Maybe we are addicted that what destroy us

Inpired | Books | Harry Potter Universe

Rosie y Orion se han criado entre la élite del mundo mágico, entre familias de sangre pura e inmaculados árboles genealógicos, entre acciones siempre veladas de segundas intenciones, en un mundo lleno de restricciones y de un retorcido sentido del deber... Dos almas que anhelan una libertad que no pueden alcanzar.

Conocerse fue inevitable, la profunda y verdadera amistad que surgió entre ellos inesperada. Con el paso del tiempo su amistad creció y se hizo más fuerte, pero también lo hicieron sus problemas y responsabilidades en un mundo en el que solo pueden ser ellos mismos con el otro, donde solo encuentran un aliado en el otro y donde, tal vez, solo encuentren el amor en el otro.

Rosie M. Holloway

Slytherin | Bruja Sangre pura | Madelaine Petsch | Bewölkt

Orion L. Blackburn

Slytherin | Licántropo | Brujo sangre pura | Skinner Jones | Red

La relación que guardaban las familias puras era evidente. Incluso cuando estaban fuera del colegio, se aseguraban de que sus hijos permanecieran juntos y que toda la influencia que podían recibir de fuera viniera de personas como ellos. Por eso, cuando Rosie pidió a sus padres irse de vacaciones a la casa que tenían en el sur de Inglaterra, ninguno puso demasiado problema. Tal vez mintió acerca de la cantidad de personas que la acompañarían, pero sus padres se fiaban de ella lo suficiente como para no preguntar.

Orion estaba tirado en su cama, seguramente cansado tras haber pasado todo el día en la playa de Hastings, en una zona reservada que los muggles encontraban como peligrosa y que no tenían permitido atravesar. La pelirroja acababa de salir de la ducha para quitarse la arena de los lugares donde no debería estar, y al salir lo hizo envuelta en una toalla, para luego tumbarse junto al chico.

—Sigue haciendo un calor terrible. — Dijo, pasando los dedos por su brazo, a pesar de acabar de salir de la ducha todavía se sentía pegajosa. —¿Te apetece que salgamos a la piscina? — Preguntó, porque estaba más fresca en el agua que allí dentro, y no le apetecía empezar a abanicarse de forma compulsiva.

Orion tomaba cualquier oportunidad que se le presentaba para evitar pasar tiempo en la mansión Blackburn. Toda excusa era buena, incluso pasar un par de semanas en la casa de verano de los Holloway, y eso que a Orion no le gustaba el calor ni el sol. De todos modos el plan tampoco era tan malo como lo hacía sonar, estaría Rosie, por supuesto, así como otros de su grupo de amigos, todos de la élite de la élite.

El peso de Rosie a su lado en la cama movió ligeramente el colchón y provocó que Orion abriera un ojo para mirarla. Una sonrisa se escapó de sus labios al oírla.— ¿Acabas de salir de la ducha y ya quieres meterte otra vez en el agua? —preguntó en tono jocoso mientras se movía para ponerse de lado y poder mirarla directamente.— ¿Es que eres algún tipo de selkie?

Sin ser del todo consciente de lo que hacía empezó a juguetear con los mechones pelirrojos de ella, todavía húmedos por la ducha. Olía bien, Rosie siempre olía bien.

— Aunque bueno, a ti te pegaría más ser una sirena. —Rosie nunca podría ser confundida con una criatura tan poco agraciada como una selkie.

Se acercó un poco más a él y sonrió al sentir los dedos de este jugando con su cabello, no dijo nada, porque tampoco estaba particularmente peinada como para quejarse por sus gestos.

—¿Tu estás sintiendo el mismo calor que yo? — Preguntó ante la duda. Acababan de regresar de la playa, y lo más normal era querer quitarse la arena de esos lugares donde resultaba terriblemente incómoda. Sin embargo, no se estaba mucho mejor en esa habitación. Aunque tal vez podían solucionarlo con algún hechizo que provocara algo de frío.

Puso los ojos en blanco, pero, era evidente que no estaba molesta. —Voy a fingir que la comparación no ofende. — Dijo, y luego se giró hacia él, apoyando su mano en su pecho mientras sonreía. —¿Se te ocurre algo mejor en lo que podamos hacer uso del tiempo? — Preguntó, porque quería sacar partido de cada minuto que estuvieran ahí, porque estarlo significaba que sus padres se encontraban lo suficientemente lejos como para no ejercer ningún tipo de presión sobre sus acciones o decisiones. Era un descanso del colegio, pero, estar en la casa de verano era un descanso de sus padres.

— Estoy acostumbrado al calor. —respondió con un ligero y poco agraciado encogimiento de hombros, pero poco más podía aportar estando enredado en las sábanas.

La pregunta de Rosie lo tomó por sorpresa, puesto que Orion nunca hacía los planes. Él siempre ocupaba un lugar silencios entre el grupo, siguiéndolos a donde fueran y dejándolos cuando le apetecía sin dar ningún tipo de explicaciones. A muchas personas les desesperaba tal comportamiento, a Orion no le importaba, por supuesto.

— Nah, la piscina estará bien. —dejó ir un bostezo y estiró los músculos a la par que empezaba a incorporarse, preparado para ponerse en marcha. Si fuera otra persona y no Rosie quien lo hubiera venido a despertar lo habría echado sin miramientos, probablemente enviándolo a algún sitio poco agradable. Pero a Rosie se lo consentía como le consentía tantas otras cosas. A veces le daba miedo pensar en ello, por qué la chica tenía ese poder sobre él.

— ¿Vas a quedarte mientras me pongo el bañador? —bromeó, mientras se levantaba y se dirigía hacia el armario empotrado en la habitación. Se revolvió el pelo mientras contemplaba el interior, todo un caos de ropa y zapatos sin ningún tipo de orden.  Pero estaba seguro de que su bañador estaba por allí, lo había lanzado sin demasiadas ceremonias después de que los elfos le trajeran la ropa limpia, que también estaría esturreada por allí.

— Tus admiradores se van a poner celosos. —localizado el bañador bajo un par de camisetas y sin vergüenza se dispuso a ponérselo. Si Rosie se iba a o se quedaba no parecía importarle y, probablemente, así era.

Lo había visto dudar y casi esperaba que se le ocurriera alguna locura, como saltar de algún lugar muy alto. Sin embargo, había estado de acuerdo con su plan en la piscina y Rosie se sentó en su cama a esperar, sin pensar demasiado en que estaba invadiendo su privacidad.

—No tienes nada que vaya a asustarme. — Aseguró, mientras le veía caminar hacia el armario para buscar su bañador y retirar la ropa que le cubría para vestirse. Esperó pacientemente hasta que el chico estuvo listo, y cogió un par de toallas antes de salir hacia el patio. La piscina brillaba con un color particular, y el agua se veía fresca, un alivio para el calor que la abrasó en cuanto puso un pie fuera.

Dejó las toallas a un lado, acomodándose un poco el bañador para que no se quedara flotando por el agua, y se tiró directamente a la piscina, salpicando unas cuantas gotas fuera. Salió y retiró el cabello de su rostro: —¿Qué esperas? ¿Quieres que te cante para invitarte a venir? — Preguntó, esperando a que el chico la siguiera en el agua.

Rosie se metió primero, Orion tardó más, quedando hipnotizado por el salto de la chica y su resurgimiento del agua. Realmente podría ser comparada con una de esas sirenas de las leyendas muggles. Ante sus palabras, Orion reaccionó, tomando carrerilla para lanzarse en bomba, un movimiento anda elegante pero sí divertido. Salpicó agua por todas partes y cuando sacó la cabeza de debajo del agua tuvo que revolverse el pelo para quitárselo de los ojos.

— Muy bien, ya me tienes en la piscina, ¿ahora qué? —en un par de brazadas se acercó hasta Rosie, el agua creando pequeñas ondas a su alrededor.— ¿Me vas a pedir que juguemos a Marco Polo? —Orion se percató que un pequeño mechón pelirrojo se había pegado a su mejilla, con suavidad lo colocó tras su oreja.— ¿O tienes alguna otra cosa en mente?

Siempre había existido una química entre ellos que había pasado desde la inocencia de la amistad de dos niños aburridos en fiestas de adultos a lo que eran ahora. Ojalá tuviera una palabra para describirlo. Rosie le provocaba cosas, sentimientos que no sabía cómo quiera llamar o, si quiera, si debería ponerles nombre.

Cuando vio sus intenciones se alejó un poco, y aun así se vio salpicada por las gotas que salieron despedidas en el momento en el que el chico tocó el agua. Se rio mientras intentaba removerse el agua de los ojos para poder ver con más claridad a Orion, que se acercaba a ella.

—Bienvenido, ¿a que se está bien?— preguntó, sin fijarse demasiado en su cabello desordenado hasta que el chico a su lado apartó uno de los mechones de su mejilla.

¿Qué si se le ocurría algo que pudieran hacer? Estando solos y tan cerca el uno del otro, podría decir que un par de ideas se le cruzaban por la cabeza, pero prefirió acercarse a él para darle un beso en la mejilla antes de moverse hacia una de las paredes de la piscina.

—Te echo una carrera— dijo —. Porque esta claro que, como la sirena que soy, vas a perder horriblemente— agregó, esperando a que se acercara a ella y haciendo algo de trampa empezando antes.

El beso en su mejilla fue húmedo, pero cálido. Rosie siempre era cálida, era una de las tantas cosas que solo podía encontrar en Rosie. Había recibido besos de otras chicas, y de otros chicos también, pero ningún beso se sentía tan bien como los de Rosie.

— ¡Ey, serás tramposa! —fingió indignación a la par que echaba a nadar tratando de alcanzarla. Pero como bien había señalado Rosie, como la sirena que era no podía si no ganar.— Has hecho trampa. —refunfuñó al llegar junto a ella, parecía enfadado, pero con Orion nunca era nada lo que parecía.— Pero tienes mi respeto por ello. —sonrió entonces, restando cualquier importancia al asunto.— Así que, como la injusta ganadora, tienes todo el derecho de pedir lo que desees como premio.


Orion le habría dado cualquier cosa que pidiera, siempre lo había hecho, incluso cuando eran niños. El concepto compartir nunca había sido de sus favoritos, pero con Rosie no tenía ni que pensarlo. Siempre había pensado que Rosie se lo merecía todo y más.

Sus quejas fueron respondidas con una suave carcajada, porque era consciente de que había tenido un par de segundos de ventaja mientras esperaba a que el Slytherin reaccionara para nadar tras ella. Se conocían suficiente como para que la pelirroja supiera que realmente Orion no estaba molesto con ella, y su respuesta no la sorprendió.

—¿Lo que yo quiera?— preguntó, enarcando una ceja, acercándose a él para rodear su cuello con sus brazos —. Vale, ¿un beso? — agregó, dejando que fuera él quien tomara la iniciativa para acercarse, teniendo en cuenta que estaba cumpliendo su petición como ganadora.

Estaba acostumbrada a jugar con fuego en lo que a Orion respectaba, demasiado acostumbrada a cruzar esos límites que tal vez debería intentar mantener con uno de sus amigos. Él la hacía sentirse un poco mas libre, no la juzgaba por sus impulsos, y eso solo hacía que quisiera un poco más de él. Su cercanía le sabía a esa libertad que tanto ansiaba, quizá por eso buscaba respuestas ocasionalmente en sus labios.

Su pícaro pedido fue recibido por el chico con una sonrisa. Cuando estaban en momentos así, solo ellos dos, eran más sí mismos que nunca y le encantaba. Nunca podía ser más Orion que cuando estaba a solas con Rosie.

— Por supuesto que vale, aunque un beso me parece poco como premio. —dejó ir con voz juguetona.— Tal vez dos o tres sería algo más adecuado. —continuó rumiando mientras él la rodeaba también con uno de sus brazos a través de la cintura para acercarla un poco más.— O diez. —volvió a subir la apuesta, inclinando la cabeza más cerca de Rosie apunto de besarla, pero todavía sin hacerlo.

— Aunque he de decir que besarte es también un premio para mí, así que tal vez estás malgastando tu victoria. —acercó su rostro un poco más, sus labios ya rozándose, su aliento entremezclando. Se le erizó la piel pese al calor que hacía, pero bien sabía que no tenía nada que ver con Rosie.

— Pero ya no hay vuelta atrás. —advirtió justo antes de, por fin, besarla.

La sonrisa que se dibujó en su rostro era brillante y la pelirroja la reservaba solo para Orion sin darse cuenta de que lo hacía. El chico la incitaba a ser honesta, a dejarse llevar incluso cuando otros se lo pensarían dos veces, la libertad le sabía a lo que encontraba en sus labios y por eso su proposición no le sonaba mal.

—Diez me parece un número bastante redondo— dijo, rodeando su cuello con uno de sus brazos, sintiendo las gotas de agua rodar por su piel hasta volver a perderse en la infinidad de agua que se encontraba a su alrededor —. Podría pensar en alguna manera de torturarte, como hacer desaparecer todo el chocolate de la casa por el resto del día, pero no soy tan mala— respondió, pero no perdió la sonrisa porque la confirmación de que deseaba besarla era suficiente para que Rosie sintiera cierta satisfacción asentarse en su pecho.

El contacto era justamente lo que estaba esperando, pero hizo que sus pulsaciones se aceleraran bastante más de lo que estimaba. Sus labios se sentían tibios contra los suyos, pero se mezclaban con las gotas de agua que se deslizaban entre ellos, sumándose a la humedad del ambiente. Aun así Rosie no lo apartó, ni siquiera contó los besos o los segundos para que aquel fuera un premio justo, simplemente se movió por instinto, permitiéndose saborear el momento antes de separarse.

—Tienes muy buen perder— respondió, acercándose para dejar un nuevo beso sobre sus labios y ladeando la cabeza al alejarse —. ¿Cuánto tiempo crees que estaremos solos?— preguntó, tal vez aventurándose demasiado, pero directa como era no pudo evitarlo.

Los labios de Rosie sabían a sal, a verano y a ambrosía. Eran suaves y cálidos pese a la frescura del agua, rosados, jugosos, perfectos… Si fuera otra clase de chico tal vez compondría poemas sobre sus besos, cantaría sus alabanzas para que todo el mundo pudiera maravillarse de tal perfección. Pero Orion era como era, demasiado egoísta como para querer compartirlo con nadie.

En momentos como aquel, cuando eran solo ellos dos podía hacerse fácilmente la idea de que Rosie era suya y él era de ella. Se habían escogido por voluntad propia y nada más importaba. Era fácil imaginarlo, pero tan difícil de creerlo real.

— Bueno, tengo que tenerlo, sobre todo contra alguien tan desalmado que es capaz de idear una tortura como la de esconder todo el chocolate. —chasqueó la lengua, negando, al imaginar la escena. La verdad es que era escalofriante.

— No lo sé. —confesó con tono despreocupado después de robarle otro beso.— Supongo que unas horas más, ¿por qué? —preguntó, esta vez su interés hizo presencia.— ¿Tienes algo en mente? —las ideas de Rosie eran siempre interesantes.

—Me conoces, sabes que haría lo que sea por conseguir lo que quiero— dijo, aunque se daba cuenta de que en ese instante tenía un objetivo bastante claro, y su objetivo la observaba con cierta curiosidad en la mirada. Rosie sabía bien que debería ser más sutil, que debería comportarse como la señorita que su madre educó, pero no era ni sutil, ni una señorita recatada... Y no iba a mentirle a Orion, de todas las personas del mundo, al respecto.

Se movió hacia la orilla de la piscina, apoyándose en sus manos para salir y moviéndose hacia una de las tumbonas que se encontraban alrededor. Sacó su varita, que estaba apoyada sobre una de las mesas, y susurró un encantamiento rápido que le acercó un pequeño recipiente con el que antes estaba empapando las fresas de chocolate.

—Tengo algo en mente, si— respondió, metiendo la punta del índice en el contenedor y llevándoselo a la boca —. ¿Quieres?— preguntó, esperando atraer lo suficiente al chico como para que quisiera probarlo de sus labios... O de otras partes de su cuerpo.

No se perdió ni uno solo de los movimientos de la chica mientras esta salía de la piscina. Rosie era hermosa y lo sabía, el contoneo sinuoso de sus caderas mientras avanzaba hasta una de las tumbonas lo dejaba claro. Orion la miró, porque ella quería que la mirase y, sobre todo, porque a él siempre le había gustado mirarla. Desde que eran niños disfrutaba mirando a Rosie, nunca había sabido el porqué exacto, tampoco le hacía falta.

— ¿Alguna vez le he dicho que no al chocolate o a ti? —respondió él con tono burlón a la vez que la imitaba y salía de la piscina. El agua cayó en pequeños ríos por su cuerpo, dejando un reguero tras él mientras se acercaba hacia las tumbonas. No obstante, no escogió ninguna de las libres, avanzó directamente hacia la única ocupada y se plantó frente a Rosie, cubriéndola del sol.

Buscó los ojos de la chica, grandes y profundos, y no apartó la mirada de ellos mientras la agarraba de la muñeca, se inclinaba un poco y le lamía el dedo para limpiar las pocas trazas de chocolate que pudiesen quedar.

No era raro que jugaran a esa clase de cosas, la gente a menudo los confundía con una pareja por lo cariñosos que solían ser el uno con el otro sin darse cuenta. Pero normalmente había límites, límites que aquella tarde parecían estar diluyéndose muy rápido y no había nadie para pararlos.

— Delicioso. —dejó ir con voz ronca, dándole todavía una lamida más al dedo de la chica.— Probémoslo todo mezclado. —alargó su mano libre y agarró una de las fresas, pero en vez de llevársela a la boca la depositó en la mano de Rosie y espero a que se la diera ella.

Rara vez escondía sus intenciones, y cuando se giró para ver al contrario mirándola solo sonrió, como si fuera una especie de acuerdo no hablado entre ellos. Ella disfrutaba de las atenciones de Orion, y aunque el chico lo admitiría con mucha más difícultad, Rosie sospechaba que él también disfrutaba de ella.

—No tendrías motivos para rechazar a ninguno de los dos— afirmó, tal vez con demasiada confianza, pero siempre la había tenido. Le gustaba jugar, pero nunca había llegado a quemarse... Con él, estaba convencida de que ardería y no tendría motivos para quejarse de ello.

Cuando salió de la piscina, Rosie siguió al chico con la mirada de la misma forma, sin ocultar que sus ojos seguían la trayectora descendiente de las gotas de agua antes de volver a mirarlo a la cara. Para cuando lo hizo, el chico estaba lo suficientemente cerca y un escalofrío le recorrió la espalda cuando este levantó su mano y enroscó su lengua alrededor de sus dedos para chupar el chocolate con el que estaba jugando.

Parecía que Orion le estaba siguiendo el juego, y aunque no la sorprendía, la deleitaba. Rosie sonrió, irguiéndose un poco más y tomando la fresa que el chico dejó en su mano. Quitó las hojas, y la partió por la mitad antes de humedecerla en el chocolate. Se la llevó a la boca, sujetando la punta en un equilibrio casi precario y esperando a que el chico siguiera la fruta hasta sus labios.

—Ahora tú— susurró, sin apenas permitirle alejarse mientras masticaba, su cuerpo ya empezaba a cosquillear por la anticipación.