Estaba enfadado, furioso, y era fácil de detectar. Cuando Orion se ofuscaba de esa manera los rasgos de su rostro se contraían con tensión y en sus ojos verdosos brillaban chispas que gritaban peligro a todo aquel que se atreviera a mirarlo directamente.

Lástima del despistado chico de segundo que chocó contra él al doblar una esquina.  El chico casi cayó de culo al suelo, sus libros desperdigados por todas partes, Orion apenas se movió, como convertido de repente en una estatua. El chicos e apresuró en recoger sus cosas, solo pidiendo perdón al percatarse de con quién había chocado. Orion sabía que, a lo largo y ancho de la escuela, corrían todo tipo de rumores sobre él, rumores que nunca se molestaba en desmentir o asegurar. Algunos eran graciosos, la mayoría espeluznantes, aquel chico parecía haber escuchado alguno de los últimos a juzgar por la repentina blancura de su tez.

Oh, genial, y encima era un gryffindor sangre sucia.

— Casi me tiras.— su tono fue bajo, frío, casi un siseo.

— Ha sido sin querer y… y no te ha pasado nada.— el chico, aferrado a sus libros, intentaba ser valiente, pero eso no hizo sino que despertar todavía más al depredador dentro de Orion.

— Oh, por supuesto, no me ha pasado nada. —sus labios se curvaron en una sonrisa, pero esta nada tenía que invitase a reír.— Pero, ¿sabes?— se acercó más a él, pasando un brazo por sus hombros y acercándolo a él como si de amigos se tratara.— Puede que a ti sí que te pase. Me has pillado aburrido y además tengo hambre, eso siempre es mala combinación. —su sonrisa se amplió enseñando más los dientes y sus colmillos en los que el chico puso toda su atención.— Para compensarme el choque podrías jugar conmigo, ¿Qué te parece si te transformo en un bicho?He oído que a algunos si les arrancas las patas les vuelven a crecer.

CON Gideon EN Puente de piedra A LAS 18:00

El dolor de cabeza lo estaba matando desde primera hora de la mañana, apenas había podido dormir. Puede que hubiese sido su culpa por quedarse enganchado al último libro que había sacado de la biblioteca o simplemente se había quedado leyendo porque cada vez que intentaba dormir lo único que podía escuchar era las respiraciones de sus compañeros y su corazón en los oídos. Por una o por otra, su mañana no había sido la más brillante, como diría su mejor amigo tenía cara de haber chupado un par de limones y no tenía muchas ganas de cruzarse con nadie.

Se estaba planteando bajar a cenar, tal vez lo mejor fuese terminar el estúpido entrenamiento e irse a la cama y gracias a los dioses que habían pedido aquella tarde el primer turno o querría saltar por alguna de las torres del castillo. Despidiéndose de sus compañeros, tan solo se adelanto para encaminarse a su sala común y proceder a su habitación para morir en ella y ser la persona más feliz de todas. Lamentablemente, cuando uno tenía un mal día las situaciones nunca eran las favorables.

Se había desviado en su camino para no cruzarse con nadie y simplemente desaparecer hasta el día siguiente, pero una voz conocida llamó su atención, no hizo falta entender mucho para ver lo que Orion estaba haciendo y tan solo puso los ojos en blanco.

—Debería empezar a cobrar por hacer de niñera. — Resopló el chico, dando un par de zancadas para llegar hasta el Slytherin. — Diría que podríamos hacer lo mismo contigo, pero estoy seguro de que tu cerebro se convirtió en uno hace unos años. — Poniendo una mano en el hombro de Orion esperó a que soltará el chico y le hizo un gesto para que saliese corriendo. — ¿Qué tienes en la cabeza para amenazar a un pobre chico de primero? — Al menos podría meterse con alguien de séptimo que tenía más posibilidades de defenderse que un niño.

 CON Orion EN en puente de piedra A LAS 18:00

La conocida voz de Gideon interrumpió su monólogo cosa que no ayudó nada a mejorar su, de por sí, pésimo humor. Orion puso los ojos en blanco a la par que chasqueaba la lengua para, con hastío, dejar escapar al chico.

— Era de segundo. —ladró en respuesta mientras se alejaba del toque conciliador de Gideon. — Además, yo también podría preguntarte qué tienes tú en la cabeza para acabar comportándote siempre con el héroe. —Orion sabía que su enfado no era culpa de Gideon, igual que no había sido culpa del chico de antes, pero eran ellos a los que tenía delante para volcar su ira.

— Es asqueroso. —chasqueó la lengua a la par que empezaba a rebuscar en los bolsillos de su uniforme por alguna de sus chocolatinas. No encontró nada y eso solo lo enrabietó todavía más si era posible.— Mierda. —aquel no era, decididamente, su día.

— ¿Qué quieres? —espetó entonces. Quería estar solo pero, a la vez, le aterraba la idea de quedarse solo porque era en esos momentos en los que sus pensamientos más íntimos y oscuros salían a flote.

CON Gideon EN Puente de piedra A LAS 18:00

La respuesta de Orion hizo que el chico rodase los ojos, era increíble como siempre creía tener la razón, pero también eran las mejores oportunidades para darle con un libro en la cabeza.

—Claro, porque esa diferencia de año cambia mucho la situación. — Su tono dejaba claro que estaba siendo sarcástico, una habilidad que había mejorado con los años. Tal vez el cinismo no era la mejor forma de enfrentar ciertos problemas, pero cuando se trataba de Orion era lo que mejor funcionaba. — No tendría la necesidad de ser el héroe de nadie, si tú te aprendieras a comportar como una persona racional. — Volvió a responder, no era como si caminase por los pasillos para ver las injusticias que había. No era prefecto, ni profesor, eso si, cuando alguien tenía el descaro de pasarse de la raya no podía quedarse callado.

Conociéndose como se conocían, aquello era raro.

No iba a decir que Orion no fuese desagradable, porque lo llevaba siendo unos cuantos años, pero su mecánica era diferente. Él la liaba, Gideon le echaba la bronca y el Slytherin normalmente desaparecía. No era como si saliese corriendo, pero después de un par de palabras abandonaba la escena como si la aparición de Gideon fuese lo peor que le hubiese pasado, que todavía estuviese ahí significaba que algo no iba bien.

—Diría que la pregunta es, ¿qué coño te pasa? — Igual estaba leyendo las señales incorrectas, pero podría decirse que en ciertos momentos Orion era como un libro abierto. — Me lo cuentas o necesitas que te persiga hasta que te hartes. — La segunda opción era bastante más molesta.

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Orion miró a Gideon larga y fijamente con gesto apático. Se conocían desde que eran niños y, si el joven Blackburn tenía que decir la verdad, no sabía todavía qué considerarlo en su vida. A veces era un amigo y otras, casi todas, un grano en el culo. Pero sus discusiones generalmente eran por temas sin importancia, más porque Orion se aburría que porque le importase realmente o porque quisiera hacerle daño.

Aquel día, no obstante, sabía bien que su humor era de lo peor y hablar con Gideon solo lo agravaría por esa manía suya de intentar ser justo o lo que fuera.

— ¿Una persona racional? —ladró.— ¿Es que no has escuchado lo que dicen por ahí? Soy un licántropo, tío, no tengo nada de racional. —jugó la carta del monstruo, era lo que mejor funcionaba cuando quería que le dejaran tranquilo. Pero una parte de él sabía, o esperaba, que con Gideon no funcionaría. Quizás en el fondo sí que quería compañía, quizás por eso no se había marchado como solía hacer siempre que Gideon lo encontraba haciendo lo que no debía

— ¿Por qué tiene que pasarme algo? —preguntó a su vez.— Joder, si vas a darme la charla por lo menos dime si tienes algo de chocolate por ahí Has frustrado mi idea de pedírselo al chico de primero. —se mofo para, a continuación meter ambas manos en los bolsillos de su pantalón y recostarse contra la baranda de piedra aparentemente tranquilo aunque, por dentro, era un huracán.

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Gideon levantó una ceja ante la respuesta de Orion, cruzando los brazos. No dijo una palabra por unos segundos, no sabía que esperaba Orion de aquello, Gideon no iba a salir corriendo porque el chico le soltase un par de palabras. Se conocían desde que apenas sabían andar, no era como si un par de palabras fuesen a hacer que el castaño se fuese, no cuando el idiota que tenía en frente necesitaba una intervención urgente.

—Con excusas baratas a otro. — Terminó por decir con cara de pocos amigos. — Puede que a veces te falle la única neurona que tienes, pero no eres mala persona, ni mucho menos alguien que no puede racionalizar. — Si ese fuese el caso él habría dejado de hablarle hacía mucho tiempo. Si mantenía su amistad con Orion era sobre todo porque todavía veía al chico con el que había crecido, un poco más perdido que antes, pero no alguien diferente.

Que se le pusiera a la defensiva lo único que hacía era que quisiera poner los ojos más en blanco, estaba cansado y no del mejor humor para tener que estar presionando como si fuese un ingrediente en la clase de pociones.

—No creo que pedir fuese lo que ibas a hacer. — Pero no diría más al respecto, tan solo se metió la mano al bolsillo para sacar una caja de ranas de chocolate y lanzarse para que la cogiese. — No te la mereces, pero dado que yo no soy muy de dulces ...— Le diría a Nick que estaba muy buena y que le había regalado el cromo a alguien de primero. — ¿Vas a contármelo o te dejo en tu miseria?— Y el tono de la conversación para Gideon había cambiado, si el chico insistía en que todo estaba bien le dejaría y punto.

No siempre se podía ser el padre de todos.

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No pudo evitar dejar ir una risa amarga y sin gracia, tal y como él mismo se sentía ante las palabras de Gideon.

—¿Que no soy mala persona? Debes de ser el único que lo cree. —dejó ir entre dientes. Desde luego la frase le sonaba absurda, ¿su nombre y la palabra buena persona en la misma frase? Imposible. Iba a añadir algo más, probablemente una mala puya a juego con su humor, pero Gideon le tendió una rama de olivo en forma de chocolate y no era algo que Orion pudiera rechazar.

Agarró la caja de ranas de chocolate al vuelo, la abrió, la desenvolvió y rápidamente dio el primer mordisco. El cromo ni lo miró, aunque se lo guardó en el bolsillo de los pantalones junto a la caja vacía. El sabor dulce del chocolate llenó su paladar y le hizo sentir inmediatamente mejor al instante.

— Solo estoy un poco molesto, ¿vale? Todo lo del compromiso entre Tabitha y Cepheus es simplemente… -dejó la frase en el aire y dio un nuevo mordisco a la rana, pero este fue más fuerte, más duro, necesitaba destrozar algo.— Tendrías que haberlo visto cuando me lo dijo. Casi se mea en los pantalones. -bufó, molesto de solo recordar aquel día.

— Siempre obedece a pies juntillas todo lo que le dice su padre aunque eso signifique… —volvió a dejar la frase a medias y se metió el último trozo de rana de chocolate a la boca.— ¡Me pone de los nervios! Tiene tanta valentía para unas cosas y para otras es una puta nenaza.

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Gideon resopló enfadado, aquella era la discusión de siempre. Orion actuaba de cierta manera por las influencias que tenía, pero al mismo tiempo tenía cuidado de lo de su alrededor. Él mismo parecía odiarse más que nadie y el castaño no sabía si esa era la razón por la que actuaba de ciertas formas, como si su imagen tuviese que empatar con su personalidad o algo por el estilo.

—Si tú te lo creyeras un poco por una vez, tal vez las cosas cambiarían. — Respondió con la mayor educación que podía, no siempre era fácil mantener aquella amistad, pero cuando creía que se iba a romper Orion hacía un esfuerzo, necesitaba ayuda o estaba ahí para él. Era difícil dejarlo marchar aunque quisiera pegarle la mitad de las veces que se cruzaban.

Para variar, todo su enfado venía del mismo individuo. Gideon hizo todo su esfuerzo por no rodar los ojos, porque el nombre de Cepheus le ponía de mal humor. Siempre con la cabeza alta, creyendo que era mejor que los demás, arrastrando a Orion a sus propias locuras y haciendo que el chico no viese que era una compañía tóxica.

Lamentablemente la forma en la que hablaba de él, no era muy normal. Para cualquier puro como Cepheus aquellas noticias eran habituales, los compromisos se hacían y deshacían como se deseaban. Solo querían mantener su sangre lo más pura posible para continuar su legado como eso les hiciese mejores que el resto y no un poco más idiotas por las neuronas que se iban perdiendo de tantos matrimonios arreglados.

—¿Y no es eso lo normal en las familias puras? — Preguntó, sabiendo la respuesta, porque el rato de turno era él que parecía estar echando un pulso con su padre para ver hasta dónde su paciencia le llevaba a levantar la varita en su contra.

Verlo tan enfadado no tenía sentido, pero por alguna razón algo hico click en su cabeza y no sabía si era muy inteligente preguntar, pero finalmente tomó una bocanada de aire.

—¿O es que te molesta porque sientes algo por él? —  Puede que se ganase un golpe, pero aquel comportamiento compulsivo tenía que salir de alguna parte ¿no?

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Orion gruñó en respuesta ante la pregunta de Gidion. Ambos sabían que la respuesta era afirmativa, pero eso no significaba que al chico tuviera que gustarle. Se llevaba “bien” con Gideon precisamente porque, al igual que él, era un completo y absoluto desastre como sangre pura. Ambos parecían gustar de tentar y sobrepasar la paciencia de sus padres esperando, casi deseando, que llegase el momento en que sus progenitores no pudiesen más. ¿Qué sucedería entonces cuando su padre se cansase de sus desafíos y faltas de respeto constantes?

— No tiene por qué ser así. —refunfuñó en respuesta acabándose ya lo que quedaba de la rana de chocolate, pero este último trozo se le atragantó ante la siguiente pregunta del Ravenclaw.

Orion tosió y se palmeó el pecho intentando deshacerse del tapón que parecían bloquear su garganta. Los ojos se le pusieron rojos por el esfuerzo y el cuello empezó a arderle por los tosidos. Cuando consiguió reponerse observó a Gideon de arriba a abajo con ojos oscuros  y puños apretados. No respondió, sino que permaneció en silencio durante lo que parecieron horas.

— ¿Y qué si así fuera? —nunca se había hecho esa pregunta en voz alta. Orion hacía ya tiempo que sabía que no solo le gustaban las chicas, pero una cosa era saber que le gustaban los chicos y otra que le gustaba Cepheus. Pero no, no le gustaba Cepheus. Gustar era una palabra demasiado vaga y patética para describir cómo se sentía hacia Cepheus. No obstante, no se atrevía a poner nombre en voz alta a lo que sentía por su mejor amigo pues tenía la sensación que, una vez dicho, ya no habría marcha atrás y todo se iría por el desagüe

— Joder, ¿para qué me preguntas eso? No estamos hablando de mí. —se quejó intentando volver a lo que él creía que era el cauce de la conversación.— Lo que importa es que Cepheus siempre hace lo que quiere su padre, como una marioneta, y me pone de los nervios.

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Claro que no tenía que ser de esa manera, lamentablemente no todos lo veían de esa forma. Cuando se trataba de los sangre pura todo tenía que ser un problema, los que se consideraban los sagrados veintiocho siempre tenían que tener un pie por delante del otro y asegurarse que sus hijos continuaban su labor como buenos hijos. Desde pequeño los educaban para ser aquello que previamente ellos habían deseado ser. Claro, que no siempre les salía bien la jugada. No todos nacían con la misma personalidad, ni las mismas ganas de explorar o informarse. El mundo no era simplemente lo que sus padres decían, pero para muchos era lo más sagrado, cumplir el objetivo familia y no dejar que nada más se pusiera en el camino de uno. Podría verse como algo triste, pero lamentablemente era la realidad en la que muchos estaban viviendo.

—Lo educaron para eso, si él no quiere dar el paso para romper esa cadena no hay nada que hacer. — Quedarse fuera de la cadena familiar, era una de las peores cosas que muchos enfrentaban. Vivían con miedo, el mismo lo hacía, pero por razones diferentes. Ser valiente no siempre significaba enfrentarse a leones, a veces significaba enfrentarse a uno mismo. No negaría que muchos habrían visto el boggart como su propio padre.

La reacción que tuvo hacia su pregunta le dejó completamente claro todo lo que estaba por venir, no necesitaba decir nada, aquello era suficiente para Gideon. Darse cuenta de esas cosas eran su especialidad, podría decirse que había visto las reacciones de sus amigos a lo largo de los años, era bonito, pero en ese caso complicado.

—Podría decir muchas cosas respecto a la persona que es Cepheus, no necesitas un master para darte cuenta de lo que yo pienso de él. — Sobre todo porque lo había dejado claro varias veces y seguía diciendo que no le hacía ningún bien a Orion, pero que no habría manera en la que aquello podría cambiarse. —Pero, si es lo que quieres, no tendría que tener nada de malo. — Uno no podía elegir a quién decidía tener, claro que él tan solo hablaba de una idea, porque se había negado a sentir nada por nadie, dónde había química no tenía que haber nada más.

Gideon suspiró, no iba a obligar a Orion hablar del tema. — Porque la persona que me preocupa eres tú. — Respondió con total claridad, lo demás podía quedarse a un lado, la persona que realmente importaba era Orion y puede que aceptar que pasaba por su cabeza o las molestias que sentía hiciese que supiese actuar de manera más fácil. — ¿Y cómo querrías que actuase? ¿Qué te eligiese a ti antes que lo que su padre quiere?

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Las palabras de Gideon eran sinceras, pero también dolorosas. Orion sabía que tenía razón en cada cosa que decía, entendía lo que quería decirle con aquellas veladas preguntas y, sobre todo, comprendía su punto de vista.

— ¡No, joder! Que no es eso. —se quejó. De pronto se sentía cansado, agotado, así que se deslizó barandilla abajo hasta acabar sentado sobre el suelo. A lo elfos les costaría deshacerse de las manchas de polvo que quedarían en su túnica y pantalones.

— Ya te he dicho que esto no tiene que ver conmigo. No es a mí a quien quiero que elija, quiero que se elija a sí mismo. —Orion era un capullo, ciertamente, a cualquier persona que le preguntases usaría la palabra capullo para describirlo, pero también era humano. Sufría y amaba, se preocupaba por otros más allá de sí mismo. Orion no pretendía que Cepheus lo escogiese a él, no era eso.

Cuando, en quinto curso Cepheus le dijo que iba a confesarse a Tabitha, Orion no hizo nada para detenerlo pese a arriesgarse a que fuera arrebatado de él porque, ante todo, él quería que Cepheus fuera feliz. Orion amaba al chico feliz, al que sonreía, al que le brillaban los ojos cuando hacía alguna gamberrada y compartía chocolatinas con él a las tantas de la madrugada.

— Si se casa con Tabitha y ocupa el lugar que su padre quiere, se va a morir por dentro. —como una bestia enjaulada que pierde las ganas de comer y poco a poco se va dejando morir. —Dejará de ser él y entonces lo perderé de verdad. —como cuando volvía a casa por vacaciones y al volver a encontrarse en el colegio era un poco menos él.

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Negación.

Estaba viendo su manera de actuar y podía sacar cosas en claro, pero no pondría una palabra más sobre la mesa porque ya parecía suficientemente alterado. La preocupación que mostraba por una persona que tan solo era capaz de preocuparse por su sombra le sorprendía. Claro que Orion había sido amigo de aquel individuo desde que Gideon tenía memoria, pero eso no significaba que le gustará más, el chico estaba actuando como un buen amigo, todos lo harían estando en su posición.

—La única manera de que se elija a sí mismo es que alguien el empuje a hacerlo. — No importaba como lo pusieran, aquellos que nacían en familias puras como la de Cepheus estaban condenados a ser marionetas de sus padres, al menos si querían sobrevivir. Se decían a sí mismo que era lo que debían hacer, que nacieron para ello y que tan solo podían ser desagradables porque les habían enseñado a ellos. Una tradición que iba pasando de generación en generación hasta asquear a cualquiera.

Sus palabras hacían que tuviese cierta pena. No quería ver a Orion con mala cara, pero tampoco tenía palabras de animo para él. Claro que ya le había dicho que sus conjeturas era equivocadas, pero no era la primera vez que veía aquella mirada llena de desesperación. Se quedaban bloqueados al no saber como actuar o tomaban la vía más difícil que los hacía sufrir.

—¿Y crees qué tienes alguna manera de evitarlo? — Preguntó el chico, porque no servía de nada atormentarse, lo mejor que podía hacer era intentar buscar una solución al respecto.

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Ante las palabras de Gideon Orion le lanzó una sentida mirada tras la cual dejó ir un profundo suspiro. No tenía ganas de hablar, pero tenía mucho que decir, pero no sabía por dónde o quién empezar. Ese era, quizás, el problema de ser una persona a la que casi nunca le importa nada, que cuando te importa algo no sabes cómo reaccionar.

Con la vista clavada en sus zapatos alzó la mano y tomó el borde de la túnica del ravenclaw, lo aferró entre sus dedos, la tela negro noche contra la blancura casi enfermiza de su piel, y tiró hacia abajo pretendiendo que se sentase a su lado. Podría habérselo pedido amablemente, podrían haber buscado otro sitio que no fuera en el suelo del puente de piedra, pero Orion no pedía las cosas ni, mucho menos, pedía ayuda. No al menos como una persona normal lo haría.

— Anda, hazme compañía un rato. —no respondió a su pregunta pues le aterraba responder. ¿Podría hacer algo? Quizás. ¿Sin dañar a Tabitha o al propio Cepheus? Imposible.— Háblame de alguna de esas cosas muggles que tanto te gustan. Saber que hay gente más patética que yo en este momento me animará.

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No hubo respuesta y tal vez eso era más preocupante, querer ayudar a alguien que te importaba y no ser capaz de hacerlo. Gideon siempre se movía con cuidado, era de esas personas que le gustaba ayudar, tender la mano a quién lo necesitase en todo momento, por mucho que él pudiese salir escaldado, por eso se enorgullecía de conocer a bastante gente en el colegio. Lamentablemente, no significaba que todos fuesen sus amigos. Claro que conocía ciertas opiniones de sus cercanos sobre su relación con Orion, no siempre era fácil entender la razón por la que dos personas opuestas podían reconfortarse en el otro, pero Gideon era incapaz de no ver al niño risueño que había conocido, aquel que parecía disfrutar en lugar de sufrir por lo que pasaba a su alrededor.

Estaba masajeándose el puente de la nariz, buscando las palabras correctas cuando el chico tiró de su capa, haciendo que perdiese el equilibrio y se quejase del culazo que le había hecho dar. Aquello no se lo esperaba y tuvo toda la intención de mirarlo mal, al menos hasta el punto en el que vio la mirada perdida del chico, no parecía enfadado en ese momento, tan solo melancólico. A veces buscaba palabras para ayudar, cuando estas no estaban en su vocabulario y lo único que le quedaba era estar con él, la compañía, el hecho de no sentirse solo hacía mucho más. Gideon lo sabía mejor que nadie. Estiró las piernas, pasándose la mano por el pelo para asegurarse que seguía bien peinado y terminó riendo.

—Hablas como si fuese un experto o algo. — No lo era, tan solo tenía más contexto que él, era lo bueno de relacionarte con personas que estaban atadas de una u otra manera al mundo muggle, claro que estos podían ser simples, pero nadie podría quitarles el ingenio, la forma en la que conseguían llegar a los mismo objetivos que ellos sin magia. — Van a abrir un club de juegos muggles, tal vez podrías darle una oportunidad. — Comentó, dándole un pequeño codazo, sabiendo que aquello no arreglaría nada, haría que si riese de él, pero en ese instante quería dejar de ser su padre para ser simplemente el amigo que necesitaba.

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Dejó ir un bufido ante las palabras de Gideon, pero no lo interrumpió. Para Orion, el chico ravenclaw era, dijese este lo que dijera, un experto en muggles. El Slytherin no habían nacidos de muggles ni ninguno de sus amigos lo era, así que no tenía a nadie a quien preguntar esa clase de cosas.

— ¿Un club de juegos muggles? —repitió y dejó ir un sonido leve, semejante a una pequeña carcajada, al imaginarse a sí mismo en tal situación.— Me gusta ser imprevisible, pero no sé si soy un suicida… todavía. —respondió entonces, pensando en lo que podría sucederle si sus allegados se enterasen de a qué tipo de actividades dedicaba su tiempo.

No obstante, la idea empezó a cobrar forma en su cabeza y, como solía pasar con las ideas que Orion se hacía, empezó a gustarle. Si su padre se enteraba montaría en cólera seguro y su hermano amenazaría, de nuevo, con fingir que no lo conocía.

— Aunque igual no es tan mala idea. —soltó de pronto.— Cuéntame más de esos juegos muggles. ¿Es cómo el snap explosivo pero sin explosiones? —el Snap Explosivo era su juego favorito, pero no podía entender qué tendría de divertido jugar a cartas sin explosiones. Además, ¿cómo sabían quién ganaba?

Orion no fue consciente del tiempo que fue avanzando, ni tampoco de la hora de la cena perdida.

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