— Había estado tan cansada que no había podido levantarse temprano como había planeado hacer. Estaba tan cansada que no se dio cuenta hasta que escucho varias voces, abriendo los ojos lentamente y terminando por incorporarse, sobrándose los ojos y luego mirando a las monjas que estaban delante de ella. Inevitablemente al parpadear se quedó mirándolas, abriendo y cerrando la boca sin saber que decir en ese momento. – Pero…yo… - Tartamudeo, porque cuando se enteraran sus padres pondrían el grito en el cielo y sería terrible.

Asintió ante la orden que le daba, levantándose con mala cara y metiéndose al baño a cambiarse. Se sentía terrible ser castigada por primera vez, especialmente por las consecuencias que creía que podría tener. – Estamos en problemas. – Le dijo una vez que salió, caminando al lado de ella de manera lenta hacía los graneros. La idea no la ilusionaba en lo absoluto, ella no estaba preparada para hacer ese tipo de cosas teniendo en cuenta que era toda una señorita. – Yo no quiero hacer esto. – Puchereo inevitablemente mientras miraba para abajo y caminaba lentamente, sintiendo sus pies pesados.

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No sabía porque tenía el presentimiento que a Jazz no le molestaba tanto la situación como a ella misma. Quizás era el hecho de que ella ya estaba acostumbrada a los castigos, pero siendo la primera vez que la castigaban no era que Dest estuviera tomándolo internamente de la mejor manera. Bien sabia que si sus padres se enteraban tendría serios problemas, dudaba que las monjas le dieran la oportunidad de dejárselo pasar por ser la primera vez. – De nada. – Dijo simplemente, intentando sonreír, aunque no le nacía del todo. No tenía dudas que había hecho bien, realmente le parecía que había hecho lo correcto, pero de ahí a llevarse bien con el hecho de ser castigada con todo lo que eso significaba era algo completamente distinto. Jamás la habían castigado, ni en el convento ni en su hogar, era algo totalmente nuevo para ella.

Los graneros quedaban un poco más lejos de lo que esperaba, nunca había ido a esa zona porque no se consideraba un trabajo correcto para señoritas como ella, pero suponía que las monjas lo olvidaban teniendo en cuenta que querían simplemente castigarla. No dijo nada siquiera cuando el granjero las saludo, frunciendo el ceño por la manera en que la había llamado, pero simplemente siguiendo a Jazz, mirando como se vestía. – ¿No sería más cómodo para ti también usar un vestido? Sino te confunde con un muchacho siempre, como mismo te ha dicho, deberías corregirlo. – Comento por lo bajo, dándole la espalda para tomar el vestido de trabajo que él le había dicho que había en el armario y desvestirse para poder ponérselo. Una vez que termino fue hasta donde estaba él, volviendo a pucherear inevitablemente. – No me gustan este tipo de trabajos, no puedo creer que soportes que te castiguen todo el tiempo para que vengas aquí.

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Destiny no entendía para nada la forma de ser de Jaz, en su visión, aquello no era más que una tortura porque ese tipo de trabajos no eran para señoritas como ellas. Seguramente inclusive los padres de la chica se enfadarían si se enteraran de ese tipo de trabajos que la obligaban a hacer, porque una señorita no estaba hecha para realizar aquellas tareas pero las monjas como siempre hacían lo que ellas querían.

Frunció el ceño confundida pero la siguió inmediatamente, aunque el solo olor a estiércol que había en aquel lugar le daba ganas de vomitar. – A mi algunas tampoco me gustan, lo entiendo, pero también es claro que debemos usarlas. – Porque así era la vida, los chicos usaban pantalones y ellas faldas, no lo veía tan grotesco. – Puede gustarte usar pantalones pero trabajar aquí no puede ser de tu agrado, el olor es horrible.

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Negó, de ninguna manera aquello le podía parecer mejor que estar todo el día bordando. – Debes estar bromeando, no hay manera que esto sea mejor que estar en un lugar seguro bordando. – Su ceño se frunció ligeramente, aquella chica tal vez estaba un poco más loca de lo que había creído en un primer momento.

Iba a corregirla cuando le nombró a Pigg, pero antes de poder decir algo ella siguió hablando y eso la hizo confundirse aún más. Su ceño se frunció y lo miro como si le hubieran salido dos cabezas, inclusive eso sería menos raro que le dijera que se sentía un chico. – Creo que pasar tanto tiempo aquí te esta haciendo mal, eres una chica. – dijo con obviedad, como si ella no se diera cuenta de la tontería que estaba diciendo. – ¿Es una forma de ir contra las monjas o algo de eso?

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Realmente no estaba entendiendo a que se refería y, tan solo pensar que era cierto algo de lo que decía era coherente hacía que sintiera que estaba fallándole a Dios. Tal vez aquella chica realmente tenía algún problema mental como le habían dicho las monjas en su momento, sino no tenía ningún tipo de sentido lo que estaba diciéndole. En cambio sí tenía algún tipo de problema mental quizás hablaba así por ello. Aun así se quedó en silencio, a sabiendas que no podía responder nada de ese tema.

Intento ayudar poniéndoles comida a los animales, pero la verdad era bastante inútil toda la situación. – Me gustaría mucho poder estudiar Medicina. – Comentó, aunque no eran muchas mujeres las que habían podido hacerlo ni sabía si sus padres le darían la correspondiente autorización para poder hacerlo. – ¿A ti que te gustaría hacer? – Aunque dudaba que tuviera sentido hablar de algo así con alguien que le decía algo como que se sentía un chico. Una locura.

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Su ceño se frunció un poco, iba a corregirle la forma de hablar de sí misma pero creyó que no sería indicado en ese momento. Quizás debía dejarla con su locura, no la llevaría a ningún lado y no le parecía una mala persona pero no sabía cómo podía reaccionar si es que le decía algo diferente a lo que creía realmente.

Simplemente se aclaró la garganta, siguiéndola e intentando ayudar un poco más a lo que estaba diciéndole. – Lamento decir que no creo que puedas ser un soldado, no aceptan mujeres en la fuerza pero quizás podrías ser enfermera. – No pensaba que iba a molestarle su comentario, estaba siendo sincera y coherente.

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Realmente intentaba ser simpática con ella, porque a pesar de meterla en problemas también sentía que las demás chicas simplemente no la entendían y la excluían por eso, algo que no le gustaba y que también creía que no era de Dios. Pero, eso no quitaba, que la forma de hablar que tenía y las cosas que decía la inquietaran y la hicieran sentir un poco incomoda. Todo lo que era desconocido terminaba siendo incomodo para alguien educada en la religión como ella. – No quiero destruir sueños y mucho menos corazones. – Su ceño se frunció un poco al decirlo, porque no le había gustado que le hablara así cuando sentía que no había hecho nada para merecerlo.

La dejo irse y se quedo haciendo las cosas unos momentos más, pero, incomoda por la soledad en aquel lugar, no tardo mucho en ir tras ella de nuevo. La miro cosechar y pensó bien que decirle porque realmente no sabía que decirle. – Lamento no entender lo que me dices pero...simplemente esta muy lejos de los designios de Dios. – Porque no quería que le dijera esas cosas que le incomodaban y, especialmente, que la hacían pensar en cosas que jamás había visto en mi vida. – Eres una chica y…yo también, no entiendo porque hablas así.

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Intentaba entenderla, pero le costaba enormemente porque simplemente lo que le planteaba no tenía ni pies ni cabeza a sus ojos. No había manera que ella no fuera una chica como todas ellas porque…la estaba viendo y ante sus ojos no había manera de que no fuese así realmente. – Pero si te estoy viendo y justamente por eso digo que eres una chica, porque a pesar de que tu actitud no es lo más normal del mundo no veo razón por la que no seas una chica.

La escucho con atención y su ceño se frunció cada vez que escuchaba lo que estaba diciendo, porque algo había escuchado, pero definitivamente no era lo que él pensaba de alguna manera. – Es que lo habrás leído, seguramente, pero en un libro de enfermedades mentales o algo así porque es lo que me dijeron mis padres. Esas cosas no…no están bien, no son de Dios aunque quieras creer que sí. – negó, se sentía angustiada de repente.

Se abrazo a si misma y se acarició los brazos, agradeciendo cuando el viejo de allí se acerco a decirles que las estaban buscando. – Hora de volver. – dijo por lo bajo, dándole la espalda y volviendo a su habitación. Necesitaba estar a solas, definitivamente necesitaba estar a solas y pensar todo lo que había sucedido.

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Había pasado más de una semana, la situación entre las dos era bastante tensa, pero Dest no dejaba de pensar que había algo mal con Jazz. Se había tomado el tiempo inclusive de ir a la biblioteca a buscar información pero era claro que en el convento no habría nada de eso o, mejor dicho, lo había pero en el apartado donde estaban las enfermedades mentales. Había un libro que hablaba de lo que decía Jazz como una desviación y una enfermedad mental que debía ser tratada con urgencia. El tema la inquietaba bastante.

Fue por eso que luego de pensar bastante termino tomando la decisión que tenía que hablar con ella, para entenderla, porque también la preocupaba el hecho que lo dijera y la encerraran en un neuropsiquiátrico como aquel libro decía. Fue por eso que aquella noche cuando ya deberían estar durmiendo se sentó en la cama, mirando con duda hacía el techo y luego mirándola a ella. – ¿Desde siempre te sentiste así? – Le pregunto de repente, sin mediar mucha palabra más porque realmente no lo consideraba necesario.

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No entendía porque no respondía su pregunta con sinceridad, si se suponía que ella quería que la escuchara…o él, no entendía mucho y estaba perdida con toda la situación. Suponía también que tenía que ver conque no confiara en ella luego de lo que le había dicho en la granja, pero es que tampoco podía culparla en lo absoluto, no era normal lo que le decía y no podía esperar que simplemente reaccionara de una manera buena, felicitándola…felicitándolo. – Sabes de lo que estoy hablando. – Frunció el ceño cuando hizo la idiota con la situación.

Se sentó bien en la cama, cruzándose de piernas en indio allí mientras la miraba. Era extraño verla tan arreglada, especialmente después de lo que le había dicho en la granja, pero también suponía que tenía que ver con lo que las monjas esperaban de ella. – Quiero entenderte un poco más, porque no me parece que tengas una enfermedad mental como se supone que tienes y…es extraño. – Admitió, porque no tenía por lo menos ante ellas los síntomas que parecía que debía tener según el libro más allá de decir que era un chico.

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Intentaría no burlarse porque realmente sentía que le debía entenderla, especialmente al saber que la había hecho sentir mal. Destiny no se consideraba una mala persona, si consideraba que tenía ciertas creencias o formas que había aprendido de su familia y el convento, pero no disfrutaba hacerle mal a nadie y los gestos de Jasmine solo habían demostrado que con sus palabras la habían hecho sentir mal. – No me burlare. – Fue lo único que dijo, porque no sabía a ciencia cierta si estaba enferma o no, no era quien para dirimirlo y dudaba que un medico le diera la razón a ella.

La siguió en silencio, sentándose y manteniéndose mirándola con curiosidad. Una parte suya quería creer que tenía razón, pero otra realmente pensaba que había algo mal que quizás simplemente no era una enfermedad mental sino un mero delirio o algo por el estilo. – Toda la vida te han hecho usar vestidos ¿No? – Consultó, porque así era con todas, sus padres salvo para dormir jamás le habían permitido usar otro tipo de ropa porque no era normal en una dama que lo hiciera. – ¿Ni así te has acostumbrado? – Los últimos días que la había visto más arreglada por un momento había creído que simplemente la locura se le había ido, pero volvía a darse cuenta que no. – Las monjas están contentas con tu cambio. – dejo caer, para que supiera lo que había escuchado, creían que el castigo había funcionado positivamente en Jasmine.

Se sorprendió aún más cuando le dijo que le gustaban las chicas y no pudo evitar desviar su mirada, porque era algo incomodo realmente. Jamás había conocido a una chica que le gustarán otras, aunque…si era como ella decía, si realmente se sentía un chico suponía que lo “normal” era que le gustarán las chicas igualmente. – Con razón entonces han insistido con el tema de los vestidos y eso, quieren que estes lista…to, para cuando venga a verte ¿No? – No era lo más cómodo del mundo hablarle en masculino, pero lo hacía porque suponía que era una manera de mostrar que había paz entre ambos.

Hizo una mueca con los labios, no era buena consolando a la gente o, de la manera en que se suponía que debía hacerlo, especialmente teniendo en cuenta que acercarse a Jazz aún era algo confuso para ella. – ¿Qué harás con eso? Supongo que es algo inevitable, digo…si tú padre tomo la decisión de comprometerte… - Realmente le parecía que era un caso perdido.

No era una opción, sabía que si se escondían las monjas y los padres ajenos tomarían cartas en el asunto y eso no sería bueno para nadie. – Si lo haces tus padres te van a castigar y no quiero imaginar las hermanas, es peligroso. – Se preocupaba genuinamente, había visto lo que eran capaces de hacer las monjas y era algo que le causaba horror. Escudadas en la palabra de Dios muchas veces podían ser tan duras como cualquier dictador, era terrible pero su padre le decía que por algo eran las enviadas del señor.

Su ceño se frunció ante sus palabras, porque no tenía ningún tipo de sentido. – No hay manera que salga yo con él, seguro te conoce o alguien lo hace, no es posible. – Dejo en claro, porque si las monjas se enteraban seguramente dejaría de estar cerca de ella y buscarían la manera en que no se vieran nunca más. – Además…si sale mal las dos terminaremos muy mal, no quiero mas castigos. – Le daba lastima su compañera…o compañero, lo que fuera, pero no haría eso.