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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
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We are blooming (+18) CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002 |
Rio traviesa y dijo. — Nunca se es demasiado listo entre Ravenclaws. — Era difícil seguirle el jueguito dialéctico a Marcus porque no quería dejar de besarle y porque sus caricias le arrancaban suspiros de garganta. Rio un poco ante sus quejas y, cuando se separó para tomar aire dijo. — No se te dan nada mal los otros, me parece a mí. — Y se rio con él cuando dijo que todo estaba controlado. — Marcus, estás con Alice Gallia. Sabes que SIEMPRE puede irse la cosa de las manos. — Pero se distrajo con aquel beso que la hizo jadear y cerrar los ojos, deteniendo sus juegos y su discurso durante un momento, solo para disfrutar de aquello. — Solo un poquito más, mi amor. —
Se separó de él y tiró de sus manos hasta el frente de la chimenea, poniéndose de rodillas en la alfombra. — Aquella noche en la Sala de los Menesteres, cuando me dijiste que no te ibas a ir, que querías seguir… Cuando empezamos a quitarnos toda la ropa y pude por fin verte desnudo… Sentí que había aprendido a ver diferente, a sentir diferente. — Pasó las manos por ambos lados de su cara con cariño. — Nunca olvidaré ese momento, mi amor, estaba muerta de miedo, porque no sabía cómo lo verías tú, cómo me verías a mí… — Sonrió con ternura. — Hemos tenido tantas primeras veces, que nos han enseñado a ver el mundo de una forma distinta, que sentía que nuestra primera vez aquí, en Irlanda, no podía ser llegando borrachos de un pub… Que ya tendremos de esas visto lo visto… — Rieron y ella empezó a quitarse la ropa interior, hasta quedarse completamente desnuda. — Quería que… La primera vez que me veas así, aquí… Sea… Como empezar a ver de nuevo. — Y se inclinó para quitarle la venda de los ojos, quedándose mirándole. — Eres lo más increíble que voy a ver nunca. Esta y cada una de las veces que te vea, así, como estamos ahora… Con el fuego de fondo, sabiendo que te deseo y me deseas… — Se inclinó y le besó con ternura, bajando las manos por su torso. — Nos salió rematadamente bien desde la primera vez… Cada caricias… — Enumeró, bajando la mano de nuevo. — Cada beso… — Rozó su nariz con la suya. — Y a la vez hemos aprendido tanto… — Volvió a besarle. — Te amo, Marcus. —
Se separó de él y tiró de sus manos hasta el frente de la chimenea, poniéndose de rodillas en la alfombra. — Aquella noche en la Sala de los Menesteres, cuando me dijiste que no te ibas a ir, que querías seguir… Cuando empezamos a quitarnos toda la ropa y pude por fin verte desnudo… Sentí que había aprendido a ver diferente, a sentir diferente. — Pasó las manos por ambos lados de su cara con cariño. — Nunca olvidaré ese momento, mi amor, estaba muerta de miedo, porque no sabía cómo lo verías tú, cómo me verías a mí… — Sonrió con ternura. — Hemos tenido tantas primeras veces, que nos han enseñado a ver el mundo de una forma distinta, que sentía que nuestra primera vez aquí, en Irlanda, no podía ser llegando borrachos de un pub… Que ya tendremos de esas visto lo visto… — Rieron y ella empezó a quitarse la ropa interior, hasta quedarse completamente desnuda. — Quería que… La primera vez que me veas así, aquí… Sea… Como empezar a ver de nuevo. — Y se inclinó para quitarle la venda de los ojos, quedándose mirándole. — Eres lo más increíble que voy a ver nunca. Esta y cada una de las veces que te vea, así, como estamos ahora… Con el fuego de fondo, sabiendo que te deseo y me deseas… — Se inclinó y le besó con ternura, bajando las manos por su torso. — Nos salió rematadamente bien desde la primera vez… Cada caricias… — Enumeró, bajando la mano de nuevo. — Cada beso… — Rozó su nariz con la suya. — Y a la vez hemos aprendido tanto… — Volvió a besarle. — Te amo, Marcus. —
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We are blooming (+18) Con Alice | En Irlanda | 5 de noviembre de 2002 |
En cuanto tiró de él, ladeó de nuevo la sonrisa, dejándose guiar e intuyendo el camino que iban a recorrer. Esos recuerdos, esos momentos, la chimenea... iban a evocar su primera vez, y eso le encantaba, más aún con el jueguecito de que le llevara con los ojos vendados. Se arrodilló con ella, escuchando sus palabras, sintiendo el corazón latir a más velocidad, dejando escapar un suspiro mudo entre los labios. - Te veía preciosa. Como te sigo viendo. Como te veo desde el primer día que te conocí. - Dijo desde el corazón. Rio levemente. - Y yo también estaba atacado. - Se mojó los labios. - Pero tú lo haces todo tan fácil... - Eso era una verdad como Hogwarts de grande. Se sentía nervioso, inseguro, asustado... pero Alice lo había hecho todo tan natural y sencillo, que lo recuerda como una de las mejores experiencias de su vida, cuando, teniendo en cuenta su inexperiencia y su inseguridad, y su tendencia a rayarse, podría haber sido un completo desastre.
Siguió atendiendo con amor a su discurso, como si la pudiera ver a pesar de la venda, pero tuvo que soltar una risa espontánea a lo del pub. - Y seguro que no desmerecen. - Ladeó varias veces la cabeza. - Trataremos de disimular para que ninguno de mis primos nos persiga hasta la ventana. - Miedo le daba. Y entonces, después de esa frase, le quitó la venda, y podría haberse caído redondo de espaldas. - Vas a acabar conmigo. - Suspiró, con una sonrisa y un suspiro, espontáneamente. La miró entregado, devolviendo ese beso tierno, sintiendo que el pecho le iba a estallar. - Nos salió muy bien. - Rio levemente, casi en un suspiro mudo. - Todo contigo está bien. Siempre. - La miró a los ojos. - Y yo a ti. No sabes cuánto te amo, Alice. - Acarició su mejilla y volvió a besarla, lentamente, con ternura. - Nuestro inicio... nuestros orígenes... - La besó de nuevo. - Nos quedan muchas primeras veces... Y todas van a ser perfectas. - El siguiente beso fue más intenso, más deseoso, pero sin perder la ternura ni el amor que le desbordaba. Poco a poco se inclinó sobre ella, tumbándose, junto al calor de la chimenea. - Te quiero. - Susurró de nuevo sobre sus labios, rozándolos con su lengua. - Espero que no quedaran más retos... Yo ya no puedo pensar, Gallia. Solo quiero sentirte. -
Siguió atendiendo con amor a su discurso, como si la pudiera ver a pesar de la venda, pero tuvo que soltar una risa espontánea a lo del pub. - Y seguro que no desmerecen. - Ladeó varias veces la cabeza. - Trataremos de disimular para que ninguno de mis primos nos persiga hasta la ventana. - Miedo le daba. Y entonces, después de esa frase, le quitó la venda, y podría haberse caído redondo de espaldas. - Vas a acabar conmigo. - Suspiró, con una sonrisa y un suspiro, espontáneamente. La miró entregado, devolviendo ese beso tierno, sintiendo que el pecho le iba a estallar. - Nos salió muy bien. - Rio levemente, casi en un suspiro mudo. - Todo contigo está bien. Siempre. - La miró a los ojos. - Y yo a ti. No sabes cuánto te amo, Alice. - Acarició su mejilla y volvió a besarla, lentamente, con ternura. - Nuestro inicio... nuestros orígenes... - La besó de nuevo. - Nos quedan muchas primeras veces... Y todas van a ser perfectas. - El siguiente beso fue más intenso, más deseoso, pero sin perder la ternura ni el amor que le desbordaba. Poco a poco se inclinó sobre ella, tumbándose, junto al calor de la chimenea. - Te quiero. - Susurró de nuevo sobre sus labios, rozándolos con su lengua. - Espero que no quedaran más retos... Yo ya no puedo pensar, Gallia. Solo quiero sentirte. -
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Le sonrió con dulzura y volvió a acariciarle con el dorso de la mano. — No había forma de que no fuera fácil. Somos una transmutación… Todo fluye. — Se dejó caer un poco sobre él, centrada solo en los besos y caricias, aunque supiera lo que se venía, quería disfrutar de solo eso, de los roces, de los besos cortitos y juguetones, de notar las pieles encontrándose. — No hay nada que se compare a cuando estamos así... A lo que nos hacemos sentir. Y lo supimos desde aquella noche de San Lorenzo. Algo pasó allí, que lo cambió todo, y nuestros labios y nuestras pieles ya no lo podían olvidar. —
Se tuvo que reír ligeramente cuando dijo lo de los primos. — Ya vamos a estar investigando cómo cegar ventanas. — Y se dejó tumbar junto a la chimenea, mientras reía y admiraba a su novio, escuchando sus preciosas palabras, repasando sus silueta con las manos a la luz del fuego, mordiéndose el labio en anticipación. — No quedan más acertijos. — Confirmó con una sonrisita satisfecha. — Pero quiero tocarte… — Bajó la mano de nuevo para acariciarle. — Quiero ver tu cara mientras te doy placer… Porque me encanta. — Se incorporó levemente para besarle sin dejar de acariciarle, cada vez con más intensidad, agarrándose con su mano libre a su nuca y sin dejar de enredarse con su lengua. — Marcus… — Susurró a su oído. — Tócame tú a mí… — Se aferró más fuerte a los rizos de su novio. — Sé que te gusta verme. — Y ella no paraba, quería alargar esos momentos, volver loco a Marcus que aquella primera vez que tanto estaban evocando les hiciera sentir la vida fluyendo por sus venas y dándoles otra noche eterna junto al fuego.
Se tuvo que reír ligeramente cuando dijo lo de los primos. — Ya vamos a estar investigando cómo cegar ventanas. — Y se dejó tumbar junto a la chimenea, mientras reía y admiraba a su novio, escuchando sus preciosas palabras, repasando sus silueta con las manos a la luz del fuego, mordiéndose el labio en anticipación. — No quedan más acertijos. — Confirmó con una sonrisita satisfecha. — Pero quiero tocarte… — Bajó la mano de nuevo para acariciarle. — Quiero ver tu cara mientras te doy placer… Porque me encanta. — Se incorporó levemente para besarle sin dejar de acariciarle, cada vez con más intensidad, agarrándose con su mano libre a su nuca y sin dejar de enredarse con su lengua. — Marcus… — Susurró a su oído. — Tócame tú a mí… — Se aferró más fuerte a los rizos de su novio. — Sé que te gusta verme. — Y ella no paraba, quería alargar esos momentos, volver loco a Marcus que aquella primera vez que tanto estaban evocando les hiciera sentir la vida fluyendo por sus venas y dándoles otra noche eterna junto al fuego.
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We are blooming (+18) Con Alice | En Irlanda | 5 de noviembre de 2002 |
- La mejor de las transmutaciones. - Susurró, meloso, rozando su nariz con la de ella y deseoso de seguir en sus labios. La miró a los ojos. - Serían las perseidas. - Sonrió, mirándola con amor. - Parece que aún puedo verte intentando alcanzar las estrellas... Es una imagen que no voy a olvidar jamás en mi vida. - Acarició su mejilla. - Mi corazón ya era tuyo entonces. Pero sí... desde aquel día... solo podía pensar en tocarte, en besarte. - Descendieron una cuesta abajo aquel día que ya no se podía ni se quería parar.
Rio levemente. - Me alegro. - No más acertijos, que le encantaban, pero los prefería en otros momentos, porque no era el más lúcido del mundo en esos. Menos aún si Alice le acariciaba de esa forma, y le pedía que hiciera lo mismo. - Me encanta. - Confirmó en un susurro, obedeciendo su petición. - Todas tus visiones me encantan... Alice Gallia hablando de alquimia... - Hablaba y la acariciaba con suavidad al mismo tiempo, mezclando su aliento con el de ella. - Alice Gallia intentando alcanzar las estrellas... Alice Gallia iluminada por la luz de la chimenea... Alice Gallia desnuda, bajo mi cuerpo... sintiendo placer... - Atacó sus labios, intensificando las caricias que sus dedos dejaban en ella. - Nunca... jamás... por muy buen alquimista que llegue a ser... que lo seré. - Bromeó, aun entre jadeos. - Voy a poder crear una transmutación... que te supere. De ninguna manera. Eres perfecta. - Volvió a besarla y añadió. - Y eres mía. Como yo soy tuyo. -
Rio levemente. - Me alegro. - No más acertijos, que le encantaban, pero los prefería en otros momentos, porque no era el más lúcido del mundo en esos. Menos aún si Alice le acariciaba de esa forma, y le pedía que hiciera lo mismo. - Me encanta. - Confirmó en un susurro, obedeciendo su petición. - Todas tus visiones me encantan... Alice Gallia hablando de alquimia... - Hablaba y la acariciaba con suavidad al mismo tiempo, mezclando su aliento con el de ella. - Alice Gallia intentando alcanzar las estrellas... Alice Gallia iluminada por la luz de la chimenea... Alice Gallia desnuda, bajo mi cuerpo... sintiendo placer... - Atacó sus labios, intensificando las caricias que sus dedos dejaban en ella. - Nunca... jamás... por muy buen alquimista que llegue a ser... que lo seré. - Bromeó, aun entre jadeos. - Voy a poder crear una transmutación... que te supere. De ninguna manera. Eres perfecta. - Volvió a besarla y añadió. - Y eres mía. Como yo soy tuyo. -
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We are blooming (+18) CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002 |
Incluso en momentos así, cuando claramente su cuerpo no estaba para poesías y dulzuras, su corazón parecía que iba a estallar de amor al oír a Marcus decir aquellas cosas. Y es que con él sentía que podía alcanzar las estrellas y lo que hiciera falta. Y ya si estaban en ese estado… Más todavía, ahora mismo podría alcanzar lo que quisiera, aunque tenía una cosa muy clara en mente, claro.
Nada más sentir las caricias de Marcus cerró los ojos y buscó aire con ansia, porque era tal la necesidad que había tenido de él que era sentir el más mínimo tacto y empezar a ver las estrellas. Estaban en un frágil equilibrio, muertos de calor, con todo el frío que habían pasado, el uno en manos del otro, y Marcus ganándole la partida, como acababa pasando siempre. Porque mientras él recitaba todas esas cosas, su agitada respiración se convirtió en gemidos, y acabó por dejarse caer en la alfombra del todo, agarrándose con fuerza al antebrazo de Marcus por tal de canalizar lo que le estaba haciendo sentir.
Menos mal que tuvo que concentrarse en las palabras de su novio y se distrajo un poco de lo otro, porque se le estaba poniendo la situación demasiado intensa. — Lo serás. — Dijo en un tono casi más de reto que de seguridad, pero es que claro, era lo que le salía en aquella dinámica. Recibió el beso entre jadeos y aprovechó para atraparle entre sus piernas. — No soy yo. — Respondió entre jadeos, mientras cogía sus manos para ponerle sobre ella. — Para la transmutación hacemos falta los dos. — Dijo mirándole con una ceja alzada. — Una disolución de verdad… — Y le dirigió para que entrara en ella, teniendo que contener la respiración. — Quiero mirarte a los ojos. — Le dijo, bajándole la barbilla para que la mirara. — La primera vez estaba tan nerviosa en este momento que no te miré, estaba temblando. — Con la otra mano acarició su mejilla sin dejar de mirarle, con los rostros muy juntos. — Qué bien que ya no nos dé miedo hacernos disfrutar así. — Y de hecho, ahí estaba ya él y Alice volviendo a perder la noción de sí misma.
Nada más sentir las caricias de Marcus cerró los ojos y buscó aire con ansia, porque era tal la necesidad que había tenido de él que era sentir el más mínimo tacto y empezar a ver las estrellas. Estaban en un frágil equilibrio, muertos de calor, con todo el frío que habían pasado, el uno en manos del otro, y Marcus ganándole la partida, como acababa pasando siempre. Porque mientras él recitaba todas esas cosas, su agitada respiración se convirtió en gemidos, y acabó por dejarse caer en la alfombra del todo, agarrándose con fuerza al antebrazo de Marcus por tal de canalizar lo que le estaba haciendo sentir.
Menos mal que tuvo que concentrarse en las palabras de su novio y se distrajo un poco de lo otro, porque se le estaba poniendo la situación demasiado intensa. — Lo serás. — Dijo en un tono casi más de reto que de seguridad, pero es que claro, era lo que le salía en aquella dinámica. Recibió el beso entre jadeos y aprovechó para atraparle entre sus piernas. — No soy yo. — Respondió entre jadeos, mientras cogía sus manos para ponerle sobre ella. — Para la transmutación hacemos falta los dos. — Dijo mirándole con una ceja alzada. — Una disolución de verdad… — Y le dirigió para que entrara en ella, teniendo que contener la respiración. — Quiero mirarte a los ojos. — Le dijo, bajándole la barbilla para que la mirara. — La primera vez estaba tan nerviosa en este momento que no te miré, estaba temblando. — Con la otra mano acarició su mejilla sin dejar de mirarle, con los rostros muy juntos. — Qué bien que ya no nos dé miedo hacernos disfrutar así. — Y de hecho, ahí estaba ya él y Alice volviendo a perder la noción de sí misma.
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Sonrió, deseoso, con la mirada en sus labios, viéndola hablar y sintiendo cada palabra. - Nadie me hace sentir tan poderoso como tú. - Aseguró, enfocando ahora sus ojos. Alice alimentaba sus delirios de grandeza más que nadie. Al símil alquímico ya no atinó a contestar, porque se sintió entrando en ella y cómo todo su cuerpo temblaba, y el aire salía entre sus labios como si lo llevara horas conteniendo. Pudo, sin embargo, abrir los ojos para mirarla y sonreír. - Mírame. - Se acercó a su rostro y susurró. - Yo puedo verte... aun con los ojos vendados... Siempre puedo verte. - Y la besó con deleite, moviéndose sobre su cuerpo, sintiendo como de él emergía mucho más calor que el que pudiera darle cualquier chimenea.
Rio levemente y con la respiración entrecortada. - Nada de miedo. - La miró con ternura, a pesar de la intensidad del momento. - ¿Tú temblabas? Yo sentía que me moría. - Rio de nuevo, y volvió a besarla, deteniéndose en sus labios, rozando su cuerpo, disfrutando de aquello, antes de hablar de nuevo. - Me haces sentir poderoso... y, a la vez, nadie me hace temblar como tú. Eres todo mi mundo, Alice. - Y ya no podía hablar mucho más, solo sentirla, solo continuar aquel encuentro que, una vez más, firmaría porque fuera eterno.
Se separó de ella lo justo para cambiar de postura, sentándose en la alfombra para permitir que pudiera ponerse sobre él. Acarició su pelo. - Cómo no voy a verte... por más que me vendes los ojos... Esta es la mejor imagen del mundo. - Volvió a entrar en ella, besando todo su cuerpo, que en esa posición privilegiada le daba muchas opciones. El calor de su propio cuerpo, el de Alice y el de la chimenea le tenían ardiendo, pero se aferró a su espalda, acariciando su piel. - Si este es nuestro origen... que sea también nuestro fin... un círculo eterno... un Todo. -
Rio levemente y con la respiración entrecortada. - Nada de miedo. - La miró con ternura, a pesar de la intensidad del momento. - ¿Tú temblabas? Yo sentía que me moría. - Rio de nuevo, y volvió a besarla, deteniéndose en sus labios, rozando su cuerpo, disfrutando de aquello, antes de hablar de nuevo. - Me haces sentir poderoso... y, a la vez, nadie me hace temblar como tú. Eres todo mi mundo, Alice. - Y ya no podía hablar mucho más, solo sentirla, solo continuar aquel encuentro que, una vez más, firmaría porque fuera eterno.
Se separó de ella lo justo para cambiar de postura, sentándose en la alfombra para permitir que pudiera ponerse sobre él. Acarició su pelo. - Cómo no voy a verte... por más que me vendes los ojos... Esta es la mejor imagen del mundo. - Volvió a entrar en ella, besando todo su cuerpo, que en esa posición privilegiada le daba muchas opciones. El calor de su propio cuerpo, el de Alice y el de la chimenea le tenían ardiendo, pero se aferró a su espalda, acariciando su piel. - Si este es nuestro origen... que sea también nuestro fin... un círculo eterno... un Todo. -
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We are blooming (+18) CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002 |
Si Marcus hablaba en aquellos momentos, solo la encendía más, por el tono que adquiría su voz. Pero si encima hablaba de poder, eso era afrodisíaco sobre sus labios directamente. Rio entre gemidos, forzando la sonrisa porque realmente todo su cuerpo se retorcía de placer y tomaba las riendas, pero quería sonreír a aquello, a que ya no tenían miedo, a que sabían disfrutarse, a temblar juntos, a vivir en ese mundo aparte.
Se dejó disfrutar del placer, de los movimientos de Marcus sobre ella y, antes de que se diera cuenta, estaba encima de él, lo cual le hizo poner media sonrisa, aunque estaba disfrutando tanto que no pudo ni hablar, solo seguir por instinto. Cuando él empezó a besar su piel y áreas mucho más disponibles para sus labios en esa postura, volvió a apretar sus rizos y sus gemidos se volvieron más agudos. — Marcus… — Advirtió. Bajó la mirada para buscarle cuando dijo que ese sería su círculo y puso una sonrisilla traviesa. — ¿Quiere decir… Que esto será eterno? — Se movió más aún sobre él. — Que tú y yo somos ese círculo. — Uf, aquello se estaba poniendo demasiado intenso y su novio iba con todo. — ¿Te acuerdas de esa primera vez… Que me pediste que esperara? — No dejó de moverse pero apoyó su frente sobre la de él. — Marcus… No quiero que esto acabe, pero estás volviéndome loca. — Aseguró casi sin voz y ya retorciéndose de placer, apretándose contra él, sintiendo todo lo que pudiera sentir en contacto con él. — Mi Todo… Haz esto eterno, mi amor. — Y sabía que moviéndose así no iban a durar ninguno de los dos. — Quiero sentirlo todo, Marcus, fúndete conmigo, seamos la quintaesencia, el Todo. — Susurró casi sin aliento, sin conciencia de dónde estaba ya arriba y abajo, solo Marcus en ella.
Se dejó disfrutar del placer, de los movimientos de Marcus sobre ella y, antes de que se diera cuenta, estaba encima de él, lo cual le hizo poner media sonrisa, aunque estaba disfrutando tanto que no pudo ni hablar, solo seguir por instinto. Cuando él empezó a besar su piel y áreas mucho más disponibles para sus labios en esa postura, volvió a apretar sus rizos y sus gemidos se volvieron más agudos. — Marcus… — Advirtió. Bajó la mirada para buscarle cuando dijo que ese sería su círculo y puso una sonrisilla traviesa. — ¿Quiere decir… Que esto será eterno? — Se movió más aún sobre él. — Que tú y yo somos ese círculo. — Uf, aquello se estaba poniendo demasiado intenso y su novio iba con todo. — ¿Te acuerdas de esa primera vez… Que me pediste que esperara? — No dejó de moverse pero apoyó su frente sobre la de él. — Marcus… No quiero que esto acabe, pero estás volviéndome loca. — Aseguró casi sin voz y ya retorciéndose de placer, apretándose contra él, sintiendo todo lo que pudiera sentir en contacto con él. — Mi Todo… Haz esto eterno, mi amor. — Y sabía que moviéndose así no iban a durar ninguno de los dos. — Quiero sentirlo todo, Marcus, fúndete conmigo, seamos la quintaesencia, el Todo. — Susurró casi sin aliento, sin conciencia de dónde estaba ya arriba y abajo, solo Marcus en ella.
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We are blooming (+18) Con Alice | En Irlanda | 5 de noviembre de 2002 |
Si quería que aquello se eternizara, el cambio de postura no había sido buena idea. Pero como siempre decían ambos, aquello era eterno en su mente, y el placer se incrementaba exponencialmente, así que la idea había sido buenísima. - Sí. - Respondió en un suspiro a su pregunta. - Eso es. Eterno. - Insistió, a pesar de que notaba el final cada vez más cerca. A la siguiente pregunta sonrió ladino, asintiendo con la cabeza, porque hablar le costaba, más aún al sentir su frente pegada a la de ella, y sus movimientos, que le hacían estremecerse por completo. - Nunca acaba. - Susurró. No, en su mente nunca acababa. En su mente, todo lo que había vivido con Alice estaba grabado a fuego y no se iba.
Besó sus labios con frenesí ante esa petición, y al separarse puso la mano en su mejilla. - Mírame. - Pidió con fiereza, con el pecho a punto de explotar, en un hilo de voz. - ¿Confías en mí? - Preguntó en tono tentador. - Pues cree en lo que digo. Somos... alquimistas de emociones. Esto ya es eterno. Esto no va a acabar... jamás... - Y en esos momentos sentía que realmente podía hacerlo. Que podría elegir esos momentos y transmutarlos, hacerlos eternos para siempre. Aunque solo lo supieran ella y él.
Se aferró con fuerza a su cuerpo, porque notaba que el límite estaba llegando ya. Por un momento vio por su vista periférica la cama, y en plena euforia tuvo que reír y mirarla. - Las locuras que me haces hacer... - Porque su mente racional se preguntaba qué hacían en el suelo teniendo una cómoda cama junto a ellos. Se mordió el labio, sin dejar de sonreír, notando cómo su mente se nublaba, y añadió. - No pares nunca. No dejes de volverme loco. - Jadeó con fuerza. - No pares... - Suplicó, ya sin poder remediar dejarse llevar hasta el final.
Besó sus labios con frenesí ante esa petición, y al separarse puso la mano en su mejilla. - Mírame. - Pidió con fiereza, con el pecho a punto de explotar, en un hilo de voz. - ¿Confías en mí? - Preguntó en tono tentador. - Pues cree en lo que digo. Somos... alquimistas de emociones. Esto ya es eterno. Esto no va a acabar... jamás... - Y en esos momentos sentía que realmente podía hacerlo. Que podría elegir esos momentos y transmutarlos, hacerlos eternos para siempre. Aunque solo lo supieran ella y él.
Se aferró con fuerza a su cuerpo, porque notaba que el límite estaba llegando ya. Por un momento vio por su vista periférica la cama, y en plena euforia tuvo que reír y mirarla. - Las locuras que me haces hacer... - Porque su mente racional se preguntaba qué hacían en el suelo teniendo una cómoda cama junto a ellos. Se mordió el labio, sin dejar de sonreír, notando cómo su mente se nublaba, y añadió. - No pares nunca. No dejes de volverme loco. - Jadeó con fuerza. - No pares... - Suplicó, ya sin poder remediar dejarse llevar hasta el final.
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We are blooming (+18) CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002 |
Oh, pero qué no daría ella por que no acabara de verdad, porque lo que estaba sintiendo estaba por las nubes, y era tan intenso que vivir en aquella burbuja sería gloria. Pero de momento, no le quedaría otra que mirarle tal como le pedía, perderse en aquellos ojazos que la transportaban directa al cielo, y más si mientras tanto estaban haciendo aquello. — Más que en mi vida, amor mío. — Contestó a su pregunta. Y entre jadeos asintió, susurrando, con la poca voz que le quedaba, diciendo. — Eterno. Eternos. Como las estrellas, Marcus. — Como aquellos versos que en su día Hawkins le leyera a su novio, como aquella primera noche en la playa de La Provenza: eternos eran en ese momento.
Y haciendo caso a lo que le pedía su novio, se movió con más rapidez, más fuerza, sintiéndole mientras el placer la invadía y su cuerpo entero se contraía para recibir a Marcus, para atraparle y no soltarle en esos momentos finales. Y debió gritar alto, y aferrarse mucho a él, porque cuando por fin pasó ese punto más alto y se dejó caer, jadeante y encogida, sobre el pecho de Marcus, se le hizo un silencio tremendo, como si hubieran estado en un estruendo, y aflojó su agarre al chico, pasando a acariciar sus rizos suavemente.
Se separó un poco, con una sonrisa MUY bobalicona y, recuperando el aire, se dejó caer sobre la alfombra, tumbada al lado del fuego, y tirando de Marcus para que cayera a su lado. — Te gusta el suelo, no me mientas. Nuestras dos primeras veces fueron en el suelo, O'Donnell...— Se giró sobre sí misma para ponerse boca abajo, acariciando con el índice distraídamente a Marcus, con la mirada perdida. — ¿Has visto alguna vez un incendio? — Preguntó. — Uno de verdad, cuando se quema un bosque… Yo lo vi en La Provenza de pequeña, y lloré muchísimo, me pareció lo peor del mundo, ya sabes cómo soy con las plantitas. — Rio un poco y miró a su novio. — Pero volví en Navidad… Y habían salido ya plantitas de las cenizas, más verdes que nunca. — Se acercó a su rostro. — Si me preguntan, tú y yo acabamos de pasar por un incendio tremendo, una calcinación en toda regla. Pero esto… Es florecer. Volver a crecer. — Se inclinó sobre sus labios y dejó un ligero beso sobre ellos. — Gracias por recordarme todo lo precioso de la vida. Gracias por traerme al origen, como una buena calcinación. — Pasó el dedo con dulzura por su nariz. — Marcus y Alice. La transmutación perfecta. —
Y haciendo caso a lo que le pedía su novio, se movió con más rapidez, más fuerza, sintiéndole mientras el placer la invadía y su cuerpo entero se contraía para recibir a Marcus, para atraparle y no soltarle en esos momentos finales. Y debió gritar alto, y aferrarse mucho a él, porque cuando por fin pasó ese punto más alto y se dejó caer, jadeante y encogida, sobre el pecho de Marcus, se le hizo un silencio tremendo, como si hubieran estado en un estruendo, y aflojó su agarre al chico, pasando a acariciar sus rizos suavemente.
Se separó un poco, con una sonrisa MUY bobalicona y, recuperando el aire, se dejó caer sobre la alfombra, tumbada al lado del fuego, y tirando de Marcus para que cayera a su lado. — Te gusta el suelo, no me mientas. Nuestras dos primeras veces fueron en el suelo, O'Donnell...— Se giró sobre sí misma para ponerse boca abajo, acariciando con el índice distraídamente a Marcus, con la mirada perdida. — ¿Has visto alguna vez un incendio? — Preguntó. — Uno de verdad, cuando se quema un bosque… Yo lo vi en La Provenza de pequeña, y lloré muchísimo, me pareció lo peor del mundo, ya sabes cómo soy con las plantitas. — Rio un poco y miró a su novio. — Pero volví en Navidad… Y habían salido ya plantitas de las cenizas, más verdes que nunca. — Se acercó a su rostro. — Si me preguntan, tú y yo acabamos de pasar por un incendio tremendo, una calcinación en toda regla. Pero esto… Es florecer. Volver a crecer. — Se inclinó sobre sus labios y dejó un ligero beso sobre ellos. — Gracias por recordarme todo lo precioso de la vida. Gracias por traerme al origen, como una buena calcinación. — Pasó el dedo con dulzura por su nariz. — Marcus y Alice. La transmutación perfecta. —
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En el corazón de Irlanda Con Alice | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Él creía que él era entusiasta, y que Alice era entusiasta. Parecía haber olvidado cómo era Lawrence en el tiempo que estuvo en Hogwarts. Más bien es que nunca había estado con él en calidad de aprendiz. Y puede que "entusiasta" no fuera exactamente la palabra, más bien "impaciente". Marcus estaba deseando empezar, pero entre que se fueran sus padres y que entraran de cabeza al estudio solo había acontecido un día en medio. Un día de adecentar la casa, deshacer las maletas, comprar productos necesarios, acostumbrarse a aquello y alguna que otra ida y venida con sus familiares. Demasiado para el alquimista carmesí Lawrence O'Donnell. Ya les estaba acusando de perder el tiempo.
- ¿Alguna vez has sido la alumna dispersa para los profes? - Le susurró bromista a Alice, esperando en el taller a que su abuelo hiciera su aparición estelar. Chasqueó la lengua. - Qué cosas digo... Gallia, traviesilla, díscola... - Rio entre dientes. - Quién nos iba a decir que nos iban a regañar tant... - Se dejó de tonterías porque su abuelo estaba ya en el taller. - ¡Bueno! - Suspiró, ya con las mangas por los codos, que en Lawrence era señal de estar ya más que manos a la obra. Al menos estaba menos quejumbroso y más contento... por ahora. - ¿Y los materiales? - Marcus parpadeó. - Bueno, no íbamos a disponer nada hasta que... - ¡En un taller...! - Y les regaló un estupendo discurso sobre cómo un alquimista tiene que tener todos sus instrumentos e ingredientes perfectamente dispuestos en el taller antes de empezar nada porque todo lo que sea rebuscar en el maletín era perder el tiempo. Y luego había que dejarlo todo recogido como si fueran a comer allí porque cualquier cosa fuera de su sitio podría originar un desastre. Un discurso que Marcus había oído mil veces de pequeño, solo que en aquella época su abuelo se lo decía como quien cuenta un cuento, con cariño, y ahora era lo más parecido a un profesor enfadado. Les tenía a los dos firmes como una vela.
- Bueno, ya que se ve que hoy solo vamos a teorizar al parecer... - Otro tirito de regalo post discurso. El hombre se sentó y entrelazó los dedos. - Quería hablaros sobre el examen de la licencia de hielo, en qué consiste. Riesgos a los que os enfrentáis, fallos habituales... Sentar las bases antes de empezar. ¿Dudas de inicio? -
- ¿Alguna vez has sido la alumna dispersa para los profes? - Le susurró bromista a Alice, esperando en el taller a que su abuelo hiciera su aparición estelar. Chasqueó la lengua. - Qué cosas digo... Gallia, traviesilla, díscola... - Rio entre dientes. - Quién nos iba a decir que nos iban a regañar tant... - Se dejó de tonterías porque su abuelo estaba ya en el taller. - ¡Bueno! - Suspiró, ya con las mangas por los codos, que en Lawrence era señal de estar ya más que manos a la obra. Al menos estaba menos quejumbroso y más contento... por ahora. - ¿Y los materiales? - Marcus parpadeó. - Bueno, no íbamos a disponer nada hasta que... - ¡En un taller...! - Y les regaló un estupendo discurso sobre cómo un alquimista tiene que tener todos sus instrumentos e ingredientes perfectamente dispuestos en el taller antes de empezar nada porque todo lo que sea rebuscar en el maletín era perder el tiempo. Y luego había que dejarlo todo recogido como si fueran a comer allí porque cualquier cosa fuera de su sitio podría originar un desastre. Un discurso que Marcus había oído mil veces de pequeño, solo que en aquella época su abuelo se lo decía como quien cuenta un cuento, con cariño, y ahora era lo más parecido a un profesor enfadado. Les tenía a los dos firmes como una vela.
- Bueno, ya que se ve que hoy solo vamos a teorizar al parecer... - Otro tirito de regalo post discurso. El hombre se sentó y entrelazó los dedos. - Quería hablaros sobre el examen de la licencia de hielo, en qué consiste. Riesgos a los que os enfrentáis, fallos habituales... Sentar las bases antes de empezar. ¿Dudas de inicio? -
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En el corazón de Irlanda Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Rio entornando los ojos. Estaba muuuuuuy relajada, mucho más que lo que recordaba hace mucho, y con sonrisitas muy tontas para su novio. — ¿De verdad me estás preguntando eso? ¿No te acuerdas de Ferguson hechizándome las ventanas para que no mirara tanto? — Le dio en la nariz con una sonrisa traviesa. — Soy todo eso… — Y ya iba a ponerse tontorrona, pero apareció Larry por allí, y se puso más recta y bien puesta y menos inclinada sobre Marcus. Una era Ravenclaw, por muy mala fama que le quisieran meter.
Y a ver, Alice estaba acostumbrada a los discursos ofendidos de los adultos por no haber llegado a la misma conclusión que ellos, todo para al final dejar el silencio y decir. — Ab… — Carraspeó. — Maestro. Está todo aquí. Lo hemos guardado nosotros mismos. Podemos empezar cuando digas. — Nada, ni la escuchó. Probablemente es que no tenía ni en mente usar ningún material, pero como ya les vio sin ellos. Y, efectivamente, lo que quería era hablar del examen. — Estupendo. Yo creo que va a ser buena estrategia hablar primero del examen y luego ya ponernos con los materiales. — Pinchó. Ella callada no se quedaba. El abuelo abrió la boca para contestar y al final hizo un gesto y se sentó frente a ellos. Se encogió de hombros cuando dijo lo de las dudas ella dijo. — ¿Debería seguir intentando sacarme licencias? — Muy graciosa, señorita Gallia, cinco puntos menos para Ravenclaw por decir tonterías. — Contestó el abuelo con tonillo, pero claramente más relajado.
— En realidad, una vez habéis hecho el primer examen entendéis muy rápido cómo funcionan estos exámenes. Hielo introduce una prueba más, y la vais a tener en el resto de exámenes, pero es la última, así que para lo último la dejamos. — Pues ahora ya estaba muerta de intriga. — La primera prueba es para asegurarse que manejáis las transmutaciones de estados básicas, y para eso, debéis elegir una materia y pasarla por cinco estados: calcinación, conjunción, separación, disolución y destilación. Como veis, calcinación es lo básico, y los otros cuatro no son más que contrarios. Obviamente la clave está en saber elegir bien la materia base y con cuales la vais a combinar para todo lo demás. Viendo lo que hicisteis en el examen de Piedra, chupado para vosotros. — Bueno, Alice no diría chupado, porque el diablo está en los detalles y había pocas cosas que la escamaran más que las cosas aparentemente fáciles, pero es verdad que le daba cierta seguridad saber a qué se enfrentaba exactamente.
— La segunda prueba puede ser más complicada, pero se domina con práctica, y yo os voy a hacer ejercicios para ello todos los días. — Alice se tensó. Si Lawrence lo consideraba tan complicado… — Os van a enseñar una serie de transmutaciones y debéis identificar qué transmutación se les ha hecho y con qué materiales, si es que combinan varios. — Ante los cambios en las expresiones y respiraciones de los chicos, Lawrence levantó las manos. — Tranquilos. Suena muy mal, pero lo hacéis ya mucho más de lo que creéis. Que no cunda el pánico. — Eso iba a tener que verlo ella en directo para creérselo.
— La tercera prueba es la que más inseguridad os puede dar. — Alice abrió mucho los ojos. Ah, que la difícil venía ahora, guay. — El tribunal os va a proponer una transmutación. Os dirá “transmuta una cesta” o un horno, o… Lo que sea, pueden pedir cualquier cosa. Se mide vuestra capacidad de reacción, y aunque puede parecer también angustiosa, porque a los Ravenclaw no nos gusta no llevar las cosas planeadas… Es pura práctica. Lo trabajaremos y os luciréis sin problemas. —
Alice suspiró, terminando de apuntar su guion en el pergamino. — ¿Y la última? — Una transmutación libre. Que llevaréis ya hecha del taller y que defenderéis como la gran creación que será. — Entonces, Larry sacó el montón que había denominado “Aire” cuando empezaron a estudiar para Piedra. Los trucos, lo bonito, lo especial. Sonrió y les miró. — Ha llegado la hora de empezar a volar. Despacito, con buena letra… Pero tenéis que hacer algo mágico, distinto y… Que defenderíais con vuestra vida. Eso es una buena transmutación de licencia. —
Y a ver, Alice estaba acostumbrada a los discursos ofendidos de los adultos por no haber llegado a la misma conclusión que ellos, todo para al final dejar el silencio y decir. — Ab… — Carraspeó. — Maestro. Está todo aquí. Lo hemos guardado nosotros mismos. Podemos empezar cuando digas. — Nada, ni la escuchó. Probablemente es que no tenía ni en mente usar ningún material, pero como ya les vio sin ellos. Y, efectivamente, lo que quería era hablar del examen. — Estupendo. Yo creo que va a ser buena estrategia hablar primero del examen y luego ya ponernos con los materiales. — Pinchó. Ella callada no se quedaba. El abuelo abrió la boca para contestar y al final hizo un gesto y se sentó frente a ellos. Se encogió de hombros cuando dijo lo de las dudas ella dijo. — ¿Debería seguir intentando sacarme licencias? — Muy graciosa, señorita Gallia, cinco puntos menos para Ravenclaw por decir tonterías. — Contestó el abuelo con tonillo, pero claramente más relajado.
— En realidad, una vez habéis hecho el primer examen entendéis muy rápido cómo funcionan estos exámenes. Hielo introduce una prueba más, y la vais a tener en el resto de exámenes, pero es la última, así que para lo último la dejamos. — Pues ahora ya estaba muerta de intriga. — La primera prueba es para asegurarse que manejáis las transmutaciones de estados básicas, y para eso, debéis elegir una materia y pasarla por cinco estados: calcinación, conjunción, separación, disolución y destilación. Como veis, calcinación es lo básico, y los otros cuatro no son más que contrarios. Obviamente la clave está en saber elegir bien la materia base y con cuales la vais a combinar para todo lo demás. Viendo lo que hicisteis en el examen de Piedra, chupado para vosotros. — Bueno, Alice no diría chupado, porque el diablo está en los detalles y había pocas cosas que la escamaran más que las cosas aparentemente fáciles, pero es verdad que le daba cierta seguridad saber a qué se enfrentaba exactamente.
— La segunda prueba puede ser más complicada, pero se domina con práctica, y yo os voy a hacer ejercicios para ello todos los días. — Alice se tensó. Si Lawrence lo consideraba tan complicado… — Os van a enseñar una serie de transmutaciones y debéis identificar qué transmutación se les ha hecho y con qué materiales, si es que combinan varios. — Ante los cambios en las expresiones y respiraciones de los chicos, Lawrence levantó las manos. — Tranquilos. Suena muy mal, pero lo hacéis ya mucho más de lo que creéis. Que no cunda el pánico. — Eso iba a tener que verlo ella en directo para creérselo.
— La tercera prueba es la que más inseguridad os puede dar. — Alice abrió mucho los ojos. Ah, que la difícil venía ahora, guay. — El tribunal os va a proponer una transmutación. Os dirá “transmuta una cesta” o un horno, o… Lo que sea, pueden pedir cualquier cosa. Se mide vuestra capacidad de reacción, y aunque puede parecer también angustiosa, porque a los Ravenclaw no nos gusta no llevar las cosas planeadas… Es pura práctica. Lo trabajaremos y os luciréis sin problemas. —
Alice suspiró, terminando de apuntar su guion en el pergamino. — ¿Y la última? — Una transmutación libre. Que llevaréis ya hecha del taller y que defenderéis como la gran creación que será. — Entonces, Larry sacó el montón que había denominado “Aire” cuando empezaron a estudiar para Piedra. Los trucos, lo bonito, lo especial. Sonrió y les miró. — Ha llegado la hora de empezar a volar. Despacito, con buena letra… Pero tenéis que hacer algo mágico, distinto y… Que defenderíais con vuestra vida. Eso es una buena transmutación de licencia. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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En el corazón de Irlanda Con Alice | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Miró a su novia de reojo y volvió a mirar al frente, pero con una sonrisilla ladina. Pelota... Pensó, ya se lo diría. Luego decían de él... A ver, Marcus había sido el alumno más pelota de la historia de Hogwarts, y a mucha honra. Lo hacía por zalamería, no necesitaba regalos, él sus notas las sacaba solito. Pero Alice nunca había sido así, y verla usar ese tono y palabras para Lawrence le hacía mucha gracia. Precisamente Marcus no se había planteado pelotearle mucho, porque no quería que le acusaran fuera de tener trato de favor por estar siendo tutorizado por su abuelo (ni que este le diera un corte por "no estar tomándoselo en serio"). Así que pensaba picarla todo lo que pudiera y más.
Iba a reírse del intercambio de comentarios de ambos cuando el hombre dijo lo de los cinco puntos para Ravenclaw y se le puso la misma cara que se le ponía cuando lo escuchaba en Hogwarts. Tardó segundos en recordar que, de hecho, no estaba en Hogwarts. - Muy graciosos. - Dijo él también con tonito. Ya sí se pusieron en serio a hablar del examen, y Marcus estaba ya con todos sus sentidos más que despiertos y el pergamino y la pluma listos para tomar nota. Asintió, concentrado y escribiendo. Ya tenía el cerebro funcionando a toda velocidad para elegir qué materia sería la más adecuada para pasarla por todos los estados. Pensaba a lo grande y soñaba con hacer una mega transmutación, pero al igual que con el examen anterior, prefería ser preciso a grandilocuente: ahí es donde realmente mostraría sus habilidades. Y estaba seguro que la grandilocuencia y la genialidad podía sacarlas a relucir en el resto de las pruebas.
No se equivocó. Aunque antes de llegar a la expresión de la genialidad, la exposición de la segunda prueba les dejó, cuanto menos, preocupados. ¿Adivinar qué transmutación se les había hecho a los materiales de un primer vistazo? - ¿Se pueden tocar? - Lawrence encogió un hombro. - Salvo que sean peligrosos, sí, supongo que no habrá problema. - Bien, el tacto daba informaciones que la vista podría no dar. La tercera prueba era la suya, y la sonrisa de astucia se le empezó a esbozar en la cara. A pesar de lo poco que a Marcus le gustaba improvisar, se creía ante situaciones así, por lo que lejos de inseguridad, le hacían sentir que sería ahí donde sacaría todo su potencial. Tenía bastante rapidez mental y un buen bagaje, mayor después del estudio que harían. Se retrepó ligeramente en el asiento y miró a Alice. - Creatividad, una de las marcas de nuestra casa. Estoy seguro de que saldrá mejor de lo que esperamos. - El riesgo era que le pusieran algo deliberadamente difícil. Miró a su abuelo. - ¿Qué límite de tiempo hay? - El hombre ladeó varias veces la cabeza. - No me atrevería a daros una respuesta rotunda a eso. Generalmente, todo el examen dura una hora como máximo, tendréis que administraros entre las tres pruebas. - Uf, una hora para semejantes pruebas lo veía poco tiempo, pero bueno.
Con la cuarta prueba, pero sobre todo, al ver a su abuelo sacar el montón de Aire, le brillaron los ojos. Volvió a echarse hacia delante, prácticamente encima de los apuntes, como cuando era un niño. - ¿Podemos empezar ya con esto? - Podéis y debéis. - Comentó su abuelo, entre risas. - Pero no olvidéis que hay cuatro pruebas. Hay que dominarlas todas. Tendremos que distribuir bien el calendario de estudio para garantizar que todo lo tenéis dominado, pero de entrada... - Señaló los papeles con un gesto ceremonial. - Hay que ir pensando en el tema libre. Como os digo, tiene que ser algo que sepáis y queráis defender. Aquí, como os dije en el examen anterior, van a evaluar la pericia, lo bien hecho que esté, pero también hay un componente de trabajo continuo y otro de creatividad. Tenemos que buscar el equilibrio entre algo que no sea tan arriesgado y fantasioso que sea difícil de evaluar, o tendente a meter la pata en un momento de nervios, y algo tan sencillo y técnicamente perfecto que no impresione a nadie. Por no hablar de que tiene que ser una transmutación pensada y trabajada a lo largo del año, no algo que podáis sacar en dos días de trabajo. Evidentemente, se sabe que el alumno se ha preparado todas las pruebas, pero esto es un mapa del estudio continuo entre un examen y el otro. Se tiene que ver reflejado. - Entrelazó los dedos y les miró. - ¿Teníais alguna idea de inicio? - Marcus y Alice se miraron. Esa era una pregunta difícil.
Empezó él, tras una pausa. - Lo cierto es que... me gustaba la idea de que hubiera una línea de continuidad en todos mis exámenes. No sé hasta qué punto sería posible. En el anterior trabajé con musgo y agua, y estando en Irlanda, hay elementos de sobra en la naturaleza. Pero, y no digáis por favor esto delante de la abuela porque escucharé "te lo dije" hasta el día del juicio final... - Bromeó. - La herbología y lo natural no es el campo de estudio en el que yo más me haya centrado. Lo mío son más los encantamientos, las transformaciones, la magia sensorial y lo ancestral, las runas y la historia. Me encantaría poder combinar todo eso en un proyecto... pero no sé cómo. - Como suele ocurrirte, Marcus, tienes tantas ideas, con tantas ramificaciones, y que podrían llegar a ser cosas tan grandiosas, que a veces tu propia ola es tan enorme que te engulle. Pero si sabemos estudiar cada cosa detenidamente, de ahí se pueden sacar muy buenas ideas. - Miró a Alice. - ¿Y tú? -
Iba a reírse del intercambio de comentarios de ambos cuando el hombre dijo lo de los cinco puntos para Ravenclaw y se le puso la misma cara que se le ponía cuando lo escuchaba en Hogwarts. Tardó segundos en recordar que, de hecho, no estaba en Hogwarts. - Muy graciosos. - Dijo él también con tonito. Ya sí se pusieron en serio a hablar del examen, y Marcus estaba ya con todos sus sentidos más que despiertos y el pergamino y la pluma listos para tomar nota. Asintió, concentrado y escribiendo. Ya tenía el cerebro funcionando a toda velocidad para elegir qué materia sería la más adecuada para pasarla por todos los estados. Pensaba a lo grande y soñaba con hacer una mega transmutación, pero al igual que con el examen anterior, prefería ser preciso a grandilocuente: ahí es donde realmente mostraría sus habilidades. Y estaba seguro que la grandilocuencia y la genialidad podía sacarlas a relucir en el resto de las pruebas.
No se equivocó. Aunque antes de llegar a la expresión de la genialidad, la exposición de la segunda prueba les dejó, cuanto menos, preocupados. ¿Adivinar qué transmutación se les había hecho a los materiales de un primer vistazo? - ¿Se pueden tocar? - Lawrence encogió un hombro. - Salvo que sean peligrosos, sí, supongo que no habrá problema. - Bien, el tacto daba informaciones que la vista podría no dar. La tercera prueba era la suya, y la sonrisa de astucia se le empezó a esbozar en la cara. A pesar de lo poco que a Marcus le gustaba improvisar, se creía ante situaciones así, por lo que lejos de inseguridad, le hacían sentir que sería ahí donde sacaría todo su potencial. Tenía bastante rapidez mental y un buen bagaje, mayor después del estudio que harían. Se retrepó ligeramente en el asiento y miró a Alice. - Creatividad, una de las marcas de nuestra casa. Estoy seguro de que saldrá mejor de lo que esperamos. - El riesgo era que le pusieran algo deliberadamente difícil. Miró a su abuelo. - ¿Qué límite de tiempo hay? - El hombre ladeó varias veces la cabeza. - No me atrevería a daros una respuesta rotunda a eso. Generalmente, todo el examen dura una hora como máximo, tendréis que administraros entre las tres pruebas. - Uf, una hora para semejantes pruebas lo veía poco tiempo, pero bueno.
Con la cuarta prueba, pero sobre todo, al ver a su abuelo sacar el montón de Aire, le brillaron los ojos. Volvió a echarse hacia delante, prácticamente encima de los apuntes, como cuando era un niño. - ¿Podemos empezar ya con esto? - Podéis y debéis. - Comentó su abuelo, entre risas. - Pero no olvidéis que hay cuatro pruebas. Hay que dominarlas todas. Tendremos que distribuir bien el calendario de estudio para garantizar que todo lo tenéis dominado, pero de entrada... - Señaló los papeles con un gesto ceremonial. - Hay que ir pensando en el tema libre. Como os digo, tiene que ser algo que sepáis y queráis defender. Aquí, como os dije en el examen anterior, van a evaluar la pericia, lo bien hecho que esté, pero también hay un componente de trabajo continuo y otro de creatividad. Tenemos que buscar el equilibrio entre algo que no sea tan arriesgado y fantasioso que sea difícil de evaluar, o tendente a meter la pata en un momento de nervios, y algo tan sencillo y técnicamente perfecto que no impresione a nadie. Por no hablar de que tiene que ser una transmutación pensada y trabajada a lo largo del año, no algo que podáis sacar en dos días de trabajo. Evidentemente, se sabe que el alumno se ha preparado todas las pruebas, pero esto es un mapa del estudio continuo entre un examen y el otro. Se tiene que ver reflejado. - Entrelazó los dedos y les miró. - ¿Teníais alguna idea de inicio? - Marcus y Alice se miraron. Esa era una pregunta difícil.
Empezó él, tras una pausa. - Lo cierto es que... me gustaba la idea de que hubiera una línea de continuidad en todos mis exámenes. No sé hasta qué punto sería posible. En el anterior trabajé con musgo y agua, y estando en Irlanda, hay elementos de sobra en la naturaleza. Pero, y no digáis por favor esto delante de la abuela porque escucharé "te lo dije" hasta el día del juicio final... - Bromeó. - La herbología y lo natural no es el campo de estudio en el que yo más me haya centrado. Lo mío son más los encantamientos, las transformaciones, la magia sensorial y lo ancestral, las runas y la historia. Me encantaría poder combinar todo eso en un proyecto... pero no sé cómo. - Como suele ocurrirte, Marcus, tienes tantas ideas, con tantas ramificaciones, y que podrían llegar a ser cosas tan grandiosas, que a veces tu propia ola es tan enorme que te engulle. Pero si sabemos estudiar cada cosa detenidamente, de ahí se pueden sacar muy buenas ideas. - Miró a Alice. - ¿Y tú? -
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En el corazón de Irlanda Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Ya estaba Marcus de cabeza en el examen, y ella muerta de miedo, porque de repente sentía que todo lo que sabía de alquimia no le daría para reconocer una transmutación. Miró a Marcus con una sonrisa cuando dijo lo de la creatividad, aunque ella se sentía temblar. — Menos mal que tenemos tiempo, no sé yo si me surge la creatividad para algo así tan pronto. — Y en poco más de una hora. Inspiró profundamente, y notó los ojos de Larry sobre ella. — Está todo bien, Alice. Estáis de sobra preparados, y por eso se deja un año. Vamos a estar en la tranquilidad, la abuela y yo cuidamos de vosotros… No tenéis otra cosa que hacer más que empaparos, pensar, imaginar… Hicisteis el examen de Piedra en un mes y fue maravilloso. ¿Qué no haréis en un entorno más tranquilo, sin preocupaciones y montones de libros? — Ella asintió. Probablemente solo eran los nervios del momento, pero se sentía temblar.
Asintió y se puso a esbozar un calendario de los suyos. Era mucho tiempo hasta octubre del año siguiente, ahora se le hacía hasta demasiado… Uy, Alice, estamos entrando en barrena, se dijo a sí misma. Reconectó para la pregunta del abuelo, y se miró automáticamente con Marcus. Menos mal que su novio también tenía algo que decir. Oír a Marcus hablar de alquimia siempre le hacía desconectar de todo lo demás y simplemente escucharle a él. Rio un poco a lo de la herbología, pero vio por dónde iba, y parpadeó. — Lo cierto es… Que a mí me pasó lo mismo. — Los dos hombres la miraron. — Yo sí conecto más con la herbología y lo natural, la fermentación. Nunca he concebido la alquimia como algo para hacer cosas bonitas, y sin embargo, hice una vidriera. — Entornó los ojos. — La francesa que hay en mí. —
Se quedó mirando a la nada cuando el abuelo le preguntó por ella. — Supongo que, cuando me imaginaba de alquimista siempre era… Ligada a la enfermería. No haciendo una transmutación concreta o llamativa, ni siquiera teniendo que explicarla, sino… Usándola. — Pues hazlo. — Dijo con toda tranquilidad Lawrence. Ella rio nerviosamente. — Tú igual lo ves muy fácil, abuelo, pero yo no… No sé más que lo básico de alquimia, y no me pasa como a Marcus que sé reconducir todo eso para que mis exámenes guarden una línea progresiva y… — Uf, se le acababa de aparecer la imagen de Alecta Gaunt suspendiendo el examen de plata. — No sé, en base a mis conocimientos no sé si puedo hacer algo así. — El abuelo no se había movido ni medio milímetro de su posición. — ¿Por qué elegiste la vidriera? — Ella alzó las manos. — Porque el cristal es muy evidente para eso, quería que fuera impecable, que se apreciara la conjunción y la separación sin duda ninguna. Y quizá porque he visto vidrieras góticas en Francia desde que era pequeña, y ahí es a donde viaja mi cabeza cuando piensa en cristal y colores. — ¿Por qué quieres ser alquimista? — Ella parpadeó. ¿Y ahora a qué venía eso? — Porque quiero ser enfermera alquimista y usar la alquimia para curar. — Lawrence la señaló con las manos abiertas. — ¿Qué usan las enfermeras que es de cristal permanentemente? — Se quedó un poco pillada, pero al final dijo. — ¿Las jeringuillas? — Por ejemplo. Ahí ya tienes la continuidad, si es que quieres usarla, pero hay muchísimas opciones, y estoy seguro de que se te pueden ocurrir todas.— Se quedó un momento dándole a la cabeza, y miró a Marcus, para escrutar su expresión. — Marcus tiene demasiadas ideas y hay que pulirlas, y tú tienes demasiado miedo a las tuyas. — Larry paró un momento y suspiró. — Entiendo por qué lo tienes. No lo has tenido fácil hasta ahora, Alice, y sé que te has contenido muchísimo estos años, que te han dicho mil veces “sé más tranquila” “caos Gallia” y todo eso. Pero tú también tienes ideas. Tienes que empezar a sacarlas, aunque sean locas, ya haremos que dejen de serlo. ¿De verdad no se te ocurre cómo se pueden combinar tu amada herbología, la medicina y el cristal? — Y entonces le salió una sonrisa involuntaria y miró a Marcus. — Alguien me ayudó a verlo en la Sala de los Menesteres cuando teníamos doce años. — En verdad… Sí que se le ocurría algo.
Apoyada en la mano, y con el pergamino delante, fue escribiendo palabras clave. — Lo pensé cuando hablaste del musgo tuyo del examen, los materiales inteligentes y que se adaptaban a las necesidades de agua… El campo de los materiales está realmente anclado en “esto es madera” “esto es acero reforzado con tal” pero… Somos magos. ¿No podríamos hacer algo cambiante? No para ser bonito, sino para ser… servible. Más útil para lo que se pueda necesitar. — Lawrence dio con el dedo índice en sus papeles. — Eso es. Quizá tu temática sea demostrar cómo evolucionas de un examen hasta el siguiente, como un pajarito que cada vez vuela más alto y hace mejores nidos. — Puso otro dedo delante de Marcus. — Mientras que la de mi nieto sea cómo cada vez se ramifica más, partiendo siempre del mismo tronco, que a cada paso se hace más fuerte. Es un espino al fin y al cabo. —
Asintió y se puso a esbozar un calendario de los suyos. Era mucho tiempo hasta octubre del año siguiente, ahora se le hacía hasta demasiado… Uy, Alice, estamos entrando en barrena, se dijo a sí misma. Reconectó para la pregunta del abuelo, y se miró automáticamente con Marcus. Menos mal que su novio también tenía algo que decir. Oír a Marcus hablar de alquimia siempre le hacía desconectar de todo lo demás y simplemente escucharle a él. Rio un poco a lo de la herbología, pero vio por dónde iba, y parpadeó. — Lo cierto es… Que a mí me pasó lo mismo. — Los dos hombres la miraron. — Yo sí conecto más con la herbología y lo natural, la fermentación. Nunca he concebido la alquimia como algo para hacer cosas bonitas, y sin embargo, hice una vidriera. — Entornó los ojos. — La francesa que hay en mí. —
Se quedó mirando a la nada cuando el abuelo le preguntó por ella. — Supongo que, cuando me imaginaba de alquimista siempre era… Ligada a la enfermería. No haciendo una transmutación concreta o llamativa, ni siquiera teniendo que explicarla, sino… Usándola. — Pues hazlo. — Dijo con toda tranquilidad Lawrence. Ella rio nerviosamente. — Tú igual lo ves muy fácil, abuelo, pero yo no… No sé más que lo básico de alquimia, y no me pasa como a Marcus que sé reconducir todo eso para que mis exámenes guarden una línea progresiva y… — Uf, se le acababa de aparecer la imagen de Alecta Gaunt suspendiendo el examen de plata. — No sé, en base a mis conocimientos no sé si puedo hacer algo así. — El abuelo no se había movido ni medio milímetro de su posición. — ¿Por qué elegiste la vidriera? — Ella alzó las manos. — Porque el cristal es muy evidente para eso, quería que fuera impecable, que se apreciara la conjunción y la separación sin duda ninguna. Y quizá porque he visto vidrieras góticas en Francia desde que era pequeña, y ahí es a donde viaja mi cabeza cuando piensa en cristal y colores. — ¿Por qué quieres ser alquimista? — Ella parpadeó. ¿Y ahora a qué venía eso? — Porque quiero ser enfermera alquimista y usar la alquimia para curar. — Lawrence la señaló con las manos abiertas. — ¿Qué usan las enfermeras que es de cristal permanentemente? — Se quedó un poco pillada, pero al final dijo. — ¿Las jeringuillas? — Por ejemplo. Ahí ya tienes la continuidad, si es que quieres usarla, pero hay muchísimas opciones, y estoy seguro de que se te pueden ocurrir todas.— Se quedó un momento dándole a la cabeza, y miró a Marcus, para escrutar su expresión. — Marcus tiene demasiadas ideas y hay que pulirlas, y tú tienes demasiado miedo a las tuyas. — Larry paró un momento y suspiró. — Entiendo por qué lo tienes. No lo has tenido fácil hasta ahora, Alice, y sé que te has contenido muchísimo estos años, que te han dicho mil veces “sé más tranquila” “caos Gallia” y todo eso. Pero tú también tienes ideas. Tienes que empezar a sacarlas, aunque sean locas, ya haremos que dejen de serlo. ¿De verdad no se te ocurre cómo se pueden combinar tu amada herbología, la medicina y el cristal? — Y entonces le salió una sonrisa involuntaria y miró a Marcus. — Alguien me ayudó a verlo en la Sala de los Menesteres cuando teníamos doce años. — En verdad… Sí que se le ocurría algo.
Apoyada en la mano, y con el pergamino delante, fue escribiendo palabras clave. — Lo pensé cuando hablaste del musgo tuyo del examen, los materiales inteligentes y que se adaptaban a las necesidades de agua… El campo de los materiales está realmente anclado en “esto es madera” “esto es acero reforzado con tal” pero… Somos magos. ¿No podríamos hacer algo cambiante? No para ser bonito, sino para ser… servible. Más útil para lo que se pueda necesitar. — Lawrence dio con el dedo índice en sus papeles. — Eso es. Quizá tu temática sea demostrar cómo evolucionas de un examen hasta el siguiente, como un pajarito que cada vez vuela más alto y hace mejores nidos. — Puso otro dedo delante de Marcus. — Mientras que la de mi nieto sea cómo cada vez se ramifica más, partiendo siempre del mismo tronco, que a cada paso se hace más fuerte. Es un espino al fin y al cabo. —
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En el corazón de Irlanda Con Alice | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Marcus asintió, convencido. El examen de Hielo eran ya palabras mayores, pero efectivamente, Piedra se lo prepararon en mes y medio y sacaron un diez (Alice para él tenía un diez), ¿qué no harían en un año, en aquel entorno, con el abuelo siempre presente y toda la tranquilidad del mundo? Además, pensaba volver a esa biblioteca que Edith tenía tan maravillosamente preservada y llena de magia. A Alice le había pasado algo parecido con su examen, y lo de su parte francesa le hizo sonreír. - Nos intercambiamos las temáticas. - Dijo distendido, pero ciertamente, parecían haber hecho el uno el examen del otro.
Chasqueó la lengua. - Claro que sabes, Alice. - Respondió con tono tranquilizador. - Y tenemos un mes en el que vas a estar rodeada de naturaleza y plantitas. Estoy seguro de que, de aquí a Navidad que vuelvas a ver a Shannon, Dan y Sophia, tienes mil preguntas para ellos que puedes aplicar al examen. - Si su novia seguía una continuidad en los exámenes relacionada con el mundo de la curación, no solo sería fantástico, estaba seguro de que su nombre sonaría por todas las esferas alquímicas. Al fin y al cabo, no había tantos alquimistas dedicados a la salud. Se reclinó en su asiento. - Y es muy probable que te toque un tribunal en el que tú seas la que más sabe del tema, porque los alquimistas médicos y enfermeras no suelen componerlo, ¿a que no, abuelo? - Lawrence ladeó la cabeza varias veces. - Son más prácticos y menos teóricos, por lo que suelen estar bastante ocupados. - Marcus miró a Alice con una sonrisa satisfecha. - Puedes usar eso en tu favor. - Estaba hablando su vena Slytherin por él, pero confiaba en la inteligencia de Alice para hacer eso y más.
Pero seguía insegura, por lo que atendió a la conversación entre ella y su abuelo, encantado de cómo él transmitía su sabiduría para tranquilizarla. Marcus estaba convencido de que, por muy nerviosa que se pusiera, iría tomando seguridad en sí misma cuando se viera haciendo cosas fabulosas, que las haría. - Y sus ideas locas siempre han sido estupendas. - Dijo con cariño, pero luego movió la cabeza de lado a lado como si pensara. - Necesario pulirlas... pero buenas. - Bromeó, guiñándole un ojo después. Y el comentario de la Sala de los Menesteres le produjo un cosquilleo de ternura. - Si hicieras algo así, sería espectacular. Y sé que lo harías. - Estaba convencidísimo.
La alegoría de su abuelo le hizo sonreír, feliz. - Esas van a ser nuestras metas, efectivamente. - Afirmó, y se centraron en ver ideas, detalles, posibles vías abiertas, vías que quizás eran demasiado complicadas para su nivel pero no imposibles... Había un universo entero por descubrir ahí, y se le podían pasar horas y horas haciéndolo sin darse cuenta. Tanto fue así que, cuando llamaron a la puerta del taller, miró su reloj y vio que era la hora de comer. Se le había pasado la mañana volando. Pero la persona de la puerta no era su abuela demandando que fueran a la mesa. La chica sonrió con ilusión, asomando prudentemente la cabeza. - Holaaaaa. - Saludó. - ¿Puedo pasar? - Una Ravenclaw siempre puede pasar a un taller de sabiduría como este. - Respondió su abuelo, que también estaba exultante. Nancy dio un par de saltitos y entró, cerrando la puerta tras ella, pero justo la estaba encajando cuando la volvió a abrir. - Oh, que la tía Molly dice que vayáis terminando, que se enfría la comida. Es que me decís "sabiduría" y esas cosas y me desconcentro. - Bromeó, haciéndoles reír. Marcus giró hacia ella. - ¡Hola, prima! ¿Vienes a ser alquimista con nosotros? - Qué va, lo que me faltaba, ya no me cabría más información por la cabeza, es la que tengo y temo que empiece a derramárseme por un oído. - Dejó un beso en la mejilla de Larry y apoyó la mano en el respaldo de la silla de Marcus, mirándoles. - Puedo ser protocolaria marca familia de pueblo y decir que he venido a traeros unas verduras y a preguntaros cómo estáis, porque es una falta de respeto por mi parte que llevéis aquí dos días sin que os haya visitado, pero la realidad es que me he escabullido de mi familia porque ya no aguantaba más sin contarles a mis primitos mis investigaciones. - Miró a Lawrence y se encogió de hombros. - Pero la tía Molly me ha dicho que nada de cositas de Ravenclaw en la mesa, así que supongo que tendré que esperar a después de comer. - Rieron, y Larry se frotó las manos, diciendo. - Bueno, pues voy a ir a decirle a mi mujer lo buena esposa, abuela y tía que es mientras mis alumnos recogen esto y te explican qué estaban haciendo. No tardéis en entrar en casa. -
Chasqueó la lengua. - Claro que sabes, Alice. - Respondió con tono tranquilizador. - Y tenemos un mes en el que vas a estar rodeada de naturaleza y plantitas. Estoy seguro de que, de aquí a Navidad que vuelvas a ver a Shannon, Dan y Sophia, tienes mil preguntas para ellos que puedes aplicar al examen. - Si su novia seguía una continuidad en los exámenes relacionada con el mundo de la curación, no solo sería fantástico, estaba seguro de que su nombre sonaría por todas las esferas alquímicas. Al fin y al cabo, no había tantos alquimistas dedicados a la salud. Se reclinó en su asiento. - Y es muy probable que te toque un tribunal en el que tú seas la que más sabe del tema, porque los alquimistas médicos y enfermeras no suelen componerlo, ¿a que no, abuelo? - Lawrence ladeó la cabeza varias veces. - Son más prácticos y menos teóricos, por lo que suelen estar bastante ocupados. - Marcus miró a Alice con una sonrisa satisfecha. - Puedes usar eso en tu favor. - Estaba hablando su vena Slytherin por él, pero confiaba en la inteligencia de Alice para hacer eso y más.
Pero seguía insegura, por lo que atendió a la conversación entre ella y su abuelo, encantado de cómo él transmitía su sabiduría para tranquilizarla. Marcus estaba convencido de que, por muy nerviosa que se pusiera, iría tomando seguridad en sí misma cuando se viera haciendo cosas fabulosas, que las haría. - Y sus ideas locas siempre han sido estupendas. - Dijo con cariño, pero luego movió la cabeza de lado a lado como si pensara. - Necesario pulirlas... pero buenas. - Bromeó, guiñándole un ojo después. Y el comentario de la Sala de los Menesteres le produjo un cosquilleo de ternura. - Si hicieras algo así, sería espectacular. Y sé que lo harías. - Estaba convencidísimo.
La alegoría de su abuelo le hizo sonreír, feliz. - Esas van a ser nuestras metas, efectivamente. - Afirmó, y se centraron en ver ideas, detalles, posibles vías abiertas, vías que quizás eran demasiado complicadas para su nivel pero no imposibles... Había un universo entero por descubrir ahí, y se le podían pasar horas y horas haciéndolo sin darse cuenta. Tanto fue así que, cuando llamaron a la puerta del taller, miró su reloj y vio que era la hora de comer. Se le había pasado la mañana volando. Pero la persona de la puerta no era su abuela demandando que fueran a la mesa. La chica sonrió con ilusión, asomando prudentemente la cabeza. - Holaaaaa. - Saludó. - ¿Puedo pasar? - Una Ravenclaw siempre puede pasar a un taller de sabiduría como este. - Respondió su abuelo, que también estaba exultante. Nancy dio un par de saltitos y entró, cerrando la puerta tras ella, pero justo la estaba encajando cuando la volvió a abrir. - Oh, que la tía Molly dice que vayáis terminando, que se enfría la comida. Es que me decís "sabiduría" y esas cosas y me desconcentro. - Bromeó, haciéndoles reír. Marcus giró hacia ella. - ¡Hola, prima! ¿Vienes a ser alquimista con nosotros? - Qué va, lo que me faltaba, ya no me cabría más información por la cabeza, es la que tengo y temo que empiece a derramárseme por un oído. - Dejó un beso en la mejilla de Larry y apoyó la mano en el respaldo de la silla de Marcus, mirándoles. - Puedo ser protocolaria marca familia de pueblo y decir que he venido a traeros unas verduras y a preguntaros cómo estáis, porque es una falta de respeto por mi parte que llevéis aquí dos días sin que os haya visitado, pero la realidad es que me he escabullido de mi familia porque ya no aguantaba más sin contarles a mis primitos mis investigaciones. - Miró a Lawrence y se encogió de hombros. - Pero la tía Molly me ha dicho que nada de cositas de Ravenclaw en la mesa, así que supongo que tendré que esperar a después de comer. - Rieron, y Larry se frotó las manos, diciendo. - Bueno, pues voy a ir a decirle a mi mujer lo buena esposa, abuela y tía que es mientras mis alumnos recogen esto y te explican qué estaban haciendo. No tardéis en entrar en casa. -
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En el corazón de Irlanda Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Sonrió al acordarse de Shannon y los demás, que venían en Navidad, y asintió efusivamente. — Qué ganas de que pase. Seguro que para entonces lo tengo mucho más definido en mente. — Y se le habría pasado el susto inicial que llevaba encima. Asintió también a lo del tribunal. — No lo había pensado así. O lo había pensado más como un problema que como otra cosa. Pero mi Marcus siempre sabe buscar el lado por el que algo te beneficia. — Era la ventaja de ser Ravenclaw con actitud Slytherin.
Estaba ya más emocionada y dispuesta, gracias a las palabras de sus alquimistas, y llevaba un rato imbuida entre los apuntes y su propio guion, cuando apareció por allí Nancy. A ella, de momento, le encantaba aquella dinámica tan familiar y alegre de que siempre pudiera ser que apareciera alguien por ahí, le recordaba a los años buenos en La Provenza, cuando siempre había algún Sorel por su casa. Si encima era Nancy, para qué quería más. La noche en el pub se había enganchado a su discurso como en su día se enganchaba a los de su padre, o como lo hacía aún con Lawrence y Marcus, porque no había nada que le gustara más a Alice que aprender. — ¡Hola, Nancy! — Saludó alegremente. Rio con lo de las verduras. Sí, y si no eran verduras eran huevos, y si no miel o lo que se les ocurriera. Hacer la compra en Ballyknow era absurdo, a no ser que la hicieras para llevarla a casa de otro, tal y como estaba diciendo claramente la chica.
Asintió con una sonrisa pilla a lo de la comida, y no pudo evitar pensar que ahí se explicaba las cantidades de comida que siempre hacía Molly, claro, porque en el pueblo siempre podía pasar que apareciera alguien y darle de comer sin haberlo planificado, y tanto la cocinera como el comensal lo iban a dar por hecho. — ¡Oh! ¡Investigaciones! Cuéntanoslo todo. — Dijo apoyándose de nuevo en su mano y mirándola como una lechuza. — Mira, lo que no pasa nunca aquí. — Contestó la chica señalándola. — Antes de nada, ¿cómo va ese examen, chicos? — Ella suspiró y miró a Marcus con una sonrisa dulce. — Pues… Demasiado amplio para mi gusto y sin mucha idea todavía de qué transmutación libre voy a hacer, mientras que el alquimista O’Donnell lo tiene más que claro, pero bueno, sobreviviremos. — Nancy chasqueó la lengua. — Venga, no os hagáis los difíciles. Habéis sacado un examen dificilísimo, sabéis lo que hacéis. — Levantó el índice. — Pero lo que vengo a contaros es posible que os interese de cara a ese examen de Hielo que tenéis. — Alice y Marcus se miraron entusiasmados, como de pequeños cuando les iban a contar algo interesante, mientras Nancy se sentaba frente a ellos.
— ¿Recordáis la historia de los siete fundadores de Irlanda que os contaron los niños el otro día? Obviamente las leyendas están muy adornadas, pero todo antropólogo sabe que tienen un poso de verdad. — Cruzó las manos. — Llevo años buscando las reliquias de los siete, las que se mencionaban en la historia. Si existe la silla de Omnios, no veo por qué no deberían existir las demás. — Alice asintió encantada. — Pero os preguntaréis por qué os lo cuento a vosotros, a parte de por ser Ravenclaws y los únicos que me escucharían sin bostezar. — Puso las manos sobre la mesa y les miró con aquella expresión de los ravenclaws cuando están pensando mucho. — Creo que las reliquias están escondidas y protegidas por fuerzas muy poderosas, concretamente: runas y alquimia. En runas, dependiendo de su raíz, claro, me puedo defender bien, pero en alquimia, para nada. La di en Hogwarts y aquel nivel tan básico se me hizo cuesta arriba. Pero vosotros sois jóvenes, aún tenéis ganas de descubrir, y sois unos auténticos cracks. — Les miró de hito en hito. — Si quisierais venir conmigo, podríamos ir siguiendo pistas que he recabado durante estos años y buscar las reliquias. Nadie más lo va a hacer, a los alquimistas de academia, que me perdone el tío Larry, esto les da igual, y vosotros podéis encontrar cosas que no imagináis aún. Prometo que serían viajes rápidos, me aparezco genial y si no, me conozco trasladores a todas partes. — Sonrió y se encogió de hombros. — Sé que parece una locura, pero es combinable con lo que estáis haciendo, y necesitáis inspiración y cosas que no habéis visto hasta ahora, y yo gente que me ayude con las runas y la alquimia. — Alice miró a su novio. — Ese sin duda es Marcus. — Luego se mordió el labio. — A mí me encantaría, Nancy, de verdad que sí, pero no sé hasta qué punto… Podemos combinarlo con todo el estudio. —
Estaba ya más emocionada y dispuesta, gracias a las palabras de sus alquimistas, y llevaba un rato imbuida entre los apuntes y su propio guion, cuando apareció por allí Nancy. A ella, de momento, le encantaba aquella dinámica tan familiar y alegre de que siempre pudiera ser que apareciera alguien por ahí, le recordaba a los años buenos en La Provenza, cuando siempre había algún Sorel por su casa. Si encima era Nancy, para qué quería más. La noche en el pub se había enganchado a su discurso como en su día se enganchaba a los de su padre, o como lo hacía aún con Lawrence y Marcus, porque no había nada que le gustara más a Alice que aprender. — ¡Hola, Nancy! — Saludó alegremente. Rio con lo de las verduras. Sí, y si no eran verduras eran huevos, y si no miel o lo que se les ocurriera. Hacer la compra en Ballyknow era absurdo, a no ser que la hicieras para llevarla a casa de otro, tal y como estaba diciendo claramente la chica.
Asintió con una sonrisa pilla a lo de la comida, y no pudo evitar pensar que ahí se explicaba las cantidades de comida que siempre hacía Molly, claro, porque en el pueblo siempre podía pasar que apareciera alguien y darle de comer sin haberlo planificado, y tanto la cocinera como el comensal lo iban a dar por hecho. — ¡Oh! ¡Investigaciones! Cuéntanoslo todo. — Dijo apoyándose de nuevo en su mano y mirándola como una lechuza. — Mira, lo que no pasa nunca aquí. — Contestó la chica señalándola. — Antes de nada, ¿cómo va ese examen, chicos? — Ella suspiró y miró a Marcus con una sonrisa dulce. — Pues… Demasiado amplio para mi gusto y sin mucha idea todavía de qué transmutación libre voy a hacer, mientras que el alquimista O’Donnell lo tiene más que claro, pero bueno, sobreviviremos. — Nancy chasqueó la lengua. — Venga, no os hagáis los difíciles. Habéis sacado un examen dificilísimo, sabéis lo que hacéis. — Levantó el índice. — Pero lo que vengo a contaros es posible que os interese de cara a ese examen de Hielo que tenéis. — Alice y Marcus se miraron entusiasmados, como de pequeños cuando les iban a contar algo interesante, mientras Nancy se sentaba frente a ellos.
— ¿Recordáis la historia de los siete fundadores de Irlanda que os contaron los niños el otro día? Obviamente las leyendas están muy adornadas, pero todo antropólogo sabe que tienen un poso de verdad. — Cruzó las manos. — Llevo años buscando las reliquias de los siete, las que se mencionaban en la historia. Si existe la silla de Omnios, no veo por qué no deberían existir las demás. — Alice asintió encantada. — Pero os preguntaréis por qué os lo cuento a vosotros, a parte de por ser Ravenclaws y los únicos que me escucharían sin bostezar. — Puso las manos sobre la mesa y les miró con aquella expresión de los ravenclaws cuando están pensando mucho. — Creo que las reliquias están escondidas y protegidas por fuerzas muy poderosas, concretamente: runas y alquimia. En runas, dependiendo de su raíz, claro, me puedo defender bien, pero en alquimia, para nada. La di en Hogwarts y aquel nivel tan básico se me hizo cuesta arriba. Pero vosotros sois jóvenes, aún tenéis ganas de descubrir, y sois unos auténticos cracks. — Les miró de hito en hito. — Si quisierais venir conmigo, podríamos ir siguiendo pistas que he recabado durante estos años y buscar las reliquias. Nadie más lo va a hacer, a los alquimistas de academia, que me perdone el tío Larry, esto les da igual, y vosotros podéis encontrar cosas que no imagináis aún. Prometo que serían viajes rápidos, me aparezco genial y si no, me conozco trasladores a todas partes. — Sonrió y se encogió de hombros. — Sé que parece una locura, pero es combinable con lo que estáis haciendo, y necesitáis inspiración y cosas que no habéis visto hasta ahora, y yo gente que me ayude con las runas y la alquimia. — Alice miró a su novio. — Ese sin duda es Marcus. — Luego se mordió el labio. — A mí me encantaría, Nancy, de verdad que sí, pero no sé hasta qué punto… Podemos combinarlo con todo el estudio. —
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En el corazón de Irlanda Con Alice | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
- Pues con nosotros te vas hasta a aburrir de preguntas. - Respondió entre risas. Se miró con Alice y encogió los hombros con suficiencia. - Estamos preparados de sobra para enfrentarnos a esto, aún nos queda todo un año de estudio y ya tenemos ideas. Y estamos en el mejor lugar del mundo para mejorarlas. - Nancy soltó una risita, miró traviesamente a la puerta y les susurró. - Por lo que dicen por aquí, no es lo que el tío Larry decía de joven. - Los tres rieron y Marcus añadió. - Bueno, eran contextos diferentes. Le entiendo, nosotros hemos tenido más acceso a las cosas y por eso la tranquilidad nos viene bien ahora. -
Le arqueó las cejas a Alice con entusiasmo. Sabía reconocer a una Ravenclaw que no podía contener la información que tenía que contar (y a una irlandesa que no puede guardarse una sorpresa, porque su abuela era igual) cuando la veía. Atendió a la narración. Ya le había dejado caer que estaba haciendo una investigación sobre el tema, pero pensó que era puramente teórica. Se le fue cambiando el rostro del entusiasmo sonriente con el que la miraba al inicio del relato, a uno de profundo interés a medida que avanzaba. Ya tenía el cerebro a mil por hora. - Había oído hablar de la alquimia como medio para proteger magia ancestral. Las runas también, por supuesto, aunque más que para protegerlas es para describirlas o indicar su origen, cómo encontrarlas. Lo de la alquimia... - Se mojó los labios, pensativo. - Te dicen siempre que eran corrientes antiguas. Que eso ya no se hace, que la alquimia en la actualidad tiene funciones meramente prácticas. - Miró a Alice. - Sabía que no era verdad. - Volvió a mirar a Nancy. Él ya estaba metido de lleno en ese barco. - Tiene que prevalecer la que se usó en la antigüedad, eso no se desvanece con tanta facilidad. Si es alquimia antigua que nadie ha mantenido con el tiempo, será difícil hallar el proceso que se usó, pero relativamente fácil revertirlo por estar en desuso. Si está fortalecido y fresco... quiere decir que hay gente que la mantiene. - Aquello se ponía más y más interesante cada vez.
Abrió mucho los ojos. - ¿Querrías que... te acompañáramos a buscar las reliquias? - Se acababa de quedar sin aliento. Tenía que ser una broma, porque sonaba como un sueño hecho realidad. ¿Buscar por Irlanda reliquias protegidas por alquimia y magia ancestral? ¿Poder ser el descubridor de algo ASÍ, que lleva siglos protegido y oculto? Nunca pensó que la gloria pudiera llegarle tan pronto. Y sí, le gustaba eso, pero aunque pudiera no parecerlo, pesaba muchísimo más el deseo por el conocimiento. Por algo había acabado en Ravenclaw por mucha vena Slytherin que tuviera. - Podemos. - Aseguró, quizás demasiado taxativo, aunque tenía la mirada levemente perdida de cuando su cabeza estaba volando ya a lugares insospechados. - Podemos perfectamente. - Miró ahora sí a su novia, con los ojos brillantes y la voz cargada de emoción contenida. - Alice, esto nos daría la inspiración que necesitamos. Y conocimiento. Por no hablar de que... bueno, a nosotros también nos gustaría que nos ayudaran con una investigación con la que llevamos años. - Añadió señalando a Nancy, que estaba contenta como una niña pequeña. - Sí es cierto que... - Apoyó el codo en la mesa, acariciándose la barbilla, pensativo y perdiendo de nuevo la mirada. - Habría que organizarse muy bien... E investigar... - Y aunque estaba concentrado, no lo suficiente como para no notar que acababa de entrar un encantamiento por la puerta.
Y menos mal que lo vio no solo entrar, sino acercarse a ellos, porque si le llega a pillar en su mundo le hubiera dado un susto de muerte. Los tres asistieron a cómo una cuchara y un cazo volador se acercaban con mucha tranquilidad volando hacia donde estaban y, una vez situados en el centro, como una orquesta que ya se encuentra preparada para la función, la cuchara empezó a golpear el cazo con tanta violencia que obligó a los tres a taparse los oídos con gestos de dolor. Marcus fue a sacar la varita cuando se sintió con suficiente valentía como para destaparse al menos un oído, pero entonces la cuchara voló amenazante hacia él, y solo se le ocurrió tirarla al suelo y alzar ambas manos. - ¡Vale, vale! Ya vamos. Qué carácter. - Bufó, recogió la varita y cuchara y cazo volaron de nuevo hacia la salida. - Vamos a comer antes de que nos maten, anda. Pero luego hablamos. -
Se pusieron hasta arriba de comer, como siempre, y a Marcus le encantaban las comidas familiares, por lo que fue muy tierno y divertido estar allí con sus abuelos, su prima y su novia. Sin embargo, tenía mayormente la cabeza en otra parte, y sus abuelos se lo notaban (cualquiera se lo notaba). De ahí que Lawrence no hubiera dejado de decir de tanto en cuando "lo importante que era la concentración para los alquimistas" y su abuela no insistiera más con lo de estar pendiente estrictamente de la comida, porque lo debía haber considerado batalla perdida. Se pusieron redondos de tanto comer, postres incluidos, pero como Marcus siempre tenía hueco para más, una vez recogieron entre todos y los abuelos se fueron a descansar, se reunió con su prima y Alice en la sala de estar, con un platito con tres trufas de whiskey en la mano que las chicas habían rechazado previa mirada de mirarle como si estuviera loco por querer seguir comiendo. Pues nada, se las tendría que comer las tres él.
- ¿Tenemos ya autorizado seguir hablando de "cositas de Ravenclaw"? - Preguntó y los tres rieron entre dientes, con expresión traviesa, pero mirando a la puerta, vaya que viniera otra cuchara voladora a amenazarles. Se retrepó en el sofá y se llevó un bocado de trufa a la boca, saboreando tanto el dulce como la conversación que estaba a punto de iniciar. - Vale. Me interesa tu investigación. Y podemos intentar ayudarte. - Terminó de tragar. - Digo intentar no porque no queramos, sino porque somos alquimistas de Piedra. Quizás sea una magia que aún no podemos dominar. - Nancy frunció los labios y se encogió de hombros. - De eso no tengo ni idea, primo. Pero llevo tanto esperando que si tengo que esperar a que dominéis más la alquimia, no me importa. Por ahora lo que quiero es encontrarlas, es decir, confirmar mi teoría de que existir físicamente, existen, solo que están tan protegidas que no se puede acceder a ellas. - ¿Y cuándo querrías empezar? - Nancy arqueó una ceja. - ¿Ya? - Marcus se atragantó con la trufa. Igual debería dejar de comer. Y dejar de comer tan tumbado. Se incorporó. - ¡No nos hemos preparado! Y apenas sabemos lo que nos contaron los niños el otro día. - Eso no es problema. - La chica abrió su bolso y confirmó no solo que era de extensión indetectable, sino que tenía un hechizo para aligerar el peso, porque empezó a sacar pergaminos y pergaminos y pergaminos y pergaminos. Marcus cada vez tenía los ojos más abiertos. - Y esta es la referencia de los libros de la biblioteca. - Nancy, ahí tenemos contenido para estar estudiando meses. Mi abuelo nos va a matar. Tenemos que centrarnos en el examen de hielo. - Se frotó la cara. - Que Merlín me perdone, jamás pensé que diría esto, pero ¿no podrías simplemente hacernos un resumen? - Ella hizo un gesto con las manos. - Tranquilidad. Mira, vamos a hacer una cosa. - Rebuscó los pergaminos y le entregó unos cuarenta a Marcus y otro tanto a Alice. - Esos corresponden a teorías e historia sobre Nuada, Lugh y Fodla. - Dijo señalando a Marcus. Luego miró a Alice. - Y esos, a Taranis, Eire y Banba. Creo que son los que más os pegan. - Gracias por dejarme a Fodla pero te has colado con Nuada. - Se burló Marcus. Nancy rio. - ¿Preferías el amor de las madres irlandesas? - Pues mira, igual sí. - Se ofendió, haciendo a su prima reír aún más. Finalmente, continuó. - Centraros en ellos. Esa lectura no os va a llevar más de un día, bueno, sois Ravenclaw, vosotros os organizáis, no os voy a decir yo lo que tenéis que hacer. Sé que estais recién llegados, que es mucha información, que tenéis que estudiar, que la familia os demanda, que ya mismo está la Navidad aquí... Dejémoslo para después de Navidad. Cuando nos veamos, yo os iré contando todo lo que pueda de mitología general y de Omnios, y el resto lo empapáis por vuestra cuenta. Trabajo en equipo. Así, para cuando empecemos a investigar, lo tendremos dominadísimo. - Les miró con ilusión. - ¿Qué os parece? -
Le arqueó las cejas a Alice con entusiasmo. Sabía reconocer a una Ravenclaw que no podía contener la información que tenía que contar (y a una irlandesa que no puede guardarse una sorpresa, porque su abuela era igual) cuando la veía. Atendió a la narración. Ya le había dejado caer que estaba haciendo una investigación sobre el tema, pero pensó que era puramente teórica. Se le fue cambiando el rostro del entusiasmo sonriente con el que la miraba al inicio del relato, a uno de profundo interés a medida que avanzaba. Ya tenía el cerebro a mil por hora. - Había oído hablar de la alquimia como medio para proteger magia ancestral. Las runas también, por supuesto, aunque más que para protegerlas es para describirlas o indicar su origen, cómo encontrarlas. Lo de la alquimia... - Se mojó los labios, pensativo. - Te dicen siempre que eran corrientes antiguas. Que eso ya no se hace, que la alquimia en la actualidad tiene funciones meramente prácticas. - Miró a Alice. - Sabía que no era verdad. - Volvió a mirar a Nancy. Él ya estaba metido de lleno en ese barco. - Tiene que prevalecer la que se usó en la antigüedad, eso no se desvanece con tanta facilidad. Si es alquimia antigua que nadie ha mantenido con el tiempo, será difícil hallar el proceso que se usó, pero relativamente fácil revertirlo por estar en desuso. Si está fortalecido y fresco... quiere decir que hay gente que la mantiene. - Aquello se ponía más y más interesante cada vez.
Abrió mucho los ojos. - ¿Querrías que... te acompañáramos a buscar las reliquias? - Se acababa de quedar sin aliento. Tenía que ser una broma, porque sonaba como un sueño hecho realidad. ¿Buscar por Irlanda reliquias protegidas por alquimia y magia ancestral? ¿Poder ser el descubridor de algo ASÍ, que lleva siglos protegido y oculto? Nunca pensó que la gloria pudiera llegarle tan pronto. Y sí, le gustaba eso, pero aunque pudiera no parecerlo, pesaba muchísimo más el deseo por el conocimiento. Por algo había acabado en Ravenclaw por mucha vena Slytherin que tuviera. - Podemos. - Aseguró, quizás demasiado taxativo, aunque tenía la mirada levemente perdida de cuando su cabeza estaba volando ya a lugares insospechados. - Podemos perfectamente. - Miró ahora sí a su novia, con los ojos brillantes y la voz cargada de emoción contenida. - Alice, esto nos daría la inspiración que necesitamos. Y conocimiento. Por no hablar de que... bueno, a nosotros también nos gustaría que nos ayudaran con una investigación con la que llevamos años. - Añadió señalando a Nancy, que estaba contenta como una niña pequeña. - Sí es cierto que... - Apoyó el codo en la mesa, acariciándose la barbilla, pensativo y perdiendo de nuevo la mirada. - Habría que organizarse muy bien... E investigar... - Y aunque estaba concentrado, no lo suficiente como para no notar que acababa de entrar un encantamiento por la puerta.
Y menos mal que lo vio no solo entrar, sino acercarse a ellos, porque si le llega a pillar en su mundo le hubiera dado un susto de muerte. Los tres asistieron a cómo una cuchara y un cazo volador se acercaban con mucha tranquilidad volando hacia donde estaban y, una vez situados en el centro, como una orquesta que ya se encuentra preparada para la función, la cuchara empezó a golpear el cazo con tanta violencia que obligó a los tres a taparse los oídos con gestos de dolor. Marcus fue a sacar la varita cuando se sintió con suficiente valentía como para destaparse al menos un oído, pero entonces la cuchara voló amenazante hacia él, y solo se le ocurrió tirarla al suelo y alzar ambas manos. - ¡Vale, vale! Ya vamos. Qué carácter. - Bufó, recogió la varita y cuchara y cazo volaron de nuevo hacia la salida. - Vamos a comer antes de que nos maten, anda. Pero luego hablamos. -
Se pusieron hasta arriba de comer, como siempre, y a Marcus le encantaban las comidas familiares, por lo que fue muy tierno y divertido estar allí con sus abuelos, su prima y su novia. Sin embargo, tenía mayormente la cabeza en otra parte, y sus abuelos se lo notaban (cualquiera se lo notaba). De ahí que Lawrence no hubiera dejado de decir de tanto en cuando "lo importante que era la concentración para los alquimistas" y su abuela no insistiera más con lo de estar pendiente estrictamente de la comida, porque lo debía haber considerado batalla perdida. Se pusieron redondos de tanto comer, postres incluidos, pero como Marcus siempre tenía hueco para más, una vez recogieron entre todos y los abuelos se fueron a descansar, se reunió con su prima y Alice en la sala de estar, con un platito con tres trufas de whiskey en la mano que las chicas habían rechazado previa mirada de mirarle como si estuviera loco por querer seguir comiendo. Pues nada, se las tendría que comer las tres él.
- ¿Tenemos ya autorizado seguir hablando de "cositas de Ravenclaw"? - Preguntó y los tres rieron entre dientes, con expresión traviesa, pero mirando a la puerta, vaya que viniera otra cuchara voladora a amenazarles. Se retrepó en el sofá y se llevó un bocado de trufa a la boca, saboreando tanto el dulce como la conversación que estaba a punto de iniciar. - Vale. Me interesa tu investigación. Y podemos intentar ayudarte. - Terminó de tragar. - Digo intentar no porque no queramos, sino porque somos alquimistas de Piedra. Quizás sea una magia que aún no podemos dominar. - Nancy frunció los labios y se encogió de hombros. - De eso no tengo ni idea, primo. Pero llevo tanto esperando que si tengo que esperar a que dominéis más la alquimia, no me importa. Por ahora lo que quiero es encontrarlas, es decir, confirmar mi teoría de que existir físicamente, existen, solo que están tan protegidas que no se puede acceder a ellas. - ¿Y cuándo querrías empezar? - Nancy arqueó una ceja. - ¿Ya? - Marcus se atragantó con la trufa. Igual debería dejar de comer. Y dejar de comer tan tumbado. Se incorporó. - ¡No nos hemos preparado! Y apenas sabemos lo que nos contaron los niños el otro día. - Eso no es problema. - La chica abrió su bolso y confirmó no solo que era de extensión indetectable, sino que tenía un hechizo para aligerar el peso, porque empezó a sacar pergaminos y pergaminos y pergaminos y pergaminos. Marcus cada vez tenía los ojos más abiertos. - Y esta es la referencia de los libros de la biblioteca. - Nancy, ahí tenemos contenido para estar estudiando meses. Mi abuelo nos va a matar. Tenemos que centrarnos en el examen de hielo. - Se frotó la cara. - Que Merlín me perdone, jamás pensé que diría esto, pero ¿no podrías simplemente hacernos un resumen? - Ella hizo un gesto con las manos. - Tranquilidad. Mira, vamos a hacer una cosa. - Rebuscó los pergaminos y le entregó unos cuarenta a Marcus y otro tanto a Alice. - Esos corresponden a teorías e historia sobre Nuada, Lugh y Fodla. - Dijo señalando a Marcus. Luego miró a Alice. - Y esos, a Taranis, Eire y Banba. Creo que son los que más os pegan. - Gracias por dejarme a Fodla pero te has colado con Nuada. - Se burló Marcus. Nancy rio. - ¿Preferías el amor de las madres irlandesas? - Pues mira, igual sí. - Se ofendió, haciendo a su prima reír aún más. Finalmente, continuó. - Centraros en ellos. Esa lectura no os va a llevar más de un día, bueno, sois Ravenclaw, vosotros os organizáis, no os voy a decir yo lo que tenéis que hacer. Sé que estais recién llegados, que es mucha información, que tenéis que estudiar, que la familia os demanda, que ya mismo está la Navidad aquí... Dejémoslo para después de Navidad. Cuando nos veamos, yo os iré contando todo lo que pueda de mitología general y de Omnios, y el resto lo empapáis por vuestra cuenta. Trabajo en equipo. Así, para cuando empecemos a investigar, lo tendremos dominadísimo. - Les miró con ilusión. - ¿Qué os parece? -
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En el corazón de Irlanda Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
¿Comer? ¿Pero quién podía comer? Si no fuera porque temía la ira de la olla y el cucharón, Alice no hubiera comido en HORAS, porque, a ver, Marcus lohabía visto todavía más claro que ella, y ahora necesitaba desgranar ese plan. Tuvo que suprimir y retener mucho los ojos en blanco con los tiritos del abuelo. Ah, cómo odiaba cuando limitaban sus planes y su imaginación. ¡Hacía mucho que no ponía a funcionar su cerebro como una auténtica Gallia! Ahora no se lo podían cortar así como así. Pero bueno, fue una buena niña, comió, pero es verdad que movía frenéticamente la pierna, y tenía la tentación de morderse las uñas. A ver, Alice, cabeza que tienes muchas cosas encima, no sueñes de más, trató de decirse. Nada, solo veía el brillo de la emoción en los ojos de Marcus y la posibilidad de buscar elementos de magia ancestral usando lo que habían aprendido.
Por fin, la edad de los abuelos jugó en su favor y pudieron quedarse los tres solos en la salita (ellos y las trufas de su novio, claro). Asintió a lo de intentar y miró a Nancy significativamente. — La verdad es que esta mañana he tenido serias dudas sobre mi capacitación para hacer el examen de Hielo, ni te cuento para liberar magia ancestral. — Pero nada, Nancy lo veía más claro todavía y encima empezó a sacar pergaminos. Oh, no, la perdición de un Ravenclaw, una bibliografía ordenada, pensó. Pero asintió a lo que dijo Marcus. — De verdad, no hay nada que me guste más que las leyendas y la historia, pero ya me veía justa… — Y mientras su novio y su prima se picaban, le echó un ojo por encima. A ver, no era inabarcable, no en primera instancia, era información bastante básica de investigar, luego ya reflexionar y darle un sentido para buscar un lugar real…
Suspiró y miró a Marcus. — A ver, lo complicado aquí es… Que yo me sienta segura, porque no me veo con conocimientos suficientes para esto… — Rio y se señaló. — Pero eso es trabajo mío, y lo otro, convencer al abuelo de que esto tiene algo que ver con la licencia. — Y ahí miró significativamente a Marcus, y Nancy se le unió. — Desde luego, si alguien puede hacer eso, es el primito. — Alice asintió también y levantó las manos. — Solo hay que… Reconducir la información. No hace ni dos horas que estabas diciendo que quería involucrar la magia ancestral en tu carrera alquímica y la temática de tus exámenes. — ¡Buah! ¿Quieres mantener un hilo temático en tus exámenes? Me encanta. — ¿A que sí? — Señaló con entusiasmo. Si es que a cualquiera con dos dedos de frente, Marcus le parecía brillante. — Así que — retomó —, no es exactamente mentir. Es solo suprimir ciertos elementos con los que el abuelo no va a comulgar, tú mismo has dicho que siempre han intentado minar toda esa corriente. — Señaló los montones. — De momento, vamos a guardar esto, porque como el abuelo vea leyendas irlandesas por aquí, se va a alterar. A ver qué os parece esto. — Sacó uno de sus pergaminos de sucio para hacer sus famosos esquemas. — Estamos a principios de noviembre. Antes de la mitad del mes, tenemos que haberle presentado al abuelo la idea definida, todo lo que podamos, de nuestras transmutaciones anuales, eso le va a tener contento. Ahora, Nancy, ¿por dónde quieres empezar? — La chica se mordió los labios y pensó. — Por echarle un ojo a ciertas runas que me parecen importantes y que creo que nos pueden hacer falta, y por ir a la única reliquia que conocemos: la silla de Omnios. — Alice asintió y escribió. — Bien. Podemos trabajar con eso. Danos hasta el quince noviembre, Nancy, para calmar al abuelo y asegurarnos de que tenemos las bases… — Miró a Marcus y sonrió. — Y una vez estemos seguros… Hagamos lo que mejor se nos da, que es resolver acertijos y… Soñar más allá de lo que hacen los demás. — Nancy dio una palmada y amplió la sonrisa. — ¡Esas son mis águilas orgullosas! —
Por fin, la edad de los abuelos jugó en su favor y pudieron quedarse los tres solos en la salita (ellos y las trufas de su novio, claro). Asintió a lo de intentar y miró a Nancy significativamente. — La verdad es que esta mañana he tenido serias dudas sobre mi capacitación para hacer el examen de Hielo, ni te cuento para liberar magia ancestral. — Pero nada, Nancy lo veía más claro todavía y encima empezó a sacar pergaminos. Oh, no, la perdición de un Ravenclaw, una bibliografía ordenada, pensó. Pero asintió a lo que dijo Marcus. — De verdad, no hay nada que me guste más que las leyendas y la historia, pero ya me veía justa… — Y mientras su novio y su prima se picaban, le echó un ojo por encima. A ver, no era inabarcable, no en primera instancia, era información bastante básica de investigar, luego ya reflexionar y darle un sentido para buscar un lugar real…
Suspiró y miró a Marcus. — A ver, lo complicado aquí es… Que yo me sienta segura, porque no me veo con conocimientos suficientes para esto… — Rio y se señaló. — Pero eso es trabajo mío, y lo otro, convencer al abuelo de que esto tiene algo que ver con la licencia. — Y ahí miró significativamente a Marcus, y Nancy se le unió. — Desde luego, si alguien puede hacer eso, es el primito. — Alice asintió también y levantó las manos. — Solo hay que… Reconducir la información. No hace ni dos horas que estabas diciendo que quería involucrar la magia ancestral en tu carrera alquímica y la temática de tus exámenes. — ¡Buah! ¿Quieres mantener un hilo temático en tus exámenes? Me encanta. — ¿A que sí? — Señaló con entusiasmo. Si es que a cualquiera con dos dedos de frente, Marcus le parecía brillante. — Así que — retomó —, no es exactamente mentir. Es solo suprimir ciertos elementos con los que el abuelo no va a comulgar, tú mismo has dicho que siempre han intentado minar toda esa corriente. — Señaló los montones. — De momento, vamos a guardar esto, porque como el abuelo vea leyendas irlandesas por aquí, se va a alterar. A ver qué os parece esto. — Sacó uno de sus pergaminos de sucio para hacer sus famosos esquemas. — Estamos a principios de noviembre. Antes de la mitad del mes, tenemos que haberle presentado al abuelo la idea definida, todo lo que podamos, de nuestras transmutaciones anuales, eso le va a tener contento. Ahora, Nancy, ¿por dónde quieres empezar? — La chica se mordió los labios y pensó. — Por echarle un ojo a ciertas runas que me parecen importantes y que creo que nos pueden hacer falta, y por ir a la única reliquia que conocemos: la silla de Omnios. — Alice asintió y escribió. — Bien. Podemos trabajar con eso. Danos hasta el quince noviembre, Nancy, para calmar al abuelo y asegurarnos de que tenemos las bases… — Miró a Marcus y sonrió. — Y una vez estemos seguros… Hagamos lo que mejor se nos da, que es resolver acertijos y… Soñar más allá de lo que hacen los demás. — Nancy dio una palmada y amplió la sonrisa. — ¡Esas son mis águilas orgullosas! —
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Family and nature Con Alice | En Irlanda | 17 de noviembre de 2002 |
- Lo de la chimenea es buena idea. - Susurró, meloso, abrazado a la espalda de su novia, piel con piel. Más que buena idea (que también) era buena excusa para estar... más ligeros de ropa. Puede que llevaran ya un buen rato despiertos y... En fin, era domingo. Tenían "permiso" para despertarse más tarde. Pero también tenían ambos el cuerpo acostumbrado a levantarse más temprano para ponerse desde primera hora a tope con el estudio, así que se habían despertado antes de lo previsto y llevaban más de una hora entre besos, caricias y lo que surgiera. Y, por supuesto, hacía un buen rato que habían prescindido del pijama.
Fuera hacía un vendaval, o al menos lo hacía cuando se despertaron. El arrullo del viento y el repicar de la lluvia, el calor de la chimenea y el del cuerpo de Alice junto al suyo, el silencio de la casa... Un auténtico sueño. Estaba dejando besos distraídos en la espalda y el brazo de Alice cuando una serie de ruidos en la ventana interrumpieron su delicada concentración. Y es muy posible que el ruido llevara un buen rato pero él, en su burbuja, no se hubiera dado cuenta hasta que su cerebro empezó a plantearse que eso no era habitual. Giró el cuello para mirar la ventana que quedaba a su espalda, y lo vio directo: una piedra impactando en el cristal. Pues quien quiera que fuera no parecía dispuesto a cansarse, así que mejor ir antes de que lo rompiera. Miró a Alice, interrogante. - ¿Quién es? - Preguntó en un susurro casi asustado. ¿Alguien intentaba partirles la ventana? - ¡¡VENGA YAAAAAAAAAAA DEJAD DE DORMIIIIIIIIR!! - ¡¡O LO QUE SEA QUE ESTAIS HACIENDO!! ¡NINGÚN RAVENCLAW SE LEVANTA TAN TARDEEEE! - Vale, ahora el susto era real. No era un ladrón, lo hubiera preferido. Eran Andrew y Allison, gritando respectivamente. O salía ya o, aparte de partir la ventana, iban a alertar al pueblo entero. Y a sus abuelos.
Pero no podía asomarse a la ventana sin camiseta, en primer lugar porque se iba a morir de frío, y en segundo lugar porque era Marcus, NO iba a mostrarse sin camiseta sin la situación no lo hacía estrictamente pertinente (por ejemplo, si estuvieran en la playa... No se le ocurrían más ejemplos). Se levantó rápidamente y se puso la camiseta en el pijama. - ¡TE ESTAMOS VIENDO! - Gritó Andrew, con las consiguientes risas de su novia de fondo. Acababa de conocer a su primo y empezaba a querer matarlo. Al ir a asomarse a la ventana, se dio cuenta de que no solo había dejado de llover, sino que el viento se había calmado bastante, aunque el cielo no estaba especialmente soleado. Sacó la cabeza por el marco, pero antes de hablar, recibió las risotadas de los otros dos. - ¡FELIZ DOMINGO! - Gritó Allison. Andrew rio. - ¿Te acuerdas cuando los nuestros eran así? - Me acuerdo. Por eso tuvimos a este, porque nuestros domingos eran así. - Buenos días. - Interrumpió, quizás un poco ácido de más. Esperaba que su novia estuviera aprovechando que él estaba dando la cara para vestirse. Brando aplaudió, como si se congratulara de ver que Marcus sabía hablar. Le haría más gracia en otro contexto.
- ¡¡Primo!! Venga, que tenemos día de campo. - ¿¿Qué?? - Preguntó, porque por fuerza había tenido que entender mal. Por no hablar de que la presencia de vecinos cotilleando le estaba poniendo considerablemente nervioso y le desconcentraba. En concreto, había un señor con boina, un palillo en la boca y las manos en los bolsillos que miraba la escena con total e insultante naturalidad e inexpresividad, como si la cosa fuera en algún punto con él. Al menos las señoras asomadas a las ventanas estaban teniendo el decoro de intentar (aunque mal) no ser vistas. - ¡¡Que la comida de hoy es en el campo!! ¡Venga! ¡Que a Cerys no le gusta nada que la hagamos esperar! - No le gusta nada que le invadamos la granja. - Menos aún si la hacemos esperar. - Volvieron a reír los dos. Marcus entrecerró los ojos. - Parece que ensayáis los diálogos. - ¡¡VENGAAAAAAAAA ALICE VÍSTETE YA!! - SSSSSSSHHHHHHH. - Rogó. - El tiempo está feísimo. ¿Cómo vamos a ir al campo? -Eso conllevó más carcajadas aún. - Primo, si tenemos que esperar que coincida un día bueno con un domingo, no vamos al campo nunca. ¡VENGA, BAJAD YA, ESTA NOCHE SEGUÍS F... - ¡Que ya vamos! - Cortó. Dejó a los otros riéndose y se giró a su novia, bufando. - Mira, ni me he enterado. Pero vamos a bajar antes de que esto vaya a peor. -
Fuera hacía un vendaval, o al menos lo hacía cuando se despertaron. El arrullo del viento y el repicar de la lluvia, el calor de la chimenea y el del cuerpo de Alice junto al suyo, el silencio de la casa... Un auténtico sueño. Estaba dejando besos distraídos en la espalda y el brazo de Alice cuando una serie de ruidos en la ventana interrumpieron su delicada concentración. Y es muy posible que el ruido llevara un buen rato pero él, en su burbuja, no se hubiera dado cuenta hasta que su cerebro empezó a plantearse que eso no era habitual. Giró el cuello para mirar la ventana que quedaba a su espalda, y lo vio directo: una piedra impactando en el cristal. Pues quien quiera que fuera no parecía dispuesto a cansarse, así que mejor ir antes de que lo rompiera. Miró a Alice, interrogante. - ¿Quién es? - Preguntó en un susurro casi asustado. ¿Alguien intentaba partirles la ventana? - ¡¡VENGA YAAAAAAAAAAA DEJAD DE DORMIIIIIIIIR!! - ¡¡O LO QUE SEA QUE ESTAIS HACIENDO!! ¡NINGÚN RAVENCLAW SE LEVANTA TAN TARDEEEE! - Vale, ahora el susto era real. No era un ladrón, lo hubiera preferido. Eran Andrew y Allison, gritando respectivamente. O salía ya o, aparte de partir la ventana, iban a alertar al pueblo entero. Y a sus abuelos.
Pero no podía asomarse a la ventana sin camiseta, en primer lugar porque se iba a morir de frío, y en segundo lugar porque era Marcus, NO iba a mostrarse sin camiseta sin la situación no lo hacía estrictamente pertinente (por ejemplo, si estuvieran en la playa... No se le ocurrían más ejemplos). Se levantó rápidamente y se puso la camiseta en el pijama. - ¡TE ESTAMOS VIENDO! - Gritó Andrew, con las consiguientes risas de su novia de fondo. Acababa de conocer a su primo y empezaba a querer matarlo. Al ir a asomarse a la ventana, se dio cuenta de que no solo había dejado de llover, sino que el viento se había calmado bastante, aunque el cielo no estaba especialmente soleado. Sacó la cabeza por el marco, pero antes de hablar, recibió las risotadas de los otros dos. - ¡FELIZ DOMINGO! - Gritó Allison. Andrew rio. - ¿Te acuerdas cuando los nuestros eran así? - Me acuerdo. Por eso tuvimos a este, porque nuestros domingos eran así. - Buenos días. - Interrumpió, quizás un poco ácido de más. Esperaba que su novia estuviera aprovechando que él estaba dando la cara para vestirse. Brando aplaudió, como si se congratulara de ver que Marcus sabía hablar. Le haría más gracia en otro contexto.
- ¡¡Primo!! Venga, que tenemos día de campo. - ¿¿Qué?? - Preguntó, porque por fuerza había tenido que entender mal. Por no hablar de que la presencia de vecinos cotilleando le estaba poniendo considerablemente nervioso y le desconcentraba. En concreto, había un señor con boina, un palillo en la boca y las manos en los bolsillos que miraba la escena con total e insultante naturalidad e inexpresividad, como si la cosa fuera en algún punto con él. Al menos las señoras asomadas a las ventanas estaban teniendo el decoro de intentar (aunque mal) no ser vistas. - ¡¡Que la comida de hoy es en el campo!! ¡Venga! ¡Que a Cerys no le gusta nada que la hagamos esperar! - No le gusta nada que le invadamos la granja. - Menos aún si la hacemos esperar. - Volvieron a reír los dos. Marcus entrecerró los ojos. - Parece que ensayáis los diálogos. - ¡¡VENGAAAAAAAAA ALICE VÍSTETE YA!! - SSSSSSSHHHHHHH. - Rogó. - El tiempo está feísimo. ¿Cómo vamos a ir al campo? -Eso conllevó más carcajadas aún. - Primo, si tenemos que esperar que coincida un día bueno con un domingo, no vamos al campo nunca. ¡VENGA, BAJAD YA, ESTA NOCHE SEGUÍS F... - ¡Que ya vamos! - Cortó. Dejó a los otros riéndose y se giró a su novia, bufando. - Mira, ni me he enterado. Pero vamos a bajar antes de que esto vaya a peor. -
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Family and nature Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Suspiró, y en su suspiro puede que hubiera salido un gemido bajito. ¿Podían ser así todas las mañanas? Bueno, a eso aspiraba. Le encantaba revolverse en la cama y pegarse a toda la piel que pudiera de Marcus. Alzó una mano y revolvió sus rizos mientras él besaba su piel. — ¿La chimenea? Lo que fue buena idea fue escogerte de novio. — Se mordió el labio y se puso a bajar la mano por su costado, deseando calentar aún más su piel (y todo lo demás). No contaba con la interrupción, la verdad. — Igual no es nada… — A la nada se lo dijo ella, su novio ya se había lanzado a la ventana.
Cuando abrió, se encogió sobre sí misma y se tapó más, haciendo un ruidito de queja. Ojalá le dijera a quien fuera que llevaban toda la noche estudiando y necesitaban descansar. A ver, mentiría si no dijera que se rio un poco al oír a Andrew y Allison. Malditos Huffies, eran muy divertidos. Maldito su novio un poco, que no sabía poner excusas para volver con ella a la cama. Suspiró y se frotó los ojos. — Yo tenía otros planes. — Se quejó, casi más para sí que otra cosa. Se arrastró entre las sábanas y el edredón y se echó la bata encima, asomándose, mientras achicaba los ojos por la luz. Las risas de Allison y Andrew le llegaron antes de que pudiera regular la luz en sus ojos. — Confirmamos. — Dijo la chica. Ella suspiró y miró al cielo. — ¿Veis necesario ir al campo justo hoy? — Algunos trabajamos, primita. Hoy es domingo, el único día que podemos todos. — Y es el día que Ruairi aprovecha para entrenar a los augureys. — Alice suspiró y miró a su novio. — El pájaro apocalíptico también viene. Genial. — Miró al niño en brazos de los chicos. — Tus padres no tienen remedio, Brando. — Y el niño, al sentirse mencionado, rio y pataleó de contento.
Cuando Marcus cerró y se acercó a ella, Alice tiró de él fuera del radio de la ventana y dejó caer la bata, echando los brazos hacia el cuerpo de su novio. — ¿Y si cojo una pulmonía? Razón: su novio la dejó muriéndose de frío por ir a chapotear por el campo… — Dijo con un pucherito y un fingido tono de pena, antes de lanzarse a besar sus labios. — Ah, espera, que esta noche volvemos aquí… — Puso una risita malévola. — Vas a tener que darme mucho ca… — ¡PRIMOS INGLESES! — ¡Seamus, no grites! Qué poco protocolario eres… — Oyó desde fuera. Se separó de Marcus y dijo. — Sí, sí, vamos porque… —
No sabía cómo, pero se habían juntado allí Patrick con los dos niños, Andrew, Allison y el bebé, y Amelia, cuando bajaron, ya estaba allí. Todos desayunaron, y todos habían traído algo con ellos, aunque la cafetera de la abuela Molly parecía a punto de pedir condiciones laborales dignas, y, si no fuera un cacharro, Alice diría que la veía sudar. — Te digo que son iguales, cuñada, iguales. El campo parece que les da alergia. Tooooodas las veces que lo organizamos, como un niño pequeño, poniéndome excusas para no ir. Y yo: Cletus, por el amor de Nuada, que soy enfermera… — Yo nunca he querido ir al campo. — Protestaba el abuelo. — No mientas, tío Larry, que papá siempre cuenta que supo que te casarías con tía Molly porque logró llevarte al río… — Y comenzaron una oleada de “uhhhhs” por toda la mesa que hicieron enrojecer al abuelo. — Fue por el folklore. Uno intenta conocer mejor su tierra y así pasa a la historia… — Alice reía y mordisqueaba la enorme tostada de pan de pueblo, mientras acariciaba distraídamente la mano de Marcus. — Para Martha y Cerys es importante cuando vamos para allá. — continuó Amelia —, y los chicos están haciendo un esfuerzo muy grande en que los niños aprendan bien el campo. Además todo está precioso en otoño. — ¡Oy y que lo digas! — Jaleó Molly, que andaba dando vueltas con Brando en brazos, jugando con él. — He sacado botas de agua para todos, tengo todos los hechizos impermeables preparados, y cestas de camping para todos los gustos. ¡AH! ¡Hacía tanto que no tenía un domingo de campo! — Aquí hay dos facciones muy claras. — Le susurró Alice a su novio. — Además, hemos oído que necesitáis plantas de inspiración para los proyectos de la licencia. — Añadió Patrick. — No hay nada como ir con Cerys por el campo para eso. — Larry gruñó mientras terminaba de ponerse las botas. — No deberíais ir pregonando vuestras intenciones por ahí. El trabajo de un alquimista debe ser… — ¡Oish, calla ya, gruñón! — Le riñó Molly, mientras les iba tendiendo los abrigos. Supongo que la abuela ha decidido que se acabó el desayuno, se dijo Alice, levantándose mientras terminaba de beberse el café. — ¡Eso! Los chicos hacen bien en contárnoslo, la familia está para ayudar. Anda, tira y ve a buscar a tu hermano, que sois tal para cual, y que te aparezca en la finca de Martha directamente. Contenta me tenéis. — Sin preguntar demasiado, Amelia se enganchó de su brazo y del de Marcus. — Venga, nosotros andando, a paso de abuela. — A su espalda oyó como Andrew, que iba rodeando a su novia le decía. — Mi tía nos ha robado al niño y mis primos a la abuela, ¿ahora que vamos a hacer? — La risilla de Allison era bastante expresiva, pero oyó a su espalda. — ¡Controlar las cestas! — ¡Primo Andrew! ¿Me llevas a hombros? Desde que nació el bebé no lo haces. — Saltó Seamus. — ¿Cómo que no? Arriba ahora mismo. — Y entre risas, y bajo un vacilante cielo entre plomizo y de un azul precioso, echaron a caminar hacia la finca.
Cuando abrió, se encogió sobre sí misma y se tapó más, haciendo un ruidito de queja. Ojalá le dijera a quien fuera que llevaban toda la noche estudiando y necesitaban descansar. A ver, mentiría si no dijera que se rio un poco al oír a Andrew y Allison. Malditos Huffies, eran muy divertidos. Maldito su novio un poco, que no sabía poner excusas para volver con ella a la cama. Suspiró y se frotó los ojos. — Yo tenía otros planes. — Se quejó, casi más para sí que otra cosa. Se arrastró entre las sábanas y el edredón y se echó la bata encima, asomándose, mientras achicaba los ojos por la luz. Las risas de Allison y Andrew le llegaron antes de que pudiera regular la luz en sus ojos. — Confirmamos. — Dijo la chica. Ella suspiró y miró al cielo. — ¿Veis necesario ir al campo justo hoy? — Algunos trabajamos, primita. Hoy es domingo, el único día que podemos todos. — Y es el día que Ruairi aprovecha para entrenar a los augureys. — Alice suspiró y miró a su novio. — El pájaro apocalíptico también viene. Genial. — Miró al niño en brazos de los chicos. — Tus padres no tienen remedio, Brando. — Y el niño, al sentirse mencionado, rio y pataleó de contento.
Cuando Marcus cerró y se acercó a ella, Alice tiró de él fuera del radio de la ventana y dejó caer la bata, echando los brazos hacia el cuerpo de su novio. — ¿Y si cojo una pulmonía? Razón: su novio la dejó muriéndose de frío por ir a chapotear por el campo… — Dijo con un pucherito y un fingido tono de pena, antes de lanzarse a besar sus labios. — Ah, espera, que esta noche volvemos aquí… — Puso una risita malévola. — Vas a tener que darme mucho ca… — ¡PRIMOS INGLESES! — ¡Seamus, no grites! Qué poco protocolario eres… — Oyó desde fuera. Se separó de Marcus y dijo. — Sí, sí, vamos porque… —
No sabía cómo, pero se habían juntado allí Patrick con los dos niños, Andrew, Allison y el bebé, y Amelia, cuando bajaron, ya estaba allí. Todos desayunaron, y todos habían traído algo con ellos, aunque la cafetera de la abuela Molly parecía a punto de pedir condiciones laborales dignas, y, si no fuera un cacharro, Alice diría que la veía sudar. — Te digo que son iguales, cuñada, iguales. El campo parece que les da alergia. Tooooodas las veces que lo organizamos, como un niño pequeño, poniéndome excusas para no ir. Y yo: Cletus, por el amor de Nuada, que soy enfermera… — Yo nunca he querido ir al campo. — Protestaba el abuelo. — No mientas, tío Larry, que papá siempre cuenta que supo que te casarías con tía Molly porque logró llevarte al río… — Y comenzaron una oleada de “uhhhhs” por toda la mesa que hicieron enrojecer al abuelo. — Fue por el folklore. Uno intenta conocer mejor su tierra y así pasa a la historia… — Alice reía y mordisqueaba la enorme tostada de pan de pueblo, mientras acariciaba distraídamente la mano de Marcus. — Para Martha y Cerys es importante cuando vamos para allá. — continuó Amelia —, y los chicos están haciendo un esfuerzo muy grande en que los niños aprendan bien el campo. Además todo está precioso en otoño. — ¡Oy y que lo digas! — Jaleó Molly, que andaba dando vueltas con Brando en brazos, jugando con él. — He sacado botas de agua para todos, tengo todos los hechizos impermeables preparados, y cestas de camping para todos los gustos. ¡AH! ¡Hacía tanto que no tenía un domingo de campo! — Aquí hay dos facciones muy claras. — Le susurró Alice a su novio. — Además, hemos oído que necesitáis plantas de inspiración para los proyectos de la licencia. — Añadió Patrick. — No hay nada como ir con Cerys por el campo para eso. — Larry gruñó mientras terminaba de ponerse las botas. — No deberíais ir pregonando vuestras intenciones por ahí. El trabajo de un alquimista debe ser… — ¡Oish, calla ya, gruñón! — Le riñó Molly, mientras les iba tendiendo los abrigos. Supongo que la abuela ha decidido que se acabó el desayuno, se dijo Alice, levantándose mientras terminaba de beberse el café. — ¡Eso! Los chicos hacen bien en contárnoslo, la familia está para ayudar. Anda, tira y ve a buscar a tu hermano, que sois tal para cual, y que te aparezca en la finca de Martha directamente. Contenta me tenéis. — Sin preguntar demasiado, Amelia se enganchó de su brazo y del de Marcus. — Venga, nosotros andando, a paso de abuela. — A su espalda oyó como Andrew, que iba rodeando a su novia le decía. — Mi tía nos ha robado al niño y mis primos a la abuela, ¿ahora que vamos a hacer? — La risilla de Allison era bastante expresiva, pero oyó a su espalda. — ¡Controlar las cestas! — ¡Primo Andrew! ¿Me llevas a hombros? Desde que nació el bebé no lo haces. — Saltó Seamus. — ¿Cómo que no? Arriba ahora mismo. — Y entre risas, y bajo un vacilante cielo entre plomizo y de un azul precioso, echaron a caminar hacia la finca.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Family and nature Con Alice | En Irlanda | 17 de noviembre de 2002 |
Soltó un bufido a lo de los augureys y masculló. - No me extraña, con la que ha caído y nos va a caer... - Porque en fin, era de todos sabido que los augureys salían a volar cuando caían grandes lluvias, de ahí que fueran autóctonos de Irlanda. Igual no era, nunca mejor dicho, un buen augurio ir al campo el día que había augureys por allí, pero los magizoólogos a sus cosas, nada que no conociera ya de su tía Erin. En ser un señor cascarrabias mientras se vestía estaba cuando Alice tiró de nuevo de él para que la admirara, lo que le sacó un suspiro lastimero. - Alice, mírame bien. - Se señaló la cara haciendo un gesto circular con el dedo en el aire. - ¿Tengo la expresión de una persona que haya decidido esto? - Definitivamente, no. - Si me conoces de algo sabrás que lo de "chapotear por el campo" pocas veces va a ser mi opción de plan. - Y mucho menos si la opción contrapuesta era estar dándose cariñito con Alice en una cama al calor de la chimenea. Vamos, es que estaba por echarse a llorar.
Nada, ni despedirse de su novia podía porque, un segundo que se sumergiera en sus besos, un segundo que se veía interrumpido por su familia. Parecía que estaba escuchando la voz de Lex en su cabeza diciéndole "disfruta lo que siempre has querido" y demás variedad de comentarios chinchosos en relación a su amor por la familia y hacer planes permanentemente, y eso que su hermano no había estado aún allí, pero es que ya se lo veía venir. Le costó un rato reordenar el cerebro para la cantidad de gente que se encontró al bajar, y ni siquiera estaba allí la mayoría de la familia. El plan reunión familiar le encantaba, pero es que había sido demasiado imprevisto para sus cuadriculados estándares que aún no se habían hecho a la vida de pueblo irlandés.
Menos mal que a Marcus siempre le sentaba bien desayunar, y ya se iba poniendo un poco en sintonía con el entorno. La excusa de la boca llena le venía muy bien para disimular la gracia que le hacía su abuelo quejándose del campo, y la imagen de Cletus haciendo exactamente lo mismo. - Yo te creo, abuelo. La naturaleza no es lo mío, pero todo lo que sea antropológicamente... - Ahora los abucheos se los llevó él, y su abuela estaba haciendo unos ruiditos y gestitos descaradísimos señalando a Alice con la mirada y la cabeza que parecían narrarle a los presentes todos y cada uno de los pasajes de Marcus siendo arrastrado por Alice como si los hubiera leído en una novela. Lo de las botas de agua casi le hace atragantarse. - ¿Pero no estaremos bajo techo? - Igual tenías que haberte pensado la pregunta antes de lanzarla, Marcus, pensó casi de inmediato, solo de ver las miradas de los demás y que hasta el abuelo Larry había suspirado con condescendencia. - Hijo, vamos al campo. - Menos mal que Amelia era bastante dulce al hablar... a pesar de que también había sonado tremendamente condescendiente. - Ya, ya, por supuesto, quiero decir... - A ver cómo lo arreglaba. Se aclaró levemente la garganta con la excusa de que le pasara mejor el pan. - Creía que íbamos a casa de Martha y Cerys, y como el cielo está... Bueno, parece que hay previsión de lluvia... - En Irlanda todos los días hay previsión de lluvia. - Bromeó Patrick, también intentando dulcificar el tono. Andrew se retrepó en el asiento. - Este ha entrado en pánico al ver el huracán de esta mañana. Pero tranquilo, yo diría que ya ha descargado lo fuerte, como mucho una llovizna... - Bueno, bueno, tampoco exageres por defecto. - Contradijo Allison. - Que todavía puede llover bien otra vez. - Pues no le estaban tranquilizando para nada.
Lo de las plantas sabía que lo estaban usando como órdago para que les pareciera mejor el viaje, pero bueno, se conformaría, era verdad que a Alice le iba a encantar todo lo que tuviera Cerys que enseñarle de allí. Compartió con su novia una fugaz mirada de reojo con el gruñido de su abuelo. Esperaba que Nancy fuera más discreta. Vio que Pod se acercaba a él con carita de ilusión, y Marcus ya estaba dispuesto a recibirle, pero Amelia les secuestró, así que se aguantó la risa y fue con ella. Lo del paseo con su tía al paso que quisiera marcar le parecería mejor idea si no estuviera temiendo que le cayera un huracán encima. - Mi Rosie es que solo quiere que su tita Martha le enseñe todos los animalitos. Y la consienten... ¡Uy, cómo la consienten! - Iba diciendo Amelia. Ciertamente, Patrick había ido con los dos varones, pero ni Rosaline madre ni la hija estaban allí. - Y como Rosaline sabe que a las chicas eso de... las grandes comidas y eso... no se les da muy bien, se va allí con la niña a la casa, y le echa una mano a Cerys con el almuerzo, y Martha se pone a enseñarle los bichillos a Rosie para que cuando lleguen el resto de sus primos alborotando al menos se haya quedado con la cosa de haberlos disfrutado sola. ¡Me recuerda a mi Erin, que no lo sabéis! Que me acuerdo yo que se nos perdía, que cuando te querías dar cuenta, "¿dónde está la niña?" Y la niña allí fuuuuuum campo através, y colina para arriba, y colina para abajo, y aparecía montada encima de una vaca, y tu abuela "niña no te vayas sin avisar", y tu abuelo con el corazón en la boca, y mi Arnie el pobre que cada vez que se le iba la hermana y venga a llorar, y más lloraba, y ay mi hermana que se ha perdido, y me lo llevaba yo a enseñarle los libros de cuentas de mi suegra, y cómo disfrutaba... - Desde luego con Amelia no faltaba conversación, y Marcus estaba encantado de escuchar anécdotas familiares.
Y se alegró muchísimo de que el abuelo se hubiera ido a buscar a Cletus porque la esperanza de que Nancy fuera discreta, al parecer, era mucho pedir. - ¿¿Cómo están mis cazadores de rel...?? - Los ojos de Marcus debieron ser lo suficientemente expresivos, y la cara de Amelia suficientemente confusa, y la expresión de Molly a lo lejos suficientemente avispada, como para que la chica recondujera lo más rápido que pudo. - ¿¿...Relatos y cuentos de la historia de nuestra familia?? - ¡Uy! Pues les venía contando que cuando su padre era pequeño me lo llevaba... - Y ahora, Amelia enganchó a Nancy y se puso a contar más cosas. Marcus y Alice se adelantaron a la casa, donde Cerys les esperaba en la puerta con una sonrisa comedida que debía de tener entrenadísima. - Bienvenidos. Espero que no os hayan alborotado mucho para venir aquí. - Solo lo normal. - Bromeó Marcus. La mujer miró a Alice. - Temía que la lluvia de esta mañana me hubiera estropeado la última colecta que he hecho, creo que te puede gustar. - ¡¡HOLA, PRIMO MARCUS, PRIMA ALICE!! - Llegó Rosie trotando, tan contenta que se le lanzó encima. - ¡Pero bueno! ¿Y esta niña tan bonita? - Dijo él, levantándola en brazos. Martha frunció los labios y dijo. - Bueno, ya has pisado oficialmente el campo. - Le dijo, y vio que su mirada se dirigía a su pantalón un poco por encima de las rodillas... Prefería no pensar de qué venían manchados los zapatos de Rosie, pero ahora también estaba manchado él. - Bueno, a ver, ¿por aquí qué hay? Te dejo que me lo cuentes. - Le dijo a la niña, aunque lo ideal sería saludar al resto de familiares que ya estaban por allí, pero habría tiempo para todo.
Nada, ni despedirse de su novia podía porque, un segundo que se sumergiera en sus besos, un segundo que se veía interrumpido por su familia. Parecía que estaba escuchando la voz de Lex en su cabeza diciéndole "disfruta lo que siempre has querido" y demás variedad de comentarios chinchosos en relación a su amor por la familia y hacer planes permanentemente, y eso que su hermano no había estado aún allí, pero es que ya se lo veía venir. Le costó un rato reordenar el cerebro para la cantidad de gente que se encontró al bajar, y ni siquiera estaba allí la mayoría de la familia. El plan reunión familiar le encantaba, pero es que había sido demasiado imprevisto para sus cuadriculados estándares que aún no se habían hecho a la vida de pueblo irlandés.
Menos mal que a Marcus siempre le sentaba bien desayunar, y ya se iba poniendo un poco en sintonía con el entorno. La excusa de la boca llena le venía muy bien para disimular la gracia que le hacía su abuelo quejándose del campo, y la imagen de Cletus haciendo exactamente lo mismo. - Yo te creo, abuelo. La naturaleza no es lo mío, pero todo lo que sea antropológicamente... - Ahora los abucheos se los llevó él, y su abuela estaba haciendo unos ruiditos y gestitos descaradísimos señalando a Alice con la mirada y la cabeza que parecían narrarle a los presentes todos y cada uno de los pasajes de Marcus siendo arrastrado por Alice como si los hubiera leído en una novela. Lo de las botas de agua casi le hace atragantarse. - ¿Pero no estaremos bajo techo? - Igual tenías que haberte pensado la pregunta antes de lanzarla, Marcus, pensó casi de inmediato, solo de ver las miradas de los demás y que hasta el abuelo Larry había suspirado con condescendencia. - Hijo, vamos al campo. - Menos mal que Amelia era bastante dulce al hablar... a pesar de que también había sonado tremendamente condescendiente. - Ya, ya, por supuesto, quiero decir... - A ver cómo lo arreglaba. Se aclaró levemente la garganta con la excusa de que le pasara mejor el pan. - Creía que íbamos a casa de Martha y Cerys, y como el cielo está... Bueno, parece que hay previsión de lluvia... - En Irlanda todos los días hay previsión de lluvia. - Bromeó Patrick, también intentando dulcificar el tono. Andrew se retrepó en el asiento. - Este ha entrado en pánico al ver el huracán de esta mañana. Pero tranquilo, yo diría que ya ha descargado lo fuerte, como mucho una llovizna... - Bueno, bueno, tampoco exageres por defecto. - Contradijo Allison. - Que todavía puede llover bien otra vez. - Pues no le estaban tranquilizando para nada.
Lo de las plantas sabía que lo estaban usando como órdago para que les pareciera mejor el viaje, pero bueno, se conformaría, era verdad que a Alice le iba a encantar todo lo que tuviera Cerys que enseñarle de allí. Compartió con su novia una fugaz mirada de reojo con el gruñido de su abuelo. Esperaba que Nancy fuera más discreta. Vio que Pod se acercaba a él con carita de ilusión, y Marcus ya estaba dispuesto a recibirle, pero Amelia les secuestró, así que se aguantó la risa y fue con ella. Lo del paseo con su tía al paso que quisiera marcar le parecería mejor idea si no estuviera temiendo que le cayera un huracán encima. - Mi Rosie es que solo quiere que su tita Martha le enseñe todos los animalitos. Y la consienten... ¡Uy, cómo la consienten! - Iba diciendo Amelia. Ciertamente, Patrick había ido con los dos varones, pero ni Rosaline madre ni la hija estaban allí. - Y como Rosaline sabe que a las chicas eso de... las grandes comidas y eso... no se les da muy bien, se va allí con la niña a la casa, y le echa una mano a Cerys con el almuerzo, y Martha se pone a enseñarle los bichillos a Rosie para que cuando lleguen el resto de sus primos alborotando al menos se haya quedado con la cosa de haberlos disfrutado sola. ¡Me recuerda a mi Erin, que no lo sabéis! Que me acuerdo yo que se nos perdía, que cuando te querías dar cuenta, "¿dónde está la niña?" Y la niña allí fuuuuuum campo através, y colina para arriba, y colina para abajo, y aparecía montada encima de una vaca, y tu abuela "niña no te vayas sin avisar", y tu abuelo con el corazón en la boca, y mi Arnie el pobre que cada vez que se le iba la hermana y venga a llorar, y más lloraba, y ay mi hermana que se ha perdido, y me lo llevaba yo a enseñarle los libros de cuentas de mi suegra, y cómo disfrutaba... - Desde luego con Amelia no faltaba conversación, y Marcus estaba encantado de escuchar anécdotas familiares.
Y se alegró muchísimo de que el abuelo se hubiera ido a buscar a Cletus porque la esperanza de que Nancy fuera discreta, al parecer, era mucho pedir. - ¿¿Cómo están mis cazadores de rel...?? - Los ojos de Marcus debieron ser lo suficientemente expresivos, y la cara de Amelia suficientemente confusa, y la expresión de Molly a lo lejos suficientemente avispada, como para que la chica recondujera lo más rápido que pudo. - ¿¿...Relatos y cuentos de la historia de nuestra familia?? - ¡Uy! Pues les venía contando que cuando su padre era pequeño me lo llevaba... - Y ahora, Amelia enganchó a Nancy y se puso a contar más cosas. Marcus y Alice se adelantaron a la casa, donde Cerys les esperaba en la puerta con una sonrisa comedida que debía de tener entrenadísima. - Bienvenidos. Espero que no os hayan alborotado mucho para venir aquí. - Solo lo normal. - Bromeó Marcus. La mujer miró a Alice. - Temía que la lluvia de esta mañana me hubiera estropeado la última colecta que he hecho, creo que te puede gustar. - ¡¡HOLA, PRIMO MARCUS, PRIMA ALICE!! - Llegó Rosie trotando, tan contenta que se le lanzó encima. - ¡Pero bueno! ¿Y esta niña tan bonita? - Dijo él, levantándola en brazos. Martha frunció los labios y dijo. - Bueno, ya has pisado oficialmente el campo. - Le dijo, y vio que su mirada se dirigía a su pantalón un poco por encima de las rodillas... Prefería no pensar de qué venían manchados los zapatos de Rosie, pero ahora también estaba manchado él. - Bueno, a ver, ¿por aquí qué hay? Te dejo que me lo cuentes. - Le dijo a la niña, aunque lo ideal sería saludar al resto de familiares que ya estaban por allí, pero habría tiempo para todo.
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Ivanka
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Family and nature Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Si conocía de algo a Marcus, iba más tenso que nada pensando en la lluvia, pero a ella esas conversaciones tan triviales sobre si malcriaban o no a los niños, o si cocinaba este o aquel… Que le daba igual si ahora se empapaban, formaría parte de esa tranquila y completa vida que llevaban en Irlanda. Se rio mucho con la anécdota de Erin y señaló a Marcus. — Tu sobrino no era tan dramático, no siempre, pero seguro que me acusa de haberle causado más de un disgusto por escaparme por ahí sin avisar. — Amelia rio y le palmeó la mano. — Eso es porque se moría por cazarte, querida, y ya se ve que le salió bien. — Divinamente. — Contestó ella, mirando de reojillo a su novio.
Nada más llegar, ya estaba Nancy a punto de delatar todo el tinglado, y aún ni habían empezado. Habría que ver si su plan de contar su cometido solo a medias salía bien. Lo bueno es que Nancy lo salvó y Amelia la enganchó para ponerse a contar historias. Sí, y entretén también a la otra abuela, que si la conozco, ya está con la mosca detrás de la oreja. Se acercó a saludar a Cerys, con una gran sonrisa y asintió. — Lo he pensado, menuda tromba, lo único que eso no arruinaría sería el arroz. — Y justo llegó Rosie por allí. — ¡Oy! ¡Pero si es la amiga de las criaturas, me han dicho por ahí! — La niña rio y escaló a los brazos de Marcus. — Y de las vaquitas, me gustan un montón. Son enormes, pero muy buenas, y si la abuela Saoirse no les deja abierto, se quedan todas tranquilas en su cerca. — Se contuvo una risa y le hizo unas cosquillas en el costado a la niña. — Te dejo en buenas manos, literalmente, que Cerys quiere enseñarme unas cosas. — Y se fue con la mujer. No parecía la persona más habladora del mundo (Martha tampoco) pero a Alice le transmitía una energía amable y confortable. — Está Niamh ahí, porque estamos intentando hacer una poción fortalecedora para las crías de criaturas voladoras. Yo intento sacar espíritus de las plantas, pero los destiladores no terminan de darme la sensación de que no terminan de sacar toda la fuerza. — Alice asintió mientras vislumbraba el invernadero a lo lejos y a Niamh ahí dentro, manejando las plantas. — Normal, los destiladores valen más para consumo alimenticio, para extraer espíritus o esencias, se quedan a medio camino. — No te sientas presionada eh… Pero he pensado que… Si lo ves claro, podríamos… Podrías, intentarlo con alquimia. — No quería decepcionar a las mujeres, que parecían preocupadas. — No prometo nada, pero, por supuesto, vamos a examinar las plantas y veamos que se puede hacer. —
Pasaron al invernadero y Alice no pudo evitar abrir la boca asombrada. — Pero… Qué maravilla. — Naimh sonrió y admiró con ella. — Cerys es única con sus plantitas. Siempre hace todo lo humanamente posible para que vivan felices. — Tú lo has dicho. Humanamente. — Señaló la aludida. — Con diluvios como este, todo se te puede ir al garete. Infecciones fúngicas, falta de sol… Y espérate que vengan las heladas. — Suspiró. — En fin, vente para la zona de trabajo. — Pasaron por un pasillo, del que salían otros paralelos hacia los lados, lleno de plantas, cada uno con una luz y riego distintos. — Esto es el paraíso para mí, os lo aseguro. Si mi madre pudiera verlo… Ella tenía una casetilla enana, pintada de morado porque le encantaba… — Inspiró y sonrió. — Le hubiera vuelto loca, vaya. —
Y entre sonrisas, llegó a un área más despejada con grandes mesas y estanterías llenas de instrumentos. Había allí un destilador tipo el que tenían en Hogwarts, y vasitos con claramente varios intentos. — Resulta que tenemos a varias crías de aves mágicas poco fuertes, y ya va a empezar el frío de verdad y los débiles se morirán si no se fortalecen. Necesitamos darles vitalizantes, y no sé si incluso algo contra las maldiciones, porque ya no sabemos ni de dónde viene su debilidad. — Alice asintió, mientras examinaba el destilador. — ¿Con qué habéis empezado? — Vellosilla. — Contestó Cerys y Alice frunció el ceño. — Qué raro… — Lo sé, no queda un espíritu ni la mitad de brillante de lo que debería. — La cosa es que si queremos que los vitalizantes funcionen en crías tan pequeñas, tienen que estar muy concentrados, porque si hay que tomar mucho, se hartan y no se lo beben. — Y estaba a punto de sentir mucha penita por las crías, cuando una bola de plumas grisaceas y deslucidas, muy pequeñilla, y otro pollo directamente sin plumas, llegaron montando un gran escándalo y se posaron en los hombros de Niamh. — ¡Anda mira! Parece que saben que estábamos hablando de ellos. Ha debido de ser Ruairi que está intentando entrenar y enseñar a volar a los augureys más chicos, pero ellos me buscan a mí. — Ella se miró con Cerys, y la mirada de la mujer fue expresiva de “sí, esa cosa fea es un augurey”. — Este es Botines, es muy gracioso. — ¿Y lo… El otro, perdón? — ¡Ah! Es Mary, es una fénix, pero la pobrecilla va por su quinta muda y se ha quedado fatal, es por la que más temo. La madre de botitas la ha adoptado, es muy bonito. — Alice asintió con una sonrisa cariñosa, aunque se giró de nuevo al destilador, porque ella mejor hacía buenas pociones para los bichitos y se ahorraba las consideraciones físicas de los mismos. Volvió a mirar a Cerys. — ¿Las vellosillas que has usado son del invernadero? — Ella asintió. — Sí, este año en el monte no hay muchas. — Pues quizá han salido más flojillas porque el aire de los invernaderos siempre está más solicitado y viciado por las otras plantas, es su principal problema… — Suspiró y cogió un ramillete. — Voy a ver si haciendo una destilación alquímica sacamos algo de darle a la pobre Mary. — En un cartón, dibujó el círculo, y cogió una estevia para darle un poquito de buen sabor y granos de arroz para que los pájaros lo quisieran comer. Lo bien que le vendría Darren ahí. — Mi cuñado, el novio de Lex, para esto es ideal. Yo le haría la transmutación y él haría todo lo demás. — ¡Qué ganas de conocerle! Aquí trabajo no le va a faltar. — Dijo Niamh emocionada y feliz. Logró sacar la destilación, y, usando el arroz como precio, consiguió unos granos amarillo brillante. — ¡Tienen mucha más fuerza que lo mío! — Exclamó Cerys, impresionada. — No te creas, aún no controlo del todo las destilaciones, y me encantaría especializarme en ellas… De momento… — Dio los granitos a Niamh y los bichillos fueron derechos a comerlos de su mano. — Les pondrá pelín más fuertes, pero creo que hay que cambiar de planta y lugar de procedencia si queremos mejores resultados. — Cerys dio una palmada y le puso una cesta en la mano. — Pues para eso están las familias enormes, para que montes una partida de recolección completísima. — ¡Eso! Vamos a buscar a los demás y vamos todos juntos. Seguro que las abuelas saben mejor por dónde buscar y todo. — Qué a gusto estaba entre Ravenclaws y Hufflepuffs.
Nada más llegar, ya estaba Nancy a punto de delatar todo el tinglado, y aún ni habían empezado. Habría que ver si su plan de contar su cometido solo a medias salía bien. Lo bueno es que Nancy lo salvó y Amelia la enganchó para ponerse a contar historias. Sí, y entretén también a la otra abuela, que si la conozco, ya está con la mosca detrás de la oreja. Se acercó a saludar a Cerys, con una gran sonrisa y asintió. — Lo he pensado, menuda tromba, lo único que eso no arruinaría sería el arroz. — Y justo llegó Rosie por allí. — ¡Oy! ¡Pero si es la amiga de las criaturas, me han dicho por ahí! — La niña rio y escaló a los brazos de Marcus. — Y de las vaquitas, me gustan un montón. Son enormes, pero muy buenas, y si la abuela Saoirse no les deja abierto, se quedan todas tranquilas en su cerca. — Se contuvo una risa y le hizo unas cosquillas en el costado a la niña. — Te dejo en buenas manos, literalmente, que Cerys quiere enseñarme unas cosas. — Y se fue con la mujer. No parecía la persona más habladora del mundo (Martha tampoco) pero a Alice le transmitía una energía amable y confortable. — Está Niamh ahí, porque estamos intentando hacer una poción fortalecedora para las crías de criaturas voladoras. Yo intento sacar espíritus de las plantas, pero los destiladores no terminan de darme la sensación de que no terminan de sacar toda la fuerza. — Alice asintió mientras vislumbraba el invernadero a lo lejos y a Niamh ahí dentro, manejando las plantas. — Normal, los destiladores valen más para consumo alimenticio, para extraer espíritus o esencias, se quedan a medio camino. — No te sientas presionada eh… Pero he pensado que… Si lo ves claro, podríamos… Podrías, intentarlo con alquimia. — No quería decepcionar a las mujeres, que parecían preocupadas. — No prometo nada, pero, por supuesto, vamos a examinar las plantas y veamos que se puede hacer. —
Pasaron al invernadero y Alice no pudo evitar abrir la boca asombrada. — Pero… Qué maravilla. — Naimh sonrió y admiró con ella. — Cerys es única con sus plantitas. Siempre hace todo lo humanamente posible para que vivan felices. — Tú lo has dicho. Humanamente. — Señaló la aludida. — Con diluvios como este, todo se te puede ir al garete. Infecciones fúngicas, falta de sol… Y espérate que vengan las heladas. — Suspiró. — En fin, vente para la zona de trabajo. — Pasaron por un pasillo, del que salían otros paralelos hacia los lados, lleno de plantas, cada uno con una luz y riego distintos. — Esto es el paraíso para mí, os lo aseguro. Si mi madre pudiera verlo… Ella tenía una casetilla enana, pintada de morado porque le encantaba… — Inspiró y sonrió. — Le hubiera vuelto loca, vaya. —
Y entre sonrisas, llegó a un área más despejada con grandes mesas y estanterías llenas de instrumentos. Había allí un destilador tipo el que tenían en Hogwarts, y vasitos con claramente varios intentos. — Resulta que tenemos a varias crías de aves mágicas poco fuertes, y ya va a empezar el frío de verdad y los débiles se morirán si no se fortalecen. Necesitamos darles vitalizantes, y no sé si incluso algo contra las maldiciones, porque ya no sabemos ni de dónde viene su debilidad. — Alice asintió, mientras examinaba el destilador. — ¿Con qué habéis empezado? — Vellosilla. — Contestó Cerys y Alice frunció el ceño. — Qué raro… — Lo sé, no queda un espíritu ni la mitad de brillante de lo que debería. — La cosa es que si queremos que los vitalizantes funcionen en crías tan pequeñas, tienen que estar muy concentrados, porque si hay que tomar mucho, se hartan y no se lo beben. — Y estaba a punto de sentir mucha penita por las crías, cuando una bola de plumas grisaceas y deslucidas, muy pequeñilla, y otro pollo directamente sin plumas, llegaron montando un gran escándalo y se posaron en los hombros de Niamh. — ¡Anda mira! Parece que saben que estábamos hablando de ellos. Ha debido de ser Ruairi que está intentando entrenar y enseñar a volar a los augureys más chicos, pero ellos me buscan a mí. — Ella se miró con Cerys, y la mirada de la mujer fue expresiva de “sí, esa cosa fea es un augurey”. — Este es Botines, es muy gracioso. — ¿Y lo… El otro, perdón? — ¡Ah! Es Mary, es una fénix, pero la pobrecilla va por su quinta muda y se ha quedado fatal, es por la que más temo. La madre de botitas la ha adoptado, es muy bonito. — Alice asintió con una sonrisa cariñosa, aunque se giró de nuevo al destilador, porque ella mejor hacía buenas pociones para los bichitos y se ahorraba las consideraciones físicas de los mismos. Volvió a mirar a Cerys. — ¿Las vellosillas que has usado son del invernadero? — Ella asintió. — Sí, este año en el monte no hay muchas. — Pues quizá han salido más flojillas porque el aire de los invernaderos siempre está más solicitado y viciado por las otras plantas, es su principal problema… — Suspiró y cogió un ramillete. — Voy a ver si haciendo una destilación alquímica sacamos algo de darle a la pobre Mary. — En un cartón, dibujó el círculo, y cogió una estevia para darle un poquito de buen sabor y granos de arroz para que los pájaros lo quisieran comer. Lo bien que le vendría Darren ahí. — Mi cuñado, el novio de Lex, para esto es ideal. Yo le haría la transmutación y él haría todo lo demás. — ¡Qué ganas de conocerle! Aquí trabajo no le va a faltar. — Dijo Niamh emocionada y feliz. Logró sacar la destilación, y, usando el arroz como precio, consiguió unos granos amarillo brillante. — ¡Tienen mucha más fuerza que lo mío! — Exclamó Cerys, impresionada. — No te creas, aún no controlo del todo las destilaciones, y me encantaría especializarme en ellas… De momento… — Dio los granitos a Niamh y los bichillos fueron derechos a comerlos de su mano. — Les pondrá pelín más fuertes, pero creo que hay que cambiar de planta y lugar de procedencia si queremos mejores resultados. — Cerys dio una palmada y le puso una cesta en la mano. — Pues para eso están las familias enormes, para que montes una partida de recolección completísima. — ¡Eso! Vamos a buscar a los demás y vamos todos juntos. Seguro que las abuelas saben mejor por dónde buscar y todo. — Qué a gusto estaba entre Ravenclaws y Hufflepuffs.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Family and nature Con Alice | En Irlanda | 17 de noviembre de 2002 |
- ¿A ti te gustan las vacas, primo Marcus? - Sonrió. - Claro. - La mentira más grande que había soltado en su vida. La niña, que aún estaba en sus brazos, dio un botecito en el sitio. - ¡Vamos y te las enseño! - Mejor cuéntame desde aquí. - Se giró un poco para ponerse de frente al paisaje. - ¿Dónde están las vacas? - ¡Allí! - ¿Y qué más hay? - ¡Ovejitas! Y mooncalfs. - ¿Mooncalfs también? - ¡Un montón! - Rio y dejó a la chica en el suelo (al tiempo de sostenerla pesaba bastante). Al hacerlo, se vio a un sonriente Pod al lado de él. - El primo Horacius decía que no ibas a querer venir al campo. - Le señaló el pantalón. - Pero veo que hasta te has manchado el pantalón y todo. - Bueno eso no ha sido voluntario, pero gracias por la defensa, pensó, sin perder la sonrisa. - Yo siempre tengo ganas de venir donde está mi familia. - Esa respuesta me ha gustado. - Dijo una profunda voz a su espalda. Arthur pasó un brazo por sus hombros y dijo. - Así que, con vuestro permiso, os lo robo un rato. - Marcus rio y se dejó llevar por el hombre, aunque Pod no parecía nada contento con que le hubieran arrebatado a su nuevo primo favorito por segunda vez en el día.
- ¿Cómo os está tratando Irlanda? - Preguntó Arthur mientras caminaban por el terreno. - Divinamente. Estamos encantados. Me encanta estar con la familia, y aprender alquimia con mi abuelo. He estado mucho en su taller de Londres y poder estudiar aquí, donde él empezó, me hace especial ilusión. Y este lugar es muy tranquilo. - El hombre rio con los labios cerrados. - Más tranquilo que el centro de Londres, querrás decir. Dudo que estés más alterado en tu casa con tus padres que aquí, casi en el centro del pueblo, con tus primos entrando y saliendo de casa. - Rio. - Tienes razón, pero no es tranquilidad de que... estés en silencio o nadie te reclame. Es el ambiente. - El hombre asintió. - ¿Y mi hija Nancy? ¿Os está dando mucho la tabarra? - ¡Para nada! Todo lo que cuenta es muy interesante. - El hombre suspiró, mirando hacia el horizonte. - Lo es... Es tan lista como su madre, pero con muchísimo más mundo interior y ansias de descubrir. Lo cierto es que yo hace mucho tiempo que no soy capaz de seguirle el ritmo. Y sé que cuenta cosas interesantes, y que sabe tanto que necesitaría otra vida para llegar a tener todo lo que tiene ella en la cabeza. - Le miró con los ojos entornados. - Pero no quiero que os desconcentre, que venís a estudiar. Y a veces el entusiasmo habla por ella y no puede domarlo. - Marcus negó. - No te preocupes en absoluto, primo Arthur. - Merecía la pena llamarle "primo Arthur" solo por la sonrisita tierna que se le ponía al oírlo. - Nancy es muy divertida y todo lo que nos dice lo podemos aplicar a nuestros estudios. Y, como buena Ravenclaw, sabe respetar nuestros horarios y lo que tenemos que hacer. - El hombre pareció conforme. - Ah, y a mi nieto Horacius no le hagas caso. Es una réplica de su abuelo Cletus. - Eso le hizo reír.
Alguien entonces, a su espalda, llegó trotando lo suficientemente rápido como para darle tiempo a ponerle una mano delante de los ojos a cada uno. Escuchaba la risa, pero aún le costaba identificarla. - Socorro, primo Arthur. Temo ofender a alguien si digo el nombre equivocado. - Por favor, qué medieval eres. - ¡Siobhán! - Dictaminó. El viejo truco de forzar a hablar, nunca fallaba. La chica soltó una risita musical y dejó un beso en la mejilla de su tío, dándole un afectuoso apretón hombro con hombro a Marcus. - ¿Y mi hermana? - Preguntó feliz, y acto seguido rodó los ojos y suspiró sonoramente. - Déjame adivinar: durmiendo. - Una chica tan justa como tú sabrá que toda trabajadora necesita sus horas de descanso. - Para tener unas decentes horas de descanso lo que hay que tener es una jornada laboral compatible con la vida. - Respondió con mirada afilada. El hombre rio. - Ni tu hermana ni tu prima Wendy parecen muy disgustadas al respecto. - Hizo un gesto con la mano. - ¡Ya vendrán! Todos los domingos vienen. Y mañana tienen todo el día para descansar, el pub cierra los lunes. - Lo que todo el mundo quiere, tener libre el lunes... - Siobhán se giró hacia él y cambió de tercio, sonriendo de nuevo. - ¿Dónde está Alice? - Ha entrado con Cerys al invernadero. - Se acercó a ella y confesó. - Si te soy sincero, este ambiente le gusta mucho más a ella que a mí. Pero no se lo digas a Rosie, acabo de asegurarle que me gustan las vacas. - Su prima rio. Tenía una risa cristalina muy bonita.
- Me va a venir genial que estés aquí. - Dijo entonces, enganchándose del brazo de ella y caminando, mientras Arthur se entretenía hablando con Edward, quien llegó justo detrás de su hija. Siobhán puso cara de curiosidad. - Tú que siempre sabes lo que está bien y lo que no. Soy extremadamente correcto. Dime: ¿algún tema que no pueda tocar? ¿Algo con lo que quedar divinamente delante de según qué personas? - La chica reía a carcajadas. - No me puedo creer que estés teniendo tantísima cara de preguntarme eso. - ¿Por qué no? - Devolvió entre risas. - Soy todo un caballero. - Oh, por Nuada. Puedo ser la persona a la que menos impresiones del mundo por decirme eso, más bien al contrario. - Precisamente porque no eres tan fácilmente impresionable: ayúdame a impresionar a los demás. - Ella volvió a reír a carcajadas. - ¿Cómo te aguanta tu novia? ¿Es que siempre eres así? ¿No te cansas? - ¿Y tú? ¿No te cansas de tener siempre un motivo justiciero por el que estar mosqueada? ¡Venga! Si en algo nos parecemos, es en que no nos bajamos de nuestro burro ni aunque nos pongan del revés, solo que por temas diferentes. Tú ayúdame a ser el primo perfecto, dime todo lo que necesite saber, y yo prometo darte la razón en todas las causas. - ¿En todas? No hagas promesas que no puedes cumplir. - En todas. Seamus me está enseñando a ser un buen aliado. - Y a Siobhán volvió a darle la risa.
- ¿Cómo os está tratando Irlanda? - Preguntó Arthur mientras caminaban por el terreno. - Divinamente. Estamos encantados. Me encanta estar con la familia, y aprender alquimia con mi abuelo. He estado mucho en su taller de Londres y poder estudiar aquí, donde él empezó, me hace especial ilusión. Y este lugar es muy tranquilo. - El hombre rio con los labios cerrados. - Más tranquilo que el centro de Londres, querrás decir. Dudo que estés más alterado en tu casa con tus padres que aquí, casi en el centro del pueblo, con tus primos entrando y saliendo de casa. - Rio. - Tienes razón, pero no es tranquilidad de que... estés en silencio o nadie te reclame. Es el ambiente. - El hombre asintió. - ¿Y mi hija Nancy? ¿Os está dando mucho la tabarra? - ¡Para nada! Todo lo que cuenta es muy interesante. - El hombre suspiró, mirando hacia el horizonte. - Lo es... Es tan lista como su madre, pero con muchísimo más mundo interior y ansias de descubrir. Lo cierto es que yo hace mucho tiempo que no soy capaz de seguirle el ritmo. Y sé que cuenta cosas interesantes, y que sabe tanto que necesitaría otra vida para llegar a tener todo lo que tiene ella en la cabeza. - Le miró con los ojos entornados. - Pero no quiero que os desconcentre, que venís a estudiar. Y a veces el entusiasmo habla por ella y no puede domarlo. - Marcus negó. - No te preocupes en absoluto, primo Arthur. - Merecía la pena llamarle "primo Arthur" solo por la sonrisita tierna que se le ponía al oírlo. - Nancy es muy divertida y todo lo que nos dice lo podemos aplicar a nuestros estudios. Y, como buena Ravenclaw, sabe respetar nuestros horarios y lo que tenemos que hacer. - El hombre pareció conforme. - Ah, y a mi nieto Horacius no le hagas caso. Es una réplica de su abuelo Cletus. - Eso le hizo reír.
Alguien entonces, a su espalda, llegó trotando lo suficientemente rápido como para darle tiempo a ponerle una mano delante de los ojos a cada uno. Escuchaba la risa, pero aún le costaba identificarla. - Socorro, primo Arthur. Temo ofender a alguien si digo el nombre equivocado. - Por favor, qué medieval eres. - ¡Siobhán! - Dictaminó. El viejo truco de forzar a hablar, nunca fallaba. La chica soltó una risita musical y dejó un beso en la mejilla de su tío, dándole un afectuoso apretón hombro con hombro a Marcus. - ¿Y mi hermana? - Preguntó feliz, y acto seguido rodó los ojos y suspiró sonoramente. - Déjame adivinar: durmiendo. - Una chica tan justa como tú sabrá que toda trabajadora necesita sus horas de descanso. - Para tener unas decentes horas de descanso lo que hay que tener es una jornada laboral compatible con la vida. - Respondió con mirada afilada. El hombre rio. - Ni tu hermana ni tu prima Wendy parecen muy disgustadas al respecto. - Hizo un gesto con la mano. - ¡Ya vendrán! Todos los domingos vienen. Y mañana tienen todo el día para descansar, el pub cierra los lunes. - Lo que todo el mundo quiere, tener libre el lunes... - Siobhán se giró hacia él y cambió de tercio, sonriendo de nuevo. - ¿Dónde está Alice? - Ha entrado con Cerys al invernadero. - Se acercó a ella y confesó. - Si te soy sincero, este ambiente le gusta mucho más a ella que a mí. Pero no se lo digas a Rosie, acabo de asegurarle que me gustan las vacas. - Su prima rio. Tenía una risa cristalina muy bonita.
- Me va a venir genial que estés aquí. - Dijo entonces, enganchándose del brazo de ella y caminando, mientras Arthur se entretenía hablando con Edward, quien llegó justo detrás de su hija. Siobhán puso cara de curiosidad. - Tú que siempre sabes lo que está bien y lo que no. Soy extremadamente correcto. Dime: ¿algún tema que no pueda tocar? ¿Algo con lo que quedar divinamente delante de según qué personas? - La chica reía a carcajadas. - No me puedo creer que estés teniendo tantísima cara de preguntarme eso. - ¿Por qué no? - Devolvió entre risas. - Soy todo un caballero. - Oh, por Nuada. Puedo ser la persona a la que menos impresiones del mundo por decirme eso, más bien al contrario. - Precisamente porque no eres tan fácilmente impresionable: ayúdame a impresionar a los demás. - Ella volvió a reír a carcajadas. - ¿Cómo te aguanta tu novia? ¿Es que siempre eres así? ¿No te cansas? - ¿Y tú? ¿No te cansas de tener siempre un motivo justiciero por el que estar mosqueada? ¡Venga! Si en algo nos parecemos, es en que no nos bajamos de nuestro burro ni aunque nos pongan del revés, solo que por temas diferentes. Tú ayúdame a ser el primo perfecto, dime todo lo que necesite saber, y yo prometo darte la razón en todas las causas. - ¿En todas? No hagas promesas que no puedes cumplir. - En todas. Seamus me está enseñando a ser un buen aliado. - Y a Siobhán volvió a darle la risa.
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Family and nature Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Los gemelos salieron corriendo hacia su madre, hablando los dos a la vez. — Chiiiiicos, chicos, por favor, los augureys. — ¡Siempre los bichos primero! — Se quejó Horacius. — Shhhhh, es verdad, que los asustas, encima Botitas está enfermo. — Le riñó Lucius. — Ahora no tanto, la prima Alice le ha hecho una pocioncita estupenda, y ahora vamos a ir a por más ingredientes para que se terminen de curar. — ¡Qué guay! ¡Danos una cesta! — Se ofreció Lucius, y Cerys le tendió una. — Pero ya sabéis las normas. — Le recordó. — Que antes de tocar nada hay que preguntarte a ti o a Nancy o a Martha. — Niamh se inclinó a Alice. — A mamá ya saben que no, la herbología nunca ha sido lo mío. Yo tampoco tocaré nada… — ¡CUIDADO QUE LEVIATÁN VA PARA ALLÁ! — ¿Cómo que Leviatán? Un augurey enorme pasó batiendo fuertemente sus alas, mientras un par de perdices huían aterrorizadas. — ¡Pero bichito! Ya sabes que no se puede soltar a Leviatán así como así… — Regañó Niamh a Ruairi. Trató de aguantarse la risa con lo de bichito, porque parecía que estaban en un momento tenso. Detrás de él llegaba corriendo Andrew. — Es que se ha escapado solo, de verdad. — No se escaparía si no estuvierais haciendo el tonto. — Regañó Nancy. — ¡Ay, mi hermana! Que no es hacer el tonto es que tienen que aprender a volar, y Leviatán es que se pone muy loco… Hola, Alice, buenos días. — Mira, bichi, ha hecho una poción muy buena para Botitas. — ¡Oh! ¡Sí que se le ve mucho mejor! ¡Hola, chiquitín! Esas plumas y ese brillo son nuevos, ¿eh? — ¡Ruairi, concentración! ¡LEVIATÁN! — Le recordó Andrew, corriendo en la dirección del pájaro. — La familia grande se ha mermado un poco, pero acerquémonos a la casa a ver si encontramos un equipo más nutrido. — Resolvió Niamh, y Nancy se les unió.
Ya más cerca de la casa pudo observar a Arthur y Eddie con los niños, jugando en las vallas y señalando las vacas. — ¡ABUELO! ¡LA PRIMA ALICE HA SALVADO LA VIDA AL AUGUREY Y EL OTRO HA HUIDO POR ENVIDIA Y MAMÁ HA CASTIGADO A PAPÁ! — Fue Horacio vociferando mientras se acercaba a su abuelo. — ¿Por qué me da que eso no ha sido así exactamente? — Todos rieron y Alice preguntó. — ¿Dónde está Marcus? — Con mi hija por ahí. La que está despierta, quiero decir. — Así que Ginny también está de baja. — Y Wendy. — Alice miró a Cerys. — No sé yo qué tal va a quedar el escuadrón plantas. — Eddie se puso de pie del tirón. — Pero te ayudamos en lo que haga falta. — ¡Y el primo Marcus nos acompaña! — Intervino Pod por ahí. — Yo también voy. — Añadió Rosie. — El primo no va a querer venir, fijo. — Señaló Horacius. — ¡EL PRIMO SE HA MANCHADO LOS PANTALONES Y TODO ANTES, MENTIROSO! — Y un caballero hace lo que sea por su dama. — Y esta dama necesita un equipo si quiere hacer una buena colecta de las plantas que Cerys, Niamh y los pájaros necesitan. Voy a por ese caballero mío. — ¡Voy contigo! — Aportó Pod. Sí, por supuesto, no faltaba más que tuviera ella cinco segundos con su novio.
Cuando llegó a la altura de Marcus y Siobhán, vio a las mujeres liadas en la cocina y a Martha, Cillian y Patrick reunidos en uno de los corrales. — ¡MARCUS! ¡TU DAMA NECESITA AYUDA! — Siobhán entornó los ojos. — Seguro que la dama se puede ayudar sola, ¿no crees, Pod? — Esta dama necesita un escuadrón herbólogo para buscar ciertas plantas y se me van cayendo miembros de la familia. — Pues por aquí no busques. Estamos liadísimas con la comida, y Ally y mi madre han ido a dar de comer y dormir a Brando. — Dijo Eillish desde dentro de la cocina. Desde luego viendo que las dos dueñas de la casa estaban a otras cosas, sí, iban a tener que afanarse otras en la cocina. — Como veis, estoy altamente necesitada de personal. — Se acercó a Marcus y le miró de arriba abajo, rodeándole con los brazos la cintura. — Y me ha dicho un pajarito que te has manchado los pantalones y todo. — Pido disculpas en nombre de mi hermana por eso. Es que no mide. — De verdad que le costaba no reírse del pobre Pod. Menos mal que Siobhán lo hacía abiertamente. — Tía Saoirse, ¿tú vienes a la recolección de hierbas de Alice? — Preguntó la chica. La mujer, que estaba apoyada en la valla, mirando a los que estaban con los animales, se giró con una espléndida sonrisa. — ¡Qué va! No me apetece nada, no son lo mío las plantas, pero pasadlo muy bien. — Ahí sí que se le escapó una carcajada, y susurró a Marcus. — Es Oly de mayor, de verdad que sí. —
Ya reunido y aprovisionado su equipo, formado por Eddie, Arthur, Niamh (con los dos pájaros en los hombros en precario estado, si le preguntaban a ella) Siobhán, Nancy, Marcus y los niños, Cerys les mandó callar a todos. Claramente estaba muy interesada en el asunto. — Vale, primera advertencia. — Dijo ella. — Buscamos plantas que son venenosas así que NADIE toca nada. Ni niños ni adultos. Los que puedan hacer magia, las cortan con un Diffindo, siempre por la parte del tallo que esté más marrón, intentando meternos lo menos posible en el tallo verde. De ahí, levitando, hasta la cesta. Los que no puedan, avisan a un mayor si las ven. Ahora lo que buscamos son: eléboro negro, chopo negro y aulaga. Lo primero es una mata con flores blancas, que probablemente aún sean capullos; el chopo es un árbol marrón oscuro, con aspecto de corcho y queremos sus ramas más tiernas y la aulaga es una flor que crece en pequeños ramilletes y es amarilla, tiene así pinta de debilucha, por eso está rodeada de espinas, así que especial cuidado con ella. ¿Listos? — ¡SÍ! — Contestaron todos como si fuera un concurso. Desde luego, aquella familia estaba para ella. — ¡Pues a ello! — Y se dirigieron hacia la explanada arbolada que había junto a la finca.
Nada más empezar a andar, Cerys se puso a su lado, mientras todos iban revisando los márgenes del bosque y pies de los árboles. — Alguien como tú necesito yo aquí. Que traiga ideas nuevas, que me ayude a mejorar… — Suspiró. — Cuando vine aquí, Martha y yo teníamos montón de ideas. Pero te vas anquilosando, adaptando a lo que un pueblo y una granja necesitan… Hasta que un día, necesitan algo que tú ya no sabes cómo conseguir, y tiene un invernadero completamente pasado… — Tu invernadero está excelentemente cuidado. — Repuso Alice, que justo encontró una planta de aulaga. — Y seguro que hay estudiante de Hogwarts deseando salir de sus casas y aprender de forma práctica. Mi amiga Oly sin ir más lejos. Podríais tenerle en casa, para que no tuviera gastos y ganara experiencia, a mí me parecería gmail, es un poco lo que hacemos Marcus y yo… — Miró a su novio desde allí. — Y de hecho… Después de comer podríamos ir por allí, y quizá llevarnos al abuelo también. Con sus conocimientos de alquimia y los míos de plantas podemos darle una primera vuelta a tu invernadero para que te ayude con las condiciones climáticas, que eso sí que no lo podemos controlar. —
Ya más cerca de la casa pudo observar a Arthur y Eddie con los niños, jugando en las vallas y señalando las vacas. — ¡ABUELO! ¡LA PRIMA ALICE HA SALVADO LA VIDA AL AUGUREY Y EL OTRO HA HUIDO POR ENVIDIA Y MAMÁ HA CASTIGADO A PAPÁ! — Fue Horacio vociferando mientras se acercaba a su abuelo. — ¿Por qué me da que eso no ha sido así exactamente? — Todos rieron y Alice preguntó. — ¿Dónde está Marcus? — Con mi hija por ahí. La que está despierta, quiero decir. — Así que Ginny también está de baja. — Y Wendy. — Alice miró a Cerys. — No sé yo qué tal va a quedar el escuadrón plantas. — Eddie se puso de pie del tirón. — Pero te ayudamos en lo que haga falta. — ¡Y el primo Marcus nos acompaña! — Intervino Pod por ahí. — Yo también voy. — Añadió Rosie. — El primo no va a querer venir, fijo. — Señaló Horacius. — ¡EL PRIMO SE HA MANCHADO LOS PANTALONES Y TODO ANTES, MENTIROSO! — Y un caballero hace lo que sea por su dama. — Y esta dama necesita un equipo si quiere hacer una buena colecta de las plantas que Cerys, Niamh y los pájaros necesitan. Voy a por ese caballero mío. — ¡Voy contigo! — Aportó Pod. Sí, por supuesto, no faltaba más que tuviera ella cinco segundos con su novio.
Cuando llegó a la altura de Marcus y Siobhán, vio a las mujeres liadas en la cocina y a Martha, Cillian y Patrick reunidos en uno de los corrales. — ¡MARCUS! ¡TU DAMA NECESITA AYUDA! — Siobhán entornó los ojos. — Seguro que la dama se puede ayudar sola, ¿no crees, Pod? — Esta dama necesita un escuadrón herbólogo para buscar ciertas plantas y se me van cayendo miembros de la familia. — Pues por aquí no busques. Estamos liadísimas con la comida, y Ally y mi madre han ido a dar de comer y dormir a Brando. — Dijo Eillish desde dentro de la cocina. Desde luego viendo que las dos dueñas de la casa estaban a otras cosas, sí, iban a tener que afanarse otras en la cocina. — Como veis, estoy altamente necesitada de personal. — Se acercó a Marcus y le miró de arriba abajo, rodeándole con los brazos la cintura. — Y me ha dicho un pajarito que te has manchado los pantalones y todo. — Pido disculpas en nombre de mi hermana por eso. Es que no mide. — De verdad que le costaba no reírse del pobre Pod. Menos mal que Siobhán lo hacía abiertamente. — Tía Saoirse, ¿tú vienes a la recolección de hierbas de Alice? — Preguntó la chica. La mujer, que estaba apoyada en la valla, mirando a los que estaban con los animales, se giró con una espléndida sonrisa. — ¡Qué va! No me apetece nada, no son lo mío las plantas, pero pasadlo muy bien. — Ahí sí que se le escapó una carcajada, y susurró a Marcus. — Es Oly de mayor, de verdad que sí. —
Ya reunido y aprovisionado su equipo, formado por Eddie, Arthur, Niamh (con los dos pájaros en los hombros en precario estado, si le preguntaban a ella) Siobhán, Nancy, Marcus y los niños, Cerys les mandó callar a todos. Claramente estaba muy interesada en el asunto. — Vale, primera advertencia. — Dijo ella. — Buscamos plantas que son venenosas así que NADIE toca nada. Ni niños ni adultos. Los que puedan hacer magia, las cortan con un Diffindo, siempre por la parte del tallo que esté más marrón, intentando meternos lo menos posible en el tallo verde. De ahí, levitando, hasta la cesta. Los que no puedan, avisan a un mayor si las ven. Ahora lo que buscamos son: eléboro negro, chopo negro y aulaga. Lo primero es una mata con flores blancas, que probablemente aún sean capullos; el chopo es un árbol marrón oscuro, con aspecto de corcho y queremos sus ramas más tiernas y la aulaga es una flor que crece en pequeños ramilletes y es amarilla, tiene así pinta de debilucha, por eso está rodeada de espinas, así que especial cuidado con ella. ¿Listos? — ¡SÍ! — Contestaron todos como si fuera un concurso. Desde luego, aquella familia estaba para ella. — ¡Pues a ello! — Y se dirigieron hacia la explanada arbolada que había junto a la finca.
Nada más empezar a andar, Cerys se puso a su lado, mientras todos iban revisando los márgenes del bosque y pies de los árboles. — Alguien como tú necesito yo aquí. Que traiga ideas nuevas, que me ayude a mejorar… — Suspiró. — Cuando vine aquí, Martha y yo teníamos montón de ideas. Pero te vas anquilosando, adaptando a lo que un pueblo y una granja necesitan… Hasta que un día, necesitan algo que tú ya no sabes cómo conseguir, y tiene un invernadero completamente pasado… — Tu invernadero está excelentemente cuidado. — Repuso Alice, que justo encontró una planta de aulaga. — Y seguro que hay estudiante de Hogwarts deseando salir de sus casas y aprender de forma práctica. Mi amiga Oly sin ir más lejos. Podríais tenerle en casa, para que no tuviera gastos y ganara experiencia, a mí me parecería gmail, es un poco lo que hacemos Marcus y yo… — Miró a su novio desde allí. — Y de hecho… Después de comer podríamos ir por allí, y quizá llevarnos al abuelo también. Con sus conocimientos de alquimia y los míos de plantas podemos darle una primera vuelta a tu invernadero para que te ayude con las condiciones climáticas, que eso sí que no lo podemos controlar. —
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Family and nature Con Alice | En Irlanda | 17 de noviembre de 2002 |
Estaba riendo con su prima cuando Pod llegó vociferando hasta ellos, y se echó a reír con ganas solo en anticipación a la cara que, por supuesto, puso Siobhán con eso del rescate de la dama. Probablemente las palabras peor escogidas para decir delante de ella, y la risa le granjeó una mirada de inquina por su parte. Menos mal que la dama en cuestión sí que venía de buen humor y reclamando no solo su presencia, sino todas las posibles. Lástima que fuera para identificar plantas, pero bueno, siempre podía seguir con su teatro. - No es la primera vez que me retan a identificar plantas, y no se me da mal. - Fanfarroneó, tirándose de las solapas del abrigo, y echándose de paso muchísima tierra encima, porque Marcus tenía nociones muy básicas de Herbología. O muy básicas según sus elevados estándares, porque en el fondo la había estado cursando tres años y obtenido matrícula de honor en los tres.
Suspiró cómicamente cuando Alice se acercó a él, mirándose los pantalones. - Así es. - Bajó los párpados. - Para que luego digan que no me implico en el campo. Yo soy todo implicación. - Alice, ¿y si las vacas se han comido las plantas? - Preguntó Rosie, llegando por allí, aunque parecía más curiosa que preocupada al respecto. No seré yo quien se las saque de la boca, si es lo que estás pensando, respondió mentalmente Marcus, pero por fuera mantuvo la sonrisa. Revolvió los rizos de Pod y también rio con el comentario de Saoirse, y el posterior apunto de Alice. Pero el escuadrón para recolección de plantas estaba ya montado (veía innecesaria la presencia de los dos pajarracos de sus primos, pero empezaba a detectar causas perdidas cuando las veía), por lo que atendió con todo su interés y, sobre todo, su respeto (una Ravenclaw queriendo dar instrucciones era motivo de sobra para mantenerse en silencio) a Cerys.
Miró a los niños y abrió mucho los ojos con insistencia, diciendo en un susurro paternal. - ¿Habéis oído? Las plantas son venenosas, así que no se tocan. Llamáis a un mayor que las corte. - Asintieron. Echaba de menos sus funciones de prefecto, al menos podía hacerlas allí un poquito. Y más que lo iba a ejercer, porque los niños debieron pensar que para qué irse solos si necesitaban de un adulto igualmente, y viendo a Marcus tan dispuesto a atenderles, se fueron tras él como patitos. - ¡Bueno! - Empezó, feliz. Mejor convertir aquello en un juego para que no se le dispersaran. - ¿Qué colores tenemos? - ¡Negro! - Dio un saltito Rosie, feliz. Pod fue a corregirla con paciencia, pero Horacius se adelantó con la burla. - ¡Ninguna es negra, es solo el nombre! - Déjala, que es pequeña. - La defendió Lucius, dándole un empujoncito en el brazo a su hermano para que se callara. Se giró a Rosie. - Muy bien, Rosie. - ¡Si le dices muy bien se va a equivocar siempre! - ¡Calla! ¡No me dejas explicárselo! Se llama negro pero es blanco. - Los intentos de Lucius por explicar llegaban tarde, porque la niña se había cruzado de brazos con un mohín y puesto a la altura de Marcus. - Siempre se están metiendo conmigo. - Bueno, bueno. - Dijo él, pasando un brazo por sus hombros. - Participamos todos ¿vale? Y lo que no sepamos, lo aprendemos. A los Ravenclaw nos encanta aprender. - Me da que aquí el único Ravenclaw eres tú. - Pinchó Horacius. Pod frunció el ceño. - A lo mejor yo soy Ravenclaw. - Tú vas a ser Hufflepuff. - ¿Y tú qué sabes? - ¡A ver! ¿Esa cuál es? - Interrumpió Marcus, señalando una de las plantas que había conseguido localizar y en un intento porque aquello no se le fuera de las manos. Todos los niños corrieron a agolparse delante del arbusto como lechuzas curiosas. - ¡El chopo! El abuelo tiene un montón. - Clamó Pod, contento. Marcus desenvainó la varita con una floritura. - ¡Muy bien! Pues a ver esas cestas preparadas. - Rosie la alzó por encima de su cabeza como quien hace una ofrenda a los dioses, en lo que Marcus cortaba los tallos necesarios y los levitaba hacia la misma.
Divisó a Nancy en el paseo y dijo cómicamente. - Eh, prima Nancy. ¿Te unes a mi rebaño? - ¡BEEEEEEEEE! - Clamó Rosie, contenta, haciendo a todos reír. Nancy rio también y señaló a los dos gemelos. - ¿Con aquellos dos diablos? Ni loca. - ¡Tita! Nos hemos venido sin los augureys para que los Ravenclaw estéis cómodos. - Dijo Lucius, desatando las carcajadas de los dos mayores, pero también que se dirigieran a él para hacerle cosquillas. - Tú eres el peor de los dos, porque al otro se le ve venir, pero tú eres un suavón. - Decía Nancy, mientras el chico se retorcía de risa. Marcus continuó. - ¡Eso! Conozco muchos Ravenclaw expertos en pájaros. Nuestro blasón es un águila, ¿con quién te crees que hablas? - Y más se reía el otro, hasta que Pod llamó su atención. - ¡Primo Marcus! Ahí hay eléboro negro. - ¡Marchando! - Y allá que fue, de nuevo con la maniobra para cortar y llevar las ramas a la cesta. Nada más divisaron a Alice, Rosie y Horacius fueron corriendo hacia ella, disputándose el primer puesto en la carrera. Marcus vio como intentaban hablar los dos a la vez de todo lo que habían recogido. - ¿Y tú, de qué casa vas a ser? - Preguntó Marcus a Lucius, poniéndole las manos en los hombros, mientras el niño sonreía. - Porque la de tu hermano me la imagino. - ¡Uf! Horacius va a ser Slytherin como el bisabuelo Cletus. Papá y mamá son Hufflepuffs, y el abuelo Arthur también, así que seguramente sea Hufflepuff. Aunque en verdad me gustan todas. - Sip, Hufflepuff. - Confirmó Marcus, y Nancy rio. El niño giró el cuello para mirarle. - ¿Conoces a alguien de Hufflepuff, primo Marcus? - ¡Uy! A muchos. La mayoría de mis amigos son de Hufflepuff. - ¿Sííí? - ¡Sí! Y lo más importante: mis dos cuñados son de Hufflepuff. El hermano de Alice y el novio de Lex. - Lucius parpadeó un momento. - ¿La novia de Lex? - Preguntó, como si temiera no haber entendido bien. Nancy miró a Marcus un tanto incómoda, pero él ni se dio por aludido. - No, su novio. Es un chico majísimo, se llama Darren, y le encantan los animales, como a tus padres. Estoy seguro que es con quienes mejor se va a llevar. ¿Sabéis? A lo mejor viene unos días en Navidad. - Nancy sonrió con ternura, y el otro pareció convencido. Simplemente miró al frente de nuevo. - ¡Qué bien! Pues le preguntaré cómo es la sala común. - Nancy y Marcus se miraron y sonrieron.
Suspiró cómicamente cuando Alice se acercó a él, mirándose los pantalones. - Así es. - Bajó los párpados. - Para que luego digan que no me implico en el campo. Yo soy todo implicación. - Alice, ¿y si las vacas se han comido las plantas? - Preguntó Rosie, llegando por allí, aunque parecía más curiosa que preocupada al respecto. No seré yo quien se las saque de la boca, si es lo que estás pensando, respondió mentalmente Marcus, pero por fuera mantuvo la sonrisa. Revolvió los rizos de Pod y también rio con el comentario de Saoirse, y el posterior apunto de Alice. Pero el escuadrón para recolección de plantas estaba ya montado (veía innecesaria la presencia de los dos pajarracos de sus primos, pero empezaba a detectar causas perdidas cuando las veía), por lo que atendió con todo su interés y, sobre todo, su respeto (una Ravenclaw queriendo dar instrucciones era motivo de sobra para mantenerse en silencio) a Cerys.
Miró a los niños y abrió mucho los ojos con insistencia, diciendo en un susurro paternal. - ¿Habéis oído? Las plantas son venenosas, así que no se tocan. Llamáis a un mayor que las corte. - Asintieron. Echaba de menos sus funciones de prefecto, al menos podía hacerlas allí un poquito. Y más que lo iba a ejercer, porque los niños debieron pensar que para qué irse solos si necesitaban de un adulto igualmente, y viendo a Marcus tan dispuesto a atenderles, se fueron tras él como patitos. - ¡Bueno! - Empezó, feliz. Mejor convertir aquello en un juego para que no se le dispersaran. - ¿Qué colores tenemos? - ¡Negro! - Dio un saltito Rosie, feliz. Pod fue a corregirla con paciencia, pero Horacius se adelantó con la burla. - ¡Ninguna es negra, es solo el nombre! - Déjala, que es pequeña. - La defendió Lucius, dándole un empujoncito en el brazo a su hermano para que se callara. Se giró a Rosie. - Muy bien, Rosie. - ¡Si le dices muy bien se va a equivocar siempre! - ¡Calla! ¡No me dejas explicárselo! Se llama negro pero es blanco. - Los intentos de Lucius por explicar llegaban tarde, porque la niña se había cruzado de brazos con un mohín y puesto a la altura de Marcus. - Siempre se están metiendo conmigo. - Bueno, bueno. - Dijo él, pasando un brazo por sus hombros. - Participamos todos ¿vale? Y lo que no sepamos, lo aprendemos. A los Ravenclaw nos encanta aprender. - Me da que aquí el único Ravenclaw eres tú. - Pinchó Horacius. Pod frunció el ceño. - A lo mejor yo soy Ravenclaw. - Tú vas a ser Hufflepuff. - ¿Y tú qué sabes? - ¡A ver! ¿Esa cuál es? - Interrumpió Marcus, señalando una de las plantas que había conseguido localizar y en un intento porque aquello no se le fuera de las manos. Todos los niños corrieron a agolparse delante del arbusto como lechuzas curiosas. - ¡El chopo! El abuelo tiene un montón. - Clamó Pod, contento. Marcus desenvainó la varita con una floritura. - ¡Muy bien! Pues a ver esas cestas preparadas. - Rosie la alzó por encima de su cabeza como quien hace una ofrenda a los dioses, en lo que Marcus cortaba los tallos necesarios y los levitaba hacia la misma.
Divisó a Nancy en el paseo y dijo cómicamente. - Eh, prima Nancy. ¿Te unes a mi rebaño? - ¡BEEEEEEEEE! - Clamó Rosie, contenta, haciendo a todos reír. Nancy rio también y señaló a los dos gemelos. - ¿Con aquellos dos diablos? Ni loca. - ¡Tita! Nos hemos venido sin los augureys para que los Ravenclaw estéis cómodos. - Dijo Lucius, desatando las carcajadas de los dos mayores, pero también que se dirigieran a él para hacerle cosquillas. - Tú eres el peor de los dos, porque al otro se le ve venir, pero tú eres un suavón. - Decía Nancy, mientras el chico se retorcía de risa. Marcus continuó. - ¡Eso! Conozco muchos Ravenclaw expertos en pájaros. Nuestro blasón es un águila, ¿con quién te crees que hablas? - Y más se reía el otro, hasta que Pod llamó su atención. - ¡Primo Marcus! Ahí hay eléboro negro. - ¡Marchando! - Y allá que fue, de nuevo con la maniobra para cortar y llevar las ramas a la cesta. Nada más divisaron a Alice, Rosie y Horacius fueron corriendo hacia ella, disputándose el primer puesto en la carrera. Marcus vio como intentaban hablar los dos a la vez de todo lo que habían recogido. - ¿Y tú, de qué casa vas a ser? - Preguntó Marcus a Lucius, poniéndole las manos en los hombros, mientras el niño sonreía. - Porque la de tu hermano me la imagino. - ¡Uf! Horacius va a ser Slytherin como el bisabuelo Cletus. Papá y mamá son Hufflepuffs, y el abuelo Arthur también, así que seguramente sea Hufflepuff. Aunque en verdad me gustan todas. - Sip, Hufflepuff. - Confirmó Marcus, y Nancy rio. El niño giró el cuello para mirarle. - ¿Conoces a alguien de Hufflepuff, primo Marcus? - ¡Uy! A muchos. La mayoría de mis amigos son de Hufflepuff. - ¿Sííí? - ¡Sí! Y lo más importante: mis dos cuñados son de Hufflepuff. El hermano de Alice y el novio de Lex. - Lucius parpadeó un momento. - ¿La novia de Lex? - Preguntó, como si temiera no haber entendido bien. Nancy miró a Marcus un tanto incómoda, pero él ni se dio por aludido. - No, su novio. Es un chico majísimo, se llama Darren, y le encantan los animales, como a tus padres. Estoy seguro que es con quienes mejor se va a llevar. ¿Sabéis? A lo mejor viene unos días en Navidad. - Nancy sonrió con ternura, y el otro pareció convencido. Simplemente miró al frente de nuevo. - ¡Qué bien! Pues le preguntaré cómo es la sala común. - Nancy y Marcus se miraron y sonrieron.
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Family and nature Con Marcus | En Irlanda | 7 de noviembre de 2002 |
Cerys estaba sonriente, e incluso asintió a la proposición de Alice, pero se la veía ausente. Ella decidió darle su espacio, mientras recolectaban las plantas, y hacían alguna otra observación aquí y allá. Y en una de esas, se fijó en algo en el tronco de una encina, y entonces entendió. — ¡Ya sé que les ha pasado a tus plantas! — Cerys la miró abriendo mucho los ojos, y hasta los tíos y los pájaros de Niamh se alteraron. — ¡Mira esto! — Le instó, arrastrándola prácticamente hasta el tronco. — Es moho alternario. Eso está debilitando todas las plantas. No es solo tu invernadero, es que afecta a todo. — Yo creo que las flores de casa O’Donnell están bien. — Dejó caer Eddie. — Porque las flores son muy débiles para el moho, Eddie, pero un buen tronco de una encina o una herbácea… Oh… Eso es un banquete para el moho. Por los cuernos de un fauno, ¿cómo no lo he visto? Estoy dormida en los laureles… — Se lamentó Cerys. Arthur negó. — Son tantas cosas… No se puede controlar todo, y menos las plantas. — El moho sale por exceso de agua. — Empezó a hilar Alice, y los dos hombres rieron. — Uy, pues si fuera por eso aquí no habrían podido ni empezar a vivir… — No, las plantas de aquí se adaptan a la lluvia, pero tú me has dicho antes que este año ha habido aún menos sol que de normal, y ha sido perfecto para que cojan menos fuerza y el moho se sienta más a gusto. — Alice se rio, un poco psicóticamente. — ¡Pero es que se arregla con nada! Con… patatas. Se separa alquímicamente en un momento el almidón, que absorbe el moho y se conjunta con cualquier material que resista bien la lluvia, se extraen las esencias, se aplican a un ungüento y… ¡Voilá! Luego solo hay que proteger con un hechizo impermeable las plantas más propensas y todo controlado. — Los cuatro pares de ojos que la miraban eran un poema. — Vamos, sencillísimo. — Se atrevió a decir Arthur con una carcajada. Eddie y Niamh se rieron también. — Dejadla, hombre, que a las mentes brillantes todo les parece sencillo. — Alice se cruzó de brazos con falsa ofensa. — ¡Lo es! ¡Cerys, díselo! — Pero la mujer suspiró. — Ojalá pudiera, Alice, pero es que no había ni detectado el moho, no te digo ya dar con una solución tan rápido… Pero bueno, tal como lo planteas es fácil, desde luego. — La pobre Cerys parecía afectadilla en su orgullo Ravenclaw, y Alice odiaba hacer sentir así a la gente, y menos cuando lo que quería era ayudar, pero algo le decía que no era ella solamente la que había provocado aquella reflexión en Cerys.
Su reflexión se cortó de golpe porque Horacius y Rosie llegaron corriendo a su altura. — ¡Hemos encontrado eléboro negro! — ¡Lo he encontrado yo! — ¡No es verdad! Bueno, sí, pero solo porque yo no sabía que no era negro, porque como se llama negro… — Alice alzó las manos y miró a ambos. — Eso es trabajo en equipo. Todos hemos encontrado todo. — Bueno, si el que lo ha encontrado he sido yo… — Intentó objetar Horacius. — Hombre, siendo así, podemos dejarte aquí tranquilamente, ya que te apañas tan bien solo. — Sugirió ella, rodeando a Rosie por los hombros. — ¡No! ¡A ver si va a tocar una planta! ¡No dejes aquí al primo, Alice, por favor! — Ella miró significativamente al niño. — Parece que tienes una muy buena compañera de equipo, yo daría gracias por ella. — Y con una risita baja, se acercó a Marcus y Nancy. — A ver esa cesta del peligro. — Prima Alice. — La llamó Pod. — ¿Por qué quieres darles plantas venenosas a los pájaros? — Se agachó frente al niño y sonrió. — Porque sospecho que lo que tienen es una maldición. Porque si estuvieran enfermos o malnutridos, ese poquito de poción debililla que les hemos dado antes, no hubiera servido de nada, y si les ha mejorado, es porque su salud está bien de base. Creo que han pillado alguna maldición involuntaria de otra criatura, y las maldiciones se curan con otras maldiciones, como el veneno. — Rosie puso cara de miedo. — ¿Pero eso no les hará más daño? — Pues no ¿y sabéis por qué? — Los cuatro niños negaron. — Porque, como un alquimista muy sabio dijo: el veneno está en la dosis. — Levitó una de las ramitas para que la vieran. — Sacaremos esencia de aquí, de la flor, y les daremos una gota, lo justo para que el veneno ataque a la maldición. — Todos abrieron mucho los ojos, justo cuando llegaban el resto de los mayores. — ¿Quién quiere venirse conmigo a ir preparando esto y a dejar a los pajaritos ref…? — No le dio tiempo a Niamh de terminar de decir “refugiados” cuando, de golpe y porrazo, empezó a llover. Pero no unas gotitas, no. Una cortina de agua se avino sobre ellos, y Alice no tuvo ni tiempo de pensar.
Alguien tiró de ella en una dirección, con tanta agua no veía ni quién, y en breve, se vio con Marcus, Nancy y Cerys en una cueva, al menos guarecidos de semejante chaparrón. — ¿Y los demás? — En la cueva de un poco más abajo. — Señaló Nancy, y se rio encogiéndose de hombros. — Sabemos refugiarnos, esto es Irlanda en estado puro. Espérate que no granice. — Cerys resopló y ya se rio desesperadamente, tapándose la cara. — No, por Lugh. Lo que le faltaba a las plantas. — Alice la miró con sentimiento. — Todo tiene arreglo, Cerys, de verdad. Es un despiste. — La mujer suspiró y se frotó los ojos. — Ya, si es que no sé ni por dónde empezar a mejorar todo esto, porque claramente lo que aprendí hace treinta años en el colegio se me queda corto. — Es un campo demasiado amplio y voluble. — Le dijo Nancy con comprensión, y Cerys rio, estrechándole el hombro. — Qué te voy a contar a ti. — Y ambas rieron. — Creo que Cerys es la única que no cree que desvarío con las runas. Menos mal que tengo aquí a otros dos Ravenclaws que me van a ayudar a… Yo que sé… Tener ideas brillantes y hacer alquimia, que es lo que claramente saben hacer. — Y todos rieron. Estaban calados y reflexivos, pero en el fondo a Alice le encantaba eso, hacer tormenta de ideas, con la lluvia de fondo, simplemente dejando que las preocupaciones de mentes como las suyas fluyeran y pudieran ayudarse.
Su reflexión se cortó de golpe porque Horacius y Rosie llegaron corriendo a su altura. — ¡Hemos encontrado eléboro negro! — ¡Lo he encontrado yo! — ¡No es verdad! Bueno, sí, pero solo porque yo no sabía que no era negro, porque como se llama negro… — Alice alzó las manos y miró a ambos. — Eso es trabajo en equipo. Todos hemos encontrado todo. — Bueno, si el que lo ha encontrado he sido yo… — Intentó objetar Horacius. — Hombre, siendo así, podemos dejarte aquí tranquilamente, ya que te apañas tan bien solo. — Sugirió ella, rodeando a Rosie por los hombros. — ¡No! ¡A ver si va a tocar una planta! ¡No dejes aquí al primo, Alice, por favor! — Ella miró significativamente al niño. — Parece que tienes una muy buena compañera de equipo, yo daría gracias por ella. — Y con una risita baja, se acercó a Marcus y Nancy. — A ver esa cesta del peligro. — Prima Alice. — La llamó Pod. — ¿Por qué quieres darles plantas venenosas a los pájaros? — Se agachó frente al niño y sonrió. — Porque sospecho que lo que tienen es una maldición. Porque si estuvieran enfermos o malnutridos, ese poquito de poción debililla que les hemos dado antes, no hubiera servido de nada, y si les ha mejorado, es porque su salud está bien de base. Creo que han pillado alguna maldición involuntaria de otra criatura, y las maldiciones se curan con otras maldiciones, como el veneno. — Rosie puso cara de miedo. — ¿Pero eso no les hará más daño? — Pues no ¿y sabéis por qué? — Los cuatro niños negaron. — Porque, como un alquimista muy sabio dijo: el veneno está en la dosis. — Levitó una de las ramitas para que la vieran. — Sacaremos esencia de aquí, de la flor, y les daremos una gota, lo justo para que el veneno ataque a la maldición. — Todos abrieron mucho los ojos, justo cuando llegaban el resto de los mayores. — ¿Quién quiere venirse conmigo a ir preparando esto y a dejar a los pajaritos ref…? — No le dio tiempo a Niamh de terminar de decir “refugiados” cuando, de golpe y porrazo, empezó a llover. Pero no unas gotitas, no. Una cortina de agua se avino sobre ellos, y Alice no tuvo ni tiempo de pensar.
Alguien tiró de ella en una dirección, con tanta agua no veía ni quién, y en breve, se vio con Marcus, Nancy y Cerys en una cueva, al menos guarecidos de semejante chaparrón. — ¿Y los demás? — En la cueva de un poco más abajo. — Señaló Nancy, y se rio encogiéndose de hombros. — Sabemos refugiarnos, esto es Irlanda en estado puro. Espérate que no granice. — Cerys resopló y ya se rio desesperadamente, tapándose la cara. — No, por Lugh. Lo que le faltaba a las plantas. — Alice la miró con sentimiento. — Todo tiene arreglo, Cerys, de verdad. Es un despiste. — La mujer suspiró y se frotó los ojos. — Ya, si es que no sé ni por dónde empezar a mejorar todo esto, porque claramente lo que aprendí hace treinta años en el colegio se me queda corto. — Es un campo demasiado amplio y voluble. — Le dijo Nancy con comprensión, y Cerys rio, estrechándole el hombro. — Qué te voy a contar a ti. — Y ambas rieron. — Creo que Cerys es la única que no cree que desvarío con las runas. Menos mal que tengo aquí a otros dos Ravenclaws que me van a ayudar a… Yo que sé… Tener ideas brillantes y hacer alquimia, que es lo que claramente saben hacer. — Y todos rieron. Estaban calados y reflexivos, pero en el fondo a Alice le encantaba eso, hacer tormenta de ideas, con la lluvia de fondo, simplemente dejando que las preocupaciones de mentes como las suyas fluyeran y pudieran ayudarse.
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