Regulus, pequeño rey, es la estrella más brillante de la constelación de Leo.

Es bien sabido para los que estudian el cosmos que una vez que una estrella ha agotado todo su combustible nuclear útil ya no puede resistir la fuerza de su propia gravedad. Cualquier resto estelares que quede se encoge rápidamente en la nada.

Alrededor del área de la nada en el espacio hay una superficie matemáticamente definida conocida como horizonte de sucesos: el punto de no retorno.

En la vida de Regulus, estos puntos aparecen una y otra vez. Cuando su hermano se va de la casa pero también cuando cambian de habitación a la suya a Barty Crouch Jr. Y por Salazar, Barty es energía pura.

Apenas contenible en las paredes de su habitación mientras hablan en la oscuridad, se echan en suelo, brazos extendidos y fuman lo que sea que Barty se haya robado del armario de Herbología.

¿Sabes que a tu hermano le dicen Canuto?

Exhala y mientras le pasa el cigarrillo, ambos se miran y se echan a reír. Una risa que parece disolver los cambios de humor de Barty y sus brotes psicóticos, los momentos autodestructivos de la vida de Regulus.

El punto de no retorno ocurre cuando se besan. Y entonces todo se vuelve aún más caótico. No son nada porque no creen en las etiquetas, dicen, la realidad es que no saben qué hacer con tanto. Con la ira que ambos llevan dentro, con la inestabilidad nuclear que se ocurre cuando ambos chocan en besos bruscos.

Barty es más como un agujero negro. Y ninguna partícula material, ni siquiera la luz, es capaz de escapar de su fuerza. Regulus se pregunta si simplemente se dejaría consumir, si ambos podrían crear un nuevo punto de no retorno. O un punto muerto, quizá.