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Mahariel
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Recuerdo del primer mensaje :
PERFECTAMENTE IMPERFECTOS
Nika Sheridan es una pringada. Lo ha sido siempre, desde su más tierna infancia, cuando los niños más estúpidos del colegio ni siquiera se molestaban en buscar un motivo por el que meterse con ella. Nadie le ha prestado nunca demasiada atención. Solo Álex, su único amigo, y su Macho, un gato persa que puede presumir de ser el único ser vivo que ha compartido jamás cama con ella. Para el resto del mundo, Nika Sheridan es completamente invisible.
Hasta que deja de serlo.
Las chicas que hasta ahora la ignoraban cuando la veían por los pasillos ahora quieren ser sus amigas. Los transeúntes de una ciudad como Toronto parece que la conocieran. Las puertas de su facultad y del edificio donde se ubica su apartamento están llenas de cámaras, micrófonos y periodistas.
Todos quieren saber más de la nueva novia de Ryan Reese, el cantante más engreído, egocéntrico, maleducado y, por desgracia para Nika, popular del momento, y de cómo una chica normal ha podido conquistar al hombre cuya fama de rompecorazones lo precedía allá donde fuese.
El único problema es que Nika no tiene ni idea de quién diablos es Ryan Reese. Y, desde luego, después de ver el lío en el que la ha metido, no tiene la menor intención de conocerlo.
Lo que ella no sabe es que es una elaborada estrategia de marketing trazada por el manager del cantante, y que resultará mucho más difícil escapar de ella de lo que podría haber esperado en un primer momento.
¿Terminará el noviazgo del siglo siendo un completo desastre?
Hasta que deja de serlo.
Las chicas que hasta ahora la ignoraban cuando la veían por los pasillos ahora quieren ser sus amigas. Los transeúntes de una ciudad como Toronto parece que la conocieran. Las puertas de su facultad y del edificio donde se ubica su apartamento están llenas de cámaras, micrófonos y periodistas.
Todos quieren saber más de la nueva novia de Ryan Reese, el cantante más engreído, egocéntrico, maleducado y, por desgracia para Nika, popular del momento, y de cómo una chica normal ha podido conquistar al hombre cuya fama de rompecorazones lo precedía allá donde fuese.
El único problema es que Nika no tiene ni idea de quién diablos es Ryan Reese. Y, desde luego, después de ver el lío en el que la ha metido, no tiene la menor intención de conocerlo.
Lo que ella no sabe es que es una elaborada estrategia de marketing trazada por el manager del cantante, y que resultará mucho más difícil escapar de ella de lo que podría haber esperado en un primer momento.
¿Terminará el noviazgo del siglo siendo un completo desastre?
NIKA SHERIDAN ESTUDIANTE — CONNOR LESLIE — MAHARIEL |
RYAN REESE CANTANTE — BRENTON THWAITES — TIMELADY |
1x1 — INSPIRED — OTROS
XIII
- TABLILLA:
- Código:
<center><div class="tptsq1"><div class="tptbksq"><div style="background: #AEE751" class="tptbklit"></div><div style="background: #92C53E;" class="tptbkbig"></div></div><div style="background: url(IMAGEN);border:10px solid #AEE751;" class="tptimg1"></div>
<div class="tpttit">TU TITULO</div><div class="tptstit">Busca un subtítulo guay</div>
<div class="tpttxt">Tu texto por aquí
</div>
<div class="tptdat">¿CAPíTULO? — ¿CUANDO? — ¿QUIÉN?</div></div>
[url=https://treeoflife.foroactivo.com/u967]<div class="creditosxiii">XIII</div>[/url]</center>
<style type="text/css">.tpttit{font-family:'Imbue';width:300px;height:auto;font-size:30px;padding:10px 0px 10px 0px;color: #AEE751;line-height:41px;text-transform:uppercase;}.tptletsq{float:left;width:auto;height:auto;padding:5px 8px 2px 10px;}.tptlet{font-family:'Imbue';border:1px solid #AEE751;width:auto;height:auto;font-size:32px;padding:7px 7px 7px 7px;color: #AEE751;line-height:41px;text-transform:uppercase;}.tptimg1{position:relative;background-position:center !important;width: 140px; height: 140px;background-size:cover !important;border-radius:100%;margin-top:-110px;}.tptdat{letter-spacing:2px;width:290px;height:auto;background: #AEE751;font-family:'Hind Madurai';font-size:9px; text-align:center;color: #fff;text-transform: uppercase;line-height:13px;padding:5px;}.tptbksq{overflow:hidden;width: 300px;height:150px;}.tptbklit{background-position:center !important;background-size:cover !important;width: 300px; height: 230px;transform:skewY(-7deg);margin-top:-100px;}.tptbkbig{background-position:center !important;background-size:cover !important;width: 300px; height: 220px;transform:skewY(-15deg);margin-top:-244px;}.tptsq1{width:300px;height:auto;border:solid #e1e1e1 1px;padding:6px;}.tri{width: 0;height: 0;border-bottom: 50px solid white;border-right: 410px solid transparent;margin-top:-49px;}.tpttxt{color:#333;padding:20px;font-family:'Hind Madurai';text-align:justify;font-size:11px;line-height:14px;height:auto;background:#FFF}.tptstit{letter-spacing:2px;width:250px;font-family: 'Hind Madurai'; font-size:10px; text-align:center;color: #111;text-transform: uppercase;line-height:13px;}.creditosxiii{font-family:impact;font-size:8px;color:#bbb}</style><link href="https://fonts.googleapis.com/css2?family=Imbue:wght@500&display=swap" rel="stylesheet"><link href="https://fonts.googleapis.com/css2?family=Hind+Madurai&display=swap" rel="stylesheet">
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A ver, su razón tenía. No se había currado lo bastante el argumento como para que colase que todo aquello lo hacía por simple preocupación hacia su persona. Una que no había sentido en ningún momento.
Pero le molestó que le culpara de sacarla del anonimato que tanto le gustaba.- Oye, a mi no me culpes de eso, todo fue cosa de Jerry. -Y ahí tenía que saber que era verdad, él no la había elegido. Estaba a punto de decir que se sentía responsable por la que le habían liado o alguna cosa así que quizá la suavizara un poco, pero terminó riéndose cuando ella le pidió que se tapara.
¿Sería que la ponía nerviosa verle así? Esperaba que sí, la verdad.- ¿Por qué? La calefacción funciona perfectamente... -Respondió con una sonrisa ladeada que ella quizá no vio, porque se giró para mirar a otro sitio. Además, era mentira, no iba tan bien como para que no tuviera un poco de frío yendo de aquella guisa.
Así que terminó cogiendo una sudadera que tenía por allí cerca y poniéndosela, a tiempo para escuchar la pregunta.- Ya puedes girarte, tranquila. -Respondió.- Y no pretendía empeorar las cosas. De verdad que quería sacarte de ese lío... No soy tan capullo, aunque cueste creerlo. -¿Era mentira? Puede que sí o puede que no. No sabía muy bien por qué le jodía tanto lo que ella pensara o dejase de pensar.
Pero le molestó que le culpara de sacarla del anonimato que tanto le gustaba.- Oye, a mi no me culpes de eso, todo fue cosa de Jerry. -Y ahí tenía que saber que era verdad, él no la había elegido. Estaba a punto de decir que se sentía responsable por la que le habían liado o alguna cosa así que quizá la suavizara un poco, pero terminó riéndose cuando ella le pidió que se tapara.
¿Sería que la ponía nerviosa verle así? Esperaba que sí, la verdad.- ¿Por qué? La calefacción funciona perfectamente... -Respondió con una sonrisa ladeada que ella quizá no vio, porque se giró para mirar a otro sitio. Además, era mentira, no iba tan bien como para que no tuviera un poco de frío yendo de aquella guisa.
Así que terminó cogiendo una sudadera que tenía por allí cerca y poniéndosela, a tiempo para escuchar la pregunta.- Ya puedes girarte, tranquila. -Respondió.- Y no pretendía empeorar las cosas. De verdad que quería sacarte de ese lío... No soy tan capullo, aunque cueste creerlo. -¿Era mentira? Puede que sí o puede que no. No sabía muy bien por qué le jodía tanto lo que ella pensara o dejase de pensar.
Ryan — en casa — con Nika
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Reese, como era de esperar, eludió cualquier responsabilidad al respecto de las últimas caóticas e insoportables semanas que había tenido Nika. Quizás la idea había sido de su agente, eso podía ser cierto, ¿pero esperaba que creyera que él no había tenido absolutamente nada que ver con su falso noviazgo? Era absurdo, sobre todo porque él había sido el primero en actuar como si fuese su pareja y había desatado el caos en su facultad, a la que Nika no había vuelto, cuando fue a recogerla.
La indignación se deshizo para dejar paso a la vergüenza. No es que Nika no hubiese visto nunca a un hombre sin camiseta, pero se le hacía difícil mirar a toda una celebridad a la cara cuando se dedicaba a pasearse medio desnudo por su casa. Era suya, sí, pero los ventanales no eran precisamente pequeños y cualquiera podría verlo. Si Ryan acostumbraba a ir así, Nika entendía por qué era tan popular entre la prensa rosa.
— ¿Has oído hablar del cambio climático, por casualidad? — le preguntó mordaz, ignorando el hecho de que sus mejillas habían comenzado a arder y ahora era ella la que tenía más calor de que podía soportar. — No es nada responsable de tu parte tener la calefacción a tope mientras se funden los casquetes polares, ¿vale? — mantuvo la vista fija en la nevera y echó un fugacísimo vistazo a la calle cuando Ryan le dijo que ya podía mirarlo.
No terminaba de fiarse de él. Por lo que ella sabía, podía ser una trampa, y si le daba por quitarse más ropa consideraría muy seriamente mudarse, aunque tuviera que irse al culo del mundo con tal de perderlo de vista. Por suerte, cuando se dio la vuelta estaba completamente vestido, lo cual dejó que la ira volviera a adueñarse de Nika ahora que la vergüenza inicial había pasado a un segundo plano.
— Que te den, Ryan Reese. Te lo digo completamente en serio.
Entonces, colgó el teléfono, lo dejó sobre la mesita y se acercó a las ventanas para cerrar las cortinas. Tiró con tanta fuerza de la tela que una anilla se salió de su sitio para precipitarse al suelo con un dramático estrépito. Aún así, Nika se las arregló para mantener las cortinas cerradas con las manos e impedir que Ryan la viera para, presumiblemente, seguir riéndose de ella. Ya pensaría más tarde en qué haría para librarse de él.
La indignación se deshizo para dejar paso a la vergüenza. No es que Nika no hubiese visto nunca a un hombre sin camiseta, pero se le hacía difícil mirar a toda una celebridad a la cara cuando se dedicaba a pasearse medio desnudo por su casa. Era suya, sí, pero los ventanales no eran precisamente pequeños y cualquiera podría verlo. Si Ryan acostumbraba a ir así, Nika entendía por qué era tan popular entre la prensa rosa.
— ¿Has oído hablar del cambio climático, por casualidad? — le preguntó mordaz, ignorando el hecho de que sus mejillas habían comenzado a arder y ahora era ella la que tenía más calor de que podía soportar. — No es nada responsable de tu parte tener la calefacción a tope mientras se funden los casquetes polares, ¿vale? — mantuvo la vista fija en la nevera y echó un fugacísimo vistazo a la calle cuando Ryan le dijo que ya podía mirarlo.
No terminaba de fiarse de él. Por lo que ella sabía, podía ser una trampa, y si le daba por quitarse más ropa consideraría muy seriamente mudarse, aunque tuviera que irse al culo del mundo con tal de perderlo de vista. Por suerte, cuando se dio la vuelta estaba completamente vestido, lo cual dejó que la ira volviera a adueñarse de Nika ahora que la vergüenza inicial había pasado a un segundo plano.
— Que te den, Ryan Reese. Te lo digo completamente en serio.
Entonces, colgó el teléfono, lo dejó sobre la mesita y se acercó a las ventanas para cerrar las cortinas. Tiró con tanta fuerza de la tela que una anilla se salió de su sitio para precipitarse al suelo con un dramático estrépito. Aún así, Nika se las arregló para mantener las cortinas cerradas con las manos e impedir que Ryan la viera para, presumiblemente, seguir riéndose de ella. Ya pensaría más tarde en qué haría para librarse de él.
Nika — en casa — con Ryan
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Vale, la estrategia del apartamento en Toronto no había salido tan bien como él creía. Había sido peor. Y no era porque Nika pasara de él tanto como le fuera posible, aunque más de una vez la había pillado mirando hacia sus enormes ventanas.
Sino porque había pensado en irse unas semanas a pasar la navidad en las temperaturas más cálidas de California, o incluso en ir a casa. Pero el clima se la había jugado y un temporal había hecho que se anulasen todos los vuelos. Por un momento pensó en lo que había dicho la morena de su calefacción...
En fin, iba a pasar la navidad en aquel apartamento, solo y alejado de todos. Con una sola conocida cerca y era la persona que más parecía odiarle en todo el mundo. Pero bueno... decidió que iba a hacer de aquel apartamento el lugar más navideño del mundo, porque a pesar de no poder estar presente tendría que hacer miles de videollamadas y quizá algún directo en sus redes para darle cariño a sus fans.
Una empresa de decoración de interiores empezó a hacer el trabajo aquel mismo día de mediados de diciembre. Casi parecía una mudanza, por la cantidad de cajas que estaban entrando. Pero lo más impresionante de todo era el árbol que rozaba el techo, perfecto para las fotos. Y conseguía el efecto deseado, se le empezaba a pasar la morriña.
Sino porque había pensado en irse unas semanas a pasar la navidad en las temperaturas más cálidas de California, o incluso en ir a casa. Pero el clima se la había jugado y un temporal había hecho que se anulasen todos los vuelos. Por un momento pensó en lo que había dicho la morena de su calefacción...
En fin, iba a pasar la navidad en aquel apartamento, solo y alejado de todos. Con una sola conocida cerca y era la persona que más parecía odiarle en todo el mundo. Pero bueno... decidió que iba a hacer de aquel apartamento el lugar más navideño del mundo, porque a pesar de no poder estar presente tendría que hacer miles de videollamadas y quizá algún directo en sus redes para darle cariño a sus fans.
Una empresa de decoración de interiores empezó a hacer el trabajo aquel mismo día de mediados de diciembre. Casi parecía una mudanza, por la cantidad de cajas que estaban entrando. Pero lo más impresionante de todo era el árbol que rozaba el techo, perfecto para las fotos. Y conseguía el efecto deseado, se le empezaba a pasar la morriña.
Ryan — en casa — con Nika
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No había vuelto a hablar con Ryan Reese desde que le colgó el teléfono. Pasaron los días, que se convirtieron en un par de semanas, y la determinación de Nika seguía sin quebrantarse. Si el rey de los capullos quería ser su vecino, vale, pero no pensaba darle ninguna satisfacción. Lo ignoraría de la misma manera que ignoraba al resto del vecindario. El hostil clima invernal de Toronto haría el resto. Era cuestión de tiempo que la estrellita recogiera su flamante apartamento nuevo, que al parecer no incluía cortinas en el precio, y se marchase a California, Nueva York o a donde quiera que vivan las portadas de las revistas del corazón.
Un día, al salir de casa tras un enclaustramiento voluntario para ver 10 razones para odiarte, tropezó con una caja que alguien había dejado en el felpudo. Poco faltó para que se diera de bruces contra el suelo, desde luego, y el estrépito fue tal que hasta su gato salió a mirar.
— ¡Ay! — se agarró la pierna y recuperó el equilibrio a saltitos muy poco dignos, conteniendo la retahíla de maldiciones que le habría encantado gritar a los cuatro vientos.
Observó la caja que había pateado. Nika era dada a sacudir su cuenta bancaria comprando por Internet, pero no recordaba haber pedido nada. Era una caja completamente aséptica, sin logos visibles, ni otras marcas que no fuesen la magulladura que había hecho su espinilla al estrellarse contra el cartón, por lo que no le dio demasiadas pistas sobre su contenido. Eso sí, era una caja grande, que le llegaba por las rodillas, y si algo sabía Nika era que no tenía fondos suficientes para comprar algo que costase más de cinco dólares y viniera por AliExpress después de un par de meses deambulando por las aduanas.
— Esto no puede ser mío — concluyó, agachándose sobre la caja para buscar la etiqueta. No era la primera vez que le entregaban un pedido que no le correspondía. Encontró la identificación del paquete y perdió toda la voluntad de seguir leyendo cuando descubrió que estaba a nombre de nada más y nada menos que Ryan. Ryan Reese, por supuesto —. Dios, cómo te odio… — masculló, dejando de sentirse mal sobre la abolladura de la caja.
Estaba en la puerta de su apartamento, con la caja en los brazos. Por suerte, no pesaba demasiado. Todavía podría salir corriendo con ella y no volver nunca. No tenía por qué sentirse mal al respecto, pero lo hacía. Maldijo a sus padres por darle un sentido de la responsabilidad digno del medievo y se armó de valor, como cuando sostenía la tira de cera que se pegaba a las axilas en primavera antes de dar el tirón, para llamar al timbre.
— Me voy a arrepentir de esto.
¡Ding, dong!
Un día, al salir de casa tras un enclaustramiento voluntario para ver 10 razones para odiarte, tropezó con una caja que alguien había dejado en el felpudo. Poco faltó para que se diera de bruces contra el suelo, desde luego, y el estrépito fue tal que hasta su gato salió a mirar.
— ¡Ay! — se agarró la pierna y recuperó el equilibrio a saltitos muy poco dignos, conteniendo la retahíla de maldiciones que le habría encantado gritar a los cuatro vientos.
Observó la caja que había pateado. Nika era dada a sacudir su cuenta bancaria comprando por Internet, pero no recordaba haber pedido nada. Era una caja completamente aséptica, sin logos visibles, ni otras marcas que no fuesen la magulladura que había hecho su espinilla al estrellarse contra el cartón, por lo que no le dio demasiadas pistas sobre su contenido. Eso sí, era una caja grande, que le llegaba por las rodillas, y si algo sabía Nika era que no tenía fondos suficientes para comprar algo que costase más de cinco dólares y viniera por AliExpress después de un par de meses deambulando por las aduanas.
— Esto no puede ser mío — concluyó, agachándose sobre la caja para buscar la etiqueta. No era la primera vez que le entregaban un pedido que no le correspondía. Encontró la identificación del paquete y perdió toda la voluntad de seguir leyendo cuando descubrió que estaba a nombre de nada más y nada menos que Ryan. Ryan Reese, por supuesto —. Dios, cómo te odio… — masculló, dejando de sentirse mal sobre la abolladura de la caja.
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Estaba en la puerta de su apartamento, con la caja en los brazos. Por suerte, no pesaba demasiado. Todavía podría salir corriendo con ella y no volver nunca. No tenía por qué sentirse mal al respecto, pero lo hacía. Maldijo a sus padres por darle un sentido de la responsabilidad digno del medievo y se armó de valor, como cuando sostenía la tira de cera que se pegaba a las axilas en primavera antes de dar el tirón, para llamar al timbre.
— Me voy a arrepentir de esto.
¡Ding, dong!
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Había dejado que los operarios que montaron el árbol se ocuparan de decorar la parte de arriba, no iba a reconocer que la idea de subirse a una escalera tan alta e inestable y partirse una pierna le asustaba un poco. Pero sí decidió que él se encargaría de la parte inferior.
En ello estaba, con la mano cargada de adornos y los villancicos típicos, aunque tocados con violin eléctrico, sonando de fondo cuando el timbre le distrajo. Unos cuantos cascabeles rodaron por el suelo mientras él intentaba desenredarse de las cintas en las que no sabía que había metido un pie.
Al final pudo abrir, con los adornos colgando en los dedos de su mano libre, se sorprendió al ver a Nika allí, con un paquete.
- ¿Eres repartidora? -Fue lo primero que se le ocurrió preguntar. Después de todo no tenía muy claro qué estudiaba o si trabajaba en alguna cosa para sacarse un poco de dinero o qué. No sabía muchas cosas de ella en realidad.
- Quiero decir, gracias por tomarte las molestias, pasa. -Abrió la puerta completamente y se hizo a un lado para que pudiera pasar al interior.- Supongo que son los nuevos adornos de cristal que pedí por internet. Son una pasada.
Recogió la caja de sus manos y la dejó sobre la cocina americana para buscar algo con lo que abrirla.- ¿Qué te parece? ¿Cómo está quedando todo? -Preguntó sin apenas mirarla, ocupado en tratar de no romper la caja y su contenido por no ser capaz de abrirla.
En ello estaba, con la mano cargada de adornos y los villancicos típicos, aunque tocados con violin eléctrico, sonando de fondo cuando el timbre le distrajo. Unos cuantos cascabeles rodaron por el suelo mientras él intentaba desenredarse de las cintas en las que no sabía que había metido un pie.
Al final pudo abrir, con los adornos colgando en los dedos de su mano libre, se sorprendió al ver a Nika allí, con un paquete.
- ¿Eres repartidora? -Fue lo primero que se le ocurrió preguntar. Después de todo no tenía muy claro qué estudiaba o si trabajaba en alguna cosa para sacarse un poco de dinero o qué. No sabía muchas cosas de ella en realidad.
- Quiero decir, gracias por tomarte las molestias, pasa. -Abrió la puerta completamente y se hizo a un lado para que pudiera pasar al interior.- Supongo que son los nuevos adornos de cristal que pedí por internet. Son una pasada.
Recogió la caja de sus manos y la dejó sobre la cocina americana para buscar algo con lo que abrirla.- ¿Qué te parece? ¿Cómo está quedando todo? -Preguntó sin apenas mirarla, ocupado en tratar de no romper la caja y su contenido por no ser capaz de abrirla.
Ryan — en casa — con Nika
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Nika quiso salir corriendo en cuanto oyó la campanita, pero los pies no se le movieron del sitio. Ya le había costado lo suyo arrastrar la caja hasta la puerta de Ryan como para deshacer lo andado así como así. Además, seguro que había cámaras de seguridad en el edificio, y pocas cosas le parecían más lamentables que pensar en que su huida con la caja a cuestas quedase grabada en las cintas de seguridad a disposición del conserje. Nika estaba decidida a esperar allí, entregarle la caja, escupirle en un ojo y marcharse por donde había venido para volver a ignorarlo descaradamente hasta que se aburriese de Toronto y de sus gentes, y nada de lo que Ryan le dijera trastocaría su plan. Cuando la superestrella del pop se dignó a abrir la puerta, tras un rato en el que Nika podría haber alcanzado ya el ascensor, la recibió con una pregunta tan tonta que no se molestó en contener un resoplido.
— Ja, ja, ja — se planteó tirarle la caja a la cabeza, aunque decidió que ya había sufrido demasiados daños desde su entrega —. Se han equivocado y me he encontrado esto en mi puerta — le explicó, ya harta de la conversación, aunque acabase de empezar. Entró al apartamento para dejar el paquete en cualquier parte —. Podría haberlo tirado a la basura, ¿sabes? Esto es… — se calló durante un momento. — ¿Has dicho cristal?
En ese momento recordó cómo había sonado el golpe de su espinilla contra la caja y cómo sin quererlo la había volcado de una patada. Todavía le dolía la pierna. Nika tuvo la certeza de que tendría que haber dejado la caja tirada en su rellano hasta que alguien, aunque fuera un córvido, la reclamara para sí. «Esto te pasa por idiota», se regañó, pensando en si había oído el sonido de cristales estallando dentro del paquete, sin alcanzar ninguna conclusión. Ryan le quitó la caja con todo el cuidado que ella no había tenido al encontrársela y se llevó todas las posibilidades que tenía de evitar que viera el posible desastre que contenía.
— Um, quizá no… — empezó a decir, pero él la interrumpió. Hasta el momento no se había fijado en el apartamento. A decir verdad, solo había visto si tenía alguna superficie plana en el recibidor para dejar la maldita caja. Paseó la mirada por la vivienda y la sorprendió descubrirla llena de guirnaldas, luces y adornos de Navidad. Al fondo estaba a medio decorar el árbol más grande que Nika hubiera visto nunca metido en una casa. — ¿Todo esto lo has hecho tú? — le preguntó, incapaz de abarcar con los ojos todo lo que había que mirar. — Es… quiero decir… es… — se giró para mirarlo y lo vio peleándose con la cinta adhesiva para abrir la caja. Dio un respingo y se lanzó sobre ella. — ¡Espera! — cerró las solapas ya medio abiertas a toda prisa. — Um, esto… Deja que te ayude, ¿eh? ¿Por qué no te quitas eso? Digo, la mano. Los adornos. Los adornos de Navidad que tienes en la mano. Eso. Yo me encargo de la caja, ¿vale?
Si estaban rotos, pensaba salir corriendo, llevársela consigo y empezar una nueva vida en Milwaukee.
— Ja, ja, ja — se planteó tirarle la caja a la cabeza, aunque decidió que ya había sufrido demasiados daños desde su entrega —. Se han equivocado y me he encontrado esto en mi puerta — le explicó, ya harta de la conversación, aunque acabase de empezar. Entró al apartamento para dejar el paquete en cualquier parte —. Podría haberlo tirado a la basura, ¿sabes? Esto es… — se calló durante un momento. — ¿Has dicho cristal?
En ese momento recordó cómo había sonado el golpe de su espinilla contra la caja y cómo sin quererlo la había volcado de una patada. Todavía le dolía la pierna. Nika tuvo la certeza de que tendría que haber dejado la caja tirada en su rellano hasta que alguien, aunque fuera un córvido, la reclamara para sí. «Esto te pasa por idiota», se regañó, pensando en si había oído el sonido de cristales estallando dentro del paquete, sin alcanzar ninguna conclusión. Ryan le quitó la caja con todo el cuidado que ella no había tenido al encontrársela y se llevó todas las posibilidades que tenía de evitar que viera el posible desastre que contenía.
— Um, quizá no… — empezó a decir, pero él la interrumpió. Hasta el momento no se había fijado en el apartamento. A decir verdad, solo había visto si tenía alguna superficie plana en el recibidor para dejar la maldita caja. Paseó la mirada por la vivienda y la sorprendió descubrirla llena de guirnaldas, luces y adornos de Navidad. Al fondo estaba a medio decorar el árbol más grande que Nika hubiera visto nunca metido en una casa. — ¿Todo esto lo has hecho tú? — le preguntó, incapaz de abarcar con los ojos todo lo que había que mirar. — Es… quiero decir… es… — se giró para mirarlo y lo vio peleándose con la cinta adhesiva para abrir la caja. Dio un respingo y se lanzó sobre ella. — ¡Espera! — cerró las solapas ya medio abiertas a toda prisa. — Um, esto… Deja que te ayude, ¿eh? ¿Por qué no te quitas eso? Digo, la mano. Los adornos. Los adornos de Navidad que tienes en la mano. Eso. Yo me encargo de la caja, ¿vale?
Si estaban rotos, pensaba salir corriendo, llevársela consigo y empezar una nueva vida en Milwaukee.
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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- Ya, eso tiene más sentido. -Reconoció cuando dijo que alguien lo había dejado en su puerta por erros. Pues menudo fallo el del repartidor, no había acertado con absolutamente nada. Más allá de la ciudad y la calle, claro.
- Eres mejor que eso, seguro. -Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a la broma de haberlo tirado a la basura, porque tenía que haber sido una broma. Estaba convencido.
Mientras intentaba abrir la caja, dejó que Nika le echara un vistazo a todo. Estaba bastante orgulloso de cómo le estaba quedando. No había sido su plan inicial, pero al menos tenía que hacer que valiese la pena el tener que quedarse allí tirado.
- Bueno... se lo he encargado a una decoradora que conoce Jerry. Pero la parte de abajo sí que la estoy decorando yo. -Señaló, porque al menos la parte de la que podía ocuparse sí la estaba haciendo él mismo. Tenía esos recuerdos de decorar el árbol en casa guardados en su memoria, uno de sus momentos preferidos de aquellas fechas.
Siguió con la caja después de sacudir la cabeza, no era el momento de ponerse emotivo.
Pero entonces a Nika pareció darle uno de sus ataques de locura. Se le había olvidado que era frecuente que le pasara.- ¿Qué? -Preguntó sin entender de qué estaba hablando, hasta que se miró los dedos.- ¡Ah, ya! Vaya, a veces me puede el ímpetu de abrir paquetes, ¿a ti no te pasa?
Se fue quitando los adornos y dejándolos sobre la encimera. Pero entonces reparó en el dibujo que había en el lateral de la caja. Ni siquiera había comprobado quién se lo enviaba antes de intentar abrirlo. Suerte que ya no se llevaba lo de meter antrax en sobres y esas cosas.- Pues no van a ser los adornos. -Mencionó. Se mordió el carrillo antes de volver a coger los adornos.- Anda, ven, ¿te apetece ayudarme? Todavía me falta un montón. -Ofreció, casi con la única intención de alejarla de la caja.
El caso es que había reconocido que el paquete lo habían enviado de la granja. Suponía que eran los regalos que no iban a poder darle en persona. Y una buena cantidad de dulces, a los que no debería acercarse, de parte de su madre.
- Eres mejor que eso, seguro. -Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a la broma de haberlo tirado a la basura, porque tenía que haber sido una broma. Estaba convencido.
Mientras intentaba abrir la caja, dejó que Nika le echara un vistazo a todo. Estaba bastante orgulloso de cómo le estaba quedando. No había sido su plan inicial, pero al menos tenía que hacer que valiese la pena el tener que quedarse allí tirado.
- Bueno... se lo he encargado a una decoradora que conoce Jerry. Pero la parte de abajo sí que la estoy decorando yo. -Señaló, porque al menos la parte de la que podía ocuparse sí la estaba haciendo él mismo. Tenía esos recuerdos de decorar el árbol en casa guardados en su memoria, uno de sus momentos preferidos de aquellas fechas.
Siguió con la caja después de sacudir la cabeza, no era el momento de ponerse emotivo.
Pero entonces a Nika pareció darle uno de sus ataques de locura. Se le había olvidado que era frecuente que le pasara.- ¿Qué? -Preguntó sin entender de qué estaba hablando, hasta que se miró los dedos.- ¡Ah, ya! Vaya, a veces me puede el ímpetu de abrir paquetes, ¿a ti no te pasa?
Se fue quitando los adornos y dejándolos sobre la encimera. Pero entonces reparó en el dibujo que había en el lateral de la caja. Ni siquiera había comprobado quién se lo enviaba antes de intentar abrirlo. Suerte que ya no se llevaba lo de meter antrax en sobres y esas cosas.- Pues no van a ser los adornos. -Mencionó. Se mordió el carrillo antes de volver a coger los adornos.- Anda, ven, ¿te apetece ayudarme? Todavía me falta un montón. -Ofreció, casi con la única intención de alejarla de la caja.
El caso es que había reconocido que el paquete lo habían enviado de la granja. Suponía que eran los regalos que no iban a poder darle en persona. Y una buena cantidad de dulces, a los que no debería acercarse, de parte de su madre.
Ryan — en casa — con Nika
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¿Por qué no le sorprendió saber que Jerry había tenido que ver con la decoración del apartamento? Apenas había hablado con él un par de veces, pero ya sabía que era un tipo influyente, y tenía la sensación de que tras ese encantador rubio natural, la sonrisa perfecta y la voz melosa había una persona que siempre encontraba la manera de salirse con la suya. ¿Cómo si no iba a sobrevivir en el mundo de la música?
— Está quedando bonito — le dijo Nika, admirando la cantidad de adornos apilados sobre la mesa del comedor a la espera de ser colocados —. Mucho más que mi piso, eso seguro. Es… un poco deprimente, la verdad.
Tenía que pensar en una manera de mandar la caja a hacer puñetas sin que Ryan se diera cuenta, pero no se le ocurría ninguna forma de desintegrarla con sus pensamientos, y si no se equivocaba no la había mordido ninguna araña radioactiva que le diera poderes, ni tampoco se había cruzado en el camino de unos rayos gamma que la hubiesen convertido en una metahumana. Sus opciones, dado que Ryan ya había visto la caja, eran limitadas. Una de ellas incluía agarrar una sartén, atizarle un golpe en el cogote, desmayarlo y desaparecer de allí. Nika se obligó a descartarla porque no sabía dónde estaban las sartenes. Y porque, bueno, tampoco era muy legal.
El caso es que fue el propio Ryan quien le ofreció la excusa que necesitaba para que se olvidase de la dichosa caja durante el tiempo suficiente para encontrar las sartenes. No es que Nika estuviese loca de ganas por pasar tiempo con el imbécil de su vecino (y de su ex, ahora que lo recordaba), pero no podía dejar que viese el contenido de la caja y en cierta manera se sentía culpable por haberla pateado, así que acabó asintiendo, sabiendo que se arrepentiría de ello más tarde.
— ¿Por qué no? — «Se me ocurre una decena de motivos, pero bueno, tú a lo tuyo», se reprendió silenciosamente. — Supongo que necesitas ayuda con el árbol, ¿no? ¿Cómo has podido decorar la parte de arriba? ¿No te ha dado vértigo?
— Está quedando bonito — le dijo Nika, admirando la cantidad de adornos apilados sobre la mesa del comedor a la espera de ser colocados —. Mucho más que mi piso, eso seguro. Es… un poco deprimente, la verdad.
Tenía que pensar en una manera de mandar la caja a hacer puñetas sin que Ryan se diera cuenta, pero no se le ocurría ninguna forma de desintegrarla con sus pensamientos, y si no se equivocaba no la había mordido ninguna araña radioactiva que le diera poderes, ni tampoco se había cruzado en el camino de unos rayos gamma que la hubiesen convertido en una metahumana. Sus opciones, dado que Ryan ya había visto la caja, eran limitadas. Una de ellas incluía agarrar una sartén, atizarle un golpe en el cogote, desmayarlo y desaparecer de allí. Nika se obligó a descartarla porque no sabía dónde estaban las sartenes. Y porque, bueno, tampoco era muy legal.
El caso es que fue el propio Ryan quien le ofreció la excusa que necesitaba para que se olvidase de la dichosa caja durante el tiempo suficiente para encontrar las sartenes. No es que Nika estuviese loca de ganas por pasar tiempo con el imbécil de su vecino (y de su ex, ahora que lo recordaba), pero no podía dejar que viese el contenido de la caja y en cierta manera se sentía culpable por haberla pateado, así que acabó asintiendo, sabiendo que se arrepentiría de ello más tarde.
— ¿Por qué no? — «Se me ocurre una decena de motivos, pero bueno, tú a lo tuyo», se reprendió silenciosamente. — Supongo que necesitas ayuda con el árbol, ¿no? ¿Cómo has podido decorar la parte de arriba? ¿No te ha dado vértigo?
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Sonrió de forma alegre cuando Nika dijo que estaba quedando bonito. Que ella dijera algo bueno de cualquier cosa en su presencia ya era difícil, así que tenía que estar logrando que fuera impresionante.
Se le quedó mirando, un momento apenas, cuando dijo lo de su apartamento.- ¿En serio? Si quieres te puedo dejar algunos, creo que me he pasado con las compras. -Reconoció- En mi defensa, la villa navideña del centro comercial es una trampa. -Estaba seguro de que sabía a qué se refería. Aquel sitio lleno de adornos y cosas brillantes, con ofertas especiales... empezabas a comprar más de lo que necesitabas sin apenas darte cuenta. Sobre todo si estabas de bajón por no poder volver a casa, pero eso no iba a contárselo.
Intentó en lo posible alejarla de la caja, con aquella invitación a decorar el árbol. Había dos opciones. Nika respondía como siempre y decidía largarse, posiblemente con algún que otro insulto hacia su persona de por medio. O... el espíritu navideño de aquellos adornos de la villa navideña conseguía atraparla también en su trampa y obraba el milagro de que se quedara.
Para su sorpresa, sucedió lo segundo.
- Sí que me ha dado, por eso se han encargado los operarios de la decoradora a cambio de una generosa propina. -Bromeó un poco, aunque era verdad.- Lo único que falta ahí arriba es la estrella, pero se llega estupendamente desde la baranda, así que puedo hacerlo yo sin tener un accidente, espero. -Rió un poco.- Para todo lo demás, me va a venir bien tu ayuda.
Le hizo señales para que le acompañase a los montones de adornos que había comprado, primero los más grandotes y luego ya podían incluir los pequeños.- Entonces, ¿no sueles decorar tu piso? -Preguntó, porque era cierto que desde allí no había visto demasiado cambio en la decoración y ya eran fechas para ello.
Se le quedó mirando, un momento apenas, cuando dijo lo de su apartamento.- ¿En serio? Si quieres te puedo dejar algunos, creo que me he pasado con las compras. -Reconoció- En mi defensa, la villa navideña del centro comercial es una trampa. -Estaba seguro de que sabía a qué se refería. Aquel sitio lleno de adornos y cosas brillantes, con ofertas especiales... empezabas a comprar más de lo que necesitabas sin apenas darte cuenta. Sobre todo si estabas de bajón por no poder volver a casa, pero eso no iba a contárselo.
Intentó en lo posible alejarla de la caja, con aquella invitación a decorar el árbol. Había dos opciones. Nika respondía como siempre y decidía largarse, posiblemente con algún que otro insulto hacia su persona de por medio. O... el espíritu navideño de aquellos adornos de la villa navideña conseguía atraparla también en su trampa y obraba el milagro de que se quedara.
Para su sorpresa, sucedió lo segundo.
- Sí que me ha dado, por eso se han encargado los operarios de la decoradora a cambio de una generosa propina. -Bromeó un poco, aunque era verdad.- Lo único que falta ahí arriba es la estrella, pero se llega estupendamente desde la baranda, así que puedo hacerlo yo sin tener un accidente, espero. -Rió un poco.- Para todo lo demás, me va a venir bien tu ayuda.
Le hizo señales para que le acompañase a los montones de adornos que había comprado, primero los más grandotes y luego ya podían incluir los pequeños.- Entonces, ¿no sueles decorar tu piso? -Preguntó, porque era cierto que desde allí no había visto demasiado cambio en la decoración y ya eran fechas para ello.
Ryan — en casa — con Nika
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En ese momento, Nika comprendió que aquella romántica idea de que había cosas que el dinero no podía comprar no era nada más que una idea. La realidad es que casi todo se podía adquirir con suficientes billetes, ya fuera un abeto natural de tres metros o a alguien con buen gusto para decorar un apartamento absurdamente grande para una sola persona. Se preguntó entonces qué haría ella con la cuenta bancaria de una estrella del pop. ¿Sería igual de pretenciosa?
— Ah, bueno — comentó, distraída por sus pensamientos.
Los adornos eran tan brillantes que parecían resplandecer con luz propia. Eran muy diferentes de los que había visto en casa: aunque tenían a grandes rasgos las mismas formas, los acabados estaban más trabajados y había variedad en las texturas y los colores: terciopelo, cristal, cinta. Cada uno de aquellos adornos debía valer una fortuna, y Nika sintió el peso de la responsabilidad por no romperlos caer sobre sus hombros como un pesado abrigo de lana.
— ¿Um? — le llevó un momento entender la pregunta. — ¡Ah! No mucho. Bueno, a ver, pongo cosas, ¿no? Pero nada como esto — sostuvo en alto una elegante bola afelpada bermellón —. Cuatro cosas que compré en su día en un todo a cien cuando empecé la carrera para decorar mi cuarto en la residencia y que me han acompañado hasta hoy. No son lo más bonito del mundo, y de hecho son bastante feas, pero les tengo cariño. Ya sé que no tiene mucho sentido — se adelantó a posibles comentarios mordaces —, pero… — pensó en cómo solía pasar las Navidades y frunció los labios sin siquiera ser consciente de ello. Usó los adornos como ancla para regresar al momento y olvidarse de aquello. — ¿Cómo quieres poner esto?
— Ah, bueno — comentó, distraída por sus pensamientos.
Los adornos eran tan brillantes que parecían resplandecer con luz propia. Eran muy diferentes de los que había visto en casa: aunque tenían a grandes rasgos las mismas formas, los acabados estaban más trabajados y había variedad en las texturas y los colores: terciopelo, cristal, cinta. Cada uno de aquellos adornos debía valer una fortuna, y Nika sintió el peso de la responsabilidad por no romperlos caer sobre sus hombros como un pesado abrigo de lana.
— ¿Um? — le llevó un momento entender la pregunta. — ¡Ah! No mucho. Bueno, a ver, pongo cosas, ¿no? Pero nada como esto — sostuvo en alto una elegante bola afelpada bermellón —. Cuatro cosas que compré en su día en un todo a cien cuando empecé la carrera para decorar mi cuarto en la residencia y que me han acompañado hasta hoy. No son lo más bonito del mundo, y de hecho son bastante feas, pero les tengo cariño. Ya sé que no tiene mucho sentido — se adelantó a posibles comentarios mordaces —, pero… — pensó en cómo solía pasar las Navidades y frunció los labios sin siquiera ser consciente de ello. Usó los adornos como ancla para regresar al momento y olvidarse de aquello. — ¿Cómo quieres poner esto?
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Iba poniendo los adornos de forma distraída, tampoco es como si hubiera pensado un orden concreto. Pero su cabeza estaba en la caja. En si alguno de los regalos de su madre necesitaría que lo metiera con urgencia en la nevera.
Solo que no iba a abrirla delante de Nika, porque la granja era una parte de él que no había mostrado a nadie desde que entró en la música. Y sabía lo mucho que ella, por lo general, le odiaba. No sabía si hasta el punto de arruinar lo único realmente privado que tenía, pero no tenía pensado arriesgarse tanto.
Escuchó lo que decia de sus adornos. Que no eran nada del otro mundo, pero les tenía aprecio, eso lo comprendía.- Cuando era niño teníamos adornos hechos por nosotros mismos. Ibamos mejorando con los años, pero tampoco te creas que eran gran cosa. Nada como esto. -Mencionó mientras colgaba un adorno especialmente delicado. Quizá incluso pintado a mano por alguien muy talentoso.
Se dio cuenta de que contar eso era bajar la guardia. Pero igual Nika no lo había notado y le preguntó por los adornos.- Colócalos como quieras. Si queda muy mal lo llamaré "la zona de Nika" y listo, será como una exposición de arte abstracto. -Se encogió de hombros.- Buscaré una caja para que te lleves los que te gusten.
Se alejó del árbol para acercarse a la caja de sus padres y llevarla a la cocina, mientras fingía buscar alguna cajita que sirviera a Nika. La abrió para ver si había algo de comida y localizó un queso y un tarro de mermelada que llevó a la nevera.
Solo que no iba a abrirla delante de Nika, porque la granja era una parte de él que no había mostrado a nadie desde que entró en la música. Y sabía lo mucho que ella, por lo general, le odiaba. No sabía si hasta el punto de arruinar lo único realmente privado que tenía, pero no tenía pensado arriesgarse tanto.
Escuchó lo que decia de sus adornos. Que no eran nada del otro mundo, pero les tenía aprecio, eso lo comprendía.- Cuando era niño teníamos adornos hechos por nosotros mismos. Ibamos mejorando con los años, pero tampoco te creas que eran gran cosa. Nada como esto. -Mencionó mientras colgaba un adorno especialmente delicado. Quizá incluso pintado a mano por alguien muy talentoso.
Se dio cuenta de que contar eso era bajar la guardia. Pero igual Nika no lo había notado y le preguntó por los adornos.- Colócalos como quieras. Si queda muy mal lo llamaré "la zona de Nika" y listo, será como una exposición de arte abstracto. -Se encogió de hombros.- Buscaré una caja para que te lleves los que te gusten.
Se alejó del árbol para acercarse a la caja de sus padres y llevarla a la cocina, mientras fingía buscar alguna cajita que sirviera a Nika. La abrió para ver si había algo de comida y localizó un queso y un tarro de mermelada que llevó a la nevera.
Ryan — en casa — con Nika
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La verdad es que Nika no podía imaginarse la escena que le describía Ryan. En general, le costaba pensar en él como algo que no fuera una cruz que por algún motivo le había tocado a ella cargar.
— Qué… encanto — consiguió comentar, satisfecha por haber logrado formular una frase coherente mientras desenredaba guirnaldas y luces que habían iniciado un tórrido romance en las cajas —. Bueno, es que estos adornos están a otro nivel.
Solo había visto accesorios así en revistas, marquesinas, anuncios de televisión y, en general, en ficciones publicitarias. Sus amigos eran gente normal, económicamente hablando, así que no compraban cosas tan bonitas porque, bueno, tampoco tenían sitio donde ponerlas. Muchos vivían en apartamentos tan pequeños que rayaban lo ilegal, y otros simplemente preferían gastar el dinero en otras cosas.
— ”La zona de Nika”, dice — bufó —. Será posible que seas tan… — se interrumpió al oír la segunda parte del comentario, la que incluía la propuesta, y se sintió en medio de las aguas convergentes de los afluentes de un río. Por un lado, quería ahorcarlo con el espumillón; por otro, la sorprendió su amabilidad. — ¿Por qué tienes que ser así? — preguntó más para sí misma que para que le respondiera él, retomando su tarea. — Oye, ¿no vas a volver a casa por Navidad? ¿A California? Seguro que estarás mejor que aquí — ya no pensaba en el glamour de la Gran Manzana, sino en la gruesa capa de nieve que se acumulaba sobre los tejados de Toronto. “Por lo menos ya no va semidesnudo por aquí”, pensó, rememorando el día en el que descubrió que era su vecino de enfrente.
— Qué… encanto — consiguió comentar, satisfecha por haber logrado formular una frase coherente mientras desenredaba guirnaldas y luces que habían iniciado un tórrido romance en las cajas —. Bueno, es que estos adornos están a otro nivel.
Solo había visto accesorios así en revistas, marquesinas, anuncios de televisión y, en general, en ficciones publicitarias. Sus amigos eran gente normal, económicamente hablando, así que no compraban cosas tan bonitas porque, bueno, tampoco tenían sitio donde ponerlas. Muchos vivían en apartamentos tan pequeños que rayaban lo ilegal, y otros simplemente preferían gastar el dinero en otras cosas.
— ”La zona de Nika”, dice — bufó —. Será posible que seas tan… — se interrumpió al oír la segunda parte del comentario, la que incluía la propuesta, y se sintió en medio de las aguas convergentes de los afluentes de un río. Por un lado, quería ahorcarlo con el espumillón; por otro, la sorprendió su amabilidad. — ¿Por qué tienes que ser así? — preguntó más para sí misma que para que le respondiera él, retomando su tarea. — Oye, ¿no vas a volver a casa por Navidad? ¿A California? Seguro que estarás mejor que aquí — ya no pensaba en el glamour de la Gran Manzana, sino en la gruesa capa de nieve que se acumulaba sobre los tejados de Toronto. “Por lo menos ya no va semidesnudo por aquí”, pensó, rememorando el día en el que descubrió que era su vecino de enfrente.
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Sabía que Nika se había quedado a mitad de un insulto hacia él, lo que debía ser como una especie de milagro navideño, porque nunca se cortaba un pelo.
Lo que sí le extrañó fue la pregunta.- ¿Así cómo? -Inquirió, no sabiendo a qué se refería.
Encontró al final una caja de adornos que había descartado, era de otra de sus impulsivas compras navideñas en amazon. La suscripción a prime nunca se había amortiguado tanto. Se la llevaba justo cuando le preguntó por sus vacaciones inexistentes.
- Todo ha colapsado por la nieve. -Respondió con un suspiro.- Uno pensaría que a estas alturas esos problemas ya no existirían, pero no. Me veo obligado a pasar las Navidades aquí, en la fría Toronto. -Porque joder, ese frío era para añadirlo al título.- Jerry tampoco está, pero me ha organizado alguna fiesta y buscado eventos a los que puedo ir para no aburrirme. -Mencionó, intentando no dar pensa, aunque había sonado como si fuera un crío al que hay que entretener para que no la líe.
- ¿Y tú? Supongo que irás con tu familia, o con tus amigos... -Se sabía el nombre de uno, lo tenía en la punta de la lengua, pero no salía en aquel momento.
Lo que sí le extrañó fue la pregunta.- ¿Así cómo? -Inquirió, no sabiendo a qué se refería.
Encontró al final una caja de adornos que había descartado, era de otra de sus impulsivas compras navideñas en amazon. La suscripción a prime nunca se había amortiguado tanto. Se la llevaba justo cuando le preguntó por sus vacaciones inexistentes.
- Todo ha colapsado por la nieve. -Respondió con un suspiro.- Uno pensaría que a estas alturas esos problemas ya no existirían, pero no. Me veo obligado a pasar las Navidades aquí, en la fría Toronto. -Porque joder, ese frío era para añadirlo al título.- Jerry tampoco está, pero me ha organizado alguna fiesta y buscado eventos a los que puedo ir para no aburrirme. -Mencionó, intentando no dar pensa, aunque había sonado como si fuera un crío al que hay que entretener para que no la líe.
- ¿Y tú? Supongo que irás con tu familia, o con tus amigos... -Se sabía el nombre de uno, lo tenía en la punta de la lengua, pero no salía en aquel momento.
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Nika evitó mirar a Ryan cuando le preguntó a qué se refería. Lo cierto es que ella tampoco lo tenía demasiado claro. Quizá la calefacción le había frito las neuronas, o quizá le resultaba difícil centrarse con los centelleos de las decoraciones que había repartidas por el apartamento. Aun así, le respondió.
— Pues así — no era una contestación esclarecedora, pero a Nika sí se lo parecía —. ¿Es que hay que explicártelo todo?
La conversación viró hacia el tema sobre el que estaba hablando todo el mundo: el mal tiempo que hacía esas navidades en Canadá y, bueno, también en Estados Unidos, aunque eso les importaba menos, y Nika pensó en lo absurda que le parecía su vida ahora que se veía charlando sobre condiciones meteorológicas con una estrella de fama internacional. Todavía no se había convencido del todo de que aquello no fuera una cámara oculta o algo por el estilo.
— Ah, vaya — así que el dinero, en ese caso, no bastaba para que Ryan consiguiera lo que quería —. Pues vas a flipar. Espero que hayas traído ropa de abrigo. Y que sepas esquiar, porque te va a hacer falta — le hacía gracia imaginarlo cruzando una calle helada y luchando por mantener el equilibrio, tal vez se habría reído de no haber sido por su siguiente pregunta —. No — ¿Qué amigos? Solo tenía a Alex y, como mucho, a los amigos de él, pero no le pertenecían. Al reparar en que su respuesta quizá había sido demasiado brusca, decidió añadir algo más. — Carreteras cortadas, ya ves — usó su excusa como propia —. No voy a ir a ninguna parte. Y bueno, tú… si necesitas algo, pues… Estaré ahí enfrente. Los inviernos en Toronto son difíciles.
— Pues así — no era una contestación esclarecedora, pero a Nika sí se lo parecía —. ¿Es que hay que explicártelo todo?
La conversación viró hacia el tema sobre el que estaba hablando todo el mundo: el mal tiempo que hacía esas navidades en Canadá y, bueno, también en Estados Unidos, aunque eso les importaba menos, y Nika pensó en lo absurda que le parecía su vida ahora que se veía charlando sobre condiciones meteorológicas con una estrella de fama internacional. Todavía no se había convencido del todo de que aquello no fuera una cámara oculta o algo por el estilo.
— Ah, vaya — así que el dinero, en ese caso, no bastaba para que Ryan consiguiera lo que quería —. Pues vas a flipar. Espero que hayas traído ropa de abrigo. Y que sepas esquiar, porque te va a hacer falta — le hacía gracia imaginarlo cruzando una calle helada y luchando por mantener el equilibrio, tal vez se habría reído de no haber sido por su siguiente pregunta —. No — ¿Qué amigos? Solo tenía a Alex y, como mucho, a los amigos de él, pero no le pertenecían. Al reparar en que su respuesta quizá había sido demasiado brusca, decidió añadir algo más. — Carreteras cortadas, ya ves — usó su excusa como propia —. No voy a ir a ninguna parte. Y bueno, tú… si necesitas algo, pues… Estaré ahí enfrente. Los inviernos en Toronto son difíciles.
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Le habría encantado decir que sí, que le vendría bien que le explicara lo de que era "así", porque no estaba seguro de si tenía que tomárselo como un cumplido o como un insulto. En cualquier otra ocasión, viniendo de Nika, habría sido lo segundo sin dudar. Pero el tono en el que lo había dicho... no había sido desagradable.
Así que prefirió quedarse con que era una especie de cumplido a medias y no estropearlo mucho más.
Después empezaron a hablar de algo tan cotidiano y aburrido como el mal tiempo de esas fechas. Podía sonar raro, pero no estaba mal hablar con alguien de lo mucho que jodía el tema de que todo estuviera incomunicado, ya nadie le hablaba a él del tiempo ni de nada así. Que no es que echara de menos las conversaciones incómodas de ascensor, pero... un poco de normalidad a veces no estaba mal.- Bueno, algunas cosas tengo... -Y era verdad, pero ahora empezaba a asustarse con lo que ella decía del frío.- Pero supongo que puedo comprar lo que necesite cuando surja. -No le iba a quedar más remedio. Solo podía rezar para que no hubiera cortes de carretera ni nada por el estilo.
Dejó de colocar adornos para mirar a la chica cuando respondió tajantemente que no tenía ningún plan, que luego explicó por lo de las carreteras. Y él que pensaba que los canadienses estarían acostumbrados a estas cosas y sabrían cómo sobrevivir... Pero luego le hizo un ofrecimiento que le sorprendió. Casi sonaba amable. El primer comentario realmente amable que Nika le había dirigido.
- Gracias. -Respondió con una sonrisa encantadoramente sincera.- Lo mismo digo. -Añadió él.
- Te diría si querías apuntarte a alguno de los planes de la agenda de Jerry, pero... supongo que lo último que quieres es que nos vean juntos y empiecen a colgar fotos nuestras otra vez. -Tanteó el terreno.- Claro que sería muy cómico ver congelarse a los paparazzi en la calle desde nuestros pisos. -Qué menos que ponerle un poco de humor al asunto.
Así que prefirió quedarse con que era una especie de cumplido a medias y no estropearlo mucho más.
Después empezaron a hablar de algo tan cotidiano y aburrido como el mal tiempo de esas fechas. Podía sonar raro, pero no estaba mal hablar con alguien de lo mucho que jodía el tema de que todo estuviera incomunicado, ya nadie le hablaba a él del tiempo ni de nada así. Que no es que echara de menos las conversaciones incómodas de ascensor, pero... un poco de normalidad a veces no estaba mal.- Bueno, algunas cosas tengo... -Y era verdad, pero ahora empezaba a asustarse con lo que ella decía del frío.- Pero supongo que puedo comprar lo que necesite cuando surja. -No le iba a quedar más remedio. Solo podía rezar para que no hubiera cortes de carretera ni nada por el estilo.
Dejó de colocar adornos para mirar a la chica cuando respondió tajantemente que no tenía ningún plan, que luego explicó por lo de las carreteras. Y él que pensaba que los canadienses estarían acostumbrados a estas cosas y sabrían cómo sobrevivir... Pero luego le hizo un ofrecimiento que le sorprendió. Casi sonaba amable. El primer comentario realmente amable que Nika le había dirigido.
- Gracias. -Respondió con una sonrisa encantadoramente sincera.- Lo mismo digo. -Añadió él.
- Te diría si querías apuntarte a alguno de los planes de la agenda de Jerry, pero... supongo que lo último que quieres es que nos vean juntos y empiecen a colgar fotos nuestras otra vez. -Tanteó el terreno.- Claro que sería muy cómico ver congelarse a los paparazzi en la calle desde nuestros pisos. -Qué menos que ponerle un poco de humor al asunto.
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Hasta la propia Nika se sorprendió por su hospitalidad. La verdad es que no sabía de dónde había salido, teniendo en cuenta cómo habían sido sus últimas conversaciones con Ryan. No sabría decir por qué le estaba ofreciendo su compañía cuando había querido matarlo hacía tan solo unos días. La navidad y el aislamiento forzoso por las tormentas estaban causando estragos, desde luego.
— No me las des.
Devolvió toda su atención a los adornos para no pensar en la ridículamente perfecta sonrisa de su nuevo vecino de enfrente. Entendía por qué le gustaba tanto a todo el mundo, pero Nika no quería formar parte de la histeria colectiva que tanto la había molestado cuando se convirtió en objeto de ella.
— No te ofendas, Ryan, pero preferiría un dolor de ovarios a que volvieran a vernos juntos por ningún sitio — le respondió sin molestarse en edulcorar lo que pensaba —. Bastante me ha costado que me dejen ir al súper tranquila como para recordarles que existo. Además, ¿qué clase de imagen les daría? ¿La de la pringada que deja a su novio para volver con él inmediatamente después? Sí, anda. Yo tengo mi dignidad, ¿sabes? No creas que iba a volver arrastrándome después de haberte dejado.
— No me las des.
Devolvió toda su atención a los adornos para no pensar en la ridículamente perfecta sonrisa de su nuevo vecino de enfrente. Entendía por qué le gustaba tanto a todo el mundo, pero Nika no quería formar parte de la histeria colectiva que tanto la había molestado cuando se convirtió en objeto de ella.
— No te ofendas, Ryan, pero preferiría un dolor de ovarios a que volvieran a vernos juntos por ningún sitio — le respondió sin molestarse en edulcorar lo que pensaba —. Bastante me ha costado que me dejen ir al súper tranquila como para recordarles que existo. Además, ¿qué clase de imagen les daría? ¿La de la pringada que deja a su novio para volver con él inmediatamente después? Sí, anda. Yo tengo mi dignidad, ¿sabes? No creas que iba a volver arrastrándome después de haberte dejado.
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Ryan se quedó pensando que quizá algunos de los días en que no tuviera nada programado. Eran varios, tampoco había tantos planes en la congelada Toronto. Podría proponerle algún plan a Nika en casa. No tenía ni idea de qué, claro, porque no la conocía demasiado y siempre estaba la posibilidad de que le mandara a la mierda. Pero le apetecía intentarlo.
Porque tenía razón, no era buena idea que les vieran juntos en ningún evento.
Se rió por lo bajo por lo de la imagen de pringada que iba a dar si volvía con él después de dejarle.
- Vaya... creía que ibas a decir que me había arrastrado hasta tu puerta para que volvieras conmigo. -Bromeó.- ¡Oh, Nika! ¡Nika! No puedo vivir sin ti, ni sin tu ácido sentido del humor y tus críticas. ¡Por favor, Nikaaaa! -Impostó la voz en todo aquel despliegue de dotes actorales para la desesperación dramática de un enamorado desdichado. Solo le faltó ponerse de rodillas.
- Tampoco me gustaría ser el pringao de la relación, la verdad. -Reconoció, volviendo a su tono normal.- Pero puede que te llame de vez en cuando. Para asegurarme de que sigues viva debajo de tu pila de mantas. -Las que había visto desde su cristalera.
Porque tenía razón, no era buena idea que les vieran juntos en ningún evento.
Se rió por lo bajo por lo de la imagen de pringada que iba a dar si volvía con él después de dejarle.
- Vaya... creía que ibas a decir que me había arrastrado hasta tu puerta para que volvieras conmigo. -Bromeó.- ¡Oh, Nika! ¡Nika! No puedo vivir sin ti, ni sin tu ácido sentido del humor y tus críticas. ¡Por favor, Nikaaaa! -Impostó la voz en todo aquel despliegue de dotes actorales para la desesperación dramática de un enamorado desdichado. Solo le faltó ponerse de rodillas.
- Tampoco me gustaría ser el pringao de la relación, la verdad. -Reconoció, volviendo a su tono normal.- Pero puede que te llame de vez en cuando. Para asegurarme de que sigues viva debajo de tu pila de mantas. -Las que había visto desde su cristalera.
Ryan — en casa — con Nika
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Nika nunca había tenido una imagen pública que mantener. No era lo suficientemente relevante para ello. Pasó por el colegio y el instituto sin pena ni gloria. A veces, la confundían con un perchero. Solía decir que su superpoder era ser invisible y no se equivocaba del todo. Cuando cambió las gafas por lentillas, le quitaron la ortodoncia y su madre dejó de peinarla como a una protagonista de las telenovelas latinoamericanas de los noventa que tanto le gustaban, las cosas cambiaron para ella, aunque no demasiado. La gente la saludaba, pero ella estaba tan poco acostumbrada al contacto humano que no sabía cómo gestionarlo, así que estaba en las mismas.
Quizá por eso mismo se resistía a estropear su recién adquirida imagen pública con una narrativa tan estúpida. Era cierto que no había querido formar parte de ella desde un principio, pero eso no significaba que le diera igual lo que hicieran con su reputación. A Ryan, sin embargo, no le importó perder la dignidad escenificando una declaración de amor.
Decir que Nika lo miró como si estuviera loco sería faltar a la verdad, porque para ella no parecía que estuviera pirado: lo estaba. Lo absurdo de la situación la hizo reír.
— Madre mía, menos mal que te dedicas a la música — le dijo, sacudiendo la cabeza —, porque esto se te da fatal.
¿Cómo era posible que un imbécil de tamaña categoría la hubiese hecho reír? El mundo se había vuelto loco.
— Qué excusa más mala para llamarme — se quejó, volviendo a su tarea para darse cuenta de que no quedaban tantos adornos por colocar —. Sé más original.
Acabó con las decoraciones y se despidió de Ryan. Por increíble que pareciera, había podido hablar con él sin sentir deseos de matarlo. Al final sería verdad lo de que la navidad cambiaba a las personas.
Quizá por eso mismo se resistía a estropear su recién adquirida imagen pública con una narrativa tan estúpida. Era cierto que no había querido formar parte de ella desde un principio, pero eso no significaba que le diera igual lo que hicieran con su reputación. A Ryan, sin embargo, no le importó perder la dignidad escenificando una declaración de amor.
Decir que Nika lo miró como si estuviera loco sería faltar a la verdad, porque para ella no parecía que estuviera pirado: lo estaba. Lo absurdo de la situación la hizo reír.
— Madre mía, menos mal que te dedicas a la música — le dijo, sacudiendo la cabeza —, porque esto se te da fatal.
¿Cómo era posible que un imbécil de tamaña categoría la hubiese hecho reír? El mundo se había vuelto loco.
— Qué excusa más mala para llamarme — se quejó, volviendo a su tarea para darse cuenta de que no quedaban tantos adornos por colocar —. Sé más original.
Acabó con las decoraciones y se despidió de Ryan. Por increíble que pareciera, había podido hablar con él sin sentir deseos de matarlo. Al final sería verdad lo de que la navidad cambiaba a las personas.
Nika — en el apartamento de Ryan — con Ryan
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Su numerito había sido una completa tontería, pero había conseguido algo que no sabía que estaba buscando. Nika se estaba riendo. E insultándole, a medias.
- Ey, he hecho varios anuncios con mucho éxito. -Le recordó, tenía que haberlos visto.- Pero lo más interesante de todo es que he descubierto que sabes reírte. -La pinchó un poco. Aún sin saber el efecto que eso podía tener en ella.
Se rió un poco al escuchar que lo de comprobar que seguía viva le parecía una mala excusa. Pero no estaba diciendo que no la llamara. Eso era un comienzo. Quizá no iban a ser unas vacaciones tan horribles y solitarias después de todo.
Cuando terminaron de colocar los adornos, ella se despidió y Ryan le puso en los brazos una caja de adornos descartados. Que Nika no amenazara con matarle o pegarle era un gran avance. Un pequeño milagro navideño.
Unos días después decidió llamarla para preguntarle si invitarla a una pizza humeante era una buena excusa. La había hecho él, con algunos de los ingredientes que su madre le había mandado de la granja.
- Ey, he hecho varios anuncios con mucho éxito. -Le recordó, tenía que haberlos visto.- Pero lo más interesante de todo es que he descubierto que sabes reírte. -La pinchó un poco. Aún sin saber el efecto que eso podía tener en ella.
Se rió un poco al escuchar que lo de comprobar que seguía viva le parecía una mala excusa. Pero no estaba diciendo que no la llamara. Eso era un comienzo. Quizá no iban a ser unas vacaciones tan horribles y solitarias después de todo.
Cuando terminaron de colocar los adornos, ella se despidió y Ryan le puso en los brazos una caja de adornos descartados. Que Nika no amenazara con matarle o pegarle era un gran avance. Un pequeño milagro navideño.
Unos días después decidió llamarla para preguntarle si invitarla a una pizza humeante era una buena excusa. La había hecho él, con algunos de los ingredientes que su madre le había mandado de la granja.
Ryan — en casa — con Nika
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Nika no tenía por costumbre proponerse nada para Año Nuevo. Ya había fracasado las suficientes veces como para seguir fingiendo que pretendía ser una mejor persona o, al menos, más civilizada y responsable año tras año. Tenía asumido que era un desastre. El hecho de que se hubiese hecho amiga de una estrella de la música a nivel mundial, no tanto.
Aunque la vida real no era como Los Sims y no podía consultar la barra de progreso de relación con cada una de las personas con las que hubiese coincidido para confirmar que, efectivamente, había aparecido el icono de la amistad en una de las esquinas inferiores del retrato de Ryan, era eso lo que había pasado. Resultó que habían podido mantener no una sino varias conversaciones sin amenazas de muerte de por medio.
A Nika la sorprendió averiguar que Ryan era capaz de hilar más de dos frases seguidas que no hablasen de él, de su música o de lo guapo que era. A él, presumiblemente, le agradó saber que Nika podía hacer algo que no fuera quejarse. Con la excusa del mal tiempo y un aburrimiento poco disimulado, se habían visto un par de veces para cenar y alguna vez se habían quedado a ver lo que quiera que fuera que estuvieran poniendo en el único canal que era capaz de sintonizar la televisión con la tormenta de nieve que estaba cayendo.
Nika llevaba unos cuarenta y cinco minutos tirada en el sofá, mirando al techo, intentando convencerse a sí misma de levantarse para ir a prepararse la cena sin éxito alguno cuando el aviso de batería baja de su teléfono la hizo resoplar. El cargador del móvil estaba en el cuarto y, aunque vivía en una cajita de zapatos, no podría llegar hasta él sin abandonar sus amados cojines.
— Venga, Macho, tráeme mi cargador — le dijo a su gato, acurrucado sobre el brazo del sofá —. No finjas que no me oyes.
Macho agitó ligeramente los bigotes y Nika puso los ojos en blanco.
— Vale, que me busque la vida. Lo pillo.
Cuando se levantó, gruñó como lo habría hecho una momia recién sacada del sarcófago. Se desperezó, cerró los ojos y oyó un chasquido. Cuando abrió los ojos, solo vio oscuridad.
— Dios mío — jadeó —. ¿¡Me he roto la espalda!? ¿¡Me he muerto levantándome del sofá!?
No creía que los muertos fuesen conscientes de estarlo, así que carraspeó, omitiendo su momentánea crisis existencial, y miró a su alrededor. En la calle tampoco había luces. Desbloqueó la pantalla de su teléfono y vio que se había quedado sin internet.
— Ah, pues muy bien — asintió —. Lo que me faltaba hoy.
Aunque la vida real no era como Los Sims y no podía consultar la barra de progreso de relación con cada una de las personas con las que hubiese coincidido para confirmar que, efectivamente, había aparecido el icono de la amistad en una de las esquinas inferiores del retrato de Ryan, era eso lo que había pasado. Resultó que habían podido mantener no una sino varias conversaciones sin amenazas de muerte de por medio.
A Nika la sorprendió averiguar que Ryan era capaz de hilar más de dos frases seguidas que no hablasen de él, de su música o de lo guapo que era. A él, presumiblemente, le agradó saber que Nika podía hacer algo que no fuera quejarse. Con la excusa del mal tiempo y un aburrimiento poco disimulado, se habían visto un par de veces para cenar y alguna vez se habían quedado a ver lo que quiera que fuera que estuvieran poniendo en el único canal que era capaz de sintonizar la televisión con la tormenta de nieve que estaba cayendo.
Nika llevaba unos cuarenta y cinco minutos tirada en el sofá, mirando al techo, intentando convencerse a sí misma de levantarse para ir a prepararse la cena sin éxito alguno cuando el aviso de batería baja de su teléfono la hizo resoplar. El cargador del móvil estaba en el cuarto y, aunque vivía en una cajita de zapatos, no podría llegar hasta él sin abandonar sus amados cojines.
— Venga, Macho, tráeme mi cargador — le dijo a su gato, acurrucado sobre el brazo del sofá —. No finjas que no me oyes.
Macho agitó ligeramente los bigotes y Nika puso los ojos en blanco.
— Vale, que me busque la vida. Lo pillo.
Cuando se levantó, gruñó como lo habría hecho una momia recién sacada del sarcófago. Se desperezó, cerró los ojos y oyó un chasquido. Cuando abrió los ojos, solo vio oscuridad.
— Dios mío — jadeó —. ¿¡Me he roto la espalda!? ¿¡Me he muerto levantándome del sofá!?
No creía que los muertos fuesen conscientes de estarlo, así que carraspeó, omitiendo su momentánea crisis existencial, y miró a su alrededor. En la calle tampoco había luces. Desbloqueó la pantalla de su teléfono y vio que se había quedado sin internet.
— Ah, pues muy bien — asintió —. Lo que me faltaba hoy.
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Ryan lo estaba pasando, en resumen, mal.
Había cerrado todas las cortinas para no ver lo que estaba cayendo fuera, arrepintiendose con cada estruendo de haber cogido un piso con una pared toda de ventanas de cristal. Le daba igual que fuera doble y blindado y lo que dijera la de la inmobiliaria que ni recordaba... eran cristales frente a unos vientos huracanados y rayos... ¿A quién se le ocurrió construir algo así?
Y daba igual el volumen que le pusiera a la película para intentar acallar todo eso, seguía escuchándolo.
Había que decir que Ryan siempre había tenido miedo a las tormentas y no había pensado que el temporal se pusiera TAN MAL, pese a que todo el mundo se lo había advertido. Pero se negaba a darle la razón a Jerry.
Se había atrincherado en el sofá con las mantas y todo lo que pudiera ser necesario sobre la mesita baja delante de la tele. Aún así cuando todo se apagó se quedó paralizado mirando la pantalla oscura, como todo su piso. Y se dio en el dedo del pie con la misma mesa cuando se atrevió a levantarse y tantear para dar con la linterna. Se asomó con cuidado a la ventana que pegaba a la pared y se dio cuenta de que toda esa parte de la ciudad estaba igual. Sus ojos bajaron hasta el piso de Nika, también a oscuras.
Un trueno volvió a sonar, retumbando en todo su apartamento y Ryan no tuvo más opción que mandarlo todo a la mierda y arriesgarse a partirse la crisma en la calle solo para intentar no estar solo allí. Con su mochila cargada de cosas y el chubasquero que había tenido que comprar en la tienda de la esquina porque los paraguas habían resultado inútiles, bajó las escaleras (a punto estuvo de quedarse allí porque parecían bien aisladas de la tormenta) y se preparó para cruzar la calle.
Solo cuando estuvo ante la puerta de Nika, llamando al timbre, se le ocurrió que aún no tenía una excusa medio decente para justificar que hubiera ido hasta allí en lugar de quedarse en su casa. Porque claro, aún no tenían tanta relación como para confiarle uno de sus mayores secretos.
Había cerrado todas las cortinas para no ver lo que estaba cayendo fuera, arrepintiendose con cada estruendo de haber cogido un piso con una pared toda de ventanas de cristal. Le daba igual que fuera doble y blindado y lo que dijera la de la inmobiliaria que ni recordaba... eran cristales frente a unos vientos huracanados y rayos... ¿A quién se le ocurrió construir algo así?
Y daba igual el volumen que le pusiera a la película para intentar acallar todo eso, seguía escuchándolo.
Había que decir que Ryan siempre había tenido miedo a las tormentas y no había pensado que el temporal se pusiera TAN MAL, pese a que todo el mundo se lo había advertido. Pero se negaba a darle la razón a Jerry.
Se había atrincherado en el sofá con las mantas y todo lo que pudiera ser necesario sobre la mesita baja delante de la tele. Aún así cuando todo se apagó se quedó paralizado mirando la pantalla oscura, como todo su piso. Y se dio en el dedo del pie con la misma mesa cuando se atrevió a levantarse y tantear para dar con la linterna. Se asomó con cuidado a la ventana que pegaba a la pared y se dio cuenta de que toda esa parte de la ciudad estaba igual. Sus ojos bajaron hasta el piso de Nika, también a oscuras.
Un trueno volvió a sonar, retumbando en todo su apartamento y Ryan no tuvo más opción que mandarlo todo a la mierda y arriesgarse a partirse la crisma en la calle solo para intentar no estar solo allí. Con su mochila cargada de cosas y el chubasquero que había tenido que comprar en la tienda de la esquina porque los paraguas habían resultado inútiles, bajó las escaleras (a punto estuvo de quedarse allí porque parecían bien aisladas de la tormenta) y se preparó para cruzar la calle.
Solo cuando estuvo ante la puerta de Nika, llamando al timbre, se le ocurrió que aún no tenía una excusa medio decente para justificar que hubiera ido hasta allí en lugar de quedarse en su casa. Porque claro, aún no tenían tanta relación como para confiarle uno de sus mayores secretos.
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Una cosa era que estuviera cayendo la de Dios es Cristo en la calle, que hubiera medio metro de nieve en la calle, que no pudiera salir de su edificio sin un saco de sal o un lanzallamas para deshacer el hielo, que la antena de televisión hubiera pasado a mejor vida y que, en general, pareciera que el mundo se fuera a ir al carajo de un momento a otro; pero lo que Nika no iba a consentir de ninguna de las maneras era quedarse sin Internet en pleno apocalipsis.
— Es que vaya servicio, en serio — se quejó, usando la luz de la pantalla del móvil como linterna para moverse por el apartamento.
A esas alturas ya debería de haber memorizado la posición de los muebles, pero como se demostró a sí misma tropezando inmediatamente después con las zapatillas que había decidido dejar por ahí en medio por motivos que es mejor no entrar a valorar, no se podía dar nada por descontado.
— Macho, no te muevas, ¿vale? Ah, no, espera, sí. Muévete, que el router está detrás del sofá — se agachó para tirar del mueble y su gato le devolvió una mirada que cuestionaba todas las decisiones vitales que Nika había tomado hasta el momento —. Bueno, no, si se ha ido la luz tendré que mirar si ha saltado el automático… Dios, qué pereza.
Nika oyó el timbre y dio un respingo. Miró a su gato, su gato la miró a ella y los dos miraron hacia la puerta. No estaba esperando a nadie. Alex estaba de viaje con su chico y era la única persona que la visitaba de vez en cuando. No creía que un asesino en serie fuese a tomarse la molestia de tocar el timbre antes de tirar la puerta abajo y despedazarla con un machete, pero cosas peores había oído en los programas de true crime que se ponía a veces, así que fue hacia la puerta con cuidado, sin hacer ruido, para asomarse por la mirilla.
Como era de esperar, dado que el apagón había sido general, no vio absolutamente nada. Aun así, Nika se pegó más todavía a la mirilla, entrecerró mucho los ojos, arrugó la nariz y se llevó el susto de su vida cuando la oscuridad se convirtió en la silueta de un hombre cuyo movimiento de pelo le resultó sospechosamente familiar.
— ¿Ryan? — preguntó casi más para sí misma que para quien quiera que estuviera al otro lado de la puerta. — ¿Qué estás haciendo aquí?
— Es que vaya servicio, en serio — se quejó, usando la luz de la pantalla del móvil como linterna para moverse por el apartamento.
A esas alturas ya debería de haber memorizado la posición de los muebles, pero como se demostró a sí misma tropezando inmediatamente después con las zapatillas que había decidido dejar por ahí en medio por motivos que es mejor no entrar a valorar, no se podía dar nada por descontado.
— Macho, no te muevas, ¿vale? Ah, no, espera, sí. Muévete, que el router está detrás del sofá — se agachó para tirar del mueble y su gato le devolvió una mirada que cuestionaba todas las decisiones vitales que Nika había tomado hasta el momento —. Bueno, no, si se ha ido la luz tendré que mirar si ha saltado el automático… Dios, qué pereza.
Nika oyó el timbre y dio un respingo. Miró a su gato, su gato la miró a ella y los dos miraron hacia la puerta. No estaba esperando a nadie. Alex estaba de viaje con su chico y era la única persona que la visitaba de vez en cuando. No creía que un asesino en serie fuese a tomarse la molestia de tocar el timbre antes de tirar la puerta abajo y despedazarla con un machete, pero cosas peores había oído en los programas de true crime que se ponía a veces, así que fue hacia la puerta con cuidado, sin hacer ruido, para asomarse por la mirilla.
Como era de esperar, dado que el apagón había sido general, no vio absolutamente nada. Aun así, Nika se pegó más todavía a la mirilla, entrecerró mucho los ojos, arrugó la nariz y se llevó el susto de su vida cuando la oscuridad se convirtió en la silueta de un hombre cuyo movimiento de pelo le resultó sospechosamente familiar.
— ¿Ryan? — preguntó casi más para sí misma que para quien quiera que estuviera al otro lado de la puerta. — ¿Qué estás haciendo aquí?
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Una parte de él se sintió aliviado de que el timbre funcionara. Recordó tarde que normalmente llevaban pilas.
Que Nika no le gritase a la puerta le preocupó, pero descartó ese miedo por el de seguir sin excusa cuando por fin habló desde el otro lado de la puerta. Veamos...
- ¿Quería saber si estabas bien? -No debería haber sonado como una pregunta, pero fue lo primero que se le escapó.- ¿Te importa abrir? Me estoy helando aquí fuera. -Sí, empezar a quejarse siempre era más sencillo que admitir todos los problemas que tenía ese día. Y cómo estaba rezando internamente para que no cayese un rayo cerca.
Cuando por fin pudo ver el interior del apartamento, el trozo que iluminaba la linterna, se sintió un poco más tranquilo.- Eres propensa a caerte y he pensado que podemos cuidarnos mutuamente. Por si hay un accidente. -¿Colaba? Le sonaba un poco pobre, pero lo de que era torpe sí que era verdad.
Que Nika no le gritase a la puerta le preocupó, pero descartó ese miedo por el de seguir sin excusa cuando por fin habló desde el otro lado de la puerta. Veamos...
- ¿Quería saber si estabas bien? -No debería haber sonado como una pregunta, pero fue lo primero que se le escapó.- ¿Te importa abrir? Me estoy helando aquí fuera. -Sí, empezar a quejarse siempre era más sencillo que admitir todos los problemas que tenía ese día. Y cómo estaba rezando internamente para que no cayese un rayo cerca.
Cuando por fin pudo ver el interior del apartamento, el trozo que iluminaba la linterna, se sintió un poco más tranquilo.- Eres propensa a caerte y he pensado que podemos cuidarnos mutuamente. Por si hay un accidente. -¿Colaba? Le sonaba un poco pobre, pero lo de que era torpe sí que era verdad.
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Resultó que no era una broma de mal gusto por parte de su subconsciente: era Ryan quien le respondía desde el descansillo. Al menos, su voz era igualita, y la idea de que un imitador de voces con talento se dedicara a ir de puerta en puerta fingiendo ser quien no era para que le abrieran y pudiera liarse a cuchillazos con los pobres desgraciados que hubiera al otro lado de la puerta no le sonaba en absoluto factible.
Sin embargo, Ryan (o mejor dicho, el supuesto Ryan) estaba siendo demasiado amable con ella. ¿A cuento de qué había ido a su apartamento, si se habían estado ignorando durante varios días? ¿Por qué iba a ir hasta allí en mitad de una tormenta, si en su última aparición pública se habían mandado mutuamente a la mierda? ¿Acaso no tenía cosas mejores que hacer uno de los tíos más famosos del panorama musical internacional que ir a charlar un rato con la borde de su vecina?
La actitud de su encantador vecino no le estaba cuadrando por ningún lado hasta que decidió mencionar la torpeza de Nika.
— Pero serás gilipollas — refunfuñó ella, de pronto indignada no por el hecho en sí de ser torpe, que lo era, sino porque ¿qué sabría Ryan? Abrió la puerta y recibió a su no-tan-invitado con los brazos en jarras y una cara de disgusto importante. — ¿Se puede saber de qué vas? Tendría que haberte dejado ahí fuera para que te congelaras de frío — lo miró de arriba a abajo y le quitó la capucha para verle la cara —. Vale, sí, eres tú. Tenía que asegurarme. Nunca se sabe.
Macho maulló, como recordándole que no era lo suficientemente importante como para que un asesino en serie se molestase en ir a por ella en una noche como aquella.
— Tú cállate — volvió a mirar a Ryan y sonrió —. Bueno, ¿qué te parece el invierno canadiense?
Sin embargo, Ryan (o mejor dicho, el supuesto Ryan) estaba siendo demasiado amable con ella. ¿A cuento de qué había ido a su apartamento, si se habían estado ignorando durante varios días? ¿Por qué iba a ir hasta allí en mitad de una tormenta, si en su última aparición pública se habían mandado mutuamente a la mierda? ¿Acaso no tenía cosas mejores que hacer uno de los tíos más famosos del panorama musical internacional que ir a charlar un rato con la borde de su vecina?
La actitud de su encantador vecino no le estaba cuadrando por ningún lado hasta que decidió mencionar la torpeza de Nika.
— Pero serás gilipollas — refunfuñó ella, de pronto indignada no por el hecho en sí de ser torpe, que lo era, sino porque ¿qué sabría Ryan? Abrió la puerta y recibió a su no-tan-invitado con los brazos en jarras y una cara de disgusto importante. — ¿Se puede saber de qué vas? Tendría que haberte dejado ahí fuera para que te congelaras de frío — lo miró de arriba a abajo y le quitó la capucha para verle la cara —. Vale, sí, eres tú. Tenía que asegurarme. Nunca se sabe.
Macho maulló, como recordándole que no era lo suficientemente importante como para que un asesino en serie se molestase en ir a por ella en una noche como aquella.
— Tú cállate — volvió a mirar a Ryan y sonrió —. Bueno, ¿qué te parece el invierno canadiense?
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Sí, igual un poco imbécil sí había sido al intentar distraerla con aquel comentario, además que confesar que sabía que era torpe porque la había visto tropezar demasiadas veces desde su apartamento al otro lado de la calle no le iba a hacer quedar mejor, precisamente.
Así que si decidía cerrarle la puerta en las narices iba a tener que volverse solo, en mitad de una tormenta, con hielo en el suelo… ¡Dios, que le dejara pasar o terminaría muerto en un trayecto de menos de 100 metros!
Frunció el ceño cuando le quitó la capucha para confirmar que era él.- ¿Quién iba a ser si no? -Preguntó, confuso.
Al final terminó entrando y esa pregunta le hizo resoplar.- Creo que es la versión helada del infierno. -No era la primera vez que se percataba de que de invierno a infierno solo había una letra de diferencia, debió ser algún canadiense quien lo viera.- Casi me mato viniendo hasta aquí. -En aquel momento un rayo lo iluminó todo, seguido rápidamente por el estruendo y un torrente de agua más.- ¡Joder! -Se le escapó por el susto.- Gracias por no hacer que me de la vuelta. -Y lo decía en serio, si eso le hubiera pillado entre las dos aceras, fijo que lo habría fulminado. El peor desenlace para cualquier carrera artística.
Así que si decidía cerrarle la puerta en las narices iba a tener que volverse solo, en mitad de una tormenta, con hielo en el suelo… ¡Dios, que le dejara pasar o terminaría muerto en un trayecto de menos de 100 metros!
Frunció el ceño cuando le quitó la capucha para confirmar que era él.- ¿Quién iba a ser si no? -Preguntó, confuso.
Al final terminó entrando y esa pregunta le hizo resoplar.- Creo que es la versión helada del infierno. -No era la primera vez que se percataba de que de invierno a infierno solo había una letra de diferencia, debió ser algún canadiense quien lo viera.- Casi me mato viniendo hasta aquí. -En aquel momento un rayo lo iluminó todo, seguido rápidamente por el estruendo y un torrente de agua más.- ¡Joder! -Se le escapó por el susto.- Gracias por no hacer que me de la vuelta. -Y lo decía en serio, si eso le hubiera pillado entre las dos aceras, fijo que lo habría fulminado. El peor desenlace para cualquier carrera artística.
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