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Jue Oct 26, 2023 6:11 pm por Freyja
Recuerdo del primer mensaje :




El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.

Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.

AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2


Índice de capítulos

Marcus O'Donnell
Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
Alice Gallia
Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




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Jue Nov 16, 2023 8:29 pm por Ivanka


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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
Por lo visto, en todas las familias se daba aquella mezcla explosiva de carácteres, y más con edades tan dispares. De hecho, de los niños estaban hablando. — Uy, tú dale pequeñajos a Marcus, se los gana enseguida. — Ah, fantástico, en esta familia reproducirse es un deporte. — Dijo Nancy entornando los ojos. Ginny se rio y dijo. — Cada vez tenemos el pub más vacío y la escuela más llena. — Ese pub no está vacío nunca. Y a veces hacen karaoke de canciones tradicionales. — Señaló Ruairi, que intentaba reunir a sus gemelos casi con el mismo éxito con el perseguía a su diricawl. — ¡Y hacemos trivial! Eso os gusta a los Ravenclaw. — Dijo Ginny señalándoles. — Cosa de Nancy, sino, nadie la arrastraba al pub. — Alice frunció el ceño. — No sé qué es un trivial. Es un juego de muggles. Cuando quisimos reformar el pub, Wendy y yo nos fuimos por los bares muggles y para una vez que la prima lista nos quiso acompañar, porque lo consideraba inmersión cultural o algo así. Pues allá que fuimos las tres, y pasamos por un bar en el que hacían una noche de trivial, y ya no tuviste que decirle nada más. — Nancy se encogió de hombros. — Pues mira, si así puedo ir al pub no solo para beber sin más… — Alice sonrió y miró a Marcus. — Deseando estoy de pasarme por ahí.

Pero claro, había un niño más por ahí, y ya andaba Marcus detrás de él. Eso sí no acabó la cosa como Alice esperaba, porque lo que llevaba el niño en la mejilla fue objeto de debate, por lo visto originado por una de las primas que faltaba, la hija mediana de Nora. Parecía una chica preciosa y agradable, no muy amiga de las multitudes. A ver si podía poner en pie todo: Siobán se había llevado a Seamus a una… ¿manifestación? El chaval se había puesto a tope con la lucha feminista con Siobán y sus amigas, pero esta se había perdido, de hecho, acababa de llegar, y al niño lo había devuelto una de sus amigas. Bueno, bien está lo que bien acaba, para una Gallia no era tampoco tan raro. Saludó a la chica encantada de la vida, y se apresuró a ayudar a Marcus a poner orden y ella, como siempre, le siguió ayudando a poner paz. — ¡Claro! Mi madre enseguida se abanderaba una causa, y cuanto antes se aprenda igualdad mejor. — Aunque nadie como la abuela Molly para dictaminar “bueno pues ya no se habla más de este tema, estamos todos contentos”. Le extendió una mano al niño y dijo. — Choca esos cinco, aliado. ¡Vale! — Se los chocó. — ¿Tú también eres aliada? — También. Y soy la novia de tu primo, me llamo Alice. — ¡Ah, otra novia! ¿Tú tienes bebés? — Alice rio y negó con la cabeza. — No. — Mejor, aquí ya hay muchos. Yo era el pequeño hasta que llegó Brando. — Volvió a reír y le revolvió el pelo antes de susurrarle. — Yo creo que ni Brando te desbanca con Siobán.

Ya estaban organizándose para sentarse cuando la puerta se abrió de golpe y un olor fuerte se coló con los que entraban. — ¡Por Merlín! No solo llegáis tarde… ES QUE LLEGÁIS ASÍ. — Eillish, cariño ¿y qué íbamos a hacer? ¿Dejar a mis sobrinas con semejante lío? — Comentó un hombre muy alto de ojos muy azules que debía ser Arthur, por la forma de dirigirse a Eillish. — ¡LOS TITOS HUELEN A CAAAAAACA! — Acusó Horacius, provocando las risas de Seamus. — ¡Es verdad! — ¿Pero qué os ha pasado? — ¡MAMÁ! — Irrumpió una mujer, no tan sucia como los dos hombres mayores. Saoirse dio un botecito en su sitio, colocando la mesa. — ¡Uy, Martha, hija! ¿Qué te pasa? — ¿TÚ HAS ESTADO ESTA MAÑANA CON LAS VACAS? — ¿Yo? Pues no sé. — Otra mujer más o menos de su edad apareció detrás de ella, suspirando. Ah, esa sería la novia sin título de tal. — Mamá, haz memoria. — Cillian suspiró. — Si es que nunca ha entendido lo de los hechizos valla… — ¡Que no! ¿Pero por qué me acusais todos a mi? A ver, a lo mejor esta mañana, volviendo de coger setas, me he ido a llevarles unas acebitos, que me gustan. — ¿Y rompiste el hechizo? — Bueno, hija ¿y cómo voy a entrar si no? Con las de tu padre lo he hecho toda la vida y no he tenido tanto problema. — ¡PORQUE PAPÁ SIEMPRE VA DETRÁS DE TI COMO LOCO! ¡PERO YO TENGO OTRAS COSAS QUE HACER EN LA VIDA! — Apareció otra muchacha con el mismo tono de pelo que las hermanas, ese oscuro rojizo y se dirigió a Ginny del tirón. — Si no llega a ser por mi amigo Ciarán… — ¡ESO! ¡Ciarán! Yo ya le voy a llamar el de Connemara. — La chica que había entrado era la única que no estaba manchada de barro y más cosas hasta las orejas. — Sí, tía, yo creo que le intereso, porque ha sido muy caba… AY QUE ESTA MI TITA MOLLY AQUÍ. Y MI PRIMO ARNOLD Y EMMA. — Y se lanzó a abrazarlos con un chillidito. — ¿Cómo estás, cariño? — Preguntó su suegro con cariño. — Oy, ya sabes, no paro con la Ginny y el pub, y luego mi hermana se le sueltan las vacas y drama total y… — Buenas tardes, señorita O’Donnell. — Reclamó Pod, muy puesto. Wendy se separó de Arnie e hizo una muy exagerada reverencia. — Buenas tardes, señor O’Donnell. ¿Tengo el gusto de que me presente a los invitados? — Y el chico tomó la mano de su tía y la acercó a ellos. Claramente, era la única que le seguía realmente el rollo de toda la casa. — Esta es Alice, es la novia del primo Marcus. — Le gustaban los ojos chispeantes y la sonrisa de Wendy. — ¡Hola, cariño! Bienvenida a Irlanda. — Y ese es el primo Marcus. — ¡OY! ¿PERO Y ESTE PRIMO TAN GUAPO? OYYYYY, pero cómo se nota que eres mitad O’Donnell mitad Horner. Un aire ya te das a tu tío Phillip. — Y Alice tuvo que contenerse muy fuertemente la risa, así que decidió atender a las indicaciones de Eillish, que ya había mandado a todo el equipo vacas a limpiarse a otro lado, y tomó asiento en la enorme mesa.





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Vie Nov 17, 2023 10:33 am por Freyja


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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
Abrió la boca en una graciosa expresión entre sonriente y sorprendida. A ver, él con la música no tenía mucha conexión, y no quería repetir el numerito del bar en la fiesta de graduación pero esta vez delante de su familia. Pero le encantaría ver cantar a los demás, y necesitaba saber más de ese invento del trivial. - ¿Pero en qué consiste? - Te hacen preguntas sobre diversos temas, algunas más de cultura popular y otras más difíciles, y acierta el equipo que más preguntas correctas tenga. - Miró a Alice con ojos ilusionados. - Si pusiéramos preguntas sobre alquimia... - Rio. Aquello sonaba a algo que podría gustarle y mucho.

El niño era adorable, pero la pregunta directa a Alice hizo que agradeciera no estar comiendo, porque se habría atragantado. Debió notársele tanto por fuera que ya tenía la inquisitiva mirada de su padre encima. Que no, maldita sea, que no quiero ser padre con dieciocho años, que tengo muchas cosas que hacer, pensó molesto. Está bien, él era muy niñero, ¡pero tenía muchos proyectos y no era tonto! ¡No iba a ser padre tan joven! ¿Por qué todo el mundo pensaba que iba irse directo a tener un niño cada vez que había uno cerca?... Aunque no le venía mal tanto primito adorable cerca para despertar el instinto maternal de Alice, eso también era cierto, pero era un pensamiento que se guardaba para sí y no tenía por qué justificar ante nadie.

La entrada triunfal, aparte de hacerle sobresaltarse por el ruido imprevisto, desde luego era para verla. Miró de reojo a su madre, pero extrañamente entre tanto caos y... ¿ese hombre estaba cubierto de estiércol? Mejor pensar que era tierra (claramente, Horacius no pensaba como él). La cuestión era que veía a su madre muy relajada e incluso sonriente. Contenida, como siempre, pero no tan tensa como hubiera esperado encontrarla en semejante caos pueblerino. Debía estar feliz solo de verles felices a los demás. Detrás del hombre entró una mujer que solo podía ser Martha, y Marcus asintió apretando fuertemente los labios para no reírse a un espectáculo que ni en todas las historias contadas por su abuela habría podido imaginarse.

La que no había duda de quien era por su expresión, forma de hablar y como se dirigió a su familia, era Wendy. Le encantó el jueguecito que se traía con Pod, y sonrió ampliamente cuando le tocó el saludo, riendo. - ¡Gracias! Aunque ya quisiera yo venir con tanta luz y presencia después de lidiar con una crisis vacuna. - La otra soltó una risita ruborizada. - ¡Ay! Qué galán, míralo. - Y se enganchó de su brazo, mientras los que venían de lidiar con las vacas iban a cambiarse y Eillish disponía la merienda. - Yo es que me quedé prendadita de tu tío Phillip nada más lo vi, me has recordado un montón. - Algo me han contado. - Ya estará casado, me imagino. - Lo está. Tiene dos hijos. - Con una mujer de su edad, supongo... - Lo cierto es que es más joven. - La chica le miró con los ojos muy abiertos. - Pero mayor que tú igualmente. - Suspiró dramática. - Qué oportunidad perdida... Y una aquí... aguantando irlandeses borrachos que son siempre los mismos y lidiando con... - Wendy. - La interrupción la sobresaltó tanto, como si no esperara que nadie le hablara, que el bote que dio en el sitio se lo contagió a Marcus. Solo faltaba un miembro de la familia por llegar y allí estaba, y tenía una voz profunda que había dejado clavada a la chica en el sitio. Venía acompañado, y ese sí que no estaba en los cálculos de Marcus, que creía tener ya a su familia al completo allí.

- ¿No crees que hubiera sido de recibo...? - Y el hombre hizo un gesto con la cabeza al muchacho, que asomaba tímidamente por detrás. La chica saludó tan feliz y despistada como si no le viera de hacía semanas. - ¡Ciarán! ¿Cómo tú por aquí? - Me quedé esperando a que cerraras la valla ¿recuerdas? - Comentó tímidamente y casi con voz apenada. Wendy miraba hacia arriba, pensativa, como si tratara de recordar. El hombre suspiró y avanzó hacia él, tendiéndole la mano. - Tú debes de ser Marcus. Perdona la interrupción tan abrupta, el pan nuestro de cada día. - ¡Faltaría más! Es lo que queremos, vivir Irlanda. - El hombre dejó escapar una casi muda carcajada de garganta, pero sonreía con cortesía. - Soy Edward, esposo de Nora, tío de alguien que no tiene en cuenta las ayudas que se le brindan... - Ay, tito, me despisté. No te preocupes, yo lo arreglo. ¿Quieres merendar? - Resolvió Wendy rápidamente, que ya se había desenganchado de Marcus y ahora estaba enganchada al otro chico, que miraba con timidez y casi pánico a tanta gente junta de la que parecía no conocer a la mitad, mientras jugaba con la boina entre las manos. Edward siguió su conversación. - Y padre de Ginny, Siobhán y Andrew. Y abuelo orgulloso de esa criaturita de ahí. - Señaló con la cabeza a Brando, que seguía en brazos de su padre, y los ojos le brillaron. - Espero que no te resulte muy lioso tanto engranaje familiar. - No sabes la de datos que esta cabecita puede almacenar, y lo familiar que es. Nos ha salido más irlandés de lo que soy yo mismo. - ¡Arnold! Por la madre tierra, ¡cuánto tiempo! - Su padre y el hombre se abrazaron, y de repente, un relampagueo arcoíris les hizo pestañear por la potencia de la luz. - ¡Ya estamos todos! A merendar, que se nos va a juntar con el desayuno de mañana a este paso. - No sería la primera vez. Ni me vendría nada mal, que luego una se pasa la noche curarndo. - Comentó Ginny, sentándose ceremoniosamente en la mesa. Palmeó la silla a su lado. - Aquí quiero a mi prima nueva. - Ordenó, señalando directamente a Alice. - Y a su otro lado, ¡Wendy! Tía, deja ya al chaval, mira qué cara le tienes puesta. - ¿Pero entonces qué hago? ¿Le atiendo o no? - Se oyeron varios suspiros, mientras Wendy miraba a todos con desconcierto real y el chico decía. - Mejor... me voy... - No, cariño, si comida hay de sobra. - Resolvió Nora con una luminosa sonrisa. Ginny volvió a lo suyo. - Bueno, que tú te sientas a su otro lado, que la quiero bien respaldada. - Ginny miró a Alice con picardía. - Venga, un ratito fuera de novios y suegros, que ya los tienes mucho, seguro. A ese le va más el protocolo, que se quede con los mayores y los bebés. ¿Cuándo dices que te tenemos por el pub? -




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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
Bueno, pues había un invitado sorpresa claramente, aunque ni siquiera Wendy había contado con el pobre muchacho. Claro, que una familia irlandesa con un alto porcentaje de Hufflepuffs tendría que volver a crearse para no acoger con los brazos abiertos no, abiertísimos, a un chaval que había ayudado, aún no sabían cómo, con el lío de las vacas. Se le veía buena gente, además.

No tuvo mucho más tiempo de valorar nada porque, por lo visto, los enfados en Irlanda se reflejaban con un relampagueo de arco iris, que la hizo parpadear y aguantarse la risa mientras las primas disponían sobre ella. Fue diligentemente a sentarse con Ginny y se rio ante el momento de desconcierto con Ciarán y Wendy. Ese sector le recordaba mucho a los Gallia en sus días brillantes, así que ya se sentía en casa. Sonrió a las palabras de Ginny y se encogió de hombros. — A mí me encanta estar con él. — Dijo saludando a su novio desde el otro extremo de la mesa, pero unas cafeteras, teteras y lo que parecía una jarra de plata que olía a chocolate caliente, se le cruzó, y ambos fueron reclamados por distintos familiares. Frente a ella se sentaron Nancy y Siobhán y Andrew y Alison claramente habían dejado al bebé por algún sitio y también cerca.

Pues la verdad es que me muero de ganas de ir. Hoy no, porque no sé a qué hora terminaremos aquí… — Y todos se rieron. Ella les miró de hito en hito y Andrew explicó. — Aquí eso de “terminar” es relativo. O sea, comida hay hasta para juntarse con el desayuno mañana, como ha señalado la tía Eillish, y aquí sieeeeempre se lía la cosa. Que si sacan la crema de whiskey, el licor de espino, el de hierbas, nos ponemos a contar historias, a jugar a los snaps… Somos tantos, que, como nos juntemos, nos cuesta separarnos. — Alice rio y asintió. — De algo me suena. Y me encanta, nos encanta. — Se encogió de un hombro y dejó que una cafetera le sirviera una taza. — Pero tenemos que seguir poniendo al día la casa de los abuelos. — ¡Ay me encanta esa casa! Yo estoy encantada de que vengáis, pero tía Molly me dijo que la casa sería para mí cuando me casara. — Dijo Wendy, soñadora. Hubo ciertos suspiros y algunos ojos en blanco. — Habría que ver si eso es verdad o lo soñaste, Wen, pero igual por eso mismo te lo propuso. — Soltó Ginny mientras se echaba un chorrito de whiskey en su café seguido de nata y leche condensada. — ¿Quieres un poquito de esto, encanto? Es un café irlandés. — Había risas muy contenidas en la mesa y Alice trató de desviar el tema espinoso, por no hablar de que Ciarán seguía ahí, criaturita. — Yo me lo tomo con leche sin más, gracias… — ¡A ver! — Saltó Wendy. — Solo he tenido mala suerte, y en este pueblo hay mucho aprovechado paleto que osa llamarme solterona. — Se giró a Ciarán. — ¿Tú te crees? — Intolerable. — Contestó el muchacho al momento.

Bueno, entonces os vais a quedar en la vieja casa de los Lacey ¡qué bien! — Se alegró Alison, claramente para disipar el tema. — ¿Estaba muy abandonada? — Alice negó, pero se vio asediada por diversa bollería y un pastel que se le ofrecían como necesitando que cogiera uno. Cogió un bollito redondo muy brillante y apetitoso. — No, o sea, llevaba mucho tiempo cerrada, pero Emma es una crack y ha puestos  trabajar a un montón de rodillos y hechizos limpiadores, y con un poquito de pintura, la chimenea y sábanas limpias la casa está para vivir. — Alison entornó los ojos y las chicas rieron. — Qué suerte tienen algunas. — ¿Qué me estoy perdiendo? — Andrew suspiró. — Mi sueño siempre ha sido arreglar el viejo faro y vivir allí, sobre los acantilados. Es un sitio precioso. — Preciosamente ideal para que se despeñe mi sobrino en cuanto te des la vuelta, y no vamos a permitir tal cosa. — Dijo Siobhán, hablando por primera vez mientras se echaba mermelada en otro bollo. — La cosa es que no tenemos una familia muy organizada, no tanto como tu suegra, desde luego, y al final ahí está el faro muerto de risa, y ya ves que disposición de mis hermanas y primas no tengo mucha. — Yo viajo mucho por trabajo y mi hermano ya tiene un consultorio de criaturas y unos gemelos, guapo. Ponte a la lista de “necesito la colaboración de Nancy”. — Contestó la rubia mientras se echaba… ¿eso era otra bandeja de comida distinta? — ¿Y mientras dónde vivís? — Aquí, con mis padres, los abuelos y Siobhán. Sitio hay de sobra. — Y a mí me ayudan muchísimo, y los abuelos son felices de que sigamos aquí. Es solo que me gustaría tener tú sabes… — Empezó Alison. — ¿Libertad? ¿Independencia? — Sugirió Ginny, son sorna, mirando mal a su hermano después. — Con un huertecito como la casa Lacey y un jardín donde poder jugar al quidditch los tres cuando Brando crezca, me conformo. — Ella sonrió con cariño. — A mí me encantan los jardines. No puedo esperar a meterle mano al de la casa, y a Marcus le gusta leer cerca de mí mientras hago cosas con plantitas, así que… Todos ganamos. — Hubo sonidos de adorabilidad, especialmente de Wendy, pero Ginny hizo una pedorreta. — Ugh. Sí que sois parejita de Hogwarts. Os reconozco a la legua, como esos dos o mi primo Ruairi y Niamh. — Dijo señalando a Andrew y Alison. Ella se extrañó. — ¿Ya sabíais que nos conocíamos de Hogwarts? — De nuevo, risas. — Y que os conocisteis en las barcas, y que aquel se ha pasado la vida yendo a tu casa de La Provenza en verano, como la prima Erin, y que habéis tardado siete años en oficializaros. A Erin parece que la costado un poquillo más con tu tía. — Narró Wendy, como si su vida fuera una película, pero Ginny le cogió el testigo. — Y que ahora sois alquimistas y supuestamente venís aquí a estudiar pero, a ver, querida ¿quién iba a querer solo estudiar aquí? Con un pub como el Irish Rover… — Alice parpadeó impresionada y Nancy rio. — Amiga, los abuelos leían unas detalladísimas cartas llenas de reportes de lo que hacíais y no hacíais. Les faltó declarar hoy fiesta nacional porque por fin estabais aquí. — Espero que tu familia esté mejor. — Le dijo Andrew con cariño. — Sabemos todo el lío de Nueva York, por encima al menos. — Ella sonrió con cariño y un poco de tristeza. — Pues a eso hemos venido. A curarnos, a aprender todas vuestras historias, vuestras tradiciones… Un alquimista debe buscar el principio y nuestro principio está aquí. — Hubo un “awww” generalizado, y mientras, otra bandeja pasó por allí, muy insistentemente con unos triangulitos dorados. — Son farlas. — Explicó Ciarán, probablemente por aportar algo. — Algo así como patata rebozada. Muy irlandés. Tu familia los hace muy ricos. — Dijo girándose hacia Wendy, que le otorgó una risita y le dio en la nariz. — Pero qué mono eres. — Yo es que estoy un poco llena, no soy yo de comer mucho. — Y Andrew suspiró muy dramáticamente. — Pero con lo bien que íbamos, nueva prima… — En Irlanda hay que comer mucho, Alice, vete diciéndoselo a tu estómago. — Aseguró Siobhán cogiendo un farlas. Pues nada, a probarlo aunque fuera, que se lo estaba pasando muy bien, no quería estropearlo.





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Sáb Nov 18, 2023 5:34 pm por Freyja


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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
- Mi nuevo nieto aquí, conmigo. - Ordenó contento Cletus, señalando la silla a su lado para Marcus, quien fue a sentarse bien feliz. Vio los ojos entrecerrados de su abuelo y casi le oía gruñir, lo que provocó en el hermano una fuerte carcajada. - No seas celoso, libro viejo con patas. Tú llevas dieciocho años con él, déjamelo un ratito. - Yo me siento contigo, tío Larry. - Dijo Nora, enganchándose a su brazo y haciendo que ambos se sentaran juntos, con una sonrisa cálida. - Que te echaba muchísimo de menos. Le cuento a mis hijos las historias de mi tío alquimista todos los días. - Todos los días. - Confirmó su esposo, Edward, levantando risillas incluso en la aludida.

Pod se acercó donde se hubieran sentado Marcus y Cletus. - Bisabuelo... - Chico, no me pongas tanto título, que me haces sentir viejo. - ¿Puedo sentarme yo también aquí? Siempre que el primo Marcus quiera. - El mencionado se irguió y arrastró la silla que tenía a su otro lado. - ¡Faltaría más! Eres el primo más educado que tengo con diferencia, este sitio es más que tuyo. - El chico se sentó con una sonrisa brillante, y Marcus se alegró de que no conociera a Percival. No le parecería tampoco el grandísimo halago.

Al otro lado de Cletus se había sentado su mujer, Amelia, y por supuesto al lado de ella se puso Arnold, que para algo era el favorito, lo cual le hacía mucha gracia. Su madre también se había colocado por allí. Cuando se había querido dar cuenta, aparte de a Cletus y a Cillian, que se había dejado caer también por allí (ese sí que era el vivo reflejo de su padre), estaba rodeado de niños. Luego le decían que los perseguía él, ¡más bien al revés! - ¿Tu tía Erin no ha venido? - Preguntó la pequeña Rosie, asomándose por el lado de su hermano. - No ha podido, está trabajando. Pero en Navidad vendrá. - ¿Y va a merendar con nosotros? - ¡Seguro que sí! - Le enseñaré mi unicornio entonces. - Le va a encantar. ¿Sabes que es magizoóloga? - La niña compuso una expresión de sorpresa. - ¿¿Y tiene unicornios de verdad?? - Bueno, no los tiene, pero seguro que ha visto y cuidado de muchos. - Le había dado la mejor noticia de su vida a Rosie a juzgar por la expresión de su cara. Pod se giró, retomando protagonismo en base a la posición que se había trabajado tener en la mesa. - Primo Marcus, el día que te cases con Alice, ¿lo vas a celebrar aquí? - No le había dado tiempo ni a sorprenderse por la pregunta cuando Cillian estalló en carcajadas y gritó hacia la otra punta de la mesa. - ¡Eh, Ruairi! Me parece que a estos os los cambiaron, los gemelos son de mi estirpe y este de la vuestra. - Pod ni se dio por aludido, esperaba respuesta. - ¿Sabes? Sería un gran sitio. Aunque también nos gusta mucho La Provenza. - ¿Eso dónde es? - En Francia. - ¿Nos vas a llevar? - Preguntó Horacius, que estaba sentado delante de él. Se había dejado a su gemelo Lucius sentado cerca de sus padres. - ¡Claro! En unas vacaciones, cuando a vuestros padres os venga bien, vamos. - ¿Tú estás en Hogwarts? - Preguntó la vocecilla chillona y traviesa de Seamus, al lado de Horacius, pero sin sentarse. Marcus se inclinó hacia delante. - No, mi hermano está en el último año, pero yo terminé en junio. - Entonces eres mayor. - Supongo. - Dijo entre risas. - Como papá. - Creo que un poco menos. - Tienes que tener... ¡Doce años por lo menos! - Marcus soltó una fuerte carcajada. - Un poco más. - ¿En La Provenza hay unicornios? - Preguntó Rosie, que claramente había encontrado un tema común con Marcus y no lo iba a soltar tan fácilmente. - Venga, chicos, dejad merendar al primo. Y hacedme un sitio. - Dispuso Eilish, sentándose en una de las sillas libres que quedaba delante de él, y trayendo consigo aún más bandejas, y eso que parecía que no cabrían más.

- Ay, cariño, cómo nos alegramos de teneros aquí. Come, come lo que quieres, prueba eso, que está riquísimo. - Mil gracias, tía Eillish. Descuida, como un montón. - ¡Uy! Pues estás muy delgadillo. - Eso es de los O'Donnell, hija. - Completó Cletus, jocoso, y le pasó un brazo por los hombros. - Bueno, cuéntame, muchacho. Te veo y veo a mi hermano de joven si me hubiera dejado barnizarle un poquito más. - Se te acabó el barniz conmigo, estimado padre. - Comentó Cillian, y los dos hombres rieron de nuevo. - A ver, porque tengo entendido que mi hermano es tu gran mentor, pero tú tienes cara de saber de Irlanda mucho más que aquel aun viviendo aquí. - Es que he tenido una gran mentora también. - ¡Ah, Molly! ¡¡Eh, Lacey!! Qué buen nieto has hecho. Sabía yo que no había mejor partido para mi hermano. - Su abuela, desde la otra esquina, rio como una quinceañera. Cletus se le giró de nuevo. - Ni que decir tiene que aquí está tu familia. Para lo que sea. - Se acercó un poco más. - Que no me oiga tu abuelo, que ya habrás tenido de sobra de eso con él. Pero intenta quedarte... con una versión equilibrada de lo que te cuenten ambos, que también conozco a mi cuñada. Quiero decir, que Irlanda no es el vergel infinito que describe tu abuela: Ballyknow está limitado. Pero tampoco es el erial que se empeña Lawrence en vender. Aprovéchalo. Sobre todo... - Le dio un par de palmadas afectuosas en el hombro. - Curáos. Sabemos lo que habéis tenido que pasar. En Irlanda entendemos mucho de... luchar por la familia. Y de tener que irse muy lejos. Y de dolor, por desgracia. Pero también nos divertimos como nadie. - Sonrió. - No te cabe el corazón en el pecho por haber hecho lo que has hecho por el hermano de tu muchacha. Eso lo has sacado de tus dos abuelos, sin duda. Aprovecha para curarte y, si me permites otro consejo... - Señaló con la cabeza al grupito que estaba con su novia. - Júntate con Nancy. Esa nieta mía... Esa chica es lista, esa chica mantiene viva Irlanda como nadie, tiene el cielo ganado. Si queréis aprender, ella es vuestra chica. Hazme caso. -




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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
¿Y por qué se llama el Irish Rover vuestro pub? — Ginny sonrió con cariño. — El tío Arthur lo llamó así, y es algo muy irlandés. Como tanta gente tuvo que irse de la isla, hay pubs montados por Irlandeses por todo el mundo y casi siempre se llaman así. Y el tío Arthur es que es un Huffie de manual, así que lo llamó así para que todos los irlandeses recordaran su casa cuando vieran cualquier otro Irish Rover. — Nancy sonrió con cariño, mirando a su padre. — Mi padre tardó media vida en declararse a mi madre porque estaba seguro de que ella quería irse de Ballyknow y no quería coartarla… — ¿Y entonces qué pasó? — Preguntó Ciarán, con los ojos brillantes de un niño. — Pues que la que se declaró fue mi madre y dijo “te voy a decir algo más, Arthur Mulligan. No solo nos vamos a quedar, sino que vamos a criar a unos niños más irlandeses que los de los siete dioses, y tampoco querrán irse. — Alice se rio y señaló a Ruairi con la barbilla. — Con tu hermano lo han logrado. — Y con ella también. — Dijo Siobhán, dándole un codazo a Nancy y sonriendo con auténtico cariño desde que habían llegado. — Ella tiene que viajar por trabajo, pero mi primita es una amante de Irlanda y Galway como no hay otra. — Alice notó cómo se emocionaba y se le cogía el pecho. La forma en la que esa familia sentía Irlanda era algo que nunca había presenciado. — La verdad es que yo pensé que estábamos apegados a La Provenza hasta que he conocido a los O’Donnell. — Todos hicieron ruidos de loa. — ¡Bueno! ¡Es que La Provenza, qué maravilla! — ¡Todo lleno de lavandas! ¡Debe ser precioso! — ¿Estás de coña? ¿Qué lavandas ni lavandas, Ali? Piensa en esas playas y tanto sol… — Ella rio y asintió. — Hay de todo eso. A mí me encanta, y os prometo que, si queréis, un verano celebramos todos allí el catorce de julio, que es la fiesta nacional de Francia. — Y hubo más ruidos de aprobación. — A ver qué está pasando ahí… — Dijo Nora desde el otro extremo, con una sonrisilla traviesa. — Que nos ha invitado a La Provenza, mamá. Para que te pongas morena. — Le dijo Andrew, travieso. — ¡Uy! ¡Morena! No me voy de vacaciones desde hace años, y menos a una playa. — Pues por eso, ya es hora. — Animó Alison. Luego se acercó un poco a Alice y dijo, más bajito. — Estamos intentando pincharla para que salga más, está muy enganchada a los abuelos y con lo de que es enfermera, no los deja ni a sol ni a sombra, y al final, no vive nada. — Se giró a mirar a la mujer con cariño. Sabía reconocer una enfermera de corazón de oro entregada cuando la veía. Y conocía muy bien a las mujeres que se olvidaban de sí mismas para entregarse a los demás.

Otra bandeja de pan, queso y bayas se interpuso en sus pensamientos y volvió la batería de preguntas de los primos. — Entonces ¿tú naciste en Inglaterra? — Dijo Wendy. — Sí, pero mi familia, ancestralmente, procede de Francia, y siempre ha habido una parte de Gallias y Sorels en La Provenza, y luego otros se han quedado en Inglaterra. Mis abuelos son de los de Inglaterra, pero creo que al final, cuando las cosas se calmen un poco, querrán irse permanentemente a Saint-Tropez, ya pasan mucho tiempo allí. La cosa es que… Yo no siento tanto Inglaterra o Saint-Tropez. Si tuviera que quedarme con tradiciones y eso, diría que Saint-Tropez, pero sé que Marcus quiere vivir en Inglaterra en un futuro, y a mí me gusta… ¿Vosotros os queréis quedar todos aquí? — Y todos asintieron. — Nosotras amamos el pub, y no tenemos otros intereses que nos requieran fuera de Ballyknow. — Yo en Hogwarts lloraba un montón. — Señaló Wendy. — Echaba de menos las vacas y las cabras, eran mis amigas también, de llevarles comida todos los días y cuidarlas con mi padre y mis hermanos. Y tenía a Wendy y Siobhán… Pero no éramos muchos irlandeses tampoco, y cuando has nacido en un entorno como este… Te ves… — Paleta. — Completó Siobhán. — No que lo seamos. Es que es como te sientes. Las fiestas son distintas, la comida es distinta… Inglaterra no es Irlanda, por mucho que estemos al lado. — No empiece con la autodeterminación de los pueblos, que vuelco la mesa. — Dijo Ginny con pesadez, y su hermana le sacó la lengua. — Chiiiiiiicas. — Riñó, con cansancio, Alison. — Intento hacer que entienda por qué queremos quedarnos en un sitio así. — Prosiguió Siobhán. — Cuando hablas otra lengua, tienes otros cuentos, otras leyendas… Y llegas a Hogwarts, y toda la magia y lo que has aprendido tiene que ver con el medio rural, y lo has aprendido a pie de tierra, de acantilado o arroyo, te ahogas en los libros. Hasta a Nancy le pasaba. — La chica asintió e intervino. — Y tú eres Ravenclaw, no hace falta que te diga que nos cuesta encajar en grandes fiestas y demás. Pero son mis fiestas, mi caos. Quería lidiar con ello a mi manera, no apartándome tanto de mi tierra. — Alice parpadeó y asintió. — Nunca lo había visto así, pero claro… Lo cierto es que vivís vuestra tierra de una forma que yo no había conocido. — ¡Pues claro, Gallia! Irlanda está en todas partes. — Saltó Ginny con alegría. — En cada gota de las pintas del Rover. En las canciones que hacemos que hasta estas dos siesas canten en la noche de karaoke. — Todos rieron. — En las estelas de piedra de Nancy, y en cada cuento en gaélico que les cuenta a sus sobrinos para que no lo olviden. En cada patata que Alison y mi madre sacan de la tierra y que luego servirá para alimentar a toda esta gente. Irlanda está en cada cosa que amamos, está en los ojos de mi hijo, y en los del primo Marcus. Al final, encontrarás que Irlanda acabará estando en muchas cosas que te hacen feliz, y entonces vas a entender lo que es llevar Irlanda en la piel. — Notó cómo se le humedecían los ojos y su sonrisa se tornaba triste. — ¡Ay no! ¿Qué te pasa? — Preguntó Wendy con voz agudita. — Que… La verdad es que… Me ha dado pena pensar que, este verano, cuando estábamos en Nueva York con Frankie y Maeve pensaba… ¿cómo puede ser tan irlandesa esta familia, si se fueron hace tanto, y sus hijos ya ni han nacido allí? Y claro, ahora entiendo que ellos piensan como vosotros, y que por eso sigues sintiendo un poco de Irlanda allí en su casa… Pero que nunca volvieron. De visita, sí, pero… Debe ser muy doloroso sentirte tan parte de algo y vivir tan lejos de ellos. — Y vio como Nancy la miraba con una sonrisa orgullosa. — Entonces ya has entendido la historia de Irlanda y los irlandeses. En realidad nunca te vas. — Y entonces se giró y miró a la abuela Molly. Tenía a Rosie sentada en el regazo que le estaba contando algo del unicornio, y hablaba con Rosaline, y ambas estaban TAN felices que las mejillas y los ojos les brillaban con luz propia. Se burlaban mucho de la abuela y su obsesión por Irlanda, pero… Es que claramente, era lo que más feliz le hacía en el mundo. Y entre toda esa gente, buscó a Marcus, los ojos de su Marcus como decía Andrew y pensó qué suerte tengo que mi isla esmeralda seas tú.






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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
- ¿De qué se habla por aquí? - Dijo sonriente y toda amabilidad Niamh, sentándose junto a su hijo Horacius en el sitio que Seamus, que ya iba botando por otro lado de la mesa, había dejado libre. Marcus aún estaba emocionado por las palabras de Cletus, y fue este quien habló. - Estaba camelándome al que claramente es mi nieto porque se parece mucho a mí... - Ya está. No vayas a estar todo el tiempo así. - Oyó a su abuelo desde su posición, que claramente no les quitaba ojo ni oído. Lawrence O'Donnell celoso era algo totalmente nuevo para él, y le hacía mucha gracia. Cillian reía con malicia, pero Niamh se inclinó hacia él. - Qué suerte vas a tener, tantos abuelos peleándose por ti. - ¿Y por mí? - Preguntó Horacius, irguiéndose, y rápidamente se asomó para preguntar a Lawrence a voces desde su sitio. - Tío Larry, ¿tú no querrías ser mi abuelo? - ¡Ya tanto que sí! - ¿Me rechazas como abuelo, muchacho? - Preguntó Arthur, con una ceja arqueada y un claro tono de broma que los adultos detectaron mejor que el niño. Se guardaron las risas, viendo a Horacius pensar a toda velocidad y sin perder la dignidad, antes de decir, con una caída de párpados. - Perdón. Quería decir bisabuelo. Me he confundido. - Slytherin no paga a traidores. - Amenazó Cletus, y Marcus botó en su sitio y le miró. - ¡Yo digo eso mismo de Ravenclaw! - A ver si voy a restringir ciertas entradas al taller. - La amenaza ahora vino de Lawrence y directa hacia él, provocando risas generalizadas en su entorno. Marcus se llevó la mano al pecho. - Abuelo, tú siempre vas a ser mi mentor y referente. Esto solo es el descubrimiento de la esencia familiar corriendo por mis venas en muchos afluentes. - Especifico. - Puntualizó Cletus. - Nieto mío por la caradura, de aquel por la elección de palabras. - Todos rieron de nuevo.

- Cariño, déjame aquí un momentito con el primo ¿sí? - Apareció por allí Rosaline madre, y Pod, diligente (aunque un poco triste por tener que traicionar lo que le apetecía hacer frente a lo que debía hacer), se hizo un hueco para dejar a la mujer al lado de Marcus. - Cómo te pareces a Larry de joven, cariño. - Le dijo con ternura, tomándole de la mano. - La verdad es que veo muy poquito de la rama O'Connor, al menos físicamente. Ya sabes, la de mi abuela y la madre de tu abuela. Eran hermanas, ¿lo sabías? - Me lo ha contado mi abuela. - Contestó contento. Ladeó la cabeza, divertido. - Pero no se yo ¿eh? Hay por la rama de Frankie un primo que se parece a mí un montón. - ¡Oh! El tío Frankie, ¡cómo me gustaría volver a verlo! Hace tantísimos años. - Se giró hacia él, ilusionada. - ¿Y dices que hay un chico que se parece mucho a ti? Porque tú eres clavadito a tu padre y a tu abuelo. - Rio. - Coincidencias de la caprichosa genética, supongo. La verdad es que él se parece más a su madre que a su padre. - ¿De quién es hijo? - Del primo Jason. - Qué ganas de verles... - Y la mediana de ellos, Sophia, sí que es idéntica a la abuela de joven. El mismo color de pelo. - ¡No me digas! Regamos el mundo de pelirrojos. - Rieron los dos, pero debió quedarse levemente taciturno, y la mujer lo notó.

- Oh, cariño... Les conociste en unas condiciones muy duras por lo que he oído. - Rosaline miró de reojo a Alice un momento y se acercó a él. - ¿Cómo está Alice? ¿Y su hermano? - Frunció los labios en una sonrisa. - Bien. Los dos tienen una gran capacidad para recuperarse, más que yo, estoy seguro. - Añadió una risa leve a eso. - A Alice le va a venir muy bien estar aquí, tan bien rodeada, pudiendo relajarse y aprender cosas nuevas. En cuanto a Dylan, estoy seguro de que en Hogwarts está muy contento. Se parece muchísimo a la madre de Alice. - Rosaline puso una sonrisa comprensiva pero apenada. Sí que les conocían bien, era el efecto Janet tal cual. - ¿Una buena mujer? - La mejor del mundo. - Dijo de corazón. Se encogió de hombros. - Y además, mi hermano está haciendo ahora de hermano mayor del de Alice en Hogwarts. - ¡Ay, nuestro Lex! Lo aclamadísimo que va a ser cuando venga. - No es muy de multitudes. - Pues no se ha metido en una profesión discreta. - ¡Eso es cierto! - Corroboró riendo ampliamente. Rosaline tenía una risa divertida que le recordaba mucho, efectivamente, a la de su abuela. - ¡Cuéntame más de mis O'Connor de América! Bueno, los Lacey, pero tú me entiendes. Por favor, ¡quiero saberlo todo hasta que podamos vernos! - ¡Y yo! - Se asomó Pod. El pobre estaba en un educado segundo plano pero el desbancamiento de su madre no debió hacerle ninguna gracia. - ¿Tengo algún primo de mi edad? - ¡Casi! Maeve tiene dos años más, y Ada dos años menos. Saorsie es más pequeña, Arnie es un poquito mayor que Brando pero sigue siendo un bebé, y Frankie, Sophia y Sandy son mayores, más o menos como yo, un par de años más. Y Fergus, que es el que se parece a mí, tiene catorce. - ¡Mejor! - Se acercó y dijo confidencial. - No tengo nada en contra de los gemelos, pero creo que ya somos demasiados chicos de diez años para una misma casa. - Rosaline y Marcus rieron a carcajadas, Pod era extremadamente tierno.

Tras un rato contando anécdotas de los Lacey de América que solo hizo que tuviera aún más ganas de verles y les echara muchísimo de menos, Rosaline volvió con su abuela y Marcus se quedó charlando animadamente con Pod. - Dime, primo Pod. ¿A qué casa querrías ir? - El chico meditó. - Creo que todas tienen sus cosas buenas. - Marcus le miró con cara pilla y los ojos entornados. - Veeeeeenga. Un chico tan listo y tan protocolario como tú. - El niño rio. - No sé... Dicen que los chicos más populares están en Gryffindor. - ¡Me partes el corazón! - ¡¡¡Noooo!!! Si todas están guays. Es que papá es Gryffindor. - Chasqueó la lengua. - Y mamá es Hufflepuff. Y el abuelo Cletus es Slytherin. - ¿Yyyyy? - Sirvió en bandeja. No podía ser que el ya su primo favorito se olvidara precisamente de su casa. Encogió un hombro. - Es que no sé si soy taaaan listo como para ser de Ravenclaw... Y me dan un poquito de miedo las alturas. - Marcus le puso una afectiva mano en el hombro y le dijo. - Trabajaremos sobre ello. - Y en ese momento, miró a Alice, y sus miradas se cruzaron, y él sonrió. La veía tan integrada y... feliz. Era todo lo que quería en la vida.

Una cucharilla flotante dio varios golpecitos en una taza también flotante, y Cletus se había puesto de pie. - Familia, como patriarca y máximo estamento, por ser el más mayor y sin duda el más carismático, de esta casa y su estirpe, quisiera hacer un brindis. - Les miró a todos. - Por esta gran familia irlandesa, en la que falta Alexander, ¡no me olvido de mi nieto Slytherin, si ya este me parece parecido...! - Uy, mi Lex es más timidillo, yo creo que la que lo va a adoptar va a ser Amelia. - ¡Con los brazos abiertos! - Dijeron Molly y Amelia respectivamente. Cletus hizo un gesto con la mano. - La cuestión es que todos estamos aquí, juntos, en mi casa. Y lo cierto es que esto no puede hacerme más feliz. - Tomó la taza flotante y la alzó. - ¡Por nosotros! Porque no tardemos tanto en volver a reunirnos. - Miró hacia Ginny y Wendy. - Y por el fiestón de bienvenida que va a haber en el pub y que va a provocar que mis dos nuevos nietos vayan al taller de mi hermano con resaca mañana. - ¡¡ESO ESTÁ HECHO!! - Clamó Ginny, pasando por encima de las quejas de Larry al respecto, pero haciendo a todo el mundo reír.




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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
Si de algo entendía Alice era de brindis y familias caóticas, pero, por algún motivo, ese brindis de Cletus le llegó más profundo y le cogió el corazón. Miró a su alrededor y se sintió afortunada, agradecida de haber llegado hasta allí, de haber superado aquellos meses de pesadilla, como si hubiera trabajado incansablemente y hubiera encontrado un tesoro. Recordó que Sophia le explicó lo que era Acción de Gracias allí en Estados Unidos, y, por una vez sintió que ella necesitaría una fiesta así, una en la que pudiera celebrar lo que tenía, lo que había conseguido y ahora podía disfrutar. La cosa es que en Irlanda claramente esa fiesta era todos los días, por cómo se miraban, se hablaban y se cuidaban.

Por increíble que pareciera, hubo un punto en el que la parte de la reunión en la que se comía, terminó, y los platos se pusieron muy diligentemente a guardarse en varios recipientes cerrado, en los que una vuela pluma iba escribiendo nombres. Llegado ese punto, la familia se trasladó cerca de la enorme chimenea con campana, dejando a los más mayores en los sofás y situándose el resto en sillas, en los brazos del sofá o, principalmente, en el suelo. Alice fue de las que se sentó en una de las alfombras, cerca del fuego, apoyando la espalda en Marcus, y éste en el bajo del sofá donde estaban Emma y los abuelos. Y así empezaron las risas, los piques y empezaron también a contar historias.

La tía Molly y el tío Larry son insuperables en este pueblo. No sabéis la de veces que se ha relatado en Ballyknow lo de la feria de Saint James, con la tía Molly bailando… — NO, NO, Ginny, lo estás contando mal. — Riñó Eillish poniéndose de pie. La chica entornó los ojos y levantó su copa hacia su tía, cediéndole el testigo. — Allá va. — Dijo Ruairi bajito, alzando los ojos y mirando a su madre. — De esto que llegamos y la abuela Martha, que en paz descanse, empieza “Lawrence, ve a pedirle disculpas a Molly Lacey” y el tío Larry con esta cara. — Y puso una cara muy exagerada y graciosa. — Y cuando, después de negociarle un rato, allá va, me suelta ese. — Dijo señalando a Cillian. — Papá, dice que que al tito le gusta la seño. Vamos a obligarles a bailar. Y para cuando nos queremos dar cuenta, mamá ya había neutralizado a Rosie Lacey, y me había dejado vía libre con la tita, y yo ahí desplegando mi encanto irlandés. — Que tienes mucho, mi vida. — Le dijo Molly tirándole un beso. — Y sacamos a los dos, y la tita dándolo todo, bailando como una diosa, y el tito como… — Y se puso a hacer un baile muy ridículo con los codos para afuera. — ¡No fue así! ¡Estaba distraído! — Se defendió Larry. — ¡Claro! Porque estabas mirando a la tita. — Picó Cillian, entre risas. — Y la pobre Nora, que era chiquitísima, intentando seguirnos el rollo sin morir pisada por el tito Larry. A ese punto ya estaban todos muertos de risa, Nora la que más. — Pero entonces les miré, y recuerdo pensar… Cuando crezca… Quiero un hombre que me mire bailar así. Porque, tito… Tenías todas las hogueras de Saint James en los ojos, te lo juro. — Dijo mirando con cariño al abuelo. — Maldita seas que tienes todo el encanto de tu padre pero toda la inteligencia de tu abuelo Horacius. Ven aquí. — La llamó y le dio un beso orgulloso en la mejilla, y Alice miraba con admiración ese cariño tan antiguo, porque en ese momento no eran dos personas con ya bastantes años encima, ambos abuelos de sus propios nietos, eran un tío y una sobrina que se picaban y se adoraban.

Y lo conseguiste, cariño. — Dijo Molly. — Y mi historia será conocida, pero tú pasarás a la historia como la única mujer de Ballyknow que se declaró hasta la llegada de nuestra Wendy. — La aludida se ofendió entre las risas. — ¿YOOOO? No, no, no, tita, yo hago que se me declaren. — Yo casi que también. — Dijo Eillish, encogiéndose de hombros. — Pero es que no se decidía este hombre. — Señaló a Arthur, que se señaló a sí mismo confuso. — Si es que yo pensé que qué iba a hacer una muchacha tan lista, y con esos ojazos azules y ese cerebro, que tenía de tío al único alquimista, de abuelos a los aritmánticos, y de padres a los héroes de la guerra de Ballyknow… Conmigo. Que era lo más normal del mundo y solo veía futuro aquí. — Molly suspiró. — Qué chico, siempre quitándose valor. Mira que yo se lo decía "ese Mulligan es para ti, mi niña. Ése sabe verte". Y no me equivocaba ni un poquito. Desde la escuela lo supe, vaya. — Nancy gateó hasta su padre y se apoyó en su regazo. — Cuéntales que hacías con mamá las noches de verano. — A ver cómo se va a poner este relato… Que todavía soy su hermano mayor. — Picó Cillian. Arthur negó y se encogió de brazos. — La llevaba a la cuna de los gigantes para que todas las noches, nos contáramos el uno al otro una leyenda. Porque me encantaba oírla hablar, y allí nadie la interrumpía, y de paso a mí tampoco, que enseguida me trababa y me aturullaba. — El “awwww” fue generalizado, aunque Alice estaba segura de que no podía ser la primera vez que oían eso.

La cosa es que no pude ni pedirle la mano, porque ella siempre era más rápida. Y un buen día llegué a esta casa, por ese mismo camino, todo arreglado, con mi espino blanco en la solapa de la mejor chaqueta que tenía y el anillo en la mano, y según me vio de la puerta ya sabía a qué venía. Y yo que se lo quería pedir a Cletus y todo eso, pero nada, me abrió de la puerta y, según me vio, se giró corriendo para dentro… — ¡MAMÁÁÁÁ! ¡NORAAAAA! ¡VOY A CASARME! ¡MAMÁÁÁ! ¡ME CASO CON ARTHUR MULLIGAN! — Imitó Nora, fingiendo que gritaba. — Y yo que estaba leyendo el periódico, peor bueno, ya me hice una idea del asunto y salí y le miré. Y me hizo ese gesto tan de Arthur de encogerse de hombros con cara de “no sé ni cómo he llegado aquí”, mientras la otra que poco menos que sacaba ya el velo, y nada, me subí a una banqueta para palmearle la espalda y le dije “pasa, hijo, pasa, si es que ellas siempre van por delante”. — Y ya sí que el estallido de carcajadas fue generalizado, incluido del propio Arthur y de Nancy más que de nadie, mientras miraba con adoración a su abuelo.






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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
Marcus lo de comer hasta reventar lo sabía bien, con Molly todas las comidas eran así y él daba cuenta de ellas con gusto. Pero ver TANTA comida, comer TANTÍSIMO y que, aun así, sobre TANTO, era nuevo para él. Podría decir que había comido toneladas y que habían sido guardadas otras tantas. Pero no le importaría acabárselas más adelante u otro día, porque todo estaba delicioso y en aquel ambiente familiar podría quedarse hasta aburrirse.

Junto a sus padres y Alice buscó su hueco en la reunión cerca de la chimenea. Aquello se antojaba como un sueño ( y ya se encargaría en próximas reuniones de replicar ese escenario pero con el bebé en brazos, aún no tenía tanta confianza como para demandarlo). Pod parecía haberse quedado con las ganas de sentarse con ellos, pero se vio falto de hueco, e igualmente parecía bastante unido a sus padres y a su hermana y no le importó colocarse con ellas (Seamus tenía autonomía propia y se iba cambiando de sitio a conveniencia). Había llegado uno de sus momentos favoritos en las reuniones familiares: las historias. Y estaba convencido de que iba a llevarse una buena tanda de las que no había oído nunca.

Precisamente esa sí se la sabía, pero no la había oído contada por "mis adorables niños", como les definía su abuela, o "esos diablos que tengo por sobrinos", como les describía Lawrence, por lo que atendió con una sonrisa tan ancha y los ojos tan abiertos que hasta le dolían los músculos de la cara, riendo sin parar. Se enterneció por la forma en la que (después de meterse con él, eso sí) Eillish definió el amor de sus abuelos, apoyando la mejilla en la cabeza de Alice y rodeándola con cariño. La historia viró hacia la propia declaración de Eillish, anécdota tan tierna y graciosa como la anterior. Miró a Alice con cariño y luego devolvió la vista a los protagonistas, pero claramente pensó que eso tenía que hacerlo él con su novia. Con lo que les gustaba las leyendas y las estrellas...

El momento declaración le hizo estallar en carcajadas. - ¡Vaya! Con lo preparado que ibas. - Se compadeció del hombre, pero entre risas, aumentando estas con los aportes de Cletus. - ¡Esa se ríe mucho de mí, pero no se queda atrás con su declaración! - Señaló Eillish a su hermana, y esta a sí misma con cómica sorpresa en el rostro. - ¡Disculpa! Mi relación fue perfectamente natural, forjada y preciosa desde el colegio. - ¿Segura? - Preguntó su propio esposo con una ceja arqueada, desatando la risa general. Nora chistó e hizo un gesto de restar importancia con la mano. - ¡Qué melodramático ha sido siempre! - Me tenía bebiendo los vientos por ella... - ¡Qué ofendido! El caballero andante del colegio que se abanderaba a todas las causas. - ¡Por tal de llamar tu atención! ¿Quién consiguió que quitaran las zarzas de los alrededores de las gradas de quidditch de Ravenclaw porque los bebés moonclaf con los que te habías encariñado se hacían daño ahí? - Aaaw. - Se enterneció Niamh, pero Nora siguió negando. - Le llamaban la atención las cosas azules. - Menos mal que esas zarzas ya no estaban cuando llegué yo. - Le susurró Marcus a Alice, divertido. - Y los pobres se enredaban y se pinchaban. Había que hacer algo. - ¡Y yo lo hice! Mis buenas peleas tuve con el señor Perkins, con el miedo que me daba. - Marcus miró a Emma súbitamente, y vio que Arnold escondía una risilla tras la mano. Pero su madre estaba dignamente escuchando la historia como si aquello no fuera con ella y acabaran de mencionar a su maestro de duelo predilectísimo.

- Yo estoy contigo, papá. - Aprobó Siobhán. - Siempre a favor de las causas justas, sean las que sean. - Menudo corazón roto Gryffindor tuve que aguantar. - Se quejó Cillian, lo que provocó otra mirada tan sorprendida como dolida de Edward. - Al menos no iba por la vida con antorchas como su hija. - ¡Eh! - Ahora la ofendida fue la chica. - Pero era el perfecto caballero de un drama romántico. Y esta haciendo galletas en la sala común. - ¡Tenía muchos amigos y amigas! - Se defendió Nora, encogiéndose de hombros. - ¡Y Edward era uno de ellos! Pero no sé qué quería que... - No se la oyó terminar por las carcajadas y comentarios generalizados. - ¡Mamá, por favor! - Clamó Ginny entre risas. - No creo que a los Hufflepuffs haya que explicaros ciertas cosas... - Pues era bastante más ingenua que como me han salido mis hijos, clarament... - Tampoco la dejaron terminar con eso por las mismas reacciones. Se cruzó de brazos con una ofensa nada creíble, pero Edward, ya riendo, la abrazó por los hombros. - Era la chica más dulce y bonita de Hogwarts. Me conquistó el primer día. Pero era tan interesante y tenía tantos amigos, y yo... bueno, no era el alma de la fiesta que digamos... - Yo soy adoptada, definitivamente. - Comentó Ginny con un suspiro de resignación, dando un sorbo a su bebida. - Que claro, no me sentía con posibilidades. Pero cada vez que la escuchaba lamentarse por una injusticia, ¡ahí iba yo! Levantaba el colegio si hacía falta. - Bien lo hiciste, sí. Una vez hasta convocó una huelga. - Marcus abrió mucho los ojos, pero la exclamación ahogada vino por parde de Nancy. - Qué feo, tío Edward... - Espero que no fuera contra Perkins. - Pinchó Arnold. Él negó. - ¡Fue sin querer! Y no fue una huelga académica, fue una huelga de hambre. Todo porque vuestra madre y sus amigos se habían llevado a la sala común a un elfo de las cocinas porque le habían visto seriamente enfermo y sin querer abandonar su puesto y los profesores les habían castigado y quitado puntos. ¡Era sumamente injusto! No me digáis que no estáis conmigo. -Yo no les conocía de nada. - Aseguró Cillian, tapándose con una mano.

- Pero si me tenías conquistada de siempre, tonto. - Dijo Nora con dulzura. Eillish soltó una risita aguda. - Luego dirá de mí. Esta sí que salió de Hogwarts con el vestido puesto.  - ¡Aish, no es verdad! - Respondió la hermana pequeña, pero sin mucha convicción y ruborizada. - Fue lo de Martha lo que me convenció del todo. - ¿¿Yo?? - Se sobresaltó la aludida. Tanto ella como su "amiga" Cerys estaban manteniendo un perfil muy bajo y discreto en la reunión. Nora la miraba con obviedad. - Claro, cariño. ¿No te acuerdas cuando se te perdió Muquita? - La mujer miró hacia arriba, haciendo memoria. Edward suspiró. - Casi muero a causa de la dichosa Muquita... - Fue muy considerado por tu parte. - Dijo Nora con cariño, poniéndole una mano en el hombro. Les miró para dar más datos a la historia. - Era un ternerito muy pequeño que mi hermano le regaló a Martha siendo ella muy pequeñita, y se escapó. ¡Cómo lloraba! - Y tan pequeñita que tenía que ser. ¿Yo no tenía como... tres años cuando os casasteis? - Ginny soltó una risotada. - Sí que corrísteis para tenerme, papis, no perdisteis el tiempo... - ¡Gin! - Exclamó Wendy, impactada. - Un respeto a tus padres, por favor... - Se aguantaron la risa mientras retomaban la historia. - La cosa es que Edward se fue al monte en mitad de la noche a buscar a Muquita. Y nosotras en la ventana. Y le escuchábamos llamarla: "MUUUU, MUUUU". - Bueno tampoco son necesarios los detalles. - Se azoró el aludido, pero su mujer estaba enternecida. - ¡Por favor, me emociono cuando lo recuerdo! Con la niebla que hacía, que no se veía ni la cerca. - Vaya temeridad, papá. - Negó Siobhán, como si no fuera Gryffindor ella también. - ¡Y de repente aparece entre la niebla... con Muquita en brazos... y el abrigo al viento! - Uuuh mamá, para, por favor, a ver si me voy a tener que poner a echar cálculos con mi cumpleaños. - Se burló Ginny de nuevo. - Y mi Martha aplaudía y reía como loca viendo a su ternerito. Ahí me conquistó del todo. - Y esto es Irlanda, queridos ingleses. - Retomó Cletus. - Después de años de Hogwarts, mi hija decidió casarse con un hombre porque le rescató una vaca. - El estallido fue generalizado otra vez. - A mí me parece un gran acto de amor. - Que yo no me veo haciendo, pero bueno, dijo y pensó acto seguido Marcus, pero le había encantado la historia.




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Se avecinaba cruce de historias entre las hermanas y ella quería la primera plana allí para enterarse de todo. Eso sí, cuando empezaron, aunque se murió de amor con lo de los mooncalfs y se rio con lo que dijo Marcus, le susurró. — La historia de una huffie como Nora ya nos la sabemos. — Se acordó de su Poppy y Peter y suspiró, pero sin perder la sonrisa. — Si acaban la mitad de felices que ellos, me daré por satisfecha. — Dijo con cariño.

Miró a los lados cuando se mencionó “huelga” allí y cuando Nancy metió baza, tuvo que contenerse una risa, pensando “te vas a hacer mejor amiga de tu primo antes de que te des cuenta”. Pero enseguida se unió al coro de risas, porque la verdad es que no tenía precio oír las historias así contadas. — Awwww. — Dijo poniéndose las manos en el corazón. — Espera ahí, que la cosa se pone irlandesa. — Susurró Alison con una mirada pilla, mientras aprovechaba para recolocar a Brando.

Y efectivamente, no estarían en Irlanda si no aparecieran vacas y patatas en esa historia. La escena era para imaginársela, y encima Martha ni se acordaba, y entre eso y los comentarios, Alice estaba desmayada de la risa. Se fijó en Emma y hasta ella estaba riéndose, no escandalosamente como los demás, pero de corazón, y eso lo veías en cuanto la conocías. Ella, por su parte estaba llorando de risa solo de imaginarse a Edward mugiendo en la niebla y llegando con la vaca en brazos, era demasiado para una chica claramente demasiado cosmopolita para Ballyknow, porque sería un gesto muy bonito, pero tanto como determinante para una boda no lo veía. Se apoyó en el pecho de Marcus y empezó a acariciar su mano distraídamente con cariño. Algún día esos serían ellos y esperaba seguir contando con esa enorme familia y formar parte del anecdotario.

Todas las historias son preciosas. Cada vez lo tenéis más difícil de superar. — Picó a los jóvenes. — Oh, la pedida de Patrick fue de libro. Como la de nuestro padre fue tan rematadamente mal… — Dijo Wendy, de brazos cruzados y negando con la cabeza. — Se fue a casa de Rosie y lleno el jardín de espinos blancos. — Miró a su hermano. — Sutil tú, hermanito. Y él iba con su traje y tenía un hechizo invocador del anillo y todo. — Alice rio y le guiñó un ojo a Pod. — Ya vemos de quién ha sacado las maneras de caballero. — Es que un buen O’Donnell tiene que hacer una petición de mano como Merlín manda… — Dijo Lawrence poniéndose muy recto. — Se nota que los tíos estaban ese verano aquí ¿eh? Porque un encantamiento así a mi primo solo no le sale. — Saltó Ginny guiñando un ojo. — ¡Hombre! Y es que encima iba a pedírselo a mi sobrina, había que ayudar. — Presumió Molly. Ella miró a Marcus y rio, mirando luego a los demás. — Ya decía yo que algo así me sonaba a Marcus. Y si suena a Marcus, suena al abuelo Larry. — Patrick estaba muy rojo, y rodeó a Rosaline con un brazo. — Si uno hace las cosas las hace bien. — Alice asintió. — Sí, esa es mi rama de los O’Donnell. — Pero miró a Cillian, que para lo picón que era y estar hablando de su hijo, estaba muy callado. — Pero ¿por qué la tuya fue mal? — El hombre rio y se frotó las cejas, mientras se levantó un murmullo. Vaya, ya había hablado de más. — ¡Ay! Pero si en el fondo fue muy bonito. Yo lo recuerdo todo precioso, al menos. — Aseguró Saoirse.

A ver, por si no lo sabéis, yo tengo otro hijo, que no es de Saoirse, es de una mujer de Galway, de familia bastante bien posicionada en Inglaterra que solo venían aquí los veranos. Y bueno pues un verano… Hicimos a Johnny, pero ninguno de los dos tenía intención de casarse. Y eso ahora no estará tan mal visto, pero entonces, y más para una familia de tanta posición mágica, era un escándalo, y ya sabéis cómo pueden ser los pueblos. Así que yo me gané muy mala fama, porque enseguida se dijo que la había dejado y todo eso. Y es no conocernos, porque yo no habría dejado que abandonara a la chica y a un nieto mío. — Dijo Amelia, poniéndose muy digna de repente. Claramente el tema aún era delicadillo. — Pero bueno, yo seguía con mi vida, y poco después, empecé a llevarme mucho con Saoirse, porque ella iba mucho al bosque a por bayas… — Tonterías, iba a verle a él, pero bueno, algo tendría que decir que iba a hacer, no podía solo ir a contemplarle. — Y por fin volvieron las risas y algo le decía a Alice que venían para quedarse. — El caso es que empezamos de novios, y yo pues muy despacito y con tiento, porque ya me había ganado una fama, pero esta mujer… — Yo es que estaba muy enamorada. — Aseguraba Saoirse mientras bebía de una taza, con su gran sonrisa. — Y este que hasta que no nos casáramos nada… — A ver si puede ser una versión adaptada de esta bonita historia, para cuando vuestros nietos la difundan. — Pidió Patrick, poniéndose tenso como solo un O’Donnell podía con esos temas. — Los liados creen en el amor libre. — Aseguró Seamus, subiéndose en el regazo de su abuela. — ¡Pues claro que sí, mi vida! Total, que le dije pues muy bien, pues nos casamos, y yo pensando que con eso estaba todo hecho, y voy y me encuentro con que no, que quieren montar un numerito O’Donnell, y nada, que quiere ir a hablar con mi padre, y yo, pues bueno pues nada, ve. — Cillian suspiró y asintió. — Y el padre de Saoirse me dijo que no, que no me dejaba casarme con su hija. Que yo era un tarambana y que no le iba a dar a su hija a cualquiera. Y total que me fui a casa hecho polvo, ahí a llorarles a mis padres. — Mi niño, el pobre, no se merecía eso. — Afirmó Amelia, sentida, y Alice empezaba a ver de dónde venía también la teatralidad de Wendy. — Y en estas que estoy yo recogiendo la mesa y veo unas maletas volando por el jardín, y me asomo y veo a esta mujer, entrando por el jardín y diciendo “hola, Cletus” Cletus, eh, ni señor O’Donnell ni leches, “perdona, que a veces las maletas no me hacen caso pero me da penilla echarles un hechizo más fuertes, también ellas deberían tener libertad”. Y yo con los ojos con los platos diciendo “Cillian, hijo, creo que tu novia está aquí”. — Y a ese punto, la propia Saoirse estaba muerta de risa, contagiando a todos. — Claro, si es que ¿qué iba a hacer? Pues nada, dejé al viejo tonto ese en casa, contando sus medallas de héroe de guerra y sus tonterías, porque a ver si es que yo era su propiedad o algo, y me vine con todo aquí. Y se lo puse muy claritop: “Cillian, yo si tú quieres nos casamos mañana mismo” y ya pues Amelia me paró los pies y dijo que bueno, que al menos pudiéramos planificar algo, así que llamó a la tía Molly y a las O’Connor y me hicieron un vestido preciosísimo en diez días, y mientras, mis cuñadas, que son lo mejorcito, lo dispusieron todo, y el tío Larry haciendo unas cosas de alquimista preciosas preciosas, y ya ves, para cuando mi padre se quiso dar cuenta ya era el día de la boda, y yo pensando que no se iba a presentar… — Bueno, se presentó porque fui yo a su casa y con esta labia heredada de mi padre le dije “señor, voy a casarme con ella igualmente, está todo listo. Usted sabrá si se quiere perder la boda de su hija” y justo cuando íbamos a entrar, apareció allí, con su uniforme de gala. — Amelia suspiró y entornó los ojos. — Anda, que me tenía que haber presentado yo con la cofia y el delantal blanco también. — Y a todos les dio la risa fuerte con eso y el ambiente terminó siendo tan festivo como en las otras. — Reconozco una liada Hufflepuff cuando la veo. — Dijo de corazón, y eso le hizo soltar una fuerte carcajada a Cletus. — Eso fue, hija mía, una liada Hufflepuff, pero benditas sean ellas, porque son las únicas capaces de hacernos verdaderamente felices.





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Lun Nov 27, 2023 9:20 am por Freyja


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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
Miró a Patrick con los ojos brillantes y muy abiertos, casi se parecía a Pod ahora mismo. Pero es que la historia del campo de espinos blancos era como para tomar buena nota de ella, y asintió enérgicamente a los comentarios sobre las adecuadas pedidas O'Donnell. Eso sí, tenía otra detrás, ni más ni menos que el espinoso tema de la juventud de Cillian, que la abuela había restado importancia pero claramente era asunto delicado (si bien tampoco su familia parecía especialmente incómoda ni espantada, habría que ver ese tema entre los Horner cómo se llevaría). Y desde luego la esposa de Cillian no parecía tener ningún problema con el asunto, todo lo contrario.

Le enternecía y le hacía reír lo decidida que estaba Saorsie teniendo en cuenta todo lo que Cillian contaba, y menos mal, porque gracias a ella fue que estaban donde estaban. Se tuvo que tapar la boca para reír, un poco azorado incluso al igual que Patrick, porque los mayores empezaban a hablar cada vez con más sinceridad y había mucho niño presente. Niños como el más pequeño exceptuando a Brando, que no tardó en declararse a favor del amor libre, y ahí sí que se le escapó tanto la incredulidad en los ojos como la carcajada. Ahora se reía, pero si un día tenía hijos, desde luego que no se los dejaba solos a Siobhán, que eso veía de algo que había oído en sus manifestaciones, seguro.

Abrió los ojos con espanto. - Me pasa eso a mí y me muero. - Aseguro con la negativa del padre de Saorise a la boda. Eso sí, lo de "hola, Cletus", aparte de hacerle llevarse las manos a la boca en el acto de impresión por ruptura de protocolo, le devolvió la risa. - No me lo puedo creer. - ¿Verdad? - Le susurró Pod. Había conseguido arrastrarse al lado de ellos. - Si el padre de la chica que me gusta me dijera que no, me hundiría. ¡Y si la chica viene y le habla a mi padre así, ya sí que me traga la tierra! - Estoy contigo, primo. - Le dijo al chico, pero aguantándose la risa, porque esa indignación protocolaria era muy graciosa en un niño tan pequeño... Vale, se estaba notando las miradas de sus padres y Alice encima. Yo no era así, pensó de primeras, y luego elaboró mentalmente toda una extensa argumentación por si le insistían en ello, pero no dignificó nada con respuesta alguna.

Pod y él suspiraron de alivio. - Menos mal que acabó bien, ¿eh, primo Marcus? Si no, quizás no estaría yo aquí. - Totalmente. - Le reafirmó muy serio, a pesar de que ese "quizás" era prácticamente una seguridad y solo la duda le hacía gracia. Eso sí, el comentario de Amelia sobre su uniforme de enfermera desató una risa estruendosa y generalizada. - Pues con esta liada y todo. - Continuó Cillian. - Me han salido un hijo extremadamente protocolario y pomposo... - Será que es de mi rama. - Pinchó Lawrence, mirando a Cletus, pero los comentarios sardónicos no le salían tan bien como a su hermano. - Y dos hijas solteras... - Oh, papá, Martha no está soltera. - Suspiró Wendy, recibiendo en el acto las miradas de Martha y de Cerys. También recibió un manotazo por parte de Ginny. Desde luego, que era "secreto" porque ellos querían que lo fuese, pero algo le decía que eso se acababa destapando antes de que ellos se fueran de Irlanda. - ¡Y yo no estoy soltera por gusto! Bien saben los siete que lo he intentado. - Y me da que no todo el mundo estaría de acuerdo con esa afirmación. - Devolvió Cerys, monocorde, haciendo que todo el mundo aguantara risitas por lo bajo y mirara al pobre chaval de Connemara de reojo. El chico pretendió ser uno con la pared, pero no le estaba saliendo muy bien. - Sí, en eso sí puedo decir que la niña ha salido a su madre: se declara con mucha facilidad. - Bueno. - Puntualizó Saorise al comentario de su marido. - Yo no era tan enamoradiza. De uno me enamoré y a uno me declaré, no iba declarándome por ahí a lo loco. - ¡¡Oye que sigo aquí!! - Se ofendió Wendy, alzando los brazos. - A esta lo que le pasa es que le van los maduritos... - ¡¡Chicas!! - Riñó Patrick a Ginny, señalando con intensidad a los niños, pero Andrew y Allison estaban llorando de la risa. Martha y Cerys habían vuelto a su posición de tranquilas, silenciosas y discretas en la reunión.

- ¡Y tú deja de reírte! ¡Que tienes mucho que contar! - ¿¿Yo?? - Se señaló Andrew, secándose las lágrimas. Wendy se cruzó de brazos y señaló a Brando con cara de evidencia. - A ver... - Alzó el otro las manos. - Que nosotros también somos novios desde el colegio. - Una historia de amor bien bonita. - Apuntó Allison con una sonrisilla orgullosa, y automáticamente... les miraron a ellos dos. Marcus tardó varios segundos en darse cuenta de que tenía TODAS las miradas encima, que no eran pocas. Se envaró y prácticamente soltó a Alice, alzando las manos. - ¡No no no! Venimos aquí a continuar nuestros estudios de alquimistas, a conocer nuestro principio, y aún es pr... - Tampoco a él le dejaron terminar. Oyó a Arnold carraspear. - Más os vale a los dos que así sea. - ¡Papá! - Se ofendió. Y, acto seguido, le señaló. - ¿Hablamos de pedidas marca O'Donnell? Que cuente mi padre la suya. - Traidor. Solo había que traerte a Irlanda para que me traicionaras, la sangre Slytherin... - ¡Tú has desconfiado de mí a la primera que te han dado opción! Eso no se le hace a un hijo, padre. - Todos se estaban riendo mucho (bueno, su padre no tanto). Wendy, después de reírse, bufó y afianzó el cruzar de brazos, mirando a Andrew de reojo. - Yo lo que sé es que esos se han vuelto a librar... - Su primo le sacó la lengua, pero, para sorpresa de todos, la que habló fue Emma. - La verdad es que nuestra pedida fue... un poco tensa. - Ay, hija, yo no quería ser indiscreta. - Saltó Amelia, otra que le había faltado tiempo en cuanto había tenido opción. - Pero tu familia... es un poquito... Vamos, quiero decir, como la de mi Saorise, que bien linda es, como tú, pero... - Son mucho peores. - Especificó Emma, con una calidez poco frecuente en ella hablando de su familia, debía ser el entorno. Wendy suspiró. - Voy a confesar una cosa, no sé si os disteis cuenta... pero yo me quedé prendada de tu hermano Phillip, Emma. - La carcajada fue estruendosa. Wendy les miró a todos con indignación. - ¡¿Y ahora qué?! - ¡Hija, que no paraste de perseguirle y decirlo en toda la boda! - Dijo su madre, y su hermano añadió. - Y te pasaste una semana llorando porque nunca encontrarías otro hombre así. - ¿¿Pues sabéis qué?? Me ha dicho el primo Marcus que se ha casado con una más joven. - Marcus se encogió, no quería sufrir la ira de su madre ante semejante delatamiento, pero la atención seguía puesta en Wendy. - Así que igual hasta habría tenido alguna oportunidad. - Se escuchó un suspiro leve proveniente de Ciarán, que seguía allí a pesar de que la que claramente era su enamorada no se daba ni cuenta.

- Vale, vale. Nos toca contar historia. - Se animó Arnold, y contó la pedida que ya ellos habían escuchado anteriormente (eso sí, con menos alcohol que cuando la contó en La Provenza) y volvieron a reír, porque no perdía. - Si algo me quedó claro. - Apuntó Emma, mirando a su marido con cariño. - Es que... quería algo así. Era... diferente, y me costó. Pero quería calor familiar. No lo tenía en mi casa. - Pues aquí tendrás todo el que quieras, hija. - Aseguró Amelia, alargando la mano hacia ella para estrechársela. Por supuesto que la elegantísima y prestigiosísima esposa de su favoritísimo sobrino Arnie diciendo que quería calor familiar iba a tener la alfombra roja tendida por parte de Amelia. Wendy volvió a su pose de dignidad. - Pues el día de mañana, si no tengo una pedida así, pidiendo respetos a mi padre, no quiero nada. - Ciarán se removió en su sitio. Todos parecían notarlo menos ellas. - ¡Ay, chica, qué ganas de formalismos del medievo, de verdad! - Exclamó Ginny. - A mí, como me vengan así, les digo que no directamente. ¡Tuviera que ver que se lo pidieran a mi padre en vez de a mí! - Bueno, me refiero, primero a mí y luego a mi padre... - ¡Que no! Que no quiero yo nada de eso. - Pueeees... - Interrumpió Ruairi, que también estaba muy callado. Todos los ojos se pusieron en él. Los de Ginny, amenazantes. - Tú cállate. - No he dicho nada, prima. - Ni lo vas a decir. - ¿Nos estamos perdiendo algo? - Preguntó Edward, que por algo era el padre de la aludida. Ginny apretaba los dientes, pero Ruairi hizo un gesto con la mano. - Nada, nada, tío Edward... no es como que... cierto chaval... - Calla. - ...De mi gremio... Hiz... - Y recibió un cojinazo que le tiró para atrás, levantando risas pero, sobre todo, incertidumbre.

- ¡¡Aquí pasa algo!! - ¡Más vale que no! - Dijo Wendy, indignada y mirando a Ginny. - Y que no fuera en el bar en el que yo TAMBIÉN trabajo. - Fue mientras estabas de viaje en Cork. - ¿¿EN SERIO?? ¡¡Tía!! ¡Jopé, para una vez que me voy de viaje, y no me lo cuentas! - ¡¡Es que no hay nada que contar!! - Se defendió Ginny. - ¡No es más que un estúpido que me puso en ridículo! - ¡¡Oye!! - Saltó Niamh. - ¡No hables así del pobre Barry! Le tenías encandilado y lo hizo con toda su buena intención. - ¿¿Pero qué hizo?? Hija, no nos cuentas nada. - Reclamó Nora, entre sorprendida, curiosa e indignada. Ruairi se hizo con el testigo de nuevo. - Entrenar a unos duendecillos de Cornualles para que le hicieran una danza de pedida de noviazgo siguiendo su canción favorita en el bar. - ¿¿CÓMO?? - Y Merlín sabe lo difícil que es eso. Claro, estaba tan centrado en la performance que no calculó bien los tiempos y lo hizo cuando el bar aún estaba para abrir, y apenas lo presenciamos Niamh, yo y los tres borrachos del pueblo. - Tampoco calculó bien mis ganas de matarle. - Dijo Ginny, tensa. - ¡Apenas habíamos hablado dos días! - Niamh se encogió de hombros. - ¿Qué quieres que te diga, chica? Fue amor a primera vista... - Que dé gracias a que no había nadie, lo llega a hacer con MI BAR lleno de gente y LO MATO. - Hasta sus padres se reían sin parar, y eso que negaban con la cabeza, incrédulos de no saber nada de esto.




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Lun Nov 27, 2023 8:22 pm por Ivanka


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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
Pod era lo más cercano que había tenido en años a ese Marcus asustadizo y extremadamente protocolario del que ella se había enamorado y que siempre había tenido miedo de ahuyentar, y era oír a Pod asegurar que se desmayaría, que no podría con tanto caos y el daban ganas de decirle “espérate ahí, verás”, pero simplemente le miró enternecida. Luego sonrió y alzó las cejas al comentario de Larry. Casi que podía ver eternamente a Marcus y Lex así, y eso le cogía le corazoncito y le hacía tener fe en el futuro de su familia.

Claro, que en todas las familias tiene que haber un bocazas (en la suya había muchos) y en esta era Wendy, que se llevó las miradas fulminantes de su hermana y Cerys y un dardito de esa última. Pero, como buena Gryffindor bocazas, Wendy era bastante impermeable a los darditos, igual de impermeable que parecía la intención de Ciarán de demostrarle a la chica que tomaba nota de todo y no se iba a ningún lado. Y claro, ya tenía que salir el tema de los maduritos y Phillip y Alice le costaba mucho contener la risa, porque trataba de imaginarse al sin sangre de Phillip con una mujer tan arrasadora y los Horner con alguien tan deslenguado.

Pero de repente, y casi sin que se diera cuenta, se cambió el tercio, se perdió parte de la conversación, y todos les estaban mirando. Marcus se apresuró a negar y vio como todos alternaban la vista entre Brando y ellos, y ya por fin entendió. — Nuestro bebé va a ser la licencia de hielo. A ver si es posible que esta nos la saquemos con más tranquilidad. — Pero si triunfasteis en el examen. — Dijo Cletus haciendo un gesto con la mano. — El que vale, vale. — Ella se encogió de un hombro y ladeó la sonrisa. — Nosotros siempre queremos mejorar. — E hizo como que miraba a los lados. — Y veo ya muchos niños por aquí. — Faltan niñas. — Aseguró Rosaline, acariciándole el pelo a la suya. — Los O’Donnell hacemos más varones, tradicionalmente. — Aseguró Cletus de nuevo. — ¡Eso mismo he dicho yo siempre! Que nos faltaba una niña. — Dijo Arnie espontáneamente, y acto seguido se recogió un poco sobre sí. — Pero vamos, que yo a mis dos chicos los adoro y aquella es como si fuera mía a todos los efectos, así estamos bien.

Y, como si no se hubiera traicionado él a sí mismo sin parar, tras un poco de falsa ofensa, su suegro contó la historia de la pedida de mano, aunque le salió más relajado y formal que en La Provenza. Lo que le sorprendió fue la sinceridad y la espontaneidad de Emma al respeto. Claramente, si algo sacaba esa faceta suya eran los O’Donnells como concepto. Ella se giró y la miró sonriendo. — Pero es que Emma no es Horner. Ella es otra cosa. Es Emma, y ha creado una estirpe única. — Ohhhhh eso es una nuera. — Dijo Nora con adorabilidad y su suegra sonrió. — Es mucho más que eso. Es un reflejo de la mejor amiga que he tenido, que fue su madre, y ella también era única. — Los ojos de Alice brillaron. Menos mal que el tema volvió a ponerse gracioso con Wendy y las pedidas, pero no pudo resistir articularle un “gracias” a Emma, antes de volverse hacia Marcus otra vez.

Como mi tata conozca a Ginny va a haber una convergencia en el universo y habrá riesgo de estallido. — Le susurró a Marcus. Pronto le dio la risa solo con imaginar la escena en el bar y por cómo lo contaban Ruairi y Niamh y, cuando Ginny la miró, solo pudo encogerse de hombros y decir. — Hombre, parece muy cuqui hacer eso, y buena intención tendría el chaval. — La mujer suspiró fuertemente. — Vamos, en eso estaba yo pensando, en darle bola a semejante personaje…

Entonces ella miró a Ruairi y dijo. — Tú no te escapes, que me juego una mano a que se lo pediste con una criatura. — El chico enrojeció y se tapó la cara. — Salió… Regular. — Y Wendy empezó a reírse chillonamente, claramente poseída por el recuerdo. — Oye ¿tú has estado en las de todos o qué? — Y los primos asintieron al unísono. — Es que va cogiendo ideas, si fuera Nancy las estaría apuntando en una libreta, pero bueno, aún confía en su memoria. — Señaló Andrew. Niamh estaba mirando con absoluta adoración a su marido. — Pero si fue precioso, mi amor. — Ruairi seguía tapándose los ojos. — Pero, conejita, si no tuvimos ni anillo. — Pero seguro que aparece el día que menos nos lo esperemos. — A ver que me estoy perdiendo. — Reclamó Arnold y Ruairi suspiró. — Yo le regalé a Niamh un escarabato cuando estábamos en Hogwarts, Crowley. Y le quiere tanto y él se entrega tanto a ella que dije, ay, qué buena idea si le doy el anillo a Crowley y él se lo lleva. Y claro… — No nos preguntó a ni ninguno si era buena idea, porque le hubiéramos dicho que no. — Apostilló Martha, negando con la cabeza. — Total, que era la feria de Saint James, y Niamh preciosa, como es ella, con su corona de conchas, y saco a Crowley, le doy el anillo, y el bendito animal sale corriendo como si corriera por su vida. Y claro, ya nos lanzamos todos a por él, media familia buscando. — Yo no, como comprenderéis, no comulgo nada con esta costumbre tan pueblerina de correr detrás de los animales. — Apostilló Ginny. — Al final yo le hice un hechizo trampa y lo capturamos. — Dijo Nancy como si fuera una obviedad. — Pero al ir a cogerlo no hubo forma de que soltara el anillo. Y así estamos hasta hoy. Y ya le tuvo que decir cual era el plan, menos mal que me ama y aun así se emocionó muchísimo. — Uno de estos días lo voy a sacudir y va a salir, ya verás. — Aseguró Niamh. — Sí, con esos dos ya por el mundo y lo que llevéis de casados. A quién se le ocurre, un anillo y un escarabajo...— Dijo Eillish con un puntito de indignación. Claramente, junto con Nancy y Patrick eran los únicos que conocían el orden.

Entonces, sintió la manita de Pod sobre la suya. — Prima Alice, sería muy bonito que contaras cómo te pidió el primo Marcus que fueras su novia, yo estaría encantado de oírlo, vamos. — ¡AY SÍ! ¡YO QUIERO! — Chillo Wendy. — Brando quiere. — Dijo Alison con voz adorable, agitando al bebé en el aire, lo cual le hizo reír angelicalmente. Ella se giró a su novio y dijo. — Yo creo que él la cuenta mejor.





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Mar Nov 28, 2023 12:06 pm por Freyja


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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
La relación de su madre y Alice era de las cosas que mejor le hacían sentir y más le emocionaba, así que las miró a ambas con inmenso cariño con las palabras que se dirigieron mutuamente. Por otro lado, las similitudes entre Ginny y Violet eran tan claras y graciosas que se tuvo que, nuevamente, tapar la boca para reírse con el comentario de Alice. Hubiera pagado por presenciar ese momento, desde luego, pero aún no habían acabado las confesiones en materia de pedidas entre sus familiares. Y lo que le quedaba por escuchar no sabía si hubiera querido presenciarlo o no, porque solo de imaginarse en esa situación le ponía al borde del infarto.

Estaba oyendo el relato con las manos en la cabeza. - A un escarbato. - Murmuró, en trance. ¿Pero a quién se le ocurría darle un anillo de pedida a un bicho que se pirra por los objetos brillantes? Eran ganas de perderlo. Aún no tenía en mente cómo iba a ser su pedida de matrimonio, pero solo había que conocerle un poquito para saber que no iba a llevar animales de por medio, Elio como muchísimo, y se lo pensaría igualmente. Abrió mucho los ojos, mirándoles a ambos de hito en hito. - ¿Pero seguís sin anillo? - Ruairi asintió con pesadumbre, pero Niamh no parecía darle demasiada importancia. Los pelos de punta se le ponían de pensarlo siquiera.

Pod debió agobiarse tanto con la historia como él y lo que hizo fue tenderles el puente para que oyeran la suya. Marcus rio tímidamente. - Bueno, nuestra pedida es... de noviazgo, no... - No alentéis... - Suspiró Arnold. Rodó los ojos, pero sin poder evitar la risa. Chasqueó la lengua, mirando al bebé. - Si Brando insiste... - Miró a Alice con ternura y tanto enamoramiento que, antes de empezar, ya escuchaba murmullos por lo monos que eran (bueno, excepto de Ginny, que parecía empezar a hartarse de tanta historia acaramelada, y Martha y Cerys, que seguían bastante discretas e inexpresivas, pero una junto a la otra). - Pues... La verdad es que yo he adorado a Alice desde la primera vez que la vi. - Y tanto que sí. - Asintió Molly, conmovida ya nada más empezar y mirando a todos con orgullo de abuela. - Nos conocimos en las barcas, nos pusieron juntos. - ¡El destino! - Celebró Nora. Marcus se encogió de hombros, mirando a su chica. - Debe ser... Me había quedado rezagado porque, con los nervios, se me abrió el baúl y se me cayeron un montón de cosas al suelo. - Pod atendía como si le estuvieran contando una historia de terror de campamento. - Ya creía que iba a entrar solo en la barca, porque todos estaban asignados a las suyas... pero alguien se había encaramado a la locomotora porque quería ver cómo funcionaba y también se había quedado atrás. - Hubo varias risas, pero Nancy señaló a Alice. - ¡Esa es la curiosidad Ravenclaw que necesito en mi equipo! - De eso vas a tener de sobra, te lo aseguro. - Respondió él, riendo también.

- La cuestión es que... la adoraba de siempre, pasábamos todo el tiempo del mundo juntos. Inseparables, e imparables. - Se encogió de hombros. - Pero yo estuve un poco torpe porque no me di cuenta de lo enamoradísimo que estaba hasta séptimo. - Bueno, cosas que pasan. - Quitó importancia Andrew, y vio que Alison le miraba con una ceja arqueada y una sonrisilla escondida. - Fui a darme cuenta en uno de los lugares favoritos de Alice de todo Hogwarts: el invernadero. - ¿Te gusta la herbología, Alice? - Vaya, habían activado de repente algo en Cerys. La mujer sonrió levemente. - Estoy investigando en unos cultivos nuevos. Luego si quieres te lo cuento. - Se oían murmullos de fondo y risitas, como si todos bromearan a cerca del único atractivo conversacional de la mujer y la suerte que había tenido Alice de activarlo sin querer. Marcus prosiguió. - Estando allí... supe que no podía vivir sin ella. - Se oyeron varios "aaaw". - ¿Le pediste salir en su lugar favorito? ¡Qué buena idea! - Celebró Pod, pero Marcus negó. - Siento defraudarte, pero... no lo hice. Me pudo el miedo. Y, ya que lo hacía, quería hacerlo bien. - Estaba viendo a Edward y a Arthur asentir gravemente, menos mal que sus mujeres estaban demasiado enganchadas a la historia como para verles. - Por motivos varios, Alice pasó con nosotros las Navidades... - ¡Uy, sí, el desfase de Nochevieja, qué bueno! - Clamó Wendy, recibiendo multitud de miradas. La chica no tardó en confesar como si la hubieran torturado para ello, y señaló directamente a su abuela. - ¡Me lo contó la tía Molly! - Marcus, Alice, Arnold y Emma giraron lentamente la mirada a la abuela, que rápidamente se sintió interpelada. - ¡Fue una velada preciosa! ¡Y yo a mi familia se lo cuento todo! - Hubo diversos suspiros entre la facción O'Donnell-Horner-Gallia, pero continuó. - La cuestión es que yo estaba bastante determinado a pedírselo después de Navidad, pero... había habido tantas veces que quise hacerlo y no lo hice, y estaba tan arrepentido de ello, que necesitaba recrear todos esos lugares para sentir que resarcía mi error. - Y narró cómo había dispuesto la Sala de los Menesteres, con el invernadero en el centro y cada uno de los lugares en los radios, disfrutando de las reacciones de todos, de quienes se enternecían, de quienes alucinaban y de quienes, a su pesar, habían acabado enganchadísimas a la historia (véase, Ginny y Siobhán). - Y lo mejor de todo fue... que, antes de poder llevarla, dos amigos nos hicieron una encerrona y nos dejaron encerrados en un aula, y ella se giró hacia mí y me dijo. - La miró, emocionado. - "Llevo enamorada de ti cuatro años." - Hubo varias exclamaciones de los más entregados a la historia, a saber, Nora, Eillish, Niamh, Rosaline, Patrick y Pod. Arthur suspiró. - Otra adelantándose a la declaración, para qué se preparará uno las cosas... - Pues como debe ser. - Afirmó con firmeza Siobhán. - ¿Qué es esto de que los hombres se tengan que declarar siempre? Ya va siendo hora de hacer las cosas diferentes. - ¿Y le diste un beso en la boca? - ¡¡SEAMUS!! - Chillaron varias voces, pero el muy diablo había salido corriendo, botando y riendo por ahí otra vez, mientras Horacius se desternillaba con las ocurrencias de su primo. - Bueno. - Dijo Alison, con una caída de ojos. - Todos sabemos por qué uno de los lugares era el dormitorio del primo, ¿a que sí Brando? - Casi no se oye el final de la frase por las exclamaciones diversas. - ¡¡Fue por el hechizo que me regaló en Navidad!! ¡Lo he explicado claramente en el relato! - YAAAAAAAA YA. - Dijeron varios, y Marcus se puso rojo como un tomate. Si es que lo peor era que no podía transgredir a eso sin incurrir en una mentira.

- ¡¡Es superguay, primo Marcus!! - Y tanto, lo mal que nos ha hecho quedar al resto... - Se lamentó cómicamente Ruairi, pero su mujer le acariciaba el pelo con dulzura, diciéndole cosas bonitas. - Aunque me debato entre si hacerlo así o no, porque claro... tendría que dejarme un montón de sitios sin usar, como tú. Pero es un buen escenario si me despisto. - Estoy tomando todas tus palabras como un piropo. - Afirmó Marcus. No dejaban de reír, aquello sí que era felicidad pura. - Esa declaración es más de mi corte que del tuyo, vejestorio. - Iba a tardar mucho Cletus en meterse con su abuelo. Wendy suspiró. - Yo quiero algo así... ¿No tienes ningún amigo que haga cosas de esas? - Marcus puso una mueca. - Me temo que los más románticos ya están pillados, prima Wendy. - Qué pena. - Dijo melancólica. Ciarán carraspeó levemente y habló, por primera vez, y con un hilo de voz. - Fue una declaración preciosa. Yo también me la apunto. Al final a uno... se le pasan los huecos buenos... yo te entiendo... - Todos le miraban con condescendencia. Todos menos Wendy, que seguía soñando despierta y mirando a otra parte, como una dama en una ventana. Marcus apretó la mano de Alice y afirmó. - Una y mil veces me declararía así y como hiciera falta. -




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CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
Oír hablar a Marcus de cómo la había adorado desde siempre, de seguro le ponía una cara de boba que no se aguantaba. Sonrió y se encogió de hombros a lo que señaló Nancy. — Esa curiosidad mía nos ha metido en algún que otro lío, y desde luego me identificó como Gallia nada más llegar. “Siéntate con este a ver si se te pega algo” me dijeron. Y ahí me quedé… Para siempre. — Dijo mirándole con una sonrisa cálida y todo el amor del mundo en los ojos. Acarició sus manos cuando dijo que no se había dado cuenta. — La verdad es que yo tampoco dije nada. Creí que no querría estar conmigo. — Tan inteligente y buena alquimista, y lo que le costó darse cuenta de que aquel estaba perdido por ella. — Intervino Larry. — ¡Abuelo! — Hija, es que me teníais agobiado, ya pensé que te le escapabas por tanta tontería. — Y ahora era el turno de los demás de reírse de ellos, pero no podía evitar sonreír por lo menos.

Se sobresaltó por la intervención de Cerys, pero asintió enérgicamente. — Tengo que pasarme por vuestra finca y así me lo enseñáis todo. Y si se vuelven a escapar las vacas, pues echo una mano.— Y coreó las risas, pero como el relato de Marcus continuó, se ensimismó en él. Cada vez que se acordaba de ese momento se le aceleraba el corazón como entonces. Se encogió de hombros ante el comentario de Arthur y suspiró. — Tenía miedo de que estuviéramos haciendo demasiado el tonto y que esa fuera nuestra última oportunidad. — Lo habíais hecho, sin duda. — Afirmó Arnold. — Bien está lo que bien acaba. — Secundó Emma, con sonrisa orgullosa. Ya, nada más Slytherin, sin duda. Se tapó la boca de risa con lo de Seamus y luego la cara, escondiéndose de las acusaciones de Alison, señalando a Marcus con lo que dijo del techo. — Y ahí jugábamos de pequeños y leíamos libros de alquimia… Es especial, como todo los demás. — La cara de Arnold, desde luego, era de “no me hagáis hablar de lo que hacéis en sitios donde jugabais de pequeños”.

Se rio de las palabras de Pod con ternura, porque claramente había encontrado su nuevo referente y asintió a lo de los amigos. — Y Marcus es el más romántico de todos, te lo aseguro. — Y a pesar de que era muy evidente el cuelgue de Ciarán, Wendy seguía a lo suyo, lo que hizo a Nancy negar con la cabeza. — Podrían bajar los cuatro magos a hacerle propuestas como a las tres brujas y estaría perdida en sus sueños. — Y eso le hizo darse cuenta de que mentaban mucho a esos “siete”, así que miró a Nancy y dijo. — ¿Quiénes son esos “siete” que tanto nombráis? — Y se encontró con unos veinte ojos que la miraban muy abiertos. — ¿No conoces a los siete magos que trajeron la magia antigua a Irlanda? ¡Tía Molly! — Dijo Eillish con un punto de incredulidad en la voz, a lo que la abuela se puso a hacer aspavientos. — ¡A esta no la he tenido desde tan pequeña! Y le he enseñado cuanto he podido. — De todas formas, hay cosas que se sienten más cuando estás ya en Irlanda. — Puso paz Saoirse. — Y ahora tienen una familia enorme en la que hay una antropóloga que se lo puede contar. — Aquí se nos cuenta desde chiquititos. — Dijo Rosaline con la misma dulzura con la que lo decía todo. — ¡Yo también me la sé! — Aseguró Pod encantado, pero Nancy ya se estaba levantando y poniéndose en el medio del gran círculo que la familia había formado. — Venga Pod, ven aquí conmigo, y tú también Rosie, Seamus y mis sobrinos. — Todos corrieron con ella, y la niña se sentó en el hueco de sus piernas cruzadas, como si fuera el sitio hecho para ella, y sin soltar el unicornio. — Vais a ayudarme todos a contarle la historia a los primos. — Oh, para qué quería más, parecía que habían diseñado esa tarde para ella.

Dicen que en Irlanda hay tanta magia porque siete magos eligieron nuestra tierra como se hogar, y la hicieron más mágica que las demás. — Bueno, que los primos son ingleses. — Dijo Pod, claramente preocupado por ofenderles. — Pero ellos llevan Irlanda en la sangre y el corazón, eso es suficiente. — Aseguró Molly. — Y de esos siete magos, llegaron primero cuatro. Eran cuatro varones, que se llamaban… — ¡Ogmios! El dios que canalizó la magia hacia los humanos. — Saltó rápidamente Horacius. — El más poderoso, sin duda, y cómo no, tu favorito. — Dijo Nancy guiñándole el ojo. — Taranis, mago de la abundancia y la bondad. — Señaló Pod muy puesto. — Y y y Lugh, el más listo de todos ¿a que sí, tita? — Saltó Lucius. — Así es, y nos falta uno. — Nuada. — Dijo Rosie sin dejar de acariciar la melena de su unicornio. — El guerrero. — ¡Esos son mis chicos! Y como eran cuatro, se repartieron los puntos cardinales de Irlanda ¿para qué? — Para enseñárselo todo a los humanos. Nuada era el de los duelos pugh-pugh. — Dijo Seamus, levantándose de golpe y haciendo que tenía una varita en la mano y que duelaba dando saltitos. — Lugh impartía conocimiento en su ciudad, como Hogwarts, pero aquí en Irlanda. — Nancy asintió con una gran sonrisa orgullosa y los ojos brillantes. — Lugh es el favorito de la tita Nancy, por si no os habíais dado cuenta. — Pinchó Andrew. — Taranis enseñaba cocina y medicina, el más práctico, si me preguntan a mí. — Añadió Pod con su tono adulto habitual. — ¿Y qué hacía Ogmios, abuelo Cletus? — Preguntó con tonito la cuentacuentos. — Como ya ha señalado mi querido Horacius, fue el único suficientemente poderoso para canalizar la magia de la tierra hacia los humanos, y por eso hay magos en Irlanda. De nada, por cierto, Ogmios no podía ser más Slytherin. — Alice afiló los ojos y sonrió un poco. — Eso suena bastante a alquimista. — Molly asintió con la cabeza ampliamente y Larry rio de medio lado.

Pero entonces, cada uno en una punta de Irlanda, se sintieron muy solos… ¿Y quiénes llegaron? — ¡LAS BRUJAS! — Saltó Rosie de repente. — ¡Las tres chicas! — ¿Y quiénes eran? — Fodla era la novia de Lugh, la que trajo la escritura, el gaélico y la historia, como la tita Nancy. — Dijo muy orgulloso Lucius, levantando risas. — Me temo que ya os han adelantado parte de la historia. — Señaló Arthur, revolviendo el pelo de su nieto. — ¡Ay, perdón! — Tenemos a Fodla, tenemos a Eire, la que trajo el amor de las madres irlandesas y tenemos a… — A la favorita de Poooood. — Dijo Wendy arrastrándose para hacerle cosquillas a su sobrino. — ¡Banba! — El chico rio y se retorció. — ¡Es que es la que trajo las artes! ¡Es lo más bonito! — Pero solo hay tres. — Señaló Alice. — Claro, aquí es cuando la cosa se complica. — Aseguró Cillian con una risita.

Los magos tuvieron que disputarse la conquista de las brujas, y sabían que uno sería perdedor, así que, para que la elección fuera todo lo “justa” posible, dejaron cada uno un regalo anónimamente que representaba lo que ofrecían, para que ellas eligieran. — Como veis, el recetario de leyendas irlandesas necesita una renovación. — Dijo Siobhán con un tonito que le valió la mirada de sus padres. — A ver ¿qué es eso de escoger marido a ciegas por un objeto? — Simbolismo lo llaman. Sigo. — Contestó Nancy, un poquito revirada. — Nuada dejó su espada, que llevaba una varita en el mango y lo convertía en un guerrero invencible. Lugh dejó su lanza de la llama blanca, que tenía inteligencia por sí misma y le permitía no ser derrotado nunca, preservando el conocimiento para siempre. Taranis dejó el Caldero de Dagda, ese en el cual la comida nunca faltaría, y, por último Ogmios ofreció la piedra de Fáil, capaz de transmitir a cualquiera los poderes que Ogmios decidiera. ¿Y entonces que pasó? — Que Fodla eligió a Lugh. — Insistió Lucius, que claramente era fan de la pareja. — Exactamente, para que ambos alcanzaran y protegieran para siempre el conocimiento y el idioma de nuestra isla. ¿Y a quién eligió Eire? — A Nuada, para recordarle por qué luchaba. Y para que siempre volviera a la isla tras la guerra. — Intervino Rosaline, mirando a sus hijos con cariño. — Solo queda Banba. — Que eligió a Taranis, para que a los artistas nunca les faltara alimento ni curas y pudieran vivir felices en Murias, creando las canciones y los poemas irlandeses. — ¿Y qué pasó con Ogmios? — Preguntó ella, con un poco de pena. — Que se le concedió la compañía de todos los irlandeses. Él velaría por ellos, elegiría a sus reyes y cuidaría de todos nosotros. — Finalizó Amelia, que también parecía encantada con la historia.






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Dom Dic 03, 2023 7:49 pm por Freyja


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Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
Desde luego que Wendy estaba perdida, tanto que no pudo evitar que la referencia de Nancy le hiciera mucha gracia... y la pregunta de Alice le hizo caer en algo, mirándola con los ojos y la boca muy abiertos. - Espera... ¿nunca te las he contado? - Ni tiempo le dio a excusarse, porque le cayó un cojín en la cabeza. - ¡¡Au!! - ¡¡Descastado!! - Increpó Molly. - ¡Y yo que tenía en ti todas mis esperanzas! - ¡Pero abuela! - ¡¡Ni pero ni nada, bien que te daba chocolatinas y te las comías todas mientras te contaba nuestra mitología, y así nos lo pagas!! ¡De qué habrá que hablar más importante! - La pobre, se veía obligada a tener a su nieto comiendo en su cocina... - Ironizó Arnold, levantando risas, pero por hablar se llevó un hechizo de calambre que sobresaltó a todos. - ¡Cállate tú, que la culpa es tuya! - ¿¿Mía?? - ¡¡Tuya entera!! Que este niño te lo oye todo y si no se lo ha contado a su novia, es porque tú no le has dado suficiente importancia. - Arnold subió y dejó caer los brazos con indignación, mientras Marcus miraba a su abuela con un mohín y todos trataban muy mal de disimular que se estaban riendo de ellos.

Lo de que pidieran cuentas a su abuela no iba a ir en su favor, así que mejor se callaban. Tanto Marcus como Arnold miraron con cara de perrillos apaleados a Emma, pero ella estaba bien digna y con la vista al frente. Parecía que la oía pensar: a mí no me miréis, no soy yo la de las raíces irlandesas. Emma lo mismo manejaba a las mil maravillas hasta los temas más complejos que, con la misma resolución, se desentendía de lo que no le interesaba lo más mínimo. Todo aquello, no obstante, iba a tener algo muy bueno: ver a su prima Nancy, rodeada de niños, contando la historia como solo una antropóloga profesional podía hacerlo. Eso sí que iba a merecer la pena.

Estaba encantado con el relato, oyéndolo como si lo hiciera por primera vez, mirando a sus padres con ilusión y a Alice con cariño infinito, porque la veía igual de entregada. Rio a lo del favorito de Nancy, e hizo como si susurrara en falsa confidencia. - Yo también tengo favorito, pero me callo, que aún no hemos llegado a esa parte. - Y arqueó las cejas a Alice, que al fin y al cabo estaba oyendo la historia por primera vez. Eso sí, el aporte del tío Cletus le hizo reír. El hombre le miró con una ceja arqueada y una sonrisa ladina. - ¿Tu favorito, por casualidad? - Marcus negó, moviendo graciosamente los rizos, con expresión de niño orgulloso. - No soy tan ambicioso, tío Cletus. - Oyó una carcajada única de garganta y se giró sorprendido, arqueándole a Emma una ceja. La mujer dejó los párpados caer. - Conoceré yo a mi hijo... - Pues igual no tanto. - Respondió, pero ella se quedó impertérrita, con esa expresión de no pensar dignificar semejante tontería con una respuesta.

Llegaba la parte que le interesaba, e hinchó el pecho nada más se mencionó a Folda. Pod le señaló, feliz. - ¡Esa! ¡Esa es tu favorita! - ¡Faltaría más! La diosa que creó a Rowena Ravenclaw, no me cabe la menor duda. - También la habría creado Lugh, en ese supuesto. - Pinchó Allison, divertida. Marcus se encogió de hombros. - Pero me gusta más Folda. La sabiduría sin divulgación muere con quien la porta. Gracias a ella nos comunicamos por el lenguaje, por la escritura, y por nuestra historia. - Y que tenga que enterarse una de que no le has contado esta historia a tu novia... - Incidió Molly, con expresión de señora indignada, pero en el fondo se la notaba bien contenta por las palabras de su nieto.

Se aguantó la risa con la indignación de Siobhán, pero ahora que lo resaltaba, un poco de razón sí que tenía. Bueno, no había que tomarse los mitos al pie de la letra, aunque miró a Alice de reojo y, divertido, pensó que dudaba mucho que su novia se quedara sentada esperando a que un anónimo le dejara un regalo en la puerta para elegir marido, y si no Hillary, o Kyla. Harían una catapulta entre todas para tirarles los regalos de vuelta a la cabeza. La historia avanzó y Marcus señaló a Lucius. - Tú eres de los míos. - El chico sonrió, orgulloso. Se reclinó y miró a todos. - Y por eso prefiero a Folda antes que a Ogmios. Soy todo un romántico. No podría vivir sin mi amor. - Miró a Alice y, con una sonrisa, apretó su mano, levantando soniditos de adorabilidad. Hasta que Seamus señaló a su novia. - ¡Eres Lugh! ¡Te ha llamado chico! - Eres un diablillo incorregible, ¿lo sabías? - Ruairi se había lanzado a hacer cosquillas al niño, que reía a carcajadas. - Un duendecillo de Cornualles, pero de los que se salen de la coreografía. - ¡¡Bueno!! Se acabó la tontería. - Dictaminó Ginny, pero las risas ya no había quien las callara.

- Voy en serio. - Se puso de pie. - Familia, siento partir en este momento tan entrañable pero una tiene que levantar el país. - ¿Te refieres a la verja del bar? - Preguntó Wendy, medio cómica medio inocente. Ginny hizo un gesto con la mano. - Como lo quieras llamar, ¿quién se viene? - Nosotros creo que nos vamos a casa. - Comentó Rosaline, ya que la pequeña Rosie, recostada sobre Nancy, estaba ya bostezando y frotándose un ojo. Seamus, por contra, dio un salto. - ¡¡Yo voy a la fiesta de la prima!! - Tú vas a la fiesta de dormir, que no son horas. - Corrigió Patrick, y eso desencadenó un conato de pataleta que quedó disimulado por el remover de todos, que se iban levantando poco a poco. - Nosotros estamos muy viejos para estos trotes ya. - Aseguró Amelia con ternura, pero Cletus resopló. - Di más bien que Ballyknow no necesita que salgamos a quemar la pista a estas alturas y dejar mal a las juventudes. - Recibió diversos abucheos. El hombre frunció el ceño. - ¡¿Me vais a abuchear a mí?! A ver si os voy a prohibir la entrada en mi casa. - No hagas amenazas que no puedes cumplir. - Bromeó Cillian.

Sus abuelos, los tíos Cletus y Amelia y todos los matrimonios mayores afirmaron quedarse en casa, mientras Ginny arrastraba al resto de fiesta. - Nosotras nos vamos. - Comentó Martha, quien junto con Cerys ya estaba prácticamente en la puerta, pero Nancy soltó una exclamación. - ¡No! Quedaos un rato. - Hay que sacar mañana a las ovejas antes de la amanecida. - Precisó Cerys. Ginny la miró con cara de circunstancia. - Ahora dame un motivo realmente incompatible con venirte. - Cerys y Martha la miraban inexpresivas, como si no entendieran ni por dónde empezar a explicar una cosa tan obvia. Se sostuvieron la mirada con Ginny un buen rato, hasta que esta última suspiró. - Esta familia me aburre de manera soberana... - Nosotros sí vamos. - Comentó Allison, con su tierna sonrisa iluminando su cara, y el pequeño Brando en brazos. Ginny dio una fuerte palmada. - ¡Di que sí! ¡Esa es mi cuñada! - Pero no os lleváis al bebé ¿no? - Preguntó Nora, con expresión temerosa. Andrew la miró. - Claro, mamá, no lo vamos a dejar solo en casa. - O a dejárselo a Martha y Cerys, para que lo despierten a la hora de las ovejas. - Añadió Allison, y los presentes rieron. Nora no tanto. - ¿¿Pero cómo vais a llevar a mi nieto a un bar?? - ¡Oye oye! Que estás hablando del... - Calla, Ginny. - Cortó la mujer de raíz. Andrew suspiró sonoramente. - Ay, mamá, que no está ni abierto, vamos a estar solos. Una pinta y nos vamos a casa. Si a este no le molesta ni un solo ruido... - Y así se va acostumbrando a ser un irlandés como los siete mandan. - Completó de nuevo Allison. Nora soltó un gruñido, pero poco más pudo hacer.

- ¡Andando! - Yo... también me voy a marchar. - Dijo tímidamente Ciarán. Con una sonrisa adorable, Wendy sacudió la mano a modo de despedida. - ¡Vale! ¡Hasta la próxima! - Marcus se mojó los labios y miró a Alice de reojo. De traca lo de su prima con ese muchacho, de verdad que sí. Oyó a Ginny mascullar por lo bajo. - Sí, anda, vete, no quiero más declaraciones en mi bar... -




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Estaba entregadísima a la historia, pero más aún a cómo lo vivía la familia, su novio incluido. Le miró sonriente cuando señaló su favorita. — No me sorprende lo más mínimo. Ya sabemos que las parejas de Ravenclaws funcionan. — Dijo con cariño, asistiendo a las reacciones de los demás mientras se imaginaba a aquellos siete magos y brujas, deseando saberlo todo acerca de sus leyendas. Se rio fuertemente de lo de Seamus y se llevó una mano al pecho. — ¿ESO HA HECHO? Ah no, no, una ofensa así no se puede quedar sin compensación. — Pod se inclinó hacia ella con preocupación y dijo. — Te ruego disculpes a mi hermano, no sabe lo que dice, es un tarambana. — Eso le hizo reír y agarró la mano del niño. — No te preocupes, cariño, de verdad, es una bromita y tu hermano es muy gracioso. — Seamus puso sonrisilla orgullosa y dijo. — Lo sé. La prima Siobhán lo dice siempre. — Y la aludida le miró con otra sonrisa igual de orgullosa. Menuda alianza había ahí.

Entre risas, cosquillas y tiritos de la familia, se le había olvidado completamente la hora que era y le dio un poco de pena cuando vio que se diseminaban, aunque los niños y los abuelos estaban cansados (a excepción de Seamus, que ya estaba listísimo para seguir la fiesta si no fuera porque su padre le paró los pies). Tuvo que contenerse la risa con la naturalidad de Allison y Andrew de llevarse al niño al bar, y solo pudo encogerse de hombros y sonreír. — Tranquila, tía Nora, si hay un bebé por medio, Marcus velará por su total seguridad y confort. — Se giró a su novio y puso una sonrisita pilla. — Porque vamos a ir ¿no? Aunque no sea mucho rato, yo necesito conocer ese bar. — Ginny aterrizó sobre sus hombros y Nancy también se agarró de su brazo. — ¡SI SABÍA YO QUE ERA DE LAS MÍAS! — Y si no viene él te llevamos igualmente. — Dijeron respectivamente. — Nooooo no, el primo Marcus se viene también, porque lo he nombrado yo cuidador de Brando. — Aseguró Allison poniéndole a su novio el bebé en los brazos. — ¡Siobhán! — Llamó Andrew, mientras se ponía el abrigo. — Chicos yo… — Noooooo no no. — Negó Nancy enganchándose ahora de la chica. — Es la primera noche de los primos aquí, no hagas la de siempre. — Yo no sé qué han hecho mal papá y mamá para criar una muermo como mi hermana, porque este y yo somos unos golfos de nacimiento. — Dijo Ginny señalando a Andrew, aunque Siobhán ya se estaba dejando arrastrar por Nancy. — ¡Porque os parecéis a vuestro abuelo! — Aseguró Cletus, que ya se retiraba dejando un beso en la mejilla de su nieta. — ¡ABUELO! ¡DÉJALO TODO Y VENTE, CASCARRABIAS!

Alice aprovechó para ir despidiéndose de los demás, mientras miraba de reojo a Wendy y Ciarán. Eso no funciona, se dijo a sí misma, pero no quiso añadir más leña al fuego. Cuando le tocó despedirse de Ruairi y Niamh les dijo. — ¿Vosotros no venís? — Eillish intervino. — Nos quedamos papá y yo a los gemelos, hijo, y así salís un rato. — Niamh miró a su marido, claramente esperanzada, pero él pareció dudar. — ¿Pasa algo? — No, a ver, pero como tengo al diricawl aquí que se estresa, y hay que hacer las mediciones del estanque de las criaturas acuáticas en recuperación… — Niamh suspiró, sin perder la sonrisa y entornó los ojos. — Ya está, otra noche será. Os queda tiempo aquí, tendremos muchas ocasiones. — Y Alice no quiso presionar más, si ya iban a ir un porrón.

Ella aprovechó para abrigarse y miró a los de su familia. — Prometo que estaremos prontito en casa, que mañana hay mucho que hacer. Arnold, Emma ¿no os animáis? — Arnie pareció valorarlo, pero la sonrisa de Emma era expresiva. — Necesitamos descansar. Pero disfrutad, que os lo habéis merecido, antes de empezar a estudiar otra vez. Y así estáis con gente joven. — Sí, que entre este alquimista y los del jurado ya habéis tenido bastante de viejos. — Dijo Larry. Alice le miró sorprendida. — ¿Ni un sermoncito sobre la dedicación que exige la alquimia? — La abuela rio. — Hija, hasta él ha salido en Ballyknow, que ya es decir. — Ella asintió y se enganchó de Marcus, a quien ya le habían encasquetado el carrito del bebé. — ¿Qué? ¿Nos sumergimos en el apasionante mundo de los pubs? — Y, tras despedirse de sus suegros salieron todos juntos.

La noche en Irlanda podía ser paralizante. Había MUCHÍSIMA humedad, todo goteaba de condensación, pero hacía un frío inmenso, que parecía que abría paso através de todas las gotas en suspensión en el aire. Alice estaba tiritando como un pollito mojado, y se agarró más fuerte a Marcus. — Ahora sí que soy un pajarito enteramente. Qué frío por Merlín. —Miró al bebé, que iba todo tranquilo en la sillita. — Oye, Allison ¿esté niño no está helado? — La chica se giró. — Uy no, si yo le pongo hechizo calefactor al carrito, peor tú tienes una cara de estar heladita… — Eso se arregla con una pinta y unas buenas patatas. — Dijo Wendy alegremente, lo cual hizo reír a Andrew. — Bienvenida a Irlanda, así arreglamos todo. — ¿Y aparecerse en el pub no lo veis? — Preguntó, arrecida. — Con lo cerca que está todo aquí, no nos aparecemos mucho dentro del pueblo. — Y ya empezaron entre primos a picarse por cuál era más patoso apareciéndose.

Entre risas, llegaron a una placita menos grande que la principal pero rodeada de pequeños comercios, a esas horas ya cerrados, pero con lucecitas que iban de un tejado a otro y le daba un aire muy adorable. Allison se paró a señalar el entorno. — ¡Ya veréis qué bonito lo ponen en Navidad! Ahora da un poco sensación de… — DE QUE EL MEJOR PUB DEL PUEBLO NO ESTÁ ABIERTO. — Exclamó Ginny, mientras lanzaba varios hechizos con Wendy. En un momento, el pub estaba abierto, con una chimenea la mar de agradable encendida, con música que salía de algún lado y varias pintas sirviéndose solas. — Id a la sala familiar y ahora vamos para allá. — Indicó la mujer, y Marcus y Alice se dejaron llevar.

La sala en cuestión era una habitación dentro del propio pub pero más pequeña, con un billar y unos dardos, era más acogedora y tenía sillones, butacones y muchas sillas desperdigadas. — ¿Os gusta el billar? — Preguntó Andrew. Alice rio. — En Saint-Tropez se juega bastante, pero hace mucho que no pruebo. A lo otro no sé jugar.Y prefiero no acordarme de la última vez que jugué al billar. Jean y las malas decisiones. — Eso es mil veces mejor cuando ya has bebido un poco. — Señaló Nancy. — Será que tú bebes mucho, muerma. — Le afeó Andrew y la chica se encogió de hombros. — Me gusta tener la mente despejada. Vivo de ello. — A VER QUE YA LLEGAN LAS COSAS. — Y aparecieron Ginny y Wendy con las pintas y unos cuencos de patatas y frutos secos. Por Merlín, más comida.






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