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Sáb 19 Jun 2021 - 21:05 por Mahariel
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FIRE BURNS BRIGHTER IN THE DARKNESS
INSPIRED — Books — 1x1
El Capitolio continúa celebrando Los Juegos del Hambre año tras año. Así demuestra a los distritos que, lo quieran o no, forman parte de una misma nación, Panem, y que, por tanto, han de someterse a los deseos de aquellos a quienes sirven. Por ello con cada cosecha se envía a una pareja de jóvenes a una muerte casi segura, que aquellos que tienen la fortuna de vivir en el corazón de la nación y no en cualquiera de los distritos esperan como el mejor entretenimiento que pueda ofrecerles su gobierno.
Desde el Capitolio se observa a los tributos como protagonistas de una narrativa en la que el sacrificio, el esfuerzo y el orgullo por representar a sus respectivos distritos cristaliza en el alzamiento de los vencedores a la categoría de héroes, que, en recompensa por haber logrado sobrevivir al resto de sus competidores, reciben la comodidad de un hogar y un sueldo con el que de otra forma solo podrían soñar.
Sin embargo, aquellos que regresan de la arena, no lo hacen solos. Los acompañan los fantasmas de los tributos que jamás volvieron a sus casas. Ander Whitewood no solo perdió a su compañera de distrito en la sexagésima edición de los Juegos del Hambre. Aquel día, en el primer baño de sangre que manchó la tierra, Ander perdió a una amiga, y, con ella, a una parte de sí mismo.
Fingió ante las cámaras del Capitolio un agradecimiento que no sentía por todo aquello que le fue ofrecido, pensando que, si mantenía al público contento, podría ayudar a la familia de Kat a salir adelante sin ella. Si compartía con sus hermanas los recursos que ahora le sobraban, no tendrían que intercambiar teselas por alimentos, y sus nombres quedarían bien escondidos de las manos del Capitolio.
Sin embargo, el destino es tan caprichoso como mezquino, y a Ander no le quedó más remedio que contemplar cómo Erika Greer era la elegida para representar a su distrito en la arena.
∞Desde el Capitolio se observa a los tributos como protagonistas de una narrativa en la que el sacrificio, el esfuerzo y el orgullo por representar a sus respectivos distritos cristaliza en el alzamiento de los vencedores a la categoría de héroes, que, en recompensa por haber logrado sobrevivir al resto de sus competidores, reciben la comodidad de un hogar y un sueldo con el que de otra forma solo podrían soñar.
Sin embargo, aquellos que regresan de la arena, no lo hacen solos. Los acompañan los fantasmas de los tributos que jamás volvieron a sus casas. Ander Whitewood no solo perdió a su compañera de distrito en la sexagésima edición de los Juegos del Hambre. Aquel día, en el primer baño de sangre que manchó la tierra, Ander perdió a una amiga, y, con ella, a una parte de sí mismo.
Fingió ante las cámaras del Capitolio un agradecimiento que no sentía por todo aquello que le fue ofrecido, pensando que, si mantenía al público contento, podría ayudar a la familia de Kat a salir adelante sin ella. Si compartía con sus hermanas los recursos que ahora le sobraban, no tendrían que intercambiar teselas por alimentos, y sus nombres quedarían bien escondidos de las manos del Capitolio.
Sin embargo, el destino es tan caprichoso como mezquino, y a Ander no le quedó más remedio que contemplar cómo Erika Greer era la elegida para representar a su distrito en la arena.
ANDER WHITEWOOD VENCEDOR — BRENTON THWAITES — TIMELADY | ERIKA GREER TRIBUTO — DANIELLE ROSE RUSSELL — MAHARIEL |
- POST DE ROL:
- Código:
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Jue 20 Oct 2022 - 19:13 por Timelady
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No tenía muchas fuerzas, era cierto. Pero contaba con las suficientes como para que le hiciera gracia la rapidez con la que Erika empezaba a darle órdenes y mangonearle en cuanto supo que no se encontraba bien. No opuso resistencia porque estaba de acuerdo en que sentarse le vendría bien para dejar de sentirse mareado.
Y sí, era más que posible que tuviera fiebre, pero no le importaba demasiado en aquel momento.
Empezó a negar con la cabeza cuando ella volvió a las indicaciones.- No te preocupes. Seguro que hay en la cocina. -Mencionó.- Pero de todos modos mi familia está hoy en le mercado, traerán alguna medicina para lo que sea esto. -Y esperaba que comprasen de más, por si era contagioso y terminaban enfermos todos ellos.- Puede que no conozca tus escondites secretos, pero si algún día necesitáis algún medicamento, os lo puedo conseguir. -Ofreció, porque eran ambos ese tipo de persona, compartían aquello que tenían. A eso les habían enseñado.
- Me basta con que te quedes aquí y me cuentes cómo te ha ido, de verdad. Puedo soportar un poco de fiebre. -Prefería la compañía. Erika siempre le traía calma, y eso era algo que necesitaba más que las medicinas.
Y sí, era más que posible que tuviera fiebre, pero no le importaba demasiado en aquel momento.
Empezó a negar con la cabeza cuando ella volvió a las indicaciones.- No te preocupes. Seguro que hay en la cocina. -Mencionó.- Pero de todos modos mi familia está hoy en le mercado, traerán alguna medicina para lo que sea esto. -Y esperaba que comprasen de más, por si era contagioso y terminaban enfermos todos ellos.- Puede que no conozca tus escondites secretos, pero si algún día necesitáis algún medicamento, os lo puedo conseguir. -Ofreció, porque eran ambos ese tipo de persona, compartían aquello que tenían. A eso les habían enseñado.
- Me basta con que te quedes aquí y me cuentes cómo te ha ido, de verdad. Puedo soportar un poco de fiebre. -Prefería la compañía. Erika siempre le traía calma, y eso era algo que necesitaba más que las medicinas.
Ander — En casa — con Erika
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Miér 23 Nov 2022 - 20:18 por Mahariel
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Cogió una manta que alguien había doblado pulcramente para colocarla sobre un sillón. Era de un tono de rosa que no había visto nunca, y más suave que cualquier prenda de ropa que ella o cualquiera de sus familiares o conocidos del distrito hubiera tenido entre sus pertenencias. Erika supuso que sería lana, aunque la que ella conocía era áspera, irregular y se deshilachaba invierno tras invierno hasta quedar reducida a jirones que no impedían que se le colase el frío en los huesos. La manta, sin embargo, le calentó las manos en un instante, aunque no las tuviera frías.
— Oh, bueno — contestó, distraída. Le entregó a Ander la manta para que se la pusiera por encima. Prefería no recordar los catarros que había pasado tiritando bajo las sábanas. Pensar en el invierno que se aproximaba le entristeció el ánimo, sus preocupaciones la hicieron despistarse un segundo de la conversación —. ¿Eh? — le llevó un instante comprender la respuesta de Ander. — Seguro que sí, que los conoces. Conoces este distrito mejor que yo.
Pensó en rechazar su ofrecimiento, pero nada podría garantizar que ni ella ni su familia enfermaría con las primeras lluvias torrenciales o cuando hubiese un brote en la serrería o en la escuela, así que le dio las gracias, aunque esperaba no tener que utilizar sus recursos. Echó un vistazo a la cocina, visible a través de una puerta del salón, y vio la lluvia surcar caminos en los ventanales. Los Whitewood no tenían que preocuparse de disponer de cubos para las goteras, ni de levantarse en mitad de la noche para vaciarlos antes de que rebasaran. Desde allí la lluvia no era más que una leve contrariedad. Erika regresó a su propio hogar y pensó en si las reparaciones que había hecho su vecino la semana anterior bastarían para mantenerlo seco. Si ella tuviera una casa como la de Ander, dormiría más tranquila. Una sensación desagradable apareció en la boca de su estómago, muy parecida al resentimiento.
— ¿Tienes fiebre? — aquello la devolvió a la conversación. Frunció los labios y miró a su amigo con preocupación. Decidió que lo mejor sería preparar la manzanilla. Si su temperatura corporal subía demasiado, empezaría a sudar, y tenía que reponer líquidos. — ¿Qué te puedo contar? — caviló mientras caminaba hacia la cocina, procurando mantener la vista apartada de los regueros de agua que caían por los cristales. — Las cosas van bien. Más o menos. Hoy hemos podido salir antes de la serrería por la lluvia. El serrín se mezcla con el agua y deja las máquinas inutilizables. Los agentes de paz estaban revisando las instalaciones. Uno de ellos decía que era un sabotaje, pero es que ese no sabe cómo son las cosas aquí — comentó. Por suerte, los agentes nativos del distrito supieron reconocer el incidente como fortuito y ahorraron a los trabajadores los latigazos que se ganarían si eran hallados culpables de cualquier intento para entorpecer la producción —. De momento estamos tranquilos. Han reducido las cuotas mínimas de este año por… bueno — era causa directa de su victoria en los Juegos, pero no quería recordárselo —. Ahora tenemos que trabajar menos. Así que estamos bien. ¿Tú estás bien? Resfriados aparte, quiero decir.
— Oh, bueno — contestó, distraída. Le entregó a Ander la manta para que se la pusiera por encima. Prefería no recordar los catarros que había pasado tiritando bajo las sábanas. Pensar en el invierno que se aproximaba le entristeció el ánimo, sus preocupaciones la hicieron despistarse un segundo de la conversación —. ¿Eh? — le llevó un instante comprender la respuesta de Ander. — Seguro que sí, que los conoces. Conoces este distrito mejor que yo.
Pensó en rechazar su ofrecimiento, pero nada podría garantizar que ni ella ni su familia enfermaría con las primeras lluvias torrenciales o cuando hubiese un brote en la serrería o en la escuela, así que le dio las gracias, aunque esperaba no tener que utilizar sus recursos. Echó un vistazo a la cocina, visible a través de una puerta del salón, y vio la lluvia surcar caminos en los ventanales. Los Whitewood no tenían que preocuparse de disponer de cubos para las goteras, ni de levantarse en mitad de la noche para vaciarlos antes de que rebasaran. Desde allí la lluvia no era más que una leve contrariedad. Erika regresó a su propio hogar y pensó en si las reparaciones que había hecho su vecino la semana anterior bastarían para mantenerlo seco. Si ella tuviera una casa como la de Ander, dormiría más tranquila. Una sensación desagradable apareció en la boca de su estómago, muy parecida al resentimiento.
— ¿Tienes fiebre? — aquello la devolvió a la conversación. Frunció los labios y miró a su amigo con preocupación. Decidió que lo mejor sería preparar la manzanilla. Si su temperatura corporal subía demasiado, empezaría a sudar, y tenía que reponer líquidos. — ¿Qué te puedo contar? — caviló mientras caminaba hacia la cocina, procurando mantener la vista apartada de los regueros de agua que caían por los cristales. — Las cosas van bien. Más o menos. Hoy hemos podido salir antes de la serrería por la lluvia. El serrín se mezcla con el agua y deja las máquinas inutilizables. Los agentes de paz estaban revisando las instalaciones. Uno de ellos decía que era un sabotaje, pero es que ese no sabe cómo son las cosas aquí — comentó. Por suerte, los agentes nativos del distrito supieron reconocer el incidente como fortuito y ahorraron a los trabajadores los latigazos que se ganarían si eran hallados culpables de cualquier intento para entorpecer la producción —. De momento estamos tranquilos. Han reducido las cuotas mínimas de este año por… bueno — era causa directa de su victoria en los Juegos, pero no quería recordárselo —. Ahora tenemos que trabajar menos. Así que estamos bien. ¿Tú estás bien? Resfriados aparte, quiero decir.
Erika — En casa — con Ander
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Mar 27 Dic 2022 - 18:18 por Timelady
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Notaba que Erika estaba distraída. No sabía muy bien el motivo, pero tampoco le parecía educado preguntar. Una parte de él sabía que estar en aquella casa podía ser raro para ella. Podía ser ella misma quien estuviera viviendo allí si las cosas hubieran sido diferentes para su hermana, y para él.
- Va y viene. -Respondió a lo de la fiebre. Había tenido suerte durante toda su vida, las enfermedades atacaban sus intestinos o garganta, pero rara vez había tenido fiebre. Todo su cuerpo se sentía dolorido por luchar contra eso ahora.
Y prefería hablar de cualquier cosa más que de esa enfermedad. Por eso escuchó con atención lo que Erika le contaba sobre el trabajo, asintiendo en determinados puntos. Sabía cómo funcionaba la serrería y aquellos días.- Supongo que no tardará en darse cuenta de que las partidas presupuestarias que destinaban al distrito, no eran suficientes para reparar todo lo que estaba dañado en la serrería, ni en ningún otro lugar. Solo cuando había alguna muerte intentaban solventarlo con una máquina nueva.
- Se trabaja menos, pero aún así sigue siendo duro, ¿verdad? -Ella no lo había dicho, pero él lo sabía. Y además, tendrían que estar agradecidos de que su salario no hubiera sido disminuido de acuerdo con las horas menos que hacían.
La pregunta sobre él le hizo mirarla con una sonrisa leve, una de las que no se trasladan a los ojos.- Cansado, nada más. -Respondió. Pero sabía que no era suficiente con eso.- He tenido que grabar varias campañas publicitarias. Y empezar a preparar las entrevistas. -Que se irían emitiendo en las próximas semanas.- Pronto empezará la campaña para Los Juegos. En el Capitolio es algo que celebran con antelación y tengo que... tengo que hacer un buen papel. -Para ayudar a los chicos que salieran elegidos, chicos que irían a morir en la Arena.
- Va y viene. -Respondió a lo de la fiebre. Había tenido suerte durante toda su vida, las enfermedades atacaban sus intestinos o garganta, pero rara vez había tenido fiebre. Todo su cuerpo se sentía dolorido por luchar contra eso ahora.
Y prefería hablar de cualquier cosa más que de esa enfermedad. Por eso escuchó con atención lo que Erika le contaba sobre el trabajo, asintiendo en determinados puntos. Sabía cómo funcionaba la serrería y aquellos días.- Supongo que no tardará en darse cuenta de que las partidas presupuestarias que destinaban al distrito, no eran suficientes para reparar todo lo que estaba dañado en la serrería, ni en ningún otro lugar. Solo cuando había alguna muerte intentaban solventarlo con una máquina nueva.
- Se trabaja menos, pero aún así sigue siendo duro, ¿verdad? -Ella no lo había dicho, pero él lo sabía. Y además, tendrían que estar agradecidos de que su salario no hubiera sido disminuido de acuerdo con las horas menos que hacían.
La pregunta sobre él le hizo mirarla con una sonrisa leve, una de las que no se trasladan a los ojos.- Cansado, nada más. -Respondió. Pero sabía que no era suficiente con eso.- He tenido que grabar varias campañas publicitarias. Y empezar a preparar las entrevistas. -Que se irían emitiendo en las próximas semanas.- Pronto empezará la campaña para Los Juegos. En el Capitolio es algo que celebran con antelación y tengo que... tengo que hacer un buen papel. -Para ayudar a los chicos que salieran elegidos, chicos que irían a morir en la Arena.
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Jue 12 Ene 2023 - 20:33 por Mahariel
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Erika entrelazó las manos para dejarlas quietas. Estaba tan acostumbrada a hacer cosas en casa que si por ella fuera habría puesto a hervir agua, buscado bolsitas de manzanilla, recogido medicinas y preparado un caldo de raíces con lo que hubiera por allí para que Ander se lo tomara, pero se obligó a sí misma a recordar que esa no era su casa, ni tampoco su familia. Cuando miraba a su alrededor todavía le costaba reconocer ese sitio como la nueva residencia de los Whitewood. Por aquí y allá había objetos personales suyos que había visto en el que un día había sido su hogar, apenas un par de casas más allá de la suya.
— Pues sí — suspiró —. ¿Para qué te voy a mentir?
No había pasado suficiente tiempo para que Ander se olvidase de cómo era la vida en su distrito. A excepción de la familia del alcalde y los agentes de paz, todos tenían que trabajar durante jornadas extenuantes en condiciones precarias para conseguir un jornal que siempre era insuficiente para hacer algo más que espantar la inanición. Algunos comerciantes conseguían tratos de favor al proveer de mercancías demandadas que solo ellos sabían cómo conseguían, pero de vez en cuando eran ajusticiados en la plaza para recordar que El Capitolio los seguía observando. Aun así, Erika se estremeció de imaginarse a ella ocupando el lugar de Ander, teniendo que recorrer Panem de punta a punta bajo el escrutinio de las cámaras, conociendo a decenas de chicos de su propio distrito sabiendo cuál sería su destino. Pensó en que prefería pasar diez vidas en la serrería aspirando el polvo de la madera antes que enfrentarse a la arena.
— ¿Ya? ¿Tan rápido? ¿Ha pasado tanto tiempo? — Hizo memoria y recordó que había adoptado su nueva rutina hacía ya un par de meses. Recordaba los Juegos como si hubiesen empezado el día anterior y, a la vez, le parecía que hubiese transcurrido toda una eternidad desde la Cosecha. — Estás enfermo, ¿ni siquiera por eso te van a dejar descansar? Dios, ¿no tienen suficiente con el circo que tienen allí montado? ¿Con los otros vencedores? — resopló. — Es que es increíble.
— Pues sí — suspiró —. ¿Para qué te voy a mentir?
No había pasado suficiente tiempo para que Ander se olvidase de cómo era la vida en su distrito. A excepción de la familia del alcalde y los agentes de paz, todos tenían que trabajar durante jornadas extenuantes en condiciones precarias para conseguir un jornal que siempre era insuficiente para hacer algo más que espantar la inanición. Algunos comerciantes conseguían tratos de favor al proveer de mercancías demandadas que solo ellos sabían cómo conseguían, pero de vez en cuando eran ajusticiados en la plaza para recordar que El Capitolio los seguía observando. Aun así, Erika se estremeció de imaginarse a ella ocupando el lugar de Ander, teniendo que recorrer Panem de punta a punta bajo el escrutinio de las cámaras, conociendo a decenas de chicos de su propio distrito sabiendo cuál sería su destino. Pensó en que prefería pasar diez vidas en la serrería aspirando el polvo de la madera antes que enfrentarse a la arena.
— ¿Ya? ¿Tan rápido? ¿Ha pasado tanto tiempo? — Hizo memoria y recordó que había adoptado su nueva rutina hacía ya un par de meses. Recordaba los Juegos como si hubiesen empezado el día anterior y, a la vez, le parecía que hubiese transcurrido toda una eternidad desde la Cosecha. — Estás enfermo, ¿ni siquiera por eso te van a dejar descansar? Dios, ¿no tienen suficiente con el circo que tienen allí montado? ¿Con los otros vencedores? — resopló. — Es que es increíble.
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Dom 26 Feb 2023 - 16:26 por Timelady
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La sorpresa que mostraba Erika no le extrañó. También para él había pasado demasiado rápido el infierno de seguir vivo después de la muerte de aquellos chicos, de Kat. Quedaban algunos meses todavía, pero cuando terminasen... se repetiría todo, habría un nuevo vencedor, pero él seguiría atrapado en aquel maldito círculo. Lo había visto en los otros chicos que también intentaban adaptarse a esa vida lo mejor que podían y no todos lo habían conseguido.
Pero se aprende rápido a disimular cuando el precio por no hacerlo es tan alto.
Negó con la cabeza cuando hizo aquellas preguntas sobre su enfermedad, sobre su descanso, sobre dejarle en paz.- No. Y no quiero que lo hagan. -Añadió él con un tono serio.- Que yo esté y haga lo que me piden ayudará a los chicos de nuestro distrito. Quizá no sean los favoritos, pero alguien les hará caso, alguien conocerá sus nombres, yo me aseguraré de ello. -Era lo que había decidido, lo único que podía hacer, participar de aquella manera aunque le doliera.- Como no dejo que olviden a Kat. -En varias entrevistas había hablado de ella, de su valor, de cómo era. Incluso habían llegado a insinuar que entre ellos hubo algo más que la estrecha amistad que les unió siempre.- Tengo que hacerlo.
Pero se aprende rápido a disimular cuando el precio por no hacerlo es tan alto.
Negó con la cabeza cuando hizo aquellas preguntas sobre su enfermedad, sobre su descanso, sobre dejarle en paz.- No. Y no quiero que lo hagan. -Añadió él con un tono serio.- Que yo esté y haga lo que me piden ayudará a los chicos de nuestro distrito. Quizá no sean los favoritos, pero alguien les hará caso, alguien conocerá sus nombres, yo me aseguraré de ello. -Era lo que había decidido, lo único que podía hacer, participar de aquella manera aunque le doliera.- Como no dejo que olviden a Kat. -En varias entrevistas había hablado de ella, de su valor, de cómo era. Incluso habían llegado a insinuar que entre ellos hubo algo más que la estrecha amistad que les unió siempre.- Tengo que hacerlo.
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Sáb 18 Mar 2023 - 15:49 por Mahariel
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Los vencedores de los juegos eran la joya del Capitolio, la prueba de que el sistema funcionaba, el recordatorio de que ninguno de los distritos era lo suficientemente poderoso como para enfrentarse al Capitolio en igualdad de condiciones, el brillante señuelo que se ofrecía a la población para que olvidase por un instante el horror de enviar a veinticuatro jóvenes a luchar a muerte en una arena en favor de la gloria que podían obtener para ellos mismos, para toda su familia y para su distrito si lograban sobrevivir al baño de sangre. Erika había perdido a su hermana y había visto en qué se había convertido su amigo. Sabía que nada tenía sentido. Era un sistema cruel, inhumano y absurdo.
La mención de Kat interrumpió el torrente de pensamientos de Erika. Tuvo la sensación de que su memoria la atravesaba. Era como abrir una herida que no había terminado de sanar. Volvió a ella su imagen en el ayuntamiento, despidiéndose de sus hermanas, en la entrevista, cuando su mirada brilló por última vez con la determinación que tan bien conocían por el distrito, en lo pequeña que parecía subida a las plataformas, esperando a que terminase la cuenta atrás.
— ¿Sabes? — empezó a decir, sin saber siquiera por qué, con el corazón encogido. — Me da miedo que mis hermanas se olviden de ella. Nunca estuvo mucho en casa porque tenía que ir de la escuela a la serrería, y ahora… — Perdió la mirada porque sabía que no podría continuar hablando si se encontraba con el rostro de Ander. — Ahora no está, y me da miedo que se olviden de ella. O de mí, porque ahora soy yo la que desaparece. Me da miedo que se olviden de su cara, de cómo era ella, de cómo sonaban sus pisadas sobre las hojas secas de la entrada, de cómo sonaba su voz — Erika intentó invocar las últimas palabras que había oído de ella y la horrorizó descubrir que ya no las escuchaba con nitidez, sino que llegaron como un susurro vacío —. Yo también me estoy olvidando de cómo era — el murmullo salió de sus labios carente de emoción —. Mierda.
La mención de Kat interrumpió el torrente de pensamientos de Erika. Tuvo la sensación de que su memoria la atravesaba. Era como abrir una herida que no había terminado de sanar. Volvió a ella su imagen en el ayuntamiento, despidiéndose de sus hermanas, en la entrevista, cuando su mirada brilló por última vez con la determinación que tan bien conocían por el distrito, en lo pequeña que parecía subida a las plataformas, esperando a que terminase la cuenta atrás.
— ¿Sabes? — empezó a decir, sin saber siquiera por qué, con el corazón encogido. — Me da miedo que mis hermanas se olviden de ella. Nunca estuvo mucho en casa porque tenía que ir de la escuela a la serrería, y ahora… — Perdió la mirada porque sabía que no podría continuar hablando si se encontraba con el rostro de Ander. — Ahora no está, y me da miedo que se olviden de ella. O de mí, porque ahora soy yo la que desaparece. Me da miedo que se olviden de su cara, de cómo era ella, de cómo sonaban sus pisadas sobre las hojas secas de la entrada, de cómo sonaba su voz — Erika intentó invocar las últimas palabras que había oído de ella y la horrorizó descubrir que ya no las escuchaba con nitidez, sino que llegaron como un susurro vacío —. Yo también me estoy olvidando de cómo era — el murmullo salió de sus labios carente de emoción —. Mierda.
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Lun 20 Mar 2023 - 21:05 por Timelady
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Lamentó haber mencionado a Kat en el momento en que el rostro de Erika cambió cuando lo hizo. La prefería enfadada con el Capitolio y con todo antes que devastada por los recuerdos y las emociones de lo que sufrió su hermana.
La confesión de su miedo a que sus hermanas la olvidaran le conmovió. Pero sabía que era inevitable. Cuando alguien moría, los recuerdos se iban diluyendo y aunque quedasen algunas cosas ya nada era exactamente igual.
Cuando la escuchó decir que ella también la estaba olvidando notó cómo las emociones estaban aflorando aún más y a pesar de todo se levantó para acercarse a ella y buscar un modo de abrazarla. No podía ofrecerle nada más. Solo eso.
- Kat era más que sus pisadas, su voz o su aroma... -Murmuró.- Era su valor y su fuerza, sus ganas por sobrevivir, por protegeros a todas. Todo lo que nos enseñó. Eso es lo que hará que esté siempre con nosotros.
La confesión de su miedo a que sus hermanas la olvidaran le conmovió. Pero sabía que era inevitable. Cuando alguien moría, los recuerdos se iban diluyendo y aunque quedasen algunas cosas ya nada era exactamente igual.
Cuando la escuchó decir que ella también la estaba olvidando notó cómo las emociones estaban aflorando aún más y a pesar de todo se levantó para acercarse a ella y buscar un modo de abrazarla. No podía ofrecerle nada más. Solo eso.
- Kat era más que sus pisadas, su voz o su aroma... -Murmuró.- Era su valor y su fuerza, sus ganas por sobrevivir, por protegeros a todas. Todo lo que nos enseñó. Eso es lo que hará que esté siempre con nosotros.
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Ayer a las 13:38 por Mahariel
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Parecía que la luz de la habitación se hubiese apagado. Las paredes, el suelo y el mobiliario adquirieron el mismo tono de gris, oscurecidos por las ideas que Erika no se atrevería a pronunciar.
Quizás, en otra vida, sería ella quien viviese en aquella casa de la Aldea de los Vencedores junto al resto de sus hermanas. No tendría que trabajar en la serrería, ni solicitar teselas para alimentar a su familia, ni buscar listones para arreglar las goteras por las que se filtraban las lluvias de la temporada, ni maldecir la humedad por inutilizar el combustible que necesitaba para encender la chimenea. Su familia tendría todo lo que pudiese necesitar y no volvería a preocuparse por nada una vez todas sus hermanas hubiesen cumplido diecinueve años y sus nombres fuesen retirados de las urnas. Erika habría podido celebrar con Kat sus siguientes cumpleaños.
Si las cosas hubiesen sido diferentes, Ander no estaría allí. Jamás habría regresado de la arena y habrían sido los Whitewood quienes habrían tenido que aprender a vivir sin uno de sus miembros. Sus hermanos habrían tenido que pedir teselas para sobrevivir. Seguirían viviendo en la destartalada casa que tan cerca estaba de la de las Greene. Serían los recuerdos de Ander los que se irían difuminando, primero día a día y luego año tras año, y sería Kat quien cargase con la culpa de haber sobrevivido a sus juegos.
— Aunque me gustaría que hubiese vuelto de la arena… — Era difícil ordenar sus pensamientos, porque procuraba alejar su mente aquellas ensoñaciones. — No me atrevería a querer cambiar nada de lo que ha pasado. Me alegra que tú sí pudieras volver a casa.
Quizás, en otra vida, sería ella quien viviese en aquella casa de la Aldea de los Vencedores junto al resto de sus hermanas. No tendría que trabajar en la serrería, ni solicitar teselas para alimentar a su familia, ni buscar listones para arreglar las goteras por las que se filtraban las lluvias de la temporada, ni maldecir la humedad por inutilizar el combustible que necesitaba para encender la chimenea. Su familia tendría todo lo que pudiese necesitar y no volvería a preocuparse por nada una vez todas sus hermanas hubiesen cumplido diecinueve años y sus nombres fuesen retirados de las urnas. Erika habría podido celebrar con Kat sus siguientes cumpleaños.
Si las cosas hubiesen sido diferentes, Ander no estaría allí. Jamás habría regresado de la arena y habrían sido los Whitewood quienes habrían tenido que aprender a vivir sin uno de sus miembros. Sus hermanos habrían tenido que pedir teselas para sobrevivir. Seguirían viviendo en la destartalada casa que tan cerca estaba de la de las Greene. Serían los recuerdos de Ander los que se irían difuminando, primero día a día y luego año tras año, y sería Kat quien cargase con la culpa de haber sobrevivido a sus juegos.
— Aunque me gustaría que hubiese vuelto de la arena… — Era difícil ordenar sus pensamientos, porque procuraba alejar su mente aquellas ensoñaciones. — No me atrevería a querer cambiar nada de lo que ha pasado. Me alegra que tú sí pudieras volver a casa.
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