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Lun Feb 06, 2023 4:53 am por Mahariel
A MATTER OF HONOR
EVEN WITH THE DEFEATED ONES
El rey Aegon, primero de su nombre, fundador de la dinastía Targaryen que gobernaría los Siete Reinos en Poniente y a quien los maestres darían el sobrenombre de El Conquistador por sus hazañas, ha enviado a su único y mejor amigo, Orys Baratheon, hacia Bastión de Tormentas. Será el más fiero de sus generales quien dirija a su ejército para hacerse con las tierras del todavía rey Argillac Durrandon el Arrogante, que se ha negado por sistema a hincar la rodilla ante la superioridad Targaryen.
Aquel día el cielo se había oscurecido. Las nubes llegaban hasta donde alcanzaba la vista. Estalló una tormenta que convirtió en lodazales las colinas. El rey arrogante insistió en presentar batalla. Esas eran sus tierras e iba a defenderlas. Al fin y al cabo, tenía ventaja sobre los invasores. Su ejército era más numeroso y estaba de sobra acostumbrado a las inclemencias del clima. La batalla se prolongó durante horas hasta alcanzar la madrugada. Orys encontró al rey luchando contra una docena de caballeros. Impresionado por su fiereza, le propuso una rendición en buenos términos. Argillac, sin embargo, le escupió a los pies y los maldijo a él y a su propuesta. Ambos caballeros se batieron en duelo y la balanza del destino se inclinó en favor del Baratheon. El rey murió empuñando su espada y su ejército se batió rápidamente en retirada.
Ahora, su legítima heredera, la princesa Argella se ha encerrado en Bastión de Tormentas con lo que resta de sus fuerzas militares y está dispuesta a mandar a morir hasta al último de sus hombres con tal de proteger el legado de su familia.
Aquel día el cielo se había oscurecido. Las nubes llegaban hasta donde alcanzaba la vista. Estalló una tormenta que convirtió en lodazales las colinas. El rey arrogante insistió en presentar batalla. Esas eran sus tierras e iba a defenderlas. Al fin y al cabo, tenía ventaja sobre los invasores. Su ejército era más numeroso y estaba de sobra acostumbrado a las inclemencias del clima. La batalla se prolongó durante horas hasta alcanzar la madrugada. Orys encontró al rey luchando contra una docena de caballeros. Impresionado por su fiereza, le propuso una rendición en buenos términos. Argillac, sin embargo, le escupió a los pies y los maldijo a él y a su propuesta. Ambos caballeros se batieron en duelo y la balanza del destino se inclinó en favor del Baratheon. El rey murió empuñando su espada y su ejército se batió rápidamente en retirada.
Ahora, su legítima heredera, la princesa Argella se ha encerrado en Bastión de Tormentas con lo que resta de sus fuerzas militares y está dispuesta a mandar a morir hasta al último de sus hombres con tal de proteger el legado de su familia.
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Lun Feb 06, 2023 8:00 am por Timelady
The last storm
it's just the beginning
Aquella guerra solo podía tener un final y la muerte de su padre había dejado claro cuál sería para ella. Pero eso no significaba que fuera a renunciar al orgullo y furia de los Durrandon sin oponer resistencia.
En cuanto la noticia llegó, no tuvo oportunidad de llorar la gran pérdida que suponía para ella y las Tierras de Tormentas. Sus órdenes fueron claras, cerrarían las puertas y resistirían en la fortaleza que sus antepasados habían construido.
Se vistió de negro y con una coraza que esperaba consiguiera imponer el respeto y la fuerza que iban a necesitar. Pequeños detalles en el dorado de su escudo la decoraban. Fue con este atuendo con el que salió a las murallas cuando anunciaron que la reina Rhaenys deseaba ser recibida. No abrió las puertas, no permitiría que ninguno de ellos entrase allí.
El dragón también la acompañaba y el olor a muerte que desprendía llegó hasta ella a través del agitado viento que les acompañaba, llenando sus fosas, anunciando lo que vendría si no admitía la rendición.
Apoyó las manos con firmeza en la fría piedra y sintió el empuje que necesitaba.- Bastión de Tormentas no se rendirá. Su reina y sus hombres están dispuestos a morir por defenderlo. -Anunció, con la cabeza alta y la fría mirada enfrentándose a la de aquella mujer guerrera que se encontraba a sus puertas, amenazando con hacer de su hogar un nuevo Harrenhall.- Podéis intentar tomar nuestro hogar, pero si lo hacéis solo encontraréis huesos, sangre y cenizas. -Si ese tenía que ser su destino, lo aceptaría con honor.
Se dio la vuelta, poco dispuesta a escuchar amenazas o cualquier otra palabra proveniente de los Targaryen. Sus consejeros, que no habían estado junto a su padre en la batalla que se lo llevó hablaron con la prudencia que ella no poseía y el temor que les agitaba, tratando de llegar a una negociación.- Durran levantó Bastión de Tormentas siete veces enfrentando a los dioses del océano y los vientos, ¿acaso nosotros no podríamos levantarlo una octava enfrentándonos solo a los dragones? -Preguntó ella, convencida de que su argumento conseguiría animar a los suyos. Habían sido capaces de enfrentar a dioses, una criatura de fuego no era nada en comparación.
Pero no se enfrentaba solo a dragones, como descubriría aquella misma noche.
Cuando se retiró a su alcoba para intentar descansar, el caos en el pasillo la hizo levantarse del lecho solo para enfrentarse a un grupo de hombres que la golpearon y ataron tras arrebatarle la única prenda que quedaba sobre su cuerpo. La amordazaron para intentar acallar los gritos con los que acusaba de su traición. Los propios consejeros y amigos de su padre habían decidido que el camino de la deslealtad y el deshonor les seria más propicio.
En cuanto la noticia llegó, no tuvo oportunidad de llorar la gran pérdida que suponía para ella y las Tierras de Tormentas. Sus órdenes fueron claras, cerrarían las puertas y resistirían en la fortaleza que sus antepasados habían construido.
Se vistió de negro y con una coraza que esperaba consiguiera imponer el respeto y la fuerza que iban a necesitar. Pequeños detalles en el dorado de su escudo la decoraban. Fue con este atuendo con el que salió a las murallas cuando anunciaron que la reina Rhaenys deseaba ser recibida. No abrió las puertas, no permitiría que ninguno de ellos entrase allí.
El dragón también la acompañaba y el olor a muerte que desprendía llegó hasta ella a través del agitado viento que les acompañaba, llenando sus fosas, anunciando lo que vendría si no admitía la rendición.
Apoyó las manos con firmeza en la fría piedra y sintió el empuje que necesitaba.- Bastión de Tormentas no se rendirá. Su reina y sus hombres están dispuestos a morir por defenderlo. -Anunció, con la cabeza alta y la fría mirada enfrentándose a la de aquella mujer guerrera que se encontraba a sus puertas, amenazando con hacer de su hogar un nuevo Harrenhall.- Podéis intentar tomar nuestro hogar, pero si lo hacéis solo encontraréis huesos, sangre y cenizas. -Si ese tenía que ser su destino, lo aceptaría con honor.
Se dio la vuelta, poco dispuesta a escuchar amenazas o cualquier otra palabra proveniente de los Targaryen. Sus consejeros, que no habían estado junto a su padre en la batalla que se lo llevó hablaron con la prudencia que ella no poseía y el temor que les agitaba, tratando de llegar a una negociación.- Durran levantó Bastión de Tormentas siete veces enfrentando a los dioses del océano y los vientos, ¿acaso nosotros no podríamos levantarlo una octava enfrentándonos solo a los dragones? -Preguntó ella, convencida de que su argumento conseguiría animar a los suyos. Habían sido capaces de enfrentar a dioses, una criatura de fuego no era nada en comparación.
Pero no se enfrentaba solo a dragones, como descubriría aquella misma noche.
Cuando se retiró a su alcoba para intentar descansar, el caos en el pasillo la hizo levantarse del lecho solo para enfrentarse a un grupo de hombres que la golpearon y ataron tras arrebatarle la única prenda que quedaba sobre su cuerpo. La amordazaron para intentar acallar los gritos con los que acusaba de su traición. Los propios consejeros y amigos de su padre habían decidido que el camino de la deslealtad y el deshonor les seria más propicio.
Argella - Bastión de Tormentas - con Rhaenys


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Lun Feb 06, 2023 4:01 pm por Mahariel
The last storm
it's just the beginning
La batalla por Bastión de Tormentas al fin había terminado. La lluvia, sin embargo, no había cesado. Los soldados estaban manchados de sangre y lodo, sus armaduras no impedían que los alcanzaran el agua y el frío. El mundo a su alrededor había oscurecido, se había vuelto gris. El dragón de Rhaenys había incendiado medio valle, espesas columnas de humo negro emponzoñaron el aire. Al otro lado de la colina se oían los cuernos de retirada, los guerreros intentaban reorganizarse con más o menos éxito y las fuerzas de Aegon Targaryen se detuvieron momentáneamente, mientras llegaba al ejército enemigo la noticia de que su rey había muerto. Argillac Durrandon yacía en el barro, con su espada en la mano y la mirada perdida entre las nubes, que daban el nombre a la que había sido su fortaleza inexpugnable.
— Dejadlo ahí — le ordenó a sus soldados tras haber recuperado el aliento —. Ha luchado dignamente. Merece que su gente pueda llorar su pérdida y honrar su muerte.
Otros muchos hombres no habían sido reconocidos con el honor de permitirse la oportuna sepultura de sus cadáveres, habiendo desaparecido bajo el aliento de fuego de cualquiera de los dragones que montaban los Targaryen, pero ninguno de ellos había presentado batalla como la del rey arrogante, que había logrado causar más bajas en las filas del ejército invasor que cualquiera de sus caballeros. Orys habló con sus generales para que dieran a conocer la derrota del ejército rebelde y se abrió camino entre el gentío para alcanzar a su reina, Rhaenys, y comunicarle las nuevas.
— Bien — dijo ella, dirigiendo la mirada a la fortaleza —. Ha llegado la hora de acabar con los insurrectos.
La reina ofreció la rendición a los restos de las fuerzas de los Durrandon, pero la princesa rechazó aquella posibilidad de pleno. Permanecerían en la fortaleza luchando hasta que el último de sus hombres hubiera muerto y el último de los muros hubiera caído. Las tropas se prepararon, pues, para un último y prolongado asedio, y Orys regresó a su tienda después de las negociaciones fallidas para dar un último repaso a sus recursos antes de intentar descansar tras ya dos días sin poder conciliar el sueño.
— Dejadlo ahí — le ordenó a sus soldados tras haber recuperado el aliento —. Ha luchado dignamente. Merece que su gente pueda llorar su pérdida y honrar su muerte.
Otros muchos hombres no habían sido reconocidos con el honor de permitirse la oportuna sepultura de sus cadáveres, habiendo desaparecido bajo el aliento de fuego de cualquiera de los dragones que montaban los Targaryen, pero ninguno de ellos había presentado batalla como la del rey arrogante, que había logrado causar más bajas en las filas del ejército invasor que cualquiera de sus caballeros. Orys habló con sus generales para que dieran a conocer la derrota del ejército rebelde y se abrió camino entre el gentío para alcanzar a su reina, Rhaenys, y comunicarle las nuevas.
— Bien — dijo ella, dirigiendo la mirada a la fortaleza —. Ha llegado la hora de acabar con los insurrectos.
La reina ofreció la rendición a los restos de las fuerzas de los Durrandon, pero la princesa rechazó aquella posibilidad de pleno. Permanecerían en la fortaleza luchando hasta que el último de sus hombres hubiera muerto y el último de los muros hubiera caído. Las tropas se prepararon, pues, para un último y prolongado asedio, y Orys regresó a su tienda después de las negociaciones fallidas para dar un último repaso a sus recursos antes de intentar descansar tras ya dos días sin poder conciliar el sueño.
Orys - Bastión de Tormentas - con Argella
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Mar Feb 07, 2023 8:09 am por Timelady
The last storm
it's just the beginning
A pesar de los golpes y humillación, su mirada no se había amedrentado y estaba clavada en la espalda del hombre que caminaba delante del caballo en el que la habían subido para no tener que arrastrarla por el fango.
Ser Donnel había sido un amigo cercano a su padre, el hombre en quien había confiado al dejar Bastión de Tormentas para dirigirse a la batalla. Así pagaba la confianza de su familia, con la más vil de las traiciones.
Sobre el caballo, el frío y la lluvia arreciaban sobre la piel desnuda, cubierta únicamente por la larga melena de Argella. Piel que se amorataría poco a poco a medida que pasaran las horas. Las miradas de todos aquellos hombres también se clavaban en ella, se intentaban llevar su dignidad con ellas y sus palabras.
Era consciente de que solo la esperaban dos destinos posibles. La muerte o ser entregada a aquellos hombres que la despedazarían como los lobos.
La bajaron del caballo a la fuerza, ante la tienda del Baratheon. Habría preferido que la llevasen a la reina, pero supuso que los hombres preferían arreglárselas entre ellos. Y quizá a aquel hombre aún le quedase sed de sangre Durrandon.
- Traemos un regalo para tu señor. -Informó Ser Donnel al guardia que había a la puerta. Poco después fue arrojada al suelo de la misma con dureza, y ante ella calleron las llaves de su hogar envueltas con uno de los pendones de su casa.- Ser Orys, los nobles de Bastión de Tormentas rendimos la plaza ante vos entregándoos a la última de los Durrandon a cambio de acuerdos para la paz.
- Traidores, bastardos, felones... -Argella les insultó, pero la mordaza hizo que sus palabras no fueran comprensibles.
Ser Donnel había sido un amigo cercano a su padre, el hombre en quien había confiado al dejar Bastión de Tormentas para dirigirse a la batalla. Así pagaba la confianza de su familia, con la más vil de las traiciones.
Sobre el caballo, el frío y la lluvia arreciaban sobre la piel desnuda, cubierta únicamente por la larga melena de Argella. Piel que se amorataría poco a poco a medida que pasaran las horas. Las miradas de todos aquellos hombres también se clavaban en ella, se intentaban llevar su dignidad con ellas y sus palabras.
Era consciente de que solo la esperaban dos destinos posibles. La muerte o ser entregada a aquellos hombres que la despedazarían como los lobos.
La bajaron del caballo a la fuerza, ante la tienda del Baratheon. Habría preferido que la llevasen a la reina, pero supuso que los hombres preferían arreglárselas entre ellos. Y quizá a aquel hombre aún le quedase sed de sangre Durrandon.
- Traemos un regalo para tu señor. -Informó Ser Donnel al guardia que había a la puerta. Poco después fue arrojada al suelo de la misma con dureza, y ante ella calleron las llaves de su hogar envueltas con uno de los pendones de su casa.- Ser Orys, los nobles de Bastión de Tormentas rendimos la plaza ante vos entregándoos a la última de los Durrandon a cambio de acuerdos para la paz.
- Traidores, bastardos, felones... -Argella les insultó, pero la mordaza hizo que sus palabras no fueran comprensibles.
Argella - Bastión de Tormentas - con Rhaenys


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Vie Feb 10, 2023 11:56 am por Mahariel
The last storm
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No habría esperado que nadie lo molestara, y cuando oyó una voz al otro lado de la lona, bien habría podido ignorarla. Al fin y al cabo, había regresado de una de las batallas que harían historia cuando las generaciones venideras echasen la vista a los orígenes del imperio de Aegon el Conquistador, y tenía más que merecido un descanso. Sin embargo, Orys se levantó antes incluso de que su guarda lo avisara. Al acercarse al exterior, oyó voces confundirse bajo la intensa lluvia que seguía cayendo sobre el campamento, y al apartar la lona vio a varios hombres ante su tienda.
— ¿Qué es lo que…? — Unos quejidos llamaron su atención. Miró al suelo y encontró a una muchacha agitándose sobre el barro con violencia. El cabello oscuro le había caído sobre la cara, estaba tan sucia que Orys no se dio cuenta de que estaba desnuda hasta un par de segundos después. — ¿Qué se supone que significa esto? — inquirió él, ceñudo, volviendo la vista a los visitantes. No estaba de humor para entretenerse con una ramera y empezaba a molestarse por semejante pérdida de tiempo.
— Bastión de Tormentas se rinde, señor — le explicó alguien a quien Orys no reconoció. Era extraño, cayó entonces, porque conocía personalmente a todos los hombres que formaban su ejército —. Os entregamos la fortaleza y a la princesa.
El comandante volvió a mirar al suelo y comprendió, horrorizado, que la muchacha que yacía allí, luchando por liberarse, era la última de los Dundarron. El cansancio que había acumulado hasta entonces desapareció: lo sustituyó el súbito impulso de sacar la espada y ajusticiar a aquellos hombres que no solo habían traicionado a su señora, sino que habían deshonrado el legado del único rey que se había atrevido a enfrentarse cara a cara con el líder del ejército Targaryen.
— Habla con Rhaenys — le dijo a su soldado —. Dile que Bastión de Tormentas se ha rendido — alzó la mirada para observar a los traidores —. Desapareced de mi vista — les advirtió con un tono glacial —. Ahora.
Entró a su tienda para hacerse con una de las telas que tenía por allí. Al volver a salir, se la puso por encima a la mujer, que aún estaba allí encogida.
— Siento muchísimo cómo os han tratado, mi señora — se acuclilló para ayudarla a levantarse y restablecer su dignidad —. Os pido disculpas en nombre del rey y en el de mi ejército — le bajó la mordaza hasta la barbilla para que al menos pudiese respirar mientras encontraba la manera de liberarla de sus ataduras. Orys reparó entonces en que sus captores no se habían movido del sitio —. ¿Por qué seguís aquí? ¡Fuera! ¡Fuera, he dicho! — bramó, de vuelta enfurecido.
— ¿Qué es lo que…? — Unos quejidos llamaron su atención. Miró al suelo y encontró a una muchacha agitándose sobre el barro con violencia. El cabello oscuro le había caído sobre la cara, estaba tan sucia que Orys no se dio cuenta de que estaba desnuda hasta un par de segundos después. — ¿Qué se supone que significa esto? — inquirió él, ceñudo, volviendo la vista a los visitantes. No estaba de humor para entretenerse con una ramera y empezaba a molestarse por semejante pérdida de tiempo.
— Bastión de Tormentas se rinde, señor — le explicó alguien a quien Orys no reconoció. Era extraño, cayó entonces, porque conocía personalmente a todos los hombres que formaban su ejército —. Os entregamos la fortaleza y a la princesa.
El comandante volvió a mirar al suelo y comprendió, horrorizado, que la muchacha que yacía allí, luchando por liberarse, era la última de los Dundarron. El cansancio que había acumulado hasta entonces desapareció: lo sustituyó el súbito impulso de sacar la espada y ajusticiar a aquellos hombres que no solo habían traicionado a su señora, sino que habían deshonrado el legado del único rey que se había atrevido a enfrentarse cara a cara con el líder del ejército Targaryen.
— Habla con Rhaenys — le dijo a su soldado —. Dile que Bastión de Tormentas se ha rendido — alzó la mirada para observar a los traidores —. Desapareced de mi vista — les advirtió con un tono glacial —. Ahora.
Entró a su tienda para hacerse con una de las telas que tenía por allí. Al volver a salir, se la puso por encima a la mujer, que aún estaba allí encogida.
— Siento muchísimo cómo os han tratado, mi señora — se acuclilló para ayudarla a levantarse y restablecer su dignidad —. Os pido disculpas en nombre del rey y en el de mi ejército — le bajó la mordaza hasta la barbilla para que al menos pudiese respirar mientras encontraba la manera de liberarla de sus ataduras. Orys reparó entonces en que sus captores no se habían movido del sitio —. ¿Por qué seguís aquí? ¡Fuera! ¡Fuera, he dicho! — bramó, de vuelta enfurecido.
Orys - Bastión de Tormentas - con Argella
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Vie Feb 10, 2023 1:23 pm por Timelady
The last storm
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Si buscaban con aquello la sumisión de Argella, no fue lo que obtuvieron, porque la muchacha una vez estuvo en el suelo empezó a forcejear, tratando de soltar o aflojar las cuerdas que la mantenían atada, sin importar el daño que se hacía en el proceso.
Alzó los ojos al escuchar la voz que se alzó sobre las demás y finalmente vio al Baratheon. El asesino de su padre y presumiblemente el suyo dentro de poco. Sus ojos se llenaron de una nueva furia, haciendo honor a las palabras de su casa.
No esperaba que aquel hombre decidiera cubrirla con una capa y se vio paralizada por la impresión que ese gesto causó. Desconfiando, pese a todo, porque no dejaba de ser su enemigo.
Por mucho que se disculpara eso es lo que era.
Pero dejó que aquellas manos la alzaran hasta que pudo mantenerse sobre sus pies, disculpándose en nombre de su rey, incluso. Pero aquella sorpresa es lo que hizo que no abriera la boca cuando le quitó la mordaza. No hasta que le escuchó increpar a los traidores a su casa.
La furia volvió a ella y apretó como pudo la tela de las ropas del hombre entre sus dedos.- Soy vuestra prisionera y haréis conmigo lo que os plazca. Pero dadme un puñal para que pueda recuperar con su sangre parte de la dignidad que han querido quitarme. -Estaba débil a causa de los golpes y el frío había aumentado con la lluvia, pero el fuego de la venganza alimentaba aquel deseo casi enloqueciéndola hasta el punto de pedir una gracia semejante al Baratheon.- Por mi honor que no lo alzaré contra vos. -Aseguró, un juramento que no daba lugar a dudas.
Alzó los ojos al escuchar la voz que se alzó sobre las demás y finalmente vio al Baratheon. El asesino de su padre y presumiblemente el suyo dentro de poco. Sus ojos se llenaron de una nueva furia, haciendo honor a las palabras de su casa.
No esperaba que aquel hombre decidiera cubrirla con una capa y se vio paralizada por la impresión que ese gesto causó. Desconfiando, pese a todo, porque no dejaba de ser su enemigo.
Por mucho que se disculpara eso es lo que era.
Pero dejó que aquellas manos la alzaran hasta que pudo mantenerse sobre sus pies, disculpándose en nombre de su rey, incluso. Pero aquella sorpresa es lo que hizo que no abriera la boca cuando le quitó la mordaza. No hasta que le escuchó increpar a los traidores a su casa.
La furia volvió a ella y apretó como pudo la tela de las ropas del hombre entre sus dedos.- Soy vuestra prisionera y haréis conmigo lo que os plazca. Pero dadme un puñal para que pueda recuperar con su sangre parte de la dignidad que han querido quitarme. -Estaba débil a causa de los golpes y el frío había aumentado con la lluvia, pero el fuego de la venganza alimentaba aquel deseo casi enloqueciéndola hasta el punto de pedir una gracia semejante al Baratheon.- Por mi honor que no lo alzaré contra vos. -Aseguró, un juramento que no daba lugar a dudas.
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Miér Feb 22, 2023 11:00 am por Mahariel
The last storm
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Sobre ellos, las nubes colisionaban, arrancándose destellos que alumbraban el cielo durante apenas un instante antes de que los truenos sacudieran el terreno. La lluvia amenazaba con inundar el campamento, el estallar del agua contra el suelo elevaba un repiqueteo constante e intenso que obligaba a gritar si uno quería hacerse oír por encima del estruendo. Orys no esperaba una respuesta por parte de los hombres que le habían entregado a su presa, por lo que se sorprendió al oír la voz de una mujer rasgando el tenso silencio en el que se habían apostado. En la mirada de la joven ardía el deseo de venganza, de recuperar la decencia que le habían arrebatado ofreciéndola como tributo a un señor de la guerra, de demostrar que el linaje de Argillac el Arrogante no había terminado con él desangrado sobre la tierra. El comandante del ejército observó durante un momento el rostro de su prisionera, sintiendo a los traidores sudar terror y contener el aliento ante su respuesta, y le comunicó su decisión.
— No puedo concederos eso, mi señora — había un deje de disculpa en su voz, pero habló con firmeza. No iba a cambiar de parecer, no tenía sentido darle esperanzas al respecto —. Lo lamento. Estos hombres serán ajusticiados conforme al criterio del rey Aegon.
Con un gesto, indicó a sus guerreros que apresaran a los traidores. Más tarde decidiría qué iba a hacer con ellos. En aquel momento, Orys Baratheon tenía asuntos más urgentes que atender. Al fin y al cabo, ninguno de los traidores iba a lograr zafarse de los aceros de su ejército. Estaban por completo rodeados. Abrió la lona de la tienda e indicó a la princesa que lo acompañase a su interior.
— Os puedo asegurar que no voy a atentar contra vuestro honor — le prometió —. Puedo llamar a mis hombres, o a los vuestros, para que sean testigos de nuestra conversación.
Dentro de la tienda aún permanecían las reminiscencias del calor emitido por las brasas encendidas por el dragón de Rhaenys para hacer de su estancia en Bastión de Tormentas algo más agradable.
— No puedo concederos eso, mi señora — había un deje de disculpa en su voz, pero habló con firmeza. No iba a cambiar de parecer, no tenía sentido darle esperanzas al respecto —. Lo lamento. Estos hombres serán ajusticiados conforme al criterio del rey Aegon.
Con un gesto, indicó a sus guerreros que apresaran a los traidores. Más tarde decidiría qué iba a hacer con ellos. En aquel momento, Orys Baratheon tenía asuntos más urgentes que atender. Al fin y al cabo, ninguno de los traidores iba a lograr zafarse de los aceros de su ejército. Estaban por completo rodeados. Abrió la lona de la tienda e indicó a la princesa que lo acompañase a su interior.
— Os puedo asegurar que no voy a atentar contra vuestro honor — le prometió —. Puedo llamar a mis hombres, o a los vuestros, para que sean testigos de nuestra conversación.
Dentro de la tienda aún permanecían las reminiscencias del calor emitido por las brasas encendidas por el dragón de Rhaenys para hacer de su estancia en Bastión de Tormentas algo más agradable.
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Dom Feb 26, 2023 11:26 am por Timelady
The last storm
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En cuanto la negativa llegó a sus oídos, las manos de Argella soltaron las prendas del Baratheon, decepcionada por no poder librarse con sus propias manos de quienes la habían afrentado. Y aún peor fue su ánimo al escuchar lo demás.
- Vuestro rey Aegon es la causa de que mi padre haya muerto. -Espetó. Para ella, la palabra del rey dragón no era sinónimo de justicia, sino de muerte y la destrucción de todo lo conocido.
Después de eso, se mantuvo quieta, aferrando aquella capa contra sí, soportando la lluvia que le caía encima y escuchando, como si de un eco se tratase, que otros soldados se llevaban a aquellos hombres. Pero no los miró.
Al ver al hombre abrir la lona para invitarla a entrar, tragó saliva y se esforzó por intentar que sus pasos fueran firmes, a pesar de que los golpes recibidos habían provocado una ligera cojera.
No prestó mucha atención a lo que había a su alrededor, solo se limitó a acercarse al fuego, tratando de absorver todo su calor para reunir fuerzas.
Sus ojos claros se alzaron hacia Orys cuando propuso llamar a algún testigo para salvaguardar su honra.- Mi honor ya ha sido bastante pisoteado, me temo. -Respondió.- Si hacéis entrar a alguno de vuestros hombres pensarán que habéis decidido compartirme. -Por desagradable que sonase, lo había escuchado otras veces. Su padre y sus hombres eran demasiado elocuentes a veces para lo que una dama debería escuchar.- Y los míos... Después de lo que ha sucedido solo hay un puñado de personas en las que confío a ciegas, y no sé qué habrán hecho con ellos. -Ahora que lo pensaba, temía lo que podía sucederles. Su doncella no había salido hacía tanto de su alcoba. Y en su puerta debería haber estado Eldon... solo podía esperar que no le hubieran arrebatado a las únicas personas que la apreciaban realmente.
Ese pensamiento hizo que las emociones de su interior cambiaran con la fuerza de la tormenta que agitaba el exterior. Pensar tan solo en que hubieran podido hacer daño a Ethelide o a sus hijos... las lágrimas acudieron a sus ojos y amenazaban con convertirse en un torrente que no cesara jamás. Pero consiguió contenerlas, tenía que hacerlo. Tenía que seguir siendo fuerte. Pasara lo que pasara.
Buscó donde sentarse, temiendo no poder mantenerse en pie.- ¿Qué haréis con mi hogar y sus gentes?
- Vuestro rey Aegon es la causa de que mi padre haya muerto. -Espetó. Para ella, la palabra del rey dragón no era sinónimo de justicia, sino de muerte y la destrucción de todo lo conocido.
Después de eso, se mantuvo quieta, aferrando aquella capa contra sí, soportando la lluvia que le caía encima y escuchando, como si de un eco se tratase, que otros soldados se llevaban a aquellos hombres. Pero no los miró.
Al ver al hombre abrir la lona para invitarla a entrar, tragó saliva y se esforzó por intentar que sus pasos fueran firmes, a pesar de que los golpes recibidos habían provocado una ligera cojera.
No prestó mucha atención a lo que había a su alrededor, solo se limitó a acercarse al fuego, tratando de absorver todo su calor para reunir fuerzas.
Sus ojos claros se alzaron hacia Orys cuando propuso llamar a algún testigo para salvaguardar su honra.- Mi honor ya ha sido bastante pisoteado, me temo. -Respondió.- Si hacéis entrar a alguno de vuestros hombres pensarán que habéis decidido compartirme. -Por desagradable que sonase, lo había escuchado otras veces. Su padre y sus hombres eran demasiado elocuentes a veces para lo que una dama debería escuchar.- Y los míos... Después de lo que ha sucedido solo hay un puñado de personas en las que confío a ciegas, y no sé qué habrán hecho con ellos. -Ahora que lo pensaba, temía lo que podía sucederles. Su doncella no había salido hacía tanto de su alcoba. Y en su puerta debería haber estado Eldon... solo podía esperar que no le hubieran arrebatado a las únicas personas que la apreciaban realmente.
Ese pensamiento hizo que las emociones de su interior cambiaran con la fuerza de la tormenta que agitaba el exterior. Pensar tan solo en que hubieran podido hacer daño a Ethelide o a sus hijos... las lágrimas acudieron a sus ojos y amenazaban con convertirse en un torrente que no cesara jamás. Pero consiguió contenerlas, tenía que hacerlo. Tenía que seguir siendo fuerte. Pasara lo que pasara.
Buscó donde sentarse, temiendo no poder mantenerse en pie.- ¿Qué haréis con mi hogar y sus gentes?
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Jue Mar 02, 2023 3:44 pm por Mahariel
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El fuego que había crepitado en la mirada de la joven se apagó, sofocado por la decepción. Si hubiesen sido otras las circunstancias, le habría puesto él mismo un puñal en las manos para que hiciese con él lo que quisiera, pero las normas del juego cambiaban sobre el tablero de la guerra y todavía no sabía qué iban a hacer con los traidores que les habían entregado Bastión de Tormentas. Cualquiera que rindiera sus espadas sería aceptado como súbdito del rey Aegon, al que la hija del último soberano de los Durrandon mentó con un desprecio que la habría puesto en problemas ante cualquier otro general del ejército del dragón.
— Sí — le respondió, sosteniendo su mirada —. Lo es.
Ambos sabían que aquello era cierto, ¿por qué iba a insultar su inteligencia tratando de probar algo distinto?
La princesa entró a la tienda. Orys, antes de seguirla, volvió la vista a los nobles traidores, y con aquel gesto les recordó la orden que les había dado antes de que los hubieran interrumpido. «Desapareced si queréis conservar la vida», les habría dicho, y ellos lo habían comprendido sin que hiciese falta que lo volviera a hacer.
El cansancio golpeaba la mente del comandante, como las olas del mar estallaban contra la playa. Aun así, se acercó a la mesa en la que disponían sus víveres y le ofreció a su invitada una copa de vino y un plato de carne que, le parecía, debía ser cordero especiado.
— No lo sé — se sentó a su lado, a una distancia prudencial, y se sirvió lo mismo que le había entregado a ella. Tampoco él tenía hambre, mas quería mostrarle que no había nada en la comida o en la bebida que fuese a perjudicarla —. Si Bastión de Tormentas se ha rendido, deberá proclamar su lealtad al rey Aegon — le explicó —. Se convertirán en súbditos de su reinado y deberán luchar por él hasta que acabe su conquista. No tiene por qué morir nadie más, al igual que no tenéis por qué perder vuestro honor — buscó su mirada para continuar hablando —. Vuestro padre era un caballero formidable. Luchó por proteger estas tierras hasta su último aliento, y no muchos reyes habrían hecho lo mismo de haber tenido al ejército del rey Aegon y un dragón a sus puertas.
— Sí — le respondió, sosteniendo su mirada —. Lo es.
Ambos sabían que aquello era cierto, ¿por qué iba a insultar su inteligencia tratando de probar algo distinto?
La princesa entró a la tienda. Orys, antes de seguirla, volvió la vista a los nobles traidores, y con aquel gesto les recordó la orden que les había dado antes de que los hubieran interrumpido. «Desapareced si queréis conservar la vida», les habría dicho, y ellos lo habían comprendido sin que hiciese falta que lo volviera a hacer.
El cansancio golpeaba la mente del comandante, como las olas del mar estallaban contra la playa. Aun así, se acercó a la mesa en la que disponían sus víveres y le ofreció a su invitada una copa de vino y un plato de carne que, le parecía, debía ser cordero especiado.
— No lo sé — se sentó a su lado, a una distancia prudencial, y se sirvió lo mismo que le había entregado a ella. Tampoco él tenía hambre, mas quería mostrarle que no había nada en la comida o en la bebida que fuese a perjudicarla —. Si Bastión de Tormentas se ha rendido, deberá proclamar su lealtad al rey Aegon — le explicó —. Se convertirán en súbditos de su reinado y deberán luchar por él hasta que acabe su conquista. No tiene por qué morir nadie más, al igual que no tenéis por qué perder vuestro honor — buscó su mirada para continuar hablando —. Vuestro padre era un caballero formidable. Luchó por proteger estas tierras hasta su último aliento, y no muchos reyes habrían hecho lo mismo de haber tenido al ejército del rey Aegon y un dragón a sus puertas.
Orys - Bastión de Tormentas - con Argella
Mahariel
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Ayer a las 6:50 am por Timelady
The last storm
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Argella vio la copa y el plato que el general situaba ante ella, pero no los tocó. Todo su cuerpo estaba dolorido y el estómago cerrado por la decepción de la traición sufrida.
- Bastión de Tormentas no se ha rendido, se han rendido sus hombres. - Respondió ella, una aclaración que creía necesaria. Su hogar no se había entregado voluntariamente, solo los traidores la habían arrastrado por el fango y humillado para salvar el cuello y tratar de obtener un beneficio a su costa.- Vuestro rey no encontrará muchos soldados tras sus murallas, me temo. -Añadió cuando dijo que sus habitantes serían súbditos del rey y lucharían en sus conquistas futuras.
Los ojos claros de la mujer ascendieron hasta encontrarse con los contrarios al escucharle hablar de su honor y la rabia fue diluyéndose cuando habló de su padre, de cómo había luchado con valor y honor para defenderles. Ella apenas había intentado seguir su camino para verse reducida a aquello.- Mi padre era un gran hombre. Ojalá su confianza hubiera quedado en mejores manos. -Podrían haber sobrevivido al asedio durante mucho tiempo. Estaban preparados para ello. Pero habían optado por entregarse.
- Decís que no perderé mi honor. ¿Acaso no tendré el mismo final que mi padre? ¿Perdonará vuestra reina que no me haya rendido a ella a la primera ocasión? ¿Que no se haya rendido Bastión de Tormentas por mi mano? -Sabía cuál era su posición. Era la hija de un hombre que se había enfrentado a los Targaryen, ella misma había decidido enfrentarse a ellos. Ahora no tenía nada porque su hogar había quedado desprotegido y desgobernado. Ellos lo tomarían. Qué otro final podía esperar salvo la muerte.- Mientras yo viva tendréis la amenaza de que los pocos leales a los Durrandon se levanten contra los vuestros.
- Bastión de Tormentas no se ha rendido, se han rendido sus hombres. - Respondió ella, una aclaración que creía necesaria. Su hogar no se había entregado voluntariamente, solo los traidores la habían arrastrado por el fango y humillado para salvar el cuello y tratar de obtener un beneficio a su costa.- Vuestro rey no encontrará muchos soldados tras sus murallas, me temo. -Añadió cuando dijo que sus habitantes serían súbditos del rey y lucharían en sus conquistas futuras.
Los ojos claros de la mujer ascendieron hasta encontrarse con los contrarios al escucharle hablar de su honor y la rabia fue diluyéndose cuando habló de su padre, de cómo había luchado con valor y honor para defenderles. Ella apenas había intentado seguir su camino para verse reducida a aquello.- Mi padre era un gran hombre. Ojalá su confianza hubiera quedado en mejores manos. -Podrían haber sobrevivido al asedio durante mucho tiempo. Estaban preparados para ello. Pero habían optado por entregarse.
- Decís que no perderé mi honor. ¿Acaso no tendré el mismo final que mi padre? ¿Perdonará vuestra reina que no me haya rendido a ella a la primera ocasión? ¿Que no se haya rendido Bastión de Tormentas por mi mano? -Sabía cuál era su posición. Era la hija de un hombre que se había enfrentado a los Targaryen, ella misma había decidido enfrentarse a ellos. Ahora no tenía nada porque su hogar había quedado desprotegido y desgobernado. Ellos lo tomarían. Qué otro final podía esperar salvo la muerte.- Mientras yo viva tendréis la amenaza de que los pocos leales a los Durrandon se levanten contra los vuestros.
Argella - Bastión de Tormentas - con Rhaenys


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