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Mar Dic 29, 2020 1:39 pm por Myshella
Recuerdo del primer mensaje :
As you wish
But take care when you choose your words
Once upon a time...
Un reino andalusí, cuya joya, Madīnat al-Zahrā, albergaba a un príncipe valeroso y estimado.
Este joven emir, hijo predilecto del malik, había otorgado sus amores a una joven de rango inferior, una muchacha que servía en su palacio.
Llevaban en secreto sus amoríos, aunque bien sabían ambos-más él que ella- que pronto habria de llegar el día en que debiera el noble desposar a una princesa.
Una mujer adecuada. De su misma condición, que trajera honor y riqueza en igual medida a su Qurṭuba.
Un día el malik anunció, orgulloso, la pronta llegada de la escogida. Y los esponsales, celebrados de inmediato.
La ciudad se cubrió de júbilo, ornamentos y cantos.
Y ella, la joven muchacha, deshecho el corazón, se refugió en su trabajo.
Más fue a dar, justamente, con una habitación perdida, llena de enseres olvidados, en el ala oeste del palacio.
La puerta entreabierta cuando siempre la viera cerrada, parecía la estancia llamarla.
Y dentro de ella, una extraña lámpara. Colocada sobre una mesilla, en el mismo centro.
Una lámpara labrada y bellamente decorada.
Una lámpara extrañamente atrayente.
Una lámpara que parecía estar esperándola.
Y, sosteniéndola entre sus manos, tuvo la extraña necesidad de limpiar esa capa de polvo que la cubría.
La frotó, cuidadosa, con el extremo de su falda.
Y...
Y de ella surgió un torbellino de viento y luz; una vorágine inesperada, que fue a concentrarse ante la joven, dando forma a las leyendas.
Porque, al instante, una Djinn aguardaba, paciente, ante ella.
Lo que ella más deseaba era que su príncipe no se desposara al día siguiente.
Así, desoyendo cuentos de su infancia, se precipitó a expresar su deseo.
Esa noche la genio irrumpió en el dormitorio del príncipe, y se lo llevó consigo.
Un reino andalusí, cuya joya, Madīnat al-Zahrā, albergaba a un príncipe valeroso y estimado.
Este joven emir, hijo predilecto del malik, había otorgado sus amores a una joven de rango inferior, una muchacha que servía en su palacio.
Llevaban en secreto sus amoríos, aunque bien sabían ambos-más él que ella- que pronto habria de llegar el día en que debiera el noble desposar a una princesa.
Una mujer adecuada. De su misma condición, que trajera honor y riqueza en igual medida a su Qurṭuba.
Más es el destino en ocasiones caprichoso.
Un día el malik anunció, orgulloso, la pronta llegada de la escogida. Y los esponsales, celebrados de inmediato.
La ciudad se cubrió de júbilo, ornamentos y cantos.
Y ella, la joven muchacha, deshecho el corazón, se refugió en su trabajo.
Más fue a dar, justamente, con una habitación perdida, llena de enseres olvidados, en el ala oeste del palacio.
La puerta entreabierta cuando siempre la viera cerrada, parecía la estancia llamarla.
Y dentro de ella, una extraña lámpara. Colocada sobre una mesilla, en el mismo centro.
Una lámpara labrada y bellamente decorada.
Una lámpara extrañamente atrayente.
Una lámpara que parecía estar esperándola.
Y, sosteniéndola entre sus manos, tuvo la extraña necesidad de limpiar esa capa de polvo que la cubría.
La frotó, cuidadosa, con el extremo de su falda.
Y...
Y de ella surgió un torbellino de viento y luz; una vorágine inesperada, que fue a concentrarse ante la joven, dando forma a las leyendas.
Porque, al instante, una Djinn aguardaba, paciente, ante ella.
¿Qué deseas?
Lo que ella más deseaba era que su príncipe no se desposara al día siguiente.
Así, desoyendo cuentos de su infancia, se precipitó a expresar su deseo.
Y la djinn se lo concedió.
Esa noche la genio irrumpió en el dormitorio del príncipe, y se lo llevó consigo.
Lejos.
Muy lejos.
Donde ni su prometida, ni su enamorada, ni sus familiares, podrían encontrarle.
Muy lejos.
Donde ni su prometida, ni su enamorada, ni sus familiares, podrían encontrarle.
PERSONAJES
Ahmed Príncipe Omeya - Pedro Pascal - Timelady |
Ashi Djinn - Karen David - Myshella |
CAPITULOS
1x1 - ORIGINAL - FANTASÍA
XIII
- código de respuesta:
- Código:
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<div class="rsx2txt">Tu texto por aquí...</div>
</div><div class="rsx2datsq"><div class="rsx2dat">¿Quién? - ¿Dónde? - ¿Con quién?</div></div>
<br>[url=https://www.treeofliferpg.com/u967]<div class="creditosxiii">XIII</div>[/url]
</center>
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Última edición por Myshella el Lun Jul 04, 2022 1:45 pm, editado 2 veces




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Dom Ene 29, 2023 2:39 pm por Myshella
The end
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-¡Destruir el reino!- la exclamación sonó a cristales rotos, mano en el pecho y lágrimas brotando de unos ojos tan bellos como oscuros.
Sin embargo, el temblar en los labios de Farah se medía con tal precisión que, a poco que uno no estuviera tan impresionado como estaba el malik, resltaría sencillo darse cuenta del teatro que la joven estaba protagonizando.
Farah lanzó una mirada altiva, de arriba abajo, a la djinn, antes de sorber por la nariz y volverse no al príncipe, no; a su padre, el señor del lugar.
-Os dije ya, mi señor, que los demonios de fuego son mentirosos y malignos por naturaleza. Y que convierten en actos horrendos las más puras intenciones.
La mujer, de larga melena oscura, se dejó caer de rodillas a los pies del mayor, que acababa de tomar asiento nuevamente, en la butaca que a su disposición había colocado uno de los guardianes presentes.
-Oí, al llegar la comitiva de la princesa- la prometida- cómo se le daban instrucciones para que, en la noche de bodas, clavara una fina daga en el corazón de mi señor- a ese mi señor, la vista, pàrpados bajos, brillo lánguido en los iris, se volvió a Ahmed. Suspiró exageradamente, antes de regresar la atención al señor de Madīnat al-Zahrā.
Como buen comendiante, marcó entonces la pausa precisa para darle solemnidad a tan atroz declaración.
-Querían empezar una guerra, sahib alsiyadat allaamie. Y sí, esto es cierto. Desconcertada y acongojada, vagué por la medina, hasta alcanzar una habitación en la que no había entrado nunca. Y encontré en ella la lámpara de eso.
Eso fue acompañado de un gesto, índice señalando a Ashi.
La djinn, a cada paso más perpleja, había, con un rodar de la muñeca, mandado a recogerse su alfombra mágica, y daba entonces un par de pasos titubeantes tras Ahmed, pretendiendo sin siquiera planteárselo, esconderse un tanto, a espaldas del príncipe.
¿Para eso la había llamado? En realidad, ella no sabía nada de nada, de antes de su despertar.
¿Sería verdad?
-La froté y ese demonio de fuego apareció. Le pedí que pusiera a salvo al príncipe, no que se lo llevara.
Ah. Espera. No. Era mentira. Estaba mintiendo.
-En realidad, tus palabras exactas fueron Que el príncipe no se despose hoy, ama.
Sí, sí. De proteger o de princesas, no había dicho nada. Ni de dagas asesinas. De eso tampoco.
Farah, encendida, se puso en pie de un salto. Antes siquiera de tomar conciencia de su propia reacción, había apretado los puños y avanzado un par de pasos en dirección a Ashi. O más bien a Ahmed, puesto que la djinn estaba justo tras él.
-¡Eso es mentira, engendro de los avernos!
El malik fue a ponerse en pie, con intención de intervenir.
Pero el hombre, que ya contaba una edad, acabó por llevarse la mano al corazón y volver a sentarse, respirando pesadamente.
-¡Silencio las dos! Criada y...y lo que seas. Criada y djinn.
Clavó la mirada directamente en los orbes de su hijo, alzando el mentón.
Mejor que prosiguiera él.
Sin embargo, el temblar en los labios de Farah se medía con tal precisión que, a poco que uno no estuviera tan impresionado como estaba el malik, resltaría sencillo darse cuenta del teatro que la joven estaba protagonizando.
Farah lanzó una mirada altiva, de arriba abajo, a la djinn, antes de sorber por la nariz y volverse no al príncipe, no; a su padre, el señor del lugar.
-Os dije ya, mi señor, que los demonios de fuego son mentirosos y malignos por naturaleza. Y que convierten en actos horrendos las más puras intenciones.
La mujer, de larga melena oscura, se dejó caer de rodillas a los pies del mayor, que acababa de tomar asiento nuevamente, en la butaca que a su disposición había colocado uno de los guardianes presentes.
-Oí, al llegar la comitiva de la princesa- la prometida- cómo se le daban instrucciones para que, en la noche de bodas, clavara una fina daga en el corazón de mi señor- a ese mi señor, la vista, pàrpados bajos, brillo lánguido en los iris, se volvió a Ahmed. Suspiró exageradamente, antes de regresar la atención al señor de Madīnat al-Zahrā.
Como buen comendiante, marcó entonces la pausa precisa para darle solemnidad a tan atroz declaración.
-Querían empezar una guerra, sahib alsiyadat allaamie. Y sí, esto es cierto. Desconcertada y acongojada, vagué por la medina, hasta alcanzar una habitación en la que no había entrado nunca. Y encontré en ella la lámpara de eso.
Eso fue acompañado de un gesto, índice señalando a Ashi.
La djinn, a cada paso más perpleja, había, con un rodar de la muñeca, mandado a recogerse su alfombra mágica, y daba entonces un par de pasos titubeantes tras Ahmed, pretendiendo sin siquiera planteárselo, esconderse un tanto, a espaldas del príncipe.
¿Para eso la había llamado? En realidad, ella no sabía nada de nada, de antes de su despertar.
¿Sería verdad?
-La froté y ese demonio de fuego apareció. Le pedí que pusiera a salvo al príncipe, no que se lo llevara.
Ah. Espera. No. Era mentira. Estaba mintiendo.
-En realidad, tus palabras exactas fueron Que el príncipe no se despose hoy, ama.
Sí, sí. De proteger o de princesas, no había dicho nada. Ni de dagas asesinas. De eso tampoco.
Farah, encendida, se puso en pie de un salto. Antes siquiera de tomar conciencia de su propia reacción, había apretado los puños y avanzado un par de pasos en dirección a Ashi. O más bien a Ahmed, puesto que la djinn estaba justo tras él.
-¡Eso es mentira, engendro de los avernos!
El malik fue a ponerse en pie, con intención de intervenir.
Pero el hombre, que ya contaba una edad, acabó por llevarse la mano al corazón y volver a sentarse, respirando pesadamente.
-¡Silencio las dos! Criada y...y lo que seas. Criada y djinn.
Clavó la mirada directamente en los orbes de su hijo, alzando el mentón.
Mejor que prosiguiera él.
Ashi - Madīnat al-Zahrā - con Ahmed, Farah, el malik y los guardias
XIII




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Dom Mar 19, 2023 4:53 am por Timelady
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Ahmed se preguntaba a cada momento, cada vez que sus orbes se posaban sobre la mujer en el suelo, cómo era posible que hubiera sentido el más mínimo afecto hacia ella como para alimentar fantasías tan peligrosas. Sí era consciente, sin embargo, que aquellos trucos que trataba de usar sobre su padre los había usado con él en el pasado... debió haberse retirado la venda de los ojos mucho tiempo.
Pero Farah era una experta mentirosa y por un instante consiguió que pensara que ciertamente hubo un complot contra su persona, mas la mentira pronunciada contra Ashi y el deseo que se le concedió fue suficiente para hacerle olvidar toda clemencia.
Un paso tan solo tuvo que dar para interponerse entre ambas, con una mirada dura hacia su antigua amante, una advertencia, no debía atreverse a continuar por ese camino.
Mucho menos cuando su padre se veía tan afectado por la situación. El enfado dio paso a la preocupación y tomó la muñeca de Farah para devolverla a la alfombra de la que se había levantado.
- La djinn no miente. -Aseveró.- Por suerte o por desgracia para su propio bien, no posee la habilidad para la farsa de la mujer que tenemos ante nosotros. -Y de eso podía dar buena cuenta.
Sus ojos se clavaron contra los de la mujer.- Si fuera verdad que escuchásteis eso, Farah, ¿por qué no avisarme? Por la relación que manteníamos tuviste tu oportunidad de hacerlo. ¿Por qué no informar a tu malik, al consejo, a cualquier guardia...? -Abrió las manos en un gesto que señalaba a todos los que les rodeaban en aquel momento. Cualquiera de ellos habría servido para detener un complot en su contra.
- Padre, dado que esta mujer me robó la libertad por un día, propongo que su castigo sea acorde a su ofensa. Dejará de ser una mujer libre y vivirá como esclava el resto de sus días en el reino de cualquiera de nuestros aliados. Pero jamás volverá a pisar nuestras tierras. -Su padre había de ratificar su decisión implacable, pero ahí estaba, el castigo soberano que pendía sobre la cabeza de quien había arruinado años de negociaciones.- Eso o podemos ofrecer su cabeza al reino con el que íbamos a formar familia.
Pero Farah era una experta mentirosa y por un instante consiguió que pensara que ciertamente hubo un complot contra su persona, mas la mentira pronunciada contra Ashi y el deseo que se le concedió fue suficiente para hacerle olvidar toda clemencia.
Un paso tan solo tuvo que dar para interponerse entre ambas, con una mirada dura hacia su antigua amante, una advertencia, no debía atreverse a continuar por ese camino.
Mucho menos cuando su padre se veía tan afectado por la situación. El enfado dio paso a la preocupación y tomó la muñeca de Farah para devolverla a la alfombra de la que se había levantado.
- La djinn no miente. -Aseveró.- Por suerte o por desgracia para su propio bien, no posee la habilidad para la farsa de la mujer que tenemos ante nosotros. -Y de eso podía dar buena cuenta.
Sus ojos se clavaron contra los de la mujer.- Si fuera verdad que escuchásteis eso, Farah, ¿por qué no avisarme? Por la relación que manteníamos tuviste tu oportunidad de hacerlo. ¿Por qué no informar a tu malik, al consejo, a cualquier guardia...? -Abrió las manos en un gesto que señalaba a todos los que les rodeaban en aquel momento. Cualquiera de ellos habría servido para detener un complot en su contra.
- Padre, dado que esta mujer me robó la libertad por un día, propongo que su castigo sea acorde a su ofensa. Dejará de ser una mujer libre y vivirá como esclava el resto de sus días en el reino de cualquiera de nuestros aliados. Pero jamás volverá a pisar nuestras tierras. -Su padre había de ratificar su decisión implacable, pero ahí estaba, el castigo soberano que pendía sobre la cabeza de quien había arruinado años de negociaciones.- Eso o podemos ofrecer su cabeza al reino con el que íbamos a formar familia.
Ahmed - ¿Palacio extraño? - con Ashi
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Jue Jul 06, 2023 12:13 pm por Myshella
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Por extraño que parezca, a Ashi se le encogió un poquito el corazón cuando oyó a Ahmed referirse a ella como la djinn.
La djinn no miente.
Completamente correcto, ella no mentía. Y, efectivamente, eso es lo que ella era. El príncipe se había expresado exactamente como correspondía. De haber estado formulando un deseo, le habría felicitado y todo. Justo por saber elegir las palabras precisas.
Entonces...¿porqué de repente se sentia un así, un poco triste?
Bajó la mirada al suelo y, mientras sus pies se posaban con mayor firmeza sobre las baldosas, también cruzó las manos ante sí, en un gesto que bien podría haberse tildado de sumisión.
Sí, se sentía un poco triste y no entendía el porqué.
Quizás...quizás se habia acostumbrado a que la llamara por su nombre.
Siguió escuchando.
Vivirá como esclava el resto de sus días.
El corazón de la espíritu de fuego y aire se encogió.
Ella sabía bien lo que significaba ser esclava, por una eternidad,
¿Toda una vida por un día?
La otra opción, perder la cabeza, se le antojaba mejor.
Farah por su parte se había lanzado a los pies del Malik, aferrándose a sus bombachos, suplicando entre sollozos, alegando una sarta de justificaciones que, a medida que hablaba, atropelladamente, iban tornando más y más inverosímiles, más y más contradictorias.
Ashi cerró los ojos.
Hasta que algo la empujó.
Farah, que pasaba de la súplica a la desesperación, se lanzó al cuello de la djinn.
Apretó las manos entorno a él, aferrándose a la piel tostada con las uñas, dispuesta a ahogarla, si es que tal cosa era posible con alguien de su naturaleza.
Y ella, Ashi, empezó a toser y toser, las propias manos asiendo las contrarias, tan perpleja que, por un momento, olvidó cómo reaccionar. Esto es, simplemente desaparecer y aparecer un poco más allá.
Estaba demasiado atónita- ¡esto no había ocurrido nunca, en ninguno de sus retazos de vida!-como para atinar a usar sus poderes.
La djinn no miente.
Completamente correcto, ella no mentía. Y, efectivamente, eso es lo que ella era. El príncipe se había expresado exactamente como correspondía. De haber estado formulando un deseo, le habría felicitado y todo. Justo por saber elegir las palabras precisas.
Entonces...¿porqué de repente se sentia un así, un poco triste?
Bajó la mirada al suelo y, mientras sus pies se posaban con mayor firmeza sobre las baldosas, también cruzó las manos ante sí, en un gesto que bien podría haberse tildado de sumisión.
Sí, se sentía un poco triste y no entendía el porqué.
Quizás...quizás se habia acostumbrado a que la llamara por su nombre.
Siguió escuchando.
Vivirá como esclava el resto de sus días.
El corazón de la espíritu de fuego y aire se encogió.
Ella sabía bien lo que significaba ser esclava, por una eternidad,
¿Toda una vida por un día?
La otra opción, perder la cabeza, se le antojaba mejor.
Farah por su parte se había lanzado a los pies del Malik, aferrándose a sus bombachos, suplicando entre sollozos, alegando una sarta de justificaciones que, a medida que hablaba, atropelladamente, iban tornando más y más inverosímiles, más y más contradictorias.
Ashi cerró los ojos.
Hasta que algo la empujó.
Farah, que pasaba de la súplica a la desesperación, se lanzó al cuello de la djinn.
Apretó las manos entorno a él, aferrándose a la piel tostada con las uñas, dispuesta a ahogarla, si es que tal cosa era posible con alguien de su naturaleza.
Y ella, Ashi, empezó a toser y toser, las propias manos asiendo las contrarias, tan perpleja que, por un momento, olvidó cómo reaccionar. Esto es, simplemente desaparecer y aparecer un poco más allá.
Estaba demasiado atónita- ¡esto no había ocurrido nunca, en ninguno de sus retazos de vida!-como para atinar a usar sus poderes.
Ashi - Madīnat al-Zahrā - con Ahmed, Farah, el malik y los guardias
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Dom Jul 16, 2023 5:24 am por Timelady
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Su sentencia era dura, cruel incluso, pero no menos de lo que aquella mujer merecía. No por lo que había hecho con él, sino por el peligro en que había puesto a todo el reino. Ahmed no deseaba una nueva guerra, no quería poner las vidas de sus súbditos en riesgo por el capricho de una sola mujer.
Su padre aún no había decidido si su castigo era justo o impondría otro él mismo. Pero los intentos de súplica y justificación de Farah no servirían de nada ya. De eso estaba convencido. Lo que no había esperado es lo que hizo a continuación, o lo habría evitado.
Farah se avalanzó contra Ashi aferrando su cuello y, para su sorpresa, llegando a poner en peligro la vida de quien él esperaba que se esfumase para salvarse. Al darse cuenta de que no lo iba a hacer tomó rápidamente la espada de uno de los guardias que permanecían impasibles a espera de una orden y la puso en el cuello de la mujer.
- Soltadla ahora mismo u os haré suplicar que os mate, Farah. -Amenazó. Su tono de voz era grave, peligroso, no admitía duda de lo que sería capaz de hacerle si seguía dañando a la muchacha que tenía atrapada bajo su cuerpo.- Ashi, ponte a salvo. -Pidió a la djinn, esperando que pudiera escucharle y actuara.
Su padre aún no había decidido si su castigo era justo o impondría otro él mismo. Pero los intentos de súplica y justificación de Farah no servirían de nada ya. De eso estaba convencido. Lo que no había esperado es lo que hizo a continuación, o lo habría evitado.
Farah se avalanzó contra Ashi aferrando su cuello y, para su sorpresa, llegando a poner en peligro la vida de quien él esperaba que se esfumase para salvarse. Al darse cuenta de que no lo iba a hacer tomó rápidamente la espada de uno de los guardias que permanecían impasibles a espera de una orden y la puso en el cuello de la mujer.
- Soltadla ahora mismo u os haré suplicar que os mate, Farah. -Amenazó. Su tono de voz era grave, peligroso, no admitía duda de lo que sería capaz de hacerle si seguía dañando a la muchacha que tenía atrapada bajo su cuerpo.- Ashi, ponte a salvo. -Pidió a la djinn, esperando que pudiera escucharle y actuara.
Ahmed - ¿Palacio extraño? - con Ashi
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Vie Jul 21, 2023 11:00 am por Myshella
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Ashi, ponte a salvo.
Eso había sido una orden. Una directa, concisa y clara.
La djinn obedeció de inmediato, llevada por su naturaleza.
Obedeció.
Se esfumó, cual neblina del amanecer, y quedó dormida dentro de su particular jaula dorada.
¿Dónde podía haber ido a parar, sino al interior de su lámpara?¿dónde estaría más segura una djinn que en el objeto al que estaba vinculada?
Eso fue lo primero que pensó Farah, en cuanto presenció un desvanecimiento que ya le resultaba familiar.
Más...¿dónde estaba entonces el objeto en cuestión?¿Dónde?
Ante el estupor de los guardias y el Malik, cuando presenciaron por vez primera un hecho que atribuían sólo a los cuentos de su niñez, la mujer supo aprovechar ese instante para escurrirse y echar a correr.
O al menos intentarlo.
-¡Sigue siendo mía!-gritó, a la carrera, ignorando tratados y propiedades mágicas, segura de que, insatisfecha su demanda, seguía el espíritu siendo de su propiedad- ¡La lámpara sigue siendo mía!
Oh, por supuesto que lo era. Y sabía muy bien cómo iba a declamar su próximo deseo. En cuanto tuviera entre las manos la lámpara de aquel espíritu malnacido y desobediente.Esta vez, no equivocaría las palabras ni dejaría margen a error alguno. Claro que tampoco deseaba ya lo mismo...
Eso había sido una orden. Una directa, concisa y clara.
La djinn obedeció de inmediato, llevada por su naturaleza.
Obedeció.
Se esfumó, cual neblina del amanecer, y quedó dormida dentro de su particular jaula dorada.
¿Dónde podía haber ido a parar, sino al interior de su lámpara?¿dónde estaría más segura una djinn que en el objeto al que estaba vinculada?
Eso fue lo primero que pensó Farah, en cuanto presenció un desvanecimiento que ya le resultaba familiar.
Más...¿dónde estaba entonces el objeto en cuestión?¿Dónde?
Ante el estupor de los guardias y el Malik, cuando presenciaron por vez primera un hecho que atribuían sólo a los cuentos de su niñez, la mujer supo aprovechar ese instante para escurrirse y echar a correr.
O al menos intentarlo.
-¡Sigue siendo mía!-gritó, a la carrera, ignorando tratados y propiedades mágicas, segura de que, insatisfecha su demanda, seguía el espíritu siendo de su propiedad- ¡La lámpara sigue siendo mía!
Oh, por supuesto que lo era. Y sabía muy bien cómo iba a declamar su próximo deseo. En cuanto tuviera entre las manos la lámpara de aquel espíritu malnacido y desobediente.Esta vez, no equivocaría las palabras ni dejaría margen a error alguno. Claro que tampoco deseaba ya lo mismo...
Ashi - Madīnat al-Zahrā - con Ahmed, Farah, el malik y los guardias
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Jue Ago 10, 2023 5:30 am por Timelady
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Ashi desapareció ante sus ojos, tal y como había hecho el día anterior.
Durante unos instantes buscó por los alrededores, pensando que se habría apartado simplemente. Pero al no verla, maldijo para sus adentros intuyendo lo que había pasado. No había sido lo bastante claro.
Aún así, allí estaría a salvo y ellos podrían condenar a Farah simplmente. Si no fuera porque la maldita mujer había aprovechado para salir corriendo hacia el interior. Ahmed y los soldados la persiguieron.
- ¡Te equivocas! -Gritó Ahmed cuando dijo que la lámpara era suya. En eso estaba muy errada. Aún no había hecho su deseo. O al menos esperaba que Ashi no hubiera tomado aquella orden como tal.
Esa duda hizo crecer una desesperación que le hizo apretar el paso en su carrera hacia sus aposentos. Farah ya estaba allí con la lámpara en las manos.- No volverás a poner en peligro a nadie. -Fueron las últimas palabras que le dedicó mientras la hoja de su espada acariciaba su cuello de forma mortal.
La lámpara cayó de sus manos y Ahmed la atrapó en el aire. Estaba a salvo.
Durante unos instantes buscó por los alrededores, pensando que se habría apartado simplemente. Pero al no verla, maldijo para sus adentros intuyendo lo que había pasado. No había sido lo bastante claro.
Aún así, allí estaría a salvo y ellos podrían condenar a Farah simplmente. Si no fuera porque la maldita mujer había aprovechado para salir corriendo hacia el interior. Ahmed y los soldados la persiguieron.
- ¡Te equivocas! -Gritó Ahmed cuando dijo que la lámpara era suya. En eso estaba muy errada. Aún no había hecho su deseo. O al menos esperaba que Ashi no hubiera tomado aquella orden como tal.
Esa duda hizo crecer una desesperación que le hizo apretar el paso en su carrera hacia sus aposentos. Farah ya estaba allí con la lámpara en las manos.- No volverás a poner en peligro a nadie. -Fueron las últimas palabras que le dedicó mientras la hoja de su espada acariciaba su cuello de forma mortal.
La lámpara cayó de sus manos y Ahmed la atrapó en el aire. Estaba a salvo.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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Vie Ago 18, 2023 3:23 pm por Myshella
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Nada encierra tanta magia como la palabra.
En lo que se expresa, y en el nombre de las cosas.
De esta magia nominal depende la existencia del djinn; nada como el término exacto, la palabra correcta. El auténtico nombre de cada cosa, cada ser, cada lugar.
Pero existe también otro detalle de suma importancia: la intencionalidad. El deseo. Y más allá, la codicia humana.
Nunca antes Ashi había recibido del amo de la lámpara una orden así; directa, simple, y llana. Y, muchísimo menos, una orden que la implicara a ella, a la djinn.
En lugar de formular un deseo propio, una petición en base a esa codicia, a ese querer poseer, Ahmed la había mandado a resguardarse.
Por eso, y aún sumida en el sueño que la envolvía cada vez que regresaba a su prisión, algo se resquebrajó en el velo que la amortajaba.
Alguien había abierto una grieta en la larga lista de normas mágicas aplicadas a la genio y a cualquiera de sus congéneres.
Sumida en ese sueño, Ashi sintió, eco lejano, la voz de Farah. La voz de Ahmed. El movimiento de su lámpara, el calor transmitido primero por unas manos, después por las otras. El instante vertiginoso en que casi cae, de Farah, al suelo. Y el agarre de otras manos, las del príncipe.
Luego, toda visión se volvió roja escarlata, y Ashi se vio arrastrada por un torbellino más fuerte, más intenso de lo habitual, hacia el exterior de su prisión.
Cuando volvió a aparecerse, se encontró de pie, frente a Ahmed. Vio enseguida la cimitarra manchada de sangre en sus manos. Y, al volver la vista en un impulso lógico, se topó con Farah, muerta a sus pies.
Apretó los labios, un ápice de segundo, y se apresuró a hablar antes de que lo hiciera él.
-Yo me ocupo - le dijo, temerosa de que no se le ocurriera sino usar su deseo en solucionar aquel entuerto; apresurada, por adelantarse, en el uso de su mágia, a cualquier petición, para que no desperdiciara su don - desapareceremos las dos. La llevaré a donde soléis dar reposo a vuestros difuntos. Mirtos y lírios cubrirán su sepultura, no temas nada. Tú sólo di que huyó.
Se agachó, junto al cuerpo inerte, y fue a posar la mano sobre aquella mujer, presta a cumplir con lo que acababa de decirle.
Pero alzó la vista, un momento más.
La mirada, entre prepleja y aniñada, cálida de igual modo, acompañó una media sonrisa ténue que no pretendía sinó reconfortar.
Se lo pensó mejor. Ahmed debía haber vivido un instante muy tenso, si se habia visto forzado a matarla. Porque...de otro modo, estaba segura, el final de Farah hubiera sido muy distinto.
Así que le supuso triste. Enojado, nervioso y triste.
Por tanto, se impulsó hacia él y le abrazó.
-Regresaré enseguida. Aguardaré aquí -musitó.
Aguardar, a que Ahmed anunciara lo que precisara, a su padre.
Y desapareció, llevándosela consigo.
En lo que se expresa, y en el nombre de las cosas.
De esta magia nominal depende la existencia del djinn; nada como el término exacto, la palabra correcta. El auténtico nombre de cada cosa, cada ser, cada lugar.
Pero existe también otro detalle de suma importancia: la intencionalidad. El deseo. Y más allá, la codicia humana.
Nunca antes Ashi había recibido del amo de la lámpara una orden así; directa, simple, y llana. Y, muchísimo menos, una orden que la implicara a ella, a la djinn.
En lugar de formular un deseo propio, una petición en base a esa codicia, a ese querer poseer, Ahmed la había mandado a resguardarse.
Por eso, y aún sumida en el sueño que la envolvía cada vez que regresaba a su prisión, algo se resquebrajó en el velo que la amortajaba.
Alguien había abierto una grieta en la larga lista de normas mágicas aplicadas a la genio y a cualquiera de sus congéneres.
Sumida en ese sueño, Ashi sintió, eco lejano, la voz de Farah. La voz de Ahmed. El movimiento de su lámpara, el calor transmitido primero por unas manos, después por las otras. El instante vertiginoso en que casi cae, de Farah, al suelo. Y el agarre de otras manos, las del príncipe.
Luego, toda visión se volvió roja escarlata, y Ashi se vio arrastrada por un torbellino más fuerte, más intenso de lo habitual, hacia el exterior de su prisión.
Cuando volvió a aparecerse, se encontró de pie, frente a Ahmed. Vio enseguida la cimitarra manchada de sangre en sus manos. Y, al volver la vista en un impulso lógico, se topó con Farah, muerta a sus pies.
Apretó los labios, un ápice de segundo, y se apresuró a hablar antes de que lo hiciera él.
-Yo me ocupo - le dijo, temerosa de que no se le ocurriera sino usar su deseo en solucionar aquel entuerto; apresurada, por adelantarse, en el uso de su mágia, a cualquier petición, para que no desperdiciara su don - desapareceremos las dos. La llevaré a donde soléis dar reposo a vuestros difuntos. Mirtos y lírios cubrirán su sepultura, no temas nada. Tú sólo di que huyó.
Se agachó, junto al cuerpo inerte, y fue a posar la mano sobre aquella mujer, presta a cumplir con lo que acababa de decirle.
Pero alzó la vista, un momento más.
La mirada, entre prepleja y aniñada, cálida de igual modo, acompañó una media sonrisa ténue que no pretendía sinó reconfortar.
Se lo pensó mejor. Ahmed debía haber vivido un instante muy tenso, si se habia visto forzado a matarla. Porque...de otro modo, estaba segura, el final de Farah hubiera sido muy distinto.
Así que le supuso triste. Enojado, nervioso y triste.
Por tanto, se impulsó hacia él y le abrazó.
-Regresaré enseguida. Aguardaré aquí -musitó.
Aguardar, a que Ahmed anunciara lo que precisara, a su padre.
Y desapareció, llevándosela consigo.
Ashi - Madīnat al-Zahrā - con Ahmed y la difunta Farah
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Sáb Ago 19, 2023 5:35 am por Timelady
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Los ojos oscuros del príncipe se habían mantenido fijos en el cadáver a sus pies tras recoger la lámpara, sin ser siquiera consciente de que al tomarla, sus dedos habían frotado su supierficie despertando a su habitante.
Miraba a Farah, tratando de recordar las emociones que una vez despertó en él. La pasión, el cariño, jamás lo habría llamado amor realmente... trataba de recordarlas porque era de suponer que a la muerte de alguien apreciado le sucedía la tristeza por la pérdida. Sin embargo, él no sentía nada. No había culpa, pena, no había nada. Incluso la rabia se había desvanecido por completo.
Pero su corazón sí reaccionó cuando Ashi tomó forma ante él. Quiso extender la mano para tocarla, comprobar su cuello. Pero la pequeña djinn no le dio la ocasión de hacerlo, ni tan siquiera de hablar.
Antes de que pudiera comprender sus intenciones sobre el cadáver de Farah, le estaba abrazando, con aquella calidez tan propia de ella. Solo para desvanecerse después de prometer que volvería.
Su forma de actuar, precipitada, hizo que el príncipe dibujase una sonrisa.
Los guardias que le habían seguido estaban en la puerta, si lo habían visto todo o no, le daba igual. Regresó con ellos, sobre sus pasos, hasta llegar a su padre, aún recuperándose de tantas graves emociones.
Le informó de lo que había hecho, una enemiga de su reino había muerto y se reuniría con el dios único si él así lo quería. Le informó sobre sus planes para la djinn y mandó que se preparasen unas estancias apropiadas para una princesa. El futuro de su reino y de las alianzas con sus vecinos aún era incierto, pero había algo que tenía claro y es que no iba a solucionarse gracias a la magia de un solo deseo.
Aguardó después al regreso de Ashi.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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Sáb Ago 19, 2023 2:27 pm por Myshella
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Ashi hizo exactamente lo que había anunciado.
El torbellino de aire y arena en el que se fusionaba ella arrastraba también consigo a la mujer que, por haber confundido amor con posesión, había acabado perdiendo la vida.
Ambas aparecieron sobre la colina más alta de la tierra sagrada; ese espacio que , cuidado verde, fuente dorada de agua cristalina, los humanos habían destinado al recuerdo de aquellos que había sido y ya no eran.
Sus seres queridos.
A un gesto de sus manos se abrió la tierra. A otro, el cuerpo, envuelto en blanca mortaja, fue depositado en la fosa.
Lo cerró en otro gesto; uno suave, y ténue, un poco contra natura para ella, puro torbellino de energía.
Era necesario que lo trazara así, lentamente, para que florecieran los pétalos prometidos sobre la tumba de Farah.
Lo contempló todo, una vez acabado.
- Decansa, antigua ama - le musitó - la tierra te será leve, y tu espíritu entenderá que no son nuestras las almas de los demás. Y serás libre - le prometió.
Porque, a poco que se detuviera a analizar lo ocurrido, podia la djinn comprender que aquella mujer debía haber sentido el corazón oprimido. Pesado.
De hecho, estaba tan acostumbrada a percibir esa congoja constante en el corazón de los diversos hombres y mujeres a los que, eventualmente, había llamado amo o ama, que no se había dado cuenta de que esa era la primera ocasión en que no lo notaba.
El peso.
En el aura de Ahmed.
Parpadeó, más reconfortada que sorprendida. Y sonrió un tanto.
Luego, deshizo el camino, viento y arena, hasta volver a materializarse en la alcoba en donde seguía su lámpara.
Nada más recuperar su aspecto humano, la djinn sonrió ampliamente, saltito en su corazón hecho de fuego. Y fue a dar un brinco adelante, a levitar hasta el omeya.
- Ahm...
Se contuvo en un pequeño instante de lucidez.
Y es que tenía su lámpara. Y ella era una genio.
- Ya estoy de vuelta- dijo, primero. La fórmula era otra, pero es que le costaba decirlo. Le sabía extraño. Raro. Y, sin embargo, debía.
Carraspeó.
Aclaró la voz, manos entrecruzadas ante sí
- ¿ Cual es tu deseo, amo?
El torbellino de aire y arena en el que se fusionaba ella arrastraba también consigo a la mujer que, por haber confundido amor con posesión, había acabado perdiendo la vida.
Ambas aparecieron sobre la colina más alta de la tierra sagrada; ese espacio que , cuidado verde, fuente dorada de agua cristalina, los humanos habían destinado al recuerdo de aquellos que había sido y ya no eran.
Sus seres queridos.
A un gesto de sus manos se abrió la tierra. A otro, el cuerpo, envuelto en blanca mortaja, fue depositado en la fosa.
Lo cerró en otro gesto; uno suave, y ténue, un poco contra natura para ella, puro torbellino de energía.
Era necesario que lo trazara así, lentamente, para que florecieran los pétalos prometidos sobre la tumba de Farah.
Lo contempló todo, una vez acabado.
- Decansa, antigua ama - le musitó - la tierra te será leve, y tu espíritu entenderá que no son nuestras las almas de los demás. Y serás libre - le prometió.
Porque, a poco que se detuviera a analizar lo ocurrido, podia la djinn comprender que aquella mujer debía haber sentido el corazón oprimido. Pesado.
De hecho, estaba tan acostumbrada a percibir esa congoja constante en el corazón de los diversos hombres y mujeres a los que, eventualmente, había llamado amo o ama, que no se había dado cuenta de que esa era la primera ocasión en que no lo notaba.
El peso.
En el aura de Ahmed.
Parpadeó, más reconfortada que sorprendida. Y sonrió un tanto.
Luego, deshizo el camino, viento y arena, hasta volver a materializarse en la alcoba en donde seguía su lámpara.
Nada más recuperar su aspecto humano, la djinn sonrió ampliamente, saltito en su corazón hecho de fuego. Y fue a dar un brinco adelante, a levitar hasta el omeya.
- Ahm...
Se contuvo en un pequeño instante de lucidez.
Y es que tenía su lámpara. Y ella era una genio.
- Ya estoy de vuelta- dijo, primero. La fórmula era otra, pero es que le costaba decirlo. Le sabía extraño. Raro. Y, sin embargo, debía.
Carraspeó.
Aclaró la voz, manos entrecruzadas ante sí
- ¿ Cual es tu deseo, amo?
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Dom Ago 20, 2023 11:42 am por Timelady
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Ahmed ya estaba más acostumbrado a esa ráfaga de viento cálido que precedía la aparición de la preciosa djinn ante él. Le dedicó una sonrisa ladeada para corresponder la ajena y la sintió acercarse.
Solo asintió cuando informó de que había regresado y después escuchó de nuevo aquella pregunta.
- Todavía no he escogido las palabras adecuadas. -Mintió, porque aún quería disfrutar un poco más de su presencia y compañía, sabiendo lo incierta que sería la situación después- Sé que son muy importantes. -Ella misma se lo había dicho, le había alabado por su forma correcta de usarlas en el pasado, aún cuando no tenía ningún poder sobre ella.
Ahmed tomó la lámpara de la mesa de forma descuidada, dejándola en las manos de la djinn.- ¿Te parece bonita? Creo que podría ser un precioso adorno para unas estancias... quizá encargue que me hagan una similar. Después de todo, esta es tuya. -Mencionó, mientras trataba de confundirla un poco, a la vez que anticipaba, a su manera, lo que quería.
- He mandado preparar unas estancias, por si quisieras quedarte con nosotros. Son dignas de alguien de sangre real, tendrás todo lo que necesites... -Pero solo si era lo que ella quería.
Después de tanta divagación, terminó frente a ella. Una mano sobre la lámpara que sostenían las suyas, la mirada oscura y penetrante buscando los ojos ajenos.- Ashi, deseo que seas libre.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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Dom Ago 20, 2023 2:59 pm por Myshella
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-Oh. Entiendo, sí, desde luego lo son. Mucho.
Tenía razón; una persona sabia no formula un deseo así como así.
No era la primera vez que la djinn debía aguardar.
La mayoría de las ocasiones pasadas, más bien porque el amo de turno de la lámpara empezaba a deambular, literalmente, de deseo a deseo, intentando escoger cual de los muchos acumulados era más importante, más acertado, más deseo.
- Espero. Bien.
Ashi concentró un remolinillo de aire, y se sentó, piernas cruzadas, sobre él. Aguardando.
Un poco inquieta. Otro poco nerviosa.
La palabra que menos le pegaba en ese momento era, precisamente "bien".
Ora acomodándose hacia delante, ora estirando la espalda, estaba haciendo un gran esfuerzo por estarse quieta y dejarle...¿pensar?
Fija la vista en él.
Habría soltado un par de ¿ya?, pero es que no pudo, porque casi vuela su lámpara; la que Ahmed dejó caer en sus manos, y ella amparó al vuelo.
-Bueno, sí. Podrías hacer una copia de mi...¿para qué querrías tú otra lámpara? - preguntó, tan perpleja, tan desconcertada, que casi no se distinguió bien lo que musitaba.
La lámpara era suya; es decir, era su cárcel, su casa, su mundo. Pero entonces el amo de la lámpara era Ahmed. O sea, que también era de su propiedad. Podía ponerla donde se le antojara, mientras pensaba.
Alzó una ceja.
¿No quería pedir deseo, aún, e iba a ponerlas a la lámpara y a ella de decoración?
Parpadeó un tanto.
- Los artesanos, por lo que yo se, no necesitan de magia para hacer...- lámparas.
He mandado preparar unas estancias, por si quisieras quedarte con nosotros.
El remolino que la sostenía se disipó, tan pronto como ella se despistó, pendiente de tan extraña invitación.
-¡Au!- exclamó, al ir a dar con las posaderas en el suelo.
Se levantó de un salto, tiesa cual vara de acacia.
- Es que yo duermo en la lámp...-empezó a explicarle, porque por lo visto, palacio arriba, palacio abajo, había confundido allá donde ella le llevara en la mañana anterior con su casa, o algo así. No se había dado cuenta de que había levantado aquella alcoba donde amaneciera, sólo para custodiarle a él, no porque la usara ella....
Se calló.
Ahmed estaba ante ella. Sostenía sus manos, lámpara incluída, entre las propias, y brillaba en los iris de su mirada una intensidad que la atrapó del mismo modo en que la absorbía cada remolino de regreso a su sueño.
Una intensidad tan abrumadora como cautivadora.
Y entonces, mientras la genio ponía cara de boba encandilada, el príncipe formuló un deseo.
Ashi aguantó la respiración. Uno, dos, tres segundos.
Hubiera palidecido, si es que tal cosa fuera posible en ella.
Finalmente, hizo ademán de separar los labios, para hablar.
-Pe...perdona - empezó - creo que no te he oído bien - oh, sí que lo había oído; desde luego que lo había oído - Tu deseo es... ¿que YO sea libre?
¿Eso estaba permitido?¿Podía pedir algo para ella, no para él?
A ver, llevaba toda una existencia a retazos soñando con que alguien dijera lo que él acababa de decir.
Pero los sueños son una cosa. Y la realidad....¿era técnicamente posible, que el amo de la lámpara usara su deseo para cumplir el de ella?
- Un...un momento - balbuceó, soltándole las manos, y dejando caer, sin mayor cuidado, la lámpara al suelo.
Se puso a repasar, en voz alta, las leyes de su magia.
No puedo matar a nadie. No forzar a nadie a enamorarse de nadie. No resucitar a los muertos
A medida que hablaba, las reglas se escribían solas, ante ambos, en el aire, y se desvanecían.
- No, no hay más - confirmó. Nada sobre libertades concedidas, nada que lo impidiera.
Ashi chilló de alegría, y se colgó, literalmente, del cuello de un Ahmed que se encontró flotando por los aires de la estancia, de pronto.
- ¡Soy libre, soy libre! ¡Espera, espera! Pídeme algo tonto. No se...¿pastelitos de miel? Vamos, dílo: "Ashi, deseo un platillo de pastelillos de miel"
Tampoco es que esperara a que Ahmed formulara tan inocuo deseo; se contestó sola.
-¡No, ahora mismo no me apetece traerlos!
Rió, cual niña, y acabó por devolverlos, a los dos, al suelo firme.
Ahí dejó de reír, aún los brazos entorno al cuello del príncipe.
Mirada brillante, corazón palpitante, y labios entreabiertos.
- Una habitación para mí, aquí, en tu palacio - entonces tenía, desde luego, mucho más sentido. De hecho, empezaba a entender el sentido de tal invitación.
Las dedos de la djinn se enroscaron en los cabellos del omeya.
- ¿Quieres que me quede?
Ashi - Madīnat al-Zahrā - con Ahmed
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Mar Ago 22, 2023 1:29 pm por Timelady
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Fue harto complejo para el príncipe seguir con la pantomima que había trazo mientras escuchaba de fondo las intervenciones de la djinn, la manera en que se extrañaba y, especialmente, ignorar sin reírse en el momento en que cayó al suelo por la impresión de sus palabras sobre una estancia especial para ella.
Pero no podía romper el efecto cuando requería que ella comprendiera cuál era su deseo, el que formulaba y el que dejaba entrever con sus acciones.
Cuando finalmente pronunció las palabras, esperó. Se imaginaba que habría algún tipo de estallido mágico, luces alrededor cualquier cosa. Pero lo que obtuvo fue a una Ashi extrañada pidiendo que le repitiera su deseo y queriendo comprobar que no había nada en su reglamento mágico que impidiera la efectividad de aquel deseo.
Ahmed esperó y solo pudo sonreír ampliamente cuando finalmente reaccionó como esperaba con aquel chillido al tiempo que se colgaba de su cuello. Atrajo el cuerpo contra el suyo apretando el abrazo, sintiendo cómo sus pies abandonaban el suelo. Al parecer la libertad no eliminaba la magia del cuerpo de aquella criatura bella.
Solo podía reír ante sus palabras y sus gesto, ante aquella muestra continua de felicidad.
Cuando regresaron al suelo, ya dejando de reír, ella pareció entender lo que le había dicho antes de pronunciar su deseo.
- Solo si tú quieres quedarte, Ashi. -Respondió él.- Resulta que algo me ha enseñado que no me gusta estar donde no quiero, y no voy a pedirte eso a ti. -Después de todo, durante un día, él mismo había sido privado de su libertad, de estar donde debía estar.
- Pero viendo que aún conservas tu magia... podrías ir a cualquier otro lugar, conocer el mundo y a sus gentes. -¿Podría culparla ahora que ella tenía todo lo que deseara a su disposición?- Aunque sí me gustaría que nos visitaras de vez en cuando. -Ofreció con una de esas sonrisas encantadoras a las que era difícil negarle nada.
- Estás segura de que el deseo ha funcionado, ¿verdad? -Preguntó entonces, queriendo estar convencido de que había logrado hacer eso por ella.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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Miér Ago 23, 2023 8:26 am por Myshella
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La sonrisa de Ashi se había ampliado, hasta reflejarse en sus iris, llenos de destellitos brillantes, cuando el príncipe había dicho que sólo si ella quería.
Y había sofocado una risilla, al mencionar Ahmed eso de estar privado de libertad.
¡Qué exagerado, si no había sido nada!
- Pero fui buena anfitriona, y en realidad te tomaste un día libre... - se quejó, aún sabeedora de que no se refería el omeya a ese detalle en concreto, sino al hecho.
Pero la risa se apagó, tras un pestañear intenso, cuando oyó la siguiente propuesta.
Podrías ir a cualquier otro lugar- bla, bla bla- nos visitaras de vez en cuando
¿De vez en cuando?
Oh. Había pensado que quería que se quedara.
Le soltó, pasito atrás.
-¿Sólo de vez en cuando?- preguntó.
No sabía muy bien cómo se suponía que debía reaccionar.
Es decir, ¿qué se le estaba escapando? Algo no...algo no entendía, o no sabía interpretar.
- Bueno, yo he visto bastantes lugares; a retazos- le recordó. Se lo había dicho, exactamente así, bajo el mar. Cuando, escuchándole primero a él, había comprendido que ser príncipe conllevaba otro tipo de prisión. Cuando él la sacó de su error, y le dijo que no había viajado demasiado. Sólo su reino, y los inmediatamente vecinos.
Arrugó un tanto la nariz.
- Te dije que te llevaría a un país lejano, distinto. Pensaba en el norte, en donde los amos o amas que tuve tienen los cabellos claros y la piel descolorida. Son muy diferentes. Creo que te gustaría verlos. Si quisiera ir, ¿vendrías conmigo? - le preguntó - ¡no sería un viaje largo! No...
Señaló entorno.
-No tendrían que preocuparse poque estuvieras fuera mucho tiempo- le aseguró - y puedo ayudarte antes, con ese vecino tuyo - lo había mencionado mil veces. El problema diplomático y nosequemás.
Debería decirle que no quería ir a ningún lado y dejarle atrás, en ese momento. Que tan sólo había estado con él un día y medio, y que habian pasado tantas, tantas cosas en tan poco tiempo, que necesitaba tener cerca a Ahmed para hacerse a la idea. Y para ver, de él, cuanto no había podido ver.
Pero optó por callarse.
Porque en ocasiones las palabras no son suficientemente precisas para explicarse. A veces, es el rostro, la mirada, el tono, o el simple caer de los hombros los que hablan por nosotros.
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Mar Ago 29, 2023 4:00 am por Timelady
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Solo pudo sonreír divertido cuando ella objetó que había sido una buena anfitriona y que aquel día podía tomarse como unas vacaciones... Si hubiera sido cualquier otro día, seguramente lo habría disfrutado mucho más.
Le extrañó que preguntara, como necesitando una aclaración de sus palabras, sobre el "de vez en cuando".- Lo que quiero decir, Ashi, es que ahora eres totalmente libre. Puedes ir a donde desees y no tienes que quedarte junto a nadie si no quieres. No puedo pretender que quieras estar aquí conmigo, cuando tienes el mundo a tu disposición. -Trató de explicarle. Él probablemente no se quedaría allí si tuviera ese poder para viajar y conocer el mundo, sin responsabilidades de ningún tipo.- Podrás ver más que retazos. -Añadió cuando ella dijo que había visto lugares.
Ashi entonces recordó que quería llevarle a él a un lugar del norte, con sus gentes diferentes, con sus costumbres y mundo extraños para él. Preguntándole si la acompañaría. Debió ver en su sonrisa algo caída que no podía hacer algo como eso, desaparecer de nuevo y dejarlo todo atrás, porque añadió que sería un viaje corto y sin que se preocupasen. Incluso que le ayudaría primero a solucionar lo que había sucedido con el reino vecino.
- Intentaré solucionar eso sin tener que recurrir a la magia primero. -Añadió él, que quería pensar que era capaz de solventarlo sin llegar a una situación crítica.- Pero sobre ese viaje al norte... ¿Tú deseas que te acompañe? -Preguntó, utilizando aquel verbo de forma deliberada, con cierta picardia en su mirada. Quería que se diera cuenta de que ahora ella podía pedir cosas, podía desearlas y obtenerlas... y también quería escuchar que deseaba estar junto a él más tiempo.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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Miér Ago 30, 2023 12:00 pm por Myshella
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Escuchó.
Paciencia para eso tenía. Qué remedio. Siempre se habia visto obligada a detenerse y atender bien a las palabras de quien poseyera la lámpara.
Y, aunque la situación que estaba viviendo en ese momento no tenía nada en común con todas las anteriores, empezando porque ya nadie poseía su lámpara, la costumbre no se borra en un plumazo, en un pestañear, ni en un par de frases acertadas. Por mucho que las pronunciara el príncipe.
Ir donde desee, no quedarse junto a nadie.
No puedo pretender que quieras estar aquí conmigo.
Ashi dio un respingo, renovada atención.
A lo de ver más que retazos, ya no llegó.
De hecho, el concepto de tiempo real pronto la sorprendería. Cuando se encontrara por vez primera con que las horas le pesaban y necesitaba dormir.
Retuvo las sílabas a las que pretendía responder, después, y se limitó a asentir, en cuanto a las soluciones del reino.
Sin magia.
Bueno.
En su opinión, eso resultaba extraño. ¿Porqué querría complicar una tarea simple?
Supuso que tenía que ver con, ¿las habilidades que debía poseer un príncipe, quizá?
A ella le hubiera molestado que otro ser, no djinn, pusiera en duda su capacidad de cumplir deseos. Algo así debía ocurrir, con la diplomacia y los otro reinos.
-Por supuesto- asintió- aún así si, por ejemplo, precisaras un...¿presente, para el otro país?
Mejor se callaba,
Bajó la mirada al suelo, un momento.
Cortito.
Porque dio otro respingo, en cuanto sintió la palabra deseas aplicada a ella.
Se quedó quieta, fija al vista en los iris del príncipe.
Tardó un poco- un par de instantes de entreabrir los labios y volverlos a cerrar- antes de acertar a responder.
-Sí, claro que deseo que me acompañes.
Eso no era del todo exacto. Alzó el dedo indice, y se corrigió a si misma.
- Exactamente, no deseo ir si no tú no vienes.
No podía una empezar su libertad pecando de lo que tanto había perjudicado- por lo visto, y no por culpa suya, dicho sea de paso- a los dueños y dueñas de la lámpara.
Movió un tanto la cabeza, expresión seria.
-Soy libre también para hacer preguntas. De modo que, desearía también que me respondieras a una. Se que puedo irme. A donde quiera. Pero, si quisiera quedarme, ¿tú desearías que lo hiciera?
Empezaba a entender porqué escoger palabras era tan complicado, a veces.
Se trataba de decir lo que uno sentia, pero al mismo tiempo protegiendo la libertad a expresarse de igual modo de los otros.
Muy complicado.
Alzó las cejas, se encogió de hombros, manos inquietas cruzadas a su espalda, escondidas a la vista del príncipe.
- Si lo que yo deseara fuera quedarme contigo, ¿te ocasionaría problemas, o disgusto?¿compartirías mi deseo?
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Dom Oct 15, 2023 5:45 am por Timelady
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Podía ver las ganas de replicar de Ashi en cuanto dijo que quería intentar solucionar por sí mismo el problema de la diplomacia. Era muy fácil leer las expresiones en aquellos enormes ojos oscuros, donde brillaban pequeñas chispas de magia y fuego.
- Lo tendré en cuenta. -Aceptó su ofrecimiento con una sonrisa divertida.
Pero en aquel momento, y por extraño que pareciera, las relaciones con el resto de los reinos vecinos no estaban en la cumbre en el orden de importancia.
Era la respuesta de la djinn lo que le interesaba de verdad. Sobre todo en lo que se refería a él, a su lado, durante algo más de tiempo.
Asintió cuando dijo que deseaba su compañía en esos viajes. Alzó una ceja cuando aclaró que realmente no deseaba hacerlos si no era con él.
La observó, intrigado, cuando indicó que deseaba hacer una pregunta. Esperó con paciencia. Ashi había hablado más de una vez, incluso le había alabado por ello, del dominio que hay que tener sobre las palabras. Las suyas también parecían ser escogidas con cuidado. Aunque su deseo de quedarse fue en realidad lo que hizo que su corazón latiera algo más rápido.
No habló de inmediato, pues ella agregó algo más. Si le traería problemas... quizá. Un príncipe y una djinn era una historia apropiada para un cuento y una leyenda... pero en la realidad se tendía a ser algo menos ingenuo.
- Dime una cosa, Ashi. -Inició el príncipe, inclinándose hacia ella para hablar en confidencia.- ¿Crees que si no quisiera que te quedaras habría mandado preparar para ti las habitaciones dignas de una princesa? -Se separó de ella para mostrarle una sonrisa ladina y amplia.- Sí, deseo que te quedes a mi lado. Y no sé si eso me traerá algún problema en el futuro... pero, sinceramente, ahora es lo que menos me importa. Y supongo que siempre podemos usar un poco de magia. -Añadió guiándole un ojo.
Ahmed - Palacio - con Ashi
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