita. Esperaba que tanto él como Brimsley acabaran sonriendo y dándose besitos o similares, porque no podría soportar que Reynolds arruinara, por relación, su amistad con Charlotte.
Eso sería francamente terrible.
Sin embargo, todo cambió cuando Charlotte redirigió la conversación hacia él. George abrió mucho los ojos y sintió la garganta seca cuando pensó en qué demonios podría responder él. Por supuesto que George no sabía nada de citas. Todo lo que conocía del romanticismo lo sabía en teoría, pero no tenía nada que ver con la práctica. Él nunca había tenido oportunidad de acercarse a ninguna chica, era imposible. Pero la pregunta de Charlotte parecía sincera, así que no podía negarse a responder.
Estaba atrapado.
—La verdad es que te mentiría si dijera que soy un experto en citas. De hecho, creo que más bien lo contrario —confesó de pronto, pensando que era lo mejor ser sincero que fanfarronear sobre cosas que nunca había hecho—. Nunca he sido bueno con las relaciones amorosas. Cuando estaba en la escuela era un desastre para hablar con las chicas. No era precisamente la persona más popular.
Ahora que lo había dicho, George se sentía empequeñecido y expuesto. Tenía la sensación de que la mesa le quedaba demasiado pequeña y que la distancia entre él y Charlotte era mínima. Se humedeció los labios, recordándose que, hasta el momento, había sido sincero con Charlotte. Quería seguir siéndolo, al menos hasta donde pudiera permitírselo. Porque Charlotte jamás querría tener algo con él si le contaba la verdad. ¿Quién querría, en realidad?
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Debía admitir que George le causaba mucha curiosidad. Era un joven inteligente, atractivo y agradable. Ya era raro que estuviera soltero, pero de ahí a que no tuviera experiencia en citas.... Además, acababa de darle pie para que la invitara a salir y no lo había aprovechado, de hecho parecía haberlo evitado expresamente.
Sin embargo, Charlotte estaba segura de que disfrutaba pasar tiempo con ella y no la veía solo con ojos de amistad.
Tal vez Brimsley tenía razón de tener dudas y ella debería tenerlas también.
Se llevó el lapicero a los labios, golpeándolo suavemente contar su labio inferior mientras meditaba su respuesta.
—No necesitas ser popular para poder hablar con las chicas —replicó finalmente—. Tampoco creas que yo he tenido muchas relaciones.
Eso era cierto, pero porque Charlotte era una mujer seria, concentrada en su carrera que no iba a perder el tiempo con cualquiera. Aunque eso mejor no se lo decía todavía, no fuera qu ese lo creyera demasiado.
Igual tampoco era tan terrible que George no tuviera un montón de ex ahí afuera intentando recuperarlo.
—¿Sabes cuándo va a ser su cita? —preguntó, pensando que era mejor desviar el tema—. No puedo esperar a que llegue, voy a meterme tanto con Brimsley.
Sonrió para sí, disfrutando la idea con antelación. Seguro qeu podría tomarle mucho el pelo al respecto. Tan solo esperaba que la pasara bien y no se convirtiera en tragedia.
Quería confiar en que todo estaría bien con Reynolds, porque si era el mejor amigo de George, podía suponer que si uno era buena persona, el otro también lo sería.
Y en el fondo ella estaba ya muy entusiasmada con George.
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George
George tenía bastante claro que estaba metiéndose en un terreno pantanoso en esta conversación. Hablar sobre relaciones románticas con precisamente con Charlotte podía ser el inicio de un desastre. Sabía que lo mejor que podía hacer era no mantenerse interesado en el historial amoroso de Charlotte y centrarse únicamente en la cita entre sus dos amigos. Pero su cuerpo reaccionó con un espasmo luego del comentario de Charlotte.
Aguardó por un momento a que ella le dijera que no estaba hablando en serio. Que, por supuesto, una chica como ella había tenido varias citas a lo largo de su vida. No podía imaginarse otro escenario en el que, mínimo, en el último año de la preparatoria hubiera una fila de chicos esperando salir con ella. Charlotte era simplemente maravillosa, cualquiera querría tenerla como su pareja. George tenía claro que, si él fuera alguien diferente, una persona normal, estaría haciendo fila para poder salir con ella.
—¿Qué dices? Pero si tú eres increíble —antes de que pudiera darse cuenta, George había soltado aquello como si le estuviera permitido. George carraspeó avergonzado, sabiendo que acababa de meter la pata hasta el fondo. Ni siquiera fue capaz de mirar a Charlotte a los ojos, mientras pensaba con desesperación cuál era la mejor manera de voltear esta conversación a su favor—. Quiero… quiero decir, eres maravillosa, Charlotte, estoy seguro de que cualquier chico estaría encantado de salir contigo. Yo me volvería loco de felicidad si alguien como tú decide que valgo la pena para salir con ella.
George no tenía la más mínima idea cómo se había armado de valor para decir semejante cosa. Miró a Charlotte a los ojos, el rostro le estaba haciendo de vergüenza, acababa de exponerse por completo. Carraspeó de nuevo, apenado, mientras se encogía un poco más en su asiento. Cuando le dijera esto a Reynolds, su amigo pondría los ojos en blanco y le diría, con justa razón, que era un estúpido.
—Creo que es el próximo viernes. ¿Pasado mañana? —dijo de pronto, recordando en qué día de la semana estaban—. Falta poco para que puedas meterte con él eternamente.
Aguardó por un momento a que ella le dijera que no estaba hablando en serio. Que, por supuesto, una chica como ella había tenido varias citas a lo largo de su vida. No podía imaginarse otro escenario en el que, mínimo, en el último año de la preparatoria hubiera una fila de chicos esperando salir con ella. Charlotte era simplemente maravillosa, cualquiera querría tenerla como su pareja. George tenía claro que, si él fuera alguien diferente, una persona normal, estaría haciendo fila para poder salir con ella.
—¿Qué dices? Pero si tú eres increíble —antes de que pudiera darse cuenta, George había soltado aquello como si le estuviera permitido. George carraspeó avergonzado, sabiendo que acababa de meter la pata hasta el fondo. Ni siquiera fue capaz de mirar a Charlotte a los ojos, mientras pensaba con desesperación cuál era la mejor manera de voltear esta conversación a su favor—. Quiero… quiero decir, eres maravillosa, Charlotte, estoy seguro de que cualquier chico estaría encantado de salir contigo. Yo me volvería loco de felicidad si alguien como tú decide que valgo la pena para salir con ella.
George no tenía la más mínima idea cómo se había armado de valor para decir semejante cosa. Miró a Charlotte a los ojos, el rostro le estaba haciendo de vergüenza, acababa de exponerse por completo. Carraspeó de nuevo, apenado, mientras se encogía un poco más en su asiento. Cuando le dijera esto a Reynolds, su amigo pondría los ojos en blanco y le diría, con justa razón, que era un estúpido.
—Creo que es el próximo viernes. ¿Pasado mañana? —dijo de pronto, recordando en qué día de la semana estaban—. Falta poco para que puedas meterte con él eternamente.
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Charlotte
La vehemencia de George la sorprendió inmensamente. Arqueó ambas cejas cuando dijo que él se volvería loco de felicidad si alguien como ella decidiera salir con él.
Había pensado dejar fluir las cosas después de su respuesta anterior. Tal vez no quería salir con ella, no tenía el menor interés y por eso no había aprovechado la puerta que le había abierto. Eso era lo que había pensado.
Pero ahora le parecía que se equivocaba: que George sí que estaba interesado pero no se había atrevido a pedirle salir.
—¿Por qué una chica como yo no querría salir contigo? —preguntó con una pequeña sonrisa—. No pareces para nada un mal partido.
Ella no pensaba ser tan efusiva como él, pero la verdad era que George le resultaba un chico inteligente, divertido y atractivo. ¿Por qué no salía con chicas? ¿Por qué creería que no querrían salir con él?
Se preguntó si era que en el fondo escondía algún secreto terrible. Tal vez nadie podía ser tan perfecto.
Pero si era así, ella iba a averiguarlo.
—Pues si su cita es el viernes quizá deberíamos vernos el sábado o el domingo nosotros para comparar impresiones —sugirió, mientras abría su agenda, como si fuera a importarle lo que dijera allí de verdad—. A ambos nos interesa que esto salga bien por nuestros amigos, ¿cierto?
Sonrió para sí. Esto podía salir bien para todos.
Tan solo dependía de que George también quisiera que saliera bien para ellos.
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George
George se quedó pasmado un instante cuando escuchó a Charlotte decir que era un buen partido. La miró como si ella estuviera hablando de otra persona, pero no lo había imaginado, Charlotte realmente había dicho eso sobre él. George no estaba seguro si sonreír, si hacerse el desentendido, o si salir de allí huyendo. Probablemente una combinación de las tres, porque estaba paralizado del miedo. ¿Cuántas veces había soñado estar en una situación medianamente parecida a esta? Incontables. Eran tantas que Reynolds ya había tenido que pedirle que se callara sobre Charlotte e hiciera algo al respecto.
Pero George tenía una innumerable lista de por qué intentar algo con Charlotte era mala idea. Era, de hecho, pésima idea.
—Charlotte, yo… —George inspiró hondo y estiró la mano hacia ella. Estuvo a punto de tomarle la mano, pero no se atrevió a tocarla. Tenía la impresión de que, si hacía aquello, Charlotte se desvanecería—. No tienes idea de lo que significa que tú pienses eso de mí. Yo, yo quisiera…
George no tenía idea de cómo iba a improvisar ese torpe discurso, pero jamás tuvo oportunidad de averiguarlo porque lo primero que cruzó su campo de visión fue un bolso negro, cargado de brillantes, que cayó sobre la mesa. El bolso, por supuesto, no había llegado allí por casualidad, sino que pertenecía a Agatha Danbury, quien estaba allí de pronto, apareció como por arte de magia, mostrándole su sonrisa perfecta a Charlotte.
Ella sólo compartía optativas con él y Charlotte, pero George sabía que eran buenas amigas porque las había visto juntas muchas veces.
—Estás atrasada, Charlotte. Hoy ibas a acompañarme, ¿recuerdas? Tenía cita en la manicurista y estuve… —justo cuando se inclinó para sacar el teléfono del bolso, Agatha pareció reparar en él. Parpadeó varias veces, como si hubiera visto un fantasma, y luego miró a Charlotte con actitud que parecía de arrepentimiento. ¿O quizás era alivio? George se sentía tan mareado que no podía saberlo bien—. ¡Lo siento! ¿Interrumpí…? ¡Me hubieras dicho que te habías ocupado, Charlotte!
George sentía un cosquilleo incesante en las mejillas y deseó, con todas sus fuerzas, que el piso de la biblioteca se abriera y se lo tragara entero.
Pero George tenía una innumerable lista de por qué intentar algo con Charlotte era mala idea. Era, de hecho, pésima idea.
—Charlotte, yo… —George inspiró hondo y estiró la mano hacia ella. Estuvo a punto de tomarle la mano, pero no se atrevió a tocarla. Tenía la impresión de que, si hacía aquello, Charlotte se desvanecería—. No tienes idea de lo que significa que tú pienses eso de mí. Yo, yo quisiera…
George no tenía idea de cómo iba a improvisar ese torpe discurso, pero jamás tuvo oportunidad de averiguarlo porque lo primero que cruzó su campo de visión fue un bolso negro, cargado de brillantes, que cayó sobre la mesa. El bolso, por supuesto, no había llegado allí por casualidad, sino que pertenecía a Agatha Danbury, quien estaba allí de pronto, apareció como por arte de magia, mostrándole su sonrisa perfecta a Charlotte.
Ella sólo compartía optativas con él y Charlotte, pero George sabía que eran buenas amigas porque las había visto juntas muchas veces.
—Estás atrasada, Charlotte. Hoy ibas a acompañarme, ¿recuerdas? Tenía cita en la manicurista y estuve… —justo cuando se inclinó para sacar el teléfono del bolso, Agatha pareció reparar en él. Parpadeó varias veces, como si hubiera visto un fantasma, y luego miró a Charlotte con actitud que parecía de arrepentimiento. ¿O quizás era alivio? George se sentía tan mareado que no podía saberlo bien—. ¡Lo siento! ¿Interrumpí…? ¡Me hubieras dicho que te habías ocupado, Charlotte!
George sentía un cosquilleo incesante en las mejillas y deseó, con todas sus fuerzas, que el piso de la biblioteca se abriera y se lo tragara entero.
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Charlotte
Charlotte quería mucho a su amiga Agatha. Sin embargo, en ese momento quería ahorcarla. Cuando al fin parecía que George se iba a animar a hacer algo...
Torció la mirada a Agatha, pero temía que ya había echado a perder el momento.
Le sonrió de forma forzada a su amiga y le corrió la cartera con la que había tapado las cosas.
—Agatha, como puedes ver estoy ocupada... —dijo con dureza—. George y yo estamos hablando acá.
Le señaló a su acompañante y Agatha se mostró realmente arrepentida.
—¡Ah, tú eres el famoso George!—comentó, y Charlotte tomó nota mental de hacerle pagar este rato completo. —Soy Agatha, una de las mejores amigas de Charlotte.
Agatha sabía ser encantadora, pero Charlotte tenía bastante con su propio encanto.
—No te voy a poder acompañar hoy, te lo compensaré otro día, ¿de acuerdo? —insistió Charlotte—. George y yo no hemos terminado por acá.
Le dirigió una mirada a George y le sonrió con complicidad, esperando animarlo a continuar su conversación.
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George
George parpadeó varias veces, se mantuvo callado mientras veía a Charlotte y Agatha hablar. Para él, había sucedido lo impensable: Charlotte acababa de decirle a su amiga que no pensaba ir con ella. En ningún escenario se hubiera imaginado algo como eso, por supuesto, ¿cómo era posible que Charlotte estuviera haciéndole ese desplante a su amiga? Cuando Charlotte se fijó en él, George se quedó paralizado. Era obvio que Charlotte estaba esperando que él lo apoyara, no quería quedarle mal.
Agatha también lo estaba mirando de manera muy insistente y George tan sólo conseguía ponerse más nervioso. Apoyó ambas manos sobre las rodillas, estaba seguro de que le estaban sudando las palmas más de la cuenta. Por un momento, pensó que le estaba faltando el aire. Nunca era bueno cuando empezaban a sudarle demasiado las manos.
—Lo siento, Agatha, no sabía que… no sabía que Charlotte tenía planes contigo —se disculpó con sinceridad, humedeciendo sus labios—. Creo que… creo que la distraje sin querer.
George no tenía idea si había hecho bien, pero Agatha pareció resultarle muy divertido porque pronunció la sonrisa y tuvo que llevarse una mano al rostro para taparse los labios. Seguro que no quería provocar un escándalo que sólo conseguiría que los expulsaran a todos de la biblioteca, eso sería terrible además de muy vergonzoso.
Agatha negó con la cabeza, mientras daba un toquecito sobre la mesa donde estaban sentados.
—No te preocupes, querido, en ese caso, Charlotte está perdonada —dijo Agatha, con una sonrisa que parecía esconder más de un significado. Eso sólo hacía todo peor, porque a George le resultaba muy difícil leer a las personas, peor si esas personas eran chicas—. ¿Nos vemos otro día, querida Charlotte?
George se hundió un poco más en el asiento, sin saber si ahora Charlotte estaba molesta con él. Pero luego pensó que eso no tenía sentido, porque de ser así, ella no habría dicho que estaba ocupada en primer lugar. George no podía estar equivocado, pero el nudo en la garganta seguía allí, al igual que sus manos sudorosas.
Agatha también lo estaba mirando de manera muy insistente y George tan sólo conseguía ponerse más nervioso. Apoyó ambas manos sobre las rodillas, estaba seguro de que le estaban sudando las palmas más de la cuenta. Por un momento, pensó que le estaba faltando el aire. Nunca era bueno cuando empezaban a sudarle demasiado las manos.
—Lo siento, Agatha, no sabía que… no sabía que Charlotte tenía planes contigo —se disculpó con sinceridad, humedeciendo sus labios—. Creo que… creo que la distraje sin querer.
George no tenía idea si había hecho bien, pero Agatha pareció resultarle muy divertido porque pronunció la sonrisa y tuvo que llevarse una mano al rostro para taparse los labios. Seguro que no quería provocar un escándalo que sólo conseguiría que los expulsaran a todos de la biblioteca, eso sería terrible además de muy vergonzoso.
Agatha negó con la cabeza, mientras daba un toquecito sobre la mesa donde estaban sentados.
—No te preocupes, querido, en ese caso, Charlotte está perdonada —dijo Agatha, con una sonrisa que parecía esconder más de un significado. Eso sólo hacía todo peor, porque a George le resultaba muy difícil leer a las personas, peor si esas personas eran chicas—. ¿Nos vemos otro día, querida Charlotte?
George se hundió un poco más en el asiento, sin saber si ahora Charlotte estaba molesta con él. Pero luego pensó que eso no tenía sentido, porque de ser así, ella no habría dicho que estaba ocupada en primer lugar. George no podía estar equivocado, pero el nudo en la garganta seguía allí, al igual que sus manos sudorosas.
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Charlotte
Charlotte le dirigió a Agatha una mirada que quería decir que ya hablarían luego de esto, y le dijo adiós con la mano, mientras le hacía ojos para que se fuera y los dejara. No le pasó desapercibida la sonrisa traviesa de su amiga al irse.
La iba a interrogar después de esto.
Sin embargo, por ahora centró su mirada en George, algo preocupada.
—George, ¿estás bien? —preguntó al notar el cambio en su postura—. No le hagas caso a Agatha, nunca sabe dónde tiene la cabeza. Puedo salir con ella de compras en cualquier momento.
De verdad quería estar con él ese día, y había estado a punto de invitarla a salir.
Pero Agatha había arruinado todo.
—Antes de que Agatha viniera me ibas a decir algo —comentó tras un momento, preguntándose si podría recuperar el momento, pero lo dudaba.
Tan solo esperaba que George no se marchara ahora y la dejara ahí en la biblioteca sola, como había hecho en la fiesta.
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George
"George, ¿estás bien?"
A George le parecía que llevaba escuchando esa frase desde su nacimiento. Tanto sus padres, como Reynolds y ahora Charlotte, acababan dándose cuenta de que algo andaba mal con él. Podía ver el temblor en sus manos y supo que era sólo cuestión de tiempo para que Charlotte también lo notara.
George se llenó de angustia al pensar que su cuerpo no le respondía. Si fuera una persona normal, no vería sus manos temblar, ni sentiría este resquemor en el pecho. Tenía la sensación de que el corazón se iba a abrir camino en su pecho, haciendo un agujero y cayendo en la mesa de la biblioteca.
Sabía que Charlotte estaba esperando que él respondiese, pero no podía, George tenía un nudo en la garganta y ni siquiera estaba seguro de poner mantenerle la mirada. Recordaba las palabras del doctor, sabía que con los síntomas que tenía era probable que estuviera al borde de un ataque de pánico. George sabía que tenía herramientas para controlarlo, lo había repasado decenas de veces, que en teoría podía controlarlo antes de llegar a casa para tomar sus medicinas.
Pero, como casi siempre sucedía, la teoría era muy diferente a la práctica.
—Charlotte, yo… no me… no me siento… —George inspiró hondo, tratando de normalizar su respiración lo mejor que pudo, pero resultó imposible. Cuando miró a Charlotte a los ojos, todo se volvió aun peor, porque conocía a la perfección esa expresión.
Charlotte estaba mirándolo con una expresión de preocupación, casi que aterrorizada. George quería huir de allí, pero era como si estuviera anclado a la silla.
A George le parecía que llevaba escuchando esa frase desde su nacimiento. Tanto sus padres, como Reynolds y ahora Charlotte, acababan dándose cuenta de que algo andaba mal con él. Podía ver el temblor en sus manos y supo que era sólo cuestión de tiempo para que Charlotte también lo notara.
George se llenó de angustia al pensar que su cuerpo no le respondía. Si fuera una persona normal, no vería sus manos temblar, ni sentiría este resquemor en el pecho. Tenía la sensación de que el corazón se iba a abrir camino en su pecho, haciendo un agujero y cayendo en la mesa de la biblioteca.
Sabía que Charlotte estaba esperando que él respondiese, pero no podía, George tenía un nudo en la garganta y ni siquiera estaba seguro de poner mantenerle la mirada. Recordaba las palabras del doctor, sabía que con los síntomas que tenía era probable que estuviera al borde de un ataque de pánico. George sabía que tenía herramientas para controlarlo, lo había repasado decenas de veces, que en teoría podía controlarlo antes de llegar a casa para tomar sus medicinas.
Pero, como casi siempre sucedía, la teoría era muy diferente a la práctica.
—Charlotte, yo… no me… no me siento… —George inspiró hondo, tratando de normalizar su respiración lo mejor que pudo, pero resultó imposible. Cuando miró a Charlotte a los ojos, todo se volvió aun peor, porque conocía a la perfección esa expresión.
Charlotte estaba mirándolo con una expresión de preocupación, casi que aterrorizada. George quería huir de allí, pero era como si estuviera anclado a la silla.
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Charlotte
George no parecía estar bien.
Estaba muy agitado, y Charlotte temió que en cualquier momento fuera a tener un ataque de pánico. Se levantó y rodeó la mesa. Miró a su alrededor pero nadie les estaba prestando atención. Estaban en una mesa bastante apartada.
Se puso de cuclillas, y puso una mano con suavidad en el brazo de George.
—¿Quieres salir de aquí? —le preguntó, acariciándolo suavemente, intentando calmarlo—. Te podría ayudar a respirar mejor.
Se preguntó si tal vez era buena idea llamar a Reynolds. Si era tan amigo suyo tal vez sabía lo que pasaba. En ese momento sospechó que , tal vez, eso tenía que ver con la necesidad de Reynolds de ayudar a un amigo, pero no era momento para ponerse a analizar esas cosas.
Se levantó de nuevo y se colocó detrás de George. Puso una mano en su pecho, desde atrás, y le habló al oído.
—Respira conmigo, ¿sí? —le pidió, y empezó a respirar de forma más acompasada. —Cuando te sientas mejor, salgamos de aquí, necesitamos un descanso.
Charlotte sonrió para sí, aunque George no pudiera verla.
La había asustado su reacción y no tenía idea de si lo que estaba haciendo funcionaría de alguna forma. Nunca había ayudado a alguien en un momento así.
Pero George era bueno, y dulce, y le gustaba mucho. Así que valía la pena intentar ayudarlo.
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George
George no podía controlar su propio cuerpo, las sensaciones se removían por sí mismas, como si se trataran de otra persona. Ya había sufrido ataques similares, donde su ansiedad se apoderaba de él, pero era la primera vez que alguien además de Reynolds estaba allí para intentar ayudarlo.
La voz de Charlotte apaciguaba su corazón, pero su cuerpo seguía sin responder. Sabía que le estaba pidiendo algo simple, que normalizara un poco su respiración. George sentía los ojos llenos de lágrimas y no podía ni imaginarse lo que iba a pensar Charlotte de él cuando todo esto se calmara.
George se llevó una mano al cuello de la camisa, porque sentía que le faltaba el aire, creía que iba a asfixiarse de un momento a otro. Necesitaba a Reynolds.
Se sentía infinitamente culpable por pensar en ello, hacía un par de días se dijo a sí mismo que era pésima idea depender tanto de su mejor amigo. Pero, por más difícil que fuera aceptarlo, aunque se sintiera avergonzado, necesitaba a Reynolds.
Cuando miró a Charlotte a los ojos, quiso decirle algo, pero tenía un nudo en la garganta. Con las manos temblorosas, buscó su teléfono, que estaba en uno de los extremos de la mesa. Reynolds lo iba a matar, seguramente, pero George pensaría en eso después.
—Charlotte, yo… no… no estoy bien —George se mordió el labio inferior, confesando la verdad. Se sintió vulnerable e incómodo, así que hizo ademán de levantarse, pero su cuerpo no le respondía. Se sentía tan mareado que tuvo que apoyar ambas manos en el borde de la mesa. El sonido que escuchó lo reconoció después como el de su teléfono cayéndose al suelo.
La voz de Charlotte apaciguaba su corazón, pero su cuerpo seguía sin responder. Sabía que le estaba pidiendo algo simple, que normalizara un poco su respiración. George sentía los ojos llenos de lágrimas y no podía ni imaginarse lo que iba a pensar Charlotte de él cuando todo esto se calmara.
George se llevó una mano al cuello de la camisa, porque sentía que le faltaba el aire, creía que iba a asfixiarse de un momento a otro. Necesitaba a Reynolds.
Se sentía infinitamente culpable por pensar en ello, hacía un par de días se dijo a sí mismo que era pésima idea depender tanto de su mejor amigo. Pero, por más difícil que fuera aceptarlo, aunque se sintiera avergonzado, necesitaba a Reynolds.
Cuando miró a Charlotte a los ojos, quiso decirle algo, pero tenía un nudo en la garganta. Con las manos temblorosas, buscó su teléfono, que estaba en uno de los extremos de la mesa. Reynolds lo iba a matar, seguramente, pero George pensaría en eso después.
—Charlotte, yo… no… no estoy bien —George se mordió el labio inferior, confesando la verdad. Se sintió vulnerable e incómodo, así que hizo ademán de levantarse, pero su cuerpo no le respondía. Se sentía tan mareado que tuvo que apoyar ambas manos en el borde de la mesa. El sonido que escuchó lo reconoció después como el de su teléfono cayéndose al suelo.
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4.45PM
Charlotte
Era evidente que George quería llamar a alguien. Charlotte juntó el teléfono dle suelo por él y comprobó con alivio que no se había quebrado la pantalla. Se lo acercó para que lo desbloqueara.
—¿Quieres que llame a Reynolds? —le preguntó, asumiendo que era él a quien querría contactar—. Mientras intenta respirar conmigo.
Volvió a insistir sobre la respiración porque era lo único qeu sabía claramente que se funcionaba con el pánico. Le tomó una mano y la puso sobre su pecho, para que sintiera el ritmo en que este subía y bajaba.
Buscó en el teléfono a Reynolds, sin esperar siquiera una respuesta de George. Seguro que esto no era la primera vez y su mejor amigo sabía cómo manejarlo.
Por ahora, ella hacía lo que podía. Vio a George a los ojos y empezó a instruirlo sobre la respiración, a marcarle el ritmo en que debía inspirar..
—Así, respura despacio, lo puedes hacer —le instruyó.
Miró de reojo el teléfono y vio que había encontrado a Reynolds. Torpemente tecleó "SOS. Biblioteca."
Esperab que fuera suficiente.
∞
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
George
Reynolds.
Cuando Charlotte mencionó a Reynolds, George se sintió aliviado, pero al mismo tiempo sintió un nudo en la garganta. Apretó los labios, sabiendo que necesitaba a su mejor amigo. George generalmente se reprimía, trataba de minimizar sus síntomas por su cuenta, porque ya estaba cansado de que Reynolds tuviera que cuidar siempre de él. Cuando los dos vinieron a la universidad se obligó a sí mismo a no depender tanto de Reynolds, su amigo merecía disfrutar su época universitaria sin tener que cuidar de él.
George sabía todo eso y estaba tratando de vivir bajo esa premisa, pero en este momento, era demasiado para él.
—Por favor… —susurró despacio, asintiendo a su petición, rindiéndose a las circunstancias.
George cerró los ojos y trató de concentrarse en su respiración. Podía sentir cómo sus dedos se movían de manera nerviosa, con las uñas hundiéndose en la piel de manera compulsiva. Hacía mucho tiempo que no buscaba el dolor físico de manera impulsiva para poder contener su propia angustia. Estaba haciendo un esfuerzo, pero no funcionaba, George se llevó las manos al cuello de la camisa, pues sentía que le faltaba el aire.
—Lo siento —susurró, sin saber por qué estaba pidiéndole perdón. Cuando miró a Charlotte, supo que nunca podría alcanzarla. George lo sabía, pero durante unas cuantas semanas, la esperanza se alimentó en su interior.
Pero ahora, mientras la miraba y seguía apretándose los dedos con tanta fuerza que se estaba lastimando de verdad, sabía cuál era la verdad. Él y Charlotte pertenecían a mundos completamente diferentes. George no era normal, jamás lo sería, era ridículo pensar lo contrario.
No podía ofrecerle nada a Charlotte. Ella no se merecía a alguien como él.
Cuando Charlotte mencionó a Reynolds, George se sintió aliviado, pero al mismo tiempo sintió un nudo en la garganta. Apretó los labios, sabiendo que necesitaba a su mejor amigo. George generalmente se reprimía, trataba de minimizar sus síntomas por su cuenta, porque ya estaba cansado de que Reynolds tuviera que cuidar siempre de él. Cuando los dos vinieron a la universidad se obligó a sí mismo a no depender tanto de Reynolds, su amigo merecía disfrutar su época universitaria sin tener que cuidar de él.
George sabía todo eso y estaba tratando de vivir bajo esa premisa, pero en este momento, era demasiado para él.
—Por favor… —susurró despacio, asintiendo a su petición, rindiéndose a las circunstancias.
George cerró los ojos y trató de concentrarse en su respiración. Podía sentir cómo sus dedos se movían de manera nerviosa, con las uñas hundiéndose en la piel de manera compulsiva. Hacía mucho tiempo que no buscaba el dolor físico de manera impulsiva para poder contener su propia angustia. Estaba haciendo un esfuerzo, pero no funcionaba, George se llevó las manos al cuello de la camisa, pues sentía que le faltaba el aire.
—Lo siento —susurró, sin saber por qué estaba pidiéndole perdón. Cuando miró a Charlotte, supo que nunca podría alcanzarla. George lo sabía, pero durante unas cuantas semanas, la esperanza se alimentó en su interior.
Pero ahora, mientras la miraba y seguía apretándose los dedos con tanta fuerza que se estaba lastimando de verdad, sabía cuál era la verdad. Él y Charlotte pertenecían a mundos completamente diferentes. George no era normal, jamás lo sería, era ridículo pensar lo contrario.
No podía ofrecerle nada a Charlotte. Ella no se merecía a alguien como él.
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4.45PM
Charlotte
Charlotte lanzó una mirada nerviosa hacia la puerta, pero no había señales de Reynolds todavía. ¿Sería por esto que Reynolds desaparecía de forma tan rápida como decía Brimsley?
Volvió a concentrar la mirada en George. No entendía la expresión en su rostro, pero suponía que no era el mejor momento para tratar de interpretar cosas.
Frunció el ceño cuando George se disculpó, y negó rápidamente.
—No tienes que disculparte —le dijo con calidez—. Solo quiero ayudarte.
Era sincera.
Esperaba que George lo notaba. Tal vez se avergonzaba de esto, tal vez eso era la expresión que tenía. Charlotte tenía que hacerle ver que no le importaba.
Solo quería que estuviera mejor.
Continuó con la mano en su pecho, intentando ayudarlo a respirar, guiándolo con sus indicaciones y respirando con él. Como George no parecía seguirla, tomó la mano de él y la llevó a su propio pecho para que sintiera cómo inspiraba y exhalaba, a ver si podía seguirla.
—Ya pasará, George, pronto no será nada —le aseguró.
Sin embargo, seguía viendo por encima del hombro de George hacia la puerta. No sabía si iba a poder ayudarlo antes de que Reynolds llegara, pero eso esperaría. No quería verlo sufrir así.
∞
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4.45PM
George
"Sólo quiero ayudarte".
George había escuchado infinitas veces la misma frase. De sus padres, de los amigos que había dejado en el camino, de los doctores que lo habían atendido a lo largo de su vida.
Sin embargo, escucharlo de Charlotte era diferente. George no tenía duda de que sus padres lo amaran, a pesar de que no era el hijo que esperaba, de que era defectuoso de nacimiento, sabía que ellos lo amaban de manera incondicional. Reynolds también lo quería, George nunca lo había dudado. Pero con Charlotte era completamente distinto.
Nunca había ambicionado algo de manera en que anhelaba tener a Charlotte.
Se estremeció cuando Charlotte lo tomó de la mano y la colocó sobre su pecho. La piel de Charlotte se sentía suave incluso por encima de su camisa. Cerró los ojos por un instante, tratando de hacer un último esfuerzo y siguiendo la respiración que ella marcaba. George intentó alejar aquellos pensamientos horribles de su cabeza, que les decían una y otra vez que todo esto era su culpa, que era un desastre y que obviamente terminaría otra temporada en el hospital.
George, todavía con los ojos cerrados, no pudo evitar que algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas al pensar en ello. Pensar en el hospital le aterraba.
—No… —susurró despacio, incapaz de abrir los ojos, pues no quería encarar a Charlotte. No quería mirarla a la cara y ver su expresión asustada al ver su comportamiento incontrolable—. No sé si pasará, Charlotte.
George estaba resignado a ser esto, a vivir sólo una media vida, pero sentir a Charlotte tan cerca y saber que no la podría tener era más de lo que podía soportar.
George había escuchado infinitas veces la misma frase. De sus padres, de los amigos que había dejado en el camino, de los doctores que lo habían atendido a lo largo de su vida.
Sin embargo, escucharlo de Charlotte era diferente. George no tenía duda de que sus padres lo amaran, a pesar de que no era el hijo que esperaba, de que era defectuoso de nacimiento, sabía que ellos lo amaban de manera incondicional. Reynolds también lo quería, George nunca lo había dudado. Pero con Charlotte era completamente distinto.
Nunca había ambicionado algo de manera en que anhelaba tener a Charlotte.
Se estremeció cuando Charlotte lo tomó de la mano y la colocó sobre su pecho. La piel de Charlotte se sentía suave incluso por encima de su camisa. Cerró los ojos por un instante, tratando de hacer un último esfuerzo y siguiendo la respiración que ella marcaba. George intentó alejar aquellos pensamientos horribles de su cabeza, que les decían una y otra vez que todo esto era su culpa, que era un desastre y que obviamente terminaría otra temporada en el hospital.
George, todavía con los ojos cerrados, no pudo evitar que algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas al pensar en ello. Pensar en el hospital le aterraba.
—No… —susurró despacio, incapaz de abrir los ojos, pues no quería encarar a Charlotte. No quería mirarla a la cara y ver su expresión asustada al ver su comportamiento incontrolable—. No sé si pasará, Charlotte.
George estaba resignado a ser esto, a vivir sólo una media vida, pero sentir a Charlotte tan cerca y saber que no la podría tener era más de lo que podía soportar.
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