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    Alchemist
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    Alchemist
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    Jue Oct 26, 2023 6:11 pm
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    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2



    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




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    Jue Nov 16, 2023 8:29 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Por lo visto, en todas las familias se daba aquella mezcla explosiva de carácteres, y más con edades tan dispares. De hecho, de los niños estaban hablando. — Uy, tú dale pequeñajos a Marcus, se los gana enseguida. — Ah, fantástico, en esta familia reproducirse es un deporte. — Dijo Nancy entornando los ojos. Ginny se rio y dijo. — Cada vez tenemos el pub más vacío y la escuela más llena. — Ese pub no está vacío nunca. Y a veces hacen karaoke de canciones tradicionales. — Señaló Ruairi, que intentaba reunir a sus gemelos casi con el mismo éxito con el perseguía a su diricawl. — ¡Y hacemos trivial! Eso os gusta a los Ravenclaw. — Dijo Ginny señalándoles. — Cosa de Nancy, sino, nadie la arrastraba al pub. — Alice frunció el ceño. — No sé qué es un trivial. Es un juego de muggles. Cuando quisimos reformar el pub, Wendy y yo nos fuimos por los bares muggles y para una vez que la prima lista nos quiso acompañar, porque lo consideraba inmersión cultural o algo así. Pues allá que fuimos las tres, y pasamos por un bar en el que hacían una noche de trivial, y ya no tuviste que decirle nada más. — Nancy se encogió de hombros. — Pues mira, si así puedo ir al pub no solo para beber sin más… — Alice sonrió y miró a Marcus. — Deseando estoy de pasarme por ahí.

    Pero claro, había un niño más por ahí, y ya andaba Marcus detrás de él. Eso sí no acabó la cosa como Alice esperaba, porque lo que llevaba el niño en la mejilla fue objeto de debate, por lo visto originado por una de las primas que faltaba, la hija mediana de Nora. Parecía una chica preciosa y agradable, no muy amiga de las multitudes. A ver si podía poner en pie todo: Siobán se había llevado a Seamus a una… ¿manifestación? El chaval se había puesto a tope con la lucha feminista con Siobán y sus amigas, pero esta se había perdido, de hecho, acababa de llegar, y al niño lo había devuelto una de sus amigas. Bueno, bien está lo que bien acaba, para una Gallia no era tampoco tan raro. Saludó a la chica encantada de la vida, y se apresuró a ayudar a Marcus a poner orden y ella, como siempre, le siguió ayudando a poner paz. — ¡Claro! Mi madre enseguida se abanderaba una causa, y cuanto antes se aprenda igualdad mejor. — Aunque nadie como la abuela Molly para dictaminar “bueno pues ya no se habla más de este tema, estamos todos contentos”. Le extendió una mano al niño y dijo. — Choca esos cinco, aliado. ¡Vale! — Se los chocó. — ¿Tú también eres aliada? — También. Y soy la novia de tu primo, me llamo Alice. — ¡Ah, otra novia! ¿Tú tienes bebés? — Alice rio y negó con la cabeza. — No. — Mejor, aquí ya hay muchos. Yo era el pequeño hasta que llegó Brando. — Volvió a reír y le revolvió el pelo antes de susurrarle. — Yo creo que ni Brando te desbanca con Siobán.

    Ya estaban organizándose para sentarse cuando la puerta se abrió de golpe y un olor fuerte se coló con los que entraban. — ¡Por Merlín! No solo llegáis tarde… ES QUE LLEGÁIS ASÍ. — Eillish, cariño ¿y qué íbamos a hacer? ¿Dejar a mis sobrinas con semejante lío? — Comentó un hombre muy alto de ojos muy azules que debía ser Arthur, por la forma de dirigirse a Eillish. — ¡LOS TITOS HUELEN A CAAAAAACA! — Acusó Horacius, provocando las risas de Seamus. — ¡Es verdad! — ¿Pero qué os ha pasado? — ¡MAMÁ! — Irrumpió una mujer, no tan sucia como los dos hombres mayores. Saoirse dio un botecito en su sitio, colocando la mesa. — ¡Uy, Martha, hija! ¿Qué te pasa? — ¿TÚ HAS ESTADO ESTA MAÑANA CON LAS VACAS? — ¿Yo? Pues no sé. — Otra mujer más o menos de su edad apareció detrás de ella, suspirando. Ah, esa sería la novia sin título de tal. — Mamá, haz memoria. — Cillian suspiró. — Si es que nunca ha entendido lo de los hechizos valla… — ¡Que no! ¿Pero por qué me acusais todos a mi? A ver, a lo mejor esta mañana, volviendo de coger setas, me he ido a llevarles unas acebitos, que me gustan. — ¿Y rompiste el hechizo? — Bueno, hija ¿y cómo voy a entrar si no? Con las de tu padre lo he hecho toda la vida y no he tenido tanto problema. — ¡PORQUE PAPÁ SIEMPRE VA DETRÁS DE TI COMO LOCO! ¡PERO YO TENGO OTRAS COSAS QUE HACER EN LA VIDA! — Apareció otra muchacha con el mismo tono de pelo que las hermanas, ese oscuro rojizo y se dirigió a Ginny del tirón. — Si no llega a ser por mi amigo Ciarán… — ¡ESO! ¡Ciarán! Yo ya le voy a llamar el de Connemara. — La chica que había entrado era la única que no estaba manchada de barro y más cosas hasta las orejas. — Sí, tía, yo creo que le intereso, porque ha sido muy caba… AY QUE ESTA MI TITA MOLLY AQUÍ. Y MI PRIMO ARNOLD Y EMMA. — Y se lanzó a abrazarlos con un chillidito. — ¿Cómo estás, cariño? — Preguntó su suegro con cariño. — Oy, ya sabes, no paro con la Ginny y el pub, y luego mi hermana se le sueltan las vacas y drama total y… — Buenas tardes, señorita O’Donnell. — Reclamó Pod, muy puesto. Wendy se separó de Arnie e hizo una muy exagerada reverencia. — Buenas tardes, señor O’Donnell. ¿Tengo el gusto de que me presente a los invitados? — Y el chico tomó la mano de su tía y la acercó a ellos. Claramente, era la única que le seguía realmente el rollo de toda la casa. — Esta es Alice, es la novia del primo Marcus. — Le gustaban los ojos chispeantes y la sonrisa de Wendy. — ¡Hola, cariño! Bienvenida a Irlanda. — Y ese es el primo Marcus. — ¡OY! ¿PERO Y ESTE PRIMO TAN GUAPO? OYYYYY, pero cómo se nota que eres mitad O’Donnell mitad Horner. Un aire ya te das a tu tío Phillip. — Y Alice tuvo que contenerse muy fuertemente la risa, así que decidió atender a las indicaciones de Eillish, que ya había mandado a todo el equipo vacas a limpiarse a otro lado, y tomó asiento en la enorme mesa.





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    Vie Nov 17, 2023 10:33 am


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Abrió la boca en una graciosa expresión entre sonriente y sorprendida. A ver, él con la música no tenía mucha conexión, y no quería repetir el numerito del bar en la fiesta de graduación pero esta vez delante de su familia. Pero le encantaría ver cantar a los demás, y necesitaba saber más de ese invento del trivial. - ¿Pero en qué consiste? - Te hacen preguntas sobre diversos temas, algunas más de cultura popular y otras más difíciles, y acierta el equipo que más preguntas correctas tenga. - Miró a Alice con ojos ilusionados. - Si pusiéramos preguntas sobre alquimia... - Rio. Aquello sonaba a algo que podría gustarle y mucho.

    El niño era adorable, pero la pregunta directa a Alice hizo que agradeciera no estar comiendo, porque se habría atragantado. Debió notársele tanto por fuera que ya tenía la inquisitiva mirada de su padre encima. Que no, maldita sea, que no quiero ser padre con dieciocho años, que tengo muchas cosas que hacer, pensó molesto. Está bien, él era muy niñero, ¡pero tenía muchos proyectos y no era tonto! ¡No iba a ser padre tan joven! ¿Por qué todo el mundo pensaba que iba irse directo a tener un niño cada vez que había uno cerca?... Aunque no le venía mal tanto primito adorable cerca para despertar el instinto maternal de Alice, eso también era cierto, pero era un pensamiento que se guardaba para sí y no tenía por qué justificar ante nadie.

    La entrada triunfal, aparte de hacerle sobresaltarse por el ruido imprevisto, desde luego era para verla. Miró de reojo a su madre, pero extrañamente entre tanto caos y... ¿ese hombre estaba cubierto de estiércol? Mejor pensar que era tierra (claramente, Horacius no pensaba como él). La cuestión era que veía a su madre muy relajada e incluso sonriente. Contenida, como siempre, pero no tan tensa como hubiera esperado encontrarla en semejante caos pueblerino. Debía estar feliz solo de verles felices a los demás. Detrás del hombre entró una mujer que solo podía ser Martha, y Marcus asintió apretando fuertemente los labios para no reírse a un espectáculo que ni en todas las historias contadas por su abuela habría podido imaginarse.

    La que no había duda de quien era por su expresión, forma de hablar y como se dirigió a su familia, era Wendy. Le encantó el jueguecito que se traía con Pod, y sonrió ampliamente cuando le tocó el saludo, riendo. - ¡Gracias! Aunque ya quisiera yo venir con tanta luz y presencia después de lidiar con una crisis vacuna. - La otra soltó una risita ruborizada. - ¡Ay! Qué galán, míralo. - Y se enganchó de su brazo, mientras los que venían de lidiar con las vacas iban a cambiarse y Eillish disponía la merienda. - Yo es que me quedé prendadita de tu tío Phillip nada más lo vi, me has recordado un montón. - Algo me han contado. - Ya estará casado, me imagino. - Lo está. Tiene dos hijos. - Con una mujer de su edad, supongo... - Lo cierto es que es más joven. - La chica le miró con los ojos muy abiertos. - Pero mayor que tú igualmente. - Suspiró dramática. - Qué oportunidad perdida... Y una aquí... aguantando irlandeses borrachos que son siempre los mismos y lidiando con... - Wendy. - La interrupción la sobresaltó tanto, como si no esperara que nadie le hablara, que el bote que dio en el sitio se lo contagió a Marcus. Solo faltaba un miembro de la familia por llegar y allí estaba, y tenía una voz profunda que había dejado clavada a la chica en el sitio. Venía acompañado, y ese sí que no estaba en los cálculos de Marcus, que creía tener ya a su familia al completo allí.

    - ¿No crees que hubiera sido de recibo...? - Y el hombre hizo un gesto con la cabeza al muchacho, que asomaba tímidamente por detrás. La chica saludó tan feliz y despistada como si no le viera de hacía semanas. - ¡Ciarán! ¿Cómo tú por aquí? - Me quedé esperando a que cerraras la valla ¿recuerdas? - Comentó tímidamente y casi con voz apenada. Wendy miraba hacia arriba, pensativa, como si tratara de recordar. El hombre suspiró y avanzó hacia él, tendiéndole la mano. - Tú debes de ser Marcus. Perdona la interrupción tan abrupta, el pan nuestro de cada día. - ¡Faltaría más! Es lo que queremos, vivir Irlanda. - El hombre dejó escapar una casi muda carcajada de garganta, pero sonreía con cortesía. - Soy Edward, esposo de Nora, tío de alguien que no tiene en cuenta las ayudas que se le brindan... - Ay, tito, me despisté. No te preocupes, yo lo arreglo. ¿Quieres merendar? - Resolvió Wendy rápidamente, que ya se había desenganchado de Marcus y ahora estaba enganchada al otro chico, que miraba con timidez y casi pánico a tanta gente junta de la que parecía no conocer a la mitad, mientras jugaba con la boina entre las manos. Edward siguió su conversación. - Y padre de Ginny, Siobhán y Andrew. Y abuelo orgulloso de esa criaturita de ahí. - Señaló con la cabeza a Brando, que seguía en brazos de su padre, y los ojos le brillaron. - Espero que no te resulte muy lioso tanto engranaje familiar. - No sabes la de datos que esta cabecita puede almacenar, y lo familiar que es. Nos ha salido más irlandés de lo que soy yo mismo. - ¡Arnold! Por la madre tierra, ¡cuánto tiempo! - Su padre y el hombre se abrazaron, y de repente, un relampagueo arcoíris les hizo pestañear por la potencia de la luz. - ¡Ya estamos todos! A merendar, que se nos va a juntar con el desayuno de mañana a este paso. - No sería la primera vez. Ni me vendría nada mal, que luego una se pasa la noche curarndo. - Comentó Ginny, sentándose ceremoniosamente en la mesa. Palmeó la silla a su lado. - Aquí quiero a mi prima nueva. - Ordenó, señalando directamente a Alice. - Y a su otro lado, ¡Wendy! Tía, deja ya al chaval, mira qué cara le tienes puesta. - ¿Pero entonces qué hago? ¿Le atiendo o no? - Se oyeron varios suspiros, mientras Wendy miraba a todos con desconcierto real y el chico decía. - Mejor... me voy... - No, cariño, si comida hay de sobra. - Resolvió Nora con una luminosa sonrisa. Ginny volvió a lo suyo. - Bueno, que tú te sientas a su otro lado, que la quiero bien respaldada. - Ginny miró a Alice con picardía. - Venga, un ratito fuera de novios y suegros, que ya los tienes mucho, seguro. A ese le va más el protocolo, que se quede con los mayores y los bebés. ¿Cuándo dices que te tenemos por el pub? -




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    Sáb Nov 18, 2023 4:36 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Bueno, pues había un invitado sorpresa claramente, aunque ni siquiera Wendy había contado con el pobre muchacho. Claro, que una familia irlandesa con un alto porcentaje de Hufflepuffs tendría que volver a crearse para no acoger con los brazos abiertos no, abiertísimos, a un chaval que había ayudado, aún no sabían cómo, con el lío de las vacas. Se le veía buena gente, además.

    No tuvo mucho más tiempo de valorar nada porque, por lo visto, los enfados en Irlanda se reflejaban con un relampagueo de arco iris, que la hizo parpadear y aguantarse la risa mientras las primas disponían sobre ella. Fue diligentemente a sentarse con Ginny y se rio ante el momento de desconcierto con Ciarán y Wendy. Ese sector le recordaba mucho a los Gallia en sus días brillantes, así que ya se sentía en casa. Sonrió a las palabras de Ginny y se encogió de hombros. — A mí me encanta estar con él. — Dijo saludando a su novio desde el otro extremo de la mesa, pero unas cafeteras, teteras y lo que parecía una jarra de plata que olía a chocolate caliente, se le cruzó, y ambos fueron reclamados por distintos familiares. Frente a ella se sentaron Nancy y Siobhán y Andrew y Alison claramente habían dejado al bebé por algún sitio y también cerca.

    Pues la verdad es que me muero de ganas de ir. Hoy no, porque no sé a qué hora terminaremos aquí… — Y todos se rieron. Ella les miró de hito en hito y Andrew explicó. — Aquí eso de “terminar” es relativo. O sea, comida hay hasta para juntarse con el desayuno mañana, como ha señalado la tía Eillish, y aquí sieeeeempre se lía la cosa. Que si sacan la crema de whiskey, el licor de espino, el de hierbas, nos ponemos a contar historias, a jugar a los snaps… Somos tantos, que, como nos juntemos, nos cuesta separarnos. — Alice rio y asintió. — De algo me suena. Y me encanta, nos encanta. — Se encogió de un hombro y dejó que una cafetera le sirviera una taza. — Pero tenemos que seguir poniendo al día la casa de los abuelos. — ¡Ay me encanta esa casa! Yo estoy encantada de que vengáis, pero tía Molly me dijo que la casa sería para mí cuando me casara. — Dijo Wendy, soñadora. Hubo ciertos suspiros y algunos ojos en blanco. — Habría que ver si eso es verdad o lo soñaste, Wen, pero igual por eso mismo te lo propuso. — Soltó Ginny mientras se echaba un chorrito de whiskey en su café seguido de nata y leche condensada. — ¿Quieres un poquito de esto, encanto? Es un café irlandés. — Había risas muy contenidas en la mesa y Alice trató de desviar el tema espinoso, por no hablar de que Ciarán seguía ahí, criaturita. — Yo me lo tomo con leche sin más, gracias… — ¡A ver! — Saltó Wendy. — Solo he tenido mala suerte, y en este pueblo hay mucho aprovechado paleto que osa llamarme solterona. — Se giró a Ciarán. — ¿Tú te crees? — Intolerable. — Contestó el muchacho al momento.

    Bueno, entonces os vais a quedar en la vieja casa de los Lacey ¡qué bien! — Se alegró Alison, claramente para disipar el tema. — ¿Estaba muy abandonada? — Alice negó, pero se vio asediada por diversa bollería y un pastel que se le ofrecían como necesitando que cogiera uno. Cogió un bollito redondo muy brillante y apetitoso. — No, o sea, llevaba mucho tiempo cerrada, pero Emma es una crack y ha puestos  trabajar a un montón de rodillos y hechizos limpiadores, y con un poquito de pintura, la chimenea y sábanas limpias la casa está para vivir. — Alison entornó los ojos y las chicas rieron. — Qué suerte tienen algunas. — ¿Qué me estoy perdiendo? — Andrew suspiró. — Mi sueño siempre ha sido arreglar el viejo faro y vivir allí, sobre los acantilados. Es un sitio precioso. — Preciosamente ideal para que se despeñe mi sobrino en cuanto te des la vuelta, y no vamos a permitir tal cosa. — Dijo Siobhán, hablando por primera vez mientras se echaba mermelada en otro bollo. — La cosa es que no tenemos una familia muy organizada, no tanto como tu suegra, desde luego, y al final ahí está el faro muerto de risa, y ya ves que disposición de mis hermanas y primas no tengo mucha. — Yo viajo mucho por trabajo y mi hermano ya tiene un consultorio de criaturas y unos gemelos, guapo. Ponte a la lista de “necesito la colaboración de Nancy”. — Contestó la rubia mientras se echaba… ¿eso era otra bandeja de comida distinta? — ¿Y mientras dónde vivís? — Aquí, con mis padres, los abuelos y Siobhán. Sitio hay de sobra. — Y a mí me ayudan muchísimo, y los abuelos son felices de que sigamos aquí. Es solo que me gustaría tener tú sabes… — Empezó Alison. — ¿Libertad? ¿Independencia? — Sugirió Ginny, son sorna, mirando mal a su hermano después. — Con un huertecito como la casa Lacey y un jardín donde poder jugar al quidditch los tres cuando Brando crezca, me conformo. — Ella sonrió con cariño. — A mí me encantan los jardines. No puedo esperar a meterle mano al de la casa, y a Marcus le gusta leer cerca de mí mientras hago cosas con plantitas, así que… Todos ganamos. — Hubo sonidos de adorabilidad, especialmente de Wendy, pero Ginny hizo una pedorreta. — Ugh. Sí que sois parejita de Hogwarts. Os reconozco a la legua, como esos dos o mi primo Ruairi y Niamh. — Dijo señalando a Andrew y Alison. Ella se extrañó. — ¿Ya sabíais que nos conocíamos de Hogwarts? — De nuevo, risas. — Y que os conocisteis en las barcas, y que aquel se ha pasado la vida yendo a tu casa de La Provenza en verano, como la prima Erin, y que habéis tardado siete años en oficializaros. A Erin parece que la costado un poquillo más con tu tía. — Narró Wendy, como si su vida fuera una película, pero Ginny le cogió el testigo. — Y que ahora sois alquimistas y supuestamente venís aquí a estudiar pero, a ver, querida ¿quién iba a querer solo estudiar aquí? Con un pub como el Irish Rover… — Alice parpadeó impresionada y Nancy rio. — Amiga, los abuelos leían unas detalladísimas cartas llenas de reportes de lo que hacíais y no hacíais. Les faltó declarar hoy fiesta nacional porque por fin estabais aquí. — Espero que tu familia esté mejor. — Le dijo Andrew con cariño. — Sabemos todo el lío de Nueva York, por encima al menos. — Ella sonrió con cariño y un poco de tristeza. — Pues a eso hemos venido. A curarnos, a aprender todas vuestras historias, vuestras tradiciones… Un alquimista debe buscar el principio y nuestro principio está aquí. — Hubo un “awww” generalizado, y mientras, otra bandeja pasó por allí, muy insistentemente con unos triangulitos dorados. — Son farlas. — Explicó Ciarán, probablemente por aportar algo. — Algo así como patata rebozada. Muy irlandés. Tu familia los hace muy ricos. — Dijo girándose hacia Wendy, que le otorgó una risita y le dio en la nariz. — Pero qué mono eres. — Yo es que estoy un poco llena, no soy yo de comer mucho. — Y Andrew suspiró muy dramáticamente. — Pero con lo bien que íbamos, nueva prima… — En Irlanda hay que comer mucho, Alice, vete diciéndoselo a tu estómago. — Aseguró Siobhán cogiendo un farlas. Pues nada, a probarlo aunque fuera, que se lo estaba pasando muy bien, no quería estropearlo.





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    Sáb Nov 18, 2023 5:34 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    - Mi nuevo nieto aquí, conmigo. - Ordenó contento Cletus, señalando la silla a su lado para Marcus, quien fue a sentarse bien feliz. Vio los ojos entrecerrados de su abuelo y casi le oía gruñir, lo que provocó en el hermano una fuerte carcajada. - No seas celoso, libro viejo con patas. Tú llevas dieciocho años con él, déjamelo un ratito. - Yo me siento contigo, tío Larry. - Dijo Nora, enganchándose a su brazo y haciendo que ambos se sentaran juntos, con una sonrisa cálida. - Que te echaba muchísimo de menos. Le cuento a mis hijos las historias de mi tío alquimista todos los días. - Todos los días. - Confirmó su esposo, Edward, levantando risillas incluso en la aludida.

    Pod se acercó donde se hubieran sentado Marcus y Cletus. - Bisabuelo... - Chico, no me pongas tanto título, que me haces sentir viejo. - ¿Puedo sentarme yo también aquí? Siempre que el primo Marcus quiera. - El mencionado se irguió y arrastró la silla que tenía a su otro lado. - ¡Faltaría más! Eres el primo más educado que tengo con diferencia, este sitio es más que tuyo. - El chico se sentó con una sonrisa brillante, y Marcus se alegró de que no conociera a Percival. No le parecería tampoco el grandísimo halago.

    Al otro lado de Cletus se había sentado su mujer, Amelia, y por supuesto al lado de ella se puso Arnold, que para algo era el favorito, lo cual le hacía mucha gracia. Su madre también se había colocado por allí. Cuando se había querido dar cuenta, aparte de a Cletus y a Cillian, que se había dejado caer también por allí (ese sí que era el vivo reflejo de su padre), estaba rodeado de niños. Luego le decían que los perseguía él, ¡más bien al revés! - ¿Tu tía Erin no ha venido? - Preguntó la pequeña Rosie, asomándose por el lado de su hermano. - No ha podido, está trabajando. Pero en Navidad vendrá. - ¿Y va a merendar con nosotros? - ¡Seguro que sí! - Le enseñaré mi unicornio entonces. - Le va a encantar. ¿Sabes que es magizoóloga? - La niña compuso una expresión de sorpresa. - ¿¿Y tiene unicornios de verdad?? - Bueno, no los tiene, pero seguro que ha visto y cuidado de muchos. - Le había dado la mejor noticia de su vida a Rosie a juzgar por la expresión de su cara. Pod se giró, retomando protagonismo en base a la posición que se había trabajado tener en la mesa. - Primo Marcus, el día que te cases con Alice, ¿lo vas a celebrar aquí? - No le había dado tiempo ni a sorprenderse por la pregunta cuando Cillian estalló en carcajadas y gritó hacia la otra punta de la mesa. - ¡Eh, Ruairi! Me parece que a estos os los cambiaron, los gemelos son de mi estirpe y este de la vuestra. - Pod ni se dio por aludido, esperaba respuesta. - ¿Sabes? Sería un gran sitio. Aunque también nos gusta mucho La Provenza. - ¿Eso dónde es? - En Francia. - ¿Nos vas a llevar? - Preguntó Horacius, que estaba sentado delante de él. Se había dejado a su gemelo Lucius sentado cerca de sus padres. - ¡Claro! En unas vacaciones, cuando a vuestros padres os venga bien, vamos. - ¿Tú estás en Hogwarts? - Preguntó la vocecilla chillona y traviesa de Seamus, al lado de Horacius, pero sin sentarse. Marcus se inclinó hacia delante. - No, mi hermano está en el último año, pero yo terminé en junio. - Entonces eres mayor. - Supongo. - Dijo entre risas. - Como papá. - Creo que un poco menos. - Tienes que tener... ¡Doce años por lo menos! - Marcus soltó una fuerte carcajada. - Un poco más. - ¿En La Provenza hay unicornios? - Preguntó Rosie, que claramente había encontrado un tema común con Marcus y no lo iba a soltar tan fácilmente. - Venga, chicos, dejad merendar al primo. Y hacedme un sitio. - Dispuso Eilish, sentándose en una de las sillas libres que quedaba delante de él, y trayendo consigo aún más bandejas, y eso que parecía que no cabrían más.

    - Ay, cariño, cómo nos alegramos de teneros aquí. Come, come lo que quieres, prueba eso, que está riquísimo. - Mil gracias, tía Eillish. Descuida, como un montón. - ¡Uy! Pues estás muy delgadillo. - Eso es de los O'Donnell, hija. - Completó Cletus, jocoso, y le pasó un brazo por los hombros. - Bueno, cuéntame, muchacho. Te veo y veo a mi hermano de joven si me hubiera dejado barnizarle un poquito más. - Se te acabó el barniz conmigo, estimado padre. - Comentó Cillian, y los dos hombres rieron de nuevo. - A ver, porque tengo entendido que mi hermano es tu gran mentor, pero tú tienes cara de saber de Irlanda mucho más que aquel aun viviendo aquí. - Es que he tenido una gran mentora también. - ¡Ah, Molly! ¡¡Eh, Lacey!! Qué buen nieto has hecho. Sabía yo que no había mejor partido para mi hermano. - Su abuela, desde la otra esquina, rio como una quinceañera. Cletus se le giró de nuevo. - Ni que decir tiene que aquí está tu familia. Para lo que sea. - Se acercó un poco más. - Que no me oiga tu abuelo, que ya habrás tenido de sobra de eso con él. Pero intenta quedarte... con una versión equilibrada de lo que te cuenten ambos, que también conozco a mi cuñada. Quiero decir, que Irlanda no es el vergel infinito que describe tu abuela: Ballyknow está limitado. Pero tampoco es el erial que se empeña Lawrence en vender. Aprovéchalo. Sobre todo... - Le dio un par de palmadas afectuosas en el hombro. - Curáos. Sabemos lo que habéis tenido que pasar. En Irlanda entendemos mucho de... luchar por la familia. Y de tener que irse muy lejos. Y de dolor, por desgracia. Pero también nos divertimos como nadie. - Sonrió. - No te cabe el corazón en el pecho por haber hecho lo que has hecho por el hermano de tu muchacha. Eso lo has sacado de tus dos abuelos, sin duda. Aprovecha para curarte y, si me permites otro consejo... - Señaló con la cabeza al grupito que estaba con su novia. - Júntate con Nancy. Esa nieta mía... Esa chica es lista, esa chica mantiene viva Irlanda como nadie, tiene el cielo ganado. Si queréis aprender, ella es vuestra chica. Hazme caso. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    ¿Y por qué se llama el Irish Rover vuestro pub? — Ginny sonrió con cariño. — El tío Arthur lo llamó así, y es algo muy irlandés. Como tanta gente tuvo que irse de la isla, hay pubs montados por Irlandeses por todo el mundo y casi siempre se llaman así. Y el tío Arthur es que es un Huffie de manual, así que lo llamó así para que todos los irlandeses recordaran su casa cuando vieran cualquier otro Irish Rover. — Nancy sonrió con cariño, mirando a su padre. — Mi padre tardó media vida en declararse a mi madre porque estaba seguro de que ella quería irse de Ballyknow y no quería coartarla… — ¿Y entonces qué pasó? — Preguntó Ciarán, con los ojos brillantes de un niño. — Pues que la que se declaró fue mi madre y dijo “te voy a decir algo más, Arthur Mulligan. No solo nos vamos a quedar, sino que vamos a criar a unos niños más irlandeses que los de los siete dioses, y tampoco querrán irse. — Alice se rio y señaló a Ruairi con la barbilla. — Con tu hermano lo han logrado. — Y con ella también. — Dijo Siobhán, dándole un codazo a Nancy y sonriendo con auténtico cariño desde que habían llegado. — Ella tiene que viajar por trabajo, pero mi primita es una amante de Irlanda y Galway como no hay otra. — Alice notó cómo se emocionaba y se le cogía el pecho. La forma en la que esa familia sentía Irlanda era algo que nunca había presenciado. — La verdad es que yo pensé que estábamos apegados a La Provenza hasta que he conocido a los O’Donnell. — Todos hicieron ruidos de loa. — ¡Bueno! ¡Es que La Provenza, qué maravilla! — ¡Todo lleno de lavandas! ¡Debe ser precioso! — ¿Estás de coña? ¿Qué lavandas ni lavandas, Ali? Piensa en esas playas y tanto sol… — Ella rio y asintió. — Hay de todo eso. A mí me encanta, y os prometo que, si queréis, un verano celebramos todos allí el catorce de julio, que es la fiesta nacional de Francia. — Y hubo más ruidos de aprobación. — A ver qué está pasando ahí… — Dijo Nora desde el otro extremo, con una sonrisilla traviesa. — Que nos ha invitado a La Provenza, mamá. Para que te pongas morena. — Le dijo Andrew, travieso. — ¡Uy! ¡Morena! No me voy de vacaciones desde hace años, y menos a una playa. — Pues por eso, ya es hora. — Animó Alison. Luego se acercó un poco a Alice y dijo, más bajito. — Estamos intentando pincharla para que salga más, está muy enganchada a los abuelos y con lo de que es enfermera, no los deja ni a sol ni a sombra, y al final, no vive nada. — Se giró a mirar a la mujer con cariño. Sabía reconocer una enfermera de corazón de oro entregada cuando la veía. Y conocía muy bien a las mujeres que se olvidaban de sí mismas para entregarse a los demás.

    Otra bandeja de pan, queso y bayas se interpuso en sus pensamientos y volvió la batería de preguntas de los primos. — Entonces ¿tú naciste en Inglaterra? — Dijo Wendy. — Sí, pero mi familia, ancestralmente, procede de Francia, y siempre ha habido una parte de Gallias y Sorels en La Provenza, y luego otros se han quedado en Inglaterra. Mis abuelos son de los de Inglaterra, pero creo que al final, cuando las cosas se calmen un poco, querrán irse permanentemente a Saint-Tropez, ya pasan mucho tiempo allí. La cosa es que… Yo no siento tanto Inglaterra o Saint-Tropez. Si tuviera que quedarme con tradiciones y eso, diría que Saint-Tropez, pero sé que Marcus quiere vivir en Inglaterra en un futuro, y a mí me gusta… ¿Vosotros os queréis quedar todos aquí? — Y todos asintieron. — Nosotras amamos el pub, y no tenemos otros intereses que nos requieran fuera de Ballyknow. — Yo en Hogwarts lloraba un montón. — Señaló Wendy. — Echaba de menos las vacas y las cabras, eran mis amigas también, de llevarles comida todos los días y cuidarlas con mi padre y mis hermanos. Y tenía a Wendy y Siobhán… Pero no éramos muchos irlandeses tampoco, y cuando has nacido en un entorno como este… Te ves… — Paleta. — Completó Siobhán. — No que lo seamos. Es que es como te sientes. Las fiestas son distintas, la comida es distinta… Inglaterra no es Irlanda, por mucho que estemos al lado. — No empiece con la autodeterminación de los pueblos, que vuelco la mesa. — Dijo Ginny con pesadez, y su hermana le sacó la lengua. — Chiiiiiiicas. — Riñó, con cansancio, Alison. — Intento hacer que entienda por qué queremos quedarnos en un sitio así. — Prosiguió Siobhán. — Cuando hablas otra lengua, tienes otros cuentos, otras leyendas… Y llegas a Hogwarts, y toda la magia y lo que has aprendido tiene que ver con el medio rural, y lo has aprendido a pie de tierra, de acantilado o arroyo, te ahogas en los libros. Hasta a Nancy le pasaba. — La chica asintió e intervino. — Y tú eres Ravenclaw, no hace falta que te diga que nos cuesta encajar en grandes fiestas y demás. Pero son mis fiestas, mi caos. Quería lidiar con ello a mi manera, no apartándome tanto de mi tierra. — Alice parpadeó y asintió. — Nunca lo había visto así, pero claro… Lo cierto es que vivís vuestra tierra de una forma que yo no había conocido. — ¡Pues claro, Gallia! Irlanda está en todas partes. — Saltó Ginny con alegría. — En cada gota de las pintas del Rover. En las canciones que hacemos que hasta estas dos siesas canten en la noche de karaoke. — Todos rieron. — En las estelas de piedra de Nancy, y en cada cuento en gaélico que les cuenta a sus sobrinos para que no lo olviden. En cada patata que Alison y mi madre sacan de la tierra y que luego servirá para alimentar a toda esta gente. Irlanda está en cada cosa que amamos, está en los ojos de mi hijo, y en los del primo Marcus. Al final, encontrarás que Irlanda acabará estando en muchas cosas que te hacen feliz, y entonces vas a entender lo que es llevar Irlanda en la piel. — Notó cómo se le humedecían los ojos y su sonrisa se tornaba triste. — ¡Ay no! ¿Qué te pasa? — Preguntó Wendy con voz agudita. — Que… La verdad es que… Me ha dado pena pensar que, este verano, cuando estábamos en Nueva York con Frankie y Maeve pensaba… ¿cómo puede ser tan irlandesa esta familia, si se fueron hace tanto, y sus hijos ya ni han nacido allí? Y claro, ahora entiendo que ellos piensan como vosotros, y que por eso sigues sintiendo un poco de Irlanda allí en su casa… Pero que nunca volvieron. De visita, sí, pero… Debe ser muy doloroso sentirte tan parte de algo y vivir tan lejos de ellos. — Y vio como Nancy la miraba con una sonrisa orgullosa. — Entonces ya has entendido la historia de Irlanda y los irlandeses. En realidad nunca te vas. — Y entonces se giró y miró a la abuela Molly. Tenía a Rosie sentada en el regazo que le estaba contando algo del unicornio, y hablaba con Rosaline, y ambas estaban TAN felices que las mejillas y los ojos les brillaban con luz propia. Se burlaban mucho de la abuela y su obsesión por Irlanda, pero… Es que claramente, era lo que más feliz le hacía en el mundo. Y entre toda esa gente, buscó a Marcus, los ojos de su Marcus como decía Andrew y pensó qué suerte tengo que mi isla esmeralda seas tú.






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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    - ¿De qué se habla por aquí? - Dijo sonriente y toda amabilidad Niamh, sentándose junto a su hijo Horacius en el sitio que Seamus, que ya iba botando por otro lado de la mesa, había dejado libre. Marcus aún estaba emocionado por las palabras de Cletus, y fue este quien habló. - Estaba camelándome al que claramente es mi nieto porque se parece mucho a mí... - Ya está. No vayas a estar todo el tiempo así. - Oyó a su abuelo desde su posición, que claramente no les quitaba ojo ni oído. Lawrence O'Donnell celoso era algo totalmente nuevo para él, y le hacía mucha gracia. Cillian reía con malicia, pero Niamh se inclinó hacia él. - Qué suerte vas a tener, tantos abuelos peleándose por ti. - ¿Y por mí? - Preguntó Horacius, irguiéndose, y rápidamente se asomó para preguntar a Lawrence a voces desde su sitio. - Tío Larry, ¿tú no querrías ser mi abuelo? - ¡Ya tanto que sí! - ¿Me rechazas como abuelo, muchacho? - Preguntó Arthur, con una ceja arqueada y un claro tono de broma que los adultos detectaron mejor que el niño. Se guardaron las risas, viendo a Horacius pensar a toda velocidad y sin perder la dignidad, antes de decir, con una caída de párpados. - Perdón. Quería decir bisabuelo. Me he confundido. - Slytherin no paga a traidores. - Amenazó Cletus, y Marcus botó en su sitio y le miró. - ¡Yo digo eso mismo de Ravenclaw! - A ver si voy a restringir ciertas entradas al taller. - La amenaza ahora vino de Lawrence y directa hacia él, provocando risas generalizadas en su entorno. Marcus se llevó la mano al pecho. - Abuelo, tú siempre vas a ser mi mentor y referente. Esto solo es el descubrimiento de la esencia familiar corriendo por mis venas en muchos afluentes. - Especifico. - Puntualizó Cletus. - Nieto mío por la caradura, de aquel por la elección de palabras. - Todos rieron de nuevo.

    - Cariño, déjame aquí un momentito con el primo ¿sí? - Apareció por allí Rosaline madre, y Pod, diligente (aunque un poco triste por tener que traicionar lo que le apetecía hacer frente a lo que debía hacer), se hizo un hueco para dejar a la mujer al lado de Marcus. - Cómo te pareces a Larry de joven, cariño. - Le dijo con ternura, tomándole de la mano. - La verdad es que veo muy poquito de la rama O'Connor, al menos físicamente. Ya sabes, la de mi abuela y la madre de tu abuela. Eran hermanas, ¿lo sabías? - Me lo ha contado mi abuela. - Contestó contento. Ladeó la cabeza, divertido. - Pero no se yo ¿eh? Hay por la rama de Frankie un primo que se parece a mí un montón. - ¡Oh! El tío Frankie, ¡cómo me gustaría volver a verlo! Hace tantísimos años. - Se giró hacia él, ilusionada. - ¿Y dices que hay un chico que se parece mucho a ti? Porque tú eres clavadito a tu padre y a tu abuelo. - Rio. - Coincidencias de la caprichosa genética, supongo. La verdad es que él se parece más a su madre que a su padre. - ¿De quién es hijo? - Del primo Jason. - Qué ganas de verles... - Y la mediana de ellos, Sophia, sí que es idéntica a la abuela de joven. El mismo color de pelo. - ¡No me digas! Regamos el mundo de pelirrojos. - Rieron los dos, pero debió quedarse levemente taciturno, y la mujer lo notó.

    - Oh, cariño... Les conociste en unas condiciones muy duras por lo que he oído. - Rosaline miró de reojo a Alice un momento y se acercó a él. - ¿Cómo está Alice? ¿Y su hermano? - Frunció los labios en una sonrisa. - Bien. Los dos tienen una gran capacidad para recuperarse, más que yo, estoy seguro. - Añadió una risa leve a eso. - A Alice le va a venir muy bien estar aquí, tan bien rodeada, pudiendo relajarse y aprender cosas nuevas. En cuanto a Dylan, estoy seguro de que en Hogwarts está muy contento. Se parece muchísimo a la madre de Alice. - Rosaline puso una sonrisa comprensiva pero apenada. Sí que les conocían bien, era el efecto Janet tal cual. - ¿Una buena mujer? - La mejor del mundo. - Dijo de corazón. Se encogió de hombros. - Y además, mi hermano está haciendo ahora de hermano mayor del de Alice en Hogwarts. - ¡Ay, nuestro Lex! Lo aclamadísimo que va a ser cuando venga. - No es muy de multitudes. - Pues no se ha metido en una profesión discreta. - ¡Eso es cierto! - Corroboró riendo ampliamente. Rosaline tenía una risa divertida que le recordaba mucho, efectivamente, a la de su abuela. - ¡Cuéntame más de mis O'Connor de América! Bueno, los Lacey, pero tú me entiendes. Por favor, ¡quiero saberlo todo hasta que podamos vernos! - ¡Y yo! - Se asomó Pod. El pobre estaba en un educado segundo plano pero el desbancamiento de su madre no debió hacerle ninguna gracia. - ¿Tengo algún primo de mi edad? - ¡Casi! Maeve tiene dos años más, y Ada dos años menos. Saorsie es más pequeña, Arnie es un poquito mayor que Brando pero sigue siendo un bebé, y Frankie, Sophia y Sandy son mayores, más o menos como yo, un par de años más. Y Fergus, que es el que se parece a mí, tiene catorce. - ¡Mejor! - Se acercó y dijo confidencial. - No tengo nada en contra de los gemelos, pero creo que ya somos demasiados chicos de diez años para una misma casa. - Rosaline y Marcus rieron a carcajadas, Pod era extremadamente tierno.

    Tras un rato contando anécdotas de los Lacey de América que solo hizo que tuviera aún más ganas de verles y les echara muchísimo de menos, Rosaline volvió con su abuela y Marcus se quedó charlando animadamente con Pod. - Dime, primo Pod. ¿A qué casa querrías ir? - El chico meditó. - Creo que todas tienen sus cosas buenas. - Marcus le miró con cara pilla y los ojos entornados. - Veeeeeenga. Un chico tan listo y tan protocolario como tú. - El niño rio. - No sé... Dicen que los chicos más populares están en Gryffindor. - ¡Me partes el corazón! - ¡¡¡Noooo!!! Si todas están guays. Es que papá es Gryffindor. - Chasqueó la lengua. - Y mamá es Hufflepuff. Y el abuelo Cletus es Slytherin. - ¿Yyyyy? - Sirvió en bandeja. No podía ser que el ya su primo favorito se olvidara precisamente de su casa. Encogió un hombro. - Es que no sé si soy taaaan listo como para ser de Ravenclaw... Y me dan un poquito de miedo las alturas. - Marcus le puso una afectiva mano en el hombro y le dijo. - Trabajaremos sobre ello. - Y en ese momento, miró a Alice, y sus miradas se cruzaron, y él sonrió. La veía tan integrada y... feliz. Era todo lo que quería en la vida.

    Una cucharilla flotante dio varios golpecitos en una taza también flotante, y Cletus se había puesto de pie. - Familia, como patriarca y máximo estamento, por ser el más mayor y sin duda el más carismático, de esta casa y su estirpe, quisiera hacer un brindis. - Les miró a todos. - Por esta gran familia irlandesa, en la que falta Alexander, ¡no me olvido de mi nieto Slytherin, si ya este me parece parecido...! - Uy, mi Lex es más timidillo, yo creo que la que lo va a adoptar va a ser Amelia. - ¡Con los brazos abiertos! - Dijeron Molly y Amelia respectivamente. Cletus hizo un gesto con la mano. - La cuestión es que todos estamos aquí, juntos, en mi casa. Y lo cierto es que esto no puede hacerme más feliz. - Tomó la taza flotante y la alzó. - ¡Por nosotros! Porque no tardemos tanto en volver a reunirnos. - Miró hacia Ginny y Wendy. - Y por el fiestón de bienvenida que va a haber en el pub y que va a provocar que mis dos nuevos nietos vayan al taller de mi hermano con resaca mañana. - ¡¡ESO ESTÁ HECHO!! - Clamó Ginny, pasando por encima de las quejas de Larry al respecto, pero haciendo a todo el mundo reír.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Si de algo entendía Alice era de brindis y familias caóticas, pero, por algún motivo, ese brindis de Cletus le llegó más profundo y le cogió el corazón. Miró a su alrededor y se sintió afortunada, agradecida de haber llegado hasta allí, de haber superado aquellos meses de pesadilla, como si hubiera trabajado incansablemente y hubiera encontrado un tesoro. Recordó que Sophia le explicó lo que era Acción de Gracias allí en Estados Unidos, y, por una vez sintió que ella necesitaría una fiesta así, una en la que pudiera celebrar lo que tenía, lo que había conseguido y ahora podía disfrutar. La cosa es que en Irlanda claramente esa fiesta era todos los días, por cómo se miraban, se hablaban y se cuidaban.

    Por increíble que pareciera, hubo un punto en el que la parte de la reunión en la que se comía, terminó, y los platos se pusieron muy diligentemente a guardarse en varios recipientes cerrado, en los que una vuela pluma iba escribiendo nombres. Llegado ese punto, la familia se trasladó cerca de la enorme chimenea con campana, dejando a los más mayores en los sofás y situándose el resto en sillas, en los brazos del sofá o, principalmente, en el suelo. Alice fue de las que se sentó en una de las alfombras, cerca del fuego, apoyando la espalda en Marcus, y éste en el bajo del sofá donde estaban Emma y los abuelos. Y así empezaron las risas, los piques y empezaron también a contar historias.

    La tía Molly y el tío Larry son insuperables en este pueblo. No sabéis la de veces que se ha relatado en Ballyknow lo de la feria de Saint James, con la tía Molly bailando… — NO, NO, Ginny, lo estás contando mal. — Riñó Eillish poniéndose de pie. La chica entornó los ojos y levantó su copa hacia su tía, cediéndole el testigo. — Allá va. — Dijo Ruairi bajito, alzando los ojos y mirando a su madre. — De esto que llegamos y la abuela Martha, que en paz descanse, empieza “Lawrence, ve a pedirle disculpas a Molly Lacey” y el tío Larry con esta cara. — Y puso una cara muy exagerada y graciosa. — Y cuando, después de negociarle un rato, allá va, me suelta ese. — Dijo señalando a Cillian. — Papá, dice que que al tito le gusta la seño. Vamos a obligarles a bailar. Y para cuando nos queremos dar cuenta, mamá ya había neutralizado a Rosie Lacey, y me había dejado vía libre con la tita, y yo ahí desplegando mi encanto irlandés. — Que tienes mucho, mi vida. — Le dijo Molly tirándole un beso. — Y sacamos a los dos, y la tita dándolo todo, bailando como una diosa, y el tito como… — Y se puso a hacer un baile muy ridículo con los codos para afuera. — ¡No fue así! ¡Estaba distraído! — Se defendió Larry. — ¡Claro! Porque estabas mirando a la tita. — Picó Cillian, entre risas. — Y la pobre Nora, que era chiquitísima, intentando seguirnos el rollo sin morir pisada por el tito Larry. A ese punto ya estaban todos muertos de risa, Nora la que más. — Pero entonces les miré, y recuerdo pensar… Cuando crezca… Quiero un hombre que me mire bailar así. Porque, tito… Tenías todas las hogueras de Saint James en los ojos, te lo juro. — Dijo mirando con cariño al abuelo. — Maldita seas que tienes todo el encanto de tu padre pero toda la inteligencia de tu abuelo Horacius. Ven aquí. — La llamó y le dio un beso orgulloso en la mejilla, y Alice miraba con admiración ese cariño tan antiguo, porque en ese momento no eran dos personas con ya bastantes años encima, ambos abuelos de sus propios nietos, eran un tío y una sobrina que se picaban y se adoraban.

    Y lo conseguiste, cariño. — Dijo Molly. — Y mi historia será conocida, pero tú pasarás a la historia como la única mujer de Ballyknow que se declaró hasta la llegada de nuestra Wendy. — La aludida se ofendió entre las risas. — ¿YOOOO? No, no, no, tita, yo hago que se me declaren. — Yo casi que también. — Dijo Eillish, encogiéndose de hombros. — Pero es que no se decidía este hombre. — Señaló a Arthur, que se señaló a sí mismo confuso. — Si es que yo pensé que qué iba a hacer una muchacha tan lista, y con esos ojazos azules y ese cerebro, que tenía de tío al único alquimista, de abuelos a los aritmánticos, y de padres a los héroes de la guerra de Ballyknow… Conmigo. Que era lo más normal del mundo y solo veía futuro aquí. — Molly suspiró. — Qué chico, siempre quitándose valor. Mira que yo se lo decía "ese Mulligan es para ti, mi niña. Ése sabe verte". Y no me equivocaba ni un poquito. Desde la escuela lo supe, vaya. — Nancy gateó hasta su padre y se apoyó en su regazo. — Cuéntales que hacías con mamá las noches de verano. — A ver cómo se va a poner este relato… Que todavía soy su hermano mayor. — Picó Cillian. Arthur negó y se encogió de brazos. — La llevaba a la cuna de los gigantes para que todas las noches, nos contáramos el uno al otro una leyenda. Porque me encantaba oírla hablar, y allí nadie la interrumpía, y de paso a mí tampoco, que enseguida me trababa y me aturullaba. — El “awwww” fue generalizado, aunque Alice estaba segura de que no podía ser la primera vez que oían eso.

    La cosa es que no pude ni pedirle la mano, porque ella siempre era más rápida. Y un buen día llegué a esta casa, por ese mismo camino, todo arreglado, con mi espino blanco en la solapa de la mejor chaqueta que tenía y el anillo en la mano, y según me vio de la puerta ya sabía a qué venía. Y yo que se lo quería pedir a Cletus y todo eso, pero nada, me abrió de la puerta y, según me vio, se giró corriendo para dentro… — ¡MAMÁÁÁÁ! ¡NORAAAAA! ¡VOY A CASARME! ¡MAMÁÁÁ! ¡ME CASO CON ARTHUR MULLIGAN! — Imitó Nora, fingiendo que gritaba. — Y yo que estaba leyendo el periódico, peor bueno, ya me hice una idea del asunto y salí y le miré. Y me hizo ese gesto tan de Arthur de encogerse de hombros con cara de “no sé ni cómo he llegado aquí”, mientras la otra que poco menos que sacaba ya el velo, y nada, me subí a una banqueta para palmearle la espalda y le dije “pasa, hijo, pasa, si es que ellas siempre van por delante”. — Y ya sí que el estallido de carcajadas fue generalizado, incluido del propio Arthur y de Nancy más que de nadie, mientras miraba con adoración a su abuelo.






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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Marcus lo de comer hasta reventar lo sabía bien, con Molly todas las comidas eran así y él daba cuenta de ellas con gusto. Pero ver TANTA comida, comer TANTÍSIMO y que, aun así, sobre TANTO, era nuevo para él. Podría decir que había comido toneladas y que habían sido guardadas otras tantas. Pero no le importaría acabárselas más adelante u otro día, porque todo estaba delicioso y en aquel ambiente familiar podría quedarse hasta aburrirse.

    Junto a sus padres y Alice buscó su hueco en la reunión cerca de la chimenea. Aquello se antojaba como un sueño ( y ya se encargaría en próximas reuniones de replicar ese escenario pero con el bebé en brazos, aún no tenía tanta confianza como para demandarlo). Pod parecía haberse quedado con las ganas de sentarse con ellos, pero se vio falto de hueco, e igualmente parecía bastante unido a sus padres y a su hermana y no le importó colocarse con ellas (Seamus tenía autonomía propia y se iba cambiando de sitio a conveniencia). Había llegado uno de sus momentos favoritos en las reuniones familiares: las historias. Y estaba convencido de que iba a llevarse una buena tanda de las que no había oído nunca.

    Precisamente esa sí se la sabía, pero no la había oído contada por "mis adorables niños", como les definía su abuela, o "esos diablos que tengo por sobrinos", como les describía Lawrence, por lo que atendió con una sonrisa tan ancha y los ojos tan abiertos que hasta le dolían los músculos de la cara, riendo sin parar. Se enterneció por la forma en la que (después de meterse con él, eso sí) Eillish definió el amor de sus abuelos, apoyando la mejilla en la cabeza de Alice y rodeándola con cariño. La historia viró hacia la propia declaración de Eillish, anécdota tan tierna y graciosa como la anterior. Miró a Alice con cariño y luego devolvió la vista a los protagonistas, pero claramente pensó que eso tenía que hacerlo él con su novia. Con lo que les gustaba las leyendas y las estrellas...

    El momento declaración le hizo estallar en carcajadas. - ¡Vaya! Con lo preparado que ibas. - Se compadeció del hombre, pero entre risas, aumentando estas con los aportes de Cletus. - ¡Esa se ríe mucho de mí, pero no se queda atrás con su declaración! - Señaló Eillish a su hermana, y esta a sí misma con cómica sorpresa en el rostro. - ¡Disculpa! Mi relación fue perfectamente natural, forjada y preciosa desde el colegio. - ¿Segura? - Preguntó su propio esposo con una ceja arqueada, desatando la risa general. Nora chistó e hizo un gesto de restar importancia con la mano. - ¡Qué melodramático ha sido siempre! - Me tenía bebiendo los vientos por ella... - ¡Qué ofendido! El caballero andante del colegio que se abanderaba a todas las causas. - ¡Por tal de llamar tu atención! ¿Quién consiguió que quitaran las zarzas de los alrededores de las gradas de quidditch de Ravenclaw porque los bebés moonclaf con los que te habías encariñado se hacían daño ahí? - Aaaw. - Se enterneció Niamh, pero Nora siguió negando. - Le llamaban la atención las cosas azules. - Menos mal que esas zarzas ya no estaban cuando llegué yo. - Le susurró Marcus a Alice, divertido. - Y los pobres se enredaban y se pinchaban. Había que hacer algo. - ¡Y yo lo hice! Mis buenas peleas tuve con el señor Perkins, con el miedo que me daba. - Marcus miró a Emma súbitamente, y vio que Arnold escondía una risilla tras la mano. Pero su madre estaba dignamente escuchando la historia como si aquello no fuera con ella y acabaran de mencionar a su maestro de duelo predilectísimo.

    - Yo estoy contigo, papá. - Aprobó Siobhán. - Siempre a favor de las causas justas, sean las que sean. - Menudo corazón roto Gryffindor tuve que aguantar. - Se quejó Cillian, lo que provocó otra mirada tan sorprendida como dolida de Edward. - Al menos no iba por la vida con antorchas como su hija. - ¡Eh! - Ahora la ofendida fue la chica. - Pero era el perfecto caballero de un drama romántico. Y esta haciendo galletas en la sala común. - ¡Tenía muchos amigos y amigas! - Se defendió Nora, encogiéndose de hombros. - ¡Y Edward era uno de ellos! Pero no sé qué quería que... - No se la oyó terminar por las carcajadas y comentarios generalizados. - ¡Mamá, por favor! - Clamó Ginny entre risas. - No creo que a los Hufflepuffs haya que explicaros ciertas cosas... - Pues era bastante más ingenua que como me han salido mis hijos, clarament... - Tampoco la dejaron terminar con eso por las mismas reacciones. Se cruzó de brazos con una ofensa nada creíble, pero Edward, ya riendo, la abrazó por los hombros. - Era la chica más dulce y bonita de Hogwarts. Me conquistó el primer día. Pero era tan interesante y tenía tantos amigos, y yo... bueno, no era el alma de la fiesta que digamos... - Yo soy adoptada, definitivamente. - Comentó Ginny con un suspiro de resignación, dando un sorbo a su bebida. - Que claro, no me sentía con posibilidades. Pero cada vez que la escuchaba lamentarse por una injusticia, ¡ahí iba yo! Levantaba el colegio si hacía falta. - Bien lo hiciste, sí. Una vez hasta convocó una huelga. - Marcus abrió mucho los ojos, pero la exclamación ahogada vino por parde de Nancy. - Qué feo, tío Edward... - Espero que no fuera contra Perkins. - Pinchó Arnold. Él negó. - ¡Fue sin querer! Y no fue una huelga académica, fue una huelga de hambre. Todo porque vuestra madre y sus amigos se habían llevado a la sala común a un elfo de las cocinas porque le habían visto seriamente enfermo y sin querer abandonar su puesto y los profesores les habían castigado y quitado puntos. ¡Era sumamente injusto! No me digáis que no estáis conmigo. -Yo no les conocía de nada. - Aseguró Cillian, tapándose con una mano.

    - Pero si me tenías conquistada de siempre, tonto. - Dijo Nora con dulzura. Eillish soltó una risita aguda. - Luego dirá de mí. Esta sí que salió de Hogwarts con el vestido puesto.  - ¡Aish, no es verdad! - Respondió la hermana pequeña, pero sin mucha convicción y ruborizada. - Fue lo de Martha lo que me convenció del todo. - ¿¿Yo?? - Se sobresaltó la aludida. Tanto ella como su "amiga" Cerys estaban manteniendo un perfil muy bajo y discreto en la reunión. Nora la miraba con obviedad. - Claro, cariño. ¿No te acuerdas cuando se te perdió Muquita? - La mujer miró hacia arriba, haciendo memoria. Edward suspiró. - Casi muero a causa de la dichosa Muquita... - Fue muy considerado por tu parte. - Dijo Nora con cariño, poniéndole una mano en el hombro. Les miró para dar más datos a la historia. - Era un ternerito muy pequeño que mi hermano le regaló a Martha siendo ella muy pequeñita, y se escapó. ¡Cómo lloraba! - Y tan pequeñita que tenía que ser. ¿Yo no tenía como... tres años cuando os casasteis? - Ginny soltó una risotada. - Sí que corrísteis para tenerme, papis, no perdisteis el tiempo... - ¡Gin! - Exclamó Wendy, impactada. - Un respeto a tus padres, por favor... - Se aguantaron la risa mientras retomaban la historia. - La cosa es que Edward se fue al monte en mitad de la noche a buscar a Muquita. Y nosotras en la ventana. Y le escuchábamos llamarla: "MUUUU, MUUUU". - Bueno tampoco son necesarios los detalles. - Se azoró el aludido, pero su mujer estaba enternecida. - ¡Por favor, me emociono cuando lo recuerdo! Con la niebla que hacía, que no se veía ni la cerca. - Vaya temeridad, papá. - Negó Siobhán, como si no fuera Gryffindor ella también. - ¡Y de repente aparece entre la niebla... con Muquita en brazos... y el abrigo al viento! - Uuuh mamá, para, por favor, a ver si me voy a tener que poner a echar cálculos con mi cumpleaños. - Se burló Ginny de nuevo. - Y mi Martha aplaudía y reía como loca viendo a su ternerito. Ahí me conquistó del todo. - Y esto es Irlanda, queridos ingleses. - Retomó Cletus. - Después de años de Hogwarts, mi hija decidió casarse con un hombre porque le rescató una vaca. - El estallido fue generalizado otra vez. - A mí me parece un gran acto de amor. - Que yo no me veo haciendo, pero bueno, dijo y pensó acto seguido Marcus, pero le había encantado la historia.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Se avecinaba cruce de historias entre las hermanas y ella quería la primera plana allí para enterarse de todo. Eso sí, cuando empezaron, aunque se murió de amor con lo de los mooncalfs y se rio con lo que dijo Marcus, le susurró. — La historia de una huffie como Nora ya nos la sabemos. — Se acordó de su Poppy y Peter y suspiró, pero sin perder la sonrisa. — Si acaban la mitad de felices que ellos, me daré por satisfecha. — Dijo con cariño.

    Miró a los lados cuando se mencionó “huelga” allí y cuando Nancy metió baza, tuvo que contenerse una risa, pensando “te vas a hacer mejor amiga de tu primo antes de que te des cuenta”. Pero enseguida se unió al coro de risas, porque la verdad es que no tenía precio oír las historias así contadas. — Awwww. — Dijo poniéndose las manos en el corazón. — Espera ahí, que la cosa se pone irlandesa. — Susurró Alison con una mirada pilla, mientras aprovechaba para recolocar a Brando.

    Y efectivamente, no estarían en Irlanda si no aparecieran vacas y patatas en esa historia. La escena era para imaginársela, y encima Martha ni se acordaba, y entre eso y los comentarios, Alice estaba desmayada de la risa. Se fijó en Emma y hasta ella estaba riéndose, no escandalosamente como los demás, pero de corazón, y eso lo veías en cuanto la conocías. Ella, por su parte estaba llorando de risa solo de imaginarse a Edward mugiendo en la niebla y llegando con la vaca en brazos, era demasiado para una chica claramente demasiado cosmopolita para Ballyknow, porque sería un gesto muy bonito, pero tanto como determinante para una boda no lo veía. Se apoyó en el pecho de Marcus y empezó a acariciar su mano distraídamente con cariño. Algún día esos serían ellos y esperaba seguir contando con esa enorme familia y formar parte del anecdotario.

    Todas las historias son preciosas. Cada vez lo tenéis más difícil de superar. — Picó a los jóvenes. — Oh, la pedida de Patrick fue de libro. Como la de nuestro padre fue tan rematadamente mal… — Dijo Wendy, de brazos cruzados y negando con la cabeza. — Se fue a casa de Rosie y lleno el jardín de espinos blancos. — Miró a su hermano. — Sutil tú, hermanito. Y él iba con su traje y tenía un hechizo invocador del anillo y todo. — Alice rio y le guiñó un ojo a Pod. — Ya vemos de quién ha sacado las maneras de caballero. — Es que un buen O’Donnell tiene que hacer una petición de mano como Merlín manda… — Dijo Lawrence poniéndose muy recto. — Se nota que los tíos estaban ese verano aquí ¿eh? Porque un encantamiento así a mi primo solo no le sale. — Saltó Ginny guiñando un ojo. — ¡Hombre! Y es que encima iba a pedírselo a mi sobrina, había que ayudar. — Presumió Molly. Ella miró a Marcus y rio, mirando luego a los demás. — Ya decía yo que algo así me sonaba a Marcus. Y si suena a Marcus, suena al abuelo Larry. — Patrick estaba muy rojo, y rodeó a Rosaline con un brazo. — Si uno hace las cosas las hace bien. — Alice asintió. — Sí, esa es mi rama de los O’Donnell. — Pero miró a Cillian, que para lo picón que era y estar hablando de su hijo, estaba muy callado. — Pero ¿por qué la tuya fue mal? — El hombre rio y se frotó las cejas, mientras se levantó un murmullo. Vaya, ya había hablado de más. — ¡Ay! Pero si en el fondo fue muy bonito. Yo lo recuerdo todo precioso, al menos. — Aseguró Saoirse.

    A ver, por si no lo sabéis, yo tengo otro hijo, que no es de Saoirse, es de una mujer de Galway, de familia bastante bien posicionada en Inglaterra que solo venían aquí los veranos. Y bueno pues un verano… Hicimos a Johnny, pero ninguno de los dos tenía intención de casarse. Y eso ahora no estará tan mal visto, pero entonces, y más para una familia de tanta posición mágica, era un escándalo, y ya sabéis cómo pueden ser los pueblos. Así que yo me gané muy mala fama, porque enseguida se dijo que la había dejado y todo eso. Y es no conocernos, porque yo no habría dejado que abandonara a la chica y a un nieto mío. — Dijo Amelia, poniéndose muy digna de repente. Claramente el tema aún era delicadillo. — Pero bueno, yo seguía con mi vida, y poco después, empecé a llevarme mucho con Saoirse, porque ella iba mucho al bosque a por bayas… — Tonterías, iba a verle a él, pero bueno, algo tendría que decir que iba a hacer, no podía solo ir a contemplarle. — Y por fin volvieron las risas y algo le decía a Alice que venían para quedarse. — El caso es que empezamos de novios, y yo pues muy despacito y con tiento, porque ya me había ganado una fama, pero esta mujer… — Yo es que estaba muy enamorada. — Aseguraba Saoirse mientras bebía de una taza, con su gran sonrisa. — Y este que hasta que no nos casáramos nada… — A ver si puede ser una versión adaptada de esta bonita historia, para cuando vuestros nietos la difundan. — Pidió Patrick, poniéndose tenso como solo un O’Donnell podía con esos temas. — Los liados creen en el amor libre. — Aseguró Seamus, subiéndose en el regazo de su abuela. — ¡Pues claro que sí, mi vida! Total, que le dije pues muy bien, pues nos casamos, y yo pensando que con eso estaba todo hecho, y voy y me encuentro con que no, que quieren montar un numerito O’Donnell, y nada, que quiere ir a hablar con mi padre, y yo, pues bueno pues nada, ve. — Cillian suspiró y asintió. — Y el padre de Saoirse me dijo que no, que no me dejaba casarme con su hija. Que yo era un tarambana y que no le iba a dar a su hija a cualquiera. Y total que me fui a casa hecho polvo, ahí a llorarles a mis padres. — Mi niño, el pobre, no se merecía eso. — Afirmó Amelia, sentida, y Alice empezaba a ver de dónde venía también la teatralidad de Wendy. — Y en estas que estoy yo recogiendo la mesa y veo unas maletas volando por el jardín, y me asomo y veo a esta mujer, entrando por el jardín y diciendo “hola, Cletus” Cletus, eh, ni señor O’Donnell ni leches, “perdona, que a veces las maletas no me hacen caso pero me da penilla echarles un hechizo más fuertes, también ellas deberían tener libertad”. Y yo con los ojos con los platos diciendo “Cillian, hijo, creo que tu novia está aquí”. — Y a ese punto, la propia Saoirse estaba muerta de risa, contagiando a todos. — Claro, si es que ¿qué iba a hacer? Pues nada, dejé al viejo tonto ese en casa, contando sus medallas de héroe de guerra y sus tonterías, porque a ver si es que yo era su propiedad o algo, y me vine con todo aquí. Y se lo puse muy claritop: “Cillian, yo si tú quieres nos casamos mañana mismo” y ya pues Amelia me paró los pies y dijo que bueno, que al menos pudiéramos planificar algo, así que llamó a la tía Molly y a las O’Connor y me hicieron un vestido preciosísimo en diez días, y mientras, mis cuñadas, que son lo mejorcito, lo dispusieron todo, y el tío Larry haciendo unas cosas de alquimista preciosas preciosas, y ya ves, para cuando mi padre se quiso dar cuenta ya era el día de la boda, y yo pensando que no se iba a presentar… — Bueno, se presentó porque fui yo a su casa y con esta labia heredada de mi padre le dije “señor, voy a casarme con ella igualmente, está todo listo. Usted sabrá si se quiere perder la boda de su hija” y justo cuando íbamos a entrar, apareció allí, con su uniforme de gala. — Amelia suspiró y entornó los ojos. — Anda, que me tenía que haber presentado yo con la cofia y el delantal blanco también. — Y a todos les dio la risa fuerte con eso y el ambiente terminó siendo tan festivo como en las otras. — Reconozco una liada Hufflepuff cuando la veo. — Dijo de corazón, y eso le hizo soltar una fuerte carcajada a Cletus. — Eso fue, hija mía, una liada Hufflepuff, pero benditas sean ellas, porque son las únicas capaces de hacernos verdaderamente felices.





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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Miró a Patrick con los ojos brillantes y muy abiertos, casi se parecía a Pod ahora mismo. Pero es que la historia del campo de espinos blancos era como para tomar buena nota de ella, y asintió enérgicamente a los comentarios sobre las adecuadas pedidas O'Donnell. Eso sí, tenía otra detrás, ni más ni menos que el espinoso tema de la juventud de Cillian, que la abuela había restado importancia pero claramente era asunto delicado (si bien tampoco su familia parecía especialmente incómoda ni espantada, habría que ver ese tema entre los Horner cómo se llevaría). Y desde luego la esposa de Cillian no parecía tener ningún problema con el asunto, todo lo contrario.

    Le enternecía y le hacía reír lo decidida que estaba Saorsie teniendo en cuenta todo lo que Cillian contaba, y menos mal, porque gracias a ella fue que estaban donde estaban. Se tuvo que tapar la boca para reír, un poco azorado incluso al igual que Patrick, porque los mayores empezaban a hablar cada vez con más sinceridad y había mucho niño presente. Niños como el más pequeño exceptuando a Brando, que no tardó en declararse a favor del amor libre, y ahí sí que se le escapó tanto la incredulidad en los ojos como la carcajada. Ahora se reía, pero si un día tenía hijos, desde luego que no se los dejaba solos a Siobhán, que eso veía de algo que había oído en sus manifestaciones, seguro.

    Abrió los ojos con espanto. - Me pasa eso a mí y me muero. - Aseguro con la negativa del padre de Saorise a la boda. Eso sí, lo de "hola, Cletus", aparte de hacerle llevarse las manos a la boca en el acto de impresión por ruptura de protocolo, le devolvió la risa. - No me lo puedo creer. - ¿Verdad? - Le susurró Pod. Había conseguido arrastrarse al lado de ellos. - Si el padre de la chica que me gusta me dijera que no, me hundiría. ¡Y si la chica viene y le habla a mi padre así, ya sí que me traga la tierra! - Estoy contigo, primo. - Le dijo al chico, pero aguantándose la risa, porque esa indignación protocolaria era muy graciosa en un niño tan pequeño... Vale, se estaba notando las miradas de sus padres y Alice encima. Yo no era así, pensó de primeras, y luego elaboró mentalmente toda una extensa argumentación por si le insistían en ello, pero no dignificó nada con respuesta alguna.

    Pod y él suspiraron de alivio. - Menos mal que acabó bien, ¿eh, primo Marcus? Si no, quizás no estaría yo aquí. - Totalmente. - Le reafirmó muy serio, a pesar de que ese "quizás" era prácticamente una seguridad y solo la duda le hacía gracia. Eso sí, el comentario de Amelia sobre su uniforme de enfermera desató una risa estruendosa y generalizada. - Pues con esta liada y todo. - Continuó Cillian. - Me han salido un hijo extremadamente protocolario y pomposo... - Será que es de mi rama. - Pinchó Lawrence, mirando a Cletus, pero los comentarios sardónicos no le salían tan bien como a su hermano. - Y dos hijas solteras... - Oh, papá, Martha no está soltera. - Suspiró Wendy, recibiendo en el acto las miradas de Martha y de Cerys. También recibió un manotazo por parte de Ginny. Desde luego, que era "secreto" porque ellos querían que lo fuese, pero algo le decía que eso se acababa destapando antes de que ellos se fueran de Irlanda. - ¡Y yo no estoy soltera por gusto! Bien saben los siete que lo he intentado. - Y me da que no todo el mundo estaría de acuerdo con esa afirmación. - Devolvió Cerys, monocorde, haciendo que todo el mundo aguantara risitas por lo bajo y mirara al pobre chaval de Connemara de reojo. El chico pretendió ser uno con la pared, pero no le estaba saliendo muy bien. - Sí, en eso sí puedo decir que la niña ha salido a su madre: se declara con mucha facilidad. - Bueno. - Puntualizó Saorise al comentario de su marido. - Yo no era tan enamoradiza. De uno me enamoré y a uno me declaré, no iba declarándome por ahí a lo loco. - ¡¡Oye que sigo aquí!! - Se ofendió Wendy, alzando los brazos. - A esta lo que le pasa es que le van los maduritos... - ¡¡Chicas!! - Riñó Patrick a Ginny, señalando con intensidad a los niños, pero Andrew y Allison estaban llorando de la risa. Martha y Cerys habían vuelto a su posición de tranquilas, silenciosas y discretas en la reunión.

    - ¡Y tú deja de reírte! ¡Que tienes mucho que contar! - ¿¿Yo?? - Se señaló Andrew, secándose las lágrimas. Wendy se cruzó de brazos y señaló a Brando con cara de evidencia. - A ver... - Alzó el otro las manos. - Que nosotros también somos novios desde el colegio. - Una historia de amor bien bonita. - Apuntó Allison con una sonrisilla orgullosa, y automáticamente... les miraron a ellos dos. Marcus tardó varios segundos en darse cuenta de que tenía TODAS las miradas encima, que no eran pocas. Se envaró y prácticamente soltó a Alice, alzando las manos. - ¡No no no! Venimos aquí a continuar nuestros estudios de alquimistas, a conocer nuestro principio, y aún es pr... - Tampoco a él le dejaron terminar. Oyó a Arnold carraspear. - Más os vale a los dos que así sea. - ¡Papá! - Se ofendió. Y, acto seguido, le señaló. - ¿Hablamos de pedidas marca O'Donnell? Que cuente mi padre la suya. - Traidor. Solo había que traerte a Irlanda para que me traicionaras, la sangre Slytherin... - ¡Tú has desconfiado de mí a la primera que te han dado opción! Eso no se le hace a un hijo, padre. - Todos se estaban riendo mucho (bueno, su padre no tanto). Wendy, después de reírse, bufó y afianzó el cruzar de brazos, mirando a Andrew de reojo. - Yo lo que sé es que esos se han vuelto a librar... - Su primo le sacó la lengua, pero, para sorpresa de todos, la que habló fue Emma. - La verdad es que nuestra pedida fue... un poco tensa. - Ay, hija, yo no quería ser indiscreta. - Saltó Amelia, otra que le había faltado tiempo en cuanto había tenido opción. - Pero tu familia... es un poquito... Vamos, quiero decir, como la de mi Saorise, que bien linda es, como tú, pero... - Son mucho peores. - Especificó Emma, con una calidez poco frecuente en ella hablando de su familia, debía ser el entorno. Wendy suspiró. - Voy a confesar una cosa, no sé si os disteis cuenta... pero yo me quedé prendada de tu hermano Phillip, Emma. - La carcajada fue estruendosa. Wendy les miró a todos con indignación. - ¡¿Y ahora qué?! - ¡Hija, que no paraste de perseguirle y decirlo en toda la boda! - Dijo su madre, y su hermano añadió. - Y te pasaste una semana llorando porque nunca encontrarías otro hombre así. - ¿¿Pues sabéis qué?? Me ha dicho el primo Marcus que se ha casado con una más joven. - Marcus se encogió, no quería sufrir la ira de su madre ante semejante delatamiento, pero la atención seguía puesta en Wendy. - Así que igual hasta habría tenido alguna oportunidad. - Se escuchó un suspiro leve proveniente de Ciarán, que seguía allí a pesar de que la que claramente era su enamorada no se daba ni cuenta.

    - Vale, vale. Nos toca contar historia. - Se animó Arnold, y contó la pedida que ya ellos habían escuchado anteriormente (eso sí, con menos alcohol que cuando la contó en La Provenza) y volvieron a reír, porque no perdía. - Si algo me quedó claro. - Apuntó Emma, mirando a su marido con cariño. - Es que... quería algo así. Era... diferente, y me costó. Pero quería calor familiar. No lo tenía en mi casa. - Pues aquí tendrás todo el que quieras, hija. - Aseguró Amelia, alargando la mano hacia ella para estrechársela. Por supuesto que la elegantísima y prestigiosísima esposa de su favoritísimo sobrino Arnie diciendo que quería calor familiar iba a tener la alfombra roja tendida por parte de Amelia. Wendy volvió a su pose de dignidad. - Pues el día de mañana, si no tengo una pedida así, pidiendo respetos a mi padre, no quiero nada. - Ciarán se removió en su sitio. Todos parecían notarlo menos ellas. - ¡Ay, chica, qué ganas de formalismos del medievo, de verdad! - Exclamó Ginny. - A mí, como me vengan así, les digo que no directamente. ¡Tuviera que ver que se lo pidieran a mi padre en vez de a mí! - Bueno, me refiero, primero a mí y luego a mi padre... - ¡Que no! Que no quiero yo nada de eso. - Pueeees... - Interrumpió Ruairi, que también estaba muy callado. Todos los ojos se pusieron en él. Los de Ginny, amenazantes. - Tú cállate. - No he dicho nada, prima. - Ni lo vas a decir. - ¿Nos estamos perdiendo algo? - Preguntó Edward, que por algo era el padre de la aludida. Ginny apretaba los dientes, pero Ruairi hizo un gesto con la mano. - Nada, nada, tío Edward... no es como que... cierto chaval... - Calla. - ...De mi gremio... Hiz... - Y recibió un cojinazo que le tiró para atrás, levantando risas pero, sobre todo, incertidumbre.

    - ¡¡Aquí pasa algo!! - ¡Más vale que no! - Dijo Wendy, indignada y mirando a Ginny. - Y que no fuera en el bar en el que yo TAMBIÉN trabajo. - Fue mientras estabas de viaje en Cork. - ¿¿EN SERIO?? ¡¡Tía!! ¡Jopé, para una vez que me voy de viaje, y no me lo cuentas! - ¡¡Es que no hay nada que contar!! - Se defendió Ginny. - ¡No es más que un estúpido que me puso en ridículo! - ¡¡Oye!! - Saltó Niamh. - ¡No hables así del pobre Barry! Le tenías encandilado y lo hizo con toda su buena intención. - ¿¿Pero qué hizo?? Hija, no nos cuentas nada. - Reclamó Nora, entre sorprendida, curiosa e indignada. Ruairi se hizo con el testigo de nuevo. - Entrenar a unos duendecillos de Cornualles para que le hicieran una danza de pedida de noviazgo siguiendo su canción favorita en el bar. - ¿¿CÓMO?? - Y Merlín sabe lo difícil que es eso. Claro, estaba tan centrado en la performance que no calculó bien los tiempos y lo hizo cuando el bar aún estaba para abrir, y apenas lo presenciamos Niamh, yo y los tres borrachos del pueblo. - Tampoco calculó bien mis ganas de matarle. - Dijo Ginny, tensa. - ¡Apenas habíamos hablado dos días! - Niamh se encogió de hombros. - ¿Qué quieres que te diga, chica? Fue amor a primera vista... - Que dé gracias a que no había nadie, lo llega a hacer con MI BAR lleno de gente y LO MATO. - Hasta sus padres se reían sin parar, y eso que negaban con la cabeza, incrédulos de no saber nada de esto.




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    Lun Nov 27, 2023 8:22 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Pod era lo más cercano que había tenido en años a ese Marcus asustadizo y extremadamente protocolario del que ella se había enamorado y que siempre había tenido miedo de ahuyentar, y era oír a Pod asegurar que se desmayaría, que no podría con tanto caos y el daban ganas de decirle “espérate ahí, verás”, pero simplemente le miró enternecida. Luego sonrió y alzó las cejas al comentario de Larry. Casi que podía ver eternamente a Marcus y Lex así, y eso le cogía le corazoncito y le hacía tener fe en el futuro de su familia.

    Claro, que en todas las familias tiene que haber un bocazas (en la suya había muchos) y en esta era Wendy, que se llevó las miradas fulminantes de su hermana y Cerys y un dardito de esa última. Pero, como buena Gryffindor bocazas, Wendy era bastante impermeable a los darditos, igual de impermeable que parecía la intención de Ciarán de demostrarle a la chica que tomaba nota de todo y no se iba a ningún lado. Y claro, ya tenía que salir el tema de los maduritos y Phillip y Alice le costaba mucho contener la risa, porque trataba de imaginarse al sin sangre de Phillip con una mujer tan arrasadora y los Horner con alguien tan deslenguado.

    Pero de repente, y casi sin que se diera cuenta, se cambió el tercio, se perdió parte de la conversación, y todos les estaban mirando. Marcus se apresuró a negar y vio como todos alternaban la vista entre Brando y ellos, y ya por fin entendió. — Nuestro bebé va a ser la licencia de hielo. A ver si es posible que esta nos la saquemos con más tranquilidad. — Pero si triunfasteis en el examen. — Dijo Cletus haciendo un gesto con la mano. — El que vale, vale. — Ella se encogió de un hombro y ladeó la sonrisa. — Nosotros siempre queremos mejorar. — E hizo como que miraba a los lados. — Y veo ya muchos niños por aquí. — Faltan niñas. — Aseguró Rosaline, acariciándole el pelo a la suya. — Los O’Donnell hacemos más varones, tradicionalmente. — Aseguró Cletus de nuevo. — ¡Eso mismo he dicho yo siempre! Que nos faltaba una niña. — Dijo Arnie espontáneamente, y acto seguido se recogió un poco sobre sí. — Pero vamos, que yo a mis dos chicos los adoro y aquella es como si fuera mía a todos los efectos, así estamos bien.

    Y, como si no se hubiera traicionado él a sí mismo sin parar, tras un poco de falsa ofensa, su suegro contó la historia de la pedida de mano, aunque le salió más relajado y formal que en La Provenza. Lo que le sorprendió fue la sinceridad y la espontaneidad de Emma al respeto. Claramente, si algo sacaba esa faceta suya eran los O’Donnells como concepto. Ella se giró y la miró sonriendo. — Pero es que Emma no es Horner. Ella es otra cosa. Es Emma, y ha creado una estirpe única. — Ohhhhh eso es una nuera. — Dijo Nora con adorabilidad y su suegra sonrió. — Es mucho más que eso. Es un reflejo de la mejor amiga que he tenido, que fue su madre, y ella también era única. — Los ojos de Alice brillaron. Menos mal que el tema volvió a ponerse gracioso con Wendy y las pedidas, pero no pudo resistir articularle un “gracias” a Emma, antes de volverse hacia Marcus otra vez.

    Como mi tata conozca a Ginny va a haber una convergencia en el universo y habrá riesgo de estallido. — Le susurró a Marcus. Pronto le dio la risa solo con imaginar la escena en el bar y por cómo lo contaban Ruairi y Niamh y, cuando Ginny la miró, solo pudo encogerse de hombros y decir. — Hombre, parece muy cuqui hacer eso, y buena intención tendría el chaval. — La mujer suspiró fuertemente. — Vamos, en eso estaba yo pensando, en darle bola a semejante personaje…

    Entonces ella miró a Ruairi y dijo. — Tú no te escapes, que me juego una mano a que se lo pediste con una criatura. — El chico enrojeció y se tapó la cara. — Salió… Regular. — Y Wendy empezó a reírse chillonamente, claramente poseída por el recuerdo. — Oye ¿tú has estado en las de todos o qué? — Y los primos asintieron al unísono. — Es que va cogiendo ideas, si fuera Nancy las estaría apuntando en una libreta, pero bueno, aún confía en su memoria. — Señaló Andrew. Niamh estaba mirando con absoluta adoración a su marido. — Pero si fue precioso, mi amor. — Ruairi seguía tapándose los ojos. — Pero, conejita, si no tuvimos ni anillo. — Pero seguro que aparece el día que menos nos lo esperemos. — A ver que me estoy perdiendo. — Reclamó Arnold y Ruairi suspiró. — Yo le regalé a Niamh un escarabato cuando estábamos en Hogwarts, Crowley. Y le quiere tanto y él se entrega tanto a ella que dije, ay, qué buena idea si le doy el anillo a Crowley y él se lo lleva. Y claro… — No nos preguntó a ni ninguno si era buena idea, porque le hubiéramos dicho que no. — Apostilló Martha, negando con la cabeza. — Total, que era la feria de Saint James, y Niamh preciosa, como es ella, con su corona de conchas, y saco a Crowley, le doy el anillo, y el bendito animal sale corriendo como si corriera por su vida. Y claro, ya nos lanzamos todos a por él, media familia buscando. — Yo no, como comprenderéis, no comulgo nada con esta costumbre tan pueblerina de correr detrás de los animales. — Apostilló Ginny. — Al final yo le hice un hechizo trampa y lo capturamos. — Dijo Nancy como si fuera una obviedad. — Pero al ir a cogerlo no hubo forma de que soltara el anillo. Y así estamos hasta hoy. Y ya le tuvo que decir cual era el plan, menos mal que me ama y aun así se emocionó muchísimo. — Uno de estos días lo voy a sacudir y va a salir, ya verás. — Aseguró Niamh. — Sí, con esos dos ya por el mundo y lo que llevéis de casados. A quién se le ocurre, un anillo y un escarabajo...— Dijo Eillish con un puntito de indignación. Claramente, junto con Nancy y Patrick eran los únicos que conocían el orden.

    Entonces, sintió la manita de Pod sobre la suya. — Prima Alice, sería muy bonito que contaras cómo te pidió el primo Marcus que fueras su novia, yo estaría encantado de oírlo, vamos. — ¡AY SÍ! ¡YO QUIERO! — Chillo Wendy. — Brando quiere. — Dijo Alison con voz adorable, agitando al bebé en el aire, lo cual le hizo reír angelicalmente. Ella se giró a su novio y dijo. — Yo creo que él la cuenta mejor.





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    Mar Nov 28, 2023 12:06 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    La relación de su madre y Alice era de las cosas que mejor le hacían sentir y más le emocionaba, así que las miró a ambas con inmenso cariño con las palabras que se dirigieron mutuamente. Por otro lado, las similitudes entre Ginny y Violet eran tan claras y graciosas que se tuvo que, nuevamente, tapar la boca para reírse con el comentario de Alice. Hubiera pagado por presenciar ese momento, desde luego, pero aún no habían acabado las confesiones en materia de pedidas entre sus familiares. Y lo que le quedaba por escuchar no sabía si hubiera querido presenciarlo o no, porque solo de imaginarse en esa situación le ponía al borde del infarto.

    Estaba oyendo el relato con las manos en la cabeza. - A un escarbato. - Murmuró, en trance. ¿Pero a quién se le ocurría darle un anillo de pedida a un bicho que se pirra por los objetos brillantes? Eran ganas de perderlo. Aún no tenía en mente cómo iba a ser su pedida de matrimonio, pero solo había que conocerle un poquito para saber que no iba a llevar animales de por medio, Elio como muchísimo, y se lo pensaría igualmente. Abrió mucho los ojos, mirándoles a ambos de hito en hito. - ¿Pero seguís sin anillo? - Ruairi asintió con pesadumbre, pero Niamh no parecía darle demasiada importancia. Los pelos de punta se le ponían de pensarlo siquiera.

    Pod debió agobiarse tanto con la historia como él y lo que hizo fue tenderles el puente para que oyeran la suya. Marcus rio tímidamente. - Bueno, nuestra pedida es... de noviazgo, no... - No alentéis... - Suspiró Arnold. Rodó los ojos, pero sin poder evitar la risa. Chasqueó la lengua, mirando al bebé. - Si Brando insiste... - Miró a Alice con ternura y tanto enamoramiento que, antes de empezar, ya escuchaba murmullos por lo monos que eran (bueno, excepto de Ginny, que parecía empezar a hartarse de tanta historia acaramelada, y Martha y Cerys, que seguían bastante discretas e inexpresivas, pero una junto a la otra). - Pues... La verdad es que yo he adorado a Alice desde la primera vez que la vi. - Y tanto que sí. - Asintió Molly, conmovida ya nada más empezar y mirando a todos con orgullo de abuela. - Nos conocimos en las barcas, nos pusieron juntos. - ¡El destino! - Celebró Nora. Marcus se encogió de hombros, mirando a su chica. - Debe ser... Me había quedado rezagado porque, con los nervios, se me abrió el baúl y se me cayeron un montón de cosas al suelo. - Pod atendía como si le estuvieran contando una historia de terror de campamento. - Ya creía que iba a entrar solo en la barca, porque todos estaban asignados a las suyas... pero alguien se había encaramado a la locomotora porque quería ver cómo funcionaba y también se había quedado atrás. - Hubo varias risas, pero Nancy señaló a Alice. - ¡Esa es la curiosidad Ravenclaw que necesito en mi equipo! - De eso vas a tener de sobra, te lo aseguro. - Respondió él, riendo también.

    - La cuestión es que... la adoraba de siempre, pasábamos todo el tiempo del mundo juntos. Inseparables, e imparables. - Se encogió de hombros. - Pero yo estuve un poco torpe porque no me di cuenta de lo enamoradísimo que estaba hasta séptimo. - Bueno, cosas que pasan. - Quitó importancia Andrew, y vio que Alison le miraba con una ceja arqueada y una sonrisilla escondida. - Fui a darme cuenta en uno de los lugares favoritos de Alice de todo Hogwarts: el invernadero. - ¿Te gusta la herbología, Alice? - Vaya, habían activado de repente algo en Cerys. La mujer sonrió levemente. - Estoy investigando en unos cultivos nuevos. Luego si quieres te lo cuento. - Se oían murmullos de fondo y risitas, como si todos bromearan a cerca del único atractivo conversacional de la mujer y la suerte que había tenido Alice de activarlo sin querer. Marcus prosiguió. - Estando allí... supe que no podía vivir sin ella. - Se oyeron varios "aaaw". - ¿Le pediste salir en su lugar favorito? ¡Qué buena idea! - Celebró Pod, pero Marcus negó. - Siento defraudarte, pero... no lo hice. Me pudo el miedo. Y, ya que lo hacía, quería hacerlo bien. - Estaba viendo a Edward y a Arthur asentir gravemente, menos mal que sus mujeres estaban demasiado enganchadas a la historia como para verles. - Por motivos varios, Alice pasó con nosotros las Navidades... - ¡Uy, sí, el desfase de Nochevieja, qué bueno! - Clamó Wendy, recibiendo multitud de miradas. La chica no tardó en confesar como si la hubieran torturado para ello, y señaló directamente a su abuela. - ¡Me lo contó la tía Molly! - Marcus, Alice, Arnold y Emma giraron lentamente la mirada a la abuela, que rápidamente se sintió interpelada. - ¡Fue una velada preciosa! ¡Y yo a mi familia se lo cuento todo! - Hubo diversos suspiros entre la facción O'Donnell-Horner-Gallia, pero continuó. - La cuestión es que yo estaba bastante determinado a pedírselo después de Navidad, pero... había habido tantas veces que quise hacerlo y no lo hice, y estaba tan arrepentido de ello, que necesitaba recrear todos esos lugares para sentir que resarcía mi error. - Y narró cómo había dispuesto la Sala de los Menesteres, con el invernadero en el centro y cada uno de los lugares en los radios, disfrutando de las reacciones de todos, de quienes se enternecían, de quienes alucinaban y de quienes, a su pesar, habían acabado enganchadísimas a la historia (véase, Ginny y Siobhán). - Y lo mejor de todo fue... que, antes de poder llevarla, dos amigos nos hicieron una encerrona y nos dejaron encerrados en un aula, y ella se giró hacia mí y me dijo. - La miró, emocionado. - "Llevo enamorada de ti cuatro años." - Hubo varias exclamaciones de los más entregados a la historia, a saber, Nora, Eillish, Niamh, Rosaline, Patrick y Pod. Arthur suspiró. - Otra adelantándose a la declaración, para qué se preparará uno las cosas... - Pues como debe ser. - Afirmó con firmeza Siobhán. - ¿Qué es esto de que los hombres se tengan que declarar siempre? Ya va siendo hora de hacer las cosas diferentes. - ¿Y le diste un beso en la boca? - ¡¡SEAMUS!! - Chillaron varias voces, pero el muy diablo había salido corriendo, botando y riendo por ahí otra vez, mientras Horacius se desternillaba con las ocurrencias de su primo. - Bueno. - Dijo Alison, con una caída de ojos. - Todos sabemos por qué uno de los lugares era el dormitorio del primo, ¿a que sí Brando? - Casi no se oye el final de la frase por las exclamaciones diversas. - ¡¡Fue por el hechizo que me regaló en Navidad!! ¡Lo he explicado claramente en el relato! - YAAAAAAAA YA. - Dijeron varios, y Marcus se puso rojo como un tomate. Si es que lo peor era que no podía transgredir a eso sin incurrir en una mentira.

    - ¡¡Es superguay, primo Marcus!! - Y tanto, lo mal que nos ha hecho quedar al resto... - Se lamentó cómicamente Ruairi, pero su mujer le acariciaba el pelo con dulzura, diciéndole cosas bonitas. - Aunque me debato entre si hacerlo así o no, porque claro... tendría que dejarme un montón de sitios sin usar, como tú. Pero es un buen escenario si me despisto. - Estoy tomando todas tus palabras como un piropo. - Afirmó Marcus. No dejaban de reír, aquello sí que era felicidad pura. - Esa declaración es más de mi corte que del tuyo, vejestorio. - Iba a tardar mucho Cletus en meterse con su abuelo. Wendy suspiró. - Yo quiero algo así... ¿No tienes ningún amigo que haga cosas de esas? - Marcus puso una mueca. - Me temo que los más románticos ya están pillados, prima Wendy. - Qué pena. - Dijo melancólica. Ciarán carraspeó levemente y habló, por primera vez, y con un hilo de voz. - Fue una declaración preciosa. Yo también me la apunto. Al final a uno... se le pasan los huecos buenos... yo te entiendo... - Todos le miraban con condescendencia. Todos menos Wendy, que seguía soñando despierta y mirando a otra parte, como una dama en una ventana. Marcus apretó la mano de Alice y afirmó. - Una y mil veces me declararía así y como hiciera falta. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Oír hablar a Marcus de cómo la había adorado desde siempre, de seguro le ponía una cara de boba que no se aguantaba. Sonrió y se encogió de hombros a lo que señaló Nancy. — Esa curiosidad mía nos ha metido en algún que otro lío, y desde luego me identificó como Gallia nada más llegar. “Siéntate con este a ver si se te pega algo” me dijeron. Y ahí me quedé… Para siempre. — Dijo mirándole con una sonrisa cálida y todo el amor del mundo en los ojos. Acarició sus manos cuando dijo que no se había dado cuenta. — La verdad es que yo tampoco dije nada. Creí que no querría estar conmigo. — Tan inteligente y buena alquimista, y lo que le costó darse cuenta de que aquel estaba perdido por ella. — Intervino Larry. — ¡Abuelo! — Hija, es que me teníais agobiado, ya pensé que te le escapabas por tanta tontería. — Y ahora era el turno de los demás de reírse de ellos, pero no podía evitar sonreír por lo menos.

    Se sobresaltó por la intervención de Cerys, pero asintió enérgicamente. — Tengo que pasarme por vuestra finca y así me lo enseñáis todo. Y si se vuelven a escapar las vacas, pues echo una mano.— Y coreó las risas, pero como el relato de Marcus continuó, se ensimismó en él. Cada vez que se acordaba de ese momento se le aceleraba el corazón como entonces. Se encogió de hombros ante el comentario de Arthur y suspiró. — Tenía miedo de que estuviéramos haciendo demasiado el tonto y que esa fuera nuestra última oportunidad. — Lo habíais hecho, sin duda. — Afirmó Arnold. — Bien está lo que bien acaba. — Secundó Emma, con sonrisa orgullosa. Ya, nada más Slytherin, sin duda. Se tapó la boca de risa con lo de Seamus y luego la cara, escondiéndose de las acusaciones de Alison, señalando a Marcus con lo que dijo del techo. — Y ahí jugábamos de pequeños y leíamos libros de alquimia… Es especial, como todo los demás. — La cara de Arnold, desde luego, era de “no me hagáis hablar de lo que hacéis en sitios donde jugabais de pequeños”.

    Se rio de las palabras de Pod con ternura, porque claramente había encontrado su nuevo referente y asintió a lo de los amigos. — Y Marcus es el más romántico de todos, te lo aseguro. — Y a pesar de que era muy evidente el cuelgue de Ciarán, Wendy seguía a lo suyo, lo que hizo a Nancy negar con la cabeza. — Podrían bajar los cuatro magos a hacerle propuestas como a las tres brujas y estaría perdida en sus sueños. — Y eso le hizo darse cuenta de que mentaban mucho a esos “siete”, así que miró a Nancy y dijo. — ¿Quiénes son esos “siete” que tanto nombráis? — Y se encontró con unos veinte ojos que la miraban muy abiertos. — ¿No conoces a los siete magos que trajeron la magia antigua a Irlanda? ¡Tía Molly! — Dijo Eillish con un punto de incredulidad en la voz, a lo que la abuela se puso a hacer aspavientos. — ¡A esta no la he tenido desde tan pequeña! Y le he enseñado cuanto he podido. — De todas formas, hay cosas que se sienten más cuando estás ya en Irlanda. — Puso paz Saoirse. — Y ahora tienen una familia enorme en la que hay una antropóloga que se lo puede contar. — Aquí se nos cuenta desde chiquititos. — Dijo Rosaline con la misma dulzura con la que lo decía todo. — ¡Yo también me la sé! — Aseguró Pod encantado, pero Nancy ya se estaba levantando y poniéndose en el medio del gran círculo que la familia había formado. — Venga Pod, ven aquí conmigo, y tú también Rosie, Seamus y mis sobrinos. — Todos corrieron con ella, y la niña se sentó en el hueco de sus piernas cruzadas, como si fuera el sitio hecho para ella, y sin soltar el unicornio. — Vais a ayudarme todos a contarle la historia a los primos. — Oh, para qué quería más, parecía que habían diseñado esa tarde para ella.

    Dicen que en Irlanda hay tanta magia porque siete magos eligieron nuestra tierra como se hogar, y la hicieron más mágica que las demás. — Bueno, que los primos son ingleses. — Dijo Pod, claramente preocupado por ofenderles. — Pero ellos llevan Irlanda en la sangre y el corazón, eso es suficiente. — Aseguró Molly. — Y de esos siete magos, llegaron primero cuatro. Eran cuatro varones, que se llamaban… — ¡Ogmios! El dios que canalizó la magia hacia los humanos. — Saltó rápidamente Horacius. — El más poderoso, sin duda, y cómo no, tu favorito. — Dijo Nancy guiñándole el ojo. — Taranis, mago de la abundancia y la bondad. — Señaló Pod muy puesto. — Y y y Lugh, el más listo de todos ¿a que sí, tita? — Saltó Lucius. — Así es, y nos falta uno. — Nuada. — Dijo Rosie sin dejar de acariciar la melena de su unicornio. — El guerrero. — ¡Esos son mis chicos! Y como eran cuatro, se repartieron los puntos cardinales de Irlanda ¿para qué? — Para enseñárselo todo a los humanos. Nuada era el de los duelos pugh-pugh. — Dijo Seamus, levantándose de golpe y haciendo que tenía una varita en la mano y que duelaba dando saltitos. — Lugh impartía conocimiento en su ciudad, como Hogwarts, pero aquí en Irlanda. — Nancy asintió con una gran sonrisa orgullosa y los ojos brillantes. — Lugh es el favorito de la tita Nancy, por si no os habíais dado cuenta. — Pinchó Andrew. — Taranis enseñaba cocina y medicina, el más práctico, si me preguntan a mí. — Añadió Pod con su tono adulto habitual. — ¿Y qué hacía Ogmios, abuelo Cletus? — Preguntó con tonito la cuentacuentos. — Como ya ha señalado mi querido Horacius, fue el único suficientemente poderoso para canalizar la magia de la tierra hacia los humanos, y por eso hay magos en Irlanda. De nada, por cierto, Ogmios no podía ser más Slytherin. — Alice afiló los ojos y sonrió un poco. — Eso suena bastante a alquimista. — Molly asintió con la cabeza ampliamente y Larry rio de medio lado.

    Pero entonces, cada uno en una punta de Irlanda, se sintieron muy solos… ¿Y quiénes llegaron? — ¡LAS BRUJAS! — Saltó Rosie de repente. — ¡Las tres chicas! — ¿Y quiénes eran? — Fodla era la novia de Lugh, la que trajo la escritura, el gaélico y la historia, como la tita Nancy. — Dijo muy orgulloso Lucius, levantando risas. — Me temo que ya os han adelantado parte de la historia. — Señaló Arthur, revolviendo el pelo de su nieto. — ¡Ay, perdón! — Tenemos a Fodla, tenemos a Eire, la que trajo el amor de las madres irlandesas y tenemos a… — A la favorita de Poooood. — Dijo Wendy arrastrándose para hacerle cosquillas a su sobrino. — ¡Banba! — El chico rio y se retorció. — ¡Es que es la que trajo las artes! ¡Es lo más bonito! — Pero solo hay tres. — Señaló Alice. — Claro, aquí es cuando la cosa se complica. — Aseguró Cillian con una risita.

    Los magos tuvieron que disputarse la conquista de las brujas, y sabían que uno sería perdedor, así que, para que la elección fuera todo lo “justa” posible, dejaron cada uno un regalo anónimamente que representaba lo que ofrecían, para que ellas eligieran. — Como veis, el recetario de leyendas irlandesas necesita una renovación. — Dijo Siobhán con un tonito que le valió la mirada de sus padres. — A ver ¿qué es eso de escoger marido a ciegas por un objeto? — Simbolismo lo llaman. Sigo. — Contestó Nancy, un poquito revirada. — Nuada dejó su espada, que llevaba una varita en el mango y lo convertía en un guerrero invencible. Lugh dejó su lanza de la llama blanca, que tenía inteligencia por sí misma y le permitía no ser derrotado nunca, preservando el conocimiento para siempre. Taranis dejó el Caldero de Dagda, ese en el cual la comida nunca faltaría, y, por último Ogmios ofreció la piedra de Fáil, capaz de transmitir a cualquiera los poderes que Ogmios decidiera. ¿Y entonces que pasó? — Que Fodla eligió a Lugh. — Insistió Lucius, que claramente era fan de la pareja. — Exactamente, para que ambos alcanzaran y protegieran para siempre el conocimiento y el idioma de nuestra isla. ¿Y a quién eligió Eire? — A Nuada, para recordarle por qué luchaba. Y para que siempre volviera a la isla tras la guerra. — Intervino Rosaline, mirando a sus hijos con cariño. — Solo queda Banba. — Que eligió a Taranis, para que a los artistas nunca les faltara alimento ni curas y pudieran vivir felices en Murias, creando las canciones y los poemas irlandeses. — ¿Y qué pasó con Ogmios? — Preguntó ella, con un poco de pena. — Que se le concedió la compañía de todos los irlandeses. Él velaría por ellos, elegiría a sus reyes y cuidaría de todos nosotros. — Finalizó Amelia, que también parecía encantada con la historia.






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    Dom Dic 03, 2023 7:49 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Desde luego que Wendy estaba perdida, tanto que no pudo evitar que la referencia de Nancy le hiciera mucha gracia... y la pregunta de Alice le hizo caer en algo, mirándola con los ojos y la boca muy abiertos. - Espera... ¿nunca te las he contado? - Ni tiempo le dio a excusarse, porque le cayó un cojín en la cabeza. - ¡¡Au!! - ¡¡Descastado!! - Increpó Molly. - ¡Y yo que tenía en ti todas mis esperanzas! - ¡Pero abuela! - ¡¡Ni pero ni nada, bien que te daba chocolatinas y te las comías todas mientras te contaba nuestra mitología, y así nos lo pagas!! ¡De qué habrá que hablar más importante! - La pobre, se veía obligada a tener a su nieto comiendo en su cocina... - Ironizó Arnold, levantando risas, pero por hablar se llevó un hechizo de calambre que sobresaltó a todos. - ¡Cállate tú, que la culpa es tuya! - ¿¿Mía?? - ¡¡Tuya entera!! Que este niño te lo oye todo y si no se lo ha contado a su novia, es porque tú no le has dado suficiente importancia. - Arnold subió y dejó caer los brazos con indignación, mientras Marcus miraba a su abuela con un mohín y todos trataban muy mal de disimular que se estaban riendo de ellos.

    Lo de que pidieran cuentas a su abuela no iba a ir en su favor, así que mejor se callaban. Tanto Marcus como Arnold miraron con cara de perrillos apaleados a Emma, pero ella estaba bien digna y con la vista al frente. Parecía que la oía pensar: a mí no me miréis, no soy yo la de las raíces irlandesas. Emma lo mismo manejaba a las mil maravillas hasta los temas más complejos que, con la misma resolución, se desentendía de lo que no le interesaba lo más mínimo. Todo aquello, no obstante, iba a tener algo muy bueno: ver a su prima Nancy, rodeada de niños, contando la historia como solo una antropóloga profesional podía hacerlo. Eso sí que iba a merecer la pena.

    Estaba encantado con el relato, oyéndolo como si lo hiciera por primera vez, mirando a sus padres con ilusión y a Alice con cariño infinito, porque la veía igual de entregada. Rio a lo del favorito de Nancy, e hizo como si susurrara en falsa confidencia. - Yo también tengo favorito, pero me callo, que aún no hemos llegado a esa parte. - Y arqueó las cejas a Alice, que al fin y al cabo estaba oyendo la historia por primera vez. Eso sí, el aporte del tío Cletus le hizo reír. El hombre le miró con una ceja arqueada y una sonrisa ladina. - ¿Tu favorito, por casualidad? - Marcus negó, moviendo graciosamente los rizos, con expresión de niño orgulloso. - No soy tan ambicioso, tío Cletus. - Oyó una carcajada única de garganta y se giró sorprendido, arqueándole a Emma una ceja. La mujer dejó los párpados caer. - Conoceré yo a mi hijo... - Pues igual no tanto. - Respondió, pero ella se quedó impertérrita, con esa expresión de no pensar dignificar semejante tontería con una respuesta.

    Llegaba la parte que le interesaba, e hinchó el pecho nada más se mencionó a Folda. Pod le señaló, feliz. - ¡Esa! ¡Esa es tu favorita! - ¡Faltaría más! La diosa que creó a Rowena Ravenclaw, no me cabe la menor duda. - También la habría creado Lugh, en ese supuesto. - Pinchó Allison, divertida. Marcus se encogió de hombros. - Pero me gusta más Folda. La sabiduría sin divulgación muere con quien la porta. Gracias a ella nos comunicamos por el lenguaje, por la escritura, y por nuestra historia. - Y que tenga que enterarse una de que no le has contado esta historia a tu novia... - Incidió Molly, con expresión de señora indignada, pero en el fondo se la notaba bien contenta por las palabras de su nieto.

    Se aguantó la risa con la indignación de Siobhán, pero ahora que lo resaltaba, un poco de razón sí que tenía. Bueno, no había que tomarse los mitos al pie de la letra, aunque miró a Alice de reojo y, divertido, pensó que dudaba mucho que su novia se quedara sentada esperando a que un anónimo le dejara un regalo en la puerta para elegir marido, y si no Hillary, o Kyla. Harían una catapulta entre todas para tirarles los regalos de vuelta a la cabeza. La historia avanzó y Marcus señaló a Lucius. - Tú eres de los míos. - El chico sonrió, orgulloso. Se reclinó y miró a todos. - Y por eso prefiero a Folda antes que a Ogmios. Soy todo un romántico. No podría vivir sin mi amor. - Miró a Alice y, con una sonrisa, apretó su mano, levantando soniditos de adorabilidad. Hasta que Seamus señaló a su novia. - ¡Eres Lugh! ¡Te ha llamado chico! - Eres un diablillo incorregible, ¿lo sabías? - Ruairi se había lanzado a hacer cosquillas al niño, que reía a carcajadas. - Un duendecillo de Cornualles, pero de los que se salen de la coreografía. - ¡¡Bueno!! Se acabó la tontería. - Dictaminó Ginny, pero las risas ya no había quien las callara.

    - Voy en serio. - Se puso de pie. - Familia, siento partir en este momento tan entrañable pero una tiene que levantar el país. - ¿Te refieres a la verja del bar? - Preguntó Wendy, medio cómica medio inocente. Ginny hizo un gesto con la mano. - Como lo quieras llamar, ¿quién se viene? - Nosotros creo que nos vamos a casa. - Comentó Rosaline, ya que la pequeña Rosie, recostada sobre Nancy, estaba ya bostezando y frotándose un ojo. Seamus, por contra, dio un salto. - ¡¡Yo voy a la fiesta de la prima!! - Tú vas a la fiesta de dormir, que no son horas. - Corrigió Patrick, y eso desencadenó un conato de pataleta que quedó disimulado por el remover de todos, que se iban levantando poco a poco. - Nosotros estamos muy viejos para estos trotes ya. - Aseguró Amelia con ternura, pero Cletus resopló. - Di más bien que Ballyknow no necesita que salgamos a quemar la pista a estas alturas y dejar mal a las juventudes. - Recibió diversos abucheos. El hombre frunció el ceño. - ¡¿Me vais a abuchear a mí?! A ver si os voy a prohibir la entrada en mi casa. - No hagas amenazas que no puedes cumplir. - Bromeó Cillian.

    Sus abuelos, los tíos Cletus y Amelia y todos los matrimonios mayores afirmaron quedarse en casa, mientras Ginny arrastraba al resto de fiesta. - Nosotras nos vamos. - Comentó Martha, quien junto con Cerys ya estaba prácticamente en la puerta, pero Nancy soltó una exclamación. - ¡No! Quedaos un rato. - Hay que sacar mañana a las ovejas antes de la amanecida. - Precisó Cerys. Ginny la miró con cara de circunstancia. - Ahora dame un motivo realmente incompatible con venirte. - Cerys y Martha la miraban inexpresivas, como si no entendieran ni por dónde empezar a explicar una cosa tan obvia. Se sostuvieron la mirada con Ginny un buen rato, hasta que esta última suspiró. - Esta familia me aburre de manera soberana... - Nosotros sí vamos. - Comentó Allison, con su tierna sonrisa iluminando su cara, y el pequeño Brando en brazos. Ginny dio una fuerte palmada. - ¡Di que sí! ¡Esa es mi cuñada! - Pero no os lleváis al bebé ¿no? - Preguntó Nora, con expresión temerosa. Andrew la miró. - Claro, mamá, no lo vamos a dejar solo en casa. - O a dejárselo a Martha y Cerys, para que lo despierten a la hora de las ovejas. - Añadió Allison, y los presentes rieron. Nora no tanto. - ¿¿Pero cómo vais a llevar a mi nieto a un bar?? - ¡Oye oye! Que estás hablando del... - Calla, Ginny. - Cortó la mujer de raíz. Andrew suspiró sonoramente. - Ay, mamá, que no está ni abierto, vamos a estar solos. Una pinta y nos vamos a casa. Si a este no le molesta ni un solo ruido... - Y así se va acostumbrando a ser un irlandés como los siete mandan. - Completó de nuevo Allison. Nora soltó un gruñido, pero poco más pudo hacer.

    - ¡Andando! - Yo... también me voy a marchar. - Dijo tímidamente Ciarán. Con una sonrisa adorable, Wendy sacudió la mano a modo de despedida. - ¡Vale! ¡Hasta la próxima! - Marcus se mojó los labios y miró a Alice de reojo. De traca lo de su prima con ese muchacho, de verdad que sí. Oyó a Ginny mascullar por lo bajo. - Sí, anda, vete, no quiero más declaraciones en mi bar... -




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    Lun Dic 04, 2023 10:22 am


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Estaba entregadísima a la historia, pero más aún a cómo lo vivía la familia, su novio incluido. Le miró sonriente cuando señaló su favorita. — No me sorprende lo más mínimo. Ya sabemos que las parejas de Ravenclaws funcionan. — Dijo con cariño, asistiendo a las reacciones de los demás mientras se imaginaba a aquellos siete magos y brujas, deseando saberlo todo acerca de sus leyendas. Se rio fuertemente de lo de Seamus y se llevó una mano al pecho. — ¿ESO HA HECHO? Ah no, no, una ofensa así no se puede quedar sin compensación. — Pod se inclinó hacia ella con preocupación y dijo. — Te ruego disculpes a mi hermano, no sabe lo que dice, es un tarambana. — Eso le hizo reír y agarró la mano del niño. — No te preocupes, cariño, de verdad, es una bromita y tu hermano es muy gracioso. — Seamus puso sonrisilla orgullosa y dijo. — Lo sé. La prima Siobhán lo dice siempre. — Y la aludida le miró con otra sonrisa igual de orgullosa. Menuda alianza había ahí.

    Entre risas, cosquillas y tiritos de la familia, se le había olvidado completamente la hora que era y le dio un poco de pena cuando vio que se diseminaban, aunque los niños y los abuelos estaban cansados (a excepción de Seamus, que ya estaba listísimo para seguir la fiesta si no fuera porque su padre le paró los pies). Tuvo que contenerse la risa con la naturalidad de Allison y Andrew de llevarse al niño al bar, y solo pudo encogerse de hombros y sonreír. — Tranquila, tía Nora, si hay un bebé por medio, Marcus velará por su total seguridad y confort. — Se giró a su novio y puso una sonrisita pilla. — Porque vamos a ir ¿no? Aunque no sea mucho rato, yo necesito conocer ese bar. — Ginny aterrizó sobre sus hombros y Nancy también se agarró de su brazo. — ¡SI SABÍA YO QUE ERA DE LAS MÍAS! — Y si no viene él te llevamos igualmente. — Dijeron respectivamente. — Nooooo no, el primo Marcus se viene también, porque lo he nombrado yo cuidador de Brando. — Aseguró Allison poniéndole a su novio el bebé en los brazos. — ¡Siobhán! — Llamó Andrew, mientras se ponía el abrigo. — Chicos yo… — Noooooo no no. — Negó Nancy enganchándose ahora de la chica. — Es la primera noche de los primos aquí, no hagas la de siempre. — Yo no sé qué han hecho mal papá y mamá para criar una muermo como mi hermana, porque este y yo somos unos golfos de nacimiento. — Dijo Ginny señalando a Andrew, aunque Siobhán ya se estaba dejando arrastrar por Nancy. — ¡Porque os parecéis a vuestro abuelo! — Aseguró Cletus, que ya se retiraba dejando un beso en la mejilla de su nieta. — ¡ABUELO! ¡DÉJALO TODO Y VENTE, CASCARRABIAS!

    Alice aprovechó para ir despidiéndose de los demás, mientras miraba de reojo a Wendy y Ciarán. Eso no funciona, se dijo a sí misma, pero no quiso añadir más leña al fuego. Cuando le tocó despedirse de Ruairi y Niamh les dijo. — ¿Vosotros no venís? — Eillish intervino. — Nos quedamos papá y yo a los gemelos, hijo, y así salís un rato. — Niamh miró a su marido, claramente esperanzada, pero él pareció dudar. — ¿Pasa algo? — No, a ver, pero como tengo al diricawl aquí que se estresa, y hay que hacer las mediciones del estanque de las criaturas acuáticas en recuperación… — Niamh suspiró, sin perder la sonrisa y entornó los ojos. — Ya está, otra noche será. Os queda tiempo aquí, tendremos muchas ocasiones. — Y Alice no quiso presionar más, si ya iban a ir un porrón.

    Ella aprovechó para abrigarse y miró a los de su familia. — Prometo que estaremos prontito en casa, que mañana hay mucho que hacer. Arnold, Emma ¿no os animáis? — Arnie pareció valorarlo, pero la sonrisa de Emma era expresiva. — Necesitamos descansar. Pero disfrutad, que os lo habéis merecido, antes de empezar a estudiar otra vez. Y así estáis con gente joven. — Sí, que entre este alquimista y los del jurado ya habéis tenido bastante de viejos. — Dijo Larry. Alice le miró sorprendida. — ¿Ni un sermoncito sobre la dedicación que exige la alquimia? — La abuela rio. — Hija, hasta él ha salido en Ballyknow, que ya es decir. — Ella asintió y se enganchó de Marcus, a quien ya le habían encasquetado el carrito del bebé. — ¿Qué? ¿Nos sumergimos en el apasionante mundo de los pubs? — Y, tras despedirse de sus suegros salieron todos juntos.

    La noche en Irlanda podía ser paralizante. Había MUCHÍSIMA humedad, todo goteaba de condensación, pero hacía un frío inmenso, que parecía que abría paso através de todas las gotas en suspensión en el aire. Alice estaba tiritando como un pollito mojado, y se agarró más fuerte a Marcus. — Ahora sí que soy un pajarito enteramente. Qué frío por Merlín. —Miró al bebé, que iba todo tranquilo en la sillita. — Oye, Allison ¿esté niño no está helado? — La chica se giró. — Uy no, si yo le pongo hechizo calefactor al carrito, peor tú tienes una cara de estar heladita… — Eso se arregla con una pinta y unas buenas patatas. — Dijo Wendy alegremente, lo cual hizo reír a Andrew. — Bienvenida a Irlanda, así arreglamos todo. — ¿Y aparecerse en el pub no lo veis? — Preguntó, arrecida. — Con lo cerca que está todo aquí, no nos aparecemos mucho dentro del pueblo. — Y ya empezaron entre primos a picarse por cuál era más patoso apareciéndose.

    Entre risas, llegaron a una placita menos grande que la principal pero rodeada de pequeños comercios, a esas horas ya cerrados, pero con lucecitas que iban de un tejado a otro y le daba un aire muy adorable. Allison se paró a señalar el entorno. — ¡Ya veréis qué bonito lo ponen en Navidad! Ahora da un poco sensación de… — DE QUE EL MEJOR PUB DEL PUEBLO NO ESTÁ ABIERTO. — Exclamó Ginny, mientras lanzaba varios hechizos con Wendy. En un momento, el pub estaba abierto, con una chimenea la mar de agradable encendida, con música que salía de algún lado y varias pintas sirviéndose solas. — Id a la sala familiar y ahora vamos para allá. — Indicó la mujer, y Marcus y Alice se dejaron llevar.

    La sala en cuestión era una habitación dentro del propio pub pero más pequeña, con un billar y unos dardos, era más acogedora y tenía sillones, butacones y muchas sillas desperdigadas. — ¿Os gusta el billar? — Preguntó Andrew. Alice rio. — En Saint-Tropez se juega bastante, pero hace mucho que no pruebo. A lo otro no sé jugar.Y prefiero no acordarme de la última vez que jugué al billar. Jean y las malas decisiones. — Eso es mil veces mejor cuando ya has bebido un poco. — Señaló Nancy. — Será que tú bebes mucho, muerma. — Le afeó Andrew y la chica se encogió de hombros. — Me gusta tener la mente despejada. Vivo de ello. — A VER QUE YA LLEGAN LAS COSAS. — Y aparecieron Ginny y Wendy con las pintas y unos cuencos de patatas y frutos secos. Por Merlín, más comida.






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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Se llevó una mano al pecho para afirmar con gravedad. - Faltaría más, tía Nora. - La mujer puso cara de no estar muy convencida igualmente pero no querer iniciar una discusión baldía. Respondió a su novia. - Claro que vamos a ir. ¿Cómo no voy a ir al mejor bar de Ballyknow? - Ya estaba viendo la expresión de Ginny de satisfacción, y Marcus vivía por quedar bien delante de quien le interesaba, así que todo estaba saliendo a pedir de boca para él. Ni tiempo a reaccionar ni a decir más nada le dio, porque justo cuando iba a quejarse de que insinuaran siquiera que podría quedarse fuera del plan, le cayó el bebé encima. - ¿Eso soy? ¿El cuidador principal de este muchacho de ojos irlandeses? ¡Pero qué honor! - Mi niño es que siempre fue muy de aquí. - Fardó su abuela junto a sus cuñados, y estaba viendo a Emma arquear las cejas y a Arnold y Lawrence reír por lo bajo. Con lo que Marcus había proclamado con su vida que él era un purísimo mago inglés nacido en San Mungo. Había sido pisar Irlanda y juraría ante un tribunal no haber pronunciado semejantes palabras en la vida, y encima tendría a Molly para atestiguarlo.

    Con el bebé en brazos se fue despidiendo de sus familiares, apenándose por la no presencia de Niahm y Ruairi, pero con la esperanza de otra reunión con más gente otros días. Llegó hasta sus padres más o menos a la vez que Alice. - Tú vas a ser otro elemento de los que le gustan al tío Cletus. - Le dijo cariñosamente Arnold a Brando, haciendo reír a Marcus. - Pero ahora está con su primo Marcus, que le va a cuidar un montón. Claramente el haberle caído tan bien es porque... - "Es un Ravenclaw de corazón, yo lo sé, se lo veo en los ojos, detecto su inteligencia. Mira mira, si casi se le están poniendo azules, tienen reflejos si te fijas bien". - Bromeó Arnold a su costa, ganándose una expresión de aburrimiento por parte de Marcus y risas de los demás. - La casa Ravenclaw sigue sumando componentes. Que lo decís como si estuviera reclutando un ejército extinto. - Folda estaría orgullosa, primo Marcus. - Le dijo cariñosamente Pod, y Marcus se irguió con una infantil expresión de suficiencia.

    Él estaba muy a gusto con el bebé en brazos, pero Andrew le ofreció el carrito, y en lo que colocaban al niño, oyó la despedida de sus abuelos y Alice. Rio y se acercó a ellos para despedirse también. - Prometo tener el ojo del alquimista siempre despierto para recabar ideas. - Bueno, haz lo que puedas. - Contestó su abuelo entre risas, como no dándole mucho crédito. - Ya no es el ojo del prefecto nunca descansa, ahora es el ojo del alquimista. - Bromeó su padre con cariño, dejándole un beso en la mejilla. - Divertíos, hijo. Mañana nos contáis. - Que sepas... - Conectó su abuelo con la frase anterior, saliendo en defensa de Marcus para una vez que no lo hacía él por sí mismo. - Que yo he practicado transmutaciones en fiestas. - Dejó a un Connelly con un barril de cerveza sin alcohol y a un McArthur borracho muy confundido. Así se conquista a una irlandesa. - Todos los presentes rieron al comentario de Molly, pero Lawrence siguió. - Y tomado muchas inspiraciones. Así se diferencia a un buen alquimista, al que nunca deja de... - Está bien, papá. - Suspiró Arnold, y ya sí, enganchados del brazo, Marcus y Alice se fueron con su nueva familia al bar.

    Se apretó con Alice, mientras él mismo se frotaba las manos contra el cuerpo por turnos para no soltar el carro del bebé, notándose el pecho paralizado de frío. - Recuérdame que nunca más me burle de mi abuela cuando minimiza el frío de Inglaterra. - Y se sacudió fuertemente a ver si, con suerte, el escalofrío le calentaba. - ¿Recuerdas el sermón sobre el frío que nos dio el tío Frankie el día que Sophia dijo que a finales de agosto en Nueva York ya es mejor llevar siempre a mano una chaqueta? Yo estoy reproduciéndolo palabra a palabra ahora mismo. - Y la última frase le salió castañeando los dientes. Asintió fervientemente a lo de la pinta y las patatas, porque ahora cualquier recurso por tal de calentarse, si bien no había perdido la pista del hechizo calefactor. - ¿Y no se ha implantado sobre la ropa? - Allison alzó las manos. - ¡Uh! Ese hechizo es carísimo de conseguir. - Marcus chistó. - Los hechizos restringidos... - Qué absurdez. Los conocía bien por su madre, pero había hechizos que, literalmente, aprenderlos estaba "a la venta", y por lo tanto no todo el mundo podía permitírselos. También podías pagar por que alguien te lo hiciera, pero estaban en las mismas. - Los carritos si llevan hechizos calefactores porque hubo hasta manifestaciones por ello, una movida... - Yo lo hubiera robado. Mi hijo no pasa frío de esa forma. - Afirmó Andrew con total tranquilidad. Siobhán apareció por allí como invocada. - ¿Sabéis la de bebés, niños y adultos que han muerto de frío en Irlanda? Usureros. Y la gente era penalizada por robar los hechizos. Estas son cosas que no se pueden permitir... - A ver, los del piquete. Relajaos que estamos de fiesta. - Advirtió Ginny como primera medida, pero Marcus se había quedado dándole vueltas a la historia. Todo lo que su helado cerebro se lo permitía, claro. Igualmente, la aparición solucionaría muchos problemas, pensó, en sintonía con Alice. Pero claro, gente que no tuviera donde ir o bebés, lo de aparecerse...

    Ellos sí se podrían haber aparecido y ahorrarse el frío, pero bueno, era su primer día en Ballyknow, también le apetecía conocerlo. Miró con ilusión tanto la plaza como el bar. Por fuera le gustó, pero por dentro le pareció una pasada (y sintió que volvía a respirar con normalidad por lo acogedor de la temperatura). Se quitó el abrigo y se dirigió donde le indicaban, mirando a Alice con ojos brillantes. ¿Estaban soñando? Porque aquello parecía un sueño. - Mira, alguien no ha llegado a probar las patatas. - Comentó Allison, y Marcus, con el ceño fruncido y un tanto preocupado, se asomó al carrito. Brando estaba dormido tan plácidamente como si estuviera en su cama. - ¿Estaría bien? ¿No será del frío? - La mujer rio. - Ah, las historias de muerte por congelación de mi cuñada, siempre tan bien traídas. Solo está dormidito, el traqueteo de los adoquines le relaja al parecer. - ¿Y no le despierta el ruido? - Porque allí, entre los primeros golpes "de prueba" que Andrew estaba dando a las bolas de billar y la música, empezaba a haber estímulos de sobra como para despertarse. - Qué va, este es un irlandés de los que les va el jolgorio, aquí está en la gloria. Y si se despierta, se dormirá otra vez, nos lo han bendecido los dioses con eso, desde luego. - Bueno, siendo así, mejor para todos.

    - Las mejores patatas de Irlanda y con todas las salsas que queráis. - Sirvió Wendy con una amplísima sonrisa, y Marcus se sentó frente al plato en el sofá, mirándola con ojos golosos. - Tienen muy buena pinta... - Las patatas con tantas salsas pierden gracia. - Apuntó Nancy, mirando entre el reproche y la suficiencia a los demás. - Si le echas mucha salsa, ya no sabe a patata, sabe a salsa. - Ya estamos... - ¡Es que es verdad! Siempre diciendo que lo nuestro son las patatas, y las embadurnamos en potingue. ¡Entonces no sabe a patata! - Será que no te gustan las salsas. - ¡Sí me gustan, pero quiero percibir el sabor de la patata! - Bienvenidos a Irlanda. - Comentó con una graciosa sonrisilla Siobhán, por encima del debate de Nancy y Andrew. Marcus rio. - Vale, me comeré algunas con salsa y otras sin salsa. - Pffff menudo bienqueda. - Se metió Ginny con él, pero Wendy se cruzó de brazos, pasando el peso de la cadera a una pierna. - Menos quejas, que nos ha venido bien para el negocio. Y a estos para traerse al bebé. - Di que sí, pon un bienqueda en tu vida. - Ironizó monocorde Ginny. Marcus respondió por alusiones. - Solo me gusta, en la medida de lo que está en mi mano, satisfacer los deseos de quienes me rodean. - Uuuuuuh. - Exclamó sugerente y cómica Allison, mirando a Alice, y Marcus cayó en cómo había sonado lo que acababa de decir. - ¡No en...! Bah, da igual. - Y se llevó una patata a la boca. - ¡Están buenísimas! - ¡Por favor! ¿Esperabas otra cosa? - Rio Ginny, y justo después dio una palmada. - ¡Venga! Un brindis con esas pintas, que quiero veros con el billar. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Sonrió a lo del sermón de Frankie con ternura y dijo. — No puedo esperar a verles aquí, no va a haber quien les calle. — Comentó entre risas. Pero se le cortó de golpe, porque se pusieron a hablar de lo de comprar hechizos y se puso seria de inmediato. Toda la vida, aquel había sido un debate en su casa, porque, obviamente, nunca habían tenido dinero para ciertos hechizos, y era un eterno debate entre su padre, que creía que podía recrear y mejorar cualquier hechizo, que cualquier otra cosa era un gasto innecesario, y su madre, que cedía a las locuras de su padre solo hasta cierto punto y no quería poner la integridad de sus hijos y sus muebles en entredicho, y al final acababan haciendo las cosas sin magia por no discutir, o con hechizos sencillos amplificados. — Sí que es injusto, la verdad, al menos en hechizos básicos, deberían ser simplemente accesibles a todo el mundo. Ahora, si los millonarios quieren hechizos supermegaespeciales para chorradas, pues que se los paguen, claro. Mi suegra se beneficiaría a base de bien de esa circunstancia. — Andrew rio y la señaló. — Esta es de las tuyas, hermanita. — Mucha razón que tiene, es una chica sensata y con buen corazón. — Pero Ginny interrumpió el piquete, como ella misma dijo para continuar con la fiesta (y la comida, claro). El que no tenía tantas ganas de fiesta era Brando, que se había quedado absolutamente frito. Alice les miró a Marcus y a él con adoración. Era cuquísimo cuando se preocupaba así, cuando miraba al niño y lo protegía… — He visto esa cara de “aumentemos la cuenta de O’Donnells” como si Irlanda se despoblara a marchas forzadas. — Le dijo, de repente, Nancy. Ella se giró. — Ya os he dicho que nuestros hijos son las licencias de alquimia. Pero Marcus es perfecto en todo, incluido en cuidar de los demás. Se lo toma tan en serio… — Sonrió tristemente. — Aún me cuesta acostumbrarme a estar rodeada de gente dispuestísima a cuidarme, y a hacerlo TAN bien. — Nancy le sonrió de vuelta. — No digas eso en voz alta, que aquí no te dejan en paz. — Y las dos rieron.

    Pero era verdad, le parecía mentira estar en aquel lugar tan acogedor, con tanto jaleo y felicidad familiar, y era justo lo que necesitaba, así que pensaba abrazarlo. — He oído hablar más de patatas en los últimos cuatro meses que en mi vida entera. — Comentó simplemente al debate que mantenían sobre salsas sí o no. De hecho, recordó algo. — Cuando estábamos en Nueva York fuimos un día al muelle a probar cosas de allí, y les echan muchísima salsa. — Nancy la señaló. — ¡Y ahí está mi mejor argumento! ¿Acaso saben los americanos cocinar? Pues ya está. Un crimen, las salsas son un crimen. — Y, de alguna forma, la conversación se dio la vuelta, Marcus se puso hasta rojo, y por las risillas, supo que no podía huir, así que se encogió de un hombro y puso una sonrisilla. — Los Gallia tenemos un dicho: — dejó un silencio dramático y terminó — negarlo siempre es peor. — La cascada de carcajadas que siguió, le hizo reírse ella detrás, mientras Ginny le palmeaba el hombro. — Esta es de Ballyknow, a mí no me engañan, me encanta.

    Las pintas estaban esperando a ser brindadas, así que Alice cogió la suya y se dispuso a brindar. — A ver ¿quién dice unas palabritas a los primos nuevos? — Si dejamos a Ginny dirá alguna guarrada, y si lo hace Wendy lloraremos, así que mejor Andrew. — Dirimió Nancy. Con un poco de queja de los demás, pero el chico se aproximó hacia ellos y levantó el vaso. — Siempre hemos oído hablar de vosotros, siempre hemos pensado en esos primos de la isla grande, alquimistas, aritmánticos, creadores exitosos, y, sinceramente, a veces pensábamos: el día que vengan, se van a dar la vuelta nada más llegar, en cuanto vean esta familia gritona, desorganizada, en la que nos peleamos y abrazamos todo el rato. Pero ha sido llegar y sentir que llevabais aquí toda la vida. Así que no os digo bienvenidos, os digo que gracias por aparecer por aquí, y que pase mucho. Slaínthe! — Alice levantó el vaso con los ojos y exclamó también. — Slaínthe. — Y después de un trago, miró con más detenimiento la pinta. — ¿No tenéis medias pintas? — Y sintió un montón de ojos sobre ella. — No me hagas retirar todo lo que he dicho, nueva prima. — Dijo Andrew tapándose la cara. Ella les miró confusa. — ¿Qué pasa? — No existe tal cosa como media pinta en Irlanda. — Ella señaló el vaso. — Sí. Un vaso la mitad que este, lleno de pinta. — Todos negaron. — No, así no se puede tirar una pinta. — Ella frunció el ceño, pero Allison le puso una mano en el brazo. — No lo intentes, Alice, de verdad. Bébete la mitad y listo. — Se rio e hizo caso. En el fondo le hacía gracia cómo procesaba aquella familia y todo lo hacían muy divertido.

    Bueno ¿qué va a ser hoy O’Donnells? ¿Trivial, dardos, karaoke? — Preguntó Ginny levantándose y dando una palmada. — O dardos o billar, que esta gente mañana tiene que empezar con su licencia. — Dijo Nancy. — Si en el fondo lo que hemos hecho trayéndoles es alimentar a la cerebrito de la familia. — Replicó Andrew, negando con la cabeza. Pero Alice rodeó a Nancy por los hombros. — Pues yo me pongo con la cerebrito de la familia y con la de los piquetes. — Dijo alagrando la mano hacia Siobhán. — Y las tres, con nuestros cerebritos vamos a hacer de Marcus el mejor en billar, porque él siempre es el mejor, y vamos a ser un equipo invencible. — Miró a su novio y sonrió. — Porque nosotros siempre somos imparables.





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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Se tapó una risilla con la mano. - Esto va a dar que hablar cuando vengan aquí los Lacey. - Le comentó a Alice confidencial, porque como encima de hablar de patatas comparasen la comida americana con la irlandesa... Sin pensarlo mucho y para combinar con las patatas, se llevó la pinta a los labios y... Ug, había olvidado lo amarga que estaba. Miró el vaso. Era ENORME, pero a ver quién era el valiente que se atrevía a decir nada, después de la reacción que estaba presenciando al comentario de Alice sobre si podían ponerle solo media. Él no, desde luego, que quería entrar con buen pie en esa familia. Menos mal que, por lo que a él respectaba, no había ningún legeremante cerca.

    Decidió centrarse en el brindis y confiar en una de sus características: la glotonería. Podía llegar a acostumbrarse al sabor de las pintas, y si lo hacía, defendería lo extraordinarias que son en cuanto pudiera acabarse una entera como el mayor de los irlandeses. Las palabras de Andrew le hicieron sonreír emocionado, poniendo una mano en su hombro. - Gracias, primo. - De nada. Ahora, no me robes el bebé. - Todos rieron. Marcus se dirigió al resto. - Estamos muy contentos de estar aquí. Gracias a vosotros por esta acogida, habéis superado unas expectativas que ya de por sí eran altas. No podemos esperar a todo lo que nos queda por aprender y vivir aquí. - Y si no fuera por lo amargo de la situación que habían dejado atrás con William, estaría pensando que ir allí en ese momento había sido la mejor decisión que habían tomado en la vida. - ¡Slaínthe! - Brindó, y volvió a beber. Le iba a costar acostumbrarse a ese sabor... pero podía hacerlo.

    Empezaba la ronda de juegos y entre todos se decantaron por el billar. Se fue bien feliz y contento hacia el equipo que su novia había construido para él. - ¡Bueno! Aún no he jugado nunca al billar, pero soy muy bueno en general en los juegos. - ¿En los de habilidad motriz o en los de habilidad de esta? - Preguntó socarrón Andrew mientras se señalaba la sien. - Porque este es más de lo primero que de lo segundo. - Queridos cerebritos. - Anunció Allison, apoyada en su chico, con expresión traviesa. - No tenéis NADA que hacer contra nosotros. Siento comunicaros que os habéis puesto en el equipo perdedor. - ¡Discúlpame! - Siguió el rollo Nancy, llevándose la mano al pecho. Todos se estaban aguantando la risa con ese fingido conflicto. - Yo soy muy multidisciplinar. - ¿Vas a usar esas palabras tan largas para darle a la bola o prefieres el taco? - Devolvió Allison, levantando una oleada de exclamaciones. Marcus y Alice se miraron, sin dejar de alucinar. Estaba encantado con aquel buen rollo en su familia.

    - ¿Sabéis lo que es este juego? - Preguntó Wendy, y ella y Ginny se miraron y, con un bailecito, dijeron a coro. - SEEEEXYYYY. - Y se echaron a reír. Claramente, eso era una broma interna. - Así que elegid, nuestros queridos ingleses, quién de vuestro equipo queréis que... - Ginny movió las caderas una vez más y replicó el tono cantarín y seductor. - Os enseeeeeñeeee. - Mira, qué básicas... - Suspiró Siobhán, pero al mismo tiempo Nancy había saltado al lado de Alice. - ¡Yo con la prima! - Tú no quieres generar un conflicto en la nueva pareja. - Lanzó Andrew una vez más, a lo que Nancy le sacó la lengua. - Pues no. Siobhán es casta y pura y no va a tocar nada. - ¡Eh! - Se escandalizó Marcus, en lo que la aludida rodaba los ojos y suspiraba otra vez. - Como les veo un poquito perdidos, vente, Wen, que vamos a hacer una representación. - Wendy dio un saltito y se dejó conducir al billar por la mano de Ginny, tras lo cual, una se colocó tras la otra, con el taco en la mano, y empezaron a "jugar", o a hacer como que una enseñaba a la otra, con unas posturas que levantaron revuelo en el entorno y que hicieron a Marcus forzar su distracción buscando la pinta que había dejado por ahí, porque empezaba a escandalizarse una vez más. Eso no las detuvo ni mucho menos, y a lo tonto él ya había bebido bastante, o sea que ya mismo se le subiría el alcohol.

    - Y ahora, le susurras al oído... - Dijo Ginny, que era la que estaba detrás de Wendy. - Ahí... Dale justo en el centro... - Marcus se tuvo que tapar la boca, porque al final sí que se le iba a salir la risa de verdad, pero estaba colorado como una bombilla y en un discreto segundo plano. Nancy se cruzó de brazos con una sonrisilla traviesa y, dejando caer el peso en la pierna derecha, dijo. - Que sepáis que esta escena estaría ofendiendo a Martha y a Cerys de estar aquí. - Se desató un coro de exclamaciones cómicas y con toque atrevido del que Marcus y Alice no participaron, solo se miraron disimuladamente entre sí sin saber muy bien si debían o no aportar. La reacción fue tal que Brando dio un sobresalto en el cochecito, pero al parecer fue meramente instintivo, porque seguía durmiendo. Nancy les miró. - No sé si os habéis percatado, o si la tía Molly ha soltado ya el chisme, pero Cerys y Martha... - ¡Pues claro que se han percatado! - Interrumpió Allison entre risas. - ¡Son Ravenclaw y Marcus es nieto del alquimista del pueblo! - Y de la que por supuesto que les ha ido ya con el chisme. - Completó Andrew mientras tomaba de la pinta y las risas continuaban a su alrededor. - Yo... no quería ser indiscreto. - Apuntó él con discreción, aunque también con una sonrisilla. - ¿Es que... no está... aceptado o...? - No, no lo está. Por ellas mismas. - Se quejó Siobhán, y Andrew soltó un sonoro suspiro, y Nancy otro un poco más comprensivo. Fue la última la que lo explicó. - Son dos personas... con sus particularidades, y siempre han sufrido un poco de... A ver, no rechazo exactamente, pero... En fin, no se integran tanto como el resto. Cerys ni siquiera es de aquí, es de Midleton, pero allí sí que no estaba nada adaptada. Se vino aquí con la excusa de que había más terreno de cultivo y como eran "muy amigas" y Martha quería continuar de pastora, se fueron a vivir juntas al campo más aislado de la zona. - Nancy negó. - Tienen un miedo tremendo al rechazo de la gente. - Pero si la familia es súperacogedora. - Pero para algunas cositas seguimos un poco en el siglo pasado. - Apuntó Siobhán. - Las pedidas oficiales, los emparejamientos con gente del pueblo, los miles de niños por cabeza... - Venga, no seas tan exagerada. - Puntualizó Andrew. - Nadie les dice nada porque claramente, si ellas no lo han dicho, es por algo. Pero en fin, que nadie es tonto en esta familia y aquí nos ves, todos juntos. - Sus padres siguen hablando de Cerys como la "amiga" de su hija. - ¿Te refieres a los mismos padres en cuya historia hay un bastardo y una fuga de casa para casarse con quien la familia desaprobaba? Lo dicen porque así es como se llaman entre ellas. - ¡¡Bueno!! - Interrumpió Ginny. - Próximo tema profundo en mi bar y lanzo un bolazo a la cabeza. - A mí me encantaría decir que tengo lesbianas en mi familia. - Comentó Wendy con la ilusión inocente que la caracterizaba. Todos suspiraron excepto Allison, que reía por lo bajo. Marcus, a quien claramente se le había subido la pinta, soltó una carcajada suelta y dijo con naturalidad. - No, si tenerlas las tienes. - Se le pusieron todos los ojos encima, hecho que le hizo casi tirarse encima la pinta que acababa de llevarse a los labios otra vez. Se aclaró la garganta. - Quiero decir... Bueno, mi tía Erin tiene novia. ¡Su tía! - Y señaló a Alice automáticamente. No era muy caballeroso lanzarle el muerto a su novia de esa forma, pero el alcohol mermaba todas sus capacidades. La caballeresca incluida.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Empezaba a pensar seriamente que los O’Donnell irlandeses eran Gallias sin el caos consecuente (aunque un poquito de caos también traían), porque el numerito de Ginny y Wendy parecía que lo habían hecho su tía y su prima Jackie, vaya. Le dio la risa floja, solo con ello, pero es que las intervenciones de Nancy la estaban haciendo reír todavía más. — Ya veo para qué usáis el billar, ya. También lo he visto jugar así, sin duda, pero vamos, que yo venía en plan profesional. — Uuuuuhhhh disculpe la señora francesa, no te quiero decir lo que dicen de tus paisanas... — EYYYYY. — Saltó Andrew, cual caballero O’Donnell, pero Alice ya estaba haciéndole una pedorreta a Ginny y mirando con travesura a Marcus. — A ver, mi amor, puedo enseñarte… — SI SABÍA YO. MI AMOR DICE LA MUY… — Y más risas.

    Pero se le pararon de nuevo al tocar el tema de Martha y Cerys. — Hemos visto demasiados casos de no aceptación de parejas homosexuales a nuestro alrededor y es tan triste… No se las puede culpar por intentar guardar esa parcelita para ellas. — Miró a Wendy con un poquito de pena. — Es más, no es cosa de tu hermana y Cerys, es cosa del mundo, y, de hecho, según tengo entendido, igual da mágico que muggle en este caso. Si no las hubieran hecho de menos, aunque haya sido fuera de la familia, no sentirían que tienen que vivir así, es una forma de protegerse. Creo que es algo que los que no hemos tenido que vivir, nunca vamos a entender por completo. — Y no era ella quien quería descubrir ciertas cosas sobre la familia, que lo pudieran decir ellos cuando quisieran, pero ya se le adelantó Marcus. Le miró con los ojos muy abiertos y le dio un traguito a la pinta. Bueno, pues nada, ya lo saben. Carraspeó, al notar todos los ojos sobre ella y se encogió de hombros. — Pues ya veis, la vida. — ¿Tu tía es la rubia francesa? — Alice negó con la cabeza. — Nunca deja de asombrarme que, vaya donde vaya, alguien hay que recuerda a Vivi Gallia. — ¡Eso, Vivi! — Dijo Ginny señalándola. — La recuerdo de la boda del primo Arnie, y alguna vez de Inglaterra, de andar por ahí con la prima Erin. Era el alma de la fiesta la tía. — Esa es mi tata, sin duda. — ¿Y esa está con la prima Erin? — Preguntó Andrew. — Pues sí, y lo suyo les ha costado. Treinta años como quien dice. — Dio otro trago y se sentó en la mesa de billar. — Digamos que no estaban preparadas, y también han tenido mucha tontería. Erin no era muy expresiva que se digas, pero siempre quiso sinceramente a mi tata, y mi tata se colgó de ella la primera vez que la vio, pero como la veía tan pasota y mi tía quería ver el mundo y conocer cuantos más sitios y personas mejor, un discurso muy Gallia, por cierto, así que eso hizo, y Erin un poco parecido, porque se entregaba a su trabajo, y andaban cada una por una punta del mundo y solo viéndose de vez en cuando. Y se pasaron media vida ocultando lo suyo, tampoco muy bien oculto, la verdad, hasta que mi tía estaba ya empezando a desbarrar y Erin decidió que era buen momento para hablar. Y los detalles se los dejo a ellas para que cuenten una de esas historias que tanto os gustan.

    Y entonces, pegó otro trago a la pinta y cogió un taco. — Al final, la señorita media pinta se la va a beber. — Dejó caer Nancy con malicia. — Y dicho esto, voy a… — Pasó el taco por su espalda y le dio a la bola blanca, golpeando otra, pero no llegando a meterla. — Mecachis. Pensé que me iba a salir mejor. — Aun así, los demás aplaudieron entre ruidos de admiración. — Iba a aprovechar que iba a quedar muy guay para pedirlo pero ya que me he dejado fatal a mí misma, solo diré: — señaló a Allison y Andrew — que me falta vuestra historia. — Allison rio y se apoyó en el hombro de Andrew y este entornó los ojos. — Mira, tu movimiento ha sido muy expresivo de lo que fueron las primeras etapas. — ¡No es verdad! Y ahora tenemos un chiquitín precioso que es prueba de lo felices que somos. — Y de que la toma de decisiones la llevan un poco según va surgiendo. — Dijo Siobhán cruzándose de brazos. — Mi niño es una bendición. — Insistió Allison con una sonrisa. Alice alargó la mano a Marcus, haciendo que se pusiera delante de ella y enganchándose a él con los brazos después de beber otro poquito y sin bajarse de la mesa. — Somos todo oídos.






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    Jue Dic 14, 2023 12:42 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Descolgó la mandíbula. - ¿Sabes jugar? - Alzó los brazos. - ¡¿Por qué no sabía yo eso?! - Exclamó con la alegría de quien acaba de enterarse de que les acaban de regalar una casa. Se acercó a ella. - Buen alumno preparado. Fíjate, nos prometimos enseñarnos cosas, ya me vas a enseñar tú a mí una. - Era altamente probable que no se refirieran simplemente a un juego de bar cuando se prometieron eso, pero estaba tan contento que todo le venía bien.

    Asintió a las palabras de Alice, y la dejó dar las pertinentes explicaciones sobre sus tías (bueno, más que dejarla, le había lanzado él la pelota para que ella hiciera lo que considerase con ella). No pudo evitar reír de comprobar, una vez más, la fama de Violet traspasando fronteras. Cuando Alice terminó, Wendy le miró a él. - Y el primo Lex tiene novio ¿verdad? - Le había pillado bebiendo. Siobhán soltó una pedorreta de fastidio. - ¡Wen! ¿Puedes dejar de airear la intimidad de la gente que no está aquí? - ¡Es que ya que estábamos en el tema! - Sí que tiene novio, sí. - Apuntó Marcus. Ni que fuera la primera vez que iba de avanzadilla de su hermano, y total, la idea era llevarse a Darren a Irlanda en Navidad aunque fuera un par de días. Mejor que se fuera sabiendo, aunque si de algo estaba seguro era de que su abuela lo había contado ya. - Y Darren os va a caer genial. Bueno, con quien se va a llevar de escándalo es con Ruairi, con lo que le gustan las criaturas. - El tono de normalidad hablando de ello, al menos, hacía que el ambiente estuviera mucho más distendido que cuando tocaban el tema de Martha y Cerys. Al final la clave estaba en normalizarlo todo, él desde luego, tras el impacto inicial, empezó a llevarlo por bandera a todas partes, y que nadie se atreviera a contradecir.

    De nuevo, casi se le cae el contenido de la pinta que estaba bebiendo al ver el movimiento de Alice. - ¡Wow! - Exclamó, mirándola con los ojos muy abiertos. - Sí que sabías jugar. - Vaya confianza. - Rio Andrew, siendo coronado por su mujer. Se apresuró en negar. - ¡No! O sea, claro que me la había creído, si Alice sabe muchísimas cosas, es solo que... Wow, qué habilidad, mi amor. - Sabes que el juego consiste en meter bolas en hoyos y que eso no lo ha llegado a hacer ¿verdad? - Preguntó ácida Ginny. Marcus, que seguía impactado, señaló a su novia. - ¡Pero ha usado el taco por la espalda! - Él no era la persona más hábil del mundo, y era un factor bastante habitual entre los Ravenclaw. Ver a alguien listo y habilidoso a partes iguales era para él más llamativo que ver un unicornio.

    Su novia puso el foco sobre la última pareja que quedaba por contar su historia y se dirigió a él. Marcus, agarrándose a ella con cariño, atendió, con la sonrisa de un niño que espera el siguiente cuento. - Es muy sencillo: aquí la señora me tuvo esperando... - Nooooo no no. - Interrumpió Allison, entre la comedia de sus familiares, mirándole divertida y negando con el dedo. - No lo cuentes así porque así no fue. - ¡Cómo que no! ¿Quién se enamoró primero? - Oh, qué lastimero eres cuando quieres. ¿Qué sabrás tú cuando me enamoré yo? - Andrew soltó una seca carcajada. - Yo diría que una idea tengo... - Ya os resumo yo. - Les miró Nancy, señalando a Andrew con el pulgar. - Compartir promoción con este fue un martirio. - Pues no os digo lo que fue ser prefecta con estos en los cursos que la seguían. Me alegré de irme de Hogwarts, con eso os lo digo todo. - ¿Fuiste prefecta, Siobhán? - Marcus no iba a perder apunte de semejante dato, por lo que se giró de inmediato a la chica en cuanto habló. Esta se irguió, orgullosa, y asintió con una sonrisa. - De Gryffindor. - Los dos años con más causas sociales y manifiestos de la historia de Hogwarts. - Apuntó Ginny, haciendo a todos reír. - No tengo la culpa de que hubiera tanta injusticia tapada. Las promociones que siguieron seguro que se vieron beneficiadas del asunto. De nada. - Como Andrew y Allison reían, la chica le señaló. - Y menos risas, porque por culpa de listillos como vosotros, no pude conseguir una de ellas. - Ambos abrieron la boca y se llevaron una mano al pecho con dramatismo. - No, no, nada de mirarme así. No se fiaban de aquí los "amor libre". - ¡Pero si somos de cursos distintos! - ¡Pero da igual! Siendo de la misma casa, ni se me escuchó. - ¿Qué nos estamos perdiendo? - Preguntó Marcus, ciertamente confuso, pero veía a las otras tres reír por lo bajo. Ginny especificó. - Nada, que mi hermana intentó revestir de causa social el que le saliera, como a cualquier adolescente tipo, la vena guarrilla. - ¡¡Y dale!! ¿¿Veis?? Por eso no pude conseguir nada. - Se indignó Siobhán, pero aquello era ya todo un mar de risas.

    La chica suspiró con frustración y les miró para explicarse. - Quería que los dormitorios fueran unisex. - Marcus se tuvo que guardar MUY BIEN la reacción, así que simplemente bebió otro sorbo mientras Siobhán explicaba, aunque debía notársele lo escandaloso que le parecía en que casi se le salen los ojos de las cuencas. - Me parece absurdo la separación, es sexista y es un contrasentido que ignora la presencia de diferentes orientaciones sexuales en la escuela. - Miró con reproche a los otros. - Y mi propuesta INCLUÍA, para evitar posibles peligros, que la separación fuera POR CURSOS en lugar de POR SEXOS. - Que sí, hermana, que sí. - Suspiró Andrew. - Que eso no iba a colar. - Siobhán chistó, pero Ginny apremió a la pareja. - Venga, al grano con la historia, que no vamos a jugar en la vida a este paso. - Pues resulta que a mí siempre me habían elegido para acompañar a chavales con dificultades porque siempre tuve madera de buen profesor y se me daban bien los niños hasta cuando yo también era niño. - ¿Acabas de llamarme chavala con dificultades? - Preguntó cómica Allison, y todos rieron. Él la miró con una expresión de enamoramiento que Marcus conocía a la perfección, escondida bajo varias capas de burla. - Ninguno de los siete sabe cuántas veces me pregunté qué hacías tú en Hufflepuff en vez de en Gryffindor, vaya guerra dabas. - A Marcus se le escapó una risa de garganta espontánea, mirando de reojo a su novia. - La cuestión era que la señora iba montada en escoba a todas parte, y cuando digo a todas partes, digo A TODAS PARTES. - Qué exagerado... - ¡Le diste con el mango en la cabeza a una chica de quinto al salir del baño! - ¡Salió muy rápido! No la vi venir. - ¿Lo de no circular volando por interiores cómo lo veías? - Preguntó Siobhán con el tono de reproche de una prefecta que ha tenido que castigar numerosas veces por lo mismo.

    Andrew suspiró y prosiguió. - La cuestión era que, estando yo en tercero, empecé a tutorizar alumnos de primero. Realmente les hacía compañía y les ayudaba con los deberes. Con ella no había forma porque iba siempre sobrevolando por ahí. - Estoy convencido de que a Lex no se le ocurrió la idea, lo habría hecho. - Bromeó Marcus, no carente de verdad. - Pero poco a poco fui consiguiendo que bajara, así que claro, me pegaron a ella. - Vamos, que me encasquetaron al muy pesado. - Les dijo Allison también bromista. - Y claro... el roce hace el cariño... - Roce dice el tío, qué poquísima vergüenza. - Apuntó Ginny, y Andrew chistó y alzó los brazos. - ¡Vaya cómo nos estáis vendiendo a los primos nuevos! - Tenían una relación abierta. - Les susurró Wendy con voz de niña traviesa. Marcus les miró con los ojos muy abiertos, pero Allison rodó los suyos. - ¡Queríamos divertirnos! Nos llevábamos genial, pero... - Pero un día. - Retomó Andrew, incisivo pero con una sonrisa. - Este tonto que tenéis aquí, en sexto, y después de decirle que no a MUCHAS chicas. - Eso levantó una oleada de "uuuhs". - Se plantó delante de ella y le dijo que le gustaba, desde hacía un montón. - Allison soltó una pedorreta. - Está feísimo el rollito de profesor-alumna, ¿se enteró tu hermana la prefecta doña causas sociales? - Sí. Y lo desaprobé. - Contestó Siobhán, pero todos reían. Andrew se encogió de hombros. - No era tu profesor, solo un compi mayor que te echaba una mano. ¡Venga ya! Éramos amigos. - En verdad sí. - Corroboró Allison, como si no se supiera ya la historia. Tenía un punto sardónico que estaba convencido de que a Darren le iba a encantar. - Y la respuesta de la señorita fue poco menos que decirme que si estaba mal de la cabeza, que no iba a meterse en una monogamia a largo plazo con catorce años. Gracias por eso, cariño. - De nada. ¿Con cuántas dices que te liaste después de mi cruelísimo comentario? - ¡Bah! Estabas tú delante con casi todas, no ves que eran en los juegos de Hufflepuff. - Tenías más ofertas que yo. - ¡Eso no es verdad! Y creo que aún, bebé incluído, no he superado en número de encuentros a tu querido Coooooody Flendersoooon. - ¡¡Oh, venga ya!! No era más que un creído que llegó a capitán de quidditch por sobornar al profesor. - ¿Tanto he bebido? - Preguntó Marcus a la audiencia. Ginny negó, casi suspirando. - No, cariño, no. Todo lo que oyes ocurrió de verdad. Así son estos. - Allison se cruzó de brazos y miró a su chico. - Ahora, si no te importa, voy a contar la parte bonita. - Les miró. - Hace tres años nos hicimos pareja oficial. - En efecto, hasta hace tres años seguían de poliamor. - Completó Nancy. Marcus se rascó la frente, deseando saber cuál era la parte bonita, porque no la veía. - Digamos que la cosa... se nos fue de las manos. - Allison se encogió de hombros. - Uno de los chicos con el que tuve un escarceo de un par de ocasiones, resultó que estaba prometido. Y no, su prometida NO había aceptado lo de la relación abierta ni era conocedora de nada. Me sentí fatal y le maldije de todas las formas posibles. - Y yo tuve una pillada bastante gorda. - Comentó Andrew, rascándose la cara y con mirada avergonzada puesta en otra parte. - Digamos que... una chica... Bueno, nos pilló su hermano, y el chaval es un tanto... - Retrógrado. - Escupió Siobhán, y esta vez no fue contradicha, sino que Andrew asintió. - Así es. Nos montó un escándalo tremendo y me dijo que "si había deshonrado a su hermana, ahora tenía que casarme con ella". - Ugh. - La reacción asqueada fue tan unánime entre Siobhán, Nancy y Ginny que a Marcus le hizo gracia. - ¡Y lo peor era que la chica estaba dispuesta a hacerlo! Menudo espectáculo, ella llorando como una dama victoriana abandonada, ¡yo había dejado claro lo que había desde el primer día! - ¿Y dónde llegaron los dos llorando y al borde del ataque de ansiedad? - Preguntó Ginny, satisfecha. - ¡¡Aquí!! - Y fue muy bonito. - Apuntó Wendy. - Porque Allison llegó diciendo que los tíos eran todos unos mierdas... - Sí, pinta bien la historia. - Dijo Marcus. Entre las risas, Allison pidió que dejaran a Wendy continuar y esta lo hizo. - Pero Andrew, nada más verla, lo que le dijo fue: "he entrado en pánico de pensarme casado con alguien que no fueras tú". - Marcus se llevó una mano al pecho. Por fin el romanticismo que necesitaba. - Yo me quedé en blanco. - Apuntó Allison, y mirándole con cariño, añadió. - Y le dije... - "Solo consentiría casarme si fuéramos a la iglesia encima de una escoba". Ahí supe que estaba borracha. Por lo de aceptar la boda, no por lo de la escoba. - Al comentario de Andrew se sucedieron las risas, pero el chico se acercó a ella y le pasó el brazo por los hombros. - Le dije... "Yo solo consentiría estar solo con una persona si esa persona fueras tú, y a no casarme jamás, si ese no-casamiento también es contigo". - Ella se ruborizó y, con una sonrisa derretida, dijo. - Y ahí, dije: "que les den por culo a todos los tíos. Me quedo contigo". - Y dicho eso, se besaron en los labios, ante los aplausos del resto. Marcus suspiró, sin dejar de aplaudir, y le dijo a Alice. - Me ha encantado el final. No sé cómo evaluar el resto de la historia. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Daba gusto tirarse de vez en cuando un pistillo delante de su novio, sin duda, porque lo daba todo, estaba segura de que, ahora mismo, en la mente de Marcus era toda una profesional. Y puso esa sonrisilla traviesa que sabía que tanto le gustaba y alzó una ceja. — Ya has visto cómo se enseña… Y yo lo hago encantada.

    Por un momento, tuvo que contener la reacción ante la pregunta tan directa de Wendy, porque al final estaba haciendo bajar la pinta, y estaba toda contenta y distendida y se le podía soltar la lengua. Pero claramente su novio decidió que sí se podía hablar del asunto, así que ella se limitó a asentir a lo que Marcus iba diciendo y señaló. — Os va a caer bien a todos. Es un Hufflepuff cuqui y le encantan los animales y el caos. — ¿Nos estás llamando salvajes caóticos? — Dijo Ginny llevándose la mano al pecho con mucho dramatismo. — Si vieras de que familia vengo, entenderías cuán absurda es esa pregunta. Pero el hecho es que estáis rodeados de animales y cuidadores, se va a sentir como en casa.

    Ya iba a aprovechar el tirón que su acción en el billar había provocado en Marcus, cuando Andrew y Allison se lanzaron a contar su historia, así que se lo guardó para más tarde. Sonrió a Siobhán, aunque mentalmente se dijo otra prefecta de Gryffindor con las causas perdidas, porque sí, lo de los dormitorios unisex era toda una causa perdida. Ahora, ante la queja de Siobhán a la culpa de los Hufflepuff solo pudo decir. — Pues en mi experiencia, que es bastante limitada, los Hufflepuff ya duermen en dormitorios unisex, unicasa, si me preguntas, porque hasta yo he entrado a esa sala cuando me ha apetecido. — UHHHHHHH ¿algún compi de casa que tengamos que reseñar? — Le dijo Andrew, picón. — Muchos, pero no en ese sentido Hufflepuff vuestro. — Recalcó, agarrando a Marcus por la cintura y pegándolo contra sí por la espalda.

    Claro, que teniendo en cuenta lo que escuchó a continuación, no le extrañaba nada la insinuación. Menuda historia, si le hubieran hecho jurar a Marcus que un O’Donnell iba a estar en una relación así, se hubiera reído en su cara, y Larry se hubiera ofendido hasta el tuétano. De hecho, estaba batallando mucho para no reírse en su cara, solo se limitó a mirar a Marcus y decir. — No es la primera vez que oigo una historia similar en Hufflepuff, aunque el toque de la escoba es nuevo, y muy gracioso. No lo fue tanto para la chavala del baño. — Dijo Nancy con tonito de Ravenclaw responsable mientras bebía pinta e iba eligiendo taco para jugar. — Tiene su encanto. — Alice esa noche lo veía todo muy cuqui y bonito. Pero la historia se ponía más interesante a medida que avanzaba, y se inclinó al oído de Marcus para decir. — Menos mal que cuando tu eras prefecto no existían los tales juegos de Hufflepuf, o al menos no nos enteramos. — Porque, desde luego, la prefecta de Hufflepuff no solo los habría permitido, los habría liderado.

    Ella siguió asintiendo a todas las aclaraciones de Allison sobre cómo les complicó la cosa, aunque la pinta estaba haciendo de las suyas y se le liaron los argumentos, y al tercer “casamiento-no-casamiento” ya se había perdido. Cuando Marcus le habló, ella simplemente contestó. — Bueno, como tú mismo has señalado, bien está lo que bien acaba. No sé si el prefecto O’Donnell habría dicho lo mismo, pero diría que ahora no estás de servicio. Eso ha sonado a que vas a enseñarle a hacer ciertas cosaaaaaas. — Dijo Ginny juguetona, picándoles a ambos en las costillas. — A ver, ven aquí, alquimista O’Donnell, que vas a aprender a jugar al billar. — Dijo bajándose de un salto coreada por un “uhhhhhh”.

    Tiró de la mano de Marcus para ponerle por un lado, mientras invocaba con un hechizo a las bolas para que se reagruparan. — Tienes que fijar la vista, calcular es superimportante en el billar, y tratar de dirimir qué trayectoria y fuerza va a llevar la bola blanca. — Le puso el taco en las manos. — Como en Aritmancia. — Oh, no, más Ravenclaws jugando… — Se quejó Ginny poniendo los ojos en blanco. Alice la ignoró y puso el taco en manos de Marcus. — Ahora lo apoyas aquí. — Cogió su mano bajo la de ella y la colocó, inclinándose sobre él. — Y esta para dirigir. — Se inclinó sobre su oído y dijo. — Fijas el objetivo, y, como te han explicado tus primas… — Agarró la mano del palo hacia atrás para que cogiera impulso. — Directo al centro. — Y, sin soltarle, ella misma ejerció el golpe, haciendo que las bolas se dispersaran. — ¡Bieeeen! — Celebró, ante las risas de los demás. — Mira, mira la de la media pinta. — Le señaló Andrew mientras cogía otro taco. — Ahora tú, mi amor. — Y se apoyó en el borde de la mesa, con las manos en el borde. — Ahora tú solito mi amor. Y ya podemos empezar a jugar.






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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Guiñó un ojo como si así pudiera fijar mejor el objetivo, o calcular la progresión como le había dicho Alice. No tenía ni idea de cómo (bueno, sí, porque le había dado su novia a pesar de que él tenía las manos en el taco) pero habían metido una bola. - ¡Woohu! - Celebró, alzando los brazos, como si a él las victorias deportivas le dieran algún tipo de satisfacción. Pero nunca estaba de más hacer bien algo aunque no fuera su área habitual. - ¿Qué decían sobre los Ravenclaw jugando? - Se señaló la sien con un índice varias veces. - Todo es cuestión de cálculo, primita. - Hubo varios piques de idas y venidas, muchas risas y bromas, y el juego continuó, prolongándose bastante porque ninguno era tan bueno como para no entrar en un bucle de darle a la bola blanca tantas veces que todos lo probaron, hasta que, finalmente y por un golpe de suerte (nunca mejor dicho), fue Ginny la que consiguió meterla en el hueco adecuado. Pero Marcus, aparte de un rato muy divertido, se había llevado un aprendizaje nuevo y diversos roces con Alice (ahora entendía las bromitas sensuales con respecto al billar), que desataron diversos comentarios, pero con los que estaban tan a gusto que, lejos de avergonzarse, solo se miraban, sonreían y seguían.

    El bar se había ido llenando de gente, en un momento determinado vio a Allison con Brando en brazos, un poco molesto por el despertar, y se fue un rato a charlar con ella. Acabó dándole un par de patatas al niño, siguieron contando anécdotas, riendo, el pequeño volvió a dormirse, echaron otra partida de billar, perdieron a Wendy por ahí... No sabía ni cómo, se le habían pasado cerca de tres horas. Y lo cierto era que ya estaban bastante cansados, que ese día habían llegado de viaje y ya era tardísimo, y aún no se sabían bien el camino de vuelta. De todas formas, en cuanto el bar empezó a llenarse en demasía, todos fueron determinando poco a poco que era la hora de marcharse.

    Dejaron a Ginny y Wendy con su negocio y partieron en grupo y entre risas de vuelta. - Os dejamos en la puerta de casita para que no os perdáis. - Bromeó Andrew, pasando un brazo por encima de los hombros de Marcus, y él contestó entre risas. - En el fondo sabía que eras todo un caballero. - Nancy se enganchó del brazo de Alice, metiéndose entre ella y Marcus y mirándoles a uno y otro mientras caminaba a saltitos. - Tenemos muuuuuuuuucho que hacer juntos, que un año se pasa volando. Y nos tenéis que contar más anécdotas vuestras. - Eso, que le habéis sacado todos los trapos sucios a la familia y vosotros habéis contado bien poco. - Pinchó Allison, y Marcus se llevó una mano al pecho con ofensa, pero no dejaban de reír. Andrew señaló a Alice. - Y tú, que no te escuchemos decir lo de la media pinta en público otra vez, que no te vamos a defender más. - ¿Defender? Si casi la echáis de Irlanda a la pobre. - Dijo Siobhán entre risas, quien se había situado al otro lado de su novia. Sin darse cuenta ni dejar de reír, llegaron a la antigua casa de sus abuelos.

    - Marchando, y sin entreteneros, que el tío Larry os está despertando mañana antes de salir el sol. - Pinchó Nancy. Allison echó varios pasos hacia atrás, mirando a las ventanas, y señaló con el dedo. - ¿La vuestra es esa? - Marcus asintió, y generó una oleada de exclamaciones burlonas, que Siobhán intentó acallar con ruidos de silencio para no despertar a nadie, siendo muy poco convincente porque ella tampoco dejaba de reír. - Vaya, que os podemos tirar piedrecitas a la ventana y llamaros a gritos. - Cuidado, a ver si vamos a interrumpir a los amantísimos novios muy monógamos y formales haciendo algo que no debería hacerse antes del matrimonio. - Se burlaron Allison y Andrew respectivamente, y Marcus contestó con una mueca burlona. - Qué graciosos sois. Desde luego que estáis hechos el uno para el otro. - Qué mala idea habéis tenido eligiendo la habitación que da a la calle, primo. - Rio Siobhán de nuevo, que sin perder su personalidad llevaba con una risa crónica que no se le iba desde hacía casi una hora. Marcus chistó, pero Nancy, riendo, les empujó a ambos al interior de la casa. - Venga, venga. Que no queremos que la tía Molly nos lance una sartén. O peor, que tu madre nos lance una maldición. Hala, a hacer manitas, pero pocas. - Eso, que vuestro hijo es "la licencia de alquimia". - Volvió a bromear Andrew, y sin dejar de reír, se despidieron de sus primos, viéndoles bajar la calle, mientras ellos entraban a casa y se refugiaban del helador frío de la madrugada de Ballynow (si bien no tenían tanto como cuando iban al bar, sería la cerveza y las patatas).

    Intentando no hacer mucho ruido pero con felicidad y risas residuales, subieron a su habitación y cerraron discretamente la puerta. - Cuidado con eso. - Señaló Marcus algo en el suelo cerca del pie de Alice. - A ver si lo vas a meter por un boquete como las bolas de billar. - Y les dio una risa muy tonta a ambos. Sí que se le había subido la pinta, aunque no se sentía borracho: se sentía feliz. Colgó el abrigo en una percha, y escuchaba a Alice reír y decirle... algo, alguna anécdota del bar. Estaba hablando y estaba... tan feliz, tan exultante. Se detuvo, con la sonrisa en la cara, mirándola como un pasmarote, mientras ella reía y hablaba e iba sacando el pijama casi sin darse cuenta, y él solo la miraba. En un momento determinado, se acercó lentamente a ella, y Alice cortó lo que estaba diciendo para mirarle. Tomó sus mejillas y la besó, despacio y con cariño, en uno de esos largos besos que, entre una cosa y otra, no se daban con tanta frecuencia como querrían, pero que les sabían a vida. - Si este es nuestro principio... - Susurró al terminar el beso, pero rozando aún sus labios, sujetando su rostro entre sus manos y con los ojos cerrados. Los abrió para mirar los de ella. - ...Es perfecto. - Sonrió, emocionado. - Gracias. - Susurró, y él sabía por qué: porque, de ser por él, quizás no estarían ahí en ese momento. Le habría podido la prudencia, el miedo, el método cuadriculado. Y ahora, tanto él como su familia, no podían ser más felices. - Te amo. - Añadió, y volvió a besarla lentamente, acercándose a ella. Podría pasarse besándola así toda la vida, pero algo le decía que caerían rendidos en cuanto pisaran la cama. O quizás no. Fuera como fuere, mañana iba a ser el primero de muchos descubriendo Irlanda. Y tenían mucho por delante que descubrir.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002
    Se despertó y vio, por el rabillo del ojo, las brasas, no apagadas del todo para no pasar frío, de la chimenea. Se removió perezosamente de entre los brazos de Marcus, que respiraba aún acompasadamente, y disfrutó de unos minutos de simple contemplación y puro gusto. Pero abajo había jaleo, lo oía desde ahí, así que, muy despacito, salió de la cama y se puso las zapatillas y una bata. Alice, como buena Gallia, era absolutamente contraria a vestirse inmediatamente tras levantarse, no por lo menos antes del café, pero no perdía de vista que abajo había gente, entre ellos su suegra, que, por supuesto, estaría en tacones sin duda alguna.

    Según iba bajando las escaleras, oía más voces. — Y claro yo le he dicho “Cillian, antes de que se vaya tu primo, vamos a llevarle cositas de la granja, que luego al final nunca les damos”, con los buenos productos irlandeses que tenemos, que seguro que en Inglaterra de esto no tenéis… — Pero antes de que asimilara que era Saoirse, alguien se chocó con ella. — ¡Hola, prima nueva! — Ella parpadeó y le revolvió el pelo a Seamus. — ¿Pero esto qué es? ¿Un leprechaun? ¿Un duende? — ¡Soy un leprechaun liado! — Ese es mi chico. ¿Están todos despiertos? — ¡Sí! ¡He venido con los abuelos, para ver a los primos ingleses! Primero hemos ido a la granja, a por cosas, con la tía Martha y el abuelo, y el abuelo ha regañado a la abuela porque tenía que haber traído más cestas, que luego al final siempre falta… — Alice rio. — Tú eres El Profeta Aliado de Ballyknow ¿eh? — Y se acercaron a la cocina-comedor, de donde venían las voces.

    ¡AY MI NIÑA YA ESTÁ DESPIERTA! — Exclamó de golpe Molly, sobresaltando a Emma y a Cillian, que eran los que estaban de espaldas a ella. — No me extraña, con esos alaridos que pegas, mujer. — Se quejó Larry mientras se echaba algo en el café. — Uhhh cómo huele eso. — ¡Es miel de la granja, hija! Hemos subido para traeros unas cuantas cosas. — Indicó Saoirse entusiasmada. — Uy, yo eso lo quiero probar. — ¿Te gusta el queso? Traemos queso fresco de las cabras de Martha, si te lo untas en una tostada y le echas la miel encima es delicioso. — Mujer, deja a la chica despertarse. — Regañó Cillian, pero Alice empezó a hacer lo que le había sugerido la mujer, bajo la atenta mirada de ella. — Ay que ver, chiquilla, como se nota que eres francesa, después de la farra de anoche y recién levantada, qué buena cara tienes. — Ella sonrió un poco tensa. — No… No se hizo tan tarde, y caímos rendidos. Y he dormido mejor que en los últimos… Cuatro meses. — Eso es el pueblo. Como se duerme en el campo… — ¿Y a qué hora volvisteis? — Preguntó Emma. Alice mordió estratégicamente la tostada como diciendo “uy no puedo responder”. — Por saber si nuestro alquimista junior se va a levantar para despedirnos. — Aclaró Arnie. — ¿Puedo ir a despertar al primo inglés? — Sugirió Seamus. Alice rio, terminando de tragar. — No creo que le importe, tú ve. — Por lo visto, más les valía ir acostumbrándose a eso. Y a aquel queso y miel absolutamente deliciosos.






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    Jue Dic 14, 2023 6:29 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 5 de noviembre de 2002
    Le pareció oír un grito de su abuela que se le metió en el cerebro, pero también en el sueño. Había sido lo suficientemente fuerte como para llegarle, pero no tanto como para despertarle. Estaba tan cómodo, calentito, confortable... Echó un poco de aire por la nariz y se dejó vencer lentamente por el sueño otra vez. Pero el sueño no era tan profundo, y ya había roto el hielo, y empezaban a llegarle voces de abajo que le despertaron la curiosidad. ¿Había más gente allí aparte de sus padres y abuelos? En ese caso, sería maleducado no bajar. No había abierto aún los ojos, pero su sentido del protocolo se despertaba antes que sus párpados.

    Se revolvió a lo justo para notar el movimiento del colchón. Alice debía estar levantándose, habría pensado lo mismo que él, así que ronroneó un poco y abrió los ojos. - ¡Hola! - Botó en el colchón y se tapó instintivamente (ni que estuviera desnudo, pero la mala conciencia de cuando solía dormir con Alice...), aún despegando los párpados, porque había abierto los ojos perezosamente y la imagen de Seamus delante de su cara era algo que su cerebro estaba tardando en procesar. Al niño pareció hacerle mucha gracia su reacción, porque reía con malicia mientras él se frotaba la cara. - Hola, primo nuevo. La prima nueva me ha dejado despertarte. - Marcus puso cara de circunstancias. Gracias, mi amor, yo también te quiero, pensó. Ni tiempo a que se le despertaran las neuronas le había dado.

    - ¿Cómo has llegado tú aquí, colega? - Le revolvió el pelo, con la voz grave de quien lleva horas con la garganta cerrada. - He venido con los abuelos. Han traído un montón de cosas, pero el abuelo se... - Y empezó a contarle una historia que aún estaba demasiado dormido (y puede que un poquito resacoso) para entender. Estiró un poco los músculos y se levantó. - ¿Quieres saber algo de tu primo nuevo? - El niño asintió muy seguido. - Me encanta causar una buena impresión, y si están aquí tus abuelos, qué menos. Así que... - El niño le seguía mirando. Mejor lo dejaba más claro. - Voy a ponerme guapo. - ¡Vale! - Pero se quedó allí. Miró de reojo a la puerta, con una sonrisilla incómoda. - A vestirme. - El niño, bien contento, se sentó en la cama con las manitas entre las rodillas y le miró sonriente, como si fuera la primera vez que fuese a ver a alguien vestirse. Pues nada... tocaba arreglarse con el niño delante.

    Ya de por sí le iba a ser incómodo desvestirse y vestirse con la mirada del niño encima, pero podría soportarlo si fingía que no estaba allí. No iba a ser tan sencillo. - ¿Inglaterra es más grande que Irlanda? - Un poquito. - Contestó entre risas. - ¿Y allí tenéis miel? - Claro. - ¿Y ovejas? - También. - ¿En tu casa tienes ovejas? - En casa no, las ovejas está en el prado. - La tía Martha tiene ovejas en casa. Una vez, una se puso enferma y la tenían en la casa. Pero después se la llevaron a otra granja en la que había muchas más ovejas para que estuviera más contenta. - Siguió vistiéndose sin contestar, porque eso sonaba totalmente a que la pobre oveja había pasado a mejor vida. Si pretendía cortar la conversación en base a dar la callada por respuesta, estaba muy equivocado. - ¿Y vacas? - Sonrió levemente. Justo lo que quería, hablar de vacas en calzoncillos. No sabía cómo ponerse el pantalón sin sentirse tremendamente incómodo y ridículo. - Tampoco. - La tía Martha tiene vacas. - Ese tema no tenía fin.

    Había conseguido vestirse y peinarse entero en lo que daban un repaso a toda la fauna ganadera de la zona. Al menos, viéndose ya arreglado y en vistas de que el niño seguía hablando tan normal, ya no estaba tan tenso. - ¿Qué es eso? - Marcus sonrió y le enseñó el tarro. - Colonia. ¿Quieres un poquito? - ¡Vale! - Y se levantó de un salto, ofreciendo el cuello para que le echara, lo cual le hizo mucha gracia. - Papá y Pod siempre dicen que hay que echarse colonia todos los días, pero el abuelo dice que eso es para las bodas. - Se olió a sí mismo. - ¡¡Huelo a niño mayor!! Mamá me echa colonia de bebé. - Marcus soltó una carcajada. - ¿Te gusta? Cuando seas más mayor, te regalo un tarrito. - Señaló la puerta con la cabeza. - Venga, no hagamos esperar más a tus abuelos. -

    - ¡¡¡AY MI NIÑO!!! - Hasta él se sobresaltó con el grito de su abuela. Eso debió ser lo que le despertó, y todos parecían prevenidos al ser la segunda vez. Su madre, de hecho, estaba mirando a Molly con cara de querer vengarse cuando menos se lo espere. - ¿¿Habéis visto a un muchacho más guapo?? - Bien guapo que es, ¡y lo bien que huele! - Alabó Saoirse, pero su padre se giró lentamente hacia él, ceñudo. - ¿Te has echado colonia nada más levantarte, hijo? - Emma rodó los ojos, como quien dice "parece que no lo conoces", y Marcus soltó una pedorreta de suficiencia. - Padre, por favor... - Cillian rio por lo bajo, pero Molly y Saoirse parecían encantadas con su numerito, y eso era todo lo que Marcus necesitaba.

    La miel y el queso estaban deliciosos, y el primer bocado hizo que su estómago recordara las horas que llevaba sin comer y demandara más. - Espero que sepáis lo que habéis hecho viniendo aquí. - Les dijo Cillian a ambos, cómico. - Esto es Ballynow: gente entrando y saliendo de casa todos los días. - Lawrence suspiró, y Marcus parecía oírle pensar en las dificultades para la concentración que eso iba a suponer. Claramente se estaba conteniendo para no ganarse una bronca con su mujer el primer día. - Arnie, cariño, Emma. - Se dirigió Saoirse a sus padres con dulzura. - A mi nuera Rosie le gusta hacer una cena familiar los viernes. - ¡Uy! Eso lo hacía mi tía, lo ha heredado de su abuela. - Dijo Molly contenta. - ¿No os quedáis? - Nos encantaría, prima Saoirse. - Respondió Arnold. - Pero no podemos estar tantos días fuera de casa, luego vienen las fiestas y a este paso vamos a agotar todas las vacaciones. - Comentó entre risas. - Nos vamos esta misma tarde. Pero nos ha encantado veros, y ya mismo estaremos de vuelta. - La mujer emitió un sonidito de pena. Marcus masticó lentamente, macerando lo que decir. - ¿Y si... os vais mañana? Total, por un día. - Intentó, con voz levemente apenada. Emma le miró comprensiva. - Este mes se os va a pasar volando entre la familia y el estudio en el taller, cariño. - Eso. Ya mismo estamos aquí y ni te habrás enterado. - Añadió Arnold, distendido, y Marcus sonrió levemente. Dudaba que no les echara de menos cada día... pero qué remedio.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 5 de noviembre de 2002
    La tardanza de Marcus y Seamus en bajar le hizo plantearse si su novio iba a preferir enfrentarse a la profunda vergüenza de bajar en pijama ante su familia, o a su norma no escrita de no cambiarse delante de ningún otro ser viviente aparte de ella. Al final por lo visto fue a lo segundo, porque bajó con el chico y perfectamente vestido. — ¿A que mi novio es guapísimo, tía Saorsie? — Dijo toda orgullosa, guiñando un ojo al aludido, a lo que la tía y la abuela respondieron profusamente. Como para no tener fans, era guapo en todas sus facetas.

    Claramente les esperaban muchas reuniones familiares y pocos momentos para estar solos, pero era tanta la alegría que, de momento, no le importaba tanto como claramente al abuelo Larry. Miró a su novio y a sus suegros con un poco de lástima. El idilio había durado poquito, pero le había gustado, y se sentía tan segura con ellos cerca… Pero para pena ya tenían a Marcus, así que ella carraspeó y les señaló. — Os vamos a dejar iros, pero solo porque somos unos alquimistas hechos y derechos yyyyyy porque van a ser las mejores Navidades de la historia y hay que prepararlas y disfrutarlas a tope. He dicho. — Dijo terminándose el café. — Bueno, pero vosotros si venís el viernes. — Dijo Saoirse tanteando el terreno. Ella miró a Marcus. — Si el alquimista O’Donnell no tiene impedimento, por mí encantada. — Emma sonrió y le acarició la espalda. — Bueno, estoy segura de que cuando empecéis con el taller y os quedéis por fin a vuestro aire, hay reestructuraciones diversas. — En lenguaje Emma: no te motives tanto, usa la cabeza, la hiperexcitación no gusta a nadie. Pero antes de que se sintiera un poco minada, Molly dijo. — ¡Bueno! Pero como todavía estáis aquí, a mí me hace ilusión hacer un plan familiar que voy a proponer. — Nosotros deberíamos ir yéndonos, que hay que subir al campo y hacer cosas varias. — Dijo Cillian. — ¡Ay! ¿Pero y por qué? Yo quiero oír el plan de tu tía. — El hombre puso las manos sobre los hombros de su esposa. — Plan familiar, cariño. — Pues eso, familia somos. — ¡Seamus! Échale una carrera a la abuela, que nos vamos al monte a llenar todas esas cestas de manzanilla. — ¡VALE! ¡NOS VAMOS! ¡ADIÓS, PRIMOS! ¡GRACIAS POR LA COLONIA! — Y en un abrir y cerrar de ojos, el niño había salido corriendo, y Saoirse riendo detrás de él, bajo la sonrisa de Slytherin satisfecho de Cillian. — Que disfrutéis del día, y buen viaje, primos. — Gracias, Cillian. — Dijo Arnie con ojos brillantes. Si en el fondo era más irlandés y familiar de lo que estaba dispuesto a admitir.

    Una vez la puerta se cerró, Molly se sentó en la cabecera de la mesa. — Pues mi plan es el siguiente. — Dijo apoyándose en la mesa. — Como no os vais hasta la tarde, quiero aprovechar la mañana para que vayamos a mi antigua biblioteca. Ahora es una biblioteca de verdad, y está al lado de las aulas de los niños del pueblo, donde enseñan Eillish y Andrew. Bueno, y Allison cuando no está de baja. Lo visitamos, recordamos, y luego nos vamos al mercado a comprar… — ¿Más comida? — Preguntó su suegro abriendo mucho los ojos. — Arnold O’Donnell, a veces me pregunto de qué pozo te rescaté para que la sangre irlandesa no tire de tu interior como tira de todos los demás, hasta de tu mujer y tu nuera. Vaya por Dios… — Suspiró el hombre. — Como decía, y viendo que hace mucha falta, quiero que dediquemos el resto de la mañana a cocinar todos juntos cosas típicas irlandesas, que nos podamos comer a la hora del almuerzo, a modo de despedida, y que podamos mandar un poquito al único que me falta que es mi Lex de mi corazón, que también se merece un poquito de Irlanda para que vaya abriendo boca. — Alice puso una gran sonrisa. — Yo lo apruebo todo, abuela. Tanto que me voy volando a vestirme. — Anunció, y se levantó, dejando un beso en la coronilla de su novio, lo cual aprovechó para susurrar muy bajito en su oído. — Te espero arriba. — Y tal como había prometido, se quitó el pijama y esperó, en ropa interior, tras la puerta para que su novio se llevara la sorpresa al entrar, no verla de primera vista, y se tuviera que girar para encontrársela así.





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