El momento posterior al rezo, según las monjas, era sagrado. Ellas decían que debían permanecer en comunión con Dios pero la verdad era que lo que menos quería era seguir en silencio allí por una hora más haciendo nada. No era que se considerara atea ni mucho menos, sino que luego de haber estado en oración no entendía la necesidad de quedarse allí por demasiado tiempo más. Era aburrido, inútil y podrían estar haciendo algo mejor que simplemente estar en silencio, con la cabeza gacha lamentándose de supuestos pecados que no habían cometido.

Por lo menos había algunas chicas que hacían las cosas más divertidas, especialmente una. Había encontrado en Jas una compañera para que las cosas no fueran tan lineales y aburridas. Era claro, había reglas que no podían romper, pero a su lado nada le parecía aburrido, era la chica más interesante que había conocido en su vida y creía que podía darle otros puntos de vista por demás llamativos. Fue por eso que busco su mirada en medio de aquella iglesia, mirándola fijamente al encontrarla y esperando que se diera cuenta que la estaba mirando. Si no hacia eso por lo menos, iba a morir de aburrimiento.

Intentaba con todas sus fuerzas no reírse porque no quería que ninguna de las monjas terminara regañándola, debería estar en oración y no mirando que era lo que Jas hacía o dejaba de hacer. Por lo menos ella hacía las cosas mucho más interesantes, aunque en algunas oportunidades realmente pensaba que estaba loca, porque si hacía algo así por lo menos ella seguramente su padre la castigaría por el resto de su vida.

Sus ojos se abrieron como platos al ver lo que hizo, porque no podía creer que había robado aquella copa llena de ostias. Se puso pálida y quiso hablar, pero recordó que no podía hacerlo simplemente espero que la mirara para negarle con la cabeza, aquello quizás había sido una travesura mucho más peligrosa de la que había pensado.

No había manera que pudiera salvarla de eso ni aunque quisiera, no importaba lo que dijera. La cara de las monjas era casi como si hubiera realizado un pecado imperdonable, algo que simplemente no consideraba teniendo en cuenta que sólo se había divertido.

La siguió en silencio a las monjas como la mayoría de las chicas, queriendo ver qué sucedía o no. Pero se la llevaron para castigarla y a ellas las mandaron a hacer un rezo más antes de ir a sus habitaciones. Lo hizo, pero en sus oraciones pidió que a Jazz no le hicieran nada malo, las monjas no entendían que ella era realmente buena y que sólo lo hacía divertirse.

No pudo hacer más que ver donde metían a Jazz y luego irse a su habitación, bien sabía que las monjas podían castigarla a ella también si es que veían que no estaba haciendo todo lo que ellas querían. Siempre se había considerado una chica buena y obediente, pero no al punto de hacer todo como ellas lo querían, quizás por eso sus padres la habían enviado allí, para que pudiera formarse como una esposa hecha y derecha.

Una vez que fue de noche y vio que no la hacían volver, no pudo evitarlo, termino dirigiéndose a donde había visto que la habían encerrado. Sobresaltándose por los golpes, pero acercando su rostro a la puerta para hablarle por en medio de la misma, sin hacerlo muy fuerte porque podían descubrirlas. – ¿Jazz? Aquí estoy, pero esto está cerrado con llave, no puedo abrirlo.

— Veré si encuentro la forma de quitarle la llave, yo estoy aquí, no tengas miedo. — realmente creía que eso era bastante cruel pero suponía que las monjas tenían un punto, siempre intentaba pensar lo mismo teniendo en cuenta que sus padres justificaban cualquier cosa que las monjas hicieran siempre.

— Vuelvo enseguida, espérame. — Dejó una leve caricia en la puerta y no dudo en ir donde la hermana Claire, bien sabía que aquello no podía salir del todo bien pero también creía que estaría mal de su parte quedarse sin hacer nada mientras Jazz estaba con miedo en aquella oscuridad.

— Jamás en su vida había hecho algo tan arriesgado como aquello, sentía que el corazón iba a salírsele del pecho de los nervios, pero la hermana Claire tenía un sueño muy profundo por lo que no fue tan complicado entrar a su habitación y quitarle las llaves. Su pecho dolía un poco, quizás por los nervios, pero sabía que no podía dejar que Jazz pasara la noche allí sola en medio de la oscuridad, no tenía corazón para eso.

Cuando llegó con ella se quedó mirando a los lados por unos momentos, nerviosa de que alguna de las hermanas la encontrara justo, pero, al notar total tranquilidad en los pasillos, abrió la puerta lentamente. – ¿Jazz? ¿Estás bien? – Murmuro lo más bajo que pudo al abrir totalmente la puerta, dejando que la luz de la luna entrara por la misma.

— Verla así hizo que se le apretara el corazón, creía realmente que lo que había hecho no era lo suficientemente malo como para tener un castigo como aquel, aquello era casi una tortura y era normal que Jazz quisiera revelarse cada vez más si es que le hacían cosas así. – No pasa nada, soy yo. – murmuro, acercándose e inclinándose para fijarse que estuviera bien.

Su estómago se apretó al verla en ese estado, las monjas no podían hacer aquello, creía que si los padres ajenos se enteraban de lo que estaba sucediendo iban a poner el grito en el cielo como cualquier persona normal. – Vamos a la habitación, dormirás allí, luego pensamos que excusa le ponemos a las monjas o volvemos mañana cuando ya haya luz antes de que se despierten. – Conocían los horarios lo suficientemente bien para poder hacerlo.

— Hizo una mueca, no la ilusionaba que la castigaran, pero no se sentía lo suficientemente indiferente como para soportar que Jazz estuviera sufriendo aquello durante tanto. – No podía dejarte ahí sola. – Negó, no había manera que pudiera dejarla ahí sola con todo lo que estaba pasando y lo mucho que estaba sufriendo.

Cuando llegaron a la habitación finalmente respiro hondo. – Vamos, ve a la cama. Aquí estas a salvo, nada malo puede pasar. – Murmuro, inclinándose para poner sus manos en los brazos ajenos, dejando una leve caricia allí mientras esperaba que se levantara. Nunca en su vida había podido ser indiferente ante la injusticia, en ese momento mucho menos.

— Negó, haciendo una mueca. – Mis padres pagaron lo suficiente para que no la tuviera, temían que fuera algún tipo de rara que me pegara malas costumbres o algo así. – Por lo menos según sus palabras. Se encogió de hombros, por lo menos para ella no era así, pero si era mucho más cómodo.

Su ceño se frunció un poco mirándola, tomando su ropa para ir al baño a ponerse la ropa de dormir y al volver recostándose en su propia cama mientras la miraba con atención. – ¿Qué es lo que odias? ¿La oscuridad o a las monjas? – Porque suponía que con todo lo que le hacían, las monjas se llevaban todos los números.

— Frunció el ceño, no entendía como los padres podían ser así cuando se suponía que ellos eran quien la habían educado. – ¿No te llevas bien con ellos? – Cuestiono, queriendo conocer un poco más de ella. No entendía porque, podía ser una chica bastante traviesa, pero Jazz le parecía de las mejores chicas en el convento, era la única en quien confiaba que era totalmente sincera.

Se sentó en la cama, aún mirándola y haciendo una mueca, a ella por lo menos el vestido no le parecía tan horrible, todo lo demás un poco sí. – El vestido es cuestión de costumbre, no lo veo mal del todo. – no le parecía muy diferente a los que había usado siempre. – ¿No solías usar vestidos en tu casa?

— Todos los padres querían lo mismo, aunque ella misma siempre había intentado verlo como que era porque querían el bien para ellas. – Todos quieren que aprendamos a ser buenas señoritas para poder complacer a nuestro esposo en un futuro y que no tengamos problemas. – Su madre los había tenido con su padre por no haber tenido la educación correcta, según lo que su padre le había dicho, esa había sido su excusa para mandarla allí.

Se quedó pensando que decirle, pero como mismo le gustaba que Jazz fuera sincera, creía que debía serlo también. – Si, pero no creo que sea malo, eres la única que me parece buena de aquí. Las demás son bastante insoportables. – Pero era buena fingiendo que le caían bien, por lo menos tenía algo a favor.

— Hizo una mueca, a ella tampoco era que le interesara demasiado la idea de complacer a ningún esposo pero entendía la importancia de poder hacerlo según lo que le habían dicho sus padres durante tanto tiempo. – Dicen que es importante que lo hagamos, además, es importante con quien nos casemos porque será el padre de nuestros hijos. – Eso si le preocupaba, no quería que el padre de sus futuros hijos fuera ningún idiota.

Sonrió de manera leve. – No es nada, tú harías lo mismo por mí seguramente. – Porque Jazz le daba la impresión de una chica que haría lo mismo si estuviera en su lugar, no veía maldad en ella sino simplemente un poco de travesura. Cuando sintió que dormía se dedicó a hacerlo también, aunque le costó, no podía negar que estaba preocupada pero creía que podrían levantarse para volver todo a su lugar antes que las hermanas se levantaran.