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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Vie Abr 29, 2022 4:41 pm
    Catch the force
    inspired — Películas (Star Wars x Pokemon) — One on one

    La orden 66 acabó con la Orden Jedi. Palpatine acabó con al República, y aunque tan solo han pasado cinco años, todo aquello parecen historias pasadas, cuentos para ellos, algo que nunca podremos recuperar.Pero hay quien aún confía en una galaxia más justa, y lugares, puede que fuera de la galaxia, donde la garra del imperio aún no ha llegado.

    Hera Syndulla es una joven de dieciocho años, extremadamente talentosa piloto, e hija del líder rebelde twi’lek Cham Syndulla, cualidades que la hacen idónea para formar parte de las pequeñas células rebeldes que empiezan a poblar la galaxia. De momento, lo máximo que pueden hacer es recolectar, por medio del espionaje, información valiosa para la resistencia sobre el Imperio y sus operaciones y hacer pequeños sabotajes. Pero Hera, en la soledad de su nave y acompañada solo de su pequeño droide de fuerte personalidad, descubre un plan del Imperio que, en vez de comunicar al Alto Mando, va a ir a intentar resolver ella sola.


    En las afueras de la galaxia, en un terreno desconocido, hay un planeta plagado de animales fantásticos, que bien usados, pueden conformar un ejército formidable, y por lo visto, el planeta está plagado de humanos capaces de entrenarles, y, entre ellos, Hera distingue claramente usuarios de la Fuerza.Le llama especialmente la atención una chica llamada Debora que destaca por, según dicen los datos imperiales, controlar dragones.

    Mientras tanto, en ese planeta, ni Debora ni nadie se espera la que les viene encima. Ellos habían derrotado a la principal amenaza, que era el Team Rockett, y ahora pueden limitarse a entrenar a sus pokemon y llevar a cabo sus competiciones en paz. Pero ahora viene alguien de un lugar que no conocen a advertirles de un conflicto que nada tiene que ver con ellos y que el Team Rockett podría no estar tan muerto como esperaban.

    Debora no sabe que es usuaria de la Fuerza, Hera no sabe el temible aliado imperial que ha liberado al líder del Team Rockett, y ambas son jóvenes fuertes y cabezotas muy centradas en su causa, pero que tendrán que aunar fuerzas para evitar una debacle en el planeta de los pokemon y que el Imperio consiga un aliado aún más poderoso.

    ÍNDICE DE CAPÍTULOS

    Capítulo 1: Two worlds about to collide

    Debora
    Líder de gimnasio — Alissa White Gluz — {Freyja}
    Hera Syndulla
    Miembro de la rebelión — Sam Syndulla— {Ivanka}




    plantilla de Debora:

    plantilla de Hera:


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    Dom Mayo 01, 2022 1:13 am


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    - Y sacó un pidgey. ¡Un pidgey! En plena Liga. - Lance se limpió las lágrimas de la risa. - Yo no daba crédito, de verdad que no. - ¿Por qué vas a eso? - Preguntó ella. Estaba retrepada sobre el enorme sillón presidencial de su gimnasio, con dragonair enredado en su regazo, mientras ella con mimo y no demasiada atención (aunque más de la que le estaba prestando a la historia de su primo) daba brillo a su perla con un pañuelito de tela. Lance se encogió de hombros, mirándose las uñas. - Es divertido. Y en el SS Anne dan bien de comer. Y hay gente interesante. - Debora arqueó una ceja, escéptica y casi despectiva, y preguntó. - ¿Encima vas en el ferry? - El otro se encogió de hombros como si fuera lo más lógico. Debora rodó los ojos. Quien dice gente interesante dice raritos de manual… Como tú, vamos. - Me parece una pérdida de tiempo. - Ay, Debie, Debie. Si fueras más a menudo a la liga de Kanto, sabrías lo que te espera. - ¿Qué me espera? ¿Un pardillo con un pidgey pegando a mi puerta? - Soltó un bufido despreciativo, negando con la cabeza y posando la vista en la perla y el cuerno de su dragonair, tan brillantes como siempre. - No va a llegar hasta aquí. Y si llega hasta aquí, hasta aquí va a llegar. - Volvió a bufar y masculló aún más bajo. - Ni de coña le doy mi medalla a un pardillo con un pidgey. - Rozaba la falta de respeto.

    - Tranquila, si perdió. - No me extraña. Lo que no sé es cómo llegó a la Liga. - Rodó los ojos. - Cada vez son más permisivos el resto de líderes de gimnasio. Así te encuentras luego los niñatos que te encuentras. - Oh, perdona, diosa de los dragones y máximo exponente de los líderes de gimnasio. - Menos bromas, pedazo de idiota. Tú eres uno de los culpables de esto. - Lance abrió teatralmente los ojos y se llevó ambas manos al pecho. - ¿¿Yo?? - Sí, tú, que te vas haciendo amiguito de todos los entrenadores que te encuentras y poniéndote en plan… - Se irguió y se puso a imitarle con tono burlón. - “¡Venga, vamos, tú puedes, el siguiente gimnasio te espera!” - Si quieres me enfado como haces tú y me encierro en la guarida del abuelo a llorar. - ¡Eh! - Le amenazó con un índice. - Yo no lloro. Solo me hago valer. Si no tiene redaños para entrar en la guarida dragón, no pinta nada en la Liga Pokemon. - Lo que tú digas. - Dijo Lance, con un suspiro, y en dirección a la puerta. - Debo reconocer que aquella vez que hicimos el combate doble contra aquellos dos estuvo bien. - Se giró hacia ella con una sonrisa burlona y añadió. - Aunque perdiéramos. - ¡Dragonair! - ¡Vale, vale! No me lances un Trueno, que ya me voy. - Me conoces muy poco si… - Yaaaaaa no hubieras lanzado un Trueno, hubieras lanzado un Enfado porque eres una enfadona. - Debora se levantó, frunciendo los labios, pero el muy cobarde de su primo ya estaba huyendo al trote de allí, haciendo volar la capa. - ¡No eres tan guay como te crees! - ¡Soy el más guay de Johto! Asume una derrota por una vez en tu vida, Debie, que el abuelo está ya muy mayor para aguantarte. - ¡Lárgate ya! - Le espetó, y el otro se fue, entre risitas.

    Volvió a sentarse, echando aire por la nariz como un tauros enfadado. Siguió mimando a su dragonair, esta vez pasando el pañuelo por las alitas de su cabeza, lo que hizo al pokemon cerrar los ojos y acomodarse a gusto. - ¿Tú te acuerdas de ese combate? Claro que te acuerdas. - Fue comentando. - Uno de ellos acabó siendo el líder del gimnasio de Ciudad Verde, y el otro es campeón mundial. Fue el que puso a Giovanni contra las cuerdas, de hecho. - Bufó. - Claro, esos sí eran dignos. Eso es lo que yo quiero decir, dragonair, que solo debe vencerme quien sea digno, y esos lo eran. - Dejó una caricia en su cabecita. - No es tan difícil de entender ¿no? - El pokemon, sin abrir los ojos, solo se acomodó un poco más. Debora soltó aire por la boca. - Ya, que quieres descansar. Ya me callo. La culpa es de mi estúpido primo. - Se quedó en silencio, pasando distraídamente el pañuelo por las alitas de su pokemon, que parecía ya plácidamente dormido… Hasta que masculló, porque no, no se lo quitaba de la cabeza. - Tss, un pardillo con un pidgey… Más vale que no lo vea entrar por aquí. -
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    Dom Mayo 01, 2022 12:33 pm
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    No, no estoy loca, Chop, esas son la coordenadas. — Una serie de pitidos pasivo agresivos en binario. — Sí, sé que hay un planeta ahí, aunque no esté en las cartas de navegación ni en los navegadores. Es lo que pasa con lo que está fuera del borde exterior. Pero el imperio rara vez se equivoca. — Pitidos más graves. — Noooooo, ni siquiera sabían que los tenía pinchados, ¿crees que montarían una farsa así para cazar a una sola niña rebelde? — Que sí, que sí lo creía, que el imperio era capaz de todo. Pues nada. Se había deshecho de su padre pero se había traído un droide juzgador. Suspiró y puso los ojos en blanco. — Salta en el borde de la Ruta Hydiana, así llegaremos al extremo del borde antes. Y a partir de ahí, avísame y vamos a velocidad subluz, manualmente, hasta que lleguemos al planeta. — Y ahora se indignaba. — ¡Oish! Este droide… Ya sé que a subluz las naves son detectables, pero, ¿para que tenemos el enmascarador de señal? — Y como el señor mayor que era su droide, se fue pitando indignadamente, mientras ella se baja a la sala común a reescuchar todo el material que tenía y tomar apuntes.

    < Se llaman pokemons. Son bestias magníficas, y con una profunda conexión con los seres humanos de ese planeta. — ¿Son humanos pues? — Sí, al menos todos los que yo recuerdo. Ellos gobiernan el planeta y vuelcan toda su vida en entrenar a esas bestias. — ¿Y funciona? — Ya lo creo que  funciona. Les obedecen como armas vivas e inteligentes, pero fieles. — ¿Y tienen un rey o gobierno al que nos podamos dirigir? — No sabría decirte… Pero los entrenan en gimnasios, y tienen ligas… Los campeones parecen ser los más respetados. Quizá no hace falta una alianza política. Hay algunos de esos entrenadores especialmente buenos. Según mis fuentes, hay unos especialmente peligrosos, una tal Debora y su familia… Su primo Lance y el abuelo de ambos, parecen tener una conexión excepcional con los pokemons. Es como si conectaran con la mente de las bestias… > — Eso. Esa era la parte que le interesaba a Hera. Ella había conocido a los jedis. Ella, a diferencia, según parecía, del resto de la galaxia, no había olvidado lo que hicieron los jedis por su planeta, y les había visto hacer cosas muy parecidas a controlar criaturas con la mente. — < Pero a ella será difícil, muy difícil, convencerla, al igual que a la mayoría, no tienen entrenamiento militar, ni siquiera formaban parte de la Républica… Quizá ni sepan de su existencia. — ¿Y entonces? — Había una mafia, una red criminal… El Team Rockett. Ladrones y maleantes, pero su líder es astuto… No lo suficiente como para que no acabaran encarcelándolo, pero… Siempre podemos liberarlo y ganar un aliado con potentes lazos criminales en el planeta y acabar haciéndonos con el control de las criaturas, obligando a sus entrenadores. — Sea como dice, gran almirante. Lo prepararé todo para los permisos y el papeleo. Salir de la galaxia es un lío burocrático. — Que sea rápido, Kallus. > Gran almirante. Nunca había oído ese rango en el Imperio. Ese Thrawn debía ser un pez gordo, pero debía darles miedo subirle a general o algo así. Suspiró. Era lo mismo, tenía que llegar y avisar a esa tal Debora.

    Una vez en la órbita del planeta, y sin necesidad de enmascarar la nave ni nada del infierno que había predicho Chopper, se dedicó a pinchar comunicaciones hasta que dio con información sobre la tal Debora y afinó puntería. Luego busco un lugar donde aterrizar y esconder la nave que no estuviera muy lejos del tal gimnasio, y pensó un disfraz para que no se la viera mucho. El gran almirante había dicho que solo había humanos en ese planeta, así que podían alucinar un poco al ver una twi’lek de piel verde y largas colas cefálicas. Capucha y pañuelo en la cara, solo dejando los ojos al descubierto, al menos hasta que estuviera frente a Debora. —Cuida de la nave y mantén el comlink abierto, ¿estamos? — Más quejas de su droide sobre por qué no podía ir. — Porque necesito alguien que pueda arrancar la nave y venir a por mí en caso de necesidad de fuga. Y deja de abroncarme, Chopper, eres peor que mi padre. — Más indignación. — Ya, ya sé que la unidad Cham nunca me hubiera dejado irme sola en un planeta desconocido, por eso no está aquí. Venga, estate atento y con la mano en el arranque.

    Avanzó discretamente por el pueblo. No parecía que la gente fuera muy centrada en observar a  los demás, por lo que pudo llegar a donde su navegador le indicaba que estaba la posición de Debora. Al entrar en el gimnasio, se sintió un poco en Coruscant, o más bien en Naboo, con aquella arquitectura tan amable y acogedora. No era tan diferente a su propia galaxia, quizá más colorido y alegre. Claro, que ellos no tenían un gobierno opresor sobre sus cabezas. Aquello estaba vacío, pero al avanzar, visualizó una chica en una especie de trono, pero estaba sola… No. Sola no. Estaba con un bicho azul en el regazo. — ¡WOW! ¿Qué es eso? — Menudo bicharraco. Y parecía todo tranquilo en ese momento, pero ríete de los lyleks de Ryloth. Empezaba a entender qué quería el imperio de esa gente. — Perdona es que… Nunca había visto un… Uno, de esos. — No quería usar ningún término a ver si iba a ofender a la chica. — Ehmmm. — Hera se había plantado ahí, y en verdad no tenía ni discurso ni nada planeado. Se quitó el pañuelo y se bajó la capucha. — Hola, ehm… No alucines, por favor… No soy humana, pero como si lo fuera. Solo es que mi gente es de colores y tenemos esto. — Dijo señalándose los lekku. Tremendo resumen de la cultura y genética twi’lek acababa de hacer. — Me llamo Hera Syndulla, y vengo de… Bueno, de la galaxia de al lado, ¿eres Debora? Tengo que hablar con Debora. — Y ahora solo esperaba que el idioma básico galáctico se llamara así porque se hablaba en todas las galaxias.
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    Dom Mayo 01, 2022 11:55 pm


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    Ya estaba limpiando por limpiar. Las alitas cefálicas de dragonair estaban más que brillantes, pero no tenía nada mejor que hacer que seguir pasándoles el pañuelito distraídamente. Su pokemon se había quedado dormido en su regazo y Debora estaba repasando mentalmente su última estrategia de combate. El Pulso Dragón de su Gyarados era muy fuerte, podría potenciarlo más quizás con algún ataque como Danza Dragón, por ejemplo. Sí, podría entrenárselo. Igual si dejara de usar Furia Dragón... Tss, es que le gustaba mucho la Furia Dragón. Pero se había dado cuenta de que Gyarados perdía mucha fuerza después de usarla, y eso bajaba la intensidad del Pulso Dragón, que indudablemente era su ataque más fuerte. Podría probar... Podría preguntarle al abuelo también. Ah, pero es que el abuelo era muy de ataques "lentos", como Debora los llamaba, muy introspectivos, muy de concentración. A ella le gustaba el ataque, la intensidad, la furia. Pero claro, "a veces la furia desmedida puede ser extenuante". Su abuelo y sus perlas dialécticas. De verdad, qué le gustaba ser filosófico...

    Con la mirada perdida y pasando el pañuelito por el mismo sitio sin darse cuenta estaba, pensando en si debería o no entrenar otros ataques en Gyarados, cuando se abrieron las puertas del gimnasio. Parpadeó, saliendo de su ensimismamiento. - ¡Está cerrado! - Bramó sin moverse de su sitio, monocorde pero sin perder el tono autoritario. ¿Por qué la gente no respetaba los horarios? ¿No sabían que para llegar hasta ella había que vencer a los entrenadores previos? ¿Estaban allí los entrenadores previos? No. Pues entonces era fácil de adivinar: el gimnasio estaba cerrado. Pero nada, qué se podía esperar de esos críos con ganas de recorrer el mundo y que coleccionaban medallas como quien colecciona cromos.

    Ah, pero es que encima entraba como si estuviera en su casa. Frunció más el ceño, ya con cara de pocos amigos, e incorporó ligeramente la espalda, llevándose una mano al cinturón de las pokeballs. Tenía a dragonite a mano, solo con aparecer ahuyentaría a cualquier malintencionado. ¿¿Pero qué narices?? Nadie entraba en su gimnasio así y se le plantaba prácticamente delante. Abrió la boca para decirle que qué se creía, que volviera cuando estuviera abierto y, fundamentalmente, cuando ELLA diera permiso para entrar, que para algo era la líder del lugar. Pero tuvo que parpadear de nuevo, totalmente anonadada, con la reacción de... ¿la chica? Por la voz suponía que era una chica, porque encima iba totalmente oculta, lo cual no le daba ninguna confianza. Se puso de pie y eso, por supuesto, hizo a dragonair despertarse. No había desfruncido el ceño ni dejaba de mirarla tratando de entender a qué se debía semejante descaro. ¿Cómo que nunca había visto uno? ¿Un qué? ¿Un dragonair? ¿Es que ni se sabía su nombre? Parecía bastante mayorcita para ser una entrenadora tan novata como para no conocer a un pokemon tan famoso. Poco común, sí, pero bastante conocido.

    - Yo que tú no me acercaba. Ni le hablaba teniendo en cuenta que le acabas de despertar. - Su aspecto precioso y elegante podía llevar a engaño, porque dragonair podía llegar a ser bastante agresivo... Como su entrenadora, básicamente. - Te he dicho que el gimnasio está cer... - Y, de repente, se descubrió. Debora abrió mucho los ojos y dio un paso atrás, y automáticamente dragonair se puso en guardia, esperando orden de ataque, con el cuello erguido y el ceño fruncido y tenso. - ¿Qué coj...? - Empezó, pero la otra ya se estaba explicando. Eso no le quitaba a Debora la cara de descuadre ni, por supuesto, de desconfianza. ¿Era un... una...? ¿¿Era humana?? Parecía un... Mewtwo... Pero verde y... Con un aspecto muy... Humano... Al menos no había quitado su mano de la pokeball de dragonite. Aún podía atacar si se mostraba hostil, si bien Debora ya consideraba lo suficientemente hostil semejante entrada por SU gimnasio.

    Vale, reconocido por ella, no era humana, solo que "su gente" era de colores. ¿Qué gente? Para Debora había humanos, animales, plantas y pokemon. No había más "gente". Movió los ojos inconscientemente cuando dijo eso de "la galaxia de al lado". ¿Qué? Vale, entonces era eso, era de otra galaxia. Nunca había visto a "gente" de otra galaxia. ¿Y así de fácil era... pasar de una a otra? Esto no está pasando, pensó. Como fuera una puta bromita de Lance, pensaba convertirlo en comida de dragones. - Estás delante de ella. - Respondió, sin perder la expresión poco amistosa y, por supuesto, muy confusa. - Soy la líder de este gimnasio. Aunque haya podido pasar un poco desapercibido cuando te he dicho que está cerrado. - Dragonair seguía en guardia. Puso una mano en su cabeza como si quisiera decirle que no iban a atacar POR AHORA, que esperara su orden. Que bajara la hostilidad pero no la guardia. Dio un paso hacia "la chica" y preguntó. - ¿Quién eres? Y no me digas Hera Syndulla, no conozco a nadie de otra galaxia así que es como si no me dijeras nada. - Hizo un gesto seco con la cabeza, como instándola a hablar. - ¿Quién eres y por qué me buscas? -
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    Jue Mayo 05, 2022 12:35 pm
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    Pues sí que se entendían, qué alivio, eso lo mejoraba todo. Era como hablar con alguien de Coruscant o Corellia, con acento así, refinado, de los bordes interiores. De hecho, eso le permitió entender perfectamente su advertencia, a la que hizo caso de inmediato, parándose y levantando las manos con las palmas abiertas. — Por lo que sé, tú debes ser su entrenadora, así que si tú no le dices que me haga algo, no lo hará. — Esperaba haber entendido bien cómo funcionaban esos bichos, la verdad, porque daba un poco de miedito a pesar de ser más pequeño que un lylek o un gundark.

    Bien, había encontrado a la Debora buena, aunque no se parecía en nada a lo que recordaba de los jedi, con ese genio. Ellos que eran tan del código y de “no hay emoción, hay paz”. Hizo un gesto de tranquilidad con las manos y asintió lentamente. — Veo que no habías visto ninguna como yo, de lo cual deduzco que, efectivamente, aquí solo hay humanos y pokemons. — Tomó aire y trató de darle un sentido a su discurso. — Siento haber entrado en tu… — Paseó la vista por el sitio. — Gimnasio cerrado, pero la puerta no estaba atrancada ni nada. — Igual eran costumbres de allí, insistir muy agresivamente en que algo estaba cerrado y no echarle ni una tranquita a la puerta. — Pues es que me llamo así, y vengo de la galaxia de al lado. O igual estamos en la misma pero tu parte aún no se ha descubierto… Bueno, es igual. — Se estaba liando con sus cosas de piloto, y aún no había explicado ni siquiera quién era el imperio, y algo le decía que, con aquella chica, empezar por ahí, iba a acabar con su escasa paciencia. — Es difícil explicarte cómo te he encontrado, pero lo importante es que, si yo he podido hacerlo, hay gente muchísimo más peligrosa que yo que lo puede hacer también. — Tragó saliva y se acercó un poco más. — Para que me creas. ¿Te suena el Team Rockett? ¿Un tal Giovanni? Pues la gente que te busca son aliados suyos. Yo me he enterado porque les estaba espiando… — Uf no podía ponerse a explicar la Rebelión ahora. — Van a por la gente como tú… Con tu poder.
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    Sáb Mayo 07, 2022 11:32 am


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    Arqueó una ceja. No se mostraba hostil (salvo por lo de entrar en su gimnasio cerrado como si fuera su casa) y alzó las palmas en señal de paz, como si de repente estuvieran en una guerra o algo. Ella solo estaba sacándole brillo a las alitas de su dragonair cuando la otra había entrado, así que menos sustos. Lo que le hizo arquear la ceja no fue eso, sino el cuestionamiento de lo que dragonair podía hacer o dejar de hacer según ella se lo ordenara. Demasiadas cosas sabía esa tal Hera Syndulla, para su gusto, tratándose técnicamente de alguien de otra galaxia. No tenía conocimientos de que fuera de su planeta existieran pokemon también, por no hablar de que se había sorprendido al verle. No le estaba cuadrando nada, y Debora no llevaba bien que no le cuadraran las cosas.

    Volvió a arquear una ceja, pero esta vez en un tono sarcástico y casi burlón. - También hay plantas y animales. - Comentó. Quizás no era buena idea hacer amago de burlarse de una persona de otra galaxia que se le había metido en el gimnasio sin preguntar, a saber por dónde le salía. Pero Debora se sentía demasiado protegida por sus pokemons... Y por su soberbia. Su abuelo estaba ya cansado de decirle que con esa actitud no iba a llegar a ninguna parte. Teniendo en cuenta que era la líder de gimnasio más difícil de vencer de la región de Johto... Discrepaba.

    Bueno, lo que le quedaba por oír. Ahora resultaba que tenía que encerrarse a cal y canto en su propio gimnasio para que no entraran visitas indeseadas. Se cruzó de brazos y adoptó una pose chulesca, dejando caer el peso en una pierna, ladeando la cadera. - Resulta que en este planeta los gimnasios son un edificio estatal cuya potestad recae sobre su dueño, en este caso yo, y la puerta está cerrada y no hay un informador en la puerta dando el paso y una ristra de entrenadores dando la bienvenida al entrar, se da por hecho que está cerrado y no se puede entrar así como así. No es un centro de visitas al público, es un gimnasio oficial. - Y mi casa, pensó, pero no pensaba darle tantos datos a una desconocida. Porque, sí, Debora era de esos líderes de gimnasio que vivían en su propio gimnasio, en una casa adosada a la parte trasera. Le parecía más honesto consigo misma directamente vivir allí, no como esa farandulera de Misty, que decía vivir en la otra punta de Ciudad Celeste pero se pasaba el día metida en la piscina de su gimnasio cotorreando con las demás nadadoras.

    Al menos empezó a decir de donde venía... Y lo de que "su galaxia aún no se había descubierto" le sacó una carcajada de incredulidad. Al menos la dejó terminar en su discurso, eso sí, sin cerrar la boca, que se le había quedado entreabierta del puro desconcierto tras la risa irónica, ni dejar de mirarla sin dar crédito. Vaya, y ahora amenazas vacías. Uh, cuidado, hay gente peligrosa que viene a por mí, ¿habéis oído eso, mis queridos dragones de cientos de toneladas? Pensó sarcástica, pero prefirió callar y seguir escuchando. Al menos iba a escuchar esa locura entera. Y sí, la escuchó entera. Se quedó en silencio, parpadeó una vez... Y volvió a soltar otra carcajada despectiva. - Es una broma ¿verdad? - Preguntó, ya sin mostrar sorpresa siquiera. Puto Lance. Se las iba a pagar.

    - Vale, vale. - Dijo con un suspiro, y se giró, de vuelta a su sillón. En el camino, decía. - Entonces, para que yo me entere. - Se dejó caer en este con un sonido de cansancio escapado entre los labios, pasó una pierna por uno de los brazos del sillón y se palmeó el regazo, haciendo que dragonair volviera a enroscarse en él, aunque sin dejar de mirar a la intrusa con desconfianza. - Tú vienes de una galaxia súperimportante, más que esta, que está aún por descubrir. Fíjate, y yo pensando que la conocía. - Ironizó. - Y vienes a avisarme a mí en concreto porque... - Puso tono misterioso. - Una gente súperpeligrosa se ha aliado con, oh, por Articulo, el mismísimo Giovanni y el Team Rocket, para buscar a un ser poderosísimo que soy, ni más ni menos, que yo. - Suspiró e hizo un gesto con la mano. - Mira, bonita, no tengo seguridad ni de que no seas un ditto transformado, pero voy a dar por hecho que solo eres uno de los últimos ligues de mi primo pintada de verde. Dime qué te ha prometido y le devolvemos la broma entre las dos o márchate. -
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    Dom Mayo 08, 2022 6:29 pm
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    Entornó los ojos. Ok, había plantas y animales, venga, ¿algo más? Qué estúpida, madre, que ella le estaba contando algo importante, y Hera se estaba temiendo que el lío burocrático al que se había referido el agente Kallus no se llevara mucho más tiempo. Y ahora una chapa sobre los gimnasios. — ¿Pues sabes qué? Que como no me hagas caso, igual ni gimnasios ni nada en este planeta, porque hay un pirado del imperio de mi galaxia que pretende venir aquí y reclutaros por la fuerza a vosotros, entrenadores, y a todos vuestros pokemons. — Buscó su comlink y se lo tendió. — Toma, si no me crees, esta es la conversación que grabé y que me trajo hasta aquí. — Calla, que igual no sabía cómo se usaba un comlink. — Le aprietas al botón de en medio y se reproduce, y si la quieres parar, lo mismo. Ahí oirás cómo habla de ti.— Resopló cuando le volvió a preguntar. Joe, qué cabezota. — Menuda broma más absurda venir contándote algo que de entrada sabía que no te ibas a creer. — En fin, la absurdez.

    Frunció el ceño y se echó hacia atrás. — ¿Cuando he dicho yo que sea una galaxia superimportante? Hay que ver, qué defensiva eres. — Kriff, se lo estaba poniendo superdifícil la tía. — Rebaja los niveles de pasivo agresividad, encima que estoy aquí para avisarte. — Dijo cruzándose de brazos y apoyando el peso en una pierna. Hera resopló y negó, sacudiendo las manos. — No, no, no… No te has enterado. — La miró. — Van contra todo el planeta. Quieren quedarse a los pokemons para usarlos en el sometimiento de mi galaxia. Pero saben que no pueden usarlos sin los entrenadores, y a ti te consideran la mejor.Aunque con ese carácter, verás lo bien que te vas a llevar con Thrawn y toda su panda, pensó. Pero espera, que todavía tenía carácter para usar en ella. — ¿Qué es un ditto? — Bueno ya le daba igual. — Oye, deja de pasarte conmigo. — Advirtió, señalándola. — Eso que has dicho es muy ofensivo. No elegimos nuestro tono de piel al nacer, ni los lekku, ni nada de todo lo que nos caracteriza, y los humanos como tú son los que han sometido a mi gente, así que no te metas conmigo por los rasgos que han hecho que a mi pueblo se le esclavice durante años. — Inspiró y tragó saliva. — Y no tengo novio ni conozco a tu primo. Soy piloto y la rebelión es mi vida. Pero no quería que el Imperio arruinara la vida de otra mujer fuerte. — Se volvió a cruzar de brazos con aspecto de enfado hasta que cayó en el algo. — ¡Oye! Si eres usuaria de la Fuerza, eso suele ir en la familia. ¿Tu primo también lo es? Si lo es, debería advertirle, y a todos los miembros de tu familia que lo sean, también. — Se mordió el labio y miró al suelo. — Mi galaxia es un lugar peligroso para casi todo el mundo, no solo para los twi’leks. Mataron a toda la gente como tú, y a los que no mataron, les obligaron a ponerse de su lado y someter a los demás con sus poderes. Así que, cuando lleguen, te darán a elegir entre esas dos opciones. — Suspiró. Estaba agotada del viaje, por las muchas horas sin poder hacer salto hiperespacial, y describir cómo estaban las cosas le estaba deprimiendo. — A ver, ¿el tal Giovanni ese tiene algún interés especial en los pokemons? Igual el Imperio le ha propuesto dárselos a cambio de su apoyo contra vosotros. ¿Te cuadra con él?

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    Mar Mayo 10, 2022 3:04 pm


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    Su orgullo no le iba a permitir reconocerlo, pero pese a que por fuera había identificado aquello como una broma de mal gusto y, por tanto, no pensaba darle ya mayor importancia, por dentro le seguía perturbando un poco. Más que perturbando, mosqueando. Era tan poco probable que todo aquello fuera real... Pero aquella chica, si de verdad estaba gastando una broma, era una actriz de diez. Porque parecía hablar bastante en serio, a pesar de la descomunal locura que estaba diciendo.

    Rodó los ojos, escuchando su ofensa sin disimular lo más mínimo la expresión de aburrimiento. Ahora que venía de un imperio, esto mejoraba por momentos. Al final iba a resultar que Debora iba a acabar siendo de la realeza y todo o algo así, a ver con qué nueva historia la sorprendía ahora. Soltó una carcajada seca. - Suerte reclutando a todos los pokemon del mundo. - ¿Pero qué hacía entrando al trapo de eso? Es que menuda absurdez. Estaba diciendo básicamente la misma perorata que traía el Team Rocket constantemente, que se harían los dueños del mundo y blablabla, y sí, les metieron en un lío bastante gordo por culpa de ese mafioso de Giovanni, ¿pero dónde estaban ahora? En ninguna parte. No eran más que morralla. No iba a meterle miedo con eso.

    Sin embargo, en mitad de su disertación, le tendió un cacharro que Debora miró con el ceño fruncido en extrañeza. Luego la miró a ella. ¿Pretendía que pusiera eso en funcionamiento? Porque no tenía ni idea de lo que era. - ¿Esto qué es? ¿Otro cacharrito de Silph S.A.? - Qué cansadita la tenían los vende humos de Ciudad Azafrán, de verdad que sí, y mira que le quedaba lejos. Al parecer no, no lo era, era un cacharrito que le quedaba más lejos todavía. La miró con extrañeza, pero fue a hacer lo que le decía, no sin ciertas reticencias, porque seguía bastante convencida de que aquello era una broma y a saber si no salía de ahí un chorro de agua o algo similar... Pero no. Igualmente, antes de pulsar el botón, la otra siguió hablando, bastante irritada. Al parecer la había ofendido con lo de la broma. ¿Pero es que todo aquello... era verdad? No. No, no. Es que tenía que ser una broma, vamos, no tenía ni pies ni cabeza. Y si no era una broma, era una locura y aquella chica estaba para ingresarla en un sanatorio.

    Arqueó una ceja. - Ofensiva, más bien. - Hizo la broma mala, con tono monocorde a pesar de lo enfadada que estaba la otra. Debora de defensiva no tenía nada, no había más que verla combatir, y de pasiva tampoco, ella era bastante directa y atacante. Siguió insistiendo en su teoría de la conspiración, pero ahora le doró la bola. ¿Se creía que la iba a convencer más por decirle que era la mejor? Ella ya sabía que era la mejor, no necesitaba que se lo dijera nadie. Aunque, por como se puso después, al parecer la había ofendido de verdad. Alzó ambas manos, con el cacharro ese en una de ellas y sin perder el ceño fruncido. - Eh, eh. Tranquilidad. - Pidió. - Yo no he sometido a nadie y me acabo de enterar de que tu raza existe ahora mismo, así que relájate. Que si alguien ha entrado en mi propiedad como Clefairy por su casa aquí eres tú. - Bajó las manos, pero no desfrunció el ceño, aunque sí rodó los ojos exageradamente y con hastío una vez más. "La rebelión es mi vida". Vaya por Dios. Se le había colado otra heroína en su gimnasio, y esta de otra galaxia. De verdad, como aquello fuera una broma de Lance, porque lo peor es que empezaba a darle hasta un poco de pena la chavala (si bien no dejaba de tenerla mosqueada), de verdad que lo iba a matar.

    - Vale, vale. Voy a ver esto. - Trató de cortar, y fue a pulsar el cacharro que le había dado, pero la otra siguió hablando. La miró con el ceño fruncido otra vez. - ¿Que soy qué? - ¿"Usuaria de la Fuerza"? Vaya manera de hablar más rara, pero creía que la había entendido. Suspiró, cansada. - Deduzco que te refieres al líder de tipo Lucha. Ese es Aníbal y está en Ciudad Orquídea. - Puso una sonrisa artificial y dijo, sarcástica. - Pregunta antes de entrar si el gimnasio está abierto. Ahí sí que puedes llevarte una patada que te mande de vuelta a tu galaxia. - Vamos, ni ella siendo quien era se atrevería a entrar en el gimnasio de Aníbal sin llamar, que el tipo era todo risas pero sus pokemon, no tanto. - No, mi primo entrena dragones, como yo. Como toda nuestra familia. - Aseguró monocorde. A ver, si iba a por Aníbal, que acabaran con eso ya. Aunque entonces no sabía a qué venía el rollo ese de la mujer fuerte y la mejor entrenadora (vamos, tuviera que ver que consideraran a Aníbal mejor que a ella). Esa chavala tenía un lío que no se aclaraba.

    Lo siguiente que dijo ya sí la empezó a asustar. Y una Debora asustada era una Debora más enfadada todavía. Tenía el ceño tan fruncido que hasta le dolía, pero ahora sus músculos estaban tensos y en su mirada podía verse un atisbo de miedo... Pero también de mucho cabreo de pensar que todo aquello fuera un cuento y la estuviera tomando por estúpida. - Mi familia y yo nunca hemos estado en riesgo de muerte. Esta es una zona tranquila. No tengo ni idea de lo que me estás hablando. - Dejó bien clarito, porque no iba a dejarse contagiar por una paranoia tan fácilmente. Parpadeó varias veces. ¿Que si "el tal Giovanni" tenía algún interés en los pokemon? - Básicamente es a lo que se dedica. A eso y a estafar. - Contestó, seca. Bajó los brazos (que aún estaba en posición de ir a usar el cacharro) para mirarla un poco mejor. - O se dedicaba, más bien. Giovanni está en la cárcel por pertenencia a banda organizada. Por liderarla, para ser exactos. Dudo que desde allí pueda contactar con nadie, mucho menos de otra galaxia. - Alzó la mano que tenía el aparato y preguntó, sin perder el tono borde. - ¿Quieres que escuche esto o qué? - Porque si no iba a dejar de hacerle preguntitas, así no avanzaban.

    Suspiró, rodó los ojos una vez más y miró hacia el aparato. Acabemos con esto ya, pensó, tras lo cual le dio al botón. No salió ningún chorro de agua, ni un Mr.Mime bailando, ni nada que pudiera parecer una broma. En su lugar, atendió ceñuda y suspicaz, en silencio absoluto y con la mirada en ninguna parte, a lo que oía... Y el corazón le empezó a latir con violencia. Dragonair debió detectar su estado, porque se enrolló a una de sus piernas y la miraba desde abajo como si quisiera que le asegurara que todo iba bien, pero Debora no podía ni parpadear. La conversación terminó, y ella tardó unos segundos en reaccionar. A ver, no decía nada que no se supiera, era básicamente definir su planeta... Pero... Algo no le sonaba nada bien. Lo del entrenamiento militar... El que supieran tanto de ella... - ¿Quién es este tipo? - Preguntó, brusca, mirándola ahora. - ¿Qué coño es esto? -
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    Mar Mayo 10, 2022 10:33 pm
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    La soberbia de esa chica no conocía límites. — Han sometido una galaxia entera. Exterminaron razas enteras… ¿Crees que no pueden encontrar una forma de llevarse tus pokemons? — Negó con la cabeza. — No seas ingenua que no te pega. — La había mosqueado un poco, no lo iba a negar. Es decir, lo entendía, pero es que esa pose de superioridad no les ayudaba en nada. Y encima venga a decir cosas que no entendía. — No sé cómo explicarte que no soy de aquí, así que ni idea de lo que me estás hablando. Pero eso es un comlink con la copia de la conversación que pinché y que hablaba de tu planeta. Gracias a lo que dicen ahí lo encontré, y supe cómo te llamabas y que eras usuaria de la Fuerza, o sea que ellos ya lo saben todo, no sé si se lo habrá dicho el tal Giovanni o tendrán espías.

    Ah, que tampoco sabía que era usuaria de la Fuerza. Bueno, igual es que ella lo llamaba de otra forma, de hecho, ya la estaba hablando de cosas que no entendía. — ¡Que no soy de aquí! ¡No tengo ni idea de lo que me estás hablando ni conozco ningún Aníbal! — Dijo y tratando de ignorar lo de la patada, pero sin poder evitar pensar: que lo intente que verá lo rápida que soy con el bláster. Pero reconozco los poderes de un usuario de la Fuerza cuando lo veo, o lo oigo, en este caso. — La señaló cuando dijo lo de su primo. — ¡A eso me refiero! La conexión. Ese es un rasgo de los jedi, vamos, de los usuarios de la Fuerza. La conexión con los seres vivos, os conecta la Fuerza, está entre todas las cosas vivas. — Recordó al maestro Kenobi contándoles todo aquello en las cuevas de Lessu mientras las bombas caían sobre el puente y el futuro de su planeta se decidía, protegiendo no solo la vida de Numa, ella y todos los niños de las cuevas, sino sus mentes. Los jedis hacían cosas buenas por la galaxia, por las personas, quizá estaba demasiado obsesionada con encontrar algo que le recordara a ellos.

    Rio un poco y alzó las cejas con tristeza. — Pues esa es la suerte que has tenido, pero mucho en mi galaxia pensaban como tú, y lo perdieron todo. Intento que no os pase a vosotros también. — Bien, el tal Giovanni estaba en la cárcel, eso era algo aunque, la verdad, ojalá solo eso fuera suficiente para parar al Imperio. — Es el típico aliado del Imperio. Ambicioso, mala gente, con red de contactos criminales… El emperador legalizó bandas criminales en mi galaxia y todo arreglado, ahora se dedican a aterrorizar a todo el mundo… — Se cruzó de brazos y resopló. — Puede que ahora te parezcan inofensivos, pero piensa por un momento en qué haría el tal Giovanni con más dinero e influencia fuera de la cárcel.

    Al menos se puso a escuchar la conversación del comlink. El bichillo se enrolló en su pierna de repente y a Hera le dio hasta penita. Vamos, eso era una conexión clara con la Fuerza, solo que claro, estando en otra galaxia, lo llamarían diferente. Debora solo parecía concentrada en la grabación, esa mujer no se asustaba con nada. — Eso es el gran almirante Thrawn. En el Imperio todo va por rangos militares. — Explicó con tranquilidad, que la chica no parecía asustada, pero ahora sí que le estaba escuchando. — Ese rango es nuevo. Lo han creado para él, o sea que tiene que ser alguien muy poderoso, pero algo no les gusta de él o, según mi teoría, le tienen un poco de miedo, porque no quieren hacerle general. — Suspiró y negó con la cabeza. — Yo solo he oído hablar de él, y hace tres días logré localizarlo en el sistema Gorse. Fui, pinché las conversaciones y dejé la misión en la que estaba por venir a avisaros. A avisarte a ti. Thrawn se ha quedado con todas y cada una de las cosas que ha querido. Si tu familia tiene… Lo que yo llamo la Fuerza, tu poder para conectar con los pokemon, estáis todos en peligro. — A ver si así la entendía. — Y yo, por estar aquí, también. Puedo ayudaros, pero tengo que esconder mejor mi nave y traer a mi droide conmigo.


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    Jue Mayo 12, 2022 5:37 pm


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    Apretó los labios y los dientes. Pues no, no le pegaba ser ingenua y no lo era, aunque mucho se temía que estaba ya pecando de exceso de ingenuidad solo por el hecho de no haber echado a esa tipa a patadas de su gimnasio ya. Sonaba a lunática total en todo lo que decía y no tenía ninguna prueba que no hubiera aportado ella misma de que lo que decía era verdad. Por lo tanto, eso de que fuera ingenua por no creerla... Más bien estaba convencida de lo contrario.

    Y dale con eso de "usuaria de la Fuerza". - Y yo no sé cómo explicarte que no sé de qué me hablas. - La parafraseó, porque la estaba tensando ya más de la cuenta. Sonaba a como si tuviera superpoderes o algo así, y hasta donde ella sabía, ser la mejor líder de gimnasio de la región no era un superpoder, simplemente era entrenamiento, constancia y dedicación. Pero la ponía muy tensa y alerta ese discurso de que "ellos" lo sabían todo (seguía sin saber quiénes eran "ellos" exactamente) y que el chivatazo podía haber venido directamente de Giovanni. - Lo dudo mucho, no he tenido el placer de conocerle en persona. - No era verdad. Habían coincidido en la Meseta Añil cuando había habido campeonatos internacionales de la Liga, ambos como entrenadores de sus respectivos gimnasios. Solo que no se había molestado en hablar con él ni en acercársele siquiera. Pertenecían a mundos absolutamente distintos aunque compartieran profesión, por no hablar de que nunca le había caído bien ni dado buena espina. No se equivocó, a la vista estaba... Aunque claro, tampoco es como que hubiera muchísima gente que a Debora le cayera bien.

    Ah, espera, más términos. Ahora también era "jedi". Arqueó una ceja. - ¿Algún título más? - Ironizó. Luego bufó, negando hacia un lado y rodando los ojos. - Mi familia se ha especializado en dragones toda la vida porque nacimos y hemos crecido en Ciudad Endrino, que está en la ladera de la guarida del dragón. Llevan protegiendo a los humanos que habitan aquí desde que existen humanos en el mundo. No hay ningún misticismo, somos una familia de entrenadores de pokemon dragón. Mi abuelo fue el anterior líder de este gimnasio y ahora lo soy yo. Punto. - Es que de verdad, qué ganas de sacar cuentos de donde no los había.

    Escuchó su siguiente discursito del terror, aunque... Por desgracia para ella, la estaba empezando a asustar de verdad. Cosa que, por supuesto, no pensaba reconocer, porque Debora no era fácilmente atemorizable. Tenía el ceño fruncido mientras la oía, pero lo relajó para soltar una carcajada sarcástica, cruzada de brazos, ante ese supuesto ejercicio de imaginación. - Giovanni solo tiene más dinero que todo mi planeta entero. Me juego la mano y no la pierdo. Que tenga ahora las cuentas congeladas por estar preso no significa nada. Y dudo que se puedan tener más contactos de los que ya tiene, ese tipo tiene más tentáculos que un tentacruel. - Echó aire por la boca y se reafirmó. - Pero está preso. Y el Team Rocket sin ellos es como un slowpoke sin cola, no saben ni dónde tienen la cara. - El que no había salido huyendo había intentado labrarse una vida de anónimo lo más discreta posible, negando a toda costa haber sido parte de la banda algún día.

    Pero la conversación que escuchó en ese cacharro era mucho más preocupante de lo que estaba dispuesta a reconocer, si bien seguía sin estar segura de haberse enterado de algo. Frunció los labios, mirándola de reojo. - Hay muy pocos militares aquí. El Teniente Surge es el más reconocido, es el líder de gimnasio de Ciudad Carmín, en Kanto. Y nunca ha hecho nada que no sea velar por la seguridad de los pokemon y de todos los entrenadores. - Le devolvió el cacharro. - Si lo que quieres es información militar, él puede dártela mejor que yo. - Con suerte se la quitaba de encima... Pero no, no iba a ser tan fácil. Ni Aníbal ni Surge parecían ser las personas que Hera buscaba: la buscaba en concreto a ella. Y tenía que reconocer que... si lo que narraba que había hecho era cierto... La miró de arriba abajo. No parecía tener más de... ¿Veinte años? Quizás menos, como no estaba acostumbrada a ver gente de su raza era difícil de predecir. El caso era que estaba enfrentándose, supuestamente, a una supuesta trama organizada criminal y militar en la que estaban compinchados, mínimo, dos planetas de dos galaxias diferentes, y se había venido sola (que ella supiera) hasta aquí, localizándola de la nada y adquiriendo información muy peligrosa... Debora admiraba a la gente fuerte, valiente y tenaz. Si no fuera porque quería seguir pensando que todo aquello no era más que un cuento, una locura o una broma muy pesada, debería admirar bastante a esa chica.

    Suspiró y fue a hablar, pero una nueva palabra rara la hizo arquear una ceja. - ¿Droide? - Bah, qué más daba ya a esas alturas. Sacudió la cabeza y volvió a lo que iba a decir. - Bueno, a ver. - Se cruzó de brazos, apoyó el peso en una pierna y la miró, sin perder el ceño fruncido pero con las defensas un poco más bajas. - Explícame qué es eso de la Fuerza y por qué dices que lo tengo yo, porque sinceramente, no me he notado en nada distinta al resto de humanos de aquí. Y explícame qué tienes pensado hacer, o mejor, qué pretendes que yo haga. -
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    Jue Mayo 12, 2022 11:12 pm
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    Es verdad que ella no estaba extendiéndose mucho en las explicaciones, y le estaba costando más de lo que esperaba, igual tenía que volver a relacionarse con personas y menos con Chopper, porque las conversacion con alguien que solo hablaba binario eran relativamente concisas y poco floridas. Por no hablar de que no solía darle explicaciones de nada al droide, y había ido a buscarse a la humana más demandante de su galaxia y la de ella.

    Escuchó, tratando de obviar los tiritos pasivo-agresivos, lo de que su familia era domadora de dragones, o entrenadora, o lo que fuera. A ver, los jedi tenía técnicamente prohibido casarse y reproducirse, pero… Aun así, había niños que, por probabilidad genética nacían con ello, y… En fin, que ya sabía ella de más de un jedi que se había dejado caer por Ryloth y misteriosamente habían aparecido dos o tres niños usuarios de la Fuerza. Y si en ese planeta no tenían orden jedi, igual se casaban y tenían familias como si nada.

    Volvió al tema de Giovanni y ella soltó una carcajada seca. — El contacto del Imperio le supone naves espaciales. Naves que son como este barrio donde está tu gimnasio, que pueden viajar a la velocidad de luz, saltar al hiperespacio, armadas con cañones láser que lo destruye todo… — Miró al bichillo de su pierna. — Tu pokemon es como una turbina de esa nave. Y tiene unas dos mil. Turbinas digo, naves muchas más. — Para que dejes de estar tan subidita, rica, no puedes contra el Imperio Galáctico. Eso sí, la chica soltaba nombres que ella no distinguía si eran de persona o pokemon con una facilidad pasmosa.

    Entornó los ojos y suspiró con tristeza. — En el Imperio, un cargo militar es sinónimo de problemas… — Miró alrededor. — Pero aquí no parecéis vivir así, por lo que supongo que los militares son buena gente como dices. — Claramente, Debora no valoraba lo que tenía ahí mismo. — Ojalá me esté equivocando y Thrawn haya pedido a su agente que mueva los permisos pero al final no venga. No obstante… No lo creo. — Luego negó con la cabeza. — No, yo no la quiero. — Rio un poco, con la mirada perdida. — Pero Thrawn la va a querer. Así que… No estaría de más avisarle a él también.

    Se paró, haciendo respiraciones profundas y tratando de poner en orden en su cabeza cómo explicarle a alguien que no sabía ni lo que era un droide, qué era la Fuerza. — ¿Puedo sentarme en tu gimnasio? — Preguntó, porque ya no veía nada claro respecto a los límites de la propiedad de la señora. Se sentó con las piernas cruzadas y se apoyó en ellas. — La Fuerza es como un sexto sentido con el que nacen algunas personas. Es un talento genético, se hereda, pero también puede aparecer aleatoriamente. Ese sexto sentido… Te conecta con todas las cosas vivas, mucho más que el resto de las personas. Te permite… Presentir, adivinar los sentimientos de la gente, los animales y hasta las plantas. Entrenada, puede darte hasta control mental y una forma de pelear que es… Alucinante. — Rio un poco al recordar a los generales jedi en su planeta. — En mi galaxia, todos los niños que mostraban habilidades en la Fuerza eran entrenados en estas habilidades por una orden que se llamaban jedis. Cuando crecían, los niños se convertían en maestros, y protegían la galaxia de los sindicatos del crimen, mediaban en conflictos políticos, destruían redes criminales… A mí me salvaron la vida. — Inspiró y miró a Debora. — El emperador los mató a todos. Les exterminaron con un elaborado plan… A todos. Era lo único que defendía nuestra democracia, que nos separaba de la oscuridad. Mira, en mi galaxia había un planeta llamado Naboo que… Me recuerda mucho a esto. Era así, luminoso, pacífico, funcionaba bien… Pues cuando el emperador dio el golpe, su senadora murió en extrañas circunstancias, y de la noche a la mañana, ¡plof! Todo aquel esplendor de Naboo… Desapareció. Como si no hubiera existido. Ahora es un lugar triste, lleno de ruinas de lo que fue un lugar hermoso.

    Hera se levantó y miró a Debora. — Estoy aquí porque quiero que sepas que no tienes por qué ponerte de su lado cuando vengan a por ti. Es lo que muchos hicieron, no resistirse, plegarse, el miedo es el arma más poderosa del Imperio. Vosotros y vuestros pokemons, pero especialmente tú y tu conexión de la Fuerza sois, por lo visto, necesarios para el Imperio. Si la gente deja de darles lo que necesitan, quizá tengamos una oportunidad. Vosotros de conservar esto, y nosotros de presentar batalla. — Sonrió y miró a su alrededor, como si allí hubiera alguien de su galaxia, pero por la mera costumbre. — Nosotros somos la resistencia. Ahora mismo, solo estamos espiando, boicoteando pequeñas operaciones, hallando formas de quitarle recursos al Imperio y usándolos para financiarnos. Pero si os unís a ellos… No tenemos ninguna posibilidad. Y para vosotros, el momento en que tendáis la mano al imperio, os agarrará hasta el hombro y hasta donde pueda. — Negó con la cabeza. — No sé qué hacer, no conozco esto… Pero te he advertido, y te ofrezco mi nave y mis conocimientos de la galaxia de al lado y del Imperio para que les plantéis cara. — Levantó las manos y las movió señalando el entorno. — Primero, debemos saber de qué disponéis para defenderos, no sé cómo funciona vuestra conexión con los pokemon, cómo los usáis… Y necesito entender la amenaza interna, que claramente es el Team Rockett. Va a ser fundamental que, si están desarticulados, sigan así, porque el Imperio acostumbra a aliarse con los maleantes locales para que les vayan haciendo el trabajo.


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    Lun Mayo 16, 2022 9:14 pm


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    Se cruzó de brazos ante la mención de las naves, y cuando comparó a dragonair con una turbina bajó la vista a él. Su pokemon le miraba con esa carita tan preciosa que tenía y que no le hacía parecer tan temible como realmente era. Debora simplemente hizo un leve gesto de negación y despreocupación con la cabeza hacia su pokemon, un gesto para aliviar los posibles temores de él... Aunque ella viera cada vez más acrecentados los suyos. Su mente lógica y práctica le decía que para qué narices iba a querer un entrenador pokemon una nave espacial, por buenísima que fuera. Sin embargo, Giovanni... Era demasiado ambicioso. ¿Que para qué la iba a querer? Para buscar pokemon raros con los que traficar en otros planetas, por ejemplo, o para llevarse lo de este planeta fuera. No tenían pruebas de que hubiera pokemons en otros lugares que no fuera aquel, pero bastaba con que Giovanni lo considerara una buena fuente de negocio como para que quisiera llevarlo a cabo.

    Pero Giovanni estaba en prisión, eso que no se les olvidara a ninguna de las dos. Sí, esa amenaza, así dicha, sonaba temible y peligrosa, pero la realidad absoluta era que el jefe del Team Rocket estaba entre rejas, en un planeta y una galaxia muy diferente a la de origen de esa chica, que perfectamente podía tener otras normas tan dispares que no habría fuera tan fácil comprar su libertad. Seguía viéndole lagunas a todo aquello.  Por más que intentaba derivar a la chica a otros líderes de gimnasio para que dejara de comerle a ella la cabeza, la tal Hera seguía empecinada en que nadie como Debora la podía ayudar. Ni Anibal, ni el Teniente Surge, ni nadie, solo ella. Y ella que no sabía de qué narices le estaba hablando y prefería que no le interesara lo más mínimo, y ya le estaba dando más vueltas de las que le gustaría.

    Estaba reflexionando cuando la pregunta de la otra le hizo arquear una ceja. Tardó unos instantes en responder con rebosante sarcasmo. - Claro, estás en tu casa. - Total, ya había entrado como si nada, ya qué más daba que se sentara, como si quería hacer el pino. Al menos la chica empezó a explicarle sin más rodeos qué era eso de "la Fuerza", y no, no tenía nada que ver con ser bueno en el tipo Lucha. Si bien seguía sin encontrarle absolutamente ningún sentido. Al principio no le pareció nada extraordinario: podía llamarse "la Fuerza" como podía llamarse ser bueno en algo y ya está. La cosa se puso más extraña cuando empezó a decir eso de que parecían "presentir" a la gente, los animales y, dedujo en su caso, a los pokemon. Vale, definitivamente no era su caso. Ella era una excelente entrenadora de dragones, pero eso de adivinar los sentimientos de la gente... Con suerte y se llevaba medio bien con algunas personas, como para molestarse en adivinar de qué palo iban.

    Y, desde luego, hubo una cosa que se sentía en la imperiosa necesidad de especificar. - Yo no controlo mentalmente a mis pokemon. - Ladeó la cabeza. - Ni siquiera los maestros en tipo Psíquico tienen un poder así. Pregúntale a Sabrina si a mí no me crees, ella es la experta. - Soltó aire por la nariz. - De todo lo que has dicho no me siento identificada con nada, a lo sumo con lo del sexto sentido con los pokemon, pero no creo que sea nada místico: es entrenamiento y tenacidad. - No era culpa suya que otros entrenadores se dedicaran llevar a los pokemon a concursos de belleza y coleccionar bayas para que les tallaran pokeball bonitas, lo suyo era entrenamiento serio, y de ahí los resultados. Pero Hera aún no había terminado su exposición, y la historia con la que avanzó le hizo tragar saliva y controlar que no se le notara demasiado por fuera que se había turbado bastante por dentro. ¿En serio ese tipo había... Matado a un montón de niños? ¿Por tener el sexto sentido ese, o lo que ellos decían que tenían? ¿Pero qué cojones?

    - ¿Y qué coño hace un tipo así con un título de militar si ha hecho eso, en vez de estar entre rejas? - Se le escapó. Menos mal que no iba a mostrar por fuera el impacto que le había causado la noticia. Al menos sus brazos cruzados y su cara de cabreo seguían siendo los mismos que cuando Hera empezó a hablar. Su relato del planeta Naboo, según Hera muy parecido a ese, iba destinado directamente a asustar a Debora... O a prevenirla. Empezaba a creerse todo aquello, y mira que no quería. Un tipo capaz de matar a un montón de niños, ¿cómo no iba a querer venir en su maravillosa y gigantesca nave llena de turbinas del tamaño de su dragonair a llevarse a todos los pokemon que pudiera? Dicho así, sonaba hasta ridículo pensar que no ocurriría. Solo que Debora se negaba a aceptar que su vida era la misma de siempre, la de una líder de gimnasio que lo tenía todo bajo su control, hacía apenas media hora, y que de repente su planeta entero se enfrentaba a una posible guerra intergaláctica. Eso no tenía ningún tipo de sentido.

    Y lo de la Fuerza no lo terminaba de ver, dicho fuera de paso. Además, Giovanni era un miserable, un usurero y un estafador, que solo quería dinero y poder, pero no le veía capaz de... asesinar niños, asolar un planeta entero. No podía pensar que ansiaba el poder hasta semejantes extremos. Y no querría ver su propio planeta, el planeta que él se creía que gobernaba, asolado por una guerra, ¿dónde iba a hacer sus tropelías, entonces? ¿En la tal Naboo, que estaba en ruinas? ¿Iba a cambiar su mansión en Ciudad Verde, o ese casino corrupto que tenía en Ciudad Azulona, por una nave espacial? No lo terminaba de ver. Pero Hera se levantó y le habló más cerca, sacándola de su ensimismamiento, mientras Debora tenía el ceño tan fruncido que le iba a costar devolverlo a su estado natural a ese paso. Soltó una carcajada sarcástica y muda. - ¿De su lado? ¿Estás loca? ¿Me ves cara de matar niños? - Ya estaba ordenando en su cabeza la ristra de ataques que sus pokemon le iban a soltar como vieran a ese tipo aparecer por la puerta. A ver si chamuscado seguía matando niños, si es que esa maravillosa "Fuerza" no le libraba de los ataques (aunque le había parecido entender de la historia de la chica que él no la tenía).

    La dejó seguir hablando, pero le costó no interrumpir. Fruncía los labios, retiraba la mirada y negaba con ciertas cosas. Era una locura, todo lo que estaba oyendo era una absoluta locura. - Mira. - Le dijo, mostrando las palmas y echando aire por la boca, tratando de sonar menos hostil. - Agradezco el aviso, de verdad que sí. Aunque el recibimiento no haya sido muy bueno. - Tampoco tu entrada lo ha sido. - Pero insisto en que creo que te equivocas de persona. Yo no tengo ninguna Fuerza de esa que dices, solo soy una buena entrenadora, nada más. No es un sexto sentido, es perseverancia. Si vienen a buscarme, será porque tengo buenos pokemon, y suerte intentando atraparlos. Cualquiera de ellos los puede aplastar primero. - Negó. - Y ni me da miedo ninguno de esos tipos ni voy a plegarme a nadie. Antes me tienen que matar. - No la conocían de nada si pensaban que iban a plegarla. - ¿Te crees que no me llegaron ofertas del Team Rocket? A la segunda que pegaron a mi puerta, les abrió charizard, no yo, y no volvieron a llamar. - Tenían lo que ellos consideraban "tesoros", escamas de dragón, fósiles de dragones, perlas, huevos... Se fueron con las manos vacías, por supuesto. Igualmente, nada de eso estaba en poder de Debora. Su abuelo lo tenía guardado en la guarida dragón y se dedicaba a contarle sus historias a quien las quisiera oír. Ella estaba demasiado ocupada entrenando.

    La chica empezaba a darle pena de verdad, pero la estaba asustando y eso no le gustaba. Tenía sentimientos contradictorios. Eso sí, lo de la nave volvió a hacer que sus cejas se alzasen. - Lo siento, pero lo que necesites va a tener que ser desde este planeta. No tengo pensado viajar tan lejos. - No quería sonar insensible al sufrimiento de aquel planeta, pero de verdad que aquello no iba para nada con ella. - ¿Defendernos? - Soltó aire por la boca y se rascó la frente, pensando. - A ver... Creo haberte dicho que nunca hemos estado en guerra. Pero vale, pensemos. - Resopló, reflexiva. - Nuestros pokemon están entrenados para combates lúdicos y deportivos, no para guerras. Hay bandas criminales que se dedican a las peleas clandestinas por dinero y exceden la normativa. Puedes... Intentar hablar con algunas de las enfermeras Joy de los centros pokemon, pero dudo que te quieran dar mucha información, es un tema turbio y no se quieren mojar, ellas solo curan. Quizás las agentes Mara te informen de algo más... No, no te acerques a la policía, mejor pensamos otra cosa. - La veía metida en una cárcel como le fuera a una agente Mara con semejante cuento. Se tomó otro par de segundos. - Tenemos una política ética muy estricta en todo el planeta con respecto a los pokemon. Solo se usan para el entrenamiento deportivo y los concursos, pero no se usan para la guerra. A lo sumo se usan como compañero de trabajo pero JAMÁS un humano debe ordenar, bajo ningún concepto, que un pokemon mate a otro humano o grupo de humanos. Los casos que se han dado pueden contarse con los dedos de una mano y llevan milenios existiendo. - Respiró hondo y echó el aire por la nariz. - El Team Rocket fue una banda criminal liderada por Giovanni. Estuvieron años operando en las sombras, muy clandestinamente y creciendo poco a poco, sin que lo notáramos. Cuando quisimos darnos cuenta, tenían toda una red de contactos y habían articulado una red de compra-venta y de experimentación ilegal con pokemon. - Ladeó varias veces la cabeza. - Llegaron más lejos de lo que estamos todos dispuestos a reconocer, porque fue en nuestras narices y no nos dimos cuenta, pero igualmente Giovanni fue pillado bastante a tiempo. Él está ahora en prisión, junto con muchísimos integrantes de la banda, y esta está más que desarticulada. - Al menos, eso creía ella. Empezaba a dudar de todo ya.
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    Mar Mayo 17, 2022 11:16 pm
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    Nada, Debora estaba segura de que ella no usaba la Fuerza, pero Hera había visto suficiente usuarios de la Fuerza como para reconocerlos, y veía su conexión con aquel bicho, cómo se había enrollado a ella en cuanto se había inquietado. Se encogió de hombros. — Los usuarios de la Fuerza también entrenan, de hecho es lo que hacen permanentemente, entrenar su conexión con la Fuerza y aprender a usarla para distintas cosas. Así se forjaban los caballeros jedi.

    Alzó las cejas y rio. — Es lo que llevo intentando contarte desde el principio. Mi galaxia está muy mal. El Emperador es un ente vil, que usa la Fuerza para someter, por eso gente como Thrawn tiene cargos militares, entre rejas está la gente como yo, que intentamos sabotearles como sea. — Negó y perdió la mirada. — Todos los miembros del gobierno imperial tienen un puesto porque tienen ambiciones, y no se van a parar donde están. Thrawn le ha echado el ojo a vuestros pokemons. — Levantó las manos y la miró. — No, claro que no. Pero la gente se pliega a ellos por puro miedo. ¿Qué harías si lograran quitarte a ese? — Preguntó señalando el bichillo en su pierna. — Hacer lo que sea porque no le pasara nada, ¿no? Imagina qué hace la gente por conservar sus planetas y sus casas. Eres valiente, Debora, eso se ve a primera vista, no creo que te achantes fácilmente ni mucho menos, pero este enemigo es mucho más grande que tú, tu familia, incluso tu planeta entero.

    Bueno, no iba a insistir en el tema de la Fuerza, no había ido ahí a forzar a nadie, si ella insistía que no, pues no sería, aunque Hera supiera que sí. — No sé quién es charizard, pero eso es muy buena señal. Lo malo es lo que te he dicho, la gente que se opone a ellos acaba mal, lo sé porque mis padre se opusieron a la gente como ellos desde que tengo memoria. — Levantó las manos y negó. — No, no, qué dices, no te llevaría allí ni loca, nos descubrirían en el primer segundo que una nave con tus pokemon pasara cerca de cualquier escáner detector. Yo paso desapercibida porque soy muy joven y solo llevo un droide, no me consideran una amenaza. Pero tus pokemon son otra historia. — Soltó aire. — Pero quizá sí que tenga que avisar a alguien de lo que se os puede venir encima, y a eso sí que me tienes que ayudar tú, porque, en fin, mi aspecto, ya sabes… Igual también piensan que estoy de broma. — Ladeó la cabeza. — Y aunque no creas tener la Fuerza… Tienes que tener mucho cuidado, Debora, porque el hecho es que Thrawn te tiene el ojo echado encima.

    Escuchó cómo eran las normas con los pokemon y la utilización de los mismos estrictamente para el deporte de entrenarlos y hacerlos luchar. Sí, en su galaxia les habría salido ya un Team Rockett en cada planeta, pero allí habían logrado meterlos entre rejas y dejar a las pobres criaturitas en paz. — Este sitio suena como un lugar donde se vive bien. Donde la justicia funciona y sois buenos. — Su sonrisa se volvió un poco más triste. — Eso querría yo para mi galaxia, pero claro… Realmente solo he conocido la guerra, hasta ahora tenía que creerme cuando los demás me contaban que lugares así habían existido. — Solo espero que no os hagan lo mismo. Había visto demasiados sitios desaparecer bajo el yugo del Imperio por sus recursos, Gorse sin ir más lejos, que es de donde venía antes de aterrizar en aquel planeta.

    Asintió a lo del Team Rockett. — No sabes cuánto suenan a aliados potenciales del Imperio. El problema de Giovanni es que Thrawn puede sacarlo a la fuerza de la cárcel, y viene para acá. Puedo… Intentar… — Nunca había utilizado al Fulcrum infiltrado en el Imperio. Como todos los agentes Fulcrum, no sabía quién era ni cual era su nombre real, ella siempre usaba a la dama togruta, que también estaba segura de que era usuaria de la Fuerza, pero sabía que había un agente Fulcrum infiltrado en el bando enemigo y tenía su frecuencia. — Hay alguien de confianza infiltrado en la burocracia imperial. Puedo pedirle que retrase el papeleo de Thrawn y ganar tiempo. Quizá… Puedas llevarme ante las enfermeras, o alguien que controle de esto… — Frunció el ceño, pensando. — O podrías llevarme con tu abuelo. Es un adulto, me harán más caso en los otros sitios si voy con él, seguro. — Se puso en pie. — Bueno, te dejo decidirlo, mientras tanto, voy a ver si puedo contactar con mi infiltrado, ¿me devuelves el comlink, porfa? — Pidió extendiendo la mano.

    Se alejó un poco de Debora y buscó aquella frecuencia que nunca había marcado. Tardó bastante en comunicar, y la señal era muy mala. Sí que debía estar en el centro mismo de su galaxia. — Aquí Fulcrum 2, te recibo. Fulcrum, aquí Líder Fénix. Por los soles gemelos. Adelante, Líder Fénix, por las lunas de Lothal. — Una vez chequeadas las frases de seguridad, procedió. — Necesito un favor. A ver, dime. Necesito que el viaje del gran almirante Thrawn se retrase lo máximo posible. — Silencio en la línea. — ¿Te refieres al viaje más allá del Borde Exterior? A ese mismo. — Más silencio. — ¿Cómo has sabido de ese viaje? Asignación de Fulcrum 1. — La señal era malísima así que a ver si Fulcrum se daba más prisita. — Puede hacerse, ¿pero es esto una misión de Fulcrum 1? — PUES SI NO LO SUPIERAS TÚ QUE ERES FULCRUM 2 MAL VAMOS, pensó desesperada, pero no podía regañarse con Fulcrum 2 en su primera llamada y con aquella cobertura pésima. — No. He venido yo de avanzadilla al planeta en cuestión. ¿Que has hecho qué, Líder Fénix? — Hera suspiró. — No tengo tiempo ahora. Pero esta gente no está preparada, necesito que Thrawn se retrase. — Ambos se quedaron callados. — Fulcrum 2, ¿puedes asegurarme que esta frecuencia es absolutamente segura? Sabes que sí. — Hera tomó aire. Ahí iba la bomba. — He encontrado una usuaria de la Fuerza. — Casi oyó a Fulcrum 2 aguantar la respiración. — Repite, Líder Fénix. He encontrado a una usuaria de la Fuerza.¿Estás segura? Sí, la que no lo está es ella. Pero tengo mucho trabajo que hacer aquí y necesito que Thrawn se retrase. En cuanto tenga información sobre Giovanni y el team Rockett, que son su objeto de interés, le haré un informe a Fulcrum 1, y si lo necesitas a ti también.Por favor. — Pidió la voz distorsionada. — Veré qué puedo hacer para retrasar ese viaje, pero te advierto que va a ocurrir. Lo sé. Trataré de tener preparada a esta gente. — Se hizo un silencio en la línea, pero no había cortado. — Hera. — Dijo Fulcrum 2, acelerándole el corazón. Ella no sabía quién era él o ella, pero Fulcrum claramente si sabía con quién estaba hablando. — Thrawn sabe quién eres. No puede verte, Hera, es muy importante que no sepa que estás ahí. Los refuerzos tardarían demasiado en llegar. — Y por primera vez desde que se dedicara a la rebelión sintió miedo, pero ahora no podía dejarse contaminar por él. — Líder Fénix fuera. Recibido. Procede con cautela. Fulcrum 2 fuera. — Y con el corazón latiendo violentamente, pero manteniendo la compostura, volvió con Debora.


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    Dom Mayo 22, 2022 1:21 am


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    ¿Cómo le explicaba a esa chica que ella no entrenaba ninguna "Fuerza", que entrenaba a sus pokemon y ya está? Estaba convencidísima de que se había equivocado de persona. Y bueno... En fin, si lo que estaba contando era real, aunque Debora era escéptica a creer en teorías de la conspiración y dejarse llevar por la psicosis colectiva, trataría de echarle una mano en lo que estuviera a su alcance. Y, por supuesto, se mantendría firme en su poder: antes muerta que dejarse corromper, vender a sus pokemon o usarlos para el mal. Eso ni hablar. Plantaría cara a quien tuviera que hacerlo y, por extrañísimo que le pareciera pensar que podría llegar a ocurrir algo así, entraría en guerra si hacía falta con aquel que quisiera convertir su mundo en un campo de batalla. Sin embargo, insistía, ella no tenía ninguna "Fuerza" ni sexto sentido especial. Se habría dado cuenta a esas alturas, quería pensar, vamos. Y si había por ahí otras personas con ese poder, se sentía en la obligación de insistirle a esa chica en que siguiera buscando: con ella, al menos a ese respecto, perdía el tiempo.

    La corrupción y la injusticia hacían que a Debora le hirviera la sangre, y al parecer Hera venía de un planeta tremendamente corrupto. Frunció los labios, escuchándola. Por un momento estuvo tentada de decirle "abandona tu planeta y haz tu vida aquí", porque... Bueno, parecía inteligente y audaz, pero tan joven, sola y en un planeta como el que describía... Podía fácilmente tener los días contados. Igual que Debora pensaba que prefería que la mataran a entregar a sus pokemon, o aliarse con carroña como el Team Rocket o ese tal Thrawn, antes que todo eso, huiría en pos  de su propia vida y la de sus pokemon. Tenía unas aspiraciones y una vida larga que no iba a poner en peligro ningún gilipollas, todo lo tuviera ella tan claro.

    Pero claro, no tenía confianza suficiente con esa chica, a la que, dicho fuera de paso, tampoco es como se creyera al cien por cien aún, como para decirle "¿Y a ti qué te va en esta guerra? Sálvate el culo y ya está". Probablemente la mandara a paseo si le decía eso. En el momento en el que le hizo esa pregunta tan directa, frunció el ceño con una expresión entre el miedo y el ataque inminente. Pasó la mano por la cabeza de su pokemon como si le protegiera y respondió, tajante. - Se llama dragonair. - Tragó saliva. - Y su Furia Dragón no iba a ser ni una leve brisa comparado con lo que haría yo si intentan arrebatármelo. - El pokemon miraba ahora a Hera casi ofendido, aunque se había enroscado aún más en la pierna de su entrenadora. Frunció los labios otra vez con la conclusión de la chica, como si acabaran de ponerle por delante una tremenda obviedad, cosa que a Debora... No le solía hacer mucha gracia. Era orgullosa cual dragón. Pero no podía ponerse (más) estúpida con una chica de dieciocho años que venía sola, espiando a un alto cargo militar corrupto, desde otro planeta. Con un pardillo con un pidgey sí, pero con alguien así, no.

    Había dicho que "sus padres se habían opuesto a ellos", pero no cuál había sido su destino. La miró fugazmente de arriba abajo, de nuevo evaluando... Joder, ¡si es que en el fondo se sentía mal por ella! Maldita fuera su estampa. O sea, le entraba una tipa rara en el gimnasio cuando ni siquiera estaba abierto, sin pedir permiso, y contando absolutas locuras, ¿y ahora resultaba que le daba pena? Estaba perdiendo facultades. Si la viera Lance, tendría ya burla asegurada para toda su vida. Como la estuviera tomando por tonta o mintiendo... Se iba a acordar de ella, vamos que sí, le iba a faltar galaxia para correr. Al menos no parecía tener intención de llevársela a ninguna parte. Rodó los ojos con una carcajada casi muda de garganta, por supuesto sarcástica. - Pues menos mal. - No estoy como para abandonar mi gimnasio, que a la vista está que aquí aunque cerrado entra cualquiera. No iba a dejar el temita estar hasta que se le pasara el mosqueo por la interrupción en su descanso. Que para una poderosa líder de gimnasio como ella, los escasos descansos que tenía eran sagrados.

    Ah, que ahora la mensajera era ella. Arqueó una ceja. Pues primero tendría que enterarse bien (y creerse, sobre todo creerse) de lo que iba la movida. No pensaba poner su estatus en entredicho quedando de lunática por una desconocida. Llenó el pecho de aire, pensándose como responder, hasta que dijo. - Tengo que reflexionarlo. - Sí, y mucho además. Pero lo de Thrawn sonó a amenaza y le provocó, para su desgracia, un leve escalofrío que disimuló muy bien por fuera, porque no movió ni una pestaña. Joder... Con lo tranquila que ella estaba, y ahora resultaba que tenía a un psicópata mata-niños de otro planeta pisándole los talones... Si es que aquello no tenía ni pies ni cabeza, por más que intentaba creérselo, de verdad que no.

    Ahora resultaba que ese tipo también podía sacar a gente de la cárcel. Desde luego, si era como Hera contaba, no sería ni lo peor que habría hecho en su vida, ni lo más complicado. Echó aire por la nariz. Sí, pues a ver si lo saca y se lo lleva a tomar por culo, bien lejos. Pero claro, según la chica, no se iría sin una buena remesa de pokemons, y eso era un problema grave. Entonces la chica empezó a hablar en lenguaje de espionaje y a pedir que la llevara ante otra gente. Que no, que no, que no pensaba poner su cordura en entredicho a la primera de cambio. Aunque mira... Su abuelo no era ni la opción menos mala. Igualmente, lo dicho, se lo tenía que pensar. Le devolvió a la chica su cacharro de comunicación y vio como se apartaba. Estiró un poco el cuello, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. El gimnasio estaba vacío, no es como que no la pudiera oír desde allí, pero el sonido no llegaba a la perfección por la distancia y el leve murmullo de las cataratas que caían en el interior de la guarida dragón, justo detrás de su gimnasio, que se oía a la perfección en el silencio. Frunció los labios y notó como dragonair la miraba, así que ella le miró también a él. - ¿Tú qué crees? - El pokemon solo ladeó la cabeza con una especie de gruñidito interrogante, y esa carita tan dulce que tenía. Volvió a echar aire por la nariz, de nuevo con los brazos cruzados. Es que era una locura... Una puta locura...

    Y entonces, pensó algo. Su abuelo era una persona muy intuitiva, y lo que él dijera, para Debora sería sentencia: o echaba de allí a la chica por loca, o creía en su aviso, y esto le ayudaría a tomar una decisión. Pero ¿de verdad iba a llevarla así como así ante su abuelo? Solo era una desconocida, no sabía NADA de su planeta que no hubiera venido por su boca, ¿y si la verdadera amenaza era ella, y no de quienes hablaba? Y ahí fue cuando cayó. Se llevó la mano al cinto y agarró la pokeball, lanzándola a un lado. Dragonite salió de inmediato, con los brazos abiertos, dispuesto a darle un abrazo porque sabía que no había salido para combatir, que estaban de descanso. - Un momento. - Le detuvo, seria. El pokemon bajó los brazos y esperó. Dragonite era paciente, pero ante todo, era bondadoso. Era un dragón. Los dragones... Sentían y presentían. Dragonite tenía ese poder: detectaba las intenciones de las personas, sus energías. Podía ver si el espíritu de alguien era honrado o mezquino. Esa iba a ser su baza. Lo que dragonite sintiera por Hera en cuanto se acercara, sería lo que marcaría la decisión de Debora.

    La chica ya se estaba girando hacia ella, así que Debora dio un paso al frente y alzó la mano. - No te asustes. - Casi ordenó, haciéndola detenerse en seco. Sí, dragonite, con sus más de dos metros de altura y su cuerpo robusto, podría impresionar a quien nunca lo hubiera visto. - Se va a acercar a ti, pero no te va a hacer nada. No hagas nada tú tampoco. - Pidió. Tras esto, miró a su pokemon y le hizo un gesto con la cabeza. Dragonite se acercó, con sus pesados pasos, poniéndose delante de Hera. Era prácticamente el triple de ella, tanto a lo alto como a lo ancho. Se quedó mirándola unos segundos... Y, tras estos, emitió un leve gruñidito al tiempo que movía lentamente una de sus manos hasta su cabeza para darle un par de toquecitos leves. Después de esto, se giró, con su sonrisa tranquila, y se puso junto a su entrenadora, tan normal y sonriente, lleno de paz. Debora rodó los ojos y echó aire por la nariz. - Está bien. - Dijo. La miró. - Hablaré con mi abuelo. Pero lo haré yo primero. Dame... Un par de horas. - Se cruzó de brazos otra vez. - Hablaré con él en privado. No te garantizo que te vaya a atender, es básicamente un ermitaño. Nos vemos en la puerta de este gimnasio en dos horas. Es el trato que puedo ofrecerte por el momento. - Y que se conformara con eso, porque era mucho más de lo que cualquier otro hubiera conseguido de Debora. Pero dragonite claramente había detectado bondad y buenas intenciones, quizás sufrimiento, en el alma de la chica. Y había muy pocas cosas que tambalearan el orgullo de Debora, pero sus dragones eran claramente una de ellas.
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    Mar Mayo 24, 2022 9:22 pm
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    Dragonair, se curraban los nombres. Bueno el bicho parecía fiel, y si Thrawn lo quería, es que era potencialmente usable como arma peligrosa. — Hola, dragonair. — Dijo moviendo la manita y con una sonrisa cariñosa. Eso sí, lo que decía de la furia de dragón… Le dio un poco de miedito y le hizo tragar saliva. — Furia dragón, suena… Potente. Eso está bien. Os va a hacer falta.

    Debora parecía estar pensándose fuertemente todo lo que le había dicho. Era mucha información que procesar, y Hera también era muy sesuda, a todo tenía que buscarle la explicación y darle muchas vueltas, excepto cuando creía estar ante una emergencia, como cuando vino a este planeta. No obstante, ese “no te asustes” no terminaba de hacerle mucha gracia. Pero si así se ganaba la confianza de Debora. — Mmmmmmmmm, vale… — Y separó un poco los brazos del cuerpo, congelándose en su sitio, y la visión que tuvo, fue un tanto sorpresiva y aterradora. El nuevo bicho no parecía muy amigable, era enorme y también tenía pinta de dragón fiero y bastante peligroso pero… Solo la miró. Hera y el bicho se miraron con curiosidad el uno al otro, y él pareció llegar a una conclusión sobre ella sin más. — Es que puede… ¿Leer la mente o algo? — ¿Habría pokemons jedi? Bueno, los jedi no leían la mente… ¿No?

    Pero fuera lo que fuese, el enorme bicho había convencido a Debora (vamos, tenían conexión en la Fuerza seguro). Asintió a lo del par de horas. Eso le daba margen para intentar contactar a Fulcrum  y explicarse, ocultar bien la nave y tranquilizar a Chopper, e incluso podría hacer algún que otro escáner del planeta a ver qué podía aprender de él. — Lo entiendo. — Dijo a lo de su abuelo. Pero los jedis eran bondadosos, o eso recordaba ella, y estaba casi segura de que la iban a escuchar. — Te lo agradezco, Debora, sé que esto es difícil de tragar pero… No os vais a arrepentir. — Asintió de nuevo y sonrió. — En dos horas. — Salió corriendo por la puerta mientras se ponía la capucha. — No te arrepentirás, ¡te lo prometo! — Repitió, jovial. Iba a convencer a ese planeta, y vería la gracia que le hacía a Thrawn y al Team Rockett aquel.



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    Mar Mayo 24, 2022 11:33 pm


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    Ciudad Endrino era bastante tranquila, pero la sensación al entrar en la Guarida Dragón era como cruzar un umbral místico que te aislaba de todo bullicio, de todo ruido, de la vida real. Cuando Hera salió de su gimnasio, guardó a sus pokemon en sus respectivas balls y salió por la puerta trasera, la que prácticamente daba al agua. Sacó a Gyarados y montó sobre él para atravesar la pequeña laguna que separaba su gimnasio de la cueva en la que su abuelo prácticamente habitaba.

    Era oscura y húmeda, parecía estar bañada por la luz de la luna a pesar de que era una cueva por la que apenas se filtraba, pues estaba bajo una enorme montaña. Tenía muchos lagos internos e incluso cascadas a pesar de no ser ni mucho menos de las cuevas más grandes de Johtoh, cuanto menos de todo su planeta. No era más que una guarida, al fin y al cabo, un lugar para ermitaños como su abuelo. Volvió a montar en Gyarados para atravesar la primera laguna y bajar la cascada. Descendió una vez más y, cruzando las estrechas grutas, accedió al segundo de los lagos, el que rodeaba cual isla el santuario de los dragones. Una vez más, surfeó con Gyarados hacia él. Si no tenías un pokemon con las habilidades de surf y cascada aprendidas, apenas podrías pasar de la puerta de ese sitio, era absurdo intentarlo siquiera. Afortunadamente, si tenía que darle entrada a Hera, Gyarados era tan grande que podía cargarlas a las dos.

    Sin embargo, a medida que se adentraba en la guarida tenía menos claro que fuera a entrar. Casi nadie entraba allí, había que ser digno para pisar ese santuario. ¿Y si solo era una lunática? ¿De verdad iba a meterla en el santuario ancestral de los dragones de Johto? Bueno, no sería ella quien tomara esa decisión. Por algo había sido lo suficientemente prudente como para dejarla fuera y entrar a hablar con su abuelo primero.

    - Esperaba que llegaras. - Dijo el hombre, con su voz tranquila de siempre, que resonaba por todas las paredes del santuario. Como cada vez que entraba, estaba de espaldas a la puerta, con las manos entrelazadas tras la espalda, mirando sus inscripciones de dragones. Otra vez. ¿Es que no se aburría? Debora ladeó una sonrisilla y rodó los ojos. - Siempre me estás esperando. - No siempre. Solo cuando sé que vas a venir. - Debora puso cara de circunstancias. El hombre se giró con una sonrisilla. - Si te lo chiva Lance, no vale. - Su abuelo rio entre dientes. - Eres el más orgulloso de mis dragones. - Terminó de girarse hacia ella. - ¿De quién se trata ahora? - Volvió a rodar los ojos. - Ya vale con la fama de que ahuyento a los entrenadores... - No, sé que esta no es una entrenadora. - Debora bufó. - Pues no, no es una entrenad... Espera ¿cómo sabías que era una chica? - Su abuelo rio entre dientes de nuevo. - Me lo acabas de confirmar. - Ah, odiaba cuando hacía eso. Ese viejo se iba a volver loco si no salía de vez en cuando de su cueva.
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    Vie Mayo 27, 2022 2:22 pm


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    Oyó los pitidos a su espalda y regañó. — Calla, Chopper. — Su droide se quejó. — No, no sé si tienen droides, y si los tienen no son tan parlantes como tú. Cállate un poco y búscame la frecuencia de Fulcrum 1. — Estaban detrás de unos arbustos, frente al gimnasio de Debora, escondidos. No estaba nada tranquila de dónde había dejado la nave, porque aquel mundo era muy bullicioso y, como Chopper había destacado varias veces, muy limpio y ordenado, demasiado para que no pasaran desapercibidos. — ¿Líder Fénix? Por los soles gemelos. — ¡Por fin! Chopper había contactado con Flucrum 1. — Por la luz de las lunas de Lothal.  — Contestó a toda prisa. — Líder Fénix voy a matarte — Ya sabía ella que su decisión no iba a caer bien. — Fulcrum, todo tiene una explicación. Creo que Debora es usuaria de la Fuerza. — ¿Cómo? ¿Pero tú sabes lo que es una usuaria de la Fuerza? — Hera suspiró. — Que sí, que he estaod entre jedis. Y créeme, Fulcrum, ella lo es, pero no lo sabe. He quedado para hablar con su abuelo, igual él también lo es. — Fulcrum suspiró. — Ay, Líder Fénix… ¿Qué voy a hacer contigo? — Hera rio un poquito. — No denunciarme al Imperio y estar pendiente de si Chopper te manda una baliza de socorro. — Segundo suspiro. — Ahora fuera de bromas, Hera. — Otra que se sabía su nombre. —Thrawn no puede verte ahí. Lo empeoraría todo. — Segunda vez que le hacían esa advertencia, pero con Fulcrum 1 tenía más confianza. — Fulcrum 2 dijo algo parecido. ¿A qué viene eso? ¿Por qué Thrawn no puede verme A MÍ? — Se hizo un silencio al otro lado y casi podía ver el ceño de la mujer togruta, siempre tan expresiva, frunciéndose. — No… No he querido decírtelo pero… Thrawn ha sido el delegado en Ryloth hasta esta nueva misión… Ha luchado frontalmente contra tu padre — Hera no hablaba con Cham desde que se fue. Y se fue sin avisar. Tras una gran pelea. — Espera, ¿Thrawn ha…? — No quería decirlo. — No. — Contestó Fulcrum, que debía haber detectado el sonido en su voz. — Precisamente. Tu padre está bien. De hecho, eso es lo que tiene tenso a Thrawn. No ha podido ganarle, y le han destituido de ese puesto, supuestamente para ponerlo a trabajar en algo más importante, pero él no lo ha percibido como una victoria. Y todo lo que no es victoria, para el gran almirante es derrota. Conociéndolo como le conozco, seguro que ha investigado sobre tu padre y sabe quién eres. — Hera suspiró aliviada y asintió. — Me mantendré fuera de su vista y con las máximas precauciones. Prometo proteger a los pokemon y sus usuarios de la Fuerza.Ten cuidado. E infórmame de lo que sea. Fulcrum fuera. — Chopper la avisó y ella levantó la mirada, cortando la comunicación.

    Salió de un salto de entre los arbustos en cuanto percibió a Debora y movió el brazo. — ¡Debora! Estoy aquí. — Qué alivio, no paraba de pensar qué pasaría si la viera alguien más del planeta. Miró a ver si llevaba al bicho y sonrió nerviosamente. — ¿No te has traído al dragonite y al otro? Les he cogido cariño, parecen buena gente. — O al menos sabe reconocer la buena gente, desde luego, pensó recordando el momentazo en el que la había rodeado, pero no se la había comido. — ¿Y tu abuelo? ¿Ha decidido no venir? — Preguntó un poquillo decepcionada. — Yo he conseguido que retrasen un poco la llegada de Thrawn, nos dará tiempo a hacer un plan. — Informó, recuperando la sonrisa.

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    Dom Mayo 29, 2022 12:56 am


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    Se frotó los ojos. A ver por dónde empezaba a explicar eso. - Vale, a ver. - Suspiró. - Tú... Hay más planetas aparte de este. Eso lo sabes ¿no? - Su abuelo ni respondió, solo la miraba inexpresivo. Alzó las palmas, encogiéndose de hombros con la cabeza gacha. - Ya, ya. A ver, yo sé que tú lo sabes, solo era por confirmar. - Por confirmar que no soy uno de esos viejos obtusos que solo creen que existe su pueblo. - Ironizó su abuelo con una sonrisa ladina. Debora suspiró sonoramente. - La chica en cuestión es de otro planeta. De otra galaxia, de hecho. - Su abuelo quitó la sonrisa torcida, aunque tampoco parecía especialmente impresionado. Y eso que no podía haber ido más al grano.

    Y más que pensaba ir. Sin dar más rodeos, empezó a contarle todo lo que Hera le había advertido, la historia de su galaxia y lo del tal Thrawn que técnicamente quería aliarse con el Team Rocket. Mientras lo contaba la atenazaban sensaciones contradictorias: por un lado, su sentido de la responsabilidad veía la gravedad de lo que estaba contando y la necesidad de actuar de manera inminente; por otro, su orgullo le gritaba que lo que estaba diciendo no tenía sentido y que forzosamente Hera o era una lunática o se había reído en su cara, porque la historia no podía ser más descabellada. Ojalá creer más fuertemente en esta segunda opción y simplemente dejarlo correr... Pero no era lo que su dragonite había presentido. Y eso, más que ninguna otra cosa, era lo que le daba más mala espina.

    - Ah, y otra cosa. - Porque mientras ella exponía con tono cansado y lo más carente de emoción posible los hechos, su abuelo la escuchaba de igual forma. Ni un solo tic en su rostro que pudiera utilizarse para averiguar en qué estaba pensando. Ella volvió a suspirar, por que lo que iba a decir a continuación lo añadía porque, bueno, puestos a hablar, lo contaba todo, aunque eso en concreto sí que supiera que era una soberana tontería. Bueno, por eso y porque el silencio de su abuelo la ponía nerviosa. - Esta chica insiste en que tengo una fuerza especial que me conecta a los pokemon o algo así. Bueno, eso ya lo sé yo, pero ella le da demasiada importancia. Parece como si fuera una elegida o algo así. No sabe lo que son los pokemon y no entiende de entrenamiento, se cree que hay una especie de poder superior que algunos poseemos. - Negó con resignación. - No me preocupa lo que piense ella, que piense lo que quiera. Me preocupa que ese tal Thrawn me venga también con esa historia. - Bufó, mirando a otro lado. - Joder... Menudos ritos raritos tienen en otros planetas, de verdad que sí... - Se creó el silencio otra vez en cuanto ella se cayó. ¡Uf, de verdad! Su abuelo y sus silencios. No podía hablar ni para reírse siquiera.

    - Quiere hablar contigo. - Arqueó una ceja, mirándole. - No la he traído directamente porque quería preguntarte primero. No sé, abuelo, a mí me suena a locura absoluta, pero... - Y más silencio. Chistó. - ¡Que necesito tu veredicto! De verdad, es que hasta que no me haces pedírtelo... - Y, para terminar de poner a prueba su paciencia, su abuelo se dio media vuelta, con las manos tras la espalda, y se adentró aún más en su santuario. ¿¿En serio?? Estaba ella ahora para sermones trascendentales y ficcioncitas de hombre sabio. El hombre se sentó en su banco de piedra y la miró. - Siéntate. - Debora frunció el ceño, extrañada y casi asustada. Ahora sí que había notado preocupación real en el hombre, y nada de monsergas inminentes. En silencio y sin perder la expresión de desconcierto, se sentó junto a él. - Estamos ante una guerra inminente, Debora. No pensé que viviría para verla... Me viene aquí, de hecho, para no verla. Puedes llamarme cobarde. Pero, al final, la guerra siempre encuentra un resquicio por donde colarse. Una luz que seguir. - Debora parpadeó. O le hablaba en un lenguaje menos críptico, o solo se iba a confundir más.

    - Hera tiene razón. - La miró a los ojos. - Y no solo en lo que puede ocurrir, o en el hecho de que Giovanni y el Team Rocket puedan no estar tan neutralizados como parece. - El hombre echó aire por la nariz. - Mis hijos no lo heredaron, y no te voy a engañar, me alegré por ello... Pero lo he visto en mis nietos. Lo he visto, sobre todo, en ti. También en Lance, pero con mucha más intensidad en ti. - Abuelo, por favor, ve al grano. - Interrumpió, pero su voz traslucía el temor que empezaba a crecerle. - La Fuerza es poderosa en ti, Debora. - Abrió los ojos muy lentamente. - ¿Cóm... Qué Fuerz...? - Es muy largo y difícil de explicar, solo puedo decirte que Hera tiene razón. Eres usuaria de la Fuerza. - ¡¿Pero qué es eso de la Fuerza?! - Saltó, tratando de sonar exasperada pero delatando que lo que estaba era desconcertada y asustada. - ¡¿Por qué no he oído hablar de ella en la vida y hoy no escucho otra cosa?! - Dile a la chica que pase. Dile que venga aquí, y te lo explico todo. - No. - Cortó ella, negando con una risa nerviosa. - Yo necesito una explicación de esto, abuelo, y no me la vas a dar delante de una tía de otra galaxia a la que conocí hace una hora. - Debora, a veces tenemos que dejar nuestras necesidades a un lado por el bien común, por el deber. Y créeme que no soy el más indicado para dar este consejo, y por eso mismo, hazme caso. Dile que pase. Te contaré cuanto necesites saber, pero hay que atender primero a lo inminente. - Frunció los labios, mirando al hombre con un punto de reproche... Pero, finalmente, salió a buscar a Hera.

    Anda, qué discreta. Pensó. Sonrió irónica y, al acercarse a ella, dijo. - Hubiera tardado menos en detectar a un Onix usando chirrido. - Mejor rebajaba el sarcasmo, porque ahora resultaba que su abuelo estaba totalmente de parte de esa chica sin conocerla siquiera. No quería hacer más difícil lo que se le avecinaba. Su frase le hizo fruncir el ceño pero sonreír al mismo tiempo. Que les había cogido cariño... Ahora entendía la reacción de dragonite. - Están aquí, tranquila. - Aseguró, palmeando las pokeballs de su cinto. - Mi abuelo apenas sale de la guarida... Pero ha accedido a que entres tu. - Echó aire levemente por la nariz y la miró, bajando los párpados. - Creo que ambos tenéis cosas que aclarar... Y que aclararme. - Sobre todo lo segundo. - Estupendo. - Asintió a lo del retraso de Thrawn. - Vamos, ven conmigo. - Indicó, y ambas se adentraron en la cueva.

    Le vio la cara en cuanto sacó a gyarados y se dispuso a montarse. Arqueó una ceja. - Tranquila, no muerde... Salvo que yo se lo ordene. - Si no hacía la bromita socarrona, no era ella. Además, los gyarados tenían una mandíbula tan temible que decir que no mordían no es como que diera mucha credibilidad. - Monta. Agárrate a mí si no estás acostumbrada a navegar. - Y, de nuevo, recorrió la ruta hasta el santuario de su abuelo. Cuando entró, el hombre estaba de nuevo de espaldas, mirando la pared, como solía hacer. - Mi nieta no me dijo que eras una twi'lek. - Dijo el hombre, aún sin girarse, y Debora frunció el ceño. Espera ¿conocía la raza esa? ¿Y cómo lo había sabido? Vale que su abuelo solía hacer esas cosas, pero se las hacía a Lance y a ella, que les conocía ya demasiado. No a una absoluta desconocida de otro planeta. El hombre se giró hacia ellas, con esa sonrisa tan amable como enigmática, que parecía tener un punto travieso, y añadió. - Demasiados años sin veros, pero aún reconozco vuestros pasos. - Asintió. - Bienvenida a Johto, Hera Syndulla. -  
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    Mar Mayo 31, 2022 11:17 am


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    Vale, Debora no venía de buen humor, aunque empezaba a preguntarse si es que alguna vez lo estaba, pero iba a mantener la calma, que falta les iba a hacer. Aun así, presentó a su droide, que si no se ofendía. — Debora, este es Chopper, mi fiel compañero. Es un droide, no sé si tenéis por aquí, pero bueno, básicamente es una inteligencia en este cuerpecito de metal un poco desactualizado. — Chopper emitió unos pitidos de queja y ofensa (como siempre) — Es un veterano de la guerra Clon, y un navegante muy eficiente. — Dijo con una risita, palmeando su cúpula de metal, mientras Chop le tendía uno de sus bracitos a Debora, como Hera le había enseñado que hacían los humanos para estrecharse las manos. — Habla en binario, pero él te entiende, y yo puedo traducirte lo que diga. — Aunque me ahorraré los improperios, que este bicho es muy mal hablado, pensó. Cuando Debora dijo que sus pokemon de antes estaban ahí y se tocó el cinturón, Hera parpadeó. — ¿Cómo que ahí? — Ahí no cabía ni el pequeño de los dos, además, tendrían que pesar muchísimo. No, no, habría entendido mal, o sería una metáfora, así que volvió a concentrarse en lo que le decía. Ah, que el abuelo no salía, pues a ella le daba igual ir a donde fuera, pero como Debora se había enfadado tanto porque entrara en su gimnasio, pues no se le había ocurrido proponer entrar a ningún sitio. Aun así, se fue con ella a donde le indicara.

    Entraron en una cueva muy húmeda, llena de agua. A Hera, como persona que venía de un planeta desértico y pasaba la mayor parte del tiempo volando, preferiblemente en el espacio exterior, el agua le fascinaba. Siempre le sorprendía cuando veía mucha almacenada. El problema era el abismo en el estómago que le daba, porque sabía nadar, pero no muy bien, y ella veía ahí mucha agua… Hasta que los ojos se le acostumbraron a la oscuridad y vio que en el centro había como una isleta, con una forma vagamente familiar. — ¡Oh! Eso parece… — Iba a decir “el templo jedi”, pero entonces Debora hizo una cosa mucho más mágica-jedi que aquel templete. Abrió mucho los ojos y la boca, y levantó la mirada para enfocar al pokemon. — Pero, pero… Es enorme… ¿De dónde…? — Ahora que lo pensaba, antes lo había hecho con dragonair, pero es que… Había deducido que estaba por allí, por el gimnasio. Ahora estaban las dos solas y realmente lo había sacado del cinto… ¿Qué estaba viendo? ¿Y luego decía que no era jedi? — ¿Lo podemos montar? — Ya está, ya tenía a Hera en el bote. Chopper pitó en mucha ofensa y desconfianza y ella tradujo. — Chopper no termina de verlo claro, dice que él vuela a nuestro lado hasta donde haya que ir. Es que tiene propulsores ahí abajo. — Dijo señalando sus rueditas. Pero volvió a gyarados, que era como ella lo había llamado. — Pues menos mal que no muerde, menuda bocaza… — Miró a la chica. — ¿Y dices que lo pilotas tú? ¿Que te lleva a donde quieres? — Y por lo visto estaba a punto de descubrirlo. Se subió y se agarró a Debora, abriendo mucho los ojos y mirando a un lado y otro, alucinada. — ¿Lo controlas tú? ¿Y cómo lo haces? ¿Si quieres que gire y se eleve le das a algún sitio? — Ella solo había cabalgado blurgs, y se le daba muy mal porque había que usar un juego de manos, pies y gestos en el que ella se perdía. Pero ya llegaron a la guarida del abuelo de Debora y tuvo que dejar las lecciones de gyarados para más tarde.

    Según aquel señor habló, se quedó congelada en su sitio, porque la reconoció como twi’lek sin ni siquiera darse la vuelta, solo con los pasos. Sí, en la galaxia era bastante habitual reconocer a los twi’leks, pero aquel señor supuestamente era del planeta pokemon. — Gracias, señor. Puedes llamarme abuelo, como hacen mis nietos, así tampoco tendré tantos recuerdos de mi época anterior. Solo el hecho de ver a una twi’lek frente a mí. ¡Oh! y veo que traes una migo droide. Un modelo bastante moderno. — Y eso le gustó a Chopper, porque solían llamarle viejo en toda la cara. — ¿Eres de Ryloth? — Hera abrió mucho los ojos. —Sí, ¿usted conoce Ryloth? — El hombre asintió levemente, con las manos cogidas a la espalda. — Así es… Aunque nunca estuve destinado allí. — Ahí sí que abrió hasta la boca. — ¿Usted ha estado en mi galaxia? — Él rio. — Resulta que es hasta mi galaxia. — Cerró la boca, e iba a elaborar una disculpa, pero el hombre siguió hablando. — Ahora, querida, cuéntame qué es lo que ha ocurrido con los caballeros jedi y la República. — Suspiró y sus hombros se hundieron un poco. — Que ya no existen. Ninguno de los dos. — Explicó someramente el desarrollo de las guerras clon, cómo la galaxia estaba debilitada y los jedi comandaban tropas, ante lo cual, el abuelo negó y cambió aquella expresión traviesa por una de tristeza. — Los jedi eran los guardianes de la paz… ¿Cómo iban a comandar ejércitos? — Volvió a suspirar y la miró. — ¿Sobrevivió alguno? — Hera negó. — No se sabe. La mayoría murieron asesinados por sus propios clones. — El abuelo se frotó los ojos y se llevó una mano al pecho. Bueno, lo que le faltaba, que ahora le diera algo. — Pero había miles de caballeros jedi en la galaxia, tuvieron que sobrevivir algunos, no puede ser que los clones los mataran a todos. — Trató de consolar. — ¿Y los youlings del templo? — Hera negó y frunció los labios. — Los mató Lord Vader… Algunos dicen que había sido un jedi antes, pero yo no me lo creo… — Tomó aire y lo expulsó, a ella también le pesaba el corazón. — Desde que Debora y Lance nacieron, he tenido miedo de que nuestros poderes, los míos y los suyos, atrajeran a los ojeadores del templo, la Fuerza es tan intensa en ella que… Pero nunca pensé que tendría que temer algo así. — Hera levantó la mirada. — Entonces es cierto, ¿no? Usted es jedi. — Él negó rápidamente. — No, yo no… No soy un jedi ya. Hace mucho tiempo que no. Soy un usuario de la Fuerza, pero yo dejé la Orden, me fui… Porque no comulgaba con sus preceptos. ¿Qué preceptos? — Preguntó alucinada, porque a ella siempre le pareció que los jedi eran personas esencialmente buenas y comprometidas con su deber. — Pues esas visiones sobre el lado oscuro y la luz… Todo tan polarizado… Prohibir los apegos… — Suspiró y miró a Debora. — Y por tu abuela, Debora, yo habría dejado mil veces la Orden. Cuando os miro, quizá sí entiendo que no hay deber ni Orden que pondrías por delante de tus propios hijos y nietos. — Se giró a Hera y explicó. — Cuando me enamoré de la abuela de Debora, tuvimos que irnos. Dejé que la Fuerza me guiara y me trajo aquí, a este planeta llenos de seres sentientes, tan especiales, y de humanos que conectaban con ellos, un lugar perfecto para un usuario de la Fuerza… — Luego miró a al chica lleno de orgullo. — Y cuando vi que la Fuerza puede no usarse para cosas buenas o malas, sino, simplemente, para vivir, conectar con los seres vivos… Tal como hace Debora, porque nunca la he entrenado, pero la Fuerza forma parte de ella, y la usa sin darse cuenta, sin forzarla, sin necesidad de un entrenamiento…

    Podía entenderlo, en parte podía entenderlo. Ella no sabía si hubiera podido aguantar algo tan determinante y agobiante como aquella Orden que el abuelo describía, y que no era la que ella recordaba, pero que él conocería mejor por estar dentro. — ¿Crees que realmente es tal Thrawn quiere secuestrar a mi nieta? — Hera se encogió de hombros. — No lo sé. Sé que a todos los que tenían habilidades en la Fuerza, o los mataron o los hacen unirse al Imperio. Si Debora es tan fuerte en la Fuerza como usted dice… Probablemente Thrawn la quiera para algo. — La miró y puso un poco cara de disculpa. — Siento haber removido todo esto. Es que… Es que ojalá alguien nos hubiera avisado a nosotros. Y vosotros tenéis los pokemon. Puede que si nos organizamos… Consigamos que os defendáis.

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    Mar Mayo 31, 2022 11:42 pm


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    Teniendo en cuenta que una chica de color verde con dos colas en la cabeza se había colado en su gimnasio para decirle que una guerra de otra galaxia estaba a punto de salpicarles a ellos y que la propia Debora tenía una especie de superpoderes que estaban buscando, darle la mano a una versión oxidada y malhumorada de un porygon tampoco le generaba ya gran sorpresa. Si el bicho no se fiaba de ella o del entorno, mala suerte: en peor situación se encontraba Debora y no se quejaba tanto... Bueno, se quejaba muchísimo, pero ella no lo consideraba así.

    Lo que tuvo que reconocer que le hizo mucha gracia fue la reacción de Hera a su gyarados, a la guarida, al santuario y hasta al agua. Hacía tiempo que no veía tanto entusiasmo (lo de Lance no era entusiasmo, era hacer mucho el tonto): los jugadores llegaban a su gimnasio muy subiditos, y los que no, muy perdidos. Al menos Hera estaba perdida con una justificación, esos niñatos no podían decir que vinieran de otra galaxia precisamente. - ¿Sabes lo que es un caballo? - Preguntó, con una sonrisilla ladina. Encogió un hombro y, enfocando su destino, añadió. - Pues igual, pero en el agua. - Y esas fueron las únicas explicaciones que dio a la chica antes de llegar al santuario. No le importaría hablar más sobre pokemon, pero teniendo en cuenta que estaban ante una supuesta guerra inminente, algo le decía que no es como que tuvieran tiempo de sobra para la cháchara.

    Desde que Hera entró en el santuario, todo se puso aún más confuso de lo que venía siendo de por sí, que ya era decir. Su abuelo siempre había sido irritantemente críptico hablando, pero la había dejado bastante en vilo cuando la mandó a por la chica. Esa forma de reconocerla directamente, de decir... ¿Su vida anterior? ¿Qué? Con el ceño muy fruncido y una cara de confusión mezclada con ofensa, miraba al hombre y a la chica de hito en hito conforme hablaban, pero sobre todo a él. Parecía estar hablando otra persona, y no por como lo hacía, él siempre hablaba así, sino por la historia que parecía contar. No tenía la menor idea de lo que estaba hablando... Y esas cosas ponían a Debora muy tensa.

    Hubo algo que la hizo saltar. - ¿¿Perdón?? - Le salió del alma. ¿Cómo que "su galaxia"? ¿¿Qué cojones?? Si estaba burlándose de la pobre chica, o poniéndole a prueba... No sería ella a quien Hera le cayera estupendamente ni mucho menos, pero tampoco era tan cruel como burlarla así. Su abuelo, sin embargo, parecía bastante centrado y sincero con lo que decía, y no solía hacer bromas de mal gusto. Ponía a prueba a los entrenadores, sí, pero no... así. No estaba entendiendo nada, pero ellos sí parecían entenderse divinamente... Y eso la cabreaba aún más. Lo de ser la única que no se entera de qué va el asunto era algo que no llevaba nada bien.

    Se iba enfureciendo poco a poco, frunciendo los labios, y encima se sentía mal y estúpida por enfadarse cuando estaban hablando de algo muy grave, como si fuera una niñata que se enfurruñaba porque no le hubieran contado el cuento a ella primero, y eso la enfadaba más. Y así, en ese bucle de enfado, iba creciéndole más y más humo. Ya mismo acabaría echando fuego por las narices como su charizard. Miró a Hera súbitamente cuando llamó jedi a su abuelo, e igual de súbitamente giró la vista a él para escuchar su respuesta... Y el corazón le dio un violento golpe en el pecho. - ¿Qué cojones, abuelo? - Volvió a decir de forma espontánea, pero nadie allí parecía hacerle el menor caso. El hombre siguió hablando mientras a ella le iba a explotar la cabeza, y cuando dijo lo de su abuela, todo le sonó demasiado real. Tanto que ya no había lugar para pensar que aquello no estaba ocurriendo de verdad.

    Giró sobre sí misma y se llevó los dedos al pelo, masajeándose nerviosa y enfadada, tratando de procesar mientras ellos hablaban y hablaban y ella solo quería gritarles que se callaran, irse de allí y encerrarse SOLA en su gimnasio CERRADO sin que nadie la molestara en los próximos cien milenios a ser posible. La pregunta del abuelo sobre si Thrawn quería secuestrarla la hizo girarse de golpe otra vez. La disculpa de Hera no le valía ya para nada. Sus intenciones eran buena, sí, muy bien. Pero estaba cabreada. - No me va a secuestrar un militarucho de tres al cuarto. E igualmente, no es lo que más me importa ahora mismo. - Dijo despectiva, mirando demandante a su abuelo. - ¿¿Qué coño es todo esto, abuelo?? - Debora, es mejor que te... - ¡No! Me vas a decir que me calme otra vez, y tengo motivos para enfadarme ¿sabes? - Afirmó, ofendida, señalándose el pecho. - Y todos estos años encerrado en el santuario de los dragones ya deberían haberte hecho aprender que decirle a un dragón que se calme no es la mejor táctica. ¿O es que esto no es más que una cueva para ti, señor jedi? - El hombre suspiró. - Prometo darte las explicaciones pertinentes en privado... - ¡No me estoy enterando en privado de esto! ¡Me estoy enterando delante de una desconocida que, al parecer, merece saber la verdad más que yo! - Espetó, señalándola con el brazo. - Has tenido treinta años para explicarme la verdad. ¿¿Y qué mierda es eso de la Fuerza?? - Es algo inherente a ti, Debora, a nuestra familia... - ¡¡QUE NO ME COMÁIS LA CABEZA CON HISTORIAS, HOSTIA!! ¿¿Es nuevo ahora?? ¿¿La tengo desde esta mañana o que?? Si viene conmigo, ¿¿cómo has podido no decírmelo antes?? ¿¿Tiene que venir una... no me acuerdo de la especie, de otra galaxia, a decirnos que estamos al borde de la guerra para que me entere?? ¿¿Y si te hubieras muerto antes, qué?? ¡Joder! ¡Es que no me lo puedo creer! - Bufó y se giró sobre sí misma. - No quiero escuchar nada más. - Y, sin dar opciones a réplica, salió del santuario.      
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    Miér Jun 01, 2022 1:00 am


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    Claro, obviamente, Debora se estaba enfadando, más aún que cuando se metió en su gimnasio sin permiso. A ver, Hera podía entenderlo, y sabía mucho de enfadarse con tu figura familiar más directa, a la que a la vez admiras y a la vez gritarías hasta quedarte sin voz. Se quedó callada, porque no quería meterse en la discusión familiar y, honestamente, quería que acabaran cuanto antes para poder hacer una estrategia y ponerse a trabajar. Chopper se acercó disimuladamente hacia ella y pitó bajito. — Sí, yo también lo he pensado. Pero mi padre y yo nos chillamos más. — Le preguntó si aquella unidad humana cerca de ser descalificada (que era como llamaba a los viejos) era un comandante (en su lenguaje de las guerras clon, comandante era lo mismo que jedi). — Eso parece. — Y en el fondo, eso la emocionaba. Por fin, de nuevo, frente a jedis.

    Carraspeó para llamar la atención de ambos. — En realidad… Sí que pretende secuestrarte. — Puntualizó. — Otra cosa es que se lo pongamos difícil, pero… Ese es su objetivo, usarte a ti y a tus pokemons para aplastar cualquier foco de rebelión. — Uy, pero Debora estaba muy pero que muy enfadada, y ahora usaba lo de jedi como arma arrojadiza. Definitivamente, Hera se quedó en un segundo plano. Pero no le duró mucho. Sacando morritos y cruzándose de brazos dijo. — Que soy una twi’lek. — No, si daba igual qué galaxia, la gente era ofensiva con ella. Eso sí, con su abuelo fue más dura, y al final, se fue. Hera le dio un poco de espacio, pero se planteó salir tras ella. — No, no vayas. Mi nieta es temperamental, volverá solo cuando se sienta preparada. — Eso podía respetarlo.

    Fue junto al hombre y se sentó en el suelo. — ¿Puedo hacerte una pregunta, Hera? — Ella asintió. — ¿Qué te va a ti en esto? ¿Por qué has venido? Eres muy joven para navegar sola por el espacio, y más tal y como me has contado que están las cosas. — Ella se encogió de hombros y sacó el labio inferior. — Lucho por la libertad. Por recuperar la galaxia a lo que era antes. Lucho por un mundo más justo, y actúo como me gustaría que actuaran conmigo, por eso viene a avisar a Debora en cuanto oí a Thrawn hablando de ella. Eso te honra, pero sigue siendo muy peligroso. — Ella rio un poco. — No tengo nada que perder.¿Y tu familia, tus amigos? Son todos twi’leks, o togrutas y no sé cómo sería cuando estaba usted en la Orden, pero los hombres twi’leks son esclavizados para trabajar y las mujeres… En fin, más desagradable aún. No tenemos futuro. Si puedo darles un futuro y ayudar a los demás, ¿qué importa el riesgo? — El abuelo le sonrió. — Hubieras sido una gran jedi si pudieras sentir la Fuerza. Al menos en mi tiempo. — Ella amplió la sonrisa. — Gracias. Admiro mucho a los jedi. El maestro Windu y el maestro Kenobi nos salvaron la vida durante la guerra. — ¿Mace Windu y Obi-Wan Kenobi? ¿Esos mocosos salvando vidas? — El hombre rio con ganas. — Sí que me he perdido cosas.

    Durante un rato, el abuelo le preguntó por más detalles sobre la caída de la República y por los jedi que él recordaba, dándole no pocos disgustos. — Yan Dooku yendo contra la Orden. ¿Cómo pudo llegarse a eso? Fue mi compañero. — Suspiró. — Bueno, usted se fue. El conde Dooku también… Solo que usted se vino a tener una familia y él… Pues siguió sus ideales. Por erróneos que fueran. Mi padre siempre dijo que los separatistas no estaban locos, que su error fue declarar una guerra, no el hecho de separarse. — Tomó aire y lo dejó salir. — Yo tenía diez años. Y ahora es como si tuviera cien y hubiera vivido de verdad todo eso en vez de… Haber sido simplemente una niña sin madre. — Tragó saliva y miró al anciano. — ¿Puedo yo hacerle una pregunta, abuelo? — El hombre asintió así, muy grave, como hacían los jedi. — ¿Por qué no le contó la verdad a Debora y a su familia? Era peligroso no hacerlo, y enterarse así… — El hombre pareció afligido de verdad. — Porque, como buen necio que soy, esperaba que no necesitara saberlo nunca. Tampoco es que use la Fuerza a conciencia, simplemente forma parte de ella y… He visto tanto sufrimiento entre mis compañeros por el uso de una u otra manera de la Fuerza que… Solo quería que fueran felices. Nunca creí que algo así pudiera pasarle a la República y la Orden. Ahora me siento un cobarde mentiroso con mi nieta, y un traidor a toda esa gente que conocía… ¿Mace y Obi-Wan también murieron? — Hera asintió. — Windu sí, el emperador le mató el primero. Pero Obi-Wan… Aún está en busca y captura. Igual está muerto en algún lado pero… Sus clones no lograron atraparlo. — El hombre se llevó una mano al corazón. — Cuánto sufrimiento y yo mientras aquí… — Negó con la cabeza. — Puedo entender que no les contara la verdad, aunque ahora se haya revelado como una mala opción. — El abuelo rio y la miró de soslayo. — Tú sí que no mientes. Menuda sinceridad. — Ella se encogió de hombros. — En la vida normal, pero si la misión lo requiere, miento como la que más. Lo cierto es que… No les enseñé porque… La Orden me metió demasiado miedo al lado oscuro. Y temí de verdad, con el carácter que tienen los dos, acabar abocándoles allí. — Suspiró y negó con la cabeza. — Claramente me equivoqué. — Levantó las manos. — Pero ahora ya nada puedo hacer. — Hera miró al exterior. — Enséñela. Como primera medida. Y luego ya veremos cómo podemos usarlo contra Thrawn. ¿Cree que puede de veras usar a Giovanni? — Otro suspiro. — No soy el más adecuado para juzgarlo. Debora es quien le conoce más, ella recibió las ofertas del Team Rockett. — Hera volvió a mirar fuera como una mascota que pide el paseo pero tiene que obtener permiso de su dueño. — Anda, ve a buscarla. Seguro que ya está más dispuesta a hablar, aunque sea por proteger a sus dragones. — Ella sonrió encantada y salió llamándola. — ¡Debora! ¡Debora! ¿Estás en la cueva? — Oyó un ruidito y vio a dragonair por ahí. — Hola, majo. Está Debora por aquí, ¿verdad? — La miró con aquella cara tan curiosa que parecía sonreírse y se movió a un lugar más oscuro. — ¿Debora? Sé que he empezado con muy mal pie, pero, de verdad, te necesitamos. Tu abuelo más que nadie. Y tu planeta. No me parece una mujer que se achante con los retos, y sabes que te necesitamos.

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    Sáb Oct 01, 2022 8:14 pm


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    Estaba furiosa. Furiosa de verdad, como no recordaba haberlo estado nunca. Tenía ganas de gritar, pero sobre todo, tenía ganas de llorar... lo cual la enfurecía aún más. Débora no lloraba, eso era una debilidad y ella era de todo menos débil. Pero ahora sentía que le faltaba el aire en el pecho, que no podía ni siquiera respirar. Que estaba siendo víctima de una broma muy pesada, y no sabía si prefería eso o la realidad. Porque Débora odiaba las bromas, y algo así le haría matar a todos sus participantes. Pero asumir que no lo era y que, por tanto, todo de lo cual acababa de enterarse era cierto...

    Salió del santuario y de la zona de la cueva en la que este estaba, usando la catarata de nuevo pero esta vez para acceder a una zona elevada, cubierta por el agua, pasando a través de esta y escondiéndose. Ahora estaba en un recodo bajo, una gruta pequeña, que apenas tenía el diminuto lago que formaba lo que salpicaba la catarata a sus pies. Dragonair, en contra de lo que solían hacer ni él ni ninguno de sus pokemon, se salió de la pokeball sin permiso, mirándola con ojos de mareep degollado. - NO. - Le dijo inmediatamente, antes de que se atreviera siquiera a acercarse, dando un paso atrás como un animal herido. - Ni se te ocurra. Estoy enfadada, muy enfadada, y no, no se me va a pasar. Esto es indignante. - Dragonair hizo amago de gruñir con pena y de estirar la cabeza hacia ella, pero Debora gruñó aún más alto y más fiera y el pobre pokemon dio un paso atrás. Ella se llevó las manos a la cara, gruñendo de pura frustración, girando sobre sí misma y tocándose el pelo, y en el propio enfado perdió la noción de lo que el pokemon decidió hacer. Había dado por hecho que había vuelto a la pokeball, pero lo mismo podía haberse ido de la cueva y ella ni se habría dado cuenta, así de enfrascada en su enfado estaba.

    ¿Ahora qué? ¿Estaba en guerra? ¿Tenía que irse a otro planeta? ¿Estaba en riesgo de ser secuestrada? Eso de la Fuerza... No, no. Que no. Que era absolutamente demencial, que no había quien se lo creyera. No tenía ni pies ni cabeza. Sí, tenía una conexión especial con sus pokemon, ¡pero conseguida a base de mucho esfuerzo y dedicación! ¿Y su abuelo... era...? ¿Y sus padres...? ¿Lo habrían sabido ellos y también se lo habían ocultado? Su vida acababa de darse la vuelta por completo, y sentía el corazón latir a tanta velocidad que sentía que le iba a explotar. Sentía furia. Pura furia. Furia...

    - ¡GYARADOS, SAL! - Bramó, lanzando con ira la pokeball. De todos sus pokemon, si uno tenía mal humor, era ese. Sintonizaban a la perfección cuando Débora estaba enfadada. Porque Gyarados siempre estaba enfadado. - ¡Catarata! - Pidió para que volviera a bajarla al piso bajo de la cueva, donde se extendía el inmenso lago. Pisó tierra firme y él se quedó en el agua, y al descender la escuchó: Hera la estaba llamando. Oía sus alaridos a lo lejos y eso solo hizo que se cabreara más. Sentía su respiración agitada y tenía los puños apretados, y una expresión en el rostro que le hacía parecerse increíblemente a su pokemon. Le miró con fiereza y este le devolvió la mirada y esperando una orden que ni siquiera necesitaba. - ¡FURIA DRAGÓN! - Ordenó. La calma tensa que precedía a la tempestad duró apenas un par de segundos, esos que se tomó Gyarados para, lentamente, descender su serpenteante cuerpo en el agua, como si se hundiera poco a poco hasta dejar fuera poco más que la cola y la cabeza. Y, cuando estuvo preparado, con toda la furia del interior de ambos, de él y de ella, emergió con un grito desgarrador que hizo temblar toda la cueva y podría haberla echado abajo. Levantó una gran ola de agua a su paso, tan enorme que podría haber vaciado el lago y ahogado a todo el que pillara a su alcance, como por ejemplo a Débora, que se quedó donde estaba, dejando que el agua la mojara. Y al hacerse más estruendoso el grito de Gyarados, gritó ella también, descargando toda la furia que tenía en el pecho guardaba, creando un ambiente absolutamente ensordecedor. Podrían haber hecho estallar el planeta entre los dos, y ya, ni guerra, ni mafia, ni Fuerza ni hostias. A tomar por culo todo. Furia, furia dragón era lo que sentía, ardiendo por sus venas.

    Sintió que se le quebraba la garganta de tanto gritar y, de repente, tanto Gyarados como ella pararon a la vez, dejándose este reposar en el agua como si nada hubiera pasado, mientras Débora caía al suelo de rodillas. De repente todo se quedó en un silencio extraño, ensordecedor, como si acabara de caer una auténtica bomba. Y fue ella tocar el suelo y empezar a llorar. Llevaba sin llorar... No sabía ni cuánto, desde pequeña. Y ahora no podía parar. Gyarados se metió solo en su pokeball, y ahí se quedó ella, con el eco de su llanto retumbando por la cueva. Hasta que sintió la presencia de Dragonair cerca, y no era la única. Había oído los pasos, y no eran los de su abuelo. No quería que esa desconocida twi'lek o como se llamara la viera así. No soportaba que nadie la viera así, pero... - No sé qué es todo esto. - Dijo entre lágrimas de frustración, con los dientes apretados y sin levantar la mirada. Porque era Débora, nunca iba a decir algo así como "no puedo con esto"... aunque lo sintiera.
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    Jue Dic 29, 2022 11:50 pm


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    Creía que había encontrado a Debora, más o menos. La oía llorar, y la chica lo estaba pasando mal porque… bueno, nadie podía decirle que no estuviera muy enfadada y dolida, ella era experta en estar dolida con miembros de la familia y eso dolía mucho. Como muchísimo. Y justo la oyó llamar a Gyarados y ella, inocente, para allá que fue. Lo que no se esperaba para nada fue el grito, que la estremeció entera y que hizo a Chopper darse la vuelta a toda velocidad en dirección a la salida de la cueva. Anda que como me pase algo algún día, voy lista, pensó. Aquel droide desactualizado y cobardón la dejaría vendida sin problema. Pero bueno, igual Gyarados estaba gritando porque la veía mal pero… No pudo pensar mucho más.

    Una ola gigante llegó, y no le dio tiempo a salir de la cueva ni de broma corrió como loca en la dirección contraria, pero en seguida notó la ola y cómo la empapó del agua fría del lago interior de la cueva. Sentía cómo todo había temblado, y solo pudo pensar: yo he visto a los jedi hacer cosas de estas. A Debora no le haría mucha gracia aquella afirmación pero era la puritita verdad. Oyendo cómo goteaba la cueva entera, con riachuelos de agua por todas partes llegando de nuevo al lago, se acercó, empapada, lentamente. Debora estaba de rodillas en la orilla, llorando, y entre los ruidos y el llanto distinguió lo que decía. Hera se sentó, lo suficientemente cerca para que la oyera, pero dándole espacio. — Ya… En verdad… Siento un poco haber venido así a estropear tu vida de esta forma. — Se rodeó las rodillas con una mano y se quitó agua de la cara y los lekku con la otra. — Realmente… Yo tampoco sé qué es todo esto, ¿sabes? — Rio un poco tristemente. — No sé lo que es vivir en paz, así que tampoco sé lo que es romperla. Y tampoco sé lo que es tener un objetivo que no sea luchar, tener una causa, usar lo que puedes dar para conseguir algo mejor… — Señaló a Gyarados con la barbilla. — Pero he visto cuánto caso te hacen, cómo conectan contigo, con tu estado de ánimo… Puedo entender que uses tu poder para eso, para entrenar con ellos. — Se cruzó de piernas y se apoyó sobre ellas. — Pero me temo que no puedes huir de lo que está por venir. Y es posible que haya venido aquí porque veo en ti, y en tu abuelo, y, por lo que él dice, en tu primo, una esperanza que en mi mundo está perdida hace mucho. Quizá no es demasiado tarde para el tuyo. — Suspiró y la miró. — Pero, de nuevo, si lo que quieres es recuperar tu mundo… Mientras dure, estás en tu perfecto derecho de hacerlo. — Dragonair apareció por allí tímidamente, claramente tan asustado como Chopper ante aquella reacción de su entrenadora. — Claramente te quieren. — Dijo, acercando la mano prudentemente, por si dragonair se le quería acercar a por una caricia aunque fuera. — Y yo empecé todo esto por la gente a la que quiero, así que si crees que lo mejor que puedes hacer por ellos es seguir como hasta ahora… Cojo a Chopper y me voy. Ya estaba tratando de parar a Thrawn de todos modos, solo que ahora tendré un motivo más para hacerlo, que será impedir que llegue aquí y acabe con algo tan bonito. — Estaba dispuesta de verdad a irse. El abuelo había huido de la Orden, Debora no sabía nada y… Vivían en el paraíso, si le preguntabas a ella. No tenía derecho a exigirles nada, aquella no era su lucha… Aún. Quizá pudieran simplemente desviar el rumbo de Thrawn o acabar de una buena vez con él.

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    Miér Mar 08, 2023 7:42 pm


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    La chica se había sentado junto a ella, y Debora odiaba que le tuvieran compasión. Ella era una mujer fuerte y luchadora, era alguien que inspiraba confianza, liderazgo, poder, fuerza, autodeterminación... Ahora se sentía estúpida. Estaba llorando como una niña desvalida, pero es que sentía que toda la realidad que conocía se había venido abajo. Que si una guerra llegaba ahora, nada de lo que tenía o había hecho en su vida iba a servir para nada, que no era nadie... Y lo peor es que resultaba que sí que era alguien, al parecer, pero no lo que quería ser. Que su vida era una mentira, que su abuelo la había engañado. Ahora no sabía ni qué pensar ni en quién confiar.

    Y una chica de otra raza, de otro planeta, que había venido a tambalear los cimientos del suyo y que, en sus propias palabras, solo conocía la guerra, no le parecía la mejor opción, pero era la única que tenía. De no haber llegado ella con el aviso, a saber cómo hubiera llegado a enterarse de todo eso y cuándo, si ya le parecía tarde. Realmente no quería escucharla, pero más por el típico orgullo de Debora, que la hacía querer encerrarse en el último rincón de esa cueva y que nadie le hablara, que porque no tuviera razón. Porque de hecho le vendría muy bien escuchar lo que le estaba diciendo.

    Por eso no pudo evitar mirarla cuando habló de sus pokemon y de cómo conectaba con ellos, aunque con los ojos entornados hacia arriba y la cabeza aún bastante agachada y el ceño fruncido y desconfiado. Que había visto en ellos una esperanza que en su planeta tenía perdida... Miró hacia abajo. Pues muy perdida debía estar si la esperanza era ella, la verdad, porque no tenía ni idea ni de por dónde había que empezar, ni lo que tenía que hacer. Y entonces dijo eso, "claramente te quieren", y al alzar la mirada vio como Dragonair se acercaba a la joven y se dejaba acariciar. Se le cayó una lágrima, que se limpió rápidamente y con enfado consigo misma por llorar. Sorbió un poco y dejó que terminara de hablar, y luego se creó un silencio. Tenía que poner su cabeza en orden antes de abrir la boca, o volvería a soltar una furia dragón por esta que haría que la cueva se viniera abajo.

    Por supuesto que, ni aun dándose unos segundos para pensar, iba a rebajar su hostilidad a cero. - ¿Me lo puedo al menos pensar? - Contestó. Muy borde, pero es que no le había gustado sentirse en la tesitura de tener que decidir ya si participaba activamente en una guerra que no hacía ni horas que se había enterado de que existía. Soltó aire por la boca bruscamente. - No es como que tenga muchas opciones, pero sí, podría no hacer nada si no quiero. - Dijo digna. Arqueó una ceja. - Aunque claro, ese concepto de "haz lo que quieras" que tenéis algunas pers...onas. - Iba a no terminar la palabra, pero tampoco es como que encontrara ninguna mejor con la que definirla que no fuera ofensiva. Miró a otra parte y fingió imitarla. - "No participes si no quieres, es tu decisión. En fin, será una pena que este sitio tan bonito quede destruido por las llamas y todos tus pokemon mueran". - Rodó los ojos hacia ella. - Gracias, me lo pones facilísimo. - Volvió a resoplar.

    - Mira... Ya sé que tengo que hacer algo, y lo haré. Pero déjame que decida yo al menos, que sienta que hago algo. Y que me entere de este... supuesto poder que tengo... Joder, si es que esto es una puta locura. - Se estaba viendo pensándolo en frío y llegando a la conclusión de que la estaban tomando por tonta, de verdad que sí, porque no le veía ni pies ni cabeza a eso. Se frotó la cara, y al destapársela, suspiró. - Cuando me aclare... ¿Por dónde sugerirías que empiece? - Volvió a mirarla, con cara de hastío, como quien está deseando acabar la conversación... y se dio cuenta de que estaba empapada. Tragó saliva con un poco de culpabilidad, pero por fuera no lo mostró. Eso debía haber sido por el arranque de furia que había tenido con Gyarados. Igual... debería disculparse... o algo... - La próxima vez que haya un Gyarados en furia cerca, refúgiate mejor. - Dragonair la miró y soltó un gruñidito de reproche, tan adorable como era, pero captó perfectamente lo que quería decir. Rodó los ojos y suspiró. - Siento haberte mojado. - Dijo con la boca pequeña, y luego miró al pokemon. ¿Mejor? Pensó irónica. Sabía que no tenía que ser tan borde, y menos con esa chica. Pero con alguien tenía que desfogar sus frustraciones... Aunque algo le decía que iban a tener que pasar bastante tiempo juntas a partir de ahora. Sería mejor que empezaran a llevarse bien.
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    Jue Ago 03, 2023 3:50 pm


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    Levantó una mano amiga para que no se preocupara por usar mal el término. — Persona está bien dicho. Solo somos personas de distintas razas, aunque en mi galaxia muchos no piensen igual. — Se encogió de hombros a lo de que no le quedaba opción. — Te lo digo de corazón, Debora, yo solo he venido a avisarte, porque creo que corres peligro, tú y todo tu mundo, pero puede haber reacciones distintas ante ese peligro. Mi padre y yo, sin ir más lejos, luchamos por lo mismo, pero cada uno por su lado y de formas muy distintas. Tú… Puedes parar y buscar tu forma de luchar.

    Iba a levantarse y a irse pero entonces le hizo una pregunta y Hera alzó las cejas, sorprendida. — Oh, pues… — Rio y se agarró las rodillas. — Solo vi jedis de pequeña, pero podían hacer cosas alucinantes. — Levantó las palmas humildemente. — Yo soy estratega, educada en la guerrilla, así que, lo primero que haría sería enseñarme a moverme por este terreno, educarme sobre todos los concursos o lo que sea que hacéis con los pokemon, y sobre todo: localizar y controlar a Giovani. — Sonrió y la miró satisfecha. — Aprendo rápido, y ganas no me faltan… — Señaló al Gyarados. — Ya he aprendido a no estar cerca, o al menos prepararme para el chapuzón cuando tú estás enfadada y Gyarados está cerca.

    Se levantó y se sacudió un poco más el agua. — Tengo mi nave escondida a las afueras, pero puedes venir cuando quieras, a mí me encanta enseñarla. — Suspiró y puso un tono más delicado. — Cuando la Orden Jedi… De la que se escapó tu abuelo, existía, los jedi entrenaban… Toda la vida para aprender a usar sus poderes. Tú no tienes una Orden ni nada de lo que conllevaba, pero… Puedes empezar a aprender, amplificar lo que ya sabes hacer… En fin, es solo un consejo. Te dejo descansar. Gracias por escucharme a pesar de… El impacto que supongo que será. — Y dicho eso, se giró hacia Chopper, que seguía adecuadamente escondido en la gruta, y se volvió caminando hacia su nave. Y quién sabe, quizá se aplicaba su propio consejo y se quedaba en aquel mundo, ignorando todo lo demás, paseando tranquilamente, sin miedo a bombas o a agentes imperiales solo… Viviendo. Quizá a eso también tenía que enseñarle Debora, a vivir.
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