Solos ante el peligro

Pues sí que le habían durado poco el vaquero y el Martin Luther King, con las expectativas tan buenas que él tenía. Qué se le iba a hacer. Si hubiera tenido que elegir a un compañero de piso para quedarse a solas con él de entre los tres que tenía... Lo cierto es que no habría elegido a ninguno. Aunque le parecía un reto interesante eso de quedarse a solas con el puto francés. Quería ver hasta donde podía tensarle las cuerdas del violín antes de que saltara de verdad. ¿Se matarían de aquí a que llegaran nuevos inquilinos? Puede.

Estaba tumbado en su cama y paseando el dedo despreocupadamente por la pantalla del móvil, dando me gustas indiscriminados en instagram a quien le iba apareciendo por el muro. Quizás podía llevarse hoy a algún "amiguito" a casa. Total, era como si estuviera solo... Si ese crío salía gruñendo como un gnomo cabreado lo mandaría a la mierda y punto. O le preguntaría si quería quedarse a mirar. Sí, eso de mirar parecía que le iba mucho, teniendo el cuenta el numerito que le había liado con lo de la ducha.

¿Y qué estaba haciendo, ahora que se daba cuenta? En ese silencio que tenían ahora que no estaba aporreando el puto violín se le escuchaba perfectamente dando vueltas por la casa. ¿Qué coño estaba haciendo? Mira de verdad... ¡Si es que lo obligaba a ir a mirar!

Llegó a su cuarto y... Sorpresa, estaba prácticamente vacío. Arqueó las cejas y se asomó al pasillo al tiempo que lo vio adentrarse en una de las habitaciones medianas cargando trastos. Bufó con burla y se fue detrás de él. Allí estaba el tío, colocando sus cosas. Se apoyó en el quicio de la puerta cruzándose lentamente de brazos y se mordió los labios, empezando a reírse mientras lo miraba. Así se mantuvo hasta que el otro reparó en su presencia. Vaya buitre, chaval. Dijo entre risas, mordisqueándose la uña del pulgar mientras negaba con la cabeza, mirándole. Anda que te ha faltado tiempo...

Solos ante el peligro

No había podido pegar ojo en toda la noche, se sentía inquieto, era una persona a la que le gustaba tenerlo todo bajo control y organizado y que Ben y Gabriel se hubiesen ido de repente le había trastocado por completo.

Por suerte uno de sus compañeros trabajaba en un periódico y le había hecho el favor de añadir su anuncio al día siguiente, para que pudiesen encontrar a dos nuevos inquilinos lo antes posible, tenía miedo de que antes de que eso pasase él y Patrick ya se hubiesen matado por el camino, porque sí, ahora tenían el piso para ellos solos y eso le ponía más histérico aún, no sabía cómo podía acabar otra de sus broncas, prefería no descubrirlo, a decir verdad, ese chico destrozaba su paz mental.

A la mañana siguiente se levantó ojeroso y no de muy buen humor, por lo que intentó por todos los medios no encontrarse con su compañero de piso, desayunó en su habitación y fue en ese momento cuando se dio cuenta de que al menos podría sacar algo positivo de ese cambio inesperado, era su oportunidad para cambiarse de habitación, sí, seguía prefiriendo la grande, pero una semana en aquel cuchitril había sido más que suficiente para aceptar que se conformaría con gusto con una de las habitaciones medianas, que la suya ni siquiera daba al exterior, si no a un patio interior que apenas le daba luz, lo tenía decidido, iba a cambiarse, los nuevos ni siquiera tenían porqué enterarse de que él había ocupado esa habitación antes y no les quedaría más remedio a uno de los dos con conformarse con ella.

Por suerte no tenía demasiadas cosas, por lo que la mudanza sería algo sencillo o al menos eso había pensado, hasta que escuchó a su peor pesadilla. Suspiró pesadamente y se giró, dejando los trastos sobre la cama —es lo justo— se quejó, sacando su vena más infantil, le parecía que desde que había llegado allí no había mostrado otra faceta —ellos no tienen porqué saberlo— levantó la ceja, en una clara amenaza para que se quedase calladito, por su bien.

Solos ante el peligro

Que era lo justo. Claro. Se le olvidaba que un gran compositor de prestigio como él no podía frotar el violín en un cuchitril. Le seguía mirando con una sonrisilla de vacile cuando le lanzó esa especie de amenaza velada y bastante torpe.

Sorbió aire con la lengua contra el paladar en un sonido serpenteante al que añadió un fingido sonido de dolor. Ssssss uhhh... Se colocó la mano en el pecho y dio un paso hacia el interior de la habitación. ¿Me estás amenazando? Bajó la mano y chasqueó la lengua, haciendo un gesto con la cabeza. Ah, y yo que venía a decirte que podías venirte a dormir a mi cama si tenías miedito esta noche en una casa tan vacía. Total, es grande de sobra. Dio otro paso hacia él y se mojó los labios con la expresión endurecida y los ojos entrecerrados. Y con lo pequeñito que tú eres... Y eso sí que era una amenaza. A ver si el crío se iba a venir arriba, que podía partirlo por la mitad como a una ramita si quisiera.

Suspiró y caminó hacia un lado como si ahí no hubiera pasado nada, toqueteando algunas de sus cosas que había por ahí distraídamente. No porque quisiera ver nada, solo por provocar. Tranquilo que no diré nada. Levantó un par de papeles con partituras, les dio la vuelta para ojearlos porque sí y volvió a dejarlos en su sitio mientras seguía husmeando en sus cosas. Además, aunque se enteraran, no tendría sentido que llegasen reclamando habitaciones. Hay que ser muy poco inteligente para creerse el gallo del corral el primer día. Le miró, con los labios fruncidos en una sonrisa. Y ese cupo ya lo tienes tú cubierto.

Solos ante el peligro

Se cruzó de brazos esperando su reacción, pero la verdad es que se arrepentía de haberlo medio amenazado, a Patrick era más fácil tratarle como si él tuviese la razón en todo, de buenas, pero es que no podía evitarlo, le sacaba demasiado de quicio como para no dejar clara su postura.

Se tensó un poco al escucharlo, estaba claro que lo decía solo para molestarle, para empezar porque ni loco se habría ido a dormir con él y porque estaba seguro de que su compañero tampoco lo habría querido así, pero no pudo evitar imaginárselo y ponerse un poco rojo, hasta que se dio cuenta de que eso sí que era una amenaza en condiciones —que te den, preferiría volver a la habitación pequeña o incluso dormir en el suelo, antes que compartir cama contigo— y aquello era toda una declaración de intenciones, no quería ni imaginarse lo insoportable que se pondría si accedía a aquella idea.

Le dejó pasar porque estaba claro que por la fuerza no podía impedírselo, si algo tenía claro es que Patrick era mucho más fuerte que él, ya lo habían comprobado en un par de ocasiones. Se apoyó en el armario sin quitarle la vista de encima y en cuanto empezó a tocar sus cosas apretó los puños para controlarse y no volverse loco —ten cuidado, esas partituras tienen más valor que todo lo que puedas tener en tu habitación— porque eran composiciones propias y si las perdía seguramente nunca le quedasen igual, una vez venía la inspiración y la plasmaba lo consideraba algo sumamente valioso, una obra de arte.

Medio sonrió —¿de verdad?— no le dio las gracias, porque no quería que se viniese arriba, pero se alegraba de que tuviese la boca callada, así ninguno de los nuevos podría echarlo de su nueva habitación —¿en serio? ¿tú vas a hablar de ser el gallo de corral? ¿el que siempre tiene que salirse con la suya? no me hagas reír— aún le jodía haber tenido que ser él quién limpiase el baño, pese a que había sido culpa de Patrick el desastre.

Solos ante el peligro

Soltó una carcajada echando la cabeza hacia atrás, bastante exagerada. Ya, claro. Sigue diciéndote eso. Que prefería dormir en el suelo a con él, ya... Ese francesucho reprimido le estaba pidiendo guerra desde el primer día pero no lo pensaba reconocer. Estaba seguro de que lo ponía cachondo perdido. Seguro que un día aparecía por ahí con una lesión en la mano y no precisamente de tocar el violín.

Esbozó una "u" con la boca, alzando las palmas de las manos y moviendo el cuello en un bailecito de vacile mientras dejaba las partituras donde estaban. Después le miró de nuevo con una risita de superioridad y se colocó las manos en las caderas. He dicho creérselo, no serlo. Hizo una mueca de sobrado y aclaró eso. Los machos alfa lo somos por naturaleza, no necesitamos ir pavoneándonos y reclamando cosas por ahí. Eso es lo que diferencia a un gallo de un triste pavo. Estiró el cuello hacia delante con los ojos entrecerrados en tono de hiriente burla. Como tú. Por si no había quedado claro.

Se paseó por la habitación lentamente, mirando a su alrededor, con las manos entrelazadas tras la espalda, hasta que se decidió hablar de nuevo. Dime, frenchie. ¿Qué vas a hacer ahora con tanto espacio? ¿Cambiar el violín por un piano?

Solos ante el peligro

Se lo decía, porque sí, el chico era guapo y muy a su pesar le atraía, pero luego era tan sumamente idiota que se tenía totalmente prohibido pensar en él de esa forma, solo en la que conseguía estrangularle y se lo sacaba por fin de encima, sí, eso estaría bien, si luego no pudiesen condenarlo por asesinato, claro, así que no le quedaba más opción que aguantarse y soportarlo como pudiese —no sé si lo has notado, pero normalmente eres tú el que me busca a mí— se encogió de hombros, porque él también sabía vacilar, vale, admitía que no lo salía tan bien como a Patrick, pero a lo mejor podía sacarlo de quicio, aunque para eso tenía comprobado que lo mejor era hacer un poco de música, normalmente amansaba a las fieras, pero a Patrick más bien todo lo contrario.

—¿Macho alfa? ¿en serio? ¿pero tú te escuchas cuando hablas?— negó con la cabeza —¿no será algún tipo de complejo? ¿tamaño cacahuete quizás?— vale, él mismo había podido comprobar de primera mano que no es que fuese corto en ese aspecto precisamente, había sido solo un vistazo fugaz, pero lo suficiente, pero por molestarle, lo que fuese.

—Tienes suerte, pero el piano no me interesa en lo más mínimo, el violín es el único instrumento que tocarán estas manos, el único— matizó, no hacía falta aclarar a qué se refería, ambos lo sabían.

Suspiró y se sentó en la cama viendo como él seguía paseándose por su nueva habitación, qué gusto poder decir aquello —¿cómo crees que serán?— preguntó —solo espero que no como tú, con uno ya tengo más que suficiente—.

Solos ante el peligro

Eso le hizo mucha gracia, tanto que soltó una carcajada bastante exagerada y con intención de dejar patente lo ridículo que le parecía su comentario. ¿Que YO te busco A TI? Volvió a espetar una carcajada desdeñosa. No fui yo el que se metió en el cuarto de baño mientras el otro se estaba duchando, ¿se te ha olvidado? Aahh permíteme que dude eso. Qué creído se lo tenía el tío. Y lo cierto es que sí, a Patrick le encantaba buscarle para provocarle, estaba deseando saber hasta donde podía tensar las cuerdas de ese violín. Pero de ahí a que le persiguiera... ¡Ja! Que siguiera soñando el chaval.

Asintió con la cabeza con chulería cuando dijo eso de que si se escuchaba cuando hablaba, y se mojó los labios con las cejas arqueadas con la errónea y cantosa referencia a su paquete. Creo que sabes de primera mano que eso no es cierto. Dio un lento paso hacia él, con los brazos cruzados y mordiéndose el labio. ¿Es que se te ha olvidado? ¿Quieres que te la enseñe de nuevo? Y más referencias. Yo sé el instrumento que quieren tocar esas manos. Provocó, y dio otro paso más. Y por mí no te cortes, ¿eh? Que yo me presto encantado. Puto niñato... Algo debía funcionar mal en la cabeza de Patrick porque lo peor es que, a menos lo soportaba, más ganas tenía de tirárselo. Será que quería darle una lección, o ver si en la cama se le ponía tan chulito como fuera.

Entonces se sentó en la cama y empezó a filosofar. No sin lanzarle una pullita, por supuesto, porque si no no sería él. Pero Patrick se quedó algo pensativo, se encogió de hombros y se sentó a su lado. Porque sí. ¿Cómo quieres que sean? Preguntó mirándole directamente. Esbozó una sonrisa de dientes brillantes. Como yo no hay nadie, frenchie. Me alegro de que lo reconozcas. Se mordió el labio y le echó una mirada de arriba a abajo, ladeando la cabeza y mirándolo con los ojos ligeramente entrecerrados, en tono provocador. Y si fueran como yo... ¿Qué harías? ¿Saldrías corriendo, o te rendirías a nosotros?

Solos ante el peligro

Levantó una ceja al escuchar su desagradable risa, ¿qué le parecía tan gracioso? ¿acaso no podría gustarle alguien como él? vale, Adrien sabía que tenía sus manías y que no era fácil de tratar, el último chico con el que había estado se lo había dejado bastante claro, pero también que tenía suerte de ser guapo y que eso fuese lo primero que llamaba la atención, no es como si se lo tuviese muy creído, pero tampoco iba a usar la falsa modestia —¿me lo vas a estar recordando siempre? eso no habría pasado si te hubieses duchado en tu maldito cuarto de baño— protestó por enésima vez, ya bastante cansado con el tema.

Se tensó al ver que se acercaba a él lentamente, conocía esa mirada y no traía nada bueno, siempre se quedaba a tan pocos centímetros de él que le ponía nervioso —no sé cómo puedes tener tanto ego— puso los ojos en blanco, sin duda aquel chico no necesitaba una abuela que le dijese lo bueno y perfecto que era su nieto, él solito se lo decía todo —eso no va a pasar, ni hoy, ni nunca, así que olvídalo— no quería que siguiese jugando con él, como si fuese su marioneta, no se iba a dejar amedrentar.

Sintió su peso sobre el colchón y lo miró de reojo —normales— suspiró —no estaría mal tener un pacificador entre nosotros— alguien que pudiese mediar cuando las cosas se fuesen de las manos entre los dos, que les hiciese la convivencia más fácil y no todo lo contrario —¿perdona? ¿qué te crees que sería? ¿vuestro juguete?— estaba flipando, claro que no se rendiría, ni ante él ni ante nadie, no iba a dejar de ser quién era ni de hacer lo que le diese la gana en su casa, por mucha guerra que le diese el resto —sigue soñando— se encogió de hombros decidido.

Solos ante el peligro

"Eso no va a pasar, ni hoy ni nunca". Bueno, eso ya lo veremos. "Olvídalo". Ah, respuesta más que errónea. Era lo peor que podías decirle a Patrick, que olvidara algo. Más aún si ese "algo" era un tipo al que se moría por hincarle el diente solo por lo mucho que le irritaba... O fingía que le irritaba. En el fondo le encantaba ese jueguecito que se traían y ver como le sacaba de quicio, pero no lo suficiente como para mandarle a paseo de manera definitiva. Porque allí estaba, aguantándole.

Arqueó una ceja y esbozó una sonrisa de lado. ¿Como el Martin Luther King? Pues ya viste lo que tardó en salir corriendo. Negó un poco con la cabeza, agachando esta ligeramente, y dejó caer. Me temo que soportarnos no es tan fácil. Espantamos a la gente, frenchie. Deberíamos plantearnos hacer un frente común. Bromeó. Porque no le había pasado desapercibido eso de que sus compañeros no durasen allí ni una semana. Al igual que no le pasó desapercibido que con el que más problemas había tenido siguiera allí. De vez en cuando Patrick pensaba. No mucho, pero oye. Algo pensaba.

Pero la siguiente frase volvió a traer a tierra al Patrick medio sereno, y des-serenarlo por completo. Giró de nuevo el rostro hacia él y volvió a lanzarle esa mirada de arriba a abajo con los ojos entrecerrados, mordiéndose el labio y dejando los segundos correr, prolongando la pausa a conciencia. ¿Nuestro? Dijo con voz grave y una ceja arqueada, con esa sonrisa malintencionada. Apoyó una de las manos en la cama para poder inclinar el tronco un poco hacia el chico. Yo no comparto mis juguetes, frenchie. Eso no era del todo cierto, o sí. Fuera como fuere, ya había entrado en el jueguecito, nunca mejor dicho, y a no ser que el otro lo cortara no se pensaba salir. Quizás te hayas confundido porque me quedé con la habitación grande de suerte, pero de no haber sido así, me la hubiera quedado igual. Yo siempre consigo lo que quiero. Ladeó un poco la cabeza y volvió a mirarle de arriba a abajo. Si alguno pretende convertirte en su juguete... Como si yo no estuviese... Soltó una carcajada despectiva. Que lo intente.    

Solos ante el peligro

Adrien no podía decir que echase de menos, ni a Gabriel ni a Ben, apenas le había dado tiempo a conocerlos, tampoco es como si se hubiese esforzado demasiado, pero Patrick tenía razón en eso, ambos se habían largado a la mínima, dejándolos tirados con el alquiler, vale, seguramente tuviesen sus razones, pero era cierto que al final solo habían quedado ellos dos, pero aún así no veía factible un frente común con él —eso no iba a salir bien de ninguna manera— negó con la cabeza, si además su primera intención había sido hacer piña con los nuevos contra él, pero claro, eso no pensaba decírselo, no quería cabrearlo ahora que estaban hablando medianamente normal, sin gritos, ni amenazas de golpes por su parte, todo un logro para ambos.

Notó el cambio en el ambiente, sabía cuando Patrick intentaba ir un paso más allá, no es que hubiese pasado nada entre ellos, se negaba a que eso ocurriese, pero esa mirada que ponía no era la misma que cuando estaban discutiendo, todo se hacía más tenso y lo ponía nervioso en exceso.

Tragó saliva cuando lo tuvo tan cerca, solos, en una habitación, en una cama, eso no podía traer nada bueno, porque él quería resistirse con todas sus fuerzas, pero tampoco era de piedra, por un segundo pensó en cómo sería dejarse llevar, terminar de acortar la distancia, pero como siempre Patrick tuvo que abrir la boca y estropearlo todo —que no soy tu jodido juguete maldita sea— gruñó entre dientes apoyando la mano en su pecho para intentar echarlo un poco hacia atrás —eres un imbécil, de verdad, no sé ni porqué sigo escuchándote, lárgate de mi habitación— si pensaba que iba a poder hacer lo que le diese la gana con él, iba listo.

Solos ante el peligro

Venga, frenchie, no te enfades, ahora que empezábamos a entendernos. Dijo con tono suave pero burlón. Sin embargo el chico puso una mano en su pecho para echarle atrás, y le echó de allí. Pero él no se dio ni mucho menos por echado. Miró la mano con la que el chico trataba de apartarle y, justo cuando la estaba retirando, le agarró la muñeca. No con mucha fuerza, pero con la firmeza suficiente como para llamar su atención más que de sobra.

Pues mira... Yo tampoco lo sé, pero se me ocurren algunas ideas. Que iban en la misma línea de por qué él seguía empeñado en meterse en la habitación de ese crío insoportable que solo sabía echarlo una y otra vez. No serás mi juguete, pero me gusta mucho jugar contigo. Seguía teniendo su muñeca sujeta, y se acercó un poco más, más incluso de lo que estaba antes de que el otro le apartara. Y algo me dice que a ti también te gusta que juegue contigo.

Hizo un movimiento algo brusco, aunque sin intención de hacerle daño, solo de inmovilizarlo un poco. Aprovechando que seguía teniéndole agarrado de la muñeca, bajó su brazo y se lo colocó al chico tras su propia espalda, quedando reducido de una mano y con el brazo de Patrick alrededor de su cintura. Aprovechando el gesto para acercarlo hacia él. ¿De verdad quieres que me vaya de tu habitación? Susurró, acercando su rostro al de él, tanto que prácticamente rozaba su nariz con la del chico. Con su sonrisa chulesca dibujada. ¿Cuánto tiempo más crees que vas a aguantar dándome largas, Adrien?      

Solos ante el peligro

¿Entenderse? Adrien podía intentar suavizar un poco el ambiente, pero entonces Patrick abría la boca y todo se iba al traste, no podían tener ni una conversación medio normal, siempre acababan discutiendo por cualquier cosa.

Lo miró directamente a los ojos cuando agarró su muñeca, lo sentía, el ambiente caldeado, su intensa mirada, la respiración de ambos, la suya bastante agitada, todo había que decirlo —¿qué? n-no, eso n-no, es...— tartamudeó sin poder evitarlo porque de repente lo tenía demasiado cerca y no joder, no le gustaba que jugase con él y que siempre se saliese con la suya, al menos a su cerebro no le gustaba, porque su cuerpo estaba un poco más dispuesto a dejarse llevar, sentía los músculos pesados y tirantes y el calor recorrer su piel.

No se lo esperaba, tenía claro que Patrick solo intentaba jugar con él, hacerse el chulo y desconcertarlo, ¿pero entonces por qué narices tenía sus labios prácticamente pegados a los suyos? ¿realmente quería algo más de él? Su corazón se aceleró tanto que se avergonzó de que pudiese escucharse en el silencio de la habitación, tendría que decir que sí, que lo quería lejos, de allí, de su habitación, de su cuerpo, pero no fue capaz, se mantuvo callado porque no podía evitar fijarse en sus labios al mismo tiempo que se abrían para hablar, recordando el pico que ya se habían dado con anterioridad, había sido demasiado fugaz como para saber a qué sabría, si sus labios serían dulces y suaves o duros y exigentes, conociéndolo seguramente lo segundo ¿y por qué pensaba siquiera en ello? ¿y por qué ahora se moría de ganas por comprobarlo?

—¿Y tú qué quieres?— susurró, aunque parecía estar claro lo que buscaba, algo le decía que también podía ser todo una broma para reírse de él, que si Adrien daba un paso adelante Patrick se burlaría, lo mejor que podía hacer era separarse, pero no movió ni un solo músculo, se quedó allí, a escasos centímetros de él, siendo consciente de que si lo besaba, no lo iba a rechazar.

Solos ante el peligro

Y ahí estaba, ese tartamudeo era justo lo que necesitaba. Realmente... A Patrick le venía bien cualquier reacción. No sería la primera vez que empieza dándose de hostias con alguien y eso acaba en revolcón, por lo que si Adrien le hubiera intentado empujar con la otra mano, en la mente de Patrick seguiría sin estar todo perdido. Otra posible reacción era que el francés se le tirase encima, y entonces el resultado estaba más que claro. La tercera era esa... Ni sí, ni no. Ah, y cómo le ponía eso.

Porque si el francés no se decidía, ya lo hacía Patrick por él. ¿Aún no lo sabes? Respondió a su pregunta con otra pregunta, mordiéndose el labio con más fuerza porque estaba usando ese gesto para reprimir las ganas de hincarle el diente a él, literalmente. Y abrió la boca para contestarle... Pero no lo hizo. En su lugar, dejó escapar una risa muda, pasándose la lengua por los dientes mientras miraba a otro lado. Ya está bien de preliminares.

Seguía teniendo su muñeca agarrada tras la espalda del chico. Usó la mano libre para empujarle contra la cama al tiempo que, sin soltarle la muñeca, ponía su mano a la altura de su cabeza. Hizo lo mismo con la otra muñeca, aprisionándole contra la cama, y se subió sobre él, colocando una pierna a cada lado de sus caderas. Apenas fue un segundo y ya estaba encima del chico, con su rostro cerca del de él. Iba a contestarte pero... Yo soy más de actuar. Besó sus labios con avidez, con hambre, como si llevara queriendo hacer eso desde el primer puto minuto en que vio a ese crío decir "esta es mi habitación porque yo llegué antes". Ya desde entonces quería tirarlo contra la cama, le daba igual la suya o la de él o la de quien mierda fuera. Y había tenido que patearse tres de las cuatro putas habitaciones de esa casa para conseguirlo.

Seguía teniendo sus muñecas agarradas mientras besaba sus labios casi devorándolos, buscando su lengua, notando como le faltaba el oxígeno y, aun así, no quería parar ni para respirar. Pero lo hizo, y al hacerlo notó lo agitada que estaba su respiración, mientras clavaba la mirada en la del chico durante unos segundos. Esbozó de nuevo una sonrisa de lado, malévola como la de un lobo que sabe que su presa ya no se puede escapar. Soltó sus muñecas y colocó las manos alrededor de su rostro, cerca de su cuello. Se moría por bajarlas. ¿Y ahora? ¿Me vas a echar? Esperaba que no.

Solos ante el peligro

Lo sabía, en el fondo lo tenía claro, Patrick quería echar un polvo y el solo pensamiento le aceleró el pulso, no sería su primera vez, había estado ya con otros chicos, pero luego tendrían que seguir viéndose las caras todos los días, tendrían que seguir compartiendo piso, seguirían discutiendo, sin duda y estaba seguro de que no sería buena idea dejarse llevar y sucumbir a él, solo de imaginar lo chulito que se pondría y lo mucho que le vacilaría hacía que casi se le quitasen las ganas y decía casi porque su cuerpo seguía prácticamente ardiendo, así que suponía que al menos, esa parte de él, sí creía que merecería la pena.

Antes de darse cuenta su espalda había tocado el colchón y sus muñecas estaban aprisionadas al mismo tiempo que él soltaba un jadeo vergonzoso, solo estar en aquella posición hacía que le hirviese la sangre —Patrick...— susurró justo antes de que el chico acortase la distancia, aunque no sabía bien qué habría querido decirle, si que parase o que siguiese, pero nada importó cuando tuvo sus labios saqueando su boca.

No se equivocaba, los labios de Patrick eran exigentes y lo provocaban para seguirle el beso con fuerza, soltando pequeños gemidos cuando sus lenguas se enroscaban, afortunadamente también sabía jodidamente bien. No se dio cuenta de que le estaba faltando el aire hasta que el chico se separó y tuvo que inhalar profundamente para no ahogarse, no podía hablar, ahora solo quería seguir, le daba igual que tuviese esa sonrisa socarrona dibujada en la cara, no se veía con fuerzas para parar aquello, por lo que aprovechó que tenía las manos libres para llevarlas hasta su espalda y colarlas bajo su camiseta, arrastrando la prenda hacia arriba hasta que un ruido ensordecedor lo hizo parar de golpe.

Le costó un par de minutos darse cuenta de que era su móvil el que estaba sonando, se apartó bruscamente, saliendo de la cama con rapidez, ahora sí se avergonzaba de lo que había estado a punto de dejarle hacer —esto no ha pasado— gruñó justo antes de atender el teléfono —sí, sí, es aquí lo de las habitaciones que se alquilan— suspiró y se pasó una mano por el pelo sin ser capaz de mirar a Patrick que aún no se había levantado de la cama.

Solos ante el peligro

Esa manera sorprendida de pronunciar su nombre, esos gemidos mientras le besaba, lo poco que había tardado en colar las manos por debajo de su camiseta... Patrick se estaba poniendo a mil y aquello había alcanzado ya un punto de no retorno. O eso creía él.

Bajó las manos de su cuello hasta su torso, acoplando su cuerpo al del chico, descendiendo una de ellas peligrosamente casi hasta su pantalón. Su boca había buscado la piel del cuello de Adrien cuando algo empezó a sonar. Patrick no le hizo ni caso, ni lo estaba escuchando. Pero como si le hubiera chocado una ola en la cara, notó como bruscamente caía hacia un lado de la cama y como el otro se había ido a... ¿Qué? ¿Pero...? ¿Qué era ese sonido? ¿El teléfono? ¿¿En serio se había ido a coger el puto teléfono?? ¡Oh, no me jodas, Adrien! Bramó, pero el francés estaba ya prácticamente fuera de la habitación, y con una sentencia clara: esto no ha pasado.

Desencajó la mandíbula y se quedó ahí tirado como un idiota mientras escuchaba al otro hablar por teléfono. Puso los ojos en blanco y se dejó caer de golpe contra la cama, tapándose la cara con las manos y soltando un prolongado gruñido de frustración. ¿Y ahora qué hacía él con el calentón que tenía encima? Bueno, eso no era lo menos malo, será que no había técnicas para quitarse un calentón. ¡Pero joder! Ahora que había conseguido tener al francés justo donde lo quería... Puto teléfono... Y puto niñato estúpido. Si se creía que iba a dejarle con las ganas como un tonto iba listo. Se iba a encargar de ponerle la miel en los labios y dejarle con las ganas pero bien. Ese no sabía con qué clase de fuego estaba jugando.

Se quedó sentado en la cama, con las manos en las caderas, negando con la cabeza mientras se mordía el labio y lo escuchaba de fondo hablar. Esperó a que acabase y, cuando lo hizo, salió de la habitación, a tiempo de cruzarse con él por los pasillos. Pringado. Bufó con una risa soberbia, a la vez que chocaba bruscamente el hombro contra él a su paso, como si fueran dos macarras tropezándose en una discoteca. Se fue dirección a su cuarto y gritó por el camino. Me voy a mi puto cuarto de baño a darme una ducha fría, a ver si allí no entras. Que ni se le ocurriera buscarle. Más le valía no topárselo en lo que le quedaba de día.

Solos ante el peligro

Apenas estaba escuchando al otro chico que le hablaba al otro lado del teléfono, se estaba limitando a contestar con un par de monosílabos mientras observaba la cara de cabreado que llevaba Patrick, por un segundo se sintió culpable por haber cortado lo que estaban haciendo, pero la mayor parte de su cabeza se alegraba de que no hubiesen ido a más, ¿en qué narices estaba pensando? ya era lo suficientemente malo que fuese su compañero de piso, pero es que el hecho de que fuese Patrick lo hacía aún peor, su cuerpo ya podía ir relajándose, porque eso no iba a volver a pasar, iba a poner todas sus fuerzas en ello.

—Claro, mañana viene bien— murmuró saliendo de la habitación para no tener que sentir la mirada de Patrick fulminándolo, no le dio tiempo a pensar en cómo sería el chico que supuestamente entraría a vivir con ellos, ni siquiera le había dado tiempo a preguntarle el nombre, maldita sea, dos auténticos desconocidos vendrían mañana a vivir con ellos y eso lo ponía demasiado nervioso.

Suspiró colgando el teléfono y al girarse se encontró con Patrick de frente, que como de costumbre hizo gala de sus buenos modales, si es que era un jodido neandertal —¿pero qué haces?— gruñó desconcertado por el empujón, entendía que pudiese estar cabreado, pero era precisamente por eso por lo que se alegraba de que todo se hubiese cortado, hacía un segundo estaba todo bien y ahora volvía a ser un auténtico imbécil —ten cuidado, no se te vayan a ir las únicas neuronas que tienes por el desagüe— bufó malhumorado y entró en su habitación dando un fuerte portazo, no podía alegrarse más de que ya tuviesen nuevo inquilino, porque un día más solos y probablemente se hubiesen matado, o aún peor, pensó mirando hacia la cama revuelta, suspiró y se tumbó en la misma para intentar dormir un rato.