II. Tiempo de paz

Estaba ocupada sirviendo la sopa cuando lo escucho, dándose vuelta para verlo con una sonrisa en los labios. – Sopa, creo que es muy buena para la gripe según me ha dicho mi madre siempre. – Se encogió de hombros manteniendo la sonrisa en sus labios. Realmente poco le importaba lo que los demás pensaran, no pensaba dejar a alguien en su estado solo y condenado a la muerte.

Una vez que estuvo lista la sopa, la puso en una bandeja vieja que encontró allí y se la llevo a la cama. – Cuando tomes esto seguro te sentirás un poco mejor además de que retomaras un poco más de color. – La dejo sobre sus piernas y poso su mano en su frente, haciendo a un lado su capa sin importarle si quería o no. – De la fiebre estas mejor, aunque en tres horas seguramente debas volver a tomar el medicamento. – Se sentó en una silla que había allí, acercándola al borde de la cama. – ¿Necesitas ayuda para tomar la sopa?

II. Tiempo de paz

No pudo evitar el gesto de ofensa ante lo que estaba diciendo, porque definitivamente que no quisiera tomar su sopa cuando se había tomado la molestia de hacerla era algo que le estaba molestando un poco. – No puedo creer que no vayas a tomar mi sopa cuando la hice con todo el amor del mundo para ti. – Se encogió de hombros y le robo una cucharada de la sopa, bebiéndola un poco y luego robando una más porque realmente estaba deliciosa. – Tú te lo pierdes.

Se cruzo de piernas, ladeando el rostro y frunciendo el ceño ante sus palabras. – Soy Destiny, soy nueva en el pueblo. – Explico vagamente, chasqueando la lengua mientras negaba. – Nadie me ha pedido que haga nada contigo, si esa es tu duda. – Aunque con lo que lo odiaban suponía que tenía sus razones para estar a la defensiva con ella. – ¿Cómo te llamas? Porque me han dicho Jasmine pero dudo mucho que tú realmente te llames así ¿No?

II. Tiempo de paz

Miro hacía donde marcaba con la mano, viendo aquella pila de libros y luego volviendo la vista a él mientras se encogía de hombros. – Si estuviera envenenada no estaría tomándola yo también, por lo menos de momento no he desarrollado instinto suicida. – Se encogió de hombros, aprovechando para robarle otra cucharada de sopa mientras él se decidía si iba a comer o no. Había hecho la suficiente sopa para que le quedara para luego, aunque no había visto si tenía heladera o no.

Al parecer él tenía la sensación que le había creado la gente del pueblo, sino no entendía porque estaba diciendo eso. – ¿Por qué nadie del pueblo querría venir aquí? – Quiso saber, conocerlo más aunque por lo que había notado era simplemente por la desinformación que tenían con respecto a su condición.

Se cruzo de piernas mientras lo miraba comer atentamente, por lo menos lo estaba haciendo y no había hecho la sopa en vano. – Entiendo ¿Vives solo? – Cuestiono cuando se refirió a sus padres, por lo que veía era así, pero por las dudas le preguntaba aquello. Suponía que si sus padres vivieran con él no dejarían que la gente del pueblo lo tratara de aquella manera. – Es un placer conocerte, Jazz. – Extendió su mano, esperando que la tomara. – Soy Destiny, como te he dicho. – Comentó vagamente, intentando pensar como seguir hablando sin que se pusiera a la defensiva. – ¿Qué te paso? Estabas volando de fiebre y tirado fuera cuando llegue.

II. Tiempo de paz

Agarro la sopa y aprovecho para comer lo que él había dejado, terminándosela y luego levantándose para llevar el plato a la falsa mesada que tenía allí. Necesitaba un poco más de orden, creía que poniéndole un poco de amor a la casa seguramente podía parecer mucho más habitable de lo que estaba en ese entonces. – Max, entiendo. – asintió, no podía culparlo de que se sintiera de esa manera teniendo en cuenta toda la situación a su alrededor.

Su ceño se frunció al escucharlo, pero termino asintiendo. – Son unos idiotas, no debes hacerles caso porque no tienen dos dedos de frente. – Fue totalmente sincera, al parecer muchos en ese pueblo simplemente no lo tenían. – Entiendo que lo eres, tú me lo estas diciendo ¿no? – Se encogió de hombros, no era quien para cuestionar nada en la vida ajena. – Si pero necesitas cuidados y dudo que Max pueda ayudarte. Si para mañana no estas mejor quizás deberías ver un medico.

II. Tiempo de paz

Hizo una mueca, era un pueblo chico por lo que todo el mundo se conocía con todo el mundo y, para alguien como él, eso no era bueno teniendo en cuenta que todos parecían odiarlo por alguna extraña razón. Suponía que era porque odiaban que fuera diferente a la perfecta vida de la comunidad, dudaba que hubiera hecho algo malo aparte de eso para que lo odiaran de esa manera. – La venganza nunca es buena, déjalo estar y tú tienes que lograr seguir adelante para que a ellos les reviente. – Le parecía la mejor venganza, mostrar que no iban a lograr doblegarlo.

Cuando el perro se paro al lado de la cama esperando ayudarlo ella también se levantó, haciéndole un gesto para que se agarrara de su brazo para levantarse. – Ayúdate en mí, será mejor que en pobre Max. Prometo no dejarte caer. – Ofreció con una amplía sonrisa en los labios, esperando que aceptara su ayuda. – Mañana traeré algunas medicinas más, en mi casa tengo los ingredientes correctos para hacer una sopa que te hará genial.

II. Tiempo de paz

Lo miro y entrecerró los ojos un poco ante el tono de sus palabras, no le había gustado mucho y con lo dolido que estaba con toda la situación seguramente eso no podía salir del todo bien. – No lo digo literalmente, claro está. Sino que creo que les molestara que tú sigas adelante sin importar lo que ellos hagan, es lo peor que puedes hacerle, demostrarles que tú eres fuerte y no te importa lo que te digan o hagan. – Era fácil decirlo, claro estaba, pero creía que era una buena idea.

Le dedico una media sonrisa que intentaba transmitir un poco de paz, entendía que él estaba pasándolo mal, era mucho que confiara en ella para que no lo soltara. – Tranquilo, no lo haré. – Prometió, llevándolo al baño y luego volviendo con él hacía la cama, poniendo nuevamente en su frente otro paño frio. – No me importa que se molesten o no conmigo, no soy de las que miran al costado cuando ve que otro esta haciendo las cosas mal. Lo que te hacen a ti no esta bien, no seré participe de eso. – Se encogió de hombro, posando su mano sobre el paño que estaba en su frente para ver que tan rápido se calentaba. – ¿Te gusta leer?

II. Tiempo de paz

Ahí estaba el primer problema que debían resolver, según su punto de vista, nada de todo lo que le mostraba Jazz era lo suficientemente grave como para no poder seguir adelante según su punto de vista. – Bueno, en ese caso lo primero que tenemos que hacer es poner en condiciones la cabaña. Cuando te sientas un poco mejor veremos que te falta y como lo conseguimos. – Respondió como si nada, en navidad nadie debería pasarla mal, siquiera él que parecía odiar a todo el mundo aunque con justa razón.

Era claro que sería así por lo que sonrió ampliamente, asintiendo varias veces. – Bien, te conseguiré otros libros entonces así puedes estar entretenido mientras te recuperas del resfriado que tienes. – Su tía debía tener algunos y quizás podría conseguir uno que otro con algunos señores del pueblo que no estaban tan metidos en el barullo contra Jazz como la mayoría de los más jóvenes. – Estoy aquí con mamá, enfermo y mi tía me esta ayudando con ella, a cambio también ayudo a mi tía. Tiene un pequeño restaurante en la ciudad y bueno, aprovecho para cocinar y trabajar un poco cuando no me necesitan. – Explico vagamente. – Mi sueño es ser pastelera realmente, amo cocinar cosas dulces.

II. Tiempo de paz

Negó, poco le interesaba lo que le quisieran hacer en ese pueblo y, además, conociendo tan bien a ese tipo de idiotas bien sabía que no le harían nada solo para conservar la apariencia delante de todo el mundo. Además, seguramente pensaban que no lo hacia en si porque quería sino por beneficencia o algo por el estilo, aunque nada estaba más lejos de la realidad. – Pues resolvamos un problema a la vez, cuando alguien me diga algo veré como lo resuelvo, primero tenemos que poner tu casa en condiciones. – Era lo primero que quería hacer, además de conseguirle más comida.

Escucho su estomago e hizo una mueca, mirando a ver que más podía hacerle, pero la verdad era que había poco y nada. – Hare algunos panes así te quedan para que puedas comer hasta que consigamos más comida. – Musitó, levantándose y dirigiéndose a la pequeña cocina que tenía, buscando lo que tenía que hiciera posible hacerle un poco de pan, era lo mínimo que podía dejarle, nadie se merecía vivir como ella vivía.

II. Tiempo de paz

Su ceño se frunció ligeramente por sus palabras, aunque estaba casi segura que lo habían dañado tanto que por eso mismo desconfiaba hasta que alguien quisiera hacerle el bien. No pensaba aprovecharse de él ni mucho menos, pero quizás la propia desconfianza que los demás le habían causado era la que hablaba por él. – No me importa quien crees que yo creo que eres. – Se trabo un poco en lo que decía, negando para si misma. – Quiero ayudarte, nadie merece vivir como te hacen vivir aquí. – Porque, evidentemente, eso no era solo por su parte.

Le hizo caso porque no quería incomodarlo tampoco, pero quería que tuviera en cuenta que bajo ningún concepto dejaría que sufriera allí solo. – Me iré por ahora, pero luego vendré con provisiones y otros libros para que leas, quedas sabiéndolo. – Dejo en claro, apuntándolo con el dedo antes de que abriera la puerta para irse finalmente. Él era testarudo pero, definitivamente, había encontrado a la piedra en su zapato.

III. Tiempo de fiesta

Le había dado a aquel chico el espacio que le había pedido, o más bien, que le había exigido que quería tener. Estaba tan a la defensiva por todo lo malo que le habían hecho en su vida, eso era claro, pero jamás había querido que se sintiera inseguro con ella también. Había cumplido también su palabra a pesar de que fuera realmente complicado, llevaba comida y algunos libros hasta su puerta, golpeaba la puerta hasta asegurarse que la buscara para que no encontrara las cosas frías o alguien las robara y se iba. Su tía y madre preguntaban que estaba haciendo, pero ella simplemente lo dejaba estar, no quería complicarlo en nada en lo absoluto.

La fiesta estaba increíble, le gustaba mucho la música, las luces, ver a los niños felices corriendo por allí. Había estado con su madre charlando un poco hasta que lo vio, porque supo que era él ya que nadie más se vestía de esa manera ni tenia esa aura que no podía explicar, pero que lamentablemente no era muy buena. Se acerco rápidamente por las dudas, antes que hiciera algo, tomando su mano y tirando de él hacia el centro donde todos estaban bailando. Mirándolo con una sonrisa a pesar que no podía ver su rostro, no dejaría que arruinara eso, solo haría que los demás la tomaran aún más contra él.

III. Tiempo de fiesta

Intento no reírse por la cara con la que lo miraba, porque claramente era algo que le había molestado, pero a ella en ese momento no podía importarle menos. – Te estoy sacando a bailar antes que hagas algo de lo que puedas arrepentirte. – Le dijo como si nada, sosteniendo sus manos mientras lo obligaba a bailar un poco con ella. Sabía bien que seguramente el chico iba a querer matarla por hacer algo como eso, pero todo el mundo estaba demasiado ocupado en sus propias cosas como para prestarle atención, lo cual era bueno porque le había dado tiempo para poder solucionar un poco las cosas.

Cuando la soltó se rio porque la otra chica no tardo nada en agarrarlo, espantándolo. No dudo en acercarse y sonreírle a la chica para que lo soltara, tomando las manos ajenas de nuevo para dejarlo bailando con ella, por lo menos estaban todos tan en modo navidad que siquiera le había molestado la situación. – No están más locos que yo, estamos pasándola bien, tú también podrías hacerlo si quieres. Ven, anda, baila conmigo y luego iremos por algo de comer. – Tiro ligeramente de sus manos, intentando que cediera un poco y finalmente bailara con ella.

III. Tiempo de fiesta

Asintió sin dudarlo, claro que podía comer lo que quiera y realmente le costaba entender como era que nunca antes había podido vivir algo como aquello cuando era notorio que en aquel pueblo aquellas costumbres de festejar la navidad estaban por demás arraigadas. – Lo que tú quieras es tuyo. – Dejo en claro, porque quería que se sintiera cómodo con todo aquello, definitivamente era una muy buena idea que notara que no eran del todo malos y luego decirles a ellos lo mismo de Jazz.

Se encogió de hombros, no le parecía demasiado importante que supiera hacerlo, sino que tuviera la voluntad para intentarlo por lo menos. – No tienes que saberlo, solo muévete un poco. – Le hizo un gesto para que acompañara sus movimientos sin soltar sus manos en ningún momento, lo que menos quería era que se sintiera incomodo, quería que por primera vez se sintiera libre en aquel pueblo.

III. Tiempo de fiesta

Había realmente mucha gente allí y de repente sentía que Jazz estaba pasándola bien con ella, estaban bailando, lo había convencido y le parecía un gran logro para como estaban las cosas. No entendía del todo porque el pueblo no lo aceptaba, no le parecía una mala persona en lo absoluto, simplemente lo habían dañado tanto que se encontraba siempre a la defensiva y realmente le parecía lo más normal del mundo teniendo en cuenta todo lo que le hacían, especialmente los jóvenes.

Luego todo paso rápido, la niña pidiéndole bailar, Jazz negándose y luego la niña llorando. Frunció el ceño cuando huyo despavorido cuando realmente nadie estaba mirándolos mucho, buscándolo y terminando por meterse debajo de la mesa con él, la situación era por demás rara pero creía que con el ambiente festivo que había nadie les estaría prestando mucha atención en lo absoluto. – ¿Por qué te escondes? No sucede nada, no esta mal si no quieres bailar con ella. – Lo consoló un poco, sin saber del todo como comportarse. – Vamos, salgamos a comer algo, tomamos algo y bailamos un poco más. No pasa nada, nadie te reconoce. – Termino extendiendo su mano para tocar la ajena, con cuidado de no espantarlo.