Aburrido, estaba completa y absolutamente aburrido. Aquel año se le estaba haciendo cuesta arriba, las clases le aburrían demasiado y para colmo tenían exámenes importantes que indicarían que podían hacer en sus siguientes años. Era lo peor por lo que uno podía pasar, pedirles a niños de quince y dieciséis años que tuviesen claro que querían hacer con su futuro y prepararse esas asignaturas. Por el amor de todo, a veces no sabía si prefería comprarse una camisa burdeos o rojo brillante como para decidir que querías hacer con su estúpido futuro.

Si dependía de su padre, estaba claro que esperaría que su hijo trabajase en el ministerio y a ser posible tomase alguna posición de poder. Leo no se veía siendo el jefe de nadie, era demasiado trabajo y tener que mantener la cara de amargado veinticuatro siete haría que le saliesen arrugas antes, bastante se tenía que cuidar la piel en ese momento por tener que fruncir el ceño o poner caras cuando estaba con aquellos que se consideraban dignos.

Tirado sobre uno de los pupitres en una de las aulas vacías empezó a tararear una canción que Eros le había estado cantando el día anterior hasta que se le quedó metida en la cabeza. Al parecer su primo se le había enseñado, algo llamado las supernenas o algo por el estilo. Era guay estar un rato solo, despreocupado y sin importarle parecer el tío estirado de turno.

Quinto año + Aula vacía