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Juno
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» Don't Go Into the Forest
Original - Fantasía - One on One
E l reino de Calesia lleva en guerra durante muchísimo tiempo con varios de sus reinos vecinos. Cuando el rey Grover fallece en el campo de batalla, es su hijo, el príncipe Frederick, quien toma el mando. A diferencia de su padre, Frederick está convencido de que lo mejor que puede hacer es olvidar el conflicto bélico, ofrecer rendición y reestablecerse en otro sitio. Frederick se debe a sus súbditos y quiere mantenerlos a salvos, alejados de las guerras que emprobrecieron y mermaron a la población por tanto tiempo. Es así como deliberan la situación y deciden establecerse más al norte, cerca del bosque de Rhiannon. Los habitantes de Calesia parecen ver por fin la luz en el final del camino. Con la ayuda de su nuevo gobernante, parecen encaminados a una vida pacífica, como llevan deseando desde hace años. Alejados de sus enemigos, el valle de Rhiannon parece el escenario perfecto para comenzar de nuevo. Sin embargo, no todos están felices con sus nuevos vecinos y miran con terror cómo están estableciéndos en su territorio, destruyendo el hermoso equilibrio del bosque de Rhiannon. Athina y sus hermanas llevan viviendo en Rhiannon desde hace generaciones. Se establecieron allí precisamente huyendo de la maldad de los hombres y de conflictos que no les competían a ellas. Ahora tienen que ver con horror cómo hay un asentamiento humano en su bosque, destruyendo la naturaleza, acabando con la fauna y apagando la magia de la región que las mantiene sanas. Ante lo tensa de la situación, Athina se ofrece de voluntaria para acercarse al asentamiento humano, para tratar de detener sus avances de la única manera que se les ocurre: acabando con la vida de su líder. × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × | Athina Ninfa- Daisy Ridley - Juno |
Frederick Watersfield Príncipe - Tom Hiddleston - Minerva |
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Límites del Bosque - Atardecer - Athina
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thina se presentó como voluntaria para adentrarse en el asentamiento humano. No quería que ninguna de sus hermanas se expusiera a semejante sacrificio. Además, ellas debían quedarse cuidando al resto del bosque, a proteger la magia que allí había. La magia de Athina nunca había sido la más estable, prefería que sus hermanas se encargaran de mantener el equilibrio en el bosque, mientras ella acababa con sus enemigos. No se suponía que las ninfas fueran seres vengativos, mucho menos asesinas, pero la situación apremiaba. Athina recordaba que, cuando era una ninfa muy joven, el bosque las había protegido, había espíritus que dotaban de magia aquel lugar y era el sitio más maravilloso que pudiera haber. Sin embargo, los hombres siempre acababan arruinando todo.
Llevaban meses acercándose al campamento humano, al principio pensaban que no iban a durar allí, que tan sólo estaban de paso. Pero Athina y sus hermanas vieron con horror que estaban levantando un castillo, que pensaban quedarse allí. No pasó mucho tiempo para ver los primeros animales muertos y los árboles destruidos. Cuando murió la primera ninfa, fue Athina quien encontró su cadáver flotando en el río, supieron que tenían que hacer algo al respecto.
El recuerdo de su pequeña hermana, con los ojos abiertos, flotando en el río, todavía la acompañaba y atormentaba. Athina prefería el mismo destino al pelear, que quedarse escondida sin hacer nada, o peor, tener que abandonar su hogar.
Así que había robado ropas humanas, se había llenado de barro los pies y desaliñado su impecable pelo, y se encaminó a uno de los caminos de tierra que habían construido los hombres para empezar a trasladarse de un lugar a otro.
—¡Ayuda! —exclamó, tratando de sonar desesperada. Athina no estaba segura cómo sonaría una chica humana en apuros, pero se esforzó lo mejor que pudo—. ¡Ayuda, por favor!
La mejor forma que tenía para acabar con sus enemigos, era abatiéndolos desde dentro. Estaba segura que si mataba a sus líderes, lo lograría. Entonces ella y sus hermanas podrían quedarse en su amado bosque. Era lo único que deseaba.
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rederick necesitaba estar solo. No era fácil cargar con la responsabilidad de un pueblo sobre sus hombros. La muerte de su padre había sido inesperada, malherido en el campo de batalla. Nunca había estado de acuerdo con sus políticas de guerra, pero no había sido fácil enfrentarse con la mentalidad guerrera de un pueblo diezmado para convencerlos de que debían buscar otros rumbos.
El pueblo de Calesia había confiado en él, y ahora los había llevado hasta ese bosque, donde se suponía que iban a instalarse. ¿Podrían sobrevivir ahí realmente? ¿Había recursos suficientes para su gente? ¿Sería realmente el lugar apropiado para echar raíces? Por ahora tenía la ventaja de que no implicaba pelear con otro pueblo por aquel lugar, pero también le hacía un lugar con naturaleza todavía salvaje que debían intervenir para poder vivir allí.
Había sido difícil guiar al pueblo hacia terrenos desconocidos, era un dolor de cabeza constante intentar mantener la compostura siempre, no dejar ver un rasgo de debilidad. Su padre siempre había dicho que Frederick era muy débil para ser un rey. Su poca inclinación a la violencia y su interés por escuchar a las otras personas los consideraba defectos.
Frederick no estaba de acuerdo, pero desde que había asumido el control se había dado cuenta de lo difícil que era lidiar con la gente y conciliar perspectivas. Ese día al fin el campamento empezaba a parecer más un poblado que un lugar improvisado, y Frederick se había dado el permiso de ir a la caballeriza por sí mismo, tomar su caballo y alejarse un rato.
Necesitaba ese espacio, aunque después su guardia se enojara con él por hacer algo tan arriesgado. Pero, ¿quién le iba a atacar en un bosque no parecía haber sido tocado por otros seres humanos?
Al menos eso pensaba hasta que escuchó la voz de una mujer pidiendo auxilio.
Alzó la cabeza, preocupado, intentando ubicar de dónde venía el sonido que le traía el viento. Urgió a su caballo a llevarle en aquella dirección, por los improvisados caminos que habían logrado labrar ya, y pronto encontró a la damisela. ¿De dónde había salido aquella chica? Tenía un aspecto muy llamativo con su cabellera pelirroja, estaba seguro de que no era una mujer de su pueblo.
—¡Señorita! —exclamó, obligando al caballo a detenerse, pero no se bajó, mirando a su alrededor, buscando el peligro que le hacía llamar de esa forma—. ¿Qué le sucede?
Sin embargo, no lograba ubicar cuál era la causa de aquella llamada de auxilio, aunque el aspecto de la mujer era muy desaliñado. Algo malo podía haberle pasado.
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ra la primera vez que Athina veía a un humano tan de cerca. Hasta el momento tan sólo los había espiado desde la distancia, ayudándose del resto de las criaturas del bosque y también de sus propios dotes de espionaje. Athina contuvo la respiración cuando vio al caballo y tuvo que reprimir las ganas que tenía de tocar al animal. Aunque no fuera un habitante del bosque, Athina podía comprender y comunicarse con los animales con relativa facilidad. Incluso con aquellos habían sido domados por los humanos. Se preguntó si ese era su propósito: domar todos los recursos que tenían a su disposición.
Guardó sus instintos y volvió a mirar al hombre, que todavía seguía sobre el caballo. Athina sabía que tenía que mostrarse vulnerable ante él si quería que bajara la guardia. Pero le estaba resultando difícil, porque en realidad lo único que deseaba era golpearlo, robarle el caballo y desaparecer de allí.
—Había… había un monstruo persiguiéndome… —comentó, sollozando más de la cuenta. Athina sabía que los humanos ya sospechaban que dentro del bosque había espíritus o algún componente mágico. Sus hermanas alimentaron los rumores adrede al principio, pensando que eso los mantendría alejados de sus dominios. Era evidente que no había funcionado, de lo contrario Athina no se habría visto arrinconada a esta situación—. Por favor, ayúdeme. Tenga piedad de mí, era un monstruo espantoso.
El caballo, como si pudiera adivinar sus intenciones, empezó a relinchar. Athina tuvo ganas de agradecerle con una sonrisa, pero no podía romper su acto, así que volvió a llorar desconsolada, esperando que, al menos, pensara que estaba lo bastante loca como para apiadarse de ella.
Sólo necesitaba que la llevara al campamento. Luego, Athina se valdría de toda su astucia para dar con el líder del asentamiento.
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rederick miró a su alrededor con suspicacia. ¿Un monstruo? Había rumores de la magia de aquel bosque, pero hasta ahora no se habían cruzado con un monstruo como tal. Temió por la seguridad del campamento que intentaban transformar en su nuevo hogar. ¿Sería un riesgo estar invirtiendo su tiempo y recursos en establecerse allí? ¿No los alcanzarían sus enemigos pero habría algo peor? Por ahora la chica parecía aterrorizada. Dudó un momento pero se bajó de su caballo para acercarse a ella. Debía cerciorarse de que estaba bien.
—¿Está herida? —preguntó mientras la examinaba con la mirada—. ¿Puede subir al caballo conmigo? La sacaré de aquí.
Se sentía dividido entre sacar su espada por si el monstruo venía a por ellos o ayudar a la chica, pero una evaluación rápida del terreno le dejó claro que no había señales de ninguna otra presencia allí: ni huellas en el suelo, ni ramas quebradas, ningún rastro...
¿Estaría la chica diciendo la verdad sobre el monstruo? Tal vez solo era una forma de pedir ayuda, tal vez había visto su asentamiento y quería acceder a él por comida y protección. ¿Que haría una chica sola en aquel bosque? Podía estar buscando protección nada más.
O tal vez había huído del monstruo hasta el camino pero se había quedado atrás, y por eso no había señales ahí cerca. No debía dudar de la honorabilidad de alguien que acababa de conocer de esa manera.
De momento no sentía una amenaza cercana, de manera que levantó una mano hacia ella para ayudarla a subir al caballo.
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thina se quedó mirando al hombre por un instante. Las otras veces que había visto a los humanos, estos estaban dándole caza a animales, destruyendo el bosque, causando destrucción allí donde iban. Sin embargo, este hombre que estaba frente a ella parecía mirarla con preocupación y estaba dispuesto a ofrecerle ayuda. Inspiró hondo y Athina le mostró los brazos, que se había marcado a propósito, porque pensó que así sería más verídico hablar sobre monstruos que perseguían a la gente que se adentraba en el bosque. Creía que así los hombres se tomarían en serio que no debían de perturbar los espíritus que vivían allí. Estaba segura de que jamás imaginarían que, aquello que estaba deseando matarlos a todos, podía verse como ella.
—Pude escapar a tiempo… —susurró con voz queda, sorprendiéndose cuando escuchó que le estaba ofreciendo subir al caballo. Athina parpadeó varias veces, pensando que era más de lo que había esperado. No pensó que la dejaría subir con él y consideró, por un instante, si robarle el caballo.
Pero lo descartó enseguida, porque si se subía, le permitiría acercarse al campamento. Ni siquiera tendría que volver a inventar otra historia, porque el hombre explicaría que la encontró en el bosque. Era un plan perfecto.
—¿De verdad… de verdad puedo? —comentó, mirando al caballo como si fuera la primera vez que veía un animal como aquel. Era un caballo magnífico, de piel blanca y hermosa. Tenía ganas de acercarse y tocarle el lomo, pero no quería que pareciera sospechoso—. Es usted muy generoso, se lo agradezco mucho.
Athina no creía que ese hombre fuera generoso, no creía que hubiera ninguno de su especie generoso. Tan sólo tomaban aquello que quería y dejaban muerte a su paso. Los odiaba.
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as marcas en los brazos de la chica lo alarmaron. Había escapado por poco, pero por suerte era una mujer joven y fuerte que había podido correr por su vida. Pero no tenían que quedarse ahí tentando el destino. Lo mejor era salir de ahí antes de que los alcanzara, y después de regresar al campamento podrían valorar si realizar una expedición con un grupo en esa dirección para intentar encontrar el monstruo. Aunque no tenían ninguna garantía de que fueran capaces de enfrentarlo.
—Vamos—la animó ayudándola a subir a su caballo.
Aquel animal era su favorito, lo tenía desde que era un potrillo, confiaba en él como en ninguna bestia. No parecía preocupado ni asustado, así que supuso que el monstruo no estaría cerca. Tampoco se inquietó de que la joven subiera a su lomo.
Frederick habría pensado en llevar a la mujer en la silla y guiar él las riendas desde abajo, pero no tenía tiempo que perder. Se impulsó y subió a su montura atrás de la joven.
—No se preocupe, no la tocaré —le aseguró—. Pero tenemos que salir de aquí.
Tomó las bridas del caballo a ambos lados de la chica y le dio la señal con los talones en los costados para que avanzara. Su caballo lo entendía a la perfección, así que pronto estuvo a galope de regreso al campamento.
—Estará segura con nosotros —le aseguró—. ¿Puedo saber su nombre?
Suponía que habría personas recelosas en el campamento de que llevara a una extraña, pero era una joven atemorizada y herida, atacada por un ser sobrenatural: no pensaba dejarla a su suerte en el bosque.
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e parecía que todo estaba saliendo justo como ella quería. Athina no sabía si era simplemente buena suerte o si los dioses que habitaban el bosque le estaban diciendo que ella estaba haciendo lo correcto. Prefería creer que los espíritus del bosque la protegían, que ese humano la llevaría justo donde necesitaba estar, así que aceptó su ofrecimiento y decidió subirse al caballo. Cuando estuvo en el caballo, Athina soltó un respingo de sorpresa que no era fingido. Athina ya había visto caballos antes, por supuesto, incluso estado lo bastante cerca de algunos para acariciarlos si se daba la oportunidad. Sin embargo, sí que era primera vez que Athina se subía en un caballo. Le parecía muy reprochable de los humanos que utilizaran a otros seres vivos para desplazarse, aunque éste no parecía quejarse de las direcciones que daba el hombre con sus pies y con las riendas.
Athina se estremeció cuando el caballo empezó a galopar, a tal punto que se sostuvo como pudo de la crin. Mientras corrían por entre los árboles, Athina tuvo la impresión de que el bosque le estaba hablando, o quizás era simplemente que estaba nerviosa.
—¿Estaré segura de verdad…? —preguntó, con voz temerosa. En realidad, estaba furiosa. Claro, un humano estaría seguro en el campamento, pero el bosque y sus habitantes estaban sufriendo—. ¿Nos vamos muy lejos de aquí?
Athina intentó ignorar la pregunta sobre su nombre, pero supuso que no podría hacerlo sin sonar grosera. Además, lo normal sería que ella, una pobre humana desvalida, estaría encantada de ofrecerle su nombre a quien considerara su salvador.
—Me llamo Athina… —dijo, lamentando que tuviera que dejarle su nombre a un humano. Era la primera vez que le decía su nombre a un humano. Athina estaba pensando que era una noche de muchas primeras veces, ninguna de su agrado. Tan sólo esperaba que todo lo que estaba haciendo valiera la pena.
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thina. No había escuchado antes el nombre, pero le resultó muy agradable al oído. De alguna forma, calzaba perfectamente con el aspecto de aquella joven. Podía apreciar que hermosa, aunque estaba asustada y golpeada. Le intrigaba mucho cómo una criatura tan delicada había llegado hasta esa zona del bosque. Sus dudas y sospechas anteriores habían desaparecido.
Su pregunta le resultó graciosa. Ninguna persona en el reino dudaría de estar segura con él. Sin embargo, era reconfortante que alguien lo tratara como si no tuviera el poder y el rol de rey.
—Te prometo que me encargaré personalmente de que estés segura en el campamento—dijo, mientras levantaba la mano en señal de promesa.
Estaba dispuesto a hacerlo, por supuesto. Nadie se atrevería a hacerle daño a alguien que él nombrara bajo su protección. Además, les daría información útil sobre las fuerzas desconocidas que amenazaban su establecimiento en estos bosques, y Dios sabía que no tenían muchas otras opciones. No quería tener que hacer regresar a su pueblo por donde vinieron para enfrentar guerras que no querían pelear.
Tan solo querían establecerse en paz en algún lugar. No veía por qué Athina no podía ser parte de eso si estaba sola y necesitada en ese momento.
—Somos un pueblo que venimos de otras tierras, apenas nos estamos estableciendo —le explicó, pues no quería que se decepcionara a ver lo pequeño de su intento de establecerse—. Te podremos ofrecer un cobijo sencillo, lamento no poder ofrecer demasiado.
Frederick era un rey, pero no estaba nadando en opulencia. Apenas estaban logrando sacar el reino adelante y establecerse en un lugar totalmente nuevo, sin edificaciones de ciudad previas estaba siendo todo un reto. Apenas se atrevía a llamar a lo que estaban montando villas o poblados.
Sus padres estarían avergonzados de él, pero Frederick quería mantener a la gente del reino a salvo. No mandarlos a la guerra.
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uando lo escuchó asegurar que nada iba pasarle si estaba con él, Athina tuvo que contener una carcajada. Bastante estaba cediendo con tener que acercarse a un humano tanto, pero estaba haciéndolo por un bien mayor. Eso sí, demostró bastante interés cuando mencionó el campamento, porque eso le serviría para sus propósitos.No se imaginaba cómo sería que la llevaran al campamento, estar rodeada de tantos humanos de seguro que resultaría abrumador. Tampoco tenía idea de cómo iban a tratarla, Athina sabía que esa sería la parte más complicada de esta misión encubierta.
—¿Y en tu campamento crees que traten bien a alguien como yo? —preguntó de pronto, sin saber si eso había sonado bastante bien. Carraspeó, quizás su voz sonó demasiado brusca, tal vez debía bajar la voz, para sonar más vulnerable y convincente—. Quiero decir, quizás no sean tan amables con los extranjeros. No podría culparlos, estos tiempos no están para fiarse de nadie. Todos… todos hemos sufrido muchas pérdidas.
Athina dejó la frase en el aire, sin dar muchos detalles pero para sonar un poco dramática, algo que diera a pensar una historia trágica de su repentina aparición en el bosque. Se aferró a las riendas cuando el camino apretó, mientras lo escuchaba hablar del asentamiento.
Decía que no tenían muchos lujos ni excesos, pero para ella todo lo que habían hecho era terrible. Ya habían destruido demasiado al bosque, ¿qué más iban a hacer si querían tener más comodidades? Temía imaginárselo.
—Sólo me importa techo y comida —masculló, de nuevo sin saber si sonaba demasiado hostil, pues tenía poco de referencia—. No necesito mucho, no les daré molestias. Sólo necesito descansar unos días.
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as dudas de Athina eran justificadas. Cuando un pueblo no estaba sobrado de recursos e intentaba reconstruirse no necesariamente se tomaría a bien la llegada de una extraña. Pero estaba bastante confiado de que, llevándola él, la gente la aceptaría. Se acomodó las riendas del caballo mejor en las manos, asegurándose de que sus brazos no tocaran a la chica, no quería incomodarla.
—Mi pueblo es amable—le aseguró.—Te tratarán con justicia. Podrás descansar y después puedes quedarte si así lo quieres, siempre y cuando encuentres una labor para aportar a los demás.
Nadie querría mantener a una extranjera, pero había mucho que hacer, seguro se ganaría la buena voluntad de la gente con trabajo. Aunque, bien pensado, no estaba seguro de que tuviera el aspecto de una persona trabajadora. Sus manos eran finas y hermosas. Se había encontrado en peligro sola en el bosque.
¿Quién era ea misteriosa chica?
Entre más lo pensaba más dudas tenía, pero no se atrevía a expresarlas en voz alta, no quería incomodarla.
—Me encargaré de tu techo y tu comida, no te preocupes —añadió, mientras veía ya aparecer entre los árboles los primeros resquicios de su pueblo—. Ya vas a ver por ti misma que todo estará bien.
Lamentaba pensar que pronto, al llegar con la gente del pueblo, se vería revelada su verdadera identidad y la chica dejaría de verla como un hombre cualquiera que la había socorrido en el camino.
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thina tuvo que contener una carcajada cuando le escuchó decir que su pueblo era amable. ¡Amable! A Athina se le ocurrían muchas palabras para describir a su maldito pueblo, y ninguna de ellas era amable. Pero si quería llegar hasta el final de la misión para la que ella misma se ofreció, no podía decir con libertad sus pensamientos.Tenía que disimular, callar y fingir eterno agradecimiento por el hombre que le había salvado. Incluso dar el supuesto beneficio de la duda a ese pueblo que era tan amable, según él.
—Por muy amables que puedan ser, no es como que yo tenga mucho que ofrecer en este momento —dijo, con voz suave, como si estuviera a punto de llorar. Pensó que esta conversación sería mucho más sencilla si pudiera mirarlo a la cara y fingir una gran tristeza. Pero se sentía cómoda en el lomo de aquel caballo y quizás eso lo ayudaría a pretender con más facilidad—. Perdí a mi familia, vengo de muy lejos y no sé qué va a ser de mí.
Athina estaba procurando ser ambigua, no quería dar demasiados detalles porque temía caer en contradicciones. Su coartada tenía que ser perfecta hasta que pudiera acabar con el rey de ese maldito asentamiento.
—Sólo me hace falta un lugar donde pasar la noche. Techo y comida. Con eso me conformo, luego podré seguir mi camino… —Athina creía que era más fácil si decía que no tenía intenciones de quedarse. Se vería menos sospechoso, mientras tenía su oportunidad para ganarse a la gente. Para poder acercarse a su líder.
Ella llevaba consigo una daga de plata, que había pertenecido a sus antepasados, forjada con el aliento de las primeras ninfas del bosque, que pensaba usar para acabar con el líder de esa maldita plaga de humanos. No descansaría hasta lograr su cometido. Quizás este hombre podría ayudarla lo suficiente, si conseguía que se fiara de ella.
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rederick no quería que la chica se sintiera incómoda o aprensiva de llegar con su pueblo. —Te garantizo que voy a velar porque no te falte nada—le aseguró.—Tendrás techo y comida, y podrás poner tu trabajo a disposición de los demás si es necesario. O yo responderé por ti, después de todo soy yo quien te está llevando.
Ahora, la otra parte de lo que dijo llamó particularmente su atención.
—¿Seguirás tu camino? —preguntó—. ¿Hacia dónde vas? Teníamos la impresión de que no había nada por aquí.
Precisamente la idea de instalarse en esa zona había sido aceptaad porque no parecía haber ningún reino cerca para pelearles el territorio, Frederick no quería llevar a su pueblo a otra guerra. No quería que murieran personas por nada.
Su padre estaría decepcionado de él, pero a pesar de que era bueno con las armas, Frederick odiaba la guerra que lo dejaba todo siempre lleno de muertos. Ya había pasado mucho por eso bajo el reinado de su padre y no estaba dispuesto a causar lo mismo.
No quería las manos manchadas de la sangre de su pueblo.
Así que esperaba no haberse equivocado con el lugar de arrendamiento.
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as palabras del hombre sonaban sinceras y Athina tuvo que regañarse a sí misma por pensar semejante cosa. Los hombres solían presentarse como inocentes, para después destruir todo lo que estaba a su alrededor. Athina también sabía que ni siquiera entre ellos se llevaban bien. Los hombres tenían guerras entre ellos, adoraban matarse los unos a los otros y, de paso, dejando destrucción a su paso. Para ella y los suyos, que convivían en completa armonía, esa situación era impensable. Sin embargo, el hombre que le hablaba parecía genuino con lo que decía. Que iba a tener techo y comida, lo dijo en un tono sincero, a pesar de que parecía que el asentamiento no tenía demasiados recursos. Athina y su familia veían con horror cómo estaban tomando recursos del bosque. Además, sus palabras le confirmaron sus peores miedos: iban a quedarse allí de manera permanente. Eso tan sólo le recordó que tenía que actuar con rapidez.
Tenía que acabar con todos ellos y tenía que empezar con su líder.
Athina sopesó lo que iba a decirle, pues no podía revelar su origen, pero tampoco ponerse en evidencia. Los humanos no tenían la más mínima idea sobre qué sucedía realmente en el bosque, porque no podían ver más allá de sus propias narices.
En el fondo, si no los odiara tanto, Athina les tendría compasión.
—Vivo más allá de los límites del bosque… o, más bien, vivía —se corrigió, procurando hablar con voz triste, como si de verdad lo hubiera perdido todo. Como si no fuera una ninfa dispuesta a hacer todo por recuperar su hogar—. Éramos una aldea muy pequeña, sufrimos una sequía y luego una enfermedad acabó con muchos de nosotros. No me hubiera atrevido a adentrarme al bosque de no ser necesario, ¿no han escuchado lo que se dice?
Athina miró con cuidado las riendas del caballo, esperando encontrar tensión en las manos de su interlocutor en cuanto dijera aquello. Eso era lo que deseaba. Que temieran del bosque, que fueran capaces de salir huyendo aterrados al saber lo que eran capaces de hacerles si seguían asentados en su territorio.
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us palabras lo inquietaron. Si una enfermedad alcanzaba a su pueblo podía ser fatal. Pero la chica parecía estar saludable, no creía que la llevara con ella. —¿Qué estabas buscando en el bosque?—preguntó.—¿Qué es lo que dicen?
Por supuesto que no habían escuchado nada, no hablaron con nadie del lugar al establecerse porque precisamente parecía un lugar vacío, donde no se encontrarían con nadie. Así que no tenía idea de si habría algo que saber.
—¿Dicen que hay algo malo en el bosque? —preguntó—.
No estaría de más investigar lo antes posible lo que fuera que iba a decirle. Era de total incunbencia para su pueblo dado que se estaban estableciendo allí.
Había lores que no estaban de acuerdo con la ubicación, seguro que harían fiesta si algo salía mal echándoselo en cara por haber insistido en esta posición. Tal vez debía haber investigado mejor, pero los exploradores habían dicho que el bosque era seguro.
No tenía por qué dudar de ellos, pero tal vez no habían identificado algo que les era totalmente ajeno. No podía culparlos si era así.
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thina empezaba a preguntarse si ella misma con su imaginación bastaría para que los recién llegados empezaran a temer al bosque lo suficiente para replantearse su estadía aquí. Quizás ni siquiera haría falta que ella y su familia utilizaran tanta magia para ahuyentarlos. Tal vez lo que hacía falta era una pizca de miedo. Podía darse cuenta lo que sus palabras habían afectado al hombre que la había socorrido.Por el tono de voz, se daba cuenta que estaba preocupado. Quizás podría convencer a su líder de que era mala idea asentarse aquí. Tal vez ni siquiera hacía falta que asesinaran a nadie. Athina no tenía problemas en hacerlo, estaba lista para poner su vida en peligro a cambio de salvar al bosque, pero si se iban rápido y sin resistirse, sería mucho mejor.
—Estaba buscando refugio, aunque, muy infantilmente, estaba buscando una fuente mágica. En mi familia decían que era capaz de conceder cualquier deseo —Athina estaba revelando aquello que tenía una pizca de verdad.
Sí que había una fuente de agua de donde manaban ciertos poderes, pero no podían afectar a los humanos, a menos que las ninfas así lo desearan. El problema era que se trataban de poderes curativos, no podían dañar realmente a nadie. Algunas de sus hermanas estaban dispuestas a torcer la magia que manaba de la fuente para usarla como un arma, pero Athina estuvo en desacuerdo. Esa magia era ancestral y pura, no debía dañarse por culpa de los mortales.
—Hay muchas historias sobre el bosque, que está lleno de espíritus que harán cualquier cosa por protegerlo. ¿De donde vienes no creen en el poder que hay en la naturaleza? —le preguntó, por sacar información y también por un poco de curiosidad. Athina no tenía idea de qué creían los humanas, si sólo creían en dioses parecidos a ellos.
Ella estaba convencida de que no podían creer en la simpleza que había a su alrededor, en el verdadero poder que había alrededor en la naturaleza.
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rederick no había aprendido a creer en magia o supersticiones. su padre creía que un rey que creía en esas cosas no hacía más que exponer a su reino a riesgos. Así que en efecto, le sonaba ilógico e infantil que la mujer se adentrara al bosque buscando una ayuda mágica. Si él como rey hiciera eso expondría a su pueblo a otras cosas.
Ahora, que el bosque tuviera espíritus también sonaba difícil de creer... pero sí podía creer que tenía animales desconocidos, y secretos por descubrir que podrían costarles la vida si no se movían con cuidado por él.
—El poder de la naturaleza es causar desastres—comentó.—No creo que necesite mucho más
De hecho, si el río se contaminara o se desbordara inundando su asentamiento tendrían que empezar de cero en otro lado... pero no pensaría que fuera neceisario un espíritu dle bosque para que eso funcionara.
—No creemos en la magia como algo sobre natural —añadió, pensando que no era una pregunta solo para él. —No creemos en la magia de ese tipo..
O en ninguna otra. Nunca habían tenido mago real u oficial, como otros reinos.
—En el poco tiempo que llevamos acá no he visto nada que me haga pensar que haya magia en el bosque —añadió.
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thina casi se dejó caer del caballo cuando lo escuchó hablar así de la naturaleza. ¿Cómo se atrevía a hablar así? Tuvo ganas de demostrarle todo lo mágico que podía ser el bosque. Que ella, toda ella, era magia que brotaba desde lo más fondo de su ser. Pero si hacía eso todo su plan se echaría a perder, así que tuvo que aguantar las ganas que tenía de ponerlo en su lugar. Tal y como había pensado, todos los humanos eran iguales. Todos pensaban que la naturaleza les pertenecía y que podían tomar lo que quisieran de ella. Athina y sus hermanas le darían una lección a él y a todo su pueblo.
—La naturaleza también es capaz de dar vida y de sostener a las personas que saben darle un cuidado adecuado —dijo, con voz muy suave, como si en realidad no estaba enfadada por todo lo que estaba insinuando—. En mi pueblo creíamos que convivir en equilibrio con la naturaleza nos garantizaba una larga vida.
Athina creía cada palabra de lo que estaba diciendo, aunque sabía que para él no significaría nada. De hecho, seguro pensaría que estaba loca. Athina no creía que los humanos pudieran entender lo que era estar en equilibrio con la naturaleza.
Por eso tenía que acabar con todos ellos.
—Sí hay magia en el bosque —volvió a decir con voz muy seria—. Quizás, si te permites creer un poco, podría enseñarte. Es lo mínimo que puedo hacer si me das techo y comida, quizás así puedas ver el bosque desde otra manera.
No estaba segura por qué había dicho eso. Esa propuesta la dejaba en una situación muy comprometida. Pero, ¿por qué no? Quizás si los convencía de que sí había magia, de que el bosque podía tomar venganza contra ellos. Si conseguía echarlos de allí con sustos, tal vez ni siquiera tendría que arriesgar a sus hermanas a un enfrentamiento. Podía valorarlo como una alternativa.
—¿Nos falta mucho? —preguntó por curiosidad.
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rederick había escuchado antes ese tipo de discurso sobre la naturaleza, pero cuidar los bosques era más fácil cuando no había que construir casas y estructuras para todo un pueblo. ¿Cómo se suponía que lo hicieran si no era así?Ahora, lo de la magia en el bosque le parecía curioso. Se preguntaba si habría muchas supersticiones al respecto y si se iban a esparcir por su pueblo también...
—No tengo mucha relación con la magia—respondió a su ofrecimiento.—Pero me gustaría escuchar lo que tienes que decir.
Levantó la mirada hacia el horizonte al escuchar su pregunta.
—Estamos por llegar —respondió. —Si te fijas a lo lejos se ven ya los techos de algunas casas.
Estaban avanzando despacio. No era fácil construir viviendas para todo el mundo... él mismo no tenía realmente un palacio ni nada similar, solo una casa más grande que las otras. Su padre estaría tan decepcionado de lo que había pasado con su pueblo....
Del tipo de rey que era.
Un rey de un pueblo acabado, sin riquezas, sin palacio...
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oda la valentía que tuvo Athina minutos antes, pareció diluirse cuando el hombre le dijo que ya estaban llegando al campamento. Porque una cosa era lidiar con un humano a la vez y otra muy diferente estar cerca de tantos a la vez. Athina contuvo la respiración, recordándose a sí misma que todo estaba bien, que ella podría lograrlo y que no había nada que pudiera detenerla en sus propósitos. Ni siquiera pudo decirle que estaba dispuesta a mostrarle que en el bosque había más magia de la que él estaba dispuesto a comprender, porque, efectivamente, empezaron a verse las tiendas de campaña improvisadas y también la luz que desprendían las hogueras. Athina frunció el ceño porque el hecho de ver fuego, así fuera controlado, alrededor de su precioso bosque, era más de lo que podía soportar. El fuego era destructivo y los humanos eran muy irresponsables.
—¿Estás seguro que… seré bien recibida? —Athina se sorprendió al escuchar su propia voz. La desolación e incomodidad que sentía no eran fingidas. Tuvo que repetirse a sí misma que era valiente, que en sus venas corría la sangre de una dinastía de ninfas que habían venido antes que ella y que pretendía prolongar en el tiempo.
Athina se quedó muy quieta cuando el caballo por fin se detuvo. Apretó los labios al darse cuenta que las pocas personas que estaban en la periferia del campamento se fijaron en ambos recién llegados.
“Puedes hacer esto, Athina” se repitió una y otra vez, mientras sostenía con fuerzas las riendas del caballo.
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onrió cuando vio acercarse a varias personas al verlo llegar. Su escudero fue uno de los primeros al estar a su lado, así como el encargado del cuidado de sus caballos. Notó cómo las miradas de todos examinaban con curiosidad a Athina. Esperaba que nadie la asustara. Bajó y la ayudó a bajar de su caballo. Era una mujer de figura grácil y que se movía con agilidad. Se preguntó cuánto tiempo habría estado en el bosque.
Saludó con un asentimiento de cabeza, y les hizo señas a todos de que no era necesario que se inclinaran ante él. Athina no parecía comprender lo que estaba sucediendo.
—Ella es Athina—la presentó.—La encontré en el bosque. Necesita refugio: ropa limpia y comida.
Ante sus palabras, todos pusieron atención. Una mujer mayor se acercó presurosa. Era una de las mujeres que trabajaba en su casa y se aseguraba de tenerlo todo a punto.
—Puedo hacerme cargo de ella, mi rey, le buscaré unos aposentos adecuados —propuso.
Frederick sonrió. Athina estaría en buenas manos y no podría dudar de la amabilidad de su pueblo después de dejarloa en sus manos.
Se dirigió hacia la chica entonces.
—Puedes ir con ella, se llama Elia, y te dará todo lo que necesites—le aseguró.—Cuando te hayas acomodado, pídele que te lleve a verme. Como te dije, aquí serías bienvenida.
Le sonrió ampliamente y con un gesto la invitó a acercarse.
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a verdad era que el campamento que habían hecho los humanos distaba mucho de ser ostentoso. Eran unas tiendas de campaña bastante tristes y apenas un par de asentamientos de madera que, estaba segura, se convertirían poco a poco en cabañas para los más favorecidos. Sin embargo, Athina no podía sentir lástima por unos mortales que habían venido a destruirlo todo. Tan sólo necesitaba quedarse allí lo suficiente para acercarse a su líder. Esperaba que, habiendo ganado la confianza de Frederick, eso fuera más sencillo. Por lo que pudo darse cuenta, la gente le tenía respeto, quizás tenía allí un rango mayor la que ella había imaginado. Pero las conclusiones llegaron más rápido de lo que Athina pidió, pues cuando Frederick bajó del caballo escuchó cómo alguien se dirigía a él con pleitesía y lo llamaba "mi rey".
Se quedó paralizada, sin saber qué hacer, pues estaba procesando que la persona a quien había deseado todos los males, a quien tenía planeado asesinar, estuvo con ella todo este tiempo. Athina pudo haberlo emboscado en el bosque y enterrarle un cuchillo, hacerlo parecer un asesinato entre hombres y así obligar al resto del campamento a huir de allí.
Pero ahora toda posibilidad de sorpresa se había esfumado.
—¿Rey? —balbuceó Athina, acercándose e ignorando por completo a la mujer que él pretendía que la ayudara. Athina no necesitaba ayuda, lo que quería era golpearlo, recoger una piedra del piso y asestársela en la cabeza. Además de destruir los bosques y de no creer en la magia que había en ese lugar tan antiguo, él le había mentido—. No me dijiste que eras… ¿O sea que tú eres quien está a cargo de todo este campamento? ¿Por qué no me lo dijiste?
Athina no sabía si estaba sonando como una completa insolente, si quizás debía de interpretar mejor su papel de chica asustada. Se imaginaba que la mujer que estaba allí, Elia, la estaba mirando asombrada por su insolencia.
Pero, si de por sí Athina detestaba a los humanos, detestaba igual las mentiras. En su pueblo no había mentiras, siempre eran honestos las unas con las otras. Las ninfas eran sinceras y eran los humanos los que engañaban. Frederick le mintió, eso sólo comprobaba sus sospechas. Los humanos no valían la pena.
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ejó que su escudero se llevara el caballo y se quitó los guantes de montar. Le sonrió a Athina, pero pronto notó que ella parecía molesta de que no le hubiera dicho que era el rey. —Lo lamento—se apresuró a disculparse.—La conversación no llevó al tema, y la noté tan inquieta que preferí intentar calmarla. PEro como ve, no tiene que temer cómo será recibida.
Si bien Frederick sabía que había personas en el pueblo que no terminaban de confiar en un rey que no quería ir a la guerra y los había llevado a buscar nuevos terrenos, sabía que contaba con la fidelidad de la mayoría.
Notó que algunas de las personas miraban a Athina con desconfianza, al escuchar su tono. No era la forma de hablarle a un rey, pero ella no parecía alguien acostumbrado a la corte.
Se dirigió a los demás, alzando la voz para asegurarse de ser escuchado.
—Athina necesita nuestro apoyo y ayuda. Considérenla mi invitada en nuestro pueblo—pidió con tono cortés.—En este mundo tenemos que apoyarnos entre quienes lo necesitamos. Ella nos puede enseñar mucho del bosque..
Volvió a sonreírle a ella, sin terminar de comprender por qué estaba molesta de que no le hubiera dicho que era el rey.
—Vamos, señorita, querrá lavarse, cambiarse y comer —le insistió la mujer que se había ofrecido a ayudarle.
Se acercó a ella y le indicó en qué dirección quería que la acompañara. Frederick se fiaba de ella, estaría en buenas manos.
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thina estaba furiosa. Se sentía humillada y engañada, no se podía creer que un simple humano le hubiera resultado tan sencillo engañarla. Quizás esta situación era para recordarle de que no podía fiarse realmente de nadie. Todos los humanos eran justo como los había imaginado: mentirosos y embusteros, harían cualquier cosa con tal de manipular y engañar. Sin embargo, Frederick parecía interesado en obtener su perdón, así que Athina no podía hacer una escena. Tenía que recordar que debía verse como una niña desvalida que necesitaba refugio. Si ahora mismo lo trataba como se merecía, estaría echando todo a perder. Así que, en lugar de mostrarse enfadada, desvió la mirada, como si estuviera ruborizándose avergonzada por lo que acababa de suceder.
—Si eres un Rey, tenías todavía menos razones para ayudarme. No estoy… no estoy acostumbrada que la nobleza se comporte de esa manera —en realidad, si lo pensaba con detenimiento, ni siquiera estaba mintiendo del todo. Se suponía que la nobleza estaba por encima de los demás humanos, que había una jerarquía parecida a la de las ninfas.
Así que, suponía que si había ocultado su identidad, quizás Frederick era más desconfiado de lo que parecía. No sabía si eso era bueno o malo, pero ella tendría que torcer las cosas a su favor, fuera como fuera.
Miró entonces a la chica, intentando recordar su nombre. ¿Elia? Parecía incómoda, suponía que para ella tenía que ser un insulto que alguien tratara a su rey con tanta familiaridad. Athina volvió a molestarse, pues ella no tenía idea, ¿cómo iba a tratarlo con deferencia si no sabía?
Sin embargo, el único camino era comportarse muy sumisa. Si quería que el plan saliera bien, tenía que ser sigilosa.
—Gracias, Elia… —dijo, pronunciando su nombre despacio. Athina miró a Frederick por última vez, por encima del hombro, hablando en voz clara para que él la escuchara—. Tienes un rey muy generoso, tienes mucha suerte.
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o había previsto que Athina se enojara tanto por no haberle dicho que era el rey. No había querido intimidarla ni hacerla sentir incómoda por ir cabalgando con un rey. La verdad era que la gente solía actuar distinto con él cuando se enteraban que era un rey, y no podía culparlos. —No eres la primera que me dice que no me porto como un rey—replicó torciendo el gesto. Seguro que había súbditos en ese campamento que pensaban así.—Pero creo que un rey está para servir a su pueblo. Me alegra haber podido serle de ayuda, Athina. Déjenos ayudarla más.
Le hizo un gesto agradecido a Elia, quien parecía más que dispuesta a cumplir sus instrucciones y ayudar a la chica.
Él, por su parte, debía ocuparse del pueblo. Seguro que sus consejeros tendrían dudas y preguntas sobre eso de refugiar a personas de otros pueblos a quien no conocían bien. Además, siempre tenían discusiones sobre una u otra cosa, que él siempre tenía que enfrentar.
—Espero verte de nuevo pronto, Athina—murmuró.
Le intrigaba la chica. No parecía estar acostumbrada a la nobleza, ni a sus costumbres. ¿De qué tipo de pueblo vendría? Ojalá pudiera hablar largo y tendido con ella, ahora que sabía quién era él. Eso si llegaba a perdonarlo y querer hablarle de nuevo.
Sonrió para sí mientras la vio alejarse con Elia. Estaba en buenas manos. Estaba seguro que todo se arreglaría cuando le pasara la sorpresa y la impresión.
Decidió no pensar más en ello y hablar con su escudero mientras regresaba al salón de mando donde seguro lo esperaban sus consejeros.
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