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¡Tiempo Fuera!
ONE ON ONE• ORIGINAL• REALISTAS
Cuando se tiene un sueño en la vida hay que ir por él. Por un lado teníamos a Carlos Barea, un chico que luego de haber luchado para mantenerse con todos los ojos sobre él debido a su enorme estatura en su tiempo como estudiante y jugador de su universidad había logrado llegar ya pasar al ámbito profesional en el baloncesto. Sus primeros años de rookie ya habían pasado así que con el tiempo había logrado ganar sus minutos en cancha por mérito propio. Por supuesto que ser profesional no se comparaba con la liga colegial la presión era mayor y las faltas personales y posibles lesiones aún más fuertes. Si no se tenía el debido cuidado, ni las atenciones necesarias una cosa como esa podía hacer perder una temporada entera.
Alguien que igual cumplía su sueño, aunque tal vez aún le faltaba camino por recorrer. Era Andrea Rivers, una joven estadounidense que estudiaba Tecnología Deportiva en la Universidad Interamericana con el propósito de algún día ser parte del Staff técnico de algún equipo deportivo profesional. Ser la que estuviera a cargo de velar por el bienestar de los atletas. Aún no se graduaba, pero ya al menos le daba una probadita a lo que sería su sueño cumplido al tener su práctica con su primer equipo profesional, los Cangrejeros de Santurce, un equipo de baloncesto.
Es ahí donde la vida de Carlos y Andrea se cruzan. Para el chico la muchacha es una cara completamente desconocida, pero de la cual agradecía haber conocido pues siempre tenía la forma de hacer que saliera sintiéndose mejor luego de pasar por las terapias de rehabilitación impartidas por ella. Mientras por otro lado para la muchacha el rostro del jugador de baloncesto era más que conocido, en secreto, porque no podía ser parcial, Andrea había sido su seguidora desde sus tiempos como jugador universitario. Por lo que tenía cierto e inevitable interés en él más allá de su trabajo por mantenerlo saludable.
Ahora ambos tendrán que arreglárselas para cumplir las expectativas que todos tienen sobre ellos en sus respectivas carreras y de paso descubrir que está pasando en ellos. Todo se fue confundiendo cuando comenzaron a pasar más tiempo juntos de lo necesario. Pues la chica se había tomado muy enserio eso de velar por su bienestar, mientras que él por igual notando la curiosidad de la chica por el deporte podía pasar ratos largos intentando explicarle porque un tiro libre podía ser más complicado que uno en movimiento. Las complicaciones llegarían, derrotas, lesiones, malas calificaciones, profesores exigentes. Todo esto los podría poner a prueba y por supuesto que siempre habría gente que no les agradaba la idea de verlos juntos. Tenían que una vez descubrieran lo que sentían de verdad por el otro, mantenerse firmes. El balón estaba en su cancha.
Alguien que igual cumplía su sueño, aunque tal vez aún le faltaba camino por recorrer. Era Andrea Rivers, una joven estadounidense que estudiaba Tecnología Deportiva en la Universidad Interamericana con el propósito de algún día ser parte del Staff técnico de algún equipo deportivo profesional. Ser la que estuviera a cargo de velar por el bienestar de los atletas. Aún no se graduaba, pero ya al menos le daba una probadita a lo que sería su sueño cumplido al tener su práctica con su primer equipo profesional, los Cangrejeros de Santurce, un equipo de baloncesto.
Es ahí donde la vida de Carlos y Andrea se cruzan. Para el chico la muchacha es una cara completamente desconocida, pero de la cual agradecía haber conocido pues siempre tenía la forma de hacer que saliera sintiéndose mejor luego de pasar por las terapias de rehabilitación impartidas por ella. Mientras por otro lado para la muchacha el rostro del jugador de baloncesto era más que conocido, en secreto, porque no podía ser parcial, Andrea había sido su seguidora desde sus tiempos como jugador universitario. Por lo que tenía cierto e inevitable interés en él más allá de su trabajo por mantenerlo saludable.
Ahora ambos tendrán que arreglárselas para cumplir las expectativas que todos tienen sobre ellos en sus respectivas carreras y de paso descubrir que está pasando en ellos. Todo se fue confundiendo cuando comenzaron a pasar más tiempo juntos de lo necesario. Pues la chica se había tomado muy enserio eso de velar por su bienestar, mientras que él por igual notando la curiosidad de la chica por el deporte podía pasar ratos largos intentando explicarle porque un tiro libre podía ser más complicado que uno en movimiento. Las complicaciones llegarían, derrotas, lesiones, malas calificaciones, profesores exigentes. Todo esto los podría poner a prueba y por supuesto que siempre habría gente que no les agradaba la idea de verlos juntos. Tenían que una vez descubrieran lo que sentían de verdad por el otro, mantenerse firmes. El balón estaba en su cancha.
— Carlos Barea — Shooting Star• Baloncelista• Jorge B. Díaz • 26 años | — Andrea Rivers — Rising Sun • Terapista Deportiva • Lily James • 23 años |
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
Esto era importante para Andrea, llevaba ya algunos años cursando su carrera universitaria en Tecnología Deportiva en la Inter Metro, lugar donde su padre, un hombre estadounidense, se destacaba como profesor. Por tanto, la muchacha llevaba al menos unos diez años de sus veintitrés, viviendo en Puerto Rico. Este semestre comenzaría con su primera práctica en campo. La mayoría de sus compañeros habían conseguido ser terapistas en alguno de los equipos deportivos de la universidad, o en algún gimnasio del área metropolitana. Pero solo muy pocos iban a tener la oportunidad de trabajar con equipos profesionales y quizás correr la suerte de permanecer en ellos una vez se hubieran graduado. Más esa ventaja solo la tendrían los estudiantes más destacados del programa y ella era una de esas.
Para sorpresa de la chica le tocaba precisamente hacerla con el equipo de baloncesto. Andrea nunca había entendido bien el comportamiento de las jugadas del basket, pero igual le parecía interesante. Había sido seguidora de la liga, en especial del equipo de Santurce y para qué iba a negar que siempre le había echado ojito a uno de sus jugadores. ¡Pero! Era solo una fan, no podía esperar nada más y que ahora pudieran estar cara a cara tampoco debería cambiar mucho eso. ¿O sí? En su mente solo se decía, actúa profesional. Debes tratar a todos por igual, sin favoritos y también sin tener a no gratos. Porque en todos lados ocurría, en todos lados había siempre el que se ganaba a pulso, el caer mal a la gente. Era inevitable.
Hoy tenía que presentarse al entrenamiento, conocer a quienes estarían supervisándola y con quienes iba a tener que trabajar. Pero sobre todo, los jugadores. Que a final de cuentas era con quienes iba a tener que trabajar de forma más directa.
Andrea llegó temprano hasta el coliseo, lo miraba desde el estacionamiento. Ahora que lo veía con detenimiento y que iría a trabajar en él y no simplemente para ser mera espectadora, lo veía imponente y algo intimidante. Soltó un suspiro, ni siquiera estaba segura en donde la iban a recibir. Sabía que le dijeron que entrara por la entrada cercana a los camerinos del equipo local. La pregunta era... Cuál de ellas era. El lugar tenía entradas por los cuatro puntos cardinales. La castaña se aferraba a su cuaderno de anotaciones y se había quedado por un instante petrificada sin saber qué hacer. ¿Entrar por la que tenía en frente y vagar por los pasillos del coliseo hasta encontrar el camerino? No sonaba a mala idea. Solo que ya se comenzaba a poner nerviosa y se había quedado trancada en el mismo lugar sin que sus piernas le respondieran. La misma moción le estaba jugando en contra.
Para sorpresa de la chica le tocaba precisamente hacerla con el equipo de baloncesto. Andrea nunca había entendido bien el comportamiento de las jugadas del basket, pero igual le parecía interesante. Había sido seguidora de la liga, en especial del equipo de Santurce y para qué iba a negar que siempre le había echado ojito a uno de sus jugadores. ¡Pero! Era solo una fan, no podía esperar nada más y que ahora pudieran estar cara a cara tampoco debería cambiar mucho eso. ¿O sí? En su mente solo se decía, actúa profesional. Debes tratar a todos por igual, sin favoritos y también sin tener a no gratos. Porque en todos lados ocurría, en todos lados había siempre el que se ganaba a pulso, el caer mal a la gente. Era inevitable.
Hoy tenía que presentarse al entrenamiento, conocer a quienes estarían supervisándola y con quienes iba a tener que trabajar. Pero sobre todo, los jugadores. Que a final de cuentas era con quienes iba a tener que trabajar de forma más directa.
Andrea llegó temprano hasta el coliseo, lo miraba desde el estacionamiento. Ahora que lo veía con detenimiento y que iría a trabajar en él y no simplemente para ser mera espectadora, lo veía imponente y algo intimidante. Soltó un suspiro, ni siquiera estaba segura en donde la iban a recibir. Sabía que le dijeron que entrara por la entrada cercana a los camerinos del equipo local. La pregunta era... Cuál de ellas era. El lugar tenía entradas por los cuatro puntos cardinales. La castaña se aferraba a su cuaderno de anotaciones y se había quedado por un instante petrificada sin saber qué hacer. ¿Entrar por la que tenía en frente y vagar por los pasillos del coliseo hasta encontrar el camerino? No sonaba a mala idea. Solo que ya se comenzaba a poner nerviosa y se había quedado trancada en el mismo lugar sin que sus piernas le respondieran. La misma moción le estaba jugando en contra.
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1. Conociendo al Equipo |
Carlos Barea • con Andrea• en Coliseo Roberto Clemente
Carlos ya llegaba un buen tiempo en equipos de basket pero en este solo unos años más de lo que logró en otros equipos. La fama había llegado pero él trataba de mantenerse humilde y no dejarse llevar por los excesos que podían tener los deportistas, el basquetbol era su pasión y también vocación, tenía que hacerlo bien porque era lo que llenaba al chico principalmente. Pero era una lástima que con el pasar de los años se daba cuenta que había dejado muchas cosas de lado: como su familia, no tenía novia y era triste volver a casa solo cuando los entrenamientos o los partidos terminaban.
Ahí solo lo recibían sus cuatro perros y 3 gatos. Era un fan de los animales a la vez, y eran como sus hijos así que era llenador pero igual necesitaba compartir esa alegría con alguien. Es que su familia aunque vivía en el país, no tenían los recursos para venir con frecuencia así que por lo general estaba solo y se comunicaba a través de videollamadas porque tampoco podía ir a seguido. También su carácter era bastante tranquilo, simplemente obedecía a lo que tenía que hacer y no socializaba mucho por ser introvertido; sus compañeros de equipo siempre le decían que no había nada malo que lo hiciera que no iban a morderlo, solo que no hacía caso.
Últimamente estaba ahorrando para traerse a sus padres a vivir cerca de su condominio. No iba a ser fácil, ganaba pero no era lo suficiente así que estaba ahorrando. Aquel día tocaba un nuevo entrenamiento y como siempre había optado caminar hasta el coliseo. Carlos era torpe, y casi tropezó cuando un fan intervino sus pasos y le pidió un autógrafo. Ante eso, aún no se acostumbraba pero no podía quedar como un pesado así que sonriendo tímidamente tomó su libreta y firmó. —Seguro que anotaras unos cuantos tantos en el próximo juego. ¡Mucho éxito, Carlos! — Dijo el joven que logró que sus mejillas se pusieran coloradas y sonreír con timidez. — Haré lo posible. Muchas gracias por los ánimos. — Murmuró. Sólo que había un problema y ese pensamiento calcaba en su mente cuando iba de camino y entraba en el coliseo: Estaba estresado y no estaba jugando en un 100%. Lo ocultaba porque no quería quedarse en la banca, así que tarde o temprano lo iban a notar.
Cuando entró y se dirigió a los camarinos no sin antes de mostrar su credencial como jugador siguiendo el protocolo y unos cuantos saludos, fue cuando notó a una chica que se veía algo nerviosa. Normal que quisiera pasar de largo, sin embargo, realmente la notó como un estado de shock por lo que habría sido muy mala actitud de su parte no acercarse a ella.
Y cuando lo hizo, fue como un click. La chica era preciosa y no entendía porque lucía de esa manera cuando seguramente tendría la sonrisa más cautivadora que quería en el fondo contemplar. Trató de sacar las palabras y por fortuna pudo hacerlo. — Hola, disculpa ¿Te sientes mal?— Preguntó. Quizás podía ayudarla así que espero con paciencia su respuesta, estaba bien con el tiempo siempre llegaba una hora media antes para sentir aquel relajo antes de entrenar y cuanto lo necesitaba ahora.
Ahí solo lo recibían sus cuatro perros y 3 gatos. Era un fan de los animales a la vez, y eran como sus hijos así que era llenador pero igual necesitaba compartir esa alegría con alguien. Es que su familia aunque vivía en el país, no tenían los recursos para venir con frecuencia así que por lo general estaba solo y se comunicaba a través de videollamadas porque tampoco podía ir a seguido. También su carácter era bastante tranquilo, simplemente obedecía a lo que tenía que hacer y no socializaba mucho por ser introvertido; sus compañeros de equipo siempre le decían que no había nada malo que lo hiciera que no iban a morderlo, solo que no hacía caso.
Últimamente estaba ahorrando para traerse a sus padres a vivir cerca de su condominio. No iba a ser fácil, ganaba pero no era lo suficiente así que estaba ahorrando. Aquel día tocaba un nuevo entrenamiento y como siempre había optado caminar hasta el coliseo. Carlos era torpe, y casi tropezó cuando un fan intervino sus pasos y le pidió un autógrafo. Ante eso, aún no se acostumbraba pero no podía quedar como un pesado así que sonriendo tímidamente tomó su libreta y firmó. —Seguro que anotaras unos cuantos tantos en el próximo juego. ¡Mucho éxito, Carlos! — Dijo el joven que logró que sus mejillas se pusieran coloradas y sonreír con timidez. — Haré lo posible. Muchas gracias por los ánimos. — Murmuró. Sólo que había un problema y ese pensamiento calcaba en su mente cuando iba de camino y entraba en el coliseo: Estaba estresado y no estaba jugando en un 100%. Lo ocultaba porque no quería quedarse en la banca, así que tarde o temprano lo iban a notar.
Cuando entró y se dirigió a los camarinos no sin antes de mostrar su credencial como jugador siguiendo el protocolo y unos cuantos saludos, fue cuando notó a una chica que se veía algo nerviosa. Normal que quisiera pasar de largo, sin embargo, realmente la notó como un estado de shock por lo que habría sido muy mala actitud de su parte no acercarse a ella.
Y cuando lo hizo, fue como un click. La chica era preciosa y no entendía porque lucía de esa manera cuando seguramente tendría la sonrisa más cautivadora que quería en el fondo contemplar. Trató de sacar las palabras y por fortuna pudo hacerlo. — Hola, disculpa ¿Te sientes mal?— Preguntó. Quizás podía ayudarla así que espero con paciencia su respuesta, estaba bien con el tiempo siempre llegaba una hora media antes para sentir aquel relajo antes de entrenar y cuanto lo necesitaba ahora.
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
No era por timidez, porque la estadounidense nunca había pecado de tímida. Al contrario, era muy espontánea y extrovertida. Era difícil ignorar su presencia cuando llegaba a un lugar. Sin embargo, por más confianza en sí mismo que pudiera tener eso, no evitaba que de vez en cuando le entrará, como decían en la cultura deportiva, el Frío Olímpico. El cual hacía que en un momento importante se te paralizará todo el cuerpo sin saber qué hacer. Era justamente lo que le acababa de suceder y de seguro le había jugado en contra el exceso de emoción. En sus adentros Andrea se decía” te has de estar viendo como una verdadera tonta ahí parada. “Tenía que hacer algo. Mejor era moverse, que después de todo tampoco creía que se fuera a perder allí adentro. ¿O sí?
Había optado por entrar, pero ya estando dentro del sitio y haber mostrado las credenciales de estudiante, se le olvidó preguntar en qué dirección estaban los camerinos locales. — A, pero si serás… si serás… — sé regaño a sí misma parada en uno de los pasillos. Estos sitios podían sentirse como un laberinto si no estaba atento a las flechas que había por los pasillos y escaleras que bordeaban a la vuelta redonda el lugar. Era la primera vez que podría explorar y caminar a sus anchas en vez de tener que seguir en manada hacia las gradas junto al resto de los espectadores. No sé, había fijado en la suave voz de un chico que le hablaba porque aún estaba muy sumida en sus pensamientos, cuestionándose porque se había quedado frazada hacía un rato.
— Uh, lo siento, no te escuche. — intento juntar las palabras que habían sonado a su alrededor y que en ese instante no habían presentado atención. — Estoy bien, estoy bien. Pero gracias. — soltó un suspiro, pero luego se dio cuenta de que lo mejor era ser ella misma y no ir con la presión de hacer todo perfecto. Así que dibujo una sonrisa en el rostro, fue ahí cuando cayó en cuanta de quien le hablaba luego de quitar la vista de uno de los letreros que había en el muro y se volteó a ver quien le hablaba.
— Ah que rayetes. ¡Barea! - se dio cuenta de que hubo un exceso de entusiasmo en su voz y que incluso podía poner incómodo al jugador. En especial porque siempre había notado que era el tímido y tranquilo del grupo. Andrea había seguido su carrera, admiraba como a pesar de eso era buen jugador. No tenía que andar haciendo espectáculos para la prensa ni estar metido en chismes para ser un jugador relevante. La verdad le parecía igualmente adorable y tierno. Aunque ahora era que lo podía comprobar al tenerlo de frente por primera vez. Y vaya que estaba más grande de lo que imagino. E intento de borrar cualquier pensamiento pecaminoso que se le pudiera cruzar por la mente.
— Discúlpame si te preocupe. Gracias por preguntar. He estado toda la mañana algo nerviosa y ansiosa. — le explico. — Soy Andrea, Andrea Rivers y soy la estudiante que asignaron para hacer práctica de terapia deportiva con los Cangrejeros. Así que bueno… Es mi primer día y creo que me perdí… — añadió. — Por eso estoy algo tensa. Pero ya verás, luego se me pasará. — y de seguro andaría como pez en el agua. — ¿Te molestaría llevarme frente a los camerinos locales? Se supone que me reuniría con el cuerpo técnico allí, pero si sigo yo sola tal vez este un buen rato dando vueltas al lugar. — decía pidiendo ayuda. — Por favor. No quiero volver a perderme. Aunque al menos es temprano. — le suplicó. — Si se puede claro. — ahora que lo pensaba, tampoco quería molestar o interrumpir algo.
Había optado por entrar, pero ya estando dentro del sitio y haber mostrado las credenciales de estudiante, se le olvidó preguntar en qué dirección estaban los camerinos locales. — A, pero si serás… si serás… — sé regaño a sí misma parada en uno de los pasillos. Estos sitios podían sentirse como un laberinto si no estaba atento a las flechas que había por los pasillos y escaleras que bordeaban a la vuelta redonda el lugar. Era la primera vez que podría explorar y caminar a sus anchas en vez de tener que seguir en manada hacia las gradas junto al resto de los espectadores. No sé, había fijado en la suave voz de un chico que le hablaba porque aún estaba muy sumida en sus pensamientos, cuestionándose porque se había quedado frazada hacía un rato.
— Uh, lo siento, no te escuche. — intento juntar las palabras que habían sonado a su alrededor y que en ese instante no habían presentado atención. — Estoy bien, estoy bien. Pero gracias. — soltó un suspiro, pero luego se dio cuenta de que lo mejor era ser ella misma y no ir con la presión de hacer todo perfecto. Así que dibujo una sonrisa en el rostro, fue ahí cuando cayó en cuanta de quien le hablaba luego de quitar la vista de uno de los letreros que había en el muro y se volteó a ver quien le hablaba.
— Ah que rayetes. ¡Barea! - se dio cuenta de que hubo un exceso de entusiasmo en su voz y que incluso podía poner incómodo al jugador. En especial porque siempre había notado que era el tímido y tranquilo del grupo. Andrea había seguido su carrera, admiraba como a pesar de eso era buen jugador. No tenía que andar haciendo espectáculos para la prensa ni estar metido en chismes para ser un jugador relevante. La verdad le parecía igualmente adorable y tierno. Aunque ahora era que lo podía comprobar al tenerlo de frente por primera vez. Y vaya que estaba más grande de lo que imagino. E intento de borrar cualquier pensamiento pecaminoso que se le pudiera cruzar por la mente.
— Discúlpame si te preocupe. Gracias por preguntar. He estado toda la mañana algo nerviosa y ansiosa. — le explico. — Soy Andrea, Andrea Rivers y soy la estudiante que asignaron para hacer práctica de terapia deportiva con los Cangrejeros. Así que bueno… Es mi primer día y creo que me perdí… — añadió. — Por eso estoy algo tensa. Pero ya verás, luego se me pasará. — y de seguro andaría como pez en el agua. — ¿Te molestaría llevarme frente a los camerinos locales? Se supone que me reuniría con el cuerpo técnico allí, pero si sigo yo sola tal vez este un buen rato dando vueltas al lugar. — decía pidiendo ayuda. — Por favor. No quiero volver a perderme. Aunque al menos es temprano. — le suplicó. — Si se puede claro. — ahora que lo pensaba, tampoco quería molestar o interrumpir algo.
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1. Conociendo al Equipo |
Carlos Barea • con Andrea• en Coliseo Roberto Clemente
Carlos se había preocupado por la chica que en un principio notaba tensa y nerviosa, no la había visto nunca antes así que era posible que era nueva, la realidad, no tenía suerte con las chicas y la única novia que tuvo nunca lo tomó del todo en serio y se fijó en su fama, por lo tanto, cada vez que veía a una chica linda se ponía algo nervioso y trataba de mostrarse más neutral, en realidad, como solía ser porque para que negar que era muy tranquilo a los demás jugadores de Cangrejeros.
Se la quedó contemplando sin entender mucho hasta que soltó ese grito de emoción que hizo que se pusiera rojo, nunca se iba acostumbrar aquel entusiasmo de la gente y de la fanaticada. Trató de mantener paciencia, porque la castaña era muy hablantina, tenía un toque extranjero en su voz y se notaba mucho más ansiosa que una persona normal, suponía que tal como decía eran los mismos nervios de una principiante y a la vez practicante para verlos a ellos. Pobrecita. Los chicos eran demasiado revoltosos y muy probable más de alguno iba a coquetearle pues sí que era muy bonita, solo esperaba que pudiera hacer bien su trabajo y coordinar con las demás chicas que eran parte de la parte técnica o de enfermería.
Lógicamente no iba a dejarla ahí en medio de los pasillos y lo cierto es que estaba bastante alejada de los camerinos locales. — Sí, no hay problema. No queda muy lejos de los nuestros. Bueno ya conoces mi nombre por lo que noté...yo te enseño el camino, trata de recordarlo.— Se sorprendió en hablar tanto porque generalmente era muy callado pero con todo ese tal discurso tenía que contestar así y no con un simple "sí" o un "de acuerdo"
— También cuando fue mi primer día aquí me perdí, luego te acostumbras.— La chica tenía ese toque de sociable y extrovertida a diferencia de él. Comenzó a caminar con lentitud ya que sus pasos solían ser más rápidos como todo jugador de baloncesto que solían ser por lo general muy altos. — Sígueme, es por aquí. — Espero que estuviera a su lado y fue como doblaron hacia la izquierda. Por lo general, si pasaban un mapa pero con tanto lugar uno igual se enredaba así que la entendía.
Soltó un suspiro. No supo más que decir así se sintió incomodo por aquel silencio que perduró solo por unos momentos. Era pésimo en esto y tenía que asumirlo, no era sociable y mientras no quedara como un pesado todo bien.
Se la quedó contemplando sin entender mucho hasta que soltó ese grito de emoción que hizo que se pusiera rojo, nunca se iba acostumbrar aquel entusiasmo de la gente y de la fanaticada. Trató de mantener paciencia, porque la castaña era muy hablantina, tenía un toque extranjero en su voz y se notaba mucho más ansiosa que una persona normal, suponía que tal como decía eran los mismos nervios de una principiante y a la vez practicante para verlos a ellos. Pobrecita. Los chicos eran demasiado revoltosos y muy probable más de alguno iba a coquetearle pues sí que era muy bonita, solo esperaba que pudiera hacer bien su trabajo y coordinar con las demás chicas que eran parte de la parte técnica o de enfermería.
Lógicamente no iba a dejarla ahí en medio de los pasillos y lo cierto es que estaba bastante alejada de los camerinos locales. — Sí, no hay problema. No queda muy lejos de los nuestros. Bueno ya conoces mi nombre por lo que noté...yo te enseño el camino, trata de recordarlo.— Se sorprendió en hablar tanto porque generalmente era muy callado pero con todo ese tal discurso tenía que contestar así y no con un simple "sí" o un "de acuerdo"
— También cuando fue mi primer día aquí me perdí, luego te acostumbras.— La chica tenía ese toque de sociable y extrovertida a diferencia de él. Comenzó a caminar con lentitud ya que sus pasos solían ser más rápidos como todo jugador de baloncesto que solían ser por lo general muy altos. — Sígueme, es por aquí. — Espero que estuviera a su lado y fue como doblaron hacia la izquierda. Por lo general, si pasaban un mapa pero con tanto lugar uno igual se enredaba así que la entendía.
Soltó un suspiro. No supo más que decir así se sintió incomodo por aquel silencio que perduró solo por unos momentos. Era pésimo en esto y tenía que asumirlo, no era sociable y mientras no quedara como un pesado todo bien.
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
Vaya que los nervios por querer que todo saliera perfecto podían llegar a entorpecer. ¿Qué estaría pensando aquel chico de ella? Tal vez lucia hasta tonta por pensar que se podía perder allí adentro. Pero era verdad. Podía llegar a perderse mientras no conociera el lugar, en especial por tener tantas áreas que se parecían. Era como un laberinto que por más que pareciera ser un lugar sencillo confundía. Menos mal no se lo tomo a mal o a que era una broma de ella. Fue gentil y caballeroso al estar dispuesto ayudarla. - Gracias de verdad, qué gracias. - aseguro la muchacha. - Oh, sí, claro, como no iba a saberlo. Aquí entre los dos soy fiel seguidora del equipo. Y no lo digo porque tenga que hacer la práctica con ustedes ahora. - le aseguro. Aunque claro, tampoco iba a soltarle en la cara de que ah… soy tu seguidora así tan especifica. Seguro lo espantaba, es más casi lo hace cuando exclamo su nombre, así que mejor no.
Para la chica esto era toda una experiencia completa, no solo estaría empleando por primera vez en personas de carne y hueso, pues ya estaba cansada de hacerlo con muñecos de plásticos que en realidad no podían quejarse, así que ni idea de si realmente lo estaba haciendo bien. Si no que lo haría con el equipo que le gustaba, esto era algo único porque eran muy pocos los que lograban tener la oportunidad de trabajar con jugadores y atletas profesionales. Era la recompensa por su dedicación y buenas calificaciones.
Una cálida sonrisa se dibujó en el rostro de la joven cuando lo escucho admitir que también se había perdido. No podía creer que fuera tan con los pies en la tierra, es que la mayoría de los atletas que había conocido, no todos, pero la mayoría vivían con un poquito de egocentrismo creyendo que la vida giraba alrededor de ellos y no era así. Ver que eran personas comunes y corriente, como cualquier persona les daba ese toque de humildad que pocos tenían. Este definitivamente estaba siendo el caso de Carlos. - Ah, es que ya me imagino. No es tan sencillo como parece, la mayoría de los pasillos se parecen. Aunque… - se detuvo a mirar los afiches en las paredes mientras lo seguía intentando mantenerle el paso. - Quizás la clave está en dejarse llevar por los detalles claves. - dijo señalando las fotografías de distintos jugadores en las paredes. - Es que bueno, igual la primera vez los nervios atacan. - Admitió.
Andrea trató de memorizar el camino como bien le dijo el chico, y uso la técnica que a ella se le había ocurrido. No habían tardado mucho en llegar a su destino. El silencio había dominado el lugar. Pues era cierto que había llegado más temprano de la cuenta. Posiblemente, los entrenadores estaban apenas por llegar al igual que los jugadores. Pero a ella le gano la emoción y llego demasiado antes. - Una vez más gracias. ¿Te puedo llamar Carlos? - pregunto la muchacha. De paso rompiendo con el silencio. - Creo que llegue muy temprano, ustedes de seguro apenas estarán llegando ahora… - se llevó las manos al mentón… - Ah, pienso que tengo algo de hambre… vi una máquina cerquita de aquí… - lo miro. - ¿Quieres algo? Digo en lo que esperamos. Anda… - dijo espontáneamente agarrándolo por el brazo para que se moviera y la siguiera. - Yo invito. - rio.
Para la chica esto era toda una experiencia completa, no solo estaría empleando por primera vez en personas de carne y hueso, pues ya estaba cansada de hacerlo con muñecos de plásticos que en realidad no podían quejarse, así que ni idea de si realmente lo estaba haciendo bien. Si no que lo haría con el equipo que le gustaba, esto era algo único porque eran muy pocos los que lograban tener la oportunidad de trabajar con jugadores y atletas profesionales. Era la recompensa por su dedicación y buenas calificaciones.
Una cálida sonrisa se dibujó en el rostro de la joven cuando lo escucho admitir que también se había perdido. No podía creer que fuera tan con los pies en la tierra, es que la mayoría de los atletas que había conocido, no todos, pero la mayoría vivían con un poquito de egocentrismo creyendo que la vida giraba alrededor de ellos y no era así. Ver que eran personas comunes y corriente, como cualquier persona les daba ese toque de humildad que pocos tenían. Este definitivamente estaba siendo el caso de Carlos. - Ah, es que ya me imagino. No es tan sencillo como parece, la mayoría de los pasillos se parecen. Aunque… - se detuvo a mirar los afiches en las paredes mientras lo seguía intentando mantenerle el paso. - Quizás la clave está en dejarse llevar por los detalles claves. - dijo señalando las fotografías de distintos jugadores en las paredes. - Es que bueno, igual la primera vez los nervios atacan. - Admitió.
Andrea trató de memorizar el camino como bien le dijo el chico, y uso la técnica que a ella se le había ocurrido. No habían tardado mucho en llegar a su destino. El silencio había dominado el lugar. Pues era cierto que había llegado más temprano de la cuenta. Posiblemente, los entrenadores estaban apenas por llegar al igual que los jugadores. Pero a ella le gano la emoción y llego demasiado antes. - Una vez más gracias. ¿Te puedo llamar Carlos? - pregunto la muchacha. De paso rompiendo con el silencio. - Creo que llegue muy temprano, ustedes de seguro apenas estarán llegando ahora… - se llevó las manos al mentón… - Ah, pienso que tengo algo de hambre… vi una máquina cerquita de aquí… - lo miro. - ¿Quieres algo? Digo en lo que esperamos. Anda… - dijo espontáneamente agarrándolo por el brazo para que se moviera y la siguiera. - Yo invito. - rio.
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1. Conociendo al Equipo |
Carlos Barea • con Andrea• en Coliseo Roberto Clemente
Aunque la chica era hermosa hablaba bastante y eso hacía que Carlos se intimidará. Por esencia era tímido y asocial con las personas. La verdad es que sentía más confianza por sus animales y aunque solía ser amable con la gente, siempre respondiendo de una buena manera no era que profundizará en las conversaciones, solía ser el oyente y asentir. No es que fuera dando consejos por la vida y prefería el silencio.
De todos modos, dejó que hablara porque parecía que aún estaba nerviosa por el trabajo nuevo y eso le ayudaría a quitarlo de encima. Sabía perfectamente que iba a ser del interés de los chicos. — Les caerás bien y mucho más si eres seguidora del equipo. — Dijo antes de agregar frases como que también se había perdido, y yendo lento para que memorizara cada lugar para que no volviera a perderse, no estaba lejos pero tampoco era un trayecto menor desde donde la encontró.
El chico pensaba dejar sus cosas en los camerinos y solo limitarse a esperar a sus compañeros. Como siempre había sido el primero en llegar, incluso antes del entrenador lo que ya era costumbre, estaba a media hora de la hora. La miró con atención cuando dijo que podría llamarlo Carlos y se encogió de hombros. — Supongo que puedes ¿Por qué no? ¿Prefieres que te llame Andrea? — Ya había memorizado su nombre y de nuevo se sorprendió que había hablado más de la cuenta. Tenía que tranquilizarse porque ella iba a ser la practicante de terapista deportiva.— Vas a trabajar directamente con nosotros así que no le veo nada de malo. — Dijo con calma, mientras ya estaba a punto de decir por donde debería entrar para que fuera a sus camerino que no lo compartían.
De nuevo quedó perplejo ante esa repentina invitación de la nada. La realidad es que había desayunado y no quería llenarse con mucho. Sintió calor que presionara así su brazo y ante esa sonrisa no pudo negarse. — Ehm... vale. Ya comí, pero puedo acompañarte — Igual habían unas barras energéticas que le gustaban mucho y que siempre compraba.
— Pero voy a dejar mis cosas y vengo. Quizás lo mejor es que también vayas a dejar lo tuyo y bueno, dudo que Lucía haya llegado, es quién supongo que va a guiarte y también conocerás a la paramédico. Hay pocas mujeres aquí, al menos en este sector. — Es que también llegaban atletas y muchas eran mujeres y generalmente todo su equipo técnico era de mujeres, no era tanto en el suyo. La admiró por eso, él se habría cortado todo para trabajar solo con mujeres.
Se soltó con facilidad del agarre y con tranquilidad comenzó a caminar, pero se volteó para agregar; — anda, yo vuelvo en nada. — Sonrió con timidez. Esto era nuevo para él. Pronto al llegar, dejó su maleta deportiva cerca en su casillero y suponía que tendría tiempo para ponerse la ropa adecuada, es que no creía que pasaría mucho tiempo con ella. Tal como dijo y había prometido, se encaminó hacía los pasillos del camerino de Andrea y solo espero que saliera.
De todos modos, dejó que hablara porque parecía que aún estaba nerviosa por el trabajo nuevo y eso le ayudaría a quitarlo de encima. Sabía perfectamente que iba a ser del interés de los chicos. — Les caerás bien y mucho más si eres seguidora del equipo. — Dijo antes de agregar frases como que también se había perdido, y yendo lento para que memorizara cada lugar para que no volviera a perderse, no estaba lejos pero tampoco era un trayecto menor desde donde la encontró.
El chico pensaba dejar sus cosas en los camerinos y solo limitarse a esperar a sus compañeros. Como siempre había sido el primero en llegar, incluso antes del entrenador lo que ya era costumbre, estaba a media hora de la hora. La miró con atención cuando dijo que podría llamarlo Carlos y se encogió de hombros. — Supongo que puedes ¿Por qué no? ¿Prefieres que te llame Andrea? — Ya había memorizado su nombre y de nuevo se sorprendió que había hablado más de la cuenta. Tenía que tranquilizarse porque ella iba a ser la practicante de terapista deportiva.— Vas a trabajar directamente con nosotros así que no le veo nada de malo. — Dijo con calma, mientras ya estaba a punto de decir por donde debería entrar para que fuera a sus camerino que no lo compartían.
De nuevo quedó perplejo ante esa repentina invitación de la nada. La realidad es que había desayunado y no quería llenarse con mucho. Sintió calor que presionara así su brazo y ante esa sonrisa no pudo negarse. — Ehm... vale. Ya comí, pero puedo acompañarte — Igual habían unas barras energéticas que le gustaban mucho y que siempre compraba.
— Pero voy a dejar mis cosas y vengo. Quizás lo mejor es que también vayas a dejar lo tuyo y bueno, dudo que Lucía haya llegado, es quién supongo que va a guiarte y también conocerás a la paramédico. Hay pocas mujeres aquí, al menos en este sector. — Es que también llegaban atletas y muchas eran mujeres y generalmente todo su equipo técnico era de mujeres, no era tanto en el suyo. La admiró por eso, él se habría cortado todo para trabajar solo con mujeres.
Se soltó con facilidad del agarre y con tranquilidad comenzó a caminar, pero se volteó para agregar; — anda, yo vuelvo en nada. — Sonrió con timidez. Esto era nuevo para él. Pronto al llegar, dejó su maleta deportiva cerca en su casillero y suponía que tendría tiempo para ponerse la ropa adecuada, es que no creía que pasaría mucho tiempo con ella. Tal como dijo y había prometido, se encaminó hacía los pasillos del camerino de Andrea y solo espero que saliera.
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
Ahora se daba cuenta de que por querer ser puntual había llegado demasiado temprano allí. Lo cual fue la decisión más atinada, pues le ayudó a conocer mejor el camino. Bueno, también conoció a Carlos, eso era un extra y le hacía feliz que así fuera, pues pudo tener la oportunidad de interactuar más con él. Carlos le resultaba tierno y amable, aunque sí notaba que le costaba un poco soltar conversación. - ¡Genial! Bueno, es que a veces los suelen llamar por los apellidos. Pero genial. - comento. - ¡Claro! Por supuesto que puedes. - añadió con una sonrisa.
- En eso tienes toda la razón. Se tiene que ir generando cierto tipo de confianza. - aseguró. - Porque bueno, va a ser muy importante que me dejen saber cuando tienen una dolencia. Algunas lecciones son evidentes, pero otras solo la persona que las padece sabe que están ahí. - le dejo saber, tampoco se le fuera a espantar con eso de "entrar en confianza" pues es que de verdad era necesario. No quería que le ocultaran por nada sus dolencias y luego eso llevara a una peor lesión. Ella estaba ahí para ayudarlo. Que sintiera que era una mano amiga.
La chica era a veces demasiado espontánea que pronto se vio invitándolo… y agarrándole del brazo… para ir a la máquina expendedora. - Tienes razón, ya quiero soltar todo esto. - hizo una seña a sus cosas. - Genial que haya más mujeres en el cuerpo técnico equipo. Recordaré bien ese nombre. - aseguro la muchacha. Es que sí, era genial. Ellas podían hacer tan bien el trabajo como un hombre. Aquí lo que importaba era la dedicación y preparación. - Por lo general mayormente se ven en el equipo femenino. - siendo sinceros, ella prefería trabajar con los varones. Es que solo imaginen tener que lidiar con el mal humor de las jugadoras si tuvieran una mala racha y la mitad del equipo anduviera en sus días.
Andrea le sonrió de vuelta. Notando como sutilmente se había soltado de su agarre. Quizás fue muy lanzada por hacerlo. Carlos se veía que le costaba un poco interactuar. Pero estaba en una industria que estaría rodeado de fanáticos y de la prensa que bien un día te podían echar todas las flores del mundo y al otro destrozarte. Así que aunque no era su responsabilidad, sentía ganas de querer ayudarle a soltarse un poquito, no más un poquito para que el resto del mundo se lo pensará dos veces antes de querer intentar hacerle algún tipo de daño. Solo un poquito, nada más, pues creía que igual hacía falta que más jugadores tuvieran esa humildad y calidez que Barea tenía.
La chica llegó a su área rápidamente y guardo sus cosas dejando solo consigo su billetera. - Ahora sí estoy lista. - Aseguró mientras caminaban hacia la máquina. - Gracias por acompañarme. Ya sé, me ha pasado un poco, pero la verdad es que de verdad sentía morir de los nervios. - le aseguro mientras introducía un billete en la máquina.
Marcó para sacar una bolsita con unos muffins, pero cuando la chica miraba casi babeando por imaginarse probando aquel bocadillo, la bolsita se quedó colgando de una esquina del espiral en donde originalmente estaba puesta y no cayó en la bandeja de recogido. - Ay no…- la muchacha intento meter el brazo para ver si la lograba sacar pero no logro nada termiando por sentarse a lado de la máquina con u puchero de frustración.
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1. Conociendo al Equipo |
Carlos Barea • con Andrea• en Coliseo Roberto Clemente
Andrea hablaba mucho y realmente lo mareaba. No sabía de dónde podía sacar tantas palabras así que supuso que era por su carácter extrovertido y espontáneo, o simplemente estaba nerviosa por estar en un lugar nuevo. No obstante, no coincidían pues era el menos hablador del mundo entonces no tenía mucha idea que decirle así que simplemente asentía.
Así que se limitó a no hablar mucho y aceptar cuando lo invitó a comer. Sinceramente se habría quedado solo esperando a los demás, así que era algo nuevo.
Generalmente siempre hacía lo que tenía que hacer que solo se limitaba a entrenar y compartir una que otra palabra de sus compañeros que esperaban que siempre se integrara pero porque estaba tan bien emocionalmente y ahora pasaba por esa etapa que se sentía bien como estaba junto a su labor y en su casa con varias mascotas que quería con su alma.
Le llamaba la atención Andrea, pues era una chica que sonreía bastante y llegaba a contagiar, esperaba que fuera de esas mujeres simpáticas y amables todo el tiempo y no de esas personas que solo lo hacían simplemente por encajar al principio y después se iban con los más populares o de aquellas que solo eran amables por la fama, lo cierto es que las identificaba bien pero ella no parecía tener el perfil.
Decidió ser un poquito más social.— Descuida, si se nota que estás nerviosa y se perdona porque estás recién llegando, depende de ti y si pareces ser una chica simpática, así que no te va a costar nada integrarte.— Terminó por decir tratando de dedicarle una sonrisa hasta llegar a la máquina para tomar aquel refresco. Mejor no tener el estómago muy lleno.
Era graciosa lo asumía y algo torpe ¿Cómo era que justamente se quedará la bolsita colgando? Bueno, por lo que había escuchado de sus compañeros era que las máquinas estaban algo antiguas y necesitaban reparación pero los golpes ayudaban.— Permíteme.— Sin más dio un par de golpes y hasta tuvo suerte que cayera otra. Se rió por lo bajo.
—Jamás lo había intentado, solo lo escuche. Toma… — Les extendió las dos bolsitas mientras miraba la otra máquina donde estaban los refrescos, la verdad, es que era tan independiente que inconscientemente ya estaba sacando su billetera olvidando que era ella quién lo había invitado.
Así que se limitó a no hablar mucho y aceptar cuando lo invitó a comer. Sinceramente se habría quedado solo esperando a los demás, así que era algo nuevo.
Generalmente siempre hacía lo que tenía que hacer que solo se limitaba a entrenar y compartir una que otra palabra de sus compañeros que esperaban que siempre se integrara pero porque estaba tan bien emocionalmente y ahora pasaba por esa etapa que se sentía bien como estaba junto a su labor y en su casa con varias mascotas que quería con su alma.
Le llamaba la atención Andrea, pues era una chica que sonreía bastante y llegaba a contagiar, esperaba que fuera de esas mujeres simpáticas y amables todo el tiempo y no de esas personas que solo lo hacían simplemente por encajar al principio y después se iban con los más populares o de aquellas que solo eran amables por la fama, lo cierto es que las identificaba bien pero ella no parecía tener el perfil.
Decidió ser un poquito más social.— Descuida, si se nota que estás nerviosa y se perdona porque estás recién llegando, depende de ti y si pareces ser una chica simpática, así que no te va a costar nada integrarte.— Terminó por decir tratando de dedicarle una sonrisa hasta llegar a la máquina para tomar aquel refresco. Mejor no tener el estómago muy lleno.
Era graciosa lo asumía y algo torpe ¿Cómo era que justamente se quedará la bolsita colgando? Bueno, por lo que había escuchado de sus compañeros era que las máquinas estaban algo antiguas y necesitaban reparación pero los golpes ayudaban.— Permíteme.— Sin más dio un par de golpes y hasta tuvo suerte que cayera otra. Se rió por lo bajo.
—Jamás lo había intentado, solo lo escuche. Toma… — Les extendió las dos bolsitas mientras miraba la otra máquina donde estaban los refrescos, la verdad, es que era tan independiente que inconscientemente ya estaba sacando su billetera olvidando que era ella quién lo había invitado.
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
Había ocasiones que ella misma deseaba morderse la lengua y hablar menos. Eso le podría haber ahorrado unos cuantos problemas. En especial en su faceta de estudiante con sus compañeros de clases que a veces la veían como la sabe lo todo. Pero en realidad es que la chica le gustaba aprender y exponer su cocimiento y en la mayoría de las veces solía hacerlo para llevarlo a otros. Por no ser egoísta y guardárselo para sí misma. No como otros que preferían apuntarse un crédito por alguna técnica de sanación que no contribuiría nada a la salud de los atletas y si no era difundida al resto de colegas.
Pero ahora hablaba por nervios, no nervios de esos en los que no te atreves hacer nada por timidez. Más bien se trataban de nervios provenientes de su miedo por no dar la talla a lo que espera el equipo de ella. Tenía una presión bajo sus hombros, era de las pocas estudiantes haciendo la practica con un equipo profesional y se lo había ganado a pulso. Sin embargo, como ser humano que aún no se creía que podía ser de las mejores, sentía esa sensación de presión.
Por suerte, sus nervios no la ponían de malas, por el contrario, seguía siendo alegre e inquieta. Pero el problema mayor era lo de habladora. Cosa que igual tal vez podía estar poniendo un poco ansioso a Carlos que se notaba, no era mucho de hablar. Aunque si tenía que decir que era buen oyente. Andrea alzó la vista hacia el mientras caminaban hacia la máquina. - ¿Eso crees? Gracias, qué lindo. Espero tengas razón… - comento dándole una sonrisa dulce, devolviéndole así la linda sonrisa que el chico le había dado. - Es que la verdad siento bastante presión de mis profesores. - aunque estaba cien por ciento segura de que no se podía comparar para nada con la presión que el entrenador, pero sobre todo los fanáticos podían ponerle a los jugadores.
Su intento de sacar aquella bolsita de muffins de la máquina resulto nulo, se había quedado trabada. No es que fuera tacaña para no sacar otra, pero no era justo. Además, nada aseguraba que la siguiente no se volviera a trabar. La cara de frustración lo decía todo cuando no logro alcanzarla con el brazo. Por suerte Barea se apiadó de ella, por lo cual cuando le dijo que le permitiera, Andrea se quitó de su camino y se quedó viendo sorprendida con la facilidad que había hecho caer la bolsa en la bandeja de la máquina. Bueno, no una sino dos.
- Ah gracias. Eso fue impresionante para ser la primera vez que lo intentas. - le aseguro, ya sabía a quién llamar cada que la máquina se quisiera pasar de lista con ella. - Puedes quedarte la otra, ya sé que no debes comer esto ahora, pero… más tarde. No lo sé. Un poquito de dulce no le viene mal a nadie. Solo un poquito. - aclaro la muchacha devolviéndole una de las bolsitas. - Oh, espera Carlos. - dijo teniendo su jugada antes que pudiera sacar algún billete de su billetera. - Te dije que invitaba. Ahora más que me ayudaste también a sacar mis muffins. - le aseguro. Por lo que saco ella un billete y lo introdujo en la máquina de bebidas. - Ahora sí, ahí nada más escoge cuál quieres. - le dijo dándole su espacio para que escogiera. - Bueno, ahora solo queda comer, y esperar por los demás. - comento. - Y sí, creo que ya estoy por mucho más tranquila. - Añadió mientras comenzaba a probar uno de los muffins.
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1. Conociendo al Equipo |
Carlos Barea • con Andrea• en Coliseo Roberto Clemente
Era normal que sintiera presión. No había tenido la oportunidad de estudiar aún pero pretendía hacerlo sobre todo algo que tuviera que ver con el deporte así que comprendía a la chica que quería hacerlo bien. Carlos no era muy hablador y nunca lo sería, pero empatizaba con la situación y darles ánimos si se debía dar. — Eso es tan solo porque te esmeras con tu trabajo yo creo que lo harás bien, así que tranquila. También soy nervioso pero en el juego se me olvida todo sobre todo si es algo que me apasiona.— La aconsejó. Estaba muy inquieta, bueno normal, era su primer día así que esperaba que luego se adaptara y todo se volviera más calmo.
Terminó por ayudarla con la máquina, la cual golpeó y no fue tan difícil. A veces se sorprendía con su fuerza y terminó sacando la comida, quería sacar lo suyo pero no se lo permitió. — En realidad, quiero la barrita energética pero si insistes. — No quería comerlo ahora pero sí lo haría más tarde. — Está bien, creo que ese. — Lo escogió y se dispuso a poner su espalda en la pared, lo cierto es que nunca se había detenido hablar mucho con una chica y no sabía mucho que decir, le costaba, pero lo bueno es que era Andrea que sacaba tema.
—Me alegro. — Dijo al respecto que se encontraba tranquila y mostró una mueca que significaba para él una sonrisa, es que no sonreía mucho, aunque sí solía ser muy amable con la gente y por ello muchos lo querían, no dejaba de tener sus fanáticos. Ya luego no supo que decir, pero inconscientemente ya comía el muffin con tranquilidad, ahí en silencio y calma, que destacaba en el muchacho basquetbolista.
— Oh, ella es la enfermera. — Dijo cuando pasaron minutos y la mujer pasaba por su lado, mirándolo curiosa tanto a ella como a él, levantó su mano como saludo. — Quizás te sirva hablar con ella. — Siseó. Es que así podrían organizarse con tiempo y conocerse. Más encima, pasaban los minutos así que ya empezarían a llegar sus compañeros, aún sentía dolor en sus piernas pero como siempre no dijo nada.
Terminó por ayudarla con la máquina, la cual golpeó y no fue tan difícil. A veces se sorprendía con su fuerza y terminó sacando la comida, quería sacar lo suyo pero no se lo permitió. — En realidad, quiero la barrita energética pero si insistes. — No quería comerlo ahora pero sí lo haría más tarde. — Está bien, creo que ese. — Lo escogió y se dispuso a poner su espalda en la pared, lo cierto es que nunca se había detenido hablar mucho con una chica y no sabía mucho que decir, le costaba, pero lo bueno es que era Andrea que sacaba tema.
—Me alegro. — Dijo al respecto que se encontraba tranquila y mostró una mueca que significaba para él una sonrisa, es que no sonreía mucho, aunque sí solía ser muy amable con la gente y por ello muchos lo querían, no dejaba de tener sus fanáticos. Ya luego no supo que decir, pero inconscientemente ya comía el muffin con tranquilidad, ahí en silencio y calma, que destacaba en el muchacho basquetbolista.
— Oh, ella es la enfermera. — Dijo cuando pasaron minutos y la mujer pasaba por su lado, mirándolo curiosa tanto a ella como a él, levantó su mano como saludo. — Quizás te sirva hablar con ella. — Siseó. Es que así podrían organizarse con tiempo y conocerse. Más encima, pasaban los minutos así que ya empezarían a llegar sus compañeros, aún sentía dolor en sus piernas pero como siempre no dijo nada.
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1. Conociendo al Equipó |
Andrea Rivers • con Carlos• en Coliseo Roberto Clemente
Tener que enfrentar una nueva experiencia por primera vez podía llegar a dar nervios, y dar hasta un poco de miedo. Nada tenía que ver consigo la persona sabia o no lo que hacía, no tenía que ver con que estuviera o no preparada para el trabajo. Simplemente, era una sensación involuntaria que invadía el cuerpo. Podría parecer que era algo malo, pero Andrea una vez escucho que a veces era mejor sentir nervios porque así no te sobre confías y haces las cosas con los pies en la tierra. Las personas con exceso de confianza tienden a desplomarse si algo les sale mal. Mantener la humildad también era parte de la ecuación.
— Gracias, ese es un buen consejo. La verdad hay que hacer las cosas desde el corazón. — le afirmo luego de escuchar las palabras de ánimo del basquetbolista. Tenía razón, al momento de la verdad, cuando algo apasionaba, todos los nervios desaparecían y era cuestión de poner el corazón. Así que no podía sentirse mal por andar nerviosa, solamente recordar que esto era lo que siempre quiso hacer y que estudio mucho para ello.
No pudo evitar sonreír al notar con tanta facilidad Carlos hacía la máquina votar aquellos bocadillos. Claro, era porque él si tenía fuerza a diferencia de ella, que si lo intentaba mover con esa fuerza seguro se quebraba hasta las uñas. Andrea le recuerdo que aun cuando le hubiera dejado el paquete de muffins ella lo había invitado a comer algo de la máquina expendedora y ese paquete salió por accidente, no contaba. Por lo que espero que el moreno eligiera lo que quería. — Perfecto. Yo igual debería de hacerme la costumbre de sacar más seguido ese tipo de merienda. — le admitió.
Sin pensarlo mucho, la muchacha se recostó igual de la pared; sin embargo, poco a poco se escurrió hasta quedar sentada en el suelo. No le importaba la verdad. Es más, estaba acostumbrada a sentarse así en los pasillos de la universidad, frente al salón de clases mientras esperaba que llegaran los profesores a dar la clase. Ahí comenzó a probar de las golosinas.
Carlos sin duda era un amor de chico, aunque fuera tan tímido no la había dejado a su suerte y por eso se lo había querido comenzar. Quería que viera en ella una amiga, que cuando comenzara a trabajar con el equipo se atreviera a ser sincero con todo lo que le aquejaba y así poder buscar una solución. — Tienes razón. Seguro será mi supervisora junto al entrenador físico. — le comento contenta cuando el chico le señalo a la enfermera. Se puso en pie y se acomodó la ropa. — Bueno, creo que ya es momento que vaya conociendo a la enfermera y me adapte al lugar. Te veo luego supongo. — le dijo al chico. — Y de nuevo gracias por rescatarme de mi despiste. — aseguro la muchacha. En otras circunstancias le hubiera dejado un beso en la mejilla, porque ella era así de espontánea. Pero tampoco querían espantarlo el primer día y la verdad, a menos que se agachara, no llegaba hasta allí arriba. Así que solo le regalo una última sonrisa antes de ir con la enfermera, asegurándole que seguro luego se iban a volver a cruzar.
Este era el primer encuentro de muchos, y tendrían que trabajar en equipo.
Fin del Capitulo
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2. Lesión Esperada |
Carlos Barea • con Andrea. Sala
Los partidos habían ido bien, entre victorias y derrotas. La medicina que le recomendó su madre había sido efectiva así que al menos podía jugar. Pocas veces se lesionaba y en los últimos meses no había sido el caso, más que en un empujón y una caída sin sentido, nada más que eso, así que podía seguir en el juego.
Y aquel campeonato era bastante importante para el equipo, pues sí ganaban podrían ir a jugar a Estados Unidos y era como seguirían avanzando como liga profesional y no ser los perdedores de siempre, sin duda, ahora estaban más en sincronía y se apoyaban como grupo, por eso sus dolencias eran poco importantes y el exceso de estrés y cansancio se estaba acumulando el pelinegro por sobre exigirse más de la cuenta. Para Carlos el basquetbol era su mayor prioridad antes que él mismo.
No se sentía en su cien por ciento cuando aquella tarde llegó al juego. Ocupó su posición, dio pases, recibió más de algunos y hasta se atrevió anotar un tanto. Aunque aquello traía ventaja con las otras anotaciones, ese punto fue perjudicial para el muchacho. Ahí con los reflectores, la adrenalina del juego, empezó hacer de las suyas, de pronto, comenzó arderle la cabeza y se sintió completamente debilitado. Claramente; al verse así comenzó a provocarle una fuerte ansiedad, es que no podía salirse del juego por nada.
Solo que la mala salud es mucho más fuerte. El entrenador notó que se encontraba raro, él ni se veía, pero seguramente los demás notaban que se había puesto pálido y estaba mucho más sudoroso que el resto.
Carlos ni se dio cuenta que el balón venía a él, ni siquiera lo alcanzó a tomar porque en un mal movimiento sintió una fuerte presión en su pierna. Fue tanto el dolor que de pronto se fue a negro, desplomándose fuertemente en el suelo. Ya no habían luces, ni gritos de aliento, solo silencio y luego cuando comenzó a recobrar el conocimiento, el olor a medicamentos o a hospital como le decía a él "Todas esas salas eran iguales", hizo que se percatara de lo que había pasado. — Mierda...— Dijo en apenas en un susurro sin percatarse que no estaba solo.
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2. Lesión Esperada |
Andrea Rivers • con Carlos• Sala
La chica había puesto todo su empeño por hacerlo bien. No solo se trataba de hacerlo bien, también se trataba de aportar. Que vieran que tenis potencial para sí era posible, luego le permitieran quedarse. A la morena le apasionaba lo que hacía, pero ahora que lo experimentaba fuera de la teoría se daba cuenta de que no solo bastaba con ser diligente con lo que se hacía. También era importante escuchar a los jugadores, dejar que se desahogaran y sacarán sus frustraciones respecto a las lesiones. Sus preocupaciones. Por lo que además de atenderlos, siempre prestaba oído.
Sin embargo, había uno de ellos que le preocupaba en particular. Se trataba de Carlos, desde que lo conoció en persona supo que era un gran chico y jugador, que le apasionaba también igual que ella lo que hacía. Pero también era muy reservado, en especial con lo que sentía. Ya había notado en sus expresiones faciales que parecía jugar con dolor. Más no tenía manera de saber cuanto le dolía si no lo expresaba. Seguramente por no rendirse y querer seguir aportando se lo guardaba. Cosa que podía poner en riesgo su salud si no se trataba de un dolor simple.
Cuando lo vio esta noche pudo ver al igual que el entrenador que algo no estaba bien con el jugador. Andrea intentó decirle su inquietud al entrenador, pues el chico no parecía que fuera a admitirlo. Pero en medio del bullicio fue imposible. No entendía como pudo dejarlo entrar a jugar en ese estado. La chica se encontraba sentada en el banquillo del equipo cerca de donde estaban los del cuerpo técnico mientras observaba el partido casi comiéndose las uñas. Soltó un grito que se ahogó en el gentío cuando vio como el jugador centro se desplomaba en el suelo luego de un pase que no llegó a sus manos.
Se formó un correr y correr para sacarlo de allí. Terminando sacándolo de la cancha de juego al hospital, no sin antes llevarse un aplauso de los aficionados del público antes de que se lo llevaron a forma de apoyo. Era un partido importante, así que a pesar de ello debían continuar. Por supuesto que tampoco lo podían dejar solo, así que la chica se ofreció a ser quien le acompañara. Porque uno, estaba preocupada, dos era parte de su trabajo, volar por los jugadores, y tres ella era estudiante, así qué no afectaría tanto su ausencia allí. A cambio la de Carlos sí, y por lo mismo había resistido tanto en cancha hasta que su cuerpo dijo no más.
La chica se encontraba hecha un ovillo en un sofá mientras dormía. Ya ni sabía que hora era, si se había terminado el partido, si ya era el otro día. Pues los hospitales hacían que perdieras la noción del tiempo. Sin embargo, despertó al escuchar cuando ya no pudo más con la incomodidad de la posición en que se encontraba. Fue cuando notó que Carlos también había despertado. — Oh, hola. Que bueno que ya despertaste. — Le dijo mientras se acercaba a la cama acomodándose el abrigo. — ¿Cómo te sientes?— Preguntó preocupada, no había sido algo menor lo que ocurrió.
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2. Lesión Esperada |
Carlos Barea • con Andrea. Sala
El basquetbolista no podía creer su mala suerte. Caer en un juego tan importante luego de haber aguantado tanto no le hacía nada de gracia. Ahora mismo se encontraba en el hospital, ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado y no le gustaba nada esa sensación de debilidad por todo su cuerpo, le dolía terriblemente la pierna. Esto lo llevaría a tener varios días de licencia y no sabía que iba hacer.
Podía ser muy tímido y pacifico pero esto lo hacía enojar. ¿Qué haría ahora?
Lo que sí sorprendió al pelinegro fue que Andrea estuviera a su lado. ¿Se había quedado cuidándolo? ¿Es qué acaso había hecho tal escena en el juego? Era un hecho que se había desmayado pero como se fue a negro de poco se acordaba.
—Tengo sed…mucha sed. — Respondió cabizbajo sin querer moverse y muy desmotivado porque no dejaba de pensar en lo que había pasado. Solo que no dejaría la pregunta al aire de la chica que por solo buena persona que era se había quedado a su lado, podía ver que ya era de día y eso lo estresaba aún más.
—No lo sé. Me duele todo, aún tengo mucho sueño y mentalmente ahora mismo me siento un desastre. — Replicó el moreno que apenas podía hablar, pero con esas sensaciones que tenía encima no se sentía tímido y tenía ganas de expresarse.
—¿Qué me pasó? ¿Qué tengo?— Quiso saber. Prefería que las malas noticias se la dijeran al instante y así asumir su mala fortuna, no iba a poder jugar y eso lo destrozaba. ¡Después de tanto esfuerzo todo se había ido a la mierda!
La mirada del puertorriqueño se mantuvo fija en los ojos de Andrea. Soltó un suspiro, y sus ojos se empañaron en lágrimas por la frustración, no era secreto que era un hombre sensible solo que nunca lo hacía frente a la gente para no preocupar. Ahora fue inevitable y miró hacia la sábana que lo cubría.
—¿Por cuánto no podré jugar? — Esa respuesta de Andrea si iba a ser dolorosa. La chica no pecaba de mentirosa y sabía que iba a contarle todo en lujo y detalles, prefería que fuera sincera. Solo que antes de saber aquello, por educación y agradecimiento, solo dijo; — Gracias por estar aquí. — Muy probablemente su madre había sido avisada vendría pronto a verlo.
Que martirio. Hasta recordó a sus mascotas que habían tenido que quedarse solos. ¿La comida sería suficiente? También aquello le preocupó. En ese instante, era un huracán de miles de confusiones que no podía apartar de su mente.
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2. Lesión Esperada |
Andrea Rivers • con Carlos• Sala
Aún seguía atónita con lo ocurrido. Desde el inicio Andrea notaba que algo no andaba bien con Carlos. Lamentaba no haber podido intervenir antes de que fuera demasiado tarde. Si tan solo hubiera podido lograr hablar con él antes de que entrara a la cancha, tal lo hubiera podido convencer o al menos intentarlo. Incluso aun si seguía con la insistencia de jugar, podría haberle hecho algún vendaje provisional o algo parecido para minimizar las molestias. Pero lo hecho, hecho estaba. Ya nada se podía hacer para cambiar lo ocurrido. Ahora había que mirar hacia delante lo que estaba por venir.
La estudiante se sentó a la orilla de la cama cuando el chico despertó. Las ondas de su cabellera aún estaban todas revueltas y ella aún media dormida. Pero nada se comparaba con el semblante del baloncelista. Podía notar ese aire de frustración. Ni siquiera la estaba mirando cuando le hablo la primera vez. — Dame un segundo. Te buscaré agua. — Le mencionó mientras se levantaba a revisar las cosas que había dejado la enfermera encontrando un vaso, el cual lleno con agua fue cuando notó en un cristal su reflejo haciendo que se acomodara rápido el cabello. Menos mal se percató pronto. Le entrego el agua esperando que eso saciará su sed.
Andrea soltó un suspiro al escucharlo. Era más la parte emocional lo que ahora le preocupaba que la misma lesión. — El sueño puede ser por el medicamento. Y no te culpo, todos queremos dar lo mejor de nosotros. — Le admitió la muchacha, ella estuviera igual. Noto las lágrimas en sus ojos. Debía de ser algo muy frustrante. — No hay de que, no podía dejarte solo aquí. — aseguro Andrea, los demás debían permanecer en el partido y no iba a dejar que su madre tuviera que pasar una noche incómoda durmiendo en un sillón. La mujer le había asegurado que más luego llegaría al hospital nuevamente.
— Ya tenías una lesión la cual de antes y al seguir jugando sin atenderla terminaste lastimándote aún más. El intenso dolor que sentiste fue lo que hizo que tu cuerpo dijera ya no más y se fue en negro. Haciendo que te desmayaras. Carlos… hasta que esa pierna no sane como se debe no podrás jugar. — Le dijo con voz suave, para no alterarlo. En otras circunstancias lo hubiera regañado por ser terco y no decir nada. Pero igual entendía que solo estaban deseosos de aportar y no lo podía hacer si estaba en la banca. Solo que avisarlo antes, tal vez pudo haber prevenido esto.
Así que al menos tenía que dentro de lo malo, contarle lo bueno. — Por fortuna no hay fractura. No te perderás toda la temporada. Pero tienes que seguir las instrucciones de las terapias al pie de la letra y nada de guardarse dolores o molestias.— le anunció atreviéndose a pasar de forma suave su mano por el cabello obscuro del chico. — No te voy a mentir. Tampoco será algo sencillo, hay mucho que hacer para que puedas recuperar de ese fuerte desgarre muscular. Pero volverás que jugar Carlos, confía en que así será. — finalizo buscando animarlo.
— ¿Te puedo preguntar algo? ¿Por qué no dijiste que te sentías mal? Yo lo noté, quise hablarte y no pude mencionó acomodó sentándose al filo de su cama viéndole a los ojos.
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2. Lesión Esperada |
Carlos Barea • con Andrea. Sala
Carlos solo se limitó a mantener silencio por lo que estaba sucediendo, no podía creer su mala suerte que justo caería antes de ir a jugar los verdaderos juegos. Pero reconocía que también había sido su culpa y solo tenía que asumir que estaría perdido por un tiempo, seguro en terapias porque no tenía idea cuanto tiempo pasaría en el hospital.
Era Sophie quién estaba respondiendo todas sus dudas que tenía acumuladas y hablaba tan claro, que por eso prefería mantenerse callado. Estaba perdido. Tenía una lesión y eso se juntaba con el estrés acumulado que seguro se convertiría en una depresión porque simplemente no se veía sin jugar, quizás podría aprovechar pasar su tiempo en casa y con sus queridas mascotas, estar más con su familia que seguro no demorarían en llegar pero su vida era hacia el basquetbol no iba a saber que hacer luego de tener esa libertad, pues estaba demasiado acostumbrado a los entrenamientos y al juego.
No quería llorar frente a ella, sabiendo que sus ojos se mantenían húmedos. Al menos no iba a ser por mucho pero ahí tuvo que preguntar.— ¿Por cuánto? Por supuesto que seguiré todo al pie de la letra, pero me temo que igual esto traerá consecuencias psicológicas, con sinceridad, no me imagino sin estar jugando o entrenando. — Prefirió ser sincero con ella porque sí que iba a ser dificil y no sentía desde ya con ganas de nada. — En definitiva, no será un camino fácil. — No la podía mirar a los ojos, aún se sentía cansado que apenas se podía mover y los ojos le pesaban, el cuerpo le dolía sobre todo su pierna dañada.
—¿Le han avisado a mi familia? Quisiera verlos y si puedo quedarme con ellos. — Exclamó con suavidad. Quería ver sobre todo a su madre que no dudaría quedarse un tiempo con él en su casa, y quizás se lo llevaba por unos días también a su hogar para que estuviera relajado y tranquilo.
Pudo mirarla cuando Sophie le hizo aquella pregunta, había notado que siempre lo miraba y eso siempre lo puso nervioso, pero como no era muy bueno para conversar simplemente la evitaba, a veces no podía y era un breve charla nada más. — No lo sé, supongo que era porque sería algo que no traería tanto, estoy acostumbrado a esforzarme, el cansancio y el dolor no es tema para mi, y no me regañes sé que no debí, ahora mismo me estoy lamentando. — Señaló. Creyó que se la podía y que ante todo tenía que seguir demostrando solo que esto mismo le había jugado una muy mala pasada en todo, lo cual era bastante más frustrante. Su madre también lo iba a regañar cuando se enterara, reconocía que había sido un absoluto idiota.
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