Salió del Gran Comedor con la intención de ir directamente hacia su primera clase de la mañana. Los exámenes habían empezado y Leah estaba bastante concentrada en aprovechar sus horas de clase para solventar sus dudas, aunque las clases esa semana fueran casi opcionales porque solo tenían que presentarse a los exámenes y entregar trabajos.

Abrió la puerta del comedor solo para encontrarse con que alguien estaba tirando del otro lado, y una Marianne con cara de pocos amigos la miró por un segundo antes de seguir caminando hacia su mesa. La hora del desayuno estaba por terminar, pero Leah frunció el ceño ante la repentina hostilidad. Siguió el camino de pequeñas gotas que la chica había dejado, estaba nevando fuera y parecía que venía del exterior. No tardó demasiado en juntar las piezas, al mirar hacia fuera pudo ver claramente la figura del Slytherin, destrozando sus puños contra el árbol más cercano.

Leah ni siquiera se preocupó por no estar preparada para el frío, abrió la puerta y corrió para ponerse a su lado, tomando su antebrazo e intentando no tropezarse al enfrentarse a la fuerza con la que estaba golpeando la madera. Los puños ya ensangrentados por la fuerza.

—¡Klaus! ¿Qué coño haces?— preguntó, poniéndose en medio y apoyando sus manos en el pecho del chico, para empujarlo hacia atrás.

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A Leah a veces le sorprendía la cantidad de idioteces que podían salir de la boca de Klaus en cuestión de segundos, pero tan solo frunció el ceño, manteniéndose de pie en el mismo sitio porque no iba a seguir sus órdenes sin una explicación. Estaba claro que se encontraba enfadado, pero se negaba a dejarlo solo porque acabaría reventándose las manos sin motivo alguno.

—No te voy a dejar solo— dijo, mirando la puerta para asegurarse de que nadie más salía. No quería que nadie se acercara al drama, porque si bien ella no temía por su propia seguridad, no quería que otra persona se cruzara en el camino de Klaus en ese momento.

Se quedó en silencio por unos segundos, notando los temblores ligeros de sus manos, como apretaba los puños y la forma en la que sus músculos se sentían completamente tensionados bajo sus manos. No era la primera vez que lo veía de esa manera, y no siempre había sabido cómo actuar. Tal vez por eso lo hizo por impulso, tomando su rostro entre sus manos y estampando sus labios contra los del chico, para bajarlo por un momento de esa nube desde donde veía todo rojo.

Cuando estaban juntos funcionaba, y aunque sabía que no era apropiado teniendo en cuenta que ya no eran pareja, conocía pocas estrategias para devolverlo a la realidad y que se enfocara solo en ella.

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A veces pensaba que sus sentimientos por Klaus se habían quedado embotellados, que había llegado a un punto donde podía verlo simplemente como un amigo y de hecho lo disfrutaba. Se llevaban bien antes de decidir ser pareja, y nada había cambiado cuando el chico decidió que lo mejor era que siguieran siendo amigos. Leah no podía decir que entendiera todos sus motivos, pero aceptó que no podía obligarlo a estar con ella, y sabía que prefería tenerle en su vida a no tenerlo en absoluto. Sin embargo, en ese momento fue como retroceder en el tiempo.

Dio un paso hacia adelante al sentir que el chico la rodeaba por la cintura, y aunque su intención inicial era solamente generarle una sensación diferente a su rabia para que pudiera resolver su frustración de otra manera, no pudo evitar dejarse llevar al sentir la desesperación en sus acciones.

Mantuvo sus manos en sus mejillas, besándolo hasta quedarse sin aire y separándose tan solo unos milímetros cuando necesitó respirar. Sentía su aliento directamente sobre su rostro, el vaho por el contraste entre la temperatura ambiente y ellos le nublaba ligeramente la vista, pero no se separó.

—¿Qué ha pasado?— preguntó, sin soltar su rostro, para que solo pudiera mirarla a ella.

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Agradeció que Klaus no se enfadara con ella por haber actuado de manera impulsiva, tampoco se estaba quejando por su cercanía y mientras no lo hiciera, ella no pensaba perderlo de vista. A fin de cuentas, no estaba segura de hasta qué punto podía hacerlo sin que el chico se diera la vuelta y volviera a desatar su ira contra el árbol más cercano.

Acarició su rostro con la yema de sus dedos, buscando con su otra mano una de las del chico para entrelazar sus dedos, intentando que se mantuviera concentrado en su presencia y no en otra cosa, sentía que en ese momento era la única forma en la que podía hablar con él.

—Lo siento Klaus, yo también... Tenía esperanzas de que estuvierais en la misma página por lo que me estabas contando— dijo, intentando no enfadarse ella misma con alguien que apenas había cruzado unas cuentas palabras con ella. No creía que Marianne tuviera malas intenciones, pero por lo poco que sabía, su impulsividad se llevaba lo mejor de ella.

Intentó no sentirse dolida por sus palabras, de alguna manera eran un cumplido. Sin embargo, Leah llevaba meses sin estar segura de lo que había pasado entre ellos para que Klaus decidiera, de un día para otro, que ya no quería nada más.

—Te mereces a alguien que te quiera bien y que aprenda a conocerte por lo que eres— afirmó, a sabiendas de que tal vez no era el mejor momento para preguntarlo —. Y siempre me vas a tener aquí aunque no me veas de la misma manera que antes— dijo, completamente convencida de sus palabras. No podían regresar el tiempo atrás, y Leah estaba segura de que los motivos que Klaus tuvo para tomar su decisión eran válidos y los respetaba, por más que los desconociera.

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Sabía bien que se estaba dejando llevar por la situación, y tal vez la cercanía le estaba nublando la lógica con sentimientos. Escuchar su voz tan rota solo hacía que se le apretara el corazón, e intentó tragar saliva para deshacer el nudo que empezaba a atarse en su garganta. Le molestaba saber que nadie le daba la oportunidad a Klaus de enseñar ese lado sensible que ella sabía bien que tenía, solo había que tener la paciencia suficiente para derrumbar unos cuantos muros.

—No te tengo miedo, Klaus. Sé que... Tienes un temperamento particular, pero nunca he pensado que llegarías a hacerme daño— dijo, porque el chico siempre se alejaba de ella cuando sabía que no podía controlarse, nunca llegó a tocarla y Leah había aprendido a medir sus límites. Sabía cuando darle su espacio y cuando interponerse, y no había necesitado que el chico le redactara un manual para entenderlo, eso se lo regaló el tiempo.

Unió sus labios en un beso suave nuevamente antes de separarse, tomando su mano para llevarlo dentro. El frío empezaba a ser demasiado, y necesitaban pasar por la enfermería antes de tener cualquier conversación.

Sin decir nada Leah lo guio por los pasillos, entrando ella a la enfermería para pedir una de las pociones curativas. Una explicación sencilla bastó para que la enfermera se la dispensara, y salió de allí con un par de paños para sus manos antes de llevarlo hacia la cocina para buscar algo para desayunar.

Siguió caminando con una cesta colgando del brazo, y una pequeña caja con lo que necesitaba para curarlo y entró en su sala común, haciendo un gesto para que la siguiera. Unas cuantas personas estaban estudiando, pero no repararon en ellos mientras la chica caminaba a su habitación.

—Siéntate— dijo, y luego se sentó a su lado, tomando sus manos y empezando a limpiar las heridas, sacando las pequeñas astillas que estaban enterradas en sus nudillos.

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Se estaba tomando muy en serio su rol de protectora aunque sabía bien que sus acciones tan solo iban a hacerle daño dentro de un par de horas. Era perfectamente consciente del estado de su relación con Klaus y lo que habían decidido, lo respetaba y por eso se había impuesto ciertos límites que cruzó por impulso y que, por la fragilidad del momento, le apetecía seguir cruzando.

Le dio la poción en cuanto terminó de limpiar las heridas, para que estas no se cerraran con nada incrustado dentro que pudiera infectarse después. Había aprendido suficiente de primeros auxilios, necesitaba conocimientos básicos para entrar en la academia y su padre también era bastante sobreprotector, se había asegurado de que supiera lo mínimo.

Sin dudarlo tendió su mano hacia él, dejándose guiar hasta palpar con sus dedos esa zona de su cuerpo que normalmente no la dejaba tocar, ni siquiera cuando habían estado desnudos en la misma cama. Leah frunció el ceño ante el tacto, ladeando la cabeza.

—¿De qué me estás hablando? Yo sé que no me harías daño, Klaus, nunca me harías daño— insistió, sin tener del todo claro por qué le seguía dando vueltas a lo mismo. Recordaba que se lo mencionó también antes de cortar con ella, y Leah lo entendió tan poco en su momento como lo hacía ahora.

—Y deberías quitarte eso para que lo sequemos, te vas a poner malo— agregó, tan solo bastaría que utilizaran un par de hechizos y que dejaran la ropa al aire por unos minutos.

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Y entonces la realidad le golpeó como un cubo de agua fría. Los tatuajes lo tapaban todo a simple vista, pero en ese momento parecía obvio el motivo por el que Klaus no la dejaba tocarlo en ese punto específico de su cuerpo. A la luz podía notar el relieve de la marca, que de no saber que Klaus no había sufrido ningún accidente reciente, pensaría que llevaba relativamente poco ahí por la manera tan clara en la que podía identificar la mordida. No hizo falta mucha explicación después de eso, la castaña le miró confundida.

—¿Cuándo pasó?— preguntó, trazando suavemente la marca con sus dedos, intentando no presionar, tan solo procurando comprender sin parecer asustada. Muchas cosas tenían sentido en ese momento, pero aun así necesitaba más explicación.

—Klaus, nunca has estado cerca siquiera de hacerme daño y lo sabes... No puedes dejar de vivir tu vida por algo que no ha sido tu culpa, que no puedes cambiar— dijo, retirándose la capa que aún la cubría para dejarla secando en uno de los percheros de la habitación antes de volver hacia él, sentándose nuevamente en la cama y acariciando su rostro —. Si lo hubiese sabido no te habría permitido dejarme— afirmó, mordiéndose el interior de las mejillas porque no estaba ahí para que el chico la consolara a ella —. ¿Marianne lo sabe?— preguntó, más por curiosidad que por ganas de volver a traer a la Gryffindor a la conversación.

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Escuchó la historia y mientras lo hacía buscó su mano para entrelazar sus dedos. Su historia con Klaus había sido intensa, fue una de las primeras personas que vio al entrar en el colegio y cuando regresaron de esas vacaciones nunca se habría imaginado que ese fue el motivo por el que el Slytherin se tardó un poco más en volver después de navidades. Sin embargo, muchos de sus comportamientos empezaban a tener sentido, incluso el de ese día... La luna llena sería la semana siguiente.

Tragó saliva de manera pesada ante su explicación, no había estudiado demasiado acerca de los licántropos porque nunca llamaron su atención, pero sabía suficiente como para entender que ciertos comportamientos no podían ser culpados en la persona que portaba la maldición.

—No se lo contaré a nadie... Pero, no lo entiendo. Empezamos a salir cuando ya sabías esto, ¿por qué de repente empezó a ser importante?— preguntó, haciendo algunos cálculos en su cabeza, aún confundida. Si bien podía justificar y entender mejor sus comportamientos ahora que sabía esa verdad, le seguía pareciendo repentino que la dejara en ese momento.

Sentía la ropa empezar a secarse en su cuerpo, y el contraste de la temperatura hizo que se levantara para poder desabrochar los botones de su camisa y buscar una seca en su baúl. Todavía le estaba dando vueltas a la situación, pero no quería alejarse demasiado ahora que Klaus estaba siendo honesto con ella después de tantos años.

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El recuerdo golpeó su cabeza en el momento mismo en el que Klaus lo mencionó. Usualmente ignoraba ese tipo de incidentes, pero aquel había llegado a todos los rincones del mundo mágico, haciendo brillar una luz bastante negativa hacia las criaturas en general. A Leah no le preocupaba porque pensaba que no tenía a nadie cercano que pudiera pasar por algo similar, y en ese momento todo parecía distinto.

—Si entiendo que quisieras protegerme, solo me habría gustado tener la información completa... — aseguró, dándose la vuelta al sentir las manos del chico en su cintura. Se sentía desorientada, pero Klaus seguía siendo exactamente la misma persona para ella, la información que tenía no cambiaba nada. —Pero ahora lo sé, y respeto tu decisión si te hace sentir más tranquilo. La respetaba incluso cuando no lo sabía, tampoco he llegado a pensar que no me quieres— afirmó, porque tras un par de semanas Leah había vuelto a tocar su puerta, no quería dejar de ser su amiga por más que su cercanía en ocasiones hiciera que fuera más difícil superarlo.

También intentó ser práctica al enterarse de sus sentimientos por Marianne, no quería que Klaus dejara su vida pasar y ella tampoco lo haría. Aun así, sentía que necesitaba dejar algo en claro.

—Nunca me he sentido en peligro contigo, siento que esto me ayuda a entenderte un poco mejor. Estás más alterado por la luna ¿no?— preguntó, porque un vistazo al calendario bastaba para ver la fecha marcada. Aun así, Leah no se apartó, le gustaba sentir las manos de Klaus contra su piel, y quería dejarle claro que lo que le había contado no la hacía verlo de manera distinta.

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Lo que estaba ocurriendo era terriblemente confuso para ella, consciente de que había intentado con todas sus fuerzas superar su relación con Klaus y empezar a verlo exclusivamente como un amigo. Incluso se había permitido empezar a ver a alguien más, y aunque sabía que Sebastian no sentía lo mismo, se estaba dando la oportunidad de comportarse con otra persona como lo había hecho con el Slytherin durante años... Y estando allí, tan cerca de él, no sabía cómo darse la vuelta teniendo en cuenta que ella empezó aquello.

—Sabes perfectamente que no me has perdido solo porque no estemos juntos, fuiste mi mejor amigo antes de ser mi novio— afirmó, y se seguía sintiendo de la misma manera respecto a eso. Klaus era la persona en la que más confiaba, y aunque sabía que algunos tenían sus dudas respecto a él, para ella él era un libro abierto.

Sentía su corazón palpitar con fuerza cuando sus labios se juntaron. Quería pensar que su contacto inicial solo se debía al momento, pero estando allí no pudo evitar responder, llevando sus manos hacia la parte de atrás de su cabeza, acercándolo un poco más a sí, poniéndose de puntillas porque la diferencia de estatura seguía siendo un problema.

Tal vez debería apelar a su orgullo, no ceder demasiado, consciente de que el chico llevaba meses pensando en alguien que no era ella, que esa misma persona le había hecho daño esa misma mañana... Pero, no cabía otro pensamiento en su cabeza en ese momento.

—¿Crees que cambie algo?— preguntó, porque no quería que su amistad se transformara en algo terriblemente incómodo si se dejaban llevar.

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