—Gracias por el libro. — Uno de sus compañeros le devolvió uno de los libros de ciencia ficción que su padre le había mandado hacía un par de semanas para que se entretuviese. Era una saga conocida que la rubia amaba con su alma y que por su influencia un par de personas también se habían empezado a leer.  —De nada, ya te dije que se está poniendo más interesante, aunque mi padre anda llorando un poco porque al parecer el autor saca un libro cada cinco años. — Era lo duro, las buenas historias tardaban en hacerse y ellos habían tenido un poco de suerte por pillarlo justo cuando salía el nuevo libros, pero ahora no les quedaría otra que esperar como cualquier otro enganchado a la serie.

No pretendía quedarse mucho en los pasillos, aquel día no tenía ronda, así que su idea era darse un baño relajante y pensar en todo lo que tenía en la cabeza. Phillipe quería tirarse a la piscina con ella, pero no estaba segura de si debía dejarle hacerlo. A diferencia de ella sus únicas motivaciones eran protegerla, lo veía en su mirada y no creía que eso fuese razón suficiente para arriesgarse.

Se lo tenía que decir, que lo apreciaba, pero que como amigos lo mejor era que él se quedase al margen e hiciese lo que creyese conveniente para él, no por lo que ella pudiese estar sintiendo.  Despidiéndose de su compañero de casa sus ojos cayeron por un momento en aquella escena, en aquella rubia colgándose del brazo de Nick, sonriéndole como si fuese el centro de su universo. La noticia del compromiso parecía haberse extendido y a pesar de no quererlo los celos parecían burbujear en su interior.

Nick la había dejado.

No debería sentirse así.

Odiaba seguir sintiéndose así.

Volteó, notando las lágrimas volver una vez más y según giró en el pasillo, allí donde ya no le veían comenzó a correr para entrar en uno de los lavabos e intentar lavarse la cara a un punto en el que aliviase esas lágrimas que no deseaba derramar.

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Si fuera cualquier otra persona, Marianne no habría presionado el botón de la empatía y no habría corrido detrás de ella. A fin de cuentas, cada uno tenía sus dramas y ella no sentía la necesidad de extenderle un pañuelo a todo el que veía llorar en el colegio. Ella misma se había sentido alguna vez tan desesperada como para no contener el llanto en medio de un pasillo, y si alguien le miraba, casi podría escucharla gruñir.

Erica era un tipo de persona muy diferente a Marianne, por ello, la siguió hasta el baño y esperó a que terminara de salpicar agua fría sobre su rostro antes de hablar: —¿Qué ha pasado? — Preguntó, de forma inmediata. Entre ellas tampoco había muchos secretos, y después de ver a la arpía de Ravenclaw colgada del brazo de Nicholas antes de entrar en el baño, le parecía bastante seguro asumir… Pero, tampoco era justo con Erica ser ella quien impusiera esos sentimientos en su cabeza.

—Solo voy a decir que, de verdad tengo un bate guardado en la habitación, y no me preocupa utilizarlo. — Tanta varita, tanta varita… Lo que se perdían los magos era la verdadera adrenalina de cerrar el puño y estampárselo en la cara a alguien.

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Estaba intentando ocultar aquellas lágrimas que no deberían existir. Había dado un paso en la dirección correcta, creía que entender la razón por la que Nick lo había dejado todo le ayudaría, pero tan solo era una falsa tranquilidad. No era capaz de entenderlo, ni mucho menos sabía cómo comportarse en un momento así.  Deseaba ser más fuerte, tal vez, que no le hubiese importado lo que Nicholas hizo el año anterior. Se quedó quieta, mirando como una estúpida, escuchando rumores que no quería creer y estampándose al darse cuenta que así era.

Ahora verlo pasar página cuando ella se sentía atrapada hacia que su pecho ardiese, claro que no era la misma sensación, nunca volvería a serlo, pero en el fondo creía que se hubiese merecido acabar de manera distinta, tener la oportunidad de ser sinceros desde el primer momento.

—Odio sentirme impotente. — Respondió la rubia, apretando los puños, prefería estar sola, pero tampoco echaría a la rubia. Suspiró, negando con la cabeza, moviéndose el cabello un tanto frustrada. —¿De qué serviría eso? Tampoco se trata de que te expulsen, además es estúpido seguir dándole vueltas al tema. — Resopló, apoyándose en el lavamanos y mordiéndose ligeramente el labio inferior.

Terminó por voltearse, mirando a la rubia y las palabras comenzaron a salir sola, contándole lo que había pasado con Nick, la noche en la que le había interceptado, su compromiso, las mentiras de sexto, todos y cada una de las palabras que recordaba.

Sus labios.

—Puede que lo hiciese para protegerme, pero…—La rubia suspiró, el dolor en su pecho era real. —Nadie mintió cuando decían que se estaba acostando con medio colegio según corto conmigo. —¿Y de qué le servía que lo sintiese si los hechos no eran diferentes?

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Marianne no brillaba por su delicadeza, sin embargo, en ocasiones como esa no podía evitar conectar con la parte empática de su cabeza. Con una suavidad que normalmente no la caracterizaba, limpió las lágrimas que se deslizaban por las mejillas de la chica, y se sacó un pañuelo de su bolsa para humedecerlo con un poco de agua del grifo para intentar aliviar la hinchazón alrededor de sus ojos como consecuencia.

—Si te afecta tanto, es que no es estúpido darle vueltas. Es normal que te sientas de cierta manera, que haya pasado un tiempo no significa que tus sentimientos pierdan validez. — Aseguró, intentando ser la voz de la razón por una vez en la vida a pesar de querer salir del baño para arrancarle la cabeza a alguien a mordiscos. No conocía toda la historia, pero, tampoco era capaz de decirle que necesitaba dejar de llorar. Sabía que Erica la necesitaba a ella y no a sus impulsos.

Escuchó las palabras de la rubia atenta, sin interrupciones por más que quisiera decir en más de una ocasión que nunca había conocido a un Ravenclaw más estúpido. —Te ha quitado la capacidad de decidir si necesitabas que te protegiera, directamente te ha considerado demasiado débil para poder aguantar lo que ocurría y eso no se hace en una relación. — ¿Qué sabía ella de relaciones? Solo sabía que odiaba cuando la gente la subestimaba, y suponía que Erica se sentía de la misma manera.

—Puede tener la excusa que quiera para justificar su comportamiento, lo que sea que le ayude a dormir en las noches. — Aseguró, en un tono cargado de amargura que no iba direccionado a su compañera de Gryffindor, si no a la situación por la que la habían hecho pasar. —Pero, te mereces más que justificaciones de mierda. El chico está cagado de miedo, se le huele de lejos. — Y por la historia que Erica contaba, estaba más que claro. ¿Por qué no sacaba un par de cojones y los ponía sobre la mesa para enfrentarse a las cosas que no le gustaban y ser feliz? Marianne sencillamente no lo entendía.

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Puede que no perdiesen validez, pero llegaba un momento en el que sentía que estaba dando vueltas en el mismo cuadrado. Superar a Nick parecía una historia imposible y eso empezaba a molestarla ligeramente. Sus pensamientos acababan en él sin darse cuenta y aunque hubiese personas que la distraían o de las que podría haberse enamorado, de una forma u otra volvía a Nick. Era frustrante darse cuenta que apenas habías avanzado un par de pasos desde el momento en el que todo termino, y haber estado con él admitiéndole ciertas acciones tampoco.

—Parece que le gusta echarle sal a mis heridas en lugar de aliviarlas, y eso es lo peor—. Casi hubiese preferido que no le mencionase, que no le admitiese la razón por la que había terminado su relación de un segundo para otro. — Siento que si me hubiese dicho lo que pasaba desde el principio podríamos haber abordado todo de manera muy diferente, pero Nick piensa siempre para si mismo y cree que debe tener el peso del mundo sobre sus hombros en lugar de compartir la carga y eso solo termina empeorando todas sus relaciones—. No sabía hasta que punto lo que estaba ocurriendo con él podía afectar otros aspectos de su vida y aunque se sintiese dolida y tuviese ganas de llorar, seguía preocupada por él.

Si, podía ser que tuviese miedo, pero seguía sin justificar algunos de sus comportamientos.

—Y a pesar de todo se le ve bastante cómodo con su prometida—. Erica no sabía mucho de Carrie, tan solo algunos rumores y que muchos la consideraban una pequeña arpía, pero nunca había hablado directamente como para poder comprobarlo.

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La rubia tenía poca tolerancia a semejante cobardía. En realidad había aprendido a aceptar que tenía baja tolerancia a muchas cosas que ocurrían en el mundo mágico. Parecía que todo el mundo a su alrededor empezaba a tener esta fiebre insana del matrimonio, y que los idiotas se estaban apilando y aquello solo hacía que se sintieran más valientes.

—Erica, entonces es completamente su culpa. Él es el que se está perdiendo la oportunidad de cultivar relaciones sanas por querer asumir una responsabilidad que no le corresponde levantar por su cuenta, y tu no puedes pagar por su cobardía. — Estaba siendo bastante firme con sus palabras, pero Marianne nunca había sido buena para darle vueltas a las cosas o endulzarlas. Tampoco conocía a Nicholas como para entenderlo, mucho menos defenderlo cuando estaba viendo los estragos de sus acciones.

—Y tampoco es tu responsabilidad hacer que lo entienda o preocuparte por él. Todos somos lo suficientemente mayores como para saber lo que es bueno o no para nosotros... Y tú tampoco estás sola, no vas a estarlo nunca. — Agregó, ignorando el comentario de su prometida mientras sus manos limpiaban las mejillas húmedas de la rubia. Tampoco quería interrogarla sobre lo que sabía, no le parecía el mejor momento.

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Sentía la presión en su pecho sin darse cuenta. Nick había sido la persona más importante en algún momento, su familia lo había querido como nadie y ella estaba ahí sufriendo por algo que creía haber superado. Por mucho tiempo que pasará siempre habría una pequeña espinita clavada en su corazón y desgraciadamente Nick tampoco dejaba que esta se fuese. La forma en la que le había pedido disculpas y que le había hablado de su compromiso mientras le confesaba que la quería no ayudaba.

—Sé que no estaré sola—admitió, pero no era fácil seguir la línea después de todo. Erica sentía esa presión que de alguna forma tenía que sacar—, él hizo cosas que no puedo perdonarle, si hubiese hablado conmigo de como se sentía, pero me arrojo a un lado y empezó a acostarse con medio colegio y a pesar de todo viene y me dice que nunca dejo de quererme— terminó por decir, apretando los labios.

¿Cómo debía sentirse al respecto? Sonreírle y decirle que estaría esperando para siempre. No podía hacer eso.

—Simplemente es difícil y si todavía pudiese quitarme esta sensación de encima, pero siempre que parece que todo mejora algo lo tira al suelo, mira con Dante— negó, no parecía ser buena para ayudar ni evitar nada.  

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—¿Crees que es algo que deberías decirle a él? — preguntó, a sabiendas de que hablar de sus sentimientos no era precisamente un consejo que ella tomaría estando en su situación —. Me refiero a que... Tal vez si le queda claro que no vas a perdonarlo por lo que te hizo, y que no te vas a quedar sentada esperando por él, deje de buscarte para decirte cosas que no quieres escuchar— comentó, porque tampoco era una mala salida si era lo que Erica necesitaba.

Hizo una mueca ante la mención de Dante, y se alejó un poco para apoyar sus manos contra el lavabo, sin mirar su reflejo en el espejo porque de hacerlo acabaría gruñéndose a sí misma.

—Te entiendo... ¿Puedo contarte algo? — preguntó, en parte porque no quería cambiar de tema y que Erica dejara de hablarle de sus problemas, pero también porque necesitaba sacarse la espina que tenía clavada.

—¿Sabes quién es Klaus? ¿El chico con mirada de asesino serial de Slytherin? — Si era era la forma que tenía para describirlo tal vez debería replantearse ciertas ideas, pero no se le ocurría algo mejor.

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Recordar la última conversación que tuvieron todavía dolía, Erica había fingido que no importaba. Continuo con su vida después de la ruptura como cualquier otra pareja adolescente, sus padres le repetían que todos tenían ese tipo de desilusiones y que era lo más normal. Sabía que tenían razón, pero verle hacer lo que hizo siempre quemaba, pero lo peor fue verle ser sincero con ella. Que todo lo que ocurrió no tenía que ver con que no la quisiera, sino con su familia. Era curioso y al mismo tiempo seguía ardiendo, porque por mucho que hubiese sido por su familia no podía perdonar las decisiones que había tomado, que no le pudiese negar los rumores que se escuchaba y que había terminado ahogando sus penas en más de una cama. Ese era el problema principal, que la herida no se cerraría.

—Ya he dicho mi adiós definitivo Mary— respondió, sonriendo con cierta debilidad ante lo que estaba ocurriendo—. Simplemente no es tan fácil olvidar y creo que él también lo sabe, cuando me hablo la última vez la puerta se cerró entre ambos, pero esta claro que siempre habrá una historia que se cerró de forma inadecuada—y eso dolía, más sabiendo que estaban haciéndole ver lo que había perdido.

Los ojos de la rubia se centraron en su amiga, moviéndose para poder quedar delante de ella esta vez, su gesto parecía bastante serio.

—Si, el guardián del equipo de quidditch— dudaba que jamás hubiese cruzado palabras con él, pero sabía quien era. Al verlo por los pasillos uno podía tener claro que era mejor no meterse con él.  

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—Después del adiós todo lo que queda es enterrarlo, puede no ser fácil, pero... Estoy segura de que no es el único que estaría deseoso de poder compartir tu tiempo, y eventualmente tu también te sentirás preparada para dejarlo ir— dijo, aunque no tenía ningún tipo de experiencia amorosa, ni había vivido ninguna situación parecida. Solo parecía lo correcto, dudaba mucho que Erica fuera a quedarse estancada en ese amor de instituto.

Asintió con la cabeza al ver que Erica lo reconocía, aun insegura de cómo decir lo que estaba pensando en voz alta. Su historia con Klaus era bastante turbulenta como para explicarla de manera fácil, pero se había dejado llevar por primera vez ante sus provocaciones para que al final resultara que estuvo en el lugar incorrecto en el momento incorrecto.

—En Halloween estuve con él... Estaba preparada para ir a la casa encantada a darme una vuelta y desde entonces no dejo de pensar que si no hubiera perdido el tiempo esa noche, tal vez habría podido pillar a estos imbéciles a tiempo para partirles las piernas antes de que tocaran a Dante— comentó, a sabiendas de que su aproximación a la situación era bastante más agresiva de lo que debería, pero si los hubiera visto su reacción no habría sido distinta a la misma violencia que ellos aplicaron.

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Ponerlo en palabras era sencillo, ella misma lo había repetido en el espejo en más de una ocasión. Desde que lo de Nick ocurrió decidió ponerse una especie de armadura en contra de los comentarios que escuchaba por el pasillo, fingió que todo eso le daba igual, como si ambos hubiesen estado en el mismo tipo de relación. Creía que lo había superado de alguna manera, pero cuando él fue a hablarle tan solo sintió ese ardor, como si de alguna forma fuese una herida sin sanar. Se daba cuenta que las historias sin acabar siempre serían eso, pero no sabía en que punto dejaría de sentir esa molestia, par de ella creía que se estaba moviendo hacia delante, no era como si no hubiese mirado a otros chicos, pero el tiempo diría si realmente era tan fuerte.

Sus ojos se quedaron sobre los de la rubia por un momento, suspirando al escuchar su historia. Podía entender esa sensación de vacío en su pecho, esa culpabilidad en su interior, porque todos sus cercanos sintieron esa impotencia de no poder hacer nada por el chico. Ni siquiera había hablado con él desde que volvió, porque no sabía como aproximarse.

—No puedes culparte por estar con alguien, tu voz suena un poco más alegre cuando has pronunciado su nombre—comentó, porque sabía que era decir el nombre de alguien con cierta felicidad. — Sin embargo, entiendo ese sentimiento de culpabilidad más que nada Mary, yo estaba con él esa noche, teníamos el mismo puesto, pero tuve un problema con el vestido y Dante me instó a ir a arreglarlo, si me hubiese quedado con él, la historia habría sido diferente—contó.

Pensar en esa noche la hacía temblar de rabia, había estado completamente frustrada, sintiéndose fuera de lugar. Era tan injusto, saber que alguien querido había sufrido y que no podías hacer nada. Ver que las personas a tu alrededor que debían ocuparse de encontrar culpables, simplemente se lavaban las manos.  

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El color de su rostro combinaba a la perfección con los colores de su casa en el momento en el que escuchó lo que Erica tenía para decir. ¿Qué su voz sonaba más alegre? Tragó saliva de manera pesada, apartando la mirada por un momento en un intento de controlar la forma en la que se sentía. ¿A qué se refería con que su voz sonaba más alegre?

Hizo lo posible por ignorar el comentario acerca de Klaus, pero fue incapaz de ocultar su repentina inquietud por el tema. No le gustaba saber que demostraba cualquier tipo de sentimiento hacia él, por más que estuviera intentando darle una posibilidad a que las cosas entre ellos funcionaran.

—Tampoco es tu culpa, no teníamos manera de saber que esos sociópatas iban a hacer algo así... Nadie se lo esperaba— dijo, y tal vez debería aplicarse un poco el cuento. Ella tampoco habría podido impedirlo, porque no estaban preparados para ello. —Pero... Creo que llegará un momento en el que estaremos un poco más listos para ello— afirmó, tanteando el terreno, no sabía hasta qué punto Erica sabía lo que estaba ocurriendo detrás de escenas, lo que Gideon estaba preparando.

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Erica decidió ignorar de manera voluntaria el comportamiento que Marianne estaba teniendo, estaba claro que tenía más asuntos que resolver de los que esperaba cuando comentó lo de Klaus. No esperaba que fuese un tema tan complicado, pero simplemente hizo de buena amiga y simplemente lo dejo correr. No era nadie para hablar sobre sentimientos, teniendo en cuenta todo lo que estaba ocurriendo, para ella era difícil ver hacia donde dirigirse.

—No tenía modo de saberlo, está claro, simplemente es una mierda sentir que no puedes hacer nada por aquellos que quieres, ¿sabes? — Era bastante doloroso, pero no había mucho más que decir o hacer, Dante había pasado por ello y si fuese un poco más valiente iría a hablar con él, sin embargo, parte de ella tenía miedo de que el chico tuviese algún pensamiento negativo en su dirección.

Asintió suavemente, en algún momento serían capaces de hacer algo, quería creer en ello, en lo que habló con Mikaela. Su cabeza intentaba firmemente atarse a esa idea, porque de otra no habría manera.

—Mi padre me ha mandado un juego nuevo, ¿quieres venir a probarlo? — Preguntó, estirando su mano para darle la manita, igual era la forma en la que ambas podían despejarse por un rato.

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—Somos más fuertes que eso... Ahora que sabemos que la gente se está volviendo loca en el colegio, tendremos más cuidado— dijo, porque se negaba a que sus amigos siguieran corriendo peligro solamente porque un grupo de personas no supiera controlarse. Marianne tenía muchos pensamientos acerca de las familias puras, y eso no significaba que quisiera constantemente atentar contra su seguridad.

Tomó la mano de su compañera y asintió con la cabeza, saliendo del baño mientras caminaban hacia el aula que les habían cedido como espacio para el club que habían formado. Estar allí le hacía sentirse más cercana a su lado muggle, no todo era magia y movimientos de varita.

—Espero que no sea de cartas, porque sabes que se me dan fatal— comentó, aunque la mayoría de los juegos no eran lo suyo, le costaba concentrarse y ser estratégica. Usualmente siempre se lanzaba por lo primero que veía, y eso era un problema tanto en los juegos de mesa, como en la vida real.

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