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Mahariel
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PERFECTAMENTE IMPERFECTOS
Nika Sheridan es una pringada. Lo ha sido siempre, desde su más tierna infancia, cuando los niños más estúpidos del colegio ni siquiera se molestaban en buscar un motivo por el que meterse con ella. Nadie le ha prestado nunca demasiada atención. Solo Álex, su único amigo, y su Macho, un gato persa que puede presumir de ser el único ser vivo que ha compartido jamás cama con ella. Para el resto del mundo, Nika Sheridan es completamente invisible.
Hasta que deja de serlo.
Las chicas que hasta ahora la ignoraban cuando la veían por los pasillos ahora quieren ser sus amigas. Los transeúntes de una ciudad como Toronto parece que la conocieran. Las puertas de su facultad y del edificio donde se ubica su apartamento están llenas de cámaras, micrófonos y periodistas.
Todos quieren saber más de la nueva novia de Ryan Reese, el cantante más engreído, egocéntrico, maleducado y, por desgracia para Nika, popular del momento, y de cómo una chica normal ha podido conquistar al hombre cuya fama de rompecorazones lo precedía allá donde fuese.
El único problema es que Nika no tiene ni idea de quién diablos es Ryan Reese. Y, desde luego, después de ver el lío en el que la ha metido, no tiene la menor intención de conocerlo.
Lo que ella no sabe es que es una elaborada estrategia de marketing trazada por el manager del cantante, y que resultará mucho más difícil escapar de ella de lo que podría haber esperado en un primer momento.
¿Terminará el noviazgo del siglo siendo un completo desastre?
Hasta que deja de serlo.
Las chicas que hasta ahora la ignoraban cuando la veían por los pasillos ahora quieren ser sus amigas. Los transeúntes de una ciudad como Toronto parece que la conocieran. Las puertas de su facultad y del edificio donde se ubica su apartamento están llenas de cámaras, micrófonos y periodistas.
Todos quieren saber más de la nueva novia de Ryan Reese, el cantante más engreído, egocéntrico, maleducado y, por desgracia para Nika, popular del momento, y de cómo una chica normal ha podido conquistar al hombre cuya fama de rompecorazones lo precedía allá donde fuese.
El único problema es que Nika no tiene ni idea de quién diablos es Ryan Reese. Y, desde luego, después de ver el lío en el que la ha metido, no tiene la menor intención de conocerlo.
Lo que ella no sabe es que es una elaborada estrategia de marketing trazada por el manager del cantante, y que resultará mucho más difícil escapar de ella de lo que podría haber esperado en un primer momento.
¿Terminará el noviazgo del siglo siendo un completo desastre?
NIKA SHERIDAN ESTUDIANTE — CONNOR LESLIE — MAHARIEL |
RYAN REESE CANTANTE — BRENTON THWAITES — TIMELADY |
1x1 — INSPIRED — OTROS
XIII
- TABLILLA:
- Código:
<center><div class="tptsq1"><div class="tptbksq"><div style="background: #AEE751" class="tptbklit"></div><div style="background: #92C53E;" class="tptbkbig"></div></div><div style="background: url(IMAGEN);border:10px solid #AEE751;" class="tptimg1"></div>
<div class="tpttit">TU TITULO</div><div class="tptstit">Busca un subtítulo guay</div>
<div class="tpttxt">Tu texto por aquí
</div>
<div class="tptdat">¿CAPíTULO? — ¿CUANDO? — ¿QUIÉN?</div></div>
[url=https://treeoflife.foroactivo.com/u967]<div class="creditosxiii">XIII</div>[/url]</center>
<style type="text/css">.tpttit{font-family:'Imbue';width:300px;height:auto;font-size:30px;padding:10px 0px 10px 0px;color: #AEE751;line-height:41px;text-transform:uppercase;}.tptletsq{float:left;width:auto;height:auto;padding:5px 8px 2px 10px;}.tptlet{font-family:'Imbue';border:1px solid #AEE751;width:auto;height:auto;font-size:32px;padding:7px 7px 7px 7px;color: #AEE751;line-height:41px;text-transform:uppercase;}.tptimg1{position:relative;background-position:center !important;width: 140px; height: 140px;background-size:cover !important;border-radius:100%;margin-top:-110px;}.tptdat{letter-spacing:2px;width:290px;height:auto;background: #AEE751;font-family:'Hind Madurai';font-size:9px; text-align:center;color: #fff;text-transform: uppercase;line-height:13px;padding:5px;}.tptbksq{overflow:hidden;width: 300px;height:150px;}.tptbklit{background-position:center !important;background-size:cover !important;width: 300px; height: 230px;transform:skewY(-7deg);margin-top:-100px;}.tptbkbig{background-position:center !important;background-size:cover !important;width: 300px; height: 220px;transform:skewY(-15deg);margin-top:-244px;}.tptsq1{width:300px;height:auto;border:solid #e1e1e1 1px;padding:6px;}.tri{width: 0;height: 0;border-bottom: 50px solid white;border-right: 410px solid transparent;margin-top:-49px;}.tpttxt{color:#333;padding:20px;font-family:'Hind Madurai';text-align:justify;font-size:11px;line-height:14px;height:auto;background:#FFF}.tptstit{letter-spacing:2px;width:250px;font-family: 'Hind Madurai'; font-size:10px; text-align:center;color: #111;text-transform: uppercase;line-height:13px;}.creditosxiii{font-family:impact;font-size:8px;color:#bbb}</style><link href="https://fonts.googleapis.com/css2?family=Imbue:wght@500&display=swap" rel="stylesheet"><link href="https://fonts.googleapis.com/css2?family=Hind+Madurai&display=swap" rel="stylesheet">
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Aquello era insultante, humillante, degradante... y media docena más de palabras terminadas en -ante. Simplemente no estaba dispuesto a pasar por aquella mierda.
A ver, de todas las chicas a las que podrían haber escogido, ¿por qué tenía que ser esa? Se le veía a leguas que era una fracasada... solo en su forma de vestir se notaba que no tenía ninguna clase.
Jerry necesitó más de una charla severa, amenazas y argumentos para conseguir que decidiera seguir con todo eso.
Que sí, lo entendía. Necesitaba quitarse esa imagen de playboy, petulante, capullo y blablabla, pero... ¿de verdad que tenía que pasar por eso?
En fin... el caso es que ahí estaba, limusina preparada, gafas de sol, sonrisa encantadora ensayada. Aparcados a la puerta de la universidad. En cuanto llegó la hora en que se terminaban las clases de esa chica, como se llamase, Ryan Reese puso su pie sobre el asfalto delante del edificio.
Evidentemente, no tardaron en reconocerle los presentes, pudo ver a alguna chica al borde del desmayo por el rabillo del ojo, mientras que otras se acercaban para pedirle autógrafos y preguntar por la noticia.
- Disculpad, pero tengo algo de prisa, estoy buscando a... -Ya le podía haber puesto algo de interés a aprenderse el nombre mientras se mentalizaba para el papel.
- ¡A Nika! ¿Verdad? Es mi amiga, nos sentamos juntas en clase. -Empezó a decir una de esas chicas.- Pero hoy no la he visto, creo que no ha venido. ¿Estará enferma? ¿No lo sabías?
Ryan miró a Jerry con una ceja levantada, ¿es que no se había asegurado de que la chica estaría allí para protagonizar el jodido numerito?
A ver, de todas las chicas a las que podrían haber escogido, ¿por qué tenía que ser esa? Se le veía a leguas que era una fracasada... solo en su forma de vestir se notaba que no tenía ninguna clase.
Jerry necesitó más de una charla severa, amenazas y argumentos para conseguir que decidiera seguir con todo eso.
Que sí, lo entendía. Necesitaba quitarse esa imagen de playboy, petulante, capullo y blablabla, pero... ¿de verdad que tenía que pasar por eso?
En fin... el caso es que ahí estaba, limusina preparada, gafas de sol, sonrisa encantadora ensayada. Aparcados a la puerta de la universidad. En cuanto llegó la hora en que se terminaban las clases de esa chica, como se llamase, Ryan Reese puso su pie sobre el asfalto delante del edificio.
Evidentemente, no tardaron en reconocerle los presentes, pudo ver a alguna chica al borde del desmayo por el rabillo del ojo, mientras que otras se acercaban para pedirle autógrafos y preguntar por la noticia.
- Disculpad, pero tengo algo de prisa, estoy buscando a... -Ya le podía haber puesto algo de interés a aprenderse el nombre mientras se mentalizaba para el papel.
- ¡A Nika! ¿Verdad? Es mi amiga, nos sentamos juntas en clase. -Empezó a decir una de esas chicas.- Pero hoy no la he visto, creo que no ha venido. ¿Estará enferma? ¿No lo sabías?
Ryan miró a Jerry con una ceja levantada, ¿es que no se había asegurado de que la chica estaría allí para protagonizar el jodido numerito?
Ryan — universidad — con Nika
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Nika se había escabullido entre los pasillos menos concurridos de la facultad para esconderse en el aparcamiento. Miró a un lado y a otro y no vio nada no porque no hubiese nadie por allí, sino porque se había puesto unas gafas de sol que llevaban años cogiendo polvo en su bolso, sin hacer ninguna falta en una ciudad como Toronto, donde las nubes cubrían el cielo día sí y día también.
Se escondió tras una columna y sacó su móvil del bolsillo. Miró la pantalla, pensativa, buscando en su agenda alguien a quien llamar, pero, por desgracia, su listín telefónico era más breve que el menú del restaurante chino de su barrio, y la única persona a la que podía acudir, Alex, estaba trabajando.
Fue entonces cuando Nika comenzó a desesperarse. Porque sí, el hecho de que aquella mañana todo el mundo pareciese darse cuenta de que existía había tenido su coña, pero solo al principio, porque las miradas incisivas y los cuchicheos incesantes empezaron a ser de lo más desagradable, sobre todo porque Nika no estaba en absoluto acostumbrada a ser el centro de atención, y habría dado cualquier cosa por volver a ser la mujer invisible, y no la mujer que se esconde tras una columna del aparcamiento.
— ¿Qué voy a hacer ahora? — musitó, angustiada, arrugando la revista que se había llevado del aula.
— ¡Nika! — oyó un grito al otro lado del solar.
— ¡Mirad! ¡Está ahí! ¡Eh, Nika! ¿Te acuerdas de mí? ¡Vamos juntos a Fundamentos de la Comunicación Humana! — exclamó otro.
— Dios mío, ¿por qué a mí? — echó un vistazo a la entrada de la facultad, de donde venían los gritos, y vio una aglomeración de gente que se fue deshaciendo conforme aquellos dos idiotas avisaron al resto del mundo de dónde estaba Nika. — Paso. Paso. Paso. Paso — gruñó Nika mientras echaba a andar hacia el otro lado.
— ¡Ryan! ¡Está ahí tu chica!
¿Tu chica?
Se escondió tras una columna y sacó su móvil del bolsillo. Miró la pantalla, pensativa, buscando en su agenda alguien a quien llamar, pero, por desgracia, su listín telefónico era más breve que el menú del restaurante chino de su barrio, y la única persona a la que podía acudir, Alex, estaba trabajando.
Fue entonces cuando Nika comenzó a desesperarse. Porque sí, el hecho de que aquella mañana todo el mundo pareciese darse cuenta de que existía había tenido su coña, pero solo al principio, porque las miradas incisivas y los cuchicheos incesantes empezaron a ser de lo más desagradable, sobre todo porque Nika no estaba en absoluto acostumbrada a ser el centro de atención, y habría dado cualquier cosa por volver a ser la mujer invisible, y no la mujer que se esconde tras una columna del aparcamiento.
— ¿Qué voy a hacer ahora? — musitó, angustiada, arrugando la revista que se había llevado del aula.
— ¡Nika! — oyó un grito al otro lado del solar.
— ¡Mirad! ¡Está ahí! ¡Eh, Nika! ¿Te acuerdas de mí? ¡Vamos juntos a Fundamentos de la Comunicación Humana! — exclamó otro.
— Dios mío, ¿por qué a mí? — echó un vistazo a la entrada de la facultad, de donde venían los gritos, y vio una aglomeración de gente que se fue deshaciendo conforme aquellos dos idiotas avisaron al resto del mundo de dónde estaba Nika. — Paso. Paso. Paso. Paso — gruñó Nika mientras echaba a andar hacia el otro lado.
— ¡Ryan! ¡Está ahí tu chica!
¿Tu chica?
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Más le valía a Jerry conseguirle a aquella chica un pase VIP para un concierto o algo a la altura, porque acababa de evitar su asesinato al gritar que "allí" estaba "su chica". Lo último pues... bueno, habría que aguantarse con lo que tocaba. Y el allí le quedó más claro cuando la masa se abrió y le permitió ver a la susodicha.
A ver, no dudaba que tuviera una gran personalidad y lo mismo hasta era guapa debajo de toda aquella capa de... ropa de mercadillo, capas de prendas y actitud indiferente. Vaya, incluso si se quitaba esa cara de enfado seguro que estaba mucho mejor.
- ¡Nika! -Gritó, después de recordar otra vez el nombre que repetían unos y otros (agradecimiento para ellos por facilitarle la existencia y la pantomima).- Cariño, me habían dicho que no estabas y me he preocupado. -Comentó mientras se acercaba con esa actitud de novio cariñoso que nunca había sido, pero que parecía funcionar en las películas.- He traído la limusina, ¿volvemos a casa? -Ofreció con una sonrisa y poniendo la mano en su cintura para guiarla hasta la salida. Solo quedaba esperar que la chica colaborase, después de todo estaría viviendo un sueño.
A ver, no dudaba que tuviera una gran personalidad y lo mismo hasta era guapa debajo de toda aquella capa de... ropa de mercadillo, capas de prendas y actitud indiferente. Vaya, incluso si se quitaba esa cara de enfado seguro que estaba mucho mejor.
- ¡Nika! -Gritó, después de recordar otra vez el nombre que repetían unos y otros (agradecimiento para ellos por facilitarle la existencia y la pantomima).- Cariño, me habían dicho que no estabas y me he preocupado. -Comentó mientras se acercaba con esa actitud de novio cariñoso que nunca había sido, pero que parecía funcionar en las películas.- He traído la limusina, ¿volvemos a casa? -Ofreció con una sonrisa y poniendo la mano en su cintura para guiarla hasta la salida. Solo quedaba esperar que la chica colaborase, después de todo estaría viviendo un sueño.
Ryan — universidad — con Nika
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Nika se detuvo y miró a su alrededor con la cara desencajada en una mueca de profundo desconcierto. No era capaz de comprender nada de lo que había sucedido desde que Alex la había obligado a levantarse del sofá en el que se había quedado dormida tras su enésimo revisionado de Los Puentes de Madison. No entendía por qué la había tomado todo el mundo con ella, ni por qué aparecía en la portada de una revista al lado de un cantante al que solo había visto en las carátulas de sus discos en la tienda de música de la esquina, ni por qué dicho cantante se había presentado en su facultad y no solo no detenía aquel sinsentido, sino que participaba en él, fingiendo un afecto que Nika estaba segura de que no le tenía.
No podía tenérselo, no la conocía.
¿O sí?
Nika sacudió la cabeza, tratando de poner orden en aquel caos en el que se había convertido su vida. Quiso aferrarse a la realidad, aunque no tuviese sentido, antes que sucumbir a aquella especie de psicosis colectiva de la que, por desgracia, ella era protagonista sin quererlo.
No, no conocía a Ryan Reese. No, no se había acercado a él a menos de los miles de kilómetros que separaban su adorado Toronto del bohemio Los Ángeles en el que vivían las estrellas. Y no, no había tenido ningún tórrido romance con un hombre al que nunca había visto en persona.
No, no y no.
No estaba dispuesta a formar parte de aquel circo mediático que la había hecho la estudiante más popular de la facultad de la noche a la mañana y, desde luego, no pensaba hacer el imbécil ante las cámaras que habían aparecido en el aparcamiento y que los agentes de Ryan Reese se asegurarían de que captasen el mejor perfil de su adorado cantante.
No, nunca, jamás, ni en un millón de años.
El problema era que, mientras Nika tomaba aquella determinación, el enjambre de fans, periodistas y simples cotillas la alcanzó, y con él regresó el caos contra el que había estado luchando.
— ¡Nika! — estaba bastante segura de que no había visto a aquel chico en la vida, pero, por alguna razón, ahora se sabía su nombre. — ¿Cómo no nos dijiste nada, tía?
— ¡Ryan Reese! — suspiró otra. — Es que es muy fuerte.
— Muy fuerte.
A Nika le pareció ver a un periodista tratando de abrirse camino entre tanta gente, aferrándose al micrófono como un náufrago a un trozo de madera a la deriva. El gentío se partió en dos cuando apareció Ryan. Nika habría querido salir corriendo de allí para regresar a su apartamento, echar siete cerrojos a la puerta, bajar las persinas y perderse bajo sus mantas favoritas hasta que la gente se hubiese vuelto a olvidar de su cara.
Por desgracia, estaba rodeada de gente, y no le quedó otra que ver cómo su novio se acercaba a ella con una sonrisa propia del cartel de una comedia romántica revientataquillas. La confusión se mezcló con el enfado que había dentro de ella, neutralizándolo, y se quedó allí, sin saber qué hacer, como un cervatillo cegado por las luces de un coche.
¿Y ahora qué?
Las palabras del cantante le llegaban distorsionadas e incompletas. Parecían salidas de un sueño que tenía más de pesadilla que de fantasía. Nika no sabía qué decir, miraba a su alrededor y solo encontraba rostros extraños. Si Alex hubiese estado allí…
Nika dio un respingo cuando sintió la mano de Ryan en su cintura. Lo miró sin comprender qué estaba haciendo, y al ver que aquello no había sido casual, a ella regresó la ira.
— ¿¡Pero qué haces!? — gritó. — ¡Quítame las manos de encima! — trató de zafarse y terminó dándole un empujón para escapar de él. — Esto es increíble — refunfuñó, abriéndose entre la gente, que tras ver lo que era capaz de hacer parecía más dispuesta a dejarla pasar.
— ¡Vaya! — dijo el reportero girándose hacia la cámara. — ¿Problemas en el paraíso?
— In-cre-í-ble.
No podía tenérselo, no la conocía.
¿O sí?
Nika sacudió la cabeza, tratando de poner orden en aquel caos en el que se había convertido su vida. Quiso aferrarse a la realidad, aunque no tuviese sentido, antes que sucumbir a aquella especie de psicosis colectiva de la que, por desgracia, ella era protagonista sin quererlo.
No, no conocía a Ryan Reese. No, no se había acercado a él a menos de los miles de kilómetros que separaban su adorado Toronto del bohemio Los Ángeles en el que vivían las estrellas. Y no, no había tenido ningún tórrido romance con un hombre al que nunca había visto en persona.
No, no y no.
No estaba dispuesta a formar parte de aquel circo mediático que la había hecho la estudiante más popular de la facultad de la noche a la mañana y, desde luego, no pensaba hacer el imbécil ante las cámaras que habían aparecido en el aparcamiento y que los agentes de Ryan Reese se asegurarían de que captasen el mejor perfil de su adorado cantante.
No, nunca, jamás, ni en un millón de años.
El problema era que, mientras Nika tomaba aquella determinación, el enjambre de fans, periodistas y simples cotillas la alcanzó, y con él regresó el caos contra el que había estado luchando.
— ¡Nika! — estaba bastante segura de que no había visto a aquel chico en la vida, pero, por alguna razón, ahora se sabía su nombre. — ¿Cómo no nos dijiste nada, tía?
— ¡Ryan Reese! — suspiró otra. — Es que es muy fuerte.
— Muy fuerte.
A Nika le pareció ver a un periodista tratando de abrirse camino entre tanta gente, aferrándose al micrófono como un náufrago a un trozo de madera a la deriva. El gentío se partió en dos cuando apareció Ryan. Nika habría querido salir corriendo de allí para regresar a su apartamento, echar siete cerrojos a la puerta, bajar las persinas y perderse bajo sus mantas favoritas hasta que la gente se hubiese vuelto a olvidar de su cara.
Por desgracia, estaba rodeada de gente, y no le quedó otra que ver cómo su novio se acercaba a ella con una sonrisa propia del cartel de una comedia romántica revientataquillas. La confusión se mezcló con el enfado que había dentro de ella, neutralizándolo, y se quedó allí, sin saber qué hacer, como un cervatillo cegado por las luces de un coche.
¿Y ahora qué?
Las palabras del cantante le llegaban distorsionadas e incompletas. Parecían salidas de un sueño que tenía más de pesadilla que de fantasía. Nika no sabía qué decir, miraba a su alrededor y solo encontraba rostros extraños. Si Alex hubiese estado allí…
Nika dio un respingo cuando sintió la mano de Ryan en su cintura. Lo miró sin comprender qué estaba haciendo, y al ver que aquello no había sido casual, a ella regresó la ira.
— ¿¡Pero qué haces!? — gritó. — ¡Quítame las manos de encima! — trató de zafarse y terminó dándole un empujón para escapar de él. — Esto es increíble — refunfuñó, abriéndose entre la gente, que tras ver lo que era capaz de hacer parecía más dispuesta a dejarla pasar.
— ¡Vaya! — dijo el reportero girándose hacia la cámara. — ¿Problemas en el paraíso?
— In-cre-í-ble.
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Estaba impresionado, la verdad.
La farsa parecía funcionar y todo.
Jerry se había ocupado de que el equipo de seguridad mantuviera a la prensa y los curiosos a bastante distancia como para que pudiera hablar con la chica y hacerla cooperar.
- Camina, encanto. -Ordenó con su carácter habitual empujándola un poco en dirección a la limusina.
Pero las cosas le habían salido demasiado bien, claro.
¿Cómo iba a esperarse esa reacción en la tía?
Se zafó de él con un empujón que le hizo dar un par de pasos hacia atrás.- ¿De qué vas? -Preguntó.
Le llegó, claro que le llegó los comentarios de la prensa y los fans.
Mierda. Toda la fachada derrumbada por una tiparraca cabezota incapaz de seguir una instrucción sencilla.
Aún así retomó su expresión encantadora y se acercó a ella, hablando en voz baja pero en un tono que dejaba ver su enfado, muy a pesar de su sonrisa encantadora- ¿Se puede saber qué haces? ¿No ves las cámaras y a toda esta gente? -Se permitió señalar, por si acaso era ciega la muchacha.- Tengo una imagen que mantener, ¿sabes? Así que intenta no dejarme mal, ¿quieres? Asiente, sonríe, mirame con ternura y vayamos a la limusina. -Y eso era todo lo amable que podía y quería ser en ese momento. Y mucho era.
La farsa parecía funcionar y todo.
Jerry se había ocupado de que el equipo de seguridad mantuviera a la prensa y los curiosos a bastante distancia como para que pudiera hablar con la chica y hacerla cooperar.
- Camina, encanto. -Ordenó con su carácter habitual empujándola un poco en dirección a la limusina.
Pero las cosas le habían salido demasiado bien, claro.
¿Cómo iba a esperarse esa reacción en la tía?
Se zafó de él con un empujón que le hizo dar un par de pasos hacia atrás.- ¿De qué vas? -Preguntó.
Le llegó, claro que le llegó los comentarios de la prensa y los fans.
Mierda. Toda la fachada derrumbada por una tiparraca cabezota incapaz de seguir una instrucción sencilla.
Aún así retomó su expresión encantadora y se acercó a ella, hablando en voz baja pero en un tono que dejaba ver su enfado, muy a pesar de su sonrisa encantadora- ¿Se puede saber qué haces? ¿No ves las cámaras y a toda esta gente? -Se permitió señalar, por si acaso era ciega la muchacha.- Tengo una imagen que mantener, ¿sabes? Así que intenta no dejarme mal, ¿quieres? Asiente, sonríe, mirame con ternura y vayamos a la limusina. -Y eso era todo lo amable que podía y quería ser en ese momento. Y mucho era.
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Como era de esperar, el empujón no arrastró a Ryan y a su fiel séquito de fans a otra dimensión en la que no pudieran seguir molestando a Nika, y aunque estaba segura de que los tertulianos del programa de por las mañanas terminarían despellejándola por tratar así a su supuesto novio ante los atentos ojos de sus telespectadores, a ella le parecía que estaba siendo de sobra racional para la situación que se le había venido encima. Tratar de huir era inútil dadas las circunstancias, y Ryan tampoco parecía dispuesto a dejar que el resto del mundo viese que no todas las mujeres del planeta caían rendidas ante la sola presencia del cantautor más famoso y aparentemente más insoportable del momento.
— Mira, encanto — siseó —. Dame las gracias por no haberte cruzado la cara de un guantazo — se sentía como una culebra escupiendo su veneno —. Y no te atrevas a decirme lo que tengo que hacer, porque la próxima vez te aseguro que no voy a ser tan benevolente.
Si lo pensaba, era completamente absurdo estar amenazando a una superestrella con algo tan simple como un tortazo, pero su vida había alcanzado ya tales niveles de surrealismo que no le importaba. Apareció un hombre trajeado, así, como de la nada, impecablemente vestido y con una sonrisa que bien podría haber sido de un vendedor ambulante de estos a los que nada ni nadie puede impedir que consigan su objetivo, y con un tono tan conciliador como el del mejor diplomático, intentó mediar entre la pareja del momento.
— Venga, chicos, no vamos a montar aquí un espectáculo, ¿a que no? — miró a Nika con el gesto de un tierno cordero, mientras que Ryan podría haber muerto desangrado por su incisiva mirada.
— Pues no, pero…
— Sabía que lo entenderías — replicó sin darle tiempo a terminar la frase —. Te propongo un trato: tú te subes a esa cómoda limusina y nosotros te quitamos de encima al enjambre de periodistas. Todos salimos ganando.
— Sí, pero… — Nika no estaba del todo convencida, porque eso significaría haber cedido ante el imbécil de Ryan, y su orgullo era más poderoso que todos los reporteros que la pudieran seguir hasta el fin del mundo.
— Por favor, Nika, ven con nosotros — tenía que admitir que algo tenía aquel hombre que hacía difícil decirle que no, a diferencia de al inútil de su representado, al que Nika se arrepentía de no haber abofeteado —. Te lo suplico. Te lo pido de rodillas, si quieres.
— No — respondió —. Tú no — miró a Ryan —. Él — ante la perplejidad de los dos, añadió —. Ponte de rodillas, pídemelo por favor y puede que no os mande a ti y al Señor Gomina a freír espárragos.
— Mira, encanto — siseó —. Dame las gracias por no haberte cruzado la cara de un guantazo — se sentía como una culebra escupiendo su veneno —. Y no te atrevas a decirme lo que tengo que hacer, porque la próxima vez te aseguro que no voy a ser tan benevolente.
Si lo pensaba, era completamente absurdo estar amenazando a una superestrella con algo tan simple como un tortazo, pero su vida había alcanzado ya tales niveles de surrealismo que no le importaba. Apareció un hombre trajeado, así, como de la nada, impecablemente vestido y con una sonrisa que bien podría haber sido de un vendedor ambulante de estos a los que nada ni nadie puede impedir que consigan su objetivo, y con un tono tan conciliador como el del mejor diplomático, intentó mediar entre la pareja del momento.
— Venga, chicos, no vamos a montar aquí un espectáculo, ¿a que no? — miró a Nika con el gesto de un tierno cordero, mientras que Ryan podría haber muerto desangrado por su incisiva mirada.
— Pues no, pero…
— Sabía que lo entenderías — replicó sin darle tiempo a terminar la frase —. Te propongo un trato: tú te subes a esa cómoda limusina y nosotros te quitamos de encima al enjambre de periodistas. Todos salimos ganando.
— Sí, pero… — Nika no estaba del todo convencida, porque eso significaría haber cedido ante el imbécil de Ryan, y su orgullo era más poderoso que todos los reporteros que la pudieran seguir hasta el fin del mundo.
— Por favor, Nika, ven con nosotros — tenía que admitir que algo tenía aquel hombre que hacía difícil decirle que no, a diferencia de al inútil de su representado, al que Nika se arrepentía de no haber abofeteado —. Te lo suplico. Te lo pido de rodillas, si quieres.
— No — respondió —. Tú no — miró a Ryan —. Él — ante la perplejidad de los dos, añadió —. Ponte de rodillas, pídemelo por favor y puede que no os mande a ti y al Señor Gomina a freír espárragos.
Nika — universidad — con Ryan
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¿Pero quién se creía que esa esta tía?
¿Qué coño es eso de ir amenazando a la gente con bofetadas? Si él había sido todo lo amable que había podido, dadas las circunstancias.
De verdad que le había tenido que tocar hacer aquella farsa con la única loca de Toronto ¿o qué?
Por suerte para él, o eso creía, llegaron los refuerzos.- Jerry, hazla entrar en razón... -Instó a su representante a que hiciera su trabajo, después de todo estaba en aquel lío por su culpa.
Y él no le decepcionó, logrando que la tal Nika no pudiera decirle que no.
Aunque el final de aquella conversación hizo que la sonrisa triunfante que se estaba dibujando en sus labios se esfumase de un segundo a otro.- ¿CÓMO? -Preguntó, no creyéndose lo que estaba escuchando.
- Lo has oído, Ryan. Y más te vale no tardar. -Espera, ¿qué? Jerry se estaba poniendo de su parte, esto no tenía ningún sentido.
Se acercó a su representante.- No pienso hacerlo, no voy a humillarme delante de ella. Tú me has metido en este follón, te toca solucionarlo. Haber escogido a otra. -Sus argumentos parecían perfectamente válidos, claro. Pero Jerry no iba a aceptarlo fácilmente.
- Ryan... es demasiado tarde para echarnos atrás. Mira todas esas cámaras. -Le dijo entre dientes.- Vamos, actúa como un arrepentido enamorado y gánate sus corazones, sabes que eso se te da muy bien.
El cantante rodó los ojos y resopló, estirando el cuello hacia un lado y otro. De acuerdo, podía hacer la actuación de su vida, porque a ver quién se creía que aquello era verdad.
Sin más se arrodilló ante la tía rara esa.
- ¡Oh, Nika! ¡Perdóname, te lo ruego! -Exclamó a viva voz para que todos pudieran oírlo.- Sé que nadie debía enterarse de lo nuestro, que querías mantener tu privacidad. Pero no podía seguir manteniendo el secreto de nuestra felicidad. Por favor, acompáñame y te lo explicaré todo. -Y sin más, terminado su monólogo lastimero, que despertó más de un suspiro y "awww" entre las fans del fondo, se quedó esperando a que la chica reaccionara. Señalando con señas de la cabeza la limusina.
¿A qué esperaba? ¿No era ya bastante humillación? Joder, que eso de estar en el suelo no iba con él.
¿Qué coño es eso de ir amenazando a la gente con bofetadas? Si él había sido todo lo amable que había podido, dadas las circunstancias.
De verdad que le había tenido que tocar hacer aquella farsa con la única loca de Toronto ¿o qué?
Por suerte para él, o eso creía, llegaron los refuerzos.- Jerry, hazla entrar en razón... -Instó a su representante a que hiciera su trabajo, después de todo estaba en aquel lío por su culpa.
Y él no le decepcionó, logrando que la tal Nika no pudiera decirle que no.
Aunque el final de aquella conversación hizo que la sonrisa triunfante que se estaba dibujando en sus labios se esfumase de un segundo a otro.- ¿CÓMO? -Preguntó, no creyéndose lo que estaba escuchando.
- Lo has oído, Ryan. Y más te vale no tardar. -Espera, ¿qué? Jerry se estaba poniendo de su parte, esto no tenía ningún sentido.
Se acercó a su representante.- No pienso hacerlo, no voy a humillarme delante de ella. Tú me has metido en este follón, te toca solucionarlo. Haber escogido a otra. -Sus argumentos parecían perfectamente válidos, claro. Pero Jerry no iba a aceptarlo fácilmente.
- Ryan... es demasiado tarde para echarnos atrás. Mira todas esas cámaras. -Le dijo entre dientes.- Vamos, actúa como un arrepentido enamorado y gánate sus corazones, sabes que eso se te da muy bien.
El cantante rodó los ojos y resopló, estirando el cuello hacia un lado y otro. De acuerdo, podía hacer la actuación de su vida, porque a ver quién se creía que aquello era verdad.
Sin más se arrodilló ante la tía rara esa.
- ¡Oh, Nika! ¡Perdóname, te lo ruego! -Exclamó a viva voz para que todos pudieran oírlo.- Sé que nadie debía enterarse de lo nuestro, que querías mantener tu privacidad. Pero no podía seguir manteniendo el secreto de nuestra felicidad. Por favor, acompáñame y te lo explicaré todo. -Y sin más, terminado su monólogo lastimero, que despertó más de un suspiro y "awww" entre las fans del fondo, se quedó esperando a que la chica reaccionara. Señalando con señas de la cabeza la limusina.
¿A qué esperaba? ¿No era ya bastante humillación? Joder, que eso de estar en el suelo no iba con él.
Ryan — universidad — con Nika
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Nika mentiría si dijera que no estaba disfrutando de la situación, y se podían decir muchas cosas de ella, pero no que fuera una mentirosa, así que no se molestó en ocultar el evidente placer que le producía estar apretándole las tuercas a un imbécil del tamaño del dichoso Ryan Reese. Estar abriendo una grieta en el gigantesco ego de Míster Simpatía la hacía sentirse poderosa, y se descubrió a sí misma disfrutando de una vena sociópata que no sabía que tenía. ¿Quién lo diría de una pringada como ella?
Ryan, por supuesto, se negó en redondo a doblegarse ante sus exigencias, y por un breve pero maravilloso instante pareció a punto de estallar de ira. Nika se preguntó si de hacerlo dejaría tras de sí un bonito montón de confeti y purpurina, porque empezaba a pensar que ese tío no podía ser del todo humano, quizá porque se negaba a pensar que pudiese haber alguien tan imbécil con el que compartiese especie.
Por desgracia para él, el engominado apreciaba su propia imagen más que la vida de su representado, y le recordó muy amablemente la presencia de las cámaras, los micrófonos y los fans que se habían apelotonado a su alrededor como moscas al encontrar un pedazo de comida en el desierto, así que no le quedó más remedio que claudicar, y vaya si lo hizo.
A Nika se le hizo muy, pero que muy difícil aguantarse la risa.
Lo normal habría sido lanzarse a los brazos de aquel imbécil después de semejante muestra de afecto, pero Nika decidió estirar algo más el momento de responder a su declaración de amor. El guaperas, además de un maleducado y un ególatra convencido, era bastante impaciente, y cuando al fin contestó, lo hizo con un sonoro “oooooooooh” que, siendo más falso que la sonrisa de Ryan, resultaría de lo más convincente para el público, que seguramente compartía la misma neurona y no necesariamente de manera simultánea.
— ¡Pero qué mono es mi osito de peluche! — se inclinó sobre él y le pellizcó la mejilla. — Si es que eres un encanto cuando quieres — lo miró con el pecho henchido de satisfacción —. ¿Ves? ¿A que no era tan difícil? — se apartó de él cuando se lo preguntó, por si se le ocurría saltar sobre ella, y miró al engominado antes de encaminarse a la limusina. — Si yo soy muy dialogante, de verdad, no sé por qué os empeñáis en hacerlo difícil… — el representante resopló y actuó de barrera entre ella y Ryan para evitar una desgracia ante las cámaras.
El vehículo se puso en marcha hacia alguna parte y el representante, que, por cierto, se llamaba Jerry, le explicó a Nika por qué la habían hecho famosa de un día para el otro.
— Así que, como nadie aguanta a tu representado, se te ha ocurrido buscarle a una novia.
— Pues más o menos, sí.
— Es una idea tontísima — Jerry la miró con cierta curiosidad y Nika se aclaró la garganta antes de explicarle por qué —. Lo primero, porque no creo que se le quite la fama de imbécil que se ha ganado a pulso durante estos años por salir con nadie — comenzó —. Y, lo segundo, porque yo jamás saldría con alguien como él. ¿No te podrías haber buscado una modelo o algo así? ¿Por qué tenía que ser yo precisamente?
— Porque su público no conectaría con una modelo o con una actriz — replicó —. Necesitábamos a alguien más… Um…
— ¿Más qué? — se cruzó de brazos.
— Más como tú, Nika — concluyó Jerry.
— ¡Ja! Prefiero no saber qué significa eso. — resopló. — Pues has elegido mal. Como te he dicho, yo nunca saldría con alguien como él — miró a Ryan y negó con la cabeza —. Ni en un millón de años, vaya. Así que ya te estás inventando algo para sacarnos de este lío.
Ryan, por supuesto, se negó en redondo a doblegarse ante sus exigencias, y por un breve pero maravilloso instante pareció a punto de estallar de ira. Nika se preguntó si de hacerlo dejaría tras de sí un bonito montón de confeti y purpurina, porque empezaba a pensar que ese tío no podía ser del todo humano, quizá porque se negaba a pensar que pudiese haber alguien tan imbécil con el que compartiese especie.
Por desgracia para él, el engominado apreciaba su propia imagen más que la vida de su representado, y le recordó muy amablemente la presencia de las cámaras, los micrófonos y los fans que se habían apelotonado a su alrededor como moscas al encontrar un pedazo de comida en el desierto, así que no le quedó más remedio que claudicar, y vaya si lo hizo.
A Nika se le hizo muy, pero que muy difícil aguantarse la risa.
Lo normal habría sido lanzarse a los brazos de aquel imbécil después de semejante muestra de afecto, pero Nika decidió estirar algo más el momento de responder a su declaración de amor. El guaperas, además de un maleducado y un ególatra convencido, era bastante impaciente, y cuando al fin contestó, lo hizo con un sonoro “oooooooooh” que, siendo más falso que la sonrisa de Ryan, resultaría de lo más convincente para el público, que seguramente compartía la misma neurona y no necesariamente de manera simultánea.
— ¡Pero qué mono es mi osito de peluche! — se inclinó sobre él y le pellizcó la mejilla. — Si es que eres un encanto cuando quieres — lo miró con el pecho henchido de satisfacción —. ¿Ves? ¿A que no era tan difícil? — se apartó de él cuando se lo preguntó, por si se le ocurría saltar sobre ella, y miró al engominado antes de encaminarse a la limusina. — Si yo soy muy dialogante, de verdad, no sé por qué os empeñáis en hacerlo difícil… — el representante resopló y actuó de barrera entre ella y Ryan para evitar una desgracia ante las cámaras.
El vehículo se puso en marcha hacia alguna parte y el representante, que, por cierto, se llamaba Jerry, le explicó a Nika por qué la habían hecho famosa de un día para el otro.
— Así que, como nadie aguanta a tu representado, se te ha ocurrido buscarle a una novia.
— Pues más o menos, sí.
— Es una idea tontísima — Jerry la miró con cierta curiosidad y Nika se aclaró la garganta antes de explicarle por qué —. Lo primero, porque no creo que se le quite la fama de imbécil que se ha ganado a pulso durante estos años por salir con nadie — comenzó —. Y, lo segundo, porque yo jamás saldría con alguien como él. ¿No te podrías haber buscado una modelo o algo así? ¿Por qué tenía que ser yo precisamente?
— Porque su público no conectaría con una modelo o con una actriz — replicó —. Necesitábamos a alguien más… Um…
— ¿Más qué? — se cruzó de brazos.
— Más como tú, Nika — concluyó Jerry.
— ¡Ja! Prefiero no saber qué significa eso. — resopló. — Pues has elegido mal. Como te he dicho, yo nunca saldría con alguien como él — miró a Ryan y negó con la cabeza —. Ni en un millón de años, vaya. Así que ya te estás inventando algo para sacarnos de este lío.
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IBA.
A.
MATARLA.
No, en serio, ¿qué clase de persona actúa de esa manera con otro? O, más concretamente, ¿con él? Es que no tenía sentido que una chica como aquella pudiera creerse por encima de él. Hasta el punto de hacerle arrodillarse y pedirle perdón por aquel que él no había querido desde un principio.
Y encima iba a tener que darle las gracias por pasar por el aro y llamarle "osito de peluche", menuda cursilería más espantosa.
Se levantó a punto de ponerla en su sitio, pero Jerry intervino y le guio al coche tras ella.
Una vez dentro se quedó simplemente sentado en su sitio, pegado al cristal, enfurruñado y sin mirarla. Que se encargase Jerry de explicarle todo y convencerla, él ya pasaba tres pueblos y medios de la tía esta.
Aunque sí le miró de reojo, interesado, cuando dijo que era una idea tontísima. Al parecer podían estar de acuerdo en algo... hasta que empezaron los insultos hacia su persona.
A punto estaba de decirle lo "más" que era, pero Jerry le dio una patada para que se callase la boca, siempre previsor su representante. A ratos odiaba que le conociera tan bien.
- Mira por donde, vamos a estar de acuerdo en algo. -Terminó diciendo.- Jerry, nos tienes que sacar de esta estupidez de historia. -Se cruzó de brazos mirando al otro. Tenía algo de suficiencia en el rostro, un "ya te dije que esto no iba a salir bien".
- No es tan sencillo. -Aclaró él.- Veréis, ahora la prensa se está haciendo eco de lo vuestro, una ruptura repentina sería lo peor que podía pasarte, Nika. -¿Perdón? ¿A ella?- Quiero decir, ya nos has dicho que todo esto de tener cámaras y fotógrafos detrás es una situación odiosa para ti, y lo entiendo perfectamente. -Y una mierda que lo entendía, no le gustaba nada a él estar por ahí.- Desmentir todo esto hará que te persigan aún más.
- Solo por unos días, luego todo se diluye, será por escándalos que seguir. -Intentó meter baza, para terminar con eso.
- No lo creas. -Como no, ya le estaba llevando la contraria.- Lo mejor es darles lo que quieren, un par de entrevistas y citas y luego pedir que respeten tu privacidad personal... hay casos en los que ha funcionado.
A.
MATARLA.
No, en serio, ¿qué clase de persona actúa de esa manera con otro? O, más concretamente, ¿con él? Es que no tenía sentido que una chica como aquella pudiera creerse por encima de él. Hasta el punto de hacerle arrodillarse y pedirle perdón por aquel que él no había querido desde un principio.
Y encima iba a tener que darle las gracias por pasar por el aro y llamarle "osito de peluche", menuda cursilería más espantosa.
Se levantó a punto de ponerla en su sitio, pero Jerry intervino y le guio al coche tras ella.
Una vez dentro se quedó simplemente sentado en su sitio, pegado al cristal, enfurruñado y sin mirarla. Que se encargase Jerry de explicarle todo y convencerla, él ya pasaba tres pueblos y medios de la tía esta.
Aunque sí le miró de reojo, interesado, cuando dijo que era una idea tontísima. Al parecer podían estar de acuerdo en algo... hasta que empezaron los insultos hacia su persona.
A punto estaba de decirle lo "más" que era, pero Jerry le dio una patada para que se callase la boca, siempre previsor su representante. A ratos odiaba que le conociera tan bien.
- Mira por donde, vamos a estar de acuerdo en algo. -Terminó diciendo.- Jerry, nos tienes que sacar de esta estupidez de historia. -Se cruzó de brazos mirando al otro. Tenía algo de suficiencia en el rostro, un "ya te dije que esto no iba a salir bien".
- No es tan sencillo. -Aclaró él.- Veréis, ahora la prensa se está haciendo eco de lo vuestro, una ruptura repentina sería lo peor que podía pasarte, Nika. -¿Perdón? ¿A ella?- Quiero decir, ya nos has dicho que todo esto de tener cámaras y fotógrafos detrás es una situación odiosa para ti, y lo entiendo perfectamente. -Y una mierda que lo entendía, no le gustaba nada a él estar por ahí.- Desmentir todo esto hará que te persigan aún más.
- Solo por unos días, luego todo se diluye, será por escándalos que seguir. -Intentó meter baza, para terminar con eso.
- No lo creas. -Como no, ya le estaba llevando la contraria.- Lo mejor es darles lo que quieren, un par de entrevistas y citas y luego pedir que respeten tu privacidad personal... hay casos en los que ha funcionado.
Ryan — universidad — con Nika
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¿Cómo de largo podía hacerse un viaje en una limusina? Contaba con todas las comodidades que cualquiera habría podido desear, incluyendo unos asientos amplios y mullidos, que por alguna extraña razón estaban a la temperatura ideal, y unos cristales tintados para que no los vieran desde fuera pero sí pudieran mirar a otros coches y a los edificios pasar desde dentro, y, sin embargo, Nika estaba al borde del asiento, contando los minutos para poder irse de allí y olvidarse de Ryan Reese.
Sin embargo, como era de esperar, el viaje no se le hizo precisamente un paseo, y conforme más tiempo pasaba allí sentada mirando el interior del vehículo, más se descontrolaban sus pensamientos cuando empezaba a divagar sobre para qué necesitaría nadie tanto espacio en lo que no dejaba de ser un coche para ir a los sitios. Un escalofrío le sacudió el cuerpo cuando reparó en el pequeño armarito a medio esconder cerca de donde se sentaba Ryan. Se cruzó de brazos, apartó la vista y se reprendió a sí misma por haber leído tantos libros románticos y no tan románticos y trató de disimular el disgusto y la vergüenza a muy malas penas.
— Qué bien — replicó esbozando una sonrisa irónica cuando el carismático cantante y encantador de masas decidió dejar de comportarse como un maldito crío arrinconado en su asiento tras la negativa de su madre a comprarle un caramelo —. Eso — asintió, por más rabia que le diera tener que darle la razón al idiota que ahora tenía por novio.
Nika no conocía de nada al representante de Ryan, ni mucho menos a su representado, pero ya empezaba a reconocer el tono de encantador de serpiente que imprimía en su voz cuando se trataba de dominar a las bestias. Cuando les negó lo único en lo que ella y Reese estaban de acuerdo, Nika se dejó caer en el asiento, profiriendo un quejido de profundo disgusto que le salió del alma.
— Ya empezamos — se refería a las explicaciones de Jerry para justificar lo injustificable. Decidió escucharlo porque lo cierto es que no tenía muchas más opciones ahí metida.
De hecho, estaba segura de que habrían puesto los seguros a las puertas para evitar que se tirase de la limusina en marcha, y Nika se sorprendió a sí misma preguntándose si no podría romper un cristal de un codazo. Volvió a la realidad cuando se hizo un silencio y se dio cuenta de que estaban esperando a que ella dijera algo.
— Pero vamos a ver… — se tomó un momento para ordenar sus pensamientos, pero ni en un millón de años de intensa meditación trascendental habría podido ver en todo ese plan genial algo que no fuera una completa gilipollez. — ¿Qué pretendes? ¿Que siga haciéndome pasar por su novia hasta que termine su gira o termine la promoción de su próximo disco? ¿Quién te crees que eres para pedirme eso? — alzó un dedo acusador y siseó. — Y ni se te ocurra decirme que lo entiendes, porque entonces no respondo — Jerry hizo el gesto de cerrar la cremallera y levantó las manos —. Es que, además, ¿quién se supone que eres tú? ¿De qué puñetas me conoces? ¿Y por qué te atreves a usarme como atrezo en favor de tu representado? Podrías haber contratado a una actriz, haberla puesto fea y haber solucionado todo esto sin joderme a mí la vida, ¿sabes, Jerry? — los ojos le echaban chispas. — Así que ya estás arreglando esto. Como sea, me da igual. Pero no pienso dejar que hagas conmigo lo que quieras.
En el coche se hizo el silencio y Nika volvió a cruzarse de brazos. Nunca se había enfrentado así a nadie, porque, por triste que suene, nunca había tenido ningún tipo de interacción parecida con cualquier otra persona, ni para bien, ni para mal.
— Nika — empezó él con cautela, y ella arqueó levemente una ceja —. Entiendo qu… — ante su mirada asesina carraspeó y se corrigió —. Vale, estás enfadada. Eso está claro. Y también está claro que nos hemos equivocado. Pero de verdad que necesito que nos ayudes una última vez para sacaros de esto. Os llevamos a un par de entrevistas, decís unas cuantas tonterías y luego sacamos un comunicado de prensa para anunciar vuestra ruptura por «diferencias irreconciliables». Nos aseguraremos de que te dejen en paz y yo me ocuparé personalmente de que sea así. Después, desapareceremos de tu vida. Te lo juro.
Maldita sea, pensó Nika al mirarlo a los ojos y encontrarse con los de un cachorrito. No, no, no, no…
— Entrevistas no — sentenció —. Entrevista. En singular. Y luego me dejáis en paz.
— Hecho.
Maldito encantador de serpientes.
Sin embargo, como era de esperar, el viaje no se le hizo precisamente un paseo, y conforme más tiempo pasaba allí sentada mirando el interior del vehículo, más se descontrolaban sus pensamientos cuando empezaba a divagar sobre para qué necesitaría nadie tanto espacio en lo que no dejaba de ser un coche para ir a los sitios. Un escalofrío le sacudió el cuerpo cuando reparó en el pequeño armarito a medio esconder cerca de donde se sentaba Ryan. Se cruzó de brazos, apartó la vista y se reprendió a sí misma por haber leído tantos libros románticos y no tan románticos y trató de disimular el disgusto y la vergüenza a muy malas penas.
— Qué bien — replicó esbozando una sonrisa irónica cuando el carismático cantante y encantador de masas decidió dejar de comportarse como un maldito crío arrinconado en su asiento tras la negativa de su madre a comprarle un caramelo —. Eso — asintió, por más rabia que le diera tener que darle la razón al idiota que ahora tenía por novio.
Nika no conocía de nada al representante de Ryan, ni mucho menos a su representado, pero ya empezaba a reconocer el tono de encantador de serpiente que imprimía en su voz cuando se trataba de dominar a las bestias. Cuando les negó lo único en lo que ella y Reese estaban de acuerdo, Nika se dejó caer en el asiento, profiriendo un quejido de profundo disgusto que le salió del alma.
— Ya empezamos — se refería a las explicaciones de Jerry para justificar lo injustificable. Decidió escucharlo porque lo cierto es que no tenía muchas más opciones ahí metida.
De hecho, estaba segura de que habrían puesto los seguros a las puertas para evitar que se tirase de la limusina en marcha, y Nika se sorprendió a sí misma preguntándose si no podría romper un cristal de un codazo. Volvió a la realidad cuando se hizo un silencio y se dio cuenta de que estaban esperando a que ella dijera algo.
— Pero vamos a ver… — se tomó un momento para ordenar sus pensamientos, pero ni en un millón de años de intensa meditación trascendental habría podido ver en todo ese plan genial algo que no fuera una completa gilipollez. — ¿Qué pretendes? ¿Que siga haciéndome pasar por su novia hasta que termine su gira o termine la promoción de su próximo disco? ¿Quién te crees que eres para pedirme eso? — alzó un dedo acusador y siseó. — Y ni se te ocurra decirme que lo entiendes, porque entonces no respondo — Jerry hizo el gesto de cerrar la cremallera y levantó las manos —. Es que, además, ¿quién se supone que eres tú? ¿De qué puñetas me conoces? ¿Y por qué te atreves a usarme como atrezo en favor de tu representado? Podrías haber contratado a una actriz, haberla puesto fea y haber solucionado todo esto sin joderme a mí la vida, ¿sabes, Jerry? — los ojos le echaban chispas. — Así que ya estás arreglando esto. Como sea, me da igual. Pero no pienso dejar que hagas conmigo lo que quieras.
En el coche se hizo el silencio y Nika volvió a cruzarse de brazos. Nunca se había enfrentado así a nadie, porque, por triste que suene, nunca había tenido ningún tipo de interacción parecida con cualquier otra persona, ni para bien, ni para mal.
— Nika — empezó él con cautela, y ella arqueó levemente una ceja —. Entiendo qu… — ante su mirada asesina carraspeó y se corrigió —. Vale, estás enfadada. Eso está claro. Y también está claro que nos hemos equivocado. Pero de verdad que necesito que nos ayudes una última vez para sacaros de esto. Os llevamos a un par de entrevistas, decís unas cuantas tonterías y luego sacamos un comunicado de prensa para anunciar vuestra ruptura por «diferencias irreconciliables». Nos aseguraremos de que te dejen en paz y yo me ocuparé personalmente de que sea así. Después, desapareceremos de tu vida. Te lo juro.
Maldita sea, pensó Nika al mirarlo a los ojos y encontrarse con los de un cachorrito. No, no, no, no…
— Entrevistas no — sentenció —. Entrevista. En singular. Y luego me dejáis en paz.
— Hecho.
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Así por norma general, ver a Jerry trabajar era como ver una partida de poker de las buenas. El cabrón sabía cómo tirarse un farol y convencer de lo que quisiera.
Normalmente le gustaba bastante la escena, después de todo solía conseguir algo que él quería o necesitaba.
Pero en aquella ocasión ni de coña podía apoyar la mierda que intentaba hacerle.
- ¡Eh, eh! Para el carro. A mi no me metas en esto. -Le dijo a su maldito representante cuando empezó a hablar en plural.- Todo ha sido cosa de tuya, yo ya me he despertado con la noticia en toda la prensa y una explicación muy mala.
¿Que por qué le había seguido el rollo?
Porque le tenía cogido por las pelotas, simple y llanamente. Menudo era. Sabía perfectamente por dónde atacarle.
Y lo peor es que no solo se le daba bien con él porque le conocía desde hacía demasiado tiempo. Es que aquella chica loca que acababan de conocer y que no respondía a ninguna lógica también estaba cayendo en las redes.
Intentó negar con la cabeza para que no aceptase aquello, pero ella ni siquiera le miró, Jerry ya la tenía hechizada con sus palabras y esos ojos de cachorrito. Solo Betsy competiría con él en ese efecto.
Se dejó caer en su asiento mirando al techo y soltando un bufido. Daba igual que cambiara una de las condiciones, sabía que era solo el principio, si Jerry necesitaba más, habría más...- No sabes dónde te has metido haciéndole caso. -Murmuró, más para sí que para nadie.
Volvió a la conversación inclinándose hacia adelante de nuevo y mirando a su representante- A ver, Jerry, ahora me cuentas, ¿cómo vas a hacer que desaparezcan los periodistas de su puerta para que pueda vivir medio tranquila hasta la entrevista? Porque... según he entendido es parte del trato.
- Vendiendo la exclusiva, por supuesto. -Respondió él, que seguro que ya tenía hasta un acuerdo pactado.- Me dejáis hablar a mí cuando salgamos y arreglado.
- No tengo intención de bajar del coche en su parada, así que...
Normalmente le gustaba bastante la escena, después de todo solía conseguir algo que él quería o necesitaba.
Pero en aquella ocasión ni de coña podía apoyar la mierda que intentaba hacerle.
- ¡Eh, eh! Para el carro. A mi no me metas en esto. -Le dijo a su maldito representante cuando empezó a hablar en plural.- Todo ha sido cosa de tuya, yo ya me he despertado con la noticia en toda la prensa y una explicación muy mala.
¿Que por qué le había seguido el rollo?
Porque le tenía cogido por las pelotas, simple y llanamente. Menudo era. Sabía perfectamente por dónde atacarle.
Y lo peor es que no solo se le daba bien con él porque le conocía desde hacía demasiado tiempo. Es que aquella chica loca que acababan de conocer y que no respondía a ninguna lógica también estaba cayendo en las redes.
Intentó negar con la cabeza para que no aceptase aquello, pero ella ni siquiera le miró, Jerry ya la tenía hechizada con sus palabras y esos ojos de cachorrito. Solo Betsy competiría con él en ese efecto.
Se dejó caer en su asiento mirando al techo y soltando un bufido. Daba igual que cambiara una de las condiciones, sabía que era solo el principio, si Jerry necesitaba más, habría más...- No sabes dónde te has metido haciéndole caso. -Murmuró, más para sí que para nadie.
Volvió a la conversación inclinándose hacia adelante de nuevo y mirando a su representante- A ver, Jerry, ahora me cuentas, ¿cómo vas a hacer que desaparezcan los periodistas de su puerta para que pueda vivir medio tranquila hasta la entrevista? Porque... según he entendido es parte del trato.
- Vendiendo la exclusiva, por supuesto. -Respondió él, que seguro que ya tenía hasta un acuerdo pactado.- Me dejáis hablar a mí cuando salgamos y arreglado.
- No tengo intención de bajar del coche en su parada, así que...
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¿En qué momento se había convertido en la protagonista de una mala película? Los periodistas se habían aposentado en la puerta de su edificio y no se movían de allí. Nika se había asomado unas cuantas veces, a horas decentes e indecentes, y siempre había el mismo número de fotógrafos esperando a que se moviera la cortina de su cuarto.
— ¿Pero esta gente no come, ni duerme? — se alejó de la ventana. — Llevan horas ahí.
— Y lo que queda.
— Así no me ayudas, Alex.
Su amigo se encogió de hombros.
— Es que es verdad, Nika. Eres la mujer del momento, ¿yo qué quieres que te diga? ¿Que van a desaparecer, así, porque sí? Tú y yo sabemos que eso no ocurrirá.
— Ocurrirá cuando se acabe esta farsa.
— Ajá…
— ¿Qué?
— Que no veo cómo va a ocurrir eso. ¿De verdad crees que te van a dejar en paz simplemente porque se lo hayas pedido?
— No — replicó ella —. Lo van a hacer porque me voy a encargar personalmente de que lo hagan.
— Ajá… — cuando Nika puso los ojos en blanco, añadió. — Y tu plan incluye ir a hacer una entrevista conjunta con Ryan Reese.
— ¡Pues sí! Forma parte de mi plan, sí, ¿qué pasa? Mira, Alex, no me pongas esa cara de aficionado a las novelas de Agatha Christi, porque me sacas de quicio. Esto va a ser lo último que haga en mi vida con Ryan Reese. Después, desapareceré de su vida y él de la mía y no nos volveremos a ver nunca más.
El estudio de grabación no era exactamente como ella se lo había imaginado. La gente corría de aquí para allá y todo el mundo parecía tener demasiada prisa como para prestarle atención. Todos los asistentes desaparecían antes de que pudiese preguntarles nada. Una mujer con una carpeta en la mano cruzó el pasillo hablando sola y a Nika le costó darse cuenta de que estaba hablando con ella y con quien fuera que tuviera al otro lado del manos libres.
—Bien, Nika, ¿estás lista?
— Supongo.
La asistente levantó la vista de sus papeles y analizó el aspecto de Nika. Por la mueca que hizo, no tan bien disimulada como ella creía, no debió hacerle mucha gracia.
— Y… ¿no has pasado por vestuario?
— Pues no.
Se hizo un silencio entre las dos y la mujer parecía barajar sus opciones. Tampoco es que Nika fuese hecha un adefesio. Simplemente no iba con la ropa de marca con la que seguro que aparecería el petardo de Reese.
— Y… ¿Vas a salir así?
— Es que el vestido a medida de Victorio & Lucchino ya me lo he puesto esta mañana para ir a por el pan.
— Um, deja que… deja que vaya a buscar a Jerry, ¿quieres?
El interpelado apareció, como invocado.
— ¿Hay algún problema por aquí? — inquirió mirando primero a la asistente y luego a Nika.
— Ya estoy aquí, ¿no? Pues empecemos.
— ¿Pero esta gente no come, ni duerme? — se alejó de la ventana. — Llevan horas ahí.
— Y lo que queda.
— Así no me ayudas, Alex.
Su amigo se encogió de hombros.
— Es que es verdad, Nika. Eres la mujer del momento, ¿yo qué quieres que te diga? ¿Que van a desaparecer, así, porque sí? Tú y yo sabemos que eso no ocurrirá.
— Ocurrirá cuando se acabe esta farsa.
— Ajá…
— ¿Qué?
— Que no veo cómo va a ocurrir eso. ¿De verdad crees que te van a dejar en paz simplemente porque se lo hayas pedido?
— No — replicó ella —. Lo van a hacer porque me voy a encargar personalmente de que lo hagan.
— Ajá… — cuando Nika puso los ojos en blanco, añadió. — Y tu plan incluye ir a hacer una entrevista conjunta con Ryan Reese.
— ¡Pues sí! Forma parte de mi plan, sí, ¿qué pasa? Mira, Alex, no me pongas esa cara de aficionado a las novelas de Agatha Christi, porque me sacas de quicio. Esto va a ser lo último que haga en mi vida con Ryan Reese. Después, desapareceré de su vida y él de la mía y no nos volveremos a ver nunca más.
· · · · ·
El estudio de grabación no era exactamente como ella se lo había imaginado. La gente corría de aquí para allá y todo el mundo parecía tener demasiada prisa como para prestarle atención. Todos los asistentes desaparecían antes de que pudiese preguntarles nada. Una mujer con una carpeta en la mano cruzó el pasillo hablando sola y a Nika le costó darse cuenta de que estaba hablando con ella y con quien fuera que tuviera al otro lado del manos libres.
—Bien, Nika, ¿estás lista?
— Supongo.
La asistente levantó la vista de sus papeles y analizó el aspecto de Nika. Por la mueca que hizo, no tan bien disimulada como ella creía, no debió hacerle mucha gracia.
— Y… ¿no has pasado por vestuario?
— Pues no.
Se hizo un silencio entre las dos y la mujer parecía barajar sus opciones. Tampoco es que Nika fuese hecha un adefesio. Simplemente no iba con la ropa de marca con la que seguro que aparecería el petardo de Reese.
— Y… ¿Vas a salir así?
— Es que el vestido a medida de Victorio & Lucchino ya me lo he puesto esta mañana para ir a por el pan.
— Um, deja que… deja que vaya a buscar a Jerry, ¿quieres?
El interpelado apareció, como invocado.
— ¿Hay algún problema por aquí? — inquirió mirando primero a la asistente y luego a Nika.
— Ya estoy aquí, ¿no? Pues empecemos.
Nika — plató de TV — con Ryan
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Ryan no tenía ni idea de cómo era posible que aquello hubiese funcionado tan bien. La verdad es que le daba mucha rabia darle la razón a Jerry.
Pero la cosa era que desde que su cara estaba en las revistas junto a la de Nika, las ventas estaban subiendo y no había duda de que se hablaba de él en todas partes, por lo que había recibido muchas propuestas para publicidad y conciertos importantes.
Al final, la estupidez de la novia falsa, estaba saliendo a la perfección.
El problema era que no podía ser una novia falsa si nunca se les veía juntos. Así que no le quedaba más remedio que hacer aquella entrevista con ella antes de la irreparable ruptura y así separar sus caminos por fin. Esperaba que su querido representante hubiera firmado todos los contratos que pudiera ya, porque él no pensaba alargarlo y le había quedado muy claro que la tal Nika tampoco estaba por la labor.
Llegó al plató y rápidamente tuvo a todo el mundo en la palma de su mano. Si es que cuando quería era encantador y no iba a negar que adoraba que le hicieran la pelota.
Empezó el programa y cuando llegó su turno hizo una entrada triunfal pasando entre el público al ritmo de su último single, saludando con una gran sonrisa a los presentes y un par de besos a la presentadora, que estaba muy buena. Pero como era un chico con novia tenía que portarse bien por ahora.
Hablaron un rato del disco y otros temas, pero, como no, la conversación acabó derivando en "su chica" a la que invitaron a entrar con un fuerte aplauso.
Ryan se levantó y la recibió ofreciéndole la mano para subir el último escalón (o más bien cogiéndosela para que no le hiciera un feo)- Ven, cariño. -Y no acercándose a darle un beso en la mejilla porque no tenía ganas de que le plantara un bofetón.
La acompañó hasta el sofá donde estaba él sentado antes y dejó que se dieran las presentaciones, entonces vino aquella pregunta.
- Y bien Ryan, todos sabemos que cualquier chica estaría encantada de estar ahí a tu lado hoy, ¿no es cierto, señoritas? -El público, como no, estuvo de acuerdo, y Ryan fingió sonrojarse un poco.- Pero solo Nika ha conseguido eso, debe ser muy especial para que sea la primera que nos presentas...
- Oh, y la única. -Añadió él, encantador. Porque no pensaba que eso se repitiera.- La verdad es que tienes razón, Nika es muy especial. Salta a la vista. -O no, porque él no lo veía.- Pero es... es... -La miraba intentando encontrar una palabra, un halago, pero se le había ido la imaginación totalmente al pensar en que dijera lo que dijese ella se lo iba a recordar para siempre.- ¡Es increíble! -Terminó exclamando, volviéndose al público.- En serio, me deja sin palabras, cada vez que la miro encuentro una cosa nueva y diferente. -Por algún lado tenía que salir.
Pero la cosa era que desde que su cara estaba en las revistas junto a la de Nika, las ventas estaban subiendo y no había duda de que se hablaba de él en todas partes, por lo que había recibido muchas propuestas para publicidad y conciertos importantes.
Al final, la estupidez de la novia falsa, estaba saliendo a la perfección.
El problema era que no podía ser una novia falsa si nunca se les veía juntos. Así que no le quedaba más remedio que hacer aquella entrevista con ella antes de la irreparable ruptura y así separar sus caminos por fin. Esperaba que su querido representante hubiera firmado todos los contratos que pudiera ya, porque él no pensaba alargarlo y le había quedado muy claro que la tal Nika tampoco estaba por la labor.
Llegó al plató y rápidamente tuvo a todo el mundo en la palma de su mano. Si es que cuando quería era encantador y no iba a negar que adoraba que le hicieran la pelota.
Empezó el programa y cuando llegó su turno hizo una entrada triunfal pasando entre el público al ritmo de su último single, saludando con una gran sonrisa a los presentes y un par de besos a la presentadora, que estaba muy buena. Pero como era un chico con novia tenía que portarse bien por ahora.
Hablaron un rato del disco y otros temas, pero, como no, la conversación acabó derivando en "su chica" a la que invitaron a entrar con un fuerte aplauso.
Ryan se levantó y la recibió ofreciéndole la mano para subir el último escalón (o más bien cogiéndosela para que no le hiciera un feo)- Ven, cariño. -Y no acercándose a darle un beso en la mejilla porque no tenía ganas de que le plantara un bofetón.
La acompañó hasta el sofá donde estaba él sentado antes y dejó que se dieran las presentaciones, entonces vino aquella pregunta.
- Y bien Ryan, todos sabemos que cualquier chica estaría encantada de estar ahí a tu lado hoy, ¿no es cierto, señoritas? -El público, como no, estuvo de acuerdo, y Ryan fingió sonrojarse un poco.- Pero solo Nika ha conseguido eso, debe ser muy especial para que sea la primera que nos presentas...
- Oh, y la única. -Añadió él, encantador. Porque no pensaba que eso se repitiera.- La verdad es que tienes razón, Nika es muy especial. Salta a la vista. -O no, porque él no lo veía.- Pero es... es... -La miraba intentando encontrar una palabra, un halago, pero se le había ido la imaginación totalmente al pensar en que dijera lo que dijese ella se lo iba a recordar para siempre.- ¡Es increíble! -Terminó exclamando, volviéndose al público.- En serio, me deja sin palabras, cada vez que la miro encuentro una cosa nueva y diferente. -Por algún lado tenía que salir.
Ryan — plató de TV — con Nika
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— ¡Estupendo! — exclamó Jerry al tiempo que daba una palmada para terminar frotándose las manos.
— “Estupendo” no, Jerry — protestó la chica de la carpeta —. No puede salir así.
— ¿Perdona?
— Oh, venga ya, Nina — desechó su queja con un ademán —. No seas así. Nika está perfecta y, además, deseando salir, ¿no es cierto?
— Bueno, no es que…
— Pues venga, a plató, quete están esperando.
Nika dio por perdida la batalla contra el representante por decir nada que no estuviera en su guión particular y siguió sus indicaciones, no sin antes dirigir una mirada triunfal a la mujer de la carpeta.
— Bien, Nika, no sé si sabes cómo va esto — «Por supuesto… que no», pensaría ella —, pero creo que no está de más que repasemos el plan antes de salir ahí fuera. Ryan está en su camerino, esperando a que lo llamen. A ti te vamos a colocar entre el público y más o menos en diez minutos la presentadora te dará paso para que…
— ¿Voy a tener que oírle hablar durante diez minutos? ¿Y además fingir que me interesa? ¡¿Qué quieres, matarme?!
— Te dará paso para que termnéis la entrevista juntos. Os preguntará cómo os conocisteis, cuánto tiempo lleváis juntos, si vais en serio…
— ¿Y puedo contestar yo a eso? — preguntó con una sonrisilla que pretendía ser inocente.
— Lo mejor será que dejes hablar a Ryan, es a él a quien estarán dirigidas casi todas las preguntas.
— Pues vaya. ¿Y por qué no puedo estar en toda la entrevista? ¿Qué pasa, que mi encantador novio no quiere que le robe el protagonismo? — Nika interpretó el silencio de Jerry como un asentimiento. — Este tío tiene que tener su propia cara impresa en la cortina de ducha de su casa.
Como era de esperar, a Nika se le hizo insufrible la primera parte de la entrevista. Tuvo que esforzarse tanto en no rodar los ojos cuando vio aparecer a su estúpido novio que creyó que le iba a dar un derrame. Él entró bordando su papel de completo imbécil, pero es que el público no se quedó atrás recibiéndolo como si fuera la segunda encarnación de Dios en la Tierra. Que Nika entendía por qué podía resultar atractivo, porque tenía ojos en la cara, pero la psicosis colectiva ya le parecía excesiva.
El caso es que para sobrevivir al incesante cacareo de la entrevistadora, que no le quitaba los ojos de encima a Ryan, y al intenso escrutinio de las cámaras y el resto de espectadores, Nika decidió pensar en sus cosas hasta que le llegase la hora de intervenir. Y así pasó un rato de lo más tranquilo, abstraída del mundanal ruido.
«Aunque Sirius Black no hubiese muerto en el quinto libro, Harry habría tenido que seguir viviendo con los Dursley para que funcionase el hechizo de protección», pensaba. «Pero se merecían algo mejor que eso. Además, que no tenía sentido, lo de tener que volver todos los veranos. El hechizo funciona o no funciona, punto. No es una maldita suscripción a HBO.»
Un aplauso interrumpió sus pensamientos. Le llevó un momento darse cuenta de que la estaban mirando. Había llegado su momento de brillar, así que se levantó, sonrió de la manera más convincente posible y tomó la mano de Ryan para que la llevase hasta su sitio.
— Oh, ¡gracias, osito! — ronroneó. Se sentó a su lado y colocó las manos sobre el regazo. La presentadora habló sobre la cantidad de mujeres que desearían estar en su sitio, y Nika tuvo que morderse la lengua para tragarse el «y tú la primera, ¿eh?» que amenazaba con arruinar la entrevista. Claro que eso también habría podido ocurrir si a Ryan no se le hubiese ocurrido nada bueno que decir de ella cuando le preguntaron qué era lo que le gustaba de una completa desconocida. — Es el amor, que lo pone nervioso — le explicó a la presentadora —. En nuestra primera cita se dio de bruces contra una farola. Menos mal que no le quedó ninguna marca, ¿verdad, cariñín? — le tomó la mano y la apretó con todas sus fuerzas. — Es que es encantador, de verdad.
— Ay, ¡qué bonito! ¿Qué más podéis contarnos de esas primeras citas? Habéis mantenido vuestro romance en secreto durante mucho tiempo, ahora queremos saber los detalles. ¿Cómo empezasteis a salir?
— “Estupendo” no, Jerry — protestó la chica de la carpeta —. No puede salir así.
— ¿Perdona?
— Oh, venga ya, Nina — desechó su queja con un ademán —. No seas así. Nika está perfecta y, además, deseando salir, ¿no es cierto?
— Bueno, no es que…
— Pues venga, a plató, quete están esperando.
Nika dio por perdida la batalla contra el representante por decir nada que no estuviera en su guión particular y siguió sus indicaciones, no sin antes dirigir una mirada triunfal a la mujer de la carpeta.
— Bien, Nika, no sé si sabes cómo va esto — «Por supuesto… que no», pensaría ella —, pero creo que no está de más que repasemos el plan antes de salir ahí fuera. Ryan está en su camerino, esperando a que lo llamen. A ti te vamos a colocar entre el público y más o menos en diez minutos la presentadora te dará paso para que…
— ¿Voy a tener que oírle hablar durante diez minutos? ¿Y además fingir que me interesa? ¡¿Qué quieres, matarme?!
— Te dará paso para que termnéis la entrevista juntos. Os preguntará cómo os conocisteis, cuánto tiempo lleváis juntos, si vais en serio…
— ¿Y puedo contestar yo a eso? — preguntó con una sonrisilla que pretendía ser inocente.
— Lo mejor será que dejes hablar a Ryan, es a él a quien estarán dirigidas casi todas las preguntas.
— Pues vaya. ¿Y por qué no puedo estar en toda la entrevista? ¿Qué pasa, que mi encantador novio no quiere que le robe el protagonismo? — Nika interpretó el silencio de Jerry como un asentimiento. — Este tío tiene que tener su propia cara impresa en la cortina de ducha de su casa.
Como era de esperar, a Nika se le hizo insufrible la primera parte de la entrevista. Tuvo que esforzarse tanto en no rodar los ojos cuando vio aparecer a su estúpido novio que creyó que le iba a dar un derrame. Él entró bordando su papel de completo imbécil, pero es que el público no se quedó atrás recibiéndolo como si fuera la segunda encarnación de Dios en la Tierra. Que Nika entendía por qué podía resultar atractivo, porque tenía ojos en la cara, pero la psicosis colectiva ya le parecía excesiva.
El caso es que para sobrevivir al incesante cacareo de la entrevistadora, que no le quitaba los ojos de encima a Ryan, y al intenso escrutinio de las cámaras y el resto de espectadores, Nika decidió pensar en sus cosas hasta que le llegase la hora de intervenir. Y así pasó un rato de lo más tranquilo, abstraída del mundanal ruido.
«Aunque Sirius Black no hubiese muerto en el quinto libro, Harry habría tenido que seguir viviendo con los Dursley para que funcionase el hechizo de protección», pensaba. «Pero se merecían algo mejor que eso. Además, que no tenía sentido, lo de tener que volver todos los veranos. El hechizo funciona o no funciona, punto. No es una maldita suscripción a HBO.»
Un aplauso interrumpió sus pensamientos. Le llevó un momento darse cuenta de que la estaban mirando. Había llegado su momento de brillar, así que se levantó, sonrió de la manera más convincente posible y tomó la mano de Ryan para que la llevase hasta su sitio.
— Oh, ¡gracias, osito! — ronroneó. Se sentó a su lado y colocó las manos sobre el regazo. La presentadora habló sobre la cantidad de mujeres que desearían estar en su sitio, y Nika tuvo que morderse la lengua para tragarse el «y tú la primera, ¿eh?» que amenazaba con arruinar la entrevista. Claro que eso también habría podido ocurrir si a Ryan no se le hubiese ocurrido nada bueno que decir de ella cuando le preguntaron qué era lo que le gustaba de una completa desconocida. — Es el amor, que lo pone nervioso — le explicó a la presentadora —. En nuestra primera cita se dio de bruces contra una farola. Menos mal que no le quedó ninguna marca, ¿verdad, cariñín? — le tomó la mano y la apretó con todas sus fuerzas. — Es que es encantador, de verdad.
— Ay, ¡qué bonito! ¿Qué más podéis contarnos de esas primeras citas? Habéis mantenido vuestro romance en secreto durante mucho tiempo, ahora queremos saber los detalles. ¿Cómo empezasteis a salir?
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Osito.
Le acababa de llamar "OSITO" delante de todas sus fans.
Ryan se esforzó por sonreír y respirar, intentando entrar en ese estado zen donde te importa una mierda que una tía loca que se está haciendo pasar por tu novia por culpa de tu manager aún más loco pueda hundir tu imagen.
No funcionó del todo, pero sí algo.
Lo bastante para intentar reconducir la entrevista.
Y es que, de verdad, no la soportaba. Y era imposible encontrar algo bueno para describirla cuando todo lo que se le ocurría era un descalificativo. Pero tampoco hacía falta que lo arreglase de esa manera. No por lo de los nervios, sino por lo de la farola.
Se tuvo que esforzar mucho para reírse por lo bajo mientras ella le estrujaba la mano como si fuera una esponja.
- Sí, la de estupideces que se hacen por amor. -Añadió él, todo sarcasmo.
Y la presentadora entonces, recondujo un poco la entrevista para pedir los maravillosos e inexistentes detalles de su secretísima relación, tan secreta que ninguno de los dos se enteró hasta que estuvo en las revistas, mira tú por dónde. Gracias, Jerry.
- Bueno, pues... ¿por dónde empezar? -Empezó a intentar ganar tiempo.- Resulta que Nika es una de mis mayores fans -Cosa que al parecer, no.- y de algún modo conocía a la ex de Jerry, mi manager y uno de mis pilares. -Un traidor como pocos también.- No sé cómo lo consiguió pero apareció en uno de mis paseos por la ciudad cuando trataba de pasar desapercibido antes de un concierto y casi se desmaya. -Hubo algunas exclamaciones entre el público, casi todas mostrando comprensión con la reacción.- El caso es que, ya me conocéis, siempre estoy dispuesto a ayudar a mis fans, y traté de ser cercano con ella, así que hablamos cualquier otra cosa, que supiera que soy humano como cualquiera. Cuando se le pasó, estuvimos hablando más y descubrí a esta persona increíble que se sienta a mi lado. -Suspiro totalmente fingido y mirada de idiota enamorado.
- Pero claro, Nika es increíblemente tímida y me pidió que mantuviera a la prensa alejada, cosa que hemos conseguido durante este tiempo. Con citas íntimas en lugares más desconocidos o en casa, e incluso estuve aumentando mi imagen de tipo duro y esas cosas para despistar. -A ver si así se justificaba el bajón de popularidad y lo aprovechaban para remontar un poco más.- Pero es imposible escapar de vosotros, querida. -Añadió con un guiño hacia la presentadora.
Le acababa de llamar "OSITO" delante de todas sus fans.
Ryan se esforzó por sonreír y respirar, intentando entrar en ese estado zen donde te importa una mierda que una tía loca que se está haciendo pasar por tu novia por culpa de tu manager aún más loco pueda hundir tu imagen.
No funcionó del todo, pero sí algo.
Lo bastante para intentar reconducir la entrevista.
Y es que, de verdad, no la soportaba. Y era imposible encontrar algo bueno para describirla cuando todo lo que se le ocurría era un descalificativo. Pero tampoco hacía falta que lo arreglase de esa manera. No por lo de los nervios, sino por lo de la farola.
Se tuvo que esforzar mucho para reírse por lo bajo mientras ella le estrujaba la mano como si fuera una esponja.
- Sí, la de estupideces que se hacen por amor. -Añadió él, todo sarcasmo.
Y la presentadora entonces, recondujo un poco la entrevista para pedir los maravillosos e inexistentes detalles de su secretísima relación, tan secreta que ninguno de los dos se enteró hasta que estuvo en las revistas, mira tú por dónde. Gracias, Jerry.
- Bueno, pues... ¿por dónde empezar? -Empezó a intentar ganar tiempo.- Resulta que Nika es una de mis mayores fans -Cosa que al parecer, no.- y de algún modo conocía a la ex de Jerry, mi manager y uno de mis pilares. -Un traidor como pocos también.- No sé cómo lo consiguió pero apareció en uno de mis paseos por la ciudad cuando trataba de pasar desapercibido antes de un concierto y casi se desmaya. -Hubo algunas exclamaciones entre el público, casi todas mostrando comprensión con la reacción.- El caso es que, ya me conocéis, siempre estoy dispuesto a ayudar a mis fans, y traté de ser cercano con ella, así que hablamos cualquier otra cosa, que supiera que soy humano como cualquiera. Cuando se le pasó, estuvimos hablando más y descubrí a esta persona increíble que se sienta a mi lado. -Suspiro totalmente fingido y mirada de idiota enamorado.
- Pero claro, Nika es increíblemente tímida y me pidió que mantuviera a la prensa alejada, cosa que hemos conseguido durante este tiempo. Con citas íntimas en lugares más desconocidos o en casa, e incluso estuve aumentando mi imagen de tipo duro y esas cosas para despistar. -A ver si así se justificaba el bajón de popularidad y lo aprovechaban para remontar un poco más.- Pero es imposible escapar de vosotros, querida. -Añadió con un guiño hacia la presentadora.
Ryan — plató de TV — con Nika
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Nika tenía que reconocer algo, y eso era que a Ryan se le daba mejor disimular de lo que había pensado. Tenía una facilidad pasmosa para no parecer el completo imbécil que era cuando había una cámara delante. Era casi mágico. Fascinante. Digno de un documental narrado por Félix Rodríguez de la Fuente. Nika casi podía imaginarlo: «el espécimen busca la aprobación de la colonia para evitar que se lo coman vivo o, peor, que busquen un nuevo macho dominante al que admirar.»
Tan poco le interesaba la entrevista de la que ella misma formaba parte que su mente volvió a divagar. «Es como la orugrita de Los Simpsons», concluyó, mirándolo. «Si no le hacen caso constantemente, morirá.»
Aunque, bueno, morir iba a morir como siguiera inventándose chorradas como la que acababa de soltar. Nika aún sonreía, pero por dentro estaba pensando en qué haría cuando las cámaras se apagaran, y en si podría estrangular a su amado novio con alguno de los cables que había por allí.
La presentadora recibió con una risita tonta la galantería de Ryan y Nika tuvo que hacer un esfuerzo digno de Hércules enfrentándose a los doce trabajos para que la cara no se le desfigurase en una mueca de asco.
— ¿Y tú, Nika? ¿Qué puedes contarnos sobre esto? ¿Ha cambiado mucho tu opinión de Ryan ahora que estáis saliendo?
— Oh, claro que sí. Es que me sorprendí cuando lo vi por primera vez, ¿sabes? No sabía que era tan bajito. Bueno, sí lo sabía, pero una cosa es ver el dato en www.cuantomide.es y otra ver que... bueno, ya me entiendes, ¿no? — alguien en el público rio. — En fin, que fue una cosa un poco rara por la impresión del momento, pero vamos, que ya te digo que es humano, y que la película favorita de este "tipo duro" es Mamma Mia! Here We Go Again. Te puedo asegurar que en cierta secuencia que no revelaré por si alguno de nuestros espectadores no la ha visto todavía había alguien llorando a mares, y no era yo precisamente.
Oooooooooooooh.
— Encantador, sencillamente encantador.
— Sí que lo es, sí — lo miró y batió en su dirección las pestañas —. ¿Queréis que os diga cómo me pidió salir? — un clamor inicial dejó paso a un silencio expectante.
— ¿Con una canción? ¿Una balada?
— No, no. No soporto cómo canta en la ducha, iba a soportar que se me declarase así... No, qué va. Me había dicho que se volvía a California, y yo estaba en mi apartamento, deprimida porque no iba a volver a verlo nunca jamás en la vida. Estaba viendo una película y no quería saber nada del mundo, así que no estaba mirando el móvil y... — dio un creíble suspiro de amor y volvió la vista a Ryan. — ¿Qué pasó entonces, osito? Venga, cuéntaselo tú. Sé que te encanta esta historia — le gustaba verlo estrujarse el cerebro para buscar una respuesta que no tenía —. Va, venga, te ayudo. Mira, estaba tirada en el sofá, y empecé a oír "pim", "pim, "pim" en la ventana. Pensé que estaba lloviendo, pero no. Resulta que era Ryan tirando piedras a mi ventana — el público estalló en comentarios, murmullos y aplausos —. Sí, sí, pero dejadme acabar. A ver, vivo en Toronto, y por allí no hay demasiadas piedritas por la calle. Así que a Ryan se le ocurrió lanzarme lo que tenía más a mano: su reloj. Me hizo una raja en el cristal que seguramente me descuenten de la fianza, pero bueno, ¿qué más da? El caso es que lo encontré allí, bajo mi ventana... ¿y qué fue lo que me dijiste entonces, pichoncito?
Tan poco le interesaba la entrevista de la que ella misma formaba parte que su mente volvió a divagar. «Es como la orugrita de Los Simpsons», concluyó, mirándolo. «Si no le hacen caso constantemente, morirá.»
Aunque, bueno, morir iba a morir como siguiera inventándose chorradas como la que acababa de soltar. Nika aún sonreía, pero por dentro estaba pensando en qué haría cuando las cámaras se apagaran, y en si podría estrangular a su amado novio con alguno de los cables que había por allí.
La presentadora recibió con una risita tonta la galantería de Ryan y Nika tuvo que hacer un esfuerzo digno de Hércules enfrentándose a los doce trabajos para que la cara no se le desfigurase en una mueca de asco.
— ¿Y tú, Nika? ¿Qué puedes contarnos sobre esto? ¿Ha cambiado mucho tu opinión de Ryan ahora que estáis saliendo?
— Oh, claro que sí. Es que me sorprendí cuando lo vi por primera vez, ¿sabes? No sabía que era tan bajito. Bueno, sí lo sabía, pero una cosa es ver el dato en www.cuantomide.es y otra ver que... bueno, ya me entiendes, ¿no? — alguien en el público rio. — En fin, que fue una cosa un poco rara por la impresión del momento, pero vamos, que ya te digo que es humano, y que la película favorita de este "tipo duro" es Mamma Mia! Here We Go Again. Te puedo asegurar que en cierta secuencia que no revelaré por si alguno de nuestros espectadores no la ha visto todavía había alguien llorando a mares, y no era yo precisamente.
Oooooooooooooh.
— Encantador, sencillamente encantador.
— Sí que lo es, sí — lo miró y batió en su dirección las pestañas —. ¿Queréis que os diga cómo me pidió salir? — un clamor inicial dejó paso a un silencio expectante.
— ¿Con una canción? ¿Una balada?
— No, no. No soporto cómo canta en la ducha, iba a soportar que se me declarase así... No, qué va. Me había dicho que se volvía a California, y yo estaba en mi apartamento, deprimida porque no iba a volver a verlo nunca jamás en la vida. Estaba viendo una película y no quería saber nada del mundo, así que no estaba mirando el móvil y... — dio un creíble suspiro de amor y volvió la vista a Ryan. — ¿Qué pasó entonces, osito? Venga, cuéntaselo tú. Sé que te encanta esta historia — le gustaba verlo estrujarse el cerebro para buscar una respuesta que no tenía —. Va, venga, te ayudo. Mira, estaba tirada en el sofá, y empecé a oír "pim", "pim, "pim" en la ventana. Pensé que estaba lloviendo, pero no. Resulta que era Ryan tirando piedras a mi ventana — el público estalló en comentarios, murmullos y aplausos —. Sí, sí, pero dejadme acabar. A ver, vivo en Toronto, y por allí no hay demasiadas piedritas por la calle. Así que a Ryan se le ocurrió lanzarme lo que tenía más a mano: su reloj. Me hizo una raja en el cristal que seguramente me descuenten de la fianza, pero bueno, ¿qué más da? El caso es que lo encontré allí, bajo mi ventana... ¿y qué fue lo que me dijiste entonces, pichoncito?
Nika — plató de TV — con Ryan
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Ryan se removió en su asiento cuando la presentadora dirigió sus preguntas a Nika. Se suponía que Jerry se había encargado de que sería él quien respondiera para que aquella tía no metiera la pata diciendo cualquier estupidez que le perjudicase.
Y ya se estaba columpiando más de la cuenta.
El comentario sobre su estatura le hizo fruncir el ceño. No, en serio, ¿a qué venía eso?- Soy más alto que tú. -Murmuró, dándole igual que le escuchasen o no. Era más alto que la media y cualquiera podía verlo.
Aunque fue aún peor lo que vino después, aquella escena que dejó montada en la mente de todo el que estuviera escuchándola, sobre su gusto por la secuela de Mamma Mia y llorando en una escena.
Aquello iba empeorando por momento, y Ryan buscaba a Jerry por allí para fulminarle con la mirada aunque fuera si no encontraba una forma de reencauzar aquella mierda de entrevista y a la loca que había metido en su vida. Su manager iba a morir muy pronto, de eso no cabía duda. Porque ya puestos a hundir su carrera, podía hacerlo yendo a la cárcel por homicidio.
Y es que Nika seguía a lo suyo, inventando otra fantasía que a saber de dónde se sacaba porque joder, había que ser retorcida. Y encima decía ahí, delante de todos, que no le gustaba cómo cantaba. Se iba a enterar.
- ¿Estás segura de que quieres que lo sepan? -Preguntó, más por ganar tiempo que por otra cosa.
Y al principio casi se sorprendió al escucharla, no estaba tan mal... hasta lo del reloj.
- Bueno, cuando abrió la ventana por fin, apareció toda despeinada, sin maquillar, con ese pijama de ositos de felpa tan adorable. -Empezó a decir.- Yo lo tenía todo preparado, Nika es una romántica y le encanta la película Say Anything... solo que subí un poco el nivel. Llamé a unos amigos y con la pequeña banda empezamos a cantar allí en la calle. "One of us" de Abba, que también forma parte de la banda sonora de Mamma Mia 2. -Había sido muy presuntuosa al asumir que ni siquiera la había visto. Y estaba de lo más equivocada.- Se puso a llorar de la emoción y casi parecía que le fuera a dar un ataque, así que dejé a la improvisada banda y subí corriendo hasta su piso para darle un abrazo y demostrar que estaba allí de verdad y no era un sueño, como ella misma dijo. -Las fans presentes estaban ya suspirando con el gesto que había tenido que arreglar lo mejor posible.- ¿Qué puedo decir? Soy un romántico cuando se trata de Nika. -Añadió, dando unas palmaditas a su mano antes de cogerla.
- Oh, es una historia preciosa. ¿Qué os parece si pedimos a Ryan que nos cante algo de su nuevo disco al terminar la entrevista? ¿O quizá esa versión tan maravillosa que debió ser? Si nos das tu permiso para escucharla, Nika, por supuesto.
Y ya se estaba columpiando más de la cuenta.
El comentario sobre su estatura le hizo fruncir el ceño. No, en serio, ¿a qué venía eso?- Soy más alto que tú. -Murmuró, dándole igual que le escuchasen o no. Era más alto que la media y cualquiera podía verlo.
Aunque fue aún peor lo que vino después, aquella escena que dejó montada en la mente de todo el que estuviera escuchándola, sobre su gusto por la secuela de Mamma Mia y llorando en una escena.
Aquello iba empeorando por momento, y Ryan buscaba a Jerry por allí para fulminarle con la mirada aunque fuera si no encontraba una forma de reencauzar aquella mierda de entrevista y a la loca que había metido en su vida. Su manager iba a morir muy pronto, de eso no cabía duda. Porque ya puestos a hundir su carrera, podía hacerlo yendo a la cárcel por homicidio.
Y es que Nika seguía a lo suyo, inventando otra fantasía que a saber de dónde se sacaba porque joder, había que ser retorcida. Y encima decía ahí, delante de todos, que no le gustaba cómo cantaba. Se iba a enterar.
- ¿Estás segura de que quieres que lo sepan? -Preguntó, más por ganar tiempo que por otra cosa.
Y al principio casi se sorprendió al escucharla, no estaba tan mal... hasta lo del reloj.
- Bueno, cuando abrió la ventana por fin, apareció toda despeinada, sin maquillar, con ese pijama de ositos de felpa tan adorable. -Empezó a decir.- Yo lo tenía todo preparado, Nika es una romántica y le encanta la película Say Anything... solo que subí un poco el nivel. Llamé a unos amigos y con la pequeña banda empezamos a cantar allí en la calle. "One of us" de Abba, que también forma parte de la banda sonora de Mamma Mia 2. -Había sido muy presuntuosa al asumir que ni siquiera la había visto. Y estaba de lo más equivocada.- Se puso a llorar de la emoción y casi parecía que le fuera a dar un ataque, así que dejé a la improvisada banda y subí corriendo hasta su piso para darle un abrazo y demostrar que estaba allí de verdad y no era un sueño, como ella misma dijo. -Las fans presentes estaban ya suspirando con el gesto que había tenido que arreglar lo mejor posible.- ¿Qué puedo decir? Soy un romántico cuando se trata de Nika. -Añadió, dando unas palmaditas a su mano antes de cogerla.
- Oh, es una historia preciosa. ¿Qué os parece si pedimos a Ryan que nos cante algo de su nuevo disco al terminar la entrevista? ¿O quizá esa versión tan maravillosa que debió ser? Si nos das tu permiso para escucharla, Nika, por supuesto.
Ryan — plató de TV — con Nika
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Contra todo pronóstico, Ryan Reese no solo cumplió con las expectativas que Nika Sheridan había creado sobre el nacimiento de su romance, sino que las superó con creces al terminar de inventarse una historia tan cursi y absurda que era del todo imposible que fuese cierta. Nadie en su sano juicio se creería tal invención, pero como nadie en su sano juicio seguiría a un tipo tan estúpido como Ryan, la farsa se mantuvo intacta.
La entrevista terminó sin mayor problema, salvo, claro, el hecho de tener que aguantar al imbécil de Reese cantando, rasgando la voz para arrancarle suspiros al público y echando miraditas a diestro y siniestro para rascar más ventas de su próximo disco. El caso es que quitando eso, Nika estaba bastante satisfecha consigo misma por haber sobrevivido a la situación más surrealista a la que se había enfrentado en toda su vida. Se despidió de las cámaras y de la fama que no quería con una sonrisa radiante que bien habrían podido interpretar como una felicidad que solo Nika sabía que Ryan Reese jamás le podría dar.
— Bueno, pues eso ha sido todo, ¿no? — ni siquiera esperó a llegar a los camerinos para preguntarlo, estaba deseando librarse de su papel. — Ya he cumplido con mi parte del trato, así que, si no os importa… — carraspeó y miró a Ryan por la que estaba convencida de que sería la última vez. — No ha sido un placer ser tu novia, Ryan, pero oye, que espero que te vaya todo genial y que vendas un montón de discos — «A ver si así no me molestas más», pensó —. Y también espero no volver a verte nunca, para qué nos vamos a engañar. En fin, ¡que adiós! No me vuelvas a llamar y bla, bla, bla.
La entrevista terminó sin mayor problema, salvo, claro, el hecho de tener que aguantar al imbécil de Reese cantando, rasgando la voz para arrancarle suspiros al público y echando miraditas a diestro y siniestro para rascar más ventas de su próximo disco. El caso es que quitando eso, Nika estaba bastante satisfecha consigo misma por haber sobrevivido a la situación más surrealista a la que se había enfrentado en toda su vida. Se despidió de las cámaras y de la fama que no quería con una sonrisa radiante que bien habrían podido interpretar como una felicidad que solo Nika sabía que Ryan Reese jamás le podría dar.
— Bueno, pues eso ha sido todo, ¿no? — ni siquiera esperó a llegar a los camerinos para preguntarlo, estaba deseando librarse de su papel. — Ya he cumplido con mi parte del trato, así que, si no os importa… — carraspeó y miró a Ryan por la que estaba convencida de que sería la última vez. — No ha sido un placer ser tu novia, Ryan, pero oye, que espero que te vaya todo genial y que vendas un montón de discos — «A ver si así no me molestas más», pensó —. Y también espero no volver a verte nunca, para qué nos vamos a engañar. En fin, ¡que adiós! No me vuelvas a llamar y bla, bla, bla.
Nika — plató de TV — con Ryan
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Bien, de acuerdo, había conseguido encauzarlo todo.
Ahora solo era un idiota romanticón dispuesto a todo por el amor de la chica que le había conquistado. Que, en cierta medida, era lo que Jerry había querido vender con aquella historia de la Cenicienta de saldo que le había montado. Y a juzgar por cómo las chicas del público y la presentadora le miraban, como si fueran terneritos, estaba funcionando de forma preocupante.
Una actuación magistral como colofón final. De su tema, obviamente, no de Abba, no tenía ganas de meterse en el mundo de los musicales todavía, gracias.
Aplausos, saludos, algunos regalos de merchan para las maravillosas chicas del público y fin de la entrevista y de aquel jodido infierno.
Estaba deseando llegar a un lugar privado para despedirse de una vez y para siempre de Nika.
Lo que no esperaba es que ella se le adelantase, y tuvo que admitir que le fastidió mucho que lo hiciera. Y que le dijera esas cosas. Pero, en serio, ¿qué problema tenía aquella tía en la cabeza? Es que ya le parecía grave que le hablase de esa forma.
Fue Jerry el que la despidió, él solo se quedó mirando en su dirección, mordiéndose el carrillo mientras maquinaba algo.- Esto no va a quedar así. -Masculló.- Jerry, ¿cómo tenemos la agenda para el mes que viene? -Preguntó a su manager mientras entraba a su camerino.
Pensaba fastidiar a esa tipa como fuera posible.
Ahora solo era un idiota romanticón dispuesto a todo por el amor de la chica que le había conquistado. Que, en cierta medida, era lo que Jerry había querido vender con aquella historia de la Cenicienta de saldo que le había montado. Y a juzgar por cómo las chicas del público y la presentadora le miraban, como si fueran terneritos, estaba funcionando de forma preocupante.
Una actuación magistral como colofón final. De su tema, obviamente, no de Abba, no tenía ganas de meterse en el mundo de los musicales todavía, gracias.
Aplausos, saludos, algunos regalos de merchan para las maravillosas chicas del público y fin de la entrevista y de aquel jodido infierno.
Estaba deseando llegar a un lugar privado para despedirse de una vez y para siempre de Nika.
Lo que no esperaba es que ella se le adelantase, y tuvo que admitir que le fastidió mucho que lo hiciera. Y que le dijera esas cosas. Pero, en serio, ¿qué problema tenía aquella tía en la cabeza? Es que ya le parecía grave que le hablase de esa forma.
Fue Jerry el que la despidió, él solo se quedó mirando en su dirección, mordiéndose el carrillo mientras maquinaba algo.- Esto no va a quedar así. -Masculló.- Jerry, ¿cómo tenemos la agenda para el mes que viene? -Preguntó a su manager mientras entraba a su camerino.
Pensaba fastidiar a esa tipa como fuera posible.
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Es cierto eso de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Nika lo había comprobado tras volver a su antaño odiado anonimato. Después de haber sobrevivido a la semana más estrambótica de su vida y habiéndose encerrado en su apartamento preventivamente mientras los periodistas que había apostados en su portal encontraban algo mejor hacia lo que enfocar sus cámaras, podía decir que había recuperado su vida, aunque el motivo de su tan absurdo como efímero estrellato siguiera siendo un misterio.
Al cabo de un tiempo indeterminado y muchas películas para pasar el rato, Nika recibió la mejor de las noticias: ya no había un séquito de fotógrafos esperando su aparición en la puerta de casa. Por fin se habían cansado de perder el tiempo bajo la nieve de Toronto. Alex se lo dijo por teléfono, advirtiéndole de paso de que ya que podía volver a salir de casa, sería la última vez que le hacía la compra.
— Que sííííííí — replicó ella —. No estropees el momento, ¿quieres?
— Sabes que me debes una, ¿eh? Y de las grandes.
— Oh, claro que lo sé, y tú no me dejarás olvidarlo.
Alex se rio y colgó el teléfono para evitar que se le colase una fingida despistada anciana en la cola del hipermercado. Nika se levantó del sofá, se estiró dentro de su mullido pijama de Hufflepuff y se asomó a las ventanas del apartamento. La calle estaba despejada, brillaba la nieve recién caída, el mundo le sonreía y la vida volvía a ser maravillosa. Hasta se permitió hacer un pequeño baile de la victoria ahora que nadie la miraba.
Al otro lado de la calle había un edificio de viviendas con unos ventanales dignos de los mejores números de Vogue o de cualquier revista en la que se mostrasen los apartamentos más chic de las celebrities. El piso que quedaba justo delante del de Nika llevaba unos meses vacío, de vez en cuando aparecía algún agente inmobiliario por la zona y ella lo saludaba a él y a los inquilinos desde su sofá, cosa que por alguna razón parecía espantarlos.
El caso es que se fijó en que había muebles nuevos y, de hecho, alguien rondaba por el salón. Alguien que tendría que tener mucho dinero para calefacción, porque si su astigmatismo no fallaba, estaba paseándose medio en pelotas por la casa. Su nuevo vecino de enfrente no solo no se espantó al verla con su veterano pijama, sino que levantó una mano para saludarla.
— Oh, no — el baile de la victoria concluyó y Nika sintió como toda la felicidad del mundo se había ido por el desagüe —. No, no, no, no, no.
Al cabo de un tiempo indeterminado y muchas películas para pasar el rato, Nika recibió la mejor de las noticias: ya no había un séquito de fotógrafos esperando su aparición en la puerta de casa. Por fin se habían cansado de perder el tiempo bajo la nieve de Toronto. Alex se lo dijo por teléfono, advirtiéndole de paso de que ya que podía volver a salir de casa, sería la última vez que le hacía la compra.
— Que sííííííí — replicó ella —. No estropees el momento, ¿quieres?
— Sabes que me debes una, ¿eh? Y de las grandes.
— Oh, claro que lo sé, y tú no me dejarás olvidarlo.
Alex se rio y colgó el teléfono para evitar que se le colase una fingida despistada anciana en la cola del hipermercado. Nika se levantó del sofá, se estiró dentro de su mullido pijama de Hufflepuff y se asomó a las ventanas del apartamento. La calle estaba despejada, brillaba la nieve recién caída, el mundo le sonreía y la vida volvía a ser maravillosa. Hasta se permitió hacer un pequeño baile de la victoria ahora que nadie la miraba.
Al otro lado de la calle había un edificio de viviendas con unos ventanales dignos de los mejores números de Vogue o de cualquier revista en la que se mostrasen los apartamentos más chic de las celebrities. El piso que quedaba justo delante del de Nika llevaba unos meses vacío, de vez en cuando aparecía algún agente inmobiliario por la zona y ella lo saludaba a él y a los inquilinos desde su sofá, cosa que por alguna razón parecía espantarlos.
El caso es que se fijó en que había muebles nuevos y, de hecho, alguien rondaba por el salón. Alguien que tendría que tener mucho dinero para calefacción, porque si su astigmatismo no fallaba, estaba paseándose medio en pelotas por la casa. Su nuevo vecino de enfrente no solo no se espantó al verla con su veterano pijama, sino que levantó una mano para saludarla.
— Oh, no — el baile de la victoria concluyó y Nika sintió como toda la felicidad del mundo se había ido por el desagüe —. No, no, no, no, no.
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¿Había trastocado todos sus planes para los próximos meses? Probablemente.
¿Iba a darle a esa tía una lección? Sí.
¿Hacía un frío del carajo en la jodido Toronto? También.
Y es que claro, si te compras un piso justo en frente de la chica a la que quieres impresionar, aunque solo sea para tragarse sus palabras. No puedes ir con un pijama de felpa calentito y una bata guateada. Claro que no. Uno tiene que ir como un modelo preparado para una sesión de fotos de estar por casa. Es decir, descalzo, sin camiseta, pelo como recién salido de la ducha... y un pantalón de pijama elegante.
Aunque estuvieras a punto de cogerte una pulmonía por estar andando todo el día con esas pintas hasta que por fin llegase el momento.
Solo que antes de que llegase, le había dado tiempo a ver a Nika más de lo que seguramente ella quisiera que la viera nadie. Con ese pijama que había visto mejores años, repantingada en el sofá, devorando todo tipo de cosas nada saludables.
Pero nada superaba aquel bailecito absurdo que estaba haciendo después de haber recibido aquella llamada de teléfono.
Se dio cuenta entonces de que al pararse estaba mirando hacia allí, así que con todo el disimulo posible, se volvió a la cocina de isla que también daba a las ventanas para prepararse el desayuno con toda la clase posible. Si es que hasta él podía darle clase a untar un par de tostadas con queso.
Solo cuando estuvo seguro de que le estaba mirando ¡por fin! se acercó un poco más al cristal, tostada en mano porque tenía que parecer algo que le tomaba por sorpresa, y saludó con la mano y una encantadora sonrisa.
Echó mano de su teléfono y rebuscó en la guía para poder llamarla, esperando que lo cogiera. Jerry había conseguido su número la semana anterior, solo que él no le había dado la más mínima importancia hasta ahora.- Hola, Nika. -Saludó cuando por fin descolgó.- Quería asegurarme de que te dejaban en paz. -Si es que era un encanto.
¿Iba a darle a esa tía una lección? Sí.
¿Hacía un frío del carajo en la jodido Toronto? También.
Y es que claro, si te compras un piso justo en frente de la chica a la que quieres impresionar, aunque solo sea para tragarse sus palabras. No puedes ir con un pijama de felpa calentito y una bata guateada. Claro que no. Uno tiene que ir como un modelo preparado para una sesión de fotos de estar por casa. Es decir, descalzo, sin camiseta, pelo como recién salido de la ducha... y un pantalón de pijama elegante.
Aunque estuvieras a punto de cogerte una pulmonía por estar andando todo el día con esas pintas hasta que por fin llegase el momento.
Solo que antes de que llegase, le había dado tiempo a ver a Nika más de lo que seguramente ella quisiera que la viera nadie. Con ese pijama que había visto mejores años, repantingada en el sofá, devorando todo tipo de cosas nada saludables.
Pero nada superaba aquel bailecito absurdo que estaba haciendo después de haber recibido aquella llamada de teléfono.
Se dio cuenta entonces de que al pararse estaba mirando hacia allí, así que con todo el disimulo posible, se volvió a la cocina de isla que también daba a las ventanas para prepararse el desayuno con toda la clase posible. Si es que hasta él podía darle clase a untar un par de tostadas con queso.
Solo cuando estuvo seguro de que le estaba mirando ¡por fin! se acercó un poco más al cristal, tostada en mano porque tenía que parecer algo que le tomaba por sorpresa, y saludó con la mano y una encantadora sonrisa.
Echó mano de su teléfono y rebuscó en la guía para poder llamarla, esperando que lo cogiera. Jerry había conseguido su número la semana anterior, solo que él no le había dado la más mínima importancia hasta ahora.- Hola, Nika. -Saludó cuando por fin descolgó.- Quería asegurarme de que te dejaban en paz. -Si es que era un encanto.
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¿Qué estaba haciendo allí Ryan Reese? ¿Por qué no podía haberse quedado en la costa californiana, tostándose bajo un sol abrasador, rodeado de turistas, cócteles y glamur estadounidense? ¿Por qué estaba empeñado el universo en despojarla de sus escasos y modestos momentos de felicidad?
— ¿¡Por qué, Dios mío, por qué!? — exclamó, apartándose de la ventana mientras él la observaba desde su apartamento. — ¿Por qué, por qué, por qué? — Trató de hacer memoria para recordar los terribles crímenes que debía de haber cometido en otras vidas para explicar las dos semanas que estaba teniendo, pero no encontró nada en sus recuerdos con lo que justificarlo. Ni ejecuciones sumarias, ni torturas, ni nada. Lo peor que había hecho Nika en su vida era quedarse con un libro que se olvidó de devolver a la biblioteca en su día. — Esto no puede estar pasando. Si cierro los ojos y me concentro lo suficiente…
Nunca sabría qué habría pasado entonces, porque el estridente tono del teléfono la sacó de situación. Ni siquiera recordaba tener la línea fija operativa en el apartamento. No tenía mucho sentido, dado que nadie la llamaba, pero tampoco había tenido ganas de pelear con los operadores de la compañía para lograr que extinguiesen su contrato, así que le tocaba lidiar con las consecuencias. Fue hacia la mesa auxiliar en la que sonaba el teléfono y de camino se golpeó el meñique con una pata del sofá. Aulló de dolor y cayó sobre los cojines con un efecto dramático digno de telenovela. Descolgó el teléfono agarrando el auricular imaginándose que era el pescuezo de Ryan.
— ¡Déjate de gilipolleces! ¡¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?! — rugió. — El único que tiene que dejarme en paz eres tú. ¿No se supone que hemos roto? Entonces, ¿qué haces viviendo en el edificio de enfrente? ¿Ninguna de las cientos de miles de viviendas vacías que habrá entre Estados Unidos y Canadá te servía? ¿Tenías que mudarte a esta, precisamente? ¿¡De qué vas!? — Se sentó en el sofá y desde allí podía ver a su nuevo vecino charlando con ella. — Te voy a matar. Te lo digo en serio. Tienes los días contados, Ryan, vete haciendo a la idea.
— ¿¡Por qué, Dios mío, por qué!? — exclamó, apartándose de la ventana mientras él la observaba desde su apartamento. — ¿Por qué, por qué, por qué? — Trató de hacer memoria para recordar los terribles crímenes que debía de haber cometido en otras vidas para explicar las dos semanas que estaba teniendo, pero no encontró nada en sus recuerdos con lo que justificarlo. Ni ejecuciones sumarias, ni torturas, ni nada. Lo peor que había hecho Nika en su vida era quedarse con un libro que se olvidó de devolver a la biblioteca en su día. — Esto no puede estar pasando. Si cierro los ojos y me concentro lo suficiente…
Nunca sabría qué habría pasado entonces, porque el estridente tono del teléfono la sacó de situación. Ni siquiera recordaba tener la línea fija operativa en el apartamento. No tenía mucho sentido, dado que nadie la llamaba, pero tampoco había tenido ganas de pelear con los operadores de la compañía para lograr que extinguiesen su contrato, así que le tocaba lidiar con las consecuencias. Fue hacia la mesa auxiliar en la que sonaba el teléfono y de camino se golpeó el meñique con una pata del sofá. Aulló de dolor y cayó sobre los cojines con un efecto dramático digno de telenovela. Descolgó el teléfono agarrando el auricular imaginándose que era el pescuezo de Ryan.
— ¡Déjate de gilipolleces! ¡¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?! — rugió. — El único que tiene que dejarme en paz eres tú. ¿No se supone que hemos roto? Entonces, ¿qué haces viviendo en el edificio de enfrente? ¿Ninguna de las cientos de miles de viviendas vacías que habrá entre Estados Unidos y Canadá te servía? ¿Tenías que mudarte a esta, precisamente? ¿¡De qué vas!? — Se sentó en el sofá y desde allí podía ver a su nuevo vecino charlando con ella. — Te voy a matar. Te lo digo en serio. Tienes los días contados, Ryan, vete haciendo a la idea.
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Amenazas de muerte por la mañana, ¿qué mejor forma de empezar el día? ¿Es que esta tía no había oído hablar del yoga o el taichí? Tenía que aprender a relajarse.
Pero la dejó despotricar mientras tomaba asiento en uno de sus magníficos taburetes, mirando hacia la ventana, porque ya que podía, le hablaba a la cara. Aunque hubiese una calle en medio.
- Te lo he dicho, quería ver si te dejaban en paz o había que intervenir. -Le repitió con tono paciente, o quizá condescendiente, apenas notaba la diferencia.- Y no te preocupes, creen que estoy en un retiro en Bali o un sitio así, de relax. No van a venir a buscarme aquí. -Jerry había atado todos los cabos posibles para no tener que preocuparse por él, al menos unos días, y dedicarse a sus otros representados.
Se acomodó un poco en su asiento.- Solo es algo temporal. Y mientras esté aquí tendrás un vecino al que pedirle sal que ya sabes que no es un psicópata. -Comentó. Porque siempre le había puesto nervioso eso de llamar a una casa vecina, uno nunca sabía lo que pasaba al otro lado de la puerta y a veces se escuchaban ruidos extraños.
Pero la dejó despotricar mientras tomaba asiento en uno de sus magníficos taburetes, mirando hacia la ventana, porque ya que podía, le hablaba a la cara. Aunque hubiese una calle en medio.
- Te lo he dicho, quería ver si te dejaban en paz o había que intervenir. -Le repitió con tono paciente, o quizá condescendiente, apenas notaba la diferencia.- Y no te preocupes, creen que estoy en un retiro en Bali o un sitio así, de relax. No van a venir a buscarme aquí. -Jerry había atado todos los cabos posibles para no tener que preocuparse por él, al menos unos días, y dedicarse a sus otros representados.
Se acomodó un poco en su asiento.- Solo es algo temporal. Y mientras esté aquí tendrás un vecino al que pedirle sal que ya sabes que no es un psicópata. -Comentó. Porque siempre le había puesto nervioso eso de llamar a una casa vecina, uno nunca sabía lo que pasaba al otro lado de la puerta y a veces se escuchaban ruidos extraños.
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Nika estaba tan enfadada que habrían podido saltarle chispas de los ojos. Cerrar muy fuerte los ojos y fingir que Ryan había desaparecido no había funcionado, así que tampoco lo haría mirarlo muy mal con la esperanza de que le cayera un rayo jupiterino que lo partiera por la mitad, aunque una parte de Nika se atrevía a tener esperanza en conseguirlo. Por suerte para el resto de la humanidad y desgracia para ella, no tenía poderes mentales.
— Vale, ¿y pretendes que me lo crea? ¿Que te importo lo suficiente para dejar tu flamaaaante carrera de estrella de lo que quiera que sea que toques, que ni lo sé ni me interesa, para asegurarte de que me dejan tranquila cuando tú has sido quien me ha quitado mi precioso estatus de Doña Nadie? Venga ya, tío, no me tomes por idiota — escupió. En ese momento se dio cuenta de que lo había estado mirando con fijeza e irremediablemente descendió su vista al abdomen de Ryan, cuyo recuerdo la perseguiría en sueños por más que ella no quisiera —. ¿Quieres hacer el favor de vestirte? Joder, así es imposible hablar contigo. Estamos en Toronto. Hace frío. Guárdate tu… — logró contener sus palabras antes de pronunciarlas, tal vez porque la desnudez de su nuevo vecino ralentizaba sus procesos mentales más de lo que habría querido admitir. — Guárdatelo para las revistas, ¿vale? Vale.
Se apartó del ventanal para mirar a un punto fijo de su apartamento. La nevera, ¿por qué no? Tenía dos imanes que le había traído Alex. Los había puesto por no hacerle el feo, pero en ese momento había decidido que eran las piezas artísticas más interesantes del mundo mundial. Nika resopló y se pasó una mano por la cara.
— ¿Por qué tienes que hacerlo todo tan difícil, Ryan?
— Vale, ¿y pretendes que me lo crea? ¿Que te importo lo suficiente para dejar tu flamaaaante carrera de estrella de lo que quiera que sea que toques, que ni lo sé ni me interesa, para asegurarte de que me dejan tranquila cuando tú has sido quien me ha quitado mi precioso estatus de Doña Nadie? Venga ya, tío, no me tomes por idiota — escupió. En ese momento se dio cuenta de que lo había estado mirando con fijeza e irremediablemente descendió su vista al abdomen de Ryan, cuyo recuerdo la perseguiría en sueños por más que ella no quisiera —. ¿Quieres hacer el favor de vestirte? Joder, así es imposible hablar contigo. Estamos en Toronto. Hace frío. Guárdate tu… — logró contener sus palabras antes de pronunciarlas, tal vez porque la desnudez de su nuevo vecino ralentizaba sus procesos mentales más de lo que habría querido admitir. — Guárdatelo para las revistas, ¿vale? Vale.
Se apartó del ventanal para mirar a un punto fijo de su apartamento. La nevera, ¿por qué no? Tenía dos imanes que le había traído Alex. Los había puesto por no hacerle el feo, pero en ese momento había decidido que eran las piezas artísticas más interesantes del mundo mundial. Nika resopló y se pasó una mano por la cara.
— ¿Por qué tienes que hacerlo todo tan difícil, Ryan?
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